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La Mascara Apunte 1
La Mascara Apunte 1
TEORIA Y PRACTICA
POR PATRICIO LOPEZ TOBARES
LA VOZ
Ejercicio 1
Ejercicio 2
Inventar, expresar el máximo de sonidos con la voz. En este ejercicio se dejará total
libertad a los participantes para que puedan practicar los graves y los agudos, y para
que den rienda suelta a su creatividad vocal.
Ejercicio 3
Dos participantes se sitúan frente a frente. En lugar de dialogar con las palabras y su
significado, “hablarán” sólo con el sonido, la música producida por las frases que
quieren expresar. Uno de ellos cuenta al otro, por ejemplo, una historia divertida sin el
soporte de la palabra, sólo con el sonido.
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Ejercicio 4
Cada miembro del grupo elige un sonido que repetirá para formar un ritmo. El
conjunto de participantes podrá crear una le, especie de orquesta sonora.
Variante: se podrán formar dos grupos, uno orquesta y otro de baile que podrán
expresarse corporalmente siguiendo el ritmo creado de forma colectiva.
Ejercicio 5
De dos en dos o entre varios, soltar interjecciones: uy, uff, zas, ehhh, ayyy,… mismo
ejercicio pero con onomatopeyas: oink, miau, pio, tic-tac, cricrí, muuu… Estos
ejercicios favorecen la expresión de nuestro lado infantil y reducen lo que siempre nos
corta más: el sentido del rídiculo.
Ejercicio 6
Una persona se imagina que está encerrada dentro de un espacio dentro del espacio
de la sala. Otras personas se pasean alrededor de este espacio y se establece un
diálogo entre prisionero y personas libres. ¿Cómo reaccionar? ¿Con compasión? ¿Con
burla? ¿Con sadismo?
Ejercicio 7
Leyendo un texto en voz alta, no dar importancia o evidenciar que las palabras que nos
“afectan”, que nos “hablan” nos remiten a ¿qué situaciones?
Ejercicio 8
Leer un texto en un tono y ritmo que nada tengan que ver con el contenido del mismo.
Este ejercicio de diferenciación entre voz y texto favorece el dominio de la dicción, no
nos dejamos llevar por el significado de las palabras, sino que mantenemos cierta
distancia, cierta perspectiva, entre el ojo y el oído.
Ejercicio 9
Un grupo “actuación”, otro “dicción”. Este último lanza una frase corta que expresará
el leitmotiv de un ritmo. El grupo “actuación” se expresará corporalmente. La frase
puede o no tener un significado.
Ejercicio 10
3
• Imaginar que se está masticando un chicle de gran tamaño para abrir la boca al
máximo.
• Hacer muchas muecas con los labios.
• Girar la lengua varias veces en todos los sentidos.
• Masajearse los labios, las mejillas.
• Respirar lentamente para notar la respiración en la garganta, en el abdomen.
LA PALABRA
Ejercicio 1
Un participante se sienta en el centro del grupo. Los demás, por turnos, van a decirle
algo. El participante intenta vivir corporalmente lo que le dicen.
Ejercicio 2
Ejercicio 3
Se lanza una palabra: un grupo expresa con el cuerpo las imágenes asociadas a ella
(palabras tales como calvario, contaminación, discurso, nieve, martillo, playa, etc)
Ejercicio 4
4
Repetir una misma frase con una entonación, un ritmo y una fuerza distintos para
darse cuenta de que su significado puede cambiar totalmente:
Ejercicio 5
Ejercicio 6
Encontrar palabras que empiecen con una letra elegida al azar e interpretarlas
corporalmente.
Ejercicio 7
Ejercicio 8
- Estar a la altura.
- Ser fuerte como un toro.
Ejercicio 9
A partir de una palabra, trabajar con los tres modos: relación, identificación,
representación.
Ej: Lluvia.
Relación: estoy mojado.
Identificación: soy la lluvia.
Representación: represento lluvia.
Nieve, máquina, puerta, cuchillo, silla, árbol, agua, cuerda, barco, fuente, muñeca,
pelota, perro.
Ejercicio 10
Desplazándose por el espacio de trabajo, los participantes se darán los buenos días
entre obreros, campesinos, hombres de mundo, snobs, comerciantes, políticos,
hombres de negocio, niños, etc. Expresar matices en la forma de dar los buenos días:
cordialmente, con simpatía, con prisa, con rencor, por obligación, jovialmente, con
indiferencia, malhumoradamente, con alegría, en un reencuentro, huraño. Variar las
frases (buenas noches, Hola yo soy…, etc)
Ejercicio 11
LA MASCARA
El adulto con su máscara olvida que, de niño, tenía un rostro.
“Llevo sobre mi rostro cien máscaras de ficción […]. Acaso mi verdadero gesto no se ha
revelado todavía. Acaso no pueda revelarse nunca bajo tantos velos acumulados día a
día y tejidos por todas mis horas.” Ramón del Valle-Inclán
De la mañana a la noche, todo el mundo lleva una máscara, reflejo más o menos claro
de las preocupaciones de cada momento. Es lo que se llama “máscara social”.
Trataremos de aligerarla, hacerla más flexible y luego le devolveremos su función de
comunicación.
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➢ Afán de construir otro mundo, irreal. Sin embargo, muy pronto comprendemos
que, por el contrario, nuestra careta nos hace descubrir nuestra “esencia
profunda” y que surjan nuestras verdades interiores.
➢ Fijar de forma permanente la característica principal de un personaje (congelar
una determinada expresión fisonómica)
➢ Mostrar a los demás solo lo importante.
➢ Deseo de acentuar la unidad de un espectáculo.
➢ Búsqueda de un lenguaje universal.
➢ Vencer el tiempo para que solo quede el presente.
➢ Sorprender la imaginación y provocar un cierto sentimiento, atraer las miradas.
➢ Dar seguridad a un rol.
En primer lugar, reparamos en que los dos autores actualizan el origen teatral de la
palabra persona. Boecio deriva persona del verbo latino personare («resonar a través
de una máscara»). Recordemos que los actores del teatro usaban máscaras para salir a
escena y que ellas tenían una doble función: la de representar ante los demás un
personaje determinado, bien de los dioses o bien de los hombres, y la de proclamar en
alta voz, resonar con potencia, servir de altavoz para el auditorio. Esta máscara tenía
un orificio a la altura de la boca y daba a la voz un sonido penetrante y vibrante. En ese
contexto festivo y de apariencias, tiene su origen la persona como «ser enmascarado».
La evolución del significado fue por sus pasos: «persona» significaría primero
«máscara», «papel del actor», «carácter» y finalmente «persona» con el sentido de
«individuo de la especie humana». En la lengua y cultura griega hay otro vocablo
análogo para expresar la misma realidad de la máscara, es la palabra provwpon, que
significa el rostro, o lo que se pone delante del rostro, la máscara. El desarrollo
semántico ha sigo análogo al del vocablo persona: de la máscara al personaje, del
provwpon a la provopopeya, del teatro a la vida normal de los hombres.
Decíamos que persona tiene dos significados, uno externo de origen teatral, que se
acomoda mejor al aparecer, y otro interno, que expresa la singularidad irrepetible de
cada ser.
Por eso también en el teatro hay quien cree que la máscara es sólo aquello que nos
cubre o modifica el rostro. Y si hablan de teatro de máscaras sólo ven personajes de
este modo, y piensan que sólo sirven para representar farsas, comedia del arte o
variantes, alguna relectura trágica y poco más. El teatro contemporáneo con un
universo más realista ha apartado a un segundo plano la utilización de máscaras
fisonómicas en las representaciones.
Pero entiendo que la máscara es más que eso, mucho más. Una máscara es todo
aquello que externamente define rasgos característicos del personaje y que permite al
espectador identificarlo con facilidad. Esto podría ser una definición a grandes trazos,
porque también, como apuntaremos, hay máscaras ocultas que el espectador no
percibe y son básicas para la construcción del personaje por parte del actor.
Incluso podríamos decir que todos llevamos una máscara puesta, nuestra cara, nuestra
jeta, sus propios rasgos son los que nos hacen identificables y diferenciadores. Y
proclamar entonces, que todo el teatro es un gran juego de máscaras, de personajes a
los que hemos prestado nuestra propia jeta para que sean Hamlet, Bernarda,
Antígona, etc. Es el espectador quien toma nuestro rostro como máscara del personaje
que representamos. Todo el teatro, entonces, sería de máscaras. Pero sin tener que
llegar al máximo y rizar el rizo, pasaremos a entrar en el mundo de las máscaras
teatrales, porque lo que nos interesa es acercarnos a su realidad en el teatro actual y a
la creación del personaje desde la máscara por parte de los intérpretes.
MASCARAS CLASICAS
Cuando hablamos de máscaras clásicas en el teatro, siempre nos referimos a los dos
tipos que más han influido en la historia del arte dramático, estás son: la griega y la de
la comedia del arte.
La máscara griega es grande, cerrada, y oculta por completo el rostro del intérprete,
que pasa a ser anónimo. La máscara destaca por una gran boca abierta que permite
proyectar con fuerza la voz para que esta llegue a todos los espectadores. La máscara
griega mantiene, como es lógico, siempre el mismo gesto, la misma expresión e
idéntica mirada. Es la voz la que da las intenciones, junto con el movimiento corporal,
el rostro del intérprete queda totalmente anulado. Es un actor secreto.
Por otra parte, la máscara italiana de la comedia del arte trabaja sobre el medio rostro
o parte de él. Esta máscara define unos rasgos o características que serán inmutables
del personaje, pero dejando parte de las facciones del intérprete (entre otras los ojos)
para ayudar y potenciar la expresión del personaje. Por ejemplo Arlequín, aunque
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tiene una media máscara con aires gatunos que le cubre nariz, pómulos y frente,
permite la posibilidad de potenciar la expresividad en parte del rostro del actor, en la
boca y sobre todo de los ojos.
LA MASCARA CONTEMPORANEA
Quedamos así que decir máscara contemporánea es igual a decir tipos. Y su utilización
en el teatro es por consiguiente el mismo. Sirve para comedias farsescas, pasos,
comedietas, vodeviles…, pues los personajes son dibujados por un par de brochazos y
sin profundidad. Dramáticamente se suele desarrollar sobre una situación de conflicto
básico que es lo que se va a solucionar a lo largo de la pieza. Hay sobre todo exposición
y poco o nada de profundización.
TIPOS DE MASCARAS
1. Máscaras visuales.
De rostro: las que cubren, modifican o alteran la cara del intérprete, bien por medio de
máscaras clásicas, antifaces, gafas, u otro tipo de aditamentos y postizos, como por
ejemplo una nariz, verrugas, deformación de cejas, un bigote, etc. O el maquillaje,
donde ligeros toques llegan a transformar expresiones determinantes en el rostro.
De cabeza: las que modifican parte de la cabeza (que no sea el rostro), aquí nos
encontramos desde deformaciones craneales, hasta las clásicas calvas, pelucas, gorros,
sombreros, etc.
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De vestuario: los ropajes con los que va vestido un personaje dicen mucho, o todo, de
él. La calidad de las ropas, los colores, los volúmenes… todo suma y determina esa
máscara social que nos lo retrata, enmarca y define. En nuestra vida cotidiana
podemos identificar claramente sin intercambiar una palabra, un mendigo de un
ejecutivo, una monja de un policía municipal… etc.
2. Máscaras sonoras.
La voz: la forma de hablar de los personajes, sus tonos, timbres, cadencia, ritmo,
musicalidad… etc., también marcan y definen al personaje. Una voz aguda, o aflautada,
o grave, da particularidades a los personajes, y eso sin entrar en tartamudeos,
guturalidades, etc. Por lo tanto la voz trabajada, esculpida y moldeada acorde a las
necesidades construye una fenomenal máscara.
Entendemos también que la máscara no es sólo para un teatro específico de los que
llamamos teatro de máscaras, si no que existe en todo tipo de teatro. Incluso en
cualquier tipo de teatro realista, naturalista o psicologista, también se puede
conformar un trabajo de máscaras para ayudar a la construcción del personaje.
LA MASCARA OCULTA
Trabajé con un actor que en el proceso de ensayos descubrió que para sacar adelante
su personaje necesitaba de una faja que le oprimiera un poco (una talla menor a la
suya), así lo hizo y pronto obtuvo resultados halagüeños. Estrenó y siempre
representaba con su faja, un día que se le olvidó y actuó sin ella, nos contaba después,
que se sintió perdido, que sus palabras parecía que no tenían sentido y que fue una
auténtica tortura sacar adelante aquella representación. Otro actor encontró en unas
alzas en los zapatos el camino para sacar adelante su personaje. Una actriz necesitaba
que el peinado le provocara una cierta tensión detrás de las orejas. Otra, ponerse unas
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lentejas dentro de los botines… Sólo ellos sabían que su personaje precisaba de una
cierta máscara para salir adelante, el espectador no era consciente de ello.
El cuerpo externo, las máscaras, son trabajos primeramente físicos, muy técnicos, que
necesitan de una preparación especial para llevarlos a cabo. Y sobre todo de un
profesor o director que racionalice la búsqueda e investigación en el proceso creador
de las máscaras. Es un esfuerzo que tarda en dar frutos, nadie espere obtener
resultados de un día para otro.
Para que los jóvenes estudiantes de interpretación, así como aquellos que interesados
en este proceso de creación del personaje a través de la máscara, tengan una guía
referencial, indico los pasos básicos por donde se suele transitar en trabajos de
máscaras o de cuerpo externo. Todo se retoca y modifica, hasta donde queramos, en
montajes realistas o de cualquier otro tipo donde las máscaras pasan a ser un leve
detalle.
1. Conocerse físicamente. Cuántas veces hemos visto que los actores se quedan
alucinados cuando se descubren en el espejo del camerino antes del estreno, cómo
lucen, se ven distintos, extraños con esos ropajes, el maquillaje… En el trabajo de
máscaras hay que mirarse al espejo, sin miedo y mucho. Descubrirse cómo se va
haciendo el personaje. Encontrar el peinado, el maquillaje, el detalle de un pequeño
lunar, la expresión de los ojos realzarla o apagarla con maquillaje. No hay que tener
miedo al espejo. Debe ser nuestro aliado. No entiendo como en las clases donde se da
interpretación no hay espejos. El actor se imagina pero no se ve. No quiero decir que
se esté mirando al espejo mientras interpreta, si no que se vea quieto, que se vea
físicamente y sobre todo en la cara, en la máscara, cómo es el personaje que da vida. Y
sobre todo descubrir sus expresiones.
3.Encontrar la voz. Y el personaje necesitará una voz acorde con lo que estamos
creando. Y hay que buscarla, trabajarla para hallar detalles específicos del personaje,
estirar determinadas vocales, subir o bajar medio tono, ahuecarla… Tiene tantos y
tantos matices la voz. Para encontrar la voz se suele utilizar partes del texto que dice el
personaje en la obra buscando los más significativos. Hay actores/actrices que
prefieren definir la voz antes que el cuerpo pues es en el aparato sonoro donde se
encuentran más seguros. Sí, es totalmente válido, lo importante es el resultado.
Y por último llega la parte de la verdad. De darle un alma a la máscara, a ese cuerpo
externo, de buscar el mundo interior del personaje, sus emociones, sus sentimientos,
sus sentidos, sus deseos… Entonces es cuando llega lo bueno, pero siempre con la
seguridad que nos da una estructura física externa definida, y que empieza cobrar vida
de verdad a lo largo del proceso de ensayos.
Ejercicio 1
Frente a un espejo, pondremos la mano izquierda como si tuviésemos una máscara.
Miramos nuestro rostro en posición “neutra” e imaginamos como será la máscara que
tenemos en la mano. Luego “colocamos” la máscara tapándonos el rostro con la mano.
Al quitar a mano, debemos trasladar la máscara que imaginamos a una gestualidad de
rostro. Jugamos con diferentes máscaras. Cada cambio exige el movimiento
correspondiente.
Ejercicio 2
Tomando la lista del punto 2, armar diez papelitos con una posibilidad de expresión.
Cerrarlos y ponerlos en una bolsita o recipiente. Sacar de a uno al azar (trabajar con
cinco). Al sacar el papelito, primero se reflexionará sobre la idea que le provoca esa
palabra. Primero, sin moverse, y luego, poco a poco, pasará a transferir el sentido de
término al cuerpo. Permanecerá un rato sin moverse en esa pose para tomar
conciencia de ella y, tras una señal acordada, volverá a una posición relajada.
Ejercicio 3
Variación del anterior, pero en esta oportunidad se trabajan sensaciones: Frío, Calor,
Cansancio, Alegría, Vigor.
Ejercicio 4
Las representaciones:
➢ Volverse: un maniquí, una estatua, un anciano en un banco
➢ Representar ideas: la fuerza, la gloria, la murmuración, la publicidad.
Ejercicio 5
del término al cuerpo. Permanecerá un rato sin moverse en esa pose para que tome
conciencia de ella y, tras una señal acordada, volverá a la posición relajada.
Ejercicio 6
En este ejercicio se propone el manejo de objetos ficticios. Todos los gestos deben ser
lo más precisos y minuciosos.
Ejercicio 7
Cambios de personalidad:
Se trata de pedir al estudiante que observe y prepare un tipo humano bien definido,
con una edad y una clase social precisa, un trabajo y un origen en especial, y que tenga
una forma del cuerpo en concreto. En el último momento, el monitor propondrá un
tema específico.
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A lo largo de la historia humana, las máscaras han sido utilizadas con propósitos muy
diferenciados, de acuerdo con la cultura y la religión de las personas que han adoptado
este objeto. Por lo general, permiten el acceso a universos regidos por la imaginación o
las dimensiones espirituales invisibles. Los narradores a menudo suponen el uso de
máscaras para dar más vida a sus narraciones, mientras que muchos de los eventos de
la propia naturaleza que no se podían explicar eran comprendidos a través del recurso
de estas herramientas de ilusión e imaginación.
Las máscaras también tenían rasgos simbólicos, como se ve en las tribus de esquimales
que viven en Alaska. Ellos creían en la doble vida de todo ser humano, de un lado
humana, de otro animal. De esta forma, las máscaras también eran producidas con
una función duplicada; en algunas fiestas se levantaba la más externa, revelando la
otra máscara hasta entonces oculta.
Con la caída del Imperio Romano, los primeros cristianos prácticamente prohibieron el
uso de máscaras, teniendo en cuenta que eran instrumentos de paganismo. En
América, las máscaras desembarcaron junto con los europeos y de allí se transfirieron,
tanto como juguetes infantiles como para bailes y otras fiestas.
La máscara no es solo un objeto que tiene múltiples formas, usos y funciones, además
es un símbolo. Es un signo que establece una relación de identidad con una realidad,
generalmente abstracta, a la que evoca o representa. En mejores palabras, es un
objeto que se aprecia y se puede entender, pero el contenido que representa puede
escapar de nuestros sentidos y entendimiento. La máscara puede evocar a otro plano
del ser, es decir, al plano espiritual y transcendental. En este caso hablar de la máscara
es hablar de lo visible e invisible.
La máscara en este caso se relaciona con lo oscuro, tanto físico (tizne) como espiritual
(la maldad, los poderes diabólicos, la estupidez) y con la ocultación social
(marginalidad de las brujas y los bufones). Dentro de la oscuridad inmaterial se
encuentra una dualidad, es decir, una oscuridad cómica, la del bufón que hace reír, y
una oscuridad trágica, la del miedo, terror, los demonios o brujas. No obstante, la línea
diferenciadora no está clara. Una bruja puede producir risa, o regocijo, pero un payaso
puede dar terror y sobrecoger a las personas.
La oscuridad se relaciona con la ocultación, la identidad y sus manifestaciones. La
oscuridad como identidad nos lleva a lo desconocido, es decir, a lo sobrenatural.
Máscara veneciana
La máscara es usada como representación de los dioses para sanar, para mantener la
autoridad colectiva y las costumbres sociales. También para la iniciación o para escapar
de la realidad. Un compendio de poderosas emociones arquetípicas (miedo, ira,
decepción, alegría) cobra una forma artística impersonal en las máscaras, que
paradójicamente soporta tanto la catársis como la desidentificación. La máscara no
solo oculta el rosto de quien lo lleva, sino que hace brotar su instinto personal al
suministrar vida temporalmente a un dios.
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“El hombre es menos él mismo cuando habla por cuenta propia. Dele usted una
máscara y dirá la verdad“.
Oscar Wilde
Máscara medieval
Tenemos un descenso del uso de las máscaras en las obras teatrales medievales. Sin
embargo, su uso no era inusual en ritos funerarios y fiestas carnavalescas. Las
máscaras eran caras artificiales, monstruosas, casi animalescas. Las personas que
portaban estas máscaras permitían liberarse de sus ataduras sociales y provocar la risa
entre el público. Su uso tenía un efecto en las personas que provocaba salir de su
verdadero ser. Incluso, permitía al espectador tirar basura al enmascarado sin sentir
vergüenza.
Máscara de hierro
El uso de las máscaras en tribus era de carácter religioso, donde las personas
representadas eran jefes, amigos o enemigos. Era sentido como una conexión con el
pasado y una forma de fortalecer sus lazos sociales. Además, se hacen ofrendas a los
espíritus encarnados en las máscaras.
En el caso de los chamanes, sus máscaras, poseían una fuerza poderosa. que le
permitía exorcizar espíritus malignos, hacer predicciones, curaciones, etc. Por último,
habían máscaras con partes móviles que, por un lado, mostraban a un animal, pero
abajo mostraban la imagen de un hombre. Esto simboliza el animal en el que podía ser
transformado el chaman.
Función funeraria
Las máscaras funerarias podían ser representaciones de los fallecidos o presentar
formas antropomorfas asociando a la muerte con la salida de los espíritus. La
representación del difunto, como en el Antiguo Egipto, es una forma no solo de honrar
al muerto, sino de proteger al difunto de los malos espíritus.
Mascara de demonio
El uso de la máscara en representaciones teatrales viene desde los griegos, pasando
por los romanos hasta nuestros días. Se usa para comunicar, junto a al conjunto de la
obra, una realidad. El tipo de máscara en el teatro varía tanto como el teatro mismo.
Tenemos desde las máscaras de drama y comedia griega a las máscaras del teatro Noh.
Función Terapéutica
En este caso la máscara es usada por miembros enmascarados de tribus que limpian y
curan enfermedades. Éstos guían a los demonios enmascarados fuera de los pueblos.
Además, a través de una serie de rituales, limpian y curan los malos espíritus. Tenemos
máscaras como la de la peste que tiene un aspecto tenebroso con el fin de asustar a
los causantes de ese mal.
Máscara de la Peste
Por otro lado, tenemos el uso de máscaras para la fertilidad. En sus rituales realizan
ofrendas de la cosecha anterior y se vierten elementos del cultivo en las máscaras. Por
ejemplo, el espíritu de la lluvia se personifica en una máscara.
La máscara esconde un sin fin de historias. Desde la Antigua Grecia hasta nuestros días
forma parte de nuestra vida. Es una herramienta que ha cambiado en su forma hasta
acabar teniendo protagonismo en nuestras festividades, como Halloween o Carnaval.
Gracias a su evolución hoy en día podemos disfrutar de ellas sin perder ese halo de
religiosidad, misterio, respeto y terror.
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“El cuerpo es la sede de la identidad primera: la identidad del individuo, la del clan o la
del grupo; la del género humano todo que reinventa su contorno para poder ocupar
un sitio propio en el mundo. El cuerpo es el lugar del rito: la escena misma en donde
comienza y termina el tiempo sin tiempo.” (...) “El rito es arte social por excelencia. Es
arte total”. Ticio Escobar
“Pero en este paraje sobrante, en este escenario sin destino abierto en la tierra de
nadie, la sociedad reconoce momentos esenciales suyos que la realidad cotidiana
encubre. Como el arte, el rito descubre desde el disfraz y el artificio”. Ticio Escobar
"Para un brujo su vida es su arte y no hay otro producto de su arte más que él mismo".
Don Juan Matus
EL RITO
La palabra rito proviene del latín, ritus, que significa costumbre o ceremonia.
Fundamentalmente da cuenta de un conjunto de reglas establecidas para el culto. En
griego la palabra afín a ritus es dromenon que significa "cosa hecha". De ella deriva la
palabra drama.
El término remite, entonces, a dos tipos de significaciones principales: a) las que lo
asocian, en general, a: uso, costumbre, hábito, práctica, regla, estilo, “maña"
(interesante palabra a explorar en otra ocasión) y b) las que, en particular, lo
relacionan a ceremonias mágicas y/o religiosas; a un conjunto de reglas establecidas u
orden prescripto para el culto. Es en esta dirección que Victor Turner (1990) entiende
por ritual “una conducta formal prescrita en ocasiones no dominadas por la rutina
tecnológica, y relacionada con la creencia en seres o fuerzas místicas”.
En este último caso podría decirse que el rito aparece como “el mito en acción” (tal
como lo consideran, entre otros, Van der Leew, Mircea Eliade o Georges Gusdorf) o
como “la puesta en escena del mito” entendiendo en este caso por mito una
“historia” que los sujetos creyentes viven como “sagrada, verdadera, presente y
ejemplar (M. Eliade).
No viene al caso, en esta oportunidad, discurrir sobre qué fue primero si el mito o el
rito, el huevo o la gallina. Pero lo que sí conviene señalar, una y otra vez, es el
profundo vínculo que existe entre mito y rito; su estar siendo juntos en una relación
de tipo gestáltica dentro de la cual, alternativamente, uno puede operar como figura y
el otro como fondo pero estando “disponibles”, siempre, los dos. Porque uno es la
contrapartida del otro y, en este sentido es tan válido considerar que el rito es el mito
en acción o la puesta en escena del mito como decir que todo mito es un rito
"enrollado", no desplegado. Es evidente que sea cual fuere el que precede al otro, si
es que esto es así, entre ellos se da una “eterna” relación “circular” y recurrente.
Para Arthur M. Hocart (1975), por ejemplo, el precedente es el mito pero marca
claramente la relación recíproca al decir que: “El mito no sólo guarda la memoria del
precedente sino que además debe ser cantado en el curso de la danza para que ésta
resulte efectiva (...) Así pues el ritual forma parte del mito y el mito forma parte del
ritual. El mito describe el ritual y, por su parte, el ritual actualiza el mito". Lo efectiviza.
Lo torna simbólicamente eficaz.
Desde otra óptica Jean Baudrillard aduce contundentemente que el rito es "un
encadenamiento formal de extrema necesidad", idea sumamente rica que da para
hacer y pensar. De hecho la apreciación de Baudrillard le otorga fuerza antropológica y
poética a la ritualidad que también suele considerarse como: "observancia de las
formalidades prescriptas para hacer una cosa" o, dicho de otra manera, la "buena
forma" de hacer o actuar de acuerdo a ciertos presupuestos sociales por la tradición o
el consenso.
Por su parte Adolfo Colombres retoma a Gillo Dorfles cuando este “define al rito como
una actividad motriz más o menos institucionalizada, reglamentada, que tiende casi
siempre al logro de una determinada función de carácter sagrado, bélico, político,
sexual, etcétera. Mientras el mito se desenvuelve en el espacio de lo imaginario -dice
Colombres-, el rito se verifica en el espacio físico: es acción, y por lo tanto pasible de
observación. Aunque el rito suele realizarse con otros elementos (máscaras,
indumentarias especiales, instrumentos musicales, alucinógenos, palabras), lo
fundamental en él está conformado por la expresión corporal, por el gesto y el
movimiento. Es decir, por una exteriorización del pensamiento”.
Quiero destacar dos verbos en infinitivo que, a mi modo de ver, dan sostén psicofísico
y social al ritual: calificar y desear. Porque en su desplegarse el rito califica (aprecia,
distingue) y crea un espacio de tiempo extracotidiano apto, competente e idóneo
para satisfacer cierto tipo de necesidades expresivas y cumplimentar por lo general
finalidades de alta significación existencial para la comunidad o la persona y en el
cual, además, se juegan otros cuerpos, otras actitudes distintas aunque posiblemente
amplificadoras de lo cotidiano. De allí su relación con el otro verbo, desear porque
“deseamos (fervientemente) que llueva”, “deseamos (fervientemente) que deje de
llover”, “deseo (fervientemente) que mi hijo se cure”, etc. y hago lo que hago (cierta
secuencia de acciones rituales) para que eso que quiero suceda. De allí que suela citar
en distintas circunstancias la siguiente frase de Fernando Pessoa que, a mi entender,
sintetiza poéticamente lo que quiero comunicar: “Tengo fuerte deseo y, por ser fuerte
/ mi deseo entra en la sustancia del mundo”. El deseo de cazar al bisonte empezaba a
entrar en la sustancia del mundo en el mismísimo momento en que lo estaban
pintando ritualmente en las paredes de la caverna, y no para cumplir con una mera
función estética- como transmiten algunos manuales de Historia del Arte al referirse a
lo que llaman ”arte” paleolítico o “primitivo”.
Por mi parte, y tomando como referencia lo dicho hasta aquí, propongo en este texto y
en función de los objetivos ya enunciados considerar al rito como:
TIPOLOGÍAS
3.2. Ritos no periódicos. Coyunturales; ni regulares ni fijos. “No tienen mes” (dirían en
el norte argentino) y su realización depende de las necesidades del momento. Se trata,
por lo general, de ofrendas o sacrificios hechos en circunstancias especiales,
fundamentalmente en situaciones de crisis: enfermedades, catástrofes
meteorológicas, etc. De allí justamente que algunos, como Victor Turner, los
denominen “ritos de crisis”.
Pero también, y esto es importante, este tipo de ritos están relacionados con las
sucesivas “crisis” del ciclo vital. Me refiero a esos acontecimientos “críticos” y
transformatorios en la vida de las personas –gestación, embarazo, nacimiento,
imposición del nombre, pasaje de la pubertad a la adultez, casamiento, primer hijo,
primer nieto, ancianidad, muerte- que son contenidos expresiva y simbólicamente por
los llamados ritos de paso o pasaje. Como ya se adelantó pueden considerarse del
mismo orden aquellos rituales ligados a distintos tipos de iniciaciones: chamánicas,
cofradías, sociedades secretas, etc.
Estos, fundamentales para ser tenidos en cuenta en las tres áreas que comentamos al
principio, son definidos por Arnold Van Gennep, su sistematizador, como la
“dramatización social de un cambio de estado” (social y/o existencial).
Lo que quiero destacar, por su relevancia, es su ESTRUCTURA estudiada en las
primeras décadas del siglo XX por el citado investigador y continuada
fundamentalmente por Victor Turner (1990). Para esto transcribo a continuación con
pequeñas “modificaciones” fragmentos de un artículo publicado hace años:
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“A esta altura se impone introducir la metáfora del viaje y el mapa de los ritos de paso
o de pasaje que ordenan rítmica y simbólicamente la vida cultural.
Todo rito de pasaje tiene por objetivo dar contención simbólica y expresiva al tránsito
de un estado social, existencial y biológico a otro: nacimiento, bautismo, paso de la
pubertad a la adolescencia o directamente a la adultez, casamiento, muerte. A través
de los mismos no sólo se dramatiza socialmente dicho proceso transformatorio sino
que se lo pretende desplegar expresivamente dentro de ciertos límites fijados
culturalmente por la comunidad.
En este tipo de ritos, que implican una transformación existencial y que desde lo
simbólico se asocian a momentos de muerte y resurrección, se suceden tres pasos o
fases fundamentales (Van Gennep; Turner):
• Fase II: Limen o margen (ritos liminares). Por un espacio de tiempo en esta fase no
se es ni A ni B (el próximo estado, situación o modo B). Se está en la ambigüedad y
al margen de lo cotidiano y habitual. Pero es a través del tránsito por esta
liminalidad que se perpetra (palabra clave), se consuma la iniciación,
transformación o el cambio propiamente dicho y, en consecuencia, el pasaje de
una situación, estado social y / o modo existencial a otro. Son muchas las pruebas
que se deben salvar para llegar al punto de la transformación y, valga la
redundancia, transformarse. Esta se suele reforzar con la aplicación de ciertas
heridas simbólicas (circuncisión, pulido de dientes, tatuajes, extirpación de clítoris,
etc.), algunas muy dolorosas aunque en dicho contexto también se suelen
transmitir mitos y pautas rituales fundamentales (los sacra) muchas de las cuales
encierran las claves de la buena forma de actuar en el nuevo estado social o
“persona social”. Turner define a esta fase como una antiestructura y se
caracteriza, al mismo tiempo, por la creación de communitas, de un tipo de
comunidad que tejen los neófitos entre sí a través de fuertes lazos de camaradería
que durarán toda la vida.
Simbólicamente este tipo de rituales pueden considerarse como un viaje en el cual una
persona muere y renace transfigurada. En el esquema citado las fases I y III implican,
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de una u otra forma, umbrales que hay que cruzar por lo general sacralizando en el
viaje de ida y desacralizando en el viaje de vuelta.
La fase II, completa, tiene que ver con lo que hemos llamado “la otra zona” la que es
sentida y vivida como fuera del espacio y el tiempo habitual. Se trata de un estado
marginal en donde no se es ni A (niño, por ejemplo) ni B (adulto), ni varón ni mujer, no
se está ni vivo ni muerto y de un espacio de tiempo en el cual para muchas culturas o
sectores de la misma (chamanes, poetas, etc.) vibra la plenitud de lo “eterno”.
APOYO.
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suelen sacrificar animales y, en algunas culturas históricas como la azteca y otras, seres
humanos. En el segundo se ofrendan alimentos, frutos de la tierra, primicias u objetos
materiales cargados de significación como en la corpachada en el noroeste argentino.
En la base de ambas expresiones subyace la idea de reciprocidad, el do ut des”: “te
doy, me das”. Obviamente existen diferencias según se trate de comunidades agrarias
o no.
Los principales motivos del sacrificio y la ofrenda suelen ser: expresar gratitud,
celebrar acontecimientos concretos, rendir homenaje o tributo, expiar agravios,
establecer buenas relaciones, amortiguar catástrofes o situaciones límites, etc.
Un ejemplo interesante son los reza baile que llevan a cabo los santiagueños en
algunas celebraciones.
EPÍLOGO
Algo más que interesante es preguntarse qué pasa hoy con las prácticas rituales en las
grandes ciudades que, por supuesto, existen en los más diversos sectores sociales.
Preguntarse más que nada qué sucede con aquellas personas o grupos que no tienen
una “cobertura” o “plataforma” mítico – religiosa y no están “obligados” a cumplir con
determinadas observancias cultuales o que, por tradición cultural (como sí sucede en
muchísimos lugares del interior del país: ritos de fertilidad, rogativas, prácticas de
medicina indígena y popular) o por convicción, no son propensos a reforzar o resolver
ritualmente algunas de sus necesidades o deseos ¿Se manejan con sustitutos
simbólicos del ritual?
Cambiando de tono cabe aclarar que lo recién escrito tiene como entramado de fondo
la distinción que Gillo Dorfles (1969) realiza entre dos tipos de mitos que, ahora, los
traslado a nuestro tema: los ritos dinamizadores que tienden a la biofilia (amor a la
vida), diría Erich Fromm, y los ritos esclerotizantes cuyo principal destino es la
necrofilia (un paradójico “amor a la muerte”). Por supuesto que nuestras propuestas
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