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LA FUNCIÓN DE LA TERNURA - Cecilia Luzzi
LA FUNCIÓN DE LA TERNURA - Cecilia Luzzi
TERNURA
Cecilia Luzzi
LA FUNCIÓN DE LA TERNURA
1
Se descubrió a partir de un hecho fortuito: una mujer que había perdido la sensación del tacto, durante la
consulta fue acariciada tiernamente por su marido y declaró sentir la caricia. Se le entregaron estímulos
como pinchazos o fricciones en el mismo lugar, pero no los sentía. Ives Lamarre, Universidad de Montreal y
por Hakan Olausson, Hospital Universitario Sahlgrenska, Suecia.
con una caricia tierna, amorosa. La carga emotiva de una caricia es registrada
por el cortex insular.
El aporte del Dr. Frederick Leboyer (1) constituye un salto evolutivo para la
humanidad. Propone un nuevo enfoque ante el nacimiento, centrado en el
bebé. Pone en evidencia la violencia implícita en el parto tradicional y
propone el Parto con Amor. El bebé debe ser recibido por manos cariñosas,
en un ambiente armonioso. Y debe ser colocado en el pecho de la madre, para
que continúe sintiendo los latidos de su corazón.
Quienes hablan de la familia como una entidad que debe estar unida en
función de ideales comunes, tienden a esquivar y negar esta realidad. De la
misma forma, retiran de la maternidad su aspecto “carnal”, adornándola con
los dones del sacrificio, del desprendimiento y de la abstinencia sexual.
Contacto y Caricia.
“Amor primario”
El contacto tierno, íntimo, con la madre en el primer tiempo de vida, deja una
huella de integración y plenitud a lo largo de toda la existencia. Michael
Balint (3) denomina a esta relación “Amor primario” y lo describe como “una
especie de interpenetración” entre dos seres que se nutren recíprocamente,
creando lazos orgánicos: el ser en desarrollo y la madre, en perfecta armonía.
La evolución y el parto.
Esto explica por qué la criatura humana debe continuar su desarrollo fuera del
útero para poder completar su formación: el crecimiento de la mayor parte del
cerebro va a tener lugar después de nacer (4). La simbiosis madre-hijo crea
las condiciones similares a las del útero, que la criatura necesita para alcanzar
su desarrollo y completar las conexiones entre las distintas capas del cerebro.
El “Apego”.
La “Falla Básica”
Michael Balint (3) observó la secuela que deja en el individuo “normal” la
privación del amor materno.
El bebé llora cuando siente displacer. Así también el niño, a los dos y tres
años, llora con intensidad para manifestar su desconfort. Es esta la etapa en
que el niño realiza el proceso de incorporación de las normas del entorno.
Algunos padres aplican excesivo rigor en los castigos y amenazas, para
“educarlo”. Cuando el niño ya no llora, los padres se sienten satisfechos
porque lograron “educarlo, adaptarlo”. Pero al niño se le ha generado una
especie de “falla geológica”, una ruptura en el continuum de la vida. Esa
falla, que debería ser sanada por la madre con la función reparadora de su
ternura, se agranda cada vez más. El niño interpreta que la falta es de él y
trata de resolver el conflicto comportándose bien. Responde con buen
comportamiento cuando le quitan el afecto. De esta forma, comienza la
“educación” del niño a través de la manipulación afectiva: se obliga a tener
buen comportamiento para ser amado. Lo que esto le genera es el
agrandamiento gradual de la falla básica y el afianzamiento de una identidad
débil. Desde esa frágil identidad, comienza el proceso de identificación con
objetos, mandatos y figuras externas. Se torna susceptible a la influencia de
líderes manipuladores que le ofrecen reconocimiento a cambio de
sometimiento.
El abandono.
Nils Bergman (9) especifica los efectos del abandono desde la Neurología.
Poseemos en nuestro cerebro tres programas neurológicos que regulan el
metabolismo basal, para mantener la vida en diversas circunstancias: defensa,
nutrición y reproducción. Cada uno está asociado a conjuntos de hormonas,
nervios y músculos, de manera que la activación de uno y otro programa
afecta de diversos modos a todo lo que ocurra en el organismo.
El “Cerebro Triuno”.
El Dr. J. Reid Meloy (11) descubrió una analogía entre las conductas
derivadas del cerebro reptil y la conducta psicopática.
El “continuum” amoroso.
El valor de la ternura.