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En estas aguafuertes estan pa- tentizadas las més sefialadas cua- lidades de la personalidad literaria. e individual de Pio Baroja En la primera de ellas, donde An- selmo Pelosio estudia al pensador y al hombre, se lee cémo Baroja en- juicia con tremenda sinceridad a algunos de sus profesores de la Fa- cultad En la segunda, el autor abre un paréntesis para exponer sus opinio- nes sobre el problema social de la medicina y su preocupacién por el status del médico. ‘Aunque el ensayo destaque, por supuesto, preferentemente el tema barojiano y médico, este trabajo se proyecta —en su brevedad—hacia otros sectores que comprenden el ‘amplio campo de la cultura gene- ral Un manifiesto individualismo con propensién humana dan carécter ‘al pensamiento, y una prosa incisi- va y variada hacen que la lectura de “Dos aguafuertes barojianas” resulte amena e interesante. Anselmo Pelosio DOS AGUAFUERTES BAROJIANAS COLECCION® SUEMPREVIVA, re / RUEDA ~ La Editorial Rueda inleta con es ta obra su Coleccion Slempreviva, En esta coleccién se publicardin los libros de autores nuevos y los que siempre, a través del tiempo, tienen actualldad en la literatura universal, ya sean de autores nacio- nales 0 extranjeros. La Editorial Rueda so. propone fast poner al aleance de} lector It bros que ofrecen un interés perma- nente, prestando de esta manera un servicio @ la cultura, difundiendo por medio del libro el pensamtento moderno y elisico, Todas las ediciones de nuestra editorial son Smpresas en las mejo- res condiciones, en cuanto @ st in- tegridad y presentacién, ofreeién- dolas en forma econémieamente ventajosa para toda clase de lec tores, ANSELMO PELOSIO DOS AGUA FUERTES BAROJIANAS GRABADAS PARA EL MEDICO ® SANTIAGO RUEDA - EDITOR BUENOS AIRES Coleccién Stempreviva Impreso en Ja Argentina Queda hecho el depdsiio que previene la ley. Reservados todos los derechos. Copyrigth 1909 by Santiago Rueda Editor Sarmiento 680 - Buenos Aires “Yo no tengo la costumbre de mentir. Los optimistas son los que mienten de una manera mds 0 menos inconsciente, Los pillos de tna manera deliberada. Yo no soy ni una cosa ni otra: ni optt- mista ni pillo.” Esta es In ascveracién de R. Aldington sobre Lawrence: “Es un hombre libre que piensa por su cuenta, que vive su propia vida, que va por su pro- pio camino, sin buscar reconocimiento, dinero, alumnos ni influencia, sino resuelto a establecer contacto directo con la realidad y apasionadamente interesado en sur propia percepeién del mundo”, Y éste resulta asimismo el retrato cabal de Pio Baroja. Pio Buroja era médico, aunque, segin él, ni sabia tomar el pulso. Pienso que Ie hubiera sido ms difieil pulsar los doce latidos radiales de la medicina china. Ejercié la profesién sin mayor en- tusiasmo y por poco tiempo, hasta cambiar el con- sultorio por una panaderia, De Baroja panadero se habl6é mucho mis que de Baroja médico. La nota no deja de tener st atractivo. Y es tipicamente ba- ojiana por lo pintoresca e insélita. Como médico no hizo nada. No tenia. tempera- ‘mento ni caricter para la profesién, Eso sf, se inte- resaba por las ciencias de Ia naturaleza, Interés, en cierto modo, de caricter filos6fico y de mera infor- macién y extensién cultural, u Yo creo que le agradaba poco Ia medicina, por Jo menos como oficio. En cambio, le hacia Ia his toria clinica a los tipos mas extravagantes que por puro afén de charlar sin saber nada de nada andan_ de contramano; y a los desarraigados por errores de perspectiva y dominacos por ta inflacién. Y mien- tras abrfa Je puerta ancha del asilo de Ia novela a los vagabundos y aventureros, le seguia el ras- tro a Ja brujeria del pats vasco. Aun dector Medinaveitia, médico del pueblo, le confiaba por entonces su descontento con la profe- sign, El le preguntaba el porqué. —Creo que no hago un diagnéstico bi Ja contestacién. Y el otro lo consolaba diciéndole: —"Eso Ie pasa a todo cl mundo, sobre todo al que empieza. Hay que estudiar al enfermo, hay que verlo En su consultorio de la aldea —se habia estable- cido en Cestona— tenia que hacer de todo como se comprende. Alli estaba al parecer como acora- zado. Y, segim Jung, el médico que tiene una cora- za personal no puede actuar. Las intervenciones lo asustaban, Y tenia que improvisar. Cuenta que una vvez para cerrar una herida con catgut, tuvo prime ro que dedicarse a afilar la aguja frotindola en Ia raspa de una caja de {ésforos. Por iiltimo, dice con desaliento, que Ja sangre lo habia salpicado por todas partes y andaba como un carnicero. Gustavo Pittaluga afirma en su estudio de la sangre que la misma es un humor muy particular. Y que los hom- B bres Ie tienen miedo, Es posible que Baroja no es- capara a este desasosiego. Pero otros, y no loo profesionales y cientificos, son Jos alcances de esta personalidad. Su obra de ‘ensayista lo presenta en su cara més seductora, Mu- cho més interesante que como novelista, ‘Tenia ideas originales y una opinién muy particular de Ins cosas. Aunque Ortega haya dicho que no era su fuerte pensar, sino sentir, Era un peripatético. Un vagabundo de las letras. Andaba por los caminos de la vida con la chalina al viento y los zapatos gastados, cargando su bolsa de ideas que iba amontonando con la despreocu- pacién del mendigo que no le importa el mundo. Su desalifio se retrata al natural en su prosa dos- toievskiana y descuidada. Le importa un bledo la presencia. Su preocupacién es la sinceridad ante la vida, Su decoro es un puro decoro mental. Y su ongullo decir la verdad aumque cueste fortunas de disgustos y de amarguras. Su inconformidad, las enzimas de su sangre catalizadoras de la sustan- cia de un libérrimo individualismo configuran su mentalidad anarquista. Anarquista y anarquizante. Pero es siempre un hombre libre. Y, guste 0 no guste, un artista respetable, (“El xinico artista que no merece respeto es el que trabaja para gustar al piblico, para obtener éxito comercial u honores académicos”, Jacques Maritain.) Sa nombre y su obra traspasa las fronteras. Y ese mismo pueblo que no lo consagré jamés. en sus veleidades politicas, para las que carecia de 3B Jas condiciones de mendacidad, fingimientos y so- fismas, lo tiene como escritor de universiles con- diciones. En los jévenes de hoy encuentra sus ma- yores admiradores, ‘Con Baroja se podra estar de acuerdo o no. Hay que reconocer, sin embargo, que fue sincero y veraz. A veces dijo cosas tremendas, tal vez come- tiendo desafueros. Porque con la palabra también se incurre en desafuero, Frente a la hipocrecia inveterada adopté una “thetica nihilista”, y desvistié el pensamiento sin pudores para juzger al mundo y los valores de la inteligencia y del carécter de muchos hombres. Por alli habia afirmado: noralie zamnos”. Era el remedio similia para curar la ine moralidad, y un disfraz cinico para enfrentarse con. tuna cultura convencional y con las alternativas de Ja gran farsa social. Maquiavelo, que segtin Laski era_un idealista, también empleaba el cinismo y Ihacia elogios de la astucia para afirmarse en sus convicciones que se enfrentaban con una cultura moribunda y con Ja farsa, Muchas veces fue parcial, porquie no quiso esti= mar en 9 verdadero alcance los atributos. subjeti- vos que parecia desdefiar. Sus valoraciones estém circunscritas a la esfera de lo racional. Que es un’ poco mirar la vida por el ojo de la cerradura, Por- que si existe un mundo de eyes deducide por el pensamiento, también hay otro de cosas percibido por Jos sentidos, como certifica Spinoza. No crefa nada de lo que no podia ver con los ojos y tocar uu con las manos. Estaba lejos del pitagérico que afir- maba que Jas cosas inmateriales y eternas consti- yen la verdadera realidad, No queria distinguir lap diferencias que sefialé Scheler entre el homo faver y el “buscador de Dios”, Pensaria como En- gels, que a pesar de nuestra conciencia, de la tras: cendencia del pensamiento, todo no es més que el producto de un érgano material, corpéreo: el ce- rebro, Para él Ja vida no tenia finalidad alguna, Preguntado, hubiera respondido como Anaxigoras que dijo haber nacido para contemplar el sol, Ia Tuna y las estrellas, Es curioso que una mentalidad heuristica como Ja suya, con evidentes inquietudes por la historia satural, se inelinara por el racionalismo més abso tuto. Aungue le gustaba la nicble, no supo, 0 no ©, caminar bajo Ja niebla metafisica, Y eso que hasta el bidlogo —segiin Sinnott— esti lla- mado a enfrentarse con problemas metafisicos. Ba- roja caminaba despreocupado al sol de las reali- dades tangibles, Yo creo, sin embargo, que la realidad sola no sirve para hallar el equilibrio, Y asi andsba por el monte, con las manos enlazadas la egpalda, desbrozando los matorrales del pen- samiento. Y queriendo encontrar argumentos de Porfiada e intrincada discordancia, Prefirié cl monte al jardin. Ya se lo ve en su rosa, de lenguaje cliptico, sin arrequives. Parece cierto que “castigaba su estilo”. Su lenguaje era etnografico en contraposicién con la jerga diplo- ‘mitica, Su frase es breve pero jugosa. En sus pi- 15 ginas corre un viento de tormenta, Se debe stpo-> ner que sus estudios de medicina le han servido para dar cierta precisién a la descripcién novelis- tica y al anilisis psicol6gico de sus personajes. Por ‘eso Azorin puede clasificar a esta prosa como prosa de diagnéstico. Parece duro y lo es. Parece seco —como anota- son algunos eriticos— y sin embargo tiene rinco- nes himedos de originalidad y de humor. Se le comparé a un fraile con cilicio y todo, No es cier- to, En el croquis vivo del paisaje de su espirita se puede ver el trazado colorido de arroyuelos que cantan y de florestas rientes. EI paisaje tione una influencia manifiesta en el arte de Baroja. Su obra armoniza con el clima de su tierra, Su personalidad intelectual manticne una vital y profunda relacién ecolégica. Prefiere la me- dia luz, el medio tono de Ia naturaleza, La tum ria a la solana. El otofio al esti, ‘Como también el silencio al fraseo. Por ¢s0 no derrocha palabra y nunca se defiende con brillante etériea, sino con refunfufio agresivo. A lo 080, Alguna vex dijeron que era como un oso. No fue la suya una cultura de gabinete o de invernadero, fue mis bien un saber de Agora; a ciclo abierto. Todo lo que daba su inteligencia, la siembra de su talento, haba crecido como el trigal a la intemperie; a campo raso, No era, sin embar- 0, una cultura de masas, un saber superficial, un suber “noticioso’. Era una mentalitid insinuante y especulativa, 16 Se valié de Ia palabra desnuda de artificios por- ‘que le repugnaba la retérica huera de los que siempre se estin escapando por la tangente. Baro- ja era franco y categérico, Y Ia gente, en general, prefiere estar lubricada con vaselinas de sumisién y de lisonjas, y

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