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Florencia Mercado

2ºTN TEA

Casi desaparece su risa. Una semana antes del día del padre, una nena de cuatro años,
Florencia Mercado, se golpeó la boca contra el piso y una de sus paletas se volvió gris.
Parecía un golpe más en su historial de accidentes pero tuvo una curiosa repercusión en
sus creencias. En junio del año 2005 ella atravesó, con muchas inseguridades, siete días
con su diente gris y con una estricta orden de no volver a sonreír.

Nació en 2001 y vive en Nuñez con sus padres, Natalia Lescano y Luis Mercado. Tiene un
hermano un año y nueve meses más grande, según cuenta ella cuando le preguntan por su
edad. Emanuel Mercado es más rápido, más grande y va más adelantado en el colegio pero
aún así su hermana jura que algún día lo va a alcanzar. Tiene ganas de ser la mayor. Pero
esto no hace que tengan una relación competitiva. Son compañeros de juego y cómplices
ante todo.

Es domingo, los chicos estuvieron todo el día jugando con muñecos hasta que se cansaron
y cambiaron de actividad. Ahora Florencia corre por la casa en busca de un escondite en
su cuarto. Esa habitación de paredes blancas está llena de pequeños agujeros en las
paredes y de escondites. Hay un baúl de madera conocido como “Cofre de Tesoros”, en el
ropero o, su favorito, en la parte superior de su cama cucheta. Corre lo más rápido que
puede y con la adrenalina que le da jugar a las escondidas con su hermano mayor. Tropieza
con el borde de la puerta de su cuarto y cae sin saber cómo poner las manos para suavizar
el golpe. Su cara cocha contra la escalera de la cama, que su hermano había sacado para
que no sé pudiera esconder en la cama de arriba. Comenzó a llorar del susto y sus manos
automáticamente fueron a su boca que parecía haber amortiguado el resto del golpe.

Su mamá, al verla caer, la toma en sus brazos. Preocupada y asustada le dice que no tiene
que correr así en la casa. Junto a su esposo la llevan al baño para enjuagarle la cara y
revisar que el golpe no haya sido grave. Escupe unas gotas de sangre pero todos sus
dientes están en su lugar y completos. Florencia es propensa a los accidentes, se distrae
muy fácilmente. Ella es de esas nenas que están corriendo en la calle y dejan de mirar para
adelante para concentrarse en algo más. Un perro, una paloma o hasta una idea pasajera
alcanzaba para que se olvidara que estaba corriendo y se estampara contra alguien o algo.
Sus padres tuvieron sustos muy grandes a lo largo de su crianza pero este no fue uno de
esos. Un abrazo, un poco de agua y ya está lista para seguir jugando.

Al día siguiente, luego de volver del jardín, su mamá la lleva al dentista porque junto a Luis
notaron que el diente se estaba volviendo gris. Diana Cortez, la profesional, vive a la vuelta
y tiene dividida su casa y su consultorio por una puerta corrediza polarizada. Natalia
siempre reta a su hija por querer abrir la puerta y pasar. En el consultorio, la más pequeña
de los Mercado, ve por primera vez lo que le pasó a su diente. Ya no tiene el mismo color
de siempre. Nadie que ella recuerde tiene el diente de ese color. Su dentista dice que el
nervio de su paleta derecha murió. Le comenta a Natalia que para volver al color natural
necesita un blanqueamiento pero que eso tendrá un costo adicional.

Ambos padres deciden esperar a que el diente se caiga ya que todo parecía seguir normal.
El tratamiento sería un gasto innecesario y ellos no tienen obra social. Florencia no parecía
presentar ningúna queja ni muestra de dolor. Aún así su padre, Luis, estaría atento a su hija
ya que ella no es una nena berrinchuda. Si bien era común que se enoje o que se ponga
mal, no es sencillo saber qué le pasaba. Cuando ella llora por alguna pelea con Emanuel no
Florencia Mercado
2ºTN TEA

dice que fue lo que pasó, no le gusta delatar a las personas. Sus papás siempre acuden a
su hermano para saber más, incluso cuando esto significa retarlo a él.

La nena pasa el doble del tiempo en el baño lavando su diente y ya no se olvida de


cepillarse ni a la noche ni a la tarde. Su mamá no se da cuenta de esa nueva rutina. Está
acostumbrada porque, según dice, tiene una hija muy independiente. A Florencia le gusta
hacer las cosas sola y a su modo. Si se enoja en la escuela no protesta, se va a jugar sola.
Tampoco pide ayuda con la tarea, le gusta cambiarse y peinarse sola. Sin embargo, Natalia
insiste en peinarla, vestirla y abrigarla con tantas prendas sean posibles. Al ser la más
pequeña de la casa, su padre y su hermano también la cuidan mucho. Hasta su perro, un
ovejero alemán llamado “Oso” la cuida demasiado. Emanuel se burla de ella diciendo que
es la princesa de la casa pero como su papá también le dice así, no le molesta mucho. Sin
embargo, prefiere cuando la llaman “indiecita” o “chinita”.

Cuando tenía tres años quedó encerrada en el baño, le había advertido que no ponga la
traba de la puerta pero ella quiso intentar. La puerta quedó inmobil y la nena no sabía cómo
repararla. Al principio su madre le pidió que se calmara y que lo volviera a intentar, pero
como si una inminente tragedia estuviera a la vuelta la esquina, su padre no resistió el
impulso de empujar la puerta para sacarla de lugar. Le pidió a su hija que esperara en la
bañera y él terminó sacando hasta los marcos de la puerta. Su madre se enojó por eso
puesto que ahora tendrían que gastar dinero en repararla. Ella es la encargada de cuidar
los gastos de la casa. Su esposo a quien llaman Lucchetti, por los fideos, trabaja mucho. Es
el primero en irse a la mañana y el que llega cuando todos están dormidos.

El día del padre sería el próximo fin de semana y, faltando dos días, Natalia encontró el
regalo ideal. Bueno, bonito y barato. Compró una serie de tres cuadros ideales para llenar
con fotos familiares. A los adultos les encantaba sacarle fotos a sus hijos para poder
rememorarlas en el futuro. Natalia le sacaba muchas fotos a Florencia sonriendo por lo
literal que era con el concepto de sonreir. Hasta hace un año atrás, cuando a la más
pequeña le ordenaban sonreír ella mordía fuertemente y mostraba la mayor cantidad de
dientes que podía.

Están los tres sentados en el sillón del living, su mamá en el medio y los dos niños al
costado. Sacan 3 fotos. Una sonriendo, una “enojados” y otra con cara rara. No hay ningún
tipo de rastro del diente negro. Discuten por eso. Le reprochan que tiene que sonreír, que
las fotos eran para su papá y que a él le encantaba su sonrisa. La nena parecía angustiarse
mientras le decían eso pero le responde que ella sonríe así. Luego de un rato y de otros
intentos de fotos la madre se rinde.

Luis no está enterado del regalo ni de lo que pasó durante su producción pero comenzó a
notar actitudes diferentes en la nena. Él observó cómo empezó a taparse la boca al reír
fuertemente y, se dió cuenta de que cuando le halagan la sonrisa, automáticamente la nena
cierra su boca y hacía sólo la mueca. Por estas cosas él se tira a jugar con ella y cada vez
que siente que Florencia se olvida de su diente, le menciona lo bonita que es para ver su
reacción. Ella volvía a avergonzarse y a esconderse.
Florencia Mercado
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Pasada la tarde, ya acostados ella y su hermano conversan. Emanuel le pregunta a su


hermana por su diente. Le pregunta si le molesta o si tiene alguna textura rara en su boca.
En una confesión nocturna la menor le cuenta que no le molesta su diente, ni siquiera le
parece feo pero cree que no debe sonreír más si el diente está así. Le cuenta que está a la
espera de que se caiga.

En el jardín nadie nota algo distinto con su risa. La maestra solo reportó que a la vuelta de
los recreos Florencia se estaba escondiendo más de lo usual pero, fue un comentario que
pasó de largo en su casa. Desde eses entonces su mamá entiende que algo le estaba
pasando a su hija. La nena nunca se escondía de sus compañeros, no es una chica
insegura pero tampoco es extrovertida. Se suele esconder detrás de la pierna de su papá
en cada reunión familiar, pero es solo hasta que entra en confianza. Simplemente es una
nena callada que no le gusta hablar con cualquiera. En su familia solo algunos de sus
parientes supieron ganar su confianza. Sus tíos, que viven en un pueblo a doscientos km de
Buenos Aires, corren con la ventaja de tener su propio kiosco en la casa. Desde que la más
pequeña comenzó a caminar ellos la acompañan en cada paso y se tiran al piso a jugar con
ella. No todos sus tíos hacen eso.

Ambos padres de los niños tuvieron una vida muy difícil y sacrificada. Cuando se volvieron
padres sus prioridades cambiaron. Ellos solo se preocupaban por cuidar del afuera a su
familia. Muy pocas personas entraban a su casa e iban a visitar a muchas menos. Florencia,
a diferencia de su hermano, no tenía confianza en cualquiera que le hablara. Y es en esta
semana donde comienza con sus grandes habilidades del escondite. Siempre fue tímida
pero ahora entiende que puede esconderse cada vez que quiera.

El domingo, el día después de recibir su regalo, Luis aprovechó que estaba solo con su hija
en la cama mirando una película y le preguntó: ¿Querés que te blanqueen el diente? ¿Te
gustaría? Florencia lo mira y asiente con la cabeza. Ambos acuerdan que irán juntos el
lunes temprano así ella vuelve rápido a dormir y él se puede ir a trabajar. La nena acepta
rápidamente con una sonrisa bien dental.

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