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26 Historia de la literatura española

España dentro del ambiente moderno de la Contrarreforma ; los autos religio­


sos, supervivencia del teatro primitivo, "escritos para un público superiormente
adoctrinado en una filosofía escolástica renovada por los grandes pensadores
del Renacimiento" 31 ; la comedia, que recogiendo también gran parte de las
corrientes medievales 32, crea la primera manifestación nacional de un teatro
moderno ; el drama de honor, fundado sobre arcaicas normas sociales, pero
que, influido asimismo por el Renacimiento, rebasa la exclusividad de la clase
noble para hacerse extensivo al hombre popular, sin distinción de clase alguna.
Consecuencia fundamental de esta penetración de tan numerosos elementos
medievales en la época moderna es el carácter especialísimo de nuestro Renaci­
miento. Mientras en los otros países de Europa supone éste el rechazo de todo
el espíritu medieval, España lo recoge y transforma, fundiéndolo con las nue­
vas corrientes, en una de sus síntesis más notables. Lo cual ha dado origen a
la famosa y larga polémica no sólo sobre el carácter sino acerca de la existen­
cia misma de nuestro Renacimiento ; aspecto que estudiaremos detenidamente
en su lugar y que es bastante, de momento, dejar sugerido aquí.

DMSIÓN CRONOLÓGICA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA

No menor que la dificultad de establecer caracteres inequívocos y perdura­


bles en una literatura cualquiera es la de dividirla convenientemente en épocas
o períodos. El paso de unos a otros nunca es tan concreto que pueda determi­
narse con precisión ; todo cambio supone un proceso lento y la compleja co­
laboración de muy diversos factores. Si tomamos obras características de ciertos
momentos culminantes y bien definidos y las comparamos entre sí, las diferen­
cias pueden ser tan profundas que no hay duda posible de que nos encontramos
en distinta edad ; pero el límite que las separa es tan fluido como el alba o el
ocaso de cada día.
A semejante fluidez contribuye un hecho de fácil experiencia, bien compro­
bado en alguno de los rasgos de nuestra literatura que acabamos de señalar :
nunca un período rompe por entero con el anterior -en ningún aspecto de la
historia, que no sólo en las letras- ; muchos factores penetran en la época

31 1dem, íd.
32 Unas palabras de Vossler pueden ampliar, creemos, esta sugerencia de Menéndez
Pidal : "El pueblo español --escribe- es el único de los pueblos románicos cuyo arte
escénico sigue el mismo derrotero desde sus orígenes religiosos hasta la época de su
esplendor, desde la Edad Media hasta la Edad Moderna. El Renacimiento no produce
ningún corte, como en Francia, ni ninguna caída en el melodrama, como en Italia, sino
que da sólo lugar a un enriquecimiento y desarrollo exuberante de su primitivo estilo.
La coexistencia de asuntos religiosos y profanos, bíblicos y anecdóticos, no supuso nunca,
o rara vez, la simultaneidad de concepciones distintas, sino un contraste ideal, un sueño
dramático, en cuya tensión tiene su origen la vida escénica." ("La fisonomía literaria y
lingüística del español'', en Algunos caracteres de la cultura española, ed. cit., pág. 56.)
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siguiente, bien por su mayor capacidad de resistencia o bien porque representan
adquisiciones fundamentales (por encima de modas o tendencias efímeras) a
las que ya no se puede renunciar ; otros, en cambio, se presentan como auda­
ces intuiciones, que se anticipan a los tiempos futuros. De esta forma, cada
período funde, con sus propios rasgos, corrientes viejas -o simplemente reza­
gadas- y tendencias futuras, haciendo tan problemáticos los límites de entrada
como los de salida. De donde se deduce que toda separación que se establezca
ha de tener no poco de discutible o de convencional.
Pese a tan ciertas dificultades y sin desconocer el descrédito en que ha
caído la división por siglos -esa división "tan de almanaque como la centuria",
según Menéndez Pidal la llama 33-, no cabe negar que cada uno de aquéllos
suele diferenciarse de los demás por caracteres que en buena medida pueden
precisarse ; no porque los hechos de cultura ajusten su andar a las revoluciones
astronómicas, sino porque cien años suelen representar un lapso de tiempo '
suficiente para que el paso del tiempo cumpla su misión. Bien entendido que
no todos los siglos tienen en el proceso cultural la misma duración ; hay
siglos "largos" y siglos "comprimidos", que se encogen entre el desborde del
anterior y el prematuro alborear del subsiguiente.
Mas como, a su vez, también un siglo puede ser una etapa demasiado
dilatada para suponer la persistencia invariable de rasgos específicos, se hace
precisa la subdivisión en períodos de mayor o menor extensión, acerca de la
cual existen los criterios más variados. Hoy goza de general prestigio entre
nosotros -sobre todo para aplicarla a los tiempos más recientes- la división
por generaciones, suponiendo que las personas de la misma edad, sometidas
al influjo de factores idénticos, tienen que constituir un grupo de cierta afini­
dad. Pero tampoco existen generaciones "puras'', como no existen siglos
"puros". Sobre cualquier grupo humano ejerce siempre su presión la genera­
ción declinante que con él convive todavía y la nueva que se apresta a sus­
tituirlo ; por lo que, salvo en casos muy especiales, la división generacional
puede ser tan caprichosa y discutible como otra cualquiera.
En líneas generales, los grandes períodos de nuestra historia literaria coin­
ciden con los de las otras literaturas fundamentales de Europa ; afirmación que
también ha de ser aceptada con cierta elasticidad. El Renacimiento, por ejem­
plo, se anticipa en Italia -su gran creadora y maestra- en más de un siglo
a nuestro país ; nuestro período neoclasicista, de imitación francesa, comienza
a adquirir significación cuando en la misma Francia se inicia su abandono,
retraso que ha de influir después en la asincronía de todos nuestros movimien­
tos literarios del siglo x1x respecto al general ritmo europeo.
Sin embargo, como quiera que todos estos fenómenos han de ser conve­
nientemente matizados en su momento oportuno, y dado que -con toda su

33 "El lenguaje del siglo XVI'', reprotmcido en Mis páginas preferidas. Estudios lin­
gilísticos e históricos, Madrid, 1957, pág. 9.
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problemática exactitud- se hace inevitable trazar algún género de división


por razones de simple distribución de nuestra materia. aceptamos -como
esquema provisional y simplifkador- la más admitida clasificación de nuestra
historia literaria en los períodos siguientes :

1) Edad Media. Se extiende desde las primeras manifestaciones de nues­


tra historia literaria -límite muy impreciso hoy. como sabemos- hasta
fechas prácticamente coincidentes con las establecidas para el comienzo polí­
tico de nuestra Edad Moderna. es decir, hasta el principio del reinado de los
Reyes Católicos. Dentro de tan larga etapa suelen establecerse las siguientes
subdivisiones : a) época comúnmente denominada "anónima". que concluye
con el siglo XIII ; b) siglo XIV, caracterizado por la aparición de las primeras
personalidades literarias -don Juan Manuel. Arcipreste de Hita. Canciller
Pero López de Ayala-. durante el cual se manifiestan evidentes síntomas de
descomposición del mundo medieval y aparecen los primeros destellos del espí­
ritu renacentista con el comienzo de la influencia clásica e italiana ; e) los dos
primeros tercios del siglo xv, auténtico prerrenacimiento español. durante el
cual se producen los primeros intentos de adaptación de las corrientes italia­
nistas.

2) Renacimiento y Época Barroca, que representan en su conjunto la Edad


de Oro de nuestra literatura. Un período previo, o de preparación. corresponde
al último tercio del siglo XV y primeros años del XVI (época de los Reyes Cató­
licos) ; el humanismo de Nebrija. el teatro y la poesía de Juan del Encina. las
quimeras caballerescas del Amadís de Gaula y el portento de La Celestina
representan las más altas creaciones de este momento inicial.
El Renacimiento cubre. en términos aproximados, la totalidad del si­
glo XVI, y en él suelen distinguirse dos períodos, las dos mitades del siglo,
correspondientes casi exactamente a los reinados de Carlos V y de Felipe II.
Durante el primero se introducen y difunden las nuevas ideas y formas artís­
ticas en un ambiente de universalismo, de alegría vital y de pagana libertad.
Al tiempo de Felipe II corresponde la aclimatación y nacionalización del nue­
vo mundo ideológico, dentro de un clima de firme sentido religioso. como
corresponde a las directrices de la Contrarreforma, de las que España es la
mantenedora principal : es el momento de la mística. Es frecuente denominar
a estas dos partes como Primero y Segundo Renacimiento Español, calificados
respectivamente de "pagano" y "cristiano".
En el último; tercio del siglo XVI la aludida nacionalización del mundo rena­
centista. superado y desarrollado ya en muchos sentidos, y su fusión con las
nuevas actitudes espirituales traídas por la Contrarreforma preparan el adve­
nimiento del Barroco. muchos de cuyos elementos se manifiestan ya en los
escritores de este período. Sirviendo de lazo de unión a ambas centurias. de
las cuales constituyen incomparables síntesis, encontramos los dos genios
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mayores de nuestra historia literaria, Cervantes y Lope de Vega, que crean
respectivamente la novela y el teatro de los tiempos modernos, con fórmulas
de validez nacional y universal al mismo tiempo.
El siglo XVII, con la plena maduración del Barroco, representa la total na­
cionalización de los temas y el espíritu renacentista ; se desarrolla la picaresca
y el teatro y se intensifican -en acelerado proceso- el conceptismo y el culte­
ranismo, tendencias específicamente barrocas, al tiempo que se acrecienta el
aislamiento ideológico de España respecto de las demás naciones europeas.
La muerte de Calderón, cima del teatro de este período, en 1681, suele conside­
rarse como el fin de la época y a la vez del período áureo español en su litera­
tura. Los años que siguen hasta el comienzo de la nueva centuria, conservan
los caracteres generales del siglo, pero en medio de una decadencia general.

3) El siglo XVIll es uno de esos siglos "cortos" a que nos hemos


referido. Su nota característica es la penetración de la influencia francesa, no
sólo en las formas del neoclasicismo literario, sino en el espíritu ideológico
general, inspirado en las corrientes enciclopedistas y reformadoras. En ambos
campos se enciende en nuestro país la lucha entre innovadores y tradicionalistas,
abriéndose con ello la gran escisión entre dos conceptos antagónicos que aún
no se ha cerrado, con síntesis fecunda, hasta el momento presente. Bajo el
aspecto literario el neoclasicismo -detenido por la tenaz penetración del espí­
ritu barroco anterior- no da sus primeros frutos válidos hasta las primeras
publicaciones de Feijoo (1726) y la aparición de la Poética de Luzán y del
Diario de los Literatos en 1737 : de aquí la aludida "brevedad" del siglo.
Su final asiste ya a la aparición de los primeros brotes románticos, que limitan
también, en su desenlace, la plenitud y duración de la época neoclásica en
cuanto a creación literaria se refiere.

4) El siglo XIX puede dividirse, sin demasiada arbitrariedad, en dos pe­


ríodos perfectamente diferenciados : Romanticismo hasta 1850, y tendencias
realistas y naturalistas hasta 1898, fecha de la famosa "Generación", que ini­
cia la época contemporánea. El Romanticismo, aunque ya perceptible al fin
del período anterior, retrasa también su plena aceptación hasta el final del
primer tercio del siglo, cuando había pasado ya su plenitud en las otras nacio­
nes europeas -Alemania, Inglaterra, Francia-, que se nos habían adelantado.
Por el contrario, aunque las más acusadas características de lo que puede
denominarse "romanticismo de época" pueden estimarse liquidadas al coronar
la media centuria, muchos aspectos románticos persisten vigorosamente durante
la época posterior, dejando sentir su influjo de manera espeeial• en el teatro
y hasta en la misma "novela realista".
Esta última -el género literario más representativo de esta tendencia­
conoce un período que puede considerarse como de preparación, que se ex­
tiende aproximadamente de 1 850 hasta la llamada "revolución de Septiembre"
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en 1868. El momento de plenitud corresponde a la denominada "época de la


restauración", entre 1875 y 1898. En estos años florecen los más notables
escritores del realismo -Alarcón, Pereda, Valera, Leopoldo Alas, Pardo Bazán,
Galdós- que escriben entonces sus obras capitales ; aunque algunos dilaten
su producción hasta bien entrado el siglo actual, y otros novelistas rezagados
-Blasco lbáñez, Palacio Valdés- conserven la vigencia del realismo en me­
dio de otras corrientes más modernas.

5) La época contemporánea. Las tendencias renovadoras (reacciones idea­


listas, en su conjunto, contra el realismo que dominaba la literatura europea),
como el simbolismo francés y otras corrientes "fin de siglo", desembocan en
la literatura española en el llamado "modernismo", que se inicia casi a la par
de la "generación del 98", aunque sólo tenga con ella algunos puntos de con­
tacto. El "modernismo" puede darse por terminado al fin de la primera guerra
mundial ; no obstante, muchos de sus gérmenes son desarrollados --en la épo­
ca de entreguerras- por otros movimientos poéticos, aún más efímeros que
su progenitor. La "generación", en cambio, así llamada por iniciarse aproxi­
madamente en tomo al 98, fecha clave en que se pierden los últimos restos de
nuestro imperio colonial, representa el grupo creador más importante, que llena
-abarcando la casi totalidad de los géneros literarios- la primera mitad del
siglo en que vivimos.
El año de 1936 -guerra civil española- supone también una fecha crítica,
en la cual puede considerarse asimismo iniciada una nueva etapa literaria.
Su proximidad y consecuente fluidez no permiten trazar aún las directrices ca­
pitales en esta rápida caracterización ; sus variados aspectos serán considerados
con toda la matización posible en su lugar oportuno.

BIBLIOGRAF1A GENERAL

(Hacemos aquí mención, en todos los apartados siguientes, de sólo aquellas obras de
carácter general que son utilizables para el conjunto de la literatura española o para
la totalidad de sus épocas. Los estudios sobre aspectos particulares o períodos concretos
serán mencionados en su lugar correspondiente.)

Historias Generales de la Literatura Española. George Ticknor, History of Spanish


Literature, 1849, 6." ed., 3 vol., Boston, 1888. Traducción española, con adiciones y notas
de Pascual Gayangos y E. de Vedia, Madrid, 1851-1856, 4 vols. Traducción española
revisada, Buenos Aires, 1947.
James Fitzmaurice-Kelly, A History of Spanish Literature, Londres, 1898. Traducción
española con notas de A. Bonilla y San Martín, bajo el título de Historia de la litera­
tura española desde los orígenes hasta 1900, Madrid, 1901. A New History of Spanish
Literature (nueva versión, corregida, de la obra anterior), Londres, 1926. Traducción espa­
ñola de esta última, Madrid, 1926; nueva edición, Buenos Aires, 1942.
Emest Mérimée, Précis d'histoire de la littérature espagnole, París, 1908. A History
of Spanish Literature, traducción al inglés y revisión de S. G. Morley, Nueva York, 1930.

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