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ASPECTANDO

LA CARTA NATAL
JERONIMO JERRY BRIGNONE

Capítulo 14 del libro Ensayos astrológicos: abriendo nuevos cami-


nos. Investigación, aplicación, difusión, 2012, Ed. F.Caba, de Jeróni-
mo Brignone. Material de clase preparado para los cursos de la Fun-
dación Centro Astrológico de Buenos Aires que propone una guía
práctica para el principiante y una reflexión para el estudiante avan-
zado sobre cómo abordar el eterno problema de los orbes y el traza-
do de un modo coherente y razonado, sin pretensión de constituirse
en la última palabra al respecto.
CAPITULO 14

ASPECTANDO LA CARTA NATAL

I
Cada astrólogo y escuela astrológica manejan desde hace
siglos diversos criterios de aspectos (tipos de aspectos, orbes y
trazado), los cuales varían sustancialmente inclusive en la práctica
de un mismo astrólogo a la hora de aplicar miradas diferentes en
distintas técnicas o situaciones astrológicas.
No voy a indicar aquí cuál es el mejor criterio desde una
perspectiva estadística o reflexiva considerando variables más cien-
tíficas, relevadas exhaustivamente de un modo crítico en el excelen-
te texto académico Recent Advances in Natal Astrology (Geoffrey
Dean et al, Southampton, The Camelot Press, 1977). La sección de-
dicada al tema en dicho libro demuestra que lo menos que encontra-
mos al respecto en la comunidad astrológica es unidad de criterios.
Por ello relevaremos los costados más prácticos que hacen
a la detección y trazado de aspectos mayores y menores en una
Carta Natal de modo de poder tener un juicio crítico personal frente
a las opciones que nos ofrecen los programas de computación por
default o lo que haya programado su usuario más reciente. El méto-
do o protocolo que expondremos responde a un promedio virtual de
lo que hacen la mayoría de los astrólogos en el mundo de las distin-
tas escuelas y según prácticas experimentadas de sentido común
que responden por lo tanto a una casuística global que generalmen-
te un practicante adquiere a duras penas luego de un largo camino
personal y que aquí pretendemos abreviar con un abordaje sistemá-
tico tan lógico como factible.
Usaremos como base los orbes indicados por Eloy Dumón
en su Manual de Astrología Moderna (1983, Editorial Kier) para as-
pectos mayores y menores. Es decir para los mayores conjunción,
oposición, trígono y cuadratura, 8°; para el aspecto mayor más débil
de sextil, 6°; y para los otros aspectos menores, 2°; excepto un tipo
de aspectos más infrecuentes sobre los cuales luego nos detendre-
mos. Recordemos que por orbe nos referimos al margen de toleran-
cia, antes o después del aspecto o ángulo exacto, llamado partil,

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que lógicamente se modificará según algunos factores contextuales
al aspecto: a veces los orbes se ampliarán, como en el conocido ca-
so de las luminarias entre sí, o deberán reducirse. Por eso los llama-
mos orbes de base. Estos orbes dados por Dumón son un buen
promedio de la práctica usual de la mayoría de los astrólogos,
puesto que algunos usan orbes más pequeños y otros, orbes mayo-
res. Nosotros, como ya dije, los ampliaremos o reduciremos según
diversas circunstancias que relevaremos.
Al respecto, es obvio que los orbes no son algo rígido y de-
bieran tener una cierta gradualidad: en los módulos iniciales del Plan
de Estudios de la Fundación Caba damos un orbe estricto de 5°
para los aspectos mayores a fin de que los principiantes tengan un
primer patrón de referencia en el reconocimiento y trazado de dichos
aspectos. La cifra no es casual pues de hecho es muy operativa,
pero se admite que la rigidez del criterio (“menos de 5° se marca,
más de esa cifra no se marca”) es artificial, un mero dispositivo di-
dáctico útil para esa etapa inicial. Sin embargo, los casos que
“rodean” el orbe dado, sea cual sea, son los que plantean mayores
dudas al practicante principiante (“¿Lo marco o no lo marco?”) y a
ello dedicaremos buena parte de este capítulo.
Trazar los aspectos mediante líneas es una innovación del
siglo XX, donde algunos comenzaron a marcar mediante línea llena
los así llamados aspectos benéficos, armónicos o blandos (los térmi-
nos cada vez más eufemísticos varían según la época y escuela,
pero son terminológicamente sinónimos) y los maléficos, inarmóni-
cos o duros con línea punteada (aunque otros practican esta modali-
dad exactamente al revés). Algunos agregan al lado o en el centro
de la línea el símbolo del aspecto pero, si bien es útil para el princi-
piante, convierte en un caos jeroglífico el centro de la Carta astral.
Vale aclarar que por ejemplo en Astrología Horaria los aspectos no
suelen marcarse, exceptuando aquellos que sirven a la respuesta a
la pregunta realizada. En el mundo posterior de la tinta a color los
aspectos inarmónicos suelen representarse con color rojo y los
armónicos con verde o azul.

II
Relevaremos los aspectos mayores y menores deteniéndo-
nos en los primeros según el orden lógico de la división del círculo
del cual surgen. Empezamos por la conjunción, relacionada con el

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número 1, dado que los planetas conforman una unidad espacial y
360º dividido 1 es igual a 360º, que en el universo del círculo es
igual a 0º, que es el ángulo (o “no ángulo”) de la conjunción. Su sím-
bolo es un pequeño redondel con una línea saliente superior en
diagonal, el orbe de base (Dumón) es 8º y desde la perspectiva
binaria de benéfico/maléfico es un aspecto neutro, aunque el más
poderoso. En un enfoque rigurosamente psicológico es problemá-
tico, dado que la persona considera como una unidad dos principios
diferentes, como si fueran sinónimos, y deberá a lo largo de la vida
aprender a diferenciarlos. Pero desde la perspectiva técnica del
trazado (en el caso de que quisiéramos trazarla, de los cual nos
ocuparemos en el párrafo siguiente), si quisiéramos definir si es más
bien armónica o más bien inarmónica, conviven tres criterios diferen-
tes y no coincidentes a tener en cuenta en forma simultánea: 1) si
los factores que la conforman son en sí planetas benéficos o maléfi-
cos (Venus conjunción Júpiter será una conjunción en principio
armónica, Saturno conjunción Plutón, inarmónica); 2) si los factores
que la conforman son más o menos compatibles, donde a mayor
compatibilidad, más armónica: Sol y Júpiter formarán una conjunción
básicamente armónica, Marte y Neptuno, inarmónica; 3) situaciones
contextuales, tales como estado cósmico por signo, Casa y aspec-
tos; por ejemplo una conjunción de Luna y Venus en Casa V en
Libra trígono Júpiter será armónica, pero esa misma conjunción en
Casa XII en Escorpio cuadratura Saturno, más bien inarmónica).
Dada la importancia de la conjunción hay quienes prefieren
graficarla dibujando un círculo alrededor de los planetas involucra-
dos, pero esto sigue llenando la Carta de rayas que pueden confun-
dir; otros prefieren no hacerlo para evitar esa confusión pero corren
el riesgo de no tomar nota, al evaluar aspectos de esos planetas, del
aspecto más importante en el que está participando. Una solución
de compromiso recomendable es marcar con el color que nos
parezca adecuado un círculo o raya que incluya los grados de los
planetas involucrados, dado que de esa misma marca del grado es
que solemos hacer partir las líneas de los aspectos para una mayor
claridad en su dibujo en el círculo interior de la Carta.
La oposición surge de dividir el círculo por el número 2,
con la carga simbólica que porta, resultando un aspecto tradicional-
mente inarmónico (cabe aclarar que ésta es pura nomenclatura
clasificatoria: nuestros sabios predecesores de la antigüedad y la
Astrología humanística moderna consideran que todo símbolo y sus

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combinaciones, sea cual fuera su situación, acompañan a lo largo
del tiempo manifestaciones tanto agradables como desagradables
con la especificidad que le corresponda a cada caso). Se suele
trazar con línea roja llena y el ángulo resultante es de 180º, con un
orbe de base de 8º y el símbolo que lo representa es un par de cir-
culitos unidos por una diagonal. Así como detectamos la conjunción
porque los planetas están juntos generalmente en el mismo signo,
los planetas opuestos están confrontados generalmente en signos
opuestos que conforman un mismo eje (Aries-Libra, Tauro-Escor-
pio, etc.).
El trígono es producido por la división del círculo por el
número 3, armónico en las tradiciones religiosas y numerológicas,
resultando un ángulo de 120º que se marca con línea llena de color
armónico (verde o azul) en un orbe de 8º y simbolizado por un
triangulito. Se lo detecta generalmente cuando los planetas están en
signos del mismo elemento (decimos “generalmente” porque estas
indicaciones se relativizan cuando un planeta está al principio de un
signo y el otro al final de otro, por lo cual el aspecto puede estar
“corrido” o disociado, pero dentro del orbe considerado).
De la división del círculo por 2 x 2 (= 4) surge la cuadratura,
ángulo de 90º que por duplicar el 2 es claramente inarmónico, por
lo cual se la traza con línea llena del color rojo correspondiente con
un orbe de 8º y un pequeño cuadrado simbolizándolo. Se la
reconoce cuando los planetas se hallan en signos del mismo ritmo
o modalidad (Cardinal-Cardinal, Fijo-Fijo, Mutable-Mutable).
De la división por 2 x 3 (= 6) surge el sextil, ángulo de 60º
que por la presencia del 3 es un aspecto prioritariamente armónico
y se marca por ello con línea llena azul o verde. Pero por la natura-
leza combinada del número divisor y ser un ángulo más pequeño
que los anteriores es un poco más débil, por lo que precisa mayor
exactitud y por ello su orbe es algo menor: 6º (Dumón). El símbolo
que la grafica es un asterisco compuesto por tres pequeñas líneas
que forman un esquema de 6 puntas (hay que cuidar de no hacer un
asterisco común de cuatro líneas, que es la tendencia del principian-
te y no hace justicia al simbolismo). Se lo reconoce porque los pla-
netas están en el signo más cercano de la misma polaridad (Aire-
Fuego, Agua-Tierra) o sencillamente salteando un signo de por
medio.

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Hasta aquí estos son los aspectos así llamados mayores.
Durante unos mil años eran los únicos aspectos y no había otros
(“menores”): los únicos que se usaban en la Antigüedad desde la
época helenística y durante casi toda la Edad Media. En dicha
época helenística y buena parte de la Edad Media no se aspectaba
por grado, sino por signo, tal como todavía hoy hace la Astrología
Hindú o los horóscopos de los anuarios astrológicos de difusión
masiva. De este modo dos planetas estaban en trígono por hallarse
en signos en trígono, es decir del mismo elemento, independiente-
mente del grado en que se emplazaran; por supuesto por ello no se
hablaba de orbes.
Sin embargo, esto no es tan claro en el Tetrabiblos de
Claudio Ptolomeo, el libro que marcó la tradición astrológica occi-
dental, fuertemente sesgada por la idea de verdad como referencia
a una autoridad y la alusión a un libro único o principal: la Biblia en
lo teológico, el Almagesto de Ptolomeo en lo astronómico, etc.
(recordemos qué le pasó a Galileo cuando osó contradecir al “divino”
Ptolomeo, al que así llamaban entonces). No sabemos si su autor
fue astrólogo practicante, pero fue sin duda un genial compendiador
y teorizador que seguía los lineamientos cosmológicos de Aristóte-
les, así como los principales herederos de la Astrología helenística:
los persas, luego a través de éstos los árabes y luego, promediando
la Edad Media, a partir de las traducciones al castellano de la Es-
cuela de Toledo y luego al latín, el resto del mundo occidental.
En algunos segmentos del Tetrabiblos parece que Ptolomeo
aspecta por signo, como era la usanza de su época, pero en otros
parece en su explicación que está tomando en cuenta el ángulo pre-
ciso que separa a los planetas considerados. Como los persas y los
árabes hicieron progresos notables en la Astronomía en su constan-
te contemplación de su límpido cielo, dando nombre a muchas estre-
llas y perfeccionando instrumentos de observación y medición, ten-
dieron a tener en cuenta la posible interpretación que aspecta consi-
derando los grados de los planetas y los ángulos que forman entre
sí. Este hábito fue el que se deslizó al ser introducido nuevamente el
libro a Occidente mediante sus traducciones y, para fines de la Edad
Media, ya estaba plenamente instalada la costumbre de aspectar
por grado y no por signo.
Ptolomeo explica en la sección en que claramente justifica
los aspectos por signo que éstos son posibles porque comparten o
tienen “en conjunto” algunas cualidades primitivas. En la conjunción,

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dos planetas tienen en conjunto el mismo signo, elemento, ritmo y
polaridad. En la oposición, tienen en conjunto dos cosas: ritmo y po-
laridad; en el trígono, elemento y polaridad; en la cuadratura, tienen
en conjunto el ritmo y en el sextil, la polaridad (por ello oposición y
trígono son “mayores”, dado que son dos cosas la que comparten, y
cuadratura y sextil, ángulos más pequeños, comparten sólo una
cosa, por lo que fueron llamados durante un tiempo “menores”).
Pero los signos adyacentes o contiguos y aquellos adyacentes o
contiguos al opuesto no tienen nada en conjunto, de modo que “es-
tán inconjuntos”. Se colige que no están en aspecto ni pueden pro-
ducir uno cuando dos planetas los habitan, pero no entra en mayo-
res ampliaciones.
Ya instalada la costumbre de aspectar por grado, los
astrólogos practicantes observaban que dos planetas que estuvieran
prácticamente en el mismo grado en signos adyacentes o, más
todavía, en el contiguo al opuesto, parecían tener algún tipo de
manifestación parecida a lo que asociaban con un aspecto. Habla-
mos entonces de ángulos de 30º y 150º. ¿Qué hacer entonces?
Porque regía el principio de autoridad y Ptolomeo no los había
mencionado como aspectos. Pero más allá del problema de contra-
decir a Ptolomeo había uno quizás mayor, y es que el sistema astro-
lógico que rigió durante siglos era un sistema simbólico cerrado de
una coherencia, lógica, belleza y simetría internas que era muy difícil
de modificar. Para dar una idea del mismo, conviene que describa-
mos algunas de sus características principales.
En el sistema que aparece básicamente descripto por Ptolo-
meo y algunos sucesores (figura 24, cap. 12, p. 207), si pensamos
los doce signos zodiacales como una alternancia de signos
masculinos y femeninos (también llamados diurnos y nocturnos,
además de otros sinónimos terminológicos: positivos y negativos,
calientes y fríos) y ubicamos en la base a los dos signos en donde
hace eclosión la vida en pleno verano en el hemisferio Norte donde
nació el sistema, tendremos a Cáncer y Leo, a quienes se asigna la
regencia por domicilio de la Luna, la luminaria nocturna para el signo
nocturno y el Sol, la diurna para el signo diurno. Quedan diez signos
restantes y cinco planetas visibles en ese tiempo para asignárseles
una regencia por domicilio diurna y una nocturna a cada uno. Desde
las luminarias se van alejando del centro del sistema, comenzando
por Mercurio a ambos lados (Géminis y Virgo), luego Venus (Tauro y
Libra), luego Marte (Aries y Escorpio), Júpiter (Piscis y Sagitario) y,

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en último lugar y con pleno invierno en el hemisferio Norte, el frío
Saturno (Acuario y Capricornio). De este modo, partiendo de la
luminaria correspondiente, se puede seguir un circuito de regencias
diurnas (Leo, Géminis, Libra, Aries, Sagitario y Acuario) y nocturnas
(Cáncer, Virgo, Tauro, Escorpio, Piscis y Capricornio) que, si unimos
con una línea a cada una de ellas, hacen dos sinusoides entrelaza-
das en una figura helicoidal que remite por un lado al caduceo de
Hermes, típico de Esculapio, pero también a la espiral del ADN: al
fin y al cabo estamos relevando la generación de las regencias
desde los principios arquetípicos masculino y femeninos dadores de
vida: Sol y Luna, donde algún astrólogo intuitivo vio en el glifo de las
pinzas de los cangrejos de Cáncer la representación de los ovarios
femeninos y en el del león con su melena de Leo la de un
espermatozoide, los factores biológicos de la generación.
En este sistema tan coherente desde la simetría, lo climáti-
co, lo astronómico (las distancias sucesivas al Sol) y el simbolismo
puro, puesto que se advertían en las regencias afinidades indiscuti-
bles entre signo regido y planeta regente, se agrega el conjunto de
los aspectos y la explicación de lo benéfico y lo maléfico en Astrolo-
gía: partiendo de que a Saturno y Júpiter se los llamaba el maléfico
mayor y el benéfico mayor, respectivamente (además, ese tamaño
tienen en el sistema solar tal como hoy lo conocemos), y a Marte y
Venus el maléfico y benéfico menores, podemos observar que
Saturno, el maléfico mayor, hace desde sus signos de regencia opo-
sición, el aspecto maléfico mayor, a las luminarias que generan el
sistema; Júpiter, el benéfico mayor, les hace trígonos (Piscis-Cán-
cer, Sagitario-Leo), el aspecto benéfico mayor; Marte, el maléfico
menor, les hace cuadraturas (Aries-Cáncer, Escorpio-Leo), el aspec-
to maléfico menor; Venus, el benéfico menor, les hace sextiles
(Tauro-Cáncer, Libra-Leo), el aspecto benéfico menor; y Mercurio a
los costados no hace nada y por ello es neutro. A un sistema tal
usado por al menos 1.500 años, tan simple y exquisitamente orde-
nado y equilibrado (dos mayores, dos menores, un neutro, tanto en
aspectos como en regentes, dentro de un marco de regencias
convincente desde lo astronómico y lo funcional), ¿cómo modificarlo
introduciendo nuevos aspectos?
Dado que veían funcionar los aspectos de 30º y 150º con
orbes pequeños, decidieron no contradecir el principio de autoridad
y los llamaron aspectos inconjuntos, como Ptolomeo más de mil
años antes. Como él no los desarrolla, los llamaron “menores”, como

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si no hubieran merecido su atención o no hubieran sido vistos por
ser tales y decidieron que, para mantener la simetría inherente al
sistema, el de 30º, que parecía molestar menos, lo considerarían
“ligeramente benéfico” y el de 150º que parecía acompañar cierto
nivel de dificultades, “ligeramente maléfico”. Kepler puso las cosas
en orden llamándolos semisextil (la mitad de un sextil, ángulo
benéfico) al primero y quincuncio (la evolución fonética a la fecha
de inconiuntio, la versión latina de “inconjunto”) al segundo. Los
símbolos que los designan son por lo tanto la mitad superior del
símbolo del sextil el primero y la mitad inferior el segundo. Dumón
asigna a los aspectos menores un orbe de 2º. Como surgen de
dividir el círculo por 12, es decir por 2 x 2 x 3, su naturaleza mixta
invita a trazarlos con líneas punteadas de color armónico e inarmó-
nico alternados, y se los detecta mirando más o menos el mismo
grado en los signos de al lado, o en los de al lado del opuesto. Los
consideramos juntos, pues se consideran “familias” de aspectos a
los pares que forman ángulos suplementarios, es decir que suman
entre sí 180º. Así trígono y sextil forman la familia de los benéficos,
semisextil y quincuncio la de los inconjuntos, cuadratura hace familia
consigo misma (90º + 90º), así como la oposición con la conjunción.
Kepler también halló que era necesario dividir el círculo por
otros números igualmente básicos que fueron atendidos por los
antiguos pero aparentemente no para formar aspectos. El que más
predicamento tuvo en la comunidad astrológica fue la división por 2
x 2 x 2, es decir por 8, produciendo así lo que denominó la familia
de los octiles. Hay una tradición con este número que, como dice
Carl G. Jung, después de la división por el número 4 es la división
más natural del espacio y que desarrollamos con cierto detenimiento
en el capítulo 15.II.1.
Ya que era la mitad de una cuadratura, Kepler propuso lla-
mar semicuadratura al ángulo de 45º resultante de dividir el círculo
por 8 y propuso un angulito de 45º como símbolo para indicarla,
mientras que al ángulo suplementario de la familia de los octiles,
135º, lo llamó sesquicuadratura (sesqui es un prefijo latino que se
usa para hablar de “algo más su mitad”, tal como en el
sesquicentenario, que significa 150 años) y propuso indicarlo con el
símbolo de cuadratura con un pequeño símbolo de semicuadratura
cruzándolo abajo (135º = 90º + 45º), resultando una especie de letra
Q cuadrada. Hay que sacarse el sombrero con este señor: más allá
de las impresionantes contribuciones que hizo a la astronomía y la

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interpretación astrológica, los nueve simbolitos de aspectos hasta
aquí mencionados fueron creados por él y se siguen usando normal-
mente hoy día en toda la comunidad. Como sólo el número de base
2 compone como factor al 8, son claramente inarmónicos, quebran-
do así de una vez por todas la simetría del sistema helenístico
heredado y que luego sería definitivamente quebrantado por el des-
cubrimiento de Urano y los otros transaturninos, por lo que debería
ser marcado con el color rojo que representa la inarmonía, pero
con línea quebrada (punteada) para diferenciarla de los otros aspec-
tos inarmónicos mayores y no confundirse. Como con los inconjun-
tos, usamos 2º de orbe para estos otros aspectos menores. El
problema de estos aspectos es su difícil determinación visual, dado
que ya no estamos manejando grados similares (múltiplos de 30º en
el sistema de grados Zodiacales), motivo por el cual todavía algunos
astrólogos poco amigos de los números no los usaban hasta que las
computadoras comenzaron a facilitárselos.
En la culminación de la Astrología Occidental del siglo XVII
figuras tan representativas y relevantes como Morín de Villafrance y
William Lilly ya estaban usando normalmente todos los aspectos
mencionados. Por ello cuando se dio el renacimiento de la Astrolo-
gía a fines del siglo XIX luego de su triste virtual desaparición en el
siglo anterior, todos estos aspectos fueron usados como un conjunto
y por ello los llamamos “clásicos” (así como a todos los múltiplos de
30º los llamamos “ptolemaicos” o “tolomeicos”, ya que de un modo u
otro él los mencionó), en contraste con todos los otros aspectos
menores “sutiles” que se irían agregando, considerándose que todo
astrólogo serio debía saber verlos y usarlos. Algunos investigadores
brillantes de principios de siglo XX se preguntaron: si todo el edifico
irregular clásico (cinco aspectos mayores y cuatro menores) funcio-
na, ¿hay algún factor común al mismo y que pueda considerarse en
sí mismo productivo, así como otros múltiplos menos conocidos? O
en otras palabras, ¿cuál es su máximo común denominador? La
respuesta es 15º, el “ladrillo” fundamental del edificio. Su ángulo
suplementario es 165º (muy usado por el creador del Vértex Edward
Johndro, por lo que algunos lo llaman “el aspecto Johndro”), y otros
dos ángulos suplementarios, 75º y 105º, terminan de completar el
abanico de posibilidades de múltiplos de 15º.
Estos cuatro aspectos son utilizados en algunas contadas
escuelas que se especializaron en la rectificación y las técnicas
predictivas, incluido el Caba, y no tienen un nombre en particular; allí

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los llamamos genéricamente “aspectos de quince” nombrando a
cada uno por la cifra del ángulo. Aprendiendo a verlos se pueden ver
con facilidad también los otros dos aspectos clásicos múltiplos de
15º pero no de 30º, es decir, la semi y sesquicuadratura.
Para ello sencillamente se suma 15º al valor que queremos
cotejar si tiene aspectos múltiplos de 15º y no de 30º y chequeamos
si hay valores cercanos al número resultante en el resto de la Carta.
De encontrar cosas, medimos la distancia contando signos enteros
más la mitad (por ejemplo, la semicuadratura es un signo y medio, y
la sesquicuadratura un trígono + 15º). Usamos un orbe pequeño de
sólo un grado, dado lo elevado del número divisor (2 x 2 x 2 x 3 =
24), que también determina que no los marquemos con ningún color
en particular sino que más bien los anotemos en el aspectario o al
margen de la Carta.

III
Los otros aspectos menores llamados por algunos astrólo-
gos “sutiles” y de uso más moderno son el quintil, biquintil, septil,
nonil, etc. Su desarrollo está ligado a la teoría de los Armónicos o
Armónicas, liderada por John Addey en Inglaterra y por Tito Maciá y
Miguel García en España siguiendo las investigaciones de Demetrio
Santos Santos y que en este siglo XX retoma de la Astrología Hindú
aspectos que ellos trabajan desde hace milenios y que incluyen los
propuestos por Kepler hace siglos.
El quintil de Kepler surge de dividir 360° por 5: 72° es el
ángulo y se lo grafica con una Q mayúscula. Aquí el concepto de
ángulo suplementario para determinar las familias ya no funciona: se
toma la figura geométrica resultante de un pentágono que en su
interior estará conformado por un pentáculo con un punto de origen
0º, a ambos lados tendremos un quintil, y en los otros dos extremos
144° (el doble del quintil), llamado biquintil y se grafica con BQ.
Algunos denominan aspectos sutiles a todos los aspectos menores
desde el semisextil en adelante. El orbe es de 2°.
Para interpretarlos la modernidad les ha dado básicamente
una connotación numerológica, donde el trígono se considera armó-
nico porque subyace el principio del 3, el 2 representa al mal, la ten-
sión de los opuestos, etc. Al número 5 se lo asocia con la mente y
con los cinco sentidos, se le dio una connotación Mercurial porque

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los 72° caen en el signo de Géminis, por lo que se lo considera un
aspecto mental. Addey notó que estos aspectos tenían que ver con
los sentidos y con los procesos mentales y aclara que las personas
que nuestra cultura catalogaba como genios tenían muchos quintiles
y biquintiles, por lo que se lo asoció a la palabra clave “genio” con un
agregado por lo tanto de connotación uraniana. Produjo un gran re-
vuelo y la cómica costumbre de astrólogos y estudiantes contando la
cantidad de quintiles y biquintiles en su Carta con orbes muy
generosos… hasta que se encontró que había proliferación de los
mismos aspectos en la cúpula del nazismo alemán. Los orbes en
nuestras Cartas se redujeron automáticamente y se le agregó la pa-
labra clave “poder” y un matiz plutoniano.
Rudhyar comenta en su libro “Un Mandala Astrológico” que
en el mundo inorgánico de la naturaleza no existe él numero 5, ya
que todas las estructuras se ordenan en múltiplos de 2 y de 3 (sobre
todo de 2, aunque si observamos en el microscopio la estructura de
un copo de nieve veremos bellísimas estrellas de seis puntas). En
cambio el 5 irrumpe en la naturaleza orgánica en sus esquemas más
elementales: los protozoarios ya tienen momentos pentádicos y la
estrella de mar es un buen ejemplo de invertebrado plenamente
organizado según el número 5: de allí a los cinco dedos de cada
mano o pie, o el gran tentáculo radiado que hace el hombre con sus
extremidades (la conocida figura de Da Vinci) son un ejemplo más
elaborado. Es decir, el símbolo de la vida estaría asociado al núme-
ro 5 y la Casa V en Astrología tiene que ver con la creación y los
hijos. En la tradición occidental a este número se lo asocia con la
quintaesencia: el 4 simboliza la materia y el 5 es como un 1 (espíritu,
vida) que reingresa en ésta. Por todo esto se puede tomar como
palabra clave para la familia de los quintiles la palabra “talento” para
combinar a dos símbolos unidos por esos ángulos. El problema de
estos aspectos menores es que a veces por la estructura de la
Carta, no se manifiesten abiertamente pues son “cubiertos” por los
aspectos más fuertes manifiestos en los múltiplos del 2 y el 3. Una
persona que tenía un quintil muy cerrado entre Mercurio y Luna pero
que no interactuaba con el resto de la Carta hacía con sus manos
figuras con papel maravillosas mientras hablaba en un bar, etc.,
pero esto no era relevante en su vida. En cambio es distinto cuando
hay una configuración quintílica que divide potencialmente la Carta
por el número 5, por lo que toda ella comienza a ser resonar con
este número (uno de los conceptos que subyace en la teoría de las
Armónicas, capítulo 16).

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Reconocemos los quintiles calculando la armónica quinta de
la Carta (multiplicamos los valores aritméticos en grados absolutos
de todos sus componentes, y las conjunciones relevan los quintiles y
biquintiles de la misma), pero otra forma de pensarlos es apoyándo-
nos en los aspectos más conocidos: el quintil es igual a sextil + 12º,
y el biquintil a quincuncio menos 6º. En el caso de trazarlos se suele
usar una línea delgada muy clara amarilla o celeste.
En los septiles, por primera vez la división de 360° por 7 no
da un número entero: el resultado es 51°26’ y segundos, por lo que
tardó más tiempo en ser incluido en la práctica astrológica. El orbe
es de 2° y se lo simboliza con una S o con un 7 rodeado por un cír-
culo. Si trazamos el heptágono, encontraremos otros vértices: el bi-
septil, que se simboliza con BS y equivale a un poco menos de 103°
y el triseptil, TS, que equivale a 154° y medio. En su interpretación
son similares y como aspecto es muy posterior a los otros aspectos
menores, incluso a los quintiles propuestos por Kepler: se incorpo-
raron en el siglo XX y se los relacionó con lo esotérico del número,
sea por los colores del arco iris, los chacras, la escala diatónica
musical, los días de la semana, etc. Por todo lo cual se lo asoció con
la espiritualidad en el mundo (el 3 combinado con el 4), pero luego
se vio que las personas que tenían muchos septiles en su Carta
tenían una cierta marca de fatalidad, por esto las palabras clave
“espiritualidad” y “fatalidad” se asocian con estos aspectos, por lo
que se dice que tienen un matiz o analogía con los planetas Saturno
y Neptuno, habiéndoselos visto mucho en Cartas de artistas innova-
dores del siglo XIX.
El español Tito Maciá asoció a los aspectos menores con las
glándulas: a la familia de los octiles o sea semicuadratura y sesqui-
cuadratura, con la secreción de adrenalina; en el caso de los
septiles, con la baja de serotonina, que está asociada con la dispo-
sición psicológica que lleva a la depresión o que tiene relación con
los estados alterados de conciencia en un sentido positivo o
relacionado con lo esotérico, que a veces llega mediante el ayuno o
por ingesta de químicos o drogas. Cuando hay símbolos de la Carta
fuertemente asociados con septiles, mi observación personal es que
se manifiestan en temprana edad en algo bueno o malo que llega
desde afuera y que ocurre mas allá de nuestra voluntad (de ahí la
indicación de fatalidad), y estos contenidos, a lo largo de la vida, se
procesan de un modo personal cada vez más sutil o sofisticado: se

260 | Ensayos astrológicos - Jerónimo Brignone


van sublimando, denotando luego el mundo del espíritu en un senti-
do no estrictamente religioso.
Los noniles o noviles (ambas denominaciones son usuales
y etimológicamente correctas) resultan de dividir los 360° sobre 9 (3
x 3), resultando 40° con un orbe de 2°. Se grafica con N o con un 9
dentro de un círculo. El binonil de 80° se simboliza BN, luego está el
trígono que tiene 120° y pertenece a esta familia de los armónicos
del 9, y el tetranonil de 160° que se grafica con TN. El 9 es potencia
u octava superior del 3, por lo que también se lo asoció con la
“espiritualidad”, Sagitario, Casa IX y los planetas Júpier y Neptuno.
Es considerado benéfico (podríamos decir que el equilibrio del
sistema helenístico se recobró al incorporar los quintiles, básicamen-
te benéficos, como contrapeso a la inarmonía instaurada por los
octiles; del mismo modo, se podría ver al septil –considerando los
planetas maléficos que se la asocian– como más bien maléfico, y el
nonil como claramente benéfico, pero estas clasificaciones dicotómi-
cas hoy ya no son muy populares).
La division de la Carta por 9 es y fue desde hace siglos muy
importante en la India, habiendo también un estudio de los siderea-
listas anglosajones sobre las nueve Revoluciones Solares durante el
año cada 40º exactos desde el Sol natal. Tito Maciá asoció a esta
familia de aspectos con la secreción de endorfinas que transmite el
cuerpo cuando está en estado de bienestar o plenitud. Los pitagóri-
cos veían al 9 como el último de la década (parecido al XXI del
Tarot, “El Mundo”), por lo que se lo asoció a la palabra clave “fructifi-
cación”. Observé que los planetas vinculados por noniles y su familia
están idealizados en una etapa inicial de la vida de un modo positivo
o negativo pero no materializado. A lo largo del tiempo, solos y sin
esfuerzo, se materializan como maná que cae del cielo en nosotros
y en el afuera, como producto orgánico del universo en respuesta a
una visualización positiva. Para reconocer al nonil tenemos un signo
(o sea 30°) + 10° = 40°; el binonil es una cuadratura (90°) – 10° =
80°; el tetranonil, quincuncio (150°) + 10° = 160°.
Estos aspectos sutiles pueden ser muy importantes y
contundentes en la vida, con manifestaciones muy materiales, pese
a su “sutileza” y tal como aludimos en los capítulos 3 y 16. Pero aquí
apuntamos que podían ser “tapados” o “aplastados” por los aspectos
mayores cuando son prominentes en la Carta. ¿Cómo consideramos
entonces si el aspecto es valioso o no para la interpretación? Es
decir si es lo suficientemente fuerte en la Carta para hacerse oír en

Jerónimo Brignone - Ensayos astrológicos| 261


el medio de los otros aspectos mayores y menores clásicos. Ocurre
cuando hay una configuración de estos aspectos con orbes peque-
ños e incluyendo a factores centrales de la Carta (Sol, Luna, Ascen-
dente, Mediocielo). Dos quintiles y un biquintil hacen una
configuración quintílica que va definiendo algunos nódulos de la
figura geométrica que hace resonar la Carta toda por ese número
según la teoría de las armónicas (capítulo 16). Las configuraciones
deben formarse dentro de un mismo rango, o sea que no podemos
unir un septil con un quintil y una semicuadratura, siempre deben ser
dentro de la misma familia. El resultado estará dado según el
simbolismo de los factores involucrados y las palabras clave e inter-
pretaciones arriba apuntadas. Si están reunidas las tres condiciones
ideales (configuración, orbe pequeño y factores importantes) enton-
ces es fundamental observarlo e incluirlo en la interpretación.
Al levantar en la computadora una Carta armónica del 5, 7 o
9 (o cualquier otro armónico menor o mayor: hay deciles, undeciles,
etc., pero hemos decidido detener aquí la exposición de aspectos
menores para no marear al lector), lo que aparezca en conjunción
estará en ese mismo aspecto en natal: cuando en la Carta armónica
aparece un aspecto de conjunción puedo sospechar que estos pla-
netas están o en conjunción o en un aspecto de esta familia. Por
ejemplo, si en una Carta Natal hay una configuración de T cuadrada
(dos planetas opuestos en cuadratura a un tercero), en la armónica
4 aparecerán los tres planetas en conjunción. En suma, si en la Car-
ta armónica aparece un stellium quiere decir que en esa familia hay
una configuración de aspectos digna de ser leída. El orbe es 2° para
el Sol y Luna o una configuración, sino conviene mantenerlo en 1°.

IV
Recapitulando, el orbe de base de los aspectos dado por
Eloy Ricardo Dumón en su Manual de Astrología Moderna y que
aquí seguiremos es el siguiente: 8° para los aspectos mayores, ex-
ceptuando el sextil, que es de 6°, y 2° para el resto de los aspectos
llamados menores, exceptuando los múltiples de 15° no clásicos,
que es de sólo 1°. Pero como dijéramos, hay aspectos en los que
hay que aumentar el orbe y otros en que hay que disminuirlo según
factores contextuales concurrentes, por lo que podemos encontrar
una cuadratura de 5° que no sea válida, o una oposición de 11° que

262 | Ensayos astrológicos - Jerónimo Brignone


sea válida. A continuación veremos a qué variables pueden obede-
cer estas modificaciones del orbe de base.
Comenzaremos con los motivos para disminuir el orbe de
base dado de los aspectos, ya que son sólo tres y por prudencia
conviene siempre chequearlos primero porque a priori tendemos a
querer ampliar orbes porque sí. Por otro lado, estos tres no depen-
den de factores contextuales sino de su constitución intrínseca.
Cabe aclarar que no daremos cifras de “cuánto” exactamen-
te disminuir o aumentar en cada caso, porque dependerá de la
diferencia proporcional que estamos teniendo entre el orbe concreto
de un aspecto dado y el orbe de base que se le corresponde, así
como de cuántos motivos confluyen para aumentar, disminuir, etc. y
de qué es lo que necesitamos concretamente para ese caso:
aumentar o disminuir. Dar valores definidos sería artificial y matema-
tizaría mecánicamente este enfoque, restando lo que queremos
incentivar con el mismo, que es el juicio crítico y ponderativo. Lo que
sí usaremos es un tope máximo para arriba y para abajo: en ningún
caso disminuiremos el orbe a menos del 50% de su valor de base,
por más motivos que hubiere, ni lo aumentaremos en un 50% más
de su valor de base (es decir a su 150%), por más motivos que se
acumularen. Por ello jamás dejaremos de marcar una cuadratura de
3º y jamás marcaremos una de 13º, pero debemos analizar todo lo
que esté entre medio. Para esta disminución o aumento al valor lími-
te necesitamos varios argumentos, no bastando con uno solo de los
que relevaremos.
El primer motivo para disminuir el orbe es cuando uno de
los planetas es transaturnino (Urano, Neptuno y Plutón). El tran-
saturnino es invisible al ojo descubierto, muy lejano, de movimiento
muy lento, por lo que su posición es generacional más que individual
y además los contenidos que se le asocian son en gran medida de
difícil asimilación individual. Por ello lleva naturalmente menos orbe,
que es lo mismo que decir que para tener garantías de que el aspec-
to se da, debe ser más exacto. Esto es mucho más evidente cuando
ambos planetas son transaturninos o uno es transaturnino y el otro
es social (Júpiter y Saturno), dado que el aspecto mismo es genera-
cional, es decir, lo comparten los millones de nacidos durante esos
años, por lo que una interpretación individualizada es casi ridícula si
el aspecto no está personalizado por otros motivos estructurales. En
el caso que nos ocupa, al menos le pediremos ser más exacto, es
decir tener menos orbe. Un caso paradigmático es del sextil entre

Jerónimo Brignone - Ensayos astrológicos| 263


Neptuno y Plutón que se da en el cielo desde hace setenta años
(debido a la excentricidad de la órbita de Plutón, que atraviesa a la
poco excéntrica órbita de Neptuno y durante décadas tienen veloci-
dades similares por tener distancias similares al Sol, manteniendo
así un aspecto en el cielo en el caso de haberlo): con el orbe dado,
lo tiene casi todo el mundo, por lo que debemos tratarlo con particu-
lar exigencia de orbe reducido.
Otro motivo para reducir orbe es cuando el aspecto es
disociado, que habíamos dicho que significa que no ocurre entre los
signos entre los cuales debería ocurrir en el esquema ptolemaico. Si
realmente funcionan por igual tanto los aspectos por signo de los
antiguos helenísticos como los aspectos por ángulo de los moder-
nos, el aspecto disociado está naturalmente debilitado porque no se
da por signo: un trígono entre dos planetas que no se encuentren en
el mismo elemento porque uno está al final de un signo y el otro al
principio de otro ya no tendrá la fluidez que le asociamos, así que
debemos ser más exigentes con la exactitud del ángulo que los
separa, que es lo único que define a ese aspecto en particular y es-
to significa disminuir el orbe.
El tercer y último motivo para disminuir el orbe es que el
aspecto sea separativo. Separativo es el término opuesto comple-
mentario al de aplicativo, que son conceptos que asociamos a si el
aspecto está por realizarse en el cielo o ya ocurrió antes de nacer,
por más que se halle en orbe. El momento del aspecto exacto se
denomina partil, palabra que tiene dos acepciones: una más
rigurosa (el aspecto exacto en grados y minutos) y otra más laxa,
muy usada coloquialmente por los astrólogos cuando nos comunica-
mos y que refiere a un orbe pequeño, generalmente dentro de 1º.
Pese a las dos acepciones, al dialogar generalmente nos entende-
mos perfectamente, tal como en el siguiente intercambio: – “¡Uf,
tengo a Saturno en tránsito partil sobre mi So!”; – “¿Qué, partil
partil?”; – “No, el partil ya pasó, pero todavía lo tengo muy partil”.
Usando la primera acepción más rigurosa decimos que el
aspecto es aplicativo cuando el planeta más rápido va al partil y
separativo cuando el planeta más rápido ya hizo el partil. En otras
palabras, es aplicativo cuando el aspecto está por hacerse y separa-
tivo cuando ya se hizo pero está en orbe.
Desde la Antigüedad se consideró que el aspecto separativo
es más débil que el aplicativo, dado que la Astrología siempre está

264 | Ensayos astrológicos - Jerónimo Brignone


mirando al futuro: la Carta natal muestra cómo “será” ese bebé
recién nacido y eventualmente qué le pasará. El aspecto partil, “que
va a ocurrir”, refleja mejor los hechos que el separativo. Desde una
perspectiva psicológica, son rasgos que adquiriremos a través de
ciertas experiencias, mientras que el separativo muestra rasgos en
cierto modo innatos. En las Revoluciones Solares se privilegia por
eso la mirada sobre los aspectos partiles para ver qué ocurrirá ese
año, mientras los separativos muestran condiciones y vivencias que
son resultantes de situaciones ocurridas el año anterior o previos.
Esta dicotomía generó una de las primeras estadísticas
contundentes de la historia astrológica del siglo XX. John Addey, el
gran astrólogo inglés que acuñó el concepto moderno de Armónicas
y que, como matemático, era tanto neopitagórico como investigador
estadístico, trabajaba en un geriátrico, disponiendo así de cientos de
datos de nonagenarios (fechas de nacimiento y muerte). Decidió
buscar qué había en común como tendencia en ese grupo humano
no mayoritario (todavía hoy una minoría supera la barrera de los 90
años). Dado que la Astrología clásica se pronunciaba sobre la posi-
bilidad de longevidad, comenzó mirando las posiciones por signo de
Saturno, el planeta de la vejez que supuestamente alarga la vida
porque no gasta energía, pero no había ningún índice significativo
de ocurrencia en sus signos de regencia o exaltación ni, si vamos al
caso, en sus opuestos. Lo mismo con Marte, el planeta que se con-
sume rápidamente como un fósforo y no suele asociarse a una larga
vida: no estaba particularmente presente ni en sus signos de digni-
dad ni en sus signos de debilidad. Entonces se le ocurrió que estas
personas podían tener más aspectos separativos que aplicativos,
dado que significan un menor gasto de energía y son más disten-
didos, con su longevidad concomitante, y esta hipótesis arrojó un
altísimo nivel de significación estadística.
Para chequear sus resultados con un caso opuesto no le
servía el concepto de “corta vida”, porque ésta puede darse por
motivos demasiado diferentes entre sí desde una perspectiva sim-
bólica (enfermedad, accidente, muerte natural, violenta, etc.). Pero
otra circunstancia de su vida vino en su ayuda: de chico había tenido
poliomielitis y tenía por ello acceso a muchos datos natales de
personas aquejadas de ese problema. Asoció el polio con una
tensión física y eventualmente psíquica parangonable a la tensa
expectativa propia del aspecto aplicativo. Nuevamente obtuvo un
altísimo índice de significación estadística y, combinando ambas
estadísticas entre sí, había una posibilidad entre un millón de que

Jerónimo Brignone - Ensayos astrológicos| 265


los resultados se hubieran dado por casualidad. Valga este ejemplo
para comprender la importancia de la diferencia entre aplicación y
separación y que por ser el aspecto separativo más débil, debería-
mos disminuirle el orbe.
Existe separación simple y separación doble. La simple se
da cuando ambos planetas tienen la misma dirección (directo o
retrógrado) y el más rápido solamente va o se separa del partil; en
cambio, la doble se da cuando uno de ambos se halla retrógrado y
el otro directo, en cuyo caso ambos planetas van hacia o se separan
del partil. Algunos ejemplos terminarán de aclararlo: 1) Mercurio en
8° de Cáncer y Saturno a 15° de Escorpio es un trígono aplicativo
simple porque Mercurio va a encontrar a Saturno para hacer su
aspecto; 2) Mercurio en 8° de Cáncer y Saturno a 5° de Escorpio:
Mercurio, el planeta más rápido, ya hizo su trígono partil a Saturno,
por lo que el aspecto es separativo; 3) con el mismo Mercurio pero
ahora retrógrado en 8° de Cáncer y Saturno en 5° de Escorpio, el
aspecto es doblemente aplicativo porque Mercurio va hacia atrás y
Saturno avanza hacia el grado de aquél; 4) Mercurio retrógrado en
8° de Cáncer y Saturno a 5° de Escorpio también retrógrado: el
aspecto es aplicativo simple, porque los dos van hacia atrás y Mer-
curio va hacia 5°, pero Saturno se aleja de ese grado; 5) Mercurio en
8° de Cáncer y Saturno a 5° de Escorpio retrógrado es doblemente
separativo (ambos se alejan del partil). Conviene para todo esto
pensar al planeta lento como congelado y mover al más rápido,
recordando que cuando uno de los dos planetas esta retrógrado
siempre indica “doble”: doble separativo, en donde su debilidad es
aún mayor, o doble aplicativo, que es un aspecto muy fuerte. La
disminución de orbe cuando hay un aspecto separativo también se
da cuando hay separación Lunar, porque ésta es muy veloz y el
aspecto está disolviéndose en el cielo con bastante rapidez. A la
inversa, la separación es menos dramática cuando los dos planetas
tienen velocidades similares por órbitas contiguas.
Pasamos ahora a los varios motivos para aumentar un orbe
dado de base. El primero a considerar es que uno de los planetas
sea una luminaria, es decir Sol o Luna, dado el ancho de su disco
visible, la importancia que tienen para la vida en la Tierra y los
movimientos de ésta y que literalmente iluminan el día y la noche.
Aumentan entonces naturalmente su orbe y mucho más todavía
entre sí, es decir si el aspecto es entre ambas luminarias, arquetipos
naturales complementarios de Yin-Yang.

266 | Ensayos astrológicos - Jerónimo Brignone


Otro motivo para aumentar el orbe es que un planeta sea
dispositor del otro. Un planeta es dipositor de otro cuando éste últi-
mo está posicionado en un signo regido por aquél. Antiguamente se
decía que el planeta recibía al otro en su domicilio y que por lo tanto
éste último estaba a su disposición: por ello el regente disposita a su
inquilino, quien está dispositado por aquél, su dispositor. Estos dos
planetas tienen ya de este modo alguna forma de vínculo y, conti-
nuando con la metáfora de la relación del dueño de casas con el
inquilino o el visitante, ambos estarán muy interesados en vincular-
se, por lo que si hay que aumentar un poco el orbe para definir un
aspecto, es probable que lo adecuado sea hacerlo. Si cada uno
recibe al otro en su domicilio (es decir si cada uno está en el signo
regido por el otro, intercambiando domiciliios), se dice que están en
recepción mutua y la tendencia a vincularse y por lo tanto a aumen-
tar el orbe será mayor aún.
También aumentamos el orbe cuando hay aplicación doble
por los motivos antes apuntados de que el aspecto es más fuerte
(en la aplicación simple, por ser el caso neutro, no aumentamos a
priori orbe), lo que también sucede en el caso de la aplicación de la
Luna, dado que por su velocidad el aspecto está yendo rápidamente
a realizarse en el cielo.
Otro motivo para aumentar el orbe se da cuando al marcar el
aspecto se logra formar así una configuración. Las configuraciones
son figuras geométricas conformadas por tres o más aspectos de las
cuales algunas fueron bautizadas temprano en el siglo XX por la
Astrología anglosajona con nombres hoy muy populares (T Cuadra-
da, Gran Trígono, Dedo de Dios, etc.), otras fueron estudiadas por
diversas escuelas (los esposos Huber y especialmente los españo-
les Tito Maciá y Miguel García, quienes en la década del ’90 expu-
sieron en un Congreso Ibérico una investigación estadística con
intuiciones brillantes sobre combinaciones de aspectos antes poco
estudiadas y que aparecen resumidas en el capítulo 9 del Manual de
Técnicas de Síntesis Astrológica) y son muy importantes para la
Astrología moderna, dado que salimos del ámbito unidimensional del
aspecto, una línea en donde hay apenas un ida y vuelta energético
entre dos puntos y pasamos al ámbito bidimensional del plano,
ocupando con la figura geométrica de la configuración un área
superficie importante del círculo y, por extensión, área de vida del
sujeto reflejado por la Carta Natal, con una metafórica circulación de

Jerónimo Brignone - Ensayos astrológicos| 267


energía por los bordes de la figura en cuestión en un circuito cerrado
en constante realimentación.
La configuración es muy fuerte porque es más potente como
conjunto que la suma de sus partes y a veces puede llegar a
imponer su significado sobre otros factores igualmente importantes
básicos de una Carta Natal. Por ejemplo, por motivos probabilísticos
la T cuadrada es la más frecuente y es la más potente de todas las
configuraciones por el tenso dinamismo de los ángulos que la
conforman. Si tenemos por ejemplo una persona con Sol en Libra,
Tauro en el Ascendente y la Luna en Piscis, podremos creer que es
tierno y pacífico, pero si ese Sol en Libra está en cuadratura a Satur-
no en Cáncer y a Marte en Capricornio formando una T cuadrada,
seguramente esta persona se presentará dura y tensa, porque Sol-
Saturno-Marte tapan toda esa dulzura mencionada, motivos que
explican por qué debemos aumentar el orbe. De este modo, para
dar un ejemplo, con un planeta en 7º de Piscis en trígono de 5º de
orbe a otro en 12º de Cáncer y éste en trígono con 5º de orbe a otro
en 17º de Escorpio, naturalmente aumentamos el orbe de trígono
entre los planetas de 7º a 17º, pese a que exceden el orbe de base,
puesto que probablemente el sujeto conforme el dibujo de ese gran
triángulo dentro suyo, del mismo modo que al astrólogo se le confi-
gura ante sus ojos el conjunto de la gestalt del dibujo potencial de la
figura geométrica.
Otro motivo para aumentar el orbe es que uno de los
planetas se halle feral, es decir, no tenga aspectos. “Feral” viene de
fiera y se llama así a varias cosas en Astrología (hay signos ferales
tales como Leo, Aries, Tauro, Escorpio, etc.), pero sobre todo desde
Morin de Villefrance llamamos feral al planeta inaspectado. La ferali-
dad se da en forma gradual: un planeta sin aspectos mayores dentro
de los 5º ya se halla algo feral (como descubrió Geoffrey Dean en
sus famosas estadísticas sobre profesiones), mientras que si no
tiene aspectos mayores dentro de los orbes de base que estamos
usando, está ya propiamente feral y en el caso de que tampoco
tuviere aspectos menores clásicos con los orbes de base está
extremadamente feral.
Decimos que el planeta está feral porque se comporta como
una fiera en el sentido de que no está “domesticado” por la socializa-
ción que implican las interacciones por aspecto con los otros plane-
tas. Se manifestará de un modo exorbitado, sin las modificaciones
que pueden suponer dichos intercambios, en cierto modo no integra-

268 | Ensayos astrológicos - Jerónimo Brignone


do al resto de la Carta y a veces por ello mismo no se manifestará
(si bien la tendencia es a una expresión excesiva pura, autónoma,
de su simbolismo, en cierto modo ariana en cuanto a hacer lo que le
venga en gana). Como la tendencia natural es integrar todos los
elementos de la Carta y una de las formas de integrarlas es la rela-
ción de aspecto, el planeta feral es algo así como un lobo solitario
hambriento de relaciones que, como un prisionero encerrado en una
celda de aislamiento, cualquier pequeña comunicación de otro com-
pañero del exterior le será vital de un modo que quizás no hubiera
atendido de no estar en esa situación de soledad. Entonces
expande su orbe para tener tal relación y sin por ello dejar de ser
feral. Para usar una metáfora, si alguien es un lobo solitario urbano
sin amigos íntimos ni familiares pero todos los días al comprar el
diario intercambia algunas palabras amables sobre el tiempo o la
política con el diariero cuando va a comprar el diario, este débil
“sextil con orbe expandido” será un aspecto que se define en el con-
junto del silencio vincular del horizonte de este sujeto, pero seguirá
siendo de todos modos un lobo solitario. Cuanto más feral se halle
un planeta más pertinente será la ampliación del orbe.
El caso opuesto y que es otro motivo para ampliar el orbe es
el caso de un planeta multiaspectado. Un planeta que concentra mu-
chas rayitas graficadas de aspecto, entre 6 y 7 como mínimo, natu-
ralmente focaliza nuestra atención porque parece que toda la Carta
va a concentrarse a ese punto. En cierto modo ese planeta funciona
como un multiconector del resto de los planetas: en contraste con el
feral, está hipersocializado y, como un yuppie estresado al que le
suenan sin cesar sus celulares en los bolsillos, tiene el músculo de
la vincularidad muy trabajado, de modo que no le cuesta nada abrir
un poco el ya grande abanico de vínculos de su nutrida agenda para
incluir a algún otro planeta con el cual sólo hay que aumentar un
poco el orbe, cosa que sabe hacer porque está muy entrenado en
los menesteres de la relación, y así cumplir más acabadamente su
función de conector general dentro de la Carta.
Otro caso de ampliación de orbe se da cuando nos hallamos
ante un planeta dominante en la Carta, al cual la tradición llamó
Almuten, y máxime cuando ocurre entre dos planetas que tienen en
la Carta esa característica. Un planeta se configura como Almuten
cuando concentra varios roles funcionales dentro de la Carta y logra
así un gran protagonismo, por otro lado desde tiempos inmemoriales
muy útil en la interpretación (desarrollo un capítulo entero sobre el

Jerónimo Brignone - Ensayos astrológicos| 269


tema en el Manual). En una Carta con Ascendente Aries conjunto a
Marte en Aries en domicilio y angular, ubicado justo antes del Sol
(planeta explorador) conjuntándolo y dispositándolo, nadie dudaría
en decir que esa persona es muy “marciana” o que tiene en su Carta
un Marte protagónico. Pero si esta misma persona tuviera a la Luna
en Tauro en cerrada conjunción aplicativa con un Venus en regencia
en Tauro que está en trígono partil al Mediocielo y la Carta tiene
cinco planetas en Libra, ¿no dudaríamos en decir que la persona es
muy “venusina” o que Venus es un planeta protagónico de su Carta?
Para este sujeto, a riesgo de estar dividido en una doble personali-
dad esquizofrénica, le será vital integrar o interrelacionar estas dos
mitades. Una forma de hacerlo es a través de un aspecto entre los
dos planetas mencionados, sea armónico o inarmónico, mayor o
menor: lo importante es que su protagonismo a priori sobredimensio-
na cualquier diálogo posible, lo que justifica ampliar el orbe entre
ambos ya que, en cierto modo, es como si fueran otras luminarias
dentro de la Carta.
Un último caso de ampliación de orbe se da cuando ambos
planetas en posible aspecto hacen el mismo aspecto a un tercer
planeta, el cual aspecta en forma mucho más exacta al punto medio
entre ambos. Un ejemplo aclarará lo dicho: un planeta en 13° grados
de Tauro, otro planeta en 8° de Acuario esta en cuadratura a aquél
pero también está en cuadratura a otro en 18° de Acuario. El cua-
drado a ambos planetas hace sospechar que éstos están en conjun-
ción, pero el orbe de 10º parece excesivo; sin embargo, el punto
medio de los dos planetas de Acuario se halla en 13°, en cerrada
cuadratura al planeta en 13° de Tauro, de manera que éste reactiva
la conjunción potencial que no tomábamos porque lo amplio del
orbe: en cierto modo es como si los estuviera re-uniendo.
Cabe consignar que todas las consideraciones hasta aquí
desarrolladas son inter-planetarias, es decir, entre planetas. Tradi-
cionalmente se consideran desde el vamos también los aspectos al
Ascendente, al Mediocielo y al Nodo Norte de la Luna, en cuyo caso
se reducen automáticamente los orbes de base a la mitad. El motivo
de esta reducción radica en que los planetas pueden ser metafórica-
mente considerados seres vivos (los antiguos los adoraban como
dioses), dotados de energía lumínica, cinética y cuerpos físico con
movimiento aparentemente voluntario (se apuran, retroceden, unen
o separan unos con otros, etc.). De este modo, el “orbe” coincidiría
con el cuerpo astral que lo rodea (hay algo de esto en la etimología

270 | Ensayos astrológicos - Jerónimo Brignone


del término), por lo que en una conjunción de 8º de verdad tenemos
dos planetas con cada uno un orbe de 4º, uno al lado del otro: del
mismo modo que dos personas a medio metro tienen probablemente
sus “cuerpos astrales” en contacto, para que esto se de con una
pared, que no tiene cuerpo astral, hay que estar mucho más cerca.
Otra metáfora útil es la de pensar en todas las interrelaciones que se
pueden dar entre dos seres vivos: las posibilidades son muy ricas y
casi infinitas. En cambio una persona, con un objeto inerte como una
mesa, tiene posibilidades muy limitadas: usarla como tal, moverla,
sentarse, romperla, quemarla, darla vuelta, no muchas más. A esa
pobreza de posibilidades de relación se le asocia la mencionada
reducción de orbe de un aspecto entre un planeta y un punto virtual.
En rigor, como en el ejemplo dado de la mesa, los planetas aspec-
tando al Ascendente u otro ángulo sencillamente expresan o canali-
zan su energía o simbolismo a través del mismo.
Existe una excepción para la regla arriba dada y es la de la
conjunción: según lo dicho su reducción sería a 4º, pero de hecho
cualquier conjunción a ángulo con 5º ya es operativa desde tiempos
inmemoriales o, para ser más precisos, al menos desde Ptolomeo,
de modo que mantenemos ese mínimo como operativo para el caso
de cualquier conjunción.
En el caso de que quisiéramos considerar los aspectos a las
cúspides intermedias, el orbe seguro y operativo es de 1º, para cuyo
caso la Carta debe tener una hora muy segura. Del mismo modo y
más allá de cualquier motivo para reducir más todavía el orbe,
consideraremos como vigente todo aspecto que se dé en la Carta
dentro de 1º de orbe.
A la hora de aspectar una Carta aconsejamos seguir una
cierta rutina sistemática que permite no dejar escapar ningún aspec-
to por distracción: consideramos el primer planeta después del
Ascendente, por nombrar un punto fijo cualesquiera y, siguiendo la
secuencia de signos y Casas, vamos viendo qué posible aspecto
tiene con el siguiente planeta según esa secuencia, mirando primero
el criterio ptolemaico (por signo), y luego viendo si el orbe lo
contiene. Recordemos que para ello debemos mirar hasta un 150%
del orbe, por si se diera el caso de que hubiera motivos suficientes
para aumentar hasta ese límite y que cualquier aspecto de menos
del 50% del orbe de base se marca automáticamente (especialmen-
te en el caso de tener menos de 1º) sin mayores consideraciones.
Una vez agotado el análisis de ese planeta se pasa a tomar el

Jerónimo Brignone - Ensayos astrológicos| 271


mismo primer planeta del que partimos pero con el que le sigue en
la secuencia y así sucesivamente hasta agotar todos los restantes:
el planeta quedó completamente aspectado (conviene antes pregun-
tarse si tiene aspectos de 15º no múltiplos de 30º, para lo cual hay
que realizar la operación mencionada de sumar o restar 15º a su
valor en grados), lo que nos habilita a pasar al siguiente planeta en
la secuencia zodiacal y comenzar el mismo proceso en sentido
contrario a las agujas del reloj, pero ya sin tener que mirar “hacia
atrás”, hacia el planeta ya aspectado. Agotado el análisis exhaustivo
de este segundo planeta, pasamos al siguiente y cada vez serán
menos los planetas a estudiar, pues los anteriores ya fueron consi-
derados. Llegados al último, tendremos completamente analizados
los aspectos interplanetarios. Luego pasamos a mirar los posibles
aspectos al Ascendente, Mediocielo y Nodo Norte, que por tener
otros orbes conviene dejar para el final y que algunos astrólogos
prefieren no trazar con líneas dado que tienen otra calidad (como ya
dijéramos, no hay interacción) y pueden confundir en el medio de la
proliferación de líneas: una opción es trazar la línea hacia el borde
exterior del Zodíaco en vez de al punto correspondiente al planeta
que determinamos en el círculo interior, otros (es mi caso) prefieren
directamente consignar el aspecto con los simbolitos pertinentes al
lado del factor aspectado.
Resumimos en forma de guía práctica los lineamientos hasta
aquí desarrollados:

ASPECTOS Y ORBES

Orbes de base (Manual de Astrología Moderna, E. R. Dumón):


Aspectos mayores:
conjunción, oposición, trígono y cuadratura: 8º ; sextil: 6º
Aspectos menores clásicos:
semisextil, quincuncio, semicuadratura y sesquicuadratura: 2º
Aspectos múltiplos de 15º no clásicos: 15º, 75º, 105º y 165º: 1º
(todos los aspectos arriba mencionados son de determinación necesaria)
Aspectos menores modernos: quintil, biquintil, septil, biseptil, triseptil, nonil,
binonil, tetranonil (de determinación optativa): 2º

272 | Ensayos astrológicos - Jerónimo Brignone


Criterios para aumentar o disminuir el orbe de base, según los casos:
(en ningún caso se disminuye menos del 50% del orbe de base, ni se
aumenta más del 150%)

Motivos para disminuir el orbe:


 que uno sea transaturnino (más si lo son ambos);
 que el aspecto sea disociado;
 que el aspecto sea separativo (más si es separación doble o en
separación lunar).

Motivos para aumentar el orbe:


 que uno sea luminaria (más si lo son ambos);
 que uno sea dispositor del otro (más todavía si hay recepción
mutua);
 que haya doble aplicación o aplicación lunar;
 que al marcar el aspecto se cierre una configuración mayor, o,
eventualmente, una menor del mismo armónico;
 que uno de los planetas se halle feral (inaspectado);
 que uno de los planetas sea multiaspectado;
 que ambos planetas tengan fuertes roles de importancia en la
Carta (Almuten);
 que ambos planetas hagan el mismo aspecto a un tercer planeta,
el cual aspecta en forma mucho más exacta al punto medio entre
ambos

Los criterios mencionados son interplanetarios. En el caso de aspectos al


Ascendente, Mediocielo y Nodo Norte, se reducen los orbes de base
automáticamente un 50% (exceptuando la conjunción, que tiene 5º). Los
aspectos a las cúspides intermedias (normalmente no exigidos) son en
general de 1º.

Cualquier aspecto dentro de 1º de orbe en la Carta se considera como


vigente.

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274 | Ensayos astrológicos - Jerónimo Brignone

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