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APUNTES DE HISTORIA DEL ARTE

Conclusiones: la Teoría de
los Humores

Giuseppe Arcimboldo

Como dijimos en el último apunte, del cruce de las


series de Arcimboldo las Estaciones con los
Elementos, surge la respuesta que desde épocas
muy remotas se ofrecía a la pregunta "¿Qué nos
hace diferentes?". Ésta, nacida en la antigua Grecia,
no había sido rebatida desde entonces, sino que
había adquirido nuevas facetas: se trataba de la
Teoría de los Humores.
Básicamente, la Teoría propone que estamos
conformados por cuatro líquidos o humores: la
sangre, la flema, la bilis amarilla y la bilis negra. El
predominio de uno de ellos sobre los demás
constituye la predisposición hacia un tipo de
temperamento: el sanguíneo, el flemático, el
colérico y el melancólico, respectivamente.
Conforme transcurrió el tiempo, la Teoría de los
Humores no fue reemplazada por otra, sino que se
enriqueció. No sólo somos diferentes porque en
cada uno de nosotros predomina un porcentaje
diferente de cada líquido; además, ese porcentaje
cambia según la edad. Se adjudicó a cada uno de
los cuatro líquidos caracteres físicos y, como
contraparte, uno de los cuatro Elementos; a los
temperamentos surgidos de ellos, cualidades cada
vez más complejas, paralelismos con ciertos
dioses olímpicos, predominancia en específicos
rangos horarios, y cómo no, en determinadas
Estaciones.
Así llegamos a Arcimboldo. Ha pensado cada serie
en forma autónoma, pero también en forma
combinada; sólo así, cada cabeza tiene motivos
para mirar hacia donde lo hace. Cada cabeza de la
serie de las Estaciones dialoga con otra, de la serie
de los Elementos; pero no con cualquiera.
Según la Teoría de los Humores, nacemos con una
inclinación natural hacia el temperamento
Sanguíneo; somos alegres y sociales, y con poco
autodominio. El Aire y la Primavera dialogan,
evocando la naturaleza de la sangre, húmeda y
cálida.

Cuando llegamos a la Juventud, nuestro carácter


cambia y da paso al temperamento Colérico.
Predomina la bilis amarilla por encima de los
demás humores, volviéndonos irritables y violentos.
Dado el carácter de este tipo de bilis, cálido y seco,
podemos entender el cruce propuesto por
Arcimboldo entre el Verano y el Fuego.

  

Con la Madurez, el otoño de nuestra vida, llega un


nuevo cambio: nos volvemos melancólicos o
atrabiliosos. Somos taciturnos, dados a la reflexión;
predomina la tristeza. Ahora entendemos el porqué
de la pérdida de la sonrisa que veíamos en las
Estaciones anteriores. Distinguiremos las
cualidades de la bilis negra: ser fría como el Otoño y
seca como la Tierra.

  

La Vejez nos vuelve flemáticos. Somos lentos,


apáticos; tal vez por eso la atribución cromática
que corresponde a este temperamento; el color
blanco carece, justamente, de inclinaciones hacia
ningún lado. El frío del Invierno dialoga con la
humedad del Agua, denotando las características
físicas de la flema, último de los humores. 

  

Ahora entendemos que, tomando las Estaciones,


Arcimboldo habla sobre las Edades del Hombre; y
que cruzando las dos series, entendemos más
acerca de la Teoría de los Humores. Sobre ésta se
apoyó la medicina a través de muchos siglos, hasta
buena parte del siglo XVIII. Por ese entonces, la
misma enfermedad tuvo diferentes remedios,
según el signo zodiacal del enfermo, la posición de
la luna y los planetas, y claro, su predisposición
anímica.

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