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Presidentes 1940-2020
Presidentes 1940-2020
Carrera:
administración
Nombre de la materia:
Proyecto de nación
Tema:
PRESIDENTES DE MÉXICO
Catedrático:
Felipe rebolledo Martínez
Miguel de la Madrid llegó al poder en una de las épocas más complicadas del país,
mucho debido a su antecesor, José López Portillo, quien nacionalizó la banca tres
meses antes de salir del poder, tras dos sexenios de gastos excesivos. Como
resultado, la inflación subió a un promedio de 100% cada año; el empleo informal
creció alrededor de 20% entre 1983 y 1985; hubo caídas drásticas en producción,
sobre todo en industrias gubernamentales, ya para ese entonces anticuadas; el
crecimiento del PIB sufrió altibajos; y disminuyó el poder adquisitivo. Para resolver
tales problemas emprendió la Renovación Moral de la Sociedad; elaboró un Plan
Global de Desarrollo; estableció a nivel constitucional un sistema de planeación
democrática; y más importante, inició con la apertura económica, la desregulación y
descentralización, así como la privatización de empresas estatales, algo que
seguiría bajo su sucesor. Durante su administración, el número de paraestatales se
redujo de 1155 en 1982, a 413 en 1988.
Ante la severa crisis económica (donde se alcanzó el 3100% de devaluación del
peso), se establecieron los Pactos de Crecimiento Económico con los diversos
sectores sociales, mediante los cuales el gobierno subsidiaba parte de los precios
de los productos básicos y los productores/distribuidores se comprometían a no
aumentarlos. En enero de 1986, con aproximadamente tres años de negociaciones,
México logró ser admitido al GATT, siendo el punto más fuerte de esta
administración.
Durante el desfile del 1 de mayo en 1984, un grupo de manifestantes lanzó bombas
mólotov al balcón del Palacio Presidencial, donde De la Madrid y varios invitados
presenciaban el desfile. El presidente salió ileso, pero varios de los invitados
sufrieron heridas, entre ellos el entonces director del ISSSTE, Alejandro Carrillo.
El 19 de septiembre de 1985, un terremoto de 8.1 grados en la escala
de Richter sacudió la Ciudad de México, con una fuerte réplica el día 20. Los daños
materiales fueron masivos, y aunque los cálculos oficiales hablan de unos pocos
miles de muertos (cinco a diez mil), la opinión pública consideró que la cifra podría
haber rebasado los 40 000. La reacción inicial del gobierno fue muy lenta e
inadecuada, lo cual hizo que fuera la población la que tomara el liderazgo y la
organización de las labores de rescate de víctimas y cuerpos de entre los
escombros. Tanto las declaraciones del presidente De la Madrid señalando que el
país no requería ayuda extranjera para enfrentar la tragedia, como su decisión de no
permitir que el ejército colaborara con la población en las labores de rescate durante
las primeras horas posteriores al terremoto, así como su negativa a suspender el
pago de la deuda externa para destinarlo a las labores de reconstrucción (el
presidente De la Madrid destinaba aproximadamente el 30% del presupuesto
nacional al pago de la deuda externa) le valieron severas críticas a esta
administración.
Con respecto a la moneda, el peso fue tardíamente devaluado en alrededor de un
400% como producto de otro episodio de la frivolidad de López Portillo ("Presidente
que devalúa, se devalúa", pontificaba). En el marco de la VI Reunión de la
República, el 4 y 5 de febrero de 1982, juró defenderlo "como perro"12 frente a la
embestida que sufría de los "enemigos" de la patria, pero para el 18 de febrero de
1982 la Secretaría de Hacienda se vio forzada a declarar la moratoria de pagos y a
devaluar el circulante de 28.50 a 46 pesos por dólar, frenándose en 70 pesos solo
después de imponerse el cierre del mercado cambiario para atajar la escalada, la
que inclusive sobrepasaría los cien pesos por cada billete verde.
El 1 de septiembre de 1982, día de su último informe de gobierno, habría de encarar
a la ciudadanía para anunciarle el caos. Culpó de la debacle a los banqueros y a los
"sacadólares", no admitió tener que ver en el hundimiento financiero del país ("Soy
responsable del timón, pero no de la tormenta") y, de un plumazo, nacionalizó la
banca y decretó el control de cambios, más en el tenor de una rabieta desesperada,
de un golpe de efecto, que en el de medidas sopesadas y necesarias, lo que se
vislumbró en su argumentación: "Ya nos saquearon. México no se ha acabado. ¡No
nos volverán a saquear!". En los siguientes años los resultados de dichas
ocurrencias (cuyo costo al erario por los conceptos de compra e indemnización del
entramado bancario se estimó en unos tres billones de pesos) fueron más que
funestos, como se patentizó al poco tiempo con el apogeo de una banca paralela
encubierta en casas bursátiles e instituciones financieras diversas que incentivaron
la especulación, con la negligente reprivatización bancaria que puso otra vez a la
nación a un paso de la ruina a mediados de la década de los noventa, y con el
abuso y fracaso del Fondo Bancario de Protección al Ahorro, que en su
reestructuración como deuda pública, pactada legislativamente desde 1998, absorbe
hasta la fecha enormes cantidades presupuestarias.
CARLOS SALINAS DE GORTARIA (1988-1994)
Hacía 1984, el gobierno federal era propietario u operaba poco más de 1150
empresas de todo tipo, desde cadenas y productoras de cine y televisión, hoteles,
inmobiliarias, mineras, ingenios azucareros, automotrices, siderúrgicas, pesqueras,
transbordadores; también fue el caso de la Siderúrgica Lázaro Cárdenas-Las
Truchas, Petróleos Mexicanos y de la Comisión Federal de Electricidad.
La crisis de 1982 obligó al gobierno federal a nacionalizar la banca, con lo que la
participación del Estado en la economía creció todavía más. En otros casos, sin
embargo, el gobierno, lo mismo el federal que el del Distrito Federal y los de los
estados, se convirtió en dueño de empresas como medida para evitar la quiebra de
empresas privadas que se consideraba jugaban un papel importante para la
economía del país o que simplemente empleaban a un número importante de
personas.
Esta dinámica se vio favorecida por dos procesos. En un sentido, por la
sobrevaluación del peso mexicano que ocurrió ya durante los últimos años del
gobierno de Gustavo Díaz Ordaz y de manera más clara durante los primeros años
del gobierno de Echeverría, quien expandió el control del Estado sobre la economía
al hacerse cargo de Teléfonos de México. La sobrevaluación hacía que las
mercancías mexicanas fueran más caras que las que se producían en otros países.
No solo eso, gracias a las políticas de industrialización seguidas desde el gobierno
de Lázaro Cárdenas (con un alto componente de protección a la industria nacional),
las empresas mexicanas habían perdido calidad y eficacia.
Esta dinámica estuvo a punto de romperse con la decisión de Echeverría de
devaluar el peso justo antes de que terminara su gestión en 1976. Sin embargo, su
sucesor, López Portillo decidió utilizar los recién descubiertos excedentes petroleros
para mantener intocadas las políticas industriales y comerciales que había heredado
de sus predecesores.
Todas estas empresas operaban con déficit por lo que se mantenían gracias a una
inyección constante de fondos públicos obtenido por medio de deuda, excedente
petrolero o, en los peores momentos del periodo 1970-1982, por medio de la
emisión de billetes y monedas sin sustento. Ello hizo que para 1982, el déficit
público primario fuera de más del diez por ciento del Producto Interno Bruto. Cerca
de un 70 por ciento de este déficit provenía del sector paraestatal.
Con los ingresos de las privatizaciones se obtuvo casi el equivalente a 23,000
millones de dólares,17 los cuales fueron utilizados para amortizar la deuda pública
interna. Con estos recursos se logró una disminución de la deuda interna, en 1988
era del 19% y para 1994 fue del 6%.18 Dando como resultado una disminución de
los pagos de intereses y logrando un crecimiento en el gasto social.
En 1990, Telmex era una empresa con varias décadas funcionando y con solo 16
años de pertenecer al sector público, el servicio prestado por la empresa era motivo
de frecuentes disputas como se puede observar en la cantidad de demandas que la
empresa enfrentaba en la Procuraduría de la Defensa del Consumidor, así como por
los tiempos de espera, en ocasiones de más de 10 meses, para conseguir una línea.
En los primeros años de la administración Salinas de cada 10 hogares 8 no tenían
teléfono y había hasta un millón de solicitudes pendientes. La gestión pública de
Teléfonos de México, además, estaba plagada de dudas y sospechas acerca de la
transparencia en el manejo de los recursos.
La venta fue hecha a través de una subasta pública. A pesar de que varios grupos
extranjeros ofrecieron cantidades mayores para la compra de Telmex, uno de los
requerimientos determinantes era que la propiedad mayoritaria quedara en manos
mexicanas, es por eso que de los grupos con control accionario mexicano, la mayor
fue la que encabezaba el Grupo Carso, propiedad del empresario Carlos Slim, por lo
que este fue declarado ganador.
Con motivo de esta privatización se inició la modernización de la telefonía en
México. En los siguientes años el número de poblaciones rurales atendidas pasó de
6,350 a 21,263; los teléfonos públicos llegaron a más de 200,000 en todo el país y
se inició la instalación de una red de fibra óptica que ahora cubre las ciudades más
importantes de México.
La privatización de la banca se llevó a cabo mediante una reforma constitucional a
los artículos 28 y 123 que fueron aprobados el 12 de mayo de 1990 en la cámara de
diputados y el 21 de mayo en la Cámara de Senadores. Guillermo Ortiz
Martínez subsecretario de Hacienda con Salinas, fue uno de los responsables de
este proceso.
La privatización ya había iniciado durante la administración de Miguel de la Madrid
cuando el gobierno vendió los primeros paquetes accionarios que permitieron que
hasta un 33 por ciento del capital social de cualquier banco fuera capital privado.
Como en el caso de Teléfonos de México, la privatización ocurrió por medio de
subastas públicas. Los postores fueron evaluados por un comité en el que
participaron, entre otros, el exgobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz. La
transparencia y éxito con la cual fue privatizada la banca fue reconocida por
diversos documentos del Banco Mundial.
En este proceso 18 instituciones financieras fueron vendidas, lo que permitió que el
gobierno federal recaudara 13,000 millones de dólares, los cuales fueron destinados
al pago de la deuda interna.
Con este proceso se pretendía la descentralización y democratización del capital,
con el argumento de una mayor competencia, ya que en 1994 se autorizó la entrada
de bancos extranjeros. Sin embargo, hoy en día alrededor del 80 por ciento de la
banca es extranjera y se ha concentrado en pocas manos, lo que es consecuencia
de las decisiones de Salinas y de sus sucesores en la presidencia de la República.
A finales de los ochenta, el mundo atestiguó cambios como la caída del Muro de
Berlín, el fin de la guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, el fin de la
dictadura de Augusto Pinochet y la invasión de Estados Unidos a Panamá. Fue
también un momento en el que los procesos de globalización de los mercados se
intensificaron. No solo eso, Estados Unidos había concluido con éxito años antes un
acuerdo comercial con Canadá que eliminó los aranceles y tarifas entre ambos
países. Europa, por su parte, avanzaba a grandes pasos en la consolidación de lo
que originalmente fue una zona de libre comercio hasta dar forma a la actual Unión
Europea.
La administración Salinas estimó que México debía redefinir los términos de sus
relaciones con sus principales socios comerciales y redefinir las hipótesis que
habían servido desde la década de los treinta, como soporte para el desarrollo de la
economía mexicana, fue así que Salinas inició, primero informalmente, consultas
con empresarios de México, Estados Unidos y Canadá para lograr la integración de
México al acuerdo comercial originalmente pactado por estos últimos.
Las negociaciones formales del Tratado de Libre Comercio de América del
Norte iniciaron en 1990 y continuaron durante los próximos tres años. No solo eso,
sobrevivieron a la derrota del Partido Republicano en las elecciones presidenciales
de noviembre de 1992, en las que triunfó el demócrata Bill Clinton. El TLCAN entró
en vigor creando la que hasta ese entonces era la zona de libre comercio más
grande en el mundo.
El TLCAN ha tenido efectos mixtos: resultados notables en materia de comercio e
inversión extranjera, pero no en empleo y salarios, de lo que se deduce que ha
fomentado una mayor concentración de la riqueza en pocas manos.
El artículo 27 de la Constitución vigente en 1988, establecía la obligación del
gobierno de dar tierra a todo el que la solicitara. Sin embargo, el ritmo de
crecimiento de la población en las zonas rurales era mucho mayor del que se había
registrado en toda la historia previa de México, gracias a una serie de avances en
medicina básica. En segundo lugar, la calidad de las tierras en México es desigual,
pues buena parte del territorio nacional no cuenta con irrigación suficiente para
mantener una agricultura comercial. Finalmente, los sectores industriales y de
servicios no estaban en condiciones de absorber los excedentes de mano de obra
que el crecimiento de la población rural generaba.
Hacia finales de los sesenta era claro que la capacidad del gobierno federal para
dotar de tierras a quienes las demandaran era limitada y que, además, al hacerlo se
había facilitado la constitución de poderosos grupos políticos que traficaban con la
necesidad de tierras. El gobierno de Luis Echeverría, sin embargo, optó por
mantener la ilusión de la Reforma Agraria elevando al antiguo Departamento de
Asuntos Agrarios y Colonización (DAAC) al rango de secretaría de Estado, al tiempo
que decidía intervenir las propiedades de algunas de las más exitosas
agroindustrias del país con la promesa de distribuir esas tierras.
Ante esta realidad, Carlos Salinas de Gortari señaló que era necesario terminar con
el reparto masivo de tierras. En su primer informe de Gobierno Carlos Salinas dijo:
«El reparto masivo de tierras ha concluido. Quien afirme que todavía existen
millones de hectáreas por repartir está mintiendo», declaración que inició un
ambicioso programa de reformas constitucionales y legales, que culminaron cuando
el 1 de noviembre de 1991, Salinas anunciaba durante su tercer informe de gobierno
la decisión de impulsar una profunda reforma a la Constitución y a las leyes en
materia agraria, a fin de hacer posible la venta de los ejidos. Luego de intensos
debates que cimbraron la estructura del PRI, la reforma fue aprobada por la Cámara
de Diputados el 7 de diciembre de 1991 y por el Senado el 12 de diciembre del
mismo año.
La reforma fue publicada el 6 de enero de 1992 en el Diario Oficial de la
Federación y entró en vigor el día siguiente.
CONCLUSION
https://es.wikipedia.org/wiki/Historia_pol%C3%ADtica_de_M%C3%A9xico_(1940-
2006)