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“Paralítico”

Objetivo: Ofrecer a los muchachos un momento de reflexión sobre su propia vida, para que
descubran las situaciones que los paralizan, frente a las cuales el amor de Dios quiere liberarlos.

*Resumir la cita bíblica JUAN 5, 1-47 a conveniencia del temista y al presentarla platicarla o
leerla*
*Complementar el tema con testimonio*

Nos encontramos en este extenso pasaje dos clases de paralíticos. El primero muy evidente, es el
que está junto a la piscina esperando ser curado de su enfermedad. Pero hay otra clase de
paralíticos o mejor dicho otra clase de parálisis de la que padecen los judíos. A ambos Jesús les
ofrece la salud, veamos.

EL PARALÍTICO: Un hombre paralítico, esperando la curación a la par de una piscina que tenía
“efectos curativos”. Llevaba 38 años allí que parecen simular el tiempo que el pueblo de Israel
anduvo errante por el desierto. Entonces pareciera que la intención del evangelista es decirnos
que aquel paralítico representa a la totalidad del pueblo (o de las personas) que buscan la
curación, es decir la plenitud de la vida y la felicidad. Pero que busca la solución a sus
problemas en donde no se encuentra.

De repente se acerca Jesús y lo pone a caminar, lo cura, le ofrece aquella plenitud de vida que
sólo Él puede dar. Pero la tarea de Jesús no se queda allí sino que luego lo vuelve a encontrar y
le señala con toda claridad el camino que debe recorrer a partir de ahora para mantener esa
plenitud, esa felicidad, esa posibilidad de caminar por sí mismo, en fin esa vida, y le dice: “Has
sido curado, no vuelvas a pecar, de lo contrario te ocurrirán cosas peores”.

Y es que precisamente “el pecado” es la raíz de todos nuestros males, o mejor dicho, todo y solo
aquello que limite nuestra felicidad, nuestra plenitud de vida, es a lo que llamamos pecado”. Y
por eso Jesús es tan claro. Lo que sucede es que muchas veces nosotros creemos que hay cosas
que no nos hacen daño (que no son pecado) cuando en realidad sí nos está afectando y nos pone
en riesgo. Como aquella persona que compró un carro nuevo y leyendo el manual de uso, ve que
hasta cierto número de kilómetros recorridos el vehículo no debe excederse en la velocidad.
Pero le entra la curiosidad y de repente en los primeros días lo acelera más de lo recomendado y
como no ve que le pase nada al carro, lo sigue haciendo más y más sin respetar los criterios del
fabricante, porque ve que no le pasa nada malo. Al cabo de un tiempo cuando el auto empiece a
fallar por más que se arrepienta de lo que hizo ya le ha provocado un daño muy grande. Y es
que quien realmente sabe cómo deben usarse las cosas es quien las ha hecho o inventado. Lo
mismo sucede con nosotros los seres humanos, a veces creemos que sabemos más que Dios y nos
da por decidir cuáles cosas nos hacen bien, cuáles nos hacen felices y cuáles no, cuando en
realidad nos iría mejor si confiamos en quien nos hizo e inventó y sabe con precisión cómo
debemos vivir para ser plenamente felices, para tener vida de verdad.
Aquel paralítico, por más enfermo que estaba confió en Jesús, y encontró la Vida que le ofrecía,
pero hay otro tipo de parálisis más fuertes, cuando no queremos ni siquiera reconocer que
estamos “enfermos” y que “necesitamos ayuda” de parte de Aquel que nos conoce bien porque
nos creó, y de esa parálisis de los judíos vamos a tratar.

LOS JUDIOS: En primer lugar diremos que son personas sumamente religiosas, afanadas en que
la “Ley de Dios” se cumpla al pie de la letra, por eso atacan a Jesús porque no respeta la “Ley de
Dios” que prohíbe hacer ciertas cosas en sábado. Esa es precisamente su enfermedad, su
parálisis, se creen tan buenos porque son muy religiosos, que no creen necesitar saber nada más y
mucho menos que nadie les enseñe. ¡Cuánto nos paraliza el orgullo, la vanidad y la soberbia! Y
es de las peores enfermedades, porque es parte de la misma el no reconocer que se está enfermo y
se necesita ayuda. Jesús trata de hacerles ver con claridad que no están bien y les ofrece caminos
de vida:
- “Les seguro que el que escucha mi palabra y cree en aquel que me ha enviado tiene Vida
eterna” (v.24)
- “Así como el Padre dispone de la Vida, del mismo modo ha concedido a su Hijo disponer
de ella” (v.26)
- “Sin embargo ustedes no quieren venir a mi para tener Vida” (v.40)

Podríamos confrontar nuestra vida con esta Palabra y preguntarnos si tenemos alguna de estas
dos clases de parálisis:

1. ¿Me doy cuenta que hay actitudes, hábitos, formas de comportarme o de reaccionar… que
me están haciendo daño y que no me permiten vivir a plenitud? ¿Cuáles son esas
piscinas donde busco la felicidad, la vida y definitivamente no está allí? Y lo más
importante ¿qué puedo hacer para ir dejando atrás esos pecados, para acercarme más a
Jesús que me quiere ver caminando feliz por la vida y no tirado buscando el bienestar
donde no está?

2. Y si no descubro nada significativo en el punto anterior ¡CUIDADO!, porque pueda ser


que esté padeciendo de la peor de las parálisis, la de los judíos, de creerme bueno y no
hacer nada por mejorar.

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