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Guillerme Ma. Havers Sestis y bos wiitos Vidas do wiitos ejeuplaros del sigh XX PROLOGO Gneln.47 dela exhortacién apostélica“Chrisifdles lic” ("Voeacion y msion de los lacos en la Desa y en el mundo) habla Fun abo Il acerea de “Los endo con gonerosidad en el lugar y las cir ha puesto, resentan reside en el hecho de que han Santo, que el poder de la graciabautismal y de ls cialmente de la Sagrada Eucaristia, pudo desarro~ 0 se narran las vidas de 26 ninos y adolescents cuyas edades fluctian 6 aiios: la mayoria murieron entre los 8 y ls 12 ats, y casi todos son del continente europeo. Normalmente la vida sobrenaturalcrece milagrosamente pore ejemplo y la ense~ fanaa de padres catblicos prctcos, pero hay casos en que los nites quedaron hur nos en ira edad o tenia pares que no viva sureligién, encluso hay un caso en ue los paps eran comunsta y hostiles ala fe ctsica Esto nos demuestra que en verdad para Dios nada es imposible, y también en um ambiente dificil puede con su _gracia regalr a la Fpesia nos eemplares y heroicos que han recorido el sendero de la said. ‘Precisamente los minos nos ensean cules el camino mas breve a la santidad: im 1 inmensocariioa Fests Gucaristico, una entregatotalac Maria Santisima, amor ala Dglesa ya os hermanos mes pobres entre nosotros Grn todas las €pocas de la Tylesia ha habidonios y adolescentes santo y hasta mértves; sin embargo, las vidas que aqui senarran son todas del siglo XX, para ense~ ftarsos qu también en la difcullades crecientes de la vida moderna la santifcacin personaly familiares posible con la ayuda divina, Al meditar sobre a-vida y muerte heroica de estos miios y adolescentes puede surgir una interrogacién: épor qué Dios permite tanto sufrimiento en sus creaturas inocentes, destnados a uma vida feliz? Esta pregunta no la podemos contestar ficil- hemos de consar que muchos de los msterios que hay en este “vale deligri- mas" sélo se esclarecerdn cuando veamos a Dios “eara a cara” (cf 1 Co 13, 12). “También en la vida de la Sagrada ‘Familia kubo momentos en que se preguntarian: “éBor que?” Pero, movides por el Espiritu Santo, también en estas stuaciones do lorosas dijeron confados en la Providencias “Hagase” Desde el bautismo hemos sido todos incorporados en la vida y el misterio pascual de Jesueristo, Alo pequctosvidentes de Fatima la Virgen les enseé que con sus sufrimientos no slo alcanzarian el cielo para si mismos, sino que ayudariantambitn a salvar almas y.asosteneral Santo Padre y a laTglesaen su lucha contra las feraas infrnales. As, sein la doctrina del Cuerpo mistico de Cristo (cf 1Co 12), com probamos que «ls partes del cuerpo que parecen ser mas dbiles son las mds necesa~ ras». Dor ello los sufrimientos de los nos, unidos a la Cruz de Crist, obtienen un menso enriquecimientoespivitual para toda la glesiay para latransformacin de la misma Humanidad. Bor allo las historias auténtcasagut reproducidas son en realidad una catequesis no s6lo para niios y adolescents, sino tambien para los adultos, porque explican el mister de cada vocacién, como enseia Zuan Pablo I eneln. 55 de la exhortacn citada al inicio: «Gn verdad, cada unos llamado por su nombre, en la unicidad e ire peibilidad de su historia personal, a aportar su propia contribucign al advenimiento del Reino de Dios. Ning talento, ni siquiera el mas pequcni, puede ser escondido 0 quedar inutilizado (cf Mt 25, 24-27)>. Guillermo Ma. Havers Ess v Los Nifios BEATO FRANCISCO MARTO (1908-1919) El nifio Francisco nacié el 11 de julio de 1908 en el ca- serio de Aljustrel. Los padres del pequefio, Manuel y Olimpia, eran piadosos cristianos que ensefiaron a sus hi- jos a rezar y les permitian, cuando ya eran mayorcitos, participar en el rezo del rosario que cada dia se hacfa en familia. Elcardcter del nifio era humilde, paciente, silencioso y equilibrado. Desde pequefio sus mejores amigos eran los pajaros, a los cuales nutrfa con las migajas de su pan di- ciéndoles: «Vengan, pajaritos, a comer». Un dia, al ver que un muchacho tenfa un jilguero en la mano, corrié a su casa a pedir dos centavos para comprarlo y dejarlo des- pués en libertad. En los juegos raras veces ganaba y sabia con gusto re- nunciar a sus pequefias propiedades. Francisco no se pa- recia a su hermana Jacinta, que era caprichosa y vivaz, ni era aficionado al baile de la regién, pero si le gustaba tocar una flauta hecha de cafia ‘A veces, mientras las ovejas pastaban en el campo, Francisco tocaba la flauta para que Lucia’, su prima, y Jacinta bailaran al son de su misica. ‘A veces se separaba de las dos para sentarse en un pe- fiasco, tocando ahf la flauta o cantando. Una de las can- ciones que més le gustaban era: «Amo a Dios en el cielo, Jo amo también en la tierra, amo el campo y las flores, amo las ovejas en la sierra. Soy un pobre pastorcillo, rezo 1) Lucia, nombre de mujer derivado de Lucio, no se acentia (cfr. C. Barthas, La Virgen de Fatima, Ed. Rialp, Madrid 1985, pda. 39). 3 BEATO FRANCISCO MARTO siempre a Marfa, voy en medio del rebafio como el sol de mediodia» Como el nifio no nacié santo, también tenfa sus defec- tos. Cierta noche no querfa rezar. «Me levanté y fui al vestibulo, a donde se habia ido —cuenta el padre—. Cuan- do vio que me acercaba a él en ademén de castigarle, ra- pidamente se dirigié a donde estaba la familia reunida y rez6 con todos» ‘También el padre recuerda que una vez lo mand6 a lle- var un recado, pero como el pequefio se empefié en no ir, aquello lo indigné, y le grité: «j{Muévete!» Al instante marché corriendo como un cohete Su madre cuenta que siempre se santiguaba al empe- zar el dia y decfa una oracién breve, porque «se cansaba» con oraciones largas. Cuando estaba con su hermana y su prima cuidando las ovejas, el juego que més le gustaba era el de «las pie- dritas», que consistfa en hacer un cuadro en el suelo, di- vidido en nueve mas pequefios. Empujaban las piedritas de un cuadrito a otro, y el nifio que llegase antes ala meta sefialada era el vencedor. Estaban jugando un dia con las piedritas cuando un fuerte viento sacudié los arboles y los tres, instintiva- mente, levantaron la cabeza para ver qué pasaba. Lucia Jo explica asf: «Vimos que sobre el olivar se dirigia hacia nosotros un joven de unos quince afios, mas blanco que la nieve, y el sol se reflejaba en él, de manera que parecia como si fuese de cristal. Era de una gran belleza» Al llegar junto a ellos les dijo: «No teman, Soy el Angel de la paz. Oren conmigo», y arrodill4ndose en la tierra, con la frente hasta rozar el suelo, les hizo repetir estas palabras: «Dios mio, yo creo, adoro, espero y te amo. Te 4 etsy cos wild pido perdén por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman». Con esta aparicién del Angel y otras dos que siguieron durante el verano de 1916, el cambio del carécter de Francisco fue notable. Se empezaba a perfilar la virtud heroica y profunda del pequeno pastorcillo. El gran dia para los tres nifios fue el 13 de mayo de 1917. Entonces Lucia tenfa 10 afios, Francisco 9 y Jacinta 7. Los tres, después de acudir ala misa dominical, regre- saron a sus casas y sacaron las ovejas del establo para levarlas a pastar. Mientras el rebafio descansaba agru- pado a la sombra de los arboles, Francisco sacé la comida que levaban: pan, queso, aceitunas y fruta. Después de comer se arrodillaron sobre la hierba, ala sombra de un olivo, para rezar el rosario. Luego lleg6 la hora del juego. En ese momento vieron un resplandor que los deslum- braba. Pensaron que una tormenta estaba formdndose detrés de la colina, asi que r4pidamente reunieron el re- bajio y decidieron marchar a casa. De repente vieron sobre una pequefia encina una Sefio- ra toda de blanco, més brillante que el sol, que con voz maternal los tranquiliz6. Y en el didlogo que Lucia tuvo con ella, le revelé que venia del cielo, que los Hevaria alla, y les pidié que ayudaran con sus oraciones y sacrifi- cios para que también los pecadores, que estaban en peli- gro de perderse para siempre, pudieran llegar allé. Si bien los tres nifios vefan a la Virgen, tinicamente Lu- cia era la que dialogaba con ella. Jacinta s6lo la veia y ofa, y Francisco sélo la veia, aunque las nifias le comunicaban puntualmente todo lo que la Virgen habia dicho. De todos modos el pequefio se quedé muy feliz con la promesa de que también él un dia irfa al cielo. ¥ cruzando las manos 5 BEATO FRANCISCO MARTO sobre el pecho, exclamaba: «jh Sefiora mia, rezaré to- dos los rosarios que querdis!» ‘También les dijo a su prima y a su hermanita: «Me gus- t6 mucho ver al angel, pero mas me gusté ver también a nuestra Sefiora. Lo que mas me gusté fue ver a nuestro Sefior en aquella luz que la Virgen nos metié en el pecho. iQuiero tanto a Dios! jEsté tan triste por causa de tantos pecados!», y después de un rato de reflexién afiadié: «No- sotros estdbamos ardiendo en aquella luz que es Dios, y no nos quemabamos». Con frecuencia repetfa el nifio después: «Nuestra Se- fiora nos dijo que tendriamos que sufrir mucho. No me importa. Sufriré todo cuanto ella quiera. Lo que yo deseo es ir al cielo». Cuando después de la primera aparicién de la Virgen estaban pastoreando las ovejas, a veces se alejaba el nifio y subia a lo alto de un pefiasco. Lucia y Jacinta un dia lo buscaron y le preguntaron: «{Qué estas haciendo aqui tanto tiempo?» El contesté: «Estoy pensando en Dios. {El Sefior esté tan triste a causa de tantos pecados! Si yo fue- se capaz de consolarle...» Consolar a nuestro Sefior es la caracterfstica de la espiritualidad de Francisco. Ya no es el nifio que se cansa de rezar, al que su padre tiene que gritar para que se una a la oracién familiar del rosario. Cinco veces més vieron los nifios a la Virgen santisi- ma, los dias 13 de cada mes, menos en agosto, cuando es- tuvieron detenidos en la cércel. Pero ese mes la Virgen se les aparecié el dia 19 ¢Cuéles el principal mensaje de estas apariciones, que se grabé profundamente en el coraz6n de Francisco? Es el rezo diario del santo rosario, y hacer sacrificios volun- tarios por los pecadores, ofrecidos con la siguiente jacu- 6 JESGs Y Los wiiios latoria:. «Oh Jestis, es por tu amor, por la conversién de los pecadores y en reparacién de las ofensas hechas con- tra el Inmaculado Corazén de Maria» En la ultima aparicién, Marfa dijo a los nifios: «Soy la Virgen del Rosario... Que no ofendan més a Dios nuestro Sefior, que ya es demasiado ofendido. En la tercera aparicién la Virgen ensefié a los tres ni- fios, por unos momentos, el infierno; y después les dijo, entre otras verdades: «Han visto el infierno, donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlos, Dios quiere establecer en el mundo la devocién a mi inmacula- do Corazén. Si hacen lo que les digo, se salvarén muchas almas y tendrén paz. La guerra va a terminar». La heroicidad de Francisco se manifest6 especialmen- te durante la detencién de los tres videntes el 13 de agos- to en la mafiana, Francisco consolé a Jacinta diciéndole: «No lores. {No quieres sufrir esto por los pecadores?» «Si quiero», contesté su hermana, y enseguida se secé las lagrimas. El guardién de la cércel entré y cogié a Jacinta Por un brazo, diciendo: «Ya esta preparado el caldero de aceite hirviendo. Te voy a frefr si no dices el secreto» Mientras esperaba su turno, Francisco decia con inmen- sa paz y alegrfa: «Si nos matan como dicen, dentro de poco estaremos en el cielo. {Qué bien!» ¥ luego afiadié: «Dios quiera que Jacinta no tenga miedo. Voy a rezar un avemaria por ella». Después también Francisco fue sacado con violencia y conducido una habitacién, para que dijera el secreto y prometiera no volver a Cova da Iria, pero nada consiguié el verdugo. El nifio, fiel a su promesa, resistié con valen- tfa al interrogatorio y a toda clase de amenazas. Con va- 7 ee lor contestaba: «No diré el secreto que nuestra Sefiora nos dio. Prefiero morir antes de decirlo». E115 de agosto los nifios sufrieron un nuevo interroga- torio, que resulté tan negativo como los anteriores. Al no lograr su objetivo, el alcalde decidié lévarlos a Fatima para entregarlos al sefior cura Como la Virgen pidié que los nifios fueran también ala escuela para aprender a leer y escribir, Lucia, con sus dos primos, caminaba a partir de septiembre ala escuela de Fatima. Una vez, al llegar, Francisco les dijo: «Mien- tras ustedes van a la escuela yo me quedaré en la iglesia con Jestis escondido, y voy a pedir por una intencién que me encargaron». Al salir de la escuela las nifias fuerona laiglesia a buscar a Francisco, que estaba de rodillas de. lante del Santisimo Sacramento. Un dia egaron al hogar de los Marto unas sefioras y Preguntaron al nifio: «Francisco, :qué quieres ser cuan- do seas mayor? {militar?» «No, sefiora» «;Te gustaria ser médico?» «Tampoco» «Ya sé lo que te gustaria ser: jsa- cerdote!» «Tampoco voy a ser sacerdote» «Entonces, équé quieres ser?» «No quiero ser nada; quiero morix para ir pronto al cielo». A fines de octubre de 1918 caminaban juntos a la es- cuela de Fatima, pero en el camino a Francisco le sobre. vino una gran debilidad, de modo que casi ya no podia ca. minar. El dijo: «Me duele mucho la cabeza, y parece como si se me fuera a caer. Entonces le dijo Lucia. «Regresa a casa y acuéstate». Pero él contesté: «Prefiero quedarme en la iglesia con Jestis escondido, mientras us. tedes estan en la escuela». Asi, el nifio se quedé haciendo compafifa a Jestis Sacramentado durante las horas de clase. Pero al volver a casa tuvo que acostarse. 8 e808 y.Los nifios, Poco después se enfermé también Jacinta. Los dos hermanos fueron afectados por la fiebre llamada espaiio, a, que después degeneraba en neumonfa, Jacinta y Fran. cisco, durante su enfermedad, cada uno en su habitacién, rezaban rosarios y jaculatorias. Durante los tiltimos dias de su vida, en abril de 1919, en el rostro del nifio se dibujaba la amargura de su alma «Madre, no tengo fuerzas para rezar el rosario, jme cues- ta tanto rezar las avemarias!> La mamé procuraba con. solarle: «Si no puedes rezar con los labios, reza con el Pensamiento. Nuestra Sefiora te oye igual». ¥ el pequeito quedé més tranquilo con esas palabras consoladoras de su madre. El miércoles 2 de abril, muy temprano, Teresa, la her- mana de Francisco, fue a lamar a Lucia con mucha ur Bencia: «Ven enseguida, Francisco se encuentra muy mal ¥ dice que quiere hablar contigo». Lucia fue de prisa, y cuando lego dijo Francisco: «Salid un momento, lo que quiero decir a Lucia es un Secreto». Después le dijo: «Lu- cia, me quiero confesar para comulgar y morir después. Dime si me viste cometer algin pecado, y ve a preeuntar a Jacinta si me vio ella cometer alguno». Le respondis Lucia: «Algunas veces desobedeciste a tu mama. Cuando ella te decia que te quedaras en casa, tt escapabas, para ir a donde nosotras estébamos y para esconderte». «S{, Lucia. Eso es verdad. Ahora pregunta a Jacinta si ella se acuerda de algun otro pecado». Al ser interrogada Jacin. ta, se quedé un rato pensando y luego dijo: «Mira, antes gue apareciera la Virgen, Francisco robé un toston a Papa para comprar una arménica a José Marto, un pa- riente de la familia. Y cuando los chicos de Aljustrel tira. ban piedras a los nifios pobres de Boleros, él también tiré alguna». Cuando Francisco oyé estas revelaciones dijo: 9 CO OOO Ce rr™r™r ™LULECLr————eeeee BEATO FRANCISCO MARTO «Sies cierto. Esos pecados los cometi, pero ya los he con- fesado. Pero los voy a confesar otra vez». Ese mismo dia el papd de Francisco, muy preocupado, se dirigi6 también al sefior cura para que le llevara la co- munién. El sefior cura era muy severo y se habia negado ya una vez a incorporar al nifio en el grupo de la primera comunién, porque no sabia todas las palabras del credo Asi que no pudo recibir a Jess, a quien tanto anhelaba. Ahora el sefior cura, al oir de la enfermedad grave del nifio, prometié enseguida ir a confesarlo y al dfa siguien- te llevarle la sagrada comunién. Asf que el mismo dia 2 Francisco hizo una buena confe- si6n final y al dia siguiente, jueves, vispera de su muerte, el parroco llegé para darle el Vidtico. El nifio traté de in- corporarse, pero cayé sin fuerzas sobre su almohada. El sacerdote dejé el copén sobre la mesita preparada y, des- pués de las oraciones indicadas, le dio al nifio su primera, su tinica y su tiltma comunién. Francisco cerré los ojos para orar al Sefior en su pecho y permanecié asf durante largo tiempo en accién de gracias. A un lado de su cama, de rodillas, estaban sus inseparables compajieras, Lucia y Jacinta, rezando y lorando de emocién. Después reza- ron el rosario en voz alta. ‘Ya de noche, Lucia se despidié de él y le dijo: «Adiés, Francisco. Si vas al cielo esta noche no te olvides de ro- gar por mi, ofste?» «No te preocupes. No me olvidaré» Cogido de la mano derecha de su prima, estuvo un rato mirdndola con lagrimas en los ojos. «{ Quieres decirme algo mas?», le pregunté Lucia también lorando. «No», respondié con voz entrecortada. Como la escena se vol- via demasiado conmovedora, Olimpia le dijo a Lucia que 10 Jess v Los uiiios saliera de la habitacién. «Adiés, Francisco. Hasta el cie- lo» «Adiés, Lucia. Hasta el cielo». Después de haber comulgado, Francisco ya no sentia dolor alguno. El pequefio se despidié de su familia. Pidis perdéna todos los de la casa y a su madrina por los disgus- tos que les pudo haber causado. Hacia las 6 de la mafiana del dia siguiente, 4 de abril, dijo a su madre: «jMira, madre, qué hermosa luz hay ahi cerca de la puerta!» Después de un momento de silencio, afiadié: «Ahora ya no la veo». En aquel instante su rostro se iluminé con una sonrisa angelical. Sin agonfa y sin el més leve gemido, Francisco entregé su alma santa a Dios y se fue al cielo. La Virgen santisima vino a buscarle, como lo habia prometido. En 1951 se logré identificar sus restos mortales en el cementerio de Fatima, y fueron trasladados a la nueva basilica de Cova da Iria. Alf, el papa Juan Pablo II lo bea- tificd el 13 de mayo del afio 2000. 11 BEATOS FRANCISCO Y JACINTA MARTO Beatos Jacinta y Francisc 12 ‘0 Marto Jess ¥ Los nifios BEATA JACINTA MARTO (1910-1920) Nacié el 11 de marzo de 1910 y fue bautizada con el nombre de Jacinta de Jestis. Tenia otros once hermanos. El papé, Manuel, era campesino y la mam, Olimpia, hacia el trabajo del hogar. Los papas se reunfan por las noches con sus hijos para contarles los principales even- tos de la Historia de la salvacién y de la doctrina de la Iglesia. A un reportero dijo la mama, en 1950, que en toda su vida no habia faltado ni un solo domingo a misa, aun: que el camino al templo parroquial era mas de media hora y a veces llovia a cantaros. «Mientras yo ibaa la pri- mera misa—dijo— mi esposo cuidaba a los nifios, y se iba luego a la misa de las 10>. Los nifios rezaban todos los dias con sus padres en el hogar, y también en la casa de su tia, Maria Rosa, que era la mam de Lucia, la mayor de los tres videntes de Fati- ma. La sefiora Maria Rosa daba también catecismo a to- dos los nifios del pueblo de Aljustrel Como Jacinta fue la tiltima que naci6, recibié muchas atenciones de los papas y de los hermanos, y asi se hizo un poco caprichosa. Cuando tenia 7 afios recibié el favor in- menso de ver y de ofr a la santisima Virgen, y por estas vi- siones celestiales cambié completamente. Jacinta y su hermano Francisco jugaron muchas ve- ces con su prima Lucia en el jardin de su casa. Una vez, cuando Lucia habfa ganado en el juego, dijo a Jacinta «Ahora tienes que cumplir con lo que yo te mando», y al ordenarle Lucia que le diera un beso a su hermano, ella contest6: «Esto no lo hago, pero si me mandas dar un beso 13 BEATA JACINTA MARTO al crucifijo que est en la pared, eso silo hago con mucho gusto». Lucia descolg6 la cruz y Jacinta le dio al Sefior no. s6lo uno, sino muchos besos fervorosos. Otra vez estaba observando por la noche, con su prima Lucia, el cielo de Portugal, y Lucia le explic6: «Las estre- las son las linternas de los Angeles, la luna es la luminaria que ilumina a nuestra Sefiora, y el sol es el sig- no de la infinita luz divina de Jesucristo». Cuando los padres de Lucia la encargaron de cuidar las ovejas de la familia, Jacinta pidié el permiso de poder acompajfiarla con su hermano Francisco. Como entonces no habia escuela en Aljustrel, donde vivian, los papas de- cidieron que los tres nifios podrian hacerse utiles en el campo, en donde ademés de cuidar a las ovejas cantaban, jugaban y también rezaban juntos. Por sus padres habfan ya aprendido a rezar el rosario. Asi que después de la merienda era el momento en que se entregaban libremente a la oracién en comin. Un dia tomé6 Jacinta el mas pequefio de los corderos en sus bra- zos, para que no se fatigara en el camino, y dijo a su pri- ma que le habfa gustado una imagen de la parroquia que representaba a Cristo como Buen Pastor, con una ovejita en sus brazos. Los tres pastorcitos vieron también en tres ocasiones un Angel, blanco como la nieve, que Dios mand6 para pre- parar a los nifios a la visita mas importante en su vida, la de la Reina del cielo y de los angeles, en el afio 1917. E113 de mayo de ese afio era domingo. Después de par- ticipar en la misa los nifios salieron al campo con las ove- jas. Era un dia apacible, lleno de sol y de naturaleza flore- ciente y primaveral. Ese dia escogieron llevar los corderos a un sitio lama- 14 Jess v Los niiios do Cova da Iria, donde los padres de Lucia tenfan una pe- quefia propiedad, a poco menos de dos kilémetros de dis- tancia de Aljustrel. Hacia mediodia tuvo lugar la apari- ci6n de la santisima Virgen, que vieron sobre un pequefio encino. Al caer la tarde los nifios regresaron como de costumbre a su casa, pero con el impacto de la visién ce- lestial y del mensaje de la Virgen. Ellos habfan prometi- do guardar silencio sobre el milagro del cielo; sin embar- go, Jacinta estaba tan impresionada de la hermosura in- comparable de la Virgen, que de camino a su casa excla- maba siempre de nuevo: «jQué Sefiora tan bonita!» En realidad Jacinta nunca habfa visto ni en las imagenes del templo ni en las estampitas una hermosura semejante. En contra de su promesa, se sintié impulsada a contar a su madre Olimpia todo lo sucedido. Mas tarde durante la cena, cuando estaban reunidos los hijos con sus padres, Jacinta no mencioné nada del evento celestial ni del men- saje principal que les habfa dado la Virgen. E113 de mayo y el 13 de junio la Virgen pidi6 a los nifios que rezaran cada dia el rosario y lo ofrecieran, junto con pequefios sacrificios voluntarios, por la conversidn de los pecadores y la salvacién del mundo. Debemos recordar que en ese tiempo estaba Europa hundida en la primera guerra mundial del siglo XX. Los tres pastorcitos prome- tieron libremente a la Reina celestial cumplir su deseo. Pocos dias después de la primera aparicién, Jacinta vio unos nifios muy pobres que pedfan ayuda, y esponténea- mente invit6 a Lucia y a Francisco a darles toda la comida que llevaban consigo. Asf, les dejaron a los nifios pobres su pan de centeno, queso, aceitunas y el dulce del postre. Los tres lo hicieron por amor a Jestis y a Marfa y quedaron ese dia sin comer nada. Este sacrificio no lo ofrecieron una sola vez, sino que los nifios pobres de los pueblos veci- 1s BEATA JACINTA MARTO_ nos los buscaban con frecuencia y siempre recibfan de ellos por lo menos una buena parte de su merienda. Jacinta hizo estos sacrificios y renuncié a juegos, can- tos y bailes populares —que tanto le gustaban—en espe- cial por aquellos pecadores que estaban en peligro de irse al infierno. Precisamente en la tercera aparicién de la Virgen, el 13 de julio, vieron los nifios por unos mo- mentos un gran mar de fuego que aparentemente estaba debajo de la tierra, y dentro de él demonios y seres que parecian brasas encendidas que flotaban sobre las lla- mas con terribles gritos de dolor y desesperacién y cafan sin peso ni equilibrio entre nubes de humo. Esta brevisi- ma visién del infierno causé a los tres nifios un espanto inolvidable, y la misma posibilidad de que un ser humano pudiera caer alli les inspiré la continua entrega generosa y actos de reparacién por los pecadores més alejados. No olvidaron nunca las palabras de la Virgen, quien les afirmé que la devocién a su Coraz6n inmaculado seria una gran ayuda para salvar a los hombres y restablecer lapazen el mundo. A los tres nifios la Virgen les prometié levarles consigo al cielo. Cuando se acercaba el 13 de agosto, el alcalde de Vila Nova da Ourem, que era un hombre ateo y enemigo de la Iglesia, queria evitar que los nifios se encontraran de nuevo con la Virgen santisima. Contra todo derecho, este politico malo detuvo alos nifios y los amenaz6 para que le revelaran sus secretos, y les dijo que los iba a frefr con aceite hirviente si no le obedecian. Jacinta lloré amargamente en la cArcel por estar lejos de sus padres, pero con la ayuda de Lucia perdié el miedo y ofrecié con ella a Dios, segiin los deseos de la Virgen, esta brutalidad espiritual y fisica del alcalde. JesGS ¥ Los Nifios Después los levaron a la celda grande donde estaban encerrados todos los presos. Alli los nifios parecfan como Angeles, especialmente cuando empezaron a rezar el rosa- rio. Uno de los presos les aconsejé que dijeran el secreto de las apariciones al alcalde para poder volver a casa. En- tonces fue Jacinta la que contesté: «Esto no, prefiero mo- rir antes que revelar el secreto de la santisima Virgen». Habia entre los presos uno que sabia tocar la arménica y pregunté a los nifios si sabfan bailar. «Si sabemos, el fado y otros bailes populares». Entonces un preso invit6 a Jacinta a bailar con él y los dos lo hicieron tan bien que la cércel se llené de alegria y aplausos. Por fin el alcalde, después de otros largos interrogato- rios que no doblegaron la entereza de los nifios, los dejé en libertad. Pero al regresar a sus hogares empezé otra pena para ellos: las continuas visitas de gente curiosa y de turistas. Los padres decidieron vender las ovejas y mandarlos a una escuela cercana que se habia fundado recientemente. Un dia vino un sacerdote para platicar con los nifios; les enseié varias jaculatorias, de las cuales dos le agra. daron mucho més a Jacinta, que las incorporé en sus ora- ciones diarias: «Oh Jestis, yo te amo» y «Dulce Corazén de Marfa, sé la salvacién mia». Creciendo en el espfritu de oracién, Jacinta buscaba también oportunidad de agradar al Sefior por medio de sa- crificios voluntarios. Cierto dfa, cuando su mama puso en Ja mesa una cesta llena de higos, Jacinta tomé uno, pero antes de comérselo pens6: «Hoy todavia no he hecho nin- giin sacrificio», y lo volvié al canastillo. Todos los dfas lle- vaba puesta a la cintura una 4spera cuerda con tres nudos, 7 BEATA JACINTA MARTO. que le causaba continuas molestias especialmente du- rante el juego. Cuando por la noche rezaba con sus padres y herma- nos el rosario, se afiadieron las palabras que la Virgen les habia ensefiado: «Jestis mio, perdénanos, Ifbranos del fuego del infierno; lleva al cielo a todas las almas, espe- cialmente a las mas necesitadas»”. E123 de noviembre del afio siguiente cayé enferma Ja- cinta con una neumonfa. Le dolfa mucho la cabeza y su- fria continua sed. Lucia la visité y Jacinta le pidié un fa- vor: «Si haces una visita al Santisimo, dile a Jestis que lo quiero mucho». Lucia vio en la mesa un vaso de leche que trajo su tia, y sabfa que a Jacinta no le gustaba la leche. Entonces le dijo: «Mira, lo que agrada a Jestis es que seas muy obediente a tumamé y que ahora tomes la leche que ella te trajo». Enseguida Jacinta obedecié. Otro dia, Jacinta dijo a Lucia: «;Sabes que no voy ame- jorar? Tengo muchos dolores en el pecho, pero todo lo ofrezco a Jestis y al Corazén inmaculado de Maria». A fines de ese afio se aparecié la Virgen a Jacinta y a Francisco y les dijo que pronto vendria para llevarse a Francisco al cielo. A Jacinta le pregunté si querfa conver- tir atin mas pecadores; ella respondié: «Si quiero». La Vir- gen le dijo entonces: «Vas a ir a un hospital y alli vas a su- frir mucho, pero ofrécelo por la conversién de los pecado- res y en reparacién de los pecados contra mi Coraz6n in- maculado». Jacinta le pregunté si Lucia iba a acompafiar- la, y ella contesté que no, pero que su madre estaria algu- nos dias con ella, mas luego quedaria de nuevo sola. «Eso es lo que més me cuesta», dijo después Jacinta a Lucia. 2) Esta es la traduccién correcta. Cir. La Virgen de Fatima, ob.cit., pag. 535. 18 : _ Jess v Los nifios Francisco se puso cada dia mas enfermo. La hora de su partida se acercaba. La pequefia Jacinta se encargaba de darle recados para nuestra Sefiora. El 4 de abril de 1919 la Virgen vino y Iev6 consigo al cielo a Francisco. Jacin- ta sufrié mucho por la muerte de su hermano, y qued6 muy silenciosa y pensativa. En junio del mismo afio, lle- varon a Jacinta al hospital de San Agustin en Vila Nova da Ourem. Alli la visité su prima Lucia, y mientras la ma- dre se fue para hacer algunas compras, Jacinta le revel6 que sufrfa mucho, pero que se alegraba de poder asf coo- perar diariamente con el deseo de la Virgen. A fines de agosto la despidieron del hospital sin haber- la curado, para que volviera a su casa en Aljustrel. Que- daba una herida profunda en el costado que a la pobre nifia causaba dolores dia y noche, pero nunca se quejé ni dio signos de impaciencia. Sin embargo, lo que mas la afligia eran las continuas visitas e interrogatorios. Un dia, Jacinta entregé a Lucia la cuerda de penitencia gue llevaba atada a la cintura. Tenia manchas de sangre. También Francisco levaba una, pero a él se la quitaron cuando estaba enfermo en la cama. Un dia Jacinta le con- t6 a Lucia: «La Virgen se me aparecié otra vez, y me dijo que me van a llevar a un hospital de Lisboa. Iré sola, pero no tengo que tener ningtin miedo, porque ella misma ven- dra para llevarme al cielo». Un famoso médico, el doctor Enrique Lisboa, vino como peregrino a Fatima en enero de 1920. Al visitar a Jacinta pidié a los padres el permiso para llevarla ala ca- ital, en donde una operacién podria curarla para siem- pre. Como el canénigo, padre Formigao, apoyé la peti- cin del médico, los padres estuvieron de acuerdo. Jacin- ta sabfa que todo esto era la voluntad de Dios y no opuso 19 ee ee BEATA JACINTA MaRTO resistencia. Antes de partir dijo a sus pap: tro de mi como un fuego que no me quema» El 21 de enero Jacinta salié sobre una carreta de bue- yes hasta la estacién més cercana de ferrocarril. La acompafiaban su madre y su hermano Antonio. Juntos viajaron en el tren a Lisboa. A Jacinta la recibieron en la casa de huérfanas de Nuestra Sefiora de los Milagros, donde su mamé permanecié con ella ocho dias. La supe- riora, sor Purificacién, a quien las nifias llamaban «, le respondid. 22 Jacinta y Francisco, entregandose con total generosidad a la direccién de tan buena Maestra, alcanzaron en poco tiempo las cum- bres de la perfecci6n. «Yo te bendigo, Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequefios». Yo te bendigo, Padre, por todos tus peque- fios, comenzando por la Virgen Maria, tu hu- milde sierva, hasta los pastorcitos Francisco y Jacinta. Que el mensaje de su vida permanezca siempre vivo para iluminar el camino de la humanidad. (LOsservatore Romano, 19 de mayo de 2000, fragmento) Po 23 New Organ JesGs y Los iiios NELLY ORGAN (1903-1908) Una carta al Papa En agosto de 1910 el papa Pio X, ahora santo, publicé el decreto sobre la recomendacién de acercar a los nifios, ya a temprana edad, a la primera comunién. Poco des- pués las alumnas del colegio San Finbar, de la ciudad de Cork, en Irlanda, dirigieron una carta al Santo Padre en la que le agradecian dicho decreto, y mencionaron que ellas habfan vivido en compafifa de Nelly Organ, ya di- funta, quien con el permiso del obispo habia recibido la primera comunién a la edad de 4 afios y tres meses, y el mismo sefior obispo de Cork incluyé una carta de él al Santo Padre en la cual le explicaba brevemente las cir- cunstancias de la vida de Nelly, de la que decia que «tenia un especial carisma, puesto que desde recién nacida era débil, casi siempre sufrié enfermedades, y desde su ter- cer afio de vida fue iluminada por Dios en forma maravi- llosa... Por entonces expres6 a sus paps, catélicos prac- ticos, y a su enfermera el deseo intenso que tenia de reci- bir a Jestis en la Sagrada Hostia. »Como los médicos predijeron su temprana muerte, yo mismo di el permiso de celebrar su primera comunién el 6 de diciembre de 1907. Antes de su muerte, ocurrida el2 de febrero siguiente, pudo todavia varias veces unir- se con Jestis Sacramentado». EI Papa, que habfa predicho que por la comunién a temprana edad habria nifios santos, contesté al sefior obispo y alas alumnas del colegio una carta amable, en la cual pidié que le enviaran algun objeto personal de Nelly. 25 Se ee Lanifia Helene Organ, que después fue llamada Nelly, naci¢ el 24 de agosto de 1903 en un pequefio pueblo cerca de Cork. El papd, William Organ, era obrero empleado en el puerto de Cork; la mamé murié antes que la nifia, en enero de 1907, de tuberculosis. Nelly tenia tres herma- nos mayores que ella: Toms, David y Mary. Después de la muerte de la madre, el pap4 no podia cuidar a los cuatro nifios todavia pequefios, porque tenia que trabajar —como se usaba entonces— doce horas, desde temprano hasta el anochecer; asi que los nifios fue- ron repartidos en casas de caridad que la Iglesia tenia en Cork: Tomas y David con los hermanos maristas y las dos nifias con las madres del Buen Pastor. Cuando legaron las dos nifias a su nuevo domicilio te- nfan tosferina, asi que el médico ordené Hevarlas a un hospital, donde tuvieron que pasar diez semanas. Pero la pequefia Nelly, ya curada de la tosferina, se- guia lorando. Entonces descubrieron que tenfa la colum- na vertebral totalmente desviada, lo que le causaba gran- des dolores aun cuando estuviera acostada. A veces llo- raba durante toda la noche. Con el tiempo la enfermedad se agravaba siempre més; la nifia ya no tenia ganas de co- mer, pero siempre estaba sedienta, y ademas de todo le vinieron también fuertes dolores dentales. Finalmente los médicos descubrieron que Nelly, igual que su madre, tenfa tuberculosis en un estado grave y avanzado. Ya Nelly no saldrfa del hospital. En su cuarto se encon- traba una estatua del Santo Nifio de Praga, que represen- ta al Nifio Jestis como rey, con una corona. Las madres le rezaron una novena al Santo Nifio, y desde entonces Nelly tuvo una leve mejoria. A esta pequefia estatua también le lamaba «el Dios Santo», y ante ella meditaba en Jesis 26 Jess ¥ Los nifios como nifio, pero también sus sufrimientos en el viacrucis y en la cruz, mirando un hermoso libro ilustrado que le habian regalado con los misterios de la vida de Cristo. Una catequista, llamada Hall, le explicé todas las lami- nas del libro y la introdujo también en el misterio de la presencia eucaristica de Jestis en el sagrario. A ella la nifia la llamaba después «mama», por el carifio que am- bas se tenfan. Un dia le pregunté por qué permitié Jesus que le infligieran tantos dolores, y la sefiorita Hall le ex- plicé que Jestis lo habia hecho voluntariamente para re- parar los pecados de todos los hombres. Entonces la pe- quefia exclamé: «{Pobre Dios santo! ;Pobre Dios santo! Acompajiada por la sefiorita Hall, Nelly podia visitar también la capilla del hospital, y con gran fervor saluda- ba a Jestis Sacramentado y queria quedarse el mayor tiempo posible en su presencia. Después de la primera ver, le pedia siempre a la sefio- rita Hall: «, igual que como llamaban en su casa a lena de paz yacfa en su lecho de muerte; en su rubia ca- Anna de Guigné (nifia francesa que vivid entre 1911 y pellera le colocaron una corona de rosas de otofio y ee 1922), ba toda cubierta con flores blancas. Todas sus con eae No fueron suaves canciones de cuna las que arrullaron pulas la acompafiaron a su tumba en el Cementers £& ala bebé: el ruido de cafiones y el silbido de granadas ru- Munich, y cantaron la cancién favorita de Erna: « _ gian alrededor de la casa, constituyendo un peligro per- Jestis, ven conmigo». - manente. La linda camita que se habia preparado con q Su vida fue breve pero rica, porque amaba oo mucho carifio para Nenette, pronto tuvo que ser cambia- mente a Jestis. Si bien no logré la felicidad que anhelaba idad ¢ da por una tina galvanizada, porque ésta brindaba mas de recibir la primera comunién, su Amigo divino se la lle~ seguridad contra fragmentos de granada que pudieran vé a gozar para siempre del banquete eterno Ristizarie. gel— Erna devolvia su vida a Dios. Cuando el peligro era excesivo, se refugiaban en el s6- tano. Al poco tiempo, los ataques a la regién se volvieron tan peligrosos que tuvieron que evacuar la ciudad. Ne- nette tenfa apenas seis semanas de edad y su joven ma- dre no sabia a donde ir. La primera noche la pasaron en el " convento de Aix-sur-la-Dys. La cama y el cobertor de la pequefia fueron una canasta de pan y el tibio manguito que mamé usaba para calentar sus manos. 56 37 AGNES CHARVET (NENETTE) Jesds ¥ Los nifios Finalmente, los pobres refugiados encontraron posa- daen un elegante barrio residencial de Paris. Solamente se iban a quedar unos dias para luego volver a su lugar de origen; sin embargo, los destrozos de la guerra hicieron imposible el regreso. Nenette se la pasé tranquila y sin penas en su improvisada camita. Como bebé que era, le bastaba estar calientita y sin hambre. Cuando el papé recibi6, mientras estaba en campafia, una foto de su hijita, se alegré mucho, porque supo que la pequefia Agnes ayudaria a su madre a soportar la sole- dad. El 2 de junio de 1915 escribié a casa: «Estoy encanta- do de que Nenette se desarrolle como flor y se broncee como galletita de genjibre. Asi se pareceré a su padre que, bronceado en la trinchera, pronto pareceré un verdadero africano. Espero que en el futuro nuestro pe- quefio retofio sea toda tu alegrfa. Los nifios merecen todo nuestro amor» Solamente una vez pudieron volver a verse los esposos, y por breve tiempo. Ocho dias después, el 15 de junio de 1915, el papé de Nenette cayé en la guerra. Mu- ri6 como habia vivido, como buen cristiano, cuando su es- posa tenia apenas 23 ajios y su hijita atin no cumplia uno. Al pie de una foto de él, la mama de Nenette le escribié las siguientes palabras: «Mira con frecuencia al cielo y busca en Jestis a tu querido padre». Cuando Nenette aprendié a hablar, repetia muchas veces estas palabras. Después, cada noche daba un beso a la imagen de su papa. Mas adelante afiadié la pequeiia oracion: «Querido Nifio Jestis, bendice amamé y papa y protege a Nenette» En octubre de 1915, Nenette y su mamé pudieron mu- darse con su abuelo, a Amiens. Poco después, un tio de Nenette también cayé en la batalla. Sus dos hijos, Miguel 59 AGNES CHaRver (NeNeTTE: y Genoveva, se convirtieron en hermanos de Agnes. Sin embargo, a pesar de lo mucho que queria a sus pequefios compafieros, el primer lugar en su corazén lo ocupé siempre su mama «Mi mamé> decfa siempre con énfasis, porque en pri- mer lugar estaba la mamé de ella, después la de Miguel y Genoveva. Pero incluso en Amiens no era raro que, debi- do a las luchas de la guerra, la madre y la hija tuvieran que refugiarse en el sotano, que era el lugar mas seguro. Marzo de 1918 fue terrible. Hacinados en un Pequejio cuarto del sétano, las mama: asustadas, junto con sus hi- Jos, rezaban y pedian la proteccién de Dios. Obviamente Nenette no podia comprender la gravedad de la situa. cién, y con cada nuevo trueno y estallido exclamaba ale. gremente: «jOtra!» De nuevo tuvieron que huir. La sefio- ra Charvet y los nifios encontraron refugio con amigos en Chartres. El primer aprendizaje Al poco tiempo lleg6 para Nenette la época del apren- dizaje. Tenia cuatro afios. Debia empezar con el abeceda. rio, luego debia aprender un poco de catecismo y piano, Su propia madre le ensefié las verdades basicas de la reli gion. Todo le interesaba. Una vez le pregunté su mamé: «Dime, Nenette, :quién nos creé y nos dio la vida?» «;Pues fuiste td, mama!», contesté la pequefia con decision, Con tal respuesta, la ensefianza tuvo que volver a empezar. Pronto Nenette también cantaba muy bonito, y se puso feliz cuando le dieron un Papel en una obra de teatro. Con ahinco hacia sus tareas, pues de por si era muy responsa ble. Entonces hacia con gusto pequefios sacrificios de vencimiento y abnegacién. Eran necesarios, pues Nenet. teera «platicadora» y hacia otras muchas travesuras que 60 Jesis v Los nifios habia que corregir y quitdrselas. Cuando se enojaba mu- cho, en un dos por tres sacaba la lengua muy larga, ;Qué feo estaba eso! Pero para Navidad Nenette recibi6, apar- te de dulces y juguetes, una larga lengua de fieltro rojo. La nifia comprendié el significado de este regalo y se avergonzé mucho. Poco tiempo después se le habia quita- do esa mala costumbre. Cuando terminé la guerra, Nenette regresé con su mamé a la ciudad donde hab{a nacido, pero no pudieron establecerse ahi, porque la casa paterna ya era sélo un mont6n de ruinas. Por lo tanto, la familia tuvo que trasla- darse a Loos. Primera comunion de Agnes Llegé el dia mas feliz para Nenette, el 24 de abril de 1921. Tenfa seis afios y medio de edad. Desde hacia mu- cho anhelaba este dia y se habia preparado con entusias- mo para la primera comunién. Durante este periodo, Ne- nette iba a menudo al convento del Buen Pastor, donde hacia manualidades que luego se daban a nifios pobres. Ahf les conté a las madres acerca de su papé fallecido y se notaba lo bien que le hacia este desahogo, pues en su casa no Io hacia para no entristecer a su mama, Un dia le dijo a la hermana: «{Sabe qué, hermana? Pronto haré mi primera comunién, y me alegro mucho Por eso» «¢Por qué te alegras?» «Porque mi papé esta en el cielo, y cuando tenga a Jestis en mi corazén, entonces estaré también mas cerca de mi papd» A Nenette le gustaba mucho ir a la catequesis para la primera comunién. Como preparacién especial, los nifios realizaron en la parroquia ejercicios espirituales de tres dias. Nenette se grabé muy bien todo lo que oyé en cada platica. De la primera hizo algunas anotaciones, como la 61 AGNES CHARVET (NENETTE! siguiente: «En los ejercicios espirituales debemos apren- der a ser mejores, a ofrecer pequefios sacrificios y a practicar las virtudes durante el dia. Propésito: Me voy a esforzar en mi conducta para alegrar a Jestis, ala Madre de Dios y a mi mam. Mi mamd desea que me pare dere- cha ¥ me siente bien». ; La primera comunién de Nenette, junto con su primo, un poco mayor, se celebré con toda discrecién en la capi- lla de las Hermanas de la Caridad de Lille. Luego de comulgar, con mucho fervor rez6 por su padre y hablé en silencio con gran confianza a Jestis, presente en el mas sagrado de los sacramentos. A partir de entonces, comulgé regularmente una o dos veces por semana hasta su muerte. También empez6 de inmediato con los nueve primeros viernes al Sagrado Co- raz6n, practica piadosa que pidi6 Jestis en las revelacio- nes a santa Margarita Maria Alacoque en 1675, en Paray- le-Monial, Francia. En los dias de comulgar, Nenette mis- ma despertaba a su mamé, que atin dormfa, con un beso y una stiplica: «Mam4, por favor levantate, sino vamos a lle- gar tarde». En 1923 Nenette vivié una temporada con parientes en Alsacia, donde la pasé muy divertida. Pero en una oca- sién abandoné de pronto el juego, fue con su tfa Margari- tay le pregunté: «Tfa que es lo mas bonito para tien la tierra?» «Bueno, di tt primero». «Cuando puedo recibir a Jestis en mi coraz6n, en la santa Eucaristfa. ¢Sabes?, quiero mucho a mi amigo Jestis. También quiero a mi mam, claro; pero més a Jestis. Mira, en mi agenda apun- té todo sobre él» E120 de mayo de 1925 Agnes recibié el sacramento de la confirmacién. Por medio de este sacramento, el cris- 62 Jesis ¥ Los miiios tiano bautizado recibe la fuerza especial del Espiritu Santo para dar mejor testimonio en su fe, y se une ain més a la comunidad de la Iglesia. En Europa, cuando los nifios comulgaban a edad muy temprana, se hacia normalmente en forma muy discreta y familiar, pero en tales casos se realizaba posteriormen- te una comunién festiva y comunitaria, donde los nifios solian recibir muchos regalos. Agnes participé en esta fiesta el 7 de junio siguiente. En esta ocasién, junto con sus compafieras, renové con voz clara sus promesas bau- tismales. Algunos nifios se distraen facilmente en este dfa tan importante, pensando sélo en su linda vestimenta yenla fiesta y los regalos. Pero Agnes slo pensaba en Je- sds, a quien tenia en su corazén, y una profunda paz brilla- ba en sus ojos. La pequeria «cruzada» y sus sacrificios En octubre de 1924, en la iglesia de San Mauricio en Lille, Agnes fue aceptada solemnemente por el obispo en la asociacién de los pequefios «cruzados» (algo equiva- lente a los tarcisios e inesitas, de la Adoracién Nocturna, que impulsa a los nifios a incrementar su amor a Jestis en la Bucaristia). Ella tomé muy en serio sus obligaciones como cruza- da, y en su pequefia agenda anotaba las veces que comul- gaba, los rosarios rezados y sus pequeiios sacrificios. Especialmente dificil le resultaba el quedarse callada durante la clase, la obediencia y mantener el cuerpo er- guido. De manera que hubo muchas oportunidades para Japequefia cruzada de mostrar su amor a Jestis mediante Pequefias mortificaciones y renuncias. Y de verdad se esforzaba. Esto lo demuestran sus anotaciones: «Para alegrar a Jestis, hoy no platiqué» - «Por amor a Jestis me 63 AGNES Cuagver (Nenerte) mantuve derecha> - «Algo que me hubiera gustado, no me lo com{» - «El estudio y los trabajos manuales me en- fadaban, pero los hice por Jestis» - «Com{ un platillo que no me agrada» - «Tuve paciencia» - «No fui vanidosa» - «Quiero ser menos soberbia y esforzarme por vencer mi egofgmo, para alegrar a Jestis». También querfa animar a otros nifios a hacer sacrifi- Cios. Cuando habl6 de ello a otra nifia, ésta no la entendié muy bien. «Imaginate, tia Susanne —exclamé Agnes—, mi nueva amiga todavia no sabe lo que es un sacrificion «Se lo explicaste?» «Lo intenté, pero vi que no lo capta- ba; entonces no insisté También ofrecia sus buenas obras por los pobres peca- dores. Por ejemplo, cuando iba a coser para los huérfa- nos al convento de las hermanas Auxiliadoras del Purga- torio, le gustaba mucho sacar el papelito con el nombre de una persona cuya alma necesitaba oraciones especia- les. Por ella se rezaba en particular y se hacian ofrendas durante una semana. Se transforma en ofrenda E127 de diciembre de 1926 Agnes desperté a su mama: «Mama, me siento muy mal». Sumamé no lo tomé muy en serio, pero dejé que la nifia se quedara en cama al dia si- guiente. Pasé bien la siguiente noche. El lunes en la ma- hana Agnes le dijo: «Mama, no me siento nada bien. Voy a morir. El Nifio Jestis me va a recoger, pero todavia no el dia de hoy». Aunque el resto del dia se mostré alegre, su coraz6n estaba muy agitado. Por la noche le revelé a su madre: «Mama, ya una vez tuve unas palpitaciones asi, y Dor esto tenfa mucho miedo de estar sola en la recdmara. Pero no llores, mamé. Ya sabes que te quiero mucho, Jes0S ¥ Los uiiios pero quiero atin mas al Nifio Jestis. Por favor, que me en- tierren junto a mi papé». Cuando la mam, en su angustia, mand6 lamar al médi- co, Nenette le pidié: «Llama primero al parroco y después al doctor». Al llegar el sefior cura, lo saludé: «Padre, me alegro que haya venido, porque voy a morir», Después de confesarse con gran devocién y precisién, también le dij «¢Sabe, padre, que el Nifio Jestis vendra por mf?» Lamamé y el sacerdote trataron de convencerla de que eso no ocurriria, pero hacia el mediodia se le presentaron dolores muy fuertes, que eran los primeros sintomas de peritonitis. Era necesario operarla enseguida. Al anoche- cer Nenette ya estaba en el hospital de Lille. Cuando se qued6 unos minutos a solas con su mami, antes de ir al quir6fano, le dijo con absoluta seguridad: «Mam, el Nifio Jestis me va a llevar con él». Pero su mamé le rogé que ella misma le pidiera a Jestis que la curara. Asi se originé en su pequefia alma, lista para emprender el vuelo al cielo, una diffcil lucha: Agnes querfa mucho a Jestis y se alegra. ba de ir al cielo; pero también querfa mucho a sumama, y dejarla sola le era muy dificil. El 30 de diciembre le llevaron un pequefio pesebre con el Nifio Jestis. E] pesebre tenfa la siguiente inscripcion: «Todo por ti y contigo, amado Jesiis». Se alegré mucho y lo mir6 sonriente. Luego dijo: «No he recibido a Jestis, y me gustaria recibirlo». Enseguida el sacerdote del hospi- tal le trajo la sagrada comunién. Poco después estaba fe- liz y absorta en la accién de gracias, pero se presentaron de nuevo fuertes dolores. Hacia el medio dia recibié la uncién de los enfermos. Con la mayor devocién pronuncié el acto de contricién y siguid atentamente el rito sagrado. Repiti6 una y otra vez 65 INES CHARVET (NENETTE) la oracién «Acuérdate, oh piados{sima Virgen Maria...», as{ como su ofrecimiento por un pobre pecador que le ha- bfa sido encomendado por una de las religiosas. Cuando el sacerdote le dio la bendicién papal, hizo la sefial de la cruz lentamente. Sostenfa en sus manos eFrosario de la primera comunién de su papa, mismo que habia llevado cuando ella hizo la suya. Durante todo el dia su mirada estuvo como transfigurada. La abuela y la tia cuidaban a la pequefia enferma con todo carifio. E] 3 de enero, cerca de las 5 de la mafiana, Nenette se quejé nuevamente de dolores muy fuertes. Se habia pre- sentado una nueva infeccién y fue necesaria otra operacién, Cuando vio a la enfermera entrar para inyectarla, la nifia dijo muy agotada: «jOtra vez una inyeccion!, ya fue suficiente». Pero basté con decirle: «Querida Nenette, ofrécelo a Jestis», para que la aceptara con paciencia El viernes por la noche empeoré nuevamente, y dijo: «Siento que algo me oprime fuertemente; me voy a mo- rir», «No, por esto uno no se muere», dijo la abuela. «Si, abuela, el peso es cada vez mayor y me va a aplastar». Llegé el 8 de enero de 1927, era sdbado. Agnes estaba como transfigurada. Con un amor inmenso se sentia atrafda hacia Jestis, pero al mismo tiempo sufria mucho por tener que dejar sola a su pobre madre. El amor divino y el humano se enfrentaron. Poco a poco se resigné la mamé de Nenette y rez6: «Dios mio, ti me la diste para ha- cerme feliz. Te la devuelvo para que muchos pecadores se conviertan a ti» Los dolores de la nifia iban en aumento. «jQuerido Je- stis, aytidame! —exclamé—. jHe aguantado tanto! {Lléva- me contigo al cielo!» Con los ojos cerrados dijo todavia: «Jestis me prometié que entraré al cielo de inmediato». 66 esis y Los uifios «jMamé, tengo dolores tan fuertes!» «Hija mia, ofrece todo al buen Jestis» «Ya lo hice, pero me sigue doliendo igual. Dime, mam, :veré hoy a Jestis?, ecrees que me re- coja pronto? Mamé, no llores, ¢por qué lloras?» Mamé, répido, el doctor! {No puedo seguir, me mue- ‘Tu madre est contigo» «Eso no sirve de nada si el Nifio Jestis me quiere recoger» «Ten paciencia, hija mia»

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