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El pájaro azul

Fuente: Faustina Orobio Solís


Natural del corregimiento de Limones, municipio de Guapi, Cauca
Edad: setenta años
Oficio: folclorista

Se trata de una mujé que no quería que su hijo consiguiera nin-


guna clase de pareja, quería el hijo pa’ ella, por eso lo encantó y lo
convirtió en un pájaro. Una vez salió un pescador a la mar, era el
sustento de él con su familia, eran las cinco de la tarde y no había
pescado nada. Dios mío, con qué voy a alimentar mañana a mi fa-
milia, si no he cogido nada para llevarles. Cogía un pescado bien
pequeño. Y este pescado tan pequeñito, yo mejor te tiro a tu agua
pescadito, qué voy a hacer contigo, mejor vete al agua. Le contesta
el pescado: no me botés, si tú me prometes traerme la prenda que
siempre va a recibirte te prometo llenarte la canoa de pescado.
Siempre quien recibía al señor era la perra. Al otro día llegó con
su canoa cargada de pescado y precisamente no bajó la perra, bajó
su única hija, tan pronto la vio se puso a llorar muy desconsolado,
pero no le dijo nada y tampoco a la esposa. No comió, la mujé toda
intranquila le dijo: ¿qué te pasa esposo, qué tienes Juan? ¿Por qué
no me cuentas qué te acongoja? No, mujé, tranquila, no tengo na-
da. ¿Papi qué te pasa? Papá, yo nunca te había visto así. ¡Hoy creo
que tienes algo! ¿Tienes una mala racha? No mija, no tengo nada,
tranquila.
Al otro día tenía que irse de madrugada para salir a pescar. Le
dijo a la hija que se levantara porque lo iba a acompañar a la mar, la
mujé le dice: ¿a la mar? Pero de cuándo acá tú llevas a nuestra hija

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a pescar. Uuuuuuh, hoy voy a ir con mi hija. Se jue con su hija, en
media mar estaba, cuando vio que salió un tronco de palo del fon-
do del mar, ahí tenía que colocar a la niña. Tenía catorce años, con
dolor de su alma cogió la niña, la sentó en el tronco de palo porque
era un compromiso. A lo que montó la niña en el palo, ella se puso
a llorar y él también, y el palo dio la vuelta y se jue al fondo del mar.
La niña se incontró en un palacio, todo lo que pedía estaba ahí: co-
mida, ropa. Cuando estaba durmiendo sentía un bulto al lado, siempre
tocaba el bulto, pero no más era el bulto. Le dice al otro día, la buena
vieja: ¿vo qué hacés aquí? Vo no tenías nada que venir a buscar aquí
en mi casa, porque este palacio no es tuyo, vo tenías que irte a comer
plátano acedo, arroz sancochado, todo lo que esté acedo, porque vo no
tenés nada que venir a hacer aquí. No señora, yo estoy aquí porque a
mí me trajieron. Esa noche durmió la muchacha de nuevo y siempre
ella sentía el bulto al lado.
Le dice al otro día la buena vieja: te voy a dar este cabito1 de vela,
pa’ que vo cuando sintás ese bulto al lado, prendás la vela y alumbrés
qué es lo que está ahí a tu lado. La muchacha, como era obediente,
prendió la vela y se quedó embelesada: miró en el ombligo del hom-
bre todas las ciudades de este mundo, embelesada ella mirando. En
eso cayó una gota de vela al tronco y dijo: húuuuuuu, un quejido
muy profundo. Y dice: estaba para desencantarme, pero la gota de
vela me ha vuelto a mandar a lo más profundo del encanto.
Al otro día la muchacha amaneció tirada en un desierto, se des-
apareció el castillo, todo, cuando pran la vieja: así te quería ver, vos
creíste que eso era tuyo, eso no era para siempre, te dije que desocu-
paras la mansión. Le dijo: si no te querés morir de hambre, tenés que
molerme estos tres bultos de maíz, hacer mazamorra y envuelto.

1 Pedacito.

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Cuando vuelva tiene que estar todo listo. Se cogió esa muchacha a
llorar: ay Dios mío yo cómo voy a moler todo este maíz, yo nunca he
molido maíz, yo nunca he hecho un envuelto.2 Dios mío, qué voy a
hacer. Cuando oyó una voz del aire que le dijo: niña, ¿por qué llorás?
Porque la buena vieja me ha dicho que si no muelo todo este maíz y
hago todos los envueltos y la mazamorra, pena de mi vida.3 Tranqui-
la, vete a acostar que cuando llegue todo eso estará molido. Así jue,
cuando llegó la vieja estaban todos los envueltos calientes, la olla de
mazamorra y el resto de maíz quebrado. ¡Ay, vo hiciste eso! ¡Noooo,
de mí no te vas a burlar!
Ahora te voy a poner una prueba más dura y si no me la hacés,
pena de tu vida. Al otro día le dijo: ahora tenés que ir con esta cer-
nidora a secarme ese río. ¿A secarle el río, buena vieja? A secarme el
río y si no, pena de tu vida. Se jue la vieja, se jue la muchacha con la
cernidora: ay Dios mío. ¿Cómo voy a secar el río y con una cernido-
ra? ¿Este río a secarlo con una cernidora? Llora y llora, cuando ran,
oyó una voz en el aire: niña, ¿por qué llorás? Porque la buena vieja
me ha dicho que tengo que secar el río y si no lo seco, pena de mi
vida. Tranquila niña, vete a acostar que ahora mismo está el río seco.
Así que cuando juuuuuuuuum se secó el río. Aparecieron caimanes.
Todas las fieras, cuando la vieja se asomó, se la iban a comer. No, no,
no, no, ahora mismo hundilo, hundilo, hundilo, que me come, me
come, me come. Ran hundió el río de nuevo. Vo tenés que seguir con
lo que te tengo que decir que hagás, y si no lo hacés, pena de tu vida.
Al otro día, que juera al monte a cortarle leña para tres meses.
¡Dios mío! ¿Cómo voy a cortar leña pa’ tres meses? Se jue al monte,
cuando en el aire oyó una voz que le dice: niña, ¿por qué llorás? Por-
que la buena vieja me ha dicho que si no corto leña pa’ tres meses,
2 Alimento a base de maíz.
3 Amenaza de muerte.

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me mata. Vete a tu casa niña, que ahora está esa leña ahí. Estaba la
vieja dormida cuando oyó jue pruun, se hundió la casa de la leña.
Huy qué pasó que me va a tumbar la casa. Tenga cuidado, ¿y vo de
dónde sacaste toda esa leña? Esto no se acaba aquí, ahora mismo
vas a ver.
Al otro día le dijo: vas al monte y me buscás todas las plumas de
todos los pájaros del mundo, especialmente del pájaro azul y si no
me la traés, pena de tu vida. ¡Ay, Dios mío! Yo ni siquiera conozco el
pájaro azul. ¿Usted lo conoce, buena vieja? Cómo no lo voy a cono-
cer, si no lo conociera no te estaba mandando a traer, y me lo tenés
que traer aquí. Así que esa muchacha se jue al monte llorando. Dios
mío, yo no conozco todos esos pájaros. ¿Qué voy a hacer? Cuando
oyó una voz que le dice desde el cogollo de un árbol: niña, ¿por qué
llorás? La buena vieja me dijo que si no llevaba todas las plumas de
los pájaros del mundo, especialmente la del pájaro azul, pena de mi
vida. Tranquila niña, abrí tu falda y colocá tu sombrero que ahora
mismo caen todas las plumas que vos querás. Cayeron todas las plu-
mas, especialmente las del pájaro azul, jueron las que más cayeron.
Llegó la niña donde la vieja. Aaaaaaaay, yo sí no hubiera sido ca-
paz de traer las plumas del pájaro azul y vo la trajiste; no, pero esto
no se acaba aquí, vo ahora tenés que seguir con tu trabajo porque si
no vas a ver, le dijo. Vas a dejarme esta batea llena de carne donde
mi hermana, allá en el otro pueblo, y si no la dejás, te morís. Se jue la
niña, cuando iba a montarse al puente oyó una voz que le dice: sigue
nube, mirá el puente, está sucio lavalo; incontrás tres perros bien
chandosos, bañalos y curalos; incontrás a un viejito leproso, aquí
está el jabón, la cura pa’ que lo bañés y lo curés, no vayás a fallar.
Se jue la niña, lavó el puente lo dejó bien amarrillo; lavó los pe-
rros y los curó bien curaditos; se encontró con el viejito, lo bañó,
lo curó, le dio de comer; siguió por su camino, entregó la batea de

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carne donde la otra vieja en el otro pueblo y se regresó. Cuando lle-
gó donde la vieja ella dijo: vo llegaste, no, esto sí ya no es conmigo,
voy a matarme con una piedra, porque vo llegaste, vo no podías vol-
ver aquí, infeliz. Vo tenías que haberte quedado con mi hermana,
mi hermana te iba a comer a vos, vos te vas de aquí desgraciada o si
no, yo me mato ahora mismo.
Cuando ruan, apareció el hombre, el príncipe más hermoso de la
faz de la tierra, era el hijo de la vieja, que lo tenía encantado porque
ella se había enamorado de su propio hijo y no quería que nadie se
fijara en él, y le dijo: no madre tú tendrás que morirte matándote tú
misma, pero esta muchacha será mi esposa. Hasta hoy están felices
porque se casaron.

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