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Capítulo 10

Lo que importa el jugar


en la constitución subjetiva 1

PRIMERA PARTE

El psicoanálisis de niños es en dos tiempos, antes y después de


Winnicott, y este no es un asunto fácil de fechar, porque el peso de
la obra de Winnicott demoró en llegar, sobre todo, tardó en pesar
en los textos en la vida de los textos, que, como sabemos, tiene su
propio espacio. Un síntoma de este a destiempo es la gran cantidad
de libros suyos, en estado acabado o fragmentario, que se fueron
publicando bastante después de su muerte.
El tiempo antes -pero no es una cronología lo que estoy propo-
niendo; el tiempo antes transcurre hoy aún, por endeble que sea su
basamento- introduce el psicoanálisis en el niño procurando, ante
lodo, que el psicoanálisis se altere lo menos posible. Esto es así aún
en innovaciones tan evidentes como las de Melanie Klein: ella gana
un acceso posible y regular al niño mediante su "técnica de juego",
pero trata, e insiste en ello, de que la disciplina del psicoanálisis siga
inalterada, de ahí, por ejemplo, su encuadre, fiel a los preceptos
más estabilizados, lo que la hace mantenerse lo más lejos posible de
la familia del paciente y considerar que está haciendo un tratamien-
to "individual". En sus contenidos teóricos, suena muy diferente de
Freud, pero se mantiene en el terreno de los mismos presupues-
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tos metafísicos (y sus derivaciones en la psicología) que este, y aún como una ley esculpida en piedra- impugna un carácter reac-
con mayor esquematismo (por ejemplo, en su manera monádica de tivo al psiquismo -ya que no puede haber deseo originario de
concebir el psiquismo), alentada por una ineptitud radical para la estimulación ni movimiento inmanente al ser para producir-
escritura.
la, aquella molesta desde afuera, obligando a reaccionar- y
Pero ¿se ha visto lo que sucede apenas ingresan niños a un un carácter regresivo -nada más apetecido que el retorno al
lugar? Como mínimo, este sufre cierto revoltijo, no queda igual, y "silencio de las piedras", según ironizaba un poco Lacan-.
esto no solo en el plano que llamamos "de los hechos"; a poco que Toda la dimensión nostálgica que rezuma el concepto de
formule preguntas o haga sus propios comentarios, con esto basta deseo, su conexión siempre hacia atrás y nunca hacia un
para inquietar al adulto e, incluso, hacerle perder el equilibrio. objeto por venir, es función de aquel principio, que, invisible
Pues bien, con Winnicott, el niño es introducido en el psicoaná- detrás de la escena de la teoría manifiesta, tira de los hilos de
lisis, metido en su interior, provocando una formidable convulsión. estas y otras cuestiones.
Como Winnicott no se deja impresionar por teorías establecidas, • Falocentrismo que, por más denegaciones a las que se recu-
como no le interesa y más bien no soporta andar detrás de nadie, rra ("no se trata del pene ...") estructura inevitablemente un
"ni siquiera detrás de Freud" (sic), deja que este ingreso plantee sus pensamiento teórico comprometido con una mitopolitica
preguntas y pueda llegar a desconfirmar "verdades" teóricas psi- secular que siempre ha subordinado a la mujer. La corres-
coanalíticas. En lugar de hacerle al niño las preguntas establecidas pondencia de la madre con la naturaleza, y con la psicosis,
por la teoría tradicional (en sus variantes "freudiana", "kleiniana", y del padre con la cultura (y con la neurosis) es una típi-
"lacaniana", etc.) hace que su experiencia (de carácter doble, como ca organización "estructuralista" de esta preeminencia
pediatra y como psicoanalista) le pregunte al saber psicoanalítico. que tiñe al psicoanálisis tradicional de un inocultable tinte
Esto concierne no solo a rebatir talo cual concepto o idea "teó- patriarcal.
rica", cuestionando más bien los andamiajes, que generalmente • Logocentrismo, no muy acentuado en Freud (¡salvo en lo
no se ven, y que permitieron erigir el psicoanálisis como una dis- referente al niño! Dudaba de la viabilidad de un análisis de
ciplina con más de una "ortodoxia". En este texto introductorio, este, argumentando que "había que prestarle demasiadas
que empieza por incorporar al niño en el psicoanálisis, tendremos palabras"), que alcanza su desarrollo más elevado y conse-
que empezar por enumerar algunas de las características que per- cuente en Lacan. A propósito de esto, Derrida -un filósofo
manecen invariantes, es decir, que se mantienen a través de teorías que nos dio los recursos y las herramientas necesarias para
muy diferentes en su configuración de superficie, de ese psicoaná- desarmar el psicoanálisis tradicional, a fin de captar mejor
lisis que hemos llamado tradicional, psicoanálisis que se hace a sí su funcionamiento, su "lógica" y, eventualmente, poder ir
mismo el dudoso obsequio de insertarse con mucha dificultad en más allá de él, tarea en la que desde hace ya mucho nos encon-
una época, la nuestra, tan distinta a la de fines del siglo XIX o aún a tramos comprometidos- se refirió a cómo en Lacan culmina el
la de la primera mitad del siguiente. logocentrismo de la lingüística saussuriana y el falocentrismo
He aquí algunos de estos rasgos invariantes: freudiano, anudándose en lo que llama falogocentrismo.
• Edipización de la subjetividad, que empieza por hacer del
• Dominancia del principio de inercia (Q = cero), a menudo niño un "pequeño Edipo" y convierte al complejo -a veces
bajo otros nombres (como "pulsión" o "instinto" de muerte). abreviado, sencillamente "el" Edipo- en elemento "nuclear"
Este principio dice taxativamente que no hay tendencia más del psiquismo. Además de los abusos que esto ha generado,
originaria del psiquismo que la de lograr un estado de quie- de las mil lecturas reductoras que solo saben encontrar lo
tud absoluta, cero de excitación. Cualquier otra tendencia es edípico en cualquier material, además de que este Edipo del
secundaria, derivación de aquella, modificación de aquella, psicoanálisis está estructurado por una teoría de género falo-
negociación de aquella con la realidad "exterior". De una adulto-céntrica, esta centración del psiquismo en el complejo
vez y para siempre, esta proposición -enunciada por Freud de Edipo arruina el avance inaugurado al descentrar la vida
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psíquica de la conciencia: el eje cambia de mano, pero sigue lndcbido de las grandes verdades establecidas, lo que posibilita aquel
incólume, el "descentramiento" no descentra el centro de su inventario. Para lo cual hace falta ser desprejuiciado -en suma,
lugar de centro. 1I1;\I1teneruna actitud "científica"-, y preguntarle al niño por su ser
• Un determinismo -que en Lacan será "estructuralismo"- que .\ través del vínculo de trabajo con él, en lugar de limitarse a perci-
quisiera fijarle límites intraspasables a lo nuevo, a lo pro- lurlo a través de una rejilla originada y organizada por completo en
piamente acontecimiento. Después de unos pocos meses o el trabajo con adultos.
años, todo será "reedición", "sustituto", "cliché" reactuali- Lo cual nos conduce a otro rasgo estructural del psicoanálisis y
zado. Entre otras consecuencias, para mantenernos dentro .1 \1nOque ha complicado larga y hondamente las percepciones clí-
de nuestro tema, esto impedirá ver en la adolescencia todo nicas del niño, en especial, las del más pequeño:
lo que tiene de "inédito" (Gutton), de ajeno al niño, fuen-
te de un desencuentro radical entre cualquier terapia de giro • Patomorfismo, "retrospectivo", como dice Stern: infancia
"ortodoxo" y los adolescentes, que no pueden reconocerse en y niñez se reparten en diversos estadios caracterizados por
su ámbito. una patología que sigue en general los carriles de la psico-
I
patología del adulto. Distintas enfermedades mentales se
Todos estos puntos, con desigual intensidad, son puestos en constituyen en paradigmas de distintas épocas del desarrollo ii
entredicho a lo largo de la obra de Winnicott, explícita y, más a normal, sin que ni siquiera un esbozo de una teoría psicoana-
menudo, implícitamente.' lítica de los estados saludables contrapese semejante tenta-
tiva. Así, el bebé será pensado, sucesiva o simultáneamente,
\
Todos estos puntos también oponen resistencia -y severa- al
trabajo del psicoanalista y del psicólogo clínico de hoy en día en según las pautas del esquizofrénico y del autista (como si
una ciudad como la nuestra y en un país como el nuestro. O indu- de un círculo cuadrado se tratase, se hablará entonces, por
cen a forjarse un retrato fantástico más que fantasmático del bebé, ejemplo, de "autismo normal"). Consignemos de nuevo que
del niño, del púber y del adolescente (fantástico, no imaginativo.! prácticamente todo esto se hizo a espaldas de una clínica del
puesto que la imaginación creadora nos ayuda a captar mejor los niño de carne y hueso, con lo que se creyó poder inferir sen-
matices de la realidad, en vez de alterada a piacere) o consolidan tado a espaldas del adulto.
una imagen deficitaria de algunos de aquellos, como la que pinta al
pequeño como infans, sin lengua, y no a partir de las capacidades No habría cómo exagerar la importancia más bien negativa que
que sí tiene, o bloquean al terapeuta para entender el material del esto ha tenido. A caballo de la "teoría de la 1ibido" y de sus "esta-
niño, o todo esto a la vez, de modo superpuesto. dIOS"se psicopato10gizó la fuente de emergencia de la subjetividad.
Pero hay que detenerse y tener bien en cuenta que esta actitud Para aprender cosas nuevas más ajustadas a nuestra experiencia hay
supone dejar que el niño ingrese al psicoanálisis con toda su tumul- que desaprender esto: un niño pequeño no se parece en nada a un
tuosidad, en vez de sentado para que se porte bien sin tocar nada l'squizofrénico o a un paranoico, y así sucesivamente; un bebé no
lime nada en común con un pequeño afectado de autismo; las enferme-
.l.ides "mentales" no son "regresiones" a etapas más tempranas de
1.1existencia (en este punto como en otros, Lacan se apartó mucho
1. Pueden consultarse largos desarrollos sobre este punto decisivo para todo
de los senderos tradicionales, confluyendo con Winnicott, para no
paso de la transformación en R. Rodulfo (2012).
2. Vale decir, en el ángulo considerado por Winnicott (1980), cuando acuña obstante seguir su propio camino en 10 que respecta a la manera de
su concepto de fantaseo, en las antípodas de la actividad creadora de la fantasía, tal pensar el deseo).
como puede leerse en el segundo capítulo del mal llamado Realidad y juego. Con- Un punto donde este patomorfismo ha hecho particulares estra-
cepto de mucho valor clínico y de gran ayuda para e! diagnóstico diferencial, acota gos ha sido en 10 tocante al deseo, mejor dicho, a la relación del
además cierta extensión desmesurada del motivo de la fantasía en la escuela kleinia-
vujeto con el desear más que con el deseo, onto10gizado en demasía
na, abuso de connotación que trajo como uno de sus peores efectos la banalización
de! término. en su forma sustantivada. Sigue constituyendo un serio problema el
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1.0 QUF IMPOR1 A EL JUGAR EN LA CONSTITUCiÓN SUBJETIVA I 173

que los impasses de la enfermedad neurótica como enfermedad del


to 1'11más, la idea de que no habría tendencia más fundamental
deseo sean el referente por excelencia para caracterizar la confor-
11 c~1psiquismo que desembarazarse radicalmente de la estimula-
mación del desear en los primeros años de la vida, con su peculiar
i/ul (y no de talo cual estímulo displacentero o doloroso) lleván-
culto a la "insatisfacción". Por esta vía, se confundió el deseo del niño
1r,I.I;1 cero o lo más cerca posible de él. Como estimulación impli-
de seguir deseando con la idea, neurótica, que hace de la insatisfac-
1,"ll'fw1Cia -hecho ya bien señalado por Freud-, la consecuencia
ción y del malestar la "esencia" del deseo humano. Si Luis Horns-
IlCdl1dihle es imaginar un psiquismo de entrada y definitivamente
tein indicaba lo inadecuado del sueño para erigirse en modelo de la
ru.rlquisrado con la diferencia (que se aceptará solo a regañadientes
vida anírnica (faltándole una dimensión tan fundamental, tan "pri-
COI1cuentagotas). Esto es grave, también por oscurecer el hecho
maria" inclusive, como la de la motricidad),3 análogamente pen-
111111.11 de que, desde su emergencia más remota, en sus más tempra-
sar la emergencia y el despliegue del deseo humano en términos de
¡LISumnifestaciones, la subjetividad incipiente no solo busca el estí-
una experiencia tan mutilada, anémica, y malograda como es la del
IIlIdo, sino que participa de la construcción de lo que es estímulo para
deseo enfermo de neurosis (su enfermedad más común, eso sí) es
11.1,corno puede verificárselo estudiando las más "primitivas" inte-
un contrasentido que perturba toda nuestra concepción, y doble-

'1 ¡I mente: de la infancia y del desear ... Como si para estudiar a un atle-
ta se recurriese a la parálisis cerebral (si hay "discapacidad" en las
neurosis, es en lo referente a hacer del deseo un motor de la vida
1',IIIIOlles.Con lo que el obsoleto (y prepsicoanalítico) modelo del
11("()reflejo" o del "estímulo-respuesta" queda largamente sobre-
",",Ido. Trátase de una vida psíquica que goza de la diferencia, lejos
.1•. .ispirar a abolida. Tampoco sigue en pie la referencia freudiana
psíquica, como sí 10 es en el niño sano, sobre todo, bajo su figura
11 privilegiada: la del "deseo de ser grande", tempranamente localiza-
, 1111 principio del placer que regularía la actividad psíquica: deriva-
do por Freud). do apenas alterado de la ecuación Q = cero como ideal de "buen"
Sintetizando mucho, puede decirse que: Inurionamiento psíquico, este principio de placer solo propone la
In(//rgll y no el encuentro con la diferencia. Cuando un bebé en su
1~lIl1a se "mata" de risa ante un sonido o expresión facial que lo sor-
1. El funcionamiento general de los textos de Winnicott y sus
1"("llde y con el que se regocija, ¿está "descargándose" de excitación
ideas-clave no responde al conjunto dibujado por estas inva-
II I'SI:í disfrutando del encuentro con una pequeña diferencia que
riantes, el movimiento de su pensamiento no está regulado
por ellas en absoluto. 11;1 ha de constituirse en un juego con otro, reteniendo más bien la
, 1~.\III¡)ción,graduando su flujo a "chorros" para jugar con la nueva
2. Yendo al caso por caso, Winnicott se desmarca de cada una
,'sI imulación?
de ellas, con más vigor y explicitación en algunos puntos,
Apartado de todo esto -y estamos lejos de haber agotado todas
más subterráneamente en otros. Pero ninguno de aquellos
rasgos se reproduce tal cual en su obra. !.cs consecuencias, nefastas, del primado del principio de inercia
1011\0 postulado originario de Freud (nada más originario en su pen-

s.uuicnto que él)-, Winnicott no introduce principio alternativo


En este capítulo, por el momento, tocaremos con algún detalle
uno solo, el que concierne al principio de inercia freudiano. No solo dgllllO, pero sí se refiere, una y otra vez, a la "tendencia a la inte-
I.ición" como la fundamental del psiquismo, la que espontáneamen-
porque es al que Winnicott se opone más frontalmente -ranto a
1(' cmerge, Lo que torna posible un diálogo que no sea de sordos
la idea misma como a su principal derivación, la pulsión de muer-
I 011la biología y en particular con la neurobiología, hecho que nos
te- sino por la magnitud colosal de la obturación (sin mencionar la
oquedad) que provoca en el estudio del bebé en adelante, y aun del nnporta; "tendencia a la integración", en una escala de compleji-
ILld creciente y de diversificación de diferencias es una idea inteligi-
hito para un físico, para un biólogo, para un antropólogo cultural...
uene sentido, científicamente hablando; mientras que un "aparato
3, Véase, por ejemplo, Luis Hornstein (2004). El punto que él subraya no es psíquico" empeñado en hacer del cero su destino -y aquí cero vale
menor, teniendo en cuenta que la motricidad implica toda relación con la realidad,
millo la extinción de toda diferencia y, más aún, de la diferenciali-
que Hornstein además se niega a situar como un mero afuera de la tópica psíquica.
dad como principio de toda diferencia empírica- es una ficción no

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