Está en la página 1de 16

Publicado en Tiempos violentos. Barbarie y decadencia civilizatoria.

Ediciones Herramienta. 2014- Buenos Aires – Pág. 63 a 81

Título:

Violencias heteropatriarcales e interseccionalizadas. Agencias feministas situadas.

Por Ruth Zurbriggen y Graciela Alonso

Introducción

Producir reflexiones renovadas acerca de los modos en que las violencias heteropatriarcales
se perpetúan, engarzan, producen y reproducen, es una necesidad imperiosa. Lo es para
quienes auspiciamos otros modos de vivir en una sociedad y un sistema que parece no
darnos tregua. Lo es para la teoría y el movimiento feminista, desde donde hemos
aprendido que “lo personal es político” y que el cuerpo de las mujeres ha sido y es el locus
más preciado sobre el cual se desatan guerras de distinta índole (guerras íntimas y guerras
públicas, ambas del orden de lo político). Lo es para quienes estamos empeñadas en
revisitar planos teóricos y planos activistas, planos profundamente imbricados desde
nuestras postulaciones.
No resulta sencillo escribir sobre violencias, es que la crueldad de este tiempo hace
dificultoso definir los recortes para la escritura. Cada arista posible se bifurca en un ir y
venir relacional que nos pone ante numerosas disyuntivas. Disyuntivas que aparecen por
todo lo que quedará sin tratar, por la tendencia a querer hablar en términos de la macro-
política pero a la vez razonar sobre la importancia de narrar sobre experiencias de la micro-
política que agenciamos a partir de las actuancias políticas, convencidas que los
movimientos necesitamos pensarnos para seguir sospechando de nuestras propias ideas y
estirar así los límites de lo pensable.
En este recorrido vamos a exponer –en un primer apartado- algunos marcos conceptuales y
políticos que configuran nuestra mirada acerca de las violencias machistas contra las
mujeres; recuperaremos categorías surgidas dentro de las teorías feministas. Nos
reconocemos deudoras de los llamados feminismos radicales y de las críticas que a ciertos
feminismos hegemónicos y blancos, vinieran del campo de los feminismos negros y de
color1. Recuperamos centralmente dos categorías que tuvieron y tienen un poder
explicativo profundo, como son las de heteropatriarcado e interseccionalidad. Estas
posiciones teóricas, epistemológicas, metodológicas y políticas están fungiendo cuando
construimos, desplegamos y transitamos el espacio “Socorro Violeta” (un servicio de
asesoramiento legal y acompañamiento para mujeres, niñas, niños y para personas que
escapan a las normatividades de la dicotomía sexual y generificada), del cual nos ocupamos
en el segundo apartado.

I – Las violencias leídas en clave de algunas conceptualizaciones feministas

Sostenemos que la violencia de género contra las mujeres se sustenta en la matriz


heterosexual y racial del capitalismo y es necesario retomar y profundizar esta intersección
para comprender lo homologo y lo particular de dichas violencias.
La heterosexualidad: un régimen político
La feminista lesbiana Adrienne Rich sugiere, en el clásico ensayo de 1980: “La
heterosexualidad obligatoria y la existencia lesbiana”, que tanto ésta como la maternidad
necesitan ser reconocidas y estudiadas como instituciones políticas. Sean cuales sean sus
orígenes, propone mirar fija y claramente la elaboración de las medidas diseñadas para
mantener a las mujeres dentro de un ámbito sexual masculino, y se pregunta si el asunto al
que tenemos que enfrentarnos las feministas no es la imposición institucionalizada de la
heterosexualidad como medio de asegurar el derecho masculino de acceso físico,
económico y emocional a las mujeres.
Ochy Curiel (2011), enrolada en la corriente teórico-política del lesbianismo feminista,
realiza un recorrido sobre la heterosexualidad y su carácter político. Destaca los aportes de
varias pensadoras feministas, en particular los de Rich y sostiene que el salto teórico-
político sobre la heterosexualidad viene de la mano de Monique Wittig, “quien hizo un
desplazamiento del punto de vista de las mujeres, hacia un análisis de la heterosexualidad
como régimen político que contiene varios aspectos importantes: un punto de vista

1
Nos explayamos sobre estas asunciones en el artículo “Transformando corporalidades: Desbordes a la
normalidad pedagógica” publicado en el dossier organizado alrededor de Gênero, Sexualidad y Teoría Queer,
del periódico científico brasileño -Educar em Revista (www.educaremrevista.br).
materialista y la reevaluación y transformación conceptual como acción política” (Curiel,
O. 2011, p. 60).
Wittig en su libro El pensamiento heterosexual pone en cuestión un aspecto nodal y poco
trabajado por el feminismo hasta entonces: la heterosexualidad. Y lo hace postulándola no
ya concebida como sexualidad sino como un régimen político basado en la sumisión y la
apropiación de las mujeres. Afirma que, si no se cuestiona como tal, lejos de eliminarlo se
consigue consolidarlo. Su pensamiento busca suprimir las categorías de sexo y de género en
que se asienta la propia noción de universalidad. “Los sexos (el género), la diferencia entre
los sexos, hombre, mujer, raza, negro, blanco, naturaleza, están en el núcleo de este
conjunto de parámetros [del pensamiento heterosexual]. Y han formado nuestros
conceptos, nuestras leyes, nuestras instituciones, nuestra historia, nuestras culturas
(Wittig, M. 2006, p. 83-84).
Para esta autora francesa, el pensamiento dominante se niega a analizarse a sí mismo para
comprender aquello que lo pone en cuestión. Así, la dominación nos enseña desde un
enfoque metafísico: que antes de cualquier pensamiento y sociedad habría sexos (como
categorías innatas de los individuos) con una diferencia constitutiva, una diferencia que
tendría consecuencias ontológicas. Desde un enfoque científico: que antes de cualquier
pensamiento, de cualquier orden social (sea el que fuere), hay sexos que son naturalmente,
biológicamente, hormonalmente o genéticamente diferentes y que esas diferencias tienen
consecuencias sociológicas. Desde un enfoque marxista: que antes de cualquier
pensamiento y orden social, hay una división natural del trabajo en la familia, que en su
origen no es otra cosa que la división del trabajo en el acto sexual.
Todos estos enfoques coinciden siempre en una idea central. “Los sexos a pesar de su
diferencia constitutiva, deben inevitablemente desarrollar categoría por categoría. Dado
que pertenecen a un orden natural, esas relaciones no pueden ser consideradas relaciones
sociales” (Wittig, M. 2006, p. 25). Esta concepción es la que impregna el pensamiento de
la dominación. Y es reforzado mediante diversos mecanismos de la realidad social,
ocultando la realidad política de subyugación de un sexo sobre otro. Sin embargo, la
categoría de sexo no tiene existencia a priori, en tanto categoría de dominación es producto
de la dominación social de las mujeres ejercida por los hombres. No hay dominación
natural alguna, ésta siempre es social.
Para Wittig la categoría de sexo reviste fundamental importancia, constituye una categoría
política que funda la sociedad en cuanto heterosexual. Se trata de una categoría relacional
que establece como “natural” la relación que está en la base de la sociedad (la
heterosexualidad) y sometida a la economía heterosexual. La categoría de sexo impone a
las mujeres la reproducción natural de la especie, lo que supone reproducir la sociedad
heterosexual. Y esta obligación de reproducción de la especie termina conformando el
sistema de explotación sobre el que se asienta económicamente la heterosexualidad.
La categoría de sexo apresa sexualmente a las mujeres, para nuestra teórica. Rescatamos al
respecto su formulación que las mujeres son muy visibles como seres sexuales, e invisibles
como seres sociales. “La categoría de sexo es el producto de la sociedad heterosexual que
hace de la mitad de la población seres sexuales donde el sexo es una categoría de la cual
las mujeres no pueden salir” (Wittig, M. 2006, p. 27). Estén donde estén son siempre vistas
como sexualmente disponibles para los varones.
Si la heterosexualidad es el sistema social basado en la opresión de las mujeres por los
hombres, si es un sistema que produce el cuerpo de discursos y doctrinas de la diferencia
entre los sexos para justificar la opresión, entonces Monique Wittig postulará la necesidad
imperiosa de destruirla como tal.
La sociedad heterosexual se funda sobre la necesidad de otro diferente en todos los niveles.
No es una sociedad que oprime sólo a lesbianas y a gays, “oprime a muchos
otros/diferentes, oprime a todas las mujeres y a numerosas categorías de hombres, a todos
los que están en situación de dominados. Porque constituir una diferencia y controlarla es
un acto de poder ya que es un acto esencialmente normativo. Cada cual intenta presentar
al otro diferente. Pero no todo el mundo lo consigue. Hay que ser socialmente dominante
para lograrlo” (Wittig, M. 2006, p. 53).
Hay contrato social allí donde hay reglas y convenciones que nunca han sido formalmente
enunciadas, son aquellas que el pensamiento científico y la gente corriente dan por
supuestas. Son reglas obvias y hacen posible la vida. Debido a que estamos unidos en
vínculos sociales, todos los seres humanos estamos, vivimos o nos mantenemos bajo un
determinado contrato social. Para Wittig, contrato social y heterosexualidad son nociones
que se superponen, refiere a la heterosexualidad como el contrato social. Ambos (contrato
social y heterosexualidad) son un objeto inexistente, un fetiche, una forma ideológica que
no se puede asir en su realidad, excepto en sus efectos. Efectos que afectan la vida de las
personas por completo, tanto en el modo de pensar, de actuar, de moverse, etc. Por esto
mismo, resulta a la vez un objeto real e imaginario.
La heterosexualidad como palabra no existía antes que se hablara de homosexualidad a
comienzos del siglo XX. Existió como su contrapartida. Los juristas ni siquiera la llamaban
una institución, en muchos países ni siquiera tiene existencia jurídica. No hace falta
nombrarla y es posible que antropólogos, sociólogos, etnólogos la perciban como
institución, sin embargo es una de las instituciones sobre las que poco se escribe y a la que
poco se nombra. Porque hay un presupuesto, que logra su fetichización, “un `estar ya-ahí´-
debido a algo externo al orden social- de dos grupos: hombres y mujeres” (Wittig, M.
2006, p. 67).

La interseccionalidad de las violencias


Para abordar este punto, apostamos a la “teoría del punto de vista”, una línea
epistemológica que ha permitido importantes avances en términos conceptuales y prácticos,
para abordar problemáticas como las violencias contra las mujeres2.
Sostiene Sandra Harding (2010) que las epistemologías del punto de vista, negocian
continuamente entre las posiciones modernas y posmodernas. Para la autora, estas
epistemologías se han ocupado centralmente de hacer visible que los marcos conceptuales
de la investigación convencional no incluían los intereses de las mujeres y muchas veces
eran contrarios a ellos. Esos marcos ignoran las relaciones de género. Harding se pregunta,
para ejemplificar: ¿Cómo fue que la violencia contra las mujeres, en todas las clases y
razas de nuestra moderna sociedad occidental –generalmente cometida por los hombres de
sus propios grupos sociales en los que supuestamente las mujeres podían confiar- llegó a
ser persistentemente interpretada por los sistemas legales como algo que las mujeres ‘se
buscan’ y cometen ‘hombres anormales’? (Harding, S. 2010, p. 47). En este sentido, la
preocupación se dirige “hacia arriba”, es decir a conocer los discursos que organizan a las
instituciones dominantes para naturalizar la opresión, la explotación, la invisibilización, la
violencia, el maltrato. Harding plantea que el término “punto de vista” subraya “la política
y la ciencia necesarias para lograr la conciencia de grupo a través de la cual es posible

2
Retomamos y ampliamos aquí desarrollos realizados por Graciela Alonso y Raúl Díaz, 2012.
alcanzar comprensiones distintivas de la naturaleza y de las relaciones sociales” (Harding,
S. 2010, p. 49). Los aportes de esta corriente se pueden sintetizar en: estudiar “hacia
arriba”, partiendo de las experiencias de las mujeres, pero buscando trazar el mapa de las
prácticas del poder; aportar algún dato nuevo para la comprensión de cualquier forma de
opresión material y política (etiquetar, culpabilizar, naturalizar); problematizar las
representaciones de las personas oprimidas; compromiso con lo colectivo (Harding, S.
2010).
Diremos también que esta epistemología ha recibido muchas críticas por privilegiar el
punto de vista de las mujeres, sobre todo en aquellas investigaciones descriptivas que no
avanzaban en mostrar las prácticas conceptuales de dominación institucional.
Donna Haraway (1991), va a mostrar algunas debilidades de esta línea y a proponer una
conceptualización que corrige ciertos sesgos esencialistas y relativistas de algunas
posiciones. Va a sostener que estar situadas/situados desde lugares de subalternidad, no
implica necesariamente una posición crítica. Sostiene Haraway: “A mirar desde abajo no
se aprende fácilmente y tampoco deja de acarrear problemas, incluso si `nosotras´
habitamos `naturalmente´ el gran terreno subterráneo de conocimientos subyugados. Las
posiciones de los subyugados no están exentas de re-examen crítico, de descodificación, de
deconstrucción ni de interpretación, es decir, de los dos modos hermenéuticos y
semiológicos de investigación crítica. Los puntos de vista de los subyugados no son
posiciones `inocentes´. Al contrario, son preferidos porque en principio tienen menos
posibilidades de permitir la negación del núcleo interpretativo y crítico de todo
conocimiento” (Haraway, D. 1991, p. 328).
Los debates y aportes en el campo de la epistemología interseccional procuran ir más allá
de la simultaneidad, complementariedad, o articulación entre estas dimensiones. Conceptos
como los de ‘fusión’, confabulación, cruces, solapamiento o ‘difracción’ resultan más
potentes para sustentar el enfoque interseccional, y en consecuencia para estudiar la
multiplicidad de las opresiones y la matriz de dominación que funda las mismas. Se intenta
así superar los análisis segmentados y/o fraccionados de las opresiones, y también aquellos
que priorizan o jerarquizan una opresión sobre las demás. La lógica misma de la opresión
necesita permanecer oculta para ser efectiva. Esa lógica consiste en situar y/o tematizar por
separado a lxs sujetxs, fragmentarlxs y descolocarlxs para debilitar las resistencias a la
dominación así como a la emergencia de propuestas contrahegemónicas.
Para las ciencias sociales, el concepto o la perspectiva interseccional impele a análisis
complejos sobre las diferentes formas de opresión y las maneras en que la “herida colonial”
se encarna en cuerpos situados geohistóricamente en procesos particulares y locales.
También para el activismo político anticolonial resulta fundamental la lucha antirracista y
antipatriarcal.
Con la perspectiva epistemológica interseccional la producción de conocimiento en ciencias
sociales se abre a nuevos desafíos, a la creación de marcos teóricos interdependientes en los
que deben emerger perspectivas y conceptos totalizadores. Se está en presencia de una
forma de construir conocimiento desde la cual los objetos de estudio son producidos y
abordados superando la noción de múltiples perspectivas. Los enfoques desde las
dimensiones de raza, colonialidad, género, patriarcado, normalidad promueven ahondar
desde cada punto de vista la constitución o construcción de temas y objetos de estudio.
El enfoque interseccional procura avanzar sobre la trama compleja de las relaciones
sociales y en consecuencia sobre las cuestiones de dominación y poder. La perspectiva
interseccional se resiste a la categorización hegemónica y convoca a una articulación
militante que establece puentes entre diferentes sujetos. Ya no se procedería concibiendo
separadamente las diferentes opresiones o intentando una sumatoria que culmina siempre
con un etcétera, sino desde su amalgama, su fusión, su articulación en la constitución de
cartografías de poder y resistencias.
No obstante, como lo advierte Elsa Dorlin, “la interseccionalidad, como metateoría de la
dominación no debe reemplazar una conceptualización de la dominación que haga un sitio
a la historización y a la hibridez de las relaciones de poder constitutivas de los sujetos
políticos” (Dorlin, E. 2009, p. 70). Esta autora se refiere a la necesidad de evitar una
concepción aditiva de las opresiones, una, dos, tres, muchas, por lo que propone un
esfuerzo epistemológico y metodológico para encarar la comprensión de las dominaciones.
El concepto de interseccionalidad posibilita enfocar cómo las cuestiones de poder y
dominación (entre ellas raza género, clase y sexualidad) se imbrican necesariamente, es
decir que operan tanto estructural como históricamente. Estudiar separadamente esas
dimensiones no hace más que reproducir las lógicas de opresión. Desde estas lógicas los
objetos de estudio son concebidos con énfasis en alguna de las dimensiones, por lo que al
abordar una de ellas, se escapan y/o se filtran las otras. Podríamos decir que las
investigaciones que enfatizan o tematizan algunas de estas categorías o dimensiones en
detrimento de las otras quedan atrapadas en la lógica de la opresión. La crítica de los modos
en que actúa la opresión pierde terreno cada vez que se parcializa la mirada.
Como dijimos más arriba, con los aportes del feminismo de las “mujeres de color” se
avanza en la comprensión de las implicaciones entre la colonialidad del poder y la
colonialidad del género. Porque desde esta última categoría pueden revisarse críticamente
las teorías de aquel feminismo occidental-universalista y revisar los supuestos de la
existencia transcultural y transhistórica del patriarcado y la heterosexualidad, así como
explicar en su complejidad la manera en que la colonización introdujo necesariamente el
sistema de género capitalista eurocentrado colonial. Asimismo, la investigación social
crítica se fortalece en la medida que se analicen los modos en que la opresión de clase se
construye en procesos de racialización y la engenerización. No se trata entonces de
proponer esquemas basados en una jerarquización de las opresiones sino de producir
categorías móviles para resistir al patrón de poder moderno colonial en su conjunto. Por
ello, la lógica interseccional de producción de conocimiento ligada a las resistencias de
movimientos sociales (feminista, antipatriarcal, anticolonial, de pueblos originarios y
afrodescendientes) posibilita impulsar estas luchas al proponer categorías de análisis
disidentes y desprendidos de la lógica de la fragmentación.
María Lugones al investigar la indiferencia de la violencia contra las mujeres plantea que
esta indiferencia se halla tanto al nivel de la vida cotidiana como al nivel de teorizar la
opresión y la liberación (Lugones, M. 2008, p. 14). La separación categorial no sólo
provoca un problema de “ceguera epistemológica”, sino que provoca también la distorsión
de los nudos de poder que existen en la intersección, como la violencia contra las mujeres
de color. En consecuencia, se dejan fuera las sobre-determinaciones múltiples entre las
categorías. En la intersección entre mujer y negro hay una ausencia, donde debería estar la
mujer negra, precisamente porque ni mujer ni negro la incluyen. La intersección muestra un
vacío. Por eso, una vez que la interseccionalidad nos muestra lo que se pierde, nos queda
por delante la tarea de reconceptualizar la lógica de la intersección para, de ese modo,
evitar la separabilidad de las categorías dadas y el pensamiento categorial. “(…) Esto
implica que el término mujer en sí, sin especificación de la fusión no tiene sentido o tiene
un sentido racista, ya que la lógica categorial históricamente ha seleccionado solamente el
grupo dominante, las mujeres burguesas, blancas heterosexuales y por lo tanto ha
escondido la brutalización, el abuso, la deshumanización que la colonialidad de género
implica” (Lugones, M. 2008, p. 25).
Un análisis similar se podría intentar en relación a las mujeres indígenas. Fracesca Gargallo
Celentani (2012), plantea que “no hay dominación sin violencia contra las colonizadas ni
hay clasificación racial y étnica de una población que no opere en el ámbito sexual”
(Gargallo, F. 2012, p. 83). El problema que trata de mostrar es a través de qué
continuidades la violencia colonial (o la colonialidad de la violencia) se normativiza en las
comunidades indígenas. La autora apela al concepto de “entronque patriarcal”, donde la
imposición del patriarcado occidental ha sido posible por la existencia de un patriarcado
ancestral originario, que tendría, según la autora, “su propia forma de expresión,
manifestación y temporalidad diferenciada del patriarcado occidental” (Gargallo, F. 2012,
p. 18). Estas explicaciones y las categorías de las que parten están siendo debatidas por las
mujeres indígenas y por las académicas (indígenas y no indígenas) para analizar situaciones
de violencia y el desplazamiento del pensamiento complementario por el dicotómico, sus
efectos en la vida comunitaria y de las mujeres, a la vez que considerar profundamente la
violencia por el despojo de territorios que caracterizaron y caracterizan las relaciones de los
estados y los pueblos originarios en Latinoamérica.
Como vemos, la complejidad del abordaje de las violencias contra las mujeres, habilita a
retomar lo que la pionera en el uso de la categoría de interseccionalidad, desarrolló como
dos marcos conceptuales que se articulan: “riesgo múltiple” y “opresiones entrelazadas”
(Crenshaw 1995 en Muñoz Cabrera 2011). En el informe sobre violencias interseccionadas,
Patricia Muñoz Cabrera (2011) retoma de Kimberly Crenshaw, la conceptualización de
opresiones estructurales y simultáneas, distinguiendo entre interseccionalidad estructural e
interseccionalidad política. “La primera supone la convergencia de sistemas de
discriminación (racial, de género, y clase entre otros) que producen formas específicas de
subordinación. La segunda apunta a los puntos de intersección de los múltiples tipos de
opresión que desempoderan a las mujeres, al posicionamiento relativo de los grupos
subordinados, y a las agendas políticas, a menudo, contradictorias, de los múltiples
colectivos a los que pertenecen los sujetos oprimidos” (Muñoz Cabrera, P. 2001, p. 10).
Habría, si retomamos conceptualizaciones anteriores, una suerte de entronque de
violencias, que no es lo mismo que decir, sumatorias de violencias. El entronque o
entrelazamiento estaría dando cuenta de un “contínuum de violencia contra las mujeres (…)
que responde a una diversidad de factores y no puede ser explicado de manera cabal por
su condición de género subordinado” (Muñoz Cabrera, P. 2001, p. 11). Esto para el campo
de la teoría y praxis feminista es de suma importancia, porque hace pensar también las
relaciones de privilegio dentro del feminismo y del movimiento de mujeres, especialmente
en América Latina y el Caribe.
Una última consideración que nos resulta pertinente señalar en este apartado es la
diferenciación entre las nociones de violencia de género y violencia contra las mujeres,
usadas en ocasiones como sinónimos, incluso por nosotras mismas. Hay distintas
posiciones al respecto y la nuestra acuerda con buscar formas de nombrar que tomen en
cuenta las complejidades resultantes de asumir la violencia como efecto de la
interseccionalidad de opresiones. En este sentido nos es útil hablar de violencias contra las
mujeres o violencias sexistas o violencias machistas contra las mujeres, en el entendido que
son violencias perpetradas por varones, en el marco de las consideraciones estructurales
que realizamos anteriormente; sin dejar de tener en cuenta que, corridas de la binaridad de
género heteropatriarcal, hay violencias que afectan a mujeres, a personas trans que no se
autoperciben en el género asignado al nacer y a varones no heterosexuales, regidas por la
ideología del régimen político heteropatriarcal.

II - Agenciamientos y protestas políticas en clave feminista contra las violencias


machistas

"Al igual que otras ideologías dominantes, tales como el racismo y el colonialismo,
la sociedad patriarcal ejercería un control insuficiente, e incluso ineficaz,
de no contar con el apoyo de la fuerza, que no sólo constituye una medida de emergencia,
sino también un instrumento de intimidación constante" (Katty Millett)

Situadas en un tiempo y en un contexto particular, desde la Colectiva Feminista La


Revuelta, nos propusimos al menos dos formas de intervención articuladas entre sí: la
deslegitimación y la puesta en entre dicho del entramado conceptual heteropatriarcal en la
búsqueda por redefiniciones de la realidad y el activismo en tomo al conjunto de
reivindicaciones y postulaciones que de allí se desprenden. En ese andar, las temáticas
vinculadas a las violencias perpetradas contra cuerpos de mujeres, niñas, niños y personas
trans y en la apuesta por conocer en profundidad sus manifestaciones, diseñamos la puesta
en marcha del servicio de asesoramiento legal y acompañamiento: “Socorro Violeta”.
Sabedoras que el trabajo y accionar con quienes padecen intrincadas formas de violencias
sobre sus cuerpos y sus vidas, traería la posibilidad de nuevos marcos de justicia para
quienes recurren a nosotras (impactando en ocasiones sobre las instituciones en que las
violencias se producen) y un plus ineluctable a nuestras formas de hacer política. Buscamos
singularizar situaciones para volverlas hecho político que trascienda la individualidad y
auspiciar en esos actos pedagogías reparatorias, para hacer frente a las pedagogías que se
presentifican con las violencias heteropatriarcales.
Al referirnos a agenciamientos estamos escapando a pensar el activismo y las acciones que
desplegamos como meras formas de resistencia a la dominación, más bien nos interesa
señalarlos “una capacidad para la acción creada y propiciada por relaciones concretas de
subordinación históricamente configuradas” (Bidaseca, K. 2010, p. 144).

“Los tres jueces, en su voluntad absolutoria, en su compasivo esfuerzo tendido hacia el acusado,
hurgaron en el pozo de su creatividad y dieron con un hallazgo sin antecedentes […].
Fallaron siendo misericordiosos con el comisario y, consecuentemente, impiadosos con la víctima,
apelando al truco del ´coito interfémora´ según el cual el violador
habría embarazado a la niña sin penetración.
Aunque, como lo declara la carátula de la causa, no era ése el delito a juzgar” (Mónica Reynoso)

El epígrafe anterior corresponde al capítulo “Pedagogías reparadoras. El caso R”, de libro


Colectiva Feminista La Revuelta. Una biogenealogía, escrito por la periodista Mónica
Reynoso. En el mismo se relata el accionar desplegado por La Revuelta, cuando el
periodista Guillermo Berto, diera a conocer en páginas del diario Río Negro, la sexista
sentencia emitida en diciembre de 2007 por tres jueces Castro, Andrada y Dedominichi, de
la Cámara Criminal N° 2, en la causa caratulada: Muñoz, Esteban s/abuso sexual calificado.
Allí se premió al ex comisario Esteban Muñoz a 4 años de prisión por “abuso sexual
deshonesto” (¿los habrá honestos?). Muñoz violó a una niña de 11 años, la dejó
embarazada, el ADN corroboró la paternidad mientras que en un brutal pacto entre
caballeros los jueces encontraron la coartada del “coito interfémora” para emitir su voto de
impunidad y re-actualizar una nueva forma de violencia contra la niña y contra toda su
familia. Patti, el fiscal que entendió en la causa, no apeló la sentencia.
Luego de un año plagado de acciones en pos de obtener alguna cuota de justicia para la
niña y su familia, puestas a proyectar las acciones por el Día Internacional de lucha contra
las violencias hacia las mujeres3, en noviembre del año 2008, incómodas con la posibilidad
de instalar ciertos rituales que traen las llamadas efemérides, pusimos pensamiento,
debates, tiempo, cuerpos, deseos, pasiones, aprendizajes, escrituras y discursos para diseñar
lo que terminó presentándose como “Socorro Violeta”. La violencia, las violencias, lo
suscitaron.
Por acuerdo con dos sindicatos docentes en los que militamos ATEN –Asociación de
trabajadoras/es de la Educación de Neuquén- y ADUNC -Asociación de Docentes de la
Universidad Nacional del Comahue- creamos el servicio para asesorar a quienes padecen y
sobreviven a las violencias. No sólo para mujeres y niñas y niños, no sólo para
heterosexuales, también para bisexuales, lesbianas, trans y travestis.
Fue la respuesta hallada a un sinnúmero de denuncias recibidas en nuestra colectiva desde
hacía varios años por abuso sexual y violencia física, sexual, económica, psicológica,
moral, doméstica. Nos propusimos brindar asesoramiento jurídico, acompañar las
acusaciones y los juicios –aunque no patrocinarlos-, asistir en asuntos relativos a los
derechos sexuales y los derechos reproductivos y generar una base de datos que sirviera
para continuar exigiendo políticas públicas.
A lo largo de estos años produjimos informes anuales sobre lo actuado, cada uno tiene su
particularidad, dado que año a año optamos por cambiar el instrumento de sistematización,
al que llamamos “protocola de atención”. Los cambios sugieren cierto inconformismo y
sospechas sobre nosotras mismas, auto-exigencias también.4
Cuando decimos “acompañamientos” nos referimos a una batería de estrategias que parten
de la escucha atenta, intentado generar empatías y sensibilizaciones; una mirada aguda
sobre la situación, con el propósito firme de hacer un “aprovechamiento” de las situaciones
que nos permitan generar eventos políticos de alto impacto para la visibilización de

3
Se conmemora en homenaje a las hermanas Patria, Minerva, María Teresa y Bélgica (Dedé) Mirabal,
quienes fueron brutalmente asesinadas por la dictadura de Rafael Trujillo en República Dominicana, el 25 de
noviembre de 1960.
4
Los informes pueden consultarse en: www.larevuelta.com.ar , sección “Socorro Violeta”.
determinadas formas de violencia, asimetrías, impunidades y poder generar así reclamos en
los que haya –al menos- cuotas de justicia.5
Los acompañamientos tuvieron efectos múltiples para cada mujer involucrada y también
para otras mujeres y niñas que se animaron más tarde a realizar denuncias relacionadas con
violaciones a sus derechos en ámbitos de la medicina, las escuelas, la universidad, en
sindicatos, en lugares de trabajo y en organismos de derechos humanos. Impactó además
sobre las activistas de La Revuelta. Animarse con otras. Efectos multiplicadores en una
cadena de desmontaje que busca interpelar el poder masculino. “Socorro Violeta” se abre
así al juego de lo posible en la arena de lo colectivo, siempre inconcluso, siempre
inacabado, siempre posible de estirar sus propios sentidos y límites, pero a la vez siempre
en articulación con una masa crítica capaz de hacer del espacio un lugar de protesta política
plausible de provocar ciertas transformaciones.

5
Entre las acciones impulsadas a continuación destacamos algunas, señalamos que todas surgen a partir de
consultas específicas a nuestro servicio y siempre en acuerdo con las personas que están atravesando una
situación de violencia: la sanción de la Ley Provincial N° 2605, crea la figura del querellante a cargo de la
Defensoría de la Niñez y Adolescencia, para los casos de abuso sexual infantil, aprobada en la legislatura
provincial finalizando el año 2008, por el trabajo conjunto desde la Red contra las Violencias de Género; la
aprobación en el Consejo Superior de la Universidad Nacional del Comahue del Protocolo contra las
violencias sexistas y abuso de poder, en marzo 2014; el acompañamiento a la Comisión de Mujeres de la
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UNC ante las denuncias contra el profesor Patricio Orlando,
por ejercicio sistemático de violencias contra estudiantes y cuyo sumario estipulara el pedido de exoneración
de ámbitos de la UNC, lograda en diciembre de 2013; la sanción de la Ordenanza N° 541 del Consejo
Superior de la UNC para el reconocimiento en todas sus dependencias académicas y administrativas el
derecho a la identidad de género autopercibida, impulsada junto a grupos del movimiento LGTTBI y
aprobada en octubre de 2011 (con anterioridad a la sanción de la Ley Nacional de Identidad de Género); la
campaña dirigida a estudiantes de nivel medio “No transés con la violencia en el noviazgo”; acciones para la
adhesión provincial a la Ley Nacional 26.485; presentaciones y exigencias en organismos de salud pública y
en obras sociales para la efectivización de tratamientos de hormonización e intervenciones quirúrgicas a
jóvenes trans y para la garantía del acceso a los abortos legales, conocidos como los abortos no punibles,
contemplados en el Artículo 86 del Código Penal vigente en Argentina; acciones de escraches y denuncias en
organismos correspondientes contra médicos ginecólogos por abuso en los consultorios médicos; contra
jueces por sentencias sexistas; contra gerentes y patrones por acoso sexuales en ámbitos laborales; contra
dirigentes sindicales de ATEN por violencia perpetrada en ámbitos domésticos; contra trabajadores de la
educación varones por acoso sexual a estudiantes; acompañamiento a la familia que en noviembre de 2011
denunciara el abuso sexual cometido contra una niña de 9 años por parte del odontólogo David Narváez,
quien fuera condenado a seis años de prisión efectiva en mayo de 2013; la denuncia por acoso laboral y sexual
realizada contra Alejandro Mosquera, director ejecutivo de la Comisión Provincial por la Memoria de Bs.As.,
por parte de quien cumpliera funciones de secretaria del mismo en dicha CPM y que dieran como resultado su
renuncia al organismo, en noviembre de 2013; los acompañamientos a mujeres que deciden abortar con
misoprostol inicialmente desde este servicio y luego desde la creación del servicio “Socorro Rosa”. Para más
información ver: www.larevuelta.com.ar
La insistencia de las reparaciones posibles: a modo de cierre inconcluso
Para el feminismo que llevamos adelante y que construimos en la dinámica entre reflexión
y acción, encarnando la teoría en los cuerpos y corporizando las teorías, consideramos que
lo pedagógico es una dimensión constitutiva de la subjetividad, es decir, durante nuestra
vida aprendemos a ser mujeres y varones, a que la elección sexual “correcta”, “normal” es
hacia el sexo/género opuesto y con eso se incorporan comportamientos lesbos, homo, bi y
travestofóbicos; y lo aprendemos no sólo en la escuela y los entornos familiares. Lo
aprendemos en los medios de comunicación, en las revistas, en las telenovelas, en las
iglesias, en las relaciones que entablamos con médicos y médicas, en los fallos de la
justicia. Hay un conglomerado de pedagogías cotidianas, entre ellas las pedagogías de las
violencias heteropatriarcales, que nos forman y que en ocasiones necesitamos desaprender;
Pedagogías reparadoras, es la manera de nombrar y reflexionar sobre ciertas posibilidades
que abre “Socorro Violeta”. Reparar allí donde hubo y hay violencias. Siguiendo las ideas
de Graciela Guilis (2005), quien utiliza el término en el campo jurídico y la relación con los
Derechos Humanos, vamos a sostener que etimológicamente “reparar" deriva del latín,
reparare: "disponer de nuevo". Disponer de nuevo de la propia existencia, sin terror, sin
impunidad. Pero "de nuevo" no quiere decir recuperar un estado anterior, sino acceder a un
estado nuevo. Con este aporte, nos referimos a la llamada reparación simbólica: el trabajo
que permita disponer de nuevos recursos para cicatrizar lo dañado.
El conocimiento -en ocasiones- puede ser vehículo de reparaciones (y en algunas
oportunidades de cambios) porque nos muestra que aquello que parecía que le pasaba a una
sola mujer (que me pasaba sólo a mí), en realidad no es así. Las pedagogías reparadoras de
las que comenzamos a hablar en nuestra colectiva, cuando reflexionamos acerca de lo que
hacemos, lo que aprendimos de las mujeres y personas que concurrieron al servicio, de las
compañeras abogadas, de lo que implica no hablar y centralmente escuchar, de lo que
implica proponer, de lo que implica cuidar y cuidarnos, de los momentos en que se
producen especulaciones de parte de las propias mujeres acerca de sus vidas, nos llevan al
terreno de lo colectivo construido desde los saberes, la reflexión y la acción, concretando,
una vez más, el legado de las feministas de la “segunda ola” que nos enseñaron que lo
personal se puede convertir en político contextualizando, situando lo que “nos pasa”, para
reparar, en parte, los efectos de la hegemonía del saber y el poder androcéntrico y violento.
El pacto político a favor de las autonomías, independencias y apoderamientos de las
mujeres y de todos aquellos grupos vulnerabilizados por su condición de raza, género y/o
sexualidad, es para nosotras el lubricante que motoriza nuestras actuancias.
Sin embargo, vale reconocer que nos movemos en un terreno muchas veces fangoso,
transitamos por las cornisas que nos impone el también poder estatal. Conscientes que
generamos un espacio que debiera garantizarse desde el Estado, no dejamos de
preguntarnos ¿en qué medida el estado, que es un estado represor –por definición y por
prácticas- puede erradicar la violencia contra las mujeres, cuando en realidad es productor
de un sistema de violencias sistemáticas? Tenemos que estar alertas para no quedar
atrapadas en las marañas clientelares y asistencialistas que inundan los ámbitos políticos;
alertas, para alejarnos de un tipo de activismo consignista, hueco y acrítico. Los caminos
del pensamiento y de las prácticas nunca son lineales, están construidos de atajos,
obstáculos, entradas, salidas y laberintos sinuosos. Importa ser conscientes de ello para
agenciar la necesaria cuota de audacia que nos permita seguir pensando y pensando más
allá de lo dado.

Bibliografía

Alonso, Graciela, Díaz, Raúl, “Reflexiones acerca de los aportes de las epistemologías
feministas y descoloniales para pensar la investigación social”. En: Debates
urgentes 1 (junio de 2012), pág. 75.
Anzaldúa, Gloria, “Los movimientos de rebeldía y las culturas que traicionan”. En: Otras
inapropiables. Madrid: Traficantes de sueños – mapas, 2004, págs. 71-80.
Bidaseca, Karina, Perturbando el texto colonial. Los estudios (Pos) Coloniales en América
Latina. Buenos Aires: Paradigma Indicial, 2010
Combahee River Collective, "Una declaración feminista negra". Documento para o
encontro de Especialistas em aspectos da discriminação racial relativos ao gênero”.
En: Estudos Feministas 10, (Primer semestre 1988), pág. 171.
Curiel Ochy, “El régimen heterosexual y la nación. Aportes del lesbianismo feminismo a la
Antropología”. En Bidaseca Karina y Vazquez Laba Vanessa (Comps.), Feminismos y
poscolonialidad. Buenos Aires: Ediciones Godot, 2011, Págs. 49-93.
Dorlin, Elsa, Sexo, género y sexualidades. Introducción a la teoría feminista: Buenos
Aires: Nueva Visión, 2008.
Eskalera Karacola, “Prólogo. Diferentes diferencias y ciudadanías excluyentes: una
revisión feminista”. En: Otras inapropiables. Madrid: Traficantes de sueños –
mapas, 2004, págs. 9-32.
Fernández, Ana María, Las lógicas sexuales: amor, política y violencias. Buenos Aires:
Nueva Visión, 2009.
Gargallo Celentani, Fracesca, Feminismos desde Abya Yala. Ideas y proposiciones de las
mujeres de 607 pueblos de nuestra América. Bogotá: Ediciones desde abajo, 2012.
Guilis Graciela, Centro de Estudios Legales y Sociales, “El concepto de la
Reparación Simbólica”. En Memorias del Seminario Internacional de Integración de
Abordajes y Acciones Psicosociales en la Asistencia Jurídica a Víctimas. Bogotá, de
diciembre de 2005.
Haraway, Donna, Ciencia, Cyborgs y Mujeres: La reinvención de la naturaleza. Madrid:
Cátedra, 1991.
Harding, Sandra, “¿Una Filosofía de la ciencia socialmente relevante? Argumentos en torno
a la controversia sobre el Punto de vista feminista”. En: Blazquez Graf, Norma,
Flores Palacio, Fátima y Ríos Everardo, Maribel (coord.), Investigación Feminista.
Epistemología, Metodología y Representaciones Sociales. México: Universidad
Nacional Autónoma de México, Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en
Ciencias y Humanidades, 2010, págs. 39-65.
Hill Collins, Patricia, “Rasgos distintivos del pensamiento feminista negro”. En: Jabardo
Mercedes (ed.), Feminismos negros. Una antología. Madrid: Traficantes de sueños
– mapas, 2012, págs. 99-134.
Jabardo, Mercedes, “Construyendo puentes en diálogo desde / con el feminismo negro”.
En: Jabardo Mercedes. (ed.), Feminismos negros. Una antología. Madrid:
Traficantes de sueños – mapas, 2012, págs. 27-56.
Lugones, María, “Multiculturalismo radical y feminismos de mujeres de color”. En:
Revista Internacional de Filosofía Política 25, (2005), pág. 61.
Lugones, María, “Colonialidad y género: hacia un feminismo descolonial”. En: Mignolo
Walter, (comp.). Género y descolonialidad. Buenos Aires: Ediciones del Signo,
2008, págs. 13-54.
Muñoz Cabrera, Patricia, Violencias Interseccionales. Debates Feministas y Marcos
Teóricos en el tema de Pobreza y Violencia contra las Mujeres en Latinoamérica.
Honduras: CAWN, 2011.
Rich, Adrienne, “La heterosexualidad obligatoria y la existencia lesbiana”. En: Navarro
Marysa y Cateharine Stimpson (comp.), Sexualidad, género y roles sexuales.
México: Fondo de Cultura Económica, 1999.
Wittig, Monique, El pensamiento heterosexual. Trad. de Javier Sáez y Paco Vidarte.
Madrid: Egales, 2006.

También podría gustarte