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Ahí viene la horda de locos gritando mira ahí vienen los locos Alzando la voz gritando tenés

fuerza no lo sabéis necios él era mi fuerza gritar ánimo necios él era mi ánimo grita esto se
libera con el tiemPo Necios él era mi tiempo tomar las calles gritar abrir el pecho dejar que el
corazón no lata él era mi era mi latido él era mi risa él era mi Mano, Caminar al bosque dejarme
ahí perdido déjame dormir no me despertéis yo estoy con él en el sueño no haga ruido puede
que lada del sueño hoy no lo traiga Cáll los perros que no perturben su descansoDetener el
tiempo por mi retroceder susurre al oído que despierte llevarlo entre Víctor y a mi casa
preparar la cena darle vino y ahora traerlo a mi presencia

En el sinuoso laberinto de los recuerdos,


se entreteje la figura de un hombre valiente,
mi padre, portador de misterios y quimeras,
un enigma vivo en los pliegues del tiempo.

Sus ojos, dos luceros deslumbrantes,


reflejaban las lunas de mil noches encantadas,
y en su mirada, destellos de auroras lejanas,
como si llevara consigo el firmamento entero.

Era un arquitecto de palabras y silencios,


construyendo puentes hacia mi horizonte,
sus manos, artistas de historias invisibles,
que hilaban telarañas de magia y poesía.

Pero hoy, su eco se pierde en la bruma,


como un suspiro fugaz entre las sombras,
y en la maraña de mis pensamientos,
busco desesperadamente su voz en el viento.

¡Oh, padre mío! ¿Dónde quedaron tus metáforas,


que pintaban el lienzo de mi existencia?
Eres un sueño escurridizo entre mis dedos,
un enigma que danza en el umbral de la ausencia.

En esta danza de ausencias y despedidas,


me convierto en un malabarista de nostalgias,
caminando por el alambre de los recuerdos,
persiguiendo destellos de tu esencia perdida.

Tu ausencia es un laberinto infinito,


donde me adentro sin brújula ni mapa,
cada paso es un verso enredado en mis pasos,
un susurro de tu voz que me llama y atrapa.

Cómplice silencioso de mi tristeza,


en sus letras encuentro laberintos insospechados,
sus palabras, atajos hacia el abismo del ser,
donde puedo danzar con los fantasmas añorados.

Así, en el tejido de sueños y palabras,


mi padre se despliega en una danza inmortal,
y en cada página escrita, revive su esencia,
como un susurro secreto que nunca se irá.

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