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 Juzgar con perspectiva de género en

materia civil
por GUILLERMO CARLOS BRAMUZZI
19 de Junio de 2019
www.saij.gob.ar
Id SAIJ: DACF190109
I.- Palabras preliminares.

Entre tantas dificultades que atravesamos como ciudadanos, en la actualidad existe una
problemática considerablemente sensible que nos afecta y nos comprende a todos: el de
la violencia, en todas sus formas y en particular el de la violencia de género.

Se trata, como dije, de un fenómeno que nos comprende a todos, pues directa o
indirectamente reproducimos patrones culturales, consmovisiones o sostenemos valores -
quizas sin advertirlo- que sirven de sustento a distintas formas de agresión, a veces
solapadas bajo comportamientos que lucen "normales".

En este marco, entiendo que quienes trabajamos en el ámbito del Derecho y más aún si lo
hacemos en la administración de justicia, cualquiera sea la materia, tenemos una
importante responsabilidad y un fuerte mandato en relación con la prevención y sanción de
este estigma.

Teniendo como norte lo anteriomente expuesto, por medio del presente trabajo me
propuse analizar un fallo que estimo de gran valor para la formación de los operadores
judiciales, por cuanto refleja la naturaleza transversal que asume la problemática de la
violencia de género en los asuntos a resolver por los tribunales. Concretamente se trata de
una causa que tiene por objeto una pretensión, en principio, netamente civil como lo es
una acción de desalojo. No obstante, bajo la obligada mirada de género asume un cariz
particular y coadyuva a una solución que, sin perder de vista los elementos técnico-
jurídicos que involucra la acción, se orienta al propósito de prevenir, erradicar y sancionar
la violencia de género.

Precisamente, será objeto de análisis una sentencia del Juzgado Civil, Comercial y de
Familia de Primera Instancia y Séptima Nominación de la Ciudad de Río Cuarto, Córdoba
(donde me desempeño profesionalmente), caratulada "B., H. A. c/ F., S. E. y/o E. -
DESALOJO, Expte. 2922917", de fecha 31/05/2018.

En esta causa fue determinante la revelación de una situación de violencia económica


ejercida por el actor en contra de la demandada para rechazar la acción iniciada.

Dado este introito, en la primera parte del trabajo se analizará la plataforma fáctica del
caso, con especial énfasis en la contextualización socio-histórica y la descripción de la
historia del grupo familiar involucrado (integrantes, roles, funciones parentales) y la
decisión adoptada por el Tribunal. Se hará mención, asimismo, de los aspectos civiles y
procesales que motivaron la presentación de la demanda y dan fundamento a la decisión
adoptada.

Luego se examinará el caso desde la perspectiva de género para considerar un aspecto


liminar en la sentencia: la situación de violencia económica que una parte ejerció sobre la
otra. Aquí radica lo novedoso de la sentencia, pues el magistrado entendió que el actor, al
pretender desalojar a su ex pareja y a sus hijos del inmueble adquirido por ambos, ejercía
violencia económica sobre la mujer.

Finalmente se expondrán algunas reflexiones.

II.- Plataforma fáctica:

La causa llega a conocimiento del Tribunal con motivo de la demanda de desalojo iniciada
por el Sr. H. A. B. en contra de la Sra. S. E. F. y demás ocupantes del inmueble de su
propiedad ubicado en calle A. P. N° XX de la ciudad de Río Cuarto, por considerar que la
ocupaba sin su consentimiento y sin contrato de alquiler, desde marzo de 2014.

El Sr. B relató en su demanda que era propietario de la vivienda por Boleto


de Compraventa de fecha 02 de agosto de 2008, en virtud del cual aquirió dicho inmueble
del Sr. R. A. R. Expresa que convivió con la Sra. S. E. F. durante seis años y medio en ese
inmueble de su propiedad de calle A. P. XXX hasta el día 6 de marzo de 2014. Que el día
7 de marzo del mismo año, con motivo de una denuncia por violencia familiar formulada
por la Sra. F. en su contra, se le impuso una orden de prohibición y acercamiento, motivo
por el cual debió retirarse del inmueble, quedando el mismo habitado por la Sra. F. y sus
hijos.

El Sr. B. sostuvo que nunca existió un contrato de locación, ni mucho menos su


consentimiento para que ella se quedara ocupando su casa, debido a la prohibición total y
recíproca que existió entre su persona y la demandada, quien -afirma- aprovechó de la
situación y se quedó a vivir en el inmueble de su propiedad en contra de su voluntad. Que
pese a sus reiterados reclamos, la demandada nunca tuvo intención de pagarle un alquiler
ni de hacerle entrega de la vivienda en forma extrajudicial.

Por su parte, la Sra. F. manifiestó que comenzaron a convivir con el Sr. B. en marzo de
2005 con motivo de una relación sentimental, conjuntamente con los hijos de la Sra F., M.
P. N., M. J. G. y F. R. G. Que luego, a fines de 2005, se fueron a vivir toda la familia a un
garaje ubicado en calle O. A. N° XXX de la ciudad de Río Cuarto, propiedad de B. C. (Hoy
fallecido), situación que perduró hasta 2009.
Que comenzaron a ahorrar entre los dos un dinero, que fue destinando a comprar el
terreno de calle A. P. XXX, el que se encontraba baldío y sin ninguna mejora. De allí
sostiene que el terreno corresponde a ambos.

Agrega que el trato que habían hecho era que, como no estaban casados, se iba a poner a
nombre de ambos ya que el sueño era construir una casa para la familia.

Que luego, en el año 2009 y con motivo del fallecimiento del Sr. B. C. que les alquilaba y
para no molestar se trasladan toda la familia, a la casa de A. P. N° XXX (objeto de
desalojo) la que se encontraba con las paredes y techos sin terminar, y allí entre los dos y
con la ayuda de su familia fueron terminándola para hacerla habitable. Por aquel momento,
manifiesta que el Sr. B. permanecía sin trabajo y recíen en el año 2010 vuelve a conseguir
trabajo y a aportar a la familia.

Asimismo reconoce que con fecha 7 de marzo de 2014 se labran actuaciones por una
denuncia de violencia familiar, en la que fue agredida física y psicológicamente por el Sr.
H. A. B., resolviéndose una medida cautelar por la que se le prohíbe al Sr. H. A. B.
comunicarse, relacionarse, entrevistarse en forma total, respecto de la compareciente S. E.
F., y de sus hijos M. P. N.

En definitiva, sostuvo que habitaba no como tenedora precaria, sino como poseedora
legítima y a título de dueña, ya que aportó sobradamente con dinero y con mano de obra
en la adquisición y construcción de la misma, a lo que se le suma el cuidado que le confirió
a su ex pareja en momentos en que éste atravesó una situación de enfermedad y que todo
ese esfuerzo lo hizo para establecer a su familia y darles un techo. En ese contexto,
propone al actor vender la propiedad y cobrar cada uno su parte, o de alguna otra manera
que permita dividir.

Ubicación socio histórica de la familia. Integrantes, roles y relaciones familiares.

Del relato de los hechos, surge que las partes del juicio conformaron un grupo familiar del
tipo familia ensamblada, pues el Sr. B y la Sra. F. iniciaron un proyecto familiar desde que
comenzaron a convivir junto a los hijos de la Sra. F.

La demandada, desde antes de su relación con el Sr. B, trabajaba en el local comercial G.


y lo siguió haciendo durante el tiempo en que se desarrolló el juicio. Asimismo, y a partir de
un accidente que tuvo el Sr. B y que le impidió trabajar por un tiempo, la Sra. F. comenzó a
trabajar las horas que le restaban en casas de familia por hora.

Por su parte, el Sr. B. al momento de iniciar la convivencia con la Sra. F., trabajaba en la
firma C. Luego, en el año 2010 es despedido y por la misma época sufre un accidente con
una recuperación muy lenta y difícil. En estas circunstancias, la Sra. F., además de
trabajar, fue quien estuvo presente en la contención y recuperación de su compañero, todo
lo cual surge de los testimonios obrantes en la causa. En los términos de la investigación
de Irene Meler (Meler, 2018), podríamos ubicarla como una "familia transicional".

De la biografía familiar se advierte que se trata de un grupo social con limitado acceso a
bienes económicos. Tal es así que del relato de los hechos surge que el grupo familiar
pasó varios años viviendo en un garage.

Finalmente cabe agregar que las relaciones interfamiliares se desarrollaban en un clima y


un contexto hostil y signado por la violencia, toda vez que se sucedieron recíprocos
hechos de agresión que motivaron denuncias ante el juzgado competente. De estas
denuncias se derivaron medidas que obligaron a ambas partes a manterner prohibiciones
de acercamiento y contacto que marcaron el final de esta convivencia y el inicio de la
presente causa judicial que se comenta.

IV.- Aspecto civil y procesales.

A la par de lo novedoso del caso -que reside en la valoración de hechos de violencia de


género para la resolución de un conflicto civil- y a los fines de una completa
contextualización del fallo, es importante destacar los aspectos jurídicos de naturaleza civil
y procesal que involucra.

Así pues, el objeto de la acción de desalojo reside en asegurar la libre disposición de los
inmuebles al que tiene derecho a ella, cuando son detentados contra su voluntad por
personas que entraron en su tenencia mediante actos o contratos que por cualquier causa
no puedan ya considerarse existentes.

En este sentido, conforme el ordenamiento procesal cordobés (CPCC) y el Código Civil y


Comercial de la Nación (CCCN), la finalidad del juicio de desalojo es la restitución del uso
y goce de una cosa a quien reclama su libre disposición, excluyendo a los que ningún título
tienen para su ocupación (arts. 750, 765 y conc. CPCC. y 1910 del CCCN).

En consecuencia, se trata de un juicio sumario cuyo marco de conocimiento es muy


estrecho y se ciñe a la determinación de la obligación de restituir y su exigibilidad. De allí
que se descarta la discusión del tema posesorio, lo cual deberá ventilarse por otros
trámites.

Además, en el caso que se analiza, se tuvo en consideración que entre las partes existía
una unión convivencial (art. 509 y sgtes. CCCN). Al respecto se señaló que el conviviente
no es ni tenedor -falta la entrega del bien, y la asunción contractual de la obligación de
restituir, conf. art. 1910, 1923 y 1924 CCCN)-, ni comodatario -al ser un contrato real solo
se perfecciona con la entrega de la cosa que se presta gratuitamente con la facultad de
usarla-, ni intruso -no hay ocupación contraria a la voluntad del propietario-. De tales
consideraciones, se sigue que el conviviente no es uno de los legitimados pasivos
determinados por el ordenamiento adjetivo y por tanto no se puede ordenar su desalojo.

Además el Magistrado señaló que bajo esta configuración familiar -unión convivencial-, con
los aportes, el esfuerzo y el trabajo de ambos lograron adquirir y construir el inmueble que
ocupaba S. E. F. con sus hijos y cuya restitución reclamaba su exconviviente.

En esta línea argumental, destacó que en el marco de una unión convivencial resulta


factible que se adquieran bienes con aportes de uno y el otro sin que exista finalidad
lucrativa, como en el caso corriente en que la vivienda común sea adquirida con fondos
provistos por ambos pero a nombre de uno solo, o, inversamente, con fondos provistos por
uno solo pero a nombre de ambos o del otro. De este modo y con cita del distinguido
Leonardo Gonzalez Zammar precisó "En esos y en otros casos, como ya se ha señalado,
es posible que entre los [convivientes] haya comunidad de intereses, que puede incluir
determinados bienes comunes, sin que por ello se llegue a configurar una sociedad. (...) La
finalización del estado de comunidad no tendrá lugar mediante la liquidación de una
sociedad sino por medio de la división del condominio o la comunidad, o por la acción
reivindicatoria si es del caso." Al respecto el Dr. Buitrago consideró que si bien el boleto
de compraventa por medio del cual se adquirió la propiedad fue suscripto sólo por el Sr. B,
se comprobó -a través del relato de los testigos- que ambos trabajaron y aportaron para
los gastos familiares. En este razonamiento y siguiendo jurisprudencia de la Cámara Civil y
Comercial Séptima de Córdoba sostuvo que a partir de la celebración del boleto
de compraventa, ambos convivientes pasaron a ser poseedores "animus domini" del
inmueble atento la relación convivencial que los unía por entonces, más allá que la
titularidad del boleto estuviese en cabeza de uno solo de ellos. Sostener que sólo uno de
los convivientes sea considerado poseedor y el otro tenedor resultaría absurdo y contrario
a la lógica, y a nuestros usos y costumbres.

El Juez valoró además que la vida en común, se caracteriza por del esfuerzo y el aporte de
ambos convivientes para el sostenimiento del proyecto de vida en común. Que dada tales
circunstancias, resultó meridianamente claro que la Sra. F. convivió en el inmueble de su
conviviente, obviamente con el consentimiento del mismo y que, además, aportó su dinero
y trabajo personal. Que por ello no podría ser considerada "mero tenedor", "simple
ocupante", "intruso", "usurpador", etc. Con base en tales fundamentos, el Magistrado
entendió que la discusión resultaba extraña al acotado marco del juicio de desalojo -acción
de carácter personal- por cuanto el problema de quien tiene el mejor derecho para acceder
al dominio en función de la situación que se invoca como sustento del derecho de
propiedad son cuestiones propias de las acciones posesorias, petitorias o hasta
contractuales.

V.- Ponderación de la situación de violencia de género existente: Juzgar con perspectiva


de género.
Desde el punto de vista normativo y jurisprudencial, ha sido notable el avance hacia la
igualdad entre mujeres y varones que ha experimentado el Estado argentino.

Concretamente, la Argentina ha asumido un fuerte compromiso con los derechos de


género al ratificar diversos instrumentos internacionales. En primer lugar, en virtud de la
incorporación de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la
Violencia contra la Mujer (1), nuestro país se compromete a "(...) adoptar, en forma
progresiva, medidas específicas, inclusive programas para: (...) b. modificar los patrones
socioculturales de conducta de hombres y mujeres, incluyendo el diseño de programas de
educación formales y no formales apropiados a todo nivel del proceso educativo, para
contrarrestar prejuicios y costumbres y todo otro tipo de prácticas que se basen en la
premisa de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los géneros o en los papeles
estereotipados para el hombre y la mujer que legitimizan o exacerban la violencia contra la
mujer; c. fomentar la educación y capacitación del personal en la administración de justicia,
policial y demás funcionarios encargados de la aplicación de la ley, así como del personal
a cuyo cargo esté la aplicación de las políticas de prevención, sanción y eliminación de la
violencia contra la mujer (...)" (art. 8 ).

En segundo lugar, la adhesión a la Convención para la Eliminación de Todas las Formas


de Discriminación contra la Mujer (2) generó nuevas obligaciones para el Estado argentino
en materia de derechos de género, al expresar en el art. 2º que; "Los Estados Partes
condenan la discriminación contra la mujer en todas sus formas, convienen en seguir, por
todos los medios apropiados y sin dilaciones, una política encaminada a eliminar la
discriminación contra la mujer y, con tal objeto, se comprometen a: a) Consagrar, si aún no
lo han hecho, en sus constituciones nacionales y en cualquier otra legislación apropiada el
principio de la igualdad del hombre y de la mujer y asegurar por ley u otros medios
apropiados la realización práctica de ese principio; b) Adoptar medidas adecuadas,
legislativas y de otro carácter, con las sanciones correspondientes, que prohíban toda
discriminación contra la mujer; c) Establecer la protección jurídica de los derechos de la
mujer sobre una base de igualdad con los del hombre y garantizar, por conducto de los
tribunales nacionales o competentes y de otras instituciones públicas, la protección
efectiva de la mujer contra todo acto de discriminación (...) El Comité para la Eliminación
de la Discriminación contra la Mujer, órgano de expertos que supervisa la aplicación de
esta Convención, ha expresado también que "es indispensable que se capacite a los
funcionarios judiciales, los agentes del orden público y otros funcionarios públicos para que
apliquen la Convención".

No obstante los avances señalados, la realidad demuestra que la mujer continúa expuesta
a una situación de extrema vulnerabilidad por razón de género. Prueba de ello son los
últimos datos revelados por el Registro de Femicidios de la Justicia Argentina: "En el año
2017 se relevaron 251 víctimas directas de femicidios en todo el país. Esta cifra proviene
del relevamiento de causas judiciales que se iniciaron entre el 1 de enero y el 31 de
diciembre de 2017 en las 23 jurisdicciones provinciales y en la Ciudad de Buenos
Aires"(3).
Estos antecedentes son demostrativos de lo insuficiente que continúan siendo las medidas
estatales adoptadas. De allí que, desde el lugar que nos ocupa como profesionales del
derecho, y con mayor ahínco en la actividad jurisdiccional, debemos asumir esta
problemática desde la complejidad y gravedad que asume, entendiendo que es un
fenómeno estructural al entramado social y que, como tal, resulta transversal en todos los
ámbitos de interacción intersubjetiva.

En esta disposición y con el propósito de que las decisiones jurisdiccionales se erijan en


auténticas medidas estatales que contribuyan a prevenir y erradicar los hechos de
violencia, una herramienta fundamental es la de juzgar con perspectiva de género.

Ahora bien, y previo a entender a que hacemos referencia, debemos esclarecer el


concepto de género. ¿es lo mismo que hablar de sexo? ¿Es un concepto sólo ligado a las
mujeres? Género y sexo son conceptos de orden diferente. El término "Género" deriva del
latín genus, que significa nacimiento u origen, siendo por ello un término que inicialmente
pertenece -como concepto- a la gramática, que clasifica las palabras en masculinas,
femeninas y neutras (Dio Bleichmar, 1994).

Se trata de una construcción simbólica y cultural que desborda a lo meramente biológico y


alude al conjunto de atributos y valoraciones asignadas social y culturalmente a las
personas a partir del sexo. De este modo, el género comprende, entre otros aspectos, las
actividades y las creaciones del sujeto, el hacer del sujeto en el mundo; la intelectualidad y
la afectividad, los lenguajes, las concepciones, los valores, el imaginario y las fantasías, el
deseo del sujeto, la subjetividad del sujeto, etc.

Es, en definitiva, una construcción social, histórica y cultural y, como tal, una categoría
relaciónal y compleja.

Sostiene Marcela Lagarde (1996) que "el género es más que una categoría, es una teoría
amplia que abarca categorías, hipótesis, interpretaciones y conocimientos relativos al
conjunto de fenómenos históricos construidos en torno al sexo" (pág. 11).

El sexo, por su parte, alude a "el conjunto de características genotípicas y fenotípicas


presentes en los sistemas, funciones y procesos de los cuerpos humanos; con base en él,
se clasifica a las personas por su papel potencial en la reproducción sexual" (Lagarde,
1990, pág. 182).

Tener en claro estas nociones tan diversas y la naturaleza dialéctica que asume el
concepto de género son fundamentales para analizar y comprender la condición femenina
y la situación de las mujeres, y lo es también para analizar la condición masculina y la
situación vital de los hombres. Es decir, no se trata de un concepto ligado exclusivamente
a la situación de la mujer y "nos permite comprender a cualquier sujeto social cuya
construcción se apoye en la significación social de su cuerpo sexuado con la carga de
deberes y prohibiciones asignadas para vivir, y en la especialización vital a través de la
sexualidad" (Lagarde, 1996, pág. 14).

Entender que el género es un concepto relativo a la mujer exclusivamente, conduce a


neutralizar los análisis y despoja a este enfoque de su carácter complejo e integral.

Ahora bien, teniendo en consideración esta prieta síntesis de los conceptos de sexo y
género, ¿qué entendemos por perspectiva de género? El enfoque o visión de género es,
en primer lugar, una perspectiva de análisis fundada en el paradigma teórico histórico-
crítico y en el paradigma cultura del feminismo (Lagarde, 1996). Adoptar una postura
crítica frente a los fenómenos sociales y culturales supone un esfuerzo intelectual, y
eventualmente práctico, que no se satisface con aceptar las ideas, las acciones y las
condiciones sociales prevalecientes irreflexivamente y por mero hábito; el esfuerzo que
trata de coordinar entre sí los aspectos individuales de la vida social y con las ideas y los
objetivos generales de la época, de deducirlos genéticamente, de distinguir la apariencia
de la esencia, de examinar los fundamentos de las cosas, en suma, de conocerlas
realmente. (Horkheimer, 1973, pág. 228).

Por su parte, de la teoría de Género, parte del reconocimiento de su diversidad y de la


existencia de las mujeres y los hombres, como un principio esencial en la construcción de
una humanidad diversa y democrática. Sin embargo, entiende que lógica binaria, patriarcal
y heteronormativa delimita espacios, roles y estereotipos bien separados y produce la
opresión de un género sobre otro.

Sostiene Lagarde que esta perspectiva que permite analizar a las mujeres y a los hombres
no como seres dados, eternos e inmutables, sino como sujetos históricos, construidos
socialmente, productos del tipo de organización social de género prevaleciente en su
sociedad. La teoría de género ubica a las mujeres y a los hombres en su circunstancia
histórica y por ello da cuenta también de las relaciones de producción y de reproducción
social como espacios de construcción de género (Lagarde, 1996). En este sentido, tiene
como uno de sus fines contribuir a la construcción subjetiva y social de una nueva
configuración a partir de la resignificación de la historia, la sociedad, la cultura y la política
desde las mujeres y con las mujeres.

Además, incluye el análisis de las relaciones sociales intergenéricas (entre personas de


géneros diferentes) e intragenéricas (entre personas del mismo género) privadas y
públicas, personas, grupales y colectivas, íntimas, sagradas, políticas.

Situados desde este paradigma, definir a la violencia de género, supone contextualizarla


en sus aspectos sociales y culturales que dan sentido a la construcción de estereotipos y
concepciones genéricas que envuelven relaciones de poder y dominación de un género
sobre otro y que aparecen muchas veces invisibilizadas, casi imperceptibles a la evidencia.
Conforme estos elementos y en los términos de la Ley 26.485 (De Protección Integral de
las Mujeres), podemos conceptualizar a la Violencia de Género como toda conducta,
acción u omisión que de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público como en el
privado, basada en una relación desigual de poder, afecte la vida, libertad, dignidad,
integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, así como también la
seguridad personal de las mujeres.

Por lo antedicho, el Juzgar con perspectiva de género, implica un esfuerzo intelectual por
comprender la complejidad social, cultural y política que existe entre mujeres y hombres
para visualizar allí las situaciones de opresión de un género sobre otro basadas en una
relación de desigualdad.

En este sentido, resulta fundamental la consideración del contexto de los sujetos


involucrados y de la biografía familiar, pues es determinante en el análisis de las
relaciones genéricas que la conforman y nos ofrecerá elementos de juicio para
comprender cabalmente el conflicto y desentrañar situaciones de violencia que se
encuentren ocultas.

En el caso en comentario, si bien existieron hechos de violencia explícitos que derivaron


en denuncias y medidas judiciales correspondientes, lo valorable es que se pudo visualizar
que una acción meramente civil, ejercida por quien había sido excluido del hogar,
significaba pretender realizar una forma solapada de violencia de género, lo que, a la luz
de los tratados de Derechos Humanos- resulta inadmisible.

Concretamente, el Magistrado entendió que la pretensión del actor de desalojar el


inmueble que compartía con su concubina y sus hijos menores y del que había sido
excluido, constituía un hecho de violencia de género, bajo la forma de violencia
económica, por cuanto pretendía, a través de la acción judicial, el menoscabo en los
recursos económicos o patrimoniales de la mujer, a través de la pérdida y sustracción de
bienes, valores y derechos patrimoniales (art. 5 inc. 4 Ley 26.485). En este caso, a través
de la restitución de un inmueble adquirido por ambos.

VI.- Reflexiones finales.

Del caso en comentario se pudo visualizar la importancia de juzgar con perspectiva de


género, pues permitió advertir que una acción corriente en el ámbito judicial y, en principio,
ajena a la discusión sobre violencia, constituía una forma de agresión en contra de una
mujer.

Considero que el enfoque de género constituye una herramienta de análisis fundamental


para los operadores judiciales en los casos traídos a su consideración, pues dado el
carácter estructural y transversal que asume el fenómeno de la violencia, no podemos
sostener válidamente que esta sólo existe en los casos de violencia propiamente dichos.
Por el contrario, está presente en todos los ámbitos y en todas las relaciones
interpersonales. De nosotros depende el esfuerzo intelectual en visibilizar aquellas
relaciones de dominación y los micromachismos que se encuentran naturalizadas y casi
imperceptibles; y más aún en los conflicto que en principio son ajenos a la consideración
de situaciones de violencia como lo es un desalojo.

Con esto quiero enfatizar que, cualquiera sea el ámbito en que nos desempeñemos
profesionalmente los operadores jurídicos, debemos hacer uso de este enfoque si
pretendemos prevenir y erradicar situaciones de violencia así como propender al cambio
de patrones y estereotipos culturales que coadyuvan a las distas formas de opresión de un
género sobre otro.

Al respecto y coincidiendo con Marcela Lagarde (1996), entiendo a su vez que no es sido
sencillo lograr la aceptación de la perspectiva de género, ya que hacerlo conduce a
desmontar críticamente la estructura de la concepción del mundo y de la propia
subjetividad. La representación del orden genérico del mundo, los estereotipos sociales y
sus normas, son fundamentales en la configuración de la subjetividad de cada quien y en
la cultura. Se aprenden desde el principio de la vida y no son aleatorios, son componentes
del propio ser, dimensiones subjetivas arcaicas y en permanente renovación, por ello son
fundantes. Están en la base de la identidad de género de cada uno. Romper estas
estructuras implica una verdadera deconstrucción de aspectos que han dado significación
a nuestras visiones del mundo.

Es que, si bien se han dado enormes avances en materia jurisprudencial y legislativa


vinculada a la violencia de género, necesitamos acompañar esos datos y esas leyes de un
marco de sentido que oriente la conciencia y la práctica de todos aquellos que trabajan por
este objetivo.

Al respecto, sostiene Rita Segato Es necesario que éstos perciban claramente que
erradicar la violencia de género es inseparable de la reforma misma de los afectos
constitutivos de las relaciones de género tal como las conocemos y en su aspecto
percibido como "normal". Y esto, infelizmente, no puede modificarse por decreto, con un
golpe de tinta, suscribiendo el contrato de la ley. No es por decreto, infelizmente, que se
puede deponer el universo de las fantasías culturalmente promovidas que conducen, al
final, al resultado perverso de la violencia, ni es por decreto que podemos transformar las
formas de desear y alcanzar satisfacción constitutivos de un determinado orden socio-
cultural, aunque al final se revelen engañosas para muchos. Aquí, el trabajo de la
conciencia es lento pero indispensable (Segato, 2003).

De allí entonces la importancia de generar estas transformaciones para quienes ejercemos


el derecho, si pretendemos erradicar este flagelo en avance.
A su vez, ello es coherente con la reciente Ley 27.499, conocida como Ley Micaela, que
tiene como propósito lograr el fortalecimiento de los espacios de formación de los
funcionarios públicos que integran todos los poderes del Estado, para contribuir a la plena
vigencia de los Derechos Humanos y la justicia de género y cuyo objetivo es revertir
situaciones de discriminación y violencia hacia la mujer y deconstruir parámetros
patriarcales, al diseñar un sistema de educación y enseñanza para que se reconozcan las
desigualdades existentes entre los sexos. El desafío está planteado.

Notas al pie:

1) Aprobada por ley 24.632 publicada en BO del 09/04/1996.

2) Aprobado por ley 24.632, publicada en el BO del 09/04/1996.

3) Resumen del "Informe del Registro de Femicidios de la Justicia Argentina", 2017, p. 1,


disponible en https://www.csjn.gov.ar/omrecopilacion/docs/resumen2017fem.pdf

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
-Dio Bleichmar, E. (1994). El feminismo espontáneo de la histeria. Estudio de los
trastornos narcisistas de la feminidad. . México: Fontamara.

-Horkheimer, M. (1973). La crítica de la razón instrumental. Buenos Aires: Sur.

-Lagarde, M. (1990). Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas
y locas. . México: Universidad Nacional Autónoma de México.

-Lagarde, M. (1996). 'La perspectiva de género'. En M. Lagarde, Género y Feminismo.


Desarrollo humano y democracia (págs. 13-38). Horas y HORAS.

-Meler, I. (28 de marzo de 2018). Esas raras familias nuevas. Página 12.

-Segato, R. (2003). Las estructuras elementales de la violencia: Contrato y status en la


etiología de la violencia. Curso de Verano sobre Violencia de Género dirigido por el
Magistrado Baltasar Garzón de la Audiencia Nacional de España en la sede de San
Lorenzo del Escorial de la Universidad Compluetense de Madrid, (pág. 19). Brasilia.

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Creación de tribunales arbitrales consumo con competencia en reclamos de consumidores.


Ley 7.363. MENDOZA, 26/4/2005. Vigente, de alcance general

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Ley 13.133. BUENOS AIRES, 27/11/2003. Vigente, de alcance general

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Sumario de Fallo. 18/11/2003

REGIMEN DE LA DEFENSA DE LOS DERECHOS DE LOS CONSUMIDORES Y


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