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SINOPSIS ................................................................ 4 22 ............................................................................. 193
1 ..................................................................................... 5 23 ............................................................................ 199
2 .................................................................................. 10 24.............................................................................. 211
3 ................................................................................. 20 25 ............................................................................. 215
4 ................................................................................. 30 26 ............................................................................ 225
5 ................................................................................. 39 27 ............................................................................ 232
6 ................................................................................. 46 28 ............................................................................ 245
7 ................................................................................. 54 29 ............................................................................250
8 .................................................................................. 61 30 ............................................................................ 253 3
9 ................................................................................. 64 31 ............................................................................. 259
10 ............................................................................... 78 32 ............................................................................ 267
11 ................................................................................ 90 33 ............................................................................ 276
12 ............................................................................... 98 34 ........................................................................... 284
13 .............................................................................. 112 35 ............................................................................ 295
14 ............................................................................. 122 36 ........................................................................... 300
15 .............................................................................. 131 37 ............................................................................ 307
16 ............................................................................. 139 38 ............................................................................. 313
17 ............................................................................. 147 39 ............................................................................. 318
18 .............................................................................. 153 40 ........................................................................... 324
19 ............................................................................. 168 EPÍLOGO .......................................................... 326
20 ............................................................................ 174 SOBRE LA AUTORA ................................. 334
21 ............................................................................. 179 CRÉDITOS ....................................................... 335
Tú nómbralo: me fascina. Mi mamá siempre culpó a mi papá por mi mente
demasiado curiosa y altamente sospechosa.
Mi padre increíblemente autoritario.
El Señor Nadie Es Lo Suficientemente Bueno Para Mi Hija ha estado aterrorizando
a mis citas desde que cumplí quince años.
La universidad es mi oportunidad de liberarme de su control y salir con el chico que 4
quiera.
Estoy absolutamente segura que odiaría a Slade Wylder... casi tan segura como estoy
de que yo también.

Slade me fascina. Vive en una casa que estoy segura que está encantada. Su perro
está entrenado tan bien como cualquier guardia que haya visto. Se rumorea en el campus
que se dedica a las drogas. Eso explicaría mucho.

Pero no explica por qué me salva de mi momento más oscuro.


No explica por qué no puedo dejar de pensar en él.

Jack & Jill #4


Livy Knight
15 años…

—E
than dijo que tu padre es un psicópata.
Cerré de golpe la puerta de mi casillero y le fruncí
el ceño a mi mejor amiga.
—No puedes hablar en serio. 5
La nariz de Maggie se arrugó.
—Lo sé. Tu papá es mucho mejor que mi papá. Y es jodidamente sexy. Mi padre…
bueno, ya lo has visto. No es nada bonito.
—Maggs… ¡puaj! Sabes que odio cuando hablas así de mi papá. Es un friki de las
computadoras y es mi papá. Por favor, deja de decir sexy en la misma oración que mi padre.
—Tiene tatuajes y sabe artes marciales. —Maggie se encaminó hacia álgebra—. Y
no tiene panza de papá. Y no hace ruidos corporales groseros alrededor de tus amigos. Eso
lo hace jodidamente sex…
—¡Lalalalala! —Me tapé mis oídos y luego estallé en un ataque de risa—. En serio,
muchas personas tienen tatuajes. ¿Y artes marciales? Lo que sea… es pura cháchara.
Quiero decir… enseña una clase de autodefensa en la universidad comunitaria. Sabe cómo
romper la nariz de alguien si intentan robar su billetera, y compra gas pimienta con
descuento. Diría que eso es paranoico, pero no psicótico.
Maggie agarró las correas de su mochila y se encogió de hombros.
—Ethan dijo que estaba arriesgando su vida al contarle a alguien, pero jura que tu
papá lo estaba esperando anoche cuando salió por la ventana de tu habitación.
—Mi papá no estaba en casa. Ethan está diciendo puras mierdas. —Tomé una bebida
energética de la máquina expendedora.
—Está diciéndole a todo el mundo que tu papá lo amenazó. Dijo que podía jugar al
fútbol con dos piernas funcionales o salir con su hija desde una silla de ruedas.
Escupí mi bebida.
—No. Él no dijo eso.
—Solo te estoy diciendo lo que Ethan está diciendo a todos. Pero en serio, Livy…
¿qué estaba haciendo Ethan en tu habitación?
Sonreí, abriendo la puerta del salón de clases.
—Solo cosas.

6
16 años…

—¡Papá! ¡Detente! —Perseguí a papá mientras él acechaba por la acera detrás de


Brendon. El pobre Brendon no estaba usando pantalones ni camisa, solo unos bóxer rojo y
la expresión más aterrada que jamás hubiera visto alguna vez. Su ropa permanecía
esparcida en el piso de mi habitación, abandonada, al igual que su auto al otro lado de la
calle porque… la llave de su auto estaba en sus pantalones.
—Livy Eloise Knight… —Papá volteó hacia mí cuando el cuerpo medio desnudo
de Brendon giró a la derecha en la esquina de la calle—. Entra. En. La. Casa. Ahora.
Mismo.
Mis pies descalzos golpearon el cemento en la dirección ordenada, mi corazón
martillando a ritmo de mi disgusto con cada paso: una retirada a mi prisión.
—¡Eres un hipócrita! —Me giré tan pronto como la puerta se cerró detrás de él.
Cruzándome de brazos, ladeé mi cabeza y miré a mi carcelero sobreprotector con los ojos
entrecerrados.
Su mirada fulminante inspeccionó cada centímetro de mí. La transparencia de sus
pensamientos alimentó mi ira. No le gustaron mis ajustados vaqueros rasgados, mi ombligo
perforado, o la delgada tela de mi camiseta. Esperaba que también pudiera ver la
transparencia de mis pensamientos. Es mi cuerpo.
—Tráeme su ropa y las llaves de su auto. —Los músculos de su mandíbula se
tensaron a medida que apretaba sus dientes.
—¡Estás arruinando mi vida! —Apreté mis puños.
—Livy… —Sus ojos se estrecharon hacia mí.
—¿Eras virgen a los dieciséis años, papá? ¿Eh? ¿Lo eras? —Ni se estremeció—.
Eso es justo lo que pensaba. Entonces… ¿de quién fue el papá que intentó matarte cuando
te follaste a su preciosa hijita? ¿Acaso al señor Jackson Respetuoso de las Reglas Knight,
lo persiguieron calle arriba en nada más que ropa interior? —Aún sin reacción—. Extraño
a mamá —susurré con un suspiro y hui al consuelo de mi habitación. 7

17 años…

—He oído rumores… —dijo Garrett mientras deslizaba la camiseta por su cabeza.
No era lo ideal, pero el asiento trasero de su camioneta tenía espacio suficiente para
hacer lo que no podíamos hacer en mi casa o la de él. Cuatro de las siete luces del
estacionamiento vacío estaban apagadas. Y estaba a una semana de cumplir los dieciocho.
A dos semanas de la graduación.
Tres meses para comenzar la universidad.
—¿Qué rumores? —Arrojé su camiseta a un lado.
—De tu padre. —Desabrochó mi blusa.
—No puedes creer todo lo que escuchas.
Garrett se mudó a San Francisco al final del semestre anterior. Era una absoluta
mierda por parte de sus padres hacer que se mudara a una escuela nueva a semestre antes
de graduarse.
—Escuché que salir contigo es una mala idea.
—¿Quién ha dicho que estamos saliendo? —Me sonrió a medida que su mirada caía
a mis senos apenas ocultos detrás del encaje de algodón blanco.
—¿Esta…? —Frotó sus dientes a lo largo de su labio inferior lleno, sus ojos ebrios
ante la vista frente a él.
—¿Esta qué? —Me estiré para desabrochar mi sujetador.
—Es tu primera vez. —Su mandíbula se relajó, tomando una respiración superficial.
—¿Mi primera vez en la parte trasera de un vehículo? —Mi sujetador cayó unos
pocos centímetros, exponiendo mis senos plenamente.
—Tu primera vez… ya sabes… teniendo…
—¿Sexo? —Llevé su mano a mi seno, dejando que mis ojos se cerraran a la deriva
cuando dio un suave apretón.
—S-sí. —La voz de Garrett tembló, y su mano se sacudió como si estuviera asustado 8
de romper mi teta como un globo lleno de agua. Todo su cuerpo vibraba debajo de mí.
Mis ojos se abrieron de golpe, sin parpadear al comprender.
—¿Eres virgen? —susurré.
Su mirada se deslizó hasta la mía.
—No… necesariamente.
—Garrett… —Dejé escapar un suspiro lento mientras me mordía el labio superior—
. Has sido aceptado a Stanford. No necesariamente no es una respuesta real o inteligente a
tu estado de virginidad.
Su mano se apartó de mi teta a medida que su metro ochenta y dos se desinflaba,
dejándome encaramada sobre un montón de huesos, músculos y una confianza marchita.
Había visto videos de él jugando lacrosse: dando y recibiendo golpes tan fuertes que a mis
propios pulmones les faltó el aire. Qué suposición realmente terrible hice, relacionando el
sexo y los deportes. Cualquier polla en pleno funcionamiento podría haberse metido en una
vagina.
—¿No eres virgen? —preguntó con una expresión pensativa.
—Bueno, es difícil de explicar. —Sonreí, inclinándome para darle un beso.
Toc. Toc. Toc.
Nos volvimos hacia la ventana y el puño enojado la golpeó tres veces más.
—¿Quién diablos es ese? —preguntó a Garrett.
Suspiré, volviéndome a poner el sujetador y abrochándome la blusa.
—Voy a salir por este lado. Tú sal por el otro lado.
—¿Por qué? ¿Lo conoces?
—¿Qué tan rápido puedes correr, Garrett?
—¿Qué? ¿Por qué? Livy, ¿quién es ese?
Me bajé de su regazo y abrí la puerta.
—Mi papá. ¡Ahora corre, Garrett!
—Livy Eloise Knight. Mete tu culo en el auto.

9
Livy Knight
21 años…

—L
ivy, eres un desastre andante. —Aubrey frunció el ceño
cuando me precipité en la cocina con mi camisa medio
puesta y el asa de mi mochila clavándose en mi mano.
La dejé caer al suelo, y metí el otro brazo a través de mi camisa mientras robaba una 10
rebanada del pan de Aubrey y lo arrojaba en la tostadora.
—Voy tarde.
—No me jodas. Y anoche dejaste la mantequilla de maní con la tapa abierta, y la
cuchara aún en el frasco.
—Ups… —Arrugué mi nariz—. Lo siento, anoche estaba hambrienta cuando llegué
a casa. —Después de depositar mi botella de agua en el bolsillo lateral de mi mochila, metí
mis pies en mis zapatillas deportivas blancas sin calcetines.
—Surfear no es una excusa para dejar desastres o llegar tarde a tu primer día de
clases.
—Es mi último año. —Sonreí—. No pueden reprobarme ahora.
Aubrey puso los ojos en blanco mientras cortaba algunas verduras y frutas para
hacer jugo.
Estaba comenzando su tercer año en su especialización en sociología sin tener idea
de lo que planeaba hacer con ese título. Yo era estudiante de último año en ciencias
políticas, y futura presidenta Livy Knight… después de la escuela de leyes, por supuesto.
Actuaba como una persona de treinta, haciendo horarios con tareas diarias para los
cuatro viviendo en la casa mientras yo hacía el papel de una chica de dieciséis años,
poniendo el surf por encima de todo lo demás.
Ella era la responsable. Yo era la divertida.
Lo hacíamos funcionar.
Colgando mi mochila sobre mi hombro, agarré mi tostada y le guiñé un ojo a
Aubrey.
—¡Muah! Adiós, nena. Que tengas un buen día en la escuela. No olvides llevarle
una manzana a tu profesora.
No tuve que mirar por encima del hombro para saber que llevaba un ceño fruncido
y en secreto, estaba fantaseando con un tiburón devorándome. Las personas responsables
odiaban a las personas divertidas. También terminaban con úlceras, morían de infartos y
permanecían vírgenes hasta bien entrados los treinta. Para ser justos, la casa de estilo 11
mediterráneo de dos pisos con techo rojo, pintura blanca y puerta de entrada en arco verde
azulado pertenecía a sus padres: unos hípsters atemporales que trabajaban para un estudio
de animación pero vivían en una casa elegante en Santa Mónica. Conservaron la casa cerca
del campus de modo que Aubrey tuviera un lugar donde vivir mientras iba a la universidad.
Nunca entendí plenamente a la familia súper adinerada, pero sabiendo que vivir ahí
implicaba un alquiler barato, mi propia habitación, y una piscina… entonces no era quien
para juzgar.
El segundo ceño fruncido de la mañana llegó veinte minutos después, cuando llegué
tarde a mi primera clase. Dos minutos… no estaba segura que en realidad eso cuente como
llegar tarde, así como más de cinco kilómetros por encima del límite de velocidad nunca
se traducía en una multa. La profesora Patel detuvo su declaración de apertura, crispando
sus labios pálidos alrededor de sus dientes enchapados a medida que esperaba a que yo
tomara asiento. Por supuesto, todos los asientos disponibles estaban en la primera fila, pero
sería capaz de sentarme en el regazo de algún chico con tal de caminar por varios tramos
de escaleras en lugar de la primera fila.
Un agradable estudiante no fulminándome se movió un asiento a un lado para
dejarme sentar al final de la tercera fila desde atrás. Di un paso alrededor del pastor alemán
encaramado al final de la segunda a la última fila para llegar al asiento libre. Después de
quitarme mi mochila, eché un vistazo rápido por encima del hombro mientras me
acomodaba en mi asiento. El dueño del perro guía me miró, con el tercer ceño fruncido de
mi mañana.
Volviéndome hacia la profesora, le rogué con una sonrisa de disculpa para que siga
hablando, desviando la atención del lugar de mí a ella nuevamente.
Una vez que comenzó a hablar, le eché otro vistazo al chico detrás de mí.
¿Por qué parecía tan enojado? Dos minutos. Llegué dos malditos minutos tarde. ¿Y
por qué tenía un perro en una conferencia universitaria? Si estuviera ciego, no me habría
visto llegando tarde.
Hice lo mejor que pude para concentrarme en la profesora Patel y su descripción 12
general del curso somnoliento sobre tecnología y energía limpia, pero cedí a mi curiosidad
y le eché otro vistazo al chico del perro. Tenía que ser nuevo, un traslado, un desertor que
volvía.
No era que conociera a todos en mi clase de graduados. Sin embargo, un sexy chico
ceñudo con un pastor alemán habría llamado mi atención mucho antes de mi último año.
Después de clases, agarré mi mochila y me giré para entablar una conversación con
el chico del perro y tal vez disculparme por llegar dos minutos tarde… y ver si me dejaba
adorar su pastor alemán.
—¿A dónde fuiste? —murmuré para mis adentros, poniéndome de puntillas antes
de luchar para subir las escaleras y atravesar la multitud. No había forma de que se escapara
tan rápido. Debe haber abandonado las clases temprano, lo que lo hacía infinitamente más
misterioso y atractivo.
—Qué manera de llegar tarde. —Karina me dio un codazo a medida que salíamos
del edificio con el resto de la manada.
—Oye. — Sonreí mientras navegábamos por la montaña de escalones de piedra—.
Solo dos minutos.
—En tu último año, nena… ¿estás lista para esto?
Deslicé mi brazo por la otra correa de mi mochila.
—Oye… ¿viste al chico con el perro? —Mi mirada siguió inspeccionando la zona.
—Uh… sí. Fue el tema principal de los susurros desde el momento en que entró al
auditorio hasta que comenzó la clase… dos minutos antes de que llegaras.
Puse mis ojos en blanco.
—¿Y?
—Slade Wylder. Habría sido un estudiante de último año en nuestro primer año,
pero desapareció durante un tiempo. No estoy segura por qué ni a dónde fue. De todos
modos… está de vuelta, y vive al otro lado de tu calle… tal vez a tres o cuatro casas al este.
Alguien dijo que está alquilando la estación de bomberos que fue denunciada.
—¿Dickerson? —Mi cabeza giró hacia ella.
—Sí. —Los labios de Karina se fruncen. 13
El esposo de Patty Dickerson secuestró una chica de primer año el año antes de que
yo empezara la universidad. La mantuvo drogada en su calabozo durante seis meses sin
que Patty tuviera ni idea. Patty estaba en silla de ruedas debido a una enfermedad
degenerativa, de modo que nunca lo supo. Hubo algunos rumores de que Patty ni siquiera
sabía que tenían un sótano/calabozo: no eran exactamente comunes al sur de California.
El que estaba debajo de la estación de bomberos era pequeño y sonaba jodidamente
horripilante: oscuro, sin ventanas y al que se accede solo por una trampilla. Un búnker para
que bastardos enfermos escondan a sus víctimas. La chica logró iniciar un incendio después
de que el profesor Dickerson (sí, era profesor de psicología, imagínate) dejó un cigarro
encendido cerca de ella.
La chica murió. Patty logró salir. El profesor Dickerson fue a la cárcel.
Alguien compró el lugar y arregló el daño causado por el fuego, pero había estado
vacío con una señalización de En Alquiler al frente desde que tenía mucho tiempo viviendo
en esa calle.
—¿Cómo es que tiene un perro en clase? No es ciego.
—Alguien dijo que es sordo.
Arrugué mi nariz. Eso no tenía sentido.
—Supongo que lee los labios. —Se encogió de hombros.
—Entonces debería sentarse en la primera fila, donde de hecho pueda ver sus labios.
—No sé. Tal vez es un perro de apoyo emocional.
—¿Cuándo empezaron a permitir animales de apoyo emocional en clases?
Karina se rio.
—No sé nada de eso. Solo te estoy diciendo lo que gente estaba comentando antes
de que empezara la clase. Voy por este lado. —Asintió a la derecha.
—Está bien. Tengo una hora de descanso. —Bostecé.
—¿Una siesta? —Asentí, aún bostezando—. Pon una alarma. Nos vemos.
Encontré mi árbol, pero no estaba vacío hacia el este del sol. Siempre estaba vacío
porque era… Mi. Árbol.
Camiseta negra. 14
Vaqueros negros.
Botas de cuero negro.
Pastor alemán.
El chico del perro robó mi lugar.
—No lo haría. —Su profunda advertencia tajante cosquilleó a lo largo de mi piel.
Me gustó.
Me gustó el ángulo de su mandíbula recubierta con una barba incipiente y sus
pómulos prominentes… afilados como su tono.
Me gustó su cabello castaño profundo recortado bajo a los lados y largo y
desordenado jodidamente sexy por arriba, como si no le diera más que un peinado rápido
con sus dedos antes de salir por la puerta.
Mi mano se detuvo. No iba a acariciar al perro, solo dejarle captar mi olor. ¿Y cómo
supo que estaba allí? Parecía un tronco, con la cabeza apoyada en su bolso, las piernas
estiradas y cruzadas a la altura de sus tobillos, las manos entrelazadas sobre el pecho.
Inmóvil.
Sus ojos cerrados.
—¿Eres sordo?
No se movió… ni un estremecimiento, una mirada de reojo, un aleteo de sus
pestañas largas.
Lo tomé como un sí.
Entonces debe haberme visto llegar, sentir mi presencia o la vibración de mis pasos.
Dejando caer mi mochila al suelo en el lado opuesto y sin la sombra del árbol, saqué
una pera de mi mochila y le di un mordisco mientras me acomodaba de lado, apoyando mi
mejilla en el bolso. Algo crujió detrás de mí, y miré hacia atrás. El pastor alemán se giró
hacia mí.
—Jericho —advirtió el señor Roba Lugares.
Un par de chicas se desviaron en nuestra dirección.
—¡Oh, Dios mío! Qué perro más hermoso. —Una se inclinó para acariciarlo, y le
gruñó. Las chicas saltaron hacia atrás—. Caray… está bien. —Se alejaron tan rápidamente 15
como se desviaron hacia el árbol.
El ladrón de lugares se estiró y le dio a Jericho una palmadita en su cabeza como
para elogiarlo por gruñir a las chicas. Sin embargo, la mirada de Jericho permaneció
clavada en la pera en mi mano.
Tomé otro bocado de pera y saqué el trozo de mi boca. Luego lo arrojé frente a
Jericho.
—Déjalo.
Sonreí ante la voz ronca.
Para una persona sorda, no pasaba nada por alto. Eché in vistazo una vez más en esa
dirección.
Quizás se sentó y vio el trozo de pera.
No.
Solo lo sabía.
El perro soltó un quejido leve y cayó al suelo con el hocico apoyado en sus patas
delanteras.
Moviendo mi cuerpo y mi mochila unos centímetros más hacia el tronco del árbol,
extendí mi brazo por encima de mi cabeza, agarré el trozo de pera y lo acerqué a Jericho.
Jadeé cuando un dolor punzante se irradió desde mi muñeca hasta el sócalo de todo
mi maldito brazo. Unos dedos implacables se clavaron en mi piel, y mi mano hormigueó,
perdiendo toda sensibilidad.
—Vuelves a alimentar mi perro, y te romperé todo el maldito brazo.
—¡Oye! ¡Suél-ta-me! —Arranqué mi mano de su agarre y me senté de inmediato,
frotándome la muñeca. Para el momento en que miré furiosa por encima del hombro para
darle algunas palabras más, él y su perro estaban a diez metros de distancia, subiendo las
escaleras. Su voz no era lo que esperaba.
La agitación se enroscaba en su tono abrasivo, pero también tenía inflexiones
perfectas: nada comunes en las personas sordas. O esa era mi experiencia.
—Imbécil —murmuré con mi propia inflexión perfecta mientras fruncía el ceño ante 16
mi pera que había caído al suelo cuando mi brazo fue atacado.
Pasé mis siguientes dos clases sin conseguir ningún conocimiento real. Alto, moreno
y ciento por ciento imbécil mantuvo mi mente preocupada. Después de charlar con algunos
amigos fuera de mi última sala de conferencias, me subí al primer scooter disponible y me
dirigí a casa. Estacioné el alquiler en la calle principal, subí la pequeña colina hasta mi
casa, disminuyendo la velocidad al pasar por la casa Dickerson. Se veía similar a la casa
de Aubrey. Toda la calle era demasiado idéntica para mi gusto.
Después de pasar por la casa lentamente, aceleré el paso hasta que escuché un
automóvil detrás de mí. Cuando volví la cabeza, un Volvo SUV negro con vidrios
polarizados voló hacia el camino de entrada. El bruto de mi enemigo salió y abrió la puerta
trasera para Jericho. Su mirada se disparó en mi dirección por una fracción de segundo
antes de cerrar la puerta. Contuve la respiración como si hacerlo me haría invisible.
Slade Wylder me recordaba a la Parca, menos la guadaña, vestido de negro, hasta
su auto y sus ventanas. Con unos ojos tan oscuros que parecían huecos desde la distancia.
Mi mamá dijo que papá tenía un lado oscuro misterioso cuando se conocieron.
Tal vez es por eso que siempre me he sentido atraída por hombres que mi padre no
encontraría dignos de su bebé. Estaba segura que no había dormido ni un día desde que me
fui para ir a la universidad. Tenía suerte que al menos me quedara en el estado: un viaje de
seis horas al sur de Los Ángeles en lugar de la Costa Este, donde consideré seriamente
escapar del carcelero.
Antes de que Slade Wylder tuviera la oportunidad de tomar otro sorbo de la taza de
mi curiosidad descarada, le lancé una media sonrisa (la que me encantaba darle a mi padre)
y seguí avanzando tranquilamente a mi casa.
—¡Amiga! ¿Adivina quién se mudó a la estación de bomberos? —Kara casi se
atragantó con su refresco, limpiándose la boca a medida que soltaba mi mochila junto a la
puerta—. Se supone que no deberías sentarte en la encimera de la cocina. Si mami Aubrey
te atrapa… serás desalojada.
Kara se recostó contra los gabinetes blancos, llevándose una rodilla al pecho, 17
apoyando su pie en el borde de dicha encimera de granito blanco. Sus pies descalzos sobre
la encimera de la cocina habrían provocado un frenesí de desinfección por parte de Aubrey.
—Esto es de ella. —Kara levantó la jodida lata de refresco de dieta y sonrió antes
de tomar otro sorbo—. Y es la última. Ya estoy en una mierda bien profunda con mami.
—En realidad, lo estás. Y… sí. Sé quién se mudó a la estación de bomberos. Y es
tan espeluznante como los rumores que he oído sobre el profesor Molester Dickerson.
Slade Wylder. Está en mi primera clase. Y tiene un perro. —Agarré un vaso y lo llené con
agua de la nevera.
—Es sordo. Y en serio, es jodidamente sexy. Eso es lo que he oído. ¿Es cierto? —
Los ojos de Kara se abrieron de forma inquisitiva.
Tomé algunos tragos y luego froté mis labios.
—¿Sexy o sordo?
—Ambos.
—No sé si es sordo. Podría explicar al perro. Definitivamente es sexy. Pero
lamentablemente… un imbécil de proporciones épicas. Intenté darle a su perro un trozo de
mi pera, y me agarró de la muñeca y amenazó con arrancarme el brazo si volvía a hacerlo.
—Vaya… entonces, eso encaja. —Kara tamborileó el borde de la lata contra su labio
inferior y apartó su liso cabello negro detrás de su oreja.
—¿Encaja?
—Sí. Missy está arriba en su habitación, pero estuvimos hablando de él antes de que
llegaras a casa. Escuchó de Cory que Slade es un poco turbio. Quizás traficante. Nadie sabe
con seguridad. Al parecer, ha sido visto regresando a casa de forma habitual a altas horas
de la noche. Supongo que comenzó su último año hace unos años atrás. Una semana
después, alguien pensó que lo habían visto en un bar con la cara totalmente jodida y el
brazo en un cabestrillo. Nunca regresó a la universidad… hasta ahora. Apuesto a que le
debía a alguien algo de dinero, pero no lo tenía.
Asentí.
—Probablemente. Aunque me sorprende que regresara para terminar la universidad.
—Estoy segura que solo está usándolo como un frente para lidiar con cualquier 18
mierda que esté lidiando. Me mantendría alejada.
Seguí asintiendo lentamente a medida que miraba el suelo de baldosas de mármol
entre nosotras. Parecía un poco extraño que alguien claramente interesado en la ley tuviera
un trabajo secundario quebrantando dicha ley.
—Lo digo en serio, Livy. No te pongas en peligro solo para enojar a tu padre. —Mi
mirada volvió hacia Kara de golpe—. No me des esa mirada, Liv. Tu pasatiempo favorito
es volver loco a tu papá. —No estaba equivocada.
—Bueno, su pasatiempo favorito es preocuparse demasiado por mí. Pongámonos en
marcha. —Mi cabeza se sacudió en dirección de la escalera.
—Ya voy por delante de ti. —Kara levantó su camiseta, revelando su bikini—.
¿Crees que Aiden estará esta noche allí?
Sonreí.
—Dios… eso espero. Es mi gánster favorito. Es jodidamente brillante.
—Y viejo, como todos los gánsteres originales. —Kara saltó de la encimera—. Es
espeluznante la forma en que coqueteas con él.
—Amiga, no coqueteo con él. Es mayor que mi padre. Se llama admiración y
respeto. —La dejé con el ceño fruncido a modo desaprobador y luego me cambié a mi
bikini, agarré mi traje de buceo, y esperé junto a la puerta para el resto de la tripulación.
Surfeamos hasta que la noche apagó nuestro sol glorioso. Mis molestas amigas
responsables me sacaron del agua para ir a casa de modo que fuera a las clases al día
siguiente. Por mucho que quisiéramos poner unas cuantas barras luminosas y pasar el rato
con la multitud bajo el crepúsculo, Missy nos convenció a Kara y a mí de darlo por
terminado.
—Es como si te drogaran totalmente, observarlas así. —Eché un vistazo al agua y
mis amigas acérrimas resplandeciendo mientras cabalgaban sobre la serpiente nocturna.
—Como ovnis. —Kara rio.
Con nuestras tablas aseguradas a la parte superior del SUV de Missy, nos dirigimos
a casa con las ventanas abajo y “To Hell&Back” de Maren Morris a todo volumen en los 19
altavoces. No era una chica de música country hasta que conocí a Kara.
Me convirtió en cuestión de meses durante nuestro primer año. Missy tardó un poco
más en terminar convencida, pero al final todas llegamos allí. Excepto Aubrey… no
surfeaba, y despreciaba la música country.
L
legué a clase a la mañana siguiente con dos minutos de sobra y mi té verde
de menta con una generosa cantidad de miel de mi cafetería favorita de té
y crepes. No tengo tiempo para los crepes, pero tuve un pequeño orgasmo
alimenticio mientras esperaba en la fila del mostrador de recogida. Oh, la tortura… a
medida que platos decadentes de la exquisitez francesa pasan junto a mí en las bandejas
para los clientes que no tenían clases a las ocho en punto con una profesora que no tenía
problemas con avergonzarte por llegar tarde.
Moras. 20
Crema batida.
Lluvia de chocolate.
No era justo.
En su lugar, agarré una bola de energía empaquetada en el mostrador de la caja. La
mantequilla de almendras, espirulina y coco no tenían el mismo efecto cautivador de los
crepes.
Slade Wylder y su perro guía misterioso engancharon mi atención desde su lugar en
la sección central a mitad de camino por las escaleras del salón de conferencias con estilo
teatro. Había dos asientos disponibles detrás de él. Cualquier mujer con un sentido de
autopreservación habría elegido el asiento más alejado posible de él. Lástima que no era
como cualquier mujer.
Reclamé un asiento detrás de él y uno a la izquierda de modo que tal vez me viera
por el rabillo del ojo. Cuando no me ofreció ni una sola mirada, sorbí mi té y me aclaré la
garganta.
Nada.
Es sordo, estúpida.
Después de la palmada invisible en mi cara, me crucé de piernas y, no tan
accidentalmente, pateé el respaldo de su silla. Me echó un vistazo lentamente. Cambié mi
té a mi mano izquierda y llevé un puño contra mi pecho con mi mano derecha, rotándolo
en el sentido de las agujas del reloj en lenguaje de señas para “lo siento”. Su ceño fruncido
arraigado ni se inmutó. Solo se intensificó, mellando el espacio entre sus gruesas cejas
serias.
Sosteniendo mi bebida entre mis rodillas, usé ambas manos para hacer las señas de
“Dije que lo siento. No es necesario que me rompas la pierna”. El orgullo inevitable torció
mi boca en una sonrisa mientras esperaba a que reconociera mi habilidad para
comunicarme con él. Tiffany, mi mejor amiga desde el jardín de infancia hasta el octavo
grado, era sorda. Me enseñó el lenguaje de señas. Bueno, me enseñó algo del lenguaje de
señas. 21
Mi papá me enseñó más. También me enseñó a hablar algo de alemán y ruso. Antes
de decidirse a ser ingeniero informático, había considerado trabajar con el gobierno como
intérprete.
Slade respondió a mi actuación con un parpadeo lento. ¿Cómo podía estar tan poco
impresionado? En serio… ¿cuántos estudiantes conocía que supieran señas?
No me di por vencida. Mis manos trabajaron rápidamente en mis próximos
pensamientos. “Creo que empezamos con el pie izquierdo. Soy Livy Knight”. Recalqué
mis palabras en señas con una sonrisa. Mi tía Jessica decía que después de la muerte de mi
madre, recalcaba todo con una sonrisa. Sabía que estaba intentando mostrarles a todos que
estaba bien. No quería que nadie sintiera lástima por mí.
Pero Dios… lo hacía. Sentía mucha jodida lástima por mí. Y mi padre. Nunca se
recuperó. Siempre sentí su amor bajo la gruesa armadura de sobreprotección, pero era como
si una luz se hubiera apagado cuando ella murió. Oscuro y desgarrador. Cada sonrisa
contenía una ráfaga de su dolor. No podía hacer otra cosa que sonreír más grande,
intentando sacarlo de su agujero oscuro. No puedes aferrarte a ella. Se ha ido.
Slade parpadeó por segunda vez. Para nada impresionado.
—Buenos días. —La profesora silenció la habitación.
Mi mirada se dirigió a ella por un segundo, y para el momento en que volví a Slade,
miraba al frente nuevamente. Se las arregló para pasar toda la conferencia sin siquiera un
vistazo por encima del hombro. No podía decir lo mismo. Mis miradas robadas fueron en
su lugar al frente de la habitación. Al final de la clase, podría haber esbozado todos los
detalles del perfil lateral de Slade Wylder.
Cada vello espinoso ensombreciendo su rostro. La caída permanente de su boca. El
barrido suave de sus pestañas contra sus pómulos altos cuando descansó sus ojos o tal vez
tomó una siesta de pocos segundos, no podía decir. El resto de su cuerpo permaneció como
una estatua. Sin tomar notas. Sin cambiar de posición como el resto de los prisioneros
desinteresados de la profesora.
Nada.
Simplemente… ni se movió hasta cinco minutos antes del final de la clase. Luego, 22
con un movimiento fluido, que me sobresaltó de mi inspección intensa, Jericho y él salieron
sigilosamente del salón de conferencias.
—Mierda —susurré, estremeciéndome por el té derramado amontonándose a mis
pies a medida que me apresuraba a meter mi computadora portátil en mi bolso y correr
hacia la puerta. Después de depositar el vaso vacío en la basura justo afuera del lugar,
empujé las puertas principales y bajé las anchas escaleras de piedra—. ¡Espera! —Me reí
entre dientes—. No puede oírte —murmuré.
Reduje la velocidad de mi trote y estiré mis zancadas a una caminata increíblemente
rápida cuando lo alcancé. Se detuvo como un soldado en atención, pero no se giró hacia
mí.
Dando la vuelta para enfrentarlo, le presenté mi sonrisa más amable.
—¿Cuál es tu próxima clase? —pregunté recalcándolo. Nada—. Lamento lo de ayer.
Es un perro guía. Lo entiendo. Debí haberme contenido.
Su mirada permaneció fija en la mía. Dejé caer mis manos a mis costados.
Un alma tan oscura e ilegible. Tal vez acababa de perder su audición y no entendía
el lenguaje de señas. Tantos pensamientos pasaron por mi mente mientras esperaba
encontrar una manera de comunicarme con él, hasta que…
—¿Qué carajo estás haciendo?
Mis cejas subieron poco a poco hasta mi frente.
—No eres sordo.
—Brillante observación. ¿Ya hemos terminado aquí?
Cuando dudé por más de un segundo, pasó a mi lado bruscamente.
Giré un ciento ochenta.
—¿Trastorno de estrés postraumático? ¿Trastorno bipolar? ¿Ataques de pánico?
¿Pensamientos suicidas? ¿Es un perro de apoyo emocional? —Mi voz bajó a un susurro
cuando su ritmo confiado aumentó la distancia entre nosotros—. Está bien. Eso salió muy
bien. 23
—¿Sacaron del juego a Livy Knight? —Karina empujó el tacón de mi zapato con la
punta de los suyos antes de caminar junto a mí sigilosamente.
Asentí, con una carcajada.
—Regiamente.
—Tal vez es homosexual.
Levanté un hombro.
—Tal vez. No estaba ligando con él. Simplemente me da… curiosidad.
Una multitud de estudiantes de las clases terminadas nos tragó, obligándonos a
avanzar.
—Bueno, definitivamente es misterioso.
Inclinando mi barbilla más alto, lo busqué alrededor, pero ya había desaparecido.
—Sí. Misterioso. Seguro que desearía que no me gustaran tanto los misterios. —
Sonreí—. Pero no puedo evitarlo. Me gustan.
—Liv…
—¿Qué? Solo estoy… —recogiendo mi cabello rubio desde mi cuello, lo apoyé
sobre mi hombro derecho y lo trencé distraídamente—… curiosa por qué tiene ese perro
en clase. No es sordo o ciego. Y quiero saber por qué está alquilando la estación de
bomberos: aparentemente por sí solo. Y todo el mundo… me refiero a, todo el mundo sabe
que está embrujada. No veo cómo se lo puede permitir a menos que su familia sea rica o
que es, de hecho, un traficante de drogas.
—O asesino en serie, uno que piensa que una casa embrujada por un homicidio sería
un lugar estupendo. Podría tener cuerpos almacenados en congeladores en ese calabozo
que llaman sótano. ¿Alguna vez pensaste en eso?
Asentí.
—Me conoces. Por supuesto que he pensado eso.
Nos reímos en sincronía.
—Tengo que irme. Nos vemos.
—Nos vemos. —Le lancé una sonrisa conspiradora a medida que se desviaba hacia
la derecha mientras yo me dirigía a mi siguiente clase. 24
Secretos de estado.
Teorías de conspiración.
Corrupción.
Asesinos seriales.
Todas formas de crack para mí. Mi madre solía decir que mi mente demasiado
curiosa y altamente sospechosa venía de mi padre. Sin embargo, nunca comparé su
sobreprotección con la CSI o el espionaje gubernamental.
Después de dejar mi scooter habitual al final de nuestra calle, hice una pasada frente
a la estación de bomberos, di la vuelta y realicé otra pasada. Ninguna SUV negra. Ninguna
señal de Slade Wylder.
Solo un vistazo rápido. Alimenté mi lado obsesivamente curioso con la misma droga
que necesitaba evitar. El tipo amenazó con arrancar mi brazo, y no había olvidado por
completo el rumor de su estatus como traficante de drogas. Sin embargo...
Sin embargo, miré repentinamente de derecha a izquierda y recorrí el camino de
entrada como si viviera allí. Las cortinas cerradas oscurecían cualquier posibilidad de que
pudiera echar un vistazo al interior de la estación de bomberos. Si Slade Wylder poseía
plantas de interior, iban a morir. ¿Seguiría allí el calabozo de la muerte? ¿La trampilla
cubierta por una alfombra?
Slade no parecía el tipo de persona que tiene alfombras. O plantas de interior.
O galletas en un frasco en la encimera. Mamá siempre tenía galletas en un frasco
para mí. Después de su muerte, papá intentó llenar el frasco con galletas tipo sándwich
compradas en la tienda. Volví mi nariz hacia ellas y su patético intento de llenar el vacío
de mamá con galletas compradas en la tienda.
Wylder arrancaré tu maldito brazo parecía más como un tipo de hombre que usa sus
botas sucias dentro de la casa. Me lo imaginaba volviendo a casa a altas horas de la noche,
orinando, dejando sus pantalones desabrochados, quitándose su camisa y colapsando en
una cama sin hacer con las botas puestas, una pierna colgando fuera de un lado.
Al no tener suerte para vislumbrar la casa desde las ventanas y puertas, husmeé en
el garaje independiente para dos autos. La puerta de acceso lateral tenía una ventana, pero 25
estaba pintada de negro… y estaba con llave.
—¿Sabes lo que les pasa a los intrusos?
—¡Jesús! —Salté, girando de golpe y presionando mi espalda contra la puerta como
una mosca clavada con un matamoscas. Mientras tragaba, haciendo que mi corazón
atronador volviera a mi pecho, apreté mis manos—. No… no estoy allanando.
—Mi propiedad. No estabas invitada. —Su ceño se profundizó—. Allanamiento.
Poniendo mis ojos en blanco, imité su expresión facial intolerable.
—¿Y? —Me encogí de hombros—. Llama a la policía. —Mi mirada cayó a Jericho.
Él me sonreía. De verdad. Mamá solía mostrarme fotos de Gunner sonriéndole.
Decía que solo las personas que más amaban los pastores alemanes podían reconocer su
sonrisa sutil. Me abstuve de informarle a Slade que su perro ya me amaba más.
—Bien. —La respuesta de una sola palabra de Slade cambió mi atención a su
teléfono celular con dirección a su oreja—. Necesito reportar un intruso en mi propiedad.
El delincuente se niega a irse. Sí, la dirección es 803 Sun…
—¡Oh, Dios mío! Ya me voy… —Levanté mis manos en señal de rendición,
mientras tomaba dos pasos laterales antes de girar y estampar mis pies por su camino de
entrada. Qué descaro… no estaba allanando nada. ¿Y delincuente?
No volví a mirar atrás hasta que ya estaba lejos de la calle y cruzaba a mi casa, donde
tenía una buena vista de la estación de bomberos. Slade y Jericho no estaban a la vista. Mi
mandíbula seguía colgando abierta, y me atragantaba con la conmoción de que llamara a
la policía.
—¿Qué te pasó? —preguntó Missy, arrojando su teléfono a un lado en el sofá de
cuero color café expreso junto a la ventana delantera.
Inspeccioné su camiseta gris ajustada. Era mía.
—Bonita camiseta. Y… no pasa nada. Bueno… —Dejé mi bolso por las escaleras—
. Psicópata Slade me atrapó en su propiedad y llamó a la policía.
—En serio. —Missy se incorporó con sus ojos castaños sin parpadear y su 26
desordenado flequillo moreno cayendo sobre su frente.
Tumbándome sobre la afelpada alfombra en gris y blanco, acerqué mis rodillas al
pecho para estirar la zona lumbar.
—Todo un imbécil. No hay manera de que en realidad llamara a la policía. No vi la
pantalla de su teléfono, pero alcancé a escuchar el murmullo de alguien en la línea con él.
Probablemente un amigo igualmente imbécil siguiéndole el juego.
—¿En serio crees que Slade Wylder tiene amigos?
Mi cuerpo vibró de risa.
—Buen punto. Más bien un trastorno de personalidad. Tal vez su cerebro está
dañado por inyectar mierdas por sus venas, o tal vez sus padres no lo amaban. No sé cuáles
son sus problemas, pero son severos.
—De todos modos, ¿por qué estabas en su propiedad?
—Duh… porque vive en la estación de bomberos. Lleva un perro a clases, pero
aparte de su trastorno de personalidad obvio, no parece tener una razón sólida para tener
un perro en el salón de conferencias de la universidad. Pero sobre todo… simplemente
tengo curiosidad. Y estoy enojada. Cuanto más se comporta como un idiota conmigo sin
una buena razón, más siento la necesidad de entenderlo. —Estiré mis piernas, até mis
manos por detrás de mi cabeza y miré al techo—. Quiero decir… ¿y si es otro profesor
Dickerson? Mi curiosidad podría salvar vidas.
—O terminar la tuya. Lees demasiados thrillers. No es una trama por resolver. De
hecho, podría ser una persona peligrosa. De. Verdad. ¿Alguna vez pensaste en eso?
—Caminé alrededor de su casa. No logré entrar.
—¿Porque la puerta estaba cerrada con llave o porque era una mala idea?
—Sí. —Sonreí.
—Sí, ¿a cuál? —preguntó riendo.
—Quiero decir… —Me balanceé hasta sentarme y crucé mis piernas—. La puerta
del garaje también estaba cerrada. Y está bien… lo que sea. Quizás guarda cosas
importantes en su garaje. Pero la ventana de la puerta lateral está pintada de negro. Todas
las cortinas están cerradas en la casa. Todas. Y. Cada. Una. Eso no es normal. Está 27
ocultando algo.
—¡Drogas! —Missy se pasó los dedos por su cabello—. Si tuvieras drogas en tu
casa… tal vez residuos de metanfetamina en tu mesita de café y pipas de agua descartadas
al azar en el sofá, también cerrarías todas tus persianas.
Le devolví un asentimiento sencillo.
—Cierto.
Sonó el timbre de la puerta y Missy se levantó de un salto para contestar. Estiré el
cuello para ver quién estaba allí, y me puse de pie cuando vi a los dos policías.
—Uh… ¿Livy? —Missy se volvió justo cuando llegaba a ella por detrás—. Están
preguntando por alguien en esta casa que estaba allanando una casa en la calle. —De
espaldas a los oficiales, sus cejas se arrastraron por su frente—. Te dejaré con ellos.
Esbocé una sonrisa inocente cuando Missy se escabulló hacia la cocina.
—Hola.
—Señorita, recibimos una denuncia por una allanamiento de morada y…
—Vaya… —Negué con la cabeza, cruzándome de brazos—. Solo estaba viendo si
estaba en casa. Cuando nadie abrió la puerta, revisé el garaje. Me sorprendió intentando
mirar por la ventana de la puerta del garaje. Eso es todo.
La mujer oficial inclinó la cabeza varias veces.
—Bueno, dijo que también ha estado acosándolo en el campus. Así que, tal vez será
mejor que mantenga su distancia.
—Yo… —Sacudí mi cabeza—. No puedo creer que me reportó. Debería darle una
advertencia por perder su valioso tiempo. Probablemente hay un crimen de verdad pasando
en este momento, pero están aquí porque el idiota de mi vecino elevó sus apuestas, qué
imbécil. Su perro me adora. Es por eso que se enoja. Y si quieren una verdadera pista… he
oído que vende drogas.
Me dieron dos expresiones dolidas. No podía saber si estaban sintiendo lástima por
mí, como la pobre chica acosadora obsesionada con un chico o porque se daban cuenta de 28
lo ridículo que era para ellos tener que responder a la llamada de broma del día.
—¿Tiene una fuente creíble?
Me encogí de hombros.
—No. Pero eso no quiere decir que no es cierto. Deberían buscar en los
alrededores… pero ya sé… necesitan una orden y una fuente creíble.
El oficial fornido de perilla canosa sonrió.
—Sí. Por ahora, cuídese y manténgase alejada de su propiedad.
De ninguna manera.
—Absolutamente. —Regresé una sonrisa apretada mientras se retiraban a su
patrulla estacionada en la calle. Mi mirada desviándose hacia la estación de bomberos
durante unos segundos antes de cerrar la puerta y apoyar la espalda contra ella.
—¿Qué diablos? —Missy salió corriendo de la cocina—. Amiga… ¡en serio llamó
a la policía por ti! Vaya… ¿qué hiciste para enojarlo?
—No sé. Pero no va a ganar.
—¿Espera? ¿Qué? No. —Sacudió la cabeza media docena de veces—. No hay nada
que ganar, Livy. Solo lo conoces… y utilizo esa palabra a la ligera… por dos días. No creo
que deberías interpretar como un juego a la policía en la puerta.
Atrapando mi labio inferior entre mis dientes, incliné mi cabeza y entrecerré mis
ojos.
—¿Qué supones que está haciendo en esa casa? El alquiler es exorbitante. Nadie en
su sano juicio se muda a una estación de bomberos. Está embrujada. Todos saben eso. Sin
importar en dónde ha estado. Simplemente es de conocimiento común.
Missy negó con la cabeza.
—Creo que es un jódete descomunal. Si vendiera drogas, podría pagar mi propio
lugar y querría privacidad, alquilaría ese lugar.
Al reír, puse los ojos en blanco.
—No lo harías. La única persona que cree que está embrujado más que yo, eres tú. 29
—Cierto. Estoy diciendo, si yo fuera un sexy traficante de drogas temerario…
entonces definitivamente alquilaría por completo el lugar. Apuesto a que los fantasmas
están asustados por él.
—Quizás. —Eché un vistazo a mi reloj—. Voy hacer un mandado.
—¿Playa?
Me levanté la coleta y la retorcí en un moño.
—No. Tengo algo que necesito hacer.
—Mientras no tenga nada que ver con él.
Sin hacer contacto visual, deslicé mi mano en mi bolsillo trasero para buscar mi
tarjeta de crédito.
—Pfft… —Puse los ojos en blanco para enfatizar lo absurdo.
D
espués de un viaje rápido en mi Jeep al The Panting Barkery, me detuve
al final de la calzada de Slade, ensayando mi discurso. Cuando las
palabras se negaron a hacer otra cosa que balbucear de mi boca, opté por
seguir lo que me viniera a la mente en ese momento. Tres golpes sólidos más tarde, la
puerta principal se abrió con un crujido. Unos oscuros ojos poco acogedores me lanzaron
una mirada aburrida.
—Lo siento, si estresé a Jerry. —Levanté una bolsa de la panadería para perros—.
Estoy segura que lo has entrenado para ser un perro guardián. Yo allanando… —hice 30
comillas en el aire—… probablemente lo confundió. Ya sabes… por tu ira clara mezclada
con su amor obvio por mí. —El perro apuesto apareció junto a él, enganchando mi
atención—. Hola, Jerry. Te traje golosinas. —Saqué una oreja de vaca… con pelaje aún
incluido.
—Quieto —dijo Slade. Jericho gimió—. Quieto —dijo otra vez con el borde más
ligero en su tono, como si no estuviera acostumbrado a dar una orden más de una vez.
Fruncí el ceño cuando el perro desapareció en la casa.
—Bien. Dáselo cuando mejor te parezca. Tu perro. Tus reglas. —Cuando deslicé la
oreja de vuelta en la bolsa, la puerta se cerró en mis narices. Una sonrisa curvó mi boca.
Había pasado un tiempo desde que alguien captó mi interés como lo hizo Slade Wylder.
Antes de merodear a casa, dejé la bolsa junto a la puerta.
A la mañana siguiente, salí a clase lo suficientemente temprano como para esperar
en la parte trasera a mi distracción favorita. Justo cuando pensé en rendirme y elegir un
asiento diferente, Slade y Jericho se deslizaron en el auditorio por la puerta del fondo.
Tomó su asiento habitual al final de una fila. La suerte me guiñó un ojo, dejando a
la vista el asiento vacío junto a él.
—Buenos días, Jerry. —Rasqué su cabeza, sonreí a mi vecino enfurruñado, y asentí
a sus piernas: sus rodillas casi golpeando el asiento frente a él—. Por favor, disculpa.
Slade no se movió ni un centímetro.
—¿Tu seguro cubre prótesis? —preguntó con sus ojos en el atril vacío en la parte
delantera de la sala, como si estuviera hablando consigo mismo.
—¿Por qué? —Pasé por encima de ambas piernas y desplomé mi culo en el asiento
junto a él.
—Porque te lo advertí.
Después de depositar mi bolso en el suelo y sacar mi botella de agua del bolsillo
lateral, apoyé mis zapatillas blancas desabrochadas en la silla frente a mí y miré hacia…
bueno, seguramente el hombre más formidable y sexy que mis ojos hubieran visto alguna 31
vez.
El cabello caótico.
La espesa barba incipiente ensombreciendo su rostro.
La intensidad de esos ojos.
Pero los labios… tan jodidamente llenos.
El hecho de que estuvieran puestos en una línea firme de desprecio hacia mí era una
pena, pero no un factor decisivo… aún no.
Me negué a reconocer su amenaza anterior de arrancarme mi maldito brazo.
—¿Duermes bien? He oído que estás fuera hasta las primeras horas de la mañana.
¿Son los fantasmas? La estación de bomberos está embrujada. —Tomé un sorbo de mi
agua y me froté mis labios entre sí—. He leído que hay más actividad entre la medianoche
y las tres de la mañana. ¿Pones alguna alarma? ¿A dónde vas durante esas tres horas?
Slade podría quemarme hasta los cimientos con una mirada… sin parpadear.
Ni. Un. Solo. Parpadeo.
Su mano, apoyada en su pierna, se flexionó, acentuando las venas de sus brazos.
Todo un porno de venas. Sí… me gustaban los brazos venosos. Los brazos venosos
sin tatuajes. Los tatuajes de papá hacían que la piel sin ellos sea mi kriptonita. No tenía
ninguna intención de enamorarme de un chico como papá, incluso si mi familia dijera que
sucedería, y papá sufriría del karma final. Lo que sea que eso signifique.
—¿Le diste la orejas de vaca a Jerry? —Abrí mis ojos inquisitivamente a medida
que sorbía nuevamente de mi agua y estudié el perfil de su cara. La parte delantera de su
cabello sobresalía erguida mientras que el cabello sobre sus orejas se extendía hacia
adelante, enmarcando la perfección.
—Jericho. A menos que también quieras perder tu lengua. —Se volvió para
matarme con esos ojos suyos.
Sonreí, alejando la botella de agua de mi boca.
—Mi brazo y mi lengua. Vaya… eso es un poco duro, ¿no te parece?
Slade Wylder se cernió cerca de mí como una nube de tormenta, enviando chispas 32
de electricidad a través de mis venas y escalofríos a lo largo de mi piel mientras extraía
oxígeno de mis pulmones.
La profesora se aclaró la garganta en el atril, robando mi atención. Continué
sintiendo su mirada lobuna pegada a mí, segura que mi cuello también detectaba su caliente
aliento depredador. A mitad de la conferencia, saqué un cuaderno de mi bolso y escribí una
nota a Slade.
¿Alguna vez has arrancado el brazo de una persona?
¿Les arrancaste la lengua de la boca?
¿Surfeas? ¿Qué edad tiene Jerry?
¿Tendrías por casualidad una barra de chicle?
Manteniendo mi atención al frente de la habitación, dejé caer el papel en su regazo.
Lo leyó a medida que me retorcía en mi asiento. Tantos pensamientos se reprodujeron en
mi cabeza.
¿Esas manos venosas en serio han hecho daño a alguien?
¿Solo trafica? ¿O es adicto?
¿Juega a las búsquedas con Jerry?
¿Toda su cara se rompería en un millón de pedazos si sonriera?
¿A qué sabrían esos labios presionados contra los míos?
Ese último pensamiento saltó a los juegos mentales sin permiso. Era curiosa…
decidida… no masoquista. Engancharme con todos los imbéciles que pudiera solo para
enojar a mi padre era propio de la Livy de antaño. Encontraba su cuerpo sexy, no su actitud.
No era esa clase de chica. Ya no.
—Estás en aprietos. —Se puso de pie y escapó antes de que limpiara plenamente
mis pensamientos inapropiados.
Lo perseguí, empeñada en romperlo. Salvar a una víctima inocente.
Quizás solo… solo ¿qué? No sé. Mis pies me llevaron sin darle tiempo a mi cerebro
para entender lo que estaba haciendo. No importaba.
Él se había ido.
No una silueta distante. No una sombra desvaneciéndose. 33
Simplemente… se fue.
Después de ajustar mi mochila en mi hombro, me pasé los dedos por mi cabello,
girando en un círculo lento, inspeccionando los escasos puntos de estudiantes que se
arremolinaban alrededor.
—¿Qué significa eso? —murmuré—. ¿Cómo estoy en aprietos? A menos que…
estés en algo turbio, Slade Wylder.
Salí temprano de mi última clase del día, empaqué mi Jeep y me dirigí a la playa
para borrar el día de mi cuerpo y él de mi mente. Horas más tarde, cuando la brisa de la
tarde se deslizaba sobre mi cuerpo, erizando mi piel con piel de gallina, eché un vistazo a
mi teléfono.
Aubrey: ¿Es raro que compré una barra de pan hace varios días y solo he probado
dos rebanadas, pero ahora todo lo que queda son los bordes?
Sonreí, sabiendo que en realidad no estaba loca. De hecho, podía imaginarme
fácilmente sus ojos en blanco, como cuando dejé fuera la mantequilla de maní. Aubrey
tenía sueños apasionados y poseía unas locas habilidades organizativas, pero luchaba en la
escuela, a diferencia de mí, quien rara vez tenía que abrir un libro. Otro rasgo que heredé
de papá. Si no hubiera ayudado a Aubrey con todo lo que necesita saber para pasar sus
clases más difíciles, el robo de pan podría haber sido una ofensa más grande.
Livy: Compraré un poco de camino a casa. Buscaré la cena, y luego iré a casa. LY.
—¿Te vas?
Me volví hacia Elias, la única persona que conocía que pasaba más tiempo en la
playa que yo. Pasó una mano por su húmedo cabello rubio oscuro, riachuelos de agua
deslizándose por su torso bronceado.
—Sí. —Me incliné hacia un lado y retorcí mi cabello para escurrir el agua antes de
deslizarme en mi inmensa sudadera favorita con el cuello rasgado que colgaba de mi
hombro—. Me muero de hambre.
Me siguió hasta el Jeep y me ayudó a asegurar la tabla encima.
—¿Quieres ir por una pizza y volver a mi casa?
Apreté mis dedos alrededor de los puños deshilachados de mi sudadera y apoyé mi 34
espalda contra la puerta del conductor.
—Sí. —Intenté reprimir mi sonrisa, pero solo la hizo más grande a medida que
sentía mis mejillas ruborizándose—. Pero no voy a hacer eso.
Su cabeza se inclinó hacia un lado, sexy aunque adorable como un cachorrito.
—¿Y por qué no?
—Porque eres mi fantasía favorita. —Me encogí de hombros, desviando mi mirada
hacia un lado.
Una carcajada sincera se extendió desde lo profundo de su pecho hasta su hermosa
sonrisa blanca.
—Suena como la razón perfecta para que vengas.
—No. —Me obligué a mirarlo, y me tendió la llave y abrí el Jeep—. Me gustas más
en mis fantasías. Y me gusta compartir espacio contigo aquí. Me gusta coquetear contigo.
—Me giré—. No tienes a nadie a quien culpar más que a ti mismo.
—¿Yo? ¿Por qué? —Tosió con incredulidad.
Me subí al asiento del conductor.
—He oído que no duermes con la misma chica dos veces.
—¿Y? —Se encogió de hombros.
—Y… creo que es infinitamente más estimulante ser la única que no puedes tener.
Su única respuesta fue una sonrisa. Sí… sabía que la persecución lo era todo.
—Entonces, nos vemos luego.
Agarré la puerta para cerrarla.
—Jamás me atraparás, pero espero verte intentándolo. —Con una sonrisa igual de
astuta, cerré la puerta, encendí el Jeep, y salí del estacionamiento.
Dado que el Jeep necesitaba gasolina y mi estómago necesitaba comida, pasé por
una tienda de conveniencia para llenar y tomar un té helado así como una rebanada de pizza
tibia antes de detenerme por una barra de pan. Sosteniendo la rebanada de pizza entre mis
dientes, abrí la puerta del Jeep.
—Billetera —gruñó una voz enfadada en mi oído mientras la pizza caía al suelo
junto con el té helado. 35
El dueño de la voz enojada me estampó contra la puerta.
Las lágrimas ardieron en mis ojos a medida que la comprensión recorría mi columna
vertebral. El aliento rancio a humo de cigarrillos bañó mi mejilla mientras su calor
sofocante envolvía mi oído. La punta de un cuchillo se clavó en mi costado por debajo de
mis costillas, ya habiendo cortado la sudadera.
—Haces un puto sonido y te destriparé aquí mismo. Solo dame tu maldita billetera.
Mi billetera estaba en mi bolso en el piso del Jeep: junto con mi espray pimienta.
Tenía mi tarjeta bancaria en el bolsillo trasero de mis pantalones cortos de mezclilla. Papá
me enseñó qué hacer en esa situación. Solo que, nunca había estado en la situación real. Y
no haría lo que me dijo que hiciera. No estaba preparada.
Estaba paralizada.
Y había estacionado en la bomba más lejana donde la iluminación era pobre. A
menos que alguien viera las imágenes de seguridad en vivo, estaba escondida de cualquiera
que pudiera ayudarme. Para la gente que pasaba conduciendo, parecía que un juguetón
novio cachondo me estaba manoseando.
Me quedé helada.
Lloré lágrimas silenciosas.
Me atraganté con mi aliento y un sabor ácido subió por mi garganta.
—Es-está a-adentro… e-en el p-piso.
—Bueno, eso es una lástima. Parece que vas a darme algo más en su lugar.
—Por favor… —gemí y tomé una respiración áspera y dolorosa cuando la punta del
cuchillo rompió mi piel.
—Shh… no hay necesidad de suplicar, princesa. Ahora camina a la izquierda y
mantén tu maldita cabeza baja.
Su otro brazo serpenteó alrededor de mi cintura a medida que el cuchillo se hundía
un poco más en mi costado. Mantuvo su cabeza agachada y enterrada junto a mi oreja
mientras yo clavaba mis dedos en su brazo para estabilizarme… para intentar liberarme sin
que un cuchillo se alojara en mi torso, dejándome allí sangrando.
Debí haber ido a la casa de Elias. El sexo consensual me habría cambiado menos la 36
vida. Porque… lo sabía. En ese preciso momento supe que mi vida estaba a punto de
cambiar para siempre.
Un avión cayendo en picada hacia la tierra.
Un barco hundiéndose hasta el fondo del océano.
Un trozo de mi alma al borde de ser arrancado de la existencia.
Mi tía Jessica me dijo que algo le sucedió cuando era adolescente que la cambió
para siempre, la dañó irreparablemente, para toda la eternidad. Todo, bueno y malo, que le
había pasado desde ese día estaba entretejido con un pequeño hilo de ese momento exacto.
—O mueres, o renaces nuevamente. Pero no eres la misma —había dicho.
El tipo me llevó a un lado de la tienda de conveniencia, detrás del contenedor de
basura: el aire estaba cargado de hedor y negro como el corazón del hombre que me estaba
lastimando.
El cuchillo desapareció por un minuto a medida que me empujaba al suelo y se
sentaba a horcajadas sobre mí.
—Ayu…
Sofocó mi grito de ayuda y retuvo mis extremidades agitándose con la hoja del
cuchillo apoyada para cortarme la garganta.
—Cállate. De. Una. Puta. Vez.
Me quedé inmóvil, excepto por el ascenso y descenso rápido de mi pecho cuando
los faros de un auto en la distancia iluminaron su rostro durante dos segundos. Era joven.
Tal vez veintitantos años como yo. Bien afeitado. Piel blanca. Cabello cuidadosamente
recortado como si le importara una mierda algo… pero yo no. Podría haber sido un chico
al que le habría dicho que sí en una cita.
Al mal no le importaban las apariencias.
Y no estábamos en una cita. Estaba usando su mano libre para desabrocharse sus
vaqueros, levantándose sobre sus rodillas lo suficiente para deslizarlos por la parte
delantera antes de tirar del botón y la cremallera de mis pantalones cortos.
Estaba a dos cuadras… dos cuadras de casa. 37
Al mal no le importaba los códigos postales.
Lo arruiné. Me volví demasiado confiada. Pensé que esto no podía ocurrirme.
—Por favor, no… —susurré de nuevo a medida que lágrimas calientes se deslizaban
por ambos lados de mi cara.
Cuando arrancó mis bragas por mis piernas, cerré mis ojos y me pregunté si mamá
podría vernos. Esperaba que no. Esperaba que su vida en el más allá no implicara ver a su
hija siendo violada salvajemente.
Y entonces…
El cuchillo desapareció de mi garganta, y sus piernas rozaron las mías brevemente
antes de que no estuviera tocándome en ningún lugar. Mis ojos se abrieron de golpe, una
mano yendo a mi cuello a medida que mi otra mano alcanzaba mis bragas y pantalones
cortos a mitad de mis rodillas. Una figura oscura se desvaneció, pero no era humana. Se
parecía a un animal. Me puse de pie tambaleante, pasé mi mano por mi pierna y froté mis
dedos entre sí.
Sangre.
Mucha sangre.
Mi otra mano alcanzó mi costado; también estaba ensangrentado, pero la sangre de
mi pierna no era mía. Mi costado no estaba sangrando tanto.
—Ayuda… —gruñí torpemente, pero salió apenas como un susurro mientras
tropezaba unos pasos, mis rodillas temblando y mi cuerpo estremeciéndose frágil por el
miedo—. Ayuda… —dije un poco más fuerte.
Seguí avanzando hacia el frente de la tienda. Una pareja joven saliendo de su auto
me vio y se apresuró a ayudarme.

38
N
o llamé a mi papá.
Le di a la policía mi relato de lo sucedido, y Aubrey, Kara y Missy
me recogieron del hospital después de que me examinaran y me
colocaran tres puntos en el costado para cerrar la herida pequeña.
Mi padre me habría echado por encima del hombro y habría arrastrado mi culo de
Los Ángeles a San Francisco. Me habría encerrado en la casa y no me habría dejado
regresar a la universidad hasta que hubiera descubierto la manera de contratar un
guardaespaldas para mí. 39
De modo que, me tomé el resto de la semana libre de clases. Hablé con la terapeuta
de Aubrey: gracias al dinero de sus padres. La doctora Izzy Garfield sugirió que le dijera a
mi familia. Asentí, sabiendo que no había forma de que se lo contara a mi padre
sobreprotector.
Pero no descarté decírselo a tía Jessica… con el tiempo.
Encontraron al hombre que intentó violarme a solo unos metros del contenedor de
basura de la tienda de conveniencia, con la garganta cortada. ¿En cuanto a quién lo mató?
Eso siguió siendo una investigación en curso sin testigos ni pistas.
Lo más sospechoso fue que encontraron huellas sangrientas de un perro, pero el
hombre que intentó violarme no fue asesinado por un animal. Le dije a la policía que creí
haber visto una sombra brevemente… casi como el fantasma de un perro desapareciendo
en la distancia.
—No voy a dejarte sola. —Aubrey se cruzó de brazos y entrecerró sus ojos a medida
que me sentaba en el sofá viendo HGTV mientras las otras chicas esperaban en la puerta
con sus trajes de buzo, bebidas empacadas.
—Estoy bien. —Sonreí.
—Entonces, ¿por qué no vienes con nosotras? No tienes que surfear. Puedes
relajarte conmigo en la arena. —Aubrey insistió—. Deberías llamar a tu papá. Si descubre
que no…
—¡Amiga! —Apreté mis manos en mis sienes—. Tengo tres puntos. El hombre está
muerto. Estoy bien. Simplemente hoy no siento ganas de ir a la playa. ¿Acaso es un crimen?
Mis tres amigas se estremecieron ante mi arrebato.
Suspiré, atrayendo mis rodillas hacia mi pecho y apoyando mi barbilla en ellas,
mirando la televisión.
—Lo siento. Solo… estoy bien. Por favor, ve y diviértete por mí. Un día. Dame un
día más. Mañana regreso a las clases. ¿Podemos olvidarnos de esto? Por favor.
Aubrey asintió, después de unos segundos de silencio.
—Cierra la puerta cuando nos vayamos. Mantén tu teléfono contigo. Estaré 40
comprobándote regularmente.
—Gracias, mamá. —Renuncié a una sonrisa pequeña y una mirada de reojo.
Segundos después de que la puerta se cerrara detrás de ellas, salté del sofá y pasé el
pestillo. Después revisé la puerta trasera y todas las ventanas. Luego preparé un sándwich,
miré por las ventanas traseras y las ventanas delanteras.
—Estás paranoica —murmuré para mí. Después abrí la puerta principal lentamente.
Podía sentarme en el porche. Lo hacía todo el tiempo. Era seguro. Nada que temer.
Aun así… todo lo que sentía era miedo.
Me quedé paralizada cuando abrí la puerta unos centímetros.
Jericho se sentaba frente a la puerta de mi casa como una estatua de piedra. Sin Slade
a la vista.
—Oye… —Abrí la puerta el resto del camino—. ¿Qué estás haciendo, Jerry? —
Miré de derecha a izquierda.
No. Sin Slade.
Pasé mis dedos por su cabeza y espalda, sin dejar de inspeccionar el área en busca
de… alguien.
—¿Tienes sed?
Se derrumbó en una posición hacia abajo, de cara a la calle.
—Ven. —Asentí hacia la puerta.
Me ignoró.
—Está bien. Volveré en seguida. Solo… no sé. Espérame. —Sonreí a medida que
desaparecía en la casa para llenar un recipiente con agua. Cuando lo puse a su lado, bebió
unos sorbos antes de volver a su posición como perro guardián—. ¿Estás aquí por mí? —
Me senté en el porche de piedra a la sombra junto a él—. No hay manera de que te haya
perdido. Así que… —Me quedé mirando hacia la estación de bomberos, buscando
cualquier señal de mi vecino imbécil. ¿Y si le pasaba algo?
Me pregunté si era la única otra persona que Jericho conocía además de Slade. Sin
embargo, Jericho no sabía dónde vivía. De manera que, no tenía sentido.
—Eres un chico bonito. ¿Lo sabías? —Pasé mi mano por su espalda varias veces. 41
Unos minutos más tarde, agarré mi computadora y acerqué una silla a mi perro guardián
para hacer algunas tareas escolares y responder a los mensajes de texto que Aubrey me
envió cada treinta minutos. Aparte de orinar ocasionalmente en la escasa zona de césped,
Jericho se quedó a mi lado toda la tarde.
Cuando las chicas entraron en el camino de entrada, él se puso de pie y trotó hacia
la estación de bomberos.
—¿Jerry? —llamé detrás de él.
Siguió adelante como un robot programado solo para quedarse hasta que ellas
regresaran.
—¿Qué está pasando? —preguntó Missy a medida que bajaban del auto, su cabello
húmedo y secado al viento, sus caras recién besadas por el sol.
Regresé mi mirada a Jericho, quien desapareció en la parte trasera de la estación de
bomberos.
—Creo que envió a su perro para protegerme.
Kara se rio.
—Improbable. En serio… ¿qué estaba haciendo aquí?
Me encogí de hombros, volviendo a colocar la silla en su sitio.
—Hablo en serio. No sé. Apareció poco después de que se fueran. Y luego
simplemente… se marchó cuando entraron en el camino de entrada.
—¿Y Slade? —Missy alzó su ceja en su punto máximo.
—No hay señales de él.
—¿Crees que fue él? —Kara abrió la puerta, y entró agotada.
—¿A qué te refieres? —Me dejé caer en el sofá con mi computador.
—¿Crees que fue Slade quien mató a tu violador?
Miré por la ventana y negué con la cabeza lentamente.
—No. Es… un cretino. Misterioso. Y tal vez un drogadicto. Pero mi instinto me dice
que no es un asesino. Los asesinos no envían a sus perros para cuidar las puertas de las
mujeres que desprecian.
—Bueno, si él envió a su perro para vigilarte, no creo que te desprecie —dijo Missy 42
mientras subía las escaleras.
—Tal vez simplemente no quiere que alguien te mate antes de tener la oportunidad
de hacerlo por sí mismo. —Kara sonrió a medida que Aubrey jadeaba sin aliento. Kara se
estremeció—. Lo siento. ¿Demasiado pronto para esa broma?
Mi sonrisa respondió a su pregunta, lo que solo hizo que Aubrey resoplara con
nerviosismo, porque no estaba tomándome en serio la situación. O eso parecía.
—¿Por qué enviaría a su perro a menos que… él lo sepa? ¿Y cómo lo sabría? —
continuó Kara mientras se quitaba su camiseta, revelando su bronceado alrededor de la
silueta nueva formada por la parte superior del bikini.
—La gente habla. No he ido a clases. Los chismes se esparcen rápidamente.
—O… —Se quitó la correa del hombro y frunció el ceño al ver la línea roja—. Él
estuvo allí esa noche. Salvándote como… un justiciero.
Me reí.
—¿Un justiciero?
—Aún no sabemos cuáles son sus verdaderas intenciones. Hasta ahora lo máximo
que podemos decir con seguridad es que es un justiciero. Pero Livy… en serio… ¿y si mató
a alguien para salvarte?
La miré fijamente sin saber qué decir. Dejó escapar un suspiro lento y se dirigió al
piso de arriba.
En realidad, el incidente de la gasolinera me había sacudido profundamente. No
estaba durmiendo. Ocultárselo a mi padre estaba pesando mucho en mi consciencia, y cosas
simples como caminar hasta el buzón o la idea de caminar por la calle al día siguiente para
agarrar una scooter me asustaba muchísimo. Estacionar en o cerca del campus era una
pesadilla, de ahí la razón por la que usaba un scooter, pero sabía que estaría usando mi Jeep
por un tiempo.
Pero… no quería que mis amigas supieran nada de eso.

43

A la mañana siguiente, adopté una expresión valiente y me obligué a seguir mi rutina


habitual, incluyendo mi té verde de menta antes de clases. En lugar de esperar para acechar
a mi vecino y su perro, me senté a tres filas del frente y mantuve mi atención en la profesora,
sin mirar hacia atrás ni una sola vez para ver si Slade y Jericho estaban allí.
No era que no tuviera curiosidad. Estaba curiosa. Simplemente me sentía mal no
solo por el incidente de la semana anterior, sino por Jericho cuidándome.
Slade llamó a la policía por allanar su propiedad sin autorización. Amenazó con
hacerme daño corporal por ofrecerle a su perro un trozo de pera. Los chicos como ese no
se arriesgaban ir a prisión por chicas como yo.
Me dirigí a mi árbol después de clases. Deslizándome un solo auricular, descansé
sobre mi espalda, usando mi mochila como almohada y cerrando mis ojos. Me sentía más
segura a la luz del día, rodeada de otros estudiantes, que en mi cama por las noches. Y
estaba muy cansada.
Abrí mis ojos y miré mi reloj, casi quedándome dormida para mi próxima clase.
—¡Mierda! —Tenía dos minutos para hacer el viaje de diez minutos hasta el salón.
Afortunadamente, nadie me dio una segunda mirada cuando entré en el sitio unos
minutos tarde. Cuando saqué mi computadora de mi bolso, una hoja de papel doblada cayó
de ella. La recogí y sonreí. Era la nota que le di a Slade.
¿Alguna vez has arrancado el brazo de una persona? No.
¿Les arrancaste la lengua de la boca? No.
¿Surfeas? Sí.
¿Qué edad tiene Jerry? Cinco.
¿Tendrías por casualidad una barra de chicle?
Pegado al fondo del papel había una barra de chicle. 44
—Wylder… —susurré, desenvolviendo el chicle y deslizándolo en mi boca. Menta.
No hierbabuena.
No menta extrema.
No canela.
Mi favorita: menta.
Más tarde esa tarde, estacioné mi Jeep en la calle y me dirigí a la estación de
bomberos, deteniéndome al final del camino de entrada con el Volvo negro.
Arriesgándome a otra advertencia por allanamiento, me dirigí hacia el garaje,
girando la manija lentamente. Se abrió, dando paso a un olor a quemado algo ofensivo y a
Slade en una camisa manga larga, guantes de soldadura, y una máscara de soldador.
No se detuvo ni echó un vistazo en mi dirección mientras cerraba la puerta detrás de
mí, inspeccionando la mesa de trabajo, los tanques de gas, piezas de metal, y la ventilación
en el techo por encima de él. Después de unos minutos, apagó la antorcha y se subió la
máscara.
Sonreí, abrazando mis brazos a mi cuerpo.
—Hola.
Dejó que su mirada recorriera mi cuerpo y regresara a mis ojos lentamente. Pero no
dijo nada.
—¿Dónde está Jerry? —Los músculos de su mandíbula se flexionaron. Aclaré mi
garganta reseca—. Jericho.
Señaló con la cabeza hacia la casa.
Miré detrás de mí, aunque sabía que la puerta estaba cerrada y no había nada que
ver. Tal vez solo necesitaba unos segundos para alejarme de la intensidad de su mirada
sobre mí.
—Tú… —Me obligé a volver mi atención sobre él—. Uh… ¿tú…? —No podía
preguntarle. ¿Y si no fue él? Entonces, estaría confesando mi casi violación—. Ayer. Yo,
um… necesitaba a Jericho… lo que quiero decir es que, necesitaba algo, y él lo hizo.
Slade solo me dirigió tres parpadeos completos.
Después de arrastrar mis dientes nerviosamente a lo largo de mi labio inferior 45
durante unos segundos, levanté un hombro.
—Así que… gracias por dejarlo pasar el rato conmigo. No sé por qué lo hiciste, pero
te estoy agradecida por… bueno… cualquiera que sea la razón.
¿Mataste a ese hombre? ¿Lo hiciste? ¿Por qué lo hiciste? ¡Dime! ¡Di algo!
Slade asintió una vez, bajó la máscara por su cara y volvió a encender la antorcha.
Quise preguntarle qué estaba haciendo, creando o arreglando. Quise hacer tantas cosas,
pero decidí irme antes de que llamara a la policía. No iba a darme todo en un día. Eso
estaba claro.
Así que… decidí esperar. Después de todo, sabía que no había arrancado el brazo
de nadie o su lengua. Surfeaba y tenía un gusto perfecto en sabores de chicle. Eso era
suficiente por un día.
S
i estaba sola en casa, Jericho se sentaba en la puerta. ¿Cómo sabía, ya sea
Jericho o Slade, que estaba sola? Era increíblemente reconfortante y
extrañamente aterrador. El hombre que me había dicho menos de veinte
palabras parecía saber mucho sobre mi paradero y el de mis compañeras de piso.
Más que eso… sabía que necesitaba protección.
Esto se prolongó durante semanas. Todos los días intentaba tener el valor de hacer
esa pregunta sin respuesta. ¿Mató a ese hombre?
Slade pasó de ser un justiciero a un enigma total en cuestión de un mes. 46
—¿Café? —Pasé por encima de sus piernas para sentarme a su lado en clase, algo
que no había hecho desde el día que amenazó con arrancarme mi lengua—. ¿O té? —Me
acomodé en la silla, intentando no derramar ninguna de las bebidas calientes—. Yo estoy
bien con cualquiera. Simplemente me pareces una persona de café. La dejaré junto a tus
pies. Así que, no la derribes. —Dejé la taza junto a sus botas negras—. No te preocupes,
Jerry. No me olvidé de ti. —Saqué un cuello de pato deshidratado de la bolsa de Barkery
en el bolsillo lateral de mi mochila e incliné mi torso sobre el regazo de Slade para
entregárselo a Jericho.
Su mirada letal no había cedido mucho desde nuestro primer encuentro, pero logró
morderse su lengua y ahogar las amenazas inquietantes que sabía se encontraba en el
extremo de la misma, esperando intimidarme. Después de que Jericho tomó la golosina,
levanté mi pecho lentamente de las piernas de Slade, descansando mi mano en su muslo
para estabilizarme a medida que su mirada me atrapaba en una burbuja de algo tan
intoxicante que mis labios tuvieron que abrirse para encontrar mi próximo aliento.
—Hueles bien —susurré, sin querer decir las palabras en voz alta.
Cuando su mirada se dirigió a mi mano sobre su pierna, la levanté lentamente en un
“ups” silencioso como si no hubiera tenido la intención de tocarlo. Nuestros ojos
permanecieron clavados entre sí durante varios minutos como un trance inquebrantable.
Y… lo dije.
Las palabras escapando de mis labios suavemente, pero desesperadamente desde la
boca de mi estómago.
—¿Me salvaste de ese hombre?
La falta de cualquier tipo de reacción por parte de Slade no hizo nada para responder
a mi pregunta.
Y antes de que pudiera presionarlo más por una respuesta, la profesora comenzó a
hablar. Diez minutos antes del final de la clase, Slade hizo su habitual salida anticipada,
pero no antes de inclinarse y tomar el café para llevárselo. Plasmé una gran sonrisa en mi
rostro. 47
Veinte minutos después, llegué a mi árbol para mi siesta matutina, pero un oscuro
chico sexy y su perro estaban en mi lugar.
—Sé que has estado fuera de la universidad durante unos años. —Dejé caer mi
mochila en el lado opuesto del árbol—. Pero durante ese tiempo, reclamé este árbol. Es de
conocimiento común, como todos saben que la casa en la que estás viviendo está
embrujada. Sin embargo, ya que adoro a Jerry un poco, voy a compartir la sombra con
ustedes dos.
Si el pecho de Slade no hubiera estado subiendo y bajando, habría pensado que
estaba muerto. Sus ojos cerrados. Sus manos descansando a sus costados. Jericho me sonrió
y le guiñé un ojo, sacando una pera de mi bolso. Comencé a sentarme en el lado opuesto
del árbol, pero sintiéndome un poco más confiada que durante nuestro último encuentro en
el árbol, me senté junto a Jericho y compartí mi pera con él.
—No somos amigos —dijo Slade, sin ni siquiera abrir uno de sus ojos.
Mordí un trozo de mi pera y se la di a Jericho, inclinándome y besando su suave
oreja erecta.
—Está bien. Jerry es mi amigo. Y es infinitamente más impresionante que cualquier
hombre que haya sido mi amigo.
—Jericho.
Ignorando su corrección, tomé varios bocados más de la pera y le ofrecí el resto a
Jericho.
—Soy de San Francisco. ¿De dónde eres? ¿Aquí?
Cuando me ignoró, para nada sorprendente, continué la conversación como si
estuviera participando en ella.
—¡Oh, vaya! Eres de Montana. No te habría tomado como un chico de Montana.
Tienes más vibras de las Carolinas. El verano pasado fui con mis amigos a Asheville. Es
hermoso. ¿Tienes hermanos? Sí, tengo una hermana mayor, pero se mudó hace cinco años
a Francia. Oh… ¿en serio? ¿Eres hijo único? Puedo notarlo. Creo que te delatan tus
habilidades sociales y conversacionales tan pobres. 48
El humor murió rápidamente con su indiferencia total a participar en cualquier tipo
de interacción personal. Incluso con mi curiosidad morbosa por él viviendo en la estación
de bomberos o quedándose fuera hasta altas horas de la madrugada, podría haber
renunciado al idiota de Slade. Sin embargo, esa posibilidad diminuta de que me salvara esa
noche o incluso si solo se enteró de ello y escogió protegerme a través de Jericho… bueno,
me hizo imposible alejarme, incluso si no reconocía ni me presencia.
Me arrastré alrededor de Jericho, acurrucándome sobre mi espalda entre él y Slade.
Mirando hacia los árboles, dejé que el dorso de mi mano rozara la suya.
—Wylder… —susurré—. ¿Fuiste tú?
Se sentó de golpe y tomó su bolso. Con el más leve de los movimientos de cabeza,
hizo un gesto hacia Jericho. No me senté ni dije una palabra más. No intenté hacer que se
quedara. Cerré mis ojos y lo imaginé quitando una vida por mí.
¿El problema? No tenía idea de por qué haría eso o si lo hizo.
Más tarde ese día, sabía que debía mantenerme alejada, pero mis pies me llevaron
allí automáticamente. No podía resistir asomarme al garaje de Slade.
Esculturas.
Sus esculturas soldadas. Eso era lo que deduje de las piezas en el suelo, como un
rompecabezas esperando ser puestos juntos. Pero como todo lo que pensaba que sabía sobre
Slade Wylder, era solo una especulación.
Él no tenía nada que decir.
En lo que se había convertido en nuestras rutinas desde el incidente de la tienda de
conveniencia, entré al garaje un día. Solo me ignoró.
Revisé mis páginas de redes sociales y respondí mis mensajes.
Me ignoró. 49
Toqué algunas de las piezas en el suelo de vez en cuando, intentando averiguar qué
es lo que harían. Eso siempre llamaba su atención.
Nada trascendental. Solo una pausa. En un día bueno, subiría su máscara de soldador
y me echaría un vistazo enojado. Estoy bastante segura que decía: “Estás cruzando una
línea”. Pero, dado que no decía las palabras reales, seguí haciendo lo mío: reunir un poco
más de valentía… un poco más de curiosidad cada vez.
—Hace calor aquí. Y voy a surfear con las chicas. ¿Quieres venir?
Levantó su protector facial e inspeccionó la pieza en sus manos, el sudor escurriendo
por su frente, enganchándose en sus largas pestañas.
—Bueno, nos iremos alrededor de las cuatro. Así que… —Abrí la puerta—. Sabes
dónde encontrarme.
Nada.
Después de cerrar la puerta, escuché a Jericho ladrar desde la casa. Algo raro. No
estoy segura de haberlo escuchado ladrar alguna vez. Seguí mi instinto, a pesar de que me
fallaba el cincuenta por ciento de las veces, y abrí la puerta trasera de la casa.
Un momento de “santa jodida mierda”. Iba a entrar en la infame estación de
bomberos. Ni siquiera el día de veinticinco grados pudo evitar que se me pusiera la piel de
gallina en los brazos.
—Oye, Jerry. ¿Qué pasa? ¿Estás bien? —Me puse en cuclillas junto a la puerta y
rasqué detrás de sus orejas a medida que lamía mi cara. Era solo una cocina. No es gran
cosa. Excepto que era la cocina. El lugar donde el profesor Dickerson preparó comidas
para su esposa y la joven universitaria que tenía en el calabozo.
Entonces mi mente vagó hacia el otro misterio… ¿Slade tendría drogas aquí? Las
encimeras de granito y el suelo de baldosas lucían pulcros. Lo que podía ver de la sala de
estar parecía igual de limpio. Sin residuos blancos ni pipas de agua descartadas al azar.
—Debería irme —susurré a Jericho mientras me levantaba lentamente. Siempre
debería tener las mejores intenciones. En serio, debería haber escuchado. En su lugar, no
hice nada para evitar que mis pies avanzaran hacia la nevera. No hice nada para evitar que 50
mi mano la abra. Por alguna razón desconocida, sentí que un mapa de su dieta diaria me
dejaría entrar en su cabeza.
No tuve tanta suerte.
Dentro solo había lo básico: huevos, condimentos, una bolsa de lechuga, zanahorias,
agua embotellada, cerveza, carne blanca envuelta en papel de estraza, queso en tiras.
Después de cerrar la puerta, me asomé por la ventana trasera y eché un vistazo a mi
reloj. Tenía que ir a casa, pero mi curiosidad insaciable me llevó más adentro de la casa a
la sala de estar con un pequeño sofá gris moderno, un sillón reclinable azul oscuro, una
cama para perros y un televisor en una consola en la esquina.
—Vete a casa, Livy… —susurré para mis adentros, sin saber qué era más
perturbador: la necesidad de hablar conmigo o el hecho de que estaba pensando seriamente
en subir las escaleras.
—Estás llevando el allanamiento de morada a un nivel completamente nuevo.
—¡Mierda! —Me giré ante la calma inquietante pero severa en la voz detrás de mí.
Jericho se levantó de su sitio y se sentó junto a Slade como si necesitara escoger a
un equipo.
—La dejaste entrar. ¿Por qué? —Mantuvo su mirada intensa en mí, pero la pregunta
era para Jericho.
—Estaba l-ladrando. N-no lo había escuchado ladrar antes. Así que… solo quería
ver cómo estaba. —Mi voz temblaba como el resto de mi cuerpo. Con la puerta principal
a unos pocos metros a mi izquierda, sabía que probablemente podría hacer una carrera
rápida si era necesario, pero las posibilidades de que mi mano sudorosa la abra a tiempo
eran escasas en el mejor de los casos.
Empujó las mangas largas de su camisa hasta sus codos, mostrándome esas venas.
Curvé mis labios para ocultar su temblor incontrolado.
¿Cómo un hombre podía hacerme sentir tan protegida y aterrorizada al mismo
tiempo?
—¿Vas a llorar?
Mis ojos se abrieron por completo a medida que sacudía mi cabeza media docena 51
de veces.
—¿Tienes frío?
Mis ojos completamente abiertos se entrecerraron sobre él.
—¿Qué? No.
—Estás temblando.
Estábamos teniendo una conversación. Algo así. No me había invitado a entrar y
temblaba como la falla de San Andrés despertando. Pero estaba moviendo sus labios y
estaban saliendo sonidos reales. Las buenas palabras no se sintieron como una amenaza.
Pero no sabía qué hacer con su forma curiosa de comunicarse o mostrar preocupación.
—Tú me pones… —Abracé mis brazos a mi torso.
Dio tres pasos hacia adelante, manteniendo dos pequeños pasos entre nosotros.
Podía sentir el calor de su cuerpo sudoroso.
—¿Qué te pongo?
Mi mirada se detuvo en mitad de su pecho, incapaz de soportar el peso de su mirada.
—Nerviosa —murmuré.
—Entraste en mi casa sin permiso. Deberías tener miedo.
—No. —Me obligué a mirarlo a la cara—. No tengo miedo. —Mi cabeza se inclinó
de lado a lado—. Nerviosa. Como en… —Me arriesgué a dar un paso más cerca de él—.
Mariposas.
—Estás delirando.
Levanté un hombro y lo dejé caer exhalando lentamente.
—Los sentimientos son reales, no delirantes. Creo que pretender que no tienes
sentimientos es lo verdaderamente delirante.
Me estudió con una expresión ilegible: no es que en realidad pudiera leerlo, pero esa
expresión en particular era nueva.
Contemplativa.
Distante.
Subyugada.
—Tienes que irte. 52
Mi mirada revoloteó a lo largo de las líneas esculpidas de su mandíbula cubierta de
una barba incipiente y el ángulo prominente de sus pómulos mientras cerraba mis puños,
conteniendo la necesidad de tocarlo.
—Sí. —Sonreí antes de agacharme para masajear a Jericho detrás de sus orejas y
acunar mis manos para deslizarlas hasta las puntas puntiagudas—. Te quiero, Jerry. —
Estirándome hacia delante, besé la parte superior de su cabeza y volví a ponerme de pie—
. Lo siento. Me sobrepasé.
Antes de que él pudiera responder, no es que piense que tuviera nada más que decir,
abrí la puerta principal y la empujé, deteniéndome por un segundo de espaldas a él.
—Hace un mes… me pasó algo malo. Podría haber sido peor, pero alguien me salvó.
Sé que te enteraste de eso o estuviste allí. Si escuchaste de eso, y es por eso que has estado
dejando a Jericho vigilándome… entonces, quiero darte las gracias. Si fuiste tú quien me
salvó, entonces… —Las lágrimas llenaron mis ojos.
Aún no se lo había dicho a mi familia.
Aún tenía problemas para dormir.
Aún sentía un miedo constante cuando iba sola a cualquier lugar.
—Bueno… —Me tragué la emoción acumulándose en mi garganta—. Entonces, no
hay palabras para lo que eso significa para mí. Adiós, Wylder.

53
M
i traje de neopreno, mi tabla y mis buenas amigas me esperaban
cuando regresé por nuestra calle.
—En serio… ¿qué has estado haciendo? ¿Entraste en su casa?
—Missy me miró con recelo—. ¿Voluntariamente?
Sonreí.
—Sí. Voluntariamente. Y probablemente ilegalmente. —Mi nariz se arrugó,
recordando cómo mi corazón casi estalló cuando me atrapó.
—Amiga, ¿irrumpiste en su casa? —La boca de Kara colgaba abierta mientras 54
arrojaba su bolso en la parte trasera de la camioneta.
—Entré a su casa sin ser invitada. No irrumpí en nada. Déjenme ir a cambiarme.
Denme cinco minutos.
Pasamos tres horas luchando contra las olas agitadas, balanceándonos, remando
eternamente y esperando en la fila del viernes. Había una razón por la que prefería la
patrulla al amanecer.
—Eso no fue divertido. —Missy suspiró cuando nos amontonamos en el vehículo
para hacer el viaje a casa: con las ventanas cerradas, la calefacción encendida, la música a
todo volumen.
—Fue brutal. —Intenté pasar mis dedos por mi cabello, pero no iba a suceder.
—Esta canción es lo máximo. —Missy reproducía su lista que era solo un tercio
música country.
—Lo es. —Incliné mi cabeza hacia atrás en el asiento del pasajero y cerré mis ojos
mientras James Arthur nos daba una serenata con “Falling Like The Stars”.
Mis aspiraciones a ascender en la escala política directamente a la cima no me
disuadirán de querer todo. Hijos y un esposo adorable: de esos que nunca te dejan olvidar
por qué te enamoraste de él.
Una de las cosas que nunca olvidaré de mis padres es la forma en que papá amó a
mi mamá tan plenamente, y nunca lo ocultó. La adoró con cada mirada y cada toque. En
ese momento, pensé que sus demostraciones públicas de afecto eran un poco asquerosas.
Cuando murió y lo vi llorarla hasta el punto de preguntarse si iba a sobrevivir, me
di cuenta que no era asqueroso. Su amor era la cosa más hermosa que jamás hubiera
presenciado. Si pudiera encontrar un amor que se sintiera remotamente cercano a lo que
ellos tuvieron, sabía que sería la mujer más afortunada del mundo.
Mi mamá fue la mujer más afortunada del mundo.
—¡Gah! —Missy subió a la música en el coro—. Necesito encontrar un hombre que
me ame con la misma pasión con la que James Arthur canta esta canción. ¿Creen que está 55
casado? Me casaría con él en un instante. Y me cantaría cada noche.
Nos reímos.
Cantamos las palabras.
Reproducimos la canción todo el camino a casa.
—Whoa… ¿será que piensa que estás sola en casa? —Kara asintió hacia el pastor
alemán ladrando en nuestra puerta.
Salté a toda prisa y corrí hacia Jericho. Algo no estaba bien. Lo sentía en la boca del
estómago.
—Oye, cariño. ¿Qué pasa? —Me encorvé hacia él, con mi traje de neopreno a mitad
del camino y una sudadera cubriendo la parte superior de mi traje de baño.
Salió corriendo hacia la estación de bomberos. Cuando no lo seguí, se volvió y me
ladró.
—Creo que quiere que lo sigas. —Missy pasó junto a mí y abrió la puerta
principal—. Yo me quedaría aquí. Probablemente solo quiere llevarte al calabozo de
asesinatos.
Jericho volvió a ladrar.
—No creo. Voy a ver qué pasa.
—¿Quieres que vayamos? —preguntó Kara.
—No, está bien. Llamaré cuando llegue allí si pasa algo raro —dije mientras seguía
a Jericho.
Me condujo a la puerta trasera que estaba entreabierta como unos siete centímetros.
Me detuve un momento.
Algo definitivamente estaba mal. Saqué mi teléfono del bolsillo delantero de mi
sudadera, contemplando llamar a alguien como dije que haría.
—¿Hola? —llamé con una voz nerviosa mientras abría la puerta lentamente.
Jericho entró corriendo y subió las escaleras.
—Oh, Dios… —susurré, deteniéndome a mitad de la cocina cuando vi el rastro de
sangre.
La pequeña parte de mi conciencia que apelaba con toda razón me decía que me 56
fuera de una jodida vez de allí y llamara a la policía. No sorprendentemente, ignoré esa
pequeña pero muy inteligente voz de la razón. En cambio, seguí a Jericho y el rastro de
sangre hasta el último dormitorio en la parte superior de las escaleras.
Una pequeña lámpara en la mesilla de noche iluminaba el dormitorio tenuemente.
Cuando mis ojos se adaptaron a la luz, un Slade ensangrentado entró en mi foco.
Jericho saltó a la cama junto a él, lamiendo su rostro y cuello.
—Oh Dios… ¿qué pasó? —Tomé unos pasos rápidos a la cama—. Llamaré una
ambulancia.
—N-no… —La mano de Slade sujetó mi muñeca cuando empecé a marcar el 9-1-
1—. Vete a casa.
Sin camisa.
Con sangre en las sábanas y la funda de la almohada.
Vendas de gasa saturadas de carmesí en su hombro.
Aparté mi mano de un tirón cuando el pánico hundió sus garras en mi conciencia
turbia.
—Estás sangrando. Mucho. Slade… —El kit de sutura abierto y la botella vacía de
vodka en su mesita de noche llamaron mi atención—. ¿Te suturaste? —Mi cabeza se
inclinó de un lado a otro mientras retrocedía, mis ojos sin parpadear en su mano
ensangrentada—. ¿Estás en peligro? ¿Hiciste algo? ¿Se trata de las drogas? —El miedo
fluyó libremente.
—Livy…
Mi nombre.
Dijo mi nombre por primera vez.
Tragué pesado, deteniéndome en el umbral de su dormitorio.
—¿Estoy en peligro?
—Livy…
—N-necesitas un médico, algo que no puedo…
—Lo cosí. Vete a casa. —Sus palabras arrastradas a medida que se rendía a sus 57
párpados pesados.
—¿Estás borracho? ¿Alguien te apuñaló? ¿Es una herida de bala?
—Vete… a… tu… puta… casa. —La exasperación mezclada con el dolor y el
agotamiento puntuó cada palabra.
—Has perdido mucha sangre. Debería…
—¡Maldita sea! —Se estiró, agarró la botella de vodka vacía, y la arrojó a la pared
junto a mí.
Salté, mi mano volando hacia mi boca para contener mi grito ahogado mientras veía
boquiabierta los pedazos rotos en el piso. ¿Estaba apuntándome o a la pared?
Jericho gimió un par de veces, sentado junto a Slade. No había pedido a su perro
que fuera a buscarme. Y eso me rompió el corazón.
No por Slade. Por Jericho. Estaba realmente preocupado por su dueño.
A cientos de kilómetros de distancia, mi papá me susurró al oído que me fuera de
allí. Según mi costumbre, no escuché.
En su lugar, limpié el vidrio a pesar de que el débil murmullo de Slade me siguió
diciendo que me fuera. Al final, se quedó en silencio, desmayado o dormido, y le quité la
gasa empapada, examinando más de cerca su herida cosida a medias. Se veía bastante
destrozado. Más parecido a una herida de bala que a una puñalada. ¿Tenía una bala dentro
del hombro? Si es así… probablemente no sobreviviría mucho tiempo.
¿Quién le disparó y por qué?
—Debería irme —susurré para mis adentros… a esa parte demasiado curiosa en mi
cabeza que traspasó un límite con Slade Wylder que se sentía como un peligro real.
Jericho giró en un círculo en la cama antes de colapsar junto a Slade nuevamente,
apoyando su hocico en el cuello de Slade a medida que me miraba como si pensara que
podía arreglar todo.
No podía.
—Estará bien. Espero. —Di a Jericho una sonrisa triste. Abrí un paquete de gasa
nuevo, intercambié las ensangrentadas y la aseguré con la cinta que no había usado la
primera vez—. Mañana pasaré a ver cómo sigue. ¿De acuerdo, amiguito? —Me siguió tan 58
pronto como empecé a salir, adelantándome en las escaleras. Para cuando llegué a la puerta
trasera, Jericho se había encaramado frente a ella—. Muévete, Jerry. Voy a irme, y tú tienes
que quedarte aquí. Te necesita a ti, no a mí. —Mi nariz se arrugó, y bajé mi voz—. Bebió
mucho para aliviar el dolor, y no sé lo que pasó. Así que, no me siento a salvo quedándome
aquí.
Inclinó su cabeza hacia un lado, provocando una oleada de culpa nueva. Por
supuesto… él me protegería. Jericho era mi protector más feroz: después de mi padre.
—Por favor, muévete. —Le di un empujón con la punta del zapato. Gruñó.
Mis ojos se abrieron por completo y sin pestañear mientras mi mandíbula caía. No
era amenazante como si planeara hacerme daño; pero fue una advertencia severa de que no
estaba bien que me fuera.
—¿Ya mencioné que no me quiere aquí? ¿Que quiere que me vaya a casa? —
Después de negarse a moverse, me incliné hacia adelante y cerré la puerta—. Bien. Pero
será mejor que no pienses en dormir ni un segundo. Si muero, la gente va a echarme de
menos, y no seré presidente. ¿Entendido?
Aun así, no dio su brazo a torcer, no hasta que avancé a las escaleras,
comprometiéndome a pasar la noche… en. ¡La. Estación. De. Bomberos. Embrujada!
Quitándome mis zapatos y mi traje de neopreno, dejándome en pantalones cortos de
lycra y una sudadera, señalé a Jericho con la cabeza.
—Muévete. —Permaneció tendido en el lado opuesto de la cama—. Vas a dormir
en el medio. —Sin moverse. Sin inmutarse. Terquedad pura—. Mierda… —Fruncí el ceño,
apagando la lámpara y luego volviéndola a encender.
No. De ninguna manera iba a dormir en la estación de bomberos embrujada con
Slade rezumando sangre de una herida de bala y con la luz apagada. Así que, me arrastré
hasta el centro de la cama y me metí debajo de las sábanas, atrapada por un perro de unos
treinta y seis kilos en un lado y un hombre probablemente cerca de unos ochenta y dos
kilos en el otro lado.
Después de unos buenos diez minutos descansando de costado e inspeccionando de 59
cerca a un Slade sin camisa (su torso definido, su rostro hermoso y esos labios carnosos),
tuve que volverme hacia Jericho. El perro perfecto me hizo sonreír, a diferencia de su
dueño, quien me hacía tener pensamientos inapropiados.
Mi cerebro no se callaría por un tiempo muy largo. Pensamientos de quién disparó
a Slade y por qué no fue al hospital bailaron junto con los recuerdos de las historias
detalladas sobre el profesor Dickerson y la estación de bomberos embrujada. Para empeorar
las cosas exponencialmente… Jericho decidió que ya no quería dormir en la cama con
nosotros.
Traidor…
Saltó de la cama y bajó las escaleras.
—¡Jerry! —medio susurré, medio grité, cuando desapareció por la esquina.
Después de maldecirlo en voz baja, decidí que estar en la primera línea de la defensa
abajo era una mejor idea. Poner más de cinco centímetros entre nosotros pareció otra idea
fantástica, de modo que me moví al lugar que Jericho abandonó.
No anticipé los ruidos. Tantos ruidos extraños que me impidieron quedarme
dormida. Fantasmas… tenían que ser fantasmas. La chica. Era su fantasma.
Quizás estaba intentando advertirme. Era la siguiente. Si me quedaba dormida,
parecía una posibilidad muy real que pudiera despertar en el calabozo o no despertar en
absoluto.
No podía dormir.
No podía respirar.
Di vueltas y vueltas.
Y hacía un puto frío de mierda en esa casa. Debe haber puesto el termostato a quince
grados centígrados o menos.
Con el tiempo… ni siquiera estoy segura cuándo sucedió… me quedé dormida.

60
Wylder

¿Q ué. Carajo?
Brazos. Piernas. Cabello. Calor.
Desperté en las primeras horas de la mañana con un dolor
intenso en un costado debido al altercado inesperado de la noche anterior y ella aferrada a
mi otro lado. 61
Su pierna desnuda se enredaba en las sábanas y cubría mi pierna vestida en vaqueros.
Su mano se extendía sobre mi pecho desnudo. Su aliento cálido en el hueco de mi cuello.
Su ondulado cabello rubio dorado… en todas partes.
Ella estaba en todas partes.
Intenté moverme haciendo una mueca, esperando deslizarme fuera de la cama y
conseguir una distancia segura de ella.
—Cinco minutos… —murmuró, rodando fuera de mí y acurrucándose sobre su otro
lado—. Solo… cinco más… —El resto de sus palabras se mezclaron en un murmullo
desvanecido.
Luego.
Se sacudió.
Su cuerpo se puso rígido y completamente inmóvil durante varios segundos antes
de mirarme lentamente por encima de su hombro.
—Oh, Dios mío… —susurró, sus ojos haciendo una inspección lenta de mí antes de
salir volando de la cama, tropezando un poco mientras se desenredaba de las sábanas y
enderezaba su sudadera.
No le di nada. Ni un parpadeo ni una pequeña contracción de mis labios.
—Tú… él… —Señaló hacia la puerta—. Jerry vino a…
—Jericho —la corregí con un ligero entrecerrar de mis ojos. Su nombre era Jericho,
no Jerry.
Con ella entrecerrando sus ojos un poco en respuesta, se frotó sus labios y hundió
su barbilla en un asentimiento pequeño.
—Jericho estaba ladrando a mi puerta anoche cuando llegué a casa. Claramente
preocupado por ti y tu… —asintió hacia mi hombro—… herida de bala. Intenté irme, pero
él no me dejaría, así que me quedé, pero entonces él…
—Vete a casa.
Su boca se detuvo a mitad de la frase. Cuando su mandíbula se cerró, se giró, se
puso sus zapatillas deportivas, agarró su traje de neopreno y se dirigió hacia la puerta.
—¿Necesitas ayuda? 62
Mientras mi cerebro aturdido trabajaba para interpretar su pregunta, echó un vistazo
por encima de su hombro: su cabello cayendo sobre sus profundos ojos castaños, sus
mejillas pintadas de bronce por las horas al sol.
—Si son drogas. Si no lo es. Si no quieres decirme, pero hay algo que pueda hacer.
Algo que necesites…
—Necesito que te vayas a casa. —Mi mirada se desvió hacia la ventana y al indicio
de luz solar abriéndose paso a través de las rendijas en las persianas.
—Me quedé porque…
—Te quedaste por Jericho. —Mi atención se dirigió de nuevo a ella.
Pasando una mano por su largo cabello rubio lentamente, su mirada cayó al suelo
entre nosotros.
—Me quedé por ti —murmuró justo antes de continuar por la puerta y bajar las
escaleras.
Me senté despacio, dejando que mis pies cuelguen de la cama, haciendo una mueca
de dolor y demasiado alcohol: el cual necesité para el dolor. Después de tomarme unas
pastillas para hacer el día soportable, me duché, cambié las vendas y bajé las escaleras.
—Traidor. —Observé a Jericho mientras saltaba de su cama y me siguió hasta la
cocina donde una gran taza de café y dos bolsas se encontraban en la encimera de la cocina.
La taza tenía “Wylder” en marcador negro junto con una de las bolsas. La otra bolsa decía
“Jerry”. No debería haber tocado nada de eso. No quería que hicieras mierdas por mí. Pero
necesitaba el café. Y una vez que abrí la bolsa con mi nombre y encontré un bagel fresco,
decidí que también lo necesitaba.
Acomodándome en una silla, sintiendo cada movimiento tirando de mis puntos, vi
la preocupación en el rostro de Jericho, la contracción de su ceja derecha y la inclinación
de su cabeza acompañada de un gemido pequeño.
—No te dejó nada, amiguito. Solo algo para un tipo llamado Jerry. Quizá la próxima
vez también pensará en ti.
La próxima vez.
Me reprendí internamente por pensar eso. No habría una próxima vez. Livy era 63
problemas, pero su sentido de oportunidad no era tan horrible. Apuré cada gota de café
mientras comía el bagel y enviaba un mensaje.
Está hecho.
—Hecho… —Arrojé mi teléfono sobre la mesa y froté mis sienes—. Con una bala
en mi hombro… pero maldita sea, hecho.
Livy

—¿D ormiste con él?


Después de entregarles el desayuno a los chicos,
intenté colarme en la casa antes de que mis amigas
despertaran. Debí haber sabido que mamá Aubrey estaría preparando su batido verde y
actualizando la lista de tareas de la semana. 64
—¿Dormir? —Bostecé antes de dar un sorbo al resto de mi té—. Sí. Dormí
literalmente en su cama junto a él. Ayer resultó herido. Por eso Jericho vino a buscarme.
¿Qué tan dulce es eso?
Aubrey me miró con sospecha.
—Dulce. Sí… um… ¿qué tipo de herida?
Me encogí de hombros, abriendo la nevera para no buscar nada en particular.
Probablemente apestaba en eso de actuar de manera casual y natural.
—En realidad, no me dijo. Algo con su hombro. Brazo. Esa área.
—Ya suéltalo.
Continué absorbiendo el aire fresco del refrigerador a medida que el calor de sus
preguntas lamía mi espalda como llamas calientes.
—¿Que suelte qué?
—Esa es la mayor mentira de mierda. No está herido. Tuviste sexo con él. Solo dilo.
¿A quién le importa? ¿Por qué estás actuando tan rara al respecto?
Cerrando la puerta, apoyé mi espalda contra ella.
—No tuve sexo con él. —Entrecerrando un poco mis ojos, arrastré mis dientes a lo
largo de mi labio inferior—. Recibió un disparo.
—Espera… ¿qué? —Su mano se detuvo, a mitad de camino a través del apio. Sus
ojos completamente abiertos.
—No sé nada de eso. Estaba borracho y básicamente se desmayó en su cama cuando
llegué allí. —Me detuve antes de mencionar que se suturó por su cuenta.
—¿Quién? ¿Por qué? ¡Livy! ¿Qué pasó? —Aubrey soltó el cuchillo y se secó las
manos, entrando en modo de preocupación total.
—No lo sé. —Eso no era mentira. No tenía idea de lo que pasó, y estaba bastante
segura que nunca lo sabría.
Estaba bastante segura que debería mantenerme lejos de Slade Wylder.
También estaba bastante segura que eso nunca sucedería.
—Probablemente salió mal algún trato. No lo sé. En serio. —Ofrecí otro 65
encogimiento de hombros porque era la verdad.
—Por favor, dime que ya terminaste con él. La curiosidad. El pasar el rato con su
perro. De hecho, creo que debería decirles algo a mis padres y hacer que informen sobre
cualquier actividad sospechosa en su casa. Se supone que esta es una calle segura, no una
calle donde alguien llega a casa con una herida de bala.
—Uh… —Levanté una ceja—. Claro. Segura. Excepto por el profesor que secuestró
a una estudiante y la mantuvo en su calabozo espeluznante.
Aubrey puso sus ojos en blanco.
—Sí, está bien. Excepto por eso.
—Voy a ducharme.
—Es sexy… —dijo Aubrey como una pregunta o tal vez una advertencia.
Me detuve a mitad de las escaleras.
—He visto una buena cantidad de chicos sexis… incluso he salido con algunos.
¿Cuál es tu punto?
—No hay un punto. Solo es una observación.
Antes de que pudiera hacer más observaciones, o que alguien más tuviera la
oportunidad de despertar y hacerme demasiadas preguntas, me duché y me dirigí a la
biblioteca para investigar un poco para una de mis clases y escapar de los eventos
vertiginosos de las últimas veinticuatro horas.
Mientras me dirigía a la esquina más alejada de la biblioteca con mi computadora y
algunos libros recomendados por mi profesor para mi trabajo, me detuve en seco cuando
Jericho apareció a los pies de mi vecino voluble. Si alguien me hubiera disparado, no habría
estado en la biblioteca al día siguiente.
Antes de que pudiera reanudar mis pasos hacia la mesa del fondo junto a la ventana,
Jericho me vio y saltó.
—Abajo —dijo Slade de espaldas a mí, sin saber por qué su perro quería
abandonarlo por alguien con una personalidad mucho más brillante y las mejores golosinas
del mundo en su bolso. 66
Sí, aprendí rápidamente a tener siempre golosinas para Jericho en mi mochila.
Cuando Jericho no respondió instantáneamente a la orden de su dueño, Slade miró
por encima del hombro.
Sonreí, obligándome a seguir adelante, incluso con su mirada ilegible siguiendo
cada uno de mis movimientos haciendo que cada paso se sintiera como caminar por un
terreno traicionero, un campo de batalla de nervios.
—Deberías estar en casa, descansando —dije con un vibrato tembloroso.
Esa mirada… ¡gah! Disparaba un millón de ráfagas de adrenalina y anticipación
corriendo por mis venas.
—¿Por qué? —Sus ojos bastante impertinentes continuaron desnudándome.
Al menos, se sintió intrusivo, audaz e intencional.
Tragué con fuerza una y otra vez. Tenía la boca seca, nerviosa. No… de hecho, todo
se sentía húmedo en su presencia.
—Supongo que estamos fingiendo que lo de anoche no pasó. ¿Eh? —Dejé mis libros
en la mesa frente a él y descansé mi bolso en el suelo mientras tomaba asiento.
—¿Anoche? —Entrecerró sus ojos. Por su inspección curiosa podía decir que no
estaba planeando que me auto invitara a sentarme a su lado—. No sé qué pasó anoche…
—inclinó su barbilla para concentrarse en su bloc de notas, con su mano izquierda
garabateando—… pero esta mañana estabas en mi cama, medio desnuda y envuelta a mi
alrededor.
Mentiroso.
No estaba envuelta alrededor de él. No lo estaba tocando.
—Lo siento. Debes estar recordando un sueño. Me halaga. En serio. Pero no eres mi
tipo, Wylder. —Abrí mi laptop.
—¿Cuál es tu tipo? ¿Mujeres? —Sus altivos labios arqueados me desafiaron sin
levantar la vista de la mesa.
—Chicos que no vuelven a casa con heridas de bala.
—Entonces… ¿aburrido? —continuó, con la barbilla pegada al pecho. 67
Me encogí de hombros, abriendo mi documento Word.
—Si los sobrios hombres viriles son tu idea de aburrido, entonces… sí. Supongo
que mi tipo es aburrido.
Levantando la vista lentamente, se frotó sus labios carnosos entre sí durante unos
segundos. Intenté con todas mis fuerzas no mirarlos fijamente, pero fallé fantásticamente.
Mi boca se movió por instinto… diciéndole lo poco masculino y para nada mi tipo que era
mientras mis ojos lo follaban de todas las formas imaginables.
—¿No crees que soy masculino? —Su sonrisa lobuna me llevó a una trampa.
Arrancando mi mirada de su boca, me obligué a cerrar mis labios y reenfocarme en
la pantalla de mi computadora.
—Solo digo que… anoche no fuiste enérgico ni vigoroso. Mi tipo habría podido…
—¿Habría podido qué? —Inclinó su cabeza.
Murmuré, levantando un hombro en un encogimiento parcial.
—Lo siento… no entendí eso.
Aclarándome mi garganta, lo dije un poco más alto y más lento.
—Copular.
Sus cejas se deslizaron por su frente, sus ojos brillando con picardía. No reconocía
al hombre frente a mí.
—¿Querías que anoche te follara, y como estaba lidiando con una herida de bala,
eso me hace inadecuado ante tus ojos?
Mi cabeza se levantó de golpe, mis ojos completamente abiertos, mi respiración
entrecortada con un jadeo rápido.
—No quería que me follaras. Tu perro vino a buscarme. El pobre probablemente
pensó que te estabas muriendo. Simplemente me refiero a que, prefiero a los tipos que no
hacen mierdas como esas que involucran armas o la necesidad de atención médica urgente.
No ser un criminal es sexy. Eso es… —Escribí un montón de tonterías en mi documento
como si tuviera cosas serias que hacer. Y lo hacía. Pero no había forma de que pudiera
concentrarme después de que la conversación pasara al sexo—. Eso es todo lo que quise
decir. Qué manera de tener la cabeza en la cuneta. 68
Se inclinó hacia delante, apoyando sus brazos en la mesa e invadiendo mi espacio
con su aroma a jabón, y sus feromonas.
—Dijiste copular. Respondí con follar. Prácticamente sinónimos si lo buscas en un
diccionario.
No importaba lo que dijera. Mis mejillas siempre se llenaban de fuego, aunque la
piel de gallina explotó a lo largo de mis brazos y mis pezones disolvieron todos los
esfuerzos de ocultación hechos por mi camisa y sujetador. Cada parte de mí gritaba:
“¡Fóllame, Wylder!”
Excepto mis palabras.
Tenía palabras. Las palabras importaban.
—Otra vez… —Esbocé mi boca en una sonrisa tensa—. Tú fantasía, no mía.
Sacudió su cabeza, la pizca de alegría en su expresión desvaneciéndose a medida
que metía su cuaderno y computadora en su bolso antes de empujar su silla hacia atrás y se
ponía de pie con Jericho a su lado.
—No es mi trabajo follarte, Livy.
Tosí, destrozando la palabra “qué” mientras él se giraba. Para cuando aclaré el nudo
de incredulidad en mi garganta, él y Jericho estaban en las escaleras, desapareciendo en un
abrir y cerrar de ojos.
¿Trabajo?

—Me encanta esta vida. —Sonreí a la mañana siguiente, echando un vistazo a Kara
mientras remábamos un poco después de las seis de la mañana.
Ella correspondió a la sonrisa y pasó a mi lado unos metros más lejos.
—Sabes… no hay surf en D.C. Si amas esta vida, apostaría por ser gobernadora de
California y diría que es suficiente.
69
Me reí.
—Puede que tengas razón. O tal vez debería casarme con un rico, comprar una isla
y simplemente surfear el resto de mi vida. Ser presidente es un trabajo bastante terrible.
Se rio.
—Tan terrible. Ser gobernador es bueno. Cásate con un surfista. Ten varios mocosos
para que se conviertan en acaparadores de olas como su madre.
—No soy una acaparadora de olas —contesté justo antes de robar la siguiente.
Después de cuatro horas, Kara insistió en que nos fuéramos. Missy les había
organizado una cita doble, a ciegas, y Kara pensaba que necesitaba todo el día para
prepararse.
—Herido de Bala está en casa. —Levantó su barbilla cuando pasamos por la
estación de bomberos justo cuando Slade salía de su auto.
Asentí, mordiéndome mi labio inferior.
—Olvidé mencionar… ayer estuvo en la biblioteca. Y particularmente…
—¿Jodidamente ardiente?
—Eso. Por supuesto. Pero jodidamente arrogante sería más exacto. Nuestra
conversación tomó un giro extraño. Lo siguiente que supe, era que me estaba diciendo que
no era su trabajo follarme. Una cita exacta. —Me detuve en el camino de entrada.
—¿Él qué?
—Sí. Como si se lo hubiera pedido, hubiera hecho algún movimiento con él o
coqueteado con él… lo cual. No. Hice. —Salí de un salto y agarré mi bolso de la parte de
atrás.
Kara salió y cerró su puerta, mirando fijamente hacia la estación de bomberos y
Slade parado en la parte trasera de su auto mientras Jericho orinaba en el patio.
—¿Es su trabajo follar con alguien más? Quiero decir… tal vez no está en las drogas.
Tal vez sea un acompañante masculino. Tal vez la bala fue de un esposo descontento.
—Eso es… —comencé a decir ridículo, pero en realidad, no sabía nada de él—. Una
teoría interesante. 70
Se encogió de hombros mientras se volvía para recuperar su bolso de la parte trasera
del Jeep.
—Supongo que la siguiente pregunta obvia es… ¿cuánto cobra?
Sonreí.
—Tendrás que preguntarle. No voy a tocar ese tema. Dado que está alquilando ese
lugar por sí solo, supongo que es más de lo que podemos pagar. Quizás Aubrey podría
permitírselo.
Nos reímos y avanzamos hacia la casa. Eché una última mirada calle abajo en el
momento exacto en que Slade volvió su mirada en mi dirección. Estaba demasiado lejos
para distinguir su expresión. Probablemente más del ceño fruncido tan familiar.
Más tarde esa noche, después de que Kara y Missy se fueran en su cita doble y
Aubrey fuera a cenar con sus padres, decidí dar un paseo: solo calle abajo. Era la extensión
de mi zona de confort después del incidente cercano a la violación. Para la tercera vuelta,
reduje la velocidad cuando el Volvo negro pasó junto a mí y se detuvo en su camino de
entrada. Llegaba un poco temprano a casa para su rutina nocturna. Antes de que pudiera
cruzar la calle para evitar caminar directamente frente a su casa, un SUV Lexus gris se
detuvo detrás de él.
Slade salió primero de su auto. Sus movimientos lentos… como si tuviera una herida
de bala. Una mujer con lacio cabello castaño hasta los hombros y lentes de montura negra
sofisticados se deslizó fuera de la SUV, se inclinó y le dio a Jericho un poco de amor antes
de enderezarse nuevamente, dándole a Slade un abrazo delicado y un beso en su mejilla.
Una emoción perversamente irracional me recorrió la espalda. Una posesividad
inesperada hacia Slade y Jericho. ¿Quién era la señorita Sofisticada y por qué le estaba
mostrando tanto afecto a…?
¿A qué?
Era una pregunta sensata.
Conocía a Slade desde hacía aproximadamente seis semanas. Quizás tenía novia.
Quizás era su trabajo follársela. 71
Después de que terminó su saludo de besos y abrazos, caminaron hacia la casa con
Jericho a cuestas. Esperé a que se volviera para mirarme. Y me vio.
No había forma de que me pasara unos segundos antes en la calle y no me viera. Sin
embargo, no hizo ningún intento por reconocerme.
Hasta que…
Mi chico Jerry se detuvo abruptamente y se volvió como si hubiera captado mi olor.
Toda esa calidez peluda inundó mi pecho. Un perro me daba más sentimientos de los que
me había dado ningún hombre en mucho tiempo. Quizás nunca.
Le gustaba a Jericho. Demonios, tal vez me amaba.
Me protegió.
Y sonrió cuando me vio: su lengua afuera, su cola en un movimiento bajo. Continué
mi camino por la acera, fingiendo sorpresa cuando trotó hacia mí a pesar de que Slade
estaba ladrando sus propias órdenes.
—Hola, Jerry. —Me agaché para darle el doble del amor que le dio la Señorita
Sofisticada… y tenía un regalo en mi bolsillo porque una parte de mí anticipó, esperó, un
encuentro casual—. Oh, amiguito… yo también te amo. —Cerré mis ojos y volteé el rostro
de lado a lado mientras él me bañaba de besos.
Slade se aclaró su garganta.
Abrí mis ojos, notando que su amiga debe haber entrado.
—Lo siento. —Me puse de pie, deslizando una golosina en la boca de Jericho al
momento de hacerlo—. Sé que es difícil para ti saber que le agrado más. —Con un
encogimiento de hombros, me mordí mis labios para mantener mi sonrisa comemierda bajo
control.
—Dentro —le dijo a Jericho a medida que me observaba.
Jericho se volvió y se dirigió a la puerta trasera.
—Si tienes un trabajo que hacer esta noche… Jerry puede quedarse conmigo. Esta
noche estoy sola.
—Jericho. Y no necesita una niñera. 72
—Quizás yo sí.
Su frente se tensó una fracción, la contemplación transformándose en un leve ceño
fruncido durante unos segundos, antes de silbar y Jericho llegó corriendo.
—Envíalo a casa cuando vuelvan tus amigas.
¿Por qué fue la única palabra que se asentó en la punta de mi lengua inactiva? ¿Por
qué protegerme?
—¿Qué vas a hacer? —Está bien, al parecer “por qué” después de todo no era la
única palabra en la punta de mi lengua. Primero se alineaban otras cuatro palabras.
—¿Importa?
Dejando que mi mirada se pose sobre su hombro hacia la estación de bomberos y
las imágenes de la Señorita Sofisticada esperándolo, levanté un solo hombro.
—No. Solo curiosidad. ¿Es tu novia?
—¿Importa?
—Te odio. —Puse mis ojos en blanco—. Tienes las peores habilidades de
comunicación jamás vistas.
—Bien. Ódiame. Lo prefiero.
Retrocedí. En realidad, no odiaba a nadie. No era mi personalidad ser odiosa,
vengativa o rencorosa. ¿Por qué Slade Wylder quería que lo odiara? ¿Era una broma?
Odiaba su incapacidad para compartir información.
—Si le estás vendiendo alguna mierda que le arruinará la vida, ¿puedo sugerirte que
lo reconsideres? No está bien, Wylder.
—Anotado.
Levantando mi barbilla, le di varios asentimientos pequeños.
—Entonces, bien. Llevaré a Jerry a mi casa y lo consentiré. Tal vez regrese a ti…
tal vez no lo haga.
Slade dejó que su mirada se deslizara por mi cuerpo, un viaje lento y fácil. No hizo
eso cuando nos conocimos. En algún momento del camino, decidió que estaba bien.
Aunque no estaba segura qué reacción deseaba de mí.
Quizás nada. 73
Quizás lo hacía por puro deseo egoísta.
—Solo lo estoy permitiendo porque amo a Jerry. —Sus ojos curiosos se encontraron
con los míos, entrecerrados ligeramente.
Sonreí.
—Sigue desnudándome con esos ojos tuyos.
Momentos…
Coleccionaba momentos en mi mente, mi corazón, mi alma, como Aubrey
coleccionaba monedas raras: mi mamá muriendo, mi papá pasando unos años
completamente ebrio. En su mayoría malos momentos… cicatrices permanentes.
Ese momento lo guardé en mi memoria para siempre como uno de los primeros
momentos verdaderamente grandiosos.
Wylder…
Las comisuras de su boca se curvaron en pecado puro. Si Satanás fuera jodidamente
ardiente y sexy, su nombre habría sido Slade Wylder, y yo me habría metido en un montón
de problemas.
—Volverá a casa.
—Ya veremos. —Me volví haciendo algunos ruidos de besos para que Jericho me
siga.
—Sé dónde encontrarlo.
Una sonrisa se extendió por mi rostro a medida que continuaba por la acera.
—Cuento con ello.
Llegué a la casa con los hombros echados hacia atrás y un poco más de balanceo en
mi andar, pero tan pronto como cerré la puerta detrás de nosotros, me desinflé. ¿Quién era
esa mujer? No tenía qué hacer nada que se esforzara físicamente con una herida que no
había sanado. Debí haberle recordado eso.
Jericho y yo vimos una película, comimos palomitas de maíz, miramos por la
ventana a la estación de bomberos y jugamos al escondite.
—¿Cómo te sientes con las pijamadas? —le pregunté.
Inclinó su cabeza hacia un lado y luego hacia el otro. Lo tomé como un sólido tal 74
vez.
—Es una cama matrimonial. Pero me gusta dormir de lado, así lo haremos
funcionar. Ven.
Espié por mi ventana hacia la estación de bomberos. El SUV Lexus aún estaba allí.
Un nudo se formó en mi estómago. Era casi medianoche. ¿Cuánto tiempo se tarda
en follar con alguien?
Por otra parte… Kara y Missy aún no estaban en casa después de su cita doble.
Mucho sexo estaba sucediendo esa noche… excepto en mi casa. Jericho era el mejor
compañero posible. No le importaba si me afeitaba mis piernas. No le importaba si tenía
un aliento cuestionable.
Después de cepillarme mis dientes y dejarlo salir para una última ronda orinando su
nombre en el pequeño patio, nos acomodamos en la cama. Diez segundos como máximo…
fue todo lo que necesité para quedarme dormida. Las olas de ese día en la madrugada me
aniquilaron por completo.
Desperté de un sueño muerto. ¿Minutos? ¿Horas después? No tenía ni idea. Todo lo
que sabía era que mi cálido amiguito peludo se levantó de golpe de la cama.
—¡Jesús! —Me senté y me arrastré hasta el respaldo de mi cama, abrazando mis
piernas contra mi pecho mientras una figura oscura se alzaba sobre mí en el borde de la
cama.
—Te dije que lo enviarás a casa.
La broma coqueta de quedarme con su perro y él sabiendo dónde encontrarme…
bueno, fue demasiado lejos. ¿No podía pasar ni una noche sin su perro?
Cuando mi respiración se calmó, tragué con fuerza para lubricar mi garganta seca.
—Era casi medianoche. Mis amigas no estaban en casa y tu amiga aún estaba allí
haciendo lo que sea que estuvieran haciendo ustedes dos: drogas, sexo… lo que sea. En
realidad, deberías tomártelo con calma hasta que tu herida sane.
—Gracias por tu preocupación. —Se volvió y se dirigió hacia la puerta de mi
dormitorio.
—¿Has cambiado el vendaje? —Me deslicé a un lado de mi cama y me paré. 75
—No te preocupes por eso. —Abrió la puerta completamente.
—Bueno, lo hago. —Di varios pasos hacia él.
Se volvió.
—¿Por qué? —preguntó apenas por encima de un susurro.
Porque creo que me salvaste la vida.
—No quiero que se te caiga el brazo. ¿Cómo abrazarías a Jerry? —Me giré y encendí
la lámpara junto a mi mesita de noche, entrecerrando mis ojos ante la intrusión ocular. Tan
pronto como mis ojos se adaptaron a la luz, me enfoqué en Slade, pero su atención
permaneció pegada a mi atuendo de noche: bragas de bikini rosa y una camiseta sin mangas
rosa a juego que se deslizaba por encima de mi ombligo y el piercing.
—Lo he cambiado. —Parpadeó, humedeciéndose sus labios.
—No te creo. Estoy segura que es difícil para ti hacerlo con una mano. Solo dame
un segundo para agarrar el botiquín de primeros auxilios. —Rompí los confines de su
mirada intensa permanentemente pegada en mi cuerpo y pasé junto a él hacia el baño.
Cuando volví, estaba sentado en el borde de mi cama y Jericho se había derrumbado sobre
el conducto de aire frío junto a la ventana.
Dejé los suministros en la cama a su lado.
—Son las tres de la mañana —dije en voz baja—. ¿Cómo entraste aquí? Si Kara y
Missy están en casa, habrían cerrado la puerta con llave.
Se abstuvo de responder.
—¿Te estás vengando por pensar que irrumpí en tu casa?
Sin respuesta.
De pie frente a él, esperando respuestas que sabía que nunca me daría, asentí hacia
su camisa.
—¿Puedes quitarla?
Después de tragar con fuerza, usó su brazo sano para agarrar el dobladillo de su
camisa y subirla por su torso, por encima de su cabeza y por su brazo lesionado suavemente.
Hice todo lo posible por no mirar fijamente hacia su pecho descubierto, sus abdominales
rígidos, sus labios carnosos. 76
Mi mirada se fijó en la herida mientras me concentraba en mi respiración.
Tres segundos dentro.
Tres segundos fuera.
A medida que quitaba la gasa y la cinta de su piel, mis piernas se detuvieron a
horcajadas sobre una de sus piernas para poder ver mejor la herida.
Lo había cambiado recientemente. No estaba mintiendo. Sin embargo, me dejó
cambiar el vendaje nuevamente.
¿Por qué?
Con bolas de algodón húmedas limpié alrededor del área cosida. Giró su cabeza a
otro lado. Apliqué un ungüento a las heridas y las cubrí con un vendaje nuevo.
—¿Te duele? —pregunté, aplicando la última tira de cinta.
Volvió su cabeza hacia mí, dejando su rostro tan cerca del mío que pude sentir su
aliento: casi saborear la menta de la pasta de dientes o su última barra de chicle. Sentí la
cálida intensidad de su mirada en mi rostro, haciendo que mis manos temblaran un poco a
medida que presionaba la cinta contra su piel.
Nunca se estremeció; no debe haberle dolido demasiado en ese momento.
Sin embargo, yo me estremecí… salté… congelada en el lugar. Mi corazón seguía
siendo el único músculo de mi cuerpo que seguía moviéndose porque sus manos se
deslizaron por la parte posterior de mis piernas desnudas, apenas tocándolas, como si no
estuviera en realidad intentando hacer contacto con mi piel.
Pero lo hizo, y lo sentí en todas partes.
No las manos de un amante codicioso.
No las manos de un borracho en una aventura de una noche.
No las manos del hombre que intentó hacerme daño.
No. Estas manos fueron diferentes. Del tipo diferente que no tiene palabras ni
emociones. Era solo esta… sensación.
La sensación me paralizó de miedo.
Miedo a que si me movía, el momento se desvanecería.
Miedo a que si me movía, me echaría un vistazo. 77
Miedo a que si me movía, me cortaría con su lengua.
Mis ojos se cerraron a la deriva mientras tomaba la más mínima de las respiraciones
temblorosas, dejando que mis manos se posaran a mis costados.
No te muevas. No abras tus ojos. No respires.
Sus manos pasaron como un fantasma más alto a lo largo de mis piernas, sobre la
curva de mi trasero, deslizándose hacia mis caderas. A medida que se levantaba lentamente,
di un paso atrás, tragando una gran bocanada de aire mientras intentaba abrir mis ojos.
No podía.
No podía dejar que vea mi necesidad. Mi miedo. Mi dolor.
Y entonces… se fue.
Su toque.
Su olor.
Su calor.
N
o pude calmar el nerviosismo del lunes por la mañana ni con toda la
cafeína en el mundo. Compré mi té verde de menta y un café para Slade
de camino a clase. Para el momento en que llegué a la sala de
conferencias, me bebí los dos, lo que significó que tuve que usar el baño antes de clase.
Entrando unos minutos tarde a clase, cerré la puerta suavemente detrás de mí. La
profesora me mostró un poco de piedad al no atraer la atención de todo el mundo sobre mí.
Vi a mi vecino y a mi perro favorito, pero no había asientos vacíos a su alrededor, así que
me senté en el lado opuesto del auditorio. 78
Cuando hizo su salida diez minutos antes, agarré mi bolso y lo perseguí.
—¡Oye! ¡Espera!
No lo hizo. Nada impactante.
Cuando alcancé su ritmo de zancadas rápidas, me dio una rápida mirada de reojo sin
reducir la velocidad.
—¿Qué?
¿Qué? ¿En serio? Esa era su palabra de buenos días después de dejarme en un charco
de nada en el piso de mi habitación la noche anterior.
—¿Cómo está tu brazo?
—Bien. Ayer estaba bien. Hoy está bien. Mañana estará bien. Hablando de
mañana… —se detuvo abruptamente y se volvió hacia mí con una pizca de vacilación en
su rostro—… ¿puedes cuidar a Jericho?
Me reí entre dientes.
—Qué gracioso. Creí que él me cuidaba a mí.
—¿Eso es un sí?
—Es un tal vez. ¿A dónde vas?
—No importa.
Ladeé mi cadera, cruzándome de brazos.
—A mí me importa. ¿Volverás a casa otra vez con una herida de bala? ¿Volverás a
casa en absoluto? ¿Está relacionado con las drogas? ¿Me darás sus registros de veterinario
en caso de que no vuelvas a casa? ¿Te estás follando a la chica del Lexus de anoche?
¡Ups!
Solo empecé y simplemente no pude parar.
—Tacha esa última pregunta. No me importa.
Me importaba.
¡MUCHO!
—Lo dejaré alrededor de las ocho.
—Si no mueres, ¿cuándo vas a volver? 79
—El sábado.
—Sábado… —Mi mandíbula cayó—. Eso… eso no es solo cuidarlo por mañana.
Eso es cuidarlo por cuatro noches. Y días… ¿qué se supone que debo hacer con él durante
el día?
Slade frunce su ceño.
—¿Qué quieres decir? Estará adónde quiera que estés. Si cagas. Él observa. Si
surfeas. Él se sienta en la playa. Si…
—Sí, sí… lo entiendo. ¿Y si uno de mis profesores me pregunta por él?
—Diles que no es de su jodida incumbencia.
—Síííí… —Arqueé una ceja—. No estoy segura que me vaya a funcionar como
funciona para ti.
—No te estreses. —Se giró, y continuó alejándose de mí.

Me estresé.
Estuve estresada durante el día y medio siguiente, hasta que alguien llamó a la
puerta.
—¡Voy! —Corrí escaleras abajo al mismo tiempo en que Aubrey se disponía a girar
la manija.
—¿Cómo sabes que es para ti? —Puso sus ojos en blanco y abrió la puerta, dándome
un empujón a un lado—. Es para ti —dijo sin aliento—. Hola. Slade, ¿verdad? —Le tendió
la mano.
Él la ignoró, mirándome más allá de ella.
—Slade. Aubrey. Aubrey. Slade. —La aparté con un empujón más suave que el
suyo.
—Encantada de conocerte —dijo como una ocurrencia tardía cuando salí y cerré la
puerta para tener algo de privacidad.
—No fuiste a clase esta mañana. ¿Y vas a faltar el resto de la semana? Es difícil 80
recuperarse de eso.
Me entregó una bolsa.
—Su comida. Su historial médico. Un número para llamar si no vuelvo a casa.
Mi corazón dejó de latir y se partió en pequeños pedacitos.
—Um…
—¿Preguntas?
—¿A dónde…?
—Sobre él, no de mí —respondió con una expresión severa.
Aclaré la emoción en mi garganta.
—¿No debería tener tu número? Si algo pasara por aquí, ¿no querrías saberlo?
—Tienes uno. No debería pasar nada a menos que hagas algo estúpido e imprudente.
Tosí con una carcajada.
—Eso es gracioso viniendo del traficante de drogas que se está recuperando de una
herida de bala mientras se está preparando para ponerse en peligro una vez más. Van a
atraparte. Y si vives para contarlo, será desde una celda de prisión. Eso te convierte en un
padre perruno terrible. Jericho no irá a visitarte.
—¿Terminaste?
Asentí, metiendo un mechón detrás de mi oreja.
—Gracias a Dios. Adiós.
—¿Es ella? —pregunté a su espalda cuando se alejó de mí—. ¿Vas a ir a algún lugar
con ella?
—Déjalo así.
No quería dejarlo así. No quería dejarlo ir. Incluso si no era mío, sentía como si…
como si fuéramos algo.
Cuando sus luces traseras desaparecieron, entré a la casa con Jericho, cerré la puerta
y apoyé mi espalda contra ella.
—No seas estúpida y te enamores del traficante de drogas, Livy —susurré.
—Vaya… ¿qué acabas de decir?
Alcé la vista mientras Missy bajaba las escaleras con su bolso al hombro. 81
—Hola, cachorrito. —Se agachó para acariciar a Jericho.
Tomando una lenta respiración profunda, la solté a medida que respondía con un
prolongado:
—Sí…
—No es más que problemas. Un problema sexi. Pero un gran problema enorme y
difícil en el futuro.
Me concentré en Jericho, apartándome de la puerta.
—Lo sé. De ahí el recordatorio de no enamorarme de él. Pero… —Hice sonido de
besos y Jericho me siguió a la cocina con Missy justo detrás de él—… a pesar de sus
esfuerzos gigantescos por ser un idiota total el noventa y nueve por ciento del tiempo, ese
uno por ciento me está matando. —Tomé un LaCroix de la nevera y abrí la tapa.
—¿Y estás segura que no has tenido relaciones sexuales con él?
Me reí, casi escupiendo el agua con gas por mi nariz.
—Sí. Me doy cuenta que puedo distraerme y olvidar algunas cosas, como cuando es
mi turno de limpiar el baño, pero estoy totalmente segura que no he tenido relaciones
sexuales con Wylder.
—¿Wylder? —Missy se apoyó en el arco en la cocina, con las manos sujetando las
correas de su mochila.
Me encogí de hombros, sonriendo detrás de mi lata.
—Es su nombre.
—Sí. Solo estoy preguntándome si estás usándolo como un nombre propio o un
adjetivo.
—Entonces, ¿quién es tu cita de estudio?
—Qué cambio de tema tan sutil. Y es Ryan.
—¿Ryan de la doble cita?
Asintió, mordiéndose el labio.
—¿Qué van a estudiar? ¿Anatomía?
Missy se rio.
—Solo si tengo suerte. Si no es así… vamos a estudiar comunicaciones 82
interculturales.
—Bueno, espero por tu bien que sea una noche de suerte. También ten un orgasmo
por mí.
Riendo, se apartó de la pared y negó con la cabeza.
—Tal vez lo que necesitas es tener un sexo alucinante para dejar de pensar en el
criminal al otro lado de la calle. Quizás Elias.
—No voy a dejarlo conquistarme. —Tomé un sorbo de mi bebida.
—Entonces, conquístalo tú. Dale una llamada para sexo casual. Nada de abrazos. Ni
acurrucarse. Déjalo entrar y luego solo sales antes de que tenga la oportunidad de descartar
el condón. Hazle sentir que es adecuado… que cumplió su propósito y que ya no lo
necesitas.
—Eso es lo que estás haciendo con Ryan.
—Mierda, sí. Tengo mi computadora y una caja de condones en mi bolso. Ni una
muda de ropa, ni un cepillo de dientes. Dentro. Fuera. A casa. Adiós, cariño.
Con una leve carcajada mientras me enfocaba en Jericho observándome con su
sonrisa habitual, Missy se dirigió hacia sus comunicaciones interculturales y sexo.
¿Estaba celosa? Sí.

Mi anticipación nerviosa de que los profesores me pregunten por qué tenía un perro
en clase terminó en nada. Ningún profesor dijo una palabra. Tal vez se habían difundido
rumores sobre mi agresión y asumieron que necesitaba un perro de apoyo emocional.
Para el viernes, estaba hecha un desastre. Slade y yo no habíamos intercambiado
números, y la desconexión, el miedo a lo desconocido, a lo peor, pesó demasiado en mi
mente.
¿Y si estaba con ella?
¿Y si era una cuidadora de perros mientras él estaba teniendo mucho sexo con otra 83
persona?
Tantos y si…
Medio día de clases significaba una tarde de surf con mi amigo Jerry posado sobre
una toalla debajo de una sombrilla de playa.
—¿Adoptaste un perro? —preguntó Elias, remando junto a mí.
—Cuido el perro de un vecino.
—Genial. Pero muy mal. Pensé que más tarde podríamos salir.
Sonriendo con satisfacción, remé delante de él con toda la intención de atrapar el
próximo buen viaje.
—No tengo tiempo para salir… pero si quieres darme un buen orgasmo rápido,
podría prescindir de quince minutos.
Cuando eché un vistazo por encima del hombro, Elias me recibió con una amplia
sonrisa blanca.
—Suena un poco unilateral.
—Si también lo alcanzas, estoy bien con eso. Pero no serás la prioridad.
Su risa gutural se desvaneció cuando encontré mi ola.
Necesitaba algo para evitar perder totalmente la jodida cordura cuando, si, Slade
regresaba. Era imposible pensar en otra cosa que no fuera él tocándola a ella como me tocó
a mí. Había sobrevivido veintiún años sin ser esa clase de chica… la celosa, necesitada,
pegajosa. No iba a empezar con Slade Wylder.
No era su trabajo follarme.
No era mi trabajo ser algo más que una cuidadora de perro para él.
—No voy a mentir… estoy un poco sorprendido por tu cambio de opinión —dijo
Elias a medida que abría la puerta de su apartamento.
—No lo hagas. —Hice un gesto a Jericho para entrar en primer lugar cuando Elias
sostuvo la puerta abierta—. No estoy aquí para dormir contigo. No estoy aquí para una
gran seducción. Solo estoy aquí por el orgasmo.
Sacudió su cabeza, con una sonrisa que se convirtió en una tos cuando cerró la puerta
detrás de nosotros. 84
—Estoy seguro que puedes darte uno por tu cuenta. ¿En serio me necesitas?
Me volví y me quité mi sudadera, dejando al descubierto la parte superior de un
bikini.
—Para el tipo de orgasmo que quiero… sí.
Jericho olfateó el condominio mientras me quitaba mis pantalones cortos de
mezclilla, dejándome solo en bikini.
—¿Quieres ir al dormitorio? —Elias se quitó su camiseta, revelando su perfecto
cuerpo bronceado.
—No. No voy a quedarme. En el suelo. El sofá. La encimera de la cocina. Tú eliges,
pero no necesitamos una cama.
—Maldición… —Su sonrisa se duplicó. Devoré su expresión, su cuerpo y la mirada
en sus ojos—. ¿Qué pasó conmigo siendo tu fantasía favorita?
Me encogí de hombros, desatando la parte superior de mi bikini.
—Las fantasías están sobrevaloradas.
Antes de que la parte superior de mi bikini cayera de mis senos, alguien llamó a la
puerta.
—¿Esperas compañía? —Fruncí el ceño.
—Me desharé de ellos. Sigue desnudándote. Si voy a complacerte, lo menos que
puedes hacer es mostrarme lo que me he estado muriendo por ver desde… siempre. —Elias
abrió la puerta—. Hola.
Empecé a atarme nuevamente la parte superior del bikini en caso de que un invitado
inesperado tenga que entrar a la casa.
—Jericho.
Mi cabeza se levantó de golpe, mi respiración atascándose en mi garganta ante la
voz áspera diciendo el nombre de Jerry.
—Oh… —Elias dio un paso atrás—. ¿Es tu perro? Livy dijo que no ibas a regresar
hasta mañana. Entra.
—No es necesario. —Slade me inmovilizó con una mirada que me hizo encogerme
internamente mientras Jericho tomaba su lugar junto a su amo—. Solo estoy aquí por mi 85
perro… y la chica.
—¿Livy? —El rostro de Elias se frunció con confusión a medida que su mirada se
dirigía a mí.
Estaba sorprendida. Exaltada. Y enojada. ¿Dónde había estado? ¿Por qué no podía
haberme dejado su número de teléfono? ¿Era un traficante de drogas? ¿Se folló a la mujer?
—Tengo planes con Elias. Y mi auto está aquí. De todos modos, gracias.
—Livy… mete tu culo en tu auto. Ahora.
Decir que me quedé atónita y horrorizada habría sido un eufemismo. Nunca antes
un hombre me había hablado de esa manera… excepto mi padre.
Y no era fanática de ello. Los huesos de mi cuerpo no eran sumisos. Ni uno solo.
Una vez que levanté mi mandíbula del suelo, entrecerré mis ojos.
—No soy tu mascota. Él podría hacer lo que pides… —Asentí a Jericho—… pero
yo no lo haré. —Alcé aún más mi barbilla mientras Elias sostenía abierta la puerta, llevando
una expresión incómoda.
—¿Vas a entregarte voluntariamente a él… o él va a tomar algo que no es suyo
como lo hizo con Bella Blackwell?
Elias empezó a cerrar la puerta.
—Bonita charla, quienquiera que seas, pero es hora de que te vayas de una jodida
vez.
Slade presionó una mano en la puerta, empujándola para abrirla nuevamente, a
medida que su otra mano agarraba a Elias por su garganta, estampándolo contra la pared.
—¡Slade! —Hice una mueca.
—Livy. Sal. Entra. En. Tu. Auto.
—¿De qué estás hablando? ¡Suéltalo! —Tiré de su brazo mientras el rostro de Elias
se ponía de un tono azul rojizo.
—Tu amigo surfista… violó a una chica de diecisiete años en Florida, pero se salió
con la suya por un tecnicismo ya que los investigadores jodieron el caso. Y luego se mudó
aquí. Te estabas preparando para dejar que un violador se arrastre entre tus piernas. —
Chasqueó la lengua varias veces—. No es muy inteligente. Ahora… tan pronto como estés 86
en tu auto, lo dejaré respirar de nuevo. Es así de simple.
—Elias… —susurré, sin querer creer a Slade.
No me miraría. Tal vez porque que no podía respirar. Tal vez porque lo hizo. Agarré
mi sudadera del suelo y salí corriendo por la puerta, mis piernas temblando, mi cabeza
girando hasta el punto de sentir náuseas. Tenía que ser una pesadilla. Mi fantasía durante
meses no era un violador. No.
No… no… no…
Me derrumbé en mi auto y cerré la puerta poco a poco, abrochándome el cinturón
de seguridad con manos inestables.
Unos segundos más tarde, Slade cerró la puerta principal de golpe con Jericho a su
lado mientras marchaba hacia su SUV. No miró en mi dirección hasta que estuvieron en su
auto. Con el menor empujón posible de su barbilla, me hizo un gesto para partir primero.
Lo hice.
Conduje directamente a casa.
Salí volando y pisoteé hacia la puerta de mi casa.
—No —me dije justo antes de deslizar la llave en la cerradura—. No vas a ganar.
Con pasos totalmente enojados me dirigí por la calle hasta su casa. La rabia me
alimentó con un discurso improvisado esperando desatarlo sobre Slade Wylder por lo que
sea que hubiera sido eso en casa de Elias.
Darme órdenes.
Lanzar acusaciones locas a Elias.
Y solo… ¡gah! ¡Todo!
Abrí su puerta trasera, sin invitación ni un solo golpe, justo cuando dejaba las llaves
en el mostrador y comenzaba a quitarse su chaqueta de jean. Me inmovilizó con una mirada
que me desafiaba a decir una palabra.
—Date la vuelta y vete a casa.
—Deja de darme órdenes —dije con los dientes apretados—. ¿Por qué hiciste eso?
¿Por qué dijiste eso? Elias no es un violador.
—Búscalo en Google. —Dio varios pasos en mi dirección, intentando intimidarme. 87
Me mantuve firme.
—Yo le pedí sexo.
Entrecerró sus ojos durante unos segundos como si mis palabras lo molestaran.
—Estoy seguro que iba a ser todo un respiro agradable para él conseguirlo sin tener
que tomarlo a la fuerza.
—¿Por qué te importa?
Su mirada se intensificó a medida que su mandíbula se tensaba.
—No me importa.
Hice una mueca, esperando que mi cabeza y mi corazón estén de acuerdo en una
reacción.
¿Cómo podía ser tan todo y tan horrible al mismo tiempo?
—¿Por qué? —susurré, dejando que mi corazón hablara primero.
—No es mi trabajo que me importe.
Me negué a parpadear hasta que las lágrimas ardientes se retiraron. Después me
tragué el nudo de ira y dolor obstruyendo mi garganta.
—Entonces, ¿cuál es exactamente tu trabajo? ¿Y cómo me involucra en absoluto?
¿Por qué te importa si alguien me viola? —Unas palabras que nunca imaginé saliendo de
mi boca.
—Ve a casa.
—¡No voy a ir a casa! —Empujé contra su pecho.
Sus cejas se alzaron inmediatamente en su frente mientras daba un paso atrás.
Di un paso hacia él y lo empujé otra vez.
—Cuidado… —advirtió.
—No quiero tener cuidado.
Empujón.
—¡No quiero que me digan qué hacer!
Empujón.
—¡No quiero que me toquen a menos que vayas a besarme de una jodida vez! 88
Empujón.
Su espalda golpeó la nevera. La menta y el jabón asaltaron mis sentidos mientras el
único sonido en la habitación era el zumbido del aire acondicionado y mi respiración
laboriosa.
Mis labios se separaron a medida que mi pecho subía y bajaba violentamente.
—Ponme las manos encima, Wylder —susurré.
La compasión tiñó su expresión.
No quería su compasión. Quería sus manos sobre mí. ¿Cuándo mi seducción se tornó
tan desesperada?
Cuando Slade Wylder se infiltró en mi mundo. Eso fue cuándo.
Mi mirada se deslizó hacia su pecho. No podía enfrentar esos ojos sin él dándome
algo a cambio.
—Entonces, detente. Deja de salvarme. Deja de mirarme. Deja de enviar a Jericho
para que esté conmigo. Deja de existir en mi mundo. —Me giré y avancé lentamente hacia
la puerta—. Compra flores a una chica y recházala. No quites la vida del hombre que
amenazó su vida y luego esperes que ella no te quiera más allá de la razón. —Abrí la puerta
y me quedé mirando hacia mis pies durante varios segundos—. No es justo.

89
A
la mañana siguiente, dejé que las chicas surfearan sin mí con una
advertencia sobre Elias. No estaba de humor para levantarme de la cama.
No estaba de humor para vivir en absoluto. Después de buscar a Bella
Blackwell y descubrir que Slade tenía razón sobre mi chico fantasía, simplemente… no
podía.
Cuando un golpe implacable en la puerta me sacó de mi sesión de pucheros, gruñí
algunos improperios y arrastré mi trasero escaleras abajo.
—¿Qué? —Abrí la puerta bruscamente, mi cólera rezumando por todos mis poros. 90
—También buenos días para ti.
Una sonrisa rompió a través de mi mal humor en tiempo récord mientras arrojaba
mis brazos alrededor de mi tía Jessica: la gemela de mi padre.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Me aparté y le indiqué que entrara.
Se quitó sus zapatillas deportivas y se echó su largo cabello oscuro por encima del
hombro.
—Esta semana estaré en Los Ángeles por negocios, y quise ver a mi sobrina favorita.
—Y papá quería que me echaras un vistazo. —Arrastré mis pies descalzos hacia la
cocina necesitando cafeína.
—Livy, eso está sobrentendido. —Me siguió.
—¿Té? —Miré por encima del hombro a medida que llenaba mi tetera eléctrica.
—Por favor. —Se sentó en un taburete, depositando su bolso sobre la encimera—.
Te ves bien.
Me reí, abriendo una ventana para dejar entrar el fresco aire cuestionable y el
zumbido de la cortadora de césped del vecino.
—Mis amigas dicen que estoy demasiado delgada.
—Surfeas las veinticuatro siete. Por supuesto, vas a quemar calorías como loca.
También lo hacía. Diles a tus amigas que se vayan a la mierda.
La tía Jess era una de mis personas favoritas en todo el mundo. Era la calma en la
tormenta que era mi padre después de que mamá murió.
Sonriendo, le serví una taza de agua caliente y le entregué el frasco de tés mixtos.
—No puedo decirles eso. Me agradan demasiado.
Se encogió de hombros.
—Haz lo que quieras.
Me incliné contra la encimera frente a ella, descansando sobre mis antebrazos
mientras sumergía mi bolsita de té en la taza, la menta fresca y los cítricos despertándome.
—Ojalá tuviera la mitad de tus fuerzas.
Levantó la mirada de su té, y sus ojos se entrecerraron ligeramente. 91
—¿Qué quieres decir?
Frotando mis labios entre sí, mantuve mi atención en mi té, esperando mantener mis
emociones bajo control.
—Si te digo algo, ¿puedes prometer que no se lo dirás a papá? ¿Como en… nunca?
—¿Implica a tu padre?
—No.
—Entonces, sí. No diré nada. A menos que… estés embarazada. Livy, ¿estás
embarazada?
Sacudí mi cabeza, gruñendo una risa pequeña. Se requería sexo para quedar
embarazada. No había tenido eso en muchos meses.
—No. Aunque, casi tuve relaciones sexuales poco después de que comenzaran las
clases. Pero… —Saqué mi bolsita de té de mi taza y la puse en un platillo—. No iba a ser
consensual.
Simplemente no había forma de introducir en una conversación un “casi fui
violada”.
—Liv…
Perdí el control total.
Las lágrimas fluyeron libremente. No me había permitido sufrir el pedazo de
inocencia que él tomó sin ni siquiera violarme. Ni con mi padre. Ni con mis amigas. Ni
siquiera con la terapeuta de Aubrey.
—Livy… —Jessica saltó de su taburete y me tuvo en sus brazos en cuestión de
segundos, su abrazo cálido un ungüento para mis emociones crudas. No me preguntó lo
que pasó ni hizo un millón de preguntas como evocaba mi confesión. Simplemente me
abrazó como mamá me habría abrazado.
Después de que mis lágrimas se secaran en vetas saladas a lo largo de mis mejillas,
y mi respiración retomó un ritmo hueco más normal, me soltó y presionó sus palmas suaves
contra mis mejillas.
—No hay nada que no puedas decirme. Tampoco hay nada que tengas que decirme.
Dios… la amaba tanto. 92
Aún sollozando, agarré un fajo de toallas de papel y me soné la nariz, el sonido poco
femenino dándome tiempo para reunir el valor suficiente para seguir hablando.
—Paré por gasolina. Entré para tomar una rebanada de pizza. Salí. Y él estaba ahí.
En un abrir y cerrar de ojos. Empujándome contra el Jeep. —Tomé una respiración
temblorosa y escupí el resto—. Mi bolso con el espray pimienta estaba en el suelo del Jeep.
Y todo lo que papá me dijo sobre escapar de un atacante… —Me encogí de hombros—.
Simplemente se desvaneció en una nube de miedo. Me sentí tan indefensa y débil. Clavó
la punta de su cuchillo en mi costado y me obligó a ir a un lado del edificio detrás de un
contenedor de basura. Me empujó al suelo. —Apreté mis manos temblorosas y abracé mi
torso, odiando la forma en que todo mi cuerpo revivía esa noche—. Empujó el cuchillo en
mi cuello y se puso encima de mí. Todo lo que podía imaginar era mamá viéndolo pasar
desde… algún lugar. Cerré mis ojos. Y en un abrir y cerrar de ojos… se fue.
—¿Se fue? —Echó la cabeza hacia un lado.
—Sí. Lo encontraron no muy lejos de la tienda… muerto. Alguien le cortó la
garganta con el mismo cuchillo que usó mientras intentaba violarme.
—¿Quién lo mató?
Otro encogimiento de hombros. No sabía a ciencia cierta que era Slade, de modo
que no dije que fue él.
—Entonces… ¿alguien salvó el día, pero no sabes quién y tampoco lo atraparon a
él… o ella?
Asentí.
Sus labios se torcieron a un lado, sus ojos entrecerrándose a medida que
prácticamente escuchaba el torbellino de pensamientos arremolinándose en su cabeza.
—¿Quién era el tipo… el que intentó violarte?
—Un tipo llamado Stefan Hoover. Veintisiete años. Vivía en Nevada. Sin registro
previo. Tenía esposa y un hijo de dos años.
Jessica asintió lentamente mientras murmuraba, frotando sus labios brillosos.
—Necesitas mejorar tus habilidades.
—No creo que mejorar mis habilidades vaya a protegerme. No es como si intentara 93
nada de lo que me enseñaron, y fallé. Simplemente, no lo intenté. Me congelé. En realidad,
no puedes prepararte para que algo así pase con un juego de roles paso a paso.
—Entonces, no usemos un juego de roles.
—No estoy entendiendo. —La brisa fuerte a través de la ventana se alzó como para
arrojar entendimiento a mis pensamientos dispersos. La cerré un poco.
—¿Tienes algo bueno para cubrir morados?
—¿Algo bueno como maquillaje?
Jessica asintió, observándome como un rompecabezas al que le faltan varias piezas.
—Sí. ¿Por qué?
—Porque vas a necesitarlo. Te escribiré una dirección. Reúnete conmigo en dos
horas, trae mucha agua para rehidratarte.
—¿Qué vamos a hacer?
Tomó otro sorbo de su té y agarró su bolso.
—Asegurarnos que nunca más vuelvas a sentirte indefensa.
Dos horas más tarde, conduje hasta la dirección. Era un edificio abandonado,
parecido a un granero, al que normalmente no entraría sola, pero el auto de Jessica estaba
estacionado junto a la puerta, así que me sentí segura.
—¿Qué es esto? —pregunté, inspeccionando el edificio vacío con el canto de los
pájaros y el aleteo de sus plumas entre las vigas, un hedor a humedad extraño en el aire, y
nada más que un frío suelo de tierra sucia bajo mis pies. La única luz provenía de los
agujeros en el techo, los cuales eran numerosos de modo que podíamos ver bastante bien.
—Es donde vas a entrenar.
—¿Entrenar con qué?
Abrió la cremallera de una bolsa negra y sacó un equipo que parecía algo que podría
usar un boxeador.
—Por ahora, vamos a entrenar con estos. —Empujó un casco hacia mí. 94
Retrocedo unos pasos. La tierra y las rocas diminutas crujieron bajo mis zapatos
cuando recuperé el equilibrio.
—No sabía que boxeabas.
—No lo hago. Entreno lucha. Solía entrenar con tu papá todo el tiempo.
—¿En serio?
—Sí.
—Nunca mencionó eso.
Asintió.
—Sí, bueno… hay un montón de cosas que los padres no mencionan a sus hijos. Te
protegemos con el desconocimiento hasta que empieza a lastimarte. Después… te armamos
con las cosas que necesitas saber.
—¿Tienes algún tipo de almohadillas protectoras o algo así?
Un momento estaba aquí…
Al momento siguiente volcó mi mundo completamente. No era de las que se
preocupaba de recordar o coleccionar momentos para mi libro de vida, pero este dejaría
marca.
Muchas marcas.
¡Bam!
Jessica me golpeó en el rostro con tanta fuerza que me derribó. El casco protegió mi
mejilla, pero mis manos, rodillas y un codo sufrieron un golpe serio, como caerse de una
bicicleta donde pequeñas rocas te dejaban cortes pequeños a lo largo de la piel y también
se clavaron en mi carne.
—¿Qué… qué diablos? —No estaba segura si debería llorar, correr, o rogar para
que nunca más vuelva a hacerlo.
—No tengo almohadillas protectoras, Livy. A los hombres que se llevan a las
mujeres a la fuerza detrás de los contenedores de basura para violarlas no les importan las
almohadillas protectoras. Ahora… levántate.
—Estoy sangrando, Jess. —Mis manos ardieron cuando aparté con cuidado las
pequeñas rocas clavadas en mis manos y rodillas ensangrentadas. 95
—Son algunos rasguños, Livy. Levanta tu culo antes de que te patee mientras estás
en el piso. Porque puedo garantizarlo… hombres como Stefan Hoover te patearán cuando
estés en el piso. Luego te violarán por cualquier agujero en el que puedan meter su pene.
Te dejarán desgarrada, cruda, y ahogándote en su semen… después, te patearán un poco
más.
Aturdida.
No había otra forma de describirlo. No reconocía a la mujer cerniéndose sobre mí.
Era más alta que Jessica. Aun así, no podía atreverme a ponerme de pie porque su confianza
me superaba por kilómetros.
—Tres… dos… —Empezó a contar de forma regresiva.
Mi mirada se centró en sus botas de combate negras que se acercaron un poco más
a mí… dos perros listos para abalanzarse sobre mí.
Algo dentro de mí cobró vida lo suficiente como para ponerme de pie tambaleante.
—No quiero hacer esto… —Negué con la cabeza a medida que mis lágrimas
llenaron mis ojos y el miedo pulsó desde mis pulmones a la boca de mi estómago.
—¿Hacer qué, Livy? ¿Ser secuestrada? ¿Sodomizada? ¿Dada por muerta?
—Jess… —Me arrastré varios pasos hacia atrás.
—Entonces, ¿qué vas a hacer al respecto? ¿Correr? Si no me lastimas primero en
serio, te perseguiré como el puto animal que soy. Y te haré pagar.
Grité cuando agarró mi camisa y me empujó al suelo.
—Lucha, Livy.
Intenté arrastrarme para alejarme, el ácido acumulándose en la parte posterior de mi
garganta y el hedor podrido del suelo a solo centímetros de mi rostro alimentó mi necesidad
de vomitar.
Pateó mi pierna. Duro. La sujeté y acerqué a mi pecho.
—Si hubiera apuntado a tus costillas, las habría roto.
—¡Detente! —ladré con más fuerza.
—Detente significa continúa para los malditos enfermos como Stefan Hoover.
Inténtalo de nuevo, Livy. —Golpeó mi trasero cuando me giré en posición fetal. 96
—¡Ay! Por favor… ¡detente! —Las lágrimas estallaron de mis ojos y corrieron
calientes por mis mejillas.
—Ni por favor. Ni detente. ¡LE-VÁN-TA-TE. LIVY! —gruñó a todo pulmón como
un sargento de instrucción.
Me puse de pie nuevamente tambaleante, cojeando porque mi glúteo derecho y el
muslo izquierdo palpitaban feroces junto con todos los rasguños y moretones de haber sido
derribada al suelo dos veces.
—Jess…
Sacudió su cabeza.
—No soy Jess. Stefan. —Su mano se lanzó hacia delante, y empuñó mi camiseta y
rasgó el cuello—. Enséñame tus tetas, Livy. Quiero follármelas.
¿Quién. Era. Ella?
Su mano se sumergió en mi entrepierna, sujetándome con un agarre de hierro. Me
sentí tan rota, temerosa y violada por la misma persona que más amaba, solo superada por
mi padre.
—¿Tienes un coño apretado? Apuesto que lo tienes.
Su mano se movió a la parte interna de mi muslo donde hundió sus dedos en mi
carne hasta que vi estrellas.
—Ábrelas por mí, Livy.
Arañé su mano.
Me empujó al piso una vez más y trató de sentarse a horcajadas sobre mí como lo
hizo Stefan.
Y… algo se rompió. Lo vi. El horrendo rostro inhumano que intentó tomar todo lo
que no era suyo.
—¡SUÉLTAME! —Pateé y arañé en su dirección. Sobre toda ella.
Su rostro.
Su cabello.
Su torso.
Mi cuerpo se sacudió y retorció a medida que mis manos y pies luchaban con más 97
fuerza y desesperación… ya sin importarme si aterrizaban en algún lugar sobre ella que
pudiera causarle heridas.
Y lo hice. Mi pie chocó con su cara, partiendo su labio inferior.
Me detuve.
Ella se detuvo, su lengua emergiendo para limpiar la sangre.
—¡Oh, Dios mío! Jess… yo…
—Lista. —Se limpió su boca con el dorso de su mano.
Parpadeé más lágrimas, logrando sentarme y luego abrazando mis rodillas contra mi
pecho.
Se arrodilló frente a mí y me quitó el casco. Después, arrojándolo a un lado, me
abrazó, acariciando mi cabello.
—Estás lista para nunca más ser una víctima. Solo necesitaba sacar a relucir tu
voluntad de vivir. Te doblegaré de modo que ningún hombre pueda romperte jamás. Luego
te convertiré en algo más fuerte de lo que jamás imaginaste.
J
essica me dijo que aún eran necesarios algunos detalles de su pasado, pero
compartió algunos otros del momento en que fue violada. Se entrenó con
algunas personas de élite y aprendió a defenderse y matar si era necesario.
Le pregunté si alguna vez había tenido que matar a alguien. Solo puso sus ojos en
blanco como si la pregunta fuera ridícula y dijo:
—¿Tú qué crees?
—No puedes fingir el miedo real. —Se puso un protector bucal a medida que me
ponía el mío. 98
Llevábamos un mes con mi entrenamiento. Me puso en contacto con un entrenador
y vino una vez a la semana a entrenar lucha cuerpo a cuerpo conmigo y evaluar mi progreso.
La hice sangrar tres veces; me hizo sangrar demasiadas veces para contar. Dijo que
necesitaba ansiar la sangre, dar la bienvenida al dolor y dominar el miedo. Después de
cuatro semanas, no hacía ninguna de esas cosas.
En el mejor de los casos, ignoraba la sangre, tomaba medicamentos de venta libre
para el dolor, y le ocultaba el miedo. También oculté los moretones con maquillaje y usé
un traje de neopreno completo para cubrir otros moretones más mientras surfeaba.
Durante ese mes, también vi muy poco a Slade Wylder. No lo busqué en clase ni fui
a mi árbol favorito para la siesta. No me permití mirar más de dos segundos al pasar por su
casa.
¿La verdad?
Extrañaba a Jericho. Y extrañaba a Wylder.
Pero está claro que… él no me extrañaba.
Para Halloween, Aubrey hizo lo impensable: hizo una fiesta en su casa. Bueno, la
casa de sus padres. Creo que tuvo algo que ver con la noticia de que sus padres se iban a
divorciar. No se lo tomó muy bien, dijo que odiaba a los dos.
Había aprendido que había dos tipos de personas en el mundo: los que vivían para
Halloween y los que ni siquiera dejaban un plato de dulces si no estaban en casa. Caía en
la categoría del amor por Halloween.
—Vaya… —La mandíbula de Kara cayó cuando me pavoneé por las escaleras en
mi sexy traje SWAT: un enterizo negro con un sujetador incorporado que daba la impresión
de que tenía mucho más escote de lo que en realidad tenía, ligas, medias de rejillas, botas
de combate negras y una gorra negra con SWAT escrito en blanco. Mi cabello estaba
recogido en una coleta, y me sentía bastante ruda.
Era mi declaración silenciosa de que podía ser sexy y ruda a la vez.
—Solo espero que algunas opciones disponibles del sexo opuesto aparezcan en la 99
fiesta. —Froté mis labios brillosos y arrugué mi nariz ante la exageración con el aroma a
calabaza. Aubrey no quería encender ninguna vela, pero quería el olor, de modo que
compró tropecientos cuencos de popurrí de calabaza y espray de especias.
—¿Aún no has tenido sexo? —Kara ajustó su seductor leotardo de esqueleto.
—No. —Fruncí el ceño—. Puede que nunca más vuelva a tener relaciones sexuales.
—Creo que esta noche tienes una muy buena posibilidad de hacerlo.
Me reí.
—Si esto no funciona. Sabré que simplemente estoy rota.
Una hora más tarde, la fiesta estaba en pleno apogeo con olor corporal, perfume y
posiblemente alguna olla compitiendo con la especia de calabaza en el aire. Y hacía calor
en la casa.
Pegajoso, asquerosamente caliente.
Fácilmente había tantos hombres como mujeres. Mis posibilidades de tener
relaciones sexuales parecían buenas. Lamentablemente… el grupo de opciones viables se
redujo a medida que la fiesta alcanzó las primeras horas de la madrugada. Todos parecían
estar acoplados, excepto yo. Missy sugirió que tomara una bebida. Pensaba que los chicos
se sentían intimidados por mi disfraz y mi sobriedad.
No bebía. Ni por ocasiones especiales y mucho menos para echar un polvo. Cuando
descubrí que mi habitación y mi cama estaban ocupadas, escapé de la casa para tomar el
aire fresco de las dos de la madrugada. Metiendo mi trasero en la hamaca que Aubrey puso
en el patio delantero como su exhibición de telaraña, cerré mis ojos y me balanceé
suavemente de lado a lado. Me quedé dormida en algún momento. Me despertó una fría
nariz húmeda. Estaba oscuro, y me sentía segura por el zumbido de la música, mi habitación
todavía siendo utilizada para un maratón de sexo.
—Jerry… —Me senté erguida, casi cayendo de la hamaca sobre mi trasero mientras
me frotaba mis ojos—. ¿Qué estás haciendo? —Entonces sucedió, caí de culo—. ¡Oof! —
Me reí un poco a medida que me lamía—. Te he echado de menos. ¿En dónde está? ¿Está
otra vez herido? ¿Es por eso que estás aquí? —Me puse de pie, y me enderecé la gorra y la 100
coleta desordenada—. Vamos a llevarte a casa y ver lo que está pasando.
Lo seguí hasta la puerta trasera de la estación de bomberos, sin esperar que esos ojos
me dejaran inmóvil y sin palabras al segundo en que entrara a la cocina. Slade levantó la
vista de la mesa y su laptop.
—Hola —susurré, abrumada de repente por el nerviosismo y la vulnerabilidad. Mi
disfraz podría haber tenido algo que ver con la parte de la vulnerabilidad.
Su lengua se deslizó por su labio inferior a medida que su mirada cansada se las
arregló para encontrar la fuerza suficiente para fijarse en todo mi atuendo.
—Hola —respondió en voz baja cuando nuestros ojos se encontraron nuevamente—
. Bonito disfraz.
Le di una sonrisa tímida, ajustando la parte superior de mi enterizo, pero no cubriría
ni otro centímetro de mis senos. Ese parecía ser el punto cuando elegí el disfraz. Sin
embargo, con Slade completamente vestido y su mirada intensa sobre mí, me habría
gustado que me diera un poco más de cobertura.
—Gracias.
Me crucé de brazos, usándolos para cubrir un poco de mi piel desnuda. El aire
acondicionado y la falta de cuerpos hacían que su cocina se sintiera veinte grados más fría.
La falta de aroma a calabaza y sudor también dio un agradable respiro a mis sentidos.
—Yo, eh… solo quería asegurarme que estuvieras bien ya que Jericho apareció en
mi casa.
Me estudió un poco más.
—Estaba asegurándose que no te pasara nada mientras dormías sola en tu patio
delantero llevando… —dio una ligera inclinación de cabeza hacia mí—... eso.
—Ya veo. Entonces… ¿me estás protegiendo de nuevo? Un mes y sin noticias tuyas,
pero ¿esta noche Jericho va a cuidarme?
—¿Qué te hace pensar que alguna vez dejó de cuidarte?
¿Qué demonios?
Después de dejar que eso golpeara mi corazón y rebotara en él, pero no sin hacer 101
una pequeña mella, desaté mi lengua y dije lo único que tenía sentido.
—No necesito que me cuides. He estado aprendiendo defensa personal. No soy la
chica débil que salvaste detrás del contenedor de basura.
Sus ojos se entrecerraron un poco.
—Esa siempre ha sido una suposición interesante de tu parte.
—¿Porque no es cierto o porque al admitirlo estarías admitiendo que mataste a un
hombre?
No respondió nada durante casi un minuto antes de señalar con la cabeza hacia la
puerta.
—Ve a casa. Duerme en tu cama, no en el patio delantero.
—Alguien más está en mi cama. Durmiendo o… algo más.
Para ser una chica que en serio odiaba muy pocas cosas o personas, odiaba lo mucho
que lo extrañaba. No era hasta ese momento que el verdadero impacto de su ausencia en
mi vida se instaló en mi conciencia con la gracia de una excavadora.
Cerró su computadora y suspiró, observándola con expresión contemplativa.
—Puedes dormir en mi sofá.
Arrastré mis botas a lo largo de su piso hasta que estuve de pie junto a él. Después
de unos momentos de silencio, apartó su silla de la mesa, permitiéndome ponerme entre
sus piernas abiertas. Apoyé mi trasero en el borde de la mesa.
Su mirada recorrió mis piernas hasta mis senos, finalmente encontrando mi rostro.
—No vas a seducirme, Livy.
¡Gah! Me encantaba que mi nombre se deslizara de sus labios carnosos con ese
varonil timbre rudo en su voz. La cocina volvió a quedarse en silencio con la excepción
del zumbido de la nevera. Olía como a ducha reciente y como la presa más tentadora.
Levanté una bota hasta su pierna vestida en jeans, poniendo más peso sobre la mesa
a medida que levantaba la otra bota sobre su otra pierna, la mesa debajo de mí crujiendo
un poco.
—Tienes razón. No voy a seducirte. —Me desaté mis botas lentamente y las saqué
despacio, dejándolas caer al suelo con un golpe seco y luego otro. 102
Desenganchándome las ligas, me quité las medias de rejilla una a la vez.
Tragó con fuerza, los músculos de su mandíbula tensándose y sus ojos ardiendo.
Me deslicé fuera de la mesa, enclavada entre sus piernas, me agaché, rozando mis
labios a lo largo de su oreja, mis manos cruzadas detrás de mi espalda de modo que no lo
tocara con nada excepto mi boca cuando susurré:
—Dulces sueños, Wylder.
A medida que me disponía a enderezarme otra vez, su mano se deslizó por mi
espalda, empuñando mi coleta, frenando mi ascenso mientras alzaba la espalda de la silla
y seguía mi cuerpo… seguía mi escote expuesto.
No movió ni un músculo durante la pausa más larga posible, ni un solo tic, su aliento
caliente contra mi pecho, su mano todavía sujetando mi cabello.
—Hay una almohada y una manta en el baúl detrás del sofá —murmuró, soltando
mi cabello.
Maldición. No. Podía. Respirar.
Era como si me prendiera fuego y señalara el extintor a diez metros de distancia.
Solté una carcajada dolorosa a través de una larga exhalación, me incliné y recogí
mis botas y medias.
—Estás completamente loco —murmuré. Empujándome entre el área enjaulada de
sus piernas y la mesa, me dirigí a la puerta en lugar de su sofá—. Voy a follarme al primer
chico que encuentre con un condón en su cartera. Buenas noches, Wylder.
Al segundo en que abrí la puerta unos quince centímetros, su mano aterrizó sobre
mi cabeza y la cerró de golpe. Permanecí sin pestañear mientras él se cernía tan cerca de
mi trasero, el calor irradiando de su cuerpo. Mis ojos se cerraron cuando su frente se apoyó
en la parte superior de mi cabeza, rodando lentamente de lado a lado como si estuviera en
una especie de agonía.
No me moví. No estaba mintiendo… no iba a seducirlo. Él me seduciría a mí.
Me tocaría.
Me besaría. 103
Se rendiría después de meses sosteniendo su escudo de tonterías sin emociones.
Sus manos agarraron la tela de mi enterizo, su respiración acelerando a medida que
levantaba su frente presionada contra la parte superior de mi gorra SWAT. Me quedé
inmóvil como una piedra, dejándolo quitar el material elástico por mi cuerpo hasta mis
caderas, dejando mis pechos completamente expuestos. Aspiré una bocanada de aire
cuando sus manos los cubrieron, arqueando mi espalda para presionar mi cuerpo contra su
toque.
Era una tortura. Tan lento. Su agarre firme, tocándome con una necesidad que se
sentía como si estuviera al borde de perder el control.
Mi corazón intentó tener todo un ataque cardíaco. Mis respiraciones ser perseguían
tan rápido entre sí que mis pulmones casi explotaron. Cuando bajó su cabeza, sus labios
rozando mi oreja, mi cuello, mi hombro desnudo, dejé caer mis botas y medias,
presionando mis manos contra la puerta para evitar rendirme ante mis débiles rodillas.
Cuando su lengua golpeó mi piel, mi respiración se entrecortó y solté un bajo
gemido. Una mano se deslizó desde mi seno hasta mi cuello, obligándome a echar mi
cabeza hacia atrás de modo que plantó su rostro en el hueco de mi cuello mientras su otra
mano se desliza por mi estómago… por debajo de mi enterizo y dentro de mis bragas,
deteniéndose apenas por encima de mi clítoris.
Chupó y mordió la piel a lo largo de mi cuello, y mi gorra cayó al suelo con mis
botas y medias. Si no se apuraba y ponía sus labios sobre los míos, iba a entrar en
combustión. Después de meses soñando con esa boca sobre mí, esos brazos venosos y esas
manos poseyéndome… necesitaba saber si él sabía como la droga que imaginaba que era.
Girando mi cuello lo más que pude, su mirada se cruzó con la mía. Esos ojos intensos
ahogados en agonía. ¿Por qué siempre me miraba como si fuera mala para él?
No me detuve el tiempo suficiente para preguntar. Me puse de puntillas y lo obligué
a dejarme girar. Mis dedos hundiéndose en su cabello a medida que tomaba esos labios.
Cuando su lengua se deslizó en mi boca, dándome una probada de la perfección,
como menta, cerveza y meses de añoranza, cerré los ojos y atrapé ese momento.
El momento en que comprendí que había besado a un millón de personas 104
equivocadas en mi viaje hasta él.
El momento en que comprendí que Slade Wylder me tomaría tan enteramente que
nunca más volvería a ser la misma.
El momento en que supe que mató a otro humano para salvarme.
Ni un millón de ramos de rosas.
Ni un diamante de diez quilates.
Ni una mansión en Malibú.
Nada significaría más que esa noche detrás del contenedor de basura cuando él mató
a la bestia literalmente.
Levantándome, guio mis piernas alrededor de su cintura y presionó mi espalda
contra la puerta. Profundizando el beso, encontró mis manos y las presionó sobre mi
cabeza, entrelazando nuestros dedos.
Devoré cada centímetro de su boca con sabor a menta, tarareando de placer a medida
que respiraba pesadamente por la nariz mientras nos retorcíamos y girábamos nuestras
cabezas para explorar cada ángulo posible del beso.
Mis dedos terminaron entumecidos, apretando sus manos con tanta fuerza,
desesperada por tenerlo… todo de él. Como si leyera mi mente, guio mis brazos alrededor
de su cuello y plantó sus manos en mi trasero antes de apartar mi espalda de la puerta.
Nuestro beso se rompió y nos detuvimos, él sosteniéndome con mis brazos y piernas
envueltos alrededor de su cuerpo. Un escalofrío de miedo se deslizó por mi espalda. ¿Se lo
pensaría demasiado y me dejaría en el suelo con un duro “vete a casa”? No quería que eso
ocurriera. Mi corazón no sobreviviría al rechazo a esas alturas, así que agaché mi cabeza y
besé su cuello, abriéndome camino hasta chupar y morder a lo largo del lóbulo de su oreja.
Agarró mi trasero con más fuerza y me llevó escaleras arriba, pero solo apenas.
Cuando llegamos a la cima, me bajó, arrodillándose en las escaleras a medida que me
quitaba el enterizo y las bragas por completo.
—Wylder… —Apreté su cabello cuando besó su camino por mi cuerpo desnudo.
Arqueando mi espalda, me retorcí debajo de él mientras arañaba y tiraba del dobladillo de 105
su camiseta. Levantó su boca de mi seno el tiempo suficiente para sacar un brazo antes de
succionar mi pezón en su boca y atraparlo con sus dientes hasta que siseé.
¿Quién necesitaba alcohol? Meses sin sexo… meses con Slade Wylder
arrastrándose bajo mi piel… me habían vuelto loca.
Necesitar.
Querer.
Necesitar.
Querer.
Arranqué su cabeza de mi seno y lo llevé a mi boca. El festín no había terminado
para mí. Mientras él se metía en el beso, envolví mis piernas alrededor de su cintura. Él
apoyó su peso corporal en un antebrazo, mientras que la otra mano sujetaba mi trasero y
me frotaba contra el bulto en sus jeans.
Mi cerebro rogaba por llegar hasta su cama, pero no podía decirlo.
Mis otros pensamientos involucraban rogarle que se quitara sus pantalones y
encontrara un condón, pero tampoco podía articular esos pensamientos.
Con su lengua en mi boca, su pecho rozando mis pezones y su erección frotándose
entre mis piernas, todo lo que podía hacer era tomar lo que quería.
Lo que necesitaba.
—Wylder… —Mi espalda se arqueó nuevamente cuando su boca viajó a lo largo de
mi mandíbula y bajó por mi cuello—. No… no puedo esperar —tartamudeé a través de mis
respiraciones laboriosas.
Su lengua retrocedió hasta mi oreja, jugueteando antes de morderla.
—Entonces no lo hagas —susurró, sujetando mi trasero con más firmeza, mientras
reducía el movimiento de su pelvis a medida que la mía se mecía más lento pero más duro,
mi necesidad cayendo en espiral más allá del punto sin retorno.
Cuando mis ojos se cerraron muy despacio, mi mandíbula se abrió y el placer que
me dio reclamó cada centímetro de mi cuerpo. Si no se hubiera sentido tan jodidamente
bien, podría haberme sentido un poco avergonzada. Con poco esfuerzo, abrazó mi cuerpo 106
contra el suyo y me llevó al dormitorio.
Saboreé el hambre en su boca contra mi cuello, mis mejillas, mis labios, mientras
me aferraba a él: al hombre que no solo me dio placer, sino el hombre que me protegió.
Ningunos brazos alguna vez se sentirían otra vez en la forma que se sentían los Wylder.
Se sentó en la cama. Permanecí envuelta alrededor de él.
Nos besamos sin urgencia.
Nos besamos como si fuera nuestro idioma.
Nos besamos como si nuestras bocas estuvieran hechas para fusionarse para
siempre.
Sus manos subieron por mi espalda hasta mi cuello y mandíbula, enmarcando mi
rostro para inclinar mi cabeza y besarme aún más profundamente. Un gesto tan simple…
pero con él se sentía diferente. Mis dedos se clavaron en su espalda como si necesitaran un
recordatorio constante de que no era un sueño que podría desaparecer si intentaba atraparlo.
Nuestro beso terminó cuando unas sirenas chirriaron cerca. Supe que tenían que
estar en nuestra calle. Y como hacía la gente con las sirenas, esperamos a que el sonido se
desvaneciera… que siguiera más allá de nosotros. Pero no se desvanecieron, se
intensificaron y se multiplicaron. Él permaneció sin expresión alguna, como un perro
escuchando algo.
No pude esperar, así que salté de su regazo y corrí a la ventana de su habitación que
daba a la calle.
—¡Oh, Dios mío! ¡Nuestra casa!
Las llamas envolvían la casa de Aubrey y el pánico se disparó directamente a mi
corazón.
Aún había mucha gente en la casa cuando me fui. Al segundo en que me volví, Slade
estaba allí, empujando una de sus camisetas sobre mi cabeza como una niña.
—Pantalones… —levantó unos de sus pantalones de chándal.
No necesitaba pantalones. Necesitaba saber si mis amigas estaban bien. Corrí
escaleras abajo solo en su camiseta, y salí por la puerta, corriendo por la calle: mis pies
descalzos golpeando contra la acera, la brisa fresca envolviendo mi piel a medida que el 107
ardor del humo subía por mis fosas nasales.
—Señorita, por favor, quédese atrás. —Un policía me detuvo mientras los bomberos
se apresuraban a apagar el fuego y ayudar a la gente a salir de la casa.
Sonaron más sirenas en la distancia a medida que los perros ladraban y los
rescatistas gritaban instrucciones.
—¡Esa es mi casa! ¡Esos son mis amigos! —Me retorcí cuando su agarre se apretó
para impedirme correr más cerca de la casa. Lágrimas interminables se derramaban por mis
mejillas.
Missy… Aubrey… Kara…
Cuando dejé de pelear con el oficial, inspeccioné el área y encontré a Missy en la
parte trasera de una ambulancia con unos paramédicos revisándola.
—¡Missy! —Corrí directamente a ella.
El paramédico se hizo a un lado para dejarme abrazarla, de modo que asumí que no
debe haber resultado herida de gravedad.
—¡Oh, Dios mío! ¡Livy! Pensamos que aún estabas ahí. ¡Está aquí!
Missy tosió varias veces mientras le gritaba a uno de los bomberos.
—¿Dónde están Aubrey y Kara?
Asintió hacia otra ambulancia.
—Kara está por allí. Aubrey tuvo algunas quemaduras leves. Otra ambulancia acaba
de salir con ella.
—Voy a ver cómo está.
—Ve. —Missy asintió.
—¿Dónde estabas? —Kara apartó las manos del paramédico cuando me acerqué a
ella.
Gruñí cuando su abrazo me quitó el aire.
—Estaba al frente. Después fui a la casa de Slade. ¿Qué pasó?
Sacudió su cabeza.
—No sabemos. Estaba dormida y Missy también. Creo que Aubrey estaba
limpiando la cocina cuando se activaron los detectores de humo. Todo se intensificó en 108
minutos, pasando de cero a… —Se atragantó con un sollozo a medida que veía a los
bomberos trabajar para apagar el fuego con poca suerte. Se había ido—. To-toda la casa
estaba en llamas y… y to-todo el mundo estaba intentando salir.
La abracé una vez más.
—¿Estás bien? ¿Sacaron a todos?
—Estoy… b-bien. —Se encogió de hombros cuando la solté—. Pero no estamos
seguros de quiénes estaban en la casa. Tú… —Se secó sus ojos—. Pensamos que estabas
ahí.
Me estremecí.
—Lo siento. Debí haberle dicho a alguien a dónde iba, pero…
Por supuesto, no pensé que la casa iba a arder en llamas, causando una gran
búsqueda por mí.
—Tenemos que llamar a los padres de Aubrey. Yo… —La realidad se hundió gota
a gota. No tenía mi teléfono. Estaba en la casa—. ¿Tienes tu teléfono?
Kara negó con la cabeza.
—Tampoco Missy.
Parpadeé ante las llamas. Conmocionada. Hipnotizada. Apenas coherente de
momento.
—Deberíamos ir al hospital.
—Sí. Pero a menos que tengas las llaves de tu Jeep contigo, no tenemos cómo ir.
Apartando mi mirada de la casa en ruinas, escaneé el área. Los asistentes a la fiesta
disfrazados, algunos a medio vestir, otros envueltos en una sábana o una manta. Estoy
bastante segura que reconocí la sábana de mi cama envuelta alrededor de una pareja al otro
lado de la calle avanzando hasta su auto. ¿Tendrían su llave encima?
Cuando se detuvieron en la puerta que estaba bloqueada, bajaron sus cabezas.
No. Sin llaves.
Mi mirada continuó revisando la multitud y el caos hasta que aterrizó en Slade y
Jericho colgando en la acera a un metro de su casa. La mayor parte del área estaba
bloqueada. 109
—Vamos. Encontré quien nos lleve.
Kara sollozó suavemente a medida que me seguía, y agarramos a Missy justo cuando
los paramédicos consideraron que era apropiado dejarla irse por su cuenta sin tener que ir
a urgencias.
—Se pusieron zapatos. —Observé sus chanclas—. No estoy segura que habría
tenido el sentido de hacer eso.
No respondieron. Sus cabezas permanecieron inclinadas sobre sus hombros hacia la
casa en llamas.
—¿Puedes llevarnos al hospital? No tenemos las llaves de nuestros vehículos, y
Aubrey fue llevada hasta allí.
Slade asintió una vez.
—Entren —dijo, y Jericho se dirigió a la puerta trasera. Abrió su Volvo, y Kara y
Missy subieron al asiento trasero mientras yo avanzaba hasta el lado del pasajero.
—Ponte pantalones y zapatos. —Apoyó sus manos en mis hombros y me condujo
hacia la casa.
—No necesito…
—Lo necesitas. —Abrió la puerta trasera, y lo seguí hasta la cocina y simplemente…
me quedé allí. Todo olía a humo. No estaba segura si también era su casa o simplemente
el hedor incrustado permanentemente en mi nariz.
No tenía ningún pensamiento coherente.
—Pierna. —Se puso en cuclillas frente a mí y pasó sus pantalones de chándal en mí
como me puso antes la camiseta. Luego los subió por la parte inferior de mi cuerpo desnudo
y ató el cordón antes de enrollar la cinturilla varias veces. Fui de poca ayuda cuando guio
mis pies en mis botas de combate negras y se paró frente a mí.
Mi mirada en blanco se clavó en su pecho cubierto con una camiseta.
—Creo que… todo lo que tenía, excepto mi Jeep, estaba en esa casa. Pero nadie
murió… eso es lo que importa. ¿Cierto? —Levanté mi mirada hacia él.
Nunca me daba mucho que leer en su rostro, y esa vez no fue diferente. Después de
unos cuantos segundos, asintió una vez. 110
Cuando llegamos al estacionamiento del hospital, Kara y Missy le dieron las gracias
a Slade y entraron pesadamente, el peso de la noche era evidente con cada paso lento.
Empecé a abrir mi puerta. Luego giré mi torso para enfrentar a Slade. No era que esperara
algunos cálidos abrazos interminables y tranquilizantes de su parte mientras acariciaba mi
cabello y prometía que todo estaría bien, pero pensé que habría algo más. Al menos un
toque reconociendo lo cerca que habíamos estado segundos antes de escuchar las sirenas.
Pero tal vez eso solo era sexo, y tenía que explicar a mi corazón que los elementos físicos
y emocionales de la vida no siempre coincidían.
—Gracias por el viaje. Y… —¿Y qué? ¿El orgasmo?—. Voy a llamar a los padres
de Aubrey si es que alguien no lo ha hecho ya. Después voy a llamar a mi padre. Estoy
segura que estará aquí en un instante. No estoy segura en dónde me voy a quedar por ahora
o cuando conseguiré un lugar para conseguir un teléfono nuevo. Así que…
La piel entre sus ojos se frunció un poco.
—Está bien.
Está bien.
Esa era su respuesta a la tragedia, nuestro desplazamiento y mi reciente cambio de
estatus a sin hogar.
Está bien.
—Está bien… me aseguraré de devolverte tu ropa tan pronto como compre otras
nuevas.
Respondió con otro asentimiento exasperante. Ese estúpido asentimiento se sintió
como una patada contra mi corazón ya magullado, un aviso de desalojo para mis emociones
ya perdidas.
Salí y respiré temblorosamente para calmar esas emociones mientras arrastraba mis
botas por la acera hacia la entrada del hospital. Sin el incendio, habría sido una emotiva
noche trascendental para mí. El incendio y el hecho de que eran casi las seis de la mañana…
eso solo se sumó a mi estado frágil.

111
L
as quemaduras de Aubrey fueron tratadas, y fue dada de alta esa misma
tarde. Sus padres pusieron un frente unido a pesar del anuncio reciente de
divorcio. Kara y Missy se fueron con sus novios, y los padres de ambas
ya estaban reservando vuelos a Los Ángeles.
Mi padre estaba en camino, pero había estado en Nueva York por una conferencia
de trabajo. Estaba teniendo problemas para encontrar un vuelo, lo que significaba que no
llegaría hasta el día siguiente. Iba a enviarme a Jessica, pero le dije que estaba bien. Le dije
que tenía un lugar donde quedarme. 112
Mentí.
A los padres sobreprotectores no les gustaba escuchar que sus hijas eran personas
sin hogares.
También les mentí a los padres de Aubrey sobre tener un lugar adonde ir, así como
transporte o dinero para llegar allí. Cuando salieron del hospital, me paré junto a la entrada,
fingiendo esperar a mi “amigo” hasta que su auto desapareció en el tráfico.
Luego me volví para volver a entrar y encontrar una sala de espera para dormir hasta
que papá llegara al día siguiente.
—¿Olvidaste algo?
Me detuve en seco. Las emociones corrieron a mis ojos, pero no me rendí y lloré
como el jodido desastre que era en ese momento. En su lugar, me tragué el poco orgullo
que me quedaba y me di una pequeña charla de aliento antes de volverme hacia Wylder y
Jericho.
—No. Sí. —Fruncí el ceño y me aclaré la garganta—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Esperando por ti.
Morí por dentro pero mantuve algo parecido a la compostura por fuera.
—Bueno… —Me encogí de hombros—. Aquí estoy.
Su rostro barbudo se suavizó a medida que sus botas acortaron la distancia entre
nosotros.
—¿Necesitas que te lleve?
Mi mirada se detuvo en un trozo de chicle aplastado junto a la punta de su bota.
—Yo…
—¿Cuándo llega tu padre?
—Mañana.
—¿En dónde vas a quedarte?
Arrastré mis dientes sobre mi labio inferior varias veces.
—Aún no estoy segura. —Mis brazos se cruzaron sobre mi estómago mientras me
abrazaba para calmar mis inseguridades. 113
—¿Mi casa?
—¿Me estás invitando a quedarme contigo esta noche? —Miré hacia él,
entrecerrando mis ojos contra el sol.
—La oferta del sofá sigue en pie. —Lo pronunció todo sin sarcasmo alguno.
—Bien… —Levanté un hombro en un medio encogimiento.
Señaló hacia el estacionamiento con la cabeza, y lo seguí, sorprendida de que el
entumecimiento de mi cuerpo permitiera que mis pies se movieran. No hubo conversación
de camino a su casa. Me estremecí cuando llegamos a la calle.
La casa estaba carbonizada.
Dos vehículos de los bomberos estaban estacionados en la calle. Quizás estaban
inspeccionando algo.
Una vez que llegamos al camino de entrada, salí y volví a mirar la casa. Por
supuesto, Slade no dijo nada. Jericho y él entraron tranquilamente. Después de varios
minutos, también entré a la casa. Slade sacó varios platos del refrigerador a medida que me
quitaba mis botas y me subía los pantalones deportivos que eran demasiado grandes para
mí.
Jericho trotó hacia su cama y se derrumbó sobre ella, y lo seguí a la sala de estar.
En el sofá había bolsas de tiendas departamentales. Tiendas departamentales de mujeres.
Eché un vistazo dentro de algunas de las bolsas de papel.
—Espero que algo te quede.
Miré por encima del hombro.
—¿Hiciste esto por mí?
Sus labios se retorcieron. Si no lo hubiera sabido bien, habría dicho que estaba
intentando ocultar una sonrisa.
—Demasiado rosa para mí. Y Jericho se ve horrible con jeans ajustados.
¿Una broma? ¿Slade Wylder hizo una broma?
Hurgué en algunas de las bolsas, mirando etiquetas y tallas. Lo hizo bien. En serio
bien. Luego saqué un sujetador y unas bragas. Un tanga y un sujetador de encaje muy sexy.
Miré a Wylder de lleno, con ellos colgando de mi dedo. 114
—Sé que con total seguridad que no estás usando ni sujetador o bragas ahora mismo.
Me reí entre dientes, inspeccionando la ropa interior.
—Estos definitivamente me mantendrán abrigada en los días ventosos.
—¿Hambrienta?
Asentí, depositando la lencería sexy una vez más en la bolsa. Abrió un recipiente
con ensalada y colocó un frasco de aderezo junto a él en la mesa. Luego sacó otro recipiente
del microondas con pasta penne, lo espolvoreó con queso parmesano y sirvió un poco en
dos platos.
Sentada a la mesa, acerqué una rodilla contra mi pecho y apoyé mi barbilla en ella
mientras él ponía un poco de lechuga junto a mi pasta y rociaba el aderezo. El aroma a ajo
y hierbas me ofreció una buena alternativa al humo.
Nuestras miradas se encontraron durante unos segundos, y dejó que esos labios
suyos se alzaran ligeramente en una sonrisa apenas perceptible.
La vi.
Más que eso… la sentí. Y se sintió increíble a pesar de los acontecimientos de las
veinticuatro horas anteriores.
Nadie murió.
Ese era mi nuevo lema. El canto de gratitud incesante dando vueltas en mi cerebro.
A mitad de la cena sin nada más que el tintineo de los tenedores, me limpié la boca
y me aclaré la garganta.
—Gracias por todo… el aventón, la ropa, la comida, el sofá.
Asintió.
Otro asentimiento.
—Si me hablas… no le diré a nadie. El hecho de que sabes cómo decir palabras
reales puede ser nuestro pequeño secreto… no solo asentir y fruncir el ceño. —Ralentizó
su masticación, dándome una versión más suave de dicho ceño fruncido—. Ahí está. —
Sonreí, poniéndome de pie y rodeando la mesa hasta su lado y sentándome a horcajadas
sobre su regazo, obligándolo a reclinarse contra la silla. Sus manos descansaron en mis
piernas. 115
Inclinándome hacia adelante, rocé su mandíbula con mis labios, su mejilla y su
boca… sin besarlo en realidad. Sus manos se deslizaron por mi camisa, su camisa,
deteniéndose justo debajo de mis senos, las puntas de sus dedos rozando tan ligeramente
sobre mis costillas.
—¿Puedo usar tu ducha, Wylder? —susurré sobre sus labios en lugar de besarlo.
Se acercó un poco más, intentando tomar mi boca.
Me aparté y sonreí.
—Necesito lavarme los dientes… y ducharme. ¿Me compraste un cepillo de
dientes? ¿Desodorante? ¿Un cepillo para el cabello? —Burlarme de él trajo una
satisfacción intensa sobre mí.
Retener las palabras reales pareció brindarle la misma satisfacción. Su boca buscó
la mía nuevamente.
Y una vez más, esquivé su intento de besarme. En retrospectiva… eso fue un error.
Su plato y el mío se estrellaron contra el suelo con un barrido de su brazo.
Al segundo siguiente, mi espalda golpeó la parte superior de la mesa de la cocina.
Su mano derecha esposó mis muñecas por encima de mi cabeza a medida que su mano
izquierda se deslizaba por la parte delantera de mi, su, pantalón de chándal donde hundió
dos dedos dentro de mí. Nuestras bocas chocaron y su lengua y sus dedos me follaron al
mismo ritmo. Unos minutos más tarde, subí mis pies al borde de la mesa para empujar mi
pelvis contra su toque. Soltó mis manos y volaron a su cabello caótico.
Su camiseta salió.
Besos profundos.
Mi camiseta salió.
Besos profundos.
Mis pantalones.
—¿Dónde me quieres? —Arrancó sus labios de los míos y ralentizó sus dedos.
—Wylder… —Alcé mi pelvis, persiguiendo su mano.
—¿Aquí? —Añadió un tercer dedo—. ¿Me quieres aquí, Livy?
Las palabras se derritieron en mi lengua en charcos de lujuria, de modo que asentí 116
mientras respiraba pesadamente en jadeos. La necesidad se multiplicó en el fondo de mi
estómago y pesó entre mis piernas.
Retiró sus dedos y sacó un condón de su billetera, colocándolo en la mesa junto a
mí mientras se desabrochaba sus jeans. Me incorporé, manteniendo mis pies en el borde de
la mesa, abriendo mis rodillas un poco más amplio.
Sus ojos intensos se movieron, enfocándose en mis senos y mi cabello rubio
cubriendo parte de ellos. A medida que se ponía el condón, su mirada se posó en mis dedos
que se estaban deslizando entre mis piernas.
Nuestras miradas se encontraron, como si necesitara verificar que me estaba
complaciendo para su absoluto placer. Mordí mi labio inferior y cerré mis ojos con un
gemido suave.
—Miiieeerdaaa… —dijo con un gemido gutural dos segundos antes de atacar mi
boca otra vez.
Sus dedos se unieron a los míos, pero solo brevemente antes de apartar ambas manos
y presionar la cabeza de su erección contra mi entrada. Me recostó de nuevo en la mesa,
hundiéndose en mí lentamente un centímetro a la vez a medida que mis dedos se curvaban,
arañando la carne recubriendo los músculos tensos a lo largo de su espalda.
Follamos sobre la mesa por un tiempo antes de trasladarnos contra la puerta del
refrigerador, inclinarnos sobre el respaldo del sofá y terminar en nuestro lugar original: la
parte superior de las escaleras.
Sudoroso y buscando oxígeno, se apartó de mí y se tumbó de espaldas.
Contemplamos hacia una mancha de agua en el techo durante varios minutos. Tenía
un millón de preguntas. La primera siendo… ¿quién era la mujer del Lexus y adónde fue
durante esas tres noches que cuidé a Jericho? ¿Tuvo sexo con ella? ¿Lo tuvo con ella de la
forma en que lo tuvo conmigo? ¿La besó como si estuviera intentando consumir todo su
cuerpo con un beso interminable?
Me volví sobre mi costado, admirando el movimiento de sus largas pestañas a
medida que sus ojos descansaban cerrados y sus manos ociosas se extendían sobre su 117
pecho. Después de saciarme con sus venas porno, me senté a horcajadas sobre sus
abdominales y planté mis palmas en el suelo junto a su cabeza.
Mi cabello largo cubrió nuestros rostros. Parpadeó y abrió sus ojos, buscando los
míos.
—Wylder… —susurré mientras sus manos se posaban en mis caderas.
—Hmm… —respondió, parpadeando pesadamente.
Me tomé unos segundos para disfrutar del calor de nuestros cuerpos tan cerca y él
rindiéndose ante mí.
—¿Fuiste tú? —Mi rostro bajó a la de él. Besé sus pómulos, su frente y su nariz
hasta sus labios, donde susurré sobre ellos nuevamente—: ¿Fuiste tú? ¿Le quitaste la vida
a ese hombre? ¿Me salvaste?
Mis labios se movieron muy ligeramente de un lado a otro sobre los suyos.
—Sabes la respuesta. —Aferró mis caderas y me levantó de su torso a medida que
se ponía de pie. Su sexy desnudez esculpida jodidamente ardiente se trasladó al dormitorio
mientras yo permanecía de rodillas en lo alto de las escaleras.
Sabía la respuesta. Simplemente no sabía por qué. Por supuesto pensaría que era
obvio, pero no lo era. Una persona normal podría haber intentado apartar a mi atacante de
mí. Lanzar algunos golpes. Llamar a la policía.
El hombre que intentó violarme simplemente… desapareció en completo silencio
con total precisión… una ejecución impecable.
Con un suspiro de derrota, me paré y seguí su camino hacia el baño y el zumbido de
su rasuradora. El grifo de la ducha estaba abierto, la habitación inundándose de vapor,
mientras los pequeños vellos caían al lavamanos. Una toalla azul marino le colgaba de la
cintura.
Me imaginé acercándome sigilosamente a su espalda, presionando mis labios contra
su columna a medida que mis manos serpenteaban alrededor de su cintura, trazando las
líneas de sus abdominales.
Me imaginé preguntándole si podía ducharme con él. 118
Imaginé todas las formas en las que podía parecer necesitada o insegura. Y aunque
sabía en mi interior que él fue quien me salvó, no quería ser esa chica. Aquella que
necesitaba ser salvada. La chica necesitada.
Me ofreció el sofá, de modo que tomé una camiseta nueva que me compró y el único
par de bragas que no era tanga. Durante mi búsqueda más exhaustiva, me encontré con una
bolsa de artículos de tocador. Un bote de champú, acondicionador, un peine y un cepillo,
desodorante y lo mejor de todo: un cepillo de dientes y pasta de dientes de menta. Corriendo
hacia las escaleras, desnuda, me encerré en el baño del pasillo durante los siguientes treinta
minutos.
Abriendo la puerta, lo escuché, pero la casa estaba en silencio. La luz se filtraba a
través de su puerta parcialmente abierta. Apagué la luz del baño, bajé las escaleras de
puntillas, quité las bolsas del sofá, saqué una almohada y una manta del baúl de metal, y
me acurruqué en el sofá mientras le enviaba un beso de buenas noches a Jericho.
La escalera superior crujió, y cerré mis ojos de golpe durante varios segundos.
Entreabriendo uno, rastreé a Slade entrando tranquilamente en la cocina en nada
más que calzoncillos tipo bóxer. Llenó un vaso con agua y se lo bebió. Después de apagar
las luces, comenzó a subir las escaleras.
—Si tengo que volver a bajar y llevar tu trasero para arriba, no voy a ser gentil.
Tragué con fuerza…
Conté hasta diez para ver si por casualidad se estaba refiriendo a Jericho, pero el
perro ni se inmutó, así que supuse que se refería a mí. Subiendo las escaleras con paciencia
y sigilo, me asomé a su habitación, deteniéndome en la puerta. Con la espalda contra la
cabecera de madera maciza, mantuvo la mirada en su computadora abierta en su regazo.
—Dijiste que podía dormir en el sofá.
—Y puedes. —Sus dedos continuaron moviéndose sobre el teclado mientras su
frente se fruncía un poco en la pantalla.
—Pero me acabas de ordenar que duerma en tu cama. 119
—No lo hice. Te ordené venir hasta aquí… pero no habrá ningún momento para
dormir muy pronto. —Cerró su laptop y la dejó en el piso debajo de su mesita de noche—
. ¿Qué llevas puesto? —Inclinó su cabeza hacia un lado.
Eché un vistazo a mi ajustada camiseta blanca y mis bragas tipo bikini.
—Um… lo más parecido que pude encontrar a una pijama.
—No te compré una pijama.
Le devolví la mirada.
—Sí, lo vi.
—Entonces, quítate esa mierda. —Lo hizo de nuevo. Esa sonrisa apenas perceptible
escondiéndose por debajo de la superficie.
—Creo que tu actitud está ocupando demasiado espacio en la habitación. Voy a
dormir abajo con Jerry. —Me giré y empecé a dirigirme hacia las escaleras.
—Te extrañé —dijo.
No fue muy alto.
No fue desesperado.
Fue… vivaz.
Me detuve en lo alto de las escaleras.
—Jericho también te extrañó. Pero… no tanto como yo.
Mi cerebro golpeó el botón de pausa, pero mis pies siguieron a mi corazón y me
llevaron de vuelta a su habitación. Mientras daba pasos lentos hacia su cama, me quité mi
camiseta y bajé mis bragas antes de subir por su cuerpo. Sus manos reclamaron mi rostro,
sus labios reclamaron mi boca.
Nuestro beso terminó lentamente, pero nuestras bocas permanecieron a un suspiro
entre sí.
—Wylder… si quieres que esto sea una aventura de una noche, estás diciendo todas
las cosas incorrectas.
Me besó nuevamente… y una vez más.
Pasamos la mayor parte de la noche conociendo el cuerpo del otro perfectamente.
Cuando los primeros rayos de sol irrumpieron, la yema de su dedo trazaba mi antebrazo. 120
—¿Cómo te hiciste esta cicatriz?
Manteniendo mis cansados ojos cerrados, tarareé y sonreí.
—Surfeando. Siete puntadas. La mañana de mi graduación de secundaria. Papá
estaba lívido. No se suponía que saliera esa mañana. Pero… todos iban a ir.
Wylder pasó sus labios a lo largo de la cicatriz.
—Rebelde.
Me reí, abriendo mis ojos despacio a medida que avanzaba por mi cuerpo, agarrando
mi pierna y doblándola hacia él.
—¿Y esta? —Su lengua trazó la cicatriz a lo largo de mi rodilla.
—Medusas. Terminé con un sarpullido que picaba jodidamente horrible. La cicatriz
es más por rascarme que por la picadura.
Sus vellos me hicieron cosquillas en la piel, y me alejé retorciéndome de su toque.
—Esta… —Pasé mi dedo por encima de su hombro y la cicatriz roja que aún estaba
en su etapa de curación—. ¿Quién te disparó?
Besó la parte interna de mi muslo, en camino a la distracción perfecta, el cambio
perfecto de tema.
—No quieres saber.
—Quiero. Quiero saber si estoy en peligro. Si eres una mala persona. Un traficante
de drogas. Un asesino en serie. Coleccionista de partes corporales humanas. —Mis dedos
se aferraron a su cabello, y lo alejé de su destino, obligándolo a mirarme—. Wylder… —
murmuré, asustada de estar con él, asustada de estar sin él. No todas las verdades tenían
sentido, pero no las hacía menos verdaderas.
Mi verdad: me salvó la vida.
Bajó la mirada a mi estómago.
—No estás en peligro.
Mis dedos soltaron su cabello, y cerré mis ojos cuando su boca recorrió mi cuerpo
y su mano alcanzó otro condón en la mesita de noche.

121
—N
o voy a estar aquí cuando llegue tu padre. —Wylder
dejó una llave sobre la mesa y besó mi coronilla antes
de silbarle a Jericho.
—Oh, gracias a Dios… —Me tapé la boca, pero era demasiado tarde. Levantó una
ceja a medida que deslizaba su billetera en su bolsillo y agarraba sus llaves de la
encimera—. Quiero decir… —Tomé un sorbo de mi té para ganar tiempo y formular una
explicación mejor—. Simplemente no estoy lista para que lo conozcas. Es… —Mi nariz se
arrugó—. Complicado. 122
—Va a odiarme.
Asentí varias veces, apretando mis labios.
—También eso. No porque haya algo malo contigo… o por lo menos, no hay algo
tan malo contigo. Quiero decir… —Me estremecí—. No tengo ni idea, y esa es la razón
por la cual no estoy lista para que lo conozcas.
—Está bien. —Abrió la puerta trasera—. Tampoco quiero conocerlo.
—¿Por qué no? —Me ofendí de inmediato por su comentario, como cuando mis
amigos de la secundaria acusaban a mi padre de ser un psicópata.
—Es complicado. —Cerró la puerta.
Corrí tras él.
—De todos modos, ¿a dónde vas?
—A ocuparme de algunos asuntos. —Abrió la puerta trasera para Jericho y luego la
cerró después de subirse al asiento trasero.
—¿Asuntos? —Me crucé de brazos mientras él abría su puerta.
—Sí. —Se deslizó en el asiento.
—¿Tiene algo que ver con esa mujer que conduce el Lexus?
Agarró la manija interior de la puerta.
—Los celos no te lucen, Liv… busca algo que sea un poco más favorecedor.
—No estoy celosa. —Me interpuse en su camino cerrando la puerta.
—Entonces, entra y deja de preocuparte por mis asuntos.
—Un simple “no estoy follándome a esa mujer” sería suficiente. Pero ya que no
puedes decirlo, no pienses que estaré aquí cuando regreses más tarde… o la próxima
semana… o cuando sea que tus asuntos estén listos. —Volví a la casa pisando fuertemente
y cerré la puerta de golpe detrás de mí. Si quería tener mi cuerpo de la manera más íntima
posible, también tendría que darme más emocionalmente.
Aun así… tenía razón. Los celos eran como un vestido de dama de honor verde
azulado que picaba horriblemente.
La puerta se abrió segundos después. Al momento en que giré, sujetó mi rostro y 123
me besó, empujándome contra la pared, mi cabeza apenas fallando el reloj. Todo se sintió
brutal. Su pasión e ira se enredaron en un ataque implacable sobre mi cuerpo. Gemí de la
intensidad, pero al mismo tiempo porque no podía respirar. Me soltó, aunque sus manos
no se apartaron de mi rostro.
—¿Ahora estamos claros, Liv?
Apreté con cautela mis labios magullados y asentí lentamente.
—Bien. No quiero tener esta discusión otra vez —murmuró a medida que salía de
la cocina con casi tanta intimidación con la que entró.

—¡Papá! —Salí corriendo por la puerta hasta la camioneta alquilada tan pronto
como se detuvo en el camino de entrada.
Mi padre, como siempre una roca sólida, me atrapó sin pestañear cuando me arrojé
a sus brazos. Unos segundos más tarde, me dejó sobre mis pies nuevamente y apartó mi
cabello de mi rostro con sus manos gentiles pero fuertes.
—¿Estás bien?
Asentí.
—¿Todos los demás están bien?
—Creo que sí. Fue una fiesta con mucha gente, pero por lo que sé y he oído, todos
escaparon sin más que heridas leves o una pequeña inhalación de humo.
—¿Te quemaste? ¿Tienes problemas para respirar?
—No. Estoy bien. No estaba… —Arrugué mi nariz—. No estaba en la casa al
momento del incendio. —Frunció el ceño—. No. —Enganché mi brazo alrededor del suyo
y lo llevé a la puerta trasera—. No tienes permitido estar más que aliviado y agradecido de
que tu hija esté bien. —Abrí la puerta y esperé a que entrara en la cocina. 124
—¿Quién es tu amigo?
Me encogí de hombros, buscándole una taza de café que sobró de la olla que Wylder
había preparado esa mañana. El rico aroma a nuez aún permanecía en el aire.
—Bueno, un vecino claramente… y alguien que conozco de la universidad.
—¿Y cuánto tiempo lleva follándose a mi hija? —Papá tomó un sorbo de café y se
sentó a la mesa.
Me senté frente a él y sonreí. Ya no podía castigarme o perseguir a mis novios por
la calle.
—Si en realidad debes saberlo… menos de cuarenta y ocho horas.
—Livy…
—Papáááá… —Puse mis ojos en blanco—. ¿Quieres saber lo que me dijo Jess, antes
de venir a la universidad?
—No. —Me frunció el ceño desde detrás de su taza de café.
—Me dijo que eras el hermano y esposo más cariñoso del mundo. Me dijo que
ustedes dos habían pasado por tantas cosas que nadie jamás podría entender
completamente. Dijo que, de muchas maneras, has sido y siempre serás el mayor amor de
su vida. —Su expresión se suavizó con la admiración que había visto tantas veces en su
hermoso rostro: cuando la gente le hablaba de mí, cuando hablaba de mamá, y ante la
mención del nombre de Jessica—. También dijo que, a pesar de tus defectos, ningún padre
ha amado a su hija como tú me amas a mí. —Cedió a una sonrisa real y a un encogimiento
de hombros culpable—. Pero luego dijo que… hasta que conociste a mamá, eras un
completo y absoluto mujeriego, y que nunca debía sentirme avergonzada por gozar mi
juventud.
Frunciendo sus labios y dejando su taza sobre la mesa, me inspeccionó con los ojos
entrecerrados.
—Esa es una exageración terrible y una información errónea muy peligrosa. El no
conformarme con una relación a largo plazo antes de llegar a mis treinta no me hacía un
mujeriego. Simplemente significaba que tenía un gusto escrupuloso por las mujeres.
—¿Con cuántas mujeres tuviste sexo antes de conocer a mamá? Solo estoy 125
intentando medir mi propia vida sexual y ver si voy por buen camino para estar a la altura
del legado.
—Livy… —advirtió con una mirada.
Esa mirada me hizo pensar en Slade y eso me dio escalofríos.
No. No. No.
No me enamoré de un chico como mi padre.
¿Enamorarme? ¿Me había enamorado de Slade Wylder?
—¿En dónde está tu amigo? ¿Demasiado asustado para conocerme? Esa no es una
señal muy buena. Si vas a dejar que un tipo te folle, al menos muestra algo de tu propio
gusto escrupuloso y asegúrate de que tiene un par de bolas.
—Esto me encanta. —Mis labios formaron una sonrisa de satisfacción justo antes
de tomar otro sorbo de mi té—. Me encanta que podamos hablar tan abiertamente sobre el
sexo y las bolas del hombre con el que estoy saliendo. Mamá estaría muy orgullosa de
nosotros.
Otro ceño bien merecido.
—Entonces, este tipo… ¿estás saliendo con él?
Buena pregunta.
—No estoy segura. Tal vez sí. Tal vez no. No hemos estado en una cita real.
—Por el amor de Dios, Livy… —Se reclinó en su silla y se pasó las manos por su
corto cabello oscuro.
—Es diferente. —Dejo que la sinceridad se filtre en mis palabras—. No hemos
etiquetado nuestra relación, pero es diferente a cualquier relación que haya tenido con un
chico. Te agradará. Es muy protector con tu hija.
—Si tu idea de protección es solo un idiota siendo posesivo, entonces te prometo
que… no va a agradarme.
Tamborileé mis dedos sobre la mesa.
—¿Querrías que saliera con un Jackson Knight veinteañero?
Gruñó una carcajada, concentrándose en su bebida, trazando el mango con su dedo.
—Esa no es una pregunta justa. 126
—Lo es. Todo el mundo ha dicho que estoy destinada a encontrar a un hombre justo
como tú. Simplemente estoy curiosa por saber cómo te hace sentir eso.
—Aterrorizado.
Con una risita, acerqué mis rodillas a mi pecho y apoyé mi barbilla en ellas, mirando
a mi padre con adoración. Después de unos segundos, mi sonrisa se desvaneció.
—Lo perdí todo. Sé que solo son cosas, pero… eran mis cosas. Y algunas de ellas
eran cosas de mamá.
—¿Qué necesitas?
Me encogí de hombros.
—Slade me compró algo de ropa, pero necesito más. Mi computadora se ha ido.
Mi…
—¿Slade?
Asentí.
—Ese es su nombre.
—Es un nombre terrible.
—Es un nombre estupendo, Jack.
—Cuidado… —Me regaló una sonrisa—. Entonces, ¿este chico Slade también es
estudiante de ciencias políticas?
—Así es.
—¿Tiene una familia rica? ¿O está trabajando para pagar este lugar? ¿Tiene
compañeros de cuarto?
—No sé nada de su familia. Solo empezamos a follar… quiero decir, a salir. —Las
fosas nasales de papá se dilataron—. No tiene compañeros de cuarto. Tiene un perro,
Jericho. Un pastor alemán. Me hace pensar definitivamente en Gunner. En cuanto a un
trabajo… los rumores dicen que es traficante de drogas.
Mi boca se extendió en una sonrisa llena de dientes.
—No es gracioso, Livy.
Era bastante gracioso porque era cierto, al menos lo era, sobre los rumores.
—Es guardaespaldas. 127
—¿Un guardaespaldas? —Asentí. El mío… pero en este momento ese detalle no era
necesario—. ¿Cómo un portero en algún club?
—No sé todos los detalles. Una vez más… solo hemos estado follando por un día
más o menos.
—Ve a tu habitación.
Estallé en más risitas.
—Lo siento. Tú solo caíste en esa.
—¿En dónde planeas quedarte ahora? He buscado algunas opciones. —Sacó su
teléfono y abrió la pantalla—. Hay una pareja de ancianos a unos ochenta metros del
campus que están alquilando una habitación. Doscientos al mes. O una mujer soltera que
trabaja de noche… tiene unos cuarenta años y una habitación para alquilar. Tiene piscina
y cámaras de seguridad. O…
—Estoy esperando a ver lo que van a hacer mis amigas, pero gracias, papá. Esa
opción de la pareja de ancianos es en serio tentadora.
Me frunció el ceño, dejando su teléfono sobre la mesa.
—Y mientras tanto… ¿dónde vas a quedarte? Si dices que estás planeando quedarte
aquí, voy a llevar tu culo a casa en este preciso momento.
—Papá…
—Tengo una habitación de hotel por toda la semana, y me quedaré más tiempo si
es necesario. Así que, te quedarás conmigo hasta que te encontremos algo.
—Papá…
—No me des esa mirada y no me vengas con “papá”. Vamos a conseguirte lo que
necesitas, tomar el almuerzo, y registrarte en el hotel.
—Tengo veintiuno.
—Y no tienes casa. Busca cualquier cosa que sea tuya y salgamos de aquí. —Se
puso de pie, deslizando su teléfono en el bolsillo.
Durante años, papá fue papá, y yo su pequeña. Mis amigas amaban a papá. Pensaban
que era atractivo. Luego, cuando éramos adolescentes, pensaban cosas sobre él que eran 128
absolutamente inapropiadas y me daban náuseas porque… él era mi padre. Cuando mi
familia dijo que me casaría con un hombre igual que mi padre, tampoco me gustó.
Ver a papá, después de conocer a Slade Wylder, cambió la forma en que lo veía. Mi
padre estaba en forma, absolutamente apetecible. No me importaba reconocerlo.
Una vez más… era mi papá.
Tenía tatuajes elaborados y unos abdominales muy palpables. Una barba incipiente
cubría su rostro la mayor parte del tiempo… como el rostro de Wylder. Y sus ojos eran
igual de intensos, pero nunca me sentía amenazada.
Una vez más… era mi papá.
—¿Estabas loco por mamá? ¿Te sentías protector con ella?
Sabía que su primer esposo abusó de ella, pero nunca compartió los detalles, solo
que debía encontrar a un hombre como papá que quemaría el mundo para mantenerme a
salvo. En ese momento, su consejo cayó en oídos sordos.
Se frotó su nuca, mostrando una incomodidad palpable por mis preguntas. Aparte
de Jessica, era la única con la que hablaba de ella… aunque, no es que lo hiciera de buena
gana. Estaba bastante segura que solo sentía que tenía el derecho genético a la información.
—Sí. Estaba loco por ella. Y protector… bueno… —Sacudió su cabeza—. Eso es
un eufemismo.
Recogí las bolsas de ropa de la sala de estar mientras papá permanecía en la entrada
con las manos en sus bolsillos traseros casualmente.
—¿Alguna vez golpeaste a alguien para defender su honor… como un verdadero
caballero?
—Hice todo lo necesario para defender su honor y protegerla. —Agarró algunas de
las bolsas cuando se dio cuenta que no iba a ser capaz de llevarlas todas.
—¿Y qué hizo falta? —Lo llevé hasta la puerta trasera, dejando la llave que Slade
me dejó en la mesa. Está claro que no iba a necesitarla en algún momento pronto. No con
Papá Sobreprotector en la ciudad.
—¿Por qué de repente tienes tanta curiosidad? —Abrió la parte trasera de su
vehículo alquilado. 129
—No sé… supongo que el incendio me ha dejado un poco sentimental y un paseo
por el carril de los recuerdos es justo lo que necesito.
Eso… y quería saber si habría matado a un hombre para salvarla.
Como hizo Slade por mí.
Cargamos las bolsas y subimos a la camioneta.
—¿Crees que tienes lo que se necesita para matar a otra persona? Quiero decir… sé
que enseñas clases de defensa personal, pero ya sabes lo que dicen. Aquellos que pueden,
lo hacen. Aquellos que no, enseñan.
Antes de salir del camino de entrada, me dio una mirada de reojo con la expresión
más ilegible pero perturbadora que jamás había visto en su rostro.
—Si lo que en realidad estás preguntando es si… ¿voy a matar a este tipo Slade para
mantenerse a salvo y fuera de peligro? La respuesta es, sí. Tengo lo que se necesita.
Solté una carcajada.
—No estoy segura que puedas con Slade. Es más joven y muy fuerte.
—¿Te das cuenta que… no soy exactamente débil, Livy? Y la fuerza es solo un
factor y no el más importante. La habilidad y la mentalidad correcta son las armas más
peligrosas.
—Vaya… Jessica dijo lo mismo.
Su frente se arrugó.
—¿Lo hizo?
—Sí… eh… creo que fue cuando me dio el resto de sus buenos consejos antes de
venir a la universidad.
No fue entonces… fue hace unas semanas atrás cuando estábamos entrenando, y
estaba pateándome el trasero con una mano atada a su espalda.
—¿A dónde vamos primero? —preguntó.
—Un teléfono. Necesito un teléfono. Después, necesito una condenada
computadora nueva, y espero poder averiguar cómo recuperar mis archivos importantes y 130
material escolar de la nube mágica. ¡Oh! Y necesito llaves nuevas para mi Jeep. Estaban
en la casa.
Papá se encargó de todo, incluyendo la recuperación de todos los archivos en la nube
y descargándolos en mi computadora nueva. Disfrutamos de una cena en un gran
restaurante etíope. Luego nos acomodamos en nuestra habitación de hotel para pasar la
noche.
Me concentré en mi teléfono nuevo, buscando en las redes sociales a Slade Wylder.
Sin suerte. Sin número de teléfono. Sin manera de contactar con él sin tener que ir a su
casa… no esperaba que mi padre estuviera de acuerdo con eso.
Debí haberle dejado una nota. Después de amenazar con abandonarlo por su amiga
misteriosa, luego empacando y yéndome con todas las cosas que él me compró parecía que
eso era exactamente lo que decidí hacer. Pensé en su secretismo: sus partidas sin decir a
dónde iba, lo que estaba haciendo, o cuando regresaría a casa. Y… bueno… supuse que
bien podría volver a casa sin mí y simplemente lidiar con eso.
R
esulta que, no vi a Slade hasta el lunes por la mañana en la sala de
conferencias donde se plantó estratégicamente tanto él como Jericho
donde no hubiera asientos vacíos a su alrededor… y el muy idiota no me
guardó un asiento.
Al parecer chupar pollas no te hacía ganar un asiento reservado.
Anotado…
No dejó la clase antes de tiempo. Quizás se sintió atrapado en el mar de estudiantes.
Quizás se durmió. Podía decir que dormitó varias veces. La desventaja al no irse antes fue 131
que la multitud de estudiantes hizo que fuera muy difícil encontrarlo después de clase.
Manteniéndome fiel a la actitud de “no te debo nada”, no pasé más de diez segundos
buscándolo antes de dirigirme a mi árbol. Me acerqué a él con la cabeza gacha, leyendo un
mensaje de Aubrey.
Ella: Rescataron un puñado de cosas del incendio que son tuyas. ¿Posiblemente
demasiado dañadas por el humo? Pasa por la casa después de clase y revisa las cosas.
Yo: Bien. Gracias.
Cuando levanté la vista de mi teléfono, Jericho trotó hacia mí con esa sonrisa
irresistible suya mientras una ligera brisa atrapó mi cabello… soplándolo en mi rostro.
El hombre sexy detrás de él… no sonreía tanto. Se sentó con la espalda contra el
tronco del árbol, sus piernas revestidas con jeans estiradas y los tobillos cruzados. Su
mirada breve volvió a la computadora en su regazo.
—Hola, bebé. —Me agaché y besé la cabeza de Jericho, dando a sus orejas
puntiagudas la atención que merecía de mí.
Me pavoneé hacia él con mis jeans ajustados comprados por Wylder, una camiseta
blanca manga larga con las mangas empujadas hasta mis codos como él usaba sus camisas
manga larga, y botas negras. Sentándome a horcajadas sobre sus piernas cruzadas, me
agaché a medida que agarraba su laptop y la dejaba a un lado.
—¿Me extrañaste?
Apoyó sus manos en las puntas de mis botas.
—No.
Presionando mis manos contra su pecho, bajé mi boca hacia la suya, sonriendo
mientras me cernía a un suspiro de ellos.
—Mentiroso. —Mi boca se movió sobre la suya.
No se rindió tan fácilmente. Me habría decepcionado si lo hubiera hecho.
Mi lengua trazó la comisura de sus labios a medida que mi mano derecha se movía
hacia su nuca, acariciando su cabello suavemente. 132
Su mecha se agotó, moviendo sus manos de mis botas a mi rostro. Nuestro beso
burlón unilateral se convirtió en él azotándome con su lengua, casi como un castigo.
Cuando su mano izquierda pasó a mi cabello, tirando de él con fuerza, mis labios se
separaron de los suyos y su boca chupó y mordió mi cuello. Sabía que mi vida sería un
infierno si dejaba alguna marca en mí. Mi padre no lo pasaría por alto.
—¿Dónde carajo estabas? —susurró, sus palabras toscas y escalofriantes.
—Para utilizar algunas de tus palabras preferidas… no es asunto tuyo. Sin embargo,
no te oculto secretos. Soy así de impresionante. Así que… me estoy quedando en un hotel
con mi papá durante la semana. Más tiempo si no encuentro un lugar para quedarme.
Agarró mi trasero con la otra mano y me acercó aún más de modo que su erección
se presionaba entre mis piernas.
—Vas a quedarte conmigo. —Mordisqueó con bastante firmeza mi hombro
expuesto.
—No estoy segura que mi papá esté de acuerdo con eso.
—Entonces, puede irse a la mierda.
Me reí entre dientes, cerrando mis ojos porque su boca sobre mí hacía cosas en serio
vergonzosas en mi cuerpo. Y necesitaba enfocarme en recordar dónde estábamos, de modo
que no termináramos follando en seco.
—No estoy segura que mi papá sea el tipo de persona que se vaya a la mierda
voluntariamente. Si transmito tu mensaje, creo que se plantará en tu puerta, con una mirada
de rayo láser dispuesto a joderte.
Su boca se curvó en una sonrisa diminuta contra mi piel. Lo hice. Me enamoré de
un hombre con un ego tan grande, si no más grande, que el de mi padre.
—No me preocupo por un anciano.
Me aparté, retrocediendo para quitar su mano de mi cabello.
—Um… estás hablando de mi papá. Está en sus cincuenta años. No es un anciano.
Y en realidad, está en muy buena forma. No me tomaría sus amenazas a la ligera.
—¿Crees que tu padre va a darme una paliza? —La cabeza de Slade se inclinó a un 133
lado.
—¿Si va a hacerlo? No. No voy a permitirlo. ¿Si es capaz? —Me encogí de
hombros—. No estoy segura. Ayer estaba pensando en eso. Tu edad te da la ventaja clara,
pero mi padre es muy inteligente, y tú podrías ser más impulsivo, lo que podría ponerte en
desventaja si lo subestimas.
—Bien. No voy a subestimarlo. Pero… vas a quedarte conmigo. —Sus labios se
arrastraron por mi cuello.
—No puedo.
—¿Cuántos años tienes?
—Veintiuno.
—Mal —murmuró sobre mi piel—. Eres demasiado vieja para hacer lo que papi te
dice que hagas.
—Pero oficialmente soy lo suficientemente madura para tomar decisiones basadas
en el sentido común y la bondad, no solo reacciones agresivas. —Mis dedos se deslizaron
por su cabello—. Amo a mi padre. Somos el pilar del otro. Lo hemos sido desde que mi
mamá murió. Y no lo he visto en meses. Ha hecho mucho por mí desde que ha estado aquí.
Y aunque lo hace parecer como si está aquí solo para asegurarse de tener todas las cosas
asentadas, sé que se está quedando porque me extraña. Extraña a mamá. Soy ella. A sus
ojos, soy lo mejor de ella. Así que… voy a dejar que tenga esa parte de ella durante una
semana. Es un abrir y cerrar de ojos.
Wylder alzó su cabeza mientras deslizaba mis dedos por su mandíbula desaliñada.
—Necesitarás mi ayuda… para estudiar algunas horas… todas las noches.
Me reí.
—Fui la mejor alumna de mi clase en secundaria. Estoy aquí con una beca
académica parcial. Nunca he recibido nada más que una A en una clase… nunca. Estoy
bastante segura que necesitas mi ayuda más de lo que necesito la tuya.
Sus cejas se fruncieron, y sus labios se entreabrieron.
—Estudiar es un código para el sexo. Es evidente que no eres tan inteligente como
dices ser. 134
Inclinando mi barbilla, le di una expresión inalterada.
—Sé lo que quisiste decir. Simplemente no me gustó ser la que necesitara ayuda
falsa en tu pequeño escenario inventado.
—¿Y si también me gradué como el primero de mi clase? ¿Y si también soy un
estudiante de A?
Mis ojos se abrieron por completo.
—¿Lo eres?
—Mierda, no. Solo estoy preguntando “y si”.
Siguieron más risitas. Me encantaba este Wylder divertido.
—Bueno… entonces nuestra excusa de estudiar juntos no sería creíble, así que, lo
bueno es que soy más inteligente.
—Inteligencia académica. O tal vez solo tienes una memoria superdotada. No
llegarás muy lejos en la vida si no tienes inteligencia callejera.
—Tengo inteligencia callejera. —Mi cabeza se echó hacia atrás.
—Un hombre intentó violarte.
—Pero él… —Mis palabras murieron en el acto.
Y lo supe… siempre lo había sabido. Pero nunca lo confirmó ni lo negó.
Solo… lo sabía.
Sin embargo, su admisión involuntaria golpeó mis emociones con todas sus fuerzas.
No estaba preparada para lidiar con el cien por ciento de la certeza.
—Wylder…
Sacudió la cabeza.
—No sigas con tus teorías de mi heroísmo.
—Wylder… —susurré mientras un par de lágrimas escapaban.
—No. —Su cabeza continuó sacudiéndose de lado a lado—. Tú misma lo dijiste…
lo escuché en el campus. Los rumores.
—Wylder…
—Liv…
—Había un cuchillo. Exigió mi billetera. Nunca te dije que intentó violarme. Y sé 135
que mis amigas nunca dijeron nada. Ese no era el rumor.
Tomó un trago fuerte mientras dejaba que su mirada se perdiera en la distancia justo
por encima de mi hombro.
Me limpié el rostro.
—Podría haberme matado.
—No lo hizo. —Su tono sonó tan distante y sin emociones como sus ojos en blanco
y desenfocados.
—¿Y por qué será? —Me permití creer que mi instinto, esa voz en lo más recóndito
de mi mente, era suficiente; no necesitaba oírle decir las palabras reales.
Estaba equivocada.
Necesitaba las palabras.
Su enfoque volvió a mí. El Slade firme y de ojos acerados, regresó.
—Porque tú vida no era suya para quitarla.
Sus palabras resonaron en mi cabeza a medida que intentaba averiguar qué hacer
con ellas.
—¿Su vida era tuya para quitarla?
—Sí. —Su absolución inmediata me dio que pensar.
Si matara a alguien, lo habría dudado todo… para siempre.
Slade me respondió con la facilidad de alguien confirmando que sacó la basura o se
cepilló los dientes antes de acostarse.
Con su honestidad expuesta, me arriesgué a realizar algunas otras preguntas
urgentes.
—¿Eres traficante de drogas?
—¿Tú qué crees?
—Creo que merezco una respuesta directa.
—Entonces… sí. Crees que soy traficante de drogas.
Negué con la cabeza.
—No dije eso.
—No. Lo preguntaste; de modo que en tu mente, es una posibilidad. 136
—Eso no es justo. —Me paré. Retrocediendo unos pasos, tanto física como
emocionalmente.
—No te he preguntado si eres una puta o una escolta. No te he preguntado si torturas
a los animales.
—¿D-de qué estás hablando? —Mis dedos corrieron por mi cabello mientras cerraba
mis ojos y trataba de encontrarle sentido a nuestra conversación.
—Sé que de ninguna manera venderías tu cuerpo por dinero o torturarías a los
animales, de modo que no necesito pruebas y no necesito preguntarte.
Apoyando una mano en mi costado, usé mi otra mano para pellizcarme el labio
inferior durante unos segundos a medida que observaba a Jericho moverse sobre la hierba,
apoyando la cabeza en el suelo.
—¿Dónde estuviste la semana que cuidé a Jericho por ti? ¿Dónde estuviste el día
que llegó mi padre?
—No puedo decirte.
—¿Por qué?
—Porque perdería mi trabajo si te dijera.
—Eso es ridículo. —Me crucé de brazos.
—Entrego cosas.
—¿Drogas?
—No. —Apoyó su cabeza contra el tronco del árbol y cerró sus ojos.
—¿Niñas menores de edad?
—No.
Mi pregunta extravagante no lo hizo estremecerse. Eso alimentó el bulto tóxico en
el fondo de mi estómago. Si niñas menores de edad no lo hizo estremecerse, ni siquiera un
poco, entonces no era un trabajador a tiempo parcial para UPS, sirviendo a los adictos a
Amazon.
—¿Es legal? ¿Tu trabajo?
Dejando caer su barbilla, abrió sus ojos y me estudió durante varios segundos.
—Es una zona gris. 137
Forzando un largo suspiro exasperado, me giré.
—Tengo clase.
—¿Vamos a estudiar esta noche?
Antes de que tuviera la oportunidad de volverme hacia él, ya estaba a mi espalda,
sus manos deslizándose alrededor de mi cintura, su rostro hundiéndose en mi cuello.
—¿Por qué debería? —pregunté, erizada.
Sus labios recorrieron mi oreja.
—Porque fui yo.
Porque fui yo…
Porque fui yo…
Porque fui yo…
Me tomó unos segundos parpadear, tragar o respirar a decir verdad.
—Wylder… —Entrelacé mis dedos con los suyos en mi cintura—. Tengo el
presentimiento de que no va a gustarte esto… pero no voy a ser capaz de parar de hacerlo
de todos modos.
—¿Qué será?
—Amarte.
Su agarre sobre mí se aflojó. Dejé que mis manos cayeran de las suyas, dándole
espacio. Cuando ya no sentí ninguna parte de él tocándome, me obligué a mover mis pies
adelante.
Derecha. Izquierda. Derecha. Izquierda.
Sin miradas atrás.
Sin exponer mi caso.
Sin más palabras.
No estaba pidiéndole permiso para amarlo.
No estaba pidiéndole que me amara en respuesta.
No estaba pidiendo nada.

138
Wylder

—N
o soy una niñera. —Me deslicé en la cabina en la parte
trasera de la oscura cafetería de pacotilla, justo antes de
la hora punta de la cena. El ruido de los platos y la
mezcla de conversaciones proporcionaban su propia privacidad. El hedor a grasa
demasiado cocida flotaba pesadamente en el aire. 139
Abe encendió su encendedor varias veces, sabiendo muy bien que no tenía permitido
fumar en el restaurante. Pero le daba algo que hacer con sus manos inquietas.
—Que yo sepa, eres lo que sea que necesito que seas.
La camarera me trajo agua helada.
—¿Está listo para ordenar?
Negué con la cabeza.
—No voy a comer.
—De acuerdo. —Se llevó mi menú.
Abe mojó varias papas fritas en salsa de tomate y se las metió en la boca, lamiendo
sus dedos de salchicha.
—¿Qué es lo más importante que te he enseñado?
—Paciencia —respondí sin emoción, manteniendo mi mirada centrada en los
clientes entrando y saliendo en lugar del hombre amargado frente a mí.
—Sí. Paciencia. Te he arrojado unos cuantos huesos.
—Mierda de aficionados. No necesitabas que lo hiciera.
—Cierto. Sabía que lo necesitabas para mantenerte enfocado.
—¿Enfocado en qué? —Mi atención volvió a él.
—La chica.
—¿Cuándo vas a contarme de ella?
Se limpió la boca y sorbió su refresco.
—¿Desde cuándo tengo la obligación de darte información detallada? Hemos
repasado esto un millón de veces. Cuanto menos sepas, mejor.
—¿Mejor para quién? —Saqué el pitillo de mi vaso de agua y engullí la mitad.
—Todos los involucrados. ¿La estás manteniendo a salvo?
Mastiqué un trozo de hielo durante varios segundos antes de encogerme de hombros.
—Está viva.
—Gracias a ti. —Sonrió.
No compartí su diversión extraña. En cambio, solté un suspiro exasperado.
—¿Por qué necesitabas verme? 140
—Su padre está en la ciudad.
—Lo sé.
—¿Lo has conocido?
—No.
—Bien. Mantengámoslo así.
—¿Por qué?
Me dio una mirada. Odiaba esa maldita mirada. No era simplemente que me
mantenía desinformado. Era la forma en que hacía parecer que al hacerlo me estaba
protegiendo. Descubrí que el conocimiento daba poder. Y quizás le gustaba tener todo el
poder.
—Las cosas podrían ponerse incómodas si lo conoces.
Me mordí la lengua durante unos segundos, sabiendo que no iba a responder a mi
pregunta si era demasiado amplia como “¿Por qué?” Así que intentaría resolver el resto por
mi cuenta y se lo presentaría de una manera que al menos pudiera leer su reacción lo
suficiente como para ver si al menos estaba cerca.
—Su padre te contrató, ¿verdad? ¿Para cuidarla? ¿Está en peligro?
—Tranquilo, muchacho… no voy a caer en esa. Solo haz lo que te dicen. Mantenla
a salvo, pero mantén tu distancia de su padre. Te contactaré cuando el statu quo necesite
cambiar de nuevo.
—Estoy harto de esto.
Arrojó la servilleta junto con treinta dólares en efectivo y salió de la cabina.
—Pobre chico… debe ser agotador tener ese dulce pedazo de culo chupándote la
polla todas las noches. —Me puse rígido. Cuando empezó a pasar junto a mí hacia los
baños, apoyó una mano en mi hombro—. Está bien. Te lo has ganado.
Eso me erizó de todas las jodidas formas equivocadas pero reconocerlo solo habría
demostrado su punto de que no estaba preparado emocionalmente para lidiar con saberlo
todo.

141

Tan pronto como llegamos a casa, Jericho corrió a la puerta trasera como si supiera
algo que yo no. Por supuesto que lo hizo.
—¿Ya comiste? —Livy estaba sentada en el escalón de atrás con el aspecto de la
vida que yo nunca tendría, jodidamente sexy con una camiseta escotada sin mangas,
pantalones cortos de mezclilla y su largo cabello rubio parcialmente seco y tan jodidamente
hermoso.
—¿Has estado jugando en las olas? —Arqueé una ceja, esquivándola a ella y la caja
de pizza en su regazo para abrir la puerta trasera.
—Duh… —Se puso de pie.
—Te di una llave. ¿Por qué la dejaste sobre la mesa?
—No pensé que la necesitaría ya que sabía que no iba a quedarme, pero me lo estoy
repensando. —Me siguió a la cocina, trayendo consigo el aroma a hinojo y queso.
—Muy tarde. Era una oferta única. —Arrojé mis llaves a la encimera.
Ignoró mi golpe verbal, lo que solo la hizo más atractiva exponencialmente. Si bien
no me importaba mantener un ojo en ella, no quería lidiar con una damisela en angustia las
veinticuatro siete.
—¿Cerveza? —Le ofrecí una botella con la puerta del refrigerador abierta.
—No. No bebo.
—¿No? —Cerré la puerta y abrí mi botella de cerveza.
—Después que mamá murió, papá bebió. Mucho. Tuve una relación de mierda con
el alcohol antes de graduarme de la secundaria.
—Ya veo.
Dejó escapar un suspiro largo.
—Entonces… ¿con qué clase tienes más problemas? Por ahí es donde deberíamos
empezar esta noche. —Dejó la caja de pizza en la encimera y saltó junto a ella en lugar de
sentarse a la mesa. 142
Me encajé entre sus piernas y agarré su muñeca, redirigiendo la rebanada de su boca
a la mía. Frunció el ceño cuando le di un mordisco demasiado indulgente. Su pulgar limpió
una de las comisuras de mi boca.
—Creo que deberíamos hacer algo diferente. Creo que debería enseñarte algunas
habilidades de defensa personal.
Resopló.
—Soy buena. Probablemente podría enseñarte algunas cosas.
Como si no hubiera otras siete rebanadas más de pizza en la caja, robé el resto de su
rebanada después de que consiguiera darle una pequeña mordida.
—¿Porque tu papi enseña a la gente cómo usar el gas pimienta? —Doblándola por
la mitad, me metí el resto del trozo en la boca.
Frunció el ceño ante mi robo.
—No. Mi tía Jessica me ha enseñado algunas cosas. De hecho, vendrá la próxima
semana, después de que mi padre se vaya, para entrenarme.
—¿Entrenarte? —Fallé en ocultar la diversión en mi tono—. ¿Tu tía es cercana a la
edad de tu padre?
Livy asintió.
—Muy cerca. Son gemelos.
—¿Es instructora de artes marciales o algo así?
—No. Es actuaria.
—¿Actuaria? ¿Para la mafia o algo así?
Se rio entre dientes.
—No. Pero fue… atacada hace muchos años y aprendió a defenderse. Es
absolutamente ruda.
Tomé otra rebanada de pizza, y agarró mi muñeca, como yo le hice, y tomó el primer
bocado, sonriendo al mismo tiempo.
—Entonces, ¿vas a mostrarme tus movimientos? —pregunté.
—No quiero hacerte daño.
—No me preocupa demasiado. 143
—No es que esté lista para romperle el cuello a nadie o algo por el estilo. Jess dijo
que aún me queda camino. Necesito trabajar en mi fuerza antes de poder hacerlo.
Solté algo entre una tos y una risa.
—Vaya… ¿va a enseñarte a romperle el cuello a alguien? Eso es… interesante. —
Retrocedí entonces—. Salta. Muéstrame tus movimientos.
—¿Por qué?
—Porque quiero saber que no está dándote falsas esperanzas.
Saltó de la encimera, poniendo sus ojos en blanco.
—Está bien. Atácame.
Sonreí. Agarré su brazo, lenta y suavemente, para empujarla hacia mí. Y terminé
con la nariz ensangrentada en un instante. No la rompió, pero maldición… dolió un poco
mientras mis ojos se inundaban de lágrimas. No lo estaba esperando. En realidad, había
hecho todo lo posible para no lastimarla.
—¡Oh, mierda! Lo siento. Yo… yo no sabía cómo demostrártelo sin en realidad
hacer eso. Wylder… lo siento mucho. —Tomó el paño de la encimera y corrió al
congelador a buscar hielo.
Aparté su mano cuando intentó secar la sangre y entregarme el hielo.
—Estoy bien. —Le quité el paño, arrojé el hielo en el fregadero y me sequé la nariz.
No era tanta sangre, pero no podía ocultar mi sorpresa al haberme hecho sangrar. Y en
realidad, tan jodidamente rápido. Si estuviera luchando contra un oso, me habría preparado
para el oso. Esto era como acercarse a acariciar un gatito y un maldito puma apareciera de
la nada.
—Wylder… —Su nariz se arrugó.
Sostenía el paño contra mi fosa nasal izquierda.
—Buena chica.
Su preocupación se transformó lentamente en una sonrisa pequeña.
—¿Ah, sí?
Asentí, arrojando el paño a un lado, sin sentir más sangre escurriendo de mi nariz.
—Actuaria, ¿eh? 144
—Sí. —Se puso de puntillas y envolvió sus brazos alrededor de mi cuello—. ¿Me
perdonas? ¿Puedo besarlo? ¿Lamer tu herida?
Mis manos se deslizaron por su espalda, encontrando su lugar favorito en su trasero.
—Puedes lamer algo, pero no es mi nariz.
Sus dientes blancos asomaron de sus labios rojos a medida que pasaba su lengua por
su labio inferior en anticipación a mi boca sobre la suya.
—Tengo un toque de queda. Si necesitas que lama algo, será mejor que lo hagamos
ahora mismo.
—¿Toque de queda? —La levanté como un mono sujetándose a mi cuerpo y me
dirigí a las escaleras.
—Sí. Papá dijo que, ya que estamos compartiendo una habitación de hotel espera
un poco de cortesía.
—¿A qué hora? —Mordí su labio inferior y lo chupé en mi boca cuando llegamos a
lo alto de las escaleras.
—A las diez.
Dejándola en mi cama, agarré su muñeca y leí la hora en su reloj.
—Son las ocho y media. —Su nariz se arrugó como lo hacía cada vez que asumía
que estaba molesto.
—Lo siento. Así es mi vida por esta semana. Recuperó todo mi trabajo escolar de la
nube mística. Le debo llegar a las diez en punto.
—Bien. —Desabotoné mis pantalones.
—¿Me atas a tu cama? —Se quitó su camisa.
Mis manos se detuvieron, seguro que no la había oído correctamente.
Se quitó sus pantalones cortos y bragas, luego se estiró para desabrocharse el
sujetador.
—Jessica dijo que después de su incidente tuvo problemas serios con las
restricciones, y eso alimentó su necesidad de control, lo que solo terminó dejándola jodida
emocionalmente. Así que… dijo que si alguna vez estaba en una sana relación sexual de
confianza, podría ser una buena idea practicar cómo mantener la calma mientras estoy 145
inmovilizada. —Avanzando de rodillas hasta el borde de la cama, me subió la camisa y
besó mi pecho mientras me quitaba el resto del camino con un poco de vacilación.
—Sí… —Mis manos se presionaron en sus mejillas, obligándola a mirarme antes
de que desaparecieran en su cabello—. Si encuentras una sana relación sexual de
confianza… definitivamente deberías practicar el mantener la calma mientras estás
inmovilizada.
—Wylder… —Sus dedos bajaron por mis abdominales, un golpe a la vez.
—Livy, no soy esa persona. —Su mirada bajó a medida que se desinflaba—. Voy a
atarte, pero no deberías confiar en mí de esa forma.
—¿Por qué? —susurró a medida que el peso de su decepción mantenía su barbilla
inclinada hacia su pecho, junto conmigo… el ancla que amenazaba con empujarla hasta el
fondo del océano.
Ahogando sus sueños.
Borrando su esperanza.
Sofocando su existencia.
—No soy el tipo de hombre que tiene relaciones de confianza.
Negó.
—Me salvaste.
—Maté a un hombre para hacerlo.
—Porque me amas. —Las motas doradas en sus profundos ojos castaños brillaron
cuando levantó su mirada hacia la mía.
—Porque es… —Me detuve en seco a la verdad.
Podía protegerla.
Podía follármela.
Podía ser su ilusión.
Pero no podía decirle la vedad. No era mi trabajo decirle la verdad.
—¿Es qué? —Sus dedos juguetearon con las palmas de mis manos colgando flojas
a mis costados.
Con una sonrisa que se sintió triste pero completamente real, entrelacé nuestros 146
dedos y guie nuestras manos detrás de su espalda. Su pecho se presionó contra mi estómago
a medida que su cabeza caía hacia atrás.
—Es jodido, Liv —susurré, mi boca descendiendo sobre la de ella—. Es mi trabajo
asegurarme que nadie te ate jamás —murmuré a un suspiro antes de besarla.
Livy

—D
i algo romántico. —Sonreí y volví a ponerme mis
pantalones cortos mientras Wylder me miraba desde la
cama, las sábanas blancas enredadas alrededor de sus
piernas y abdomen, su cabeza apoyada en su brazo.
—Hombre equivocado. —Sacudió su cabeza como si yo debiese conocerlo mejor. 147
Sin inmutarse.
Sin palabras susurradas para hacer que mi corazón se desmaye.
Mis labios se torcieron para ocultar mi ceño fruncido.
—Bien. ¿Qué estás pensando ahora mismo?
—Nada romántico.
—Solo dímelo —gruñí, poniendo mis ojos en blanco.
—No sé. Un par de cosas están jugando en mi cabeza en este momento.
—¿Y son? —Terminé de engancharme el sujetador y pasé mi camiseta sin mangas
por la cabeza.
Sonrió engreído, rascándose la barbilla. Wylder con una sonrisa traviesa y desnudo
en la cama… tenía que ser un sueño. Había tenido muchos sueños con él mucho antes de
que me ofreciera el más mínimo acto de bondad.
—Estoy pensando en lo que quedó de la pizza allá abajo.
Me reí.
—¿Y?
—Y creo que después de que te instales y tu padre se va a casa, deberíamos ver si
en realidad eres tan buena en el surf como dices ser.
No había forma de que pudiera haber predicho eso. Eché mis hombros hacia atrás y
plasmé una sonrisa confiada, tal vez incluso un poco cursi, en mi rostro.
—Oh, Wylder… lo único en lo que soy mejor que en el sexo es surfeando.
Con una risa gutural, se sentó y se puso sus jeans sin ropa interior.
—Una comparación interesante.
—El sexo y el surf son vida. —Miré mi reloj y me apresuré a bajar las escaleras con
veinte minutos para volver al hotel—. ¿Cuándo vas a decirme qué estás construyendo en
el garaje? ¿O dónde vive tu familia? ¿O tu postre favorito? ¿Básicamente algo? —Me puse
mis zapatos y agarré mi teléfono junto a mis llaves de la encimera.
Abrió la caja de pizza y dobló una rebanada por la mitad antes de darle un mordisco
monstruoso mientras me ofrecía nada más que un encogimiento de hombros. 148
—Voy a empezar a cobrarte por el sexo. Tú me dices algo personal de ti, y yo te
daré algo de esto. —Agité una mano de arriba hacia abajo por mi cuerpo a medida que
retrocedía hacia la puerta—. Y yo que pensaba que no era una puta que cobraba por sexo.
—Le guiñé un ojo.
—¿A dónde vas? —Se limpió su boca con el dorso de la mano.
—Ya te lo dije. Toque de queda a las diez.
—Odio que tu padre tenga ese tipo de poder sobre ti.
—Él diría lo mismo de ti. —Sonreí.
—Quédate. —Se rascó la piel desnuda debajo de su ombligo, atrayendo mi atención
hacia su rastro feliz.
No es justo.
—No. —Negué con la cabeza, pero no pude apartar la mirada de su mano.
—Avena con chispas de chocolate.
Entrecerré mis ojos, apartando mi atención de sus jeans parcialmente abrochados a
su rostro.
—¿Qué?
—Mi postre favorito son las galletas de avena con chispas de chocolate.
—¿En serio? Huh… no habría adivinado eso. Gracias. Nos vemos mañana.
—Livy… —Alargó mi nombre como una advertencia.
—Tengo que irme. —Arrugué mi nariz.
—Acabo de pagar por algo.
—Anotado. El banco está cerrado. Pero puedes hacer un retiro mañana. —
Girándome, abrí la puerta.
—Ralladura de naranja. —La voz de Wylder llegó muy cerca detrás de mí. Solo su
cercanía me hizo temblar… hizo que mi pulso latiese más fuerte y más rápido—. Mi madre
solía hacer galletas de avena con chispas de chocolate. Y no sabía por qué las amaba más
que nada de lo que he probado alguna vez en una panadería o en casa de un amigo. Luego
me contó su ingrediente secreto: la ralladura de naranja. —Presionó su pecho desnudo
contra mi espalda. 149
Reaccioné al inclinarme hacia adelante, la puerta cerrándose bajo mi peso.
—Wylder…
—Esas son dos cosas sobre mí. Tú hiciste las reglas. Espero que las sigas. Quítate
la ropa, Liv… —Sus manos se presionaron contra la puerta sobre mi cabeza. Me giré en la
jaula de su cuerpo elevándose sobre el mío. Su postura hizo todo tipo de cosas perfectas en
su torso, incluyendo el hecho de que sus jeans sueltos cayeron unos centímetros más.
No estaba segura quién tenía la expresión más formidable: Jackson Knight o Slade
Wylder. Todo lo que sabía con certeza era que ambos hombres estaban jugando conmigo.
Papá y su viaje de culpa. Slade y su… todo.
Mis manos tiraron del botón de mis pantalones cortos a medida que sostenía su
mirada, una ligera curva en las comisuras de su boca indicando su placer al ganar.
En sus sueños…
—De rodillas, Wylder. —Una de sus gruesas cejas perfectamente formadas se
arqueó ante mi demanda—. De. Rodillas. Wylder. —Mantuve una expresión de póquer.
Siendo… él… estuvimos en punto muerto durante casi un minuto antes de bajar una
rodilla y luego una segunda rodilla. Mis manos se apoyaron a mis costados, negándome a
hacer nada más. Deslizó mis pantalones cortos y bragas, levantando mi pie para liberarlos
de una pierna. En lugar de soltar mi pierna, la levantó por encima de su hombro. Apreté
mis manos contra la puerta a mi espalda para estabilizarme.
Él no era gentil ni burlón.
—¡Mieeerrrdddaaa! —solté bruscamente y contuve el aliento cuando su boca me
atacó. Mis dedos se clavaron en su cabello con la misma fuerza que su lengua me atravesó.
Mordió mi clítoris. Grité.
Clavé mis uñas en su cuero cabelludo. Gruñó.
Una de sus manos mantuvo mi pierna izquierda abierta sobre su hombro mientras
su otra mano agarraba mi trasero.
Me negó la liberación una y otra vez, llevándome brutalmente al borde y luego
retrocediendo hasta que quise llorar y matarlo.
Oh, las estrellas… 150
Pudo haber estado de rodillas físicamente, pero había pocas dudas sobre quién se
rindió… quién tenía el control.
Mi cabeza cayó hacia atrás sobre la puerta, mi mandíbula floja, mis ojos cerrados.
Quitó mi pierna de su hombro, sosteniendo mis caderas durante unos segundos hasta que
encontré el equilibrio. Luego, me subió las bragas y los pantalones cortos por las piernas.
Podría haberlo ayudado, pero no lo hice. Wylder parecía saber lo que estaba haciendo.
Y yo… bueno, aún estaba ebria por la forma en que me hizo sentir.
—Ups… —Agarró mi muñeca para mirar mi reloj mientras se levantaba—. Diez y
cinco. Mi culpa. Por favor, dile a tu papá que fue mi culpa.
Recordé las palabras de Jessica.
—A veces, nuestra mayor fortaleza es saber cuándo rendirnos. —Los comentarios
sarcásticos, arrogantes y llenos de descaro inundaron mis pensamientos. Slade tenía un
objetivo: demostrar que tenía más influencia sobre mis acciones que mi padre.
Tal vez esa noche lo hizo, pero no dejaría que se tratara de mi padre.
Wylder me dijo algo personal. ¿Galletas? Sí. Pero a veces las cosas simples nos
definían más que una maraña de cicatrices y moretones.
En lugar de morder el anzuelo, deslicé mis manos en los bolsillos traseros de sus
jeans y presioné mis labios contra su pecho justo sobre su corazón.
—Me gustan las galletas de mantequilla de maní. Envueltas en mucha azúcar. Y
algún día voy a ser presidente. A menos que conozca a un tipo rico y agradable que me
compre una isla y me deje surfear todos los días durante el resto de mi vida. Buenas noches,
Wylder.

—Me está dificultando que me agrade —dijo papá desde su cama cuando abrí la
puerta de la habitación. La pantalla del televisor iluminaba su pecho tatuado desde su
151
posición apoyada en su cama, y el aroma residual de las palomitas de maíz de microondas
permanecía en el aire: el aire gélido de la habitación del hotel.
No necesitaba ver su cara para saber que el desagrado se reflejaba en ella.
—¿Porque llego veinte minutos tarde? ¿Porque aún no lo has conocido? ¿Porque
creo que es como tú a los veinte años? —Conecté mi teléfono para cargar y me dejé caer
en mi cama—. Solo que menos prostituto, espero.
—Cuidado.
Me reí.
—Me gusta. Mucho.
—Te romperá el corazón.
Deslizándome de lado y acurrucando la almohada para descansar mi cabeza en ella,
le eché un vistazo mientras él giraba la cabeza hacia mí.
—¿Alguna vez le rompiste el corazón a mamá?
Tomó una respiración lentamente y soltó un suspiro profundo.
—Y para que conste… ya sé que lo hiciste. Así que, no mientas. —No sabía nada
más que el hecho de que le rompió el corazón en más de una ocasión.
—Le oculté algunas cosas. Le dije medias verdades. Estúpido de mi parte.
—Pero te perdonó. Encontró algo bueno y redimible en ti.
Gruñó, sacudiendo su cabeza.
—No estoy seguro de qué. Pero sí. Lo hizo.
—Entonces, si ella no hubiera expuesto su corazón allí para que tú lo rompas, no
habrían terminado juntos. Yo no habría existido. Y… —Me mordí mis labios.
Y no habrías terminado siendo un viudo solitario.
Sentándome, me acerqué a su cama. Y levantando su brazo, me instalé debajo de él.
El lugar más seguro del mundo.
—Sé que no te arrepientes, pero ¿alguna vez te preguntas por qué? ¿Por qué luchaste
tan duro por algo solo para que te lo quiten? ¿Te asusta la fragilidad de la vida?
—Solo me asusta una cosa.
Descansé mi mejilla en su pecho, serpenteando mis brazos alrededor de su torso 152
hasta donde pudieran alcanzar.
—¿Qué será?
—Tú.
—Papá… —susurré, sintiéndome melancólica por nuestra conversación.
Besó mi cabeza.
—Sé que piensas que soy sobreprotector, pero no hay nada que no haría para
protegerte.
—Lo sé. Y te amo por eso.
—E
stá bien. —Me encogí de hombros a medida que
caminábamos por la casa que los padres de Aubrey
compraron para reemplazar la que se destruyó en el
incendio—. Y el alquiler es barato.
La boca de Aubrey se abrió.
—¿Bien? Eh… es más grande que la última casa y tiene una piscina infinita. ¿Qué
más se puede pedir? —Desempacó los platos nuevos.
Todo nuevo. 153
Y sí, había una hermosa piscina infinita.
Mi habitación era dos veces más grande, y no tenía que compartir un cuarto de baño.
Y estaba tan cerca del campus, no necesitaría tener una scooter o preocuparme por
estacionar mi Jeep.
Simplemente no estaba en la misma calle que Wylder y Jericho. Estaban a poca
distancia si quería caminar ocho kilómetros en cada sentido.
—Está bien. Estupenda. Totalmente aceptable. —Cargué los tazones nuevos que me
entregó y los coloqué en el lavavajillas.
—El pene de Slade no estará al alcance tan fácilmente. —Missy se rio
disimuladamente, arrastrando la última caja a la cocina.
—¿Un chico? ¿No te gusta la casa por un chico? —El tono gruñón de Aubrey subió
una muesca.
—Amiga… —Negué con la cabeza mientras fruncía el ceño a Missy. No porque
estuviera equivocada, porque me puso en evidencia—. Dije que está bien. Eso no significa
que no me gusta. Y para que conste: su polla es jodidamente increíble. Podría alcanzarla
desde aquí.
Caímos en un ataque de risas. Las chicas bebieron vino. Y seguí revisando mi
teléfono en busca de un mensaje del Señor Polla de Ochos Kilómetros de Largo. Una vez
más, había estado fuera de la ciudad por sus “asuntos”. Papá se fue más temprano esa
mañana, contento con nuestro nuevo lugar y bastante alegre por la distancia de ocho
kilómetros hasta la estación de bomberos.
—Solo tienes que preguntarle. —Kara tomó mi teléfono y comenzó a escribir.
—¡No! —Lo alcancé, pero ella giró en círculos dos veces antes de salir corriendo
por la puerta trasera y rodear la piscina como una pista de carreras.
—Dame. Eso. No voy a perseguirte. —Con mis manos plantadas en mis caderas,
esperé a que ella hiciera cualquier destrucción que sintiera que necesitaba hacer—. ¿Qué
estás haciendo? —resoplé cuando se burló de mí desde el lado opuesto de la piscina, con 154
los ojos pegados a la pantalla de mi teléfono—. No me importa si está en casa o no.
—Claro que sí. Y quiero que responda antes de devolvértelo, para que así no envíes
un mensaje de devolución.
—¿Qué escribiste?
—Espera… —Levantó un dedo—. Está escribiendo.
—Eres una persona terrible. Lo sabes, ¿verdad?
—¡Oh, Dios mío! ¡Un idiota total! —Se tapó la boca con la mano.
Sus grandes ojos azules me inmovilizaron con una mirada de completo horror.
—¿QUÉ. LE. ESCRIBISTE? —Estampé mis pies descalzos hacia ella.
—Yo… uh… dije que necesitaba revelar su ubicación de modo que yo… uh… tú…
pudieras decidir si te follaría esta noche o si alguien más necesitaría reemplazarlo hasta
que regresara.
Le arrebaté el teléfono, poniendo mis ojos en blanco.
—Estupendo. En serio, estupendo. —Mi ceño se frunció cuando leí su respuesta.
Haz lo que tengas que hacer.
—Guau. Bueno. Eso es…
Kara se encogió y apretó sus labios.
—¿Eso quiere decir que él está haciendo lo que tiene que hacer? ¿Ustedes dos no
son exclusivos?
—No sé lo que somos.
—Tal vez necesitas tener esa charla.
—Charla —murmuré, contemplando si debía o no responder, hacerle saber que no
envié el mensaje original. ¿Y si hubiera sido yo quien lo enviara?—. Sí, Wylder no es
exactamente el más comunicativo de todos.
—Solo era una broma. Claramente. Pero esa respuesta… —Kara se cruzó de
brazos—. No está bien. Quizás deberías encontrar un mejor compañero esta noche.
Mostrarle que no vas a permitir que te trate de esa manera.
Metiendo mi teléfono en mi bolsillo trasero, giré para regresar a la cocina.
—No voy a follarme a algún otro tipo para hacer un punto. ¿Recuerdas lo bien que 155
me funcionó la última vez? Además… tengo mejor compañía. —Sonreí por encima de mi
hombro y ella me abrazó por detrás.
—¡Tiempo de chicas!
Después de terminar de desempacar, me obligué a poner mi mejor expresión
mientras comíamos la cena y nos abastecíamos de comestibles. Una universitaria sobria y
tres universitarias moderadamente borrachas.
Digamos que compramos demasiada comida chatarra. Sabía que Aubrey Batidos
Verdes no estaría feliz conmigo si no hacía que todas se adhirieran a nuestra lista.
Guardamos los comestibles con la música a todo volumen, el vino fluyendo, y yo
extrañando tanto a Wylder y Jerry que me enfureció.
¿Por qué? ¿Por qué dejaba que él o su ausencia me afecte tanto?
—Una copa… —se rio Missy, cantando todas las letras equivocadas de Blake
Shelton a medida que sostenía una botella de vino casi vacía mientras giraba en círculo
junto a la piscina. Afortunadamente, tenía cubierta. Podría haber podido salvar a una chica
ebria, pero no a tres. Las otras dos bebieron más vino y se quedaron mirando las pantallas
de sus teléfonos desde los sillones bajo hileras de luces blancas y azules, con mantas sobre
sus piernas para mantener a raya el frío de la tarde.
—Estoy bien. —Agarré la botella de Missy antes de que se le cayera.
Luego procedí a recoger algo de la basura de nuestro ataque de bocadillos nocturnos.
—¿Es alcohólico? Tu papá. Nunca te explicaste —murmuró Kara desde su silla, con
la barbilla inclinada en su teléfono.
—No —respondí a medida que metía la bolsa de regaliz vacía en la bolsa vacía de
papas fritas con sal y pimienta—. Solo…
—¡Corbin va a venir! —Aubrey saltó de su silla—. Oh, Dios mío. Tengo que
recuperar la sobriedad. Mierda… —Se pasó los dedos por su cabello—. ¿Cómo me veo?
—Se rio, balanceándose un poco—. ¿Por qué? ¿Por qué en mi noche de vino? ¿Huelo a
vino? —Levantando su brazo, olió su axila.
Me reí, la única viendo su comportamiento extraño. 156
—¿Tenemos que ir a nuestras habitaciones, mamá? —Kara resopló algo parecido a
una risita y una tos.
—Agua, cariño. Mucha agua. —Agarré la mano de Aubrey y la conduje a la cocina.
—Tendré la vejiga llena. —Tomó algunos sorbos de mala gana—. Después tendré
que orinar justo después de que… ya sabes. Y entonces él se escapará. Siempre escapa.
—No tendrás que hacer pis. —Missy se tambaleó, dirigiéndose a la cocina con su
copa de vino vacía y la botella vacía de Pinot de Aubrey—. No si te da un orgasmo.
—¿Por qué? ¿Voy a orinar si llego al orgasmo? —La nariz de Aubrey se arrugó,
mostrando su falta de experiencia sexual y al parecer su falta de orgasmos.
—Espero que no. —Missy se rio entre dientes—. Cuando alcanzas el clímax, tu
cuerpo libera vasopresina, una hormona antidiurética, que dificulta orinar.
—Eh… —La cabeza de Aubrey se inclinó hacia un lado—. Nunca me ha pasado
eso.
—Pobre bebé. —Guie la botella de agua hacia su boca—. Toma más, y si no te da
un orgasmo… solo orina sobre él.
Missy se apoyó en el mostrador, sus ojos vidriosos alzándose para encontrarse con
mi mirada. Le devolví una sonrisa tensa, la sonrisa comprensiva la dejé para nuestra amiga
con carencias de orgasmos.
Mientras Kara y Missy se retiraban a sus habitaciones, preparé un sándwich de
mantequilla de maní sabiendo que estaría agradecida por la energía extra al surfear
temprano la mañana siguiente. Aubrey se puso sobria en la ducha para Corbin, el dueño de
la tienda de surf a quien Aubrey adoraba. Dada la revelación reciente de los orgasmos, no
podía comprender por qué lo adoraba. Ni siquiera surfea. Quizás era bueno acurrucándose.
Cuando sonó la campana, le di un gran mordisco a mi sándwich y lo dejé en el
mostrador para que Corbin entrara a su encuentro casual.
—Oh… —murmuré, tapándome la boca, incapaz de decir nada con mantequilla de
maní cubriendo completamente cada centímetro de mi boca.
—Si ya terminaste de follar, pensé que podríamos dar una vuelta. —Wylder me 157
miraba fijamente.
Antes de que pudiera terminar de masticar o incluso parpadear porque no podía creer
que estaba allí, Corbin se paseó por el camino detrás de él. Su colonia abrumadora alcanzó
la puerta antes que él.
—Hola, Livy.
Asentí hacia él, intentando tragar. Era posible que exagerara con la mantequilla de
maní.
Wylder se volvió un poco, echando un vistazo al fornido Corbin, unos trece
centímetros más bajo que Slade.
—¿Este es el tipo que piensa follarte?
Casi ahogándome, me golpeé el pecho con la mano mientras tragaba pesado
repetidamente. Había algo bastante gracioso en Slade Wylder y su presencia intimidante
usando la palabra “follar”.
—No… —Mi lengua se deslizó alrededor de mi boca varias veces—. Está aquí para
follarse a Aubrey.
La cara de Corbin se frunció a medida que su sonrisa incómoda tembló.
—Um… yo… ¿dónde está Aubrey?
—Arriba. Se metió en la ducha porque tomó demasiado vino.
Me las arreglé para recuperar mi habla normal.
—Ve, sube.
Sin ninguna presentación, Corbin pasó junto a mí y Slade rápidamente. Habían
pasado cinco días desde que había visto a mi amante amenazador. Tenía tantas preguntas,
como ¿cómo esperaba aprobar sus clases si las perdía con tanta frecuencia? Por supuesto,
lo que quería saber era en dónde había estado y si la señorita Lexus estaba con él.
Pero… sobre todo, solo quería sentir sus brazos rodeándome, oler el cedro y las
especias en el hueco de su cuello y saborear la menta en su lengua.
—No te envíe el mensaje, idiota. —Sonreí, agarré un puñado de su camisa y lo
arrastré dentro de la casa.
—¿Idiota? —Arqueó una ceja. 158
Me puse de puntillas, manteniendo mi mano apretada contra su camiseta negra.
—Cállate y bésame.
Algo ilegible pasó por su rostro durante cinco segundos antes de que cediera su
boca. Mis brazos se envolvieron alrededor de su cuello mientras sus manos se deslizaban
hacia mi trasero, levantándome para abrazarlo como un oso en su árbol favorito. Presionó
mi espalda contra la pared de entrada, aún vacía de cualquier cosa en ella, y ladeó su cabeza,
profundizando el beso con un gemido.
Cuando apartó sus labios de los míos, bajaron por mi cuello. Solté un fuerte jadeo
ahogado por ese beso.
—Sabes a mantequilla de maní.
Mis dedos se apoderaron de su cabello, subiendo lentamente por la parte posterior
de su cabeza, a medida que su mandíbula barbuda me hacía cosquillas en la piel, sus labios
acariciando mi hombro.
—Me encanta la mantequilla de maní.
—¿Y si a mí no?
—Entonces, probablemente nunca más vuelvas a besarme.
Su cabeza se levantó de golpe, dejándonos cara a cara, pero no dijo nada. Me froté
mis labios entre sí, y si no podía ver el brillo en mis ojos, entonces tenía que estar ciego.
Wylder iluminaba cada centímetro de mí. No estaba segura de lo que más temía: él leyendo
mis sentimientos claros o él fallando en verlos.
—¿Dónde estuviste? —susurré, esperando algo. Esperando que me diera otro
pedazo de su vida.
Sacudió su cabeza lentamente, su mirada pegada a la mía.
Un laberinto.
Un código indescifrable.
—Wylder… —Apoyé mi frente contra la suya, mis palmas presionadas contra su
rostro—. Dime algo. Cualquier cosa.
—Te extrañé —susurró antes de levantar su barbilla para rozar sus labios con los
míos. No era una explicación. No era el pedazo que quería. 159
Pero… era algo.
Ser extrañada por Wylder me hizo sentir jodidamente especial porque no parecía el
tipo de persona que extrañara nada ni nadie.
Mi boca se curvó en una sonrisa contra la suya.
—Bueno… extrañé a Jerry. ¿Dónde está? Y ¿a dónde me llevas? Es casi
medianoche.
—Busca tu traje de neopreno. Volveremos por la mañana.
—¿Me vas a robar toda la noche?
Me dejó sobre mis pies, apoyó sus manos en mis hombros, y me hizo girar hacia las
escaleras.
—Ve —dijo, dándome un empujón suave.
Me giré, ya a tres escalones arriba.
—¿No quieres ver mi habitación nueva? ¿Mi cama nueva?
—Estamos perdiendo tiempo. —Apoyó su hombro contra la pared y metió sus
manos en los bolsillos de sus jeans oscuros.
No perdí más tiempo protestando o incluso ofrecer un ceño porque estaba demasiado
excitada.
Toc. Toc.
Golpeé mis nudillos suavemente contra la puerta de Missy.
—Volveré mañana. Wylder está aquí.
—Bien… —murmuró con voz aturdida.
Después de arrojar algunas cosas en mi mochila, me la colgué del hombro y floté
escaleras abajo, sin poder contener ni una pizca de mi emoción.
—Lista.
Permanecía en su lugar, apoyado contra la pared. Manos en los bolsillos. Todas las
expresiones de Wylder implicaban una concentración subyacente. Incluso cuando hacía el
raro movimiento de sonreír, su frente se aferraba a cierta tensión. Sentía que cada decisión
que tomaba era de alguna manera de vida o muerte. 160
—¿Qué? —Incliné mi cabeza, desacelerando mis últimos pasos hacia él.
Y solo así… dejó que un destello de felicidad se posase en su rostro.
Por mí.
—Nada. —Se apartó de la pared y levantó mi mochila de mi hombro, llevándola en
una mano mientras yo cerraba y pasaba llave a la puerta principal.
Luego, al más puro estilo Slade Wylder, mostró su lado romántico sin decir una
palabra al tomar mi mano y guiarme por el camino de entrada. Era lo más íntimo que me
había hecho, y eso decía mucho porque su boca me había tocado por todas partes.
—¿Dónde está tu auto?
—En casa.
—¿Vamos a caminar ocho kilómetros?
—No. —Se detuvo en una furgoneta velocista con tablas de surf encima, soltó mi
mano y abrió las puertas.
—¿De quién es esto?
—De un amigo.
—¿Tienes amigos? ¿Aparte de mí y Jericho?
Mientras agarraba la manija de la puerta corrediza, me echó un vistazo. La oscuridad
me impidió verlo bien, pero lo sentí. No le divirtió mi comentario.
—Un conocido me la prestó. —A medida que abría la puerta, Jericho asomó la
cabeza desde la cama puesta debajo de la cama elevada en la parte de atrás. Un pequeño
fregadero, una hornilla y un estante con algunos ganchos ocupaban el centro de la furgoneta
con una alfombra bohemia en el piso.
—Hola, Jerry. Te extrañé. —Salté y me arrodillé junto a su cama, que estaba
asegurada detrás de una puerta para viajar.
Asomó su hocico hacia mí y lamió mi mejilla.
—Levántate y abróchate para que podamos partir —dijo Wylder justo antes de tirar
mi mochila al suelo y cerrar la puerta.
Cuando se metió en el asiento de conductor, me escabullí por el centro y me metí en
el otro asiento, sujetando el cinturón de seguridad y sacando mis sandalias antes de 161
apuntalar mis pies sobre el salpicadero.
—¿Esto es lo tuyo? —le pregunté a medida que se alejaba de la acera.
—¿Lo mío?
—¿Llevar a tus novias a acampar en una camioneta?
—¿Novias?
—Sí, Wylder. ¿Cuánto duró tu relación más larga?
—Las relaciones de ese tipo no son parte de mi vida.
Le eché un vistazo mientras él mantenía sus ojos en la carretera.
—¿Qué tipo? ¿Exclusivas? ¿Monógamas? —Sus labios se retorcieron un poco antes
de asentir lentamente varias veces—. ¿Qué somos?
Extendió su mano y ajustó la temperatura en el tablero.
—Somos dos personas que no tienen que hablar de lo que somos.
—Entonces… —Sopesé mis palabras. No era que quisiera tener la conversación de
la relación con él, pero por otro lado, no quería ser la chica estúpida siendo leal a un hombre
que salía por ahí a follar con otras personas. Haz lo que tengas que hacer—… Aunque no
era la que te escribió o envió el mensaje, la respuesta que enviaste fue honesta. ¿No te
importa si estoy con otros chicos cuando no estás conmigo?
—No tengo el tiempo o el lujo de que me importe.
Tan. Jodidamente. Vago.
—¿Tienes el tiempo o el lujo de dormir con otras mujeres cuando no estás conmigo?
Me dio la peor respuesta posible. Sin respuesta. Ni una palabra.
Así que, rodamos en silencio. Él siendo… él. Sin molestarse por cosas frívolas como
las relaciones. Necesitaba algo más que una confianza ciega. Y era justo eso… no sabía si
Slade esperaba que confíe en él.
Cuando salimos de la carretera hacia un pequeño espacio ubicado en un acantilado
con vista al océano, Slade maniobró la camioneta de modo que la parte trasera quedara
frente al agua. Me desabroché y subí a la parte de atrás para evaluar la verdadera situación
de las camas en caso de que tuviera que dormir con Jericho en lugar de Wylder. 162
No era que hubiera dicho algo malo. Era que no hubiera dicho nada bien. Era que
no dijo nada en absoluto.
Salió y abrió las puertas traseras, dejando a Jericho libre para hacer sus asuntos.
Luego se giró y abrió la puerta corrediza.
Nos quedamos mirando en silencio durante unos segundos mientras me apoyaba
contra el armario y acercaba las rodillas al pecho. Como si me hubiera leído como el
humano más transparente de todos los tiempos, exhaló lentamente.
—¿Qué necesitas?
No estaba aludiendo a algo que olvidé empacar. Nosotros. Quería saber qué
necesitaba yo de nosotros.
¿La verdad? No lo sé.
Me había permitido estar con un hombre que intentaba mantenerme a la distancia
por el mayor tiempo posible. Me abrí paso en su vida sin saber exactamente lo que
necesitaba de él.
—¿Quieres que otro hombre me meta su polla?
Apoyó sus manos en la parte superior de la furgoneta por unos segundos, mirando
alrededor para mantener un ojo en Jericho y tal vez buscando una respuesta a mi pregunta
simple en la oscuridad o el reflejo de la luna sobre el agua.
Esperé, un nudo apretándose en mi estómago a medida que pasó cada segundo. Mi
instinto esperaba su respuesta, la cual en cierto modo sabía que sería “lo que necesites”.
Wylder volvió a mirarme, clavándose sus dientes en su labio inferior mientras
sacudía su cabeza de lado a lado.
Una sonrisa se deslizó por mi rostro cuando me incliné hacia adelante, poniéndome
de rodillas y acercándome a él poco a poco. Mientras deslizaba su camisa por su pecho,
mis labios se presionaron en su corazón.
—Entonces, para que conste…
Agarró el dobladillo de su camisa y tiró el resto del camino, dejándola caer al piso
de la furgoneta antes de pasar sus manos por mi cabello a medida que lo miraba. 163
—… no quiero que metas tu polla en ninguna otra mujer sin darme un preaviso. ¿De
acuerdo?
Bajó su cabeza y me besó justo debajo de mi oreja, alejando mi cabello de mi cuello.
—¿Preaviso?
Mis dedos presionaron el botón de sus jeans a medida que mis ojos se cerraban a la
deriva por el escalofrío que provocó su respiración en mi cuello.
—Un texto. Mensaje de voz. Tarjeta postal.
—Anotado. —Me quitó mi camiseta. Despacio. Como si tuviéramos todo el tiempo
del mundo. Y esa noche, en lo alto del acantilado con vista a mi lugar favorito en el mundo,
sentí que podíamos detener el tiempo y robar ese momento ocioso para siempre.
Mientras el fresco aire espeso del océano hacía que se me erizara la piel, deslizó los
tirantes de mi sujetador por mis hombros, siguiendo el tirante de mi izquierda con sus
labios. Era el Wylder paciente.
Me agradaba.
Demasiado.
Una mano acunó mi seno, la yema áspera de su pulgar sumergiéndose por debajo de
la tela para rozar mi pezón.
Lento.
Tan. Jodidamente. Lento.
—Jericho —llamó levantando su boca de mi hombro por un nanosegundo.
Como el mejor perro de todos los tiempos, saltó en la parte de atrás, en su cama.
Wylder continuó seduciéndome con un beso, un toque suave a la vez. Cuando no estuvimos
en nada más que bragas y calzoncillos, me susurró al oído:
—Sube a la cama.
Le robé un beso más de sus labios perfectos antes de alejarme, mis respiraciones
entrecortadas. Cerró la puerta corrediza mientras yo subía a la cama. Cuando llegó a la
parte trasera de la furgoneta, cerró la puerta al área de Jericho y se metió en la cama
conmigo, agachando su cabeza con cuidado, ya que no había mucho espacio por encima 164
de nosotros. Luego colocó la pantalla magnética sobre toda la abertura, lo que nos permitió
ver hacia afuera sin que los insectos entraran.
Una noche perfecta. El lugar perfecto.
Cuando rodó hacia mí, ambos de costado, hizo algo tan jodidamente glorioso que
mi corazón se detuvo mientras mi mente luchaba por reconocer al hombre a mi lado.
Sonrió de oreja a oreja. En serio… ¿quién era este tipo?
—Hola —dijo.
No había nada, y quiero decir nada, que pudiera haber hecho para evitar que mi
corazón se sumergiera de cabeza en todo lo que era Slade Wylder. Era como todas las veces
que remé para atrapar una ola sabiendo que había tiburones debajo de mí.
El subidón hizo que valiera la pena el riesgo.
—Hola. —Reflejé su sonrisa a un suspiro antes de que me besara.
Nos besamos por una eternidad. Me puso encima de él. Y nos besamos más. Lo sentí
duro entre mis piernas, el algodón de sus calzoncillos y mis bragas enmascarando muy
poco, sirviendo solo como una barrera temporal para construir el momento, avivando el
fuego.
—Wylder… —Deslicé mi mano por la parte delantera de sus calzoncillos,
extrayendo un fuerte suspiro seguido de un gemido largo—. Apestas en no ser romántico.
Sus manos se enredaron en mi cabello largo (donde más las amaba) mientras besaba
su pecho.
—Apestas en no ser sexy. —Mi boca le dio un poco de amor a sus abdominales a
medida que lo frotaba.
No dijo nada mientras le quitaba los calzoncillos, pero al segundo en que me quité
las bragas, nos dio la vuelta, acomodándose entre mis piernas, su boca subiendo por mi
pecho hasta mi cuello. Estábamos apretados por el espacio, pero lo hicimos funcionar,
presionando nuestros cuerpos lo más juntos posible. Me penetró con una lentitud tan
agonizante que apenas pude soportarlo.
El hombre cerniéndose sobre mí no estaba follándome en el rellano de su escalera o
contra su puerta trasera. Esto era diferente. 165
Y simplemente… no podía… soportarlo.
—Wylder —susurré cuando comenzó a moverse, cada embestida lenta y
significativa.
—Livy —susurró en respuesta, llevando mi labio inferior a su boca.
Cerré mis ojos por un momento para decidir si las palabras arañando mi pecho en
realidad necesitaban ser liberadas.
Lo hacían. Guardármelas por dentro me causaría demasiado dolor.
—Apestas en no ser fácil de amar.
Se quedó quieto, levantando la cabeza lo suficiente para ver mis ojos.
Mi mano derecha se deslizó entre nosotros para presionarse contra su rostro mientras
mi mano izquierda recorría su espalda.
—Entonces… —mi voz tembló—… solo recuerda que es tu culpa. Me hiciste
amarte.
Parpadeó lentamente.
—Pero no tienes que amarme en respuesta. —Antes de que pudiera responder, o
peor aún, no responder, estiré mi cabeza y capturé su boca a medida que mis pies se hundían
en el colchón para levantar mi pelvis. Instándolo a que se moviera de nuevo, metí mi lengua
en su boca mientras mi mano agarraba su trasero.
Él se movió.
Nos movimos.
¿Mi corazón? Dio un salto, cayendo libremente en el mundo de Slade Wylder.
Vulnerable.
Asustado.
Suicida.
Estúpido corazón loco e impulsivo.
Abrí mis ojos temprano en la mañana, una buena hora antes del amanecer,
saboreando el sonido arrullador de las olas abajo y el cuerpo desnudo en mi espalda, piernas
y brazos entrelazados con las mantas y entre sí.
En algún lugar él comenzó y yo terminé, pero no tenía ni idea de dónde. 166
Como si sintiera mis ojos abiertos, su agarre sobre mí se apretó y enterró su nariz en
mi cabello, presionando sus labios contra mi oreja.
—También te amo.
Respirando temblorosamente, cubrí sus manos con las mías, apretándolas mientras
una lágrima resbalaba por mi mejilla. Una lágrima que nunca vería. Debería haber estado
eufórica, pero estaba demasiado ocupada estando absolutamente asustada porque tenía esta
sensación… una terrible sensación inexplicable de que no solo iba a romper mi corazón,
que iba a romperlo sin posibilidad de reparación.
Y viviría mi vida como una amante hastiada que nunca volvería a confiar en otro
hombre.
Todo dentro.
Las mujeres inteligentes salvaban una parte de sus corazones, como si incluso una
pequeña parte intacta, pudiera hacer crecer un corazón lleno nuevamente. Una célula a la
vez.
No. Dejé que todo el maldito órgano cayera por el precipicio, lo que significaba que
me dejaría sin corazón y rota.
167
Wylder

N
unca hacía preguntas.
Fui entrenado para no preguntar.
Solo hacía lo que me decían.
Lo que no hacía era cuidar de las mujeres jóvenes como un guardaespaldas. Escapa
de mi área de especialidad. Pero… nunca preguntaba. 168
Cuanto menos supiera, mejor. Una garantía para todos.
Así que, ahí estaba yo, protegiéndola, follándola, amándola. Pensándola. El amor
no era parte de mi vida de la manera en que Livy lo daba. Simplemente sentía algo tan
extraño que me asustaba. Y no me asustaba nada hasta ese momento. Tenía que ser amor.
En algún momento del camino, creo que fui entrenado para no amar de esa manera.
Pero nadie podría haberme entrenado para ella.
—Mierda… he encontrado a mi igual —murmuré para mis adentros, a horcajadas
sobre mi tabla, mis pies entumecidos en el agua fría cuando Livy bajó por el cañón de la
ola como una profesional.
Su largo cabello rubio azotado hacia un lado.
Una sonrisa dividiéndole la cara en dos.
Y gritando:
—¡Wylder!
Pasamos las siguientes tres horas surfeando. Habría seguido adelante, pero Jericho
no era el mejor perro playero del mundo, y tenía un informe que escribir si quería
graduarme este año.
—No estuviste tan mal. —Sonrió engreída, quitándose el traje de neopreno mientras
yo aseguraba las tablas en la parte superior de la furgoneta.
—Gracias —me reí entre dientes—. Jericho. —Le silbé para que entrara en la
camioneta.
—¿Vamos a comer? —Se sentó en el suelo de la furgoneta con los pies colgando
por la puerta lateral con la parte inferior de un bikini y una sudadera desvanecida de un
hombro.
Piernas eternas.
Piel bañada por el sol.
Todo el maldito paquete.
Bajé mi traje de neopreno más allá de mis caderas y me senté a su lado para sacarlo
por mis piernas. Ella saltó y las agarró, liberando mis piernas rápidamente y arrojándolo a
la parte de atrás encima del suyo. 169
—Comeremos en mi casa. Tengo que terminar mi informe.
—Porque estás atrasado… de haber faltado demasiado. —Me inspeccionó con los
ojos entrecerrados, sentándose a horcajadas sobre mi regazo.
Esperé a que continuara, preguntándome aún más por mi ausencia, pero no lo hizo.
—Tú en esa tabla… —Renuncié a una sonrisa ligera y una sacudida de cabeza sutil
mientras silbaba.
El orgullo floreció a lo largo de sus mejillas y curvó sus labios.
—¿Te gusta verme surfear?
Mis manos se deslizaron hasta la parte posterior de la sudadera suelta, descubriendo
rápidamente que se deshizo de la parte superior de su bikini.
—Me gusta ver todo de ti.
—Wylder… —susurró, justo antes de besarme y frotarse contra mi erección.
Una ráfaga de viento levantó un poco de tierra en el estacionamiento cuando algunas
personas salieron de una camioneta a unos veinte metros de distancia. Ella rompió nuestro
beso y les echó un vistazo por encima del hombro. Podríamos habernos subido a la cama
y cerrar la puerta lateral.
Pero no Livy.
Empujó hacia abajo la parte delantera de mis delgados pantalones cortos y se puso
de rodillas lo suficiente para deslizar la entrepierna de su bikini a un lado y hundirse sobre
mí con un pequeño grito ahogado en sus labios. Acuné su trasero. Cualquier persona que
nos mirara desde esa distancia no habría visto ninguna parte desnuda, pero si se centraban
en nuestro movimiento, habrían sabido exactamente lo que estábamos haciendo.
En ese momento, no nos importó ni una soberana mierda nadie más.
¿El problema?
Tenía a esta mujer en mi vida, pero no tenía un lugar real para ella. Sin futuro que
ofrecerle. Sin promesas. Nada…
¿Cuáles eran las posibilidades de que ella no pidiera nada más allá de ese momento?

170

Caímos en una rutina fácil. Si todas las “relaciones” fueran como las nuestras, no
tenía idea de qué se quejaban tantos tipos.
Livy pasaba mucho tiempo con sus amigas. Mierda, surfeaba un motón.
De vez en cuando, hacía algún trabajo escolar real que le tomaba más de treinta
minutos. Cuando trabajaba en mis proyectos de metal, ella usaba mis pesas para hacer
ejercicio. La forma en que atacaba mi saco de boxeo me sorprendió en más de una ocasión.
Su tía sabía de esa mierda.
Jericho la amaba, casi tanto como me amaba a mí. Más… según Livy. El sexo… sin
palabras. La quería todo el tiempo y en todas partes.
La espontaneidad era su especialidad.
—¿Qué estás horneando? —pregunté, cuando Jericho y yo llegamos a casa después
de varios días fuera. Varios días en los que Livy no me hizo ni una maldita pregunta sobre
mi paradero. De nuevo… la mujer era perfecta.
—Wylder… —Livy se volvió hacia mí, lamiendo algo de sus dedos—. Extrañaba a
mis chicos. —No perdió el tiempo arrojándose a mis brazos y envolviendo sus piernas
alrededor de mi cintura.
Después de besarme, tomé su mano y chupé los dedos que ella lamió unos segundos
antes.
—Mmm… ¿qué es? —Caminé hasta la isla y la puse en ella.
—Galletas, para ti. Acabo de meterlas al horno. Doce minutos. Ahora, once. —Sus
manos trabajaron el botón y la cremallera de mis pantalones.
Nadie lo tenía mejor que yo.
Follamos en la isla en ocho minutos, vestidos a los nueve, galletas sacadas del horno
a los once minutos.
—Encontré una receta que creo que es similar a la de tu madre. Están calientes, pero
quiero saber lo que opinas. —Asomó la cabeza en el dormitorio, sosteniendo un plato con 171
una galleta, mientras yo desempacaba.
—¿Hiciste mis galletas favoritas?
—Por supuesto. Y conseguí orejas de vaca y patas de pato deshidratadas para Jerry.
—Levantó la galleta hasta mis labios. Su cabello rubio estaba recogido en una coleta, pero
un poco desordenado por mis manos jugando con él mientras nos saludábamos en la isla
de la cocina.
Al principio, todo me supo familiar. La avena, las especias, el toque de naranja.
Entonces, mi cara se contrajo y dejé de masticar. Peor que eso, agarré el plato y escupí el
bocado a medio masticar.
Livy jadeó.
—¿Qué les pusiste?
Su nariz se arrugó con disgusto al igual que el mío cuando miramos el plato.
—Es una pasa —me miró con los ojos completamente abiertos como en “duh”.
—Galletas de avena con chispas de chocolate. No avena con pasas. —Me limpié la
boca con el dorso de la mano.
—Lo sé, pero olvidé comprar las chispas de chocolate en la tienda, y Kara ya venía
de camino. Teníamos pasas en nuestro lugar, así que pensé que estaría bien. Quiero decir…
avena con pasas es una especie de galleta de avena original.
—Las pasas ni siquiera se parecen a las chispas de chocolate. No puedes escurrir
esos pequeños hijos de puta en la comida sin advertir a las personas.
Apretó su labio entre los dientes.
—No es divertido. —Me volví y terminé de desempacar mi bolso.
Se le escapó un bufido.
—Es totalmente divertido. Solo son uvas. Te he visto comer uvas.
—Uvas muertas. Es como desenterrar un cadáver y tratar de follárselo cincuenta
años después del entierro.
Otro resoplido siguió mientras se inclinaba sobre sí, descansando sus manos en sus
rodillas, riendo tan fuerte que no podía respirar. 172
—Oh… oh, Dios… mío. Encontré tu talón de Aquiles. —Se secó las lágrimas de
sus ojos. Sus mejillas rojas. Su cuerpo aun vibrando de risa—. Pasas.
Descansando mis manos en mis caderas, dejé que se divirtiera un minuto más o
menos.
—¿Ya terminaste?
Tragó pesado, soltando su cabello de su coleta y acomodándolo hacia atrás mientras
asentía.
—Sí. Lo siento. Eso fue demasiado divertido.
—La semana pasada estabas matando el saco de boxeo en mi garaje. ¿Qué te parece
entrenar conmigo? Nada demasiado intenso. Solo tengo curiosidad por ver cómo te
desenvuelves con un humano real.
Se cruzó de brazos.
—Te hice sangrar.
—Sí. Pero no estaba esperándolo.
—Jessica dice que siempre lo espere.
Sin un segundo de advertencia, agarré su cuello con ambas manos y empecé a
empujarla hacia atrás. No duro, pero firme.
Inclinó su barbilla inmediatamente, enganchó un brazo por la parte superior de mis
brazos, aferrándome por la muñeca mientras empujaba su rodilla hacia mí y levantaba su
codo opuesto para golpearme en la cara.
La solté tan rápido como la agarré originalmente, dando un paso atrás y levantando
mis manos en señal de rendición.
—¿Por qué hiciste eso? —susurró pesadamente como si la hubiera asustado, con los
ojos completamente abiertos.
—Quería saber si siempre lo estás esperando.
Lo hacía. Aunque no le demostré lo sorprendido que estaba de que respondiera de
manera rápida y precisa.
Livy frotó su cuello, su cara tensa como si aún no pudiera creer lo que le hice. 173
Me acerqué y aparté su mano de su cuello suavemente, reemplazándola con mi cara,
mimándola y depositando besos donde habían estado mis manos.
—Buena chica.
Livy

—S
in marcas visibles —advirtió Jessica mientras nos
poníamos cinta en las manos en un centro de entrenamiento
vacío cerca de su casa el día antes del día de Acción de
Gracias—. Tu padre lo sabrá, y pagaremos muy caro.
Asentí. 174
—¿Qué tal Deb?
Me encogí de hombros.
—Está bien, pero no es como tú.
—¿Soy mejor? —Jessica enarcó una ceja.
—Sí. —Sonreí por un segundo antes de borrarlo—. Hace una semana, Slade me
agarró del cuello.
—¿Qué? —Su mirada se disparó hacia la mía, su voz dura con preocupación.
—Lo hizo a propósito para ver cómo reaccionaba. Sabe que estoy entrenando
contigo.
Jess asintió lentamente.
—¿Y?
—Hice lo que me enseñaste a hacer, pero antes de que pudiera aterrizar mi codo en
su cara, me soltó y dio un paso atrás. Creo que pensó que iba a patearle el trasero.
—No, Livy. Jamás tengas la suposición de que tu oponente piensa que eres mejor
que ellos. Esa es una gran debilidad de tu parte.
—Quieres decir que ¿no crees que eres mejor que yo?
—Por supuesto que soy mejor que tú. Simplemente no quiero que tú pienses que
soy mejor que tú. Tampoco quiero que pienses que eres mejor que yo. Somos tan buenos
como nuestro día más débil.
Retrocedí y me ajusté el casco.
—¿Cómo se supone que voy a salvar una vida, la mía, si soy tan buena como en mi
día más débil?
—Luchamos con las partes más fuertes de nuestro cuerpo. Escuchamos la voz de la
razón en nuestras cabezas. Pero en nuestro día más débil, luchamos con cada una de las
células de nuestro cuerpo. Luchamos por la pasión de vivir o salvar otra vida. Nos
alimentamos del dolor. Damos todo solo cuando sentimos que no tenemos nada que perder.
—Entonces ¿el miedo es fuerza? —Esquivé su primer golpe hacia mí, y ella asintió
con aprobación a mi movimiento.
—No. El miedo es paralizante. La desesperación te mantendrá viva. En ese 175
momento te das cuenta que harás absolutamente cualquier cosa para sobrevivir. Los
hombres han perdido el pene a manos de mujeres que no querían desesperadamente ser
violadas. Los hombres han perdido la vida a manos de mujeres que no querían
desesperadamente ser violadas. —Evitó mi siguiente golpe, pero luego aterricé uno en su
costado.
Eso, lamentablemente, me envió de culo.
Una hora después, todos nuestros moretones estuvieron contenidos en el área del
torso. Jessica lo llamaba “el día de las costillas y abdominales”. No supe lo que quiso decir
hasta que me metí en el auto sujetando mi cintura.
—Así que, este Slade ¿van en serio? —Bajó la visera y salió a toda velocidad del
estacionamiento.
—Creo que sí. No estoy segura. Es difícil de explicar.
—¿Por qué no lo invitaste para Acción de Gracias? Si es serio, no podrás esconderlo
de tu padre para siempre. Y presentarlo a toda la familia de una vez habría sido un gran
amortiguador.
—Lo invité, pero pasará las fiestas con su tío y madre en Florida, donde sus abuelos
están en un hogar de ancianos. —Revisé mi teléfono en busca de mensajes, emocionada de
ver uno de él con un Emoji de pavo y “te extraño” después.
Livy: Te extraño más. Besos. Pondremos pasas en nuestro relleno. Me abstendré a
escupirlas y compararlas con follar a un cadáver de cincuenta años. Puede que mi familia
no vea el humor en ello. Papá especialmente. Preguntará si en serio has hecho eso.
Wylder: Puedes decirle que estoy follándome exclusivamente a su única hija. Y la
mamada temprana de Acción de Gracias fue exquisita.
Puse mis ojos en blanco.
—¿Es él? —preguntó Jessica con una rápida mirada de reojo.
—Sí. Está siendo desagradable.
—¿Y por desagradable te refieres a inapropiado?
—Tal vez. —Mis mejillas se sonrojaron medida que escribía mi respuesta. 176
Livy: ¿Le dijiste a tu madre de la mamada?
Quería saber si le había dicho a su familia sobre mí. La revelación de la mamada era
opcional.
Wylder: Aún no. Lo mencionaré si me piden que dé los agradecimientos.
No quería reír en voz alta, pero no pude evitarlo.
—Ahora tienes que decirme lo que está escribiéndote —dijo Jessica.
—Dios, no. Sería como decirle a mi madre. —Apagué la pantalla de mi teléfono.
—¿Te invitó a pasar el día de Acción de Gracias con su familia?
Me encogí de hombros.
—No. Pero creo que sabía que no había manera de que dejara a mi padre en Acción
de Gracias.
—¿Crees que está involucrado emocionalmente en tu relación?
Emociones y relaciones. Dos cosas que no discutíamos.
—Bueno, me ama.
—¿Te lo dijo?
Asentí y sonreí, mirando por la ventana mientras cruzábamos el puente Golden Gate.
Toda la verdad se asentaba en la punta de mi lengua. El secretismo con su trabajo. El hecho
de que mató a un hombre por mí. Y la verdadera profundidad de mis emociones por él.
Pero no podía decirlo… no a Jessica. De todos los demás en el mundo, quería que ella, más
que ningún otro, vea mi fuerza porque había estado trabajando muy duro para dármela.
—Mamá decía que papá era un hombre complicado. Decía que no puedes juzgar a
alguien por el resultado de sus acciones. Que la persona indicada verá tu alma de una
manera que nadie más puede verla. Decía que se enamoró de su alma, y eso la marcó de
una manera que le hizo imposible no amarlo con todo su corazón. Nunca pensé mucho en
eso hasta que conocí a Slade.
Jess asintió lentamente, manteniendo sus ojos en la carretera.
—¿Hay algo sobre Slade que deba saber?
Mató a un hombre por mí. 177
—Simplemente es misterioso. Siento que lo conozco. Su alma, en cierto modo. Pero
también tiene un lado misterioso, y hay un montón de rumores sobre él que no creo que
sean ciertos. Y a veces me gusta no saber todo de él. ¿Sabes? Me gusta descubrirlo
lentamente. Como… el hecho de que odia las pasas.
—¿Los rumores son cosas como que odia las pasas? —Me lanzó otra mirada de
reojo rápida.
Me reí.
—No. Solo las cosas raras habituales que se difunden sobre cualquiera que es en su
mayor parte siempre reservado. Narcotraficante. Acompañante masculino. Cosas locas
como esa.
—Entonces ¿puede que estés o no saliendo con un traficante de drogas además de
acompañante masculino? Tal vez postergar la introducción a tu padre después de todo no
es tan mala idea. Además, si aún no lo ha hecho, seguro verificará sus antecedentes.
—¿Qué? —Mi boca cayó abierta—. ¿Hablas en serio?
Levantó un hombro.
—Es un friki de las computadoras. Puede piratear casi cualquier cosa. Si sabe dónde
vive, ya habrá guardado todo, desde su partida de nacimiento a las pruebas de ETS
positivas.
Mi cerebro se enganchó a esa pequeña pieza de información, preguntándose si sabría
quién era el jefe de Slade. Si lo hacía y era algo sospechoso, me lo habría dicho. Demonios,
me habría secuestrado físicamente y me habría encerrado en mi habitación de la infancia.
Dejé que la revelación de Jessica me de consuelo. Slade debe haber salido limpio en las
búsquedas de papá.
—Demasiado para dejarme encontrar mi propio camino en la vida.
Jessica soltó una carcajada.
—¿Tu papá? ¿Estamos hablando de la misma persona?
Puse mis ojos en blanco. Ahora que lo pienso, estaba bastante segura que fue mi
madre quien lo animó a hacer eso. Cuando murió, todo el asunto de la paternidad con 178
sentido común murió con ella.
R
egresé el sábado por la noche en lugar del domingo por la mañana como
estaba planeado. Papá no estuvo exactamente en el mejor estado de
ánimo. Nadie sabía por qué. Me pregunté si sería más difícil durante las
fiestas sin mamá. Siempre se había encargado de toda la cocina.
Cuando me di cuenta que mis chicas no estaban en casa, empaqué algunas cosas y
me dirigí a la estación de bomberos. Slade dijo que estaría en casa a última hora del
domingo, pero solo quería sentirme cerca de él. Quería enterrar mi cabeza en su almohada.
De hecho, eso fue lo que hice tan pronto como llegué allí. Intenté una videollamada con 179
Slade, por primera vez, con la esperanza de echar un vistazo a su familia o algo más
personal, pero no respondió.
Livy: ¿Me estás ignorando a propósito?
Entonces, le envié una foto de mí en la cama, vistiendo solo su camiseta de la UCLA,
mis piernas desnudas dobladas y abiertas: sexy pero de buen gusto puesto que la
iluminación no permitía una buena vista entera entre mis piernas.
Esperé y esperé una respuesta. Nada.
Sintiéndome sedienta y ansiando algo dulce, bajé las escaleras en busca de una lata
de refresco de cereza negra natural que guardaba en el refrigerador solo para mí. Deslicé
mi teléfono sobre la mesa y tomé asiento mientras destapaba la soda.
—¡Mierda! —La soda explotó como si la hubiera sacudido enloquecida, pero no lo
había hecho.
El líquido oscuro corrió en un río burbujeante desde la mesa hasta la alfombra de
color claro debajo de la mesa.
—Nooo… —Agarré el rollo de toallas de papel y arrojé un montón sobre la mesa
para detener el flujo antes de secar la fea mancha en su alfombra.
No podía imaginar que sea una alfombra cara, pero no lo sabía porque no sabía
mucho sobre su situación financiera o el precio de sus posesiones, que eran escasas.
Cuando intenté limpiarlo con un producto que encontré debajo del fregadero, la
mancha empeoró.
—Nooo… —Desplomándome sobre mi trasero, apoyé mis codos en mis rodillas y
colgué la cabeza. O tendría que comprar una alfombra nueva o tendría que enviarla para
que la limpien. Los padres de Aubrey tenían una empresa que recogía las alfombras en el
área, las limpiaban y las devolvían a la casa.
Con la derrota perezosa instalándose en mis huesos, me puse de pie, terminé de
limpiar la mesa y moví la mesa junto a las sillas para enrollar la alfombra. Habiendo
enrollado unos centímetros, me congelé. Un escalofrío recorrió mi espalda. Allí estaba. El 180
acceso al calabozo espeluznante del profesor Dickerson. Hasta aquí los rumores que decían
que lo habían tapiado cuando se restauró la casa. Seguí enrollando la alfombra muy
despacio. Con Slade, la casa nunca se había sentido embrujada.
Sin él… juro que escuché cada pequeño crujido y chirrido. Olí el humo del fuego
original. Y la temperatura pareció caer diez grados.
Los detalles del secuestro, el incendio, la chica universitaria siendo quemada viva…
todo cobró vida en mi cabeza. Pero la pregunta más importante que me atormentaba era…
¿Slade tendría algo almacenado en el calabozo? No, seguramente. Al menos esa era mi
esperanza.
Patatas. Los calabozos eran como sótanos ¿verdad? Manzanas, patatas, muchas
frutas y verduras que le gustaba tener frescas. Vino. Habría sido la bodega perfecta. Si tan
solo pudiera recordar que Slade alguna vez bebiera una copa de vino.
Nada.
Eso era lo que en realidad esperaba encontrar. Me tomó una buena media hora solo
observando la trampilla de tablones de madera para tener el valor de abrirla.
Si mis amigas hubieran estado en casa, les habría dicho que vengan y la abran
conmigo.
No estaban en casa.
Así que tendría que afrontarlo por mi cuenta. No fue fácil levantarla. El peso tensó
mis hombros a medida que usaba todo mi cuerpo para abrirla. Un olor a humedad salió del
agujero negro junto con otro descenso de temperatura. No podía ver nada, así que tomé mi
teléfono y encendí la linterna, apuntándola hacia el agujero. Lo único que apareció a la
vista fue una escalera para bajar al calabozo y el piso de concreto sucio debajo.
Solté un suspiro largo a medida que mi mano sosteniendo mi teléfono tembló un
poco.
—No puedo bajar ahí —susurré para mis adentros y los fantasmas observando por
encima de mí—. Pero tengo que hacerlo. —Con nada más que su camiseta de la UCLA,
bajé la escalera con mi teléfono aferrado en mi boca, la luz apuntando hacia abajo. 181
Mi atención se centraba en mis pies, asegurándome que no fallara los peldaños y
caiga. Una vez que llegué al piso, agarré mi teléfono y apunté la luz a la pared.
—Oh… Dios… mío…
El miedo me inundó en oleadas. La primera ola me dejó sin aliento. La segunda ola
golpeó mi corazón, llevándolo a un ritmo frenético. La tercera ola me paralizó.
Simplemente… me quedé allí, intentando darle sentido a la imagen que tenía ante mí.
Obligándome a moverme, giré en un círculo lento, llevándome la luz conmigo,
temblando hasta el punto que pensé que mis dientes podrían empezar a castañetear. Cada
metro cuadrado de la pared estaba cubierto de ganchos y estantes de armas. Un arsenal
como solo había visto en las películas.
Cuchillos.
Pistolas.
Granadas.
Algunas cosas con aspecto de misiles que no podía ni imaginar que fueran legales
para el uso particular de una persona, excepto los militares.
Ya no pensaba que los rumores estuvieran mal. Por el contrario, fueron
subestimados. Slade Wylder no era un simple traficante de drogas; era algo más grande.
¿De la mafia? No sabía. Lo que sí sabía era que… Slade no era una persona buena. Era
peligroso.
Y tenía que contárselo a alguien. Llamar a la policía.
Mi respiración se redujo al inicio de la hiperventilación. No podía ni respirar
plenamente, lo que me hizo quererlo, intentarlo, mucho más desesperadamente.
Retrocediendo hacia la escalera de peldaños de metal, aparté la mirada de las armas
y obligué a mis miembros temblorosos a subir la escalera, mi mano derecha intentando
sostener el peldaño y mi teléfono. Justo cuando llegué a la cima, mi teléfono cayó al suelo.
El staccato de mi respiración se intensificó ante la idea de volver a bajar para
recuperarlo. Mientras movía mi pie derecho para comenzar mi descenso una vez más, el
calor de una mano firme alrededor de mi muñeca envió ondas de choque a través de mi 182
cuerpo.
Con un jadeo doloroso, levanté mi barbilla hacia el rostro amenazador que pensé
que amaba.
Era una mujer tan estúpida.
—Livy… —Slade tiró de mi brazo para sacarme del calabozo.
—¡NO! —Intenté alejarme. No había escapatoria, pero apenas unos metros debajo
de mí había un montón de armas y municiones. Podía…
¿Qué podía? Mis pensamientos estaban fallando. No tenía ni idea de cómo cargar o
usar un arma. Quizás un cuchillo. Jessica me había enseñado cómo sostener un cuchillo y
dónde cortar a alguien para que sangre más.
—Livy… —repitió con más determinación en su voz.
Solté la escalera y me retorcí para librarme de su agarre, incluso si eso significaba
caer al suelo abajo. Mi lucha palideció en comparación con su fuerza. Me sacó del agujero.
Me solté de su agarre, cayendo de nuevo al suelo de la cocina, arrastrándome hacia atrás
de vuelta a la sala de estar y Jericho, mientras Slade cerraba la trampilla de una patada.
—Mi teléfono —dije en voz baja como si me hubiera dejado sin aire.
—¿Qué estabas haciendo ahí abajo? —Ladeó la cabeza, su frente más tensa que de
costumbre a medida que daba pasos calculados hacia mí.
—Yo… yo no quería creerlo. —Me puse de pie tan lentamente: una presa demasiado
consciente de su depredador.
Se humedeció sus labios y los frotó entre sí.
—¿Creer qué?
—Los rumores. Las droga. —Sacudí mi cabeza—. Simplemente no creí que
pudieras…
—¿Traficar drogas? —Se rio entre dientes, rascándose su barba desde la barbilla
hasta el cuello—. Cualquier idiota podría traficar con drogas. No soy traficante, Liv.
No es un traficante de drogas.
El peso de la única otra explicación lógica se instaló en mi estómago como una
granada con el pasador tirado. Armas… era traficante de armas. 183
—Sabes… me gustaba nosotros. No es que tenga mucho con lo que comparar. Pero
nosotros… me gustaba. Ya no eres necesitada y pegajosa. Eres inteligente. Le gustas a
Jericho. Eres jodidamente increíble en una tabla de surf. Y ni siquiera me hagas empezar
con el sexo. Lamentablemente, eres demasiado curiosa para tu propio bien.
Estaba tranquilo. Demasiado tranquilo.
Calculador. Demasiado calculador.
Debería haber estado abrazándolo. Deberíamos haber estado arrancándonos la ropa
de nuestros cuerpos.
Nuestros besos mezclados con susurros de amor.
Nuestras manos explorando territorio familiar.
Dos almas desesperadas fundiéndose en una.
Las emociones batallaban entre mi cabeza y mi corazón.
Ira.
Temor.
Resentimiento.
Incredulidad.
—Derramé una soda en la alfombra, así que la enrollé para limpiarla. —Me
sorprendí con la voz monótona que salió de mis labios.
—Entonces ¿cuáles son tus planes? —preguntó, volviendo a ladear la cabeza una
fracción, acercándose a mí sin dar pasos reales. Slade tenía una forma de controlar una
situación con una sola mirada.
—¿Mis planes? —susurré.
—Sí. Tus planes. ¿Vas a llamar a la policía? ¿Tus amigas? ¿Tu papá?
—¿Por qué? —Sacudí mi cabeza—. ¿Es el dinero? ¿Por qué vender armas? Podrías
ir a la cárcel durante mucho tiempo. Y… ¿y cómo puedes dormir de noche? Estás
vendiendo algo que quita vidas humanas. ¿Estás armando a terroristas? ¿Vendes armas que
cobran vidas inocentes? ¿Cómo a niños en las escuelas? —Mis palabras se intensificaron,
alimentadas por la ira hirviendo en mis venas.
—No vendo nada. 184
Tosiendo con total incredulidad, me pasé los dedos por mi cabello.
—Entonces… ¿qué? ¿Eres coleccionista? ¿Todas tus ausencias inexplicables son
solo tus compras en espectáculos de armas?
Sacudió la cabeza.
—Toma asiento.
—No. No voy a quedarme. —Apreté mis manos.
La mirada de Slade pasó a mis manos antes de barrer todo mi cuerpo y el cambio en
mi postura: ahora preparándome para luchar. Escapar.
—No voy a hacerte daño.
Me reí.
—Eso es tranquilizador. Entonces… —Apunté mi pulgar sobre mi hombro—.
Puedo vestirme e irme. ¿Cierto?
Sus labios se retorcieron, como si se mordiera el interior de su mejilla.
—Me gustas con mi camiseta.
—¿Sí? Bueno, me gustas desarmado.
Levantó sus manos y brazos lentamente, girando en un círculo lento.
—Estoy desarmado. Si no me crees, puedes desvestirme.
Eso me dolió profundamente. Él mirándome de la forma en que me miraba en la
furgoneta, en la playa, en su cama.
—Voy a llamar a la policía.
Su expresión permaneció inmutable. Pareció pasar una eternidad con él
contemplándome de esa manera. Me negué a moverme o hablar. Finalmente, sus ojos se
movieron, redirigiendo su atención al piso entre nosotros mientras asentía levemente a
medida que sacaba su teléfono de su bolsillo y lo desbloqueaba antes de entregármelo.
Me tomó un poco quitárselo. Tenía que haber una trampa. Abrí la pantalla del
teléfono.
No hizo nada.
Presioné nueve.
No hizo nada. 185
Presioné uno.
No hizo nada.
Después del último uno, mi pulgar se cernió sobre el botón de llamada.
Él. No. Hizo. Nada.
Las lágrimas inundaron mis ojos, derramándose, y corriendo por mis mejillas.
—Solo dime por qué las tienes. —El 9-1-1 en la pantalla se volvió borroso detrás
de mis lágrimas mientras mis manos sosteniendo el teléfono temblaban.
Sin importar lo que mi cerebro me dijera, y me gritaba que llamara a la policía y
corriera rápido y lejos, mi corazón lo amaba. Sentía la necesidad más irracional del mundo
de protegerlo. ¿Cómo podía sentir la necesidad de proteger a un hombre con un arsenal a
unos metros por debajo de nosotros?
A medida que más lágrimas ardieron por mis mejillas, apreté los dientes con la
misma ira con la que aferraba el teléfono en mis manos.
—¿Por qué? —pregunté entre un grito y un sollozo—. ¿Por qué puedes tan
jodidamente fácil llamar a la policía porque estaba mirando por la ventana de tu garaje,
pero no puedo obligarme a pulsar el maldito botón de llamada cuando tienes suficientes
armas para aniquilar a un pueblo pequeño? ¿POR QUÉ? —Arrojé el teléfono a través de
la habitación y me tapé la cara con mis manos mientras los sollozos se apoderaban de mí.
Sus manos gentiles se deslizaron por mi cabello a medida que sus labios cálidos se
presionaban contra mi coronilla.
—Porque eres una persona infinitamente mejor.
—Dime… —lloré—. T-tienes q-que d-decirme…
—Protejo a personas.
Me tomó varios segundos procesar sus palabras. Levantando mi cabeza lentamente,
apunté mi mirada llorosa hacia él, secándome las mejillas.
—¿Como un guardaespaldas?
Tomando mi cara entre sus manos, frotó sus pulgares por debajo de mis ojos.
—Si piensas en personas como algo más grande, como una población, entonces
seguro. Soy un guardaespaldas. 186
—No entiendo. —Me liberé de su agarre, dando un paso hacia atrás—. Tú… tienes
que decirlo. ¿Eres una mala persona? —Apreté mis labios para contener los sollozos más
inminentes, y negué con la cabeza una y otra vez—. Por favor, dime que no me enamoré
de un ser humano horrible —susurré.
Entrecerró sus ojos, los músculos de su mandíbula tensándose durante varios
segundos antes de tragar pesadamente.
—Le hago cosas malas a gente horrible.
—¿Por qué? —murmuré, secándome más lágrimas antes de cruzarme de brazos.
—Para que así las universitarias indefensas no sean violadas detrás de los
contenedores de basura.
Otra vez la carta del justiciero.
—¿Esto es un pasatiempo? ¿Un llamado como si fueras el único que puede levantar
el martillo del suelo?
—Es un trabajo.
—¿Un trabajo remunerado?
Asintió.
—¿Quién es tu jefe?
—No puedo decirte.
—Entonces ¿qué? ¿Eres un asesino? —Me reí un poco porque era ridículo.
—Sí.
Mis labios se separaron, mis músculos paralizados a medida que esperaba un “es
broma” o algo más que un sí.
—No… —Mi cabeza empezó a sacudirse de lado a lado y no pararía. Girándome,
aferré mi cabello en puñados, mi cabeza aun sacudiéndose mientras caminaba varios
metros hacia el sofá y regresaba—. No. No. No. Esto no es… no. No es mi vida. Voy a
lanzarme para presidente. No puedo tener “durmió con un asesino” en mi expediente. No.
Y mi papá… oh, Dios… —Mis dedos se curvaron, clavándose en mi cuero cabelludo y
tirando de mi cabello con más fuerza a medida que cerraba mis ojos y detenía mis pies—.
Va a encerrarme en mi habitación para siempre. 187
—Te salvé la vida. Debería sentirse jodidamente endeudado.
Mis ojos se abrieron de golpe, y mi cabeza volvió a sacudirse.
—No. No conoces a mi padre. No va a sentirse en deuda contigo. Va a sugerir que
te envíe una tarjeta de agradecimiento y va a sacarme de una jodida vez de Los Ángeles.
No puedo hacer esto. Tengo que irme. —Subí corriendo las escaleras para vestirme.
—Ahora eres una carga.
Mis manos se detuvieron mientras trabajaban para enganchar mi sujetador.
Entrecerré mis ojos, echándole un vistazo por encima del hombro.
—No lo soy.
—Te revelé mi identidad. Eso definitivamente te convierte en una carga.
Tragando el lodo espeso de inquietud en mi garganta, terminé de enganchar mi
sujetador y busqué a tientas mi camisa para pasarla por mi cabeza.
—E-entonces… ¿qué estás diciendo? —Saqué mi cabello fuera de la camisa y
agarré mis pantalones, mis manos trabajando tan rápido como era posible.
—Estoy diciendo que me iré en una hora.
—¿Irte? ¿A dónde? ¿Por qué? No voy a entregarte, Wylder. —Agarré mi bolso a
medida que metía mis pies descalzos en mis zapatillas.
—Solo ido. Porque te dejé vivir.
Mis movimientos frenéticos se detuvieron de golpe cuando mi cabeza se levantó
bruscamente para encontrar su mirada.
—¿Dejarme vivir?
—El protocolo es matarte.
—¿M-matarme? ¿Como un animal rabioso? ¿¡Qué carajo!? No soy un ser humano
horrible. Dijiste que hacías cosas malas a humanos horribles para salvar vidas. Asesinarme
no implica eso.
—Si voy a la cárcel, deja un vacío que llenar. Mientras ese vacío espera ser llenado,
personas inocentes están en peligro. Es una cuestión de números, Liv. Sacrificar a uno para
salvar a cien. 188
La emoción contorsionó mi rostro mientras luchaba contra la nueva ronda de
lágrimas.
—¿Quién eres? —susurré con voz ronca—. ¿Matarme? No puedes amarme y
matarme, Wylder.
—Dije que no te haría daño. Solo te estoy diciendo que… esto es todo. Me pones
en riesgo, así que tengo que irme.
—¿Tienes que desaparecer porque lo sé?
—Tengo que desaparecer porque no sabes. No sabes qué hacer con esta información
nueva. Y no puedo esperar a que lo descifres.
Mi boca se abrió a medida que sacudía mi cabeza.
—Yo… yo…
—¿Tú qué? ¿No vas a decir nada? ¿No vas a decírselo a tus amigas? ¿No vas a tener
un momento de debilidad cuando tu consciencia se apodere de ti? Es demasiado, Liv. —
Pasó rozándome hacia su armario, sacando una bolsa de cuero y metiendo ropa en ella—.
No espero que cargues esto en silencio. No debimos hacer…
Esa cosa imprudente en mi pecho comenzó a doler.
—¿No debimos hacer qué?
—Nada de esto. Todo esto. —Siguió metiendo ropa en su bolso. El arrepentimiento
brotando con cada movimiento brusco que hacía. Se arrepentía de nosotros. Se arrepentía
de mí.
No sabía cómo me sentía. La intensidad del dolor comenzaba a adormecer mi cuerpo
y mi mente.
—Mi teléfono.
Abrió la cremallera del bolsillo lateral de su bolso y sacó un fajo de dinero,
arrojándolos sobre la cama hacia mí. Debe de haber mil dólares esperando que lo tome.
—No necesito un teléfono nuevo. Simplemente…
—Teléfonos nuevos. Números nuevos.
En plural.
Estaba hablando de los dos. Todo nuevo. Nuevo siendo definido como en vivir sin 189
Slade Wylder.
—Tus clases.
—No es de tu incumbencia. —Desapareció en el baño.
Minutos antes temía por mi vida, pero ahí estaba él dejándome marcharme.
Asesinaba gente para ganarse la vida. Su destino probablemente involucraba la
cadena perpetua o una ejecución. La herida de bala. Estaba en el extremo receptor de
alguien que se negaba a morir tan fácilmente. No tenía nada que ver con él.
Sin querer explicarle a mi padre por qué necesitaba un teléfono nuevo, otra vez,
recogí el dinero en efectivo mientras más emociones se derramaban de mis ojos. Mis pies
pesados dejaron su dormitorio lentamente y bajaron las escaleras.
—Jericho… —Me arrodillé junto a su cama y lo abracé, tragando mis sollozos
silenciosos—. Te amo.
Incapaz de soportar un segundo más en la estación de bomberos y las cosas terribles
que les sucedieron a las personas que pasaban tiempo bajo su techo, avancé en línea recta
hacia la puerta trasera y corrí hacia mi Jeep.
—¡NOOO! —Golpeé mis manos contra el volante a medida que las emociones
destrozaban mi cuerpo. La última vez que me dolió tanto el pecho, me estaba despidiendo
de mamá mientras la bajaban al suelo—. Ouch… —Apreté mis manos magulladas contra
mi pecho como si pudiera evitar que mi corazón se desmoronara en una pila de polvo, los
restos de Wylder el terremoto.
Encendí el Jeep y lo puse en reversa, como retrocediendo por un acantilado. Si me
iba, no habría vuelta atrás. No habría segundas oportunidades. Él desaparecería para
siempre.
Nada más que otro fantasma en la estación de bomberos: un agujero enorme en mi
pecho. Meses de recuerdos que me atormentarían para siempre.
Por… siempre.
Pisé el freno a unos metros antes de la calle y aferré el volante hasta que mis nudillos
palidecieron y cerré los ojos. 190
—Mamá… dime qué hacer.
—… no puedes juzgar a alguien por el resultado de sus acciones. La persona
indicada verá tu alma de una manera que nadie más puede verla. Me enamoré del alma de
tu padre y eso me marcó de una manera que me hizo imposible no amarlo con todo mi
corazón.
Por siempre era demasiado tiempo. Había estado en el Jeep por menos de diez
minutos intentando irme, y mis pulmones no podían respirar sin él. Deteniéndome del todo,
recogí los pedazos de mi vulnerable…
Asustado…
Suicida…
Corazón estúpido, loco e impulsivo.
Y corrí al interior de la estación de bomberos justo cuando él bajaba dos bolsas por
las escaleras. Se detuvo en el último escalón, sus manos apretando las asas de las bolsas
dándome abundante pornografía venosa. Jadeé, mi corazón saltando fuera de mi pecho en
plena exhibición. Tragando las emociones espesas ahogándome, mi labio inferior
temblando mientras intentaba mantener la compostura, eché un vistazo a mi reloj y susurré:
—Diez minutos. —Mi mirada se elevó a la suya—. Me tomó diez minutos volver.
—En un parpadeo lento, perdí la batalla con mis lágrimas—. Mi cerebro me decía que me
vaya… —Parpadeé las lágrimas—… pero mi corazón nunca salió por la puerta. Así que,
si necesitas salvar el mundo, no diré nada a nadie. Solo quiero amarte.
No me dio nada cuando lo necesitaba todo.
Y me desinflé. Era demasiado tarde. No confiaba en mí. Solo necesité un respiro
para darme cuenta que sin él nunca tomaría otro.
¿Un respiro nos rompió? ¿Terminamos en diez minutos? ¿Podría retroceder en el
tiempo y deshacerme de mi soda derramada? ¿Borrar cuando vi el contenido del calabozo?
¿Podría volver y no temerle, no iniciar esa llamada a la policía?
—Nos rompí —murmuré derrotada a medida que mi postura se desinflaba y mi
mirada se posaba en mis pies, llenándose de lágrimas. Después de que el silencio entre
nosotros comenzó a desgarrar mi alma, respiré temblorosamente y me volví, yéndome 191
porque la decisión de quedarme ya no era mía.
—Te mudas conmigo. Si vas a quedarte… lo harás plenamente.
Me detuve a tres pasos de la puerta trasera, inclinando la cabeza poco a poco para
mirar por encima del hombro.
Dejó caer sus bolsos al suelo.
—¿Qué será, Livy?
Mi mirada se dirigió a la trampilla durante unos segundos antes de volver a sus ojos
oscuros, firmes con la gravedad de su ultimátum.
—Tú… —dije en voz tan baja que no estaba segura si me escuchó porque no
recuerdo haberme sentido decirlo. La palabra flotó en un suspiro, como si cada aliento
susurrara su nombre—. Siempre serás tú, Wylder.
—Entonces, ven aquí para que pueda amarte como tú a mí.
A pesar de la necesidad de correr a sus brazos, di cada paso con propósito, mi
corazón asegurándose que mi cerebro entienda que estábamos en esto plenamente. Incluso
cuando llegué a él, al ras con su cuerpo, mis manos ansiosas por tocarlo, tomamos otro
aliento antes de saltar por el acantilado.
Nuestros dedos en nuestros cabellos.
Nuestras bocas chocando, imprudentes y apasionadas.
Cuando nos tocamos, sentí como si una parte de mí se hubiera arraigado en él de
manera inamovible, y busqué frenéticamente esa pequeña parte de mí para sentirme entera
otra vez.
Así que sí… salté… plenamente.

192
Wylder

¿Q ué hice?
No necesitaba un título universitario. Simplemente se veía
bien. La imagen importaba. La percepción de normalidad importaba.
Livy se sentía normal. Los hombres de veinticinco años tenían novias. Sexo todas las
noches. Bebían cerveza y surfeaban. 193
La normalidad no significaba nada para mí. Dos padres, béisbol, y viajes a Disney
World no fueron parte de mi infancia. Abe me enseñó a cazar animales pequeños a los diez,
y a los trece acerté perfectamente al pulmón de un alce preciado. Después de dominar mis
habilidades de caza con arco, Abe puso un arma en mis manos a los catorce años. Dijo que
era innato, como mi padre.
Cacé a mi primer ser humano en mi decimoctavo cumpleaños. Abe lo llamó un rito
de iniciación. No sabía su nombre ni nada de él, excepto que violó y mató a la sobrina de
un senador de los Estados Unidos, pero la DA carecía de la evidencia para condenarlo. Así
que, desapareció… tres días antes de que yo cumpliera los dieciocho.
Los investigadores dijeron que el asesinato fue claramente un trabajo contratado.
Limpio.
Sin rastro.
Ejecutado por expertos.
Me enorgullecí de eso, al igual que Abe.
Después siguió el entrenamiento de combate, convirtiéndome en la máquina de
matar perfecta.
Abe dijo que las personas que realmente protegían a los ciudadanos no tenían rostro.
No usaban uniformes o insignias. Y operaban bajo una cadena de mando diferente.
Abe lo era.
Él era mi cadena de mando.
La única regla número uno que he aprendido a una edad muy temprana, cuando
rompió mi dedo medio por enseñárselo a mi madre en un arrebato, era que nunca cuestionas
o irrespetas a la autoridad. Ni siquiera sabía que hacer eso significaba eso. Había visto
algún otro niño en la escuela haciéndolo a un profesor cuando estaba de espaldas a la clase.
—¿Por qué este nudillo es más grande? —preguntó Livy levantando mi mano,
trazando las líneas a lo largo de mi palma, hasta ese nudillo que nunca sanó del todo bien.
Observaba a los dos chicos sentados frente a nosotros ese lunes por la mañana.
Miraban a Livy como si tuvieran alguna puta oportunidad con ella. Estaba seguro
que conseguía a menudo esas miradas, pero hasta entonces no lo había notado. Mis 194
instrucciones eran de protegerla, pero mi instinto posesivo con ella no surgió de inmediato.
—Me lo rompí cuando tenía doce años.
Se llevó mi mano a sus labios, besando mis nudillos.
—¿Cómo?
—Se lo enseñé a la persona equivocada.
Riendo entre dientes, soltó mi mano para sacar su computadora de su bolso.
—Ojalá hubiera conocido a Slade Wylder, de doce años. Apuesto a que podríamos
haber provocado muchos problemas.
—¿Eras una alborotadora?
Sonrió, dándome una mirada rápida de soslayo mientras abría su computadora
portátil.
—Oh, cariño, no tienes idea. —Se quitó una goma para el cabello de la muñeca,
recogió su cabello ondulado y lo retorció en una bola desordenada en su cabeza, moviendo
la goma alrededor de él en todas direcciones. Lo hacía al comienzo de cada clase, tal vez
esperando a que se le seque el cabello después de la ducha o del surf temprano en la
mañana.
Centrarme en una mujer me parecía extraño.
Besé a Jenny Pedersen en sexto grado porque mis amigos dijeron que debía hacerlo,
no porque tuviera tanto interés en las chicas en ese momento. Me follé a Erika Taylor en
el asiento trasero del Chevy Malibu de sus padres a los quince años porque Abe me dijo
que tenía que ser un hombre. En retrospectiva, creo que se refería a sacar la basura y ayudar
a mamá en casa.
Nunca tuve una verdadera novia. Era difícil concentrarme en perfeccionar mis
habilidades con el cuchillo y armas y chicas. El Internet me proporcionó todo lo que
necesitaba para masturbarme antes de quedarme dormido cada noche. Para cuando
comencé la universidad, no tenía interés ni tiempo para tener citas.
Cuando la situación se presentaba, encontraba una aventura de una noche al azar
para rascar la picazón ocasional.
—¿Por qué la mirada? —susurró, inclinándose hacia mí a medida que el profesor 195
comenzaba a hablar.
Sacudí mi cabeza lentamente, sin darme cuenta que la había estado mirando
fijamente.
—Nada. —Parpadeé un par de veces, intentando concentrarme.
—No parece que sea nada.
Mi atención se desvió de sus ojos a sus labios, bajé por su cuello y pecho hasta sus
pequeñas tetas alegres presionadas contra su camiseta apretada.
—Es hora de irnos.
Sus ojos se abrieron por completo, y sus labios se separaron.
—Uh… ¿lo es?
Agarré su computadora portátil y la metí en su bolso. Poniéndome de pie, puse mi
mochila sobre mi hombro. Con una mano, tomé su bolso; con la otra, tomé su mano y la
arrastré fuera del auditorio.
—Wylder… —Casi tropieza a medida que la conducía por el pasillo hasta una serie
de oficinas.
—Vete —dije al asistente de postgrado sentado en su pequeño escritorio.
—¿Qué estás…?
—¿Cómo vas de oxígeno, Stu?
Se echó hacia atrás en su silla.
—Bien. ¿P-por qué?
—Vete de una puta vez. Puedes volver en treinta minutos. —Solo necesitaba diez,
pero no quería poner a Livy demasiado nerviosa por su regreso inminente.
—E-está bien. —Agarró su bolsa cuando le di un suave empujón hacia la puerta.
Jericho se sentó junto a la puerta tan pronto como la cerré y bloqueé.
—Wylder…
Me volví y estrellé mi boca contra la de ella, sosteniendo su rostro entre mis manos
para llegar tan profundo como mi lengua pudiera llegar. Su trasero golpeó el escritorio con
patas de metal, sus manos aferrándose a mis brazos para estabilizarse.
Mi boca se separó de la suya bruscamente, y devoré su cuello, abriéndome paso con 196
mis labios hasta su oreja.
—Maldita sea, necesito esto, demasiado.
No me cuestionó. Sus manos subieron mi camiseta hasta mi torso. La mía tanteó su
sujetador, arrancándolo hacia abajo en la parte delantera para liberar sus senos.
—¡Ahhh! —Su cabeza cayó hacia atrás cuando pellizqué su pezón, probablemente
demasiado fuerte.
La levanté sobre el escritorio, guiándola para que se recueste, empujando el monitor
de la computadora peligrosamente cerca del borde, el teclado estrellándose contra el piso.
Empujando su camisa por su pecho, chupé sus senos: mordiendo y tirando de sus
pezones a medida que arqueaba la espalda del escritorio.
—Wylder… —Enredó sus dedos en mi cabello, ordenándome que baje por su
estómago.
Le eché un vistazo cuando mi lengua se hundió en su ombligo perforado. Sus ojos
pesados y sus labios entreabiertos alimentaron mi propia embriaguez. Le desabotoné sus
pantalones cortos y los deslicé por sus piernas con sus bragas. Mirando hacia sus piernas
abiertas ante mí como una ofrenda a un dios que sentía que no existía, trabajé rápidamente
para liberar mi pene dolorido de los confines de mis jeans.
Los talones de sus zapatos de lona blancos se plantaron en el borde del escritorio
mientras presionaba mis manos contra sus rodillas, abriéndolas más e inclinando mi cabeza
para saborearla.
—Wyyylllderrr… —chilló mi nombre por una eternidad, su pelvis sacudiéndose del
escritorio, persiguiendo mi lengua.
Aunque quería sentirla correrse deshecha contra mi boca, necesitaba estar dentro de
ella.
Un largo “sííííí” escapó de sus suaves labios cuando empujé lo más profundo que
pude, deteniéndome por un breve momento hasta que ella abrió los ojos. Luego me moví.
Rápido.
Duro. 197
Desesperado.
No sabía lo que era… los chicos estúpidos viéndola en el salón, su camiseta
apretada, los recuerdos de mi infancia sin vida, o que supiera mi secreto… y se quedara.
Maldición. Se. Quedó.
Todo lo que sabía era que no podía tener suficiente.
No podía besarla lo suficientemente duro.
No podía hacer que dure el tiempo suficiente.
Livy era una parte de mi vida que no podía controlar. Desarmaba al hombre que
necesitaba sentir el gatillo frío en su dedo para sentirse normal.
—Bésame… Wylder… —Sujetó mi cara, apartándome de sus senos a sus labios a
medida que embestía una y otra vez, sus piernas alrededor de mi cintura, sus tobillos
enlazados—. D-de-detente… detente…
—Liv… —rogó, incapaz de imaginar por qué quería que detenga algo que se sentía
imparable.
—¡Detente! —dijo con firmeza. No con rabia, solo con mucha insistencia.
Me detuve. Jadeando. Confundido. Preocupado.
Presionó sus manos en mis mejillas a medida que nuestras respiraciones mentoladas
se mezclaban a escasos centímetros.
—¿Lo sientes?
—¿Qué, Liv? —pregunté con impaciencia entrelazando mis palabras y rodándolas
fuera de mi cuerpo.
—Querer algo tanto que duele. —Su respiración era tan laboriosa como la mía—.
Quererlo más allá de toda razón. Ese momento cuando el resto del mundo no importa
porque necesitas algo. El dolor. La incapacidad de respirar. Tu corazón latiendo fuera de
tu pecho.
—Livy… —Hice una mueca, necesitando moverme.
—Es por eso que volví. Es por eso que me quedé. Siéntelo… sé que todas las células
de mi cuerpo se sintieron ayer así.
—Lo siento —susurré, tomando su boca con la mía. Tomando toda ella a medida 198
que encontraba mi liberación, un momento temporal de alivio de la loca necesidad
inclemente.
No sabía qué hacer con los sentimientos.
Todos esos jodidos sentimientos acumulándose y sin lugar para ponerlos.
Livy

—S
i se entera… —Kara me ayudó a empacar las pocas
pertenencias que compré después del incendio en la parte
trasera de mi jeep—… se volverá loco.
Cerré la puerta trasera.
—Es muy poco probable que me visite de forma inesperada. Mi cama aún está aquí. 199
Soy adulta. No necesito del permiso de mi papi para vivir con mi novio.
—Entonces, díselo.
—Diablos, no. —Me reí—. No necesito su permiso, pero sí necesito que
simplemente no se entere por un tiempo.
Puso sus ojos en blanco.
—Aún no veo por qué Slade no te pidió que vivas con él justo después del incendio.
Me encogí de hombros, abriendo la puerta del conductor.
—En cierto modo, se ofreció… al menos temporalmente. Pero entonces vino papá.
Los padres de Aubrey encontraron esta casa, así que solo seguí la corriente ya que él no lo
mencionó de nuevo hasta hace dos días.
—¿Escuchas fantasmas?
—No. —Me reí.
—¿No te preguntas si aún sigue habiendo un calabozo oculto?
—No. No me lo pregunto en absoluto. —Le lancé una gran sonrisa mientras
encendía el Jeep.
—¿Surfeamos mañana?
—Tal vez. Depende de mí noche.
—Te refieres al sexo. Depende de cuánto tiempo mantenga su polla dentro de ti.
Poniéndome mis lentes de sol, repetí la misma sonrisa come-mierda. No le había
dicho a ella ni a ninguna otra persona del sexo matutino en la oficina del asistente del
profesor. La única explicación de Slade después de volver a ponernos nuestras ropas fue
que Stu “le debía una”.
Compré pizza de camino a la estación de bomberos, teniendo definitivamente un
momento de pánico al mudarme a la estación. Después de que paré mi intento de dejarlo y
decidí estar con él el domingo por la noche, tuvimos interminables horas de sexo sin hablar
de la seriedad de todo.
El lunes por la mañana fuimos a clases.
Tuvimos sexo increíblemente caliente en un escritorio.
Un beso de despedida con un “nos vemos”. 200
Y eso fue todo.
Entré en el camino de entrada en el espacio vacío donde la SUV de Wylder solía
estacionarse. No mencionó ir a ninguna parte. Cuando me dirigía hacia la puerta trasera
con la pizza, un ruido en el garaje me detuvo antes de llegar al porche. Abrí la puerta lateral
del garaje, congelándome ante la vista de un hombre extraño fumando un cigarro, mientras
inspeccionaba las piezas del proyecto de soldadura de Slade.
—Livy Knight. —El hombre que parecía un poco mayor que mi padre (cabeza
rapada, chaqueta de cuero, tatuajes a lo largo de su brazo derecho y miembros gruesos)
arrastró su mirada repugnante por mi cuerpo. Tenía la apariencia de un portero de club
nocturno con un lado extra espeluznante.
—¿Quién eres tú? —Arrugué la nariz ante su hedor.
Dio unas caladas rápidas a su cigarro y sonrió, sus dientes manchados de nicotina.
—Abe. Un… amigo de Slade.
—Lo dudo. —Dejé la puerta abierta y mi cuerpo a la vista de cualquiera que
condujera por la calle.
Su cabeza se inclinó una fracción a medida que giraba el cigarro entre sus dedos.
—¿Por qué, cariño?
—No creo que tenga amigos.
Abe soltó una carcajada abierta, echando la cabeza hacia atrás.
—Touché. Buena esa. Probablemente tienes razón. Le he dicho que tiene que hacer
amigos, pero nunca escucha.
—¿Cómo sabes mi nombre? —Dudaba mucho que Slade hablara de mí con su
“amigo”.
—Mencionó que ibas a mudarte. Le dije que es una idea terrible. No te ofendas.
Fruncí el ceño.
—Es solo que las jovencitas son distracciones. Problemas. Y me gustaría verlo
terminar su último año en la universidad sin dichas distracciones problemáticas. Si ustedes
dos quieren follar como conejitos… estoy bien con eso. —Dio varias caladas más a su
cigarro mientras mi rostro se transformaba en disgusto—. Pero creo que deberías arrastrar 201
tu culo de vuelta a tu propia cama cuando hayan terminado.
—¿Quién eres tú? —Eché un vistazo hacia la calle, sintiéndome incómoda.
—Te lo dije… un amigo.
—Bueno, amigo… como puedes ver, Slade no está aquí, así que ¿por qué no lo
llamas la próxima vez antes de pasarte con tus consejos no solicitados.
Sus botas se arrastraron por el sucio piso del garaje, acercándose más a mí. Retrocedí
algunos pasos tambaleantes, casi dejando caer la caja de pizza.
—Tengo que concedérselo… eres una cosita muy bonita. ¿Heredaste esos mechones
rubios playeros de tu mamá o papá? —Se estiró a mi cabeza, mi hombro, mi cabello… ni
siquiera lo conocía. Simplemente sabía que ningún hombre volvería a aprovecharse de mí.
—¡Mierda! —gruñó cuando agarré su brazo, acercándolo más a mí de modo que
pudiera aterrizar mi rodilla en su ingle y al mismo tiempo plantar mi codo en su cara.
Con la caja de pizza en el suelo, cuadré mi cuerpo y me preparé para una pelea, con
los puños levantados para proteger mi cabeza.
—Jesús… maldita sea, no voy a pelear contigo, jodida perra flacucha. —Se alejó
varios pasos de mí, pellizcándose su nariz sangrante—. ¿Slade te enseñó eso? —Sacó un
pañuelo de su bolsillo trasero para limpiar la sangre.
Negué con la cabeza.
—¿Tu papá?
Negué con la cabeza.
Luego puso esta mirada en su rostro, una expresión extraña de complicidad, y
sonrió.
—Encantado de conocerte, Livy Knight. —Se volvió y caminó hacia el sedán blanco
estacionado al otro lado de la calle.
Una vez que se fue, me froté el codo y reprimí las lágrimas a medida que mis manos
temblorosas recuperaban la caja de pizza (boca abajo) del suelo. Me apresuré a entrar en la
casa, optando por sacar mis cosas de la parte trasera del Jeep cuando Slade regresara… de 202
donde diablos hubiera ido.
—Imbécil —murmuré, quitando un pedazo de pizza de la tapa de la caja de cartón
y colocándolo en un plato justo cuando la puerta trasera se abrió y Jericho entró a toda
prisa, sacudiendo su cola y sacando la lengua.
Me agaché y lo abracé antes de rascarle detrás de las orejas.
—¿Dónde estabas cuando te necesitaba? —Mientras me levantaba lentamente,
Jericho trotó hacia la sala de estar, y Slade me observó con sospecha a medida que arrojaba
sus llaves sobre la encimera—. ¿Dónde estabas?
—Trabajando. ¿Por qué?
Había estado “trabajando” muchas veces desde que lo conocí, pero la revelación de
su trabajo me hizo quedarme inmóvil con su confesión. Slade era un asesino. Así que, si
estaba trabajando…
—Así que, solo… —Mi mirada se desvió hacia mi plato. Pensé que podía manejar
la verdad, y no iba a darme por vencida, pero iba a tomarme algún tiempo para
acostumbrarse antes de que pudiera sonreír y decir: “Hola, cariño ¿qué tal tu día?”
—Livy, no es… —cerró los ojos y se frotó las sienes—. Hay más que tirar de un
gatillo. Paso la mayor parte de mi tiempo averiguando cosas. Ubicaciones. Los
movimientos del objetivo. Las rutinas.
Aclaré mi garganta y me llevé el trozo de pizza destrozada a la boca.
—Entonces ¿no acabas de matar a alguien?
—¿Qué quisiste decir cuando le dijiste a Jericho que no estaba cuando lo
necesitabas?
Todo un cambio sutil de tema.
—Tu amigo Abe estaba en el garaje cuando llegué.
—¿Abe? —Entrecerró los ojos.
—Entonces ¿no lo conoces?
Sacudió la cabeza, sus ojos aún entrecerrados.
—No. Lo conozco. Simplemente no entiendo por qué estaba aquí. ¿Qué dijo? 203
—Dijo muchas cosas no tan asombrosas. Pero las más destacadas son: no debería
mudarme contigo, follar está bien, pero debería “arrastrar mi culo de vuelta a mi propia
cama” cuando hayamos terminado.
Asintió lentamente.
—Me encargaré de él.
—¿Quién es? Porque es espeluznante, y trató de tocarme, así que tuve que dejar caer
la maldita pizza en el suelo, y ahora está arruinada, y…
—¿Tocarte? ¿A qué te refieres? —Se quitó su chaqueta de mezclilla y la arrojó sobre
la silla antes de agarrar mi muñeca y tomar un bocado de mi pizza.
—Me refiero a este extraño hombre intimidante que sabía mi nombre se acercó a mi
cabeza. Creo que estaba intentando tocar mi cabello porque acababa de mencionarlo. Y
reaccioné. Le di un rodillazo en la ingle y le planté el codo en la cara.
Slade se detuvo a medio masticar, sus ojos inspeccionándome más a fondo.
—¿Te lastimó?
—No.
—¿Estás segura?
—Sí. Me asustó, pero no terminó de ponerme la mano encima. Simplemente se fue,
pero no sin antes preguntarme si me enseñaste a hacer lo que le hice.
El rostro de Slade permaneció tenso y contemplativo.
—¿Le hiciste sangrar?
Asentí.
Tomó la parte posterior de mi cabeza y besó mi frente.
—Buena chica.
Tomando una respiración lenta, usé mi máscara más valiente. No quería que él,
Jessica o alguien más supiera lo cerca que estaba de cagarme encima y caer hecha un ovillo
de impotencia como lo hice la noche en la tienda de conveniencia.
Después de que comimos lo que pudimos de la pizza y llevamos las pocas cajas con
mi ropa y otras pertenencias al interior, me bañé mientras él estaba sentado en la cama
estudiando para un examen. No podía verlo, pero podíamos oírnos fácilmente entre sí. 204
—Antes cambiaste de tema —comenté, deslizando una esponja sobre mi hombro.
—¿De qué hablas?
—Antes, cuando te pregunté por Abe, sobre tu amistad… cómo lo conocías, me
eludiste.
—Él es… —Una pausa cargada espesó el aire, y no pude evitar preguntarme si
estaba contemplando contestarme o inventar una mentira—. Mi tío.
Una mentira.
¿El tío Abe?
No le creía.
—¿El hermano de tu madre o de tu padre?
—De mi padre.
—Parecía bastante involucrado con tu vida. Tu carrera universitaria. Tus
compañeros de cuarto. Tu vida sexual.
—Papá murió cuando tenía tres años. Abe fue una especie de figura paterna.
Simplemente es protector.
—¿Sabe lo que haces? ¿Qué no necesitas que nadie te proteja? ¿Sabe lo que hay en
tu calabozo?
—¿Sabes que mañana tengo un examen y algunos tenemos que estudiar?
Sonreí, tirando del desagüe de la bañera y agarrando una toalla mientras me ponía
de pie.
—Te ayudaré a estudiar.
—No necesito de tu ayuda.
—Si tienes que estudiar, entonces necesitas ayuda. —Moví mi cabello hacia un lado,
apretándolo con la toalla. Después de ponerme mis bragas de algodón con encaje en la
cintura y un top corto, até la toalla alrededor de mi cabeza, me lavé los dientes y rodeé la
esquina.
Se detuvo un momento en su estudio para inspeccionar mi cuerpo profundamente.
—Dije que tengo que estudiar. 205
Me encogí de hombros.
—Ya me cepillé mis dientes, y estoy lista para ir a la cama. La luz no me molesta.
Quédate despierto hasta tan tarde como quieras.
—¿Tienes algo contra las franelas?
Me reí.
—Si vamos a vivir juntos, tienes que acostumbrarte a mí estando aquí, usando lo
que me gusta llevar a la cama, dejando burbujas de jabón en tu bañera, y la tapa de la
mantequilla de maní a un lado. Y yo tendré que acostumbrarte a lo que sea que hagas de
forma regular, las partes de tu rutina diaria.
—Veo porno y me masturbo antes de irme a dormir. —Se rascó el cuello, levantando
la barbilla.
Mis cejas subieron por mi frente.
—B-bueno. Yo... —No tenía nada. Sabía que lo dijo para sacarme una reacción,
pero no sabía qué reacción esperaba, sobre todo porque no tenía ni idea de cómo reaccionar.
Aclarándome la garganta, me quité la toalla de la cabeza, apagué la luz del baño y me
acerqué a mi lado de la cama—. No necesitas porno; me tienes aquí. —Conecté mi teléfono.
—¿Mi propia estrella porno personal? —Cerró su computadora portátil sobre sus
piernas extendidas y levantó los brazos, entrelazando los dedos detrás de su cabeza.
Sentándome al borde de la cama, agarré mi botella de loción y froté un poco en mis
piernas, ignorando su comentario. Cuando no dijo nada más, eché un vistazo por encima
del hombro sin dejar de hidratarme.
—¿Por qué esa mirada?
—Nada —susurró, después de una pausa larga.
—Es algo. He notado esa mirada contemplativa muy seguido en las últimas
veinticuatro horas. ¿Te estás arrepintiendo de esto? ¿De mí? ¿Aquí? —Cerré la loción y
me enfrenté a su lado de la cama, con las piernas cruzadas y los brazos ligeramente
abrazados a mi cintura.
Otra sacudida lenta de cabeza.
—Es simplemente extraño. 206
—¿Yo?
—En cierto modo. —Su mirada perezosa se clavó en mi rostro, pero parecía estar
lejos de enfocarse—. Tú… como en una compañera de cuarto. Tú… como en una mujer.
—¿Nunca habías tenido un compañero de cuarto? ¿O viviste con una novia?
—No. ¿Has vivido con un chico antes que yo?
Asentí.
—Bueno, extraoficialmente. Supongo que también vivo contigo extraoficialmente.
—¿Qué significa eso?
—Significa que mi padre no lo sabe. Significa que mi correo no llega aquí. Significa
que dejé algunas cosas en la otra casa, así como mi cama y la ropa que no uso.
—Este otro tipo… —Sus labios se retorcieron y entrecerró sus ojos ligeramente.
Su curiosidad me dio un poco de euforia. No quería ser controlada por Wylder o a
decir verdad por nadie, pero no era del todo malo un poco de celos.
—Patrick. Segundo año. Viví extraoficialmente en su apartamento durante tres
meses.
—¿Qué pasó?
Me encogí de hombros, y arañé mi labio inferior con mis dientes durante unos
segundos.
—Pasó una morena de cabello rizado. No me estaba sintiendo bien, así que me salté
mis clases de la tarde. Solo quería meterme en la cama y morir por unos días. Me dolía el
cuerpo por todas partes. Juro que hasta me dolía el cabello. Cuando abrí la puerta del
dormitorio, Patrick estaba… bombeando en ella. —Me reí, una triste, pero tuve que
ceñirme al lado humorístico de la situación para mantener mi cordura—. Ella estaba en la
cama… a cuatro patas… y él se paraba al extremo con su trasero desnudo hacia mí. Y solo
miré.
Una sonrisa jugó en los labios de Wylder.
—Pervertida.
Mi mirada lejana se clavó en sus ojos entonces, y no pude ocultar mi propia sonrisa.
—¿Cierto? Es justo cuando me di cuenta por primera vez que tenía el trasero 207
bastante peludo. Y la chica tenía un gran futuro como estrella porno. Solo siguió gritando
“Sí dulzura, sí dulzura, sí dulzura…”
—¿Cuánto tiempo miraste?
Mi sonrisa se hinchó un poco más.
—Hasta el final.
Él rio.
—¿En serio?
Asentí.
—Ella se tambaleó hacia adelante, colapsando sobre su estómago, y él se pasó los
dedos por el cabello y se giró como si finalmente sintiera mi presencia.
—¿Qué dijiste?
—Nada. Me dolía demasiado el cuerpo y necesitaba vomitar. Por suerte para mí, el
bolso lujoso de la morena estaba justo al lado de la puerta, así que vacié el contenido de mi
estómago en él, me limpié la boca con el dorso de mi mano, y le dije a Patrick que volvería
después por mis cosas. Así que, ahí está. Solo otro caso en el que me rompen el corazón.
¿Te han roto el tuyo?
Sacudió la cabeza lentamente, como si todo el concepto le fuera extraño.
Mi sonrisa perdió impulso, y mis manos juguetearon con el borde de la manta
mientras me concentraba en el hilo que se estaba soltando de la costura.
—Eres el próximo. Simplemente lo siento.
—¿El próximo a qué?
—Romper mi corazón.
—¿Por qué dices eso?
Mi mirada se alzó poco a poco para encontrarse con la suya a medida que él dejaba
caer sus manos, dejándolas flácidas junto a él en la cama.
—Porque no sé por qué te gusta soldar cosas o qué estás haciendo en el garaje. No
sé por qué conseguiste a Jericho o el nombre de tu madre. No sé cómo murió tu padre o
quién es la mujer que conduce el Lexus y abraza a Jericho y te besa. Y no sé por qué dejaste
la universidad. 208
Su rostro estoico no se movió durante varios segundos.
—¿Esas cosas son importantes para el bienestar de tu corazón?
Asentí.
—No te he preguntado el nombre de tu mamá o cómo murió… y estoy bien.
—Ryn. Y murió en un accidente de auto cuando tenía catorce años. La enterramos
con el vestido rosa suave que llevó el día que me trajo a casa del hospital. Mi papá durmió
literalmente en su tumba durante varios días mientras yo me quedaba con mi tía y tío.
Cuando conoció a mi papá, tenía un pastor alemán llamado Gunner. Vi fotos, pero no lo
recuerdo. Es lo primero que me atrajo de Jerry.
—Jericho.
—Jódete, Wylder. Siempre va a ser mi Jerry.
—Oh, Livy… —se inclinó para dejar su portátil en su mesita de noche—…
definitivamente vamos a joder un poco. —Al segundo en que me miró, su mano agarró la
parte posterior de mi cabeza, llevando mis labios a los suyos.
Retrocedí.
—Voy a cobrarte esta noche por el sexo.
—Entonces, estoy bien. —Se dio la vuelta y apagó la luz.
Permanecí inmóvil, congelada por la incredulidad mientras colocaba la almohada y
se cubría parcialmente el torso con la sábana, soltando un suspiro profundo a medida que
descansaba las manos sobre su pecho. No todo en la vida tenía que ser un juego, pero
odiaba sentir que de hecho estaba jugando conmigo… y estaba ganando.
—Buenas noches. —Me quité mi top y bajé mis bragas, dejándolas junto a su cabeza
sobre la almohada, de modo que supiera, en caso de que no hubiera captado lo que hice.
Acurrucándome debajo de las mantas, rodé sobre mi costado, dándole la espalda.
Le tomó varios minutos, pero rompió el silencio.
—Mary. —Rodó hacia mí y su mano se apoyó en mi cadera desnuda—. El nombre
de mi madre es Mary. Y estoy soldando un botellero de vino para ella porque su hermana
tomó el que su padre hizo cuando mis abuelos fueron a un hogar de ancianos. Mamá estaba
desconsolada porque mi abuelo era soldador y lo hizo para mi abuela. Y su hermana ni 209
siquiera bebe vino.
Descansé mi mano sobre la suya y la guie hasta mi pecho. Lo apretó antes de atrapar
mi pezón entre su pulgar y su dedo, dándole un ligero tirón y enviando una ráfaga de
necesidad justo entre mis piernas.
—Uno de mis objetivos… tenía un cachorro nuevo. Un pastor alemán. Cuando él…
murió… me llevé a su cachorro.
Jericho perteneció a un hombre a quien Wylder asesinó. No lo habría visto venir.
Me tomó unos minutos digerir esa información, pero cuando lo hice, moví su mano de mi
seno a mis abdominales, justo en mi ombligo. Él tiró de mi piercing, y la sensación
hormigueó un poco más bajo.
—Mi padre murió en la línea de fuego. No recuerdo nada de él… era demasiado
joven. Nunca se casó con mamá ni vivió con nosotros.
Mis dedos se movieron muy suaves a lo largo de su brazo sobre mí antes de cubrir
su mano una vez más y moverla más abajo.
Jadeé bruscamente cuando hundió dos dedos dentro de mí, más rápido y más duro
de lo que esperaba. Su mano entera me acunó allí, acercándome más hasta que su erección
se deslizó entre mis piernas. No me había dado cuenta que se quitó sus calzoncillos bóxer.
Me folló con sus dedos duro y lento, curvándolos para golpear mi punto G.
Mi mano arañó la suya, la intensidad casi demasiado, pero en realidad no quería que
se detenga. Simplemente no estaba esperando que vaya de dos a diez en menos de cinco
segundos.
Su aliento caliente rozó mi oreja.
—La mujer del Lexus…
Jadeé, clavando mis uñas en su mano implacable.
—Es mi prima. La hija de Abe. Limpia mis desastres.
—W-Wylder… —Estaba tan cerca de ver todas las bonitas estrellas del orgasmo.
—Y yo fui el objetivo de una persona por un tiempo, así que tuve que desaparecer 210
hasta que la amenaza fue neutralizada. ¿Ahora estamos bien, Liv? —susurró, y fue tan
profundo y controlado que casi lo pierdo solo por su voz.
Sus dedos desaparecieron y sus dientes se clavaron en mi hombro.
Una mano controladora agarró mi pierna y la levantó sobre su cadera mientras se
deslizaba dentro de mí desde atrás con un fuerte empujón.
Se sintió bien.
Él era bueno.
Todo estaba tan… jodidamente… bien.
Wylder

—¿L a rompió? —pregunté, sentándome frente a Abe en nuestra


mesa habitual. Café habitual.
El mismo hedor a grasa.
Misma camarera.
El mismo ventilador sobre nuestras cabezas chirriando. 211
Pasó el dedo por el puente de su nariz.
—Nah. No voy a mentir, no estaba esperándolo.
Sonreí.
—Claramente. También me atrapó así, hace un tiempo. Su tía… en sus cincuenta…
la ha estado entrenando en defensa personal. Una jodida contable.
—Su tía ¿eh? —Abe dejó su sándwich y se limpió la boca.
—Sí. —Tomé un sorbo de mi agua helada, mirando por la ventana durante unos
segundos—. ¿Qué estabas haciendo allí?
—Solo quería verla.
—¿Por qué?
—¿Tengo que tener una razón?
Su respuesta me crispó los nervios.
—Estoy vigilándola. Manteniéndola a salvo. No tienes que preocuparte por ello.
—Oh, no estoy preocupado. Sé que estás sobre ella. —Sonrió.
Mantuve mi reacción neutral. Abe era el hombre en quien más confiaba en mi vida.
También era la persona a la que más temía. Estaba bastante seguro que era
exactamente como él pretendía que sea.
—Sabe que no tienes amigos. ¿Qué más sabe de ti?
Encogiéndome de hombros, eché un vistazo a la pantalla de mi teléfono y el mensaje
de Livy.
Livy: Estoy surfeando. Cenaré con las chicas. No me esperes despierto. Besos.
—Nada. ¿Por qué estás tan preocupado?
—Me preocupa que esté susurrándote al oído sueños absurdos después de chuparte
la polla, y pierdas el foco y en un desliz… le digas algo de ti que no debería saber.
—Una vez más… ¿por qué estamos aquí? ¿Tienes algo para mí que no implique
hacer de niñera?
Dio un mordisco a su sándwich y sonrió mientras masticaba lentamente.
—No te preocupes —murmuró—. Tus días de niñera llegarán muy pronto a su fin. 212
—¿Qué tan pronto?
Abe metió la mano en el bolsillo de la chaqueta de su traje.
—Tan pronto como elimines tu próximo objetivo.
—¿Por qué? ¿Mi objetivo es una amenaza para ella?
—No exactamente. —Arrojó una foto sobre la mesa—. Es ella.
Me quedé mirando fijamente hacia la foto de Livy en la playa, cargando su tabla de
surf. Abe había utilizado un objetivo zoom para capturarla.
—¿Qué es ella? —pregunté lentamente.
—Tu objetivo.
Los músculos de mis dedos se contrajeron a medida que los obligaba a permanecer
flojos en lugar de apretarlos en un puño. Mi mandíbula no alcanzó a hacer lo mismo.
—Y necesitaré un recuerdo para enviar a casa.
El ácido subió por mi garganta.
Un recuerdo… ese era el código para una parte del cuerpo. Nunca lo supe a ciencia
cierta, pero siempre había sospechado que los recuerdos eran para los homicidios por
venganza. Ojo por ojo. A veces era un dedo o incluso una mano entera. Una vez fue una
cabeza entera. No les entregaba los recuerdos a la familia; solo le entregaba el recuerdo a
Abe. Honestamente, no quería saber nada más de esas situaciones. Hasta Livy.
—Es inocente. No asesinamos a personas inocentes.
—Aw, hijo… tenía miedo de que tu polla se interpusiera.
—No soy tu hijo —gruñí con los dientes apretados.
—Bueno, en realidad soy el único padre que alguna vez has tenido. ¿Va a ser un
problema? Sabes cómo se desarrollará esto. No va a vivir. Si no lo haces, lo haré yo.
Mi mirada se levantó de la foto para encontrar su expresión puramente diabólica.
—Ya no haces esto.
—Haré una excepción. Esta es personal.
—¿Por qué?
—Lo sabrás cuándo sea el momento adecuado.
—Me has entregado su foto. Creo que es el momento adecuado. ¿Y cuál fue el 213
maldito punto de protegerla si es el puto objetivo?
—Ya te lo dije, es personal. Quería… necesitaba que te ame. La venganza es mucho
más dulce sabiendo que ella te dejó meterte entre sus lindas piernas voluntariamente. Ella
sabe, ¿verdad? Sabe que le salvaste la vida detrás de esa tienda.
Negué con la cabeza.
—Fuiste tú. ¿Hiciste que el hombre le hiciera eso?
Abe se rio entre dientes.
—Necesitaba que tu trabajo se sienta legítimo. Te di el asesinato que amas. Deberías
agradecerme.
—No soy tu puto peón.
—Eres lo que quiero que seas. Imagínate mi sorpresa y alegría pura cuando se
matriculó en la misma universidad. Imagínate lo perfecto que fue el momento en que la
casa en la que vives ahora estaba disponible justo cuando quería que regresaras a la
universidad. Una casa a pocos metros de la de ella. En serio, el maldito destino me ama.
—No me ama. —Me encogí de hombros.
—Está viviendo contigo. Incluso si hice la vista gorda y fingí que no tienes
sentimientos por su coño, sé que no hay forma de que ella esté de acuerdo con vivir contigo
si no te amara. Es algo de chicas. Soy consciente de que no tienes habilidades sociales,
especialmente con las mujeres, de modo que en realidad, no espero que te des cuenta de lo
que estás haciendo…
—Solo cállate de una jodida vez.
Su boca se cerró, pero entrecerró los ojos. Había visto esa mirada muchas veces y
nada bueno venía nunca de ella.
—Cuidado, muchacho.
Me mordí la maldita lengua y tragué con fuerza.
—Ahora… tienes dos semanas. Justo a tiempo para las fiestas. Estoy tentado a decir
que su linda cabecita sería mi primera opción para un recuerdo, pero siempre te he dejado
a ti esa parte, sin juego de palabras. —Se puso de pie, dando unos cuantos golpecitos con 214
el encendedor en la mesa.
Livy

—E
s simplemente enfermo —digo flotando en mi tabla junto
a Kara y Missy, viendo a Aiden, mi GO (Gánster
Original) favorito atrapar la siguiente ola.
—Um… ¿ese es quién creo que es? —preguntó Missy, echado un vistazo por
encima del hombro hacia la orilla. 215
Seguí su línea de visión hacia mi chico y mi perro en la playa. Se veía
completamente fuera de lugar con sus jeans y botas.
—Pensé que era una noche de chicas —dijo Kara.
—Lo es. —Me giré y remé hacia adentro, agarrando el final de una ola que me llevó
a la orilla—. Te envié un mensaje. —Sonreí y me dirigí a la playa con mi tabla.
—Lo sé. —Metió las manos en sus bolsillos delanteros mientras yo dejaba mi tabla
en la arena y me escurría el cabello.
—Entonces, ¿qué pasa? Claramente no viniste a hacer surf.
—Voy a colarme en tu noche de chicas.
—¿Colarte? —Entrecerré mis ojos—. ¿Como en, unirte a nosotras?
—Como en, llevarte a casa.
—¿Por qué? —Alargué la mano y bajé la cremallera de mi traje de neopreno.
—Porque Jerry dijo que quiere que tomemos comida para llevar y hagamos algo
como ver una película.
Deteniéndome con un brazo fuera de mi traje de neopreno, mi mandíbula cayó
abierta. No dijo eso. Era su cuerpo, pero esas no eran sus palabras.
—¿Quién eres? ¿Jerry? ¿Comida para llevar y una película? ¿Qué te picó? Este no
eres tú. Este no es el chico que me felicitó por no ser tan necesitada como las demás.
—Bien. Quiero atarte y enterrar mi rostro entre tus piernas. ¿Mejor?
Solté una carcajada y eché un vistazo alrededor para ver cuántas personas estaban
al alcance del oído.
—Dijiste que serías el tipo que se aseguraría de que nadie me atara. —Sacando mi
otro brazo de mi traje de neopreno, le di una ceja enarcada a modo de pregunta por sus
propias palabras e intenciones nuevas.
—En serio me estoy esforzando por ser… —Sus labios se retorcieron—… amigable
y persuasivo.
Empujé el traje de neopreno hasta mis caderas, y alcé la vista.
—¿Amigable? ¿Cuál es exactamente la alternativa de que seas amigable conmigo?
Entrecerró sus ojos para protegerse del sol, mirando por encima de mi hombro 216
durante unos momentos.
—Eres una estudiante de sobresalientes. Dime, ¿qué es lo contrario de amigable?
Cruzándome de brazos, atrapé mi labio entre mis dientes hasta que volvió a
concentrarse en mí.
—Desagradable. Hostil. ¿Estás sugiriendo que si no voy contigo a casa ahora
mismo, las cosas se pondrán desagradables? ¿Hostiles?
—Afirmativo.
—Vete a casa, Wylder. Iré más tarde… o mañana. —Me incliné y besé a Jerry en la
cabeza—. Papi está un poquito loco esta noche, ¿verdad?
—Esperaré.
—¿Esperarás qué? —Caminé penosamente por la arena hasta mi bolso y recuperé
mi agua, tomando un trago largo.
—A ti.
—Sí, eso es lo que dije. Vete a casa y espérame. —Empujé mi botella de agua de
nuevo en mi bolso y agarré su camisa, acercándolo más hasta que me dio su boca para un
beso rápido—. Te amo. Te escribiré si termino quedándome con Aubrey. —Me volví,
regresando a mi tabla mientras acomodaba las mangas de mi traje de neopreno y volvía a
meter los brazos en él.
Después de otra hora surfeando, nos dirigimos a mi Jeep, riéndonos tontamente y
agotadas de un sábado entero en la playa.
—Vaya… un poco acosador, ¿no? —Missy señaló al Volvo negro de Slade
estacionado al otro lado de mi Jeep.
—Algo está pasando. Él no es así. —Negué con la cabeza.
—Dame. Nosotras nos encargamos. —Missy asintió hacia mi tabla.
La apoyé contra el Jeep y me quité el traje de neopreno. Deslizándome en mi
sudadera, me dirigí a su ventana.
La bajó.
—Sube. Deja que una de tus amigas se lleve tu Jeep.
Me incliné hacia adelante, apoyando mis brazos en la puerta. 217
—¿Qué es lo que no estás diciéndome? —Una preocupación genuina inundó mis
palabras.
—Entra, Livy.
—No voy a entrar a menos que me des una razón para entrar.
Se frotó las sienes y luego dejó caer las manos en el volante, mirando al frente.
—Te daré dos preguntas. Puedes preguntarme dos cosas… cualquier cosa… y te
daré una respuesta honesta.
Wylder estaba desesperado. Quitaba vidas. Ese era su trabajo. Vivía en una casa
embrujada. No le temía a nada. Entonces, ¿por qué podía sentir su desesperación?
—Bien. Pero responde una ahora mismo.
Volvió la cabeza hacia mí.
—¿Por qué estás tan desesperado porque te acompañe ahora mismo?
—Porque siento una necesidad intensa de protegerte.
—¿De qué?
—¿Esa es tu segunda y última pregunta?
¡Gah! Tenía un millón de preguntas para él. No… no quería que fuera mi última
pregunta, sin embargo, quería saber por qué necesitaba su protección.
—Me estás asustando.
—Entonces, súbete al auto.
Exhalé un suspiro fuerte, me enderecé y avancé hacia Missy y Kara, ayudándolas a
terminar de asegurar las tablas en la parte superior del Jeep.
—Tengo que ir con Slade. ¿Pueden llevarse mi Jeep? ¿Me perdonan por faltar esta
noche?
—¿Qué? ¿En serio? —preguntó Missy, bajando de un salto del parachoques trasero
y bajando la cremallera de su traje de neopreno.
—¿Qué pasa? —añadió Kara.
—Es… —Me froté los labios, en busca de algo que tuviera sentido, sabiendo que
iba a ser una mentira. Odiaba mentirles a mis amigas—. Slade perdió a un amigo. 218
—¿Qué? ¡Oh Dios mío! —Missy se tapó la boca—. Eso es horrible.
—Colega… —Los ojos de Kara se abrieron por completo—. ¿Te dijo que perdió a
un amigo y volviste a surfear?
—No me dijo lo que pasó. Simplemente me pidió que volviera a casa. Pensé que
estaba siendo un poco posesivo de mi tiempo ya que no me dijo por qué. —Missy pasó a
mi lado—. ¿A dónde vas? —La seguí.
—Quiero darle mi más sentido pésame.
—No…
Demasiado tarde.
Llamó a su ventana. Él la bajó de nuevo.
—Lamento mucho lo de tu amigo.
—Sí —añadió Kara.
Me mordí mis labios, mis ojos se abrieron por completo.
La mirada de Slade permaneció en mí durante varios segundos antes de enforcarla
en Kara y Missy.
—Gracias.
—Avísanos si necesitas algo. Te llevaremos el Jeep por la mañana. —Missy me
abrazó.
—Gracias —dije, la solté y abracé a Kara.
Agarrando mi bolsa, me metí en el auto de Slade.
—¿Quién murió? —preguntó, saliendo del estacionamiento.
—Tu amigo.
—No creías que tuviera amigos.
—¿Los tienes?
—No.
Me habría reído, pero me estaba alejando de mis planes del sábado por la noche con
mis amigas porque temía por mi seguridad, pero no tenía idea de por qué. Y tal vez él lo
sabía. Tal vez sabía que no llegaría lo suficientemente lejos para hacer las preguntas reales.
Tal vez todo era un invento. 219
Pero, ¿por qué?
Así que, pregunté. Conseguiría más preguntas con mis habilidades de trueque.
—¿Por qué sientes una loca necesidad de protegerme? Y sí, esta es mi segunda
pregunta.
—Porque te amo.
—Eso es… —Me sentí tan en conflicto. Esas palabras saliendo de su boca siempre
me dejaban sin palabras, pero no era la respuesta real.
—No me gusta este juego —murmuré, mirando por la ventana lateral.
—A mí tampoco —susurró. No creo que tuviera la intención de que lo escuchara,
pero lo hice.
Intenté bajar al segundo en que detuvo el auto en el camino de entrada, pero sujetó
mi brazo.
—Iré primero.
—¿Irás primero a dónde?
Abrió su puerta.
—A todas partes.
Lo seguí a él y a Jericho hasta la puerta trasera, totalmente enfadada. Desbloqueó la
puerta y buscó detrás de él mientras la abría lentamente. Su mano se envolvió en una pistola
que sacó de la cintura de sus jeans.
¿Qué demonios…?
Tenía una pistola. Sabía que tenía muchas armas, pero nunca en él. Retuve un jadeo,
mi serie de preguntas, y mi miedo a medida que Jericho y él dieron un paso dentro. Me
escondí detrás de ellos, conteniendo la respiración. Se volvió y levantó la mano para
indicarme que me quedara.
Jericho abrió el camino, y revisaron el piso principal antes de subir las escaleras
mientras yo permanecía cementada en mi lugar justo dentro de la puerta trasera.
—Estamos bien —dijo al llegar a la parte inferior de la escalera y metió de nuevo
su arma en su cinturilla. No solo su cinturilla… entrecerré mis ojos. Tenía una pistolera.
Este muro en mi cerebro lo había mantenido separado de su profesión. 220
Nunca lo había visto quitar una vida.
Nunca lo había visto sostener ninguna de las armas de su calabozo.
Hasta entonces.
Algo cambió cuando lo vi agarrar esa pistola con facilidad y comodidad, cuando se
movió por la casa con ella apuntando delante de él, en guardia, pero perfectamente calmado
al mismo tiempo.
Slade Wylder quitaba vidas, y lo hacía como si fuera natural.
—¿Qué está pasando? —susurré, temiendo moverme un centímetro.
—Aún no lo sé. —Acunó mi cuello con ambas manos, sus pulgares acariciando mi
garganta, y besó la parte superior de mi cabeza.
—¿P-por qué tienes esa pistola? ¿Estoy en peligro? ¿Me has…? —Lo miré, mis
manos aferrando sus brazos a medida que él continuaba acunando mi cuello en sus manos
protectoras—. Me has puesto en peligro.
Wylder soltó una carcajada y me soltó.
—No. —Se giró, dejándome congelada en mi lugar mientras abría la nevera—.
Háblame de tu padre.
—¿Qué? ¿Por qué? —Entrecerré mis ojos. Mis pensamientos dando vueltas,
mareándome a medida que me tambaleaba con las piernas temblando hasta una silla de la
cocina—. ¿Qué hiciste? ¿Por qué llevas una pistola? ¿Por qué tuviste que revisar la casa?
Dime lo que está pasando.
—¿Tu familia es rica?
—¿Qué? —Mi rostro se contorsionó mientras negaba con la cabeza, intentando
ordenar todo mezclándose en mi mente—. No.
—¿Influyente? —Se volvió, abriendo una botella de cerveza.
—No. ¿Por qué me estás preguntando esto? Sea lo que sea esto… quienquiera que
venga detrás de ti… no tiene nada que ver conmigo. Esa noche en la tienda de conveniencia
fue aleatoria, no calculada. Le podría haber pasado a cualquiera.
—¿Tu padre ha hecho algo para enojar a alguien? ¿Tiene enemigos?
—No. Slade… ¿por qué me preguntas por mi padre? 221
Tomó un largo trago y la dejó. Luego apoyó sus manos en el borde de la encimera
y dejó caer la cabeza.
—Dijiste que es un friki de las computadoras. ¿Qué significa eso? ¿Es hacker?
¿Trabaja para el gobierno? ¿Una gran corporación?
—Es ingeniero informático. No trabaja para el gobierno. Su trabajo es aburrido, sin
influencias y para una empresa mediana. Sus pasatiempos incluyen tocar el piano, hacer
ejercicio, sobreprotegerme y extrañar a mamá. Eso es todo. ¿Cuál es tu punto?
Con la cabeza aun colgando, la sacudió lentamente.
—¿Hay algo notable con… los hombres que has salido? ¿Has estado alguna vez con
un hombre casado? Cuando viste a Abe, ¿ algo en él te pareció familiar?
—Jesús, Slade. ¿Qué está pasando? No he dormido con un hombre casado hasta
donde sé. Nada me pareció familiar en Abe. Y la cosa más notable sobre cualquiera de los
hombres que he salido es que mi chico más reciente es un asesino.
Ignorando la indirecta, levantó la cabeza y tomó su cerveza. Después de otro largo
trago, exhaló lentamente y me inmovilizó con una expresión dura.
—Abe me dio una asignación nueva poco después de que nos conociéramos, algo
que no suelo hacer, pero siempre hago lo que dice, así que…
Mis cejas se levantaron.
—¿Así que…?
—Me dijo que tenía que vigilarte. Asegurarme de que estuvieras a salvo…
protegida.
Protegerme.
Debería haberme sentido segura. Después de todo, un hombre con un montón de
armas vivía conmigo. Protegiéndome. Pero no me sentía segura. La única vez que me había
sentido tan vulnerable, tan expuesta, fue cuando tuve un cuchillo en mi garganta mientras
un humano terrible intentaba violarme.
—¿Cómo pude ser tan estúpida? —susurré—. Dijiste que no era tu trabajo…
follarme. —Mi mirada se elevó a la suya—. Pero era tu trabajo. 222
—Livy…
Negué con la cabeza, cerrando mis ojos durante unos segundos.
—Eso es lo que pasó. Es por eso que pasaste de claramente odiarme a… —Abrí mis
ojos a medida que las lágrimas los llenaban—. Bien podías tener un poco de acción, ¿eh?
Cuanto más me atraías, más fácil era protegerme. Oh, Dios mío… —Me sequé las lágrimas
tan pronto como cayeron de mis ojos ardientes—. No somos nada. —Mis palabras
escaparon como si alguien las disparara. Sin vida. Monótonas. Entumecidas.
Dejó su cerveza y sus botas devoraron la distancia entre nosotros.
Inclinándose frente a mí, sus manos se posaron en mis caderas.
—Somos todo. —Sacudí mi cabeza, cerrando mis ojos mientras lágrimas silenciosas
se derramaban por mis mejillas hasta mi regazo—. Mírame.
Sacudí mi cabeza incesantemente, manteniendo mi barbilla contra el pecho, mi labio
inferior temblando a medida que apretaba los dientes para evitar sollozar.
—Mí.Ra.Me. —Enmarcó mi rostro con sus manos y me obligó a levantar la cabeza.
Parpadeé y abrí mis ojos, con grandes lágrimas pegándose a mis pestañas.
—No era mi trabajo tocarte de la manera en que te he tocado. No pude evitarlo.
Quería hacerlo… incluso aunque sabía que no era una buena idea. Aun así, de todos modos,
lo hice. Y sabía que amarte no era mi trabajo. Una vez más, no pude evitarlo. De todos
modos, lo hice. Ya no es mi trabajo protegerte. Es lo que hago porque te amo.
No podía encontrar las palabras. Sin importar lo mucho que quisiera creerle, era
imposible descartar el arsenal debajo de mí, la pistola en su funda y sus preguntas. Aún
más que eso, no era lo que decía. Era todo lo que no decía.
—¿Por qué Abe te contrató para protegerme? ¿Protegerme de qué? ¿De quién?
—No puedo decirlo.
—No. —Mi cabeza se agitó de lado a lado mientras intentaba ponerme de pie.
Sujetó mis muñecas.
—Livy…
—¡Suéltame. De. Una. Vez! —Intenté zafarme de su agarre. 223
Me soltó y levantando las manos en señal de rendición mientras seguía arrodillado
ante mí mientras que yo estaba de pie.
—No puedes protegerme con mentiras —siseé.
—Es la única manera que puedo protegerte. Y lamento que suene tan jodido, pero
esa es la verdad. Sé que lo que estoy pidiéndote es un salto de fe inimaginable, pero necesito
que confíes en mí y hagas todo lo que te pida.
—Debería llamar a papá… Jessica…
Sacudió la cabeza.
—A ti. Puedo protegerte a ti. No puedo proteger a todos los que arrastres en este lío.
No hasta que resuelva las cosas. Por favor. —Sus manos se posaron en mis caderas, sus
ojos suplicantes mientras lo observaba—. Déjame amarte como tú a mí.
Surgió una ronda nueva de lágrimas.
—Estoy asustada —susurré.
—Te tengo. —Descansó su frente sobre mi corazón, sus brazos rodeando mi cintura.
—¿Lo prometes? —Volví a sentarme en la silla.
Se movió algunos centímetros hacia adelante sobre sus rodillas, sus manos
encontrando su camino en mi cabello, sus labios rozando los míos.
—Lo prometo.

224
Jackson Knight

—¿C uándo es la última vez que alguien te pateó el culo?


Levanté la vista de mi computadora. Mi gemela,
Jessica, entró tranquilamente en mi casa con su bolsa
deportiva.
—Nadie nunca me pateó el culo. Así que, la respuesta a tu pregunta es nunca. — 225
Regresé mi atención a mi computadora.
—¿Trabajando? ¿Obsesionándote? ¿O acosando?
—¿Obsesionándome? ¿Acosando?
Se sentó a la mesa del comedor frente a mí.
—Obsesionándote con la muerte de Ryn, lo que… por enésima vez… fue un
accidente. ¿O estás acosando a Livy y su nuevo novio?
Desplacé mi mirada hacia la de ella por segunda vez.
—¿Te habló de Slade?
—Slade. —Sonrió—. Sabes y recuerdas su nombre. Eso es algo. —Mi mirada
muerta permaneció pegada a ella hasta que la luz se encendió en su cabeza—. Por supuesto
que sabes su nombre, y lo sabes bien porque lo estás acosando. Lo sabía.
—Su historial está limpio.
—¡Excelente! Caso cerrado. Buenos deseos para Livy en su relación nueva. Ahora,
vamos a entrenar. Mi jefe fue hoy un idiota. Necesito golpear a alguien.
—Es demasiado limpio.
Puso sus ojos en blanco.
—Está en sus veinte años. Quizás viene de una familia buena. Con historial limpio.
—Su certificado de nacimiento no tiene el nombre del padre.
—No es un crimen ser criado solo por un padre.
Asentí lentamente.
—Lo sé. Pero no tiene cuentas en las redes sociales. Y abandonó la universidad
durante tres años antes de volver a terminar su último año.
—¿Alguna emergencia familiar? ¿Problemas de salud? ¿Se arrepintió de su futuro?
¿Problemas de dinero? En serio, Jackson, estás buscando algo que no está ahí.
—Ese es mi punto. Está demasiado limpio. No solo impecablemente limpio. Estoy
hablando de exageradamente limpio.
—Entonces, ¿qué vas a hacer? ¿Ir a Los Ángeles, atarlo e interrogarlo?
Apreté mis labios.
—No es mala idea. 226
—Sí. —Se rio—. Es una idea horrible. El tipo de idea capaz de arruinar tu relación
con tu hija.
Me froté mis sienes con mi pulgar y dedo medio, contemplando todo lo que pude
encontrar de Slade Wylder en múltiples pantallas.
—El día que Ryn murió… estuve inquieto todo el día. No podía explicarlo. Una
clase de sexto sentido. Debo haberle escrito veinte veces, comprobándola, comprobando a
Livy.
—Ya lo dijiste. No es insólito que las personas tengan un presentimiento de que
algo malo va a pasar, pero aun así no significa que se tratara de otra cosa que no fuera un
accidente.
Me recliné en la silla y entrelacé mis dedos detrás de mi cabeza.
—He estado teniendo el mismo presentimiento durante varios días con Livy. No
sabes cuántas veces he considerado subir a un avión para ir a verla en persona. Quedarme
ahí hasta que desaparezca la sensación. En otoño, tuve el mismo presentimiento.
—¿En serio? —Jessica entrecerró sus ojos, una expresión extraña transformando su
rostro.
—Sí. Intenté enviarle mensajes un millón de veces, y estaba listo para ir
directamente al aeropuerto cuando me respondió el mensaje confirmando que estaba bien.
Jessica se frotó los labios entre sí, su frente tensa.
—¿Tuviste este presentimiento antes del incendio de la casa?
Negué con la cabeza.
—Está claro que no estaba en peligro. Estaba en su casa haciendo Dios sabe qué. —
Cuando Jessica no saltó a la oportunidad de hacer una broma sobre todas las veces que
estuve haciendo “Dios sabe qué” en mis veinte años, supe que algo no estaba bien. Me
enderecé—. ¿Qué es lo que no estás diciéndome?
Se pellizcó el labio inferior, mirando hacia un lado.
—¿Qué puedes encontrar de un tal Stefan Hoover de Nevada? Dos hijos y una
esposa. Asesinado en Los Ángeles después de intentar violar a una universitaria.
—¿Por qué? —pregunté, mis manos ya moviéndose sobre el teclado para buscar su 227
información—. Más de cien mil en deuda de tarjetas de crédito y juegos de azar. Sin
registro previo. Pero sí, fue encontrado muerto después de intentar violar a una chica detrás
de una tienda de conveniencia en septiem… —Mi mirada cayó de plano sobre Jessica.
Tragó con fuerza—. Aquí es cuando tuve ese presentimiento.
Otro trago fuerte mientras sus ojos permanecían sin parpadear, como una presa
miraría a su depredador.
—Jess. —Mis puños se apretaron sobre la mesa, mi mandíbula se tensó—. Qué Dios
me ayude, si esta fue Livy… —Ni siquiera pude decirlo. Mi pecho se llenó de rabia y
miedo a algo que no quería que sea verdad.
—Me lo dijo más de un mes después, cuando estaba en Los Ángeles por negocios.
—¿Por qué carajo me acabo de enterar de esto? —Me levanté a toda prisa, enviando
la silla hacia atrás con mi arrebato violento.
Jess levantó las manos.
—Déjame explicarte.
—¿EXPLICARME? —Tomé mi vaso de agua y lo arrojé contra la pared, vaso, hielo
y agua volando por todas partes—. ¿Cómo demonios vas a explicar no decirme que un tipo
intentó violar a mi hija? —Me moví alrededor de la mesa con tanta rapidez que ella se
estremeció, y mi hermana nunca se estremecía—. Si fuera una de tus chicas, ¿qué harías?
Se quedó mirando mi pecho fijamente, conteniendo el aliento en postura, pero la
vergüenza llenó sus ojos.
—Sabes lo que haría —susurró—. Ella me hizo prometer que no te lo diría. No la
violó. Si él… no lo habría mantenido en secreto.
—Eso es fantástico, Jess. Acabas de guardar el secreto de que está en Los Ángeles,
saliendo con un tipo del que no sé nada, y completamente indefensa.
Sus ojos se alzaron.
—No está indefensa. La he estado entrenando.
Entrecerré mis ojos.
—¿Entrenarla? ¿A qué te refieres?
—Sabes a lo que me refiero. 228
—No. No sé. Eres su tía. Punto.
Su mandíbula se flexionó junto con sus manos.
—Le enseñaste a golpear y correr. Cómo usar una botella de espray pimienta.
—Porque eso es lo que dije a Ryn que le enseñaría. Eso es todo. Una estudiante
universitaria normal con una educación normal. Todo lo que no tuvimos.
—Bueno, después de su incidente, decidí que se merecía una vida adulta normal.
Una vida adulta segura. Decidí que ningún hombre la clavaría al suelo y… dejaría el tipo
de cicatrices que no sanan nunca.
La emoción aplastó mi pecho. No era la vida que quería para Livy.
—¿Cuánto tiempo?
—Tres meses.
—Eso no es suficiente. —Negué con la cabeza.
—No he terminado.
Froté mi nuca.
—¿Cuánto falta? ¿Qué le has enseñado hacer?
Jessica levantó su barbilla, sus labios una línea firme.
—La he entrenado para sangrar.
—Mierda… Jess… —Hice una mueca al pensar en mi pequeña experimentando las
cosas que yo experimenté, las cosas que Jessica experimentó. Incluso si era una fracción,
era demasiado.
Jessica echó la barbilla hacia arriba otro centímetro, sus hombros hacia atrás,
recordándome todo lo que había sobrevivido en su vida.
—La entrené para que se levante. La entrené para sentir el dolor y canalizarlo en
una sola cosa…
—Su próximo aliento —susurré las palabras que nos repitieron una y otra vez.
Me devolvió varios asentimientos lentos.
—Este presentimiento…
Negué con la cabeza.
—Probablemente no es nada. 229
—Pero ¿y si es algo?
—¿Te refieres a Slade?
Jessica se encogió de hombros.
—Slade. Stefan Hoover. La casa que se quemó. La causa del incendio no se
determinó con certeza.
—¿Crees que fue por Livy?
—No —respondió Jess como una reacción instintiva para evitar que perdiera la puta
cabeza.
—Tal vez.
Agarré mi teléfono.
—Está donde Slade.
—¿La estás rastreando?
Fruncí el ceño ante Jessica y su pregunta estúpida.
—Le compré un teléfono nuevo después del incendio. Por supuesto que la estoy
rastreando. También rastreo su Jeep. Si pudiera haberle puesto un chip encima, lo habría
hecho. —Llamé a Livy y puse el teléfono en altavoz.
—Hola, papá —respondió al tercer timbre.
—Livy. ¿Cómo estás?
—Um… bien. ¿Por qué? ¿Qué pasa? ¿Está todo bien?
Escuché inflexiones extrañas en su voz, tensión, vacilación inusual.
—Sí. Todo está bien. Solo quería llamar a mi hija.
—B-bueno. ¿Estás seguro que todo está bien?
—Absolutamente. —Desvié mi mirada de la pantalla a Jessica, su rostro estaba
inmóvil, enfocado en cada palabra, al igual que el mío—. ¿Qué estás haciendo?
—Slade y yo acabamos de llegar a casa de surfear.
—Suena divertido. ¿Sigues surfeando con tus amigas, o estás pegada al chico?
—Surfeé con las chicas la semana pasada.
—¿Cuándo vas a casa para las vacaciones de Navidad?
Hizo una pausa, vaciló. Mis ojos se encontraron con los de Jessica una vez más. 230
—Um… aún no estoy segura.
—Bueno, ¿cuándo es tu último día de clases?
—Um… el viernes.
—Excelente. Entonces, ¿cuándo te veo? ¿El sábado?
—Te aviso cuando hable con Slade.
—¿Por qué tienes que hablar con él? ¿Viene contigo a casa? Seguramente pasará la
Navidad con su familia.
—Sí, eh… aún no estoy segura. En realidad, no lo hemos discutido.
—¿Solo falta una semana y no lo han discutido? Eso no es propio de ti.
—Puede que tenga que trabajar durante las fiestas. Y si ese es el caso, entonces
podría quedarme aquí con él.
—¿Qué quieres decir con quedarte ahí con él? ¿Te perderás la Navidad con tu
familia?
—Bueno, quizás. Es solo una Navidad. La tía Jess te invitará, ¿verdad?
—De acuerdo —dije lentamente.
—Pero quiero decir… nada está escrito en piedra. Te aviso cuando pueda.
—Sí. Avísame. Avísanos cuando Slade sepa su horario de trabajo.
—Totalmente. Adiós, papá. Te amo.
—Liv…
—¿Sí?
Quería decir algo. La necesidad arañaba mis entrañas, enviando un dolor físico
disparándose por mi pecho. Quería decirle que sabía lo que le pasó, lo que casi le pasó, y
lo mucho que lamentaba no haber estado allí, no hacer más para protegerla.
—También te amo. —Pulsé Finalizar.
—Tenemos que ir a Los Ángeles.
—Yo iré. Tú no.
—Jackson…
—Ni siquiera sabemos lo que estamos buscando. Y tal vez no es nada. Iré a
comprobar las cosas y te avisaré si necesito algo. 231
Se resignó a asentir levemente, con una exhalación lenta.
—Lamento no habértelo dicho.
—¿Le hablaste de ti?
Asintió.
—La versión apta para todo público.
—Cuando la hiciste sangrar, ella… —Me froté la boca con mi mano. Me mataba
preguntarlo, pero también me mataba no saberlo.
—Me rompió el corazón. Ese momento… cuando sabes que estás cambiando a
alguien para siempre. Cuando le has hecho una marca que estará allí para siempre, incluso
si es invisible. Lloró. Me suplicó que me detuviera.
Mi rostro se contrajo.
Algo parecido a una sonrisa tiró de los labios de Jessica.
—Pero cuando encontró su fuego… ardió tan malditamente brillante. Es como tú.
—Es como su madre.
Jessica negó con la cabeza.
—Su corazón es como el de Ryn, pero su alma… su lucha… es todo tuyo.
Livy

C
onfié en él.
Wylder me pidió que confiara en él sin más preguntas, y lo hice.
Dije que me hacía sentir débil. Dijo que poner ese tipo de confianza en
alguien mostraba una fuerza y una valentía inconmensurables.
Me acompañó a todas mis clases y dejó a Jericho conmigo hasta que regresara a la 232
clase a buscarme. Sabía que se saltó partes de sus propias clases para asegurarse de estar
siempre ahí. Lo odiaba.
El miedo.
El peor tipo de miedo: a lo desconocido.
Mentir a mi papá.
Mentir a mis amigas.
La estación de bomberos comenzó a sentirse como una prisión, y Slade comenzó a
sentirse como un verdadero carcelero: como solía sentirme en casa con papá. Hicimos
algunos viajes a la playa, pero no a mi playa. Quería que nos ocultáramos de mis lugares
habituales, lo que significó surfear en una playa de mierda en el mejor de los casos. Y sola.
Él vigilando en la playa con Jericho.
—¿Sigues estudiando? —pregunté, metiéndome en la cama en una de sus camisetas.
—Sí.
—¿Crees que sabes lo suficiente para aprobar? —Agarré su computadora y la puse
en mi mesita de noche.
Levantó una ceja.
—¿Qué estás haciendo?
Me arrastré en su regazo. Aún tenía puestos sus jeans, sin camisa.
—No me gusta esto. —Pasé mis dedos a lo largo de sus abdominales.
—¿Mi estómago?
Negué con la cabeza, con una sonrisa ligera que luchó contra mi dolor y frustración.
—No me gusta no saber. Me siento como una niña en un aula con sirenas resonando,
y sin saber si es por un incendio y si se supone que debo correr del edificio, o un hombre
armado y necesito encerrarme de forma segura en una habitación. —Le eché un vistazo—
. No me gusta no saber a lo que se supone que debo temer.
Pasó sus manos por mis piernas desnudas.
—No quiero que temas a nada.
—Pero lo hago.
Sus manos se desviaron, subiendo por la parte interna de mis muslos. Tortura pura. 233
No habíamos tenido relaciones sexuales desde que él consideró que las cosas estaban en
alerta máxima.
—No puedo follarte y protegerte.
Sus palabras de rechazo resonaron en mi cabeza, pero la dirección de sus manos
estando enviando señales mixtas, especialmente cuando se dio cuenta que no estaba
llevando bragas.
—Wylder… —Cerré mis ojos cuando su pulgar rozó mi clítoris.
—¿Qué necesitas, Liv? —susurró, a medida que sus dedos se deslizan un poco más
profundo, jugando con mi entrada muy húmeda.
—Esto… —Abrí mis ojos justo cuando esos dedos entraron en mí. Presioné mis
manos en su pecho para no perder el equilibrio, la sensación de su toque embriagadora…
un toque que me había negado durante la totalidad de la semana anterior.
—¿Esto te gusta? —preguntó, haciendo movimientos lentos dentro y fuera de mí.
—S-sí… —Cerré mis ojos, inclinándome para besarlo.
Agarró mi barbilla para empujarme hacia atrás, su mirada dirigiéndose a la puerta
por una fracción de segundo. Me puse rígida, aferrando sus dos muñecas y torciendo mi
cuerpo para ver la puerta abierta. El fantasma que no estaba allí. Al menos que viera.
—No puedo. —Aparté su mano de mi cuello y me bajé de su regazo—. Te quiero
entero. No dos dedos y una pistola en la mesita de noche. —Dejé que mi mirada fuera a
dicha arma en su mesita de noche. La ponía bajo su almohada por las noches, pero,
honestamente, no creo que durmiera ni un minuto desde el día en que me llevó a casa de la
playa. Consumía café y bebidas con alto contenido de cafeína que llenaban la nevera por
completo.
La línea de preocupación entre sus cejas se hizo más profunda por un segundo antes
de balancear sus pies por el costado de la cama. Después de unas pocas respiraciones solo
estando allí sentado, agachando la cabeza, se puso de pie y desapareció escaleras abajo.
Me apoyé contra la cabecera, tirando de mis rodillas a mi pecho, sabiendo que estaría de 234
vuelta después de su recorrido final de la casa.
Jericho se sentó junto al marco de la puerta del dormitorio, y Wylder la cerró y echó
el cerrojo.
—Voy a la ducha —murmuró una vez que mi perro guardián estuvo en su lugar.
Cuando abrió el agua, bajé las sábanas para meterme debajo de ellas.
Al notar que su computadora portátil aún estaba abierta en mi mesita de noche,
extendí la mano para cerrarla, justo cuando la notificación de un mensaje apareció en la
esquina derecha.
Anónimo.
Eché un vistazo a la puerta del baño antes de colocar la computadora en mi regazo
y hacer clic en su pantalla de mensajes.
¿Dónde está mi recuerdo?
Mi corazón latió con fuerza. ¿Quién era el nombre anónimo? No había mensajes
anteriores. Introduje mi nombre en la pantalla del mensaje.
Ningún mensaje.
Wylder borró todos los mensajes, claramente.
Haciendo clic en el nombre anónimo, dejé que mis dedos se cernieran sobre las
teclas, temblando.
¿Qué quieres?
Mi dedo meñique descansó sobre el botón para enviarlo por unos pocos segundos,
después lo golpeó, sabiendo que no tenía mucho tiempo antes de que Wylder saliera de la
ducha. No tomaba duchas largas. Dos o tres minutos era todo lo que se permitía estar
desarmado y vulnerable.
Quiero que dejes de follarte al objetivo y me envíes el recuerdo. Tú eliges, pero te
daré un bono si es su cabeza.
Momentos…
Ese momento. El momento oficial en que mi existencia se hizo añicos.
Cada sueño… se fue.
Cada pizca de confianza…se fue. 235
Cada pizca de amor… se fue.
Jessica dijo que lo sentiría; ese momento en que la desesperación se convertía en el
puñetazo más duro de todos, el cuchillo más afilado, la bala más rápida.
Quería llorar. Por dentro, sollocé de dolor y miedo. Por fuera, moví mi cuerpo.
Cerré la computadora.
Me puse unos jeans.
Y tan pronto como el grifo de la ducha se cerró, tomé la pistola y envolví mis manos
alrededor de la empuñadura fría. Sintiéndola pesada y extraña.
Jericho se levantó, haciendo un gemido. Mi mirada se deslizó hacia él mientras
apuntaba el arma a la puerta del baño. Slade asomó la cabeza por la esquina, su atención
yendo directamente a Jericho. Entonces su atención se desvió a través de la habitación
hacia mí, en las sombras de la esquina, apuntándolo con su arma.
Metió la toalla debajo para sostenerla en su cintura lentamente, el agua escurriendo
de su cabello, riachuelos deslizándose por su torso.
—Livy…
—No es tu trabajo —susurré más allá de la roca irregular en mi garganta.
—¿Qué no es mi trabajo?
—Protegerme.
—¿De qué estás hablando? —Dio un paso hacia mí.
—¡No! —Sacudí la pistola como un látigo—. No des ni un paso más.
—Estás viva. Creo que eso demuestra que estoy protegiéndote. Estoy haciendo mi
trabajo. Estoy haciendo lo que quiero hacer porque te amo.
—Mentiras… —Sacudí la cabeza, luchando contra las lágrimas ardientes esperando
ser liberadas—. Eres un asesino. No un guardaespaldas. Asesinas personas.
Los músculos de su mandíbula se flexionaron.
—Asesino personas malas para proteger a las personas buenas.
—¡MENTIRAS! —Mi agarre se apretó a medida que las lágrimas rompieron el
dique, cayendo rápido y duro por mi cara—. Tienes un m-mensaje. —Apenas podía verlo
a través de mis lágrimas—. Soy tu objetivo. 236
Su mirada se disparó hacia la computadora en la cama, y permaneció allí durante
varios segundos antes de cerrar los ojos y sacudir la cabeza de un lado a otro.
—Livy…
—¡No! No Livy. No más confía en mí. No más nada. Voy a dispararte todas estas
balas y hacerte sangrar con la puta verdad. Por toda la gente que has matado. Me mentiste.
No eres una persona buena que hace cosas malas a las personas terribles. No eres más que
un maldito enfermo que caza a seres humanos como un animal. M-mi c-cabeza… —sollocé
mientras las palabras del mensaje se repetían en mi mente—. I-ibas a c-cortarme la c-
cabeza. —Me estremecí de las emociones golpeándome desde a dentro hacia fuera como
un cáncer maligno.
—Baja la pistola, Livy.
—¡No!
Frunció el ceño, apretándose la toalla alrededor de la cintura.
—No está cargada. Baja la puta pistola.
—Mentira.
—No estoy mintiendo. —Dejó escapar un suspiro exasperado y miró al techo—.
Aprieta el gatillo si no me crees. —Sus ojos se movieron, fijándose en mí con su mirada
intensa nuevamente.
—¿Cuántos? —pregunté con voz temblorosa—. ¿A cuántas personas has matado?
Levantó un hombro.
—No lo sé. No llevo la cuenta.
Slade Wylder era frío y desalmado. Y manipulador. Me pregunté a cuántas mujeres
manipuló antes que a mí.
—Eres un bastardo.
—Bien, pero aún te amo.
—¡DEJA de decir eso!
—Dame el arma o aprieta el gatillo.
Saqué mi mano izquierda del agarre y me sequé las lágrimas, devolviéndola 237
rápidamente para ayudar a estabilizar mi otra mano.
—¿Cuánto te enseñó? ¿Tu tía? Porque hace falta una personalidad especial para
quitar la vida de otra persona. No eres esa persona, Liv. No quitas vidas. Y maldita sea, eso
hace que te ame aún más.
—No me conoces —dije en un susurro.
—Ah, ¿no? —Inclinó la cabeza hacia un lado—. Entonces, aprieta el gatillo —se
burló de mí.
Me manipuló.
Me tocó íntimamente sabiendo que me mataría.
Era peor que cualquier cosa que Stefan Hoover planeara hacerme.
Slade tomó mi puto corazón, no solo mi cuerpo, no solo una parte de mi inocencia.
Manchó mi alma.
—Mi mamá… —sollocé—. Me contó sobre la agonía de sacrificar a su perro cuando
estaba sufriendo demasiado. Dijo que su corazón sabía que tenía que sacarlo de su miseria.
Tú… eres un humano miserable, y voy a sacarte de tu miseria. Voy a quitar una vida para
salvar cientos de vidas. Voy a hacer algo malo a una persona terrible. Voy a demostrarte
que no me conoces… y lo que soy o no soy capaz de hacer. —Dos lágrimas más escaparon
cuando atraje mi dedo índice derecho hacia mi palma.
Clic.
Un clic hueco.
Apreté el gatillo por segunda vez.
Clic.
Tercera vez.
Clic.
—Jesús… —susurró Slade. La expresión más extraña posible apoderándose de su
rostro.
¿Conmoción? ¿Temor? ¿Devastación?
No… no era ninguna de esas cosas. Por unos segundos, vi un enrojecimiento en sus
ojos, un pequeño destello de sus emociones más crudas. 238
Traición.
Se sentía traicionado.
Tuve ganas de gritar y correr. Pero mis gritos morirían dentro de esas paredes. Y
con Jericho en la única salida, no tenía adónde ir.
Sin balas.
Ningún plan.
Ninguna posibilidad.
Sin esperanza.
Dejé que el arma cayera al suelo, y levanté mis manos cerca de mi cara, apretándolas
en puños.
—No voy a luchar contra ti, Livy. —Soltó su toalla y agarró sus calzoncillos de la
parte superior de la cómoda, seguido por unos jeans limpios y una camiseta negra.
Mi postura permaneció lista para recibir un puñetazo o lanzar uno. Iba a dejar la
estación de bomberos esa noche… o moriría intentándolo.
—Apretaste el gatillo. —Tomó la pistola mientras deslizaba su otra mano debajo
del borde del colchón—. No voy a mentir, eso duele. En cierto modo, sentí que disparaste
justo en mi puto corazón. —Recuperó algún cartucho negro de debajo del colchón y lo
metió en la parte inferior de la pistola.
Mi corazón se hundió.
El cartucho… lleno de municiones.
Tenía dos puños y él tenía un arma cargada.
—Entonces, ¿así es cómo se siente? —Nuestras miradas se encontraron a medida
que ocultaba el arma cargada en la cinturilla de sus pantalones—. ¿Amar a alguien sin
razón? ¿Qué te rompan el corazón? —Sacudió la cabeza lentamente al mismo tiempo que
liberaba su respiración, parpadeando varias veces, con las manos a los costados en
inactividad.
Mis palabras quedaron paralizadas en algún lugar de mi cuerpo, lejos de mi boca,
porque tenía dos puños y él tenía un arma cargada. En su computadora había un mensaje
ofreciéndole una bonificación por mi cabeza. Su trabajo no era follarme o protegerme. Los 239
asesinos mataban gente. Ese era su trabajo. Yo era su trabajo.
—Sí —susurré finalmente encontrando mi voz, parpadeando algunas lágrimas
más—. Así es cómo se siente.
—¿Aún quieres pelear? —Se centró en mis manos empuñadas cerca de mi cara
como una estatua irrompible.
—Quiero vivir… quiero ir a casa.
—Esta es tu casa. —Negué con la cabeza—. No voy a matarte.
Mis ojos revolotearon, mi mirada centrándose en dónde tenía el arma. Su atención
siguió mi línea de visión, y sacó el arma lentamente y la dejó en la cómoda detrás de él.
—Ahora está cargada. Solo para ti. Toma el arma, Livy.
Recordaba amarlo, no querer nada más que sus brazos alrededor de mí, la mirada en
sus ojos cuando estaba dentro de mí. Mis manos recordaban cómo se sentía cuando las
tomaba y me guiaba hasta el auto, a través del campus o fuera de la arena en la playa.
La ternura.
El amor.
Las sonrisas.
Las promesas susurradas.
Y todo eso simplemente… me dejó lívida.
Mi corazón cayendo libremente en el mundo de Slade Wylder.
Vulnerable.
Asustado.
Suicida.
Un estúpido corazón loco e impulsivo.
Empujé la lámpara de la mesita de noche. Su mirada siguió mientras aterrizaba un
puño en su cara, una rodilla en sus costillas… otro gancho a su cara, su nariz, su ingle.
No hizo nada más que dejar que su cuerpo se moviera naturalmente con la fuerza de
los golpes. Saqué sangre de su nariz, su labio, el rabillo del ojo… saqué sangre de mis
nudillos, canalizando el dolor en mi próxima respiración.
Con cada golpe, conté mis respiraciones. Esperé a que luchara en respuesta, pero no 240
lo hizo. Tampoco cayó. Una expresión muerta se apoderó de su rostro. No podía
reconocerla. Nada de lo que hice era nuevo para él. Era como Jessica: intrépido,
concentrado y condicionado para tomar todo. Era como si alguien le hubiera quitado la
vida hace mucho tiempo sin detenerle el corazón o robarle el aliento.
Di un paso atrás, enderezando mis dedos lentamente. Estaban cubiertos de sangre y
latiendo al ritmo de mi corazón. Palpitando. Doliendo.
—¿Q-quién te hizo esto? ¿Quién te torturó? —Mis ojos se alzaron para encontrarse
con su cara.
Sangraba, pero sus ojos siguieron siendo dos agujeros oscuros como trozos de
carbón, sin vida.
No respondió.
En la mesita de noche, su teléfono vibró con una llamada. Le eché un vistazo y luego
a Slade a medida que lo agarraba lentamente. Deslicé la barra hacia la derecha y presioné
el altavoz.
—Livy… —La voz de Abe se alzó desde el teléfono—. ¿Qué hiciste con mi chico?
—Entrecerré mis ojos—. Te estás preguntando cómo lo sé. ¿Verdad? Fácil… no responde
a sus mensajes. Nunca. Solo le envío cosas para ponerlo en acción, para recordarle que
siempre estoy vigilando. Ahora… ¿qué hiciste con mi chico?
Slade no hizo ningún intento de hablar, ningún intento de moverse, ni siquiera un
parpadeo.
—Por qué… —las palabras escaparon bruscas de mi garganta, apenas audible
cuando llegaron al aire. Eso era todo. Eso era todo lo que quería saber. ¿Por qué alguien
querría quitarme la vida? No por capricho. Un asesinato planeado—. ¿Por qué yo?
—Si le hiciste algo a Slade… —Su voz tenía un tono afilado.
Parpadeé hacia Slade una y otra vez. ¿Por qué no hablaba? Si fuera mi tío intentando
ver si estaba a salvo, habría gritado y suplicado ayuda. Habría dicho algo.
—¿Por qué yo? —repetí. En mi mente, esa era la única pregunta que merecía una
respuesta.
—Porque tu padre es la razón por la que Slade creció sin un padre… la razón por la 241
que ya no tengo un hermano.
Mi cabeza se sacudió. Tenía a la persona equivocada. No podía ser papá.
—Jackson Knight, anteriormente Jude Day.
Mi cabeza continuó sacudiéndose a medida que mi atención se movía hacia el rostro
de Slade. Me mantenía cautiva solo con su presencia, pero la mirada en sus ojos se
transformó de resignación a algo más oscuro.
—No… —dije.
—Un soldado de una organización desmantelada llamada G.A.I.L: Ángeles de la
Guarda para Vidas Inocentes. Jude Day fue entrenado para proteger a los inocentes al
eliminar las amenazas. Como Slade.
—No… —susurré mientras la frente de Slade se tensaba junto con su mandíbula,
sus manos curvándose en puños.
—Sí, Livy. Tu querido papi era un asesino entrenado… justo igual que Slade. Quitó
más vidas de las que tu linda cabecita puede imaginar. En su última matanza, puso una bala
entre los ojos de mi hermano por venganza. Y dejó a un niño sin padre… me dejó sin mi
hermano.
—N-no conoces a mi padre.
—No, dulzura… tú no conoces a tu padre. Es un animal que necesita ser sacrificado,
pero no antes de que sufra… de la forma en que he sufrido sin mi hermano, de la forma en
que Slade sufrió sin su padre, de la forma en que Mary sufrió como madre soltera. Esas
son tres. Tres vidas destruidas. Por lo tanto, voy a quitar tres vidas para igualar el marcador.
Bueno… dos. Ya tomé una.
—Papá… —Me atraganté con su nombre. Mató a mi papá.
—Aún no. Él será el último… después de saber que tomé su mundo. Y seamos
honestos… será una muerte misericordiosa. Sinceramente, no creí que fuera a sobrevivir
después del accidente de tu madre. ¿Sabías que durmió en su tumba durante días mientras
estabas con tu tía? Lo vi. Me alimenté de su sufrimiento. Se sintió tan malditamente bien,
pero no tan bien como se va a sentir cuando le entregue tu cuerpo, bueno, parte de él.
El teléfono se me cayó de la mano cuando oleadas de dolor se apoderaron de mi 242
cuerpo, sacudiéndome hasta la médula. Mi respiración escapó una detrás de otra con tanta
rapidez que sentía que no estaba consiguiendo nada de oxígeno en absoluto. No fue un
accidente. Abe asesinó a mamá. O…
Retrocedí un paso hasta que la pared me atrapó mientras Slade me estudiaba. ¿Era
solo una extensión de Abe? ¿El asesino dándole todo el crédito a su superior? Comencé a
derrumbarme, deslizándome por la pared.
—T-tú m-mataste a mi m-mamá… —Fulminé a Slade y abracé mis manos
ensangrentadas contra mi pecho a medida que mi trasero golpeaba el suelo.
Slade se estiró detrás de él y agarró el arma. Salté cuando apretó el gatillo,
rompiendo su teléfono en el suelo y terminando la llamada con Abe mientras mis oídos
resonaban por él disparando el arma.
—No lo hice. —Levantó la mirada de la pistola a mí, su tono extrañamente
tranquilo—. Pero parece que tu padre puso una bala en la cabeza de mi padre, y ese es un
problema, Liv.
No, no podía creer que mi padre hiciera eso. ¿Parte de algún grupo de operaciones
encubiertas? ¿Un asesino? Por otra parte, pensé en Jessica y su conjunto de habilidades de
las que no sabía nada hasta el día en que rompió una parte de mi inocencia con sus puños.
La claridad se tornó borrosa.
Los colores se desvanecieron.
La razón y el propósito de mi propia existencia comenzaron a marchitarse como una
planta hambrienta después de meses de una sequía de verano.
Nada en mi vida era lo que parecía ser solo unas semanas antes. Veintiún años de
mentiras. Si no sabías de dónde venias, era difícil saber quién eras… eres.
—Tenemos que irnos. Levántate. —Apuntó el arma hacia mí, sacudiéndola para que
me pusiera en movimiento como si la amenaza de morir me importara a esas alturas.
No lo hacía.
Sacó una bolsa de su armario y la dejó sobre la cama. Sacando su funda, la aseguró 243
alrededor de su cintura y la llenó con la pistola en su mano y otra pistola de la bolsa junto
con cargadores de munición adicionales.
Luego cubrió todo con su camisa y asintió hacia mí.
—Le-ván-ta-te.
No lo hice.
Slade agarró mis brazos cerca de mis hombros y me levantó del suelo. Cuando no
me esforcé en mantenerme de pie, me arrojó sobre la cama. Me sentía tan entumecida, tan
vacía, tan sin vida.
No luché contra él cuando guio mis brazos alrededor de mi espalda y me ató las
muñecas.
No luché contra él cuando me lanzó por encima del hombro y me cargó a la planta
baja con Jericho siguiéndonos.
No luché contra él cuando me arrojó al asiento trasero de mi jeep, me amordazó, y
puso una bolsa de tela negra por encima de mi cabeza.
Jericho se sentó junto a mi cabeza. La puerta se cerró. Minutos después, la puerta
trasera se abrió y el auto se hundió con el peso de lo que fuera que cargó en él. Cerré mis
ojos, escuchando solo el zumbido agudo residual en mis oídos a medida que oraba por la
muerte, por los brazos expectantes de mi madre y una existencia libre de toda fealdad.

244
M
ás tarde, unas manos ásperas me sacaron de mi sueño o coma… sea
cual sea el estado anterior a la muerte en el que caí en el viaje largo.
El dolor irradió desde mi abdomen hasta mis costillas cuando Slade
me cargó sobre su hombro una vez más. La grava crujió bajo sus botas, y ese fue el único
sonido que pude escuchar.
El crujido de los escalones de madera reemplazó a la grava. Un aroma arcilloso y
musgoso familiar se filtró a través de la tela en mi cabeza. Estábamos en el bosque.
Una puerta mosquitera chirrió. 245
Thunk. Se cerró de golpe.
Más madera crujió bajo sus firmes pasos. Me depositó en algo lleno de bultos como
un sofá viejo, la ráfaga de almizcle reemplazando el olor a aire libre. Comencé a asfixiarme
cuando mi necesidad de toser, la mordaza en mi boca y la bolsa sobre mi cabeza sofocaron
mi respiración. Slade sacó la bolsa y desató la mordaza en mi boca.
Tosí hasta que me ardió la garganta, en carne viva y seca. Me dolían las costillas,
pero no tanto como los hombros, los brazos y las muñecas por los amarres rodeándolos.
Entrecerrando los ojos contra la luz de la lámpara de pie, logré enfocar la cabaña rústica.
Unas ventanas sucias enmarcadas en telarañas no revelaban nada más que una oscuridad
absoluta envolviendo la cabaña en todas direcciones. Debe haber sido temprano en la
mañana antes del amanecer.
Slade se encorvó frente a mí.
—Toma. —Sostuvo una botella de agua contra mi boca.
Tomé un trago, desesperada por algo para calmar mi garganta. Me ofreció otro sorbo
y lo tomé, manteniéndolo en mi boca durante unos segundos antes de escupirlo en su cara.
Diluyó la sangre ya en costras en su rostro. Yo le hice eso.
Y tal vez me mataría y me decapitaría, pero lo hice sangrar primero.
Se puso de pie, respirando lentamente, con los ojos acerados clavados en mí. Se
giró, señalando con la cabeza para que Jericho saltara al sofá junto a mí. Luego desapareció
a la vuelta de la esquina hacia lo que supuse que era una cocina. El agua corrió durante
varios minutos antes de que regresara con una toalla mojada y una cara más limpia.
Sacando un cuchillo de su funda de armas, se puso en cuclillas frente a mí
nuevamente. Me puse rígida, las emociones subiendo por mi pecho, oprimiendo mi
garganta y ardiendo en mis ojos. Visiones de Stefan Hoover presionando un cuchillo en mi
garganta mientras bajaba mis bragas destellaron en mi cabeza.
Slade se estremeció y sacudió su cabeza de lado a lado una fracción a medida que 246
murmuraba:
—No soy como él. —Se inclinó hacia delante serpenteando sus brazos a mi
alrededor y cortando las ataduras en mis muñecas. Agarrando la toalla mojada, limpió la
sangre de mis manos.
Intenté no hacer muecas, mostrar debilidad, pero estaban en carne viva e hinchadas.
—¿Sabías? —susurré. Si no mató a mi madre, ¿sabía que Abe lo hizo? ¿Sabía todo
cuando me conoció?
Su palma se presionó sobre la mía con cuidado a medida que borraba suavemente la
sangre con la toalla en su otra mano.
—No.
—¿Sabías algo de eso? ¿Sabías de mi papá?
—No.
—Entonces… ¿qué estamos haciendo aquí? ¿Aquí es dónde termina?
Alzó la vista observándome, su mano deteniéndose.
—Sí.
Tragué con fuerza y asentí cuando se puso de pie, volvía a meter el cuchillo en su
funda, y sacó una pistola. Se acomodó en una mecedora de madera, apoyando la pistola en
el brazo debajo de su mano a medida que inclinaba la cabeza hacia atrás y cerraba los ojos.
Empecé a moverme en el sofá y Jericho gruñó.
Solo así… ya era el enemigo. Sin importar cuántas golosinas, abrazos y masajes en
las orejas le di. Era leal a su amo cuando más importaba. Retrocediendo, apoyé mi cabeza
en el cojín y abracé mis rodillas al pecho antes de cerrar los ojos nuevamente.
Cuando desperté una vez más, estaba desesperada por hacer pipí, y el sol apenas
comenzaba a iluminar nuestro entorno.
Árboles.
Tal como sospeché.
Jericho me observó, sin parpadear, como si no hubiera dormido ni un segundo, y la
mecedora estaba vacía. 247
—Necesito orinar. —Apoyé mis manos en el borde del sofá para ponerme de pie.
Jericho gruñó de nuevo.
Slade dio la vuelta a la esquina con una taza de café en su mano. Asintió a Jericho.
—Baño.
Jericho se puso de pie, y lo tomé como una señal de que también podía hacerlo. Al
ponerme de pie, mantuve mi atención en el perro, no en el hombre prolongando mi muerte
sin una buena razón. Jericho me llevó más allá de Slade, a través de la pequeña cocina hasta
un pasillo pequeño con un medio baño a la derecha. Intenté cerrar la puerta antes de que
Jericho entrara, pero fue demasiado rápido y tomó asiento junto al lavabo de pedestal.
Enfadada, cerré la puerta de un portazo y me bajé los jeans y la ropa interior.
—Maldito perro —me quejé en voz baja. Jerry se inclinó hacia adelante y apoyó su
hocico en mi rodilla, dándome sus ojos de cachorro.
Y simplemente… lo perdí.
Lágrimas.
Sollozos.
Un colapso total.
Apenas me limpié y me subí los jeans antes de caer de rodillas y envolver a Jericho
con mis brazos.
—N-no d-dejes que m-me m-mate…
Gimió un poco y se deslizó hacia abajo, dejándome sangrar emocionalmente en el
piso del baño, abrazándolo. Cuando mis sollozos comenzaron a disminuir, la puerta se
abrió. Me puse de pie, de cara a la esquina del baño, mientras mis manos torpes cerraban
y abrochaban mis jeans antes de secar las lágrimas de mi cara.
Slade podría quitarme la vida, pero estaba muy segura que no iba a darle también el
último jirón de mi dignidad. Sintiéndolo cernirse sobre mí como una nube de lluvia
contaminada, sorbí una última vez y me volví.
—Eres un monstruo —murmuré, pasando junto a él.
—Un monstruo que te ama.
Mis movimientos se detuvieron en seco con un chirrido de espaldas a él. No dijo 248
eso.
De ninguna jodida forma me dijo eso. Me volví, lentamente.
¡Wachk!
Lo golpeé otra vez, reabriendo el corte en su labio junto con uno en mis nudillos.
—No eres más que un bastardo con el alma de Satanás. ¡Un monstruo de la peor
especie!
Se pasó el dedo medio por su labio ensangrentado antes de pasar la lengua por el
corte.
—Este bastardo con el alma de Satanás, este monstruo de la peor especie… te ama.
¡Wachk!
Lo golpeé exactamente en el mismo lugar de antes. Mi mano gritó cuando su cabeza
se sacudió hacia un lado donde estaba parado a medida que cerraba los ojos y apretaba los
dientes.
—¡Tu tío mató a mi mamá! ¡No puedes amarme!
Se limpió más sangre de la boca.
—Tu papá mató a mi papá. ¡Así que no puedes odiarme! —Su voz resonó más fuerte
que la mía.
—¡Bueno, lo hago! —Mantuve los puños cerrados—. ¡Te odio! ¡Te odio! Yo…
En un nanosegundo, agarró mi cara y estrelló su boca ensangrentada contra la mía,
besándome brutalmente.
Arañé sus manos y brazos, intentando soltarme de su agarre, intentando girar la
cabeza. Me hizo retroceder contra la pared junto a la puerta del baño. Sus manos
magullando mi cara fueron tan castigadoras como sus labios y lengua devorándome. El
sabor metálico de su sangre inundó mi boca.
Cuando me las arreglé para apartar mi cabeza del beso, le escupí en la cara de
nuevo… devolviéndole su sangre.
Aterrizó en su labio superior y la lamió como un animal. Después sus manos soltaron
mi cara y esposaron mis muñecas. Las tiró por encima de mi cabeza, sujetándolas 249
dolorosamente con una mano. Pensé que iba a intentar besarme nuevamente. Y me preparé
para morderle la puta nariz si se acercaba otra vez. En lugar de ofrecerme más, se estiró
detrás de él con la mano libre y sacó algo, pero no pude enfocar lo suficientemente rápido.
Lo levantó por encima de mi cabeza, y el sonido familiar de una brida acompañó el agarre
cortante en mis muñecas.
—¿Qué estás haciendo?
Agarró mis muñecas esposadas y me arrastró hacia la sala.
—¿Qué estás haciendo?
Me empujó sobre el sofá y sacó otra brida, atándome los tobillos en menos de cinco
segundos.
—Sujétame. Átame, Wylder… eso es lo que querías. ¿Recuerdas, Liv? Querías
practicar cómo mantener la calma en el ojo de una maldita tormenta. Bueno, aquí está tu
oportunidad.
—¡Solo mátame, monstruo! —grité a su espalda mientras se retiraba a la puerta,
saliendo al Jeep.
Jackson Knight

A
terricé en el aeropuerto de Los Ángeles un poco después de las ocho de
la mañana y estaba en mi camino a la casa de Slade en un auto alquilado
para las ocho y media. Diez minutos después, Jessica me llamó.
—Hola, acabo de aterrizar, y estaré en su casa en diez minutos. Aún no voy a dejarle
saber que estoy aquí. Necesito comprobar algunos… 250
—Jackson —interrumpió con un poco de impaciencia.
—¿Qué pasa?
—Anoche le dejé un mensaje a Reagan. Le pedí que profundizara un poco más en
cualquier cosa sospechosa con Stefan Hoover. Y acaba de informarme. Su deuda de juego
ha sido pagada, y no tenía seguro de vida, pero su casa también ha sido pagada. ¿Quieres
saber quién pagó por todo?
—Jess…
—Detente, Jackson.
—Solo dímelo.
—Detente, y entonces te lo diré. Después, haremos un plan.
—Jesús… —Tomé la primera salida que vi y entré en una gasolinera—. Dime.
Hizo una pausa por unos segundos.
—Abe McGraw.
Los músculos de mi mandíbula se apretaron durante unos segundos.
—Debí haberlo matado hace años. Maldito cabo suelto. —Me pasé una mano por
mi cabello y acuné mi nuca.
—Hay más. Y necesito que pienses, no que reacciones.
—Dilo.
—Reagan encontró algo en los archivos de Abe. ¿La vigilancia que solicitaste
durante dos años después de la muerte de Knox? Lo mostró con un niño. No valió la pena
mencionarlo ya que un niño no es una amenaza. Pero… no era su hijo. Reagan lo vio dejar
al niño en la escuela. Investigó al chico a través de los registros escolares. Su madre es
Mary Wylder.
Empujé el auto en marcha y salí a toda velocidad del estacionamiento.
—Jackson, Slade recibió una herencia de diez millones de dólares de parte de Knox.
Es el hijo de Knox.
—Tengo que llamarla.
—¡Jackson, espera! Hay…
—Ahora no. —Colgué la llamada y llamé a Livy. Fue directamente al correo de voz. 251
Atravesando el tráfico, miré mi teléfono para ver la ubicación de su Jeep. Parecía estar
como a una hora fuera de Los Ángeles. Supuse que estaría de excursión con sus amigas
como solía hacer cuando no estaban surfeando. Si la suerte estaba de mi lado, Slade estaría
en casa.
Solo.
Estacioné en la calle cerca de la antigua casa de Aubrey. Luego caminé hasta su
entrada con un todoterrono Volvo negro estacionado en ella, sintiéndome aliviado de que
estuviera en casa y Livy estuviera a una hora de distancia, a salvo con sus amigas.
Al llamar a la puerta principal, me paré a un lado, fuera de la vista.
Nadie respondió.
Rodeé la casa y probé la puerta lateral del garaje, pero estaba cerrada. Me subí la
camisa para cubrirme el codo, rompí el vidrio y abrí la puerta. Equipos de soldadura y
ejercicio ocupaban el espacio.
Entonces, probé la puerta trasera. También estaba cerrada, así que rompí otra
ventana.
Antes de entrar en la casa, noté gotas de sangre seca a mis pies.
Tan pronto como entré a la cocina, abrí los cajones hasta que encontré un cuchillo.
Lo busqué, inspeccionando la planta baja y luego el piso de arriba, pero no estaba allí. La
lámpara del dormitorio estaba rota en el suelo y una bala había destruido un teléfono
celular. No podía decir si era el de Livy o no. Regresando a la planta baja, llamé a Jessica.
—Él la tiene. A una hora de distancia.
—Jackson… ha sido entrenado. Es lo que intenté decirte.
Me detuve cuando noté que faltaba la alfombra de la cocina que había estado debajo
de la mesa, pero había una trampilla a la vista.
—¿Entrenado? —Volteé la mesa de lado con estrépito y abrí la puerta antes de
activar el altavoz del teléfono para poder usar la linterna y bajar al agujero.
—Está entrenado para…
—Es un asesino —murmuré, viendo todas las armas en la pared, sintiéndose más
desesperado de lo que me había sentido en toda mi vida. Y había pasado por una gran 252
cantidad de situaciones desesperadas.
—Reagan encontró enormes transferencias de Abe a Slade. Cree que Abe está
trabajando de nuevo.
—G.A.I.L se disolvió.
—Piensa que él está trabajando por su cuenta o con un grupo más pequeño.
Trabajando independientemente… con Slade como su arma favorita. Abe es el superior de
Slade, y creo que Livy es el objetivo.
Reuní tantas armas como pude transportar en una sola carga.
—Lo hizo, Jess. Él mató a Ryn.
—Jackson…
—No te atrevas a decirme que estoy equivocado.
—No creo que estés equivocado. ¿Qué vas a hacer?
—Voy a recuperar a mi hija.
—Puedo ir…
—Se terminará antes de que llegues aquí. —Terminé la llamada y empujé mi
teléfono en el bolsillo antes de subir fuera del sótano, cargado con todo lo que necesitaba.
Livy

D
espués de llevar lo último del arsenal, Slade tomó un poco de agua y se
sentó en la silla mecedora nuevamente.
—¿Qué estás esperando? —pregunté con voz monótona mientras
veía las armas, municiones y granadas.
—Abe y Jackson… Jude. 253
Jude Day.
Nunca antes había oído ese nombre. No de mi papá, no de mi mamá o Jessica. ¿Y
si Abe se había equivocado de tipo? Tenía que ser un error de identidad.
—Háblame de G.A.I.L.
Se encogió de hombros, mirando por la ventana delantera a medida que apretaba
una pistola descansando sobre su pierna.
—No puedo. Nunca había oído hablar de eso hasta hoy.
—¿En serio crees que mi papá mató a tu papá?
—Sí.
Me estremecí, pero él nunca miró en mi dirección.
—¿Cómo puedes estar tan seguro?
—Porque verifiqué tu Jeep en busca de un dispositivo de rastreo antes de irnos. Si
tu padre estaba en mi línea de trabajo, era bastante seguro que rastrearía el vehículo de su
hija.
¿Mi teléfono? Tal vez. Pero no mi Jeep.
—¿Encontraste uno?
—Sí.
—¿Y lo quitaste?
—No. —Sus labios se retorcieron—. Necesito que nos encuentre.
—¿Vas a matarlo? —Apenas pude pronunciar las palabras.
—Aún no estoy seguro. Pero sé que es un hecho que está de camino con intención
de matarme. —Al cabo de unos segundos de silencio, deslizó su mirada hacia mí—. No es
que te importe una mierda.
Fruncí el ceño.
—¿Por qué piensas eso?
—Porque intentaste matarme tres veces.
—Para que no me mataras primero.
—¿Por qué iba a matarte? —Me miró de soslayo.
—Porque es tu trabajo. 254
—Abe me contrató para protegerte.
—¡Después te contrató para matarme!
—¡Pero no lo hice! —Se lavantó bruscamente de la silla, agarrando el arma y
paseándose en el suelo mientras se frotaba el cuello con la otra mano, su barbilla sumergida
hasta el pecho—. Fui a la playa tan pronto como me enteré. Te llevé a casa para protegerse
de él porque sabía… solo sabía que crucé una línea y no te mataría. Me ha estado poniendo
a prueba sabiendo que fallaría. Así que, sabe que tendrá que ser él quien lo haga. Es por
eso que estoy protegiéndote.
—No te creo.
Se detuvo bruscamente, apoyó su mano libre en la cadera y miró al techo.
—Maldita sea, por supuesto que no me crees. ¡Apretaste el maldito gatillo tres
jodidas veces!
—Entonces, ¿por qué no me matas simplemente y terminas con todo esto de una
vez? —grité.
Pateó la mecedora con su bota, astillando la madera y enviándola estrellándose
contra la pared.
—¡Porque TE AMO! —rugió, la ira explotando como lava caliente desde cada
centímetro de su cuerpo tenso—. Caminaría a través de las llamas del Infierno por ti.
Dejaría que alguien me torture para protegerte. Moriría la peor de las jodidas muertes en el
mundo por ti. —Sus respiraciones escapaban feroces desde su pecho agitado mientras sus
ojos enrojecían—. Te amo… —Apretó la mandíbula, aferrándose a sus emociones que
amenazaban sus ojos—. Incluso si no puedes amarme igual.
Morí.
Slade Wylder me mató con sus palabras. No… me torturó con sus palabras, con su
amor. Tal vez él tenía el control sobre sus lágrimas militantes, pero no tenía ese tipo de
control sobre las mías. Cayeron en olas implacables por mi rostro.
—Wylder…
Bang… Bang… Bang… Bang.
Salté cuando Jericho colocó su cuerpo frente al mío instintivamente. 255
—Al baño, ahora. —Slade se colgó la correa de una ametralladora por encima de su
hombro—. Abe acaba de dispararle los neumáticos de tu Jeep para anunciar su llegada.
¡Entra al baño con Jericho, ahora! —Se inclinó y cortó las ataduras alrededor de mis
muñecas y tobillos, agarrando mi brazo y poniéndome de pie antes de empujarme en
dirección al cuarto de baño.
Hice lo que me dijo y cerré la puerta, no es que me protegiera de Abe si tenía un
arma.
Escuché más disparos o intercambio de diálogos.
Nada…
Wylder
Me escondí justo detrás del umbral de la puerta delantera, mirando a escondidas
alrededor de la esquina y por la puerta mosquitera hacia Abe, pero estaba fuera de mi rango
de tiro junto al lado del conductor del Jeep de Livy.
—Hijo, saca tu pene de esto, y solo dame a la chica. O incluso solo una parte de ella.
Estoy bien con que también te quedes con un recuerdo.
No dije nada. Me entrenaron para no decir nada. Por. Él.
Los asesinos no eran negociadores. Los mayores activos de los depredadores eran
la paciencia y el silencio. Una vez, me quedé con un arma y mi ojo pegado al visor durante
más de siete horas esperando el disparo. Mientras tuviera pulso, sabía que esperaría en
256
silencio y con paciencia para proteger a Livy.
—Tu padre amaba a la abuela de Livy. Fueron novios de la infancia. Sunny era el
amor de la vida de Knox. Siguió adelante cuando él tomó otro período de servicio, pero
nunca amó a su esposo como amó a tu padre. Y él siempre lo supo. Jackson lo descubrió,
y simplemente no pudo soportarlo. Así que, mató a Knox. Esa es la sangre que corre por
las venas de Livy. ¿En serio vas a luchar por eso? ¿Estás dispuesto a morir por eso? Si no
hacemos que pague… la justicia nunca será servida. Y la única forma de tener justicia es
quitándole todo, como él te lo quitó a ti, a Mary, a mí.
Apoyé mi cabeza contra la pared y cerré los ojos, aferrando el arma con ambas
manos.
—Está de camino. Jackson. Estoy seguro que pronto estará aquí. Lo tengo vigilado,
y estuvo en tu casa esta mañana. Los dos sabemos que está rastreando su Jeep. Pero algo
me dice que planeaste eso… de ahí la razón por la que la trajiste hasta aquí en él y no en tu
auto. Él es el mejor en lo que hace. Incluso ahora… acabará contigo a un cien metros de
distancia con una mano atada a la espalda y los ojos vendados. Y esa ni siquiera es su
especialidad. Es bueno con sus manos. Si alcanza a estar a metro y medio de ti, te desarmará
y romperá tu cuello antes de que tu cerebro tenga la oportunidad de decirle a tu dedo que
apriete el gatillo.
Tomando una inhalación profunda, la dejé salir lentamente, permaneciendo
perfectamente inmóvil.
—No me malinterpretes. Eres bueno. Algún día incluso podrías ser mejor que él,
pero hoy no. Es más inteligente. Y tienes a su hija. Estoy seguro que estamos a punto de
ver una versión de Jackson Knight… Jude Day… que nadie ha visto nunca antes. Así que,
mete una bala en la cabeza de la chica y toma tu lugar junto mí. Ahí es donde perteneces.
Somos familia.
Quizás lo que decía era cierto. Quizás era una mentira para asustarme. Quizás todo
era un juego para meterse en mi cabeza.
En lo que estábamos de acuerdo era que… Jackson estaba de camino, y no estaba
en el equipo de Abe, y Jackson no iba a estar en el mío. Habría una lucha por Livy, y no 257
podía permitir eso. Deslizándome por la pared, ajusté la correa del rifle, posicionándolo en
mi espalda. Después, me arrastré furtivamente desde la cocina hacia el cuarto de baño de
modo que Abe no me viera a través de las ventanas o la parte inferior sólida de la puerta
mosquitera. Una vez que rodeé la esquina, me paré y giré la manija de la puerta del baño.
Estaba bloqueada.
—Livy —susurré, golpeando la puerta suavemente—. Abre la puerta.
La perilla hizo clic y giré la manija, abriéndola fácilmente. Jericho y ella estaban en
el suelo, sus ojos hinchados por todas las lágrimas.
—Ven aquí —dije en voz baja, extendiendo mi mano.
La miró por unos segundos, sus brazos abrazando sus rodillas contra su pecho.
Tomó mi mano, sin mirarme a los ojos, y me dejó tirar de ella para ponerla de pie.
Agarré su rostro obligándola a mirar hacia arriba.
—Tienes que salir por la puerta trasera. Ve al bosque con Jericho. No te detengas;
continúa hasta llegar a una carretera principal. El camino estará a unos kilómetros. —Saqué
un teléfono descartable del bolsillo y se lo di—. Llama a tus amigas. Llama a la policía.
Llama a quienquiera en que puedas confiar, pero sin importar nada… no des la vuelta. No
regreses aquí.
—Mi papá…
Negué con la cabeza.
—No está aquí, pero está de camino. Abe está afuera. Será demasiado peligroso para
ti. Abe los quiere muertos a tu padre y a ti. Yo quiero muerto a Abe. Y tu padre matará
cualquier cosa que intente interponerse en su camino para recuperarte. —Antes de que
pudiera responder, tomé su mano y miré a la vuelta de la esquina antes de llevarla a ella y
a Jericho a la puerta trasera, abriéndola lentamente y examinando la parte trasera de la
cabaña—. Está despejado. Ve.
Jericho abrió el camino, bajando los tres escalones y deteniéndose a esperar a Livy.
Ella apretó el teléfono en su mano, mirándolo durante unos segundos antes de darme
esos ojos castaños que tanto adoro por última vez. 258
—Wylder —susurró.
—Ve, Livy. —No dejaría que mi corazón influyera en mi determinación de llevarla
a la seguridad. Le di una expresión plana, sin emociones y una orden firme.
—Wyld… —empezó a hablar de nuevo.
—Tres disparos. Intentaste matarme tres veces. Ahora lárgate de una puta vez antes
de que cambie de opinión, te meta una bala en la cabeza, y deje que Abe mate a tu padre.
Respiró temblorosamente, bajó la mirada y se volvió. Vi como todo mi puto mundo
desaparecía entre los árboles, vistiendo mi camiseta favorita mientras seguía a mi mejor
amigo.
Jackson Knight

M
e estacioné a dos kilómetros de distancia y avancé corriendo a través
del terreno montañoso hasta la ubicación de Livy. Abe sabría que iría,
y si Slade tenía siquiera una parte de la formación que Jess y yo
habíamos recibido a su edad, entonces también sabría que estaría yendo por mi hija. Así
que, me dirigí hacia allí sabiendo que estaba entrando en su trampa. 259
Estarían esperándome. Habían estado esperándome por años.
Acechando.
Aprovechándose de mi familia.
E iba a terminar con todo incluso si tenía que perder mi propia vida para mantener
la suya a salvo y vengar la muerte de Ryn.
A partir del loco número de armas en el sótano de Slade, sabía que estaría
fuertemente armado. Me detuve a cincuenta metros, y utilicé el par de binoculares que robé
del sótano para analizar la situación.
—Maldito aficionado —murmuré al ver a Abe agachado junto al Jeep de Livy con
un rifle semiautomático apretado en sus manos. Le habría dado una maldita paliza allí
mismo en el acto si hubiera sabido la ubicación exacta de mi hija. No podía arriesgarme si
Slade la tenía. Provocarlo al matar a su tío antes de tener a Livy bajo mi protección no era
una opción aceptable.
Seguí inspeccionando el área, buscando el menor movimiento, una sombra en la
ventana… cualquier cosa.
Nada.
Con una pistola en una mano y un cuchillo en la otra, me acerqué a la cabaña. ¿Por
qué Abe estaba afuera como si estuviera acechando a su propio sobrino? Algo no estaba
bien, pero el tiempo no estaba de mi lado. Empujando esa sensación molesta a un lado, viré
en torno para llegar desde el lado opuesto del Jeep, pero aún estaba inquieto por Slade y su
paradero con Livy. Cambiando el plan, recorrí un círculo más grande hacia la parte trasera
de la cabaña. Si podía conseguir a Livy, solo usaría dos balas y me dirigiría a casa con mi
hija.
Sí…
Subiendo las escaleras de atrás con dos zancadas rápidas, escuché en la puerta, pero
no oí nada. A un lado, di vuelta a la manija lentamente, rezando para que la cosa estúpida
no crujiera al abrirla.
Una vez dentro, avancé poco a poco por el pasillo pequeño, revisando el baño antes
de entrar a la cocina con mi pistola apuntando hacia adelante y mi cuchillo preparado en 260
mi mano izquierda. Mis movimientos se detuvieron cuando un par de ojos oscuros se
fijaron en mí junto con un tercer ojo… el cañón de una pistola.
Slade estaba a la izquierda de la puerta mosquitera, una situación peculiar. Si
estuvieran trabajando juntos, su disposición era una mierda. No dijo nada.
Recordé esos días… vigilando a mi objetivo durante horas si era necesario, sin decir
una palabra, sin importar nada. Afortunadamente, jugaba con un conjunto de reglas
diferente. Ya no era un asesino. Solo un padre recogiendo a su hija en una cabaña en las
afueras de Los Ángeles.
—¿Livy? —dije su nombre con calma, usando mi mejor tono paternal.
Slade no dijo nada.
—Si no escucho su voz pronto, tendré que asumir que está muerta. Si está muerta,
este será el peor día de tu puta vida porque te mataré. Pasaré los próximos meses justo aquí
contigo y ese hijo de puta imbécil escondido junto al Jeep, torturándote hasta que tu corazón
ceda porque simplemente no puedas soportar más dolor. E incluso entonces, solo conocerás
una fracción del dolor que he sentido desde que asesinaste a mi esposa. Ahora… ¿dónde
está mi hija?
Era como mirarse en un maldito espejo. No solo mi hija encontró un tipo que tenía
un inquietante parecido físico a mí a mis veinte años, sino que encontró un tipo que no se
estremece, parpadea o siquiera se mueve para tragar. Era difícil poner todo el temor a Dios
en los ojos de alguien cuando no creían en un dios.
Slade claramente no creía en un dios, y no temía morir.
—No está aquí, ¿verdad?
Di un paso adelante, ganando una admiración extraña por el joven observándome
como si no fuera más que una mosca zumbando alrededor de su cabeza. Me pregunté cuál
sería su número. Todos teníamos un número. El mío era metro y medio. Dejaba que mi
presa se acercara a metro y medio antes de atacar. La mayoría de los demás usaban números
más grandes, como dos metros y medio o tres.
Yo no. Me gustaba tenerlos tan cerca que podía sentir el calor de su piel, escuchar
el intercambio de sus respiraciones y matarlos con mis propias manos. 261
Tomé tres pasos más, reduciendo la distancia a dos metros, manteniendo mi cuerpo
justo a la izquierda de la ventana, pero aun así a la derecha de la puerta mosquitera: fuera
de la visión de Abe.
Un paso más.
La mano izquierda de Slade se levantó, apuntando dos pistolas hacia mí. Metro y
medio… ¿cuáles eran las posibilidades de que el número del chico fuera metro y medio
como el mío?
—Si no está aquí, no puedo dejarte vivir. —Me encogí de hombros. No era mi culpa.
Todos necesitaban reglas. Las mías eran bastante simples.
—¿Papá?
Livy
La mirada de Slade se desvió de mi padre a mí mientras avanzaba lentamente por el
pasillo hacia la cocina. Se paraban a metro y medio de distancia, sus armas apuntándose
entre sí.
Jericho se quedó a mi lado.
—Hola, nena. Solo tengo algunas cosas que terminar. Tengo una cuenta que saldar
por tu mamá y por ti. ¿Por qué no me esperas en el baño? —dijo papá como si me estuviera
preguntando lo que quería para la cena.
Slade no dijo nada con la boca, pero la expresión de su rostro transmitió ira. Estaba
enojado conmigo por no seguir sus instrucciones.
262
—Por favor, bajen las armas. Él no mató a mamá. Abe lo hizo. —Mis pies
continuaron hacia los dos hombres.
—No importa. Iba a intentar alejarte de mí. ¿Cierto?
Wylder no dijo nada. Solo una maldita expresión de hierro: intrépida y firme. ¿Por
qué no estaba abogando por su causa? No mató a mi madre. No sabía nada al respecto.
Papá gruñó, ladeando la cabeza hacia Slade.
—¿En serio crees que la amas? ¿Es por eso que sigue viva y ese hijo de puta imbécil
está fuera?
Aun así… Slade no dijo nada. No hizo nada. Ni un parpadeo.
—Bueno, tendrás que pasar a través de mí para llegar a ella. —Papá deslizó el
cuchillo de su mano izquierda en la parte trasera de sus pantalones cargo y recuperó una
pistola del mismo lugar, entregándome el arma—. Livy, toma esto y esperar en el baño. Si
alguien más que yo abre la puerta, aprieta el gatillo.
—Papá…
Dejó caer el arma que tenía en la otra mano.
—No te preocupes, cariño. Le estoy dando la ventaja. Dos armas contra ir sin armas.
Ahora tómala y vete.
Mi atención se centró en Slade. Dio una leve sacudida de su cabeza y volvió a
guardar ambas armas en la funda.
—Ve —susurró, mirando a mi padre fijamente.
Retrocedí lentamente, mi corazón destrozado, mi mundo al borde de la implosión.
Tan pronto como cerré la puerta. Escuché el inconfundible sonido de carne y huesos
chocando. Los gruñidos. ¡Bam! El ruido sordo de los cuerpos cayendo al suelo y contra las
paredes, sacudiendo todo lo demás en la casa.
—Paren —susurré, sacudiendo la cabeza y liberando una nueva ronda de
emociones—. Paren… —dije un poco más fuerte antes de abrir la puerta.
Mis ojos se enfocaron en Slade de espalda contra el suelo de la cocina a medida que
mi padre daba un paso amenazante hacia él preparándose para plantar su bota en las 263
costillas de Slade. Slade barrió las piernas de mi padre, llevándolo al suelo. Sus puños se
estamparon brutalmente en la cara de mi padre, enviando sangre salpicando a lo largo del
suelo. La mano de mi padre apretó la garganta de Slade y rodaron, dando la ventaja a mi
padre encima de Slade. No podía decir si Slade estaba respirando. Aferraba la muñeca de
mi padre con una mano mientras su otra mano volaba en un duro puñetazo hacia la
mandíbula de mi padre.
—¡Paren! ¡PAREN! —Salí corriendo del baño a medida que sus cuerpos rodaban
nuevamente.
Mi padre sacó un cuchillo mientras Slade se ponía de pie, su atención y su rostro
ensangrentado apuntados hacia mí. Sus ojos aterrizaron en mi pecho, ensanchándose como
si alguien les hubiera infundido miedo. Los siguientes segundos ocurrieron en un abrir y
cerrar de ojos. Mi mirada comenzó a seguir la suya. Fue entonces cuando noté un punto
rojo, como un láser, justo sobre mi corazón. Cuando miré hacia arriba, el mundo a mi
alrededor estalló en un caos. Slade se lanzó hacia mí. Mi padre se abalanzó desde su
posición en el suelo y enterró la hoja de su cuchillo en la pierna de Slade. Él gruñó.
Sacando otra pistola de su funda con una mano, apuntó hacia atrás mientras agarraba
mi camisa con la otra mano, empujándome al suelo. Se dispararon dos tiros casi al mismo
tiempo. Bam. Bam.
Slade cayó al suelo a mis pies mientras el cuerpo de mi padre volaba hacia adelante,
protegiéndome. Un suspiro después, miró por encima del hombro y se apartó de mí.
—¡NO! —lloré cuando vi la sangre saturando la camisa de Slade. Tan pronto como
le di la vuelta, su mano izquierda se estiró a través de su cuerpo, alcanzando lentamente
para cubrir la herida de bala en su costado derecho—. ¡Wylder! —Apreté mis manos por
encima de la suya como si juntos pudiéramos detener el sangrado.
Mi cabeza se alzó y vi a un monstruo nuevo. Un monstruo diferente.
Mi padre.
Avanzaba por los escalones del porche delantero con una confianza inquietante. Abe
estaba en el porche, con un disparo en la pierna. Slade le disparó mientras se lanzaba frente 264
a la bala destinada a mí. La bota del monstruo aterrizó en la cara de Abe, haciéndolo gruñir
y gemir. Ni siquiera podía ver su cara real. Era como si mi padre se hubiera roto la nariz y
destrozó toda la piel a su alrededor.
Abe gimió.
El monstruo estampó su talón en la mano de Abe, provocando un aullido a medida
que sus dedos se rompían. Él sabía… creo que siempre había sabido que la muerte de mamá
no fue un accidente. Y en ese momento, el monstruo dentro de él necesitaba venganza.
—Mi esposa. Me quitaste la vida. Le quitaste el mundo a mi hija. —Le dio una
patada a un costado de su cabeza.
Sollocé, girándome, incapaz de ver a mi padre torturar a otro hombre.
Las lágrimas corrían por mis mejillas, escurriendo sobre el pecho de Slade.
Los gruñidos, jadeos, y gorgoteos del pecho de Abe inundaron mis oídos,
interrumpidos solamente por los crujidos y sonidos sordos de las manos y botas del
monstruo nuevo matándolo lentamente. Pensé que sabía… pensé que entendía el dolor de
mi padre después de la muerte de mamá.
No lo hacía.
—Papá… —susurré, apretando mis ojos cerrados, sintiendo la profundidad de su
dolor en lo más profundo de mí, como si rompía cada uno de los huesos de Abe, traería de
vuelta a mamá. Quería que se detuviera porque una parte muy egoísta de mí no quería creer
que mi padre pudiera quitarle la vida a otra persona tan brutalmente—. Por favor, para…
—Sabía que no podía escucharme. Tal vez mis súplicas no estaban destinadas a detenerlo.
Tal vez era mi corazón suplicando para que el dolor se detuviera: el dolor de perder un
pedazo de mi padre, el dolor de perder a mi madre otra vez, el dolor del hombre que enlazó
mi alma solo para asfixiarla antes de fracturarla y dejarla desangrando entre mis manos.
Esa sangre cálida que seguía brotando sin control entre mis dedos y los suyos.
—No… —grité—. No te atrevas a morir. No te atrevas.
Jericho gimoteó, instalado junto a la cabeza de Slade, descansando su hocico en su
hombro.
—No ha terminado. ¡No puedes decir cuando ha terminado! —sollocé. 265
—Livy, es hora de irnos. —Papá apoyó su mano en mi cabeza, acariciando mi
cabello como lo hacía cuando era joven, como lo hizo después de que mamá murió—. Es
hora de que dejes que él se vaya. No hay nada que podamos hacer.
—No… no… —sollocé, entrelazando mis dedos ensangrentados con los de Slade.
Sus ojos parpadearon pesadamente, y sentí que también apretó mis dedos.
—Lo siento. Lo siento mucho. —Presioné mi frente contra la suya, mis lágrimas
cayendo en su cara.
Las sirenas sonaron en la distancia por mi culpa. Pedí ayuda, pero también volví a
la cabaña. Seguí la mitad de las instrucciones de Slade. Él no habría estado en el suelo,
luchando por su próximo aliento si hubiera seguido todas sus instrucciones.
—Livy. ¡Ahora! Tenemos que irnos. —Papá tiró de mi brazo.
Me aparté de un tirón, apoyando mi frente contra la de Slade.
—Sabía que el arma no estaba cargada cuando apreté el gatillo. Lo sabía. Te lo juro
que sabía… —Más sollozos atravesaron mi pecho.
—Li-vy… —dijo Wylder en dos sílabas débiles mientras cerraba los ojos.
Se quedaron cerrados. Toda la rigidez que quedaba en su cuerpo se liberó… se
rindió. Él se rindió.
—¡NOOOOO! —Mis manos soltaron sus manos, y cubrieron sus mejillas,
extendiendo la sangre por todas partes. Mis labios se presionaron contra los suyos—.
Noooo… —Respiré en su boca, intentando con todas mis fuerzas de darle más
respiraciones—. Te amo igual que tú… te amo igual que tú… te amo… igual… que… tú…
—sollocé cuando mi padre me arrancó del cuerpo sin vida de Wylder y me acunó en sus
brazos—. Jerry… —dije entre sollozos.
El mutilado cuerpo desfigurado y ensangrentado de Abe pasó en mi visión periférica
borrosa a medida que papá avanzó por los escalones del porche.
Mi padre debe haberme cargado una eternidad. Cuando me puso en el asiento trasero
del auto alquilado con Jericho, mis lágrimas se habían secado. Así como también la sangre
en mis manos. Debí haberme alejado. Ese día que encontré las armas en el calabozo, debí 266
haber seguido adelante.
Si me habría alejado y lo hubiera dejado desaparecer para protegerse a sí mismo…
para protegerme… él habría vivido.
Livy
5 años después…

—A
hí está mi paciente favorita. —El doctor Jones me
abrazó.
—Es el día de la graduación, ¿eh? —Sonreí
tomando asiento en su sofá mientras él se sentaba en una silla lateral. 267
—Hace años te graduaste de terapia. Solo me gusta verte. —Sonreí—. ¿Cuándo te
mudas?
—Mañana. —Me froté los labios a medida que desenvolvía una barra de chicle de
menta. Le tendí el paquete.
Sacudió la cabeza mientras sus cejas se levantaban una fracción.
—Vaya, estaba pensando que no te irías hasta dentro de unas semanas.
—Estoy ayudando a Timothy Morten en un gran caso que irá a juicio el mes que
viene, así que me quieren allí tan pronto como sea posible para ayudar a prepararlo.
—Te vamos a echar de menos.
Puse mis ojos en blanco.
—Sacramento está a menos de dos horas de distancia.
—¿Y Darren?
Mastiqué mi chicle lentamente y me encogí de hombros.
—Se va a quedar aquí.
—¿Van a terminar?
—No estoy segura. Ambos nos sentimos muy casual al respecto. Si la ausencia no
hace que el corazón despierte, entonces diría que estamos terminando. Si no soportamos
estar separados, considerará buscar trabajo allí.
—Ya veo.
—¿Por qué esa mirada?
—No tengo ninguna mirada. —Sacudió la cabeza.
Me reí.
—Creo que a estas alturas te conozco mejor de lo que me conoces a mí; al menos sé
cuándo tienes cierta mirada. Estás juzgando mi relación con Darren.
—No juzgo. No es mi trabajo.
Suspiré.
—Lo sé. Si lo amara. Si fuéramos serios… cada noche separados se sentiría
demasiado. ¿Te sigues sintiendo así cuando no estás con Jess, cuando uno u otro viaja solo? 268
—Sí. Pero no todas las personas necesitan lo mismo de una relación. Algunas
personas prosperan con la independencia y el espacio. Algunas parejas casadas ni siquiera
viven juntas. Las relaciones a larga distancia definitivamente pueden funcionar. Y como
dijiste, está a menos de dos horas de distancia. Serán muy factibles los fines de semana.
—Soy independiente. Me gusta mi espacio. Incluso con Slade, valoraba mi tiempo
surfeando con mis amigas, o simplemente el tiempo a solas. Mi papá es así. Antes de que
mamá muriera, le gustaba tener espacio. Mamá a veces me decía que papá necesitaba un
minuto. Por supuesto pensaba que se refería a un minuto real. Era más como una hora al
menos. —Sonreí—. Además… tengo a Jericho. No estoy sola.
—¿He mencionado que está bien si encuentras la felicidad, incluso si no es
exactamente lo mismo? ¿No del todo bien? Porque probablemente nunca sentirás lo mismo.
—Lo sé. —Me tomó años, pero llegué al punto en que podía hablar de Slade y no
llorar. Podía hablar de él y sentir una sensación de paz y gratitud. Salvó mi vida dos veces—
. Algunos amores son únicos en la vida.
—Sí, Livy.
—Estoy mirando hacia adelante y no hacia atrás. He aceptado mi pasado, y creo que
dijiste que eso es lo que tenía que hacer con el fin de dar la bienvenida a mi futuro. Así
que, he aceptado los secretos… mi padre era un asesino como el hombre que amaba. No
son quiénes eran; es lo que hacían. Papá vivió para encontrar una vida nueva. Slade no lo
hizo. Pero yo estoy aquí. Y soy joven. Merezco la felicidad. Merezco amor. —Me encogí
de hombros—. Simplemente aún no sé si es con Darren.
—Sigue a tu corazón, Livy. Y tal vez lo que más desea tu corazón ahora mismo no
es una relación seria. Tal vez tu corazón desea una corte. Trabajar duro para ser algún día
socia de una firma. O…
Reprimí mi sonrisa.
—Ser la presidente Livy Knight.
Se inclinó hacia adelante apoyando sus codos en las rodillas mientras me guiñaba
un ojo. 269
—O eso.

Al día siguiente, papá me siguió a Sacramento para estar allí cuando llegara la
compañía de mudanzas y me ayudara a instalarme. Por lo general, ignoraba a Jericho. Al
parecer, papá no le agradaba a Gunner, el perro guardián de mamá. Esa podría haber sido
parte de eso, pero la mayor parte era Slade. Papá odió que insistiera en quedarme con una
parte tan grande del hombre que fue contratado para matarme. Aun así… antes irse a casa
en San Francisco, frotó la cabeza de Jericho y le pidió que cuidara de mí. Era la primera
vez que reconocía de algún modo que Jericho no solo era especial para mí; de hecho, era
mi protector.
Tenía veinticuatro horas para instalarme antes de mi primer día de trabajo en el
bufete de abogados más prestigioso de Sacramento… tal vez de toda California.
Habían ganado algunas de las demandas ambientales más grandes de la historia: la
más notable, una de miles de millones de dólares contra un gigante del petróleo y otra
contra una empresa que había estado envenenando a personas a sabiendas con su
revestimiento para sartenes antiadherentes.
—Relájate… —dije, exhalando un suspiro antes de subir al ascensor que me llevaba
a mi firma nueva en el piso dieciocho.
Una mujer de ojos brillantes, piel oscura y cabello lacio negro me recibió con una
sonrisa cálida desde detrás de un escritorio elegante de vidrio al segundo en que salí del
ascensor.
—Hola. Soy…
—Livy Knight. Soy Rosalie. Hemos estado esperándote. Bienvenida. Sígueme.
Antes de que pudiera salir una palabra, me llevó por un pasillo amplio a una sala de
conferencias con una pared entera de vidrio, una mesa larga, sillas de cuero y un monitor 270
en la única pared que no era de vidrio o tuviera ventanas hacia el horizonte de Sacramento.
La cara familiar de Timothy Morten, quien condujo a San Francisco personalmente el mes
pasado para reclutarme, sonrió, al igual que su compañera, Trisha Brattebo; charlamos a
través de video después de que Tim viajara a San Francisco.
—Entra. Buena suerte.
Le sonreí a Rosalie.
—Gracias.
—Livy, adelante. Lamento arrojarte al fondo antes de llegar a ver tu oficina nueva,
pero el señor Wright estará pronto aquí.
—Toma asiento. —Trisha señaló hacia la silla a su lado—. Encantada de verte en
persona.
—Igualmente. —Intenté controlar mis nervios a medida que tomaba asiento,
agradecida de que no hubiéramos estrechados las manos, las mías vergonzosamente
sudadas—. ¿Quién es el señor Wright?
—Floyd Wright. —Trisha apartó su cabello castaño rizado detrás de una oreja y me
dio una mirada de complicidad.
—¿Floyd Wright como en Transportes Fuera de la Red?
Timothy se rio entre dientes por mi sorpresa, y me estremecí cuando mi inmadurez
quedó en manifiesto. Por supuesto, el ambientalista, activista y multimillonario Floyd
Wright habría utilizado a Timothy y Tricia para sus necesidades legales. Eran los mejores.
—Sí. Ese Floyd Wright. Se suponía que nos veríamos mañana, pero tuvo un cambio
en su horario por razones de seguridad. Lamentablemente, su activismo lo ha puesto en
peligro. —Timothy asintió detrás de mí—. Ahí está su equipo. Debe estar de camino.
Eché un vistazo detrás de mí. Dos hombres y una mujer, todos en trajes negros,
inspeccionaban el área, incluyendo todas las oficinas.
—¿Equipo? —Volví a mostrar mi sorpresa o mi ignorancia.
—De seguridad —agregó Tricia.
Asentí lentamente.
—Quería que te sentaras con nosotros solo para observar y conocer a Floyd. Podrías 271
trabajar con él en el futuro.
Mi vejiga gritó. Necesitaba orinar. La oleada de nervios se cuadruplicó con la noticia
de sentarse en una reunión con el gran Floyd Wright en mi primer día. Metí la mano en mi
bolso para sacar una menta. Mi boca de repente se sentía como el desierto.
—Floyd, es bueno verte de nuevo —dijo Tim antes de que pudiera meter la menta
en mi boca. La solté nuevamente en mi bolso y levanté la cabeza, plasmando una sonrisa
como si no estuviera temblando hasta en los huesos.
Pensé que no podía ser más intenso y surrealista: yo en la misma habitación con
Timothy, Tricia, y Floyd.
Estaba equivocada.
El hombre de pie en la puerta, resguardándola en un traje con una camisa blanca
impecable, una corbata perfectamente anudada y una barba pulcramente recortada era…
él.
Un fantasma.
Una ilusión.
Una mentira.
Él estaba muerto. Murió. Lo vi cerrar sus ojos, tomando su último aliento.
Lo lloré.
Pasé años en terapia.
Dormía junto a su perro todas las noches.
Se dijeron cosas. Se hicieron las presentaciones. Sin embargo, no escuché nada más
que ecos hasta que Tricia tocó mi hombro.
—Livy, ¿estás bien?
Fue entonces cuando me di cuenta que todos estaban de pie y estrechándose las
manos menos yo. Arrancando mi mirada del fantasma que me daba una expresión sin
emociones, en su puesto como un soldado de madera, presioné mis manos contra la mesa
y traté de pararme.
—B-bien.
—Vaya… ¿estás segura? —Tricia me agarró del brazo cuando mis rodillas 272
empezaron a ceder al segundo en que intenté ponerme de pie.
Me dije que no era real.
—¿Conoces a Alex?
Mi mirada se apartó de él y se posó en Floyd. Parecía más pequeño que el hombre
que había visto en fotos. Aun así, un hombre apuesto en sus cuarenta con espeso cabello
canoso y hoyuelos irresistibles acentuando su sonrisa cálida.
—¿Alex? —murmuré, sintiéndome a punto de perder el conocimiento.
Floyd volvió a mirar hacia él.
—Alex. Mi jefe de seguridad. O tal vez eres igual que todas las otras mujeres que
lo encuentran bastante agradable a la vista. —Se rio entre dientes—. Solía ser joven y
apuesto como él.
Tim se rio.
—¿No todos lo éramos?
—No. —Negué con la cabeza lentamente, obligándome a dejar mi mirada en
Floyd—. No conozco a Alex. Yo… uh… —Negué con la cabeza rápidamente para
recuperar algo de sentido de compostura cuando le tendí la mano—. Lo siento. Soy Livy
Knight. Es un verdadero honor conocerlo.
—Livy es nuestra socia más nueva. La mejor de su clase. Trabajó un poco en San
Francisco con el antiguo socio de Tim, y Tim condujo personalmente a San Francisco para
robarla. No le hemos dado detalles antes de arrojarla al fondo en su primer día antes de
conocerte. —Tricia me cubrió, y estaba muy agradecida.
También estaba agradecida cuando me sirvió un vaso de agua y me lo puso en la
mano.
—También es un placer conocerte. —Floyd estrechó mi mano sudorosa.
—Bueno, el tiempo es dinero. —Tim dio un guiño a Floyd—. ¿Empezamos? —
Asintió al asiento frente a él.
Me acomodé en mi silla y me arriesgué a mirar a Alex otra vez.
Parpadeó, después de unos segundos. El hombre que recordaba que podía pasar una 273
eternidad sin parpadear.
La reunión duró poco más de una hora. No escuché nada excepto mi corazón
martillando contra mi pecho dolorido. No sentí nada más que el dolor extendiéndose desde
mi estómago y palpitando en mi cabeza mientras intentaba encontrarle sentido a él aquí.
Vivo.
Respirando.
Atormentándome de todas las formas posibles.
Y justo cuando no creí que el golpe a mis entrañas pudiera doler más, la reunión
terminó y todo el mundo se puso de pie. El fantasma en la puerta hizo un gesto con la mano
a uno de los miembros de su equipo en el pasillo, y mi mirada se fijó en su mano. Su mano
izquierda. Y en la banda de plata en su dedo anular.
Estaba casado.
El hombre que me amaba… el hombre que me protegía.
Murió.
Volvió a la vida.
Y se casó con otra mujer.
Nada… nada se había sentido alguna vez tan doloroso. Ni los puños de Jessica
aterrizando en mi cara y costillas. Ni la noche en que un hombre intentó violarme. Ni
siquiera el día que pensé él que había muerto.
La muerte de mamá. Se sintió así.
Inesperada.
Inimaginable.
Malditamente inconcebible.
Me alegra que estés vivo.
Me alegra que estés enamorado.
Me alegra que seas feliz.
Mi mente intentó aferrarse a algo positivo. La mente sobre la materia.
Pero no pude.
No podía alegrarme que estuviera vivo y con alguien más que yo. Quizás eso me 274
convertía en una persona terrible. O quizá eso me hacía ser un humano de veintiséis años
con el corazón roto.
Se suponía que el amor era muchas cosas hermosas. Y lo era. Pero en el centro del
amor, existía esta necesidad realmente egoísta. Me negaba a creer que si amas a alguien de
verdad lo dejabas libre. No. No los dejabas libres.
Los retenías.
Los cuidabas y crecía.
Hacías tuya su felicidad.
Su mano cayó a su costado mientras Floyd se dirigía a la puerta después de
despedirse de todos, yo incluida. Creo sonreí o asentí, pero no podía recordar. Él cerró sus
dedos y pasó la yema de su pulgar sobre el anillo. Mi atención se desplazó sobre su cuerpo,
y aterrizó en su mirada. Sabía lo que me llamó la atención porque su mirada se desvió hacia
Floyd rápidamente.
Y se fueron, en segundos.
—Vamos a mostrarte tu oficina. Recuerdo lo que sentí en mi primer día en una gran
firma. Estoy bastante segura que estaba tan nerviosa y pálida como tú. —Tricia asintió
hacia la puerta.
En cuestión de una hora, mis esperanzas resucitaron de entre los muertos solo para
ser demolidas por una pequeña banda de oro.

275
N
o había bebido ni una gota de alcohol.
Ni una. Jamás.
Papá me arruinó eso. Ya no consume alcohol, pero no podía
borrar al hombre que fue (ausente y apenas viviendo) después de la muerte de mamá.
Cuando perdí a Slade, pensé en beber, encontrar algo para adormecer el dolor.
No lo hice.
Cuando pasé mis exámenes, no celebré con alcohol como el resto de mis amigos.
Surfeé. 276
Hice senderismo por las colinas de Los Ángeles.
Entrené con mi padre y, a veces, con Jessica.
Me concentré en buscar trabajo.
Después de ver ese fantasma, compré una botella de vino y regresé a mi
apartamento.
—Hola, Jerry. —Logré un saludo pequeño. Incluso Jericho tendría que pensar que
algo andaba mal conmigo. Normalmente lo saludaba con un entusiasmo contagioso.
Ese día no.
Dejé el vino y mi bolso sobre la encimera.
—Vamos a orinar, cariño. —Me peleé con una avalancha de lágrimas, las mismas
que había estado luchando para contener durante toda la tarde.
Wylder estaba vivo.
Y estaba casado.
Cuando llegamos al frente del edificio, dejé que me guiara a su lugar favorito para
orinar, en realidad su árbol favorito. No podía culparlo por tener un árbol favorito. Siempre
tuve uno en la universidad.
Jericho marcó el árbol y salió corriendo: a máxima velocidad en la dirección opuesta
por la acera.
—¡Jericho! —grité, girando en esa dirección, sorprendida de que el perro que nunca
necesitaba una correa simplemente saliera disparado.
Mi corazón ya no podía soportar más. Sin embargo, ahí estaba él, acuclillado,
recibiendo besos de Jericho. Un reencuentro largamente esperado. Romper mi corazón no
era suficiente. Tuvo que venir a buscar su perro, pisoteando ese órgano apenas latiendo
detrás de mis costillas y convirtiéndolo en polvo, como una gran bota negra apagando un
cigarrillo contra el cemento.
Slade se puso de pie lentamente y avanzó hacia mí con Jericho a su lado, como si 277
nunca se hubiera ido. Como si nunca hubiera muerto. Ya no usaba el traje negro.
En cambio, vestía jeans y una camiseta blanca, luciendo como el hombre que amé
años atrás.
Se detuvo a dos metros de distancia, donde permanecimos inmóviles, en punto
muerto para ver quién hablaría primero. Apreté mis dientes y deseé que mis emociones se
mantuvieran bajo control. Ganó, como de costumbre.
Tenía que decir algo antes de que explotara.
—No es tuyo. Ahora es mío. Moriste. Lo abandonaste. Y conozco un puto abogado
bastante bueno si intentas pelear conmigo por esto. —La ira envolvió cada palabra como
alambre de púas. Sentí las palabras cortando mi garganta, y esperé que las sintiera con la
misma brutalidad.
—Es tuyo. Siempre.
Jódete…
No quería que fuera amable. No quería que fuera la versión de la que me enamoré
aquella vez en la playa en la parte trasera de una furgoneta.
Pero lo era. Y lo odié… sí, lo odié, por eso.
Tragando con fuerza, cambié mi atención a Jericho.
—Vamos.
Cuando me giré, esa bota volvió a pisotear mi corazón cuando él tuvo que decirle a
Jericho:
—Ve.
El fiel pastor alemán quería quedarse con su amo, pero Slade me lo estaba dando.
También odié eso. Jericho convirtiéndose en el premio de consolación.
No puedes tenerme, pero aquí está mi perro.
Una vez que me recuperé de tropezar con mis emociones, continué hasta la puerta
de mi edificio de apartamentos. Jericho me siguió, pero Slade también lo hizo.
—¿Podemos hablar?
Solté una carcajada, dando zancadas rápidas hacia el ascensor.
—No tenemos nada más que decir. Lo dije todo, el día que moriste. —Mi dedo pulsó 278
el botón de las puertas incesantemente para abrirlas. Cuando lo hicieron, entré y agité mi
tarjeta frente al lector.
—Bueno, me estaba ahogando con mi propia sangre, así que no tuve la oportunidad
de decir todo lo que tenía que decir.
Cruzándome de brazos, me concentré en los números digitales en lugar de en él.
Cuando se abrieron las puertas, solté mis palabras de despedida mientras salía.
—Has tenido cinco años. Has superado el estatuto de limitaciones en eso.
Abrí mi puerta, y él presionó su mano contra ella, manteniéndola abierta para Jericho
y él.
—Necesito que te vayas. No quiero volver a verte otra vez. —Manteniéndome de
espaldas a él, me dirigí a la encimera de la cocina y abrí la botella barata de vino con un
cuchillo ya que no tenía un sacacorchos.
—No bebes —dijo, de pie en medio de mi sala de estar, absorbiendo todo el oxígeno.
Vertí un trago generoso en un vaso de agua de doscientos cincuenta mililitros.
—No me has visto en cinco años. No sabes nada. Bebo. Me follo a otras personas.
Pago las facturas del veterinario y la comida para perros. Y soy mucho más fuerte que la
chica que conociste. Así que, te sugiero que te largues de una puta vez antes de que te haga
sangrar.
Apretó los labios, su mirada siguiendo a Jericho a medida que se paseaba por el
espacio junto a su plato de comida.
—Sé que eres fuerte. Sé que pagas las facturas del veterinario y la comida. Sé que
te follas a otras personas. Y también sé que no bebes.
Tomé tres grandes tragos y fallé en mi intento de no reaccionar con cara de
amargura. El vino sabía a mierda, o al menos la botella que compré no era más que orina
cara.
—Listo… ves eso. Estoy bebiendo. Ahora lo sabes. Ahora puedes irte.
—Estoy orgulloso de ti.
Lo miré fijamente sin respuesta. Su orgullo era algo que ya no necesitaba.
—Morten y Brattebo… —Silbó—. Eso es impresionante, Liv. No tengo ninguna 279
duda de que algún día el apellido Knight estará en esa pared.
Le devolví una serie de parpadeos. Eso era todo. Eso era todo lo que tenía para él.
—Tienes que irte.
Entrecerró un poco sus ojos.
—¿Por qué?
—Porque no voy a morder el cebo. No voy a preguntarte cómo sobreviviste… —mi
cólera se disparó a medida que mi volumen escaldaba—… dónde carajo has estado durante
cinco años… —mis puños se apretaron mientras las palabras escapaban a través de mis
dientes apretados—… ¡quién mierda es Alex, y cómo pudiste abandonar a Jericho!
Le arrojé mi copa de vino.
Se balanceó casualmente hacia un lado cuando golpeó mi mesita de café y se hizo
añicos, el vino tinto esparciéndose por todas partes. Debía haber comprado vino blanco.
—Así que, ¡VETE A TU MALDITA CASA CON TU PUTA ESPOSA! —Mis
dedos se clavaron en mi cabello mientras perdía el control que había estado colgando de
un hilo diminuto todo el día. Ya no me importaba lo que pensara a medida que las lágrimas
se escapaban de mis ojos ardientes.
Jericho gimió, sus orejas alerta y sus ojos muy abiertos.
Wylder le dio una pequeña sacudida de cabeza como para hacerle saber que no era
su pelea. Y una vez más, su mano se cerró en un puño mientras su pulgar frotaba esa banda
circular de para siempre. Otra mujer tomó su corazón y se lo llevó. Dolía. Jo-di-da-men-te.
—Livy…
—No. —Mi cabeza se azotó de un lado a otro bruscamente, una y otra vez—. No
tienes permitido decir mi nombre. Ni siquiera tienes permitido verme de esta manera… —
Me sequé mis mejillas y le tendí mis manos empapadas de lágrimas—… como si esto te
afectara. —Me ahogué con un sollozo, y metí mi cabello recién cortado al nivel de mis
hombros detrás de mis orejas—. ¿Estás aquí por un agradecimiento? B-bien… —Respiré
temblorosamente—. Gracias por salvarme la vida dos veces. Llévate a Jericho. Estamos a
mano. Simplemente desaparece y nunca más te acerques a mí.
No lo decía en serio. Si se quedaba con Jericho, tendría que dejar mi trabajo para 280
dar cabida a mi duelo a tiempo completo.
—Me iré.
Asentí, obligándome a mantener mi barbilla levantada, mi mandíbula apretada.
Se dirigió a Jericho y volvió a encorvarse para rascarlo detrás de sus orejas y besarlo
en la cabeza.
—Continúa cuidando de ella. Nadie lo hace mejor que tú —susurró.
Me atraganté con otro sollozo y le di la espalda mientras las emociones
atormentaban mi cuerpo. Cuando abrió la puerta, mi boca se movió por sí sola, las palabras
saliendo antes de que mi cerebro tuviera tiempo de censurarlas o evitar que encontraran
vida fuera de mi cabeza.
—¿Tienes h-hijos? —Mi mano tapó mi boca a medida que mis ojos se cerraban
fuertemente, enjugando más lágrimas.
Alguien me robó mis sueños. ¿Se los llevó todos? ¿Habrían pequeños Wylder
corriendo por ahí?
—Adiós, Livy.
La puerta se cerró con un clic suave.
Malditos fantasmas.

Logré una semana entera, preparándome para el juicio de la década, antes de tener
el valor de preguntar a Tricia sobre Floyd y su personal de seguridad. Entré en su oficina
con un montón de documentos que solicitó, los dejé en su escritorio y le di una mirada
aprehensiva.
—¿Qué pasa, Livy? Solo pregunta. —Ni levantó la vista de su computadora, sus
manos moviéndose vigorosamente a través del teclado.
—Floyd vive en Malibú, ¿verdad?
281
—Tiene muchas casas, pero sí, tiene una residencia allí. Aunque, últimamente, ha
estado pasando la mayor parte de su tiempo en Austin.
—¿Texas?
Sonrió, deteniéndose el tiempo suficiente para darme una mirada de obviedad.
Fruncí el ceño.
—Para tu información, Texas no es el único con Austin. Hay uno en Arkansas,
Colorado, Nevada, y creo que tal vez también en Utah. También estoy segura que hay otros.
—Está bien, sabelotodo… me rindo. ¿Por qué la curiosidad por la residencia de
Floyd?
—Nada. Bueno, en realidad, solo me preguntaba por su equipo de seguridad o los
hombres realmente ricos como él que tienen seguridad. ¿Tiene múltiples equipos en las
ubicaciones diferentes? ¿Siempre viajan las mismas personas con él? Si ese es el caso, sería
muy difícil establecerse y formar una familia, ¿verdad?
Se quitó sus lentes con montura plateada y sacudió la cabeza.
—Perdón. ¿Por qué estamos discutiendo esto?
Mis labios se arquearon hacia un lado durante unos segundos.
—El chico. Alex, el jefe de su personal de seguridad… me quedé mirándolo la
semana pasada, pero solo porque me resultó familiar, y me ha estado volviendo loca. No
puedo descubrir cómo lo conozco, así que me estaba preguntando en dónde viviría. Tal vez
eso refrescaría mi memoria.
Se puso sus lentes y volvió a centrar su atención en la pantalla de la computadora.
—No sé. Mi conjetura es que viaja con Floyd, vive con él en dondequiera que esté.
—Pero tenía una alianza en su dedo anular izquierdo. ¿Crees que su familia viaja
con ellos?
Me miró por encima del marco de sus lentes.
—Qué observador de tu parte notar su anillo de matrimonio. —Una sonrisa
acompañó sus ojos completamente abiertos a medida que me inspeccionaba.
Intenté ocultar mi decepción por su falta de información, detrás de una sonrisa falsa.
—Bueno, mis habilidades de observación son solo algunas de las razones por las 282
que estoy aquí.
Sacudió su muñeca para echarme de la oficina.
—Sí, bueno… vete. Observa. Investiga. Tráeme algo que clave a estos bastardos en
la pared de la corte.
—Haré lo mejor que pueda.
—Oh… Livy…
Giré.
—Sí.
—Floyd estará aquí la próxima semana para otra reunión. Tal vez para entonces
podrás encontrar la información que estás buscando.
Asentí una vez.
¿Información? No necesitaba ninguna información. Mi curiosidad morbosa tenía un
hambre insaciable y, como de costumbre, nada bueno salía de eso.
La semana siguiente pasó dolorosamente lenta. No ayudó mi falta de sueño.
Si no estaba en la firma hasta las primeras horas de la mañana, estaba dando vueltas
y vueltas en la cama con pesadillas de Slade junto a su esposa y dos hijos. Ambas niñas.
No sabía por qué me lo imaginaba con niñas; solo lo hacía. Tal vez porque nos imaginé
teniendo uno de cada uno, y no estaba lista para también darle eso a su esposa.
Parte de ti muere cuando alguien más vive tu vida.
Slade ya no era el fantasma. Yo era el fantasma.

283
U
na semana después, me puse un vestido tubo gris de corte entallado con
mangas rematadas y el dobladillo rozando mis rodillas. Tacones negros.
Cabello ondulado recogido en una coleta con largos flequillos
enmarcando mi rostro.
Ese día no estaba invitada a ser parte de la reunión con Floyd. Tim me enterró en
trabajo para el gran caso importante. Sin embargo, me tomé mi tiempo cuando necesité una
recarga en mi té unos minutos después de que notara que Floyd y su equipo de seguridad
estaban llegando. Se encontraron en la oficina de Tim en lugar de la sala de conferencias, 284
y Slade esperaba justo afuera de la oficina a puerta cerrada junto con otro chico en el lado
opuesto de la puerta. Me paseé frente a Slade y el otro chico, manteniendo la cabeza gacha
y centrada en mi teléfono como si ni siquiera lo hubiera notado.
Pero lo sentí.
Sentí sus ojos sobre mí. Lo sentí en todas partes.
El viaje a la sala de descanso fue un error. Él era un error. Perseguí a un monstruo.
Me enamoré de él. Y me devoró y escupió mi alma, vacía y sin vida.
Tan pronto como llegué a la sala de descanso, presioné mi espalda contra la pared
fuera de la vista de él o de cualquier otra persona. Respirando inquieta y ahuyentando las
emociones que amenazaban con robar mi compostura, cerré mis ojos y solté ese aliento en
pequeños jadeos.
—Déjalo ir, Liv… déjalo ir —susurré.
Permanecí en la sala de descanso durante casi treinta minutos hasta que tuve el valor
de caminar de regreso a mi oficina antes de que alguien cuestionara mi ausencia.
Una vez más, enterré mi cara en la pantalla de mi teléfono mientras me acercaba a
la oficina de Tim y los dos hombres situados fuera de ella.
—¿Livy?
Giré unos metros antes de llegar al hombre que necesitaba evitar. Tricia se acercaba
a mí, señalando a Slade con la cabeza.
—¿No tienes una pregunta para él? —Sonrió a Slade—. Alex, ¿verdad?
Mi mirada cayó a mis pies, junto a mi corazón que había estado en el suelo desde el
día en que apareció de entre los muertos.
Cuando no escuché su respuesta, supuse que él le dio una inclinación de cabeza.
—Livy pensó que le resultabas familiar. ¿Verdad, Livy? Se estaba muriendo por
saber dónde vivías, con la esperanza de hacer una conexión.
No estaba muriéndome por saber, pero estaba muriendo a medida que me exponía
justo frente a él. Me obligué a encontrar su mirada. Su expresión neutra sin revelar nada. 285
Plasmé una sonrisa dolida, aclarándome la garganta.
—Al principio… me pareciste familiar. Pero ahora que tengo un vistazo más de
cerca, me di cuenta que no eres tú. Y su nombre no era Alex. Y él no estaría ahí de pie
donde tú estás. Él estaría dentro de una de estas oficinas. Verás… iba camino a la escuela
de leyes. Siempre imaginé verlo de traje por primera vez en la graduación. Pero nunca se
graduó. O tal vez nunca se ha puesto un traje para una entrevista de trabajo en un bufete de
abogados prestigioso como este. O en su boda. —Mi barbilla se inclinó hacia abajo
nuevamente durante unos segundos antes de encontrar el coraje para mirar esos ojos
inquietantes nuevamente—. ¿Usaste traje en tu boda? —susurré más allá de la emoción
sofocante oprimiendo mi garganta.
No tuvo la oportunidad de responder. Tricia rio.
—Muy bien, ahora estás actuando rara, al límite de acosar al hombre con demasiada
información sobre tu amigo que no es él. —Apoyó sus manos en mis hombros y me guio
hacia mi oficina.
—Gris… —respondió, deteniendo mis pasos junto con los de Tricia.
Ella se giró, pero yo no lo hice.
—Me puse un traje gris para mi boda. Camisa blanca, corbata rosa. Estaba lloviendo
ese día… se sintió simbólico con mi estado de ánimo… con mi vida. Un amigo nos casó.
Dos testigos, sin familiares ni otros amigos. Nunca he usado ese traje otra vez.
—De acuerdo, está bien. Historia interesante. —Tricia se rio entre dientes y soltó
mis hombros y susurró en mi oído—: Me corrijo; él es el raro.
Pasó junto a mí. Mis piernas tardando unos segundos en volver a llevar mi cuerpo a
la oficina.
Esa noche probé otra botella de vino, uno blanco. Tampoco me gustó. Tal vez no
era una persona de vino o tal vez el alcohol no era la respuesta.
El ejercicio parecía la opción más agradable y saludable, así que llevé a Jericho a
correr al parque con su pelota de tenis y un lanzador. Algunos perros más pequeños estaban
allí, pero se fueron poco después de que mi bestia comenzara a buscar su pelota. Necesitaba
algo como ir a buscar la pelota para mantener mi mente ocupada: una tarea repetitiva que 286
me mantuviera encaminada y sin pensar en él.
Incluso cuando él no estaba en el trabajo… estaba allí. Su fantasma invadiendo mi
nuevo lugar de trabajo. Aún lo veía de pie en mi sala de estar cada vez que echaba un
vistazo a la mancha de vino tinto que no salió de mi alfombra.
Cuando volví a lanzar la pelota, volvió a invadir mi vida, caminando hacia mí. No
era real. No podía ser real. Pero entonces Jericho corrió hacia él, otra vez, y supe que era
real de la manera más dolorosa y cruel imaginable.
Vivo… y casado.
—Hola —saludó, avanzando muy despacio hacia mí con la pelota que Jericho le
dejó. Mi perro traidor a su lado.
Me froté los labios. Ese era el saludo que recibiría de mí: una expresión sombría.
—¿En serio sabías… que el arma no estaba cargada?
Me escuchó ese día. Escuchó lo que dije unos segundos antes de morir.
Antes de que pensara que murió.
No le debía disculpas. Le di las gracias por salvarme la vida, dos veces, y se casó
con otra persona. Estábamos a mano.
—No —respondí con confianza.
—¿Pensaste que me estaba muriendo, así que mentiste?
Me crucé de brazos y sobresalí una cadera.
—Lo siento… ¿estamos siguiendo la pista de las mentiras? Si ese es el caso, tú
pierdes. Y ni siquiera me refiero a todas las mentiras que dijiste para cubrir tu culo.
Incluyendo aquella en la que fuiste contratado para protegerme. Así que sí, pensé que el
arma estaba cargada. Apreté el gatillo para matar al hombre que fue contratado para
matarme. Llámalo falta de confianza o auto preservación, no me importa. Pero no puedes
culparme por eso.
—Tu papá mató a mi papá. —Entrecerró sus ojos una fracción.
—Tu papá violó a mi tía. Así que, jódete, Wylder… Slade… Alex… cualquiera que
sea tu maldito nombre.
Hizo una mueca. 287
Arqueé mis cejas.
—Ah… ya veo. ¿Nadie te dijo que tu padre era un violador? Bueno, despierta. Nos
arrojaste a una guerra por los pecados de nuestros padres. Pero mi padre asesinó a personas
realmente malas. No violó a mujeres. No acabó con miembros de familias inocentes por
venganza. Pero eso está en tu sangre. La venganza es la razón por la que tu padre violó a
mi tía Jessica. Lo llamó entrenamiento, pero eso no es entrenamiento. Eso solo es una
maldita mente retorcida y enferma.
Después de unos largos momentos sin reacción, mirando al suelo entre nosotros,
levantó la cabeza lentamente.
—Bueno, ahora lo sabes.
—¿Qué sé? —Incliné mi cabeza hacia un lado.
—Por qué no te busqué.
—No —dije con una voz gruesa a medida que sacudía la cabeza—. Era nuestra
historia de amor. No la de mi padre, ni la de tu padre. Amaba al monstruo. Regresé por ti.
Regresé. Por. Ti. Y durante cinco años me dejaste creer que estabas muerto. Tú… —Tragué
pesado y me dije que no lloraría. No merecía más de mis lágrimas—. No me amaste como
yo te amaba.
—¡Recibí una maldita bala por ti! —Con las manos metidas en los bolsillos de sus
jeans, se inclinó hacia delante, gritando las palabras en mi cara.
—Tú… —Las lágrimas hicieron lo suyo, sin importarle si las merecía o no—… te
casaste con otra persona. Dolía menos cuando estabas muerto.
Asintió lentamente, el dolor apoderándose de su puta expresión indiferente
practicada.
—Bueno, fuiste la que no siguió mis instrucciones. Fuiste la que debería haber
pedido ayuda. Maldita sea, si hubieras hecho lo que te dije que hicieras, tal vez estaría
muerto.
—Oh… —escupí una carcajada—. ¿Y eso es algo bueno? ¿Salvarte era lo
incorrecto? 288
—Era un asesino. Un hombre murió donde me encontraron ese día. Tenía dos
opciones… la prisión o una vida nueva. Un nombre nuevo. Todo nuevo.
—¿Opciones? —Negué con la cabeza—. ¿Cómo se elige otra cosa que no sea la
prisión?
—Pregúntale a tu padre.
Sus palabras me paralizaron. Me sentí como el día que supe que mi padre, un
ingeniero informático, era un exasesino. No más secretos. Papá me prometió… no más
secretos.
—¿Qué significa eso?
—Sus conexiones no estaban completamente cortadas después de casarse y empezó
a vivir una vida aburrida en los suburbios. Conocía a la persona adecuada para hacerlo
realidad. Tuve una hora para tomar la decisión el día en que se suponía que me darían de
alta del hospital. Podría ir a la cárcel o podían extraerme y trasladarme a un lugar seguro
en preparación a mi vida nueva. Simplemente… no creí que mi hogar nuevo en Texas y mi
trabajo nuevo con Floyd Wright me llevarían un día a una sala de conferencias contigo.
Mis labios se separaron mientras sus palabras luchaban por espacio y significado en
mi mente.
—¿Mi papá lo sabía? —susurré—. ¿Mi papá sabía que estabas vivo?
—¿Qué habrías elegido por mí, Liv? ¿La prisión de por vida? ¿O la vida sin ti?
—Tu mamá… —Negué con la cabeza.
—Cree que estoy muerto. Tengo una lápida y una tumba junto a la de mi padre y
tío. Era la única manera. Podría visitar mi tumba o visitarme en prisión. Así que, supongo
que la pregunta es… ¿a cuántas personas le has contado? ¿Tu padre sabe que me has visto?
¿Tus amigos? ¿Tu novio?
Mi mirada se disparó hacia la suya.
—¿Cómo sabes que tengo novio?
Se quedó mirando la punta de su bota negra a medida que la hundía en la hierba.
—Era parte del trato. Sé lo que está pasando en tu vida. Recibo videos y fotos tuyas. 289
—¿Q-qué? —Me sentí violada y traicionada—. Alguien me espía de modo que
puedes, ¿qué? ¿Fantasear con la vida que nunca tendrás? ¿Ves esas fotos y videos antes o
después de follarte a tu esposa?
Hizo una mueca.
—No es así.
—Entonces, ¿cómo es? ¿En qué momento decidiste enamorarte de otra persona?
¿Fue cuando encontré a Gavin dos años después de tu muerte? ¿Alguien te mostró fotos de
él besándome fuera del teatro? ¿Era un video de mí dejando su casa a la mañana siguiente?
¿Viste mi cara? ¿Las lágrimas corriendo por mis mejillas porque fue la peor noche de mi
vida? Una dolorosa aventura de una noche. Fue el momento en que me dejé aceptar de
verdad que te habías ido. Odié sus manos sobre mí, porque no eran las tuyas. Odié sus
besos. Me odié por fingir que lo estaba disfrutando. Me hiciste odiar mi vida… mi
existencia. ¿Y todo el tiempo me estuviste observando? ¿Todo el tiempo mi padre supo
que yo estaba sufriendo por un hombre vivo? Livy es feliz. Livy siguió adelante. ¿Hora de
ir a buscar a alguien más?
—Eso no es lo que ocurrió.
—Yo… —Sacudí la cabeza, limpiando mis lágrimas—. No quiero saber cómo
sucedió. No quiero fotos o video de tu vida con ella. Es un asco… duele sentir tanto odio
hacia otro ser humano, especialmente uno que nunca has conocido. Pero la odio. La odio
porque me quitó la vida. Te quitó de mi vida. ¡Y se suponía que eras mío!
—Liv… —El enrojecimiento inundó sus ojos, un lado tan raro del monstruo que
amaba.
—También te odio… —Me giré y comencé a correr a casa con Jericho a mi lado.
Cuando llegamos al apartamento, me quité la ropa y me metí a la ducha con nada más que
agua helada bañando mi cuerpo hasta que todo comenzó a sentirse entumecido, hasta que
las lágrimas cesaron, hasta que la realidad se tornó borrosa.
Cerrando el agua, permanecí inmóvil en la ducha, temblando, mi respiración
saltando en mi pecho como pequeños “staccatos” mientras mis dientes castañeteaban.
Jericho se sentó en la puerta y gimió. Agarrando mi toalla, sequé mi cuerpo 290
lentamente cubierto de piel de gallina y deslicé mis brazos en mi bata de satén.
No podía recordar un momento en que alguna vez me sintiera tan sola.
Sin Slade.
Papá me traicionó.
Jessica no entendería porque era la víctima de la brutalidad de su padre.
No tenía a nadie.
Agarrando una manta, me acurruqué en el sofá. Jericho lloró un poco más de
preocupación por mí antes de saltar al sofá y tumbarse a mis pies.
Operaciones encubiertas.
Personas con el rango lo suficientemente alto que podían fingir la muerte de Slade
y darle una identidad nueva para mantenerlo fuera de la cárcel.
Alguien espiándome durante cinco años.
La conexión de mi padre con todo eso.
Todo era simplemente demasiado.
Toc. Toc. Toc.
Me senté, envolviendo la manta con fuerza alrededor de mis hombros. Mis pies
descalzos se arrastraron hacia la puerta. Mirando por la mirilla, fruncí el ceño,
preguntándome cómo llegó a mi piso sin una tarjeta de acceso. Una pregunta estúpida.
Evitó la cárcel. Tener acceso a mi apartamento tenía que ser una ocurrencia sin importancia.
Presioné mi cabeza contra la puerta durante unos segundos. La respuesta era no.
No. Ya no podía hacerlo. Sin más charlas. Sin más explicaciones. No había nada
que pudiera decir para arreglar las cosas. Cuando me volví para regresar al sofá, la puerta
se abrió.
Cerré mis ojos de espaldas a él. Tenía una puta llave de mi apartamento.
—Si no te vas, llamaré a la policía. Llámalo venganza… karma. Ahora vete. —Di
una respiración temblorosa y me quedé mirando por la ventana.
La puerta se cerró con un suave clic, pero lo sentí detrás de mí.
Cerca. 291
Demasiado cerca.
—Siempre he sido tuyo.
Mi pecho se apretó. ¿Por qué tenía que hacerme eso? Era cruel.
—No —susurré.
—Sí.
—Negué con la cabeza.
—Sí.
—No… —dije con la emoción envolviéndose en mi tono mientras mis puños se
apretaban alrededor de la manta.
—Sí, Livy. Soy…
Me quité la manta y estampé mi puño en su cara. Su cabeza giró hacia un lado y la
sangre brotó a lo largo de la esquina de su boca.
Sacando la lengua para lamerla, volvió a mirarme. Ya no me dolía la mano.
Ya no era la chica débil intentando encajar en los zapatos de una luchadora. Era una
guerrera, destrozada por él y reconstruida por Jessica y mi padre.
Echó un vistazo a Jericho brevemente, dándole la mirada que decía, quieto, antes de
que su mirada regresara a mí.
—Sigo siendo tuyo.
¡Plum!
Mi puño aterrizó en su mandíbula. Una vez más, su cabeza giró hacia un lado.
Cuando se volvió hacia mí por segunda vez, movió la mandíbula de un lado a otro.
—Levanta tus puños, maldito monstruo. No he terminado de hacerte sangrar.
—Buena chica. Dame tu dolor.
No era su chica buena. Esas dos palabras me hicieron ver rojo.
Le di mi dolor. Otro gancho a su cara, mi rodilla en su estómago.
Mi pierna barrió las suyas, llevándolo al suelo donde me senté a horcajadas sobre él
y golpeé su rostro hasta que la piel de mis nudillos se mezcló con la sangre de su rostro.
—¡Te odio! —Mi lucha se debilitó en nada más que mis puños golpeando su pecho 292
a medida que él permanecía inmóvil, con las manos colgando a sus lados, sin contraatacar
ni un poco, aceptando todo y entregándose a cada aliento de mi dolor.
Abrazando mis manos ensangrentadas contra mi pecho, cerré mis ojos y sollocé.
No se movió durante mucho tiempo, como si supiera lo que necesitaba, aunque yo
no supiera nada en ese momento, aparte de que odiaba la vida.
Avanzando lentamente hasta sentarse, apoyó sus manos en mis piernas a horcajadas
sobre él. Sentí su aliento cálido en mi rostro.
Mentolado.
Familiar.
Agonizante.
—Tuyo —susurró mientras sus manos enmarcaban mi rostro.
—Le perteneces a ella —dije derrotada con palabras entrecortadas y sin abrir los
ojos.
—Te pertenezco.
—Es tu esposa.
—Eres todo mi puto mundo.
Abrí mis ojos ante la cara ensangrentada que había creado.
Sus labios se presionaron en los míos. A medida que los movió lentamente, saboreé
la sangre metálica a lo largo de sus labios.
No era mío, pero yo era suya.
Nuestro beso se hizo más profundo, y gemí cuando su lengua se deslizó en mi boca.
No era mío, pero yo era suya.
Cuando su boca tomó todo lo que tenía para darle, sus manos pasaron sutilmente de
mi cara a mis hombros, empujando mi bata. Mis dedos volvieron a familiarizarse con su
cabello a medida que su boca succionaba un pezón. Herví cuando sus dientes se clavaron
en él, tirando de él como si estuviera a punto de perder el control.
No era mío, pero yo era suya.
—Wylder… —Cerré mis ojos, arqueando la espalda.
Soltó mi pezón. 293
—Shh… no digas nada. —Tomó mi otro pezón y tiró hasta que me quejé de las
ráfagas de placer y dolor.
Mis manos dejaron su cabello y se enroscaron en sus hombros y espalda, levantando
su camisa un centímetro a la vez. La sacó y volvió a atacar mi boca, perdiendo todo el
control.
No era mío, pero yo era suya.
Dejándome de espalda contra el suelo, se cernió sobre mí, controlando mi boca
mientras trabajaba en el botón y la cremallera de sus jeans. Estaba tan mal. Pero nada en
nosotros se sentía en realidad mal, excepto cuando estábamos separados.
Mal…
Se puso de rodillas por unos segundos para bajar sus jeans y calzoncillos hasta sus
muslos a medida que esperaba, desnuda en mi bata agrupada, odiándome por no poder
detener lo que estaba a punto de suceder.
No era mío, pero yo era suya.
Esparciendo la sangre de su cara sobre mi torso y por mis pechos hasta mi cuello y
cara, bajó su cuerpo y empujó dentro de mí con una embestida fuerte.
Sin condón.
Sin preguntas.
Sin arrepentimientos.
También era un monstruo.
Dos monstruos follando como si nada o nadie más existieran en el mundo.
Monstruos sin ninguna responsabilidad. Que eran egoístas. Y no temían a nada… ni
siquiera a la muerte.
Era suya… y él era mío.

294
Wylder

N
o puedes volver a verla nunca más.
Siempre estarás muerto para ella.
Slade Wylder está muerto.
Si hubiera elegido la prisión, ella habría vivido sabiendo que estaba vivo y me la
quitarían para siempre. Así que, elegí obligarla a dejarme ir sin elección alguna. 295
Elegí verla seguir adelante con su vida, un tipo especial de tortura que sentí que
merecía. Jackson Knight también sintió que encajaba perfectamente. Sabía que la amaba;
era su propia variedad especial de amor enfermo, como es la mayoría del amor paternal…
sobreprotector, controlador, asfixiante.
Mi padre era un controlador bastardo enfermo que merecía morir.
Mi tío compartió esos mismos rasgos, y él también merecía morir.
No creía que Jackson Knight mereciera la misma suerte, pero tampoco merecía una
gota más de lo que le prometí.
El matrimonio. Ese era el único secreto que no se me permitía comprometer.
Prometió sacar mi alma de la tierra personalmente si alguna vez se lo contaba a alguien.
Era su salvaguardia.
Si alguna vez te encuentras cara a cara con ella, nunca podrá saberlo.
A las cinco de la mañana, pasó de puntillas del baño al armario, envuelta en una
toalla, con su cabello mojado pero peinado. Me estiré sobre la cama y encendí la luz de la
mesita de noche.
Se giró, con los ojos completamente abiertos, y las manos apretando la toalla
alrededor de su cuerpo.
—Lo siento. Yo… tengo trabajo.
Me senté, frotándome mis ojos con la palma de mis manos antes de frotar el resto
de mi cara.
—Lo sé. También tengo que irme.
—Sí. —Dejó caer la toalla de espaldas a mí, y se deslizó en unas bragas negras y un
sujetador a juego—. ¿Quién protege a Floyd cuando… —Me echó un vistazo por encima
del hombro y se frotó los labios para contener su sonrisa—… haces algo malo?
Me rasqué la mandíbula y el cuello.
—Dirijo su equipo de viajes. Estoy allí, cuando está en movimiento. Cuando está en
casa o seguro en un hotel, se me permite vagar y… —sonreí— …hacer algo malo.
Mientras se ponía una falda azul ajustada y se abrochaba la cremallera en la espalda, 296
me echó un vistazo, sus labios lo opuesto a una sonrisa contenida.
—Dormí con un hombre casado —murmuró.
Quise levantar el peso del mundo de sus hombros, pero no podía.
—No hubo mucho sueño involucrado.
—Intentó sonreír débilmente a medida que se ponía una blusa de satén gris y la
abrochaba.
—Ven aquí. —Bajé mis piernas sobre el borde de la cama y las extendí
ampliamente.
Mis manos alcanzaron su cintura mientras ella daba pasos vacilantes hacia mí, su
mirada recorriendo mi rostro.
—Estás hecho un desastre. No llenes mi ropa de trabajo con sangre.
Asentí lentamente a medida que mis manos se deslizaban desde su cintura hasta su
trasero, y ella descansó sus manos sobre mis hombros.
—Te amo, Livy.
Tragó con fuerza.
—Pero también la amas.
La tensión se apoderó de mi rostro, apretando mi frente a medida que mi mirada se
deslizaba de la suya a su blusa parcialmente abotonada.
—Te amo, Livy.
—Pero… —Podía decir por su voz temblorosa que las emociones se reunían en sus
ojos, y no podía ir allí. No podía mirarla.
Tomando su mano, llevé su muñeca a mis labios y le di un beso.
—Sin peros, Liv… sin peros…
Su mano se movió para acunar mi mandíbula, sus dedos jugueteando con mi barba
corta. Cerré mis ojos.
—¿Y ahora qué?
La guie un paso hacia atrás para poder ponerme de pie.
—Ahora vete a trabajar. —Después de presionar mis labios en la parte superior de
su cabeza, pasé junto a ella hacia el cuarto de baño. 297
Livy me recibió en la puerta cuando salí del baño después de una ducha, vestido
solo con unos jeans.
—Toma. —Me dio una camiseta. Una de mis camisas viejas—. Ya que tu otra
camiseta está manchada de sangre. —Girando, se paseó de nuevo a la cocina en sus tacones
altos, luciendo pecaminosamente sexy en esa falda ajustada y esas piernas que debilitaban
mis rodillas—. No tengo café. Diez sabores de té diferentes, pero nada de café. —Se
encogió de hombros, tomando un sorbo de su té mientras me ponía la camiseta.
—¿Tomaste algo más de mí o solo esta camiseta y mi perro?
Su sonrisa se escondió detrás de la taza.
—Camisas, sudaderas, tu chaqueta de mezclilla. Un par de pistolas y algunos
cuchillos.
Alcé una ceja, incapaz de leerla lo suficientemente bien como para saber si hablaba
en serio.
—¿Y tu novio está de acuerdo con eso?
Su sonrisa se desvaneció a medida que dejaba la taza en la encimera, acunándola
con ambas manos.
—Puedo terminarlo con una llamada. ¿Puedes decir lo mismo?
Negué con la cabeza.
—Wylder… Alex… lo que sea… —Miró fijamente el vapor saliendo del té—.
Necesito saber. ¿Tienes hijos?
Hice una pausa, sin pretender que mi pausa significara un sí, pero cuando las
lágrimas llenaron sus ojos, supe que eso era exactamente lo que pensó.
—Oh, Dios… —Se tapó la boca y cerró los ojos, sacudiendo la cabeza varias veces
antes de dejar caer la mano—. Tienes una familia. Eso… eso no está bien. Lo que hice no
estuvo bien. Lo de anoche estuvo mal, pero tienes familia. No… —Apartó una lágrima
perdida bruscamente—. No le haces esto a tu familia.
Me dirigí hacia ella, presionando mi pecho contra su espalda, mis manos
serpenteando alrededor de su cintura a medida que mi boca se hundía en su oreja.
—¿Qué te molesta más? ¿La idea de que tengo hijos y engañé a mi familia? ¿O la 298
idea que tengo hijos y no son nuestros?
—No es justo que me preguntes eso. —Sus manos cubrieron las mías sobre su
estómago.
—Tengo un hijo. —Se puso rígida, conteniendo la respiración—. Un chico. —Nada.
Ni un suspiro, ni un sonido—. Su nombre es Jericho. Tiene diez, pero vive con su madre.
Le tomó dos segundos darse la vuelta y apretar mi camiseta.
—Eres tan imbécil. —Entrecerró los ojos.
—Lo soy. —Agarré su cara y besé cada pizca de lápiz labial, dejándola sin aliento
y roja de mis bigotes—. Hoy regreso a Austin. Habla con tu padre.
Se apartó.
—¿Qué significa eso?
—Significa que… hables con tu padre. —La besé en la frente y retrocedí,
dirigiéndome a la puerta—. Llevaré a Jericho a un paseo. Vas a llegar tarde si no te pones
en marcha.
Cuando abrí la puerta y le silbé a Jericho, sus tacones altos repicaron furiosamente
a lo largo del piso duro hacia mí. Echó sus brazos alrededor de mi cuello.
—No vas a volver, ¿verdad? Esta es la despedida, ¿verdad? —susurró, su voz
cargada de emoción.
Eso. Maldita. Sea. Me. Mató.
Abracé su cintura, levantándola del suelo y enterrando mi rostro en su cuello.
—Habla con tu padre.

299
Livy

N
o podía volver a San Francisco, no con mi carga de trabajo. Así que le
pedí a papá que viniera a Sacramento ese fin de semana.
¿Wylder? Se fue. Sin información de contacto. Nada más que una
sonrisa triste, un beso de despedida y un último “habla con tu padre”.
Cuando abrí la puerta, a media mañana del sábado, papá sonrió y extendió sus 300
brazos. Fruncí el ceño, giré y volví arrastrando los pies a mi cocina para terminar de lavar
los platos sucios de los días anteriores.
—Ese no es el saludo que esperaba cuando me escribiste para que te visitara.
Cerró la puerta.
Seguí fregando los platos en el fregadero dándole la espalda.
—Slade está vivo.
—¿Qué?
—¡No! —Di la vuelta bruscamente, mis manos en puños a los costados, goteando
agua jabonosa en el suelo—. No qué, como que no me escuchaste. No qué, como que no
puedes creer lo que acabo de decir. La respuesta correcta es: ¿Cuándo te enteraste, Livy?
Lamento muchísimo haberte mentido por cinco años. Me rompió el corazón verte llorar
por él durante tanto tiempo. Pero lo hice porque… —Levanté ambas manos, mis palmas
arriba, mis ojos completamente abiertos y expectantes—. ¡Completa el puto espacio en
blanco, papá!
Mi padre era extremo en su control. Nada lo alteraba, al menos eso me había
demostrado. No podía intimidarlo, y lo sabía. Eso no detendría mi ira. Eso no calmaría el
dolor.
Torció los labios e inclinó la cabeza.
—Porque vivió. Podía vivir en prisión o vivir una vida nueva. Pero no podía vivir
contigo. Su tío no trabajaba solo. Slade no era su único soldado. La policía lo quería en
prisión por la muerte de su tío. Las otras personas que trabajaban con él lo querían muerto.
Y no iban a darse por vencidos hasta que, de hecho, estuviera muerto. Así que, ¿qué querías
que hiciera? ¿Dejarlo morir? ¿Dejarlo venir por ti para que tú también murieras? ¿Dejarlo
ir a la cárcel? ¿Dejarme ir a la cárcel?
—¡La verdad! Quería la verdad.
Papá asintió lentamente.
—Ya veo. ¿Y qué ibas a hacer con la verdad? ¿Estar con él? 301
—¡Sí! —Presioné mis manos contra los costados de mi cabeza, furiosa por su
capacidad de permanecer tan calmado mientras me derrumbaba como una avalancha,
violenta y temeraria.
—¿Sabes lo que habría tenido que pasar para que estés con él?
—Sí. Habrías tenido que decirme que estaba vivo. Que lo reubicaste en Texas.
Papá rio entre dientes. Su indiferencia alimentando mi ira.
—No, Livy. Tú también habrías tenido que morir. Fingir tu muerte. Funeral. Lápida.
Tumba. Todo.
—Y… —Me encogí de hombros mientras la frustración se filtraba por mi voz.
—La madre de Slade cree que está muerto. Por su seguridad y la de ella, ella siempre
tendrá que creer que él está muerto. Nunca más volverá a verlo. Cuando mueres, sea falso
o real, nunca más vuelves a ver a tu familia.
—Jess y tú lo hicieron.
—Somos excepciones muy raras.
—¿Por qué?
—Porque maté al padre de Slade.
Tragué con fuerza.
—Déjalo ir. Está vivo. Eso debería significar algo. Eso debería ser suficiente.
Negué con la cabeza.
—No es suficiente. Si descubrieras que mamá está viva, pero no puedes estar con
ella… ¿sería suficiente?
Se estremeció un poco.
—Livy…
—De ninguna manera permitirías que eso ocurriera.
—Liv…
—No. ¡No sabes lo que es sentir que tienes que despedirte para siempre de la misma
persona dos veces! Y sin duda alguna no sabes lo que es que la persona que amas vuelve
de entre los muertos y está casada. —Las lágrimas llenaron mis ojos y mi voz se quebró—
. É-él está c-casado. 302
Dio un paso hacia mí y di un paso atrás, negando con la cabeza.
—No necesito que me consueles. No necesito sentarme en tu regazo mientras me
mimas y dices que todo va a estar bien. Solo necesito saber por qué me dijo que hable
contigo. ¿Qué significa eso? ¿Qué es lo que no está diciéndome? ¿Qué es lo que tú no estás
diciéndome?
—No vamos a tener esta conversación.
—¡SÍ! —Estampé mi palma en la encimera—. Vamos a tener esta conversación.
—No… —dijo con una inusual pérdida de control en su tono—. No vamos a hablar
de esto. No te dejaré morir. No voy a dejarte ir.
Caí en cuenta que, incluso entonces… cinco años después… tenía que morir, asumir
una identidad nueva para estar con Slade. No vería a mi padre o al resto de mi familia nunca
más otra vez.
—Su esposa…
Papá se rascó la nuca y suspiró, pero no dijo nada.
—No dijo nada de ella, excepto que vistió de gris en su día de boda y llovió. Y eso
encajó con su estado de ánimo. Quiere que tú me cuentes de su esposa. ¿Por qué no estaba
feliz el día de su boda?
Nada.
Abracé mis brazos a mi estómago.
—¿Él la ama?
Papá se encogió de hombros.
—Han estado casados por casi cinco años. Podría amarla.
—¿Cinco? ¿Casi cinco años? El incidente en la cabaña ocurrió hace poco más de
cinco años. No se enamoraría y se casaría tan rápido. ¿Quién carajo es ella y por qué está
casada con el hombre que amo?
Otro estremecimiento de mi padre. Jamás podía tragar la verdad… y la verdad era
que, a pesar de todo, amaba a Wylder con toda mi alma. 303
—Ella también necesitaba una vida nueva. Las personas solteras que son reubicadas
en parejas tienen menos probabilidades de ser notadas, de ser encontradas.
—¿La conocía? —Papá sacudió la cabeza—. ¿Se casó con una extraña? ¿Como en
un matrimonio arreglado?
—Sí.
Cinco años.
Había estado con ella durante cinco años. ¿Como amigos?
—¿Cómo es?
—Livy…
—¡Jesús, papá! ¡Solo dime cómo es!
Se desinfló.
—Acababa de cumplir dieciocho años cuando se casaron. —Se me encogió el
estómago—. Es inteligente. De hecho, muy parecida a ti. Le gusta surfear y conducir autos
rápidos. Es vegetariana y ecologista. Te agradaría.
—La odio.
No lo hacía. Pero quería odiarla.
Otra mueca de su parte.
—¿Es bonita?
—No hagas esto.
—Respóndeme. —Mantuve mis emociones bajo control. Wylder me amaba. Lo
sabía. Aun así… había estado casado con ella durante cinco años. Una chica que era como
yo.
—Es lo suficientemente joven como para ser mi hija. No me enfoco en ella de esa
manera.
—¿Soy bonita, papá?
—Por supuesto.
—¿Es. Bonita?
Miró al techo durante unos segundos.
—Sí, Livy. Es bonita. 304
No tenía nada más que preguntar. Nada más que decir. Solo tenía… nada.
—Déjalo ir.
—Tal vez no nos encuentren. Quienquiera que temes que lo encuentre y me haga
daño. Tal vez no nos encuentren. Lo he visto. Estuvo aquí. Y estamos bien.
—¿Estuvo aquí? ¿En tu apartamento?
Asentí.
Apretó la mandíbula.
—¿En dónde está ahora?
—Texas.
—¿Te encontró?
Negué con la cabeza.
—¿Un encuentro casual?
Asentí.
—Bien. Déjalo ir.
—¿Y si…?
—¡No, Livy! No hay ningún maldito “y si” en todo esto. Fue increíblemente
estúpido de su parte venir a tu apartamento, sabiendo jodidamente bien que alguien podría
estar vigilándote.
—¿Por qué alguien me estaría vigilando?
—Porque estuviste con él. Viviste con él. Si alguien tiene la más mínima duda de
que no está muerto, tú eres a quien buscarán para encontrarlo.
—Estoy bien. Estuvo aquí dos veces, y estoy bien.
—Livy, no entiendes. Estas personas son pacientes. No acabarán contigo por
capricho. Esperarán hasta que estés casada. Te verán construir una vida de felicidad, y
entonces te quitarán un pedazo a la vez. Abe podría haber intentado acabar con mi vida
hace años, pero no lo hizo. Esperó hasta que tuve la mejor jodida vida, y luego mató a tu
madre y me dejó sufrir durante años, esperando pacientemente a que me recuperara solo
para también poder arrebatarte de mí. 305
Más lágrimas corrieron por mi rostro. ¿Qué quería Wylder de mí? ¿Nuestra noche
juntos solo fue una despedida que se sintió mejor que el día en que lo di por muerto?
¿Esperaba que dejara a mi familia para siempre… que muriera y tomara una identidad
nueva? ¿Renunciara a mi trabajo? ¿Perdiera todo por lo que había trabajado durante los
últimos veintiséis años?
—Entonces, esa otra mujer, su esposa, ¿es aceptablemente prescindible? ¿Está bien
si la encuentran y secuestran? ¿La matan?
—Sí. Es un riesgo aceptable porque accedió a todo esto, conociendo los riesgos.
Casi muere. Perdió a toda su familia. Cada día es un tiempo prestado para ella. No tiene
familia alrededor que la extrañe o se preocupe por ella. Alex es ahora su familia.
Alex.
Odié escucharlo llamar Alex a Wylder.
—Livy, está vivo y bien. Tiene un buen trabajo. Una bonita casa en las afueras. Y
está protegiendo a una joven que perdió todo. Tú tienes el trabajo de tus sueños. Tienes
una familia. Tienes un novio si no lo arruinas. Lo siento… en serio lamento que alguna vez
tuviste que averiguarlo. Y no sé lo que es perder a la misma persona dos veces. Pero
conozco tu fuerza. Es la fuerza de tu madre. Usa esa fuerza para seguir adelante. Y deja
que el tiempo se encargue del dolor. Mírame. Era un desastre. Pero aquí estoy, aún de una
pieza. Sobreviví al dolor, y tú también lo harás.

306
E
l dolor.
Mi padre tardó años en superar el dolor. Cinco años después de
perder a Wylder por primera vez, aún sentía el dolor.
Cada.
Uno.
De.
Los.
Días. 307
Y ahí estaba yo… preparándome para comenzar otra vez todo el proceso.
Wylder era el indicado. Mi opción era perder a uno o perder a toda mi familia. No
debería haber sido una opción en absoluto.
Tenía a mi familia y estaba volviendo a mi vida antes de que Floyd Wright trajera a
Wylder de vuelta a mi vida. Él protegía a la mujer con la que se casó.
Tenía mucho sentido para mi cerebro, pero mi corazón no lo entendía. Mi corazón
lo veía de manera diferente.
Así que, trabajé. Investigué y observé a Timothy y Tricia acabando con peritos y
testigos. El juicio vino y se fue. Sentí que se hizo historia y fui testigo de la justicia en su
máxima expresión. Una victoria para nuestros clientes. Una victoria para nosotros. Una
victoria para el medio ambiente.
La vida debería haber sido buena, pero no lo era.
Terminé con mi novio. No se sintió bien después de lo sucedido con Wylder.
Me inscribí en un gimnasio ya que mis escapadas a la playa eran en raras ocasiones
en lugar de mi forma habitual de ejercicio.
Salí con gente del trabajo para hacer amigos, celebrar las victorias y no pensar en
él.
Aun así, nada funcionó. Pensaba en Wylder todo el tiempo.
—No he visto a Floyd Wright por aquí últimamente —comenté, tomando mi té
casualmente en la sala de descanso, mientras entablaba una charla pequeña con Timothy a
medida que esperaba a que la máquina de café dispensara otra dosis de cafeína. Habían
pasado casi cuatro meses desde que vi a Floyd o Wylder.
Papá dijo que siguiera adelante. Así que… intentaba seguir adelante.
—Lo remití a otra firma.
—¿Ah, sí? —Mi cabeza se disparó hacia él.
—Estábamos hasta las orejas con el caso Solis, y merecía toda la atención de esta
firma. Y los problemas de Floyd requieren a alguien con habilidades perfeccionadas en
derecho internacional. Me defiendo, pero no es mi área de especialización. Los hombres 308
ricos como Floyd deberían tener, y normalmente tienen, un equipo entero de abogados para
satisfacer necesidades específicas. Me sorprendió un poco que no tuviera ya a alguien más.
Tim se encogió de hombros, llevándose su taza a la boca.
—Eso…
Es aplastante. Devastador.
¿Cómo se suponía que volvería a ver a Wylder? No tenía su información de
contacto, ni siquiera su apellido nuevo. Quizás era una señal. Hora de dejarlo ir
nuevamente. No solo nuevamente… para siempre.
Aclaré mi garganta.
—Eso tiene mucho sentido. Es sorprendente que un hombre como él no tendría ya
a alguien que se especializara en derecho internacional.
Tim asintió y sonrió antes de girar en la esquina hacia su oficina.
—Parece que has perdido peso —dijo Meghan, la secretaria de Tricia,
observándome a medida que caminaba hacia la nevera.
Me encogí de hombros.
—¿Qué puedo decir? Me han tenido corriendo. He dormido muy poco.
—Con suerte irás a casa para Acción de Gracias de modo que tu familia pueda poner
otra vez un poco de carne en esos huesos.
Sacudí la cabeza, con una risita.
—Somos una familia muy atlética. Mis entrenamientos son intensos. Es difícil
mantener el peso que no sea en músculos.
—Ahora simplemente estás presumiendo. —Puso sus ojos en blanco, justo antes de
guiñarle un ojo y dirigirme a mi oficina.
—Livy, te llaman por la línea dos. —Dani me sonrió mientras pasaba junto a su
escritorio—. Una tal tía Jessica.
Saqué mi teléfono celular de mi bolsillo, buscando una llamada perdida. No había
una. Sentándome en mi escritorio, descolgué el auricular.
—¿Jess?
—Hola, Livy. 309
—¿Por qué llamas a mi número de trabajo? ¿Mi teléfono no funciona?
—Tu papá monitorea tu teléfono celular.
—¿Él hace qué?
—Eso no es importante. Tenemos que…
—No, estoy bastante segura que mi padre violando mi privacidad es muy importante
y también ilegal.
—Tu padre se ha ganado la vida haciendo cosas ilegales. No es por eso por lo que
te llamé. Necesito que me escuches. Saldrá pronto de la ducha.
—¿Dónde estás?
—En su casa. Entrenábamos y ahora vamos a salir a cenar ya que Luke está fuera
de la ciudad para una conferencia. ¡Solo. Escucha!
Entrecerré mis ojos.
—Está bien. Estoy escuchando.
—Estaba usando la computadora de tu padre para comprobar algo en el trabajo, y
apareció una notificación emergente. Una notificación sobre ti. Me las arreglé para borrarla
y comprarte algo de tiempo, pero encontrará la información en algún momento.
—¿De qué estás hablando?
—Recibe notificaciones sobre tus registros médicos y el…
—¿Está hackeando mi historial médico? —Mi cara se frunció a medida que la ira
subía por mi cuello. No tenía límites.
—¡Livy! No tengo mucho tiempo. Escuché que se cerró el grifo de la ducha. Estás
embarazada. Por favor, dime que el bebé es de Darren.
No dije nada porque sabía que no la había escuchado correctamente.
—¿Livy?
—Yo… yo no estoy embarazada.
—El análisis de sangre que te hicieron hace dos días dice lo contrario.
—Entonces, es la persona equivocada. Uso la píldora. No he tenido relaciones
sexuales en cuatro meses.
—¿Has tenido tu período en los últimos cuatro meses? 310
—Por supuesto.
Espera…
No tenía ni puta idea. No tenía períodos regulares. Y cuando comencé a entrenar tan
intensamente con Jessica y papá después del incidente de Abe, a menudo me saltaba los
períodos, a veces varios meses.
—¿Estás segura?
—Bastante segura.
—¿No llevas un registro?
Me froté las sienes.
—No… yo… son irregulares y dispersos. Pero te prometo, no estoy embarazada.
Rompí con Darren. No lo he visto desde que me mudé aquí.
—Para que quede claro, porque voy a tener que colgar en menos de un minuto, no
has tenido relaciones sexuales sin protección desde que te mudaste a Sacramento. ¿Cierto?
—Estoy. Usando. La. Píldora.
—¡Condones, Livy! ¿Tuviste sexo sin condón?
Tragué pesado.
—Sí.
La línea se cortó, y asumí que papá había salido del baño y tuvo que colgar la
llamada. Era un examen médico de rutina. No tenía quejas. Iban a ejecutar una prueba de
ETS después de que confesara que había tenido relaciones sexuales sin condón con alguien
que no era mi pareja. El médico dijo que una prueba de embarazo sería una idea buena,
pero estoy bastante segura que la rechacé.
Maldita confidencialidad… o eso creía yo. Por supuesto que estaba cabreada con
papá, pero no tenía tiempo para dar a su masiva invasión de mi privacidad la atención que
merecía, porque Jess pensaba que estaba embarazada.
No estaba embarazada.
De ninguna manera.
Sé que no pedí una prueba de embarazo. El médico debió haberme ignorado y
agregarla a la lista de pruebas de ETS. ¿Cuándo se convirtió un feto en una ETS? 311
Feto… bebé…
No. Tenía que ser un error. Estaba. Usando. La. Píldora.
Sin mencionar que, en realidad era un acto de Dios para mí tener un período regular,
lo que significaba que tenía que ser un acto de Dios para mí quedar embarazada.
Dios no era tan cruel. Tenía mejores cosas que hacer que facilitar la reunión de un
óvulo y un espermatozoide dentro de mí después de todo lo que había pasado en mi joven
vida.
Busqué el número de mi médico, con manos temblorosas, un médico sexy que Tricia
me recomendó cuando pedí una consulta.
—Hola. Habla Livy Knight. Necesito que me den los resultados de la prueba de mi
cita del lunes. No veo nada publicado en mi aplicación.
—¿Cuál es su fecha de nacimiento?
Apreté los dientes.
¡Solo dime si estoy embarazada!
Le di toda mi información y aguanté en espera… y esperé… y esperé.
—Lo siento, hay una falla en la aplicación. Puede ir a nuestro sitio web y acceder
allí a todos los resultados de sus pruebas.
—¿Estoy embarazada?
—Lo siento. No tengo permitido compartir información con usted por teléfono.
—¿Puedes al menos decirme si hicieron una prueba de embarazo? Porque no pedí
una.
—Una vez más, todas las pruebas y resultados pueden verse si inicia sesión en
nuestro sitio web. Y su médico la llamará pronto para discutirlos.
Terminé la llamada sin despedirme. Luego fui a su sitio web e inicié sesión en mi
cuenta, sin idea de cómo encontrar mi respuesta rápidamente.
—Mierda… —Ahí estaba allí mismo en la pantalla.
Estaba… embarazada.

312
S
eis pruebas caseras positivas más tarde (porque las pruebas oficiales de
laboratorio médicos podrían no ser exactas), me rendí… estaba
embarazada.
No quería un hijo, no así. No sola. No si mi vida pudiera estar en peligro.
—No tienes que quedártelo. —Jessica me dio una taza de té el día antes de Acción
de Gracias. Fui directamente a su casa antes de ir a casa.
Papá lo sabía.
No dijo las palabras reales. Me envió un mensaje de texto: “trae tu trasero a casa”. 313
Lo ignoré por cinco días, empaqué mi bolso, y me dirigí a la casa de Jessica.
—El bebé es de Alex, ¿verdad?
Hice una mueca antes de soplar el vapor.
—¿Por qué también tienes que llamarlo así?
Se encogió de hombros, inclinando su cuerpo hacia el extremo opuesto del sofá.
—Ha sido su nombre durante cinco años.
—Lo sabías. —Intenté ocultar mi decepción, pero era difícil.
—Lo sabía. Y te lo habría dicho si hubiera pensado que era seguro y lo mejor para
ti… emocionalmente.
Miré más allá de ella, por la ventana hacia su vista de la bahía.
—Me encanta cómo todos pensaron que sabían lo que era mejor para mí… una
mujer adulta.
—He tomado algunas decisiones imposibles en mi vida. He tenido personas
ocultándome secretos en mi “mejor interés”. De modo que, no voy a perder el aliento
intentando convencerte de que no deberías estar enojada, herida y decepcionada.
—¿Conociste a su esposa? —Asintió—. ¿Debería odiarla?
Jessica rio entre dientes.
—Te acostaste con su esposo y terminaste embarazada. Si su matrimonio fuera un
matrimonio típico, diría que tiene todo el derecho de hacerte daño. Pero, sinceramente, no
sé cómo es su matrimonio ahora mismo. Cinco años con un extraño los convierte en todo
menos extraños. Es bonita y agradable. Él es atractivo y un hombre… con necesidades.
—Guau… en este momento eres todo un rayito de alegría en mi vida.
—Livy, no voy a mentirte para no lastimar tus sentimientos. ¿Tu vida? ¿Tu cordura?
Sí. Pero no tus sentimientos.
Encontré su mirada, con una sonrisa triste.
—¿Es justo que se quede con el bebé si no podemos estar juntos? ¿Si puede ser parte
de la vida de su hijo?
—Bueno, esa es una cuestión muy difícil. Tantas suposiciones. Primero, estás 314
suponiendo que le cuentas del bebé. Segundo, estás suponiendo que le dices y eliges no ser
una familia.
Entrecerré mis ojos.
—No tengo opción.
—Sí. —Tomó un pequeño sorbo de su té—. La tienes.
Negué con la cabeza.
—Esa no es una opción. Dejar esta vida… mi trabajo, mis amigos, mi familia… no
es una opción.
Inhaló un suspiro largo y lo soltó lentamente.
—Una familia. Eso es algo en lo que tienes que pensar realmente. En veinte…
treinta años… ¿quién será tu familia? ¿Qué pasará cuando tu padre muera? ¿Cuándo yo
muera? Y tienes este hijo o hijos y ellos tienen sus propios hijos. Ellos serán tu familia. Y
por mucho que me desgarre el corazón imaginar no tenerte en mi vida, me rompe el corazón
igualmente pensar en ti aferrándote al pasado en lugar de mirar al futuro.
Sentí que el ardor comenzaba en mis ojos.
—Sería como si… hubiera muerto. —Mis palabras se rompieron al final a medida
que parpadeaba rápidamente para eliminar las lágrimas.
Jessica tenía sus propias emociones acumulándose en sus ojos.
—Lo sé, cariño. He estado en tus zapatos.
—¿Crees que tomaste la decisión correcta?
Se mordió el interior de la mejilla durante unos momentos.
—Tomé una decisión. No había decisiones correctas o incorrectas. Había una
decisión dolorosa y agonizante, pero nunca iba a ser correcta o incorrecta.
Asentí varias veces.
Se quedó mirando la foto de su boda en la pared a nuestra derecha.
—Supongo que si tuviera algo que rehacer otra vez, es posible que no hubiera
tomado la decisión sola.

315

Después de hablar con Jessica, me obligó a ir a casa y enfrentar a mi padre. Tomé


la ruta más larga hasta casa, esperé en mi auto durante casi treinta minutos y finalmente
tuve el valor de ir a la puerta justo cuando el sol comenzaba a ponerse.
Estaba desbloqueada: claramente me estaba esperando.
—Hola. —Dejé mi bolso junto a las escaleras cuando él levantó la vista desde el
piano, con un lápiz detrás de su oreja. Le gustaba componer su propia música.
—Hola. —Sonó derrotado, tan diferente a mi padre fuerte. La última vez que sonó
así fue después de la muerte de mamá.
Arrastré mis pesados pies hacia el piano y me senté a su lado, mirando en la
dirección opuesta.
—Quiero matarlo. Y lo digo en el sentido más literal posible. Y aquí está la cosa:
podría hacerlo y no ir a prisión porque ya está muerto.
Cerré mis ojos.
—Lo amo. Tú lo sabes. Tomé la decisión consciente de amar al monstruo si esa era
la única forma de conservar al hombre. Tú tomaste la decisión de mantenerme lejos de él
porque sabías… —No pude terminar porque no estaba segura si las palabras preparándose
para salir eran la verdad. Aún no. Aún no sabía mi verdad.
—¿Qué sabía, Livy? ¿Que lo elegirías por encima de mí? ¿Que lo elegirías por
encima de toda tu familia? ¿Que él podría arrebatarte un minuto, engañarte al siguiente, y
no tendrías más opciones que permanecer en una vida… separada de tu familia y amigos…
para siempre?
—Jamás haría eso.
—Livy… te enseñé mejor que eso. Ningún humano es cien por ciento confiable.
Primero tienes que invertir en ti. Siempre primero en ti.
—¿Y el bebé? ¿No debería invertir en mi bebé? ¿Su futuro? 316
—Jesús… —Se frotó la cara con sus manos—. Tienes opciones.
—¿Abortarlo? ¡No puedo! No he visto a Wylder en más de cuatro meses. Así que,
no sé por qué no me siento embarazada o me veo embarazada, pero estoy más allá del punto
de abortar. ¡Y no quiero hacerlo!
—Bien. Consérvalo y críalo por tu cuenta. O está la adopción. O un millón de otras
opciones que no impliquen…
Abrí la boca para terminar la frase por él, pero tampoco pude hacerlo.
Opciones que no implicaran a él perdiendo a su hija de una manera que se sentiría
tan dolorosa como perder a su esposa.
Mis ojos ardieron tanto que mi cara se contrajo, y ahogué un sollozo mientras me
apoyaba en mi roca.
—Y-yo no sé q-qué h-hacer… —Me dolía mucho porque el dolor iba en ambos
sentidos. Él sentiría como si yo muriera, y yo sentiría que él murió. Una despedida para
siempre. No sabía si podía hacerlo—. D-desearía que mamá estuviera a-aquí para d-
decirme qué h-hacer…
Envolvió sus brazos alrededor de mí, una mano presionada en la parte posterior de
mi cabeza, guiando mi rostro hacia su pecho mientras lloraba.
—Por primera vez en la historia, me alegra que no esté aquí porque esto la mataría.
—Te-te a-amo t-tanto… —Mis manos aferraron su camisa en puños—. N-no p-
puedo h-hacer esto. N-no p-puedo d-despedirme.
Presionó sus labios en la parte superior de mi cabeza.
—Y no puedo tomar esta decisión por ti. Esto no. Prefiero perderte a que me odies
por pedirte que me elijas.
En ese momento no me importaba la vida.
Se suponía que el embarazo era una ocasión feliz, no una sentencia de muerte.
Se suponía que el amor curaría todas las heridas, no destrozaría las almas.
No sabía qué hacer, así que me permití tener un tiempo muerto. Me permití celebrar
Acción de Gracias con mi familia, como si no tuviera que tomar una decisión, como si no 317
tuviera un bebé en mi vientre, como si no extrañara a Wylder en la parte más profunda de
mi corazón.
Después… pedí unos días personales y tomé un avión a Texas con una dirección
que Jessica me dio mientras me susurraba al oído:
—Tienes que saberlo.
A
lex Obermeier y su esposa Melinda vivían en un rancho conservador
justo a las afueras del centro de Austin. Tenían una valla blanca real, un
aro de baloncesto en el garaje y un camino curvo hacia la puerta roja de
entrada más allá de un hermoso porche con un columpio. Me senté en mi auto alquilado al
otro lado de la calle con lentes de sol y una gorra de béisbol durante tres horas antes de que
una camioneta negra se detuviera en el camino de entrada. Él salió y mi corazón martilló
contra mis costillas, queriendo perseguirlo.
Aflojándose su corbata mientras avanzaba hacia la casa, la puerta principal se abrió 318
para él. Una morena de cabello largo le dedicó una gran sonrisa y salió para azotar una
alfombra contra la barandilla. Se quedaron en el porche durante varios minutos hablando.
Ella sonrió y asintió a medida que él hablaba. Y cuando ella respondió, él echó la
cabeza hacia atrás y se rio. No podía recordar ni una vez que riera conmigo de esa forma.
Después de que ella terminara de sacudir la alfombra, él se la quitó y ella deslizó su brazo
alrededor de su cintura, inclinándose para besar su mejilla.
Morí.
Sabía que era un error.
Jessica tenía razón. Cinco años era mucho tiempo para estar con alguien en la misma
casa y no arriesgarse a desarrollar sentimientos entre sí. La realidad era que… ella lo había
conocido y había estado con él mucho más tiempo de lo que yo había estado con él.
El tiempo no debería haber importado, no con el amor. Pero en ese momento, tuve
la certeza de que la mujer quien tuvo tiempo a su lado era la mujer que pasaría una eternidad
con él.
Tuve a Slade Wylder. Y murió.
Ella tenía a Alex Obermeier, y él estaba allí, casado con ella, viviendo bajo el mismo
techo, riendo, besándose y acurrucándose después de un largo día.
No estaba segura de cuánto tiempo me quedé ahí mirando hacia la puerta roja, la
valla, y el césped bien cuidado. Probablemente una buena media hora. Justo cuando
alcanzaba el botón para encender el auto, la puerta principal se abrió de nuevo.
Bajé la visera de mi gorra y me deslicé más abajo en mi asiento mientras él se
contoneaba afuera vistiendo ropa diferente: sus jeans usuales, camiseta y botas.
Se acercó, pero anticipé que se detendría en el buzón.
No lo hizo.
Agaché la cabeza por completo y contuve la respiración, esperando que no se
enfocara en la mujer extraña escondiéndose en un auto alquilado frente a su casa.
Toc. Toc. Toc.
—Mierda… —Solté un suspiro y me arriesgué a echar un vistazo a la ventana. 319
—Abre la puerta, Livy.
Habían pasado más de cuatro meses desde que lo había visto. Mi corazón no estaba
listo para que él hiciera todas las preguntas que sabía que se estaba preparando para hacer.
Pero no tenía muchas opciones, así que desbloqueé la puerta.
La abrió.
—Muévete.
—Ya me voy.
Echó un vistazo alrededor antes de encontrar mi mirada nuevamente.
—Muévete. Ahora.
Me desabroché el cinturón de seguridad y me arrastré hasta el asiento del pasajero
mientras él entraba, cerraba la puerta y aceleraba calle abajo.
—Es hermosa —dije en voz baja después de unos minutos de silencio espeso.
—Lo es.
Intenté ocultar mi reacción, como si me hubiera abofeteado en la cara. No había más
palabras que decir. Era como si me hubiera subido a un avión a Texas solo para confirmar
que se sentía atraído por su esposa, lo que significaba que se estaba follando a su esposa,
lo que significaba que tenía sentimientos genuinos por ella. Y yo era la amante embarazada.
Después de un viaje silencioso de unos quince minutos, salimos de la carretera y
condujimos por un camino largo hasta una mansión enorme rodeada de acres de césped y
caballos.
A mitad del camino, se desvió hacia una zona de césped frente a otra valla blanca y
una vista de tres caballos pastando.
—¿Dónde estamos? —Me las arreglé para preguntar.
—No te preocupes por eso.
—¿Es la casa de Floyd?
—Una de ellas. No está aquí. —Saltó del auto y se acercó a la parte frontal del
vehículo. Luego se detuvo y retrocedió hasta que su trasero golpeó el capó del auto.
Cuando comprendí que no iba a girar y mirarme o venir para abrir mi puerta, salí 320
del auto y avancé directamente a la valla, descansando mis brazos en la barra superior.
—¿La amas? —pregunté, sintiéndome valiente con él a un par de metros detrás de
mí.
—Me preocupo por ella.
—Esa no es una respuesta.
—Es la única que tengo, Liv.
—No ibas a volver, ¿verdad?
—No.
Mis labios se separaron para dejar salir el dolor en una exhalación silenciosa.
—¿Por qué?
—Porque jugué todas mis cartas. Era tu turno.
—Entonces, ¿lo sabías? Sabías que la única forma en que podíamos estar juntos era
si moría. Si dejaba a mi familia. Si te elegía a ti y solo a ti.
—Sí.
Cerré mis ojos, una lágrima logró escapar, pero la limpié rápidamente de mi mejilla.
—¿Y tu esposa? ¿Qué le pasaría a ella si te escojo a ti?
—Se volvería a casar.
Solté una risa dolorosa, sacudiendo mi cabeza.
—Qué terrible. Qué insensible. ¿Y si te ama? ¿Y si la amas?
—Se volvería a casar. —Sonó tan poco afectado.
Giré.
—La haces sonar tan prescindible. Como si su vida y sus sentimientos no
importaran.
Parpadeó varias veces antes de cruzarse de brazos y mirar sus botas.
—Cuando piensas que tu vida ha terminado y alguien interviene y te da una segunda
oportunidad, sientes este… alivio. Esta gratitud por cosas tan simples como los amaneceres
y el oxígeno para respirar. Ella simplemente es feliz con estar viva. Tener una casa. Un
trabajo. Una segunda oportunidad.
—Y tenerte a ti. —Me quité otra lágrima rápidamente—. La vi sonreírte. Te vi 321
sonreírle. Y reíste. Nunca te reíste así conmigo.
Alzó la vista.
—No lo hagas.
—¿No hago qué?
—Los celos no te quedan bien.
Apreté mis dientes.
—Eres tan imbécil. No sé por qué vine.
—Viniste a decirme que estás embarazada de mi bebé, y no sabes si vas a dejar tu
vida para dejarme ser parte de la vida de mi hijo.
—¿C-cómo …?
—Te lo dije. Te conozco.
—¿Papá?
Sacudió la cabeza.
—¿Jessica?
—Sabía que te acobardarías si me veías en mi vida nueva. ¿Eso es lo que te estabas
preparando para hacer antes de que volviera a salir de casa? ¿Ibas a marcharte sin darme la
oportunidad de defenderme?
Negué con la cabeza, mordiéndome los labios a medida que intentaba concentrarme
en él entre mis lágrimas borrosas.
—No es tan simple.
—Es así de simple. Es tan simple como si te pidiera que después de dar a luz,
estuvieras dispuesta a darnos el bebé a Melinda y a mí para criarlo, mientras tú regresaras
a tu vida. Si estarías dispuesta a nunca más ver a tu hijo o ser parte de su vida.
Me estremecí.
—No es lo…
—¡Es exactamente la misma mierda! —Sus manos airadas corrieron por su
cabello—. La única diferencia es que yo quería a este bebé… intenté dejarte embarazada 322
activamente. No quería que tomaras una decisión. ¡Quería que me elijas porque estamos
destinados a estar juntos y tener una familia y una vida! —Sus ojos brillaron con lágrimas,
y perdió el control—. Me he sentido tan jodidamente solo desde que tengo memoria. Pero
contigo… —Puso los labios entre los dientes y se las arregló para evitar que las lágrimas
se soltaran mientras tragaba saliva—. Contigo sentí que pertenecía a algún lugar. Contigo
me sentí humano incluso cuando sabía que era un monstruo. Pero tú… —Apoyó las manos
en sus caderas y se obligó a levantar la vista sin poder terminar su pensamiento.
Y parpadeó, liberando grandes emociones abultadas y húmedas por su rostro.
Sabía lo que estaba intentando decir. Lo sabía demasiado bien.
—Amé al monstruo porque primero amé al hombre.
Asintió, dirigiéndome su mirada cargada de emoción valientemente.
—Te necesito más. —Tragó con tanta fuerza que mi propia garganta sintió el dolor
y la asfixia.
Más…
Me necesitaba más que mi padre o Jessica, o mis amigos, o Timothy y Tricia… o
cualquier otra persona me necesitara.
Una familia. ¿Quién es mi familia?
El mundo era demasiado inalcanzable. Todo era demasiado inasequible.
Así que, no podía tener el mundo, y no podía tener todo. Así era la vida. Tenía un
bebé en mi vientre y un hombre que me amaba. Perder el resto dolería como el infierno
durante mucho tiempo.
La decisión no era correcta o incorrecta.
No era fácil.
Y estaba muy lejos de ser justa.
Pero era necesaria.
Cuando mis pensamientos incesantes se prolongaron en silencio, me dio la espalda
y dejó caer la barbilla, entrelazando sus dedos detrás de su cuello.
—Es pedir demasiado.
Di pasos cautelosos hacia él y presioné mis labios en el centro de su espalda. 323
—Es pedir demasiado, pero si me amas, de todos modos lo pedirás.
Cuando mis manos se deslizaron alrededor de su torso, las cubrió con las suyas y
susurró:
—Elígeme, Livy.
Jackson Knight

E
nterramos a Livy Knight entre su madre y un tipo llamado Jude Day
debajo de una colina no lejos del puente Golden Gate. Amigos y familiares
lloraron su muerte trágica: un ataque de tiburón que dejó solo una parte de
su cuerpo y la mitad de su tabla de surf.
Jessica se secó lágrimas reales de sus ojos porque la realidad de la situación era 324
que… Livy se había ido. Dejé a mi hija sollozando, colapsando en los brazos de un hombre
que todos juraban que era justo como yo. Intentó abrirse camino ferozmente por un beso
más, un abrazo más, una vez más hundiendo su rostro contra mi pecho.
—Estás muerto emocionalmente —dijo Jessica después de que todos se fueran del
cementerio, dejándonos solo a los dos observando el ataúd vacío siendo bajado al suelo—
. Nunca más volverás a verla, y aun así… ni una sola lágrima.
—Es todo lo que me queda. Creo que subestimas lo que haría para tenerla en mi
vida. Como subestimaste lo que haría para mantenerte a salvo, para salvar tu vida.
Jessica negó con la cabeza.
—Tendrías que acabar con un ejército entero. Probablemente matar a una docena de
personas que aún le son leales a Abe y Knox. Y podrían estar en cualquier lugar. ¿Vas a
cazarlos a todos hasta destruirlos? ¿Matarlos a todos? —preguntó, gruñendo una risa,
puntuando la locura de todo.
Me incliné y besé su cabeza.
—Por favor, deja de subestimarme. Ahora… vete a casa con tu familia.
—¿A dónde vas? —gritó, a medida que me dirigía hacia mi auto.
Sin detenerme, sin mirar atrás, murmuré solo para mí:
—Voy a matarlos A todos.

325
Wylder

—¿D ónde estamos? —Livy (Emily James) abrió sus ojos


cansados cuando el avión pequeño aterrizó, arribando a
la orilla.
Se necesitaron meses para planificar su muerte, meses para planificar la muerte de
Alex Obermeier. Eso significó meses separados. 326
Meses sin estar con ella en las visitas al médico.
Meses sin escuchar los latidos del corazón de mi hijo.
Meses de la paciencia más tortuosa posible.
Luego pasamos otro mes separados a medida que nos mudábamos a múltiples
ubicaciones temporales (por separado) mientras se determinaba si alguien nos estaba
siguiendo… sospechando que aún estábamos vivos.
Con siete meses y medio de embarazo, nos trasladaron al mismo aeropuerto para
reunirnos y luego nos subieron a un hidroavión para el tramo final de nuestro viaje hacia
una vida nueva. Con una doctora que se quedaría con nosotros hasta el nacimiento del bebé,
tomamos un vuelo de una hora a una isla frente a la costa de Livy-jamás-lo-sabría. Y ahí
era donde íbamos a vivir el resto de nuestras vidas.
—Estamos en casa. —Desabroché su cinturón de seguridad y besé su vientre
mientras estaba cerca.
—Es una isla.
Me reí entre dientes, tomando su mano para guiarla fuera del pequeño avión a
medida que la doctora agarraba su bolso y nos seguía junto con Jericho.
—Buena observación, señora James.
—¿Qué isla? —Se puso sus lentes de sol cuando nuestros pies golpearon la arena.
—Nuestra isla.
—¿Qué significa eso?
Tomé su mano y la llevé hacia los dos vehículos todo terreno que habían sido
enviados unas semanas antes junto con todas nuestras nuevas pertenencias.
—Significa que compré una isla para nosotros. Es pequeña. Nadie más vive aquí.
Todos nuestros suministros serán entregados una vez a la semana. Y nunca tendremos que
hacer mierdas estúpidas como trabajar o esperar en el tráfico.
—¿Puedo ser presidente de nuestra isla? —Se metió en el asiento del pasajero del
primer vehículo.
Me incliné y la besé lentamente durante unos segundos antes de alejarme y sonreír.
—No. Nuestra isla no tiene presidente. Tiene una reina. 327
—Somos una monarquía. —Sonrió.
Ayudé al piloto y a la doctora con las bolsas, arrojándolas en la parte trasera del
segundo vehículo.
—Sube. —Asentí con la cabeza hacia el asiento para que Jericho saltara allí mientras
el médico se subía al asiento del conductor y le sonreía a Jericho y su renuencia.
Hope Faber (anteriormente Gemma Blair) estaba a semanas de terminar su beca para
convertirse en ginecóloga cuando su padre fue asesinado por Abe, y ella recibió un disparo
y la dieron por muerta.
Después de años de rehabilitación, se recuperó por completo, todo mientras tomaba
una identidad nueva lejos de amigos y familiares, quienes asumieron que de hecho murió.
Jackson la había enviado para traer a su nieto a salvo al mundo.
Era un viaje de diez minutos hasta la única estructura de la isla: nuestra casa.
—Eddie… esto es impresionante… —Se inclinó hacia delante, girando la cabeza en
cada dirección a medida que llegábamos al pequeño camino de entrada en nuestro
bungalow de dos dormitorios en la playa. La isla era diminuta, así que básicamente todo
estaba en la playa.
Me sorprendió que se refiriera a mí como Eddie, mi nombre nuevo. Suponía que
siempre sería su Wylder.
Antes de que aparcara el vehículo, ella saltó y corrió junto a la casa y directamente
a la playa.
—¡Las olas! ¡Oh, Dios mío! ¡Puedo surfear estos bebés!
—Me encargo de estas. —Hope rio mientras sacaba las bolsas. Teníamos muy poco
con nosotros, casi todo lo demás había sido entregado antes.
Jericho me siguió a la playa mientras Livy se quitaba las sandalias y se levantaba el
vestido veraniego, corriendo hacia el agua.
—No vas a surfear con mi bebé dentro de ti.
Me ignoró, vadeando más lejos hasta que el agua llegó a su vientre, empapando la
parte inferior de su vestido.
—Voy a surfear por el resto de mi vida. —Se volvió y me dio la primera sonrisa real 328
que había visto en su cara desde el día que la aparté de su padre, llorando y sollozando—:
Esto no es justo.
No era justo.
Así era la vida.
—Y tú… —avanzó a través del agua de vuelta a la playa—… vas a cazar y pescar.
—Oh, lo haré, ¿eh? —Sonreí, deslizando mis brazos alrededor de ella.
—Me compraste una isla —susurró, sacudiendo la cabeza cuando el primer destello
de vida real volvió a encenderse en sus ojos castaños.
—Te compré una isla. Parecía la única cosa justa de hacer ya que no serás
presidente. —Di un beso fugaz en sus labios—. Vamos a entrar. Estoy hambriento y
también deberías estarlo.

Wylder James llegó dos semanas antes, con un peso de casi tres kilos, y cien por
ciento perfecto.
No sabía cómo ser padre. Pero Livy dijo que los padres tienen dos trabajos: amar y
proteger.
Podía hacer eso.
No estaba seguro si todos los padres amaban a su hijo de la manera que amaba a
Wylder. Y lo supe al segundo en que me miró por primera vez.
Livy los llamaba momentos.
—Momentos… —dijo Livy (porque era mi Livy para siempre) mientras
amamantaba a nuestro hijo y bebía té en un sillón bajo una palmera mientras se ponía el
sol.
—Ahora, ¿qué momento? —pregunté, tallando una figura dispareja de una pieza de
madera flotante.
—Este. Me gusta, pero está incompleto. Es agridulce. Es todo, pero con un asterisco.
Tu mamá tiene un nieto, también mi papá. Uno que nunca verán. 329
—Quizás.
—¿Quizás? —repitió.
—Tu padre no parece el tipo de persona que en realidad dejaría que su hija se vaya
para siempre.
—¿Qué estás diciendo?
Ofrecí otro encogimiento de hombros, centrándome en lo que parecía un delfín
tomando forma. O una caca de madera.
—Estoy diciendo que… creo que tu padre aún no está listo para dejarme ganar. —
Bizqueé un ojo y le eché un vistazo rápido.
Esperanza.
La esperanza hacía muchas cosas. En ese momento, le dio vida a mi esposa. Le
devolvió su sonrisa más genuina. La esperanza venía sin promesas. No ofrecía soluciones.
Peleaba una buena batalla y sabía cuándo dejar ir. Y sabía que el escenario más probable
era que nunca más volvería a ver a su padre. Pero la vida era jodidamente corta para perder
la esperanza.
Estiró su pierna y hundió el dedo de su pie en mi costado hasta que sonreí,
manteniendo la cabeza gacha y concentrándome en su regalo de cumpleaños tomando
forma.
—Te amo.
Dejé el cuchillo y la madera. Luego agarré su pie y besé mi camino por su pierna,
sobre su vientre suave, deteniéndome para besar a Wylder en la mejilla antes de continuar
subiendo por su cuello y hasta su oreja.
—También te amo.

Livy
330
Después de poner a un Wylder de nueve meses en su cama, me asomé por la ventana
para ver a mi esposo sentado en la arena junto a Jericho, con la mirada perdida en la
oscuridad nocturna y un sinfín de kilómetros de océano. Lo hacía todas las noches. Nunca
le pregunté por qué ni en qué pensaba. Su lado oscuro y misterioso es lo que primero me
atrajo hacia él, así que lo dejaba tener sus momentos, su tiempo a solas.
Tomé un papel y un bolígrafo del cajón de la cocina, me senté a la mesa y le escribí
una nota.
¿Qué pensaste de mí el primer día de clases?
¿Cuándo supiste que me amabas?
¿Con qué frecuencia piensas en tu madre?
¿En serio crees que veré a mi padre otra vez en esta vida?
¿Qué pasó por tu mente cuando me viste después de cinco años separados?
¿Cuándo deberíamos darle un hermano a Wylder?
¿Tienes chicle?
Besos. Por siempre tu Livy.
Dejé la nota junto a la puerta y me retiré al baño para darme un baño en la bañera.
Después de afeitarme y lavarme con champú, eché la cabeza hacia atrás y cerré mis ojos.
Minutos después, algo golpeó la parte superior de mi cabeza. Después de un vistazo rápido
alrededor y sin señales de nadie, vi un avión de papel en el piso junto a la bañera. Estirando
mi brazo sobre el borde, lo agarré y lo desdoblé: mi nota para él.
¿Qué pensaste de mí el primer día de clases?
Pensé que eras molesta.
¿Cuándo supiste que me amabas?
La mañana siguiente a mi herida de bala.
¿Con qué frecuencia piensas en tu madre?
Varias veces al día.
¿En serio crees que veré a mi padre otra vez en esta vida?
Sí. 331
¿Qué pasó por tu mente cuando me viste después de cinco años separados?
Mierda, dolió demasiado. El peor maldito dolor de mi vida. Pensé que la muerte
habría sido mejor.
¿Cuándo deberíamos darle un hermano a Wylder?
Cuando hayas terminado de leer esto.
¿Tienes chicle?
Por supuesto.
Besos. Por siempre tu Livy Por siempre… tu mundo
Mi madre solía decir que las metas son el futuro que nunca tendremos, los sueños
son el futuro que tenemos demasiado miedo de tener, y la realidad es lo que nunca podrías
haber imaginado.
Antes de verlo, olí la menta.
—¿Molesta? ¿En serio?
Wylder se rio entre dientes, partió un chicle en dos y deslizó la mitad en mi boca
antes de empujar la otra mitad en su boca y quitarse la camisa.
—Como una mosca.
Sonreí, conteniendo mis palabras a medida que tantos otros pensamientos se
arremolinaban en mi cabeza. Se quitó sus jeans, dejándolo en nada más que su bóxer
mientras se inclinaba contra el tocador y cruzaba los brazos sobre el pecho. Mi amor por
él corría al centro de la tierra e infinitamente al espacio; nunca dejaba de hacerme llorar.
Mi amante.
Mi protector.
Mi mundo.
Mi monstruo…
—No estaba persiguiéndote, a pesar de lo que pensara tu ego. —La esquina de mi
boca se retorció—. Me gustaba lo desconocido, el misterio, el enigma que representaban
tu perro y tú en el campus. Quería saber por qué elegiste vivir en una casa embrujada. Tu
actitud idiota no era atractiva. Era un bache.
—Vaya… —Sus ojos se abrieron por completo—. ¿Digo molesta y tu respuesta es 332
todo eso?
Aun así… después de todo ese tiempo, no podía dejarlo ganar. Tiré de la cadena y
me paré, secando mi cuerpo húmedo con una toalla mientras su mirada apreciativa me
acariciaba.
—Wylder… —susurré.
—Livy —respondió con la misma suavidad.
—Eres la cosa más hermosa que jamás podría haber imaginado. Y dejar a mi familia
fue difícil, pero elegirte a ti fue fácil.
Su mirada se apartó de la mía. Una… solo había una cosa que sacaba a relucir su
culpa, tal vez un indicio de inseguridad.
Yo.
Siempre se sentiría culpable por pedirme que lo elija. Así que jugué esa única carta,
la única carta que importaba.
—¿Hasta dónde llegarías por mí? —Salí de la bañera, parándome sobre la alfombra.
Levantó la vista y se apartó del tocador, dando dos pasos cortos hacia mí.
—A los confines de la tierra.
Sonreí.
—Creo que ya has hecho eso. —Todo lo que Wylder hacía por mí, incluso cuando
no confiaba en él, fue por amor.
Asintió lentamente, pasando sus manos sobre mi cabello hasta mi cara, acunándola
con un toque suave.
—Ahora… creo que mencionaste algo que requiere copulación.
Antes de que mi carcajada saliera por completo, me besó, robando mi chicle, mi
corazón, mi alma… mi mundo.
Todo porque no tenía control sobre mi estúpido…
Loco…
Corazón impulsivo.

333

Fin
334

Jewel E. Ann es un espíritu libre adicta al romance con un peculiar sentido

del humor.
Con 10 años de conferencias de hilo dental en su haber, se retiró de su carrera de
higiene dental de forma temprana para quedarse en casa con sus tres hijos impresionantes
y administrar el negocio familiar.
Después de que su mejor amiga por casi 30 años le sugirió algunos libros del género
Romance Contemporáneo, Jewel quedó enganchada. Devorando dos y tres libros a la
semana, pero aún anhelando más, decidió practicar la lectura sostenible, también conocida
como escribir.
Cuando no está poniéndose su capa y salvando al planeta un árbol a la vez, disfruta
del yoga con sus amigos, de la buena comida con la familia, escalar rocas con sus hijos,
ver las repeticiones de How I Met Your Mother y por supuesto… con sus novelas
desgarradoras, ardientes y devastadoras novelas.
LizC

LizC
335

Dai’
Disv
Imma Marques
Nanis
Vickyra

LizC

Tolola
336

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