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Soy Aida Zuleta y tengo 25 años, llevo toda mi vida aquí en Bojayá y conocí hace un año a simón

quintana, quien me embarazaría de mi primer hijo; y vivíamos en bellavista, sin muchos recursos
pero nos queríamos y éramos felices, aunque inseguros de nuestro hogar, todos los días
escuchábamos por las noticias tantas historias que cada vez que las escuchaba se me revolvía el
estomago y casi lloraba; tenia miedo de vivir acá y teníamos planes de poder irnos a un sector más
alejado para empezar de nuevo con una familia un poco más grande, yo ya tenía unos 8 meses, y
estaba ansiosa mes a mes esperando a mi hijo, a quien llamaríamos tomas y nacería a mediados
de junio del 2002.

El 31 de mayo estaba muy inquieta muy asustada, no pude dormir la noche anterior por estar
pensando que esos paramilitares y guerrilleros fueran a pelear por acá, ya que días antes habían
amenazado y desde el 21 de abril llegaron muchos paramilitares a Bellavista, cabecera municipal
de Bojayá, y Vigía del Fuerte, o algo así; escuchaba la radio preocupada y esperando que a mi
esposo no le fuera a pasar nada en el trabajo, era probable que a esas obras en el monte donde
estaba trabajando pudiera llegar la guerrilla o los paramilitares; espere hasta que a las 6 de la
tarde llego y pudimos acostarnos a descansar, pero esa preocupación no me dejaba cerrar los ojos
y sentía que nos iba a pasar algo.

Me desperté de golpe en la mañana del 1 de mayo ya que comencé a escuchar muchos disparos,
había una algarabía impresionante que de inmediato me hizo preocupar y saltar rápido de la
cama, mire la hora y eran las 6 de la mañana e inmediatamente desperté a mi marido; teníamos
mucho pánico pero pensé en que no podía dejar morir a mi hijo, nos colocamos unos zapatos
rápido y junto a mi esposo salí de la casa, al momento me encontré con mi vecina Laura que nos
mostro un camino mas seguro para llegar a la iglesia del centro de bellavista donde muchas
personas iban a refugiarse del combate. De camino a la iglesia encontramos muchos muertos,
muchos de ellos conocidos míos, algunos mis amigos y vecinos se encontraban ya muertos a causa
del fuego cruzado entre paramilitares y guerrilleros o porque eran asesinados directamente. Pero
por fortuna mi vecina Laura no nos dejó solos y la ruta que tomamos nos permitió escabullirnos
sin mayor peligro y pudimos llegar sanos y salvos a la iglesia.

Una vez en la iglesia, nos sentamos a rezar para pedir por nuestra protección y que esto terminara
rápido, había muchos niños llorando, asustados y solos; la muerte asechaba y pensaba que solo
era cuestión de tiempo para que esos malvados hombres se cobraran nuestra vida. No dejaba de
llorar y mi esposo no encontraba como calmarme además que esos malditos disparos no cesaban,
y ya en la noche nos dispusimos a descansar lo que pudiéramos con la esperanza de amanecer
vivos.

No pude dormir, el miedo me carcomía y podía escuchar a esos hombres cerca de nuestro refugio,
el combate continuaba y los balazos no cesaban, a cada momento perdíamos las esperanzas y
esperábamos lo peor. La noche se hacia cada vez mas larga y los balazos parecían infinitos, el ruido
constante nos mantuvo despiertos a muchos, los niños no paraban de llorar y muchas mujeres
embarazadas al igual que yo rezaban por la vida de su futuro hijo y lloraban las muertes de
muchos de sus esposos. No logre dormir ni un poco y al amanecer los disparos solo seguían y
seguían, y ya no sabía si era mi imaginación o las balas de esos demonios eran interminables.

Era temprano y aproximadamente las 10 de la mañana, y escuchamos una explosión a lo lejos,


algo cayó en una casa que la hizo explotar, pensamos lo peor y al momento un objeto impacto con
el techo de la iglesia, nos asustamos mucho y, del techo se desplomó una pipeta de gas, y mientras
caía directo a nosotros el miedo nos invadió y el tiempo se paró, vi mi vida frente a mis ojos y solté
una lagrima mientras me imaginé una vida al lado de mi esposo y mi hijo.

La pipeta exploto muy cerca de mí, no sentía nada y presencie la escena mas terrible habida y por
haber, frente a mis ojos yacían los cuerpos de niños, mujeres y hombres, entre ellos mi esposo y
mirando mi vientre destruido recordé a mi hijo, y volteando a mirar hacia una pared observe el
cuerpo pegado a esta de quien sería en un futuro Tomas. Con una amarga tristeza y sin ninguna
posibilidad de sobrevivir, solo cerré mis ojos para poder perecer.

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