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JAIME MARIA pe MAHIEU Mee wT B MAURRAS Y SOREL, Fa ni pone ee ao es ‘mercaderes y usureros, dos co- aa amie teeee mone aes eek ee ie accionario rechazaba, dirigia sus see Soe =) oc ae eaten re eee saints dee Se ee oe ‘iin del Estado, ocupado por Ja a ie pees Soars ae Sore ay See coont aimee Somes eee Soe ae eee ot soo a ea a7 ee ers “Welt oc Wt xan oper ees rs amin onl ead wana analiza ex el ensayo que da su titslo a Ie presente obra, Reac- idm necesaria contra la “subyer sin bungueta do 1780", no se las poaia aisler de sus causos, los mi- tos liberales, ni de su proyeccién, necesaria en el campo econbmico- social, la auténtica doctrina del corporativimo revolucionario, que ebemos al poco menos que dos conocido La Tour da Pin, A La contraencielopedia eontempordnea: ‘Maurras 7 Sorel, Mahiew egress, pues, en cportunidad del segundo, centenarie de Is Enciclopedia, dos studios complementarios: La mi tologla burgucsa del “Siglo de tas Laces” y La Tour du Pin, pre: ‘cursor de Ia tercera poscin. En estes tros ensayos, inhella- bles desle su publicaciin en 1951, fl lector encontrar no slo la lave de log ‘itimos doscientos fftos de nuestra historia sino tam big Ia base del pensamiento de: Mahieu que quiso con ellos, en: fl memento en que iniciaba su ‘area de doctrinario del comuni- turismo, definir sus adversar yy rendir homenaje a sus ma wos. BIBLIOTECA DE, ESTUDIOS POLITICOS Funpaseteros oe Brovottrica, Jaime Maria de Mahieu. CENTRO EDITOR ARGENTINO Casilla de Correo 191 - Suc 3B) Opnas Der. AUTOR Evolucién » porvonir del sindicalismo, Ba. Aray6, 1954, Ta naturaleca dol hombre, Ed. Araya, 1956, El Estado comunitario, TA. Aray'i, 1962. La economia comunitaria, BA, Universidad Argentina de Ciencias So ciales, 1964, Diccionario de ciencia politica, Book's International, 1966 Proletariado y cultura, Fd. Marit, 1907. Fundamentos de biopalitica, Centro Editor Argentine, 1968. Tratado de sociologia general, Evpesa, en prensa, JAIME MARIA pe MAHIEU MAURRAS Y SOREL CENTRO EDITOR ARGENTINO BUENOS AIRES Copyright by Ceserno Enron Ancesriso Hecho el depdnito que previene la ley 11.723 Impreso en la Argentina ~ Printed in Argentina Enero 1969 Prohibida ta reproduecién total 0 parcial sin permiso de lor editores Los tres ensayos que figuran a cantinuacién fueron publicado: por pri- mere ez en dos tomas con los cuales la revita Estudios Frances, eta: tte con la direccién de Alberto Falcionelli por ta Universidad Nacional ide Cuyo, fetejd a su manera, en 1951, el segundo centenario de ta En- ciclopetia, La presente reedicién los reproduce sin cambio algino, salvo unas pocas correcciones de orden grammatical. El autor pide disculpas por la pesades estilstica de terlor que fueron pensadas en francts y ‘raducides por é mismo al castellano a pocos aos de su llegala al pais. LMM, I LA MITOLOGIA BURGUESA DEL «SIGLO DE LAS LUCES» 1. La sociedad del siglo dieciocho EI siglo xvim 0, mas exactamente, el periodo comprendi- do entre la muerte de Luis XTV, en 1713, y la reunién de los Etats-Généraucr, en 1789, constituye, desde el punty de vista social como desde el punto de vista politico, una época dificil de entender en sus Iineas esenciales. Francia pierde su pri- mer imperio colonial, pero toma rapidamente st desquite sobre Inglaterra Hevando a feliz éxito la guerra de la inde- pendencia norteamericana. Su cultura domina a Europa y se habla francés en Berlin como en San Petersburgo; pero Ja “filosofia”, que no es para Catalina y Federico sino un entretenimiento y una coartada, roe poco a poco los cimientos del Estado, La industria nace y crece ripidamente; pero John Law provoca la primera bancarrota financiera al mismo tiem- po que suscita el gusto por el agio. La agricultura mejora sus ‘téenicas y aumenta sus réditos; pero el Estado que se apoya cn ella ya no consigue equilibrar su prosupuesto. Ta civiliza- cién alcanza, en Versailles, una de sus cumbres; pero la nobleza cortesana pierde alli su dureza y su intransigencia y, por eso mismo, el espiritu de dominacién indispensable al ejercicio de su funcién social. El apogeo de una sociedad bri- Mt ante, fina y culta esté prefiado de una decadencia cuyas primeras manifestaciones ya sacuden los fundamentos de un orden milenario, El observador se ve tironeado entre la ad- miracién por lo que es y la conciencia del drama que este presente anuncia y prepara, Desde el punto de vista social, todo parece funcionar normalmente. La estructura orginica de las comunidades locales y profesionales se mantiene sin cambio. Cada uno desempefia, en su lugar, el papel al cual lo preparaba su nacimiento y su formaciéa, Sin duda, se siente a veces cierto endurecimiento de un orden que deberia modelarse constantemente sobre las realidades cambiantes y lo habia sabido hacer hasta entonces, pero que se revela in- capaz de enfrentar las nuevas condiciones de una evolucién econsmicosocial de cambios demasiado profundos y repenti- nos. No es que la maquina sea tan herrumbrosa; pero ya no trabaja con los mismos elementos de siempre y cuerpos ex- trafios se insindan en sus engranajes. El malestar que se nota resulta menos de esta inadaptacién misma que del desasosiego de la aristocracia, dirigente por naturaleza, que no entiende por qué rechina la maquina y pierde confiatza en su capaci dad como en su misién. Pero todo esto no basta: he ahi que los Beaux esprits del reino le vienen a decir que su poder es ilegitimo, que los principios tradicionales que rigen desde tan largo tiempo la vida social son erréneos, que st superioridad es ilusoria y su existencia misma, contraria a las leyes de Ia naturaleza, He abi que de todas partes se siente repelida de sus posiciones histéricas por recién Hegados que poscen el di- nero de que ella carece y se infiltran hasta en sus filas. Des- orientada, desde ya la aristocracia moralmente ha abdicado. 2 La burguesia administrativa Estas recién Hegados son los miembros de Ia alta burgue- sia. Nada mas equivoco que el término que acabamos de emplear. Sirve, en efecto, para designar a la vez a los artesa- nos y comerciantes de la sociedad corporativa y a la nueva clase, dominante en el orden de la produccién aunque no productora, que los despoja de su jerarquia y prerrogativas En el siglo xvmr, Jas funciones burguesas son “ocupadas”, en cl sentido militar de la palabra, por una oligarquia que saca su poderio de dos fuentes distintas: 1a administraciin y el capital. Veamos el primer punto, En la Edad Media la organizacién social era esencialmente feudal, vale lecir que el sefior poseia en su feudo el conjunto de los poderes politicos y judiciales. Cuando los reyes capetos unificaror el pais, uvieron mucho cuidado en no destruir un orden natural insustituible y se limitaron a hacer la sintesis de las comuni- dades feudales incorpordndolas al organismo nacienal, Tal unificacién evidentemente no era posible sino en la medida en que los sefiores aceptaban abdicar su soberania en favor del Rey y convertirse en sus apoderados, en sus “funciona- ios”. Se sabe que la aristocracia no admitié de buena gana esta pérdida de su autonomfa, aun cuando su poderio en cuanto estamento no disminuyera mucho ya que pasaba del plano de la aldea al del pais, La Fronda fue el iiltimo sobre- salto del feudalismo politico. Pero ya hacia tiempo que los reyes habian tomado conciencia de la necesided ea la cual se encontraban de contar con hombres enteramere afectos al poder central e independientes de todo recuerdo feudal. de con- sumo, el nacimiento de las manufacturas Ie abrid nuevas po- sibilidades. Hn lugar de gastarlo, el propietario de un capital pudo multiplicarlo, sin ningim trabajo suplementario por parte suya, comanditando a productores obligados por la competencia a reemplazar sus herramientas poco costosas por méquinas que eran incapaces de comprar por si mismos. Es- {a oligarquia capitalista poco se preocupaba por el poderio social en si, Sélo aspiraba al poderio econémico, Pero lo econdmico dependia absolutamente de lo politico en el sen: tido de que estaba reglamentado estrechamente por cl Esta- do, Y el Estado real, insensible al poder del dinero, estaba ligado orginicamente, por otro lado, a la estructura tradicio- nal de las corporaciones comunitarias. Estas le debian la legislacién que las protegia y los privilegios (privze leges) {que les reservaban los mercades de alguna importancia, “Pa- ra desarrollar su poderio todavia virtual —escribiamos en un ‘trabajo anterior—, la burguesia capitalista tenia por lo tanto que quebrar necesariamente, ante todo, los marcos de la economia corporativa y transformar la estructura social que estaba ligada a ella. Tenia que substituir la produccién co- 5 amumitaria por Ia produccién liberal, la organizacién de los jmercados por la libre competencia, 0 sea substituir el orden de los productores por el orden de la produccién que, en ‘adelante, se distinguiria de él", Mas para lograr tal resultado, hhecesitaba primero apoderarse del Bstado del que dependia toda transformacién de la estructura econémico-social. Las reivindicaciones que expresaban la yoluntad de poderio eco- némico de la burguesia capitalista se transponian, por lo tanto, Wégicamente en reivindicaciones de orden politico. Se reunjan asi con las de la burguesia administrativa, En am- bos casos, el fin inmediato era el mismo: la conquista del Estado. 4, Burguesia y estado ano El rapido anilisis que acabamos de hacer nos muestra Claramente la diferencia esencial que existia entre la nueva “spurguesia conquistadora”, segrin la acertada expresion de Georges Sorel, y el Tiers-Etat, el estado llano que pretendia representar. El estado llamo, su mismo nombre To indica, no era una clase ni un estamento, sino un conjunto de grupos ¢ individuos sin clase ni estamento, vale decir de todos los que no pertenecian a la nobleza ni al clero. Fl gran arte de la burguesia capitalista y administrativa fue precisamente el de hablar en nombre del estado Hano por entero y de vincu- lar sus propias ambiciones con las aspiraciones de los distin- tos grupos de los cuales habia salido pero con Tos cuales ya no tenia, desde tiempo, nada que ver. Todas los medios ser- vian, Los campesinos protestaban, con razén, contra Tas supervivencias injustificadas del régimen feudal? Se los iba ‘a excitar contra la nobleza, ¢La revolucién comunal consti- tuia el origen de los privilegios corporativos y se habia hecho en nombre de la libertad? Se iba a predicar la libertad a Tos 16 artesanos, sin decirles, por supuesto, que dicha libertad ab- situta acarrearia la desaparicién de sus estatutos profesiona- Tes, Més todavia, y aqui el maquiavelismo Mega al colmo: cla ferme du sel (concesién del impuesto sobre la sal) era impopuilar? Los sefiores fermiers-genéraux no vacilaban en promoter su desaparicién mientras seguian cobrando sis be- hreficios, Los obreros de las manufacturas se quejaban de Jos bajos Salarios? Se les contaba que proventan de las Himi- taciones impuestas a la libertad de comercio por los privilegios corporativos... Asi, el estado Hlano por entero fue movilizado fen provecho de una clase cuya timica aspiracién era precisa: mente separarse de la masa compleja de la cual habia salido fe imponerle su dominacién, Si observamos en a historia las consecuencias de esta tragica mistificacién, veremos a los ar- tesanos reunirse con los obreros de las manufacturas y com jinnumerables hijos de campesinos en la abominable condicién proletaria y trabajar para el tmico provecho del duefie de las Imiquinas, vale decir de la burguesia capitalista, mientras {que los herederos de la burguesfa administrativa constituirdn Tos poderosos linajes de los profesionales de la politica liberal que dirigirin el Estado “ocupado” en perfecto acuerdo con las directivas de la oligarquia financiera. La lamada “Revo- Iueién francesa” fue, por lo tanto, ef resultado de Ja aecién convergente de grupos burgueses que, a 10 largo del siglo xvitt, hhabjan tomado conciencia de si mismos y actuaban en fun- cign de su interés de clase, y de fuertes minorias populares fengafiadas por una propaganda babil, ast como también de Ta apatia de la parte de la nobleza que tenia en mano el Tatado y del mismo Rey. El éxito de Ja empresa tone una lave: una doctrina imica 0, més exactamente, una mitolo- gia vinica bastd- para orientar yx organizar a la, burguesia. engafar al pueblo y debilitar la fuerza de resistencia del Estado, La encontramos expresada en todos sus aspectos en Ww esta obra inmensa en la cual colaboraron todos los beaux es- prits del “siglo de las luces”: la Enciclopedia. 5. La “Enciclopedia”, expresién e instrumento de la oligarquia burguesa Doscientos afios han pasado desde que Diderot lanzaba fa través de Europa el cdlebre prospectus que anunciaba la préxima publicacién de la Enciclopedia, 0 Diccionario razo- nado de las Ciencias, las Artes y los Oficios. Han pasado dos- cientos afios que han visto la doctrina de los “filésofos” di- fundirse en Francia y en el mundo, alcanzar su apogeo con la aceptacin casi general del liberalismo, para sufrir des pués la dura prueba de las realidades y decrecer paulatina- mente hasta no ser, hoy en dia, en cuanto doctrina, sino una supervivencia verbal y wn tema de conmemoraciones aca- Aémicas, aunque la sociedad contempordnea conserva todavia su huella en numerosos aspectos. Ya nadie lee la Enciclopedia por la sencilla razén de que se ha vuelto tan ilegible como toda la literatura propiamente filoséfica de sus redactores. Candide, de Voltaire, nos deleita; pero gquién podria aguan- tar la lectura de las memorias y los panfletos escritos en defensa del caballero de la Barre o de Calas? El adversario ideolégico mas encarnizado de Rousseau no piensa en absohuto en rehusarle el ugar que le merecen, en la literatura fran- cesa, las Réveries y las Confessions. Pero gquién conoce sus articules de economia politica? ¢Quién se sumerge en las obras de d’Alambert, d’'Holbach o Helvétius, y hasta en las de Diderot si se exceptiian sus novelas libertinas y sus ons”? Quién consulta a los fisidcratas, aun a los mis fa- ‘mosos tales como Quesnay y Turgot? Sin embargo, la Enci- clopedia, en su tiempo, estuvo en todas las bibliotecas y los libros més 0 menos prohibidos de sus redactores circuiaron 18 de so capa y se vendieron a precio de oro, La Enciclopedia se ha vuelto ilegible porque se trata en realidad no de una obra literaria, ni menos atin filoséfica, sino de un trabajo de periodistas, como bien lo vio Sorel. O, mas exactarente to- davia, es un enorme Reader's Digest destinado al honnéve omme deseoso do sobresalir a poca costa en los selones de provincia y de tener una opinién tan superficial como defini tiva sobre “las ciencias, las artes y los oficios". Es uma doble empresa de vulgarizacién y de propaganda cuyo doble éxito, por supuesto, nadie negaré. Vulgarizacién en primer lugar: no tanto de Ia férmula de la pélvora o del uso del astrolabio, aunque el gran mimero de datos susceptibles de lamar la atencién de las mentes eminentemente curiosas de una época de descubrimientos haya hecho mucho para el éxito de la obra, sino sobre todo de la doctrina liberal en sus aspectos econémico y politico, Propaganda, en segundo lugar, por la difusién de los mitos que expresaban en imagenes ‘iciles el pensamiento y las intenciones de los “fildsofos”, es decir, en realidad, de la burguesia. No queremos insimuar que la En- ciclopedia constituyé lo equivalente de un manifiesto de par- tido, La burguesia no estaba organizada, sino solamente su minoria operante agrupada en las logias y las sociétés de pensée, La Enciclopedia fue, a la vez, la expresién de las aspiraciones més 0 menos conscientes del conjunto de la bur- guesia y el instrumento preparado y utilizado por sus grupos organizados para difundir doctrina y consignas, dar concien- cia a la oligarquia ascendente de sx interés y su paderio y, al mismo tiempo, engafiar al pueblo y neutralizar a la aris- tocracia, Vamos a mostrar cémo los enciclopedistas lograron evar a cabo estas tareas miiltiples y, en apariencia por lo ‘menos, contradictorias, 19 6. Las fuentes de ta doctrina Notemos ante todo que la doctrina de la Enciclopedia no salié armada del cerebro de algin Jipiter mitémano y libre- pensador. Por lo contrario, esta fundada sélidamente en dos experiencias histéricas y casi no hace sino tomar otra vez, pa- ra uso de los franceses, los principios que habian asegurado el éxito de la clase burguesa en Ginebra y en Inglaterra, vale decir los de la Reforma. Pocos historindores y sociélogos se han dado cuenta de la relacién de causalidad que existe entre la insurreccién religiosa del siglo xv y el adveni- miento del capitalismo. Los hechos, sin embargo, son indis- catibles. En Ginebra, la banca adquiere, en el dia siguiente al de la Reforma, la importancia que todavia posee. El pa triciado tradicional se transforma en oligarquia financiera y Ja usura se hace la fuente principal de sus réditos, En Inglaterra, la gran burguesia comerciante suplanta a la aris- tocracia que sélo salva parte de sus privilegios incorporan- dose al nuevo “orden” econdmicosocial. ¢Simple coinciden- ia? No, puesto que la Reforma es la que destruye la socie- dad politica de la Edad Media que garantizaba la organizacién comunitaria, aniquila o debilita 1a autoridad moral de la Iglesia que se oponia desde siglos a la usura, a In libre com- petencia y a la explotacién del hombre por el hombre. La Reforma es la que predica el liberalismo y el individualism, En el orden religioso, se nos objetard, Pero, a partir del amomento en que se admite la autonomia del individuo y su derecho al libre examen en el campo para él ms importante, partir del momento en que se rechazan la jerarquia y los valores de la Iglesia, estrechamente confundidos hasta enton- ces con el orden comunitario de la sociedad, ccémo explicar ¥ hacer admitir que los principios liberales © individualistas valen solamente en el campo espiritual? Y, por otra parte, 20 go se necesita reemplazar la estructura politicosocial que se ha desplomado al mismo tiempo que la organizacién ecle- sidstica? Los bienes de la Tglesia pasan a particalares: el nuevo poder tiene que garantizar esta propiedad privada ex- puesta a los ataques de los defensores del catolicismo. Y, re- ciprocamente, los nuevos propietarios se hacen los més fieles mantenedores del régimen, y el Estado debe tenerlo en cuenta. Asi, la propiedad individual, liberada de las obliga- ciones del servicio, se convierte en una de las beses de la sociedad protestante. Se atacan el estatuto del clro y, de una manera general, los miiltiples complejos de derechos y deberes que determinan la posicién y la actitud de cada uno cen la sociedad. Hay, por lo tanto, que reemplazar el derecho histérico de las comunidades por un principio nuevo que no puede ser sino individualista y liberal. Nada sorprendente que se lo vaya a buscar en la usanza del comercio, sobre todo cuando se trata de pueblos mutrides de textes biblioos que presentan a Tos judios en continuo regateo con Jehové El orden del contrato reemplaza el orden de la naturaleza, En el siglo xvi, pues, la burguesia finaneiera y camerciante dominaba, ya desde hacia tiempo, en Inglaterra como en Ginebra, Y gdénde vemos a los enciclopedistas ir a buscar su inspiracién? Primero en Londres. Diderot es tan anglé- filo como Voltaire y Montesquieu. Después en Ginebra: Rous- seaut es hijo de la ciudad de Calvino y recibié alli su primera formacién, si nos atrevemos a decirlo asi. Se sabe, por otra parte, que las obras de Locke constituyen la fuente inmediata del pensamiento de los “fil6sofos", Entre la Reforma y la Enciclopedia, la filiacién es directa. 4 7. El trabajo de zapa de los enciclopedistas No hay que olvidar, sin embargo, que Locke exponia en sus escritos un estado de cosas existente, Por importante que fuera, su papel se limitaba a extraer los principios de la es- tructura de la sociedad burguesa. Los enciclopedistas se ha- aban en una situacién totalmente distinta, Se trataba para ellos no solamente de establecer una doctrina sino también ¥ ante todo de zapar los cimientos del orden tradicional para abrir el camino a los conquistadores del interior. De ahi el extremismo de numerosas posiciones tedricas que no corres- pondian ni a Jas aspiraciones de la burguesia, naturalmente moderada, ni siquiera a las intenciones profumdas de quienes las tomaban. A menudo se ha dicho, con cierta verosimilitud, que el nuevo reformador més exaltado, Rousseau, no hubiera podido aguantar el especticulo del Terror. Todo el mundo conoce, ademis, su famosa contestacién a un burgués que se vanagloriaba por haber criado a su hijo segiin los principios del Emile: “Tanto peor para él, Seftor, y tanto peor para usted”, Ya menudo se ha notado con sorpresa que este ted- rico de Ja tabula rasa habia puesto sobre euidado a los pola- os, que le pedian un proyecto de constitucién, contra la liberacién masiva de los siervos y preconizado simplemente ‘que se les abriera una salida para adquirir la libertad como a los burgueses para adquirir la nobleza. Diderot y Voltaire {a0 eran los consejeros —Sorel escribe: los bufomes— de Ca- talina y Federico? Todo eso no es paradéjico sino en apa- riencia. Para destruir el orden existente, habia que exagerar Ja amplitud de Ja transformacién esperada. Ahi también so reconoce el sello de la clase comerciante. En el fondo, los excesos de doctrina y de lenguaje de los “filésofos” no eran sino precauciones de tendero que esta esperando un regateo: pedian mucho para obtener algo. Ademis, hablar de los 22 enciclopedistas como de un conjunto homogéneo seria tan inexacto como considerar a la burguesia como tn bloque compacto, Estaban todos de acuerdo en cuanto a la necesi- dad de transformar en un sentido liberal la sociedad existen- te, Pero los fisidcratas eran liberales del tipo que califica- riamos hoy en dia como conservador, muy afectos al prin- cipio de un Estado autoritario que protegiera su sacrosanta propiedad y Voltaire no era mais que un escéptico mientras que Diderot se hacia el radical y Rousseau el anarquista, sin hablar de los utopistas Hlorones que presentaban a la admir cién enternecida de las muchedumbres a los buencs salvajes de América y otra parte, sin otro propésito que el éxito de libreria, Pero, en formas diversas y en varios grados, era una misma ideologia la que moderados y eatremistas difun- dian en todas las capas de le poblacién. 8. El liberalismo econimico No hay que extrafiarse de que las nuevas ideas se hayan manifestado primero, y con més vigor, en el campo econd- mico, ya que en él la burguesia encontraba los obsticulos in- mediatos a su voluntad de poderio o, mas exactamente, al en- Tiquecimiento que condicionaba su eventual acceso al poderio. Las corporaciones, ya lo hemos dicho, tenian en sus manos los mercados. Los esfuerzns para acabar con ellas no podian alcanzarlas sino en un punto: sus privilegios. Convenia ,por Jo tanto, presentar éstos como servidumbres, como estorbos nefastos a la vez. para el libre desarrollo individual y para la ‘vida econémica del pais. El Estado mismo practicaba por otro lado cierto dirigismo econémico, en particular en el ‘campo del comercio de los cereales cuyo monopolio se habia reservado. Ya que este iiltimo funcionaba en el marco ad- ministrative del Antiguo Régimen, la provincia, presentaba 23 el inconveniente real, aunque facilmente remediable, de una compartimentacién siempre molesta y a veces trigica. En cambio, ofrecia la inapreciable ventaja de sustracr a la es- peculacién uno de los alimentos basicos de la poblacién, Para acaparar el comercio de los granos y los beneficios considera- bles que podia dar precisamente porque se trataba de une mercaderia imprescindible, la burguesia llevé una campaiia perfectamente orquestada en favor de la libertad de comercio, Fue particularmente el hecho de los fisiécratas, y la famosa férmula Laissez faire, laissez passer es de uno de ellos, Dupont (de Nemours), ése mismo que fundé més tarde, en los Esta- dos Unidos, una fibrica de pélvora que se hia vuelto, en ma nos de sus descendientes fieles a las teorias del antepasado, el inmenso trust que se sabe. Fueron igualmente ellos los que introdujeron en Francia la idea inglesa conocida con el nom- bre de “ley de Ja oferta y la demanda”, aplicable en su men- te no solamente al mercado de las mercancias sino también al del trabajo. La agravaban ademas por una teoria del valor segiin la cual todo trabajo de transformacién de una materia prima no vale mas que la cantidad de productos naturales consumidos por su autor. Encontramos, por lo tanto, en los fisidcratas todas las tesis muy sencillas que, puestas en apli- cacién, produjeron el régimen capitalista, vale decir, la domi- nacién de la burguesia del dinero merced a la libertad del comercio, con las consecuencias de la especulacién, la com- petencia despiadada y el monopolio privado; y al acapara- miento del producto del trabajo, con la consecuencia de la proletarizacién de los productores, esd dela clase obrera mucho peor que la esclavitud y, con mis razén, que la servidumbre, En nombre de Ia libertad individual para comerciar y para producir y de las supuestas leyos naturales on las cuales los fisideratas la fundaban, la burguesia comer- ciante, que iba a transformarse cada vez mis en burguesia oy capitalista, iba a suprimir las liberiades histéricas de todo el resto de Ja nacién, 9. Tierra y propiedad Este liberalismo econémico era, por otra parte, comin a las varias escuelas del siglo xvi y las discusiones que opo- nian, acerca de puntos de detalle, a fisidcratas y “fildsofos” no doben hacernos perder de vista la unidad de sas teorias bisicas. Quesnay, Diderot y Rousseau bien podiar. discutir, 1a veces asperamente, acerca de la forma a dar al Estado: to- dos estaban de acuerdo sobre cl principio de a libertad de comercio, También lo estaban sobre el de la defensa de la propiedad privada. Pero mientras que los “fildsofos” consi- deraban la propiedad individual como un derecho natural liso y Mano, negando asi su funcién social, los fisideratas re- currian a lo que lamariamos una mistificacién si estuviéra- ‘mos seguro de su mala fe. Para ellos, en efecto, la fuente de toda riqueza era la tierra. Todo trabajo ulterior al del suelo no era sino transformacién sin aporte nuevo de bienes, De ahi su extrafia teoria del impuesto segrim la cual era ilégico y antinatural tasar un producto varias veces segtin sus trans- formaciones 0 cambios de manos. La ‘inica “materia imponi- ble” era el producto neto de la produccién agricola y sélo los propietarios del suelo debian hacer frente a las cargas co- munes. Vista a través de las tess fisiocriticas, la propiedad privada de la tierra ya no aparecia como un derecho sin contrapartida, Era stil para la nacién y asi recibia su justifi- cacién social: se discutiria tanto menos el cardcter sagrado que la escuela atribuia a la propiedad individual en general, como lo haré mas tarde la Declaracién de los derechos del hombre, Pero, por otra parte, ya hemos sefialado que la teorfa del valor que estaba ligada a la tesis del impuesto 25 tinico era falsa y hacia inviable el sistema. Un utopista hue biera tratado de aplicarlo? La tierra, hasta la venta de los bbienes amados “nacionales”, pertenecia a la nobleza, a la Iglesia y a los campesinos, no a la burguesia. Esta, por lo tanto, no hubiera sido alcanzado por la medida, pero, por lo contrario, se hubiera beneficiado con la supresién de todo impuesto sobre las transacciones y las utilidades comerciales ¢ industriales. Se ve claramente cémo la doctrina de los fi- sidcratas —comiin, en sus propésites, con la de los “fléso- fos”— tendia a favorecer exclusivamente el capital de es- peculacién y explotacién a expensas de los recursos tradicio- nales de la sociedad histérica. Si agrogamos que Turgot y algunos otros hicieron campafia en favor de la supresién de las leyes contra la usura —que la “Revolucién” abrogard, por supuesto—, el marco estar completo y no tendremos ninguna duda en cuanto a la atribucién, en el plano econé- mico, de la paternidad del régimen liberal 10. Derecho histérico y derecho comercial También a los fisiéeratas, mas adelantados sobre este punto que el mismo Rousseau, debemos lo que podriamos Hamar la individualizacién de nuestro derecho. Hasta el siglo xvi, no habia duda alguna para nadie de que la socie- ded superaba al individuo que dependia de ella, como el todo supera a la parte. Francia estaba compuesta por co- munidades de distinta naturaleza y no por individuos. En el seno de dichas comunidades, cada uno tenia el lugar de- terminado por su funcién y su valor social. El derecho his- ‘rico era, por lo tanto, orginico. Para los fisiécratas, al contrario, “los ciudadanos tienen derechos, y derechos sagra- dos para el cuerpo mismo de la sociedad, como lo escribe ‘Turgot; existen independientemente de ella; son sus clomen- 26 tos necesarios, e ingresan en ella sélo para ponerse, con todos ssus derechos, al amparo de estas mismas leyes que aseguran su propiedad y su libertad”. Encontramos aqui las bases del liberatismo politico tal como los “filésofos” y scbre todo Rousseau lo desarrollarén, Su origen es claro: los fisiéeratas trasponen en el orden social el derecho comercial. No hay para ellos comunidades histéricas sino solamente individuos quienes, en fechas fijas, se retinen para comprar y yonder sus productos y conservan, al margen de las cliusulas de sus contratos, una completa autonomia, Se lleva tan lejos este “atomismo” social, segiin la expresién de Sorel, que vemos a nuestros economistas rehusar a las comunidades orgénicas el derecho de propiedad y atacar hasta las fundaciones so pretexto de que sus fundadores no tenian el derecko de en: cadenar las _generaciones venideras y de que los “cuerpos particulares” que las administran no existen por si mismos sino en funcién del Estado, Pero, si el papel histérico ya no Jo crea, gen qué se funda el derecho? Sabemos de donde procede —el derecho comercial— pero no en qué estriba, Para Jos fisidcratas, el furidamento del derecho es la propie- dad. Fuera de su escucla, nadie dudaba, en el siglo xv, aun entre los defensores de las “luces”, del origen social de la propiedad. Montesquieu y Rousseau estaban de acaerdo so- bre este punto, Por lo contrario, para Quesnay y lbs suyos, la propiedad no es sino la indispensable garantia del derecho natural de cada individuo a la autoconservacién, Pero no hay propiedad que pueda desemperiar eficazmente su papel sin la libertad para hacer uso de ella sin trabas, y el liberalismo €s, por lo tanto, el principio rector del derecho piiblico asi ‘como del derecho privado, Nadamos en la abstraceén pura, y Io menos que se pueda decir es que el razonamiento es algo sospechoso. Hasta seria completamente incomprensible si no tuviéramos en cuenta el pragmatismo de los fisidcratas, 7 ante todo afectos a defender sus posiciones y sus interoses de clase. Pues, contrariamente a los “filésofos” y a Rousseau, los discfpulos de Quesnay admiten generalmente la natura. leza social del hombre y la desigualdad de los individuos. Casi se hacen los realistas, pero solamente en la medida en que Ia realided sirve sus propésitos. La teoria del contrato social poco les gusta, pues haria depender la propiedad de la Voluntad General; el igualitarismo los inquieta, pues pone sobre el tapete la reparticiin de las riquezas. El orden “co- mercial” de Ja sociedad asegura, por lo contrario, a la bur- guesia el libre uso del poderio que dimana de la propiedad del capital, 11, El contrato social Los fisidcratas, ya lo hemos dicho, no representaban sino el ala moderada de la clase ascendente. Eran con respecto a los “fildsofos” y sobre todo a Rousseau lo que los socialistas reformistas de nuestros dias son con respecto a los comunis- tas. Poco deseosos de suscitar conmociones politicas que pu- sieran en peligro sus bienes y sus personas, retrocedian ante un ataque brutal contra los principios fundamentales de la sociedad monirquica. Por otra parte, mostraban demasiado Ja punta de la oreja al hacer de la propiedad la base a la libertad. La burguesia necesitaba una doctrina que hiciese tabula rasa del orden histérico y suprimiera de modo defini- tivo todo peligro de sobresalto juridico por parte de las co- munidades profesionales como de la feudalidad. Admitir el origen natural de la sociedad obligaba a aceptar la autonomia del Estado, mientras que queria conquistarlo sin que se pudiera tacharla de usurpadora. El pueblo, on fin, no as- piraba mucho a ver reemplazar la propiedad, ligada a la funeién social, con que se beneficiaba por una propiedad sin 28 obligaciones. De ahi la acogida entusiasta dispensada de todas partes a las teorfas contractuales que hacfan de la so- ciedad la consecuencia de un trato técito entre individuos Ti- bres e iguales, Io bastante razonables como para darse cuenta de su interés comin en asociarse para asegurar su defensa y la de sus bienes. Ni Rousseau ni los “fildsofos”, por su- puesto, inventaron la tesis del contrato social. Se la encuen- tra integramente en Locke, y existen ademés precedentes hhistéricos. Los puritanos ingleses habian presentado, en 1647, a la asamblea del ejército, un proyecto de declaracién que hubieran querido hacer firmar a todos los ciudadanos. Més alin: en 1620, los cuarenta y un jefes de familia Ne. gados a América en ol Mayflower habian firmad> solem- nemente un contrato de establecimiento, mientras que, en 1629, 1 Massachusetts se habia fundado en forma de wna sociedad por acciones cuya carta se habia convertido en cons- titucién de la colonia, Doble fuente protestante y comercial que no nos sorprenderemos encontrar en el origen del Con- trato social pero que no impide que las sociedades historicas sean anteriores al contrato que viene a veces a sancionar su existencia y su modo de gobierno. El ser humano no cae del cielo: nace de una sociedad formada por su padre y su ma- dre, que no elige, No es libre: depende, durante langos afios, de adultos de quienes recibe el cuidado, el alimesto y la instruccién. No es igual a sus semejantes: posee caracteres biopsiquicos propios, de los cuales proceden sus posibilidades Por lo tanto, gqué significan la libertad y la igualdad que Rousseau como los “fildsofos” le atribuyen en derecho? Y equé es dicho derecho que contradice los hechos? Estamos en la abstraccién pura. Estamos también ante la misificacion mis desvergonzada, Pues el contrato social existe, en efecto, pero no tiene nada que ver con los origenes de la sociedad Como lo escribe Proudhon, que por cierto no tiene nada de 29 un reaccionario, “el contrato social, segiin Rousseau, no es otra cosa sino la alianza ofensiva y defensiva de aquellos que poseen contra aquellos que no poseen.., Este pacto de odio, monumento de insinable misantropia, esta coalicién de los barones de la propiedad, el comercio y la industria contra los desheredados del proletariado, este fermento de guerra social, en fin, es lo que Rousseau, con una jactancia que yo califica, ria de infame si ereyera en el genio de este hombre, lama contrato social”, 12. El mito de la Voluntad General Esta frase tan dura de Proudhon seria incomprensible si no se tuvieran presentes las consecuencias de la filosofia politica de Rousseau, La teoria del contrato social ha servido @ la oligarquia burguesa para camuflar su dominacién tras ¢l mito de la Voluntad General. Pues al mismo tiempo que reducia la sociedad a una simple asociacién de tipo comercial, Rousseau la deificaba en sus decisiones. No le bastaba que los ciudadanos supuestos libres dependiesen en realidad, para sus medios de subsistencia, de los dueios del dinero; se necesitaba ademis que las minorias en vena de rebelién acep- tasen su situacién de inferioridad y se sometiesen ante los Diktate de Ia mayoria, vale decir de los ya sometidos y, en liltimo andlisis, de la clase dirigente. Este mito de la yolun- tad general, segiin el cual la mayoria expresa no su opinién sino la decision infalible de la sociedad misma, ante la cual los disidentes tienen que prosternarse so pena de excluirse de los beneficios del contrato y de sufrir un merecido castigo, es verdaderamente el “opio del pueblo”. Dificilmente se en. tiende, hoy dia, cémo hombres de buena fe pudieron admitir tal sustitucién de la verdad por el nimero, sobre todo en un régimen liberal que colocaba necesariamente el nximero bajo 30 Ja dependencia de las potencias del dinero para las cuales el sistema no era sino una fachada cémoda, Ni la mayoria es infalible, ni la sociedad esti hecha de los individuos que la componen en un momento determinado: ¢s, por lo contrario, una comunidad histérica que domina a sus miembros de un instante y evoluciona segin una intencién directriz, ajena a la opinién como a los intereses de un grupo particular, que el Estado representa 0 deberia representar. BI sistema del contrato social Mega precisamente a la alienacidn de la co- munidad histérica a la minoria de los duefios del capital que actiian por intermedio de la mayoria de los ciudadanos, re- ducidos por el liberalismo al papel de ilotas y sometidos, por necesidad vital, a la voluntad de la oligarquia dirigente. Los liberales pronuncian el anatema contra los Estados “totalita- ios” que expresan Jo que podriamos Hamar la “voluntad histérica” de las comunidades que dirigen y le sacrifican, en caso de necesidad, una generacién, Pero, en nombre de la mistica Voluntad General, someten a sus intereses de clase —y sacrifican si les parece itil, no sélo a los hombres sino también a la misma comunidad histérica. No faltan ojem- plos, desde el Terror hasta nuestros dias, de tal despotismo liberal por el cual la burguesia asegura o refuerza su dominio sobre la sociedad conquistada y sobre el Estado “ocupado”. 13. Los Derechos det Hombre Aqui, estamos en el corazén mismo de la misificacién liberal. El hombre del siglo xvin, como el hombre de la Edad Media y el hombre de la Antigtiedad, estaba integrado en grupos sociales, ellos mismos incorporados orginicamente en la Comunidad cuyo érgano rector constituia ol Estado, Era miembro de una familia que formaba parte de una aldea —o de una ciudad— y dicha aldea formaba parte de una a1 provincia, y dicha provincia formaba parte de una nacién, No escogia su nacién, su provincia ni su aldea, como tampoco clegia sui familia. Este mismo hombre pertenecia a wn grupo profesional asociado con otros grupos semejantes para cons tituir una corporacién, También era miembro de una cofra- dia religiosa, vinculada con su oficio, de una parroquia, co- rrespondiente a su domicilio, y de la Iglesia a la cual pertene- cia su nacién. Si, tedricamente, le era factible elegir su oficio y su religiGn, de hecho su status profesional y confesional es- taba determinado por la historia de su familia y la de su co- marca, {Es decir que el hombre del Antiguo Régimen era prisionero de la sociedad que se imponia a é!? No, en abso- Juto, Como lo ha notado muy acertadamente Maurras, des- pués de Hegel, la palabra libertad no tiene sentido sino cuan- do significa poder. Un hombre es tanto més libre cuanto mas puede, y la asociacién multiplica sus posibilidades. Pero dicha asociacién es tanto més eficaz cuanto menos depende de cambios de humor o de fantasias individuales. Aislado, el recién nacido ni siquiera puede vivir por si solo. No es libre de vivir, vale decir de realizar las posibilidades natura- les que posee, sino en la medida en que depende del grupo de seres esencialmente desiguales que constituye la fami- lia, Asimismo, el proletario de hoy no es libre de comer sino en la medida en que depende de la empresa que le paga un salario y de esta asociacidn profesional, bien incompleta sin embargo, que constituye el sindicato merced al cual los efec- tos de la explotacién capitalista son parcialmente atenuados: empresa y sindicato muy poco satisfactorios si se los compara con el taller y la corporacién de la era precapitalista, El hom. bre del antiguo régimen posefa, por lo tanto, sus libertades, vale decir los poderes correspondientes a su ser individual y social. Pero henos aqui con que los enciclopedistas rompen la umidad de este hombre concreto. Lo despojan de su ori- 32. gen familiar, de su oficio, de su nacionalidad y de su religidn. Lo transforman en un esquema de hombre, en un individuo tedrico y abstracto sin contacto con la realidad de la vida social. Aun esto es demasiado para ellos. No quieren consi- derar sino al individuo, a este hombre de quien Maistre decia muy justamente no haberlo encontrado nunca de ninguna parte, Después, en fin libres de las lihertades que protegian al hombre y multiplicaban sus posibilidades personales, legis- lan en funcién del Hombre abstracto, de dicho Hombre inexistente que no puede reaccionar. Asimismo, rehtsan con- siderar las comunidades sociales de toda indole de las cuales el hombre real forma parte naturalmente: el Hombre no pue- de vivir sino en una Sociedad tan abstracta como él. Enton- ces, los enciclopedistas legislan en funcién de dicha Sociedad impotente, como el Hombre, para reaccionar en la misma medida de su irrealidad. Las libertades naturales desaparecen para dejar Ingar a una Libertad de la cual ta Sociedad es a la vez juez y garante, Asimismo la desigualdad, merced a la cual el recién nacido puede vivir, el ciudadano esta protegido, y el obrero produce, deja lugar a una Igualdad tanto mas inatacable cuanto que es abstracta ¢ inalcanzable. En nom- bre de los Derechos del Hombre, se suprimirén despiadada- mente los derechos naturales ¢ histéricos del hombre con- cereto, se disociarin las comunidades tradicionales y se prohi- birdn las asociaciones. Ya no quedaran sino dos factores en presencia; el Estado “ocupado” por la burguesia y el indi- viduo aislado, vale decir, de hecho, el capitalista protegido por el Estado y el productor indefenso, ambos igualmente Li- bres; 0 sea, segim la famosa formula de Julio Guesde, “ol zorro libre en. el gallinero libre”. Se conocen las consecuen- 33 14, La “Naturaleza” y el orden natural Lo que parece mis extrafio al socidlogo de hoy que em- pieza el estudio del pensamiento de los enciclopedistas es sin duda alguna su perpetuo recurso a la Naturaleza, Para ellos, Ja Sociedad esta gobernada por leyes naturales inviolables que forman parte del plan de la Creacién (0 del sistema del uni- verso) y que conviene conocer para obedecerles: formula que Aristételes y Maurras suscribirian de buena gana. Por Jo tanto, pareceria légico buscar en la historia cudles son los regimenes y las leyes conformes a la naturaleza del hom- bre que han permitido a las sociedades desarrollarse segiin su finalidad propia, Pero tal no es el camino que siguen los fisidcratas, los “fildsofos” ni, por supuesto, Rousseau, La Sociedad, no lo olvidemos, no es, para ellos, sino un conglo- merado de individuos. La Naturaleza infalible sélo puede manifestarse, por consiguiente, en cada individuo 0, mas pre- cisamente, en su “conciencia pura e iluminada”” como eseribe el fisidcrata Turgot en una sentencia que se creeria tomada prestada a Rousseau. La conciencia pura es la conciencia ins- tintiva de quien no ha sufrido la influencia de la civilizacién: Ja conciencia del salvaje, No existe mas que en los primi- tivos. Los europeos, y tanto mas cuanto mas han sido alcan- zados por el descaecimiento social, deben iluminar su con- ciencia por el uso de la razén merced a la cual podrin hallar otra vez la Naturaleza, Nada sorprendente, por lo tanto, que dicha Naturaleza infalible que se manifiesta en mayor 0 menor medida en la conciencia individual no tenga mucha relacién con el orden natural de la sociedad, nada sorpren- dente que Jo contradiga generalmente. En el siglo xvuir, in- numerables son las obras consagradas a la apologia de la vida salvaje, que oponen sistematicamente sus cualidades a los vieios de la vida civilizada, Viajeros y misioneros libe oF les rivalizan de admiracién para con los buenos incios exen- tos de todos los defectos, nacidos libres, iguales e indepen- dientes, desprovistos de ambiciones e intereses y “sin deberes ni asumtos” como escribe Bougainville de los indos de la ‘Tierra del Fuego jmodelos de vida social, como se sabel “La Libertad de que gozan, dice ol P. Charlevoix de los indigenas de Nueva Francia, es para ellos una gran compensacién por las comodidades de las cuales estan privados. Lo que vemos cada dia en algunos mendigos profesionales y en varias per- sonas del campo nos suministra una prueba sensible de que se puede ser feliz en el seno de la indigencia. Los salvajes Jo son todavia mas realmente... porque estin en posesién del mas precioso don de la Naturaleza...”. Perfectos y fe- lices por libres: gquién no quisiera imitar a los iroqueses? Si se dan un poco a la pederastia, el excelente padre no puede evidentemente sino deplorarlo, pero Diderot no vacila en escribir que, después de todo, no hay ninguna racén para privarse del placer so pretexto de que esti desprovisto de utilided, jExtrafia Naturalezal 15, La antifisis del siglo dieciocho Asi como en nombre de la Libertad los enciclopedistas niegan las libertades esenciales al hombre, atacan en nombre de la Naturaleza el orden natural de la sociedad. Pero, cosa notable, las libertades que niegan son las que oponen su barrera milenaria al asalto de la oligarquia burguesa, y el orden social natural que desvirtiian es el que da su solider a la estructura del Estado que se trata para ella de conquistar, @Coincidencia? No, puesto que tenemos la prueba, por las confesiones que dejaron escapar, de que algunos “filisofos” se daban perfectamente cuenta de la mistificacién en la cual co- laboraban. Asi, Diderot no vacila en hacer una distincién en- 35 tre el Hombre abstracto y el hombre real y en reconocer que sélo el primero goza de la Libertad, D’Holbach sabiamente discrimina al pueblo del populacho y condena la Tgualdad como la democracia, mientras que el mismo Rousseau, ya lo hemos visto, recomienda al rey de Polonia, en lugar de mandarle el Contrato Social, que no libere a los siervos, y Condorcet, més tarde, siguiendo en ello el ejemplo de sus queridos norteamericanos, descartaré de la vida politica a los “ciudadanos pasivos”, vale decir a los no propietarios. Asimismo los enciclopedistas confiesan, en tal o cual opor- tunidad, la antifisis de sus concepciones: “el hombre, al acer —escribe Diderot— encuentra a un enemigo... Este ‘enemigo es la naturaleza, y la lucha del hombre contra la naturaleza es el primer principio de la sociedad”. La socie~ dad tal como la concibe nuestro “filésofo” no es, por lo tanto, natural, no resulta de las leyes del universo y, por lo contra- rio, se alza en contra de ellas, El naturalismo contradice, por consiguiente, la naturaleza real como la sociedad indivi- dualista, el orden natural. Qué necesitamos mis que dicha confesiin? Sin duda la comprobacién de que el método em- pirico por el cual los enciclopedistas pretenden descubrir su naturaleza no es sino un trampantojo. Pocos escritores mis que ellos han puesto en valor el método experimental y bur- lado a los hacedores de sistemas, Los laboratorios estaban de moda y la “filosofia” no queria ser una disciplina distinta de las otras, Todo sistema “se derrumba a medida que se lo edifica —escribe Helvétius—, si no estriba sobre la base in- quebrantable de los hechos y de la experiencia”. Y d'Hol- bach: “En todas sus bisquedas, el hombre debe recurrir a la fisica y a Ja experiencia”. Pero cuando se trata de esta blecer una “politica natural” —es éste el titulo de una de las ‘obras principales de d’Holbach— los enciclopedistas se apo- yan, en lugar de acudir a la experiencia, sobre testimonios 30 mas 0 menos bien interpretados y siempre tendencosos que viajeros incompetentes traen de sus expediciones al Caribe 0 a Tahiti: ¢Exror de informacién? Se lo podria creer y, sin Guda, seria exacto en Io que atahe a algunos. Pero Rous- seat, cutya relativa franqueza a veces nos resulta itil, no siempre disimula el caricter muy especial de su método: “Empecemos por descartar todos los hechos —escribe en su Discours sur Porigine et les fondements de Vinégalité parmi les hommes—, pues nada tienen que ver en la cuestiin [de la ley natural]. No hay que tomar las bitsquedas que se pueden emprender sobre este tema por verdades histéricas sino sola- mente por razonamientos hipotéticas y condicionales, mas adecuados para iluminar la naturaleza de las cosas que para ensefar su verdadero origen y semejantes a los que hacen cada dia nuestros fisicos acerca de la formacién del mundo”. Es reconocer sin ambajes que todas las indianadas, ruy lejos de ser la experiencia de que se saca la ley por induccién, tie- nen por vinica razén de ser apuntalar fantasias, 0 sea, en estilo “cientifico”, razonamientos hipotéticos y condiciona- les... Se nos podré contestar que la curiosa concepcién que tiene Rousseau de la biisqueda politica, asi como, por otra parte, de la fisica, no impide que otros en este caso los “fi- lésofos”— hayan fundado su doctrina en la observaciin. Des- graciadamente, ademis del texto de Diderot que citamos mas arriba, y no es el nico en este sentido, queda que todos los enciclopedistas, a cualquier grupo que pertenezean y cual- quiera sea el método que pretendan emplear, Ilegan a las mismas conclusiones erréneas y que todos se apoyan sobre una Naturaleza ideal sin ninguna relacién con la realidad tal como la experiencia nos la revela; Naturaleza que no es sino el primero de los mitos que la Enciclopedia difunde y que van, durante casi dos siglos, a crear en el orden politico luna tan nefasta confusién en las mentes, a 16. Los mitos y las palabras Un mito social no tiene valor en si. Es un complejo de imiigenes que representa y expresa tan bien una realidad profunda como una nue. Hemos visto que el mito de la Naturaleza marcaba el sumo de la antifisis enciclopedista. También constitaye la causa y el fundamento de toda la mitologia de la época. Ya que, en efecto, la Naturaleza es tuna especie de Idea platénica cuyo conocimiento los hechos no pueden sino turbar, los métodos empiricos de observacién no tienen sobre ella ninguna eficacia, A la abstraccién del abjeto debe corresponder la abstraccién del conocimiento y de su instrumento. Del mito de la Naturaleza nace, por lo tanto, el mito de la Razin: no la razén sélida y necesaria por la cual la mente progresa légicamente en lo real, sino una Razin sofistica que no representa més que un verbalismo idealista y declamatorio, Y estas palabras constituyen otros tantos mitos muevos que la burguesia usa como caballos de ‘Troya contra la sociedad del Antiguo Régimen. Mitos hu- manitarios en primer Iugar: la Humanidad, la Fraternidad, Ja Tolerancia zapan la realidad social —y por eso mismo, po- litica— del orden tradicional. La familia, la aldea, la pro- vvincia y la nacién parecen poca cosa al lado de la Humanidad. Pero los deberes para con los grupos naturales de los cuales uno forma parte y se siente parte son precisos e imperativos,

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