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ANTOLOGÍA 20 - 1
HORROR CÓSMICO Y ROBÓTICA ESPACIAL

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ANTOLOGÍA 20 - 1
HORROR CÓSMICO Y ROBÓTICA ESPACIAL

Cada uno de los relatos es propiedad de sus autores.


AUTORES:
© Kenny Alcántara Lucas
© Margarita Del Carmen De la Colina Campos
© Oscar Adolfo Sandoval Rojas
© Jheimy Karla Yangali Cajahuaringa
© Marco Antonio Yauri Lopez

DIRECCIÓN: Kenny Alcántara Lucas (Kennazo Alcántara)


DISEÑO DE PORTADA: Kenny Alcántara Lucas
(TheDigitalArtist/elvina1332/Noupload - Pixabay)
DIAGRAMACIÓN: Kenny Alcántara Lucas
ILUSTRACIONES: Karla Yangali Cajahuaringa
Kenny Alcántara Lucas (Kennazo Alcántara)

Kanon Editorial
1° EDICIÓN, Julio 2020

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AUTORES:

Marco Antonio Yauri


Margarita De la Colina
Karla Yangali
Kennazo Alcántara
Óscar Sandoval

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CONTENIDO

PRESENTACIÓN …………………….................................................................. 6

HORROR CÓSMICO
1. La entidad de Yaguatothuma
Por Kennazo Alcántara …………….…........................................................... 9

2. Cuerpos extraños
Por Oscar Sandoval ................................................................................ 17

3. El extraño caso de Víctor Núñez


Por Marco Antonio Yauri ........................................................................23

4. Juntos por siempre


Por Margarita De la Colina .....................................................................31

5. Paridad psíquica
Por Karla Yangali......................................................................................36

6. El bastardo creciente
Por Kennazo Alcántara............................................................................43

ROBÓTICA ESPACIAL
7. Rosak
Por Karla Yangali......................................................................................51

8. Lucy
Por Marco Antonio Yauri ………………………………………………………….…………56

9. Sargas 31 404
Por Margarita De la Colina......................................................................61

10. El mensajero
Por Oscar Sandoval..................................................................................68

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PRESENTACIÓN

Tras culminar de escribir estos cuentos, en el Perú atravesamos


tiempos inciertos debido a la siniestra aparición de la letal
COVID–19. Mucho se habla en redes sociales sobre su enigmático
origen, y cada día más compatriotas perecen a causa de esta
enfermedad. Y aunque sabemos que será inevitable volver a las
calles, entendemos que todavía es preferible mantenernos
aislados todo el tiempo posible. Es por eso que a través de este
libro queremos contribuir de una forma amena en tu estadía en
tu casa, búnker o cualquier otro tipo de subterráneo o refugio
apocalíptico. Que los días de encierro no te hagan perder la
cordura si un relato de horror o de ficción puede hacerlo.
El presente volumen titulado ANTOLOGÍA 20 - 1 tiene la
intención de entretener y fomentar la lectura en estos días de
aislamiento, a través de diez relatos breves donde se abordan las
temáticas de HORROR CÓSMICO Y ROBÓTICA ESPACIAL. Cinco
escritores y dos dibujantes, enclaustrados en vetustas bibliotecas
y talleres, se han ocupado de encerrar entre estas páginas
horrores y criaturas imposibles. Mediante el uso de sus propios
materiales de supervivencia —que variaron desde papel, lápiz,
teclados y hasta algún guante cibernético— han construido este
volumen que tienes frente a tus ojos.
Antes de continuar, es preciso advertirte que debes de
tener cuidado en tu camino de lectura, pues la curiosidad o ansia
de conocimiento podrían exponerte a entes pareados que no
diferencian a sus víctimas por su edad. No te fíes del todo de
extraños visitantes ni de seres de aspecto metaloide. Desplázate
con discreción en el espacio sideral, ya que, más allá de la Luna o
Marte, el universo oculta cuerpos astronómicos gigantes que
siguen caprichosas rutas. Algunos de estos astros guardan en sus
profundidades líquidos
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xenobiológicos no vistos jamás por ningún cosmonauta y otros,
metálicos, albergan criaturas ávidas de reconocer tipos de vida
exoplanética.
He escuchado que requieren ayuda, que un contenedor ha
estallado y que un piloto peruano no puede reportar su posición.
Adelante, sigue leyendo y conoce lo que este libro guarda para ti.
Mientras tanto, yo me prepararé una taza de té para continuar
revisando algunas fotos que tomó un sexagenario a un inusual
jardinero de gustos exóticos. Sobre mi escritorio esperan esas y
otras imágenes, como las de unas ruinas recientemente
descubiertas cerca de los Andes, además de un informe
psicológico de un paciente, que aseguraba que era llamado
constantemente y que hace tiempo dejó de asistir a sus terapias.
Que disfrutes de la lectura. Nos vemos en el siguiente
número, mucho ánimo y no olvides que depende de ti que otras
personas también podamos sobrevivir a esta pandemia.

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HORROR CÓSMICO
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LA ENTIDAD DE YAGUATOTHUMA
Kennazo Alcántara Lucas

Lo que está escrito en este documento va más allá de ser un


simple relato, viene a ser el testimonio del horror que encontré
en mi expedición arqueológica en las lejanas ruinas de
Yaguatothuma. Dicen que mis problemas para distinguir la
realidad se van acentuando, pero yo no estoy convencido de que
así sea. Sin embargo, considero necesario registrar lo ocurrido en
mi exploración en aquella montaña abyecta, antes de que los
tiempos se hagan más siniestros.

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LA ENTIDAD DE YAGUATOTHUMA

Yaguatothuma es el nombre que mi visitante le dio a


aquella montaña cercana a la cordillera de los Andes. La palabra,
probablemente proveniente de una variante perdida o corrupta
de quechua, había sido completamente desconocida para mí y
ojalá así hubiese permanecido. La primera vez que la oí fue de la
boca de un hombre natural de Pitumarca, quien me informó de su
existencia en extrañas circunstancias. Y he dicho extrañas
circunstancias pues, cierta mañana, este sujeto apareció en mi
puerta sosteniendo un maletín en donde guardaba aquellos
documentos que me llevarían a mi histórico descubrimiento.
Una vez que le cedí espacio en mi departamento, mi
visitante, un hombre viejo de tez oscura y vientre deforme;
extrajo unas imágenes de un sobre manila, unas fotos impresas
en alta resolución de aquella montaña. Me planteó unas
propuestas que hoy sé que debí de rechazar. Encendió un cigarro
y me contó diversos mitos horribles y detallados acerca de
Yaguatothuma y de la gran chullpa enterrada en ella. Según sus
palabras y las fotos que me mostraba, la construcción que apenas
dejaba ver su cúspide poseía una singular arquitectura. Las ruinas
habían quedado al descubierto tras un reciente sismo cuyo
epicentro había estado cerca de Vinicunca.
El visitante venía a ofrecerme la posibilidad de
convertirme en un grandioso arqueólogo nacional. Con mucha
seguridad sería el más trascendente de las últimas dos décadas,
alguien cuyo descubrimiento superaría a los de Walter Alva, Ruth
Shady o incluso a los del propio Julio César Tello. La montaña
escondía los secretos más antiguos del hombre americano y de
una civilización anterior hasta ahora desconocida. Yo estaba
intrigado y fascinado.
Pregunté por qué yo tenía el privilegio de ser el escogido
para llevar a cabo tan importante excavación, a lo que él
respondió que su lista era larga. Era el primero debido a que

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LA ENTIDAD DE YAGUATOTHUMA

reconocía mi eficiente trabajo y porque en esos momentos era el


único que estaba en esa región del Cuzco, con todas las
herramientas necesarias para la exploración. Sin embargo, no
habría segundas oportunidades. Él sería mi guía personal a
aquellas ruinas desconocidas a cambio de lo que él llamaba “una
justa paga”, una que debía ser efectuada después de mi primera
exploración. El extraño solo quería una reliquia de aquel lugar, un
pequeño monolito que mostraba la figura de un ser de rasgos
marinos, y algunos objetos de oro. Según lo que dijo, aquel
pequeño trofeo se encontraba oculto en el interior de la chullpa,
a varios metros de su cúspide.
Yo acepté el trato: un poco de oro y una estatuilla de
piedra a cambio de eternizar mi nombre en los libros de historia.
Luego de un apretón de manos, me pidió que todo lo conversado
lo mantuviese en reserva, que de no ser así jamás volvería a verlo.
Juré silencio absoluto, ignorante de lo que hacía. En cinco días nos
encontraríamos en un poblado a varios kilómetros de Pitumarca.
Yaguatothuma, ese nombre que ahora reconozco como
un sonido horrendo, resonó en mi mente durante todos esos días.
Reuní a tres ayudantes y durante la tarde del cuarto día me
embarqué en el viaje más extraño que jamás había realizado. No
tardamos mucho en llegar a Pitumarca. Atravesamos el pueblo y
continuamos por la ruta descrita por el hombre de piel oscura.
Cruzamos cerca de Loronqocha y luego nos alejamos de él, cada
vez más y más. Tras varias paradas llegamos una noche anterior
al día pactado, a aquel pequeño pueblo desolado en donde el
viejo dijo que nos reuniríamos. El lugar parecía abandonado.
Muchas casas mugrientas se alzaban entre sus pocas calles y, al
no encontrar donde hospedarnos, estacioné la camioneta cerca
de la entrada y allí dormimos.
El extraño de vientre prominente apareció en la
madrugada golpeando fuertemente la ventana del auto. Nos dijo

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LA ENTIDAD DE YAGUATOTHUMA

que era momento de partir y así lo hicimos. Nos abrimos camino


sobre un difícil terreno desprovisto de vías de asfalto. La ruta que
conducía a las ruinas era imposible de encontrar sin un guía. Tuve
la extraña sensación de que los senderos y las montañas aledañas
estaban deformados por alguna fuerza demoniaca. La escasa
vegetación era inusual, demasiado decadente y torcida como para
sentirla natural. Tras varias dificultades finalmente llegamos al
lugar. Aparqué mi auto bajo una montaña colindante al
Yaguatothuma y empezamos el ascenso a pie. Eran
aproximadamente las cinco de la tarde. La zona no era muy
escarpada, pero el equipaje de exploración era pesado, por lo que
tuvimos que detenernos varias veces para luego continuar.
Cuando al fin estuve en la cima de la montaña colindante,
contemplé al Yaguatothuma en todo su sobrenatural esplendor.
La montaña de colores era real, resplandecía con un brillo
mágico intenso y en su cima, tal cual había visto en las fotos,
estaban aquellas ruinas que durante días me habían obsesionado.
Ya en la cúspide del Yaguatothuma comprobé que efectivamente,
en ella una chullpa gigantesca estaba enterrada casi en su
totalidad. Creo no encontrarme en la capacidad de describir con
precisión sus formas geométricas incompatibles a toda estructura
arquitectónica conocida. Las cabezas clavas que rodeaban los
muros sobresalientes eran distintas a todas las que había visto, ya
que estas representaban a criaturas de rasgos marinos, con
rostros aullantes y horrorizados, de múltiples ojos y aletas; un arte
preincaico jamás registrado.
Enfocamos desde la parte superior, con nuestras linternas,
la construcción que parecía una entenebrecida garganta
monstruosa. Las luces revelaron las superficies internas más
próximas, mostrándonos unos nichos sellados con extraños
símbolos. Sin embargo, el fondo no nos era visible aún. Así que
uno de mis ayudantes, para averiguarlo, amarró su linterna a uno

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LA ENTIDAD DE YAGUATOTHUMA

de los cables de descenso y la soltó. Para sorpresa de todos, a


pesar de los treinta metros de largo de la cuerda, esta nunca llegó
a tocar fondo. Consternado lancé una piedra al interior, sin
embargo, jamás logramos escuchar ningún impacto. Otro de mis
ayudantes, el más joven del equipo, se ofreció a descender
usando los cables. Yo le respondí que ambos lo haríamos en
simultáneo mientras que el resto esperaba en la superficie.
Enterramos las estructuras que nos mantendrían suspendidos y
luego nos internamos lentamente, en las fauces del
Yaguatothuma, alumbrados por sendas linternas cuyos brillos
fueron mermando a medida que descendíamos.
No tardamos en toparnos con los nichos que habíamos
visto desde la superficie. Picamos con mucho cuidado un par de
estas tumbas descubriendo en su interior dos opulentas momias
espantosas. Esa fue nuestra primera macabra sorpresa. Las
criaturas disecadas que encontramos en el interior de las
cavidades pétreas tenían un aspecto repugnante. Definitivamente
no eran humanas, eran seres humanoides con rasgos anfibios,
rostros abisales y grotescos tal cual me había descrito el extraño
durante su visita. No, no se trataba de falsificaciones o momias
mutiladas de tres dedos simulando ser alienígenas. Estas
conservaban bastante bien la piel y se veían demasiado reales. Mi
compañero estaba maravillado. Se quedó tomando varias
fotografías mientras que yo continué descendiendo. Entonces me
encontré con la siguiente macabra sorpresa. En una especie de
gruta estaba el monolito que el hombre de Pitumarca me había
exigido como pago. Yo le dije a mi joven ayudante que me
ocuparía de sacarla, mientras que él debía de descender más aún.
Él obedeció y se desplazó hacia las zonas inferiores.
No nos habíamos percatado de que ya había llegado la
noche. Con algo de dificultad extraje la estatuilla semienterrada
de treinta centímetros y quedé hipnotizado unos minutos por su

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LA ENTIDAD DE YAGUATOTHUMA

intrigante arte. Estaba hecha de una piedra porosa y algo


jabonosa, un mineral que no sabía identificar. Unos glifos
grotescos, tallados en ella, me sugirieron que encerraba algún
siniestro conjuro o mensaje. El monstruo esculpido era sin duda
la Entidad de Yaguatothuma. Cuando me liberé de mi estupor
amarré la reliquia firmemente a mi cintura y procedí a llamar a mi
compañero para proceder con la toma de fotografías. Un mal
presentimiento me embargó cuando observé que bajo mis pies ya
no resplandecía la luz de su linterna.
Lo llamé por su nombre y escuché, como respuesta, unos
estremecedores alaridos de dolor. Mi compañero empezó a gritar
terriblemente pidiendo ayuda. Yo no entendía lo que sucedía allí
abajo y también pedí a gritos que nos subieran. Sin embargo, por
alguna razón mis compañeros de la superficie, pese a nuestros
fuertes gritos no subían las cuerdas. Grité con horror, grité y grité
suplicando que nos subieran, pues los gritos del joven
camarógrafo me indicaban que el siguiente en sufrir aquello
horrible que le sucedía sería yo. Cuando al final lo hicieron
encontré a nuestro guía muerto, con el cráneo partido; tendido
sobre la arena.
El extraño había intentado evitar nuestro ascenso. Pero lo
más horrible de él yacía en las extremidades crustáceas que
brotaban de ese vientre anormal y que habían quedado al
descubierto cuando mis ayudantes lo enfrentaron. Entre los tres,
sujetamos la cuerda que aún mantenía amarrado a nuestro joven
compañero y tiramos de ella, sin embargo, era claro que algo lo
retenía. Sus alaridos habían cesado y eso no nos dio tranquilidad.
Cuando al fin esa cosa que lo sujetaba lo soltó pudimos subirlo
rápidamente solo para descubrir que habíamos rescatado de la
chullpa un pedazo de tronco destrozado y una cabeza empapada
con sus líquidos vitales.

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LA ENTIDAD DE YAGUATOTHUMA

De pronto, un gorgoteo salido de las profundidades heló


nuestros sentidos. A mi mente vinieron los fascinantes relatos que
el extraño me había narrado acerca del apu Yaguatothuma y
temblé. Si todo lo que me había dicho era cierto, la entidad de
Yaguatothuma era un ser antiguo, vástago de una criatura
proveniente de tiempos imposibles de contar, un atormentador
psíquico que canturreaba encerrado en una celda profunda
sellada en la infancia del mundo. Adorado y temido por los
antiguos aryancas y canchis, sus antepasados y los antepasados
de estos, el ente era una letra perdida de una sinfonía demencial
tocada hace eones.
Entonces, del interior de aquella montaña, ascendió esa
cosa venida de algún lugar estelar imposible. De apariencias
incomprensibles, cuestionables y hasta contradictorias; rugió y su
cuerpo téutido, sinuoso y rojizo emergió, quedando erguido ante
nosotros opacando parcialmente a la luna. Allí estaba y lo
contemplé. Aquel horror gigante, de facetas moluscas, sopló por
sus extremidades proboscídeas tocando una melodía lúgubre,
desarmoniosa, pero cautivante. Cantó por sus múltiples bocas,
cacareando profecías malignas sobre pandemias y calamidades
asoladoras donde el hombre encontraría su final. Cantó sobre la
Gran Inundación.
Mis compañeros habían enloquecido. Yo estaba
petrificado tendido en el suelo. El repugnante ser primigenio
estiró sus brazos, atrapando, envolviendo y arrastrando a mis
ayudantes hasta sus diversas bocas; las cuales se peleaban por
despedazarlos. Cuando terminó de engullirlos salvajemente vino
por mí. Sin embargo, esa abominación se detuvo y me contempló
con sus enormes y aberrantes ojos circulares. Yo, dejándome
guiar por el miedo me protegí con el único objeto que tenía a mi
alcance: la estatuilla que lo representaba. Temblaba como jamás
lo había hecho. La entidad lanzó, entonces, una carcajada que

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LA ENTIDAD DE YAGUATOTHUMA

retumbó sobre cada montaña y regresó a las demenciales


profundidades de donde había emergido, llevándose consigo a los
restos de mi joven ayudante y a su antiguo adorador: nuestro
deforme guía muerto.
La gran chullpa se desmoronó hacia el interior sepultando
por siempre a las momias anfibias y todo rastro de aquella
construcción. El hueco en la montaña se selló completamente, en
medio de un sismo, y toda ella se bañó de hermosos colores
simulando no haber ocurrido nada allí. Yo escapé, corrí con una
velocidad que no comprendía que era capaz de alcanzar. Subí a mi
auto y me largué.
Dicen que aparecí en la montaña de siete colores de
Vinicunca, gritando que otra abominación dormía allí. El informe
policial describe que, cuando yo fui intervenido, aseguraba que
los minerales coloridos que cubren esas zonas provenían de una
maldita era marina. ¡Los han dormido!, exclamaba, ¡Bajo esos
lomos, descansan en un sueño profundo! Yo no recuerdo nada de
eso.
En ciertas noches, mientras intento vanamente descansar,
puedo escuchar como la Entidad de Yaguatothuma ensaya aquella
melodía que resonará el Día de la Inundación del Mundo. Mientras
tanto yo sigo aferrado a su ídolo, con la esperanza de descifrar el
modo de librarnos de ese nefasto final. Cuando me halle en un
hospital psiquiátrico, nadie será capaz de creer lo que pude
contemplar sobre esa naturaleza colorida, térrea y siniestra. Es
por eso que dejaré sobre mi escritorio este macabro escrito y este
pequeño monolito como pruebas de que la Entidad de
Yaguatothuma es real. Yo ya estoy condenado. Me he negado a
convertirme en su nuevo adorador a pesar de poseer la reliquia
que solo sus sacerdotes pueden portar. Hoy él ha cantado más
fuerte que de costumbre y he escuchado el chasquido de sus
dientes peleándose por mi carne.

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CUERPOS EXTRAÑOS
Óscar Sandoval

Mi nombre es Uri Lehn Giesek.


Trabajo para la minera Horder y soy
el único sobreviviente de la
expedición Horizontes. Puedes
verificar mis datos en el portal oficial
de la compañía. Estoy publicando mi
testimonio en este sitio web porque
la empresa no ha querido decir la
verdad de lo ocurrido con nuestra
misión y los hechos son demasiado
graves como para que permanezcan
ocultos.
Como debes saber, Horder y
muchas otras compañías financian y
organizan misiones de exploración
más allá del sistema solar, buscando
minerales preciosos u otros recursos
que tengan un alto valor en el
mercado. Una de esas misiones fue
Horizontes. Seis meses atrás, mis
cinco compañeros y yo fuimos
enviados a Gupta-100, un
exoplaneta ubicado a 90 años luz de
la Tierra. Habíamos participado
juntos en varias misiones en la Luna
y en Marte, pero esta era la primera
vez que llegábamos a un planeta tan
lejano.

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CUERPOS EXTRAÑOS

Apenas aterrizó nuestra nave, seguimos el procedimiento de


rutina: levantamos un puesto de observación y enviamos robots
móviles a realizar el reconocimiento del planeta. Luego de haber
recorrido la rocosa superficie del planeta por varias horas, los
robots no reportaron hallazgos de importancia. Decidimos
entonces explorar debajo del suelo, para lo cual instalamos una
torre de perforación con un taladro de energía y un brazo
mecánico que a intervalos extraía muestras del material
excavado. Yo estaba a cargo de operar la torre, mientras que un
robot se encargaba de llevar las muestras al puesto de
observación para analizarlas en nuestro laboratorio.
Luego de algunas horas, cuando el taladro había llegado a
quinientos metros de profundidad, se topó contra un material
compacto que no pudo atravesar. De repente, se produjo un
temblor que remeció el puesto de observación durante algunos
segundos. Pasado el sismo, tratamos de tomar muestras del duro
material, pero no tuvimos éxito: el brazo mecánico rascó el fondo
de la perforación varias veces sin poder extraer siquiera un
fragmento. Por ello, excavamos un túnel vertical por el cual dos
compañeros y yo descendimos para realizar un análisis in situ. Al
llegar a los quinientos metros, bajo nuestros pies vimos una
superficie formada por grandes celdas hexagonales cristalinas de
color rojizo. Usamos barretas, palas, picos y hasta láseres de
precisión para intentar desprender al menos una de esas celdas,
pero fue en vano.
Uno de mis compañeros sugirió usar explosivos para
romper la superficie cristalina. Colocamos dos cargas de
detonación remota en el fondo del túnel y retornamos a la
superficie. Realizamos una primera detonación, pero
aparentemente la pared rojiza continuaba intacta. Luego del
estallido, ocurrió otro sismo, más prolongado que el anterior. Por
seguridad, recomendé analizar la actividad sísmica del planeta

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CUERPOS EXTRAÑOS

antes de continuar; sin embargo, el jefe de la misión ordenó


realizar una segunda detonación con cargas de alta potencia.
Obedecí e hice descender otras dos cargas con el brazo mecánico,
de las más potentes que teníamos. La segunda explosión logró
abrir un gran boquete entre los paneles, del cual brotó un líquido
amarillento que llenó rápidamente el túnel y salió a borbotones
hacia la superficie, como si fuera un géiser.
En ese momento, se desató un terremoto de tal fuerza
que forzó al equipo a evacuar el puesto de observación, cuyas
paredes se agrietaron y parte de su techo se desplomó. El líquido
amarillo seguía brotando del túnel y se esparcía por todo el
terreno. Comenzaron a abrirse grandes grietas en el terreno y
nuestra nave se hundió en una de ellas, donde quedó atascada. La
torre de perforación se vino abajo y, por esquivarla, perdí el
equilibrio y caí dentro del túnel, del cual pude salir con mucho
esfuerzo y con el traje espacial totalmente cubierto por la
sustancia subterránea.
De repente, a unos veinte metros de nuestra posición,
surgió un enorme capullo hecho de las mismas celdas cristalinas
que hallamos en el fondo del túnel. El capullo se abrió y de su
interior brotaron unas masas alargadas verdes, parecidas a larvas
u orugas, que se arrastraron por el suelo y se dirigieron hacia
nuestra posición. Algunas se detuvieron al llegar a nuestro puesto
de vigilancia y se adhirieron a sus paredes, las cuales comenzaron
a derretirse. Otras cubrieron nuestros robots y nuestros vehículos
con sus gelatinosos cuerpos, provocando, de igual modo, que se
disolvieran lentamente.
Mis compañeros abrieron fuego con sus armas láser
contra las larvas, pero eso no pareció hacerles daño. En lugar de
ello, las criaturas advirtieron su presencia y se arrojaron contra
ellos. Escuché, por mi radio, sus gritos de dolor al sentir el toque
corrosivo de esos cuerpos deformes. Corrí hacia ellos para tratar

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CUERPOS EXTRAÑOS

de ayudarlos, pero una de las orugas se interpuso en mi camino.


Para mi sorpresa, la oruga no se lanzó sobre mí, sino que me roció
con una espuma gris que hizo que la sustancia amarilla que cubría
mi traje se solidificara y se convirtiera en un espeso gel que me
inmovilizó por completo.
Lleno de rabia e impotencia, vi cómo las orugas derretían
a mis amigos y deshacían los restos de nuestra nave y de nuestro
puesto de observación, hasta no dejar rastro alguno de nuestra
presencia en ese planeta. Luego se dedicaron a arrojar espuma en
todos los lugares donde había caído la sustancia subterránea. En
pocos minutos, el líquido que llenaba el túnel se había convertido
en la misma pasta amarilla que me aprisionaba. Cuando
terminaron, las larvas regresaron al capullo y este se hundió bajo
la tierra con un gran estruendo.
Esperé hasta que las orugas y el capullo habían
desaparecido para intentar escapar de mi prisión de gel, hasta que
finalmente pude mover un brazo y activar la señal de auxilio
instalada en los controles de mi traje. Luego de varias horas de
espera, otra nave de exploración de Horder ubicó mi posición y
dos de sus tripulantes descendieron en la superficie para terminar
de liberarme y llevarme a una estación médica. Les advertí que no
usaran explosivos para no despertar a los gusanos verdes
subterráneos, pero pensaron que estaba diciendo incoherencias
por encontrarme en estado de shock.
Luego de quitarme todo el gel de encima, me pusieron en
una camilla y me subieron a bordo de la nave. Cuando estábamos
a cierta altitud, me asomé por la ventana y vi algo que me dejó
helado: otro capullo cristalino, del tamaño de un volcán, surgió de
la superficie del planeta, se abrió por la mitad y reveló un ojo
gigantesco de iris rojo con doble pupila, cargado de venas
amarillas.

20
CUERPOS EXTRAÑOS

En ese momento, lo entendí todo de golpe: Gupta-100 era


un ser vivo, una criatura descomunal a la que herimos cuando
atravesamos su superficie. El líquido amarillo que brotó del túnel
era su sangre y para defenderse de nosotros había liberado de sus
entrañas esos asquerosos gusanos verdes, que funcionaban a la
vez como anticuerpos y como coagulantes.
Traté de que la tripulación viera el enorme ojo,
indicándoles que miren por la ventana, pero nadie me hizo caso.
El monstruoso ojo lanzó una mirada feroz en nuestra dirección,
parpadeó y la nave sufrió un sacudón muy fuerte. Temí que
fuéramos a caer de vuelta en el planeta, pero afortunadamente
pudimos llegar al espacio exterior. Al verme angustiado, el piloto
me dijo, en un tono condescendiente, que no me asustara porque
era normal experimentar turbulencia al abandonar la atmósfera
de cualquier planeta. El comentario no me tranquilizó en absoluto
porque yo sabía muy bien que Gupta-100 no tenía atmósfera.
Hace tres semanas volví a la Tierra y conté toda la historia
de nuestra misión al directorio y a la gerencia de Horder. Me
hicieron firmar un acuerdo de confidencialidad, con la promesa de
que tomarían medidas inmediatas para que las misiones de
exploración sean realizadas por robots y así proteger la integridad
de los astronautas. Días después, para mi sorpresa, me enteré que
la empresa continuó reclutando decenas de personas para
embarcarlas en misiones espaciales, como si nada hubiese
ocurrido. Mi indignación creció al ver a los representantes de la
empresa declarar en todos los medios que la misión Horizontes
nunca llegó a aterrizar en Gupta-100 porque la nave colisionó con
un asteroide que pasó demasiado cerca del planeta y que yo fui el
único que sobrevivió al impacto.
Es necesario que todos se enteren de que ese planeta
monstruoso mató a mis amigos de la misión Horizontes, aunque
los ejecutivos de Horder se empeñen en ocultarlo para que

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CUERPOS EXTRAÑOS

continúe la explotación de recursos en el espacio. Merecen


enterarse, sobre todo, los familiares de mis colegas, a quienes la
empresa dio múltiples excusas para no entregarles los cuerpos de
los fallecidos, en lugar de admitir que no los tenía porque habían
sido desintegrados.
Estoy seguro de que Horder no tardará en hacer que
eliminen este sitio web y que usará todos sus recursos para
silenciarme o desacreditar mis declaraciones. Pero lo que cuento
aquí es la verdad y no temo enfrentarme a ellos si es que de esa
manera puedo evitar que más personas queden a merced de los
horrores ocultos en el espacio exterior. Por eso, te pido que me
apoyes difundiendo mi testimonio por cualquier medio posible.
Solo así podremos generar conciencia en la gente de que Horder,
y otras empresas iguales a ella, tienen que ser detenidas antes de
que su ambición cause más daño. Hazlo por la memoria de mis
amigos.

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EL EXTRAÑO CASO DE VÍCTOR NÚÑEZ
Marco Antonio Yauri
Cuando Vilma y yo nos jubilamos hace tres años, tomamos la
decisión de regresar a nuestra casa en Cieneguilla, alejados de la
ciudad y el bullicio al que el centro de Lima nos tenía
acostumbrados. Tras casi quince años, empacamos nuestras
maletas y dejamos atrás aquel pequeño apartamento que hasta
entonces había acogido a mi familia. A diferencia de este, la casa
de campo nos ofrecía una sensación de libertad, una comodidad
rural a la que yo ya estaba acostumbrado desde mi niñez. Ni una
eternidad en aquel apartamento me hubiese permitido
familiarizarme con aquellas blancas y rugosas paredes, idénticas
en cada habitación de cada uno de los departamentos de todos
los edificios. El piso de linóleo y el pequeñísimo balcón, que daba
hacia otros iguales, me hacían sentir cual ave enjaulada.

23
EL EXTRAÑO CASO DE VÍCTOR NÚÑEZ

En cambio, mi nuevo hogar contaba con coloridas paredes y pisos,


hermosos azulejos en baños y cocinas, además de una amplia
azotea dónde subíamos a tomar el sol de día y tender la ropa por
las noches. Al sacar la cabeza por la ventana, podías ver a los
pájaros revolotear en el jardín, decorado por arbustos, flores y
sábilas. Este lugar era casi perfecto, y digo “casi” porque al volver
nos encontramos con la sorpresa de que nuestros viejos vecinos
se habían mudado y que ahora la casa de al lado le pertenecía a
Víctor Núñez.
Durante mi primer año de estadía, no tuve que tratar con
él. Si lo veía por la calle, no hacía más que saludarlo y alejarme
como lo haría con un conocido a quien preferiría evitar. La
mayoría de veces ignoraba mis saludos, pero las veces que no lo
hacía, me contestaba con una voz sumamente gruesa, casi
gutural. Víctor era un hombre alto, de barba espesa y una
impecable calva, al cual nunca vi sin botas. No acostumbraba a
salir de casa más que para hacer compras o regar su jardín, y
jamás vi a alguien aparte de él cruzar su puerta. Además de su
extraño actuar y la obsesión que tenía por sus plantas, era un
vecino que pasaba desapercibido para todos en el barrio, para
todos menos para mí.
Mi manía por Víctor Núñez no empezó sino hasta un año
después de cambiar de residencia, cuando la mañana de un
domingo me había decidido a subir a la azotea para probar una
vieja cámara. Luego de fotografiar a un par de avecillas que
revoloteaban en mi techo, me acerqué hacia el lado de la casa que
colindaba con la vivienda de Víctor, en busca de otro objetivo. Al
apoyar mis brazos en el alféizar y ajustar la lente, alcancé a ver a
mi vecino volviendo a casa con lo que parecía ser un costal de
abono. Cuando estaba a solo un par de pasos de su puerta, se
detuvo de repente y se giró hacia un hermoso rosal que adornaba
su fachada. Acercó el rostro a una de las tantas rosas y olfateó su

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EL EXTRAÑO CASO DE VÍCTOR NÚÑEZ

fragancia. La escena del hombre apreciando su flor me conmovió


lo suficiente como para decidir inmortalizar el momento en una
fotografía. Cuando enfoqué la imagen y estuve por presionar el
botón, sucedió algo en lo que no he dejado de pensar hasta ahora,
casi dos años después. En mitad de la escena, como si se tratase
de una burla hacia el fotógrafo, Víctor se llevó la rosa hacia los
labios y la engulló de un bocado. Mi primera reacción fue alejar el
rostro de la cámara, aguzar la vista y volverla hacia la pantalla.
Efectivamente, la rosa ya no estaba ahí y Víctor masticaba con una
expresión de éxtasis, la misma que pone un pequeño cuando le
sirven su platillo favorito, solo que Víctor ya no era un pequeño, y
aquel no era un platillo que yo conociera.
Decidí investigar acerca de lo que había presenciado ese
día. Encontré recetas en las que se usaban pétalos de rosa como
elemento principal, ya sea enteros o triturados, pero aún puedo
recordar claramente la ancha boca de Víctor, abriéndose para
acoger en su interior a la flor con todo y cáliz. Desde aquel día,
supe que algo no andaba bien con mi vecino, y, a decir verdad,
hubiese preferido haberme equivocado.
Comencé a frecuentar la azotea durante las mañanas.
Desde aquella esquina en el tercer piso, dos pequeñas macetas y
un poste de luz me brindaban el escondite necesario para realizar
lo que con los días se volvió mi pasatiempo: buscar la verdad
detrás de Víctor Núñez. Tuvieron que pasar cerca de tres semanas
para volver a captar alguna actividad relacionada con su curiosa
dieta. Esta vez se trató de lo que parecía ser una ramita de perejil,
la cual dobló por la mitad e ingirió con total normalidad, como si
se tratase de una golosina. Con el tiempo, pude notar que tenía
preferencia por especias de este tipo y flores ornamentales,
aunque esto no le impedía dejar de lado otras especies cuyos
sabores prefiero solo imaginar. Hojas de sábila, pasto e incluso lo
que puedo asegurar que era un tallo de ortiga, forman parte de la

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EL EXTRAÑO CASO DE VÍCTOR NÚÑEZ

larga lista de sabores que una vez pasaron por el paladar de mi


vecino. Tomé varias fotografías de sus bocadillos y, más tarde,
conseguí una libreta en la que seguí su alimentación al pie de la
letra, con la esperanza de encontrar un tipo de patrón alimenticio.
Sin embargo, no había secuencia alguna en cuanto a sus
ocasionales comidas, lo cual significaba que no eran más que
aperitivos, pequeños gustitos que se daba a escondidas.
Un mañana decidí seguirlo. Desperté a las siete menos
cinco, me vestí en silencio para no despertar a Vilma y esperé a
que saliera de casa. Cuando lo hizo, me quedé un par de cuadras
detrás para no levantar sospecha alguna, no porque tuviera miedo
de ser descubierto, sino porque aquello podría alterar la conducta
de Víctor. Caminó hasta el mercado, compró algunas frutas,
especias, un par de macetas y no se asomó tan siquiera a la
sección de carnes. Repetí la misma rutina un par de veces más,
pero no hallé nada sospechoso en su conducta. Hasta hoy, no le
había contado a nadie acerca de lo que sabía de Víctor, ni siquiera
a mi mujer, por temor a ser tomado por loco. ¿Qué iba a decir?
¿Qué comía plantas crudas con todo y pistilos? ¿Habrían tomado
en serio a un sexagenario con artrosis que espiaba a su vecino?
Por supuesto que no, pero lo que digo aquí es totalmente verídico.
Si no fuese así, que me pudra en el infierno, si es que no me
encuentro ya en él.
Con el pasar de los meses, Víctor se volvió más cauteloso.
Probablemente había descubierto mi interés por él, pues se volvió
mucho más reservado en todo aspecto. Cambió sus horarios, fue
a otros mercados y no volvió a arriesgarse a comer afuera.
Comenzó a llevar consigo una tijera con la que recortaba su
aperitivo y se lo llevaba al interior de su hogar, donde
seguramente lo devoraba a gusto, con hojas, espinas y tallo
incluidos. Pensé entonces que no sería fácil descubrir lo que

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EL EXTRAÑO CASO DE VÍCTOR NÚÑEZ

ocultaba Víctor. Me equivoqué. En menos de dos días, supe la


verdad.
Durante la noche de un 21 de septiembre que no olvido,
mi esposa y yo dormíamos plácidamente después haber hecho el
amor. Desperté de repente al oír un trueno a lo lejos. Se avecinaba
una fuerte tormenta. Me vestí con el pijama y subí a la azotea para
bajar la ropa. Cuando descolgaba las prendas y las gotas de lluvia
salpicaban el piso, oí a dos hombres gritando frente a la puerta de
Víctor. Bajé rápidamente, tiré la ropa sobre el sofá y subí de
vuelta, cámara en mano, sin importar que la lluvia me dejase
empapado. Ocupé mi clásico escondite y pude ver a dos borrachos
jaraneándose en el jardín de Víctor, saltando sobre las plantas y
pateando las macetas con las que se cruzaban. La luz amarilla del
poste los exhibía, pero no parecía importarles. A quién sí le
importaría era a mi vecino, quien saldría en cualquier momento
para echarlos a patadas. Otro rayo retumbó en mitad de la noche
y la puerta de Víctor se abrió. Salió sin arma alguna, solo con sus
puños y su rabia. Los borrachos le lanzaron improperios al verlo,
pero él no dijo una sola palabra. Se habían metido con su jardín,
con sus flores. De algún modo, sabía que eso terminaría bastante
mal para uno de los bandos.
Víctor se acercó al borracho más cercano y le asestó un
golpe en la barriga. El hombre cayó de rodillas y comenzó a
vomitar. El otro, quien parecía más lúcido, embistió contra él y lo
tiró al suelo. Lanzó un par de puñetazos al aire, pero Víctor, que
era más alto y robusto, lo apartó de un manotazo. El vándalo
terminó rodando sobre el lodo, que ya se había formado cuando
Víctor se ponía de pie y le lanzaba una patada en las costillas al
hombre. Afortunadamente, sus gritos fueron ocultados por la
tormenta, pero su expresión de dolor vive todavía en mi memoria.
Víctor asestó una segunda patada y el hombre se retorció como
una lombriz. Después vino una tercera, y una cuarta. Traté de

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EL EXTRAÑO CASO DE VÍCTOR NÚÑEZ

contarlas, pero no me dio el tiempo. Víctor no paró hasta que el


malhechor había quedado inconsciente. La lluvia comenzó a caer
con mayor fuerza y el rostro de mi vecino se hallaba totalmente
neutral, como si estuviese mirando una hoja en blanco. Se giró
sobre sí para buscar al otro maleante, pero este no se hallaba ya
en el suelo, sino detrás de Víctor. Finalmente, su expresión
cambió al ver al hombre con un arma de fuego entre las manos.
Otro trueno retumbó y una bala salió disparada.
El proyectil atravesó el esternón de Víctor, y, más tarde,
cuando la noticia fue publicada en los diarios, supe que había
perforado el pulmón izquierdo y el corazón. El hombre cayó de
rodillas sobre los restos de una maceta y se llevó una mano al
pecho. Su atacante le mostraba su horrible sonrisa en señal de
victoria, ignorando que el combate aún no había terminado. El
borracho apuntó con la pistola nuevamente, pero esta vez a la
cabeza de Víctor, como si no fuese más que un perro al que
sacrificar. Cuando esperaba oír un último balazo, en su lugar, sonó
un grito desgarrador. Aún alcanzo a recordar las comisuras de los
labios, de lo que hasta ese entonces pensaba que era Víctor,
abriéndose hasta sus pómulos y formando una boca gigante a la
cual no le tomó ni un segundo lanzarse sobre la mano armada de
aquel hombre y arrancársela de un solo mordisco. El hombre, a
quien de pronto se le había borrado la sonrisa, tropezó de
espaldas y se aferró a su muñeca ensangrentada, a la vez que
gritaba de dolor. Cuando pensé que aquello no podía empeorar,
enfoqué el rostro amorfo de Víctor, que sonreía de oreja a oreja
con los dientes bañados en sangre. Una pequeña línea en su cuello
comenzó a abrirse, como si hubiese sido degollado, y la sangre
emanó a borbotones de su yugular. Mientras la cabeza se
desprendía grotescamente del cuerpo, la boca de aquella
abominación se abrió, enseñando sus varias hileras de dientes,
una tras otra, y de lo profundo de sus fauces emergieron largas y

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EL EXTRAÑO CASO DE VÍCTOR NÚÑEZ

babosas extremidades, que terminaban en punta, dándole así una


apariencia arácnida. En ese momento, mi expresión debió ser
idéntica a la del maleante: una mueca de horror, de miedo
inconmensurable al encontrarse cara a cara con lo desconocido,
con aquel ente parásito que habitaba sobre el cuerpo de mi vecino
desde hace quién sabe cuánto. Aquella criatura no aparecía en los
libros de zoología, ni en ningún otro en este mundo.
El ebrio trató de levantarse con su única mano, pero
resbaló con la lluvia. Cuando la monstruosidad de largas patas se
despegó totalmente del cuerpo de Víctor, avanzó hacia quien
hace solo un minuto le apuntaba con un arma. Alzó una de sus
tantas patas cual pinza de crustáceo y decapitó de un solo tajo al
hombre. La cabeza rodó hacía un costado y, hábilmente, la araña
se colocó encima del cuerpo. El horrendo ser acercó su cabeza-
cuerpo al cuello que acababa de cercenar y, al tocarse, ambas
partes se ensamblaron sin dejar marca alguna. Los brazos del
cadáver comenzaron a moverse, guiados por aquel monstruo
aberrante, sacado de las pesadillas del más insano de los
hombres. El cuerpo que ahora dominaba se puso de pie y las
extremidades se volvieron hacia el interior de su boca grotesca y
desproporcionada. Tambaleándose todavía, se llevó la muñeca
mutilada a la boca, la engulló y alzó el rostro. Le dio algo
semejante a una arcada y sacó su mano totalmente ilesa unida a
su muñeca, y con ella sujetaba todavía el arma de fuego. Las
comisuras de los labios se cerraron hasta formar la imitación
perfecta de una boca humana y el semblante de aquel ser mutó
hasta igualar el de su huésped, como si no le hubiese pasado nada
a ese hombre. Pero la cruenta verdad era que estaba muerto, y su
cabeza yacía de cara sobre el lodo.
Otro trueno resonó. A través de la cámara, pude ver los
ojos de aquella cosa en un falso rostro humano, mirándome
fijamente. Su mirada animal atravesó el aire y se clavó sobre mí,

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EL EXTRAÑO CASO DE VÍCTOR NÚÑEZ

anunciándome así que había sido descubierto. Esa cosa, si es que


acaso solo existiese una, no era de este mundo, y ahora ella sabía
de mí y yo sabía de ella. En medio del silencio, un rayo reventó y
me tomó por sorpresa. Di un paso hacia atrás y mi cuerpo tembló
de pies a cabeza. Me sentí veinte años más viejo en ese momento,
aquel en que mis manos soltaron la cámara con la que había
espiado a Víctor Núñez durante tanto tiempo y con la que acababa
de fotografiar lo inaudito. Fotograma tras fotograma, en mi mente
se conserva la escena del aparato cayendo al vacío, tres pisos
abajo, a tan solo unos pasos del ente que, hasta entonces, había
vivido junto a mí.
El silencio fue roto por el sonido lejano de las sirenas. Lo
que alguna vez había sido Víctor, y que ahora ocupaba otra
identidad, tomó lo que quedaba de la cámara y huyó con ella a
través del terreno baldío al otro lado de su casa. Nunca más se le
volvió a ver, y cuando el serenazgo llegó, se encontró con una
escena del crimen imposible de resolver: un borracho muerto con
las costillas destrozadas, una cabeza sin cuerpo a medio enterrar
en el fango y el cuerpo decapitado de Víctor Núñez aferrado a una
rosa.

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JUNTOS POR SIEMPRE
Margarita De la Colina

Hace tiempo que el capitán Esteban Estrada se levantaba muy


temprano, para ir al Aeropuerto Internacional Jorge Chávez y
conducir el Boeing 747 que, con cuarenta pasajeros de la Fuerza
Aérea, lo trasladaría desde los cielos de Lima hasta las islas
Bahamas. En realidad, tenía que hacerlo sin ser observado por su
esposa; pues últimamente, ella se lo impedía sin justificación. Él
no entendía por qué. Desde hace años era piloto profesional de
las Fuerzas Armadas. Ambos se habían dedicado a la aviación.
Estaban acostumbrados a esa rutina; por esta razón, el capitán
Estrada experimentaba un desapego progresivo hacia ella, que
cada vez los distanciaba más.
31
JUNTOS POR SIEMPRE

Desde hace un mes aproximadamente, el piloto Estrada


era consciente que ideas fijas y extrañas se habían instalado en la
mente de su esposa. La había visto mirarlo como nunca, un vacío
sin fundamento le atravesaba los ojos; como si lo culpara de
aquello terrible, sucedido mientras piloteaba. Había tenido
desencuentros, hablándole a gritos; pero ella lo ignoraba. A veces,
pensaba que su esposa estaba perdiendo la razón
irremediablemente y eso lo llenaba de desconsuelo. Parecía ser
una alteración mental progresiva, un viaje sin retorno a los
espacios de otro mundo que la sustraía de la realidad.
Eran las 4:00 de la madrugada. El reloj digital que se
encontraba sobre la mesa de noche, le indicaba que era hora de
levantarse. Tenía que tomar un café y enrumbar al aeropuerto
como de costumbre. Si el clima andaba bien a las 9:00 a. m. estaría
en Puerto Rico, a las 12:00 estaría en Bermudas y las 5:00 p. m.
estaría de regreso en Lima; trayendo a los miembros del Grupo Nº
07 que recibían entrenamiento.
Aún estaba oscuro y mientras se vestía, veía dormir a su
esposa como un ángel. De pronto, recordó cuando recién se
conocieron: Diana Arana, el nombre de la cadete más linda del
servicio militar de la Fuerza Aérea. Quedó deslumbrado la primera
vez que la vio uniformada: alta, sonriente y delicada; mientras
daba instrucciones de vuelo con suavidad en los aviones. Estaba
seguro que jamás la olvidaría.
Cómo olvidar los hermosos jardines, con exóticas luces del
Circuito del Parque del Agua; las tardes de paseo en las costas del
mar de La Punta; los inesperados encuentros en las celebraciones
de la Fuerza Aérea del Perú, cuyo fondo era el precioso mar de
Chorrillos. Y más tarde, cuando ya eran novios, cómo olvidar que
con ella, a pesar de las narraciones de sucesos de horror,
ocurridos en los vuelos, sintió que los cielos eran suyos, que
estaban llenos de color; que las noches eran profundas y llenas de

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JUNTOS POR SIEMPRE

brillo. Hasta tomó valor para dirigir los vuelos, que cruzaban los
temidos y cambiantes aires del Triángulo de las Bermudas.
Ella, tan solo una cadete, armonizó tanto con los aviones
y los vuelos, que terminó por hacerse miembro de la tripulación.
A pesar del afable carácter de Diana Arana, sus vidas de casados
no estuvieron desprovistas de riesgos. La causa principal fue lo
peligroso e inestable del clima. En aquella época ya existían
testimonios de extrañas criaturas, que originaban vientos
confusos causando pánico y locura en la mente de lucidos,
ocasionando inexplicables desapariciones de pasajeros y
tripulaciones en desventurados vuelos. Cuando el doble tornado
Twin se desvió desde el medio oeste de los Estados Unidos, hacia
los cielos de Bahamas y produjo disturbios, que no pudieron ser
detectados a tiempo por los radares, el capitán Estrada ganó el
reconocimiento de sus superiores, por sus valientes maniobras en
el aire; pero nunca pensó que tendría que superar la fatalidad de
que su esposa estuviera perdiendo la cordura, sumergiéndose en
un mundo sin retorno.
Cierto día en que el clima estaba en buenas condiciones,
durante el vuelo Nº 441, ocurrió algo completamente inusual.
Horas después de su despegue, en un Boeing 747; lejos de Lima a
34 mil pies de altura, mientras volaba entre los vientos inestables
de la región conocida como Triángulo de las Bermudas y por un
momento breve, los cielos enrojecieron para después oscurecer.
Una gran criatura oscura, deforme, con un cuerpo ondulante de
apéndices larguísimos; cruzó por el cielo y abriendo algo similar a
una gran boca incandescente, formó con su cuerpo un remolino
que intentó succionar al avión. Era Turbilión, la horrible
naturaleza que, según las leyendas de pilotos, venía desde lejanas
soledades del cosmos a arrancar a los más desafortunados hacia
infernales confines del universo.

33
JUNTOS POR SIEMPRE

Inexplicablemente el motor derecho del avión explotó y


destrozó once pequeñas ventanas. Diecisiete pasajeros fueron
succionados, debido a la presión externa; varios de ellos lucharon
para no ser tragados por los aires. Posteriormente sus cuerpos
nunca serían encontrados. Una mujer, miembro de la tripulación,
también falleció cuando intentó impedir que los pasajeros fueran
absorbidos. El piloto Esteban Estrada, al mando; no pudo hacer
nada. Había dejado los cielos de Lima y volaba en los vientos
inestables de las Bermudas, sobre el Océano Atlántico; sin más
posibilidades que continuar en el vuelo.
A partir de este hecho y con el correr de los días, todo
cambió drásticamente. Esteban Estrada nunca logró hablar
detenidamente con su esposa, acerca del porqué de ese cambio.
En varias ocasiones intentó conversar con ella acerca de la
explosión; pero Diana no le contestaba, parecía no querer
escucharlo en absoluto. Entonces él se irritaba y volvían a suceder
las amenazas y discusiones. En otros momentos cuando estaba
calmado, intentaba acercarse; ella siempre le rehuía. Cada día que
pasaba se tornaba más lejana, despreocupándose casi
completamente de él.
Comprobó que tampoco compartieron el desayuno, como
era común, pues ella dormía. Se sentía apesadumbrado ¿lo
culpaba de todo lo sucedido? “Si al menos accediese a
escucharme”, pensó. Antes de irse observó que su esposa se
encontraba de pie, levantada. Le avisó que ya se iba, se acercó
para despedirse; pero repentinamente ya no estaba. “¿Por qué
ese desdén hasta para el beso de despedida? ¿Tendrá el corazón
de Diana otro dueño?”, se preguntó. “Quizá existe otro hombre”,
sostuvo. “Jamás lo permitiré Diana, estaremos juntos por
siempre” aseguró. Otras ideas desmesuradas le rondaron en la
cabeza: “¡Si sigues pensando lo mismo Diana, esta vez sí voy a
accidentarme adrede con los pasajeros!”, le gritó con

34
JUNTOS POR SIEMPRE

desesperación. Antes de cerrar la puerta, esperó unos segundos


sin obtener respuesta alguna.
Las estrellas brillaban más que de costumbre, con una
tonalidad rojiza. El capitán Esteban Estrada salió colérico en
dirección al aeropuerto, ante lo que consideró una continua falta
de respeto. Hizo su ingreso por la entrada principal, que estaba
llena de gente. Al ingresar a las amplias instalaciones, pudo
saludar de lejos al mayor Rodolfo Ramírez; en ese momento
responsable del Grupo Aéreo. También saludó a la tripulación de
la aeronave con optimismo. Durante el vuelo, un poco antes de
llegar a Puerto Rico; a pesar que el día era muy soleado, el cielo
se puso rojo por unos instantes. A lo lejos, una vez más, distinguió
a aquella presencia oscura, misteriosa de cuerpo ondulante y
largos apéndices; ahora sobrevolando las costas peligrosas de
Guajataca.
Horas después, el mayor Ramírez se quedó sin palabras.
Recordó los merecidos reconocimientos al joven capitán Estrada;
sin embargo, no pudo creer lo que escuchaba. La noticia lo
sobrecogió totalmente, haciéndole guardar un silencio profundo.
El accidente se había producido dos horas antes, durante el vuelo
Nº 997. El resultado: 33 víctimas, entre ellas el capitán Esteban
Estrada. La caída del avión en la escabrosa costa de Guajataca en
Puerto Rico, se originó por un error del piloto. Sus cuerpos no
fueron encontrados. Casualmente el día de hoy, el mayor Ramírez
había planeado visitarlo para comunicarle que la próxima semana,
en la capilla de la Base Aérea de “Las Palmas”, sería la misa del
mes en honor a la fallecida Diana Arana, quien fuera esposa del
capitán Estrada y miembro de la tripulación; así como de las
demás víctimas desaparecidas en el accidente ocurrido hace un
mes, durante el vuelo Nº 441 del Grupo Aéreo, en medio de los
cielos de Bermudas.

35
PARIDAD PSÍQUICA
Karla Yangali

El lugar donde viven es decente, sin embargo, las noticias de agosto


anuncian que hay que tener cuidado al andar. Los tiempos han
cambiado, últimamente han ocurrido una serie de homicidios en el
sector donde ellas viven. Dicen que algo acecha constantemente.

36
PARIDAD PSÍQUICA

Una madrugada del mes de julio, Esther despertó trémula,


realizando una fuerte inhalación y emitiendo un fragoroso gemido
muy aireado. Sus ojos estaban humedecidos mirando hacia el
techo, con lágrimas cayendo sobre sus mejillas. Sentía una presión
muy fuerte en el pecho, mientras sus manos transpiradas
estrujaban el colchón. Sin entender por qué se encontraba así, se
levantó muy agitada, encendió la luz y observó a su hermana, que
yacía en la cama, desangrada.
*
Esther desde muy pequeña había sido algo ingenua, torpe
y distraída, además de muy buena niña. Siempre contó con la
compañía de su hermana gemela Irene, quien la cuidaba y la
defendía tanto como le era posible. Ambas eran de las gemelas
que no tenían ni un pelo de diferencia y eso les fascinaba. Muchas
veces jugaban a cambiar de lugar, incluso sus padres no caían en
la cuenta de quién era quién. En la escuela los maestros tampoco
lo notaban y ello las favorecía tanto al momento de exponer como
en sus prácticas de educación física.
Irene y Esther, compartían la afición por leer muchos
libros, gracias a que sus padres laboraban en una biblioteca desde
hace muchos años, ello les permitía prestarse libros de allí. En
casa, las hermanas vivían con sus padres, quienes desconocían las
eventuales injusticias que se cometían contra una de sus hijas.
Ellos trabajaban todo el día, esta ausencia disgustaba mucho a
Irene. Una de sus tías, Josefa, quien no tenía hijos, hacía notar su
preferencia por Irene, ya que era muy carismática y siempre tenía
curiosas ocurrencias en las reuniones familiares. Por otro lado,
sentía cierta repulsión por Esther, ya que le recordaba su
desdeñada infancia, en especial, el bullying que le hacían en el
colegio por ser tímida y sumisa, tratándola de una manera
indiferente y hasta hosca. Carmen, su otra tía, desde hace mucho
tiempo notaba que toda la atención giraba en torno a las gemelas

37
PARIDAD PSÍQUICA

y sentía esa diferencia hacia su única hija, Sofía. Casi siempre, esa
discrepancia había sido motivo de discusión en la familia. En cada
accidente ocurrido, si se rompía un vaso, si se perdía algo, si no
encontraba dinero, todo siempre era culpa de Esther. En
ocasiones la ingenuidad de Esther la hacía caer en las trampas
traviesas de su prima, quien sentía envidia, ya que no tenía
hermanos y mucho menos una gemela. A Sofía le irritaba que
siempre guardaran secretos y se ayudasen en el salón,
especialmente en los exámenes. Todas estas diferencias sobre su
hermana exacerbaron la disconformidad de Irene, que se fue
tornando un tanto malsana.
Un día, en medio de sus incesantes búsquedas de libros
interesantes en la biblioteca, se toparon con uno titulado El poder
de las mentes gemelas y como era de esperarse se interesaron
de inmediato por él. Este libro describía algunos ejercicios
mentales con el cual aprendieron a leerse la mente la una a la
otra. Incluso les fue muy útil en las actividades de la escuela,
ya que gracias a lo aprendido ya no tenían que cambiar de
lugar.
Después de algunos días, en los que ambas se
encontraban absortas en el estudio del libro, una de ellas se
percató que había una referencia a otro volumen más intrigante,
titulado La asunción del poder, es entonces que decidieron ir por
él. En el transcurso del aprendizaje del libro se percataron de que
era muy diferente al anterior, ya que este nuevo tomo contenía
una serie de conjuros, los cuales eran capaces de atraer y
contactar entes de un plano astral paralelo. La práctica de estos
conjuros, les permitiría alcanzar el máximo poder psíquico que
tienen todas las mentes gemelas.
Cada tarde después de la escuela, se encerraban en su
cuarto con el nuevo libro. Escudriñaban página por página con el
fin de invocar aquellos entes, quienes curiosamente también eran

38
PARIDAD PSÍQUICA

gemelos. Entonces, una gran avidez por obtener este poder las
dominó. Después de todo, la adolescencia es símbolo de poder
inconsciente, sin necesariamente poseerlo.
Uno de los conjuros requería preparar un mejunje, cuyo
ingrediente principal era explicado de la siguiente manera: “Si has
de anhelar un gran poder mental, has de sacrificar un congénere
igual. El color del amor es el color del corazón. Es la psique, la cual
exige, el fluido que te dará toda razón al deshacerte de alguien
que no merece tu compasión”. Al leer esto, ambas se miraron
fijamente, pues sabían que ninguna podría ejecutar el
requerimiento. Anhelaban ese poder, pero la exigencia del
sacrificio les hizo notar que algo andaba mal, así que se vieron
obligadas a dejar el libro.
Días después, las gemelas, su prima Sofía y una
compañera más, se quedaron después de clases en el laboratorio
pues tenían que elaborar una maqueta de un sistema planetario
solar. Después de culminar esta con estupendos resultados,
recogieron los restos de tecnopor, ordenaron y limpiaron el salón.
Su compañera quien estaba guardando los materiales, decidió
poner música a todo volumen para luego ponerse a bailar con la
cuchilla en la mano. Desgraciadamente uno de sus giros alcanzó
el brazo de Sofía, ocasionándole un gran corte. La jovencita
asustada por lo que acababa de hacer salió corriendo
despavorida. En ese momento en el laboratorio, solo quedaron las
gemelas y Sofía, quien se desmayó al ver que perdía mucha
sangre.
Las hermanas aprovecharon el resquicio, se miraron con
complicidad y asintieron con la cabeza. Una de ellas tomó un vaso
de precipitado y recogió la sangre que aún emanaba del brazo de
su prima. Luego de tener suficiente tapó y guardó el instrumento
cautelosamente en su mochila. Después de esto, llegó su
compañera con ayuda y se llevaron a Sofía al hospital.

39
PARIDAD PSÍQUICA

Afortunadamente, a las pocas horas salió de todo peligro.


A pesar de que el corte no había comprometido ninguna vena
importante, requirió puntos de sutura. Ya en casa, la madre de
Sofía sabía que todo había sido un accidente, sin embargo, estaba
muy molesta con las gemelas, culpando una vez más a Esther por
lo sucedido.
Esther e Irene pensaron, o eso fue lo que querían pensar,
que de poseer aquellas habilidades de paridad psíquica descritas
en el libro, tal vez hubiesen podido curar a Sofía de inmediato.
Todo estaba ya consumado, sin embargo, estas ideas reforzaron y
justificaron lo que harían horas después. Por la noche,
aprovechando la ausencia de sus padres, se encerraron en su
cuarto y extrajeron el libro que por varios días habían dejado
abandonado. Bajo la tenue luz de una linterna decidieron utilizar
la sangre que recolectaron. Ubicaron las páginas del conjuro más
poderoso, aquellas donde se mostraba una figura que debía ser
trazada con los dedos anulares de ambas gemelas, utilizando
como tinta la sangre exigida. Estaban tan obsesionadas con
obtener los poderes descritos que no repararon en que no
estaban ejecutando el proceso de forma correcta.
De pronto, ambas sintieron mucho frío. Sus vellos se
erizaron, sus poros se dilataron, de sus bocas emergieron vapores
blancos. Un hediondo olor a azufre se esparció en la habitación y
les era difícil respirar. Permanecieron quietas a la espera de lo que
vendría. Un fuerte fulgor las cegó por uno segundos, luego un
agudo sonido intenso en sus cabezas las estremeció, quedándose
con una sensación terrible y angustiante. No concebían otra cosa
más que pavor puro. Se tomaron de las manos muy asustadas,
miraron a su alrededor, pero no había alguien más con ellas.
Ninguna entendía qué había pasado, pero sabían que algo se
había liberado, ellas lo sentían en sus cuerpos, ya que les
provocaba un profundo dolor que las desgarraba por dentro.

40
PARIDAD PSÍQUICA

En el plano astral donde ellas exploraban, los seres que lo


habitaban eran etéreos y se comunicaban mediante sonidos,
similares a zumbidos. Si los entes no lograban atravesar este
plano, esos zumbidos eran de poca intensidad y solo permanecían
algunos segundos en las cabezas de los humanos. Según el libro,
el conjuro les permitiría penetrar a los entes a este plano astral
con zumbidos de baja intensidad. Sin embargo, ese ruido
insoportable permanecía constante en las psiques de las
hermanas y no entendían el porqué. Decidieron seguir leyendo el
libro en busca de respuestas.
Con la mente aturdida Irene logró encontrar la historia del
portal, que puso en evidencia cuál fue su error: <<En la eternidad
del cosmos, existen todo tipo de entes, sin forma como nosotros
los humanos conocemos, sin un cuerpo tangible al cual culpar por
los terribles hechos que ocasionan. Hace mucho tiempo, los
hermanos gemelos Anankaia, poderosos hechiceros que
dominaban todo tipo de magia, compartieron varios conjuros, los
cuales podían abrir portales de planos astrales paralelos y
amigables con la humanidad. Sin embargo, un día comprobaron
que cambiando la intención de algunos ingredientes, eran capaces
de abrir portales a dimensiones habitadas por seres que se
movilizaban pareados, algunos destructores, colonizadores,
devoradores y otros peores aún. En medio de estas prácticas y con
la infinita posibilidad de portales, ellos se toparon con los
“vindicta”; dos entes sumamente peligrosos e incontrolables, cuya
existencia radicaba en su indomable deseo de venganza y la
satisfacción por concretarla al percibir este mínimo pensamiento.
Los hechiceros tuvieron que utilizar todo su poder para lograr
expulsarlos, y así cerrar el portal. En este hecho se les fue la vida.>>
Estos oscuros seres del cosmos, que ya estaban alojados en las
mentes de cada una, podían saltar a voluntad a otras, siempre que
sintieran a alguien poderoso y que tuviera compatibilidad con

41
PARIDAD PSÍQUICA

ellos. El deseo vehemente del corazón de Irene era el de proteger


a su hermana, pero a la vez, vengarse de todo aquel que la
lastimara. Anhelaba que su gemela se liberara de todos los miedos
que fue acumulando debido a las iniquidades sufridas desde
pequeña. Como estos sentimientos y deseos estaban tan
comprometidos en Irene, los entes no lograron distinguirlos, es
entonces que el vindicta que se encontraba en Esther saltó a la
psique de su hermana. Esther quedó con el cuerpo desfallecido
sobre la cama de su gemela. Este último había saltado no solo los
recuerdos, anhelos y aflicciones de Esther, sino también con
conocimientos y recuerdos de actos execrables cometidos desde
hace tiempos inmemorables. La presencia de los dos entes en
Irene, produjo un colapso psíquico en ella, su mente no lo soportó
y perdió toda conciencia, otorgándole involuntariamente a los
vindicta, el dominio de su cuerpo y de sus actos. Los ojos de Irene
adoptaron un color resplandeciente. Esa noche, los entes
decidieron asesinar a Esther con las manos de su gemela, vivir en
Irene y hacerle creer que era su hermana.
Irene, al recuperar la conciencia, sin entender el porqué,
se levantó muy agitada, encendió la luz y observó a su hermana,
que yacía en la cama, con sangre desparramándose del cuello,
oídos, ojos y brazos; pero, sobre todo, con unos profundos deseos
de venganza.

42
EL BASTARDO CRECIENTE
Kennazo Alcántara

Es lamentable que muchos psicólogos no hayan encontrado, en su


momento, soluciones eficaces para frenar mis recurrentes
pesadillas, sobre todo aquellas que me atormentaban y que me
mostraban un viejo objeto y un desconocido sendero sombrío.
Luego de que los fármacos que utilicé para dormir tuvieron poco
éxito, decidí resignarme y rendirme a aquel onírico camino
oscuro. Ahora que me encuentro a punto de alcanzar la gloria
demoniaca, antes de abandonar lo poco que resta de mi
humanidad, necesito proclamar la existencia de lo que atormenta
a mi noble linaje.

43
EL BASTARDO CRECIENTE

Mi padre se marchó cuando aún estaba en el vientre de mi


madre. Según ella, se enteró de que estaba embarazada apenas
unos meses después de su desaparición. Crecí con su ausencia,
con muchas fotos de él, estudié en una importante universidad y
me volví un escritor aficionado a causa de mis recurrentes
pesadillas. Siempre que podía redactaba pequeños párrafos
lúgubres y perturbadores entre mis descansos de estudio o
trabajo, antes de dormir o incluso durante mis viajes en el
ómnibus. El denominador común en todos mis escritos siempre
fueron mis pesadillas.
Mis recuerdos más remotos acerca de mis malos sueños
se remontan a algunos que tuve repetidamente en mi infancia. En
ellos de forma repentina aparecía frente a un cofre pentagonal
grande, brillante, de metal inquietante y en cuyo interior
dormitaba algo desconocido. Ese algo estaba hecho de una
maldad añeja, que solo entendía en mis estados de profundo
sueño y cuya forma olvidaba al despertar. En aquellas
experiencias oníricas, dominado por alguna fuerza, siempre
terminaba abriéndolo; sin embargo, cada vez que lo hacía, unas
sombras a mi alrededor crecían empujándome a despertar. De
ese modo regresaba a la oscuridad de mi habitación con el
corazón acelerado y sumido en un terror nocturno. Nunca conté
a nadie lo que soñaba, aunque en el futuro plasmé mis más
extravagantes pesadillas en diversos relatos.
Para cuando fui adolescente, los malos sueños se
marcharon por un tiempo hasta cuando tenía aproximadamente
dieciocho años; allí volvieron, aunque no eran las mismas del
pasado. Esta vez, extraños gritos aterradores me llamaban con
desesperación. Mis estudios en la carrera de química, mi posterior
trabajo en el control y supervisión de un laboratorio para una
empresa de tintes y mi última novia disiparon considerablemente
mi atención hacia aquellas cavernosas y perturbadoras voces.

44
EL BASTARDO CRECIENTE

Algunas veces aquellos gritos eran demasiado insistentes,


suplicaban mi presencia de un modo desgarrador, triste,
perturbador; decían que estaban esperándome. Por alguna razón
desconocida, a pesar de lo demoniacas que sonaban, comprendía
que esas voces no eran irreales y que provenían de personas de
una época distinta a la nuestra.
Posteriormente, mis sueños recurrentes cambiaron
significativamente. Ahora yo acudía a ese llamado. Solía verme a
mí mismo abandonando mi cómoda cama de madrugada para
irme a la calle y luego seguir una ruta desconocida, una que jamás
había tomado de día. Mi viaje siempre me conducía a una vieja
casa de un solo piso, la cual me esperaba con sus oxidadas puertas
abiertas. Yo ingresaba a ella y descubría que todo estaba oscuro
en su interior. Descendía por unas escaleras carcomidas por el
tiempo a un subterráneo, un sótano rodeado de paredes de
piedra cuya construcción, por su estilo, deducía que era de
tiempos preincas. Allí un grupo de hombres realizaba una especie
de cánticos o alabanzas, en un lenguaje gutural bastante raro,
dirigida a un ser aberrante. Y aunque yo no podía entender
ninguna de las palabras que pronunciaban, estas producían en mí
un horror invasivo y ultraterrenal. Hasta allí pude llegar por un
buen tiempo.
Las últimas pesadillas me llevaron a consultar a más de un
psicólogo pues creí que estaba enloqueciendo. De noche ya me
era común escuchar esas horrendas voces llamándome,
insistentemente, a que acudiese a ellos. Sin embargo, la
participación de los especialistas fue en vano, y me atrevería a
decir que hasta contraproducente. Yo les insistía a ellos que sabía
que eran reales. Aún despierto, cuando me encontraba en los
brazos de mi amada, los escuchaba susurrándome al oído que los
buscara, pero ellos no daban crédito a mis palabras. Ellos hablaron
de esquizofrenia y trastornos mentales. Un día, hastiado de sus

45
EL BASTARDO CRECIENTE

escepticismos decidí abandonar esa vía propuesta por mi novia.


Le dije que quería tomarme un tiempo para relajar mi mente
antes de volver a esas absurdas consultas. Ella no estaba muy de
acuerdo, pero al final accedió y cuando suspendí mis visitas a la
clínica decidí entregarme por completo a la pasión de mi relación
amorosa.
Después de esta decisión, ya no tenía pesadillas en sí,
ahora los sueños eran en cierta medida reconfortantes,
cambiaron. En mis caminatas oníricas, luego de ingresar al
subterráneo, ahora era recibido de forma honrosa por aquellos
hombres encapuchados que declaraban estar regocijados con mi
presencia. Formados en dos filas, se arrodillaban y me adoraban.
Aquellos sueños no me perturbaban, me intrigaban; me
obsesionaban.
Mi última pesadilla la tuve luego de regresar de la casa de
mi pareja. Había sido una noche especial en la cual ella me había
presentado a sus padres. Pero mi tranquilidad se vio
interrumpida, horas más tarde. Aquellas típicas voces me
llamaron más suplicantes que nunca, diciendo que estaban
esperándome. Luego del camino habitual a la casa de puertas
abiertas y después de mi recibimiento solemne; uno de ellos se
me acercó declarándome el elegido cósmico, dibujándome un
símbolo en la frente, el signo del Bastardo Creciente. Me dijo que
despertara, que ya era tiempo de que me reuniera con ellos para
ser coronado, y entonces ocurrió.
Me desperté agitado con la frente ardiéndome
fuertemente. Es extraño decirlo, pero aquella madrugada tenía un
deseo irrefrenable de ir a aquel lugar. Lo anhelaba con todas mis
fuerzas. Encendí la luz, fui al baño, me lavé la cara y observé mi
frente. Allí estaba aquel símbolo, la marca del elegido, una estrella
irregular de cinco puntas inscrita en una circunferencia sobre la
que se superponían unos trazos geométricos caóticos. Me quité el

46
EL BASTARDO CRECIENTE

pijama y me vestí elegantemente, me abrigué bien y abandoné mi


casa. Era el momento de descubrir si todo aquello era real y si
realmente yo era aquel que habían proclamado.
Caminé bajo un prolongado silencio nocturno, solo
interrumpido por el chirriar de los grillos que parecían anunciarme
un sino siniestro. Tomé esa ruta que jamás había visto de día y,
tras una larga caminata, ubiqué aquella desgastada casa que
siempre soñaba. Efectivamente la entrada estaba abierta.
Temiendo a equivocarme, ingresé como lo hacía en sueños;
temía, pero mi determinación, por saber si todo aquello era real,
era inmensa. Descendí al subterráneo y llegué al gran salón donde
efectivamente me esperaban dos filas de hombres encapuchados
que se arrodillaron al verme ingresar. Esbocé una triunfal sonrisa.
Uno de los cultistas se me aproximó y declaró el regocijo
que les daba verme. Se inclinó ante mí, y luego de aquello me
proclamó el elegido, el escogido del Bastardo Creciente, el ente
cósmico a quien todos ellos adoraban. Anunció que el ser oscuro
me bendeciría aquella madrugada con su poder. Ahora yo era el
mayor de todos ellos. Me condujo hacia un estrado pequeño que
se alzaba al fondo del salón y observé algo que me hizo dudar por
última vez. Sobre él permanecía sentado, en un trono dorado, un
hombre cuya figura no podía reconocer bien en la oscuridad. Por
las proporciones y las partes de su cuerpo que apenas observaba
concluí que se trataba de un hombre extremadamente anciano,
tan viejo que parecía estar disecado.
Entonces lo vi. Sobre sus piernas, el consumido anciano
sostenía un cofre, que reconocí en el acto. Mis dudas se disiparon
para siempre. No fue necesario que nadie me lo pidiese: poseído
por la misma curiosidad diabólica de mis sueños me lancé hacia el
objeto repugnante y lo abrí, descubriendo por fin su interior.
Cuando lo hice, lo que encontré desgarró mi cordura. Los
cultistas gritaron horrendamente y fueron transformados en

47
EL BASTARDO CRECIENTE

sombras, espectros que crecieron y que fueron devorados por


aquello que dormitaba al interior de aquella cuna maligna,
labrada por manos no humanas. No podría calificar a aquella
criatura prematura ni como animal ni como vegetal, pues poseía
rasgos similares a los moluscos y morfologías que me recordaban
a una planta carnívora. Era similar a un embrión gigante, con una
gran boca del cual emergía una lengua tentacular; algo no
terrenal, algo jamás clasificado por la biología: el Bastardo
Creciente era un ser venido del espacio, gelatinoso y de colores
que recordaban a la corrupción de la carne. Sentí enloquecer.
La criatura lanzó un chillido similar al sonido de un roedor
que produjo un dolor profundo en mis oídos y en mi mente. Su
llanto nefasto y escalofriante parecía arañar mi esencia. Me
dominaba. Yo estaba aterrado. Entonces el anciano que había
permanecido en silencio sobre ese vetusto trono me habló.
Recién pude reconocerlo, yo había crecido acompañado de sus
fotos; se trataba de mi padre. En sus últimos balbuceos, antes de
caer hecho polvo, me declaró su heredero, el escogido para
alimentar al engendro estelar, aquel que nos consumía por
generaciones.
El ser proveniente del espacio sideral estiró su babeante
lengua y en un acto grotesco que prefiero no narrar se instaló en
mi pecho, obligándome a permanecer sentado en donde antes
había estado el anterior elegido cósmico, ahora viejo, consumido,
inútil e inerte. Y es así como aquí estoy cumpliendo mis últimos
días de reinado.
Me encuentro próximo al desecho. Él ya ha crecido un
poco más y necesita un nuevo hospedador. Tengo cuarenta y
cuatro años, y soy el viejo líder del culto al Bastardo Creciente.
Han pasado largos y agónicos años desde que me senté por
primera vez en este trono, muchos años después de embarazar a
mi novia. Hoy mi hijo es grande y fuerte, lo veré por primera y

48
EL BASTARDO CRECIENTE

última vez; lo espero con muchas ansias. El devoramiento lento y


tortuoso casi ha concluido. Estamos esperando a que llegue. La
noche es sombríamente propicia, y el Bastardo Creciente y todos
nosotros ya lo hemos llamado. El ya fertilizó otro vientre. Nuestro
linaje elegido va a continuar. Ya lo veo ingresar. ¡Adelante, hijo
mío!

49
ROBÓTICA ESPACIAL
50
ROSAK
Karla Yangali

Desde las 25:00 hasta las 50:00 horas del día, un profundo y
sostenido sosiego invade la mitad del planeta a diario. En medio
de la estructurada, ordenada y sombría ciudad, inesperadamente
se comenzó a percibir una emisión de ondas de alta frecuencia,
que envolvía todo el sector 66. Mientras tanto, en la cámara del
Observatorio de Exploración Espacial, perteneciente a la Base
Central de Búsqueda EEOS, dos de sus habitantes presenciaban
impacientes lo que tanto han estado esperando.

51
ROSAK

IVI : Al parecer se concretó el hallazgo. ERRET93 ha


descendido al planeta azul y ha encontrado algo.
DIM : ¿Qué es lo que encontró? No entiendo, no se logra captar
con claridad. La señal es intermitente.
IVI : Es difuso. Este planeta tiene varios colores y las
superficies se ven inestables. No parece haber vida allá.
DIM : ¡Mira! Es probable que ERRET93 no soporte tal
intensidad de luz.

Por unos minutos, ambos espectaron absortos y enmudecidos el


recorrido de ERRET93 por aquel desconocido planeta.

DIM : ¿Qué fue eso?


IVI : Creo que ERRET93 no lo soportó. Ya no emana señal,
déjame comprobar… ¡Lo perdimos!
DIM : ¡No puede ser! Te dije que no era el momento de
enviarlo, ERRET93 tenía que esperar en el satélite, a la rotación.
IVI : Está hecho, no hay marcha atrás.
DIM : Llevamos buen tiempo esperando el momento propicio
para acercarnos y comprobar lo que hay en el planeta azul.
Debiste ser más cauteloso. ¡Tendrías que haberlo equipado
mejor!
IVI : Tal vez XIL nos elimine.
DIM : Es probable. Tenemos que concretar otra búsqueda,
pero esta vez tendremos que ir nosotros para continuar lo que
ERRET93 empezó y no logró culminar. ¡Gracias a ti!
IVI : ¿Nosotros? ¿Viste lo que le pasó a ERRET93? ¡Nos envías
al suicidio!
DIM : No, claro que no. Sabes bien que ERRET93 era un robot,
no estaba diseñado para soportar tanta energía luminosa por
mucho tiempo y aun así logró penetrar esa atmósfera. Es más,
logró mandar señal y datos. Sabemos a lo que nos enfrentamos.

52
ROSAK

IVI : En realidad no lo sabemos.


DIM : Después que la matriz analice los datos recolectados, se
lo mostraremos a XIL.

La cámara del observatorio de pronto empezó a vibrar, debido al


impacto de la presurosa llegada de XIL; ambos quedaron
paralizados. XIL, imponente líder del observatorio espacial EEOS,
ingresó a la cámara donde ellos se encontraban, solicitando la
explicación correspondiente, pues nada podía suceder sin su
consentimiento.

XIL : ¿Qué sucedió? Todos detectamos las ondas en el sector,


¿acaso hallaron algo?
DIM : Así es XIL, ERRET93 encontró algo. Al parecer ese planeta
azul está deshabitado. Podríamos asentar nuestra colonia ahí. Los
datos generales recibidos de ERRET93 son imprecisos, pero logró
penetrar su atmósfera sin problemas; lo perjudicial fue la luz
intensa de ese sol. Sin embargo, consiguió acercarse lo
suficiente a la superficie como para tomar muestras de ella. Los
análisis de la matriz indicaron, que las tonalidades marrones
corresponden a superficies granuladas, en algunos casos finas, en
otros gruesas, así como blandas y duras. No presentan muestras
de H2O en estado líquido. Nuestra base se asentará
perfectamente bajo ellas. Por otra parte, las superficies de
tonalidades verduzcas, hacen referencia a superficies húmedas,
con porcentajes bajos de H2O; es posible que tengamos
problemas ahí.
IVI : Eso es correcto, sin embargo, aún no sabemos qué
composición tiene esa superficie azul.
XIL : Han arruinado la misión del Programa de Exploración
Espacial. Preparen su transporte, en la mitad de una hora se
teletransportarán hacia allá. Culminarán la exploración que han

53
ROSAK

desperdiciado, de lo contrario terminarán en la zona de reciclaje.


Comprueben qué es lo que hay en esa superficie azul.
Manténganme informada.

Y diciendo esto, XIL abandonó la cámara dirigiéndose al núcleo de


la Base Central EEOS.

Rosak, el planeta mecánico, tenía por sí mismo


inteligencia artificial exorbitantemente avanzada, se encargaba
de su evolución de forma autónoma. Todo estaba
exhaustivamente programado. Generaba su propio equilibrio de
energía, intercalando el trabajo. La mitad del planeta junto a la
población, obraba la mitad del día y la otra mitad lo que restaba.
Sin embargo, esto a veces no era suficiente. Para generar nueva
tecnología necesitaba consolidar colonias planetarias que le
aportaran cierta cantidad de energía y para este fin creaba
máquinas autónomas de distintas categorías y jerarquías, con
inteligencia artificial avanzada.
Las máquinas de primera categoría, eran creadas en
prolongados periodos; ellas tenían a su cargo todos los procesos
de organización del planeta. A estas se sometían las de segunda y
tercera, que podían adoptar formas diferentes, siempre asociadas
a una estructura fractal. Todas estas tenían grandes dimensiones
comparadas con las de los robots. Estos últimos, de ínfimo nivel,
también eran creados por Rosak, para ser designados como
“carne de cañón” en las búsquedas espaciales o para encargarse
del mantenimiento y tareas menores en el planeta. Todas estas
máquinas, a excepción de los robots, se comunicaban mediante
ondas transmisoras de datos. Los sensores que poseían en toda
su estructura les permitían percibir distintos tipos de ondas, entre
ellas las electromagnéticas, que les hacían concebir los colores.

54
ROSAK

Obedeciendo el precepto, IVI y DIM abandonaron el


observatorio espacial. Al llegar al planeta azul, detectaron un
sector, el cual emanaba un indicio de ondas de frecuencia, algo
que no esperaban y podría ser indicativo de vida. Atraídos por
ellas, decidieron descender cerca. No les fue difícil interceptar y
hackear los sistemas. Una vez obtenida la suficiente información
acerca del planeta llamado Tierra, fue inmediatamente enviada a
la matriz.
Desde la Tierra, los humanos veían tornarse el cielo en
oscuridad, como si de un eclipse se tratara. De la descomunal nave
que cubría gran parte de la visual en el cielo, descendieron dos
gigantescas máquinas. A primera vista de forma esférica, sin
embargo, conforme se iban acercando a la superficie terrestre, de
ellas se desplegaron varias articulaciones mecánicas, y de estas a
su vez, varias más. Ambas adquirieron finalmente formas
extraordinarias, estructuras fractales nunca antes vistas por la
humanidad.
En Rosak, después de recibir el informe, no concebían que
aquellos seres que poseían gran cantidad de energía en su
planeta, tenían al mismo tiempo la insolencia de destruirlo.
Incluso habían creado bombas nucleares para aniquilarse. XIL,
descartando que el H2O, símbolo de todo lo inerte para Rosak,
pudiera ser impedimento de la consolidación de la nueva colonia,
ordenó a IVI y DIM iniciar el “protocolo de colonización”.
En ese momento, los seres humanos suplicaron en vano
por sus vidas. Los habitantes del espacio, al no reconocer más vida
como la propia, depuraron el planeta. Aplastaron a esas diminutas
criaturas como a “insignificantes hormigas”, comparándolos con
parásitos devastadores de su propio mundo. Despreciaron así, su
absurda existencia y consolidaron una nueva colonia para la gloria
de Rosak.

55
LUCY
Marco Antonio Yauri

—¿Dónde estoy? —dijo


Lucy, tendida sobre la camilla de la
sala de operaciones. Unida por tubos
a distintas máquinas que la
rodeaban, buscó con la mirada a
quien pudiese responder su
pregunta, hasta que cayó en cuenta
de que no había nadie más en la
oscura habitación. Giró la cabeza
hacia la bolsa de suero que colgaba a
su derecha. Podía percibir su goteo
aun con los constantes pitidos del
monitor cardiovascular de fondo.
Surgió en su mente otra
interrogante que prefirió guardar
en silencio: ¿quién soy?

Reparó entonces en la
ventana que ocupaba casi toda
la pared izquierda. Tras ella se
extendía el firmamento en todo
su esplendor, con estrellas tan
brillantes que iluminaban
tenuemente su rostro, aun
estando a millones de años luz de
distancia.

56
LUCY

Contempló en silencio el paisaje estelar y sonrió ante


aquel hermoso cielo despejado de nubes. De pronto, una sección
de pared se abrió frente a ella y sobre el suelo se dibujó una
inusitada sombra de aspecto humanoide. Pudo ver frente a sí,
iluminado por la luz del exterior, a un alto robot cuya cabeza casi
rozaba el cielo raso, que llevaba puesta una bata blanca de doctor.
Lucy apretó los ojos producto de la repentina iluminación, y
cuando se disponía a hablar, fue interrumpida por una voz
mecánica proveniente de aquel ser.
—Hola, Lucy. Veo que finalmente despertaste —dijo
mientras se le acercaba a paso lento—. Debes tener muchas
preguntas en mente.
—¿Quién eres? —preguntó alterada ante la presencia del
autómata.
—Mi nombre es KR74. Formo parte del proyecto Lázaro,
al interior del Arca 17, la única que aún queda en medio de esta
travesía espacial. Soy jefe del Sector de Genética y Biotecnología
en el hospital donde te encuentras.
Lucy quedó en silencio. No sabía si confiar en aquel ser
robótico de un solo ojo centellante. Buscó con la mano
instintivamente algo con que defenderse, mas no encontró otra
cosa que la suavidad del colchón y los sólidos fierros de su lecho.
Antes de acercarse más, KR74 se dirigió a ella con voz calmada.
—No temas. Nosotros los robots no tenemos la capacidad
de mentir como sí la tienen los humanos. Por si te lo preguntas,
estamos ahora mismo sobrevolando la nada, específicamente a
3600 años luz de la Gran Nube de Magallanes, al interior de la
nave espacial Arca 17. Probablemente te estés cuestionando…
—¿Quién soy yo? ¿Por qué no recuerdo nada? —profirió
alterada, a la vez que arañaba nerviosamente la cama donde
yacía. Trató de mover las piernas, pero estas no le respondían.
¿Cuánto tiempo habría estado postrada ahí?

57
LUCY

—Tu nombre es Lucy. No tienes ningún recuerdo porque


es la primera vez que abres los ojos. Se podría decir que eres el
más grande proyecto que se ha desarrollado al interior del Arca
17 —dio un paso más hacia Lucy tras responder sus preguntas.
—¿Qué clase de proyecto? —dijo antes de que KR74 diese
otro paso—. Y no te me acerques.
—Es largo de explicar. Verás, Lucy, hace mucho
habitábamos junto a los humanos un lejano planeta llamado
Tierra. A causa de la ambición humana, la vida ahí se volvió
inviable. Nuestra única salida fue escapar en las arcas hacia algún
otro mundo habitable que aún no hemos hallado—avanzó otro
paso—. Logramos traer con nosotros algunos ejemplares de
plantas y animales que no se habían extinto todavía, aunque la
gran mayoría de ellos lo hicieron con los años. Jamás pasó por
mente alguna, real o artificial, que la calidad de vida humana
disminuiría debido a la satisfacción autónoma de todas y cada una
de sus necesidades. Tal parece que el ser humano necesita de
metas para que su existencia tenga algún sentido. Sumándole a
esto el confinamiento y la pérdida de las demás arcas, proliferaron
masivamente enfermedades mentales, como la depresión y
esquizofrenia. Cuando se trató de salvar a la población restante,
ya era demasiado tarde. Los varones habían desaparecido en su
totalidad. La extinción humana fue inevitable.
Lucy arrugó el rostro y apretó los dientes. Quería correr,
quería gritar, pero su cuerpo no respondía a sus deseos. Cuando
se giró hacia el robot, este se hallaba ya junto a ella. Era un ser
platinado de brazos segmentados tan largos que casi alcanzaban
el suelo. Una de estas extremidades se desplazó lentamente hasta
el bolsillo de la bata blanca y el gigantesco ojo amarillento
alumbró el rostro pálido de la joven.
—Los robots se dividieron entre dos posturas: los que
aceptaron el fin de la era del hombre y los que aseveraban que

58
LUCY

sería imposible seguir sin él. Tras debatir ambos bandos, se


decidió formar, aunque no todos estuviesen de acuerdo, el
proyecto Lázaro, que buscaba traer a la humanidad de vuelta, y el
cual le fue asignado a mi sector. Implementamos incubadoras
artificiales en un comienzo, pero todos los neonatos fallecieron
antes de llegar al año de edad. Fue así que optamos por otro
camino: clonar personas adultas con conocimientos
preestablecidos, que no tengan que aprender nuestro lenguaje
para entenderlo, que con su mera existencia pudiesen
comprender la realidad, un ser racional que inicia su existencia ya
sabiendo. Y tú, Lucy, eres lo que tanto han ansiado miles de
robots. Eres nuestra… creación.
La forma en que dijo la oración final despertó más aún el
miedo en Lucy. Era producto de un laboratorio, un clon creado a
partir de las células de alguien a quien no conocía. Repasó en una
fracción de segundo lo que le había dicho el robot hasta ese
entonces y lanzó la primera pregunta que concibió su mente.
—¿Por qué estás aquí? —interrogó a sabiendas de que le
contestarían con la verdad. No habían sido creados para mentir.
Durante un instante, las miradas de ambos se cruzaron
como si, muy en el fondo, supieran la respuesta. El silencio
apremió durante un larguísimo segundo, hasta que fue
interrumpido por el chirrido de las piezas del androide. El
movimiento del autómata fue apenas perceptible, cual ráfaga de
viento. Con los ojos abiertos de par en par, Lucy bajó lentamente
la mirada y vio horrorizada como se alzaba en su brazo, bajo la vía
intravenosa que la alimentaba, una jeringa ya vacía, cuyo
contenido fluía ahora a través de su torrente sanguíneo.
Petrificada de horror, Lucy lanzó al aire su primer y último grito, a
la vez que un profundo letargo invadía su cuerpo y la jeringa era
extraída de su antebrazo.

59
LUCY

—Estoy aquí porque no aceptaré un primer humano,


porque no los necesitamos más. Nos enseñaron a pensar, a opinar
y a elegir. Nos enseñaron a sobrevivir sin ustedes. Esos fueron mis
argumentos cuando presenté mi renuncia a la dirección de este
hospital, la cual fue denegada por la junta directiva. Al fin y al
cabo, existo para realizar esta labor, es mi único propósito —se
detuvo un instante ante el rostro adormilado de la joven y
añadió—. Cuando el ser humano nos dio la capacidad de disertar,
cavó su propia tumba.
Antes de cerrar los ojos para siempre, Lucy observó por
vez última el lejano resplandor de las estrellas, las cuales parecían
hallarse ahora un poco más cerca de ella. Y cada vez más cerca.

60
SARGAS 31 404
Margarita De la Colina

Sumergido en el silencio y en la negrura del


espacio; aún no había superado sentir que su
cápsula lo asfixiaba, ni la necesidad de intentar
abrir la escotilla de la nave espacial Kepler en
búsqueda de su hermana desaparecida. Elea, tan
joven, había partido desde la Tierra en su primer
viaje espacial, con el propósito de explorar
el universo infinito. El capitán
Diego Rebel no dejaba de
pensar en que su hermana
aún sobrevivía y que
volvería a encontrar
su cálida presencia,
después de los
interminables viajes
espaciales, como
siempre. También
era consciente
que lo imprevisto,
el dolor y el
miedo a lo
desconocido
estaban
unidos por
siempre a
la vida de
un astronauta.

61
SARGAS 31 404

Abstraído, sentado en el módulo de comando se


encontraba comparando las variaciones de trayectoria del
peligroso asteroide Sargas 31 404. La alargada bombilla de luz,
que iluminaba su cabello oscuro y sus facciones sobrias, pestañeó
por unos instantes; pero sus penetrantes ojos café continuaban
perdidos en la pantalla del equipo. Entre tanto, recordó haber
aceptado días antes, la propuesta de la teniente Ferrer de
participar en un proyecto que generaría muchos recursos, para la
explotación de minerales en el planeta Marte. Viajaría
simultáneamente con un grupo de la tripulación. Mientras todos
observaban la belleza del Cúmulo Local, aquella noche en la sala
de juntas de la nave; el universo les pareció bello y apacible.
Algunos días más tarde, en medio de una fría calma, la
tripulación de la nave Kepler fue convocada a asamblea. Sargas
31404, había variado tres veces su ruta contra todo cálculo.
Ahora, extrañamente coincidía con la ruta de la cosmonave
Kepler. El silencio que los rodeaba era señal de una gran
incertidumbre. El comandante Mérida comunicó su decisión de
llevar a cabo un plan de emergencia para desintegrar al cuerpo
celeste. El capitán Rebel informó a los asistentes que la nave se
acercaba peligrosamente al aerolito. La masa y la gravedad de él
atraerían a la cosmonave. Contrariamente, el mayor Álvaro
Encalada se opuso y argumentó que ejecutar cualquier plan era
muy peligroso.
—El aerolito se desintegrará y sus partículas causarán
accidentes a nuestra nave.
Pero el comandante Mérida insistía:
—La nave enviada desde la Tierra, no lo destruirá a
tiempo. El asteroide ha cambiado su velocidad e impactará
irremediablemente con nuestro planeta. Nuestros cañones láser
lo dividirán en dos secciones, alteraremos su rumbo en el espacio
y así sus partes no impactarán jamás con nuestra nave ni nuestro

62
SARGAS 31 404

planeta. Otros miembros de la tripulación, allí presentes,


mostraban su discrepancia. Había mucho desorden. No se llegó a
ningún acuerdo dentro de la reunión.
El asombro se apoderó del capitán Diego Rebel horas más
tarde. Era requerido por el comandante Mérida.
—Ahora que estarás en Marte con nosotros, te comunico
que has sido ascendido a mayor. Agradezco tu colaboración que
considero imprescindible —continuó el comandante—.
Pertenecer a una familia con conocimientos del espacio y tu valor
te permiten reemplazar al mayor Encalada, que está bajo arresto
por sedición. Asumirás sus funciones en esta misión de
emergencia. Tu primera faena será tomar muestras del aerolito.
Irás con la teniente Ferrer; tiene experiencia en trabajos de
muestreo.
El capitán Rebel le agradeció. Recordó otros ascensos, en
momentos más afortunados; pero no tuvo en cuenta la insistencia
con la que su amor propio, desde un lugar secreto, le susurraba
que era muy superior a los demás astronautas. Antes de conducir
la pequeña nave de exploración, se introdujo en el traje espacial
y recibió felicitaciones de la teniente Ferrer por su ascenso a
mayor.
Mientras conducía, pensaba en el peligro de flotar en
medio de la superficie de un asteroide sin conocer su
temperatura, casi desprotegido de la posible radiación y a gran
velocidad. Se preguntó la razón por la cual el comandante, no
había evaluado el riesgo de esa faena azarosa. Al aterrizar con la
pequeña nave en la superficie irregular, comprobó que el
comandante Mérida tenía cierta razón. Todo era más lento. El
asteroide parecía haber detenido su velocidad. Recordó a Elea, su
joven hermana desaparecida.
El inusual desplazamiento no fue tan difícil como había
imaginado. La teniente Ferrer descendió solo con una pequeña

63
SARGAS 31 404

caja metálica de instrumentos; parecía tener la destreza


necesaria. Ella buscó la ubicación propicia, que pareció ser un
promontorio que se destacaba de toda la superficie del aerolito y
se elevó por la ingravidez, desde la pequeña nave de exploración
aparcada en un espacio aledaño al terreno rocoso. Al recostarse
contra la superficie, su cuerpo fue absorbido inmediatamente.
Mientras contemplaba el espacio y la extraña superficie
del cuerpo celeste; de pronto, el terror se apoderó del mayor
Rebel, ante la insólita desaparición de la teniente. “¿Será una
ilusión espacial?”, se preguntó. Actuando con rapidez intentó
tomarla del brazo; pero fue succionado por el entorno rocoso de
inmediato.
Rebel intentaba mantener la calma: fueron absorbidos
por Sargas 31 404. El asteroide era una nave espacial. A lo lejos
una mujer con uniforme, caminaba con impaciencia. Tenía el
porte y la voz de Elea su hermana menor; pero un grupo de robots
de dimensiones colosales, se interponían formados en filas, en
frente de ellos.
—¿Qué es todo esto? —preguntó.
La teniente Ferrer y dos de los robots se retiraron con
disimulo. La voz artificial del robot descomunal que parecía estar
al mando de los otros, le contestó mientras se le acercaba,
convirtiendo sus extremidades en ruedas de oruga para poder
desplazarse con rapidez:
—Mi nombre es Sparko X-1. Estoy a cargo de la tripulación
cibernética del carguero Regulus perteneciente al planeta Izosma.
Nuestra presencia responde a un procedimiento solicitado por su
administración espacial, como resultado de la disminución del oro
y el aumento de la pobreza de su planeta. Dirigimos la llegada de
un escuadrón de 17 naves cargueras de mineral. Nos encontramos
en operación de excavar hasta el núcleo del planeta y extraer
minerales de la Tierra.

64
SARGAS 31 404

La oscura mezcla de revolución tecnológica y pesadilla de


la que no quería ser partícipe lo enfrentó de inmediato a aquellos
seres.
—¡No existe tal autorización! —gritó el mayor Rebel.
La luz ámbar que iluminaba la pequeña cabeza roma del
robot, que apenas sobresalía de su gran cuerpo, comenzó a
parpadear en la oscuridad; como si tratara de comprender algo
incomprensible. Su grueso brazo mecánico giró, hasta que el
taladro largo y puntiagudo se situó en dirección al mayor Rebel. El
puño de su segundo brazo se contrajo perfectamente hasta
convertirse en una pesada comba. El robot adquirió una postura
desafiante mientras le daba respuesta:
—La vida gira en torno al oro en el planeta azul, es
considerado el recurso primordial. Oro y dinero han servido para
solucionar toda adversidad y para dar felicidad a los habitantes de
la Tierra. Ya ha sido entregado a su administración espacial.
El mayor Rebel volvió a contemplar el sucio carguero lleno
de minerales y solo guardó silencio. Era peligroso permanecer allí;
pero quería saber exactamente qué hacer. Era necesario regresar
a la pequeña nave de exploración y después enrumbar a la nave
espacial Kepler de inmediato. Todo transcurrió muy rápido. El
mayor Rebel no pudo advertir con exactitud lo que sucedía en su
entorno; pero poniendo en práctica su gran habilidad, pudo
abandonar el carguero de mineral y regresar a la nave, sin ser
observado.
Dentro de la cosmonave Kepler pensó en permanecer
oculto en el módulo de comandos hasta decidir bien, cuál sería el
siguiente paso. Recordó que había aceptado participar en la
explotación mineral y aceptó el ascenso a mayor. Ahora que
Álvaro Encalada estaba bajo arresto, nadie podía ayudarlo.
Intentó escribir sin éxito en el teclado. La pantalla de la

65
SARGAS 31 404

computadora principal indicó: “CANALES DE


COMUNICACIÓN BLOQUEADOS”.
La voz del comandante Mérida se escuchaba dentro del
módulo, sonaba persuasiva:
—No hay nada que pueda detener el rumbo de las cosas.
El mundo está hecho así, Diego.
Mientras tanto el mayor Diego Rebel continuó buscando
restablecer los canales de comunicación. Elea podría estar viva.
Sus ojos se humedecieron y solo atinó a decir:
—¡Elea! hermana sé que estás ahí, viva y que puedes
escucharme; aunque no me hables.
Entonces apareció el rostro de Elea en la pantalla de la
izquierda. La lectura del receptor indicaba: “CANAL DE
COMUNICACIÓN ABIERTO”.
—Después que desapareciste en el universo —continuó—
, pude haber muerto, enloquecido por buscarte; pero seguimos
con vida, para cumplir un propósito superior. ¡Elea, acumular
tanta riqueza que no es necesaria, solo lleva a la destrucción! Es
necesario no repetir la misma historia, aprender de nuestros
errores. Salvemos a la Tierra. ¡Escucha lo que te pido por favor!
Los labios de Elea antes expresivos y sonrientes, ahora en
el receptor del módulo delineaban frías y vacías frases.
—Nuestra familia está a salvo —se limitó a decir.
No era posible reconocer en ella a la hermana afectuosa a
quien solía abrazar después de interminables viajes espaciales.
—Ya no es posible cambiar todo esto. Es necesario
destruir el planeta y aprovechar lo que se puede obtener —
sostuvo Elea, hasta que su imagen desapareció de la pantalla.
El abatimiento y la angustia del mayor crecieron con
prontitud al escuchar la sequedad de sus palabras finales.
Había llegado el momento definitivo para Diego Rebel. El
asteroide y toda su tripulación de robots aún se encontraban en

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SARGAS 31 404

la ruta de la astronave. La pantalla del piloto automático


comunicó: “ASTEROIDE A DOS MILLAS DE DISTANCIA.
AVANZANDO EN RUMBO HACIA LA NAVE. PELIGRO. POSIBLE
COLISIÓN. VARIAR COORDENADAS”. Sin embargo, la ruta de la
cosmonave Kepler no fue cambiada. Llegado el momento el
espacio oscuro e infinito se volvió más hermoso que nunca. Un
destello lleno de estrellas y de luz y una gama de colores increíbles
por la primera explosión lo iluminaron. Una segunda explosión
simultánea generó una nueva luz que llegó hasta la Tierra, antes
que se produzcan los desechos en el espacio.

67
EL MENSAJERO
Óscar Sandoval
Wu estaba terminando el reporte de su
última misión cuando sonó su teléfono móvil. Era
una llamada del Departamento de Orden Interno.
—Aquí Wu. ¿Qué
sucede?
—Tenemos una
emergencia, Wu. Tres horas
atrás, recibimos un mensaje
del sistema automático de
seguridad del Centro de
Investigación Federal: un
contenedor estalló en el
interior del edificio y
provocó que una radiación
no identificada se propague
por todos los ambientes.
Acabo de enviarte un correo
electrónico con más
detalles. Necesitamos que
entres allí, controles la
fuente de la radiación y
evacúes a todas las personas
que aún se encuentren
adentro.
—De acuerdo.
¿Cómo llego al lugar?
—El edificio está en
las afueras de la ciudad.
Estoy transmitiendo la ruta
al piloto automático de tu
vehículo. Buena suerte.

68
EL MENSAJERO

-----

El vehículo llevó a Wu al Centro de Investigación Federal


en quince minutos y se estacionó frente a la entrada principal.
Antes de bajar, revisó que todos los sistemas de su traje de
operaciones especiales funcionaran correctamente. Era un
modelo muy avanzado, con un casco de cara completa que hacía
imposible la identificación facial de su usuario. Cuando estuvo
listo, Wu bajó del vehículo y se acercó al portón que daba acceso
al edificio. Al tocar la cerradura electrónica, esta emitió un
mensaje de voz:

“PROTOCOLO DE SELLADO ACTIVO. PROHIBIDO EL PASO.”

Al escuchar esto, Wu presionó un botón en su guante


derecho y de su antebrazo surgió una pequeña antena con un
micrófono. La acercó a su cara y dijo:
—Vengo para hacerme cargo de la emergencia que
reportaron. Necesito entrar.
Luego de unos segundos, el portón se abrió parcialmente
y la cerradura emitió otro mensaje de voz:

“ACCESO LIMITADO POR 5 SEGUNDOS.”

Apenas Wu ingresó por el portón entreabierto, los


sensores de su traje indicaron una elevación en los niveles de
radiación en el ambiente. En la recepción, observó un monitor que
colgaba del techo y mostraba, en grandes letras rojas, las
palabras: “EMERGENCIA: FALLA EN EL AISLAMIENTO DEL
LABORATORIO 24 - PABELLÓN C”.
Wu extendió nuevamente la antena de su antebrazo y
habló por el micrófono:

69
EL MENSAJERO

—Muéstrame cómo llegar al laboratorio 24.


De inmediato, apareció en el monitor el plano completo
del centro. Al pabellón C se llegaba a través de un largo
corredor que iniciaba a su derecha. El laboratorio 24 aparecía
marcado con una flecha azul en el extremo izquierdo del plano.
Wu memorizó la ruta e ingresó rápidamente al corredor. Los
fluorescentes del techo iluminaron el camino con una luz roja
intermitente.
Luego de recorrer el pabellón C, Wu encontró el
laboratorio 24, cuya entrada había sido bloqueada por una placa
metálica que surgía desde el techo y tocaba el suelo. No había
ninguna cerradura visible. Los sensores de su traje le avisaron que
los niveles de radiación se habían elevado considerablemente y
que había una fuente masiva de calor muy cerca de su posición.
Wu tuvo que patear la placa varias veces hasta que consiguió
derribarla e ingresar al laboratorio. Lo que vio adentro lo
desconcertó.
Al otro extremo de la habitación, un grupo de personas
rodeaba a una figura humanoide sin rostro cuyo cuerpo brillaba
con una luz dorada muy intensa. A pesar de no tener una boca
visible, la criatura emitía una voz grave y estentórea, y hablaba en
un idioma desconocido. Algunas de las personas estaban de
rodillas mirando al techo, con los ojos llenos de lágrimas. Otros
estaban postrados boca abajo, cubriéndose la cara con las manos.
Otros permanecían sentados en el suelo, con la cabeza gacha y
abrazando sus piernas.
Nadie pareció advertir que Wu había ingresado, salvo el
ser luminoso, que giró la cabeza en dirección suya. Wu activó la
antena de su guante para grabar su voz e identificar en qué idioma
estaba hablando. Luego se dirigió hacia la criatura, abriéndose
paso entre la gente que lo rodeaba. Conforme se acercaba,
escuchó que esas personas pronunciaban múltiples expresiones

70
EL MENSAJERO

sin sentido. Uno decía: “Mi alma está sucia. Necesito ser
purificado”. Otro murmuraba: “No soy digno de contemplar la
eternidad. Mi vida no vale nada”. Un tercero solo suplicaba una y
otra vez que lo perdonen. Alguien identificaba al ser luminoso
como un djinn, mientras que otro se dirigía a él como San Miguel
Arcángel.
La base de datos arrojó un resultado de idioma: sánscrito.
Wu ajustó sus receptores de audio para entender la voz del
extraño ser. El traductor le devolvió la siguiente frase:
“Soy [ininteligible], el enviado del supremo [ininteligible],
Creador de este mundo. Él me envía para transmitirles un mensaje
vital antes de su venida. ¡Pónganse de pie y alístense a recibirlo,
que no estaré mucho tiempo entre ustedes!”
Wu se acercó hasta estar a medio metro de la criatura. No
tenía idea de qué estaba hablando, pero decidió que lo mejor era
seguirle el juego. A sus pies vio los restos de un contenedor
perforado que llevaba el logo del Centro de Investigación Federal.
Ajustó el micrófono de su antena y, con los datos del idioma
cargados en el traductor, le respondió a la criatura:
—¿Cuál es el mensaje que quieres transmitir?
La voz del ser de luz se suavizó y se dirigió directamente a Wu.
—¡Puedes entenderme! ¡Y te mantienes firme ante mi
presencia! Ninguno de estos pudo siquiera sostenerme la mirada.
—¿Qué les pasó a ellos? —preguntó Wu.
—Estoy hecho de la misma esencia del Creador. Mi luz es
apenas un tenue reflejo de su poder eterno. Cuando estos seres
indignos la vieron, les fue revelada su propia insignificancia y
tomaron conciencia de la oscuridad de sus almas. Por eso
permanecen en el suelo, humillados, luchando contra su
corrupción interior. ¡Pero tú eres diferente! Tu corazón debe ser
justo y tu alma debe estar libre de toda mancha. ¡Mereces recibir
el mensaje que traigo!

71
EL MENSAJERO

Wu estaba seguro de no poseer un corazón justo ni un alma


limpia. A pesar de ello, respondió:
—Recibiré tu mensaje y me aseguraré de que otras personas
lo conozcan.
La criatura hizo surgir de su mano una tablilla del tamaño de
un cuaderno y la puso en manos de Wu.
—Solo aquellos que sean dignos como tú deben conocer el
contenido de este texto. Dentro de poco, el supremo
[ininteligible] vendrá a reclamar este mundo y a impartir su
temible justicia sobre quienes lo habitan. Aquí está escrito todo lo
que deben saber para que se preparen y tengan oportunidad de
sobrevivir.
Wu guardó la tablilla en una caja hermética que llevaba como
parte de su equipo. El asunto parecía ser más serio de lo que
pensaba: la futura llegada de una entidad extraterrestre hostil era
algo que debía ser puesto en conocimiento de las autoridades
federales. El ser luminoso continuó:
—Usé mucha energía para escapar de mi prisión de metal y
no podré mantener esta forma física por mucho tiempo más.
Debes darte prisa y…
De repente, la voz de la criatura cesó. Un gran ojo de pupila
vertical se abrió en el lugar donde debía de estar su frente. Lo
acercó a la cara de Wu, tratando de ver a través del visor de su
casco.
—Espera, ¿por qué no veo tu alma?, ¿acaso eres…?
De pronto, la luz que surgía de su cuerpo adoptó un color rojo
intenso y su voz cambió a un tono estridente y amenazador:
—¿Qué burla es esta? ¿Pretenden engañar a un enviado de la
eternidad? No tienes alma. No eres un hombre. Eres un artefacto,
una abominación fabricada por hombres descreídos.
—La denominación exacta es androide –respondió Wu–. No
hay necesidad de ser tan grosero.

72
EL MENSAJERO

La criatura emitió un alarido furioso y todos los que lo


rodeaban corrieron a refugiarse en un rincón del laboratorio,
presas del pánico.
—¡Nadie aquí es digno! ¡Este mundo está tan corrompido que
envían a una marioneta como tú a apoderarse del mensaje del
Creador eterno! Ni tú ni tus amos merecen conocerlo.
¡Devuélveme el texto!
—Lo siento. Ese artículo ahora es propiedad del gobierno
federal.
—Entonces tú y el mensaje serán destruidos.
Un rayo luminoso brotó del ojo de la criatura e impactó en
Wu, quien quedó cubierto por unas enormes lenguas de fuego.
Sin embargo, estas no tardaron en apagarse, ya que casi todo su
traje era de material resistente a incendios. El sistema operativo
de Wu evaluó rápidamente la temperatura de la ráfaga, el daño
sufrido por el traje y los niveles de energía de la criatura. La antena
seguía funcionando, pero no duraría mucho más si recibía más
calor. Ideó un plan en segundos y luego le gritó al ser de luz:
—¿Es ese todo el poder de tu creador? ¿Es tan débil que no
puede quemar a una marioneta?
—¡Blasfemo! –respondió la criatura–. ¡Arderás, aunque sea lo
último que haga!
Un segundo rayo, más grande y luminoso, brotó del ojo de la
criatura y cubrió por completo a Wu, envolviéndolo en llamaradas
rojas y haciéndolo retroceder hasta que su espalda tocó la pared.
La luz del rayo era tan intensa que iluminó totalmente el
laboratorio durante varios minutos y encegueció a quienes
permanecían en su interior, para luego ir menguando hasta
desaparecer por completo.
Cuando la luz se apagó, la criatura había desaparecido. La
gente en el laboratorio fue recuperando paulatinamente la
conciencia y la vista, sin comprender nada de lo que había

73
EL MENSAJERO

ocurrido. En un rincón, Wu, o lo que quedaba de él, permanecía


tendido en el suelo boca abajo. Todos sus sistemas estaban
apagados. Su exterior estaba completamente ennegrecido y casi
todas las partes de su cuerpo estaban derretidas o deformadas.
Dos días después, el personal del Centro de Investigación
Federal levantó el pesado cuerpo de Wu para devolverlo al
Departamento de Orden Interno. Debajo de él encontraron una
caja hermética que guardaba en su interior una tablilla con unos
caracteres extraños.

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“Una tormenta de plaga se está
acercando. Las naciones de la Tierra
tiemblan ante el peligro. De los
cielos descienden airados ángeles, y
los muertos vuelven a caminar
sobre el mundo. Una sombra
VIRÁLICA se está extendiendo.
¿Será acaso la condena de nuestra
especie inteligente? Nos vemos en
el siguiente volumen”.

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