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Cuando una persona busca trabajo por primera vez o lleva muchos años trabajando y de
repente se queda sin trabajo, puede experimentar una serie de cambios emocionales,
psicológicos y sociales. Según la Asociación Estadounidense de Psicología (APA), "los
desempleados tienen el doble de probabilidades que los empleados de sufrir problemas
psicológicos como depresión, ansiedad, síntomas psicosomáticos, bajo bienestar psicológico y
baja autoestima". (Paul y Moser, 2009)
Sin embargo, debe tenerse en cuenta que la situación de desempleo es una experiencia que
excede la objetividad del desempleo, porque se vive e interpreta de manera diferente en
función de varias circunstancias individuales, incluidos los recursos psicológicos de los que
disponen, los afectados y sus relaciones.
En términos generales, la primera reacción ante la pérdida de un trabajo suele ser la confusión
mezclada con la duda y el miedo. Similar a una situación de shock donde hay una sensación de
desorientación y confusión acompañada de una sensación de fracaso e incapacidad para
planificar el futuro.
A esto le sigue una fase de recuperación caracterizada por un optimismo irreal y la impresión
de estar de "vacaciones", lo que significa que la persona todavía no se considera desempleada.
Por lo tanto, el desempleo se considera temporal.
Pero si la situación no cambia, llegará un punto en el que la gente ya no podrá ver su situación
como unas vacaciones y temerá que su paro se prolongue en el tiempo. Fue aquí donde
comenzó a buscar trabajo con más diligencia y experimentó su primer rechazo serio.
Cuando todos los esfuerzos fallan, las personas experimentan pesimismo y pueden
experimentar síntomas de ansiedad con períodos de depresión e irritabilidad y, en muchos
casos, trastornos psicofisiológicos. El apoyo social y familiar y la capacidad del individuo para
hacer frente son cruciales en esta etapa.
Luego averigüe la identidad del desempleado y todas sus características psicológicas. Abundan
los pensamientos pesimistas, la actividad de búsqueda de empleo disminuye y no hay
esperanza de éxito. Por lo tanto, los individuos ven el desempleo como un fracaso personal
más que social que conduce al aislamiento.
Con el tiempo, la experiencia social se vuelve empobrecida, vergonzosa e insegura debido a
cambios en la estructura de la vida diaria y una tendencia a retirarse de la vida social. Esto a
menudo se ve reforzado por la indiferencia y el desprecio de los demás que lo perciben como
débil. Así, una persona acaba muchas veces en una espiral depresiva, donde la cola del
afrontamiento positivo se debilita y aumenta la posibilidad de ceder a determinadas
tentaciones (por ejemplo, las drogas).
Así, una de las primeras consecuencias del desempleo es el desarrollo del síndrome de la
invisibilidad, tal y como identifica José Buendía, catedrático de psicopatología de la
Universidad de Murcia. Las personas con este trastorno se sienten "ignoradas", perdidas entre
la multitud y se consideran completamente ajenas al sistema económico y social.
Además, la situación del paro preocupa a muchas personas, que no pueden encontrar un
trabajo por primera vez o ya tienen una actividad profesional, pero no pueden ejercer. Para el
individuo, esta situación significa un cambio en la estructura social a la que está acostumbrado,
ha perdido su identidad profesional.
La persona se aísla de los demás, lo que conduce al deterioro de las relaciones familiares y
sociales. A veces, los síntomas de la depresión, como la tristeza o la apatía, pueden aumentar.
En otros casos se presentan síntomas de inquietud, miedo, preocupación y/o ansiedad. El
desempleo está incluso asociado a la aparición de trastornos psicofisiológicos.
Por lo tanto, el desempleo crea un malestar psicológico que requiere una atención dedicada y
enfocada, no para encontrar trabajo, sino para restaurar lo que se ha desgastado en el
proceso. También requiere empatía social para que dejemos de hacer que los desempleados
se sientan culpables por su situación y consideren que su situación es diferente a la nuestra
por factores distintos a la suerte, que en la mayoría de los casos no es así.