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Piel de mariposa
Jimena Eme Vázquez

El órgano más grande y más pesado del cuerpo humano es la piel. En los adultos mide
aproximadamente 2 2, pesa 5 kg

y tiene un grosor que va de los .5 a los 4 milímetros.

DOMESTIKA.OR
𝑚

Ésta es una historia de cción y permanecerá como tal hasta el n de los tiempos. Los
personajes y las situaciones aquí planteadas tienen prohibido intervenir la realidad.

PERSONAJES

Elisa

Guillermo

I.
ELISA: Creo que a todos nos pasa, que tenemos recuerdos que no estamos seguros de

haber vivido realmente. Suelen ser recuerdos bonitos. Lo bonito siempre es más difícil de

creer. Yo tengo uno. Tenía ocho años. Subimos a la camioneta, tomamos carretera y

llegamos al bosque. Solo nosotros tres, sin enfermera. Mis padres pusieron un mantel en el

pasto, destaparon una botella de vino y me dejaron ir a jugar sola. A veces me daban esos

momentos de libertad: todos necesitábamos esos momentos de libertad. Veinte minutos

para correr el riesgo y con ar en que no iba a pasarme nada. Explorar el mundo sola,

creerme fuerte. Invencible. La regla era ésa: si nadie me ve, soy invencible.

II.
GUILLERMO: Entonces es genético

ELISA: Sí

GUILLERMO: Nunca había oído hablar de ella.

ELISA: No es muy común.

GUILLERMO: ¿Tus padres...

ELISA: No, ellos ni siquiera sabían que la portaban. Sólo estaba ahí y salió

GUILLERMO: ¿No puedo tocarte

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ELISA: Puedes. No es que tenga un campo de fuerza o algo así. Pero...

GUILLERMO: ¿Te dolería?

ELISA: Sí. Digo, todo me duele siempre, tampoco sería algo raro.

Silencio.

GUILLERMO: Debiste decírmelo

ELISA: ¿Para qué? No es algo que le ande contando a todo el mundo. Yo qué sabía que

ibas a venir

GUILLERMO: Te dije que lo haría

ELISA: No podía creer todo lo que me dijeras

GUILLERMO: Bueno, ése es tu problema

Silencio

GUILLERMO: ¿Y ahora? ¿Qué se supone que debo hacer

ELISA: Irte y tener más cuidado con la gente que conoces por internet

GUILLERMO: No me hables como si fuera un pendejo. La que mintió fuiste tú. Supongo

que no eres programadora, ni tienes un gato, tampoco juegas voleibol en el club. No haces

nada de lo que dijiste

ELISA: Programadora sí soy. Y en el club nado, no juego voleibol

GUILLERMO: ¿Y lo demás

ELISA: Dijiste que estarías calmado

GUILLERMO: ¡Lo estoy! El estado zen más cabrón del que soy capaz. ¿Has visto ese

programa? Donde dos tipos carean a parejas que se conocieron por internet. Casi siempre

ellas son gordas y ellos, feos. Al menos tú no eres gorda

ELISA: No es gracioso

GUILLERMO: Ya sé que no es gracioso ¿te parece que lo estoy diciendo para que te

diviertas

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ELISA: No

GUILLERMO: Sólo trato de ubicarme. De recordar que estas cosas pasan todo el tiempo y

en todos lados. Un típico caso de cat sh, nada más

ELISA: Yo sí soy yo

GUILLERMO: ¡Por supuesto que no! ¡Escondiste un detalle que te convierte en otra

persona! No eres ni la mitad de lo que dijiste. ¿Qué? ¿De verdad tanto miedo te da que me

acerque?

¡Quita esa cara! ¡No te voy a hacer nada, carajo! Ni siquiera tengo ganas de tocarte. ¡Ah,

ya sé! ¿Quieres que saque mi celular para que hablemos como hemos hablado todo este

tiempo? ¿Te sientes incómoda así? ¿No te gusta que te vea? Porque ¿sabes qué? No

estoy seguro de que a mí me guste verte. Yo estoy que me lleva un poquito la chingada.

No me esperaba esto. Yo venía a otra cosa. Esperaba que abrieras la puerta y me

abrazaras. Que me saludaras de beso al menos. ¿Y qué me encuentro? Tu cara de pánico

y esas... manos tratando de alejarme. “No me toques” como si fuera a hacerte daño. Eso

me saca de quicio: que la gente cree que voy a hacerle daño. Y no, no ando por la vida

viendo a quién lastimo. Eso no me pasa tan seguido. Me descontrolé. No entendía nada.

Fue eso. Yo no sabía. Debiste decirme. No puedes hacerle eso a alguien, Elisa. No puedes

no decirle.

ELISA: Perdóname

GUILLERMO: Me engañaste

ELISA: Todo es mi culpa

GUILLERMO: No deberías llorar así

ELISA: No me..

GUILLERMO: Ya sé. Sólo déjame..

ELISA: Yo quería..

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GUILLERMO: Respira

ELISA: Quería verte. Sólo quería que vinieras. No pensé en lo demás. Perdón. Y tampoco

sabía..

GUILLERMO: Está bien. Yo tampoco se lo ando contando a todo el mundo

ELISA: Iba a confesártelo cuando mencionaste que ya tenías el boleto de avión. Te había

escrito un correo electrónico. Pero no pude enviarlo. Me dio miedo que no vinieras, que te

dieras cuenta de que todo era inútil, de que no iba a pasar nada de lo que habíamos

hablado. Anoche no dormí. Tenía el celular a un lado, lista para llamarte y decirte que lo

olvidaras todo. Tampoco pude. Tenía que verte. Quería que llegaras

GUILLERMO: Habría venido de todos modos. Aunque me hubieras llamado

ELISA: No es cierto.

GUILLERMO: Me moría de ganas de conocerte

ELISA: Yo también.


GUILLERMO: Perdóname por hablarte así. Por lo que pasó. Debí comportarme un poco

mejor, pudimos habernos ahorrado la parte de la policía

ELISA: Me hubiera gustado abrazarte. De verdad

GUILLERMO: Pues no le veo el inconveniente a eso. Según yo, llevo meses recibiendo tus

abrazos. Escritos, claro. Supongo que dichos tendrán el mismo efecto. A ver, prueba. Dime

uno

ELISA: Te abrazo fuert

GUILLERMO: Te abrazo fuerte. ¿Ves? Se sintió casi como si me tocaras.

III.
ELISA: Debajo, los huesos

Entre más profundo me caves soy más fuerte

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Tengo los huesos tan duros como cualquiera

La voluntad intacta

Adentro soy de acero

Pero por fuera

Pr fuera soy como una serpiente que ha olvidado poner la piel nueva debajo de la vieja.

Que a falta de piel se pone vendas

Una serpiente en carne viva y enrollada en vendas

Eso soy.

IV.
GUILLERMO: Hola.

ELISA: Hola.

ELISA: Me mandó un mensaje directo un día. Así, de la nada. Sin que ocurriera algo

relevante. Sólo dijo “Hola” y seguimos escribiendo en automático. Yo siempre le contestaba

porque vivo pegada a la computadora; él siempre me contestaba porque quería.

GUILLERMO: ¿Cómo estás

ELISA: Bien. Fui a nadar en la mañana.

GUILLERMO: Qué rico.

ELISA: A veces nado. En el club hay una alberca que contrato una vez al mes. Me gusta

porque el agua no duele. Es como si por una vez pudiera moverme al ritmo correcto y en el

entorno correcto. Supongo que si un día se inundara el mundo, podría sobrevivir sin

problemas. Respirar es lo de menos, ya me las arreglaría. Con tal de que no duela podría

aguantar cualquier cosa.

GUILLERMO: Yo practicaba remo cuando estaba en la universidad

ELISA: ¿De verdad

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GUILLERMO: Todavía tengo las manos tapizadas de callos. Creo que no se van a
deshacer nunca. ¿Cuál es tu nombre de persona, @mujerdecartago

ELISA: Elisa.

ELISA: El nombre me lo escogió mi padre. A él siempre le gustaron los barcos, las historias

de amor y las reinas que sabían cortar pieles de buey. Me puso el nombre de una reina

que se ganó sus tierras a costa de una piel. Mi padre me adoraba, me consta. Pero a

veces me da por pensar que me puso este nombre para burlarse de mí.

Mis padres fueron de ésos que se casaron por amor. Él era griego: trajo sus genes de una

península al otro lado del océano. El amor a veces carga ese tipo de trampas. El amor

provoca que se unan dos genes recesivos que no debieron juntarse, que estaban bien en

lados opuestos del mundo.

V.
ELISA: ¿Por qué me hablaste? Un día me pusiste “Hola” y ahora estás aquí, en mi casa.

GUILLERMO: Bueno, pasaron muchas cosas desde el “Hola” hasta hoy

ELISA: ¿Pero por qué me mandaste el primer mensaje

GUILLERMO: Te morías por preguntarme eso, ¿verdad? Estaba aburrido. Tus tuits me

gustaban

ELISA: ¿Aburrido

GUILLERMO: Sí, creo que sí. ¿Y tú? ¿Por qué me respondiste

ELISA: Porque yo les respondo a todos

GUILLERMO: O sea que no soy especial

ELISA: Ño

GUILLERMO: ¿Nada especial

ELISA: Al principio no

GUILLERMO: ¿Y ahora

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ELISA: Eres el primero que me conoce en persona.

GUILLERMO: ¿Dónde vives, Elisa?

ELISA: Te di mi dirección. Yo nunca daba ese tipo de información a nadie. O a veces sí,

pero mentía. Contigo, por primera vez en mucho tiempo, dije algunas verdades

GUILLERMO: “Algunas”

ELISA: No te mentí con el nombre de mi calle.

GUILLERMO: A la vuelta de la esquina

ELISA: ¿Acostumbras venir para acá

GUILLERMO: En realidad no, pero ya me dieron ganas

ELISA: No olvides visitarme cuando vengas

GUILLERMO: Claro que no, serás mi destino turístico número uno.

ELISA: Lo decía en serio. Cuando te pedía que me visitaras.

GUILLERMO: No te vi muy contenta hace rato

ELISA: Lo sé. Es difícil.

GUILLERMO: Para los dos fue difícil. En realidad yo también tenía un poco de miedo.

Temía que algo me sacara de control. No me voy a cansar de pedirte perdón. Pero es

bueno hablar contigo

ELISA: Sí, eso sigue igual. Supongo.

GUILLERMO: Sí.

Nadie habla.

GUILLERMO: Bueno, se hace tarde y todavía tengo que buscar un hotel. Traigo el nombre

de uno que está aquí cerca, como a diez minutos según google maps. Mira. Espero que no

sea de mala muerte ¿Sabes si es de mala muerte? ¿No? No te culpo: uno pocas veces

sabe cómo son los hoteles de la ciudad donde vive. A menos que sean muy característicos,

que se hayan incendiado, que hayan encontrado un cadáver. Con que éste no tenga un

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historial delictivo, me conformo. Y si no lo conoces, pues supongo que es una buena señal.

ELISA: Quédate

GUILLERMO: ¿Aquí

ELISA: Hay dos cuartos vacíos. Uno es el que era de mi madre, el otro es el de las visitas.

Y ya te imaginarás que no tengo muchas visitas. Ni siquiera las tenía cuando vivía mi

madre.

GUILLERMO: ¿Estás segura

ELISA: Es lo menos que puedo hacer para compensarte

GUILLERMO: Gracias

ELISA: Por el pasillo. La segunda puerta a la izquierda. Y el baño es la tercera

GUILLERMO: Bien

ELISA: ¿Guille? ¿Puedo ver tus manos

Guillermo se acerca

GUILLERMO: Tantas cosas que platicamos y tú sólo te acuerdas de que tengo callos por el

remo

ELISA: No seas tonto, me acuerdo de todo, sólo que tus manos me daban mucha

curiosidad. Yo jamás podría tener callos como los tuyos. ¿Puedo

GUILLERMO: ¿Puedes?

ELISA: Tampoco es que se me vaya a caer la mano si te toco.

GUILLERMO: Lo siento

ELISA: Está bien. No es fácil de entender

Elisa lo toca.

ELISA: Se siente chistoso

GUILLERMO: Sí

ELISA: Creo que nunca había sentido algo así.

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GUILLERMO: O sea que no es imposible.

ELISA: ¿Qué

GUILLERMO: Tocarnos

ELISA: No. Imposible no

GUILLERMO: Dime cómo

Elisa toca a Guillermo en el brazo

ELISA: Así

Guillermo toca a Elisa en el brazo.

GUILLERMO: Así

ELISA: Un poco menos. Ajá. Exacto.

GUILLERMO: No quiero que se te caiga el brazo.

ELISA: Tranquilo, lo hiciste muy bien.

VI.
ELISA: A mi padre siempre le pareció importante que yo supiera nombrar lo que tenía:

Epidermolisis bullosa. No todas las niñas saben decir esa clase de palabras a los dos

años. Pero el otro nombre siempre me gustó más: Piel de mariposa

Lo único bueno de tener la piel nita era estar emparentada con las mariposas.

De niña me gustaba imaginarme parada sobre unas ores blancas, con unas enormes alas

capaces de llevarme a recorrer el mundo

De niña pensaba que algún día podría volar.

De niña me la pasaba preguntando ¿Por qué a mí

Porque eres un angelito, me decía mi padre. Él nunca fue religioso, pero por mí era capaz

de creerse cualquier cosa

Cuando crecí y la teoría del angelito no me bastaba, me contaron que mi ADN tenía un

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error, que había decodi cado mal una proteína y que mi piel era incapaz de mantenerse

unida al resto del cuerpo. Que era una enfermedad hereditaria. Que mis dos padres eran

portadores, y que yo tenía un 25% de posibilidades de expresar el gen: 50% de

convertirme en portadora, como mis padres, y otro 25% de no tener absolutamente nada.

Me explicaron que había tenido mala suerte

Que nunca podría volar.

VII.
ELISA: Murió hace año y medio

GUILLERMO: Lo lamento

ELISA: Yo también lo lamenté. Sobre todo porque fue muy rápido. Le dio un cáncer

fulminante. Le dieron el diagnóstico y a los dos meses ya la estábamos velando. Yo me

sentía terrible porque nunca la pude ayudar en nada. Una de mis enfermeras dejó de

cuidarme a mí para cuidarla a ella. No se le despegaba y yo solo estaba ahí, como un

mueble

GUILLERMO: ¿Cómo un mueble

ELISA: No, como un mueble no. Al menos en un mueble puedes poner cosas. Era más

como un fantasma. Estaba sufriendo mucho, los médicos decían que tenía mucho dolor y

se notaba. Pero se resistía a morir, no quería irse. Una noche le pedí a la enfermera que

nos dejara solas. Le había puesto una inyección de mor na, pero mi madre, necia,

mantenía los ojos abiertos, apenas una ranura para vigilarme

GUILLERMO: Vigilarte

ELISA: Para ver cuántas heridas tenía, para ver si me habían puesto vendas limpias.

Cuando ella y mi padre supieron de mi enfermedad, asumieron que tendrían que cuidarme

toda la vida; supongo que ella sentía cierta clase de culpa por dejarme. Mamá, yo voy a

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estar bien. Ese dolor que sientes ahorita es el que yo he sentido toda mi vida. Para mí es

normal. Pero tú no tienes por qué soportarlo. No quiero que tú vivas así. Ya vete, mamita.

Ya vete. De verdad, te juro que yo puedo hacerme cargo. Ve con papá. Y cerró los ojos.

Antes del amanecer ya estaba muerta.

Yo tengo tres enfermeras y también está Miriam

GUILLERMO: ¿Tres

ELISA: Sí, tres. Me da miedo que se harten de mí, por eso son tres enfermeras: para que

no se cansen, para que ninguna tenga que verme todos los días. Miriam es como una

segunda madre, está conmigo desde que cumplí once. Ella sí viene todos los días aunque

sea un rato, a hacerme compañía. Ahorita está de vacaciones porque no sabe nada de ti.

Le regalé un tour en estas fechas para que no estuviera. Es que no sabía cómo explicarle.

Las enfermeras sí saben, sobre todo Jessica. ¿Te estoy incomodando? Siento que estoy

hablando mucho

GUILLERMO: No me molesta

ELISA: Creo que te debo esas explicaciones. Pero no te preocupes, en cuanto te tengas

que ir, dime. ¿Llamaste a la aerolínea? ¿Pudiste adelantar el vuelo

GUILLERMO: Me cobraban una millonada, casi lo mismo que costó el boleto

ELISA: Te puedo dar dinero si quieres

GUILLERMO: Preferiría quedarme. Si no te molesta, claro

ELISA: ¿Cómo crees que me va a molestar

GUILLERMO: No sé si tienes trabajo, pero si lo tienes, con con anza, hazlo. No quiero que

te detengas por mí

ELISA: Pues sí tengo un par de trabajos pendientes, pero generalmente no se atreven a

correrme de los trabajos, así que no tenemos que preocuparnos por eso. Podríamos salir a

dar una vuelta si quieres

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GUILLERMO: ¿Sí

ELISA: Soy una persona normal, Guille. Tengo vendado el 70% de mi cuerpo, pero te juro

que puedo ir al centro contigo y, si tienes suerte, hasta me comeré un helado

GUILLERMO: Ok.

ELISA: Yo manejo.

VIII
GUILLERMO: Elisa pidió un algodón de azúcar. Yo, un helado de café. Nos sentamos en

una mesa donde no daba tanto el sol. Hablamos de tuíter, de nuestros trabajos. Tratamos

de llevar una conversación normal. Ella se veía más cómoda que yo. Y creo que se notó

porque me preguntó varias veces si quería ir a otro lado. Yo contestaba que no porque me

parecía grosero. Tenía que hacer como si no pasara nada, como si la gente no volteara a

vernos todo el tiempo, o como si no me diera cuenta de que lo hacían. A ella, la veían a

ella. Y luego a mí, como tratando de explicarse qué había pasado, qué relación tenía yo

con las vendas de sus manos, con las marcas en su cara.

Yo no le hice nada. Es que ella tiene...


Ella me lo había advertido. Pero no creí que el acoso fuera tanto. Una de las chicas de la

heladería se acercó tres veces a preguntarnos si todo estaba bien. La tercera vez que fue,

Elisa le gritó que todo estaría mejor si la dejara en paz y le aventó lo que quedaba de mi

helado. Temí que la chica llamara a la policía. Nos fuimos de ahí. Elisa no paraba de reírse.

Caminamos un rato y el cuento era el mismo en todos lados; las personas que veían a

Elisa le daban un codazo a las que no para que no se perdieran el espectáculo. Y luego

seguramente se iban especulando si eran quemaduras, si era alérgica a algo, si había

tenido un accidente. Y a todo esto ¿A ellos qué diablos les importaba? Aun si estuviera

quemada, si fuera cualquier otra cosa ¿por qué tenían que especular

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Cuando volvimos al auto y regresamos a su casa, yo respiré aliviado. El martirio había

llegado a su n. Nadie más nos vería.

IX
GUILLERMO: No me diga.

ELISA: Y los machetes son mis favoritos. El otro día que intenté malabarear seis (nunca

había intentado con seis) los estaba controlando en el aire, con mucho trabajo, cuando se

me movió el lente de contacto

GUILLERMO: ¡Qué peligroso!

ELISA: Absolutamente. Pero tengo buenos re ejos y me alcancé a quitar. ¡Zum! ¡Zum!

¡Zum! Los esquivé todos con una agilidad de felino: impresionante. Si me hubiera visto un

cazador de talentos, ya estaría lmando películas de acción. Pero bueno, el sexto machete

ya no lo pude esquivar bien y por eso me hizo esta heridita. Y esta ampolla de acá es

porque los jueves soy bombera voluntaria y la semana pasada me tocó bajar a un gatito de

un árbol.

GUILLERMO: ¿Por bajar a un gatito de un árbol se le hizo una ampolla?

ELISA: ¿Mencioné que el árbol estaba en llamas

GUILLERMO: No, no lo mencionó

ELISA: Es un dato importante. El nivel de di cultad es mayor.

GUILLERMO: ¿Y las vendas?

ELISA: Las vendas... Tengo varios perros. Perros bravos, fuertes.

GUILLERMO: ¿Pitbulls?


ELISA: ¡Justamente! Perdóneme, soy mala con las razas.

GUILLERMO: No se preocupe.

ELISA: Y pues mis perros estaban jugando conmigo y me hicieron dos que tres cariñitos un

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tanto bruscos, ya lo ve

GUILLERMO: ¿También en las piernas

ELISA: ¡No! las piernas las tengo heridas de un día que fui a la planta nuclear y había un...

Bebito jugando por ahí... Si algún día tiene hijos prométame que no los va a descuidar en

las plantas nucleares.

GUILLERMO: Lo prometo

ELISA: El bebito cayó accidentalmente en un contenedor de ácido sulfúrico

GUILLERMO: ¿Ácido sulfúrico

ELISA: ¿No hay ácido sulfúrico en las plantas nucleares?

GUILLERMO: No lo sé, nunca he ido a una

ELISA: Bueno, en esta sí había. Una barbaridad, no sabe. El bebito empezó a llorar y yo

era la que estaba más cerca. No lo pensé dos veces: me lancé

GUILlERMO: ¿Nadó

ELISA: No, era un contenedor bajito. Me llegaba a los muslos, por eso nada más las traigo

vendadas hasta aquí

GUILLERMO: ¡Claro

ELISA: Y acá..

Elisa deja de jugar y se sienta en una silla.

GUILLERMO: ¿Alguien te ha preguntado si tienes piel de mariposa

ELISA: No. Cuando era chiquita lo explicaba más. Me ayudaba a rea rmarme. Decir algo

que te cuesta aceptar siempre ayuda. Pero con los años me cansé. Por eso ahora no

soporto la excesiva amabilidad de las chicas de la heladería. Perdón por el numerito. No

puedo explicarle a todo el mundo que la epidermolisis bullosa es una enfermedad

hereditaria que bla bla bla.

GUILLERMO: Eres muy bonita. Ya sé que no me vas a creer

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ELISA: No negaré que cuando paso mis fotos por el Photoshop, quedo bastante conforme.

GUILLERMO: Así también eres bonita, Elisa

ELISA: Bueno, ya sabes que no te creo

GUILLERMO: Créeme

ELISA: No entiendo qué haces aquí

GUILLERMO: Me invitaste ¿ya no te acuerdas

ELISA: ¿Por qué no te has ido

GUILLERMO: Mi avión sale en un par de días

ELISA: Te mentí

GUILLERMO: Ya no importa, ya me di cuenta de que de todas maneras te conozco. Ya me

habías hecho reír así antes. Llevamos casi un año escribiéndonos. Lo del helado ni

siquiera me sorprendió, si he de serte sincero. Es muy tú

ELISA: ¿Tienes novia?

GUILLERMO: No

ELISA: ¿Por qué

GUILLERMO: Tuve una: Fernanda. Pero ya pasaron varios años

ELISA: ¿Por qué terminó

GUILLERMO: No hablo de eso

ELISA: Eres muy guapo. Y más vale que me creas

GUILLERMO: Te gusto, que es diferente

ELISA: Sí, pero de todos modos eres guapo

GUILLERMO: ¿Te da gusto que haya venido

ELISA: Mucho

GUILLERMO: Antes de venir revisé el chat. Hace cinco meses que lo insinuamos por

primera vez

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ELISA: ¿Revisaste cinco meses de chat? ¿Cuánto es eso? ¿Dos kilómetros

GUILLERMO: Dos kilómetros y medio

ELISA: Eres un cursi

GUILLERMO: Necesitaba saber que eras real

ELISA: Perdón. Tú venías a otra cosa, lo dijiste

GUILLERMO: Eso no importa. No tienes que pedir perdón por nada

ELISA: Me gustaba platicar así contigo. Nunca había lamentado tanto que alguien no me

pudiera tocar

GUILLERMO: No tienes idea de cómo me costaba trabajo concentrarme cuando me

mandabas esos mensajitos al trabajo. La primera vez que hablamos de esas cosas fue

hace dos meses.

ELISA: Mira, tres meses no me pelaste porque sólo nos íbamos a agarrar la manita, pero

en cuanto te ofrecí otro tipo de divertimentos te subiste al avión

GUILLERMO: Coincidió

ELISA: Sí, cómo no

Nadie habla

GUILLERMO: ¿Y las fotos?

ELISA: Te morías por preguntarme eso, ¿verdad? Son mías. Con photoshop, pero sí son

mías.

GUILLERMO: Entonces debo insistir: eres muy bonita

ELISA: Me las tomó una de mis enfermeras. Jessica

GUILLERMO: ¡No!

ELISA: Se hizo tanto del rogar... Ella era partidaria de que te dijera lo de mi enfermedad

antes de que vinieras

GUILLERMO: Y no le hiciste caso

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ELISA: Me han prohibido cosas toda la vida, tengo que rebelarme de vez en cuando.

GUILLERMO: ¿Puedo darte un beso?

X
ELISA: Un par de años antes de morir, mi madre entró a una clase de baile para señoras.

Cada miércoles y cada viernes me dejaba en casa y se iba. A mí me gustaba que fuera

porque se veía liberada. Desde que mi padre murió que no la veía tan contenta

Una vez encontré en la cocina un volante donde se anunciaba una de sus presentaciones.

Había sido dos semanas antes. ¿Por qué no me invitaste?, le pregunté. Y me dijo entre

risas que le daba pena, que yo no tenía por qué ir a ver cómo hacía el ridículo.

No seas tonta. Me hubiera gustado verte

No sé si tuvo más presentaciones después. Es probable que sí. Sólo me consta que siguió

yendo a las clases hasta que se enfermó

Al funeral fue un montón de gente que la quería. Todos tomaban mi mano con delicadeza y

me decían lo maravillosa que había sido mi madre

Gran maestra. Gran amiga. Gran compañera. Adorable. Divertidísima

Por cómo hablaban de ella, me daba la impresión de que mi madre los había querido más

a todos ellos que a mí. Ya estaba obligada a cuidarme, quizá era demasiado pedir que

encima de todo me quisiera. Que me respetaba no lo niego, cumplió con su parte hasta el

último momento. Nos llevábamos bien. Era una gran persona.

Miriam fue la encargada de avisarles a todos los conocidos. Les habló también a las

compañeras de la clase de baile. Tres llegaron juntas. Le preguntaron a alguien que quién

era la hija y ese alguien me señaló a mí

“Mi niña”, me dijo una señora grande antes de azotarme con su abrazo. Todos contuvieron

la respiración. Unos cuantos se pusieron de pie. Otros gritaron “¡Cuidado!”.

DOMESTIKA.OR

No me toque, alcancé a decir antes de irme al baño

Me ardían los hombros. La espalda. Estaba completamente roja

En mi ausencia les explicaron

Una enfermedad muy rara. Es sensible. Se lastima fácilmente

Horas después la mujer grande se acercó a pedirme perdón. Se veía contrariada. Yo no

sabía, discúlpame. Le contesté que no se preocupara y la mujer regresó al sillón donde

estaban las otras. Yo empecé a llorar. Llevaba rato llorando de tristeza, pero en ese

momento lloraba por la rabia

Así que te callaste, estúpida. Así que decidiste que por una vez en tu vida yo no debía

molestarte. Les dijiste que sí, que tenías una hija, que era mayor y vivía sola. Que la veías

los nes de semana. Que estaba muy ocupada. Que era muy independiente, muy fuerte.

Perfectamente normal. Como cualquiera. Te morías de ganas por decirle eso a alguien. Te

habría encantado que fuera verdad

Bravo, mamá. Bravo

Acabas de lograr que me valga bien poco tu respeto y que te recuerde el resto de mi vida

como una perfecta hija de puta.

XI
GUILLERMO: La enfermera le llamó: que tenía algo urgente, que no iba a poder ir. No era

la primera vez que pasaba. Elisa dijo que le llamaría a Jessica, que eso era lo bueno de

tener varias opciones

No le llames. Lo hago yo.

ELISA: Estás loco.

GUILLERMO: Tendré cuidado

Y aceptó. No sé por qué

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ELISA: Tienes que ayudarme a quitar las vendas, luego pones la pomada y después las

vendas limpias

GUILLERMO: Creo que podré

Pero cuando llegó la hora, apenas y podía pasar saliva. Toda ella estaba cubierta por

vendas. En el día no se notaba por la ropa. Cuando la vi así me pude imaginar cuánto le

dolía. Quité las vendas de los brazos y dejé al descubierto una piel rojiza. Parecía que

Elisa había estado todo el día bajo un sol abrasador

ELISA: Pon las vendas usadas en el bote de allá

GUILLERMO: Luego le quité las de las piernas. En el muslo derecho tenía una ampolla

muy grande

¿De cuando salvaste al gato

ELISA: Sí

GUILLERMO: Cada segundo Elisa estaba más callada. Se le notaban los nervios. Y a mí

también, supongo

ELISA: ¿Estás seguro

GUILLERMO: Asentí y empecé a enrollar las vendas que le cubrían el torso

ELISA: Si quieres yo me pongo la pomada. Ya lo he hecho

GUILLERMO: No. Lo hago yo

Cuando puse mis dedos en sus muslos, fue inevitable: los acerqué lentamente. Quería

tocarla. Necesitaba tocarla. La miré como rogándole que me detuviera y ella no hizo nada.

Ni siquiera mirarme. Tenía la vista puesta en otro lado pero toda su atención estaba en mis

dedos recorriéndola. Y entonces llegaron. Mis dedos. Empecé a acariciarla. Le di un beso

apenas rozando sus labios. Me vi bajándome los pantalones, jalándola hacia mí,

abrazándola...

ELISA: Me duele

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GUILLERMO: Le duele. Mis pantalones seguían en su lugar y yo solamente tenía mis

dedos entre sus piernas. Y eso le duele.

Perdón

Fui al baño. Me miré al espejo y respiré profundo. Conté hasta veinte y dije todos los títulos

de películas que me vinieron a la cabeza

ELISA: Regresó del baño y el bulto en su pantalón era evident

GUILLERMO: Perdóname

ELISA: ¿No vas a hacer nada

GUILLERMO: No

ELISA: Vamos, tú no tienes la culpa de que yo sea un fenómeno. Hazlo. Termina. Quiero

verlo al menos. No me molestaría verlo

Se bajó los pantalones frente a mí. Su ropa interior ya tenía una mancha. ¿Por qué a mí?,

pregunté para mis adentros, así como le preguntaba a mi madre cuando tenía tres años

¿Por qué a mí?

XII
GUILLERMO: Hay una frontera. Mientras te mantengas del lado socialmente aceptable, no

importa. La gente te ve como una persona apasionada que se toma la vida demasiado en

serio. Y es verdad: yo me la tomo muy en serio. Se me va el alma en cada maldito detalle.

Y vives así, en el borde, hasta que un día te vas a pasear del otro lado. Cruzas. Y una vez

que cruzas, algo de ti se queda para siempre de ese lado.

Ese día no se olvida nunca. Aparece cada tanto, cuando cierras los ojos. Ese día se te

pudo haber reventado una arteria: todas las venas estaban a tope. Y el corazón latiendo

como si tuviera que bañar en sangre al mundo entero. Ese día gritaste, ese día rompiste

cosas. Personas. Ese día la realidad te voltea. Te saca. Te lo tomaste demasiado en serio y

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perdiste. A mí me pasó en la sala de hospital.

Crucé la frontera cuando el papá de Fernanda se paró frente a mí y me dijo que no había

nada que hacer, que iban a donar sus órganos. Yo le pedí que me dejara entrar a verla, le

juré que si yo le hablaba se iba a despertar, que ella me amaba.

Me dijo que no. Que el doctor había dejado entrar solamente a una persona y que iba a

entrar la madre. Quiero entrar yo. Que no, Guillermo, no insistas. Será mejor que te vayas,

no puedo dejarte entrar

Mi corazón empezó a bombear la rabia y empujé al padre de Fernanda. Si ella me hubiera

visto, me habría odiado. Y si hubiera visto lo que hice después, me habría matado. Creo

que le di solamente cuatro o cinco golpes, pero eso bastó para romperle la nariz y la

mandíbula. Quizá le di más golpes, no sé. Sólo recuerdo la rabia y su sangre en mis

manos. Dejó de importarme lo demás. El señor no me mandó a la cárcel porque con lo de

su hija ya tenía su ciente.

Dicen que yo estaba enfermo desde antes, que por eso era así, que por eso me lo tomaba

todo tan en serio

Yo no lo creo

Ese día me enfermé de golpe.

Ese día no tuve más remedio que explotar

Crucé la frontera porque ya no había nadie que me retuviera del otro lado.

XIII
ELISA: Nunca fui muy buena para relacionarme con la gente. Hay algo que los rechaza,

algo que va más allá del tacto. Quizá si no estuviera enferma no sería muy distinto. No lo

podemos saber

Desde los dieciséis empecé a enamorarme por internet, a decir que tenía unos senos

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enormes, unas caderas de diosa africana. Tuve relaciones con hombres, mujeres y

seguramente otro montón de gente que también mentía sobre sí mismos.

Cuando hablo de enamoramiento, hablo de que el amor vivía en la computadora, que

empezaba en la pantalla del otro y que terminaba en la mía. Es fácil escribir de amor

cuando no te ven la cara

Pero siempre hay alguien distinto.

Supongo que también pasa en la clase de amor de los que se tocan: un día llega alguien

distinto. El mío fue Guillermo.

A veces no escribía durante semanas y yo lo extrañaba

A veces escribía todos los días. E igual lo extrañaba

Y entonces un día él dijo que iba a comprar un boleto de avión para venir a visitarme, que

estaría aquí unos días

El día que iba a llegar estuve muy nerviosa. Nunca había estado así de nerviosa

Cuando tocó la puerta me di cuenta de mi error

Pensé en no abrirle, en ngir que no había nadie

Pero él era capaz de esperar horas afuera y la llegada de la enfermera me delataría

Volvió a tocar

Cuando estuve frente a la puerta empecé a llorar

Abrí

Me tragué la emoción de verlo y sólo alcancé a decirle: Será mejor que te vayas. No puedo

dejarte entrar. Tengo una enfermedad, nunca te lo mencioné. No puedes tocarme. Será

mejor que te vayas. Perdón

Él se quedó ahí parado. Inmóvil

Y entonces su grito y su golpe a la pared

Yo grité también. Estaba asustada. Las personas saben que no deben ser violentas cuando

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estoy cerca, saben que me pueden lastimar. A él parecía no importarle

Alcancé a cerrar la puerta y él siguió gritando

Un vecino llamó a la policía. Cuando la patrulla llegó, Guillermo ya se había calmado y

estaba sentado en el sillón frente a mí

GUILLERMO: Todo está bien, o cial. Estoy enfermo, es eso. No me había tomado la

pastilla. Sí, no se preocupe, ya todo está bajo control. Lo siento mucho.

XIV
GUILLERMO: Perdóname. A veces... Tomo medicamentos, pero...

ELISA: Está bien

GUILLERMO: Me salgo de control.

ELISA: No te preocupes

GUILLERMO: ¿Te asusté

ELISA: No

GUILLERMO: Estuvo bien que cerraras la puerta.

ELISA: Sí.

GUILLERMO: Tengo una estrategia. Si eres una persona de arranques, hay que tener una

estrategia. Cuando sentimos que nos vamos a desbordar pensamos una frase o una serie

de imágenes. Depende. Hay quienes cantan una canción. Para calmarse. Yo digo títulos.

De lo que sea: canciones, películas, novelas. Me ayuda pensar en eso porque cada título

me distrae. Y me calmo.

ELISA: Entiendo.


GUILLERMO: Casi siempre lo controlo, perdón. Debe ser que estoy cansado por el viaje.

Hace mucho que no pasaba. Años. Sí, creo que como cuatro años. De verdad te pido una

disculpa.

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ELISA: Perdóname tú a mí por no decirte

GUILLERMO: Sí... Eso. ¿Me lo puedes explicar mejor

ELISA: ¿Vas a estar bien

GUILLERMO: No voy a perder de nuevo el control, si a eso te re eres

ELISA: Quizá sería bueno que descanses

GUILLERMO: No. Dime ahora

ELISA: Tengo una enfermedad genética que se llama Epidermolisis Bullosa. Nací con ella,

me voy a morir con ella porque no tiene cura, y es algo de lo que nunca hablo en mis redes

sociales.

GUILLERMO: Entonces es genético

ELISA: Sí

GUILLERMO: Nunca había oído hablar de ella

ELISA: No es muy común

GUILLERMO: ¿Tus padres...

ELISA: No, ellos ni siquiera sabían que la portaban. Sólo estaba ahí y salió

GUILLERMO: ¿No puedo tocarte?

ELISA: Puedes. Tampoco es que tenga un campo de fuerza. Pero...

GUILLERMO: ¿Te dolería

ELISA: Sí. Digo, todo me duele siempre, tampoco sería algo raro.

XV
ELISA: Me baño una vez a la semana. En tina porque el golpe del agua desde la regadera

podría lastimarme. No lo sé de cierto porque toda mi vida me he bañado en tina, así lo

recomendó el doctor y yo no estoy en condiciones de desa ar a los doctores. La enfermera

me ayuda a secarme. Tenemos toallas caras y suaves. Aún así, cualquier movimiento en

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falso puede despegarme un pedacito.

Dos veces a la semana hay curación general, que es diferente a las curaciones diarias

Pinzas. Crema hidratante. Crema desincrustante por si hay alguna costra. Crema especial

para las zonas afectadas. Gasas con vaselina para que no se peguen. Vendas. Cinta

No ha habido un solo día de mi vida que no me curen

Tampoco ha habido un día en el que no me lastime

Con los años, esta maldita fragilidad me ha llegado a las articulaciones. Primero en los

dedos. Yo solía tener dedos. De niña tuve unos dedos casi normales pero se me fueron

acabando. Puedo teclear en la computadora, abrir las puertas, agarrar algunas cosas.

Tengo mis mañas. Y podría ser peor. Podría tener auténticos muñones. Lo bueno de tener

unos padres con dinero y con toda la disposición para procurarme una vida normal, fue que

me salvaron las manos lo mejor que pudieron

Siempre podría ser peor

He sabido de casos donde la fragilidad les llega al esófago, y cada cierto tiempo se

despiertan con la sorpresa de que no pueden comer, de que tienen una ampolla y que hay

que usar la sonda. Una ampolla porque sí, porque les lastima hasta el aire cuando pasa

por su garganta. A mí sólo me molestan los intestinos. A veces. Como mucha bra. Es

difícil. Con las curaciones controlo la parte de afuera, pero lo de adentro no avisa. Sólo un

día descubres que duele un poco más de lo normal y que hay que tomar otra pastilla.

No me da nostalgia. He vivido así toda mi vida. No puedo entender que alguien viva sin

dolor. Lo imagino, pero seguro no se siente como lo imagino

Que esta sea la única forma de vida que conozco no signi ca que me guste

Preferiría vivir de cualquier otra forma.

Sin brazos. Sin piernas

Quienes no tienen brazos y piernas no necesitan enfermeras que los estén curando todo el

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día. Se pueden arrastrar por el piso, les pueden dar abrazos, pueden golpearse

accidentalmente con la esquina de un mueble

Viven en el mundo. Pueden tocar el mundo. El hecho de que toquen una pared con el

muñón no signi ca que el muñón se les vaya a desprender. Las partes que les faltan son

las de nitivas, no son como yo, que me rompo todo el tiempo. De a poco. Célula por célula.

Porque nadie les dijo que debían mantenerse unidas. Nadie les enseñó

Cierro los ojos, trato de no escuchar nada, me aíslo por completo. Pero hay algo que no se

va. Sigue doliendo. Como si fuera un zumbido. Yo tal vez no lo noto, tal vez me he

acostumbrado, pero si alguien pudiera habitar mi cuerpo por cinco segundos, lloraría.

XVI
GUILLERMO: ¿Quieres que me vaya

ELISA: No

GUILLERMO: Casi no has hablado ¿Te molestó?

ELISA: No.

GUILLERMO: No debí hacerlo

ELISA: Yo te lo pedí

GUILLERMO: De todos modos

ELISA: Me gustó

GUILLERMO: ¿De verdad

ELISA: Nunca había visto nada así. No en vivo.

GUILLERMO: ¿En películas?

ELISA: No las veo mucho de todos modos, no me llaman la atención.

GUILLERMO: ¿Demasiado vulgares

ELISA: El tacto casi no me llama la atención, en ninguna de sus formas.

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GUILLERMO: Ya.

ELISA: Bueno, había visto tus fotos

GUILLERMO: Lo sé

ELISA: Era diferente

GUILLERMO: Creo que debemos dejar de hablar de esto. ELISA: No.

GUILLERMO: Sí, Elisa. No es divertido para ti, ni para mí. Dijimos muchas cosas antes de

conocernos. Hablamos mucho

ELISA: Ya lo sé

GUILLERMO: Leí esas conversaciones muchas veces.

ELISA: Yo también

GUILLERMO: Me pareces muy inteligente y me gustas mucho. Pero debo reconocer que

también vine hasta acá para coger contigo

ELISA: Pues hazlo. En serio

GUILLERMO: No digas idioteces

ELISA: Piénsalo ¿cuánto más me podría doler

GUILLERMO: Mucho

ELISA: No tenemos idea

GUILLERMO: No lo voy a hacer

ELISA: Tú lo dijiste: hablamos mucho de esto. Tengo que intentarlo

GUILLERMO: Hace rato que te toqué..

ELISA: Estaba asustada. Será diferente, lo juro

GUILLERMO: No insistas

ELISA: ¿No quieres que te convenza

GUILLERMO: ¡No!

ELISA: Tú también quieres

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GUILLERMO: Cállate

ELISA: A ti no te va a doler. Te lo estoy pidiendo yo. Por favor. A eso viniste

GUILLERMO: No podría

ELISA: ¡Por Dios, Guillermo! Vi cómo te excitabas con mis piernas llenas de ampollas.

Quizá seas el único hombre en la tierra capaz de excitarse con eso

GUILLERMO: Hay hombres con lias muy raras

ELISA: Pero tú eres el único que me gusta

GUILLERMO: No quiero que te duela

ELISA: Tú quieres hacerlo, yo quiero que lo hagas. ¿Podemos hacer que mi piel importe

un carajo por esta vez

Nadie habla

GUILLERMO: Si me dices que me detenga, me detendré

ELISA: De acuerdo.

XVII
GUILERMO: No pude

A la medianoche entré a su cuarto. Le quité las vendas

Ella me pidió que dejara encendida la luz del baño para que la iluminación fuera tenue.

Creo que no lo hizo con nes románticos, era más bien para que no le viera las heridas.

Porque una cosa es verle las heridas cuando la estoy curando y otra muy diferente es

verlas cuando estoy tratando de hacerle el amor

Ella estaba acostada en la cama, desnuda

Con todo y la poca luz podía verle las llagas

Me concentré en la forma de sus piernas sin hacer caso a las heridas y me quité la ropa.

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Ella empezó a decirme cosas como las que nos habíamos escrito los meses pasados.

Resultaba más sencillo reaccionar a sus palabras cuando solamente las leía. Ahora se

notaba que no tenía idea de lo que estaba diciendo. Y su imagen ahí lo hacía todo más

difícil.

En la tarde había podido. Cuando la curé, quitarle las vendas habría bastado para

provocarme una erección

Y ahora nada

Ella se acercó y ofreció ayudarme. Empezó a frotarme con sus manos y lo único que sentí

fue lástima. Seguramente ella se estaba lastimando, seguramente ya tenía las manos al

rojo vivo, y yo seguía completamente ajeno a su esfuerzo.

Yo me encargo, le dije. Y le pedí que se acostara

Cerré los ojos e hice el trabajo por mi cuenta

Lo logré. Me acerqué a acriciarla, con esa caricia al aire que hay que emplear con ella,

apenas rozándola

Puse mis dedos entre sus piernas, la toqué

Ella gimió

Le duele. Eso es inevitable

No puedo. Perdón, Elisa, no puedo

Y me salí del cuarto.

XVIII
ELISA: A los pocos minutos, escuché cómo se abría y se cerraba la puerta de la casa.

GUILLERMO: Sólo tomé mi cartera, mi chamarra y me salí

ELISA: Supe que no iba a volver esa noche. Le llamé a Jessica y le pedí que fuera de

urgencia: no me podía quedar así, era demasiado peligroso. Llegó una hora más tarde. Me

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miró con pena. No deberías hacer eso, me dijo, me prometiste que no iban a hacer cosas

que te pudieran lastimar

Te voy a pagar el triple por haber venido, pero no seas tonta y ya no me digas nada

Y no volvió a abrir la boca. Me vendó y se fue

GUILLERMO: Tomé un taxi y le pedí que me llevara a un hotel

¿Usted solo

Le iba a responder que qué le importaba, pero preferí tomarle la palabra.

¿Qué me sugiere

Y me llevó a una calle donde podía levantar a una muchacha guapa y medianamente

limpia.

ELISA: La enfermera se fue y me quedé llorando

GUILLERMO: Pasé quince minutos tocándola. Le pasé los dedos por todos lados, le mordí

el cuello, le arañé la espalda. Cuando terminé de tocarla, fui por el dinero y le pagué

¿No quieres coger

No, gracias, sólo necesitaba tocarte

Tomó el dinero y se fue

ELISA: Si no hubiera dejado todas sus cosas, habría creído que nunca iba a volver.

GUILLERMO: Casi no pude dormir

ELISA: Tocaron la puerta a las siete y media de la mañana y supe que era él

GUILLERMO: Abrió y me pasé sin decir una sola palabra y me quité la ropa

ELISA: ¿Qué te pasa, idiota? ¿Por qué crees que puedes regresar así, como si nada,

después de haberme dejado?, y lo seguí dispuesta a enfrentarlo. Qué me importaba si se

volvía loco de nuevo, yo quería gritarle, y esa, al parecer, era mi única oportunidad para

hacerlo

¿Qué haces

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GUILLERMO: Ven, siéntate

ELISA: Me quitó la pijama

GUILLERMO: ¿Está bien si no te quito todas las vendas

ELISA: Sí

GUILLERMO: Le quité sólo las que estorbaban. Con cuidado. No la quería lastimar. Me

empezó a parecer hermosa, así como la había visto cuando la curé

ELISA: Dame un beso

GUILLERMO: Luego de besarla le abrí las piernas y la besé también entre las piernas.

ELISA: Eso. Justo eso no duele. Te quiero... Y lo que no me había dolido tres segundos

antes, me empezó a doler

GUILLERMO: Me acomodé sobre ella con cuidado.

ELISA: Si grito no me hagas caso. Tú sigue. Tú llega hasta donde quieras. Un día te lo voy

a agradecer

GUILLERMO: Elisa no dejaba de gemir. Quise pensar que no era por el dolor. Le hice

caso: la ignoré. Y dejé de cuidarla. Me pegué a su cuerpo y la embestí como habría

embestido a la puta de la noche anterior. Ahí fue donde me pidió que parara. No le hice

caso. Un día me lo vas a agradecer, Elisa. La abracé y le arañé la espalda, las piernas. La

sujeté fuerte de la cadera mientras me metía en ella hasta el fondo. Más fuerte. Le dije que

estaba muy rica, pero creo que ella no me escuchó. Le quité el cabello de la cara y le di un

beso. Le mordí los labios porque ya estaba muy caliente. Empecé a sentir las venas a tope

de sangre, las arterias a punto de estallar. Dejó de importarme todo. Solo estábamos ella y

yo, tratando de traspasarla de tanto que la quería. La abracé más fuerte, le pegué en las

piernas. Ya casi, Elisa, ya casi. ¿Te gusta, mariposa? Te quiero, creo que te quiero.

Me separé de ella y me acosté en la cama

Elisa casi no hacía ruido

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Yo no quería verla. Yo miraba al lado contrario a donde estaba ella

Era de día y el menor vistazo a su cuerpo me habría hecho arrepentirme

¿Estás viva

Alcancé a escuchar su respiración: estaba viva

Miré mis manos: estaban llenas de sangre. Otra vez

Voy a irme, Elisa. Voy a llamar una ambulancia y luego voy a irme. Cuando llegue la

ambulancia yo ya no voy a estar aquí. No quiero ver lo que te hice. Espero que sea cierto

lo que dijiste antes y que un día me lo agradezcas. Gracias por todo y perdón. Ojalá no te

haya roto demasiado las alas

Te quiero. Te abrazo fuerte, Elisa. Bien fuerte.

XIX
ELISA: ...Subimos a la camioneta, tomamos carretera y llegamos al bosque. Solo nosotros

tres, sin enfermera. Mis padres pusieron un mantel en el pasto, destaparon una botella de

vino, y me dejaron ir a jugar sola. A veces me daban esos momentos de libertad: todos

necesitábamos esos momentos de libertad. Veinte minutos para correr el riesgo y con ar

en que no iba a pasarme nada. Explorar el mundo sola, creerme fuerte. Invencible. La

regla era ésa: si nadie me ve, soy invencible.

No te vayas muy lejos

No, mamá

Y luego dejé de escuchar sus voces

No, bosque, estoy segura de que tú no me vas a lastimar

Y entonces vi, a un par de metros del camino, unas ores blancas

Fui hasta donde estaban las ores, como hipnotizada

Qué bonitas son

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Gonzalo Ladines
Recursos Adicionales

Decidí sentarme. En el suelo. Con cuidado

¡Diablos! Eso va a ser una gran ampolla

No me importó, ya luego me ocuparía de eso

Me quedé viendo las ores

Unas ores bonitas, de bosque

Y aquí viene la parte de mi recuerdo que no estoy segura de haber vivido

Una mariposa. Apareció una mariposa. Supuse que había llegado hipnotizada por el blanco

de las ores, igual que yo. Se quedó ahí un rato. Yo la miraba, inmóvil. No quería que se

fuera. La mariposa me vio. Voló hacia mí

Extendí la mano y se paró sobre mi piel

De entre todo mi brazo envuelto en vendas, encontró el hueco donde estaba mi piel

Las mariposas reconocen a las mariposas

Sentí cada una de sus patas sobre mí

Acerqué mis dedos a sus alas

Nos saludamos

Ella no me lastimaba. Ni yo a ella. Éramos los únicos seres sobre la tierra que podían

tocarse sin hacerse daño.

Y entonces decidí que un día, si me hartaba de las curaciones y de las vendas, si me

fastidiaba hasta el límite que mi piel estuviera prohibida para el mundo; ese día aprendería

a volar y me iría a vivir con las mariposas.

oscuro

 
©Copyright: Jimena Eme Vázquez

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