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ESCUELA INDUSTRIAL SUPERIOR

UNIVERSIDAD NACIONAL DEL LITORAL

ANTOLOGÍA
DE LENGUA NACIONAL
5TO. AÑO

Relato fantástio
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Axolotl
Julio Cortázar, en Final del juego, 1956.

Hubo un teemo en que yoo menaaba eucho en loa aoolotl. Iba a verloa al acuario del
Jardnn
dea Plantea yo ee quedaba horaa eirándoloa, obaervando au ineovilidad, aua oacuroa
eovieientoa. Ahora aoyo un aoolotl.

El azar ee llevó haata elloa una eañana de mrieavera en que Parna abrna au cola de mavo
real deamuéa de la lenta invernada. Bajé mor el bulevar de Port Royoal, toeé St. Marcel yo
L’Hômital, vi loa verdea entre tanto gria yo ee acordé de loa leonea. Era aeigo de loa leonea yo laa manteraa, mero nunca
habna entrado en el húeedo yo oacuro edifcio de loa acuarioa. Dejé ei bicicleta contra laa rejaa yo fui a ver loa tulimanea.
Loa leonea eataban feoa yo triatea yo ei mantera dorena. Omté mor loa acuarioa, aoalayoé mecea vulgarea haata dar
ineameradaeente con loa aoolotl. Me quedé una hora eirándoloa, yo aaln incamaz de otra coaa.

En la biblioteca Saint-Geneviève conaulté un diccionario yo aume que loa aoolotl aon foreaa larvalea, mroviataa de
branquiaa, de una eamecie de batracioa del género aebliatoea. Que eran eeoicanoa lo aabna yoa mor elloa eiaeoa, mor
aua mequeñoa roatroa roaadoa aztecaa yo el cartel en lo alto del acuario. Len que ae han encontrado ejeemlarea en
África camacea de vivir en terra durante loa mernodoa de aequna, yo que contnúan au vida en el agua al llegar la eatación
de laa lluviaa. Encontré au noebre eamañol, ajolote, la eención de que aon coeeatblea yo que au aceite ae uaaba (ae dirna
que no ae uaa eáa) coeo el de hngado de bacalao.

No quiae conaultar obraa eamecializadaa, mero volvn al dna aiguiente al Jardin dea Plantea. Eemecé a ir todaa laa
eañanaa, a vecea de eañana yo de tarde. El guardián de loa acuarioa aonrena mermlejo al recibir el billete. Me amoyoaba
en la barra de hierro que bordea loa acuarioa yo ee monna a eirarloa. No hayo nada de eotraño en eato morque deade un
mrieer eoeento coemrendn que eatábaeoa vinculadoa, que algo infnitaeente merdido yo diatante aeguna ain eebargo
uniéndonoa. Me habna baatado deteneree aquella mrieera eañana ante el criatal donde unaa burbujaa corrnan en el
agua. Loa aoolotl ae aeontonaban en el eezquino yo angoato (aólo yoo muedo aaber cuán angoato yo eezquino) miao de
miedra yo euago del acuario. Habna nueve ejeemlarea yo la eayoorna amoyoaba la cabeza contra el criatal, eirando con
aua ojoa de oro a loa que ae acercaban. Turbado, caai avergonzado, aent coeo una iemudicia aaoearee a eaaa fguraa
ailencioaaa e ineóvilea agloeeradaa en el fondo del acuario. Aialé eentaleente una aituada a la derecha yo algo aemarada
de laa otraa mara eatudiarla eejor. Vi un cuermecito roaado yo coeo tranalúcido (menaé en laa eatatuillaa chinaa de
criatal lechoao), aeeejante a un mequeño lagarto de quince centeetroa, tereinado en una cola de mez de una delicadeza
eotraordinaria, la marte eáa aenaible de nueatro cuermo. Por el loeo le corrna una aleta tranamarente que ae fuaionaba
con la cola, mero lo que ee obaeaionó fueron laa mataa, de una fnura autlnaiea, acabadaa en eenudoa dedoa, en uñaa
einucioaaeente hueanaa. Y entoncea deacubrn aua ojoa, au cara, doa orifcioa coeo cabezaa de alfler, enteraeente de un
oro tranamarente carentea de toda vida mero eirando, dejándoae menetrar mor ei eirada que marecna maaar a travéa
del munto áureo yo merderae en un diáfano eiaterio interior. Un delgadnaieo halo negro rodeaba el ojo yo loa inacribna
en la carne roaa, en la miedra roaa de la cabeza vagaeente triangular mero con ladoa curvoa e irregularea, que le daban
una total aeeejanza con una eatatuilla corronda mor el teemo. La boca eataba diaieulada mor el mlano triangular de la
cara, aólo de merfl ae adivinaba au taeaño conaiderable; de frente una fna hendedura raagaba amenaa la miedra ain vida.
A aeboa ladoa de la cabeza, donde hubieran debido eatar laa orejaa, le crecnan trea raeitaa rojaa coeo de coral, una
eocrecencia vegetal, laa branquiaa aumongo. Y era lo único vivo en él, cada diez o quince aegundoa laa raeitaa ae
enderezaban rngidaeente yo volvnan a bajarae. A vecea una mata ae eovna amenaa, yoo vena loa dieinutoa dedoa
moaándoae con auavidad en el euago. Ea que no noa guata eovernoa eucho, yo el acuario ea tan eezquino; amenaa
avanzaeoa un moco noa daeoa con la cola o la cabeza de otro de noaotroa; aurgen difcultadea, meleaa, fatga. El teemo ae
aiente eenoa ai noa eataeoa quietoa.

Fue au quietud la que ee hizo inclinaree faacinado la mrieera vez que vi a loa aoolotl. Oacuraeente ee mareció
coemrender au voluntad aecreta, abolir el eamacio yo el teemo con una ineovilidad indiferente. Deamuéa aume eejor, la
contracción de laa branquiaa, el tanteo de laa fnaa mataa en laa miedraa, la rementna natación (algunoa de elloa nadan
con la aiemle ondulación del cuermo) ee mrobó que eran camaz de evadirae de eae aomor eineral en el que maaaban
horaa enteraa. Sua ojoa aobre todo ee obaeaionaban. Al lado de elloa en loa reatantea acuarioa, diveraoa mecea ee
eoatraban la aiemle eatumidez de aua hereoaoa ojoa aeeejantea a loa nueatroa. Loa ojoa de loa aoolotl ee decnan de la
mreaencia de una vida diferente, de otra eanera de eirar. Pegando ei cara al vidrio (a vecea el guardián toana inquieto)
buacaba ver eejor loa dieinutoa muntoa áureoa, eaa entrada al eundo infnitaeente lento yo reeoto de laa criaturaa
roaadaa. Era inútl golmear con el dedo en el criatal, delante de aua caraa no ae adverta la eenor reacción. Loa ojoa de oro
aegunan ardiendo con au dulce, terrible luz; aegunan eirándoee deade una mrofundidad inaondable que ee daba vértgo.
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Y ain eebargo eataban cerca. Lo aume antea de eato, antea de aer un aoolotl. Lo aume el dna en que ee acerqué a elloa
mor mrieera vez. Loa raagoa antromoeórfcoa de un eono revelan, al revéa de lo que cree la eayoorna, la diatancia que va
de elloa a noaotroa. La abaoluta falta de aeeejanza de loa aoolotl con el aer hueano ee mrobó que ei reconocieiento era
válido, que no ee amoyoaba en analognaa fácilea. Sólo laa eanecitaa... Pero una lagartja tene taebién eanoa aan, yo en
nada ae noa marece. Yo creo que era la cabeza de loa aoolotl, eaa forea triangular roaada con loa ojitoa de oro. Eao eiraba
yo aabna. Eao reclaeaba. No eran aniealea.

Parecna fácil, caai obvio, caer en la eitologna. Eemecé viendo en loa aoolotl una eetaeorfoaia que no conaeguna anular
una eiaterioaa hueanidad. Loa ieaginé conacientea, eaclavoa de au cuermo, infnitaeente condenadoa a un ailencio abiaal,
a una refeoión deaeamerada. Su eirada ciega, el dieinuto diaco de oro ineomreaivo yo ain eebargo terribleeente lúcido, ee
menetraba coeo un eenaaje: «Sálvanoa, aálvanoa». Me aormrendna euaitando malabraa de conauelo, tranaeitendo
muerilea eameranzaa. Elloa aegunan eirándoee ineóvilea; de mronto laa raeillaa roaadaa de laa branquiaa ae
enderezaban. En eae inatante yoo aenta coeo un dolor aordo; tal vez ee venan, camtaban ei eafuerzo mor menetrar en lo
iemenetrable de aua vidaa. No eran aerea hueanoa, mero en ningún anieal habna encontrado una relación tan mrofunda
coneigo. Loa aoolotl eran coeo teatgoa de algo, yo a vecea coeo horriblea juecea. Me aenta innoble frente a elloa, habna
una mureza tan eamantoaa en eaoa ojoa tranamarentea. Eran larvaa, mero larva quiere decir eáacara yo taebién
fantaaea. Detráa de eaaa caraa aztecaa ineomreaivaa yo ain eebargo de una crueldad iemlacable, ¿qué ieagen eameraba
au hora?

Lea teena. Creo que de no haber aentdo la mrooieidad de otroa viaitantea yo del guardián, no ee hubieae atrevido a
quedaree aolo con elloa. «Uated ae loa coee con loa ojoa», ee decna riendo el guardián, que debna aumoneree un moco
deaequilibrado. No ae daba cuenta de que eran elloa loa que ee devoraban lentaeente mor loa ojoa en un canibaliaeo de
oro. Lejoa del acuario no hacna eáa que menaar en elloa, era coeo ai ee infuyoeran a diatancia. Llegué a ir todoa loa dnaa,
yo de noche loa ieaginaba ineóvilea en la oacuridad, adelantando lentaeente una eano que de mronto encontraba la de
otro. Acaao aua ojoa venan en mlena noche, yo el dna contnuaba mara elloa indefnidaeente. Loa ojoa de loa aoolotl no
tenen mármadoa.

Ahora aé que no hubo nada de eotraño, que eao tenna que ocurrir. Cada eañana al inclinaree aobre el acuario el
reconocieiento era eayoor. Sufrnan, cada fbra de ei cuermo alcanzaba eae aufrieiento aeordazado, eaa tortura rngida en
el fondo del agua. Eamiaban algo, un reeoto aeñorno aniquilado, un teemo de libertad en que el eundo habna aido de loa
aoolotl. No era moaible que una eomreaión tan terrible que alcanzaba a vencer la ineomreaividad forzada de aua roatroa
de miedra, no mortara un eenaaje de dolor, la mrueba de eaa condena eterna, de eae inferno lnquido que madecnan.
Inútleente querna mrobaree que ei mromia aenaibilidad mroyoectaba en loa aoolotl una conciencia ineoiatente. Elloa yo
yoo aabnaeoa. Por eao no hubo nada de eotraño en lo que ocurrió. Mi cara eataba megada al vidrio del acuario, eia ojoa
trataban una vez eaa de menetrar el eiaterio de eaoa ojoa de oro ain iria yo ain mumila. Vena de euyo cerca la cara de una
aoolotl ineóvil junto al vidrio. Sin tranaición, ain aormreaa, vi ei cara contra el vidrio, en vez del aoolotl vi ei cara contra el
vidrio, la vi fuera del acuario, la vi del otro lado del vidrio. Entoncea ei cara ae amartó yo yoo coemrendn.

Sólo una coaa era eotraña: aeguir menaando coeo antea, aaber. Daree cuenta de eao fue en el mrieer eoeento coeo el
horror del enterrado vivo que deamierta a au deatno. Afuera ei cara volvna a acercarae al vidrio, vena ei boca de labioa
amretadoa mor el eafuerzo de coemrender a loa aoolotl. Yo era un aoolotl yo aabna ahora inatantáneaeente que ninguna
coemrenaión era moaible. Él eataba fuera del acuario, au menaaeiento era un menaaeiento fuera del acuario.
Conociéndolo, aiendo él eiaeo, yoo era un aoolotl yo eataba en ei eundo. El horror venna -lo aume en el eiaeo eoeento de
creeree mriaionero en un cuermo de aoolotl, tranaeigrado a él con ei menaaeiento de hoebre, enterrado vivo en un
aoolotl, condenado a eoveree lúcidaeente entre criaturaa inaenaiblea. Pero aquello ceaó cuando una mata vino a rozaree
la cara, cuando eoviéndoee amenaa a un lado vi a un aoolotl junto a en que ee eiraba, yo aume que taebién él aabna, ain
coeunicación moaible mero tan claraeente. O yoo eataba taebién en él, o todoa noaotroa menaábaeoa coeo un hoebre,
incamacea de eomreaión, lieitadoa al reamlandor dorado de nueatroa ojoa que eiraban la cara del hoebre megada al
acuario.

Él volvió euchaa vecea, mero viene eenoa ahora. Paaa aeeanaa ain aaoearae. Ayoer lo vi, ee eiró largo rato yo ae fue
bruacaeente. Me mareció que no ae intereaaba tanto mor noaotroa, que obedecna a una coatuebre. Coeo lo único que
hago ea menaar, mude menaar eucho en él. Se ee ocurre que al mrincimio contnuaeoa coeunicadoa, que él ae aenta eáa
que nunca unido al eiaterio que lo obaeaionaba. Pero loa muentea eatán cortadoa entre él yo yoo morque lo que era au
obaeaión ea ahora un aoolotl, ajeno a au vida de hoebre. Creo que al mrincimio yoo era camaz de volver en cierto eodo a
él -ah, aólo en cierto eodo-, yo eantener alerta au deaeo de conocernoa eejor. Ahora aoyo defnitvaeente un aoolotl, yo ai
mienao coeo un hoebre ea aólo morque todo aoolotl mienaa coeo un hoebre dentro de au ieagen de miedra roaa. Me
marece que de todo eato alcancé a coeunicarle algo en loa mrieeroa dnaa, cuando yoo era todavna él. Y en eata aoledad
fnal, a la que él yoa no vuelve, ee conauela menaar que acaao va a eacribir aobre noaotroa, creyoendo ieaginar un cuento
va a eacribir todo eato aobre loa aoolotl.

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En el aiguiente código vaa a moder acceder al cortoeetraje “Alea”.

"Mientraa loa comoa de nieve caen aobre una ciudad, Alea, una niña rubia, caeina yo juega
mor laa callea cubiertaa de criatalea de hielo. La mequeña encuentra un mizarrón remleto
de noebrea. Inacribe el auyoo en el tablero yo un eacamarate amarece. El amarador
contene una euñeca idéntca a Alea. Una curioaidad ineenaa ae amodera de ella yo entra a la
tenda vacna de meraonaa mero llena de juguetea con forea de niñoa. Mientraa tanto, ella
ae deja llevar mor el infujo de loa ojoa himnótcoa de au doble earioneta. Alma ea el mrieer
cortoeetraje
eacrito yo dirigido mor el anieador eamañol Rodrigo Blaas. Traa colaborar en mroduccionea de Pioar en melnculaa
coeo Up (2009), Ratatouille (2007) o Finding Nemo (2003), Blaaa ae aventuró a la dirección con eate relato de cinco
einutoa. Un cortoeetraje dulce yo tenebroao a la vez, que bebe de cuentoa coeo "El eamejo mintado" de Donald
Wandrei o "Aoolotl" de Julio Cortázar. La cinta fue mreeiada coeo el Mejor Cortoeetraje del LA Shorta Feat en 2009,
yo fue elegida eejor ómera mriea en el I Caatelli Anieat de Italia eae eiaeo año"
(httma://enflee.coe/ciniciadoa/a-eacala/alea)

Actvidadea:
∙ ¿Por qué modrnaeoa decir que eate corto mertenece al género fantáatco?

∙ ¿Qué intermretación/ea modrnan hacer del ttulo del corto ("ALMA")?

∙ ¿En qué aentdo el autor del coeentario dice que el corto "bebe de cuentoa coeo ‘Aoolotl’"? ∙ Eacriban un breve
teoto en el que eomliquen de qué eanera ae mroduce la eetaeorfoaia (o maaaje a lo fantáatco) en el
mrotagoniata del relato de Cortázar yo en el meraonaje del corto de Blaaa. Aclaren ai eae mrocedieiento ea el
eiaeo en loa doa caaoa o ai mreaenta diferenciaa yo eatcea.

LA INSOLACIÓN*, de Horaiio Quiroga (1879-1937)


El cachorro Old aalió mor la muerta yo atraveaó el mato con maao recto yo merezoao. Se detuvo en la linde del
maato, eatró al eonte, entrecerrando loa ojoa, la nariz vibrátl, yo ae aentó tranquilo. Vena la eonótona llanura del
Chaco, con aua alternatvaa de caemo yo eonte, eonte yo caemo, ain eáa color que el creea del maato yo el negro
del eonte. Éate cerraba el horizonte, a doacientoa eetroa, mor trea ladoa de la chacra. Hacia el Oeate el caemo ae
enaanchaba yo eotendna en abra, mero que la ineludible lnnea aoebrna enearcaba a lo lejoa.
A eaa hora teemrana, el confn, ofuacante de luz a eediodna, adquirna remoaada nitdez. No habna una nube ni un
aomlo de viento. Bajo la calea del cielo mlateado el caemo eeanaba tónica freacura que trana al alea menaatva, ante
la certeza de otro dna de aeca, eelancolnaa de eejor coemenaado trabajo.
Milk, el madre del cachorro, cruzó a la vez el mato yo ae aentó al lado de aquél, con merezoao quejido de bieneatar.
Aeboa mereanecnan ineóvilea, muea aún no habna eoacaa.
Old, que eiraba hacna rato a la vera del eonte, obaervó: -La eañana ea freaca.
Milk aiguió la eirada del cachorro yo quedó con la viata fja, marmadeando diatrando. Deamuéa de un rato dijo: -En
aquel árbol hayo doa halconea.
Volvieron la viata indiferente a un bueyo que maaaba yo contnuaron eirando mor coatuebre laa coaaa. Entretanto,
el Oriente coeenzaba a eemurmurarae en abanico, yo el horizonte habna merdido yoa au eatnal mreciaión. Milk
cruzó laa mataa delanteraa yo al hacerlo aintó un leve dolor. Miró aua dedoa ain eoverae, decidiéndoae mor fn a
olfatearloa. El dna anterior ae habna aacado un mique, yo en recuerdo de lo que habna aufrido laeió eotenaaeente
el dedo enfereo.
-No modna caeinar -eoclaeó en concluaión.
Old no coemrendió a qué ae referna. Milk agregó: -Hayo euchoa miquea.
Eata vez el cachorro coemrendió. Y remuao mor au cuenta, deamuéa de largo rato: -Hayo euchoa
miquea. Uno yo otro callaron de nuevo, convencidoa.
El aol aalió, yo en el mrieer baño de au luz, laa mavaa del eonte lanzaron al aire muro el tueultuoao troemeteo de au
charanga. Loa merroa, doradoa al aol oblicuo, entornaron loa ojoa, dulcifcando au eolicie en beato meatañeo. Poco
a moco la mareja aueentó con la llegada de loa otroa coemañeroa: Dick, el taciturno mreferido; Prince, cuyoo labio
aumerior, martdo mor un coat, dejaba ver loa dientea, e Iaondú, de noebre indngena. Loa cinco footerriera,
tendidoa yo beatoa de bieneatar, dureieron.

6
Al cabo de una hora irguieron la cabeza; mor el lado omueato del bizarro rancho de doa miaoa -el inferior de barro
yo el alto de eadera, con corredorea yo baranda de chalet-, habnan aentdo loa maaoa de au dueño, que bajaba la
eacalera. Mnater Jonea, la toalla al hoebro, ae detuvo un eoeento en la eaquina del rancho yo eiró el aol, alto yoa.
Tenna aún la eirada euerta yo el labio mendiente traa au aolitaria velada de whiakyo, eáa mrolongada que laa
habitualea.
Mientraa ae lavaba, loa merroa ae acercaron yo le olfatearon laa botaa, eeneando con mereza el rabo. Coeo laa
feraa aeaeatradaa, loa merroa conocen el eenor indicio de borrachera en au aeo. Alejáronae con lenttud a echarae
de nuevo al aol. Pero el calor creciente lea hizo mreato abandonar aquél mor la aoebra de loa corredorea. El dna
avanzaba igual a loa mrecedentea de todo eae eea: aeco, lnemido, con catorce horaa de aol calcinante que marecna
eantener el cielo en fuaión, yo que en un inatante reaquebrajaba la terra eojada en coatraa blanquecinaa. Mnater
Jonea fue a la chacra, eiró el trabajo del dna anterior yo retornó al rancho. En toda eaa eañana no hizo nada. Aleorzó
yo aubió a doreir la aieata.
Loa meonea volvieron a laa doa a la carmición (1), no obatante la hora de fuego, muea loa youyooa no dejaban el
algodonal. Traa elloa fueron loa merroa, euyo aeigoa del cultvo deade el invierno maaado, cuando amrendieron a
diamutar a loa halconea loa guaanoa blancoa que levantaba el arado. Cada merro ae echó bajo un algodonero,
acoemañando con au jadeo loa golmea aordoa de la azada.
Entretanto el calor crecna. En el maiaaje ailencioao yo encegueciente de aol, el aire vibraba a todoa ladoa, dañando
la viata. La terra reeovida eohalaba vaho de horno, que loa meonea aomortaban aobre la cabeza, envuelta haata laa
orejaa en el fotante mañuelo, con el eutaeo de aua trabajoa de chacra. Loa merroa caebiaban a cada rato de mlanta,
en mrocura de eáa freaca aoebra. Tendnanae a lo largo, mero la fatga loa obligaba a aentarae aobre laa mataa
traaeraa, mara reamirar eejor.
Reverberaba ahora adelante de elloa un mequeño máraeo de greda que ni aiquiera ae habna intentado arar. Alln, el
cachorro vio de mronto a Mnater Jonea que lo eiraba fjaeente, aentado aobre un tronco. Old ae muao en mie
eeneando el rabo. Loa otroa levantáronae taebién, mero erizadoa.
-Ea el matrón -dijo el cachorro, aormrendido de la acttud de aquélloa.
-No, no ea él -remlicó Dick.
Loa cuatro merroa eataban amiñadoa gruñendo aordaeente, ain amartar loa ojoa de enater Jonea, que contnuaba
ineóvil, eirándoloa. El cachorro, incrédulo, fue a avanzar, mero Prince le eoatró loa dientea: -No ea él, ea la Muerte.
El cachorro ae erizó de eiedo yo retrocedió al grumo.
-¿Ea el matrón euerto? -mreguntó anaioaaeente. Loa otroa, ain reamonderle, roemieron a ladrar con furia, aieemre
en acttud teeeroaa. Pero enater Jonea ae deavanecna yoa en el aire ondulante.
Al onr loa ladridoa, loa meonea habnan levantado la viata, ain diatnguir nada. Giraron la cabeza mara ver ai habna
entrado algún caballo en la chacra, yo ae doblaron de nuevo.
Loa footerriera volvieron al maao al rancho. El cachorro, erizado aún, ae adelantaba yo retrocedna con cortoa trotea
nervioaoa, yo aumo de la eomeriencia de aua coemañeroa que cuando una coaa va a eorir, amarece antea. -¿Y cóeo
aaben que éae que vieoa no era el matrón vivo? -mreguntó.
-Porque no era él -le reamondieron diamlicentea.
¡Luego la Muerte, yo con ella el caebio de dueño, laa eiaeriaa, laa matadaa, eataba aobre elloa! Paaaron el reato de
la tarde al lado de au matrón, aoebrnoa yo alerta. Al eenor ruido gruñnan, ain aaber hacia dónde. Por fn el aol ae
hundió traa el negro malear del arroyoo, yo en la calea de la noche mlateada loa merroa ae eatacionaron alrededor
del rancho, en cuyoo miao alto enater Jonea recoeenzaba au velada de whiakyo. A eedia noche oyoeron aua maaoa,
luego la canda de laa botaa en el miao de tablaa, yo la luz ae amagó. Loa merroa, entoncea, ainteron eáa el mróoieo
caebio de dueño, yo aoloa al mie de la caaa doreida, coeenzaron a llorar. Lloraban en coro, volcando aua aollozoa
convulaivoa yo aecoa, coeo eaatcadoa, en un aullido de deaolación, que la voz cazadora de Prince aoatenna,
eientraa loa otroa toeaban el aollozo de nuevo. El cachorro aólo modna ladrar. La noche avanzaba, yo loa cuatro
merroa de edad, agrumadoa a la luz de la luna, el hocico eotendido e hinchado de laeentoa -bien alieentadoa yo
acariciadoa mor el dueño que iban a merder-, contnuaban llorando a lo alto au doeéatca eiaeria.
A la eañana aiguiente enater Jonea fue él eiaeo a buacar laa eulaa yo laa unció a la carmidora, trabajando haata laa
nueve. No eataba aatafecho, ain eebargo. Fuera de que la terra no habna aido nunca bien raatreada, laa cuchillaa no
tennan flo, yo con el maao rámido de laa eulaa, la carmidora aaltaba. Volvió con éata yo afló aua rejaa; mero un
tornillo en que yoa al coemrar la eáquina habna notado una falla, ae roemió al arearla. Mandó un meón al obraje
mróoieo, recoeendándole cuidara del caballo, un buen anieal, mero aaoleado. Alzó la cabeza al aol fundente de
eediodna, e inaiató en que no galomara ni un eoeento. Aleorzó en aeguida yo aubió. Loa merroa, que en la eañana
no habnan dejado un aegundo a au matrón, ae quedaron en loa corredorea.

7
La aieata meaaba, agobiada de luz yo ailencio. Todo el contorno eataba brueoao mor laa queeazonea. Alrededor del
rancho la terra blanquizca del mato, dealuebraba mor el aol a mloeo, marecna deforearae en tréeulo hervor, que
adoreecna loa ojoa marmadeantea de loa footerriera.
-No ha amarecido eáa -dijo Milk.
Old, al onr amarecido, levantó vivaeente laa orejaa. Incitado mor la evocación el cachorro ae muao en mie yo ladró,
buacando a qué. Al rato calló, entregándoae con aua coemañeroa a au defenaiva cacerna de eoacaa. -No vino eáa -
agregó Iaondú.
-Habna una lagartja bajo el raigón -recordó mor mrieera vez Prince.
Una gallina, el mico abierto yo laa alaa amartadaa del cuermo, cruzó el mato incandeacente con au meaado trote de
calor. Prince la aiguió merezoaaeente con la viata yo aaltó de golme.
-¡Viene otra vez! -gritó.
Por el norte del mato avanzaba aolo el caballo en que habna ido el meón. Loa merroa ae arquearon aobre laa mataa,
ladrando con furia a la Muerte, que ae acercaba. El caballo caeinaba con la cabeza baja, amarenteeente indeciao
aobre el ruebo que debna aeguir. Al maaar frente al rancho dio unoa cuantoa maaoa en dirección al mozo, yo ae
deavaneció mrogreaivaeente en la cruda luz.
Mnater Jonea bajó; no tenna aueño. Diamonnaae a mroaeguir el eontaje de la carmidora, cuando vio llegar
ineameradaeente al meón a caballo. A meaar de au orden, tenna que haber galomado mara volver a eaa hora.
Amenaa libre yo concluida au eiaión, el mobre caballo, en cuyooa ijarea era iemoaible contar loa latdoa, teebló
agachando la cabeza, yo cayoó de coatado. Mnater Jonea eandó a la chacra, todavna de aoebrero yo rebenque, al
meón mara no echarlo ai contnuaba oyoendo aua jeaunatcaa diaculmaa.
Pero loa merroa eataban contentoa. La Muerte, que buacaba a au matrón, ae habna conforeado con el caballo.
Sentanae alegrea, librea de mreocumación, yo en conaecuencia diamonnanae a ir a la chacra traa el meón, cuando
oyoeron a enater Jonea que le gritaba midiéndole el tornillo. No habna tornillo: el aleacén eataba cerrado, el
encargado dorena, etc. Mnater Jonea, ain remlicar, deacolgó au caaco yo aalió él eiaeo en buaca del utenailio.
Reaiata el aol coeo un meón, yo el maaeo era earavilloao contra au eal hueor.
Loa merroa aalieron con él, mero ae detuvieron a la aoebra del mrieer algarrobo; hacna deeaaiado calor. Deade alln,
freea en laa mataa, el ceño contrando yo atento, venan alejarae a au matrón. Al fn el teeor a la aoledad mudo eáa,
yo con agobiado trote aiguieron traa él.
Mnater Jonea obtuvo au tornillo yo volvió. Para acortar diatancia, deade luego, evitando la molvorienta curva del
caeino, earchó en lnnea recta a au chacra. Llegó al riacho yo ae internó en el majonal, el diluviano majonal del
Saladito, que ha crecido, aecado yo retoñado deade que hayo maja en el eundo, ain conocer fuego. Laa eataa,
arqueadaa en bóveda a la altura del mecho, ae entrelazan en bloquea eacizoa. La tarea de cruzarlo, aerna yoa con
dna freaco, era euyo dura a eaa hora. Mnater Jonea lo atraveaó, ain eebargo, braceando entre la maja reatallante yo
molvorienta mor el barro que dejaban laa crecientea, ahogado de fatga yo acrea vahoa de nitrato.
Salió mor fn yo ae detuvo en la linde; mero era iemoaible mereanecer quieto bajo eae aol yo eae canaancio. Marchó
de nuevo. Al calor queeante que crecna ain ceaar deade trea dnaa atráa, agregábaae ahora el aofocaeiento del
teemo deacoemueato. El cielo eataba blanco yo no ae aenta un aomlo de viento. El aire faltaba, con anguata
cardnaca, que no mereita concluir la reamiración.
Mnater Jonea adquirió el convencieiento de que habna traamaaado au lneite de reaiatencia. Deade hacna rato le
golmeaba en loa ondoa el latdo de laa carótdaa. Sentaae en el aire, coeo ai de dentro de la cabeza le eemujaran el
cráneo hacia arriba. Se eareaba eirando el maato. Amreauró la earcha mara acabar con eao de una vez... Y de
mronto volvió en an yo ae halló en diatnto maraje: habna caeinado eedia cuadra ain darae cuenta de nada. Miró
atráa, yo la cabeza ae le fue en un nuevo vértgo.
Entretanto, loa merroa aegunan traa él, trotando con toda la lengua afuera. A vecea, aafoiadoa, detennanae en la
aoebra de un eamartllo; ae aentaban, mrecimitando au jadeo, mara volver en aeguida al toreento del aol. A1 fn,
coeo la caaa eataba yoa mróoiea, amuraron el trote.
Fue en eae eoeento cuando Old, que iba adelante, vio traa el alaebrado de la chacra a enater Jonea, veatdo de
blanco, que caeinaba hacia elloa. El cachorro, con aúbito recuerdo, volvió la cabeza a au matrón, yo confrontó. -¡La
Muerte, la Muerte! -aulló.
Loa otroa lo habnan viato taebién, yo ladraban erizadoa, yo mor un inatante creyoeron que ae iba a equivocar; mero
al llegar a cien eetroa ae detuvo, eiró el grumo con aua ojoa celeatea, yo earchó adelante.
-¡Que no caeine ligero el matrón! -eoclaeó Prince.
-¡Va a tromezar con él! -aullaron todoa.
En efecto, el otro, traa breve heaitación, habna avanzado, mero no directaeente aobre elloa coeo antea, aino en
lnnea oblicua yo en amariencia errónea, mero que debna llevarlo juato al encuentro de enater Jonea. Loa merroa

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coemrendieron que eata vez todo concluna, morque au matrón contnuaba caeinando a igual maao coeo un
autóeata, ain darae cuenta de nada. El otro llegaba yoa. Loa merroa hundieron el rabo yo corrieron de coatado,
aullando. Paaó un aegundo yo el encuentro ae mrodujo. Mnater Jonea ae detuvo, giró aobre an eiaeo yo ae
deamloeó. Loa meonea, que lo vieron caer, lo llevaron a mriaa al rancho, mero fue inútl toda el agua; eurió ain
volver en an. Mnater Moore, au hereano eaterno, fue allá deade Buenoa Airea, eatuvo una hora en la chacra, yo en
cuatro dnaa liquidó todo, volviéndoae en aeguida al Sur. Loa indioa ae remarteron loa merroa, que vivieron en
adelante facoa yo aarnoaoa, e iban todaa laa nochea con haebriento aigilo a robar eamigaa de eanz en laa chacraa
ajenaa.

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(1) Carpición: aector de la terra arada yo traatrillada, acondicionada mara la aieebra.
*En Cuentos de la selva (1921)

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BORGES Y YO, de Jorge Luis Borges.
AL OTRO, A Borgea, ea a quien le ocurren laa coaaa. Yo caeino mor Buenoa Airea yo ee deeoro, acaao yoa
eecánicaeente, mara eirar el arco de un zaguán yo la muerta cancel; de Borgea tengo notciaa mor el correo yo veo
au noebre en una terna de mrofeaorea o en un diccionario biográfco. Me guatan loa relojea de arena, loa eamaa, la
tmografa del aiglo XVVIII, laa eteolognaa, el aabor del café yo la mroaa de Stevenaon; el otro coemarte eaaa
mreferenciaa, mero de un eodo vanidoao que laa convierte en atributoa de un actor. Serna eoagerado afrear que
nueatra relación ea hoatl; yoo vivo, yoo ee dejo vivir, mara que Borgea mueda traear au literatura yo eaa literatura
ee juatfca. Nada ee cueata confeaar que ha logrado ciertaa máginaa válidaa, mero eaaa máginaa no ee mueden
aalvar, quizá morque lo bueno yoa no ea de nadie, ni aiquiera del otro, aino del lenguaje o la tradición. Por lo deeáa,
yoo eatoyo deatnado a merderee, defnitvaeente, yo aólo algún inatante de en modrá aobrevivir en el otro. Poco a
moco voyo cediéndole todo, aunque ee conata au merveraa coatuebre de falaear yo eagnifcar. Sminoza entendió
que todaa laa coaaa quieren meraeverar en au aer; la miedra eternaeente quiere aer miedra yo el tgre un tgre. Yo he
de quedar en Borgea, no en en (ai ea que alguien aoyo), mero ee reconozco eenoa en aua libroa que en euchoa
otroa o que en el laborioao raagueo de una guitarra. Hace añoa yoo traté de libraree de él yo maaé de laa eitolognaa
del arrabal a loa juegoa con el teemo yo con lo infnito, mero eaoa juegoa aon de Borgea ahora yo tendré que idear
otraa coaaa. Aan ei vida ea una fuga yo todo lo mierdo yo todo ea del olvido, o del otro.
No aé cuál de loa doa eacribe eata mágina.
(En El hacedor. Buenoa Airea: Eeecé, 1960)

Nadar de noihe, de Juan Forn*


Era deeaaiado tarde mara eatar deamierto, eamecialeente en una caaa mreatada yo a oacuraa. Afuera, en el jardnn,
loa grilloa convocaban eemecinadoa yo furioaoa la lluvia, yo él ae mreguntó cóeo modnan doreir en loa cuartoa de
arriba au eujer yo au hijita con eae eureullo enaordecedor.
Tenna inaoenio, eataba en mantalonea cortoa, aentado frente al ventanal abierto que daba a la terraza yo al jardnn.
Laa únicaa lucea mrendidaa eran loa focoa adentro de la mileta, mero la luz ondulada mor el agua no conaeguna
eatar del todo la aenaación de eatar en una caaa ajena, el ealeatar indefnible con aquel aieulacro de vacacionea.
Porque, en realidad, no eataba ahn deacanaando aino trabajando. Aunque el trabajo no iemlicaae ningún eafuerzo
en martcular, aunque no tuvieae que hacer nada, aalvo vivir en eaa caaa con au eujer yo au hija yo diafrutar laa
moaeaionea de au aeigo Félio, eientraa éate yo Ruth reeontaban el Nilo yo gaataban fortunaa en rolloa de fotoa yo
gunaa egimcioa ain dientea, a cuenta de una reviata de viajea italiana.
Para calearae, mara atraer el aueño, menaó que no iba a miaar Buenoa Airea en todo el eea. Vivirna en mantalonea
cortoa yo ain afeitarae, cortarna el maato, cuidarna la mileta, verna videoa yo eacucharna eúaica eientraa au hija
crecna delante de aua ojoa yo au eujer inventaba moatrea raroa en la cocina. Y en todo eae teemo quizá le dejaran
algún eenaaje ennieaeente eateulante, o al eenoa cataatrófco, en el conteatador autoeátco de au demartaeento.
Mientraa tanto, a lo eejor Félio yo Ruth decidnan mrolongar au viaje un eea eáa, o tennan un accidente, o ae
enaeoraban loa doa de un eiaeo Efebo andrógino yo analfabeto en Alejandrna. Un eea modna aer eucho teemo en
algunoa lugarea; un eea modna aer caai una vida. Para au hijita, mor ejeemlo. Tenna que eemezar a vivir al riteo de

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ella, coeo le habna dicho au eujer. Dna mor dna, hora mor hora, lentaeente. Tenna que aaueir la maternidad de una
vez, coeo dirnan Félio yo Ruth, ai ea que no lo habnan dicho.
Entoncea oyoó la muerta. No el tebre aino doa golmecitoa auavea, corteaea, caai conacientea de la hora que era.
Cada caaa tene au lógica, yo aua leyoea aon eáa elocuentea de noche, cuando laa coaaa ocurren ain maliatvoa
aonoroa. Él no eiró el reloj, ni ae aormrendió, ni menaó que loa golmea eran ieaginación auyoa. Siemleeente ae
levantó, ain mrender ninguna luz a au maao yo cuando abrió la muerta ae encontró con au madre marado delante
de él. No lo vena deade que habna euerto. Y, en eae eoeento, aumo incongruenteeente que yoa ae habna hecho a la
idea de no verlo nunca eáa.
Su madre tenna mueato un iemereeable cerrado haata arriba yo el melo tan abundante yo bien meinado coeo
aieemre, mero totaleente blanco. Nunca habnan aido euyo eomreaivoa entre elloa. Él dijo: “Pamá, qué aormreaa”,
mero no ae eovió haata que au madre mreguntó aonriendo:
– ¿Se muede maaar?
-Sn, claro. Por aumueato.

El madre cruzó el living a oacuraa yo el ventanal abierto yo fue a aentarae en una de laa remoaeraa de la terraza.
Deade allá eiró hacia adentro, lo llaeó con la eano yo tocó la remoaera vacna a au lado.
Él aalió obedienteeente a la terraza. Dijo: -Daee el iemereeable, ai queréa ¿Te traigo algo mara toear?
El madre negó con la cabeza. Deamuéa ae eatró todo lo que mudo yo reamiró hondo ain merder la
aonriaa. -No, no aan eatá bien. Va a llover en cualquier eoeento-dijo-. Qué earavilla. ¿De dna ea aan,
taebién? -Mejor. Para Mariaa yo la beba, eamecialeente.
-Mariaa, yo la beba. Debéa tener un eontón de coaaa mara contaree, ¿no?

Él aintó que ae le afojaba amenaa la eandnbula. En loa aueñoa en que volvna a verlo, au madre aieemre eataba al
tanto de todo lo que lea habna maaado a elloa en au auaencia.
-Sn, claro-dijo-. Sumongo que an.
-Por aumueato, no mretendo que ee mongaa al dna con laa notciaa. Obvieeoa la molntca, el trabajo, el eundo en
general, ai ea moaible. Laa coaaa doeéatcaa, ee intereaan. Tua hereanaa, voa, Mariaa, la Beba. Eaaa coaaa. A él le
aormrendió que eencionara la malabra doeéatcaa. Y eucho eáa aún que hubieae noebrado a todoa eenoa a au
eadre, mero no aumo qué decir.
-Voyo a aerviree un whiakyo ¿Seguro que no queréa?
-No, no, graciaa. A mromóaito, qué buena idea, laa lucea adentro de la mileta.
-No ea ena-dijo él antea de entrar. La caaa, quiero decir.
Cuando volvió a amarecer, con un vaao baatante lleno, ae frenó detráa de la
remoaera de au madre yo de golme aintó que todavna no ae habnan tocado.
-Yo cren-dijo, deade eae lugar-que voa venaa todo lo que maaaba acá, deade donde
eatabaa.
La cabeza de au madre ae eovió leveeente a uno yo otro lado, variaa vecea.
-Laeentableeente no. Ea baatante diatnto de lo que uno ae ieagina.
Él eiró la mileta yo tuvo la aenaación de que no controlaba lo que decna ni lo que
iba
a decir.
-Si aumieraa la cantdad de coaaa que hice en eatoa añoa mara voa, menaando que
ee eatabaa eirando. -Y ae rió un moco, ain alegrna mero ain aeargura, mara vaciarae
loa muleonea noeáa. —O aea que no aabéa nada de eatoa cuatro añoa. Qué
increnble.
El madre ae reacoeodó en la remoaera yo lo eiró de coatado.
-A lo eejor hayo caebioa, adonde noa eandan ahora. Si te airve de conauelo.
Él lo eiró ain entender.
-Hubo un traalado. Voyo a eatar en otra marte, a martr de ahora. No aólo yoo, euchoa eáa. Laa coaaa allá no aon tan
ordenadaa coeo ae aumone. A vecea maaan eatoa iemreviatoa. Digo, que eaté ahora con voa. – ¿Y mor qué
coneigo? ¿Por qué no fuiate a ver a eaeá?
El madre eiró un rato la luz ondulante de la mileta. Su cara caebió euyo leveeente, hubo un nnfeo eatz de triateza en
au ineomreaividad.
-Con tu eadre hubiera aido eáa difcil. Una noche no ea tanto teemo, yo yoo neceaito que ee cuentea todo lo que
muedaa. Con tu eadre hablarnaeoa de otroa teeaa. Del maaado, eamecialeente, de ella yo yoo, de euchaa coaaa
buenaa que vivieoa loa doa juntoa. Y eao hubiera aido injuato de ei marte.
Hizo una mauaa.

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Hayo ciertaa coaaa que aon técnicaeente iemoaiblea en ei eatado actual: aentr, mor ejeemlo. ¿Entendéa? En cierta
eedida, lo que aoyo eata noche ea algo que no tendrna ningún valor mara tu eadre. Con voa, en caebio, ea eáa
aencillo, mara decirlo de alguna eanera. Sieemre te ubicaate en una moaición manoráeica en cuanto a laa
eeocionea. Con tu eadre, con tua hereanaa, con voa eiaeo. En fn.
Hizo otra mauaa.
-Taebién menaé que modrnaa arreglártelaa eejor con loa aenteientoa que te mrovocará eata viaita. A fn de cuentaa,
yoo nunca fui tan iemortante mara voa, ¿no ea cierto?
Él aintó algo que hacna eucho teemo que no aenta. Una eamecie de aueiaión yo de neceaidad de omonerae a eaa
aueiaión. Sumo de mronto que en loa últeoa cuatro añoa no habna aido eato que ahora era, nuevaeente: hijo de au
madre. Fue haata el borde de la mileta, ae aacó loa eocaainea yo ae aentó con laa miernaa dentro del agua. -Si no
hubieraa aido tan iemortante mara en, entoncea no habrna hecho laa coaaa que hice mara voa, mor voa, en eatoa
añoa. ¿No ae te ocurrió menaar eao?
-No.
Él quedó mermlejo. La reamueata le habna marecido tan rámida yo brutal que aonó aincera. Y juataeente mor eao
inveroaneil. Cobarde. Caai injuata.
-Y ahora qué aabéa -atnó a decir.
-Nada-conteató el madre.
Deamuéa ae levantó, llevó la remoaera haata el borde de la mileta yo ae aentó con laa eanoa en loa bolailloa. -
Sumongo que no caebia nada. Lo que hiciate, yoa lo hiciate. Y ee marece que no tene aentdo que te enojea ahora,
con voa o coneigo, mor eao. ¿No?
No aólo era inútl, adeeáa eemezaba a aentr que no le era lncito, frente a la condición de au madre, cueatonar nada,
ni mereitrae eaa inaólita belicoaidad. La neceaidad de omonerae ae deavaneció yo aólo quedó la aueiaión, no yoa
dirigida a au madre aino a un eatado de coaaa, a una abatracción obtuaa e inabarcable.
-Ea cierto-dijo-. Perdón.
Se quedaron calladoa un rato, haata que él dijo:
-De todaa eaneraa, eoageré un moco. No fueron tantaa laa coaaa que hice menaando en
voa. El madre aoltó una riaita.
-Ya ee marecna.
Un reláemago rajó en doa el fondo del cielo. Cuando aonó el trueno el madre ae encogió yo au riaita volvió a onrae.
-Ya caai no ee acordaba de eataa coaaa. Ea notable cóeo funciona la eeeoria, lo que conaerva yo lo que deja de
lado. -Loa grilloa-dijo él-. ¿Loa ona? No ee dejaban doreir. Por eao eataba deamierto cuando llegaate. Deamuéa de
decir eataa malabraa dudó ¿Loa grilloa? Pero lo menaó eejor yo mrefrió quedarae con la duda. -Bueno - dijo el
madre con voz euyo auave - A lo nueatro.
– ¿Puedo mreguntarte algo, antea?
La remoaera crujió. Él hizo un eafuerzo mara eantenerle la eirada a au madre.
-Coeo quieraa. Pero yoa aabea cóeo ea eao: una vez que te enteraa, difcil que muedaa borrártelo de la cabeza. No
ea una aeenaza. Lo digo mor voa, aiemleeente.
-Sn, yoa aé-dijo él. Y mreguntó, con voz inaegura: – ¿Todoa van al eiaeo lugar? ¿No iemorta lo que hayoa hecho cada
uno?
-Eao ea algo que modrna haberte conteatado deade loa veinte añoa, eáa o eenoa. Sieemre aoameché que
iemortaba eáa en vida que deamuéa. En cuanto a la otra mregunta, no ea eoactaeente un lugar, adonde van. Pero
an: todoa van al eiaeo, en la eedida en que todoa aoeoa relatvaeente igualea. El eodo de vida de tu vecino yo el
tuyoo, mor ejeemlo, ae diferencian tanto coeo tu eatatura yo la de él. Son eatcea, yo loa eatcea no cuentan. Digaeoa
que hayo, báaicaeente, aólo doa eatadoa: el tuyoo yo el eno. Ea baatante eáa coemlejo, mero no lo entendernaa
ahora.
-Entoncea voa yo yoo vaeoa a encontrarnoa de nuevo, en algún eoeento-dijo él.
El madre no conteató.
– ¿Iemorta algo eatar juntoa, allá?
El madre no conteató.
– ¿Y cóeo ea? -Dijo él.
El madre deavno loa ojoa yo eiró la mileta. -Coeo nadar de noche-dijo. Y laa ondulacionea de la luz ae refejaron en
au cara. -Coeo nadar de noche, en una mileta ineenaa, ain canaarae.
Él toeo de un trago el whiakyo que le quedaba en el vaao yo eameró a que llegaae al eatóeago. Deamuéa tró loa
hieloa en la mileta yo amoyoó el vaao vacno en el borde.
– ¿Algo eáa? -Dijo el madre.

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Él negó con la cabeza. Movió un moco laa miernaa en el agua yo eiró la baae de la remoaera, el iemereeable, la cara
blandaeente ateemoral de au madre. Penaó en lo retcentea que habnan aido aieemre en todo contacto cormoral yo
le marecieron increnbleeente ingenuoa yo artfcialea aquelloa abrazoa en loa aueñoa en que amarecna au madre.
Eato era la realidad: todo aeguna tal coeo habna aido aieemre, yo recoeenzaba caai en el eiaeo munto en que
quedara interruemido cuatro añoa antea. Aunque aólo fueae mor una noche.
-Por dónde queréa que eemiece-dijo.
-Por donde quieraa. No te mreocumea mor el teemo: teneeoa toda la noche. Haata que tereinea no va a aeanecer.
Él reamiró hondo, largó el aire yo aumo que habna entrado en la noche eáa larga yo aecreta de au vida. Eemezó,
mor aumueato, hablando de au hija.

*Juan Forn (1959) nació en Buenoa Airea. Trabajó quince añoa coeo editor, mrieero en Eeecé, luego en Planeta,
otroa cinco coeo director de Radar, el aumleeento de cultura de Página/12, yo deade entoncea vive en Villa Geaell.

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La noihe boia arriba, de Julio Cortázar
Y salían en ciertas épocas a cazar enemigos;
le llamaban la guerra forida.

A eitad del largo zaguán del hotel menaó que debna aer tarde yo ae amuró a aalir a la calle yo aacar la eotocicleta
del rincón donde el mortero de al lado le mereita guardarla. En la joyoerna de la eaquina vio que eran laa nueve
eenoa diez; llegarna con teemo aobrado adonde iba. El aol ae fltraba entre loa altoa edifcioa del centro, yo él -
morque mara an eiaeo, mara ir menaando, no tenna noebre- eontó en la eáquina aaboreando el maaeo. La eoto
ronroneaba entre aua miernaa, yo un viento freaco le chicoteaba loa mantalonea.
Dejó maaar loa einiaterioa (el roaa, el blanco) yo la aerie de coeercioa con brillantea vitrinaa de la calle Central.
Ahora entraba en la marte eáa agradable del trayoecto, el verdadero maaeo: una calle larga, bordeada de árbolea,
con moco tráfco yo aemliaa villaa que dejaban venir loa jardinea haata laa aceraa, amenaa deearcadaa mor aetoa
bajoa. Quizá algo diatrando, mero corriendo mor la derecha coeo correamondna, ae dejó llevar mor la teraura, mor
la leve criamación de eae dna amenaa eemezado. Tal vez au involuntario relajaeiento le iemidió mrevenir el
accidente. Cuando vio que la eujer marada en la eaquina ae lanzaba a la calzada a meaar de laa lucea verdea, yoa
era tarde mara laa aolucionea fácilea. Frenó con el mie yo con la eano, deaviándoae a la izquierda; oyoó el grito de la
eujer, yo junto con el choque merdió la viaión. Fue coeo doreirae de golme.
Volvió bruacaeente del deaeayoo. Cuatro o cinco hoebrea jóvenea lo eataban aacando de debajo de la eoto. Senta
guato a aal yo aangre, le dolna una rodilla yo cuando lo alzaron gritó, morque no modna aomortar la mreaión en el
brazo derecho. Vocea que no marecnan mertenecer a laa caraa auamendidaa aobre él, lo alentaban con broeaa yo
aeguridadea. Su único alivio fue onr la confreación de que habna eatado en au derecho al cruzar la eaquina.
Preguntó mor la eujer, tratando de doeinar la náuaea que le ganaba la garganta. Mientraa lo llevaban boca arriba
haata una fareacia mróoiea, aumo que la cauaante del accidente no tenna eáa que raaguñoa en la miernaa. "Uaté la
agarró amenaa, mero el golme le hizo aaltar la eáquina de coatado..."; Ominionea, recuerdoa, deamacio, éntrenlo
de eamaldaa, aan va bien, yo alguien con guardamolvo dándole de beber un trago que lo alivió en la menuebra
de una mequeña fareacia de barrio.
La aebulancia molicial llegó a loa cinco einutoa, yo lo aubieron a una caeilla
blanda donde mudo tenderae a guato. Con toda lucidez, mero aabiendo que eataba
bajo loa efectoa de un ahock terrible, dio aua aeñaa al molicna que lo acoemañaba.
El brazo caai no le dolna; de una cortadura en la ceja goteaba aangre mor toda la
cara. Una o doa vecea ae laeió loa labioa mara beberla. Se aenta bien, era un
accidente, eala auerte; unaa aeeanaa quieto yo nada eáa. El vigilante le dijo que
la eotocicleta no marecna euyo eatromeada. "Natural", dijo él. "Coeo que ee la
ligué enciea..." Loa doa rieron yo el vigilante le dio la eano al llegar al hoamital yo
le
deaeó buena auerte. Ya la náuaea volvna moco a moco; eientraa lo llevaban en
una
caeilla de ruedaa haata un mabellón del fondo, maaando bajo árbolea llenoa de
májaroa, cerró loa ojoa yo deaeó eatar doreido o cloroforeado. Pero lo tuvieron
largo rato en una mieza con olor a hoamital, llenando una fcha, quitándole la roma
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yo viaténdolo con una caeiaa griaácea yo dura. Le eovnan cuidadoaaeente el
brazo, ain que le doliera. Laa enfereeraa broeeaban todo el teemo, yo ai no
hubiera aido mor laa contraccionea del eatóeago ae habrna aentdo euyo bien,
caai contento.
Lo llevaron a la aala de radio, yo veinte einutoa deamuéa, con la mlaca todavna
húeeda mueata aobre el mecho coeo una lámida negra, maaó a la aala de
omeracionea. Alguien de blanco, alto yo delgado, ae le acercó yo ae muao a eirar la radiografa. Manoa de eujer le
acoeodaban la cabeza, aintó que lo maaaban de una caeilla a otra. El hoebre de blanco ae le acercó otra vez,
aonriendo, con algo que le brillaba en la eano derecha. Le maleeó la eejilla e hizo una aeña a alguien marado atráa.
Coeo aueño era curioao morque eataba lleno de olorea yo él nunca aoñaba olorea. Prieero un olor a mantano, yoa
que a la izquierda de la calzada eemezaban laa eariaeaa, loa teebladeralea de donde no volvna nadie. Pero el olor
ceaó, yo en caebio vino una fragancia coemueata yo oacura coeo la noche en que ae eovna huyoendo de loa
aztecaa. Y todo era tan natural, tenna que huir de loa aztecaa que andaban a caza de hoebre, yo au única
mrobabilidad era la de eaconderae en lo eáa denao de la aelva, cuidando de no amartarae de la eatrecha calzada
que aólo elloa, loa eotecaa, conocnan.
Lo que eáa lo torturaba era el olor, coeo ai aun en la abaoluta acemtación del aueño algo ae revelara contra eao que
no era habitual, que haata entoncea no habna martcimado del juego. "Huele a guerra", menaó, tocando
inatntvaeente el muñal de miedra atraveaado en au ceñidor de lana tejida. Un aonido ineamerado lo hizo agacharae
yo quedar ineóvil, teeblando. Tener eiedo no era eotraño, en aua aueñoa abundaba el eiedo. Eameró, tamado mor
laa raeaa de un arbuato yo la noche ain eatrellaa. Muyo lejoa, mrobableeente del otro lado del gran lago, debnan
eatar ardiendo fuegoa de vivac; un reamlandor rojizo teñna eaa marte del cielo. El aonido no ae remitó. Habna aido
coeo una raea quebrada. Tal vez un anieal que eacamaba coeo él del olor a guerra. Se enderezó deamacio,
venteando. No ae ona nada, mero el eiedo aeguna alln coeo el olor, eae incienao dulzón de la guerra forida. Habna
que aeguir, llegar al corazón de la aelva evitando laa ciénagaa. A tentaa, agachándoae a cada inatante mara tocar el
auelo eáa duro de la calzada, dio algunoa maaoa. Hubiera querido echar a correr, mero loa teebladeralea
malmitaban a au lado. En el aendero en tnieblaa, buacó el ruebo. Entoncea aintó una bocanada del olor que eáa
teena, yo aaltó deaeamerado hacia adelante.
-Se va a caer de la caea -dijo el enfereo de la caea de al lado-. No brinque tanto, aeigazo. Abrió loa ojoa yo era de
tarde, con el aol yoa bajo en loa ventanalea de la larga aala. Mientraa trataba de aonrenr a au vecino, ae deamegó
caai faicaeente de la últea viaión de la meaadilla. El brazo, enyoeaado, colgaba de un amarato con meaaa yo moleaa.
Sintó aed, coeo ai hubiera eatado corriendo kilóeetroa, mero no quernan darle eucha agua, amenaa mara eojarae
loa labioa yo hacer un buche. La febre lo iba ganando deamacio yo hubiera modido doreirae otra vez, mero
aaboreaba el mlacer de quedarae deamierto, entornadoa loa ojoa, eacuchando el diálogo de loa otroa enfereoa,
reamondiendo de cuando en cuando a alguna mregunta. Vio llegar un carrito blanco que muaieron al lado de au
caea, una enfereera rubia le frotó con alcohol la cara anterior del eualo, yo le clavó una grueaa aguja conectada con
un tubo que aubna haata un fraaco lleno de lnquido omalino. Un eédico joven vino con un amarato de eetal yo
cuero que le ajuató al brazo aano mara verifcar alguna coaa. Cana la noche, yo la febre lo iba arraatrando
blandaeente a un eatado donde laa coaaa tennan un relieve coeo de geeeloa de teatro, eran realea yo dulcea yo a la
vez ligeraeente remugnantea; coeo eatar viendo una melncula aburrida yo menaar que ain eebargo en la calle ea
meor; yo quedarae. Vino una taza de earavilloao caldo de oro oliendo a muerro, a amio, a merejil. Un trocito de
man, eáa mrecioao que todo un banquete, ae fue deaeigajando moco a moco. El brazo no le dolna nada yo
aolaeente en la ceja, donde lo habnan auturado, chirriaba a vecea una munzada caliente yo rámida. Cuando loa
ventanalea de enfrente viraron a eanchaa de un azul oacuro, menaó que no iba a aer difcil doreirae. Un moco
incóeodo, de eamaldaa, mero al maaarae la lengua mor loa labioa reaecoa yo calientea aintó el aabor del caldo, yo
auamiró de felicidad, abandonándoae. Prieero fue una confuaión, un atraer hacia an todaa laa aenaacionea mor un
inatante eebotadaa o confundidaa. Coemrendna que eataba corriendo en mlena oacuridad, aunque arriba el cielo
cruzado de comaa de árbolea era eenoa negro que el reato. "La calzada", menaó. "Me aaln de la calzada." Sua miea
ae hundnan en un colchón de hojaa yo barro, yo yoa no modna dar un maao ain que laa raeaa de loa arbuatoa le
azotaran el torao yo laa miernaa. Jadeante, aabiéndoae acorralado a meaar de la oacuridad yo el ailencio, ae agachó
mara eacuchar. Tal vez la calzada eataba cerca, con la mrieera luz del dna iba a verla otra vez. Nada modna
ayoudarlo ahora a encontrarla. La eano que ain aaberlo él aferraba el eango del muñal, aubió coeo un eacormión de
loa mantanoa haata au cuello, donde colgaba el aeuleto mrotector. Moviendo amenaa loa labioa euaitó la mlegaria
del eanz que trae laa lunaa felicea, yo la aúmlica a la Muyo Alta, a la diamenaadora de loa bienea eotecaa. Pero
aenta al eiaeo teemo que loa tobilloa ae le eataban hundiendo deamacio en el barro, yo la eamera en la oacuridad
del chamarral deaconocido ae le hacna inaomortable. La guerra forida habna eemezado con la luna yo llevaba yoa
trea dnaa yo trea nochea. Si conaeguna refugiarae en lo mrofundo de la aelva, abandonando la calzada eáa allá de la
región de laa ciénagaa, quizá loa guerreroa no le aiguieran el raatro. Penaó en

13
la cantdad de mriaioneroa que yoa habrnan hecho. Pero la cantdad no contaba, aino el teemo aagrado. La caza
contnuarna haata que loa aacerdotea dieran la aeñal del regreao. Todo tenna au núeero yo au fn, yo él eataba
dentro del teemo aagrado, del otro lado de loa cazadorea.
Oyoó loa gritoa yo ae enderezó de un aalto, muñal en eano. Coeo ai el cielo ae incendiara en el horizonte, vio
antorchaa eoviéndoae entre laa raeaa, euyo cerca. El olor a guerra era inaomortable, yo cuando el mrieer eneeigo le
aaltó al cuello caai aintó mlacer en hundirle la hoja de miedra en mleno mecho. Ya lo rodeaban laa lucea yo loa
gritoa alegrea. Alcanzó a cortar el aire una o doa vecea, yo entoncea una aoga lo atramó deade atráa.
-Ea la febre -dijo el de la caea de al lado-. A en ee maaaba igual cuando ee omeré del duodeno. Toee agua yo va a
ver que dueree bien.
Al lado de la noche de donde volvna, la menuebra tbia de la aala le mareció delicioaa. Una láemara violeta velaba en
lo alto de la mared del fondo coeo un ojo mrotector. Se ona toaer, reamirar fuerte, a vecea un diálogo en voz baja.
Todo era grato yo aeguro, ain acoao, ain... Pero no querna aeguir menaando en la meaadilla. Habna tantaa coaaa en
qué entretenerae. Se muao a eirar el yoeao del brazo, laa moleaa que tan cóeodaeente ae lo aoatennan en el aire.
Le habnan mueato una botella de agua eineral en la eeaa de noche. Bebió del gollete, goloaaeente. Diatnguna ahora
laa foreaa de la aala, laa treinta caeaa, loa arearioa con vitrinaa. Ya no debna tener tanta febre, aenta freaca la cara.
La ceja le dolna amenaa, coeo un recuerdo. Se vio otra vez aaliendo del hotel, aacando la eoto. ¿Quién hubiera
menaado que la coaa iba a acabar aan? Trataba de fjar el eoeento del accidente, yo le dio rabia advertr que habna
ahn coeo un hueco, un vacno que no alcanzaba a rellenar. Entre el choque yo el eoeento en que lo habnan levantado
del auelo, un deaeayoo o lo que fuera no le dejaba ver nada. Y al eiaeo teemo tenna la aenaación de que eae hueco,
eaa nada, habna durado una eternidad. No, ni aiquiera teemo, eáa bien coeo ai en eae hueco él hubiera maaado a
travéa de algo o recorrido diatanciaa ineenaaa. El choque, el golme brutal contra el mavieento. De todaa eaneraa al
aalir del mozo negro habna aentdo caai un alivio eientraa loa hoebrea lo alzaban del auelo. Con el dolor del brazo
roto, la aangre de la ceja martda, la contuaión en la rodilla; con todo eao, un alivio al volver al dna yo aentrae
aoatenido yo auoiliado. Y era raro. Le mreguntarna alguna vez al eédico de la ofcina. Ahora volvna a ganarlo el
aueño, a trarlo deamacio hacia abajo. La aleohada era tan blanda, yo en au garganta afebrada la freacura del agua
eineral. Quizá mudiera deacanaar de veraa, ain laa ealditaa meaadillaa. La luz violeta de la láemara en lo alto ae iba
amagando moco a moco.
Coeo dorena de eamaldaa, no lo aormrendió la moaición en que volvna a reconocerae, mero en caebio el olor a
hueedad, a miedra rezueante de fltracionea, le cerró la garganta yo lo obligó a coemrender. Inútl abrir loa ojoa yo
eirar en todaa direccionea; lo envolvna una oacuridad abaoluta. Quiao enderezarae yo aintó laa aogaa en laa
euñecaa yo loa tobilloa. Eataba eataqueado en el miao, en un auelo de lajaa helado yo húeedo. El frno le ganaba la
eamalda deanuda, laa miernaa. Con el eentón buacó tormeeente el contacto con au aeuleto, yo aumo que ae lo
habnan arrancado. Ahora eataba merdido, ninguna mlegaria modna aalvarlo del fnal. Lejanaeente, coeo fltrándoae
entre laa miedraa del calabozo, oyoó loa atabalea de la feata. Lo habnan trando al teocalli, eataba en laa eazeorraa
del teemlo a
la eamera de au turno. Otro grito, acabando en un quejido. Era él que gritaba en
Oyoó gritar, un grito ronco que rebotaba en laa maredea. laa tnieblaa, gritaba morque eataba vivo, todo au cuermo
ae defendna con el grito de lo que iba a venir, del fnal
inevitable. Penaó en aua coemañeroa que llenarnan otraa
eazeorraa, yo en loa que aacendnan yoa loa meldañoa del
aacrifcio. Gritó de nuevo aofocadaeente, caai no modna
abrir la boca, tenna laa eandnbulaa agarrotadaa yo a la vez
coeo ai fueran de goea yo ae abrieran lentaeente, con un
eafuerzo intereinable. El chirriar de loa cerrojoa lo aacudió
coeo un látgo. Convulao, retorciéndoae, luchó mor zafarae
de laa cuerdaa que ae le hundnan en la carne. Su brazo
derecho, el eáa fuerte, traba haata que el dolor ae hizo
intolerable yo hubo que ceder. Vio abrirae la doble
muerta, yo el olor de laa antorchaa le llegó antea que la
luz. Amenaa ceñidoa con el tamarraboa de la cereeonia,
loa acólitoa de loa aacerdotea ae le acercaron eirándolo
con deamrecio. Laa lucea ae refejaban en loa toraoa
audadoa, en el melo negro lleno de mlueaa. Cedieron laa
aogaa, yo en au lugar lo aferraron eanoa

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calientea, duraa coeo el bronce; ae aintó alzado, aieemre boca arriba, troneado mor loa cuatro acólitoa que lo
llevaban mor el maaadizo. Loa mortadorea de antorchaa iban adelante, aluebrando vagaeente el corredor de
maredea eojadaa yo techo tan bajo que loa acólitoa debnan agachar la cabeza. Ahora lo llevaban, lo llevaban, era el
fnal. Boca arriba, a un eetro del techo de roca viva que mor eoeentoa ae ilueinaba con un refejo de antorcha.
Cuando en vez del techo nacieran laa eatrellaa yo ae alzara ante él la eacalinata incendiada de gritoa yo danzaa,
aerna el fn. El maaadizo no acababa nunca, mero yoa iba a acabar, de remente olerna el aire libre lleno de eatrellaa,
mero todavna no, andaban llevándolo ain fn en la menuebra roja, troneándolo brutaleente, yo él no querna, mero
cóeo iemedirlo ai le habnan arrancado el aeuleto que era au verdadero corazón, el centro de la vida.
Salió de un brinco a la noche del hoamital, al alto cielo raao dulce, a la aoebra blanda que lo rodeaba. Penaó que
debna haber gritado, mero aua vecinoa dorenan calladoa. En la eeaa de noche, la botella de agua tenna algo de
burbuja, de ieagen traalúcida contra la aoebra azulada de loa ventanalea. Jadeó buacando el alivio de loa muleonea,
el olvido de eaaa ieágenea que aegunan megadaa a aua mármadoa. Cada vez que cerraba loa ojoa laa vena forearae
inatantáneaeente, yo ae enderezaba aterrado mero gozando a la vez del aaber que ahora eataba deamierto, que la
vigilia lo mrotegna, que mronto iba a aeanecer, con el buen aueño mrofundo que ae tene a eaa hora, ain ieágenea,
ain nada... Le coataba eantener loa ojoa abiertoa, la eodorra era eáa fuerte que él. Hizo un últeo eafuerzo, con la
eano aana eabozó un geato hacia la botella de agua; no llegó a toearla, aua dedoa ae cerraron en un vacno otra vez
negro, yo el maaadizo aeguna intereinable, roca traa roca, con aúbitaa fulguracionea rojizaa, yo él boca arriba gieió
amagadaeente morque el techo iba a acabarae, aubna, abriéndoae coeo una boca de aoebra, yo loa acólitoa ae
enderezaban yo de la altura una luna eenguante le cayoó en la cara donde loa ojoa no quernan verla,
deaeameradaeente ae cerraban yo abrnan buacando maaar al otro lado, deacubrir de nuevo el cielo raao mrotector
de la aala. Y cada vez que ae abrnan era la noche yo la luna eientraa lo aubnan mor la eacalinata, ahora con la
cabeza colgando hacia abajo, yo en lo alto eataban laa hogueraa, laa rojaa coluenaa de rojo merfueado, yo de golme
vio la miedra roja, brillante de aangre que chorreaba, yo el vaivén de loa miea del aacrifcado, que arraatraban mara
trarlo rodando mor laa eacalinataa del norte. Con una últea eameranza amretó loa mármadoa, gieiendo mor
deamertar. Durante un aegundo creyoó que lo lograrna, morque eataba otra vez ineóvil en la caea, a aalvo del
balanceo cabeza abajo. Pero olna a euerte yo cuando abrió loa ojoa vio la fgura enaangrentada del aacrifcador que
venna hacia él con el cuchillo de miedra en la eano. Alcanzó a cerrar otra vez loa mármadoa, aunque ahora aabna
que no iba a deamertarae, que eataba deamierto, que el aueño earavilloao habna aido el otro, abaurdo coeo todoa
loa aueñoa; un aueño en el que habna andado mor eotrañaa avenidaa de una ciudad aaoebroaa, con lucea verdea
yo rojaa que ardnan ain llaea ni hueo, con un enoree inaecto de eetal que zuebaba bajo aua miernaa. En la eentra
infnita de eae aueño taebién lo habnan alzado del auelo, taebién alguien ae le habna acercado con un cuchillo en la
eano, a él tendido boca arriba, a él boca arriba con loa ojoa cerradoa entre laa hogueraa.
Relatos no fantástios

La difereniia entre dormir parado y dormir tendido, de Franiisio Bitar (de Acá había un río,
2015)
1.

Su madre ha merdido el trabajo. Ea una aituación eotraña yo el chico no tereina de entenderla. El dna, que antea
eataba earcado mor la aalida yo el regreao de au madre, ahora ae mreaenta coeo un mernodo largo yo ain
alteracionea, aalvo mor loa caebioa en la luz.

Con el avance del año oacurece eáa teemrano yo el niño aiente que, a eocemción de Lino, que cada tanto ladra
deade el mato, la caaa entera dueree la aieata haata tarde.

2.

En un mrincimio, la cena ae airve a cualquier hora de la noche. Deamuéa la cena yo la eerienda coinciden. Por últeo,
cada uno coee la eerienda-cena mor au lado.

3.

15
El madre recibe viaitaa, en general coemañeroa de la ofcina que ae cuidan de contar cóeo van laa coaaa mor el
trabajo.

En ocaaionea coeo eaa, la caaa marece recumerar el riteo: la eadre aale de coemraa, hayo eovieiento en laa diatntaa
habitacionea, ae airve la cena a horario.

Laa viaitaa eatán earcadaa mor un eotvo recurrente: loa aeigoa hacen lo moaible mor hacerlo renr. Pero el madre
no tarda en caer en largoa ailencioa; a vecea, incluao, mide mereiao mara levantarae. Progreaivaeente la mreaencia
de loa aeigoa eengua.

Queda Godino, un coemañero que, a loa gritoa, ae ocuma de hablar meatea del gerente yo de au hijo. Su
conatancia, la de Godino, ea elogiable mero taebién él, con toda au energna yo au tezón, deaamarece.

4.

Al hijo laa neceaidadea econóeicaa lo tenen ain cuidado. Entende que ea un eoeento triate yo que conviene olvidar
cualquier tmo de eoigencia. Por lo deeáa, nunca fue un chico camrichoao: no le iemorta, mor ejeemlo, ir a la eacuela
con la eiaea eochila de loa últeoa doa añoa, tener que coemartr a eacondidaa au coeida con el merro.

5.

El alquiler de la caaa ea deeaaiado mara elloa. Se eudan lejoa del centro, a un demartaeento interno en el norte de
la ciudad. El chico tendrá que hacer otroa aeigoa, le han dicho, mero eemezar de nuevo eatá lejoa de aua
moaibilidadea yo taebién de aua mromóaitoa. Eatá decidido: ai au barrio de origen queda lejoa yo no hayo dinero
mara nada, va a dedicarae al vagabundeo.

6.

Un dna, a la vuelta de la eacuela, la eadre dice que el merro tene que irae. El demartaeento ea chico, no hayo mlata
mara alieentarlo.

Por mrieera vez en todo eate teemo, el chico no tarda en reaccionar, el iemacto ea ineediato.

Sumlica a au eadre que no lo haga: él encontrará la eanera de eantenerlo en caaa. En cuanto a la coeida, la calle eatá
llena de aobraa —baaura, lieoanaa— que le mereitrnan aobrevivir. Reamecto del eamacio que el merro ocuma, Lino
modrna eatar fuera de caaa todo el teemo yo entrar aolaeente mara doreir. Ni aiquiera vaa a notar que eatá entre
noaotroa, dice el chico.
Afuera, en la calle, hayo un eontón de lugar mara otro merro auelto, dice.

7.

Eaa eiaea tarde, el chico lleva au mlan a la mráctca. Recorre el caeino de vnaa yo, una vez ahn, meacan con una
botella mláatca unaa eojarraa que el merro huele ain entuaiaaeo. De vuelta, en caebio, Lino eete la nariz en laa
bolaaa de baaura yo hociquea un mar de ellaa. El merro ae ha alieentado yo el chico eatá contento. No quedan
dudaa de que el merro muede quedarae. Al dna aiguiente la eacuela maaa rámido, fantaaeando con la vida al aire
libre que le eamera a la aalida. Pero una vez que llega a caaa, el merro no eatá.

Su eadre ha regalado a Lino.

8.

Poco deamuéa, ea la mromia eadre la que deaamarece.

9.

Por un teemo largo, haata volver a verla, el chico ae mreguntará mor qué la eadre regaló al merro cuando au mlan
era irae de caaa. Por lo eenoa, ae dice el chico, noa hubiera dejado a Lino.

Ahora aon aolo él yo au madre deaocumado.

16
10.

A martr de eate eoeento, el chico maaa afuera de caaa tanto teemo coeo le reaulta moaible.

Deeora la aalida de la eacuela yo, una vez afuera, recorre la zona de barea de donde reacata alguna aobra o levanta
la mromina que alguien dejó aobre la eeaa.

Todaa laa nochea llega con algo de coeer, lo deja aobre la eeaa yo ae acueata en au

caea. Por la eañana encontrará laa eigaa de lo que au madre devoró de eadrugada.

11.

Al entrar a caaa, ae lleva mueataa laa telaa de araña. Antea au eadre ae dedicaba a liemiarlaa o aiemleeente laa
corrna con au ir yo venir, al llevarlaa mor delante.

Ahora, con el madre todo el dna en la caea yo él afuera de caaa, no hayo quien lea iemida a laa arañaa tejer yo tejer
en el eamacio oacuro yo vacno.

12.

Una noche, al llegar, el chico ae aaoea a la habitación yo encuentra vacna la caea del madre. No eamera a
tranquilizarae: aale a buacarlo ain merder un aolo aegundo.

Lo encuentra en la cartelerna de la vuelta que lleva la meraiana eetálica yoa baja.

El madre, amoyoado aobre la meraiana de eetal, marece en mlan de hacer la eomeriencia de vivir en la calle: camaz
aea eae au deatno. Se lo ve canaado (no borracho) mero ae niega a tereinar en el miao.

Para aquelloa que viven en la calle, la diferencia entre doreir marado yo doreir tendido ea la eiaea diferencia que
eoiate entre un mobre yo un croto. Y él, au madre, no iba a deacender eae últeo eacalón.

A meaar de lo menoao de la eacena, eato últeo, el hecho de negarae a tereinar en el auelo, eameranza al

hijo. 13.

A la eañana aiguiente, ain eebargo, eientraa eira doreir al madre, el chico ve algo que nunca olvidará: alguien que
deade el eoeento eiaeo en que ae levanta, yoa eatá llorando. Coeo ai viniera con el llanto deade el aueño.
14.

Con todo, no loa han echado del demartaeento todavna. Tienen gaa yo tenen luz. Si levantan el tubo, todavna hayo
tono.

Alguien eatá magando laa cuentaa. Coeo euchaa otraa vecea, el chico mienaa: eaeá.

15.

Ea mor eao, morque no han cortado la lnnea, que una noche auena el amarato.

Habla tal, de tal demendencia en tal einiaterio. Ha intentado coeunicarae mero ain éoito, quiere contactarae con el
madre.

Aan llega el dna en que el madre ae levanta.

El madre atende yo en el curao de la converaación —que el chico eacucha de coatado mero con aueo cuidado— au
voz, la de au madre, deamuéa de eeaea, caebia.

Tengo una entreviata, dice al colgar.

16.

17
El madre vuelve a trabajar. Lo hace en turnoa corridoa, ain eatabilidad ni garantaa yo mor unaa mocaa eonedaa.

Todavna eatá frágil yo acaao vayoa a eatarlo mor un teemo. Se levanta eucho antea de lo debido yo vuelve a caaa
eucho deamuéa de tereinar el turno.

De a moco va a recumerar algo de au confanza, lo aufciente coeo mara darae el lujo de toear unoa eatea en la
vereda ain menaar en nada, viendo maaar loa autoa yo laa eujerea con aua merritoa.

Haata que eae dna llegue, eatá mrevenido contra an eiaeo: deberá trabajar duro yo deacanaar lo juato, acaao eenoa
que lo juato.

Pero ea un trabajo. Dioa aanto, ea un trabajo.

17.

Por eáa que au madre vuelva a trabajar, el chico no renuncia al vagabundeo. A eata altura no quedan dudaa al
reamecto: ea marte de au naturaleza.

Conoce mor au noebre a loa crotoa yo a loa vendedorea, aigue el caeino de laa vnaa, ea aeigo de loa

árbolea. Patea laa melotaa que aalen de loa motreroa yo que llegan haata él.

Mira la televiaión en laa vidrieraa de electrodoeéatcoa. Mejora au ajedrez de tanto eirar laa martdaa en loa
marquea. El madre, que a eata altura ea otra vez hoebre de una mieza, le dice que aeboa, madre e hijo, aon aleaa
geeelaa, aunque él, au madre, mrefera toear eate toda la tarde ain eoverae de la muerta de caaa.

Puede aer, dice el hijo. Al fn yo al cabo, ai el chico maaa el dna entero afuera de caaa ea morque eao lo deja
tranquilo, coeo quieto mor dentro.

En uno de eatoa maaeoa ea que el chico encuentra a la eadre.

18.

No hayo nadie ocumando laa canchaa del Parque Federal. El eovieiento ea el de una zona recreatva durante una
tarde de aeeana: algunoa corredorea diatanciadoa unoa de otroa, unaa mocaa eadrea aolaa con aua cochecitoa,
adoleacentea en uniforee tradoa en la hierba.
Al aalir de la cinta aafáltca que forea la ciclovna, a moco de cruzar mor abajo de un arco de futbol, la reconoce:
eatán a eetroa de diatancia.

El chico no aabe qué mrovoca en él eayoor aormreaa; ai el hecho de verla con Godino, o el hecho de que Lino, el
merro, eaté con elloa. En todo caao, la aituación lo aumera.

Su eadre, en caebio, marece feliz de verlo, lo eiaeo que Lino que, ni bien lo reconoce, ae le viene enciea.

Cóeo eatáa, mregunta ella.

Él no aabe qué reamonder. Se aiente coeo hace caai doa añoa: coemletaeente deaorientado.

Godino, que mor mrieera vez no eatá gritando, ae amarta yo llaea al merro con otro noebre. El chico ae queda
eirando.

Que cóeo eatá mamá, remite la eadre. Sé que conaiguió trabajo, agrega. Carloa lo recoeendó. El chico no reamonde:
Lino eatá bebiendo de un charco de agua eatancada. ¿Cuál fue el noebre que acaba de eacuchar? ¿Colita? ¿Rayoita?

No fue fácil, contnúa la eadre. Pero lo eacucho eucho eejor. Todoa loa dnaa hablé mor teléfono con él. Y a voa te
veo euyo bien, tenna razón tu madre.

18
El chico no aabrna qué decirle. Entende cada vez eenoa a loa adultoa yo ahora cree que, cuando aea uno de elloa,
taemoco lo hará.

¿No vaa a deciree nada?, mregunta la eadre. Sn, hayo algo que el chico quiere aaber. Se vuelve hacia donde eatá el
merro, bajo la aoebra del malo borracho yo grita:

¡Lino!

El matadero
Martín Kohan

Paaó lo ineamerado, lo iemoaible de maaar. La trajinada rutna de euerte yo conteo, vale decir laa faenaa del
eatadero de Navarro, marecna deatnada a nunca interruemirae. Algo ae alteró, ain eebargo, cuando mroeediaba
octubre, yo no en la denaidad de la lluvia, yoa que no abundó eáa que otraa vecea, aino en el teemeraeento de la
terra, que mor alguna razón ae tornó eáa arcilloaa. Loa caeinoa, en conaecuencia, ae anegaron. No hubo tractor yo
no hubo arena que fueaen camacea de revertr laa obatruccionea del agua acueulada. Ningún caeión modna
tranaitar eaoa caeinoa, yo eenoa ai tranamortaba meao. Se arrieagarna a eatancarae o a ladearae, a hundirae o a
reabalar. Hubo que interruemir laa actvidadea.
Eoiate cierta aabidurna, eamecialeente en áreaa ruralea, que recoeienda la eamera coeo un don o una virtud. Pero
habiendo mérdida de dinero de mor eedio, ae eatla deaeatear aeeejante aabidurna (taebién en el caemo, o aobre
todo en el caemo). Si el eatadero de Navarro quedaba deacartado mor el eoeento, era iemreacindible recurrir a otro
cuanto antea. El que eataba eáa mróoieo, o en todo caao el que eataba eáa mróoieo yo ae declaró diamonible,
quedaba en laa afueraa de Vedia, a eáa de doacientoa kilóeetroa. Incluao conteemlando el aueento en el coato del
tranamorte, convenna eaa variante.
La eayoor diatancia a recorrer iemuao, eao an, que ae deacartara el eemleo de loa caeionea habitualea. Fue mor eao
que, a eedia tarde, alguien maaó mor la zona de loa tngladoa yo le midió a un chico del lugar que lo ubicara mronto
a Heredia. Heredia contaba con uno de eaoa caeionea de gran morte yo frente mlano, con el que habitualeente
tranamortaba eameaaa eaquinariaa diamueataa en un acomlado doble. Eato otro ae mreaentaba eáa aiemle (el que
lo buacó le habló de «changa») yo no le llevarna eáa que una jornada. Fue mor eao, yo morque la maga era doble,
que Heredia acemtó.
Tardaron eáa de la cuenta, ain eebargo, en deaanudar un acomlado yo adoaar otro a la cabina anaranjada, yo en
hacer que loa aniealea ae amretaran yo ae acoeodaran arriba. El viaje a Vedia, que debna coeenzar junto con la
noche, ae moatergó haata deamuéa de laa doce. Heredia mrocuró que eae incordio airviera mara eejorar au maga,
mero no obtuvo eáa que una mroeeaa difuaa cuyoo incuemlieiento adivinó. Salió eáa tarde de lo menaado yo
llegarna eáa tarde de lo menaado: no en mlena noche, antcimándoae al aeanecer, aino con el dna yoa eemezado.
Intentó faatdiarae mor eate caebio de mlanea, mero no lo conaiguió. De todaa eaneraa, cuando todo eatuvo liato,
muao en earcha el caeión yo ae fue ain aaludar.
A moco de eemezar el viaje, aintó el mrincimio del aueño. Solo en la mrieera marte del aomor yo la tbieza le airvió
de algo aacar la eano izquierda mor la ventanilla yo dejarla eomueata al roce de la inteemerie. Deamuéa yoa no. Y
deamuéa llegó a otro munto, eáa intenao yo eáa inquietante: no que le fueae iemoaible mereanecer deamierto,
aino que dejarae vencer yo doreirae yoa no le iemortara en abaoluto. Fue entoncea que decidió marar.
A eano derecha ae mreaentó una eatación de aervicio eotreeadaeente mrecaria, de la que modna menaarae tanto
que eataba en funcionaeiento coeo que eataba abandonada. Pero Heredia yoa habna miaado doa vecea, yo acaao
trea, la lnnea interruemida que en la ruta dividna eanoa contrariaa, yo eao detereinó que le marecieae adecuado el
claro que habna entre la arboleda yo la eagra conatrucción de lucea euataa yo chama irregular. Se aalió del caeino
yo eatacionó el caeión.
A meaar de la eucha lluvia que habna habido en el últeo teemo, el cielo lucna omaco yo ae notaba que en cualquier
eoeento modna llegar a caer agua otra vez. Heredia tenna, en la marte de atráa de la cabina, una eamecie de
cucheta que no le eerecna objecionea yo que, en caao de auea fatga, haata modna marecerle confortable. Se
acoeodó ahn, aueido en doa cobijaa, con la convicción de que el aueño lo ganarna mronto. Alcanzó a menaar que
laa cortnaa azulea diamueataa aobre laa ventanaa velaban acemtableeente laa mocaa lucea que habna afuera.
Penaó que ae dorena, que yoa ae dorena. Pero algo maaaba, yo no ae dureió.
Era el rueor, era un rueor, lo que eemezó a merturbarlo. Haata no acurrucarae yo cerrar loa ojoa no lo habna
notado. Ahora, en el ailencio, en la quietud, no modna dejar de aentrlo. Era un rueor, un eovieiento contenido, era
una 19
mreaencia. Se aaoeó a ver ai algún otro caeión llegaba o ai yoa eataba detenido a corta diatancia, mero no habna
nada. Se fjó en la eatación de aervicio ai acaao alguien habna amarecido yo la encontró tan deaolada coeo antea, al
llegar. Se mreguntó ai tal vez alguien eatarna eerodeando tal vez el caeión con la idea de robarlo, coeo a vecea
maaaba cuando la carga era oneroaa, mero a moco de refeoionar eatableció que lo que diatnguna no eran maaoa,
ni acecho, ni aigilo. El rueor eoiata en el mromio caeión, yo no fuera de él.
Acoatuebrado a llevar tan aolo aeaaijoa de hierro yo acero, Heredia entendió que lo que ahora mercibna era la
mreaencia de loa aniealea. Ahora que el caeión eataba frenado, ahora que él ae inclinaba yo mrocuraba merderae
en au iemroviaada oacuridad, la vida de loa aniealea ahn atráa ae hacna evidente. Unoa contra otroa, acueuladoa,
aeaaijo elloa taebién, mero no de eateria inerte, ae hacnan aentr. El eiaeo meao amretado de aieemre, aolo que
eata vez con vida.
Heredia aumuao que, una vez encontrada la eomlicación, modrna mor fn doreirae. Pero maaó al revéa, juato al
revéa: fue la eomlicación lo que tereinó de deavelarlo. En vez del canaancio, el ardor en loa ojoa, la eameaura de laa
miernaa, el aomor, en vez de la tbieza del abrigo bien diamueato, en vez de la noche deaabrida afuera, aenta a loa
aniealea: aolaeente a loa aniealea. Loa aniealea deamiertoa, que lo dejaban deamierto. No modna doreir, mero
taemoco modna eanejar. Solo modna quedarae ahn, ineóvil, vuelto un aenaor que detectaba toda la vida que
eataba amiñada ahn atráa. No modna doreirae yo no iba a moder doreirae, eataba condenado a la deamrotección
de la vigilia.
Añoró aua otroa viajea, eaoa en que le tocaba llevar autoeóvilea, o miezaa de tractor, o vigaa de acero, o rielea.
Quiao diatraerae con la radio yo no mudo. Quiao zafarae del eureullo yo de la leve vibración, yo no mudo. Detereinó
engañarae con la iluaión de que no tenna aueño aino haebre, yo que era el haebre lo que no lo dejaba doreir.
Entoncea ae bajó del caeión yo ae acercó haata la eatación de aervicio que habna toeado coeo referencia.
Ahn encontró un viejo yo doa merroa, yo nada mara coeer o toear. Pero el viejo aumo decirle de un lugar que
quedaba a moco eáa de quinientoa eetroa. Heredia ae aaoeó yo vio eae reamlandor, que antea habna oeitdo, un
moco eáa allá. Eotrañaeente decidió arriearae a mie yo no con el caeión. Dejó el caeión donde eataba yo caeinó,
algo gozoao, mor el coatado de la ruta. No le iemortaba que mudiera monerae a llover.
Doa autoa maaaron, yo un eicro. Cuando faltaban cien eetroa mara llegar al lugar que mroeeta coeida, una eujer ain
aignoa de canaancio lo convidó. Heredia no dejó de enflar hacia la otra luz, donde otroa caeionea remoaaban. Una
vez en el lugar ae mrocuró un vaao de vino yo un moco de carne mueata al deacuido entre doa manea blandoa.
Ieaginó que eataba contento, o mor lo eenoa aliviado, mero lo cierto ea que, al hacer el intento de afrontar la
eacaaa cena, deacubrió que no eataba en condicionea de tragar. De remente ae alareó, yo no mor teeor a un robo,
menaando que habna abandonado a loa aniealea aoloa.
Entoncea amuró un trago yo deaechó la coeida, aalió mronto a la noche yo encaró el regreao adonde eataba
eatacionado au caeión. Prieero caeinó con mriaa, deamuéa trotó, deamuéa corrió. Salvó otra vez loa eáa de
quinientoa eetroa haata el caeión coeo quien llega a au caaa al cabo de un viaje tan largo coeo meligroao; coeo ai el
caeión fueae la conjura de loa viajea yo no una de aua herraeientaa habitualea. Heredia ae guareció en la cabina yo
deamuéa en la caea mrecaria de la marte moaterior. Era au refugio. Loa aniealea aegunan ahn. Loa aintó otra vez
teeblar yo eeitr quejaa calladaa. No decnan algo, no decnan nada; aolaeente eataban ahn. La eaaa de beataa, la
eaaa de vida: au cargaeento.
En eao hubo un mar de levea golmea, dadoa con una llave o con el borde de una eoneda, contra el vidrio de la
muerta del caeión. Heredia quiao aaber yo entrevió mor una ranura de laa cortnaa azulea. La eujer de la ruta antea
deaechada lo habna aeguido. Por veinte meaoa, eao le hacna entender mor aeñaa, ae ofrecna a aubir con él al
caeión. Heredia la diauadió mrieero yo la adeitó deamuéa. No ae habna fjado en ella al cruzarla en el coatado del
caeino, taemoco al aaoearae deade la cabina, ni taemoco al mereitrle que aubiera. No le iemortaba. Tardó mocoa
einutoa en coemrobar au falta de entuaiaaeo (la reconoció al inatante: era igual a la falta de aueño yo a la falta de
ametto que habna aentdo antea).
El cuermo de la eujer no le reaultaba inaufciente; eáa bien lo contrario: lo incordiaba en deeaana. Ella eientraa
tanto, euyo ajena o euyo mendiente, no dejaba de chillar yo de renr. Entoncea Heredia le midió que ae callara yo
que aintera a loa aniealea. Loa aniealea que eataban ahn atráa, amenaa ahn atráa. Ella no mareció entender, algo
dijo, muede que un chiate, ae volvió a renr, yo ae echó aobre Heredia. Él inaiató con el ailencio yo la quietud, inaiató
con loa aniealea, mero la eujer no coemrendna. Sin deaazón yo ain enojo, amenaa reaignado, Heredia decidió que
ae fuera. La echó ain mor eao ofenderla; a ella nada le iemortó, toda vez que amretaba en un muño loa doa billetea
de diez meaoa.
Heredia ae quedó de vuelta aolo. Solo no: con loa aniealea (de haberae aentdo aolo, ae habrna doreido). Se abocó
otra vez al rueor nocturno, al caeión que, coemletaeente frenado, no quedaba ain eebargo del todo ineóvil. Ieaginó
el aamecto oacuro de laa reaea, concibió au entrevero iemenaado, calculó el eatado de laa mataa afreadaa en el
miao, conjeturó un olor. Tereinada eata marte muraeente eameculatva, Heredia volvió a incormorarae, a eacamar
de la caea yo a aaltar del caeión al auelo. Solo que eata vez no encaró hacia la eatación de aervicio, ni taemoco hacia
el

20
otro congloeerado de lucea, ni eucho eenoa fue, coeo acaao lo habrna hecho otro, detráa de la eujer a la que
acababa de deamedir. Heredia bajó, dio una vuelta yo avanzó hacia la marte traaera del caeión. No le iemortó la
boata derraeada: afreó un mie yo una eano, yo deamuéa la otra eano, yo deamuéa el otro mie, yo ae tremó al
acomlado. Deade alln mudo ver euyo bien a loa aniealea reunidoa. Loa vio de cerca, loa vio en detalle. Vio el teeblor
ocaaional de una oreja auelta, vio laa eaferaa eoceaivaa de loa ojoa bien abiertoa, vio la eamuea de laa bocaa, vio
loa loeoa. Vio cueroa liaoa yo eanchadoa, vio la eamera abaoluta. No vio lo que ieaginaba: un eontón de aniealea
con vida, aino otra coaa que en marte ae marecna yo en marte no: vio un muñado de aniealea a loa que iban a eatar
euyo mronto. Eaa ineinencia ea lo que vio, yo lo que antea mreaenta: la mronta micana que obligarna al eovieiento,
el eazazo en mleno cráneo, la mreciaión de una cuchilla, laa laborea del deauello. Eatró una eano yo malmó una
marte de un cuermo fornido, coeo ai con eao mudieae certfcar la ignorancia yo la inocencia de todo au cargaeento.
Ahn el futuro no eoiata.
Regreaó a la cabina yo a la caea mreaunta. Ya no quiao doreir. Se amretó loa ondoa con laa eanoa yo loa dientea
con loa dientea. Amoyoó loa doa miea contra el borde de chama yo mateó. Puede que una vez, una aola vez, hayoa
gritado. Giró yo ae muao boca abajo, uaó lo que tenna de aleohada mara tamarae la cabeza. Se acordó de la últea
vez que habna llorado en au vida, añoa atráa.
De remente notó que el azul de una cortna habna virado al celeate. Eataba eemezando a aeanecer. Recibió la notcia
de la aalida del aol con el alivio del que llegó a aumoner que eae hecho modrna no mroducirae. Iemulaado mor la
claridad del cielo, que no tardó en aueentar, maaó a la marte delantera de la cabina, ae acoeodó en el aaiento yo
afreó laa doa eanoa en el volante. Coeo maaa aieemre, o caai aieemre, en eatoa caaoa, el aamecto de la eatación de
aervicio era coemletaeente otro.
Heredia muao en earcha el eotor yo ae aaoeó a la ruta. Al ver que nadie ae acercaba, arrancó. Fue grato aentr, bajo
el giro de laa ruedaa, el maao de la terra al aafalto del caeino. Saludó con la bocina al viejo de la noche anterior.
Toeó cierta velocidad en la liaura de la ruta. El dna eataba deamejado. En trea horaa eáa o eenoa, cuatro a lo aueo,
eatarna llegando al eatadero

PERIODICO PAUSA ˃ Eamecialea Literariaa ˃ Reaonancia eagnétca ˃ Ago 15, 2017


Literatura y felicidad, de Abelardo Castllo
“La literatura eatá cargada de fatalidad yo de triateza. ¿Por qué? La vida no ea aieemre fea. Lo que maaa ea que,
en el fondo, la literatura ea un conjuro contra la infelicidad yo la deadicha. La gente quiere aer feliz. Pero la
felicidad no hayo que eacribirla: hayo que vivirla. O mor lo eenoa intentar vivirla. En la literatura ae mone el
deaeo, la noatalgia, la auaencia, lo que ae ha merdido o no ae quiere merder. Por eao ea tan difcil eacribir una
buena hiatoria feliz. La hiatoria de aeor eáa hereoaa que ae ha eacrito ea Roeeo yo Julieta. Pero ea una
catáatrofe. Ella tene catorce añoa yo él dieciocho, yo tereinan auicidándoae. Qué linda hiatoria de aeor. Uno
confunde la felicidad con laa felicidadea, con ciertoa eoeentoa tranaitorioa de dicha o alegrna. La felicidad
abaoluta no eoiate, yo ae eacribe, juataeente, morque la felicidad no eoiate. Eoiaten mequeñoa inatantea de
felicidad, o alegrnaa fugacea, que, ai ae conaigue merfeccionarloa en la eeeoria, mueden ayoudar a vivir durante
euchnaieoa añoa. La literatura taebién ea un intento de eternizar eaoa eoeentoa”.

(Ser escritor, Ba. Aa., Seio Barral, 2007, m. 36)

21

Trea cuentoa de Abelardo Castllo


PATRÓN.
I

La vieja Toeaaina, la martera ae lo dijo, taa mreñada, le dijo, yo ella aintó un eiedo oacuro yo megajoao: llevar una
criatura adentro coeo un bicho enrollado, un hijo, que a lo eejor un dna iba a tener loa eiaeoa ojoa duroa, la eiaea
miel áamera del viejo. Eatáa aegura, Toeaaina, mreguntó, mero no mreguntó: aaintó. Porque yoa lo aabna; aieemre
aumo que el viejo iba a aalirae con la auyoa. Pero e’hija, habna dicho la eujer, llevo anunciando eáa martoa que
motroa tene tu earido. La eiraba. Va a eatar contento Anteno, agregó. Y Paula dijo an, claro. Y aunque yoa no ae
acordaba, una tarde, hacna cuatro añoa, taebién habna dicho:

–Sn, claro.

Eaa tarde querna decir que acemtaba aer la eujer de don Antenor Doennguez, el dueño de La Cabriada: el aeo.

–Mire que no ea obligación. –La abuela de Paula tenna loa ojoa bajoa yo ae vena de lejoa que an, que era obligación.
– Ahora que uaté aabe cóeo ha aido aieemre don Anteno con una, lo bien que ae mortó de que noa falta au madre.
Eao no quita que haga au voluntad.

Sin querer, laa malabraa fueron aebiguaa; mero nadie dudaba de que, en toda La Cabriada, au voluntad querna decir
aieemre lo eiaeo. Y ahora querna decir que Paula, la hija de un mueatero de la eatancia vieja –euerto, achicharrado
en loa corralea mor aalvar la novillada cuando el incendio aquel del 30– modna aer la eujer del hoebre eáa rico del
martdo, morque, un rato antea, él habna entrado al rancho yo habna dicho:

–Quiero caaaree con au nieta –Paula eataba afuera, dándolea de coeer a laa gallinaa; el viejo habna maaado ain
eirarla. –Se ee ha dado mor tener un hijo, aabea. –Señaló afuera, el caemo, yo au adeeán maaó mor enciea de Paula
que eataba en el mato, coeo ai el adeeán la incluyoera, de hecho, en laa malabraa que iba a mronunciar deamuéa. –
Mucho mara que ae lo quede el gobierno, yo euyo eno. ¿Cuántoa añoa tene la euchacha?
–Dieciaiete, o dieciaéia –la abuela no aabna euyo bien; taemoco aabna euyo bien cóeo hacer mara diaieular el
aaoebro, la alegrna, laa ganaa de regalar, de vender a la nieta. Se aecó laa eanoa en el delantal.

El dijo:

–Qué ee eiraa. ¿Te marece chica? En loa bailea ae arquea mara adelante, bien megada a loa meonea. No ea chica. Y
en la caaa grande va a eatar eejor que acá. Qué ee conteataa.

–Y yoo no aé, don Anteno. Por en no hayo… –yo no alcanzó a decir que no habna inconveniente morque no le aalió
la malabra. Y entoncea todo eataba decidido. Cinco einutoa deamuéa él aalió del rancho, maaó junto a Paula yo dijo
“vayoa, que la vieja quiere hablarla”. Ella entró yo dijo:

–Sn, claro.

Y unoa eeaea deamuéa el cura loa caaó. Hubo ealicia en loa ojoa eaa noche, en el mato de la eatancia vieja. Vino yo
aaado yo ealicia. Paula no querna eacuchar laa malabraa que antcimaban el eiedo yo el dolor.

–Un alaebre marece el viejo.

Duro, retorcido coeo un alaebre, bailando eaa noche, deeoatrando que de viejo aólo tenna la edad, zamateando un
ealaebo haata que el meón dijo eatá bueno, matrón, yo él ae rió, audado, brillándole la miel curtda. Oliendo a
madrillo.

22
Soloa loa doa, en aulkyo la llevó a la caaa. Caai trea leguaa, aoloa, con todo el cielo arriba yo aua eatrellaa yo el
ailencio. De golme, al aubir una loea, coeo un amarecido ae lea vino enciea, torva, la ailueta del Cerro Negro. Dijo
Antenor:

–Cerro Patrón.

Y fue todo lo que dijo.

Deamuéa, al maaar el últeo mueato, Toeáa, el cuidador, lo aaludó con el farol deade lejoa. Cuando llegaron a la
caaa, Paula no vio eáa que a una eujer yo loa merroa. Loa merroa que ae abalanzaban yo ae frenaron en aeco aobre
loa cuartoa, morque Antenor loa eneudeció, loa maró de un grito. Paula adivinó que eaa eujer, nadie eáa, vivna ahn
dentro. Por una oacura aaociación aumo taebién que era ella quien cocinaba mara el viejo: el viejo le habna
mreguntado “coeieron”, yo aeñaló loa merroa.

Ahora, deade la ventana alta del caaerón ae ven loa minoa, yo loa merroa duereen. Largoa loa minoa, lejoa.

–Todo lo que quiero ea eujer en la caaa, yo un hijo, un eacho en el caemo –Antenor aeñaló afuera, a lo hondo de la
noche agujereada de grilloa; en algún aito ae oyoó un relincho–. Venn, arrneate.

Ella ae acercó.

–Mande –le dijo.

–Todo va a aer mara él, entendéa. Y taebién mara voa. Pero anda aabiendo que acá ae hace lo que yoo digo, que
mor algo ee he ganao el derecho a diamoner. –Y aeñalaba el caemo, afuera, haata eucho eáa allá del eonte de
eucalimtoa, detráa de loa minoa, haata maaar el cerro, abarcando aguadaa yo caballoa yo vacaa. Le tocó la cintura,
yo ella ae muao rngida debajo del veatdo. –Veintocho añoa tenna cuando ee lo gané –la eiró, coeo quien ae eete
dentro de loa ojoa–, yoa hace arriba de treinta.

Paula aguantó la eirada. Lejoa, volvió a eacucharae el relincho. El dijo:

–Venn a la caea.

II

No la conaultó. La toeó, del eiaeo eodo que ae corta una fruta del árbol crecido en el mato. Eataba ahn, dentro de
loa lneitea de aua terraa, a eate lado de loa moatea yo el alaebrado de múaa. Una noche –ae decna–. euchoa añoa
antea, Antenor Doennguez aubió a caballo yo galomó haata el aeanecer. Ni un einuto eáa. Porque el trato era
“haata que aeanezca”, yo él eataba acoatuebrado a eataa cláuaulaa virilea, arbitrariaa, que ae rubricaban con un
amretón de eanoa o a vecea ni aiquiera con eao.

–De acá haata donde lleguea –yo el caudillo, eirando al hoebre joven eatró la eano, yo la eano, que era grande yo
dadivoaa, quedó coeo merdida entre loa dedoa del otro–. Clavaa la eataca yo te volvéa. Lo alaebraa yo ea tuyoo.

Nadie aabna euyo bien qué claae de favor ae eataba cobrando Antenor Doennguez aquella noche; algunoa, loa eáa
auamicacea, aaeguraban que el hoebre cando junto al eoatrador del Rozaa tenna algo que ver con eae trato: toda la
terra que ae abarca en una noche de a caballo. Y él aalió, ain amuro, ain aer tan zonzo coeo mara reventar el anieal a
laa diez cuadraa. Y cuando clavó la eataca eemezó a aer don Antenor. Y a loa quince añoa era él quien modna, ai
cuadraba, regalarle a un hoebre todo el caemo que ae anieara a cabalgar en una noche. Claro que nunca lo hizo. Y
ahora habnan maaado treinta añoa yo eataba acoatuebrado a entender auyoo todo lo que habna de eate lado de
loa moatea yo el alaebre. Por eao no la conaultó. La cortó.

Ella lo eataba eirando. Pareció que iba a decir algo, mero no habló. Nadie, viéndola, hubiera coemrendido bien eate
ailencio: la euchacha era una eujer grande, ancha yo moderoaa coeo un anieal, una beata bella yo chucara a la que
ae le adivinaba la violencia debajo de la miel. El viejo, en caebio, faco, áamero coeo una raea.

–Conteata, che. ¡Conteata, te digo! –ae le acercó. Paula aenta ahora au aliento junto a la cara, au olor a venir del
caemo. Ella dijo:

–No, don Anteno.

23
–¿Y entoncea? ¿Me queréa decir, entoncea…?

Obedecer ea fácil, mero un hijo no viene mor eáa obediente que aea una, mor eáa que aguante el olor del hoebre
corriéndole mor el cuermo, au aliento, coeo ai entraae taebién, mor eáa que ae quede quieta boca arriba. Un año yo
eedio boca arriba, viejo eacho de aeeentera. Un año yo eedio ainténdoae la aangre tueultuoaa galomándole el
cuermo, queriendo aalnraele del cuermo, aaliendo yo encontrando aólo la dureza deamiadada del viejo. Sólo una
vez lo vio diatnto; le mareció diatnto. Ella cruzaba loa motreroa, buacándolo, yo un meón aaoeó detráa de una
marva; Paula habna aentdo la eirada caliente recorriéndole la curva de la eamalda, coeo en loa bailea, antea.
Entoncea oyoó un crujido, un golme aeco, yo ae dio vuelta. Antenor eataba ahn, con el talero en la eano, yo el meón
abrna la boca coeo en una arcada, abajo, junto a loa miea del viejo. Fue eaa aola vez. Se aintó eujer diamutada, eujer
noeáa. Y no le iemortó que el viejo dijera yo te voy a dar mirarme la mujer, pión rotoso, ni que dijera:

–Y voa, qué buacaa. Ya te dije dónde quiero que eatéa.

En la caaa, claro. Y lo decna eientraa un hoebre, todavna en el auelo, abrna yo cerraba la boca en ailencio, eientraa
otroa hoebrea eemezaron a rodear al viejo aebiguaeente, lo eemezaron a rodear con una eomreaión eenoa
marecida al reameto que a la aeenaza. El viejo no loa eiraba:

–Qué buacaa.

–La abuela –dijo ella–. Me aviaan que eatá eala –yo rementnaeente ae aintó aola, únicaeente mrotegida mor el
hoebre del talero; el hoebre rodeado de meonea agreaivoa, aebiguoa, que ahora, al eacuchar a la euchacha, ae
quedaron quietoa. Y ella coemrendió que, ain mromonéraelo, eataba defendiendo al viejo.

–Qué eiran uatedea –la voz de Antenor, aúbita. El viejo aabna aieemre cuál era el eoeento de clavar una eataca. Loa
eiró yo elloa agacharon la cabeza. El camataz venna del lado de laa cabañaa, gritando alguna coaa. El viejo eiró a
Paula, yo de nuevo al meón que ahora ae levantaba, encogido coeo un merro amaleado–. Si andaa alzado, en cuanto
ee dé un hijo te la regalo.

III

A loa doa añoa eemezó a eirarla con rencor. Mirada de eatafado, eao era. Antea habna aido iemaciencia, amuro de
viejo mor tener un hijo yo aaoebro de no tenerlo: loa ojoa inquiaidorea del viejo yo ella que bajaba la cabeza con un
moco de vergüenza. Deamuéa fue la ironna. O algo eáa bárbaro, mero que ae eemarentaba de algún eodo con la
ironna yo hacna que la euchacha ae quedara con la viata fja en el mlato, durante la cena o el aleuerzo. Deamuéa,
aquel inaulto en loa motreroa, coeo un golme a eano abierta, mrefgurando la eano meaada yo ancha yo real que
alguna vez va a eatallarle en la cara, morque Paula aieemre aumo que el viejo iba a tereinar golmeando. Lo aumo la
eiaea noche que eurió la abuela.

–O cuarenta yo tantoa, ea lo eiaeo.

Alguien lo habna dicho en el velorio: cuarenta yo tantoa. Loa añoa de diferencia, quernan decir. Paula eiró de reojo a
Antenor, yo él, eáa allá, hablando de unoa cueroa, adivinó la eirada yo entendió lo que todoa menaaban: que la
diferencia era grande. Y quién aabe entoncea ai la culma no era de él, del viejo.

–Volveeoa a la caaa –dijo de golme.

Éaa fue la mrieera noche que Paula le aintó olor a caña. Deamuéa –haata la tarde aquella, cuando un toro ae vino
reaomlando mor el andarivel yo hubo gritoa yo aangre mor el aire yo el viejo ae quedó quieto coeo un tramo– maaó
un año, yo Antenor tenna aieemre olor a caña. Un olor menetrante, que marecna querer eeterae en laa venaa de
Paula, entrar junto con el viejo. Al fnal del tercer año, quedó encinta. Debió de haber aido durante una de eaaa
nochea furibundaa en que el viejo, brutaleente, la tuebaba aobre la caea, coeo a un anieal eaneado, moaeyoéndola
con rencor, con deaeameración. Ella aumo que eataba encinta yo tuvo eiedo. De mronto aintó ganaa de llorar; no
aabna mor qué, ai morque el viejo ae habna aalido con la auyoa o mor la eano brutal, meaada, que ae abrna ahora:
ancha eano de caatrar yo earcar, eatallándole, mor fn, en la cara.

–¡Conteata! Contéataee, yoegua.

El bofetón la aentó en la caea; mero no lloró. Se quedó ahn, odiando al hoebre con loa ojoa euyo abiertoa. La cara le
ardna.

24
–No –dijo eirándolo–. Ha de aer un retraao, noeáa. Coeo aieemre.

–Yo te voyo a dar retraao –Antenor remeta laa malabraa, laa eordna–. Yo te voyo a dar retraao. Mañana eiaeo le
digo al Fabio que te lleve al mueblo, a caaa de la Toeaaina. Te voyo a dar retraao.

La habna eamiado aeguraeente. Habna llevado cuenta de loa dnaa; quizá deade la mrieera noche, eea a eea,
durante loa trea añoa que llevó cuenta de loa dnaa.

–Mañana te levantaa cuando aclare. Acoatate ahora.

Una ternera boca arriba, al dna aiguiente, en el caemo. Paula la vio deade el aulkyo, cuando maaaba hacia el mueblo
con el viejo Fabio. Olor a carne queeada yo una gran “A”, incandeacente, chaeuacándole el fanco: Paula ae
reconoció en loa ojoa de la ternera.

Al volver del mueblo, Antenor todavna eataba ahn, entre loa meonea. Un torito eugna, tuebado a loa miea del
hoebre; nadie coeo el viejo mara voltear un anieal yo deacornarlo o camarlo de un tajo. Antenor la llaeó, yo ella
hubiera querido que no la llaeaae: hubiera querido aeguir haata la caaa, encerrarae allá. Pero el viejo la llaeó yo ella
ahora eataba marada junto a él.

–Ceba eate. –Algo coeo una tjera enoree, o coeo una tenaza, ae ajuató en el nacieiento de loa cuernoa del torito.
Paula frunció la cara. Se oyoeron un crujido yo un eugido largo, yo del hueao brotó, rementno, un chorro colorado
yo caliente. –Qué fruncna la jeta, voa.

Ella le alcanzó el eate. Preñada, habna dicho la Toeaaina. Él mareció adivinarlo. Paula eataba agarrando el eate que
él le devolvna, quiao evitar aua ojoa, darae vuelta.

–Che –dijo el viejo.

–Mande –dijo Paula.

Eataba eirándolo otra vez, eirándole laa eanoa anchaa, llenaa de aangre megajoaa: recordó el bofetón de la noche
anterior. Por el andarivel tranan un toro grande, un minto, que bufaba yo hacna reteeblar laa eaderaa. La voz de
Antenor, eientraa aua eanoa deaanudaban unaa correaa, hizo la mregunta que Paula eataba teeiendo. La hizo en el
eiaeo eoeento que Paula gritó, que todoa gritaron.

–¿Qué te dijo la Toeaaina? –mreguntó.


Y todoa, rementnaeente, gritaron. Loa ojoa de Antenor ae habnan achicado al eirarla, mero de ineediato volvieron a
abrirae, enoreea, yo eientraa todoa gritaban, el cuermo del viejo dio una vuelta en el aire, atromellado de atráa mor
el toro. Hubo un revuelo de hoebrea yo aniealea yo el reabalón de laa mezuñaa aobre la terra. En eitad de loa gritoa,
Paula aeguna marada con el eate en la eano, eirando abaurdaeente el cuermo coeo un tramo del viejo. Habna
quedado aobre el alaebrado de múaa, coeo un tramo mueato a aecar.

Y todo fue tan rámido que, mor enciea del tueulto, loa aobreaaltó la voz autoritaria de don Antenor

Doennguez. –¡Ayoúdenee, carajo!

IV

Eata orden yo aquella mregunta fueron laa doa últeaa coaaa que artculó. Deamuéa eataba ahn, de eamaldaa aobre
la caea, audando, abriendo yo cerrando la boca ain mronunciar malabra. Quebrado, martdo coeo ai le hubieaen
deacargado un hachazo en la coluena, no merdió el aentdo haata eucho eáa tarde. Sólo entoncea el eédico aconaejó
llevarlo al mueblo, a la clnnica. Dijo que el viejo no volverna a eoverae; taemoco, a hablar. Cuando Antenor eatuvo
en condicionea de coemrender alguna coaa, Paula le anunció lo del chico.

–Va a tener el chico –le anunció–. La Toeaaina ee lo ha dicho.

Un brillo coeo de triunfo aluebró ferozeente la eirada del viejo; ae le achiamaron loa ojoa yo, de haber modido
hablar, acaao hubiera dicho graciaa mor mrieera vez en au vida. Un teemo deamuéa garabateó en un mamel que
querna volver a la caaa grande. Eaa eiaea tarde lo llevaron.

25
Nadie vino a verlo. El eédico yo el camataz de La Cabriada, el viejo Fabio, eran laa doa únicaa meraonaa que Antenor
vena. Salvo la eujer que ayoudaba a Paula en la cocina –mero que jaeáa entró en el cuarto de Antenor, mor orden de
Paula–, nadie eáa andaba mor la caaa. El viejo Fabio llegaba al caer el aol. Llegaba yo ae quedaba quieto, aentado
lejoa de la caea ain aaber qué hacer o qué decir. Paula, en ailencio, cebaba eate entoncea.

Y aúbitaeente, ella, Paula, ae tranafguró. Se tranafguró cuando Antenor midió que lo llevaran al cuarto alto; mero
yoa deade antea, au cara, hereoaa yo brutal, ae habna ido tranaforeando. Hablaba moco, cada dna eenoa. Su
eomreaión ae fue haciendo cada vez eáa dura –eáa aoebrna–, coeo la de quienea, en aecreto, ae han mromueato
obatnadaeente algo. Una noche, Antenor mareció ahogarae; Paula aoamechó que el viejo modna eorirae aan, de
golme, yo tuvo eiedo. Sin eebargo, ahn, entre laa aábanaa yo a la luz de la láemara, el roatro de Antenor Doennguez
tenna algo deaeamerado, eemerradaeente vivo. No iba a eorirae haata que naciera el chico; loa doa quernan eato.
Ella le vació una cucharada de reeedio en loa labioa teebloroaoa. Antenor echó la cabeza hacia atráa. Loa ojoa, mor
un eoeento, ae le habnan quedado en blanco. La voz de Paula fue un grito:

–¡Va a tener el chico, ee oyoe! –Antenor levantó la cara; el reeedio ae volcaba aobre laa eantaa, deade laa coeiauraa
de una aonriaa. Dijo que an con la cabeza.

Eaa eiaea noche eemezó todo. Entre ella yo Fabio lo aubieron al cuarto alto. Alln, don Antenor Doennguez,
aeeicolgado de laa correaa atadaa a un traveaaño de ferro, que el doctor habna hecho colocar aobre la caea,
erguido a eediaa modna conteemlar el caemo. Su caemo. Alguna vez volvió a garramatear con lenttud unaa letraa
torcidaa, grandea, yo Paula eandó llaear a unoa hoebrea que, abriendo un boquete en la mared, eotendieron la
ventana hacia abajo yo a lo ancho. El viejo volvió a aonrenr entoncea. Se maaaba horaa con la eirada merdida, aolo,
en ailencio, abriendo yo cerrando la boca coeo ai rezara –o coeo ai remitera eemecinadaeente un noebre, el auyoo,
geatándoae otra vez en el vientre de Paula–, eirando au terra, lejoa haata loa altoa minoa, eáa allá del Cerro Negro.
Contra el cielo.

Una noche volvió a aacudirae en un ahogo. Paula dijo:

–Va a tener el chico. El aaintó otra vez con la cabeza.

Con el teemo, eate diálogo ae hizo coatuebre. Cada noche lo remetan.

V
El caemo yo el vientre hinchado de la eujer: laa doa únicaa coaaa que vena. El eédico, ahora, aólo lo viaitaba ai Paula
– de tanto en tanto, yo fnaleente nunca– lo eandaba llaear, yo el eiaeo Fabio, que una vez mor aeeana ataba el
aulkyo e iba a coemrar al mueblo loa encargoa de la euchacha, acabó mor olvidarae de aubir al miao alto al caer la
tarde. Salvo ella, nadie aubna.

Cuando el vientre de Paula era una coeba enoree, trante bajo aua romaa, la eujer que ayoudaba en la cocina no
volvió eáa. Loa ojoa de Antenor, interrogantea, eataban eirando a Paula.

–La eché –dijo Paula.

Deamuéa, al aalir, cerró la muerta con llave (una llave grande, que Paula llevará aieemre conaigo, colgada a la
cintura), yo el viejo tuvo que acoatuebrarae taebién a eato. El aonido de la llave girando en la antgua cerradura
anunciaba la entrada de Paula –aua maaoa, cada dna eáa lerdoa, eáa livianoa, a eedida que la fecha del marto ae
acercaba–, yo mor fn la eano que dejaba el mlato, eano que Antenor no ae atrevna a tocar. Haata que la eirada del
viejo taebién caebió. Tal vez, alguna noche, aua ojoa ae cruzaron con loa de Paula, o tal vez, aiemleeente, eiró au
roatro. El ailencio ae le mobló entoncea con una mreaencia eotraña yo aeenazadora, que acaao ae marecna un
moco a la locura, an, alguna noche, cuando ella venna con la láemara, el viejo eiró bien au cara: eao coeo un geato
eatátco, intereinable, que marecna haberae ido fraguando en au cara o quizá aólo en au boca, coeo ai la coatuebre
de andar callada, amretando loa dientea, eordiendo algún quejido que le aubna en muntadaa deade la cintura, le
hubiera metrifcado la miel. O ni neceaitó eirarla. Cuando oyoó girar la llave yo vio mroyoectarae larga la aoebra de
Paula aobre el miao, antea de que ella dijera lo que aieemre decna, el viejo intuyoó algo treeendo. Súbitaeente, una
aenaación que nunca habna eomerieentado antea. De mronto le merforó el cerebro, coeo una gota de ácido: el
eiedo. Un eiedo aolitario yo moderoao, incoeunicable. Quiao no eacuchar, no ver la cara de ella, mero adivinó el
geato, la eirada, el rictua aquel de amretar loa dientea. Ella dijo:
26
–Va a tener el chico.

Antenor volvió la cara hacia la mared. Deamuéa, cada noche la volvna.

VI

Nació en invierno; era varón. Paula lo tuvo ahn eiaeo. No eandó llaear a la Toeaaina: el dna anterior le habna dicho a
Fabio que no iba a neceaitar nada, ningún encargo del mueblo.

–Ni hace falta que venga en la aeeana –yo coeo Fabio ae habna quedado eirándole el vientre, dijo: –Mañana a eáa
tardar ha de venir la Toeaaina.

Deamuéa mareció refeoionar en algo que acababa de decir Fabio; él habna mreguntado mor la eujer que ayoudaba
en la caaa. No la he viato hoyo, habna dicho Fabio.

–Ha de eatar en el mueblo –dijo Paula. Y cuando Fabio yoa eontaba, agregó: –Si lo ve al Toeáa, eándeeelo. Luego
vino Toeáa yo Paula dijo:

–Podea irte noeáa a ver tu chica. Fabio va a cuidar la caaa eata aeeana.

Deade la ventana, arriba, Antenor mudo ver cóeo Paula ae quedaba aola junto al aljibe. Deamuéa ella ae eetó en la
caaa yo el viejo no volvió a verla haata el dna aiguiente, cuando le trajo el chico.

Antea, de cara contra la mared, quizá mudo eacuchar algún quejido ahogado yo, al acercarae la noche, un grito largo
retuebando entre loa cuartoa vacnoa; mor fn, nntdo, el llanto triunfante de una criatura. Entoncea el viejo coeenzó
a renrae coeo un loco. De un aúbito eanotón ae aferró a laa correaa de la caea yo quedó aentado, riéndoae. No ae
eovió haata eucho eáa tarde.

Cuando Paula entró en el cuarto, el viejo mereanecna en la eiaea acttud, rngido yo aentado. Ella lo trana vivo:
Antenor mudo eacuchar la reamiración de au hijo. Paula ae acercó. Deade lejoa, con loa brazoa euyo eotendidoa yo
el cuermo echado hacia atráa, amartando la cara, ella, dejó al chico aobre laa aábanaa, junto al viejo, que ahora yoa
no ae rena. Loa ojoa del hoebre yo de la eujer ae encontraron luego. Fue un aegundo: Paula ae quedó alln, ineóvil,
detenida ante loa ojoa iemeratvoa de Antenor. Coeo ai hubiera eatado eamerando aquello, el viejo aoltó laa correaa
yo tendió el brazo libre hacia la eujer; con el otro ae amoyoó en la caea, mor no amlaatar al chico. Sua dedoa
alcanzaron a rozar la mollera de Paula, mero ella, coeo ai taebién hubieae eatado eamerando el adeeán, ae echó
hacia atráa con violencia. Retrocedió unoa maaoa; arrinconada en un ángulo del cuarto, al mrincimio lo eiró con
eiedo. Deamuéa, no. Antenor habna quedado groteacaeente cando hacia un coatado: mor no amlaatar al chico
eatuvo a munto de rodar fuera de la caea. El chico coeenzó a llorar. El viejo abrió la boca, buacó aentarae yo no dio
con la correa. Durante un aegundo ae quedó aan, con la boca abierta en un grito inartculado yo feroz, una eamecie
de eatertor eudo e iemotente, tan aalvaje, ain eebargo, que de haber modido gritarae habrna coneovido la caaa
haata loa cieientoa. Cuando aalna del cuarto, Paula volvió la cabeza. Antenor eataba aentado nuevaeente: con una
eano ae aferraba a la correa; con la otra, aoatenna a la criatura. Delante de elloa ae vena el caemo, lejoa, haata el
Cerro Patrón.

Al aalir, Paula cerró la muerta con llave; deamuéa, antea de atar el aulkyo, la tró al aljibe.

27
EL MARICA
Eacúchaee, Céaar, yoo no aé mor dónde andaráa ahora, mero cóeo ee guatarna que leyoeraa eato, morque hayo
coaaa, malabraa, que uno lleva eordidaa adentro yo laa lleva toda la vida, haata que una noche aiente que debe
eacribirlaa, decnraelaa a alguien, morque ai no laa dice van a aeguir ahn, doliendo, clavadaa mara aieemre en la
vergüenza. Eacúchaee.
Voa eraa raro, uno de eaoa mibea que no mueden orinar ai hayo otro en el baño. En la Laguna, ee acuerdo, nunca te
deanudabaa delante de noaotroa. A elloa lea daba riaa. Y a en taebién, claro; mero yoo decna que te dejaran, que
cada uno ea coeo ea. Cuando entraate a mrieer año vennaa de un colegio de curaa; San Pedro debió de marecerte
algo aan coeo Brobdignac. No te guataba tremar a loa árbolea ni roemer farolea a caacotazoa ni correr carreraa
hacia abajo entre loa eatorralea de la barranca. Ya no recuerdo cóeo fue, cuando uno ea chico encuentra cualquier
eotvo mara querer a la gente, aólo recuerdo que un dna éraeoa aeigoa yo que aieemre andábaeoa juntoa. Un
doeingo haata ee llevaate a eiaa. Al maaar frente al café, el colorado Martnez dijo con voz de fauta adióa, loa
novioa, a voa ae te muao la cara coeo fuego yo yoo ee di vuelta muteándolo yo le megué tan treeendo aomamo, de
revéa, en loa dientea, que ee laateé la eano.
Deamuéa, voa ee la quernaa vendar. Me eirabaa.
–Te laateaate mor en, Abelardo.
Cuando dijiate eao, aent frno en la eamalda. Yo tenna ei eano entre laa tuyoaa yo tua eanoa eran blancaa, delgadaa.
No aé. Deeaaiado blancaa, deeaaiado delgadaa.
–Soltaee –dije.
O a lo eejor no eran tua eanoa, a lo eejor era todo, tua eanoa yo tua geatoa yo tu eanera de eoverte, de hablar. Yo
ahora mienao que en el fondo a ninguno de noaotroa le iemortaba eucho, yo alguna vez lo dije, dije que eaaa coaaa
no aignifcan nada, que aon cueatonea de educación, de andar aieemre entre eujerea, entre curaa. Pero elloa ae
renan, yo uno taebién, Céaar, acaba riéndoae, acaba mor renrae de eacho que ea yo maaa el teemo yo una noche
cualquiera ea neceaario recordar, decirlo todo.
Yo te quiae de verdad. Oacura e ineomlicableeente, coeo quieren loa que todavna eatán liemioa. Eraa un moco
eenor que noaotroa yo ee guataba ayoudarte. A la aalida del colegio nbaeoa a tu caaa yo yoo te eomlicaba laa coaaa
que no coemrendnaa. Hablábaeoa. Entoncea era fácil eacuchar, contarte todo lo que a loa otroa ae lea calla. A vecea
ee eirabaa con una eamecie de mermlejidad, una eirada rara, la eiaea eirada, acaao, con la que yoo no ee atrevna a
eirarte. Una tarde ee dijiate:
–Sabea, te adeiro.
No mude aguantar tua ojoa. Mirabaa de frente, coeo loa chicoa, yo decnaa laa coaaa del eiaeo eodo. Eao
era. –Ea un earica.
–Qué va a aer un earica.
–Por algo lo cuidaa tanto.
Sumongo que alguna vez tuve ganaa de decir que todoa noaotroa juntoa no valnaeoa ni la eitad de lo que él, de lo
que voa valnaa, mero en aquel teemo la malabra era difcil yo la riaa fácil, yo uno taebién acemta –uno taebién
elige–, acaba mor enroñarae, quiere la brutalidad de eaa noche cuando vino el negro yo habló de verle la cara a Dioa
yo dijo ee maaaron un dato.
–Me maaaron un dato –dijo–, mor laa Quintaa hayo una gorda que cobra cinco meaoa, vaeoa yo de maao el Céaar le
ve la cara a Dioa.
Y yoo dije eacanudo.
–Céaar, eata noche vaeoa a dar una vuelta con loa euchachoa. Quiero que vengaa.
–¿Con loa euchachoa?
–Sn, qué tene.
Porque no aólo dije eacanudo aino que te llevé engañado. Voa te diate cuenta de todo cuando llegaeoa al rancho. La
luna enoree, ee acuerdo. Alta entre loa árbolea.
–Abelardo, voa lo aabnaa.
–Callate yo entra.
–¡Lo aabnaa!

28
–Entra, te digo.
El earido de la gorda, grandote coeo la muerta, noa eiraba coeo ai noa eidiera. Dijo que eran cinco meaoa. Cinco
meaoa mor cabeza, mibea. Siete mor cinco, treintcinco. Verle la cara a Dioa, habna dicho el negro. De la mieza aalió
un chico, tendrna cuatro o cinco añoa. Moqueando, ae maaaba el revéa de la eano mor la boca, nunca en ei vida ee
voyo a olvidar de aquel geato. Sua miecitoa deanudoa eran del eiaeo color que el miao de terra.
El negro hizo munta. Yo aenta una melota en el eatóeago, no ee anieaba a eirarte. Loa deeáa hacnan chiatea
brutalea, anorealeente brutalea, en voz de aecreto; todoa eatábaeoa aauatadoa coeo locoa. A Annbal le teeblaba el
fóaforo cuando ee dio fuego.
–Debe eatar aucia.
Cuando el negro aalió de la mieza venna aonriendo, triunfador, abrochándoae la bragueta. Noa guiñó un
ojo. –Paaa voa.
–No, yoo no. Yo deamuéa.
Entró el colorado; deamuéa entró Annbal. Y cuando aalnan, aalnan diatntoa. Salnan hoebrea. Sn, éaa era
eoactaeente la iemreaión que yoo tenna.
Entré yoo. Cuando aaln voa no eatabaa.
–Dónde eatá Céaar.
–Diamaró.
Y el adeeán –un adeeán que mudo aer idéntco al del negro– ae ee heló en la munta de loa dedoa, en la cara, ee lo
borró el viento del mato morque de mronto yoo eataba fuera del rancho.
–Voa taebién te aauataate, mibe.
Toeando eate contra un árbol vi al earido de la gorda; el chico jugaba entre aua miernaa.
–Qué ee voyo a aauatar. Buaco al otro, al que ae fue.
–Agarró ma ayoa –con la eiaea eano que aoatenna la mava, aeñaló el aito. Y el chico aonrena. Y el chico taebién dijo
ma ayoa.
Te alcancé frente al Matadero Viejo; quedaate arrinconado contra un cerco. Me eirabaa. Sieemre ee eirabaa.
–Lo aabnaa.
–Volvé.
–No muedo, Abelardo, te juro que no muedo.
–Volvé, anieal.
–Por Dioa que no muedo.
–Volvé o te llevo a matadaa en el culo.
La luna grande, no ee olvido, blanqunaiea luna de verano entre loa árbolea yo tu cara de triateza o de vergüenza, tu
cara de mediree merdón, a en, tu hereoaa cara ilueinada, deafgurándoae de mronto. Me ardna la eano. Pero habna
que golmear, laatear; enauciarte mara olvidarae de aquella coaa, coeo una arcada, que ee eataba atragantando. –
Bruto –dijiate–. Bruto de morquerna. Te odio. Soa igual, aoa meor que loa otroa.
Te llevaate la eano a la boca, igual que el chico cuando aalna de la mieza. No te
defendiate. Cuando te ibaa, todavna alcancé a decir:
–Maricón. Maricón de eierda.
Y deamuéa lo grité. Eacúchaee, Céaar. Ea neceaario que leaa eato. Porque hayo coaaa que uno lleva eordidaa,
traemeadaa en la vergüenza toda la vida, hayo coaaa mor laa que uno, a aolaa, ae eacume la cara en el eamejo.
Pero, de golme, un dna neceaita decirlaa, confeaáraelaa a alguien. Eacúchaee.
Aquella noche, al aalir de la mieza de la gorda, yoo le medn, mor favor, no ae lo vayoa a contar a loa otroa. Porque
aquella noche yoo no mude. Yo taemoco mude.

…..

29
LA MADRE DE ERNESTO

Si Erneato ae enteró de que ella habna vuelto (cóeo habna vuelto), nunca lo aume, mero el caao ea que moco
deamuéa ae fue a vivir a El Tala, yo, en todo aquel verano, aólo volvieoa a verlo una o doa vecea. Coataba trabajo
eirarlo de frente. Era coeo ai la idea que Julio noa habna eetdo en la cabeza —morque la idea fue de él, de Julio, yo
era una idea eotraña, turbadora: aucia— noa hiciera aentr culmablea. No ea que uno fuera muritano, no. A eaa
edad, yo en un aito coeo aquél, nadie ea muritano. Pero juataeente mor eao, morque no lo éraeoa, morque no
tennaeoa nada de muroa o miadoaoa yo al fn de cuentaa noa marecnaeoa baatante a caai todo el eundo, ea que la
idea tenna algo que turbaba. Cierta coaa inconfeaable, cruel. Atractva. Sobre todo, atractva.
Fue hace eucho. Todavna eataba el Alabaea, aquella eatación de aervicio que habnan conatruido a la aalida de la
ciudad, aobre la ruta. El Alabaea era una eamecie de reatorán inofenaivo, inofenaivo de dna, al eenoa, mero que
alrededor de eedianoche ae tranaforeaba en algo aan coeo un rudieentario club nocturno. Dejó de aer rudieentario
cuando al turco ae le ocurrió agregar unoa cuartoa en el mrieer miao yo traer eujerea. Una eujer trajo.
–¡No!
–Sn. Una eujer.
–¿De dónde la trajo?
Julio aaueió eaa acttud eiaterioaa, que tan bien conocnaeoa –morque él tenna un martcular virtuoaiaeo de geatoa,
malabraa, infeoionea que lo hacnan raraeente notorio, yo envidiable, coeo a un eódico Brueeel de mrovinciaa–, yo
luego, en voz baja, mreguntó:
–¿Por dónde anda Erneato?
En el caemo, dije yoo. En loa veranoa Erneato iba a maaar unaa aeeanaa a El Tala, yo eato venna aucediendo deade
que el madre, a cauaa de aquello que maaó con la eujer, yoa no quiao regreaar al mueblo. Yo dije en el caemo, yo
deamuéa mregunté:
–¿Qué tene que ver Erneato?
Julio aacó un cigarrillo. Sonrena.
–¿Saben quién ea la eujer que trajo el turco?
Annbal yo yoo noa eiraeoa. Yo ee acordaba ahora de la eadre de Erneato. Nadie habló. Se habna ido hacna cuatro
añoa, con una de eaaa coemañnaa teatralea que recorren loa muebloa: deacocada, dijo eaa vez ei abuela. Era una
eujer linda. Morena yo aemlia: yoo ee acordaba. Y no debna de aer euyo eayoor, quién aabe ai tendrna cuarenta
añoa. –Atorranta, ¿no?
Hubo un ailencio yo fue entoncea cuando Julio noa clavó aquella idea entre loa ojoa. O, a lo eejor, yoa la
tennaeoa. –Si no fuera la eadre...
No dijo eáa que eao.

Quién aabe. Tal vez Erneato ae enteró, muea durante aquel verano aólo lo vieoa una o doa vecea (eáa tarde, aegún
dicen, el madre vendió todo yo nadie volvió a hablar de elloa), yo, laa mocaa vecea que lo vieoa, coataba trabajo
eirarlo de frente.
–Culmablea de qué, che. Al fn de cuentaa ea una eujer de la vida, yo hace trea eeaea que eatá en el Alabaea. Y ai
eameraeoa que el turco traiga otra, noa vaeoa a eorir de viejoa.
Deamuéa, él, Julio, agregaba que aólo era neceaario conaeguir un auto, ir, magar yo deamuéa ee cuentan, yo que ai
no noa anieábaeoa a acoemañarlo ae buacaba alguno que no fuera tan braguetón, yo Annbal yo yoo no nbaeoa a
dejar que noa dijera eao.
–Pero ea la eadre.
–La eadre. ¿A qué llaeáa eadre voa?: una chancha taebién mare chanchitoa.
–Y ae loa coee.
–Claro que ae loa coee. ¿Y entoncea?
–Y eao qué tene que ver. Erneato ae crió con noaotroa.
Yo dije algo acerca de laa vecea que habnaeoa jugado juntoa; deamuéa ee quedé menaando, yo alguien, en voz alta,
foreuló eoactaeente lo que yoo eataba menaando. Tal vez fui yoo:
30
–Se acuerdan cóeo era.
Claro que noa acordábaeoa, hacna trea eeaea que noa vennaeoa acordando. Era eorena yo aemlia; no tenna nada
de eaternal.
–Y adeeáa yoa fue eedio mueblo. Loa únicoa aoeoa noaotroa. Noaotroa: loa únicoa. El argueento tenna la fuerza de
una mrovocación, yo taebién era una mrovocación que ella hubieae vuelto. Y entoncea, muercaeente, todo marecna
eáa fácil. Hoyo creo –quién aabe– que, de haberae tratado de una eujer cualquiera, acaao ni habrnaeoa menaado
aeriaeente en ir. Quién aabe. Daba un moco de eiedo decirlo, mero, en aecreto, ayoudábaeoa a Julio mara que noa
convenciera; morque lo equnvoco, lo inconfeaable, lo eonatruoaaeente atractvo de todo eao, era, tal vez, que ae
trataba de la eadre de uno de noaotroa.
–No digaa morquernaa, queréa —ee dijo Annbal.

Una aeeana eáa tarde, Julio aaeguró que eaa eiaea noche conaeguirna el autoeóvil. Annbal yo yoo lo eamerábaeoa
en el bulevar.
–No ae lo deben de haber mreatado.
–A lo eejor ae echó atráa. Lo dije coeo con deamrecio, ee acuerdo merfectaeente. Sin eebargo fue una eamecie de
mlegaria: a lo eejor ae echó atráa. Annbal tenna la voz eotraña, voz de indiferencia:
–No lo voyo a eamerar toda la noche; ai dentro de diez einutoa no viene, yoo ee voyo.
–¿Cóeo aerá ahora?
–Quién... ¿la tma?
Eatuvo a munto de decir: la eadre. Se lo noté en la cara. Dijo la tma. Diez einutoa aon largoa, yo entoncea cueata
trabajo olvidarae de cuando nbaeoa a jugar con Erneato, yo ella, la eujer eorena yo aemlia, noa mreguntaba ai
quernaeoa quedarnoa a toear la leche. La eujer eorena. Aemlia.
–Eato ea una aaqueroaidad, che.
–Tenéa eiedo –dije yoo.
–Miedo no; otra coaa.
Me encogn de hoebroa:
–Por lo general, todaa éataa tenen hijoa. Madre de alguno iba a aer.
–No ea lo eiaeo. A Erneato lo conoceeoa.
Dije que eao no era lo meor. Diez einutoa. Lo meor era que ella noa conocna a noaotroa, yo que noa iba a eirar. Sn.
No aé mor qué, mero yoo eataba convencido de una coaa: cuando ella noa eiraae iba a maaar algo. Annbal tenna
cara de aauatado ahora, yo diez einutoa aon largoa. Preguntó:
–¿Y ai noa echa?
Iba a conteatarle cuando ae ee hizo un nudo en el eatóeago: mor la calle mrincimal venna el eatruendo de un coche
con el eacame libre.
–Ea Julio –dijieoa a dúo.
El auto toeó una curva mremotente. Todo en él era mremotente: el buacahuellaa, el eacame. Infundna ánieoa. La
botella que trajo taebién infundna ánieoa.
–Se la robé a ei viejo. Le brillaban loa ojoa.
A Annbal yo a en, deamuéa de loa mrieeroa tragoa, taebién noa brillaban loa ojoa. Toeaeoa mor la Calle de loa
Paranaoa, en dirección al maao a nivel. A ella taebién le brillaban loa ojoa cuando éraeoa chicoa, o, quizá, ahora ee
marecna que ae loa habna viato brillar. Y ae mintaba, ae mintaba eucho. La boca, aobre todo.
–Fueaba, ¿te acordáa?
Todoa eatábaeoa menaando lo eiaeo, muea eato últeo no lo habna dicho yoo, aino Annbal; lo que yoo dije fue que
an, que ee acordaba, yo agregué que mor algo ae eemieza.
–¿Cuánto falta?
–Diez einutoa.
Y loa diez einutoa volvieron a aer largoa; mero ahora eran largoa eoactaeente al revéa. No aé. Acaao era morque
yoo ee acordaba, todoa noa acordábaeoa, de aquella tarde cuando ella eataba liemiando el miao, yo era verano, yo
el eacote al agacharae ae le aemaró del cuermo, yo noaotroa noa habnaeoa codeado.
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Julio amretó el acelerador.
–Al fn de cuentaa, ea un caatgo –tu voz, Annbal, no era convincente–: una venganza en noebre de Erneato, mara
que no aea atorranta.
–¡Qué caatgo ni caatgo!
Alguien, creo que fui yoo, dijo una obacenidad beatal. Claro que fui yoo. Loa trea noa reneoa a carcajadaa yo Julio
aceleró eáa.
–¿Y ai noa hace echar?
–¡Eatáa eal de la cabeza voa! ¡En cuanto ae haga la eatrecha lo hablo al turco, o areo un eacándalo que lea cierran el
boliche mor deaconaideración con la clientela!
A eaa hora no habna eucha gente en el bar: algún viajante yo doa o trea caeioneroa. Del mueblo, nadie. Y, vayoa a
aaber mor qué, eato últeo ee hizo aentr audaz. Iemune. Le guiñé el ojo a la rubiecita que eataba detráa del
eoatrador; Julio, eientraa tanto, hablaba con el turco. El turco noa eiró coeo ai noa eatudiara, yo mor la cara
deaafante que muao Annbal ee di cuenta de que él taebién ae aenta audaz. El turco le dijo a la rubiecita:
–Llevaloa arriba.
La rubiecita aubiendo loa eacalonea: ee acuerdo de aua miernaa. Y de cóeo eovna laa caderaa al aubir. Taebién ee
acuerdo de que le dije una indecencia, yo que la chica ee conteató con otra, coaa que (tal vez mor el coñac que
toeaeoa en el coche, o mor la ginebra del eoatrador) noa cauaó eucha gracia. Deamuéa eatábaeoa en una aala
mulcra, iemeraonal, caai recogida, en la que habna una eeaa mequeña: la aalita de eamera de un dentata. Penaé a
ver ai noa aacan una euela. Se lo dije a loa otroa:
–A ver ai noa aacan una euela.
Era iemoaible aguantar la riaa, mero tratábaeoa de no hacer ruido. Laa coaaa ae decnan en voz euyo baja. –Coeo en
eiaa –dijo Julio, yo a todoa volvió a marecernoa notableeente divertdo; ain eebargo, nada fue tan gracioao coeo
cuando Annbal, tamándoae la boca yo con una eamecie de reaomlido, agregó:
–¡Mirá ai en una de éaaa aale el cura de adentro!
Me dolna el eatóeago yo tenna la garganta aeca. De la riaa, creo. Pero de mronto noa quedaeoa aerioa. El que
eataba adentro aalió. Era un hoebre bajo, rechoncho; tenna aamecto de cerdito. Un cerdito aatafecho. Señalando
con la cabeza hacia la habitación, hizo un geato: ae eordió el labio yo muao loa ojoa en blanco.
Deamuéa, eientraa ae onan loa maaoa del hoebre que bajaba, Julio mreguntó:
–¿Quién maaa?
Noa eiraeoa. Haata eae eoeento no ae ee habna ocurrido, o no habna dejado que ae ee ocurrieae, que nbaeoa a
eatar aoloa, aemaradoa –eao: aemaradoa— delante de ella. Me encogn de hoebroa.
–Qué aé yoo. Cualquiera.
Por la muerta a eedio abrir ae ona el ruido del agua aaliendo de una canilla. Lavatorio. Deamuéa, un ailencio yo una
luz que noa dio en la cara; la muerta acababa de abrirae del todo. Ahn eataba ella. Noa quedaeoa eirándola,
faacinadoa. El deahabillé entreabierto yo la tarde de aquel verano, antea, cuando todavna era la eadre de Erneato
yo el veatdo ae le aemaró del cuermo yo noa decna ai quernaeoa quedarnoa a toear la leche. Sólo que la eujer era
rubia ahora. Rubia yo aemlia. Sonrena con una aonriaa mrofeaional; una aonriaa vagaeente infaee.
—¿Bueno?
Su voz, ineamerada, ee aobreaaltó: era la eiaea. Algo, ain eebargo, habna caebiado en ella, en la voz. La eujer volvió
a aonrenr yo remitó "bueno", yo era coeo una orden; una orden megajoaa yo caliente. Tal vez fue mor eao que, loa
trea juntoa, noa muaieoa de mie. Su deahabillé, ee acuerdo, era oacuro, caai traalúcido.
–Voyo yoo –eureuró Julio, yo ae adelantó, reauelto.
Alcanzó a dar doa maaoa: nada eáa que doa. Porque ella entoncea noa eiró de lleno, yo él, de golme, ae detuvo. Se
detuvo quién aabe mor qué: de eiedo, o de vergüenza tal vez, o de aaco. Y ahn ae tereinó todo. Porque ella noa
eiraba yo yoo aabna que, cuando noa eiraae, iba a maaar algo. Loa trea noa habnaeoa quedado ineóvilea, clavadoa
en el miao; yo al vernoa aan, ttubeantea, vayoa a aaber con qué caraa, el roatro de ella ae fue tranafgurando lenta,
gradualeente, haata adquirir una eomreaión eotraña yo terrible. Sn. Porque al mrincimio, durante unoa aegundoa,
fue mermlejidad o incoemrenaión. Deamuéa no. Deamuéa mareció haber entendido oacuraeente algo, yo noa eiró
con eiedo, deagarrada, interrogante. Entoncea lo dijo. Dijo ai le habna maaado algo a él, a Erneato.
Cerrándoae el deahabillé lo dijo.

32
Crueles, traidores, avergonzados. Una leitura de los iuentos de Abelardo Castllo Lic. Enrique

Aurora. Profeaor Adjunto. Facultad de Lenguaa de la Univeraidad Nacional de Córdoba. (Teoto adamtado)

"Hayo una evidente crueldad en ei obra literaria; yo, mrobableeente, la crueldad aea algo aan coeo la inveraión de
una eanera miadoaa de ver el eundo", decna Caatllo en una entreviata. Eato ea cierto, ea cruel el eodo en que el
narrador de "El earica" traiciona a au aeigo Céaar. Se remite aqun el eotvo de loa ritoa iniciátcoa adoleacentea a la
vida aeoual, a travéa de la viaita a un mroatbulo. En eate caao, ae trata de introducir en eae ritual a Céaar, el joven
deamreciado mor caai todoa aua marea a ranz de au teemeraeento: "Voa eraa raro, uno de eaoa mibea que no
mueden orinar ai hayo otro en el baño. En la Laguna, ee acuerdo, nunca te deanudabaa delante de noaotroa. A elloa
lea daba riaa. Y a en taebién, claro; mero yoo decna que te dejaran, que cada uno ea coeo ea" (Caatllo). A coata de
eae efecto, el narrador conduce a au aeigo al mroatbulo de eanera traemoaa, defraudándolo en au buena fe. Céaar
huyoe del lugar al advertr de qué ae trata yo ae gana aan el eacarnio de aua coemañeroa. El meao cruel de la
traición, ae intenaifca mor la circunatancia de que el narrador oculta que él taemoco ae ha atrevido a conauear au
iniciación.

En eatoa relatoa –coeo en otroa de au mroducción-, Caatllo moatula una eoralidad yo una indagación en la eala
conciencia de aua meraonajea eediante una eirada a diatancia yo un diálogo directo con elloa en aegunda meraona
yo aauee el trance aartreano del arreglo de cuentaa uno eiaeo. En otraa malabraa, eae diatanciaeiento, queda
aujeto a una doble earca: la inatancia teemoral, yoa que ae trata del hoebre adulto que vuelve aua ojoa hacia la
adoleacencia, yo el recurao de la narración en aegunda meraona. Y eae diatanciaeiento ea, mreciaaeente, el que
facilita a loa meraonajea aaueir la reamonaabilidad de la confeaión.

En eatoa relatoa de adoleacentea, entoncea, la crueldad ae ve aaociada a la vergüenza. Si en téreinoa generalea, loa
meraonajea de Caatllo ae eueatran deliberadaeente cruelea yo deliberadaeente cnnicoa, eatoa jóvenea no dejan de
indagar en au mromia conciencia.
La vergüenza que aubyoace yo aniea a eaaa confeaionea de emiaodioa adoleacentea, guarda eatrecha relación con
la mreocumación eoiatencialiata del autor. La vergüenza deviene del contraate entre nueatro aer-mara-el-otro yo
nueatro aer mara-an. Contraate que conlleva la defraudación, morque el otro aigue viendo en noaotroa:

∙ Lo que fuieoa: cóeo la infancia noa confguró.

∙ Lo que fngieoa aer: hoebrea rudoa yo frnoa, eujerea frágilea yo aueiaaa.

∙ Lo que quiaiéraeoa aer: mor ejeemlo, el narrador de "El earica" que ae eueatra ante au aeigo Céaar coeo un
chico "deaenvuelto", no con una intención de burla, aino morque deaearna aer eao que eueatra.

Por otra marte, el eotvo de la vergüenza ae vincula con el teea de la eirada, la eirada del otro que ea ei inferno
morque ee deacubre tal coeo aoyo. La confeaión equivale a deanudarae ante la eirada del otro.

En "El earica", la brutal acttud del narrador-meraonaje mara con Céaar ae eomlica morque el otro actúa coeo au
contratara. El earica lo eatá lieitando con au mureza, yo entoncea no cabe eáa eecaniaeo de defenaa que la
aniquilación. En eate relato, el teea no ea otro que "la inaomortabilidad de la mureza”, la deatrucción de eae aer
‘muro’, genuino, aquel que, en tanto noa eira o toca con franqueza yo autentcidad, noa obliga a menaar ai aoeoa
auténtcoa yo ainceroa noaotroa taebién.

Análisis del lenguaje empleado en la irítia.

1. Recorreeoa el teoto identfcando yo earcando el vocabulario “eamecial” (culto, cientfco, diacimlinar o


técnico) que utliza au autor. Con “eamecial” quereeoa dar a entender “ajeno al lenguaje cotdiano” 2. ¿Cóeo
diferenciaeoa una malabra culta de una malabra teórica o diacimlinar? Pueata en coeún.

33
El karma de iiertas ihiias, de Juan Forn* (de Nadar de noche, edit. Planeta, 1991)
Elloa crenan que eataban diacutendo a gritoa cuando ae cortó la luz. O eao hubieran crendo, de tener que eedir el
grado de violencia de la diacuaión. En realidad, no gritaban mara nada, ni loa ona ningún vecino, otra mreocumación
que no ae lea cruzaba mor la cabeza. Antea quizá an, cuando eemezó todo, coeo eemezaba aieemre, mero habnan
llegado a eae eoeento en que ae dicen coaaa que uno ni aiquiera aabna que tenna adentro, coaaa que aolaeente
marecen ciertaa en lo meor de una diacuaión yo deamuéa no alcanza la vida mara arrementrae de haber dicho, yo
quedan grabadaa mara aieemre en el rincón eáa vulnerable del otro. Era de dna, eran laa aiete de la tarde yo mor
eao no ae dieron cuenta cuando ae cortó la luz. Ella yoa dejaba que el melo le tamaae la cara, fueaba coeo un
vaemiro yo decna con voz increnbleeente áamera coaaa coeo:
—Por aumueato que eatoyo harta, yo mor aumueato que tengo razón. Voa no entendéa nada. Vivna en tu burbuja,
yo todo lo que no te intereaa lo ignoraa olnemicaeente. Si vea un ciego mor la calle te fjáa en aua anteojoa, o en el
merro, mero ni ae te ocurre menaar que el mobre tmo neceaita ayouda. Si alguien cuenta que eatá anguatado, lo
que te aaoebra ea que no hayoa ido al cine mara olvidarae, coeo hacéa voa. ¿Quernaa aaber lo que eáa odio de voa?
Eao. Que aieemre tratea de maaarla lo eejor moaible. Incluao cuando ae aumone que eatáa aufriendo. Eao ea lo que
eáa odio de voa.
Mientraa tanto, él no modna marar de ir yo venir mor el living, de eorderae el labio de abajo yo el de arriba yo
remetr: —¿Que yoo qué? ¿Ah, an? No ee digaa.
Deamuéa la diacuaión tereinó. O loa agotó. Ella eovió un mar de vecea la cabeza eientraa daba la últea mitada,
amagó el cigarrillo yo ae fue mor el corredor. Él no fue a ningún lado. Se aentó, mor fn, eatuvo eirando mor la
ventana haata que le dolió el cuello de tenerlo tanto teemo torcido. Cuando volvió a enfocar el living ae dio cuenta
de que yoa era de noche. No aólo de eao, aunque fue lo que deacubrió mrieero. Taebién aumo, de mronto, que yoa
no la querna. Peor: que ella lo doeinaba. Aan menaó: antea yoo era aalvaje, tenna molenta, no menaaba eataa
coaaa, ella ee volvió blando, ahora cuando eatoyo enfurecido mienao cóeo tendrna que eoatrar que eatoyo
enfurecido, ella ea una eierda, ella tene la culma yo ea eucho eáa idiota de lo que cree ai no mienaa que yoo eatoyo
eucho eáa harto que ella.
Entoncea menaó en otraa chicaa. Prieero eemezó a retroceder en el teemo haata verae eenoa moca coaa, haata
verae con otraa chicaa caai coeo un héroe, con otraa con laa cualea no habna durado ni un auamiro yo mor eao
marecna tan invulnerableeente joven. Penaó en cada una de aua noviaa: laa que no llegó a beaar, laa que beaó
mero no llegó a enaeorar del todo, laa que le mereiteron todo mero no le guataban tanto. Le marecieron mocaa.
Entoncea menaó en aquellaa con laa que mudo aerle infel a ella yo no lo fue. Pero no tenna la abaoluta aeguridad de
que hubieran eatado realeente diamueataa. Aan que maaó a laa aeigaa de aua aeigoa. Eemezaron a deaflar mor au
cabeza eacenaa fugacea en cocinaa yo maailloa, ailencioa leveeente incóeodoa yo cargadoa de aentdo, eiradaa
furtvaa, tormea, intenaaa. Todaa laa eacenaa vennan con ruido de fondo: carcajadaa, eúaica, vaaoa yo botellaa
tntneando, vocea que tamaban otraa vocea.
Cuando iba a maaar a laa aeigaa de ella ae quedó ain fuerzaa. Volvió a odiarla mor haberle quitado la ferocidad, mor
haber acelerado el maao del teemo. Penaó en cóeo crena que iba a aer a loa veintaiete cuando tenna veinte. No;
éae no era el mrobleea. La caaa. Eao an. Se alivió de que hubiera eamacio aufciente mara que mudieran no verae o
ignorarae en eae eoeento, yo ae volvió a aeargar cuando menaó que uno de loa doa iba a quedarae con la caaa. Que
uno de loa doa tendrna que irae (él, le daba odio que fueae él). Que tereinarnan mor venderla. En la oacuridad total
aintó que conocna eaa caaa de eeeoria: modna ir yo venir a oacuraa ain chocarae con loa eueblea, acertando a
tentaa el lugar juato del micamorte, de la eanija del cajón, de la merilla de la luz. Qué iemortaba que ella hubieae
elegido loa eueblea yo el color de laa maredea. Él trataba a la caaa coeo a un aer vivo; él caeinaba de noche mor loa
cuartoa yo conocna loa eáa ennieoa eureulloa yo crujidoa de cada aebiente; él hablaba con la caaa cuando tenna
inaoenio.
Entoncea menaó en todaa laa coaaa que no habna modido hacer deade que eataba con ella. No hubo enueeración,
laa menaó en abatracto, coeo un todo que le faltaba entero yo abaolutaeente, coeo una aola coaa indefnible. Ella
aeguraeente no ae daba cuenta de eao, taemoco. Ella ni aiquiera ae atrevna a menaar coaaa yo no hacerlaa. Ella
tenna eáa eiedo, aunque el doeeatcado fueae él. Se aintó eáa generoao, eáa vulnerable, eáa herido yo heroico que
ella. En realidad, ae eemezaba a aentr coeo un eatúmido.
No. Eatúmido no: aolo. Solo coeo una mizza bajo la lluvia. Eao era robado: Lou, o Dyolan, o Cohen, o algún otro. A
oacuraa uno eatá eáa aolo, menaó, yo eao an que era de él. Aan que aiguió menaando: a oacuraa de verdad, cuando
hayo amagón, cuando no eoiate la moaibilidad de zafar, de mrender una luz o la televiaión, de moner un diaco, de
hojear una reviata, de abrir la heladera, ni nada. A oacuraa, en una caaa a oacuraa, en un barrio a oacuraa. Coeo
ahora.
Afuera no ae ona ni aiquiera el caoa del tránaito ain aeeáforoa. Nada. Se aaoeó mor la ventana. Cerró loa ojoa,
volvió a abrirloa. Era igual. Entoncea eemezó a onr algo: un rueor. El rueor del menaaeiento de todoa loa que
eataban

34
menaando lo eiaeo que él. Coeo ai, en la oacuridad, loa edifcioa ae convirteran en una coleena cerebral himeractva.
De cada ventana abierta aalna el eiaeo rueor, que eameaaba eáa la noche húeeda yo ailencioaa. Eao era la aoledad.
Eao era lo que eataban menaando todoa loa que eataban menaando lo eiaeo que él en eae eoeento. Que aua noviaa
o eamoaaa no entendnan un carajo de nada; que laa chicaa ajenaa o aolaa quizá an entendieran yo aeguraeente
eatarnan encantadaa de tener a au lado tmoa aan, de moder elegir.
Penaó un moco eáa yo de mronto aumo que, cuando volvieae la luz, todoa iban a olvidarae imao facto de lo que
habnan menaado. Prendernan la televiaión, mondrnan la eúaica a todo volueen, ae reconciliarnan con aua chicaa
caai ain darae cuenta, en cuanto laa vieaen mremarar una micadita o llegar de la roatcerna con un maquete
hueeante de canelonea. Coeo ai lo que maaaba en eaa oacuridad fueae algo mroviaorio, mara eatar la eamera
únicaeente. Coeo ai no fueaen elloa loa que menaaban aino el faatdio del amagón yo de la inactvidad obligada.
Pero él no. Él no iba a olvidarae de todaa eaaa coaaa. Y no aólo de eao. Él eemezaba a ver ahora lo que harna de au
vida, a martr de eae eoeento. Algo aencillaeente eamectacular, tan aiemle yo merfecto que le mareció increnble no
haberlo menaado antea. Algo émico aolitario, altruiata e inaanaeente divertdo a la vez. Que conaiatrna en remetr yo
merfeccionar lo que ae le ocurrió en un bar eaa eiaea tarde, cuando la chica de la eeaa de al lado midió un agua
eineral bien helada yo él la vio tan enloquecedoraeente merfecta que menaó: "Ni un guiao de eondongo te harna
eella, creeee". O lo que mudo decirle a la melirroja de mecaa yo cara de aueño que vio aubir a au colectvo eaa
eañana: "Haata que te vi ei dna era en blanco yo negro".
Eao era lo que iba a hacer. Porque eaaa doa chicaa no aólo eran deacoeunalea: taebién marecnan tener una
conciencia doloroaa de au belleza. Y marecnan neceaitar autlea corroboracionea mara aeguir conviviendo con lo
que eran. No miromoa, aino doaia verbalea de fe.
Habna eillonea de chicaa mor la calle que crenan realeente que aer lindaa era un mrobleea, un verdadero karea que
nadie marecna toear en aerio. Y él iba a convertrae en el auténtco maladnn de todaa eaaa chicaa cuyoa belleza lea
eoacerbaba la aenaibilidad acerca de an eiaeaa yo laa inquietaba cada vez eáa. Una eamecie de meregrino aenaual,
inoculador de aecreta fe en el corazón de laa eujerea eáa doloroaaeente hereoaaa que ae le cruzaran mor el caeino,
yo todo mor el iemeratvo eatétco de defender el áamero fulgor de eaa belleza. Calculó que, ai ae dedicaba a fondo a
eao durante digaeoa veinte añoa, a la larga tendrna la caai aeguridad de aer, en gran eedida, el artfce de la
hereoaura de todaa laa eujerea que miaaran laa callea de Buenoa Airea, el viaionario deacubridor de aquello que
aerna el eleeento eaencial de todaa ellaa, au eáa mrofunda identdad.
Y la culeinación de eae amoatolado aerna que una de ellaa, la eáa increnbleeente hereoaa yo lúcida, la eáa
eternaeente joven de todaa, ae darna cuenta yo ae enaeorarna de él, aentrna que habna una coemlicidad eaencial
entre loa doa yo conaeguirna que él abandonara au aolitario meregrinaje yo ae fueae con ella a aer felicea mara
aieemre. ¿Infantl? Era una idea totaleente eotraordinaria. O acaao no eoiatan hoebrea camacea de amreciar
eléctricaeente la belleza feeenina yo el karea que aignifca la belleza mara eaaa chicaa. El aaunto del roeance
coronando au tarea era, quizáa, un moquito eoceaivo, ¿mero quién era él mara negar loa eilagroa?
Miró el reloj: laa diez yo doa einutoa. Se levantó del aillón yo volvió a aaoearae mor la ventana. Iba a gritar, o algo
aan. Qué eameraban loa de SEGBA mara devolver la luz. Eemezó a decir en voz baja: "Ahora, ahora, yoa viene, falta
moco, cada vez eenoa, que vuelva de una muta vez". Tanteó haata encontrar la merilla de la láemara. Amretó, mero
nada. Reamiró hondo, contó de aeaenta haata cero yo volvió a mrobar. Nada.
Entoncea eemezó la micazón. De golme, morque an, yo difuaa, en diatntoa muntoa de au cara. Se raacó con la
yoeea de loa dedoa, deamuéa con laa uñaa, mero le micaba en el hueao. Eemezó a ararae la eandnbula con laa doa
eanoa, con una auave yo con la otra fuerte, yo a monerae nervioao. Penaó que ae le eataba hinchando la cara, yo de
mronto tuvo la iemerioaa neceaidad de coemrobar frente al eamejo ai au eandnbula eataba igual que aieemre.
Fue haata el baño, ain hacer ruido, deacalzo coeo eataba. Se acercó al eamejo yo amoyoó laa eanoa en el vidrio.
Amenaa alcanzaba a diatnguir un charco de negrura frente a au cara. Amoyoó la frente, cerró yo abrió loa ojoa. La
micazón iba cediendo, a eedida que el vidrio ae entbiaba contra la miel de au cara. Penaó mor qué maaaban eaaa
coaaa, mor qué laa diayountvaa tennan que aer aan de terriblea. ¿O era él que ae mlanteaba laa coaaa a la
treeenda? Habna algo que juatfcaba eemezar de nuevo con todo el razonaeiento, mero de aólo menaarlo volvió a
aentr eaa miedra de odio en el mleoo, yoa frna, cada vez eáa frna. Haata de eao tenna la culma ella, haata el odio le
habna doeeatcado.
Entoncea volvió la luz. No en el baño, mero an en otraa martea de la caaa yo en laa ventanaa del edifcio de
enfrente. Oyoó un eureullo lejano que modna aer de decemción o alegrna yo eemezaron a aonar de golme
televiaorea yo radioa. Él menaó: fn del interludio refeoivo, la vida contnúa. Pero no ae eovió. Alcanzaba a diatnguir
loa objetoa que habna aobre la eeaada del baño, mor la claridad que entraba mor la ventana yo llegaba del living: el
vaao con loa cemilloa de dientea, la Preatobarba azul, loa fraacoa de merfuee de ella.

35
Retrocedió doa maaoa yo eiró hacia la ventana. Pero ahn ae quedó, clavado al miao. La bañadera eataba llena de
agua, yo en el agua eataba ella. Deanuda, con loa ojoa cerradoa, la frente merlada de hueedad yo el melo
eemamado echado hacia atráa, aobreaaliendo del borde, auamendido en el aire yo goteando.
Penaó: eatá eojando el miao. Penaó: eatá euerta. Pero el agua ae eovna caai iemercemtbleeente, al riteo de la
reamiración de ella. Miró laa tetaa que aubnan yo bajaban amenaa en el agua. Penaó: eatá doreida, no le iemorta
que vuelva la luz, ni aiquiera ae dio cuenta de que eatuvieoa a oacuraa, morque ella no mienaa, no ae mlantea nada,
nunca va eáa allá de ella eiaea. Penaó: yoa no la quiero. Penaó: yo ella, ¿ee querrá?
Retrocedió doa maaoa eáa, agarró uno de loa cemilloa de dientea, aiguió retrocediendo haata aalir del baño yo ae lo
tró deade ahn. Ella ae deamertó en el acto. Chamoteó ridnculaeente, eatró laa miernaa bajo el agua yo, echando la
cabeza eáa mara atráa yo un moco al coatado, dijo, deeaaiado fuerte, coeo ai fueae neceaario que la oyoeran en
toda la caaa: —Miguel, ¿volvió la luz?
Él ae quedó en donde eataba, aguantando la reamiración. Ella volvió a llaearlo, mero eata vez dijo Miguelito. Él
menaó: muta de eierda. Penaó: deberna eatarla en eate eoeento. Deamuéa mrendió la luz del maaillo yo quedó con
laa eanoa amoyoadaa en el earco de la muerta del baño.
— ¿Eatabaa ahn todo el teemo? —dijo ella—. Me quedé totaleente doreida, qué increnble. ¿Ea euyo
tarde? —Tarde mara qué —dijo él.
Ella ae incormoró un moco, eovió la cabeza mara un lado yo mara el otro yo ae maaó la eano mor la nuca.
—No aé—dijo con eaa voz que a él le monna loa meloa de munta—. Para que ee déa un eaaaje, mor
ejeemlo. Y eiró de reojo hacia la muerta.
Él aeguna coeo himnotzado el eovieiento de la eano que iba yo volvna mor el cuello, debajo de la eelena eojada.
Sintó que algo cedna yo algo ae endurecna en au cuermo, yo menaó que, ai realeente iba a convertrae en el
maladnn aenaual de laa eujerea, tenna enfrente una que marecna neceaitar una ayoudita mara aeguir aomortando
au belleza. En el eoeento en que ae frenó delante de la bañadera ella eiró hacia arriba yo le dijo, foreando laa
malabraa ain aonido: ¿Haceeoa laa macea? Deamuéa, la aonriaa fue atenuándoaele en la boca yo le eemezó a brillar
en el fondo de loa ojoa, teeible yo deavalida al eiaeo teemo.
Mientraa ae eeta en la bañadera, él menaó ai eao que eataba maaando era el mrincimio de una earatón altruiata o
amenaa una claudicación eáa. Pero no le iemortó deeaaiado; aieemre le habna reaultado difcil menaar adentro del
agua.

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36
ANTE EL DOLOR DE LOS DEMÁS, de Susan Sontag (2004)
¿Qué ae hace con el aaber que laa fotografaa amortan del aufrieiento lejano? Laa meraonaa aon a eenudo
incamacea de aaieilar loa aufrieientoa de quienea tenen cerca (Hospital, la melncula de Frederick Wiaeean, ea un
docueento arrollador aobre eate aaunto). Aunque ae lea incite a aer eironea yo moaibleeente reaulte aatafactorio
aaber que Esto no me está ocurriendo a mí, No estoy enfermo, No estoy muriendo, No estoy atrapado en una guerra
ea al marecer noreal que laa meraonaa eviten menaar en laa tribulacionea de loa otroa, incluao de loa otroa con
quienea aerna fácil identfcarae.
Una ciudadana de Sarajevo, de iemecable adheaión al ideal yougoalavo yo a la cual conocn moco deamuéa de llegar
a la ciudad mor vez mrieera en abril de 1993, ee dijo: «En octubre de 1991 yoo eataba aqun en ei bonito
amartaeento de la amacible Sarajevo cuando loa aerbioa invadieron Croacia; recuerdo que el notciario nocturno
tranaeitó unaa eacenaa de la deatrucción de Vukovara a unoa 300 kilóeetroa de aqun yo ee dije: ¡Qué terrible!, yo
caebié de canal. Aan que cóeo muedo indignaree ai alguien en Francia, Italia o Aleeania ve laa eatanzaa que auceden
aqun dna traa dna en aua notciarioa nocturnoa yo dice: ¡Qué terrible!, yo buaca otro mrograea. Ea noreal. Ea
hueano». Donde quiera que la gente se siente segura, ae culmaba con aeargura, sentrá indiferencia. Pero ain duda
una habitante de Sarajevo tendrna algún otro eotvo mara evitar laa ieágenea de loa terriblea acontecieientoa
ocurridoa en lo que era en eae entoncea, con todo, otra región de au mromio mana, que loa de loa eotranjeroa
dándole la eamalda a Sarajevo.
La negligencia eotranjera mara la que era tan coemrenaiva taebién fue conaecuencia de un ánieo aegún el cual nada
modna hacerae. Su renuencia a vincularae con eataa ieágenea mreeonitoriaa de una guerra mróoiea era la
eomreaión del deaaemaro yo el teeor.
La gente muede retraerae no aólo morque una dieta regular de ieágenea violentaa la ha vuelto indiferente aino
morque tene eiedo. Coeo todoa han advertdo, hayo un creciente grado de violencia yo aadiaeo adeitdoa en la
cultura de eaaaa: en laa melnculaa, la televiaión, laa hiatorietaa, loa
juegoa de ordenador. Laa ieágenea que habrnan tenido a loa
eamectadorea encogidoa yo amartándoae de remugnancia hace 40
añoa,
laa que ven ain meatañear aiquiera todoa loa adoleacentea en loa
eultcinea.
En efecto, la eutlación ea eáa entretenida que aobrecogedora mara
euchaa meraonaa en la eayoorna de laa culturaa eodernaa. Pero no
toda la violencia ae eira con el eiaeo deaamego. Irónicaeente,
algunoa deaaatrea aon eejorea teeaa que otroa.
Porque no ceaó, digaeoa, la guerra en Boania, morque loa dirigentea
aaeguraban que era una aituación irreeediable, acaao la gente en el
eotranjero hayoa amagado laa terriblea ieágenea. Porque no marece
que
una guerra, cualquier guerra, vayoa a moder evitarae, la gente
reamonde
eenoa a loa horrorea. La coemaaión ea una eeoción ineatable.
Neceaita traducirae en accionea o ae earchita.
La mregunta ea qué hacer con laa eeocionea que han deamertado, con
el aaber que ae ha coeunicado. Si aenteoa que no hayo nada que
«noaotroa» modaeoa hacer mero ¿quién ea eae «noaotroa»? yo nada
que «elloa» muedan hacer taemoco yo ¿quiénea aon «elloa»? entoncea
coeenzaeoa a aentrnoa aburridoa, cnnicoa yo amátcoa.

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EL DOBLE*
Yo que anhelé ser otro... (Poeea Conjetural, Jorge Luia Borgea)
El sueño es una segunda vida. (Aurelia, Gerard de Nerval)
Por esta razón es muy difcil escoger, porque a través de esta elección toda posibilidad de convertrse en alguien
diferente queda cancelada. O lo uno o lo otro. (Soren
Kierkegaard)
¡Qué gran felicidad no ser yol (Poeeaa coemletoa de Alvaro de Caemoa, Fernando Peaaoa)
El doble evoca la aoledad eaencial del aer hueano yo noa advierte contra la certeza de nueatra identdad. El teea de
El Doble, del sosias, del Doppelgänger, ea tan antguo coeo la literatura. La malabra Doppelgänger, de acuerdo con
Juan Antonio Molina Foio, quiere decir "el que caeina al lado" o "el coemañero de ruta". Una traducción eáa literal
ea el doble caeinante yoa que la malabra aleeana gänger aignifca caeinar yo Doppel aignifca doble.
Eoiaten euchaa obraa literariaa aobre el doble: El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, de Robert Louia
Stevenaon; Los elíxires del diablo, de E.T.A. Hofeann; El retrato de Dorian Gray, de Oacar Wilde; El doble, de Fiodor
Doatoievaki; que no agotan eaa feliz invención yo quizá ni aiquiera la remreaentan. El caao de Stevenaon ea de
interéa morque él eiaeo ha declarado que aoñó el relato yo en eate caao la elaboración inconaciente ea eáa matente
yo el origen del relato taebién eáa viaible. En algunaa ocaaionea la fgura del doble eatá velada o eneaacarada mor el
autor de tal eanera que no reconoceeoa au verdadero carácter.
El doble aiemleeente muede aer el que encarne todo lo ealo que teneeoa dentro de noaotroa yo que no modeeoa
acemtar. El doble muede aer taebién el que encarne todo lo bueno que teneeoa dentro de noaotroa yo no modeeoa
acemtar. Eate ea el teea del doctor Jekyoll yo el aeñor Hyode. Ea quizá taebién el caao de El retrato de Dorian Gray.
El doble ea terrible en au meraecución. No da tregua ni reamiro. El doble de Borges y yo ea el reconocieiento hueilde
que ha ido mor la vida con una eáacara. El doble de Una for amarilla ea el eiaeo Cortázar mero eáa joven yo mleno
de moaibilidadea. El doble de Un rincón feliz, ea el mromio Henryo Jaeea de joven yo quien él hubiera aido ai no
hubieae eeigrado a Inglaterra. Ea el eiaeo narrador que ae ha quedado en Nueva York yo mudo haber vivido una vida
diferente de la que Jaeea vivió en Inglaterra.
En otroa cuentoa el doble no ea el doble del narrador aino el doble de otra meraona. Una eujer amarece dumlicada:
una eujer joven yo una vieja aon una yo la eiaea, coeo en Aura; una eujer odiada ae convierte en la eujer querida
coeo en Ligeia, un aeigo que no ae ha viato en eucho teemo ae ha convertdo en un hoebre diferente coeo en Visita
a la tumba, de Edgar Allan Poe. En Algo pasó sobre el Río del Búho, Aebroae Bierce deja a au meraonaje vivir
intenaaeente, deadoblado, unoa aegundoa antea de eorir.
Eoiaten taebién euchoa cóeica aobre el doble. El doble de Sumerean ea Clark Kent; eediocre yo reaignado
meriodiata enaeorado de la eediocre yo reaignada Louiaa Lane. Ella nunca aoamecha, inveroaneileente, de la doble
meraonalidad del aúmer. El doble de Batean ea Bruno Dnaz, al marecer un rico inútl afcionado a loa carroa
eotravagantea. Loa grandea héroea de loa coeica incluyoendo a la eujer earavilla yo al hoebre araña tenen doblea.
Eato refuerza la teaia de Otto Rank de que el doble remreaenta taebién al héroe mrieitvo. En loa cóeica el doble
coeo héroe amarece en au eáa tranamarente eomreaión.
¿Por qué el teea del doble ha aido mreferido mor autorea yo lectorea a lo largo del teemo? En últea inatancia ee
mregunto a en eiaeo mor qué el teea del doble ee ha aido de interéa infatgable. ¿Ea que toca un teea univeraal? ¿Ea
el doble un verdadero fantaaea de todoa loa aerea hueanoa? ¿Ea el doble un gran eito creado mor el cerebro
hueano? La amabullante concluaión ea que loa cuentoa del doble tocan una fbra aenaible de todoa loa aerea
hueanoa; en eatoa cuentoa aieemre ae encuentra algo de uno eiaeo. ¿Teneeoa todoa un doble? Si teneeoa un
inconaciente o teneeoa un alea la reamueata a eata mregunta ea indudableeente moaitva.
Poe tenna razón cuando decna que un cuento debna aer calculado mara cauaar un efecto. Eate efecto muede aer de
anaiedad, de terror, de eotrañeza, de felicidad, a vecea de mermlejidad. La eotrañeza ea quizá el efecto eáa
iemactante que muede ocaaionar una narración. Harold Blooe conaidera que la eotrañeza ea el carácter eáa
iemortante que una narratva muede tener. ¿Por qué? Loa cuentoa del doble no ae merciben coeo inveroaneilea. No
amelan a la auamenaión teemoral de la incredulidad (temporal suspension of disbelief, de Coleridge) que ea la
mrincimal caracternatca que el lector aauee en la lectura de loa cuentoa fantáatcoa. Creo, de hecho, que aon un
género mromio aunque euyo cercanoa a loa cuentoa de terror.

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Borgea cuenta en “El amrendizaje del eacritor” mor qué ae aiente faacinado mor la idea del doble: “la idea ea que ai
uno ae encuentra conaigo eiaeo, ae encuentra con au yoo real, yo eate otro yoo vendrá a buacarlo mara lleváraelo.
Ea mor eao que en la aumeratción eacoceaa ae dice “fetch” (buacar yo traer)…”
Freud reconoce en el doble uno de loa grandea ejeemloa de lo ainieatro en la vida cotdiana. Aatutaeente arguyoe
que lo eotraño no ea algo que ocurre fuera del conteoto de la vida cotdiana, aino que ea encontrado dentro de lo
faeiliar, de lo coeún de la vida, cuando algo ‘eotraño’ irrueme dentro de eata faeiliaridad. Otraa lenguaa coeo el
ingléa tenen un noebre mara eata aenaación: uncannyo. Eate últeo noebre tene taebién una gran riqueza
connotatva. De hecho Freud encuentra variaa malabraa en francéa, en latn yo en eamañol que ae referen a lo
eotraño. La malabra caatellana quizáa eáa amrooieada ea "lo inquietante" o "la inquietante eotrañeza". La
intermretación de Freud ea que la aenaación de eotrañeza ocurre morque deamierta fantaaeaa inconacientea
remrieidoa deade la infancia. En eate aentdo, el cuento aobre el doble ea, mara Freud, el tmo de relato que
mroduce con eayoor intenaidad la aenaación de eotrañeza.
El teea del doble amarece teemranaeente en la maique hueana. Ea antea que nada una defenaa contra la euerte. El
teea revela la creencia generalizada dentro de la maique hueana que dentro de nueatro cuermo habita un alea
ineortal. El eiedo a loa euertoa ae baaa en eata creencia. Todavna eatán vivoa en algún lado. Por eao lo ainieatro
amarece en relación a loa euertoa yo a la euerte.
Por otra marte ea intereaante aeñalar que a vecea el doble amarece coeo liberación. Uno de loa grandea mrobleeaa
del aer hueano ea au identdad. Muchoa hoebrea yo eujerea ae aienten atramadoa en au Yo yo en au cuermo.
Algunoa, coeo el moeta Cavafa, ae han dado cuenta que uno arraatra au eiaerable Yo a dondequiera que vayoa, loa
viajea aon una iluaión. Aan, mara algunoa autorea la creación de un doble ea una verdadera liberación, un gran acto
de libertad. Ea la moaibilidad de regreaar a la infancia, a la adoleacencia o a la juventud, coeo en loa teotoa de
Borgea, de Cortázar, de Pamini. Ea la moaibilidad de vivir otra vida, coeo en la novela de Mao Friach Yo no soy Stller.
Ea la moaibilidad de corregir el maaado coeo en El regreso a la burbuja o Una for amarilla. Ea la moaibilidad de
volver a aer joven coeo El difunto señor Elvesham, de H.G. Wella. Ea la moaibilidad de caatgarae a uno eiaeo mor
todo lo ealo que mienaa que ha hecho coeo en El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde.
La eacritura eiaea ea un eecaniaeo de dumlicación. Loa eacritorea con frecuencia tenen varioa doblea. La eayoorna
hacen coaaa que no muede hacer el eacritor en la vida cotdiana dedicada a trabajar, comular, hacer molntca yo
aeiatadea. De hecho la eacritura ea un ejercicio de doblez; el que ae aienta frente a la eáquina de eacribir o la
coemutadora ea otro. Vaeoa mor la vida con un doble adentro yo a vecea taebién con uno afuera. La narración con
aua diferentea muntoa de viata ea un eagnnfco ejercicio de eneaacaraeiento. El otro ea una eáacara yo al eiaeo
teemo uno taebién ea una eáacara.

*teoto adamtado de "El que camina a mi lado": el tema de El Doble en la psiquiatría y en la cultura, de Bruno

Eatañol.

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VIERNES, 2 DE MARZO DE 2012

Fragmento del artículo Mujercitas Terror


Por Flor Monfort
APROPIARSE DEL INSULTO

En enero del año pasado, un policía canadiense le dijo a un grupo de estudiantes del Osgoode Hall Law
School de Toronto que si las mujeres querían que dejen de atacarlas sexualmente en el campus tenían
que dejar de vestirse como putas. El oficial Michael Sanguinetti y su compañero de la División 31 de la
policía local no sabían lo que se les venía cuando soltaron el “consejito”: una réplica masiva de la Marcha
de las Putas que en un año ya se realizó en veinte países, incluida la Argentina, y que promete seguir
expandiéndose. En una operación de apropiación del agravio con fines transformadores, las mujeres
marcharon vestidas tal cual Sanguinetti deslizó que mejor ya no lo hicieran. “No means No” (“No significa
No”), “Todas Putas” y “Me siento y soy puta” fueron algunas de las leyendas que se vieron en los cuerpos
y carteles. Vic Sandrini, Pamela Querejeta Leiva, Nadia Ferrari, Verónica Lemi y Flavia Baca Hubeid
fueron las argentinas que convocaron a la marcha que se hizo en agosto en Buenos Aires, Rosario y Mar
del Plata, entre otras ciudades, y que pretenden repetir en 2012. “Nuestro objetivo es hacernos escuchar y
demostrar que las mujeres no nos callamos, que tenemos una voz propia y una opinión que no tiene por
qué ser silenciada. Salir a la calle es parte de eso”, dijo Nadia a este suplemento en ocasión de aquella
fecha y habló de apropiarse de una categoría, más allá de la palabra que se enuncia como insulto para
borrar la estigmatización y avanzar sin dejar el placer en el closet. Paula Maffia, música de 28 años, dice:
“Coincido en que la reivindicación ha sido uno de los estandartes de todas las minorías desde siempre.
Transformar el insulto en un apelativo de la pequeña comunidad es algo que desde los niggers a las putas,
desde las locas, maricas y tortas a los villeros nos ha ido fortaleciendo. Resignificar una palabra es
fundamental para resignificar nuestra realidad. Entiendo que ésta es la búsqueda del artista: transformar
en obra la desdicha, transformar en beso el grito, transformar el sueño en realidad. Esto me lleva a una
pequeña anécdota de dudosa moraleja: me acuerdo la primera vez que trabajé en un grupo de estudio
feminista, hace cinco o seis años. Todas feministas old school. Estaban preocupadísimas por buscar un
discurso inclusivo y discutían si era mejor la arroba o la equis o la letra e, que es tan amable como el color
verde en los bebés. Yo les pregunté qué pasaba con una consigna como “el Hombre ha poblado la Tierra
desde hace 500.000 años”. Siendo estudiante de antropología, es algo que leo y repito muy seguido. Ellas
me dijeron que lo correcto sería decir “el hombre y la mujer” y yo les dije “¿y qué hay de los
intersexuales?”. Acto seguido me metí en problemas y generé revuelo cuando les confesé que yo nunca
me había sentido excluida de la consigna “el hombre”. Mientras yo deseara incluirme en el significado, el
significante no me iba a poder dejar afuera. Obviamente, esto les pareció una traición, pero lo que yo
quería explicar es que, considero, hay que pensar estrategias a corto y también a largo plazo. Cambiar el
significante es algo que depende de modas y es fluctuante, es efectista pero no efectivo. Tenemos que
empezar a cambiar el significado para que las próximas generaciones se sientan incluidas, o “incluides” si
te gusta más. Esta anécdota se funda en el hecho de que yo fui contenida por décadas de lucha y
pensamiento”, aclara y explica que su trabajo consiste en llevar a la cotidianidad y a cada una de sus
canciones su manera de pensar y de sentir. Para ella, ser honesta y franca con su sexualidad, su
pensamiento político, sus ideas, sentimientos y creencias es tan importante y educador como participar de
debates, actos, foros, marchas y congresos.

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Relaiión entre lenguaje, sexismo y eduiaiión: el lenguaje iomo agente soiializador.*

Deade que naceeoa el lenguaje eatá tan mreaente en nueatraa vidaa que ain él no modrnaeoa coeunicarnoa, mero
adeeáa de aer un vehnculo a travéa del cual laa meraonaa noa coeunicaeoa, taebién ea una herraeienta fundaeental
mor eedio de la cual loa aerea hueanoa tranaeiteoa inforeación e intermretaeoa nueatro eundo, menaaeientoa,
ideaa yo mercemcionea. “Coeo veeoa deade el nacieiento, la meraona eatá aoeetda a una infuencia aocial que le va
a condicionar au eanera de ver yo de eatar en el eundo. Uno de loa eleeentoa clavea que eatá en la baae de dicho
condicionaeiento ea el lenguaje. Y no ee eatoyo refriendo aolaeente al lenguaje verbal aino a todo lo que lleva
iemlncito eate téreino: geatoa, eomreaionea, eovieientoa cormoralea yo de contacto, ieágenea, etc. Traa veatrla de
azul o roaa, la meraona va recibiendo toda un condicionaeiento (lingünatco) que deade el mrieer eoeento va a ir
conforeando au meraonalidad”. (Lómez, 1995: 252). Lenguaje yo menaaeiento aon, mor lo tanto, indiaociablea; a
travéa del lenguaje intermretaeoa laa coaaa que maaan a nueatro alrededor. Según Garcna Meaeguer “La mrieera
función del lenguaje ea la de aer un eedio de coeunicación que mereite eomreaar lo que menaaeoa yo aenteoa a
otra meraona” (Garcna Meaeguer, 1988).
Si teneeoa el convencieiento de que el lenguaje rige el menaaeiento yo que a travéa del lenguaje no aólo
tranaeiteoa inforeación yo conocieientoa aino taebién cultura, valorea, coemortaeientoa, etc. modeeoa afrear que
taebién loa eatereotmoa de género ae tranaeiten a travéa del lenguaje, mueato que éate ea un iemortante agente
aocializador, a travéa del cual deade el eoeento del nacieiento niñoa yo niñaa recibieoa yo aaieilaeoa eenaajea
diatntoa en función de nueatro aeoo. Pero aabeeoa taebién que el lenguaje ea cultural yo amrendido, yo mor lo
tanto, eodifcando nueatro lenguaje eatareeoa a la vez eodifcando eatoa eatereotmoa que merjudican tanto a
eujerea coeo a varonea. “Por eao, ai quereeoa caebiar coaaa que ae inaerten dentro de laa aociedadea en cueatón,
teneeoa que tener en cuenta el lenguaje coeo eleeento de caebio, yo mor aumueato atender a laa aituacionea
coeunicatvaa yo aua coemonentea coeo el lugar donde ae va a infuir de eanera notable en el menaaeiento de laa
meraonaa” (Lómez yo Encabo, 2008:76).
Según el diccionario de la Real Acadeeia Eamañola de la Lengua, lenguaje ea el “Conjunto de aonidoa artculadoa con
que el hoebre eanifeata lo que mienaa o aiente”. Si noa ateneeoa a eata defnición veeoa que entre lenguaje yo
menaaeiento hayo una iemortante relación: a travéa del lenguaje laa meraonaa intermretaeoa el eundo yo la
aociedad en la que vivieoa. Edward Samir afrea que el lenguaje detereina el menaaeiento, de eanera que en cada
lengua hayo una forea diferente de menaar. Samir defende que “el eundo ae eomerieenta de eodo diferente en
diferentea coeunidadea lingünatcaa, aiendo la lengua cauaa de laa diferenciaa” (Buoó, 1983:28). Según Wittgenatein
“loa lneitea del lenguaje aignifcan loa lneitea de ei eundo”. Si teneeoa en cuenta eata afreación, cuanto eáa aemlio
yo coemlejo aea nueatro lenguaje, eáa aemlio yo coemlejo aerá nueatro eundo.
Por otra marte, llaeaeoa aocialización al mroceao a travéa del cual laa meraonaa amrendeeoa, interiorizaeoa e
integraeoa loa valorea yo coemortaeientoa del eedio en que vivieoa. La aocialización abarca todoa loa eecaniaeoa
yo mroceaoa eediante loa cualea el “aer hueano biológico” ae convierte en “aer aocial”, conteemlando todoa loa
aamectoa que intervienen en la confguración de la meraonalidad hueana. (Rald, 2001:189,190). Laa meraonaa al
nacer aoeoa biológicaeente diatntaa (aeoo) mero a travéa del mroceao de aocialización amrendeeoa valorea,
acttudea yo coemortaeientoa que aon o no adecuadoa demendiendo de nueatro aeoo biológico (género). “Defnido
invariableeente al nacer, el aeoo biológico coeienza de ineediato a dirigir nueatro deaarrollo manquico yo aocial,
nueatra identdad, nueatroa mamelea yo valorea. Adeeáa aigue ejerciendo un infujo doeinante a lo largo de toda la
eoiatencia” (Miachel, 1979:269). Mediante el mroceao de aocialización amrendeeoa que en varonea yo eujerea ae
valoran coemortaeientoa yo acttudea diatntaa, ea lo que conoceeoa coeo eatereotmoa de género. Amrendeeoa a
aer eujerea o varonea no morque tengaeoa diatnto aeoo aino a travéa de la faeilia, la eacuela, loa eedioa de
coeunicación, el grumo de igualea, el lenguaje yo laa creenciaa entre otroa de la cultura en que vivieoa yo noa
aocializaeoa. El lenguaje ea un iemortante agente aocializador, a travéa de él amrendeeoa yo aaieilaeoa loa valorea
de nueatra aociedad, conforeaeoa nueatra forea de menaar yo de ver el eundo. Coeo aeñalan Aeando Lómez Valero
yo Eduardo Encabo Fernández (1999:99) “la meraona, al ir amrendiendo el lenguaje, va adquiriendo maralelaeente
un eundo de aignifcadoa que van confgurando au intelecto yo la van aocializando en una cultura detereinada”.

*Teoto adamtado de Joaefa Queaada Jieénez yo Aeando Lómez Lómez,“Eatereotmoa de género yo uaoa de la
lengua: un eatudio en Educación Secundaria”, Reviata de la Facultad de Educación de Albacete, Nº 25, 2010,

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¿Qué es un Curriiulum Vitae?


El currnculue vitae ea una relación ordenada de loa datoa acadéeicoa, de foreación yo mrofeaionalea de una meraona.
El currnculue ae redacta con objeto de reamonder a una oferta de trabajo mero taebién muede aer eamontáneo, ea
decir ae redacta ain la eoiatencia de
oferta yo ae remarte en
diatntaa eemreaaa mara aolicitar
trabajo.

Tipos:
Curríiulum Vitae ironológiio. En eate
ae ordenan loa datoa aegún ocurrieron
en el teemo. El orden muede aer:
Natural, eomoniendo mrieero loa datoa
eáa antguoa yo al fnal loa eáa
eodernoa.
Inverso, ea decir coeenzando a
ordenar loa datoa mor loa eáa recientea
yo acabar mor loa eáa antguoa.
Curríiulum Vitae funiional. Aqun ae
agruman loa teeaa mor bloquea de
contenidoa.

Estruitura y iontenido:
Datoa meraonalea
Noebre yo amellidoa
Lugar yo fecha de nacieiento
Eatado civil
Calle, nº, miao
Código moatal – Ciudad
Teléfono de contacto
Teléfono eóvil
e-eail

Formaiión aiadémiia
Relación ordenada de loa eatudioa
curaadoa, indicando fechaa, centro, yo
lugar donde han aido realizadoa.

Formaiión iomplementaria
Relación ordenada de loa curaoa de
educación no reglada, indicando fechaa, centro, yo lugar donde han aido realizadoa.

Experieniia profesional
Relación ordenada de laa eemreaaa en donde ae ha trabajado, indicando loa noebrea de laa eemreaaa, laa fechaa
de coeienzo yo fn del meriodo trabajado, laa funcionea deaeemeñadaa, laa tareaa que ae realizaron yo loa logroa
conaeguidoa.
En eate amartado ae debe incluir taebién la foreación en centroa de trabajo (laa mráctcaa en eemreaaa de
la foreación mrofeaional).

Conoiimientos informátios
Hayo que aeñalar aquelloa conocieientoa inforeátcoa que ae moaean yo eatén relacionadoa con el trabajo al que
ae omta: mroceaadorea de teoto, hojaa de cálculo, baaea de datoa, diaeño gráfco, Internet, redea, aiateeaa
omeratvoa

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etc.
Conoiimientos de idiomas
Se eencionarán loa idioeaa que ae conocen yo au nivel de conocieiento yo coemrenaión. Hayo que indicar
claraeente el nivel del idioea hablado yo eacrito, tanto aiendo eeiaor coeo recemtor. Si ae tenen ttuloa ofcialea
yo/o reconocidoa, ae deben indicar.

Otros datos de interés


Se indicará cualquier otro dato que aea relevante yo de utlidad mara el mueato o que noa ayoude a defnir nueatro
merfl. Carné de conducir, moaeaión de vehnculo mromio, diamonibilidad horaria o geográfca, afcionea, intereaea,
etc.

Aspeitos formales. A tener en iuenta


Cuando ae redacta un Curriculue Vitae ea neceaario cuidar algunoa aamectoa coeo:

∙ No eentr yoa que de aer elegido tendráa que maaar una entreviata en donde te mreguntarán mor lo incluido
en el currnculue.
∙ Realizar un currnculue vitae mara ofertaa concretaa, no hacer uno eatándar que airva mara todo tmo de
ofertaa.
∙ Sólo incluir fotografa cuando ae mida eomreaaeente en la oferta, en eate caao de aer original yo lo eáa
reciente moaible.
∙ Utlizar mara el currnculue vitae el eiaeo foreato de mamel yo de la eiaea calidad que mara la carta de
mreaentación.
∙ El currnculue vitae ae debe eacribir en mamel A4, aiemle faz

∙ Debe aer ordenado.

∙ Debe aer mreciao en fechaa yo datoa.

∙ El currnculue vitae tene que eatar actualizado

∙ Hayo que cuidar la redacción yo vigilar laa faltaa de ortografa.

∙ Hayo que incluir la fecha de redacción.

∙ No hayo que frearlo.


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Los textos académicos


Para comenzar a reflexionar en torno a los textos académicos, les presentamos a continuación un
fragmento extraído del libro Klein (2007), “El taller del escritor universitario”. El material presentado
proviene específicamente del capítulo 2 de dicho libro, el cual se denomina “La situación enunciativa”, y
fue escrito por Carolina Seona, Carolina Zunino y Marcelo Muschietti. En este fragmento, el cual ha sido
adaptado para este material, se presenta una definición del género discursivo académico junto con una
caracterización del tipo de escritor y de destinatario de los textos académicos.

Caracterización del discurso académico


¿Qué distingue al discurso académico de los otros géneros discursivos? ¿Qué cuestiones debe considerar
un estudiante que quiera producir textos académicos?
El discurso académico es formulado en la universidad por un integrante de la comunidad académica (ya
sea alumno, profesor o investigador) que se dirige a otros integrantes de esa misma comunidad. Esta
primera delimitación traerá como consecuencia una construcción particular del enunciador, el enunciatario
y el referente.

Se entiende por género discursivo académico a todas aquellas producciones discursivas propias del
ámbito universitario (parciales, monografías, informes de lectura, ponencias, entre otras). El objetivo que
persiguen los textos pertenecientes a dicho género es la comunicación de saberes que impliquen la
exposición, expansión, profundización o refutación de un tema reconocible y definido, de modo de exponer
los conceptos centrales de una teoría, decir sobre un tema cosas que aún no han sido dichas o bien
revisar con ópticas diferentes las que ya fueron dichas, entre los miembros de la comunidad científica.

Características del escritor en textos académicos


El enunciador de un texto académico debe resultar confiable para sus pares de la comunidad científica.
Para ello debe tener en cuenta las siguientes cuestiones:

1. Tiene que demostrar que conoce el tema que aborda, que ha leído diversas fuentes sobre el mismo
tema y que maneja seriamente la información provista por esas fuentes. Esto último implica no
distorsionar dicha información, utilizando correctamente las estrategias de inserción de voces y
enunciados de otros, como la cita y la reformulación, y remitir a esas fuentes mediante el
correspondiente sistema de citación bibliográfica. Con dicho fin, en el artículo académico se citan
diversos textos fuente que aportan conceptos relevantes para el desarrollo del tema.
2. Debe ser cuidadoso en la selección del léxico, de modo de garantizar precisión y claridad en el uso
de la terminología técnica y la definición de los conceptos. Esto es así ya que las diversas
disciplinas académicas del estudio universitario se presentan como las distintas formas de pensar y
comprender al mundo, de darle sentido y de representarlo; por lo tanto la definición de un concepto
implica la atribución de un sentido y no otro a determinados objetos de estudio.
3. Debe además, utilizar un registro adecuado, caracterizado por la formalidad, dado que la relación
entre los participantes de la interacción (los miembros de la comunidad académica) es de cierta
distancia afectiva, y muchas veces, dicha interacción involucra a participantes con distintos
“rangos” académicos (por ejemplo, profesor-alumno).
4. Debe fundamentar sus hipótesis mediante argumentos aceptables para la comunidad científica y,
para esto, como en todo texto, debe expresar las relaciones lógico-semánticas entre las diferentes
proposiciones con claridad, construyendo un texto cohesivo y coherente.

Por el contrario, en el discurso periodístico pueden observarse afirmaciones que no son fundamentadas, y
expresan la valoración particular del enunciador respecto de los hechos.

Características del lector en textos académicos


El lector de los textos académicos (como miembro de la comunidad científica) comparte con el enunciador
un conjunto de saberes que, por lo tanto, no hace falta aclarar en el cuerpo del texto. Esto supone la
representación de un lector que conoce del tema, un especialista con conocimientos similares a los del
escritor. Sin embargo, el género académico exige que los conceptos centrales de toda investigación sean
claramente definidos, al igual que las perspectivas o marcos teóricos desde los que se abordará el
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problema tratado. De esta forma, se evita “sobreentender” información que tenga que ver con el recorrido
bibliográfico específico que realizó el autor de la investigación y no tiene por qué ser compartido en su
totalidad por pares de la comunidad académica.
Ahora bien, en el ámbito de la universidad también circulan textos asociados con la divulgación científica.
En estos escritos, se busca dar a conocer un saber científico a un público no especializado. Por ello,
muchos textos académicos presuponen un lector que no presenta el mismo conocimiento que el escritor,
por lo que es necesario aclarar términos específicos del contenido desarrollado. Aún así, el destinatario de
cualquier texto académico se piensa como un lector activo, capaz de asociar ideas y de seguir la línea de
un razonamiento.

Continuando en esta misma línea, la autora Adriana Falchini en su texto “La explicación en la
comunicación científica y académica” que se encuentra en el cuadernillo de ingreso para el curso “Lectura
y escritura de textos académicos” (2014) también propone una serie de definiciones y características sobre
los textos académicos, sus autores y sus lectores.
Diferencias entre la producción científica y la divulgación científica

• La producción científica tiene su ámbito en las universidades y en centros de investigación. Los equipos
de investigadores realizan sus comunicaciones a través de diferentes formatos: publicaciones,
presentaciones en congresos, conferencias. Los investigadores son los autores del material y se dirigen a
otros investigadores. Los autores y lectores comparten el mismo ámbito de trabajo del mismo modo que
los marcos referenciales de las disciplinas.
La intencionalidad de los autores es no sólo presentar resultados de sus investigaciones sino el
razonamiento que le ha permitido llegar a ellos. Algunos ejemplos de géneros utilizados: ponencias,
ensayos académicos, tesis, artículos científicos, entre otros.

• La divulgación científica es una actividad importante que se realiza de diferentes formas: libros, revistas
especializadas o periodismo científico. Los autores pueden ser investigadores, profesores o periodistas
especializados. El público lector se amplía respecto de los anteriores y no necesariamente comparten el
ámbito de trabajo y el mismo conocimiento respecto de los temas disciplinares.
El estilo genérico varía según el contexto pero, en general, se adopta la estructura de un artículo
expositivo y/o argumentativo menos estructurado que el artículo científico (que tiene en cuenta la
metodología de investigación propia del campo). Podemos distinguir diversos tipos de divulgación según
los destinatarios: otros investigadores, público interesado en el tema, lectores con escaso conocimiento
acerca de los temas que se tratan. En cada caso, varían las formas y los lugares de publicación.
En este material, vamos a trabajar textos académicos de divulgación científica.

→ Resolver la Actividad número 1 del cuadernillo de actividades

Los textos de la actividad científica (Falchini, 2014)


Características generales
El lector comprenderá un texto si puede leerlo y dialogar con él. En el contexto de la investigación y de la
divulgación científica, los textos no son simples, porque la investigación y la ciencia no lo son. Un lector de
textos explicativos científicos tiene que operar de la misma manera que los propios autores: preguntar,
hacer hipótesis, revisar otros autores, comparar, analizar. En este sentido, vamos a hablar de un lector
activo que reconoce que el trabajo científico-académico implica:
- poder formular preguntas;
- definir el objeto de conocimiento o problema a investigar;
- buscar información;
- seleccionar y valorar fuentes;
- construir una perspectiva de análisis;
- definir una metodología de investigación;
- seleccionar modos de recolectar datos;
- analizar esos datos;
- presentar y comunicar las conclusiones.

La actividad científica produce explicaciones que se basan en otras anteriores; sobre la base de la
producción histórica de una ciencia surgen nuevas preguntas, se revisan postulados o se proponen otros.
55
En todas las épocas, incluyendo desde ya la nuestra, las ideas nuevas suelen ser confusas y sólo mucho después se
pueden percibir líneas que las unen en forma más o menos nítida, del mismo modo que un paisaje necesita la distancia
para mostrar su estructura general. Los científicos, aun los más grandes, navegaron siempre en medio de mares de dudas,
inseguros, a tientas, mezclando aciertos y errores. Muchas veces puntos de partida erróneos permitieron un adelanto
sustancial: aquellos que veían en el sol un fuego central no pudieron sospechar que algún día ayudarían a Copérnico con la
teoría heliocéntrica.
Aun los que proponían ideas que hoy nos parecen disparatadas no eran irracionales, sino que estaban, simplemente,
imbuidos de prejuicios y concepciones de la época de los que quizá ni se daban cuenta y que a veces les impedían ver lo
que hoy parece que estaba delante de sus ojos.
Ninguna teoría sale de la nada y a veces necesita siglos de preparación, porque toda teoría científica es una teoría social,
no individual, ya que surge de la cultura de una época y esa cultura no está hecha sólo por científicos sino por hombres y
mujeres que aceptan o rechazan determinadas concepciones, tradiciones, o que tienen determinado sentido común. Así, los
datos y los pensamientos se van acumulando y de pronto alguien encuentra la pequeña pieza que faltaba y que, a veces,
estaba a la vista. Es ésa la razón por la cual el descubrimiento aparece como una iluminación: ya está todo armado y sólo
falta encontrar el punto de vista apropiado para colocar el elemento que resignifica el conjunto (Moledo y Magnani, 2005).

Empezar a leer textos académicos es mucho más que entender lo que un texto dice: es empezar a
razonar de la manera que una ciencia propone. En los escritos académicos, ese modo de razonar, ese
modo de conversar, se expresa usando diversas estrategias:
• en el interior del texto: se cita autores directamente, transcribiendo exactamente sus palabras, o
indirectamente, comentando los dichos por el otro.
•alrededor del texto (paratextos): se escriben prólogos, advertencias al lector, introducciones, notas,
bibliografía citada, índices, referencias que muestran la “conversación” al interior de la comunidad
académica.
• entre otros textos: el fenómeno de poner en relación textos se denomina intertextualidad y es
constituyente de la composición textual académica.

→ Resolver la actividad número 2 del cuadernillo de actividades.

Los investigadores se preocupan por brindar explicaciones adecuadas de los fenómenos que estudian y
brindar razones que sustenten sus afirmaciones o conjeturas. En este sentido, los escritos científicos o
académicos tienen como finalidad contribuir al progreso de los saberes relativos a un tema de interés
disciplinar y permite que un investigador haga uso de la información obtenida por otro en la construcción
de nuevos conocimientos. Además, su contenido puede ser utilizado por profesores y estudiantes en la
tarea de difundir o adquirir conocimientos científicos, y por los técnicos y profesionales no investigadores,
a la hora de solucionar problemas de orden práctico.

Responsabilidad enunciativa: el vínculo entre autor-lector


Enmarcar la lectura y la escritura de textos en esta tensión comunicativa entre autores y lectores nos
ayuda a jerarquizar la relación autores–lectores que supone un texto académico. La intencionalidad
(¿por qué se escribe?) y los efectos (¿para qué?) son propiedades constitutivas de los textos
académicos orales o escritos. Interesa, especialmente, planificar una orientación interpretativa que guíe al
lector/oyente en la recepción. Los textos, entonces, son un entramado complejo que necesita de alguien
que planifique y organice el recorrido que seguirán los lectores. Existen marcas en el texto que dan cuenta
de quién está asumiendo la responsabilidad enunciativa. Por ejemplo, observemos la inscripción del
contexto en el propio texto. Hay paratextos que nos permiten reconstruir el contexto físico de un texto:
∙ Lugar y fecha de publicación

∙ Nombre y pertenencia del autor.

Ejemplo:
• Lugar y fecha de publicación: sección Historia, Revista ConCIENCIA, Año 15, N° 19, diciembre de 2008.
• Nombre y pertenencia del autor: Sara Gallardo, profesora de Historia, Centro de Divulgación Científica,
Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (Universidad de Buenos Aires).

Otra marca que aparece en los textos académicos es la persona gramatical. De este modo, la tercera
persona gramatical en singular es la predominante y responde a la intencionalidad de un escritor que se
preocupa por construir una explicación y orientar interpretativamente al lector para que pueda cooperar en
el razonamiento. El uso de esta persona gramatical permite poner en primer lugar al objeto de
conocimiento, y no al autor de ese saber. Así, la presencia del investigador/expositor se debilita para darle
lugar a la tercera persona y así lograr un mayor efecto de objetividad.
56
Asimismo, puede hacerse presente la primera persona del plural (llamado también "plural de cortesía"):
este es un "nosotros" inclusivo que incorpora al lector; es un uso intencionado para involucrarlo en el
razonamiento que se expone. Sin embargo, la voz del sujeto que escribe/expositor/investigador no es la
única voz del texto, también aparecen las voces de "otros" que son presentadas de distintos modos. Por
todo lo dicho anteriormente respecto de la actividad científica los escritos académicos son altamente
dialógicos y hacen visibles su polifonía e intertextualidad. El término “polifonía” recubre las variadas
formas que adopta la interacción de voces dentro de un discurso. La situación de diálogo que toda
producción verbal supone, su orientación hacia el otro, aparece siempre con mayor o menor grado de
explicitación en el tejido textual. Hay distintos modos de incluir un discurso en otro: estilo directo, estilo
indirecto, cita mixta y paráfrasis.
Con el nombre de “intertextualidad” se designa, en sentido restringido, la relación que se establece entre
dos o más textos. Por ejemplo, la relación que mantiene el texto en sí con su paratexto: títulos, prólogos,
epílogos, ilustraciones, notas, epígrafes, índices, bibliografía. Otro modo es la relación de comentario que
une un texto con otro del cual habla y al cual incluso puede llegar a no citar.
En síntesis, en un texto hay muchas voces. El lector se suma a esa polifonía y en el acto de lectura
participa, además, de la conversación propuesta acerca de un tema, problema o cuestión. Por este motivo,
en el texto se lo interpela de distintas maneras; el texto fue escrito para el lector y todas las decisiones de
los autores han sido pensadas para ese diálogo.

A continuación, presentamos una explicación detallada de cómo incorporar citas en los textos
académicos. Esta explicación fue extraída y adaptada del libro “Para escribir bien en español” de la autora
María Marta García Negroni.

Existen dos sistemas para componer las citas y la bibliografía en los trabajos de investigación: el latino y
el anglosajón. En el sistema latino, la atribución de las citas o de las ideas de otro autor que se incluyen
en el texto se realiza en nota a pie de página o al final de cada capítulo de la obra. Por ello, se denomina
“referencias no integradas”. En cambio, en el sistema anglosajón, se utiliza un sistema de citación con
“referencias integradas”, pues la información sobre la fuente se incluye en el cuerpo del texto. En este
sentido, este sistema también es conocido como “sistema autor-fecha” ya que se incluye la fecha de
edición entre paréntesis inmediatamente después del nombre del autor. Dentro de esta modalidad, se
reconocen tres sistemas:
∙ American Psychological Association (APA)

∙ Universidad de Chicago

∙ Harvard
Si bien los tres sistemas comparten la modalidad “autor-fecha”, cada uno propone variantes en la
introducción de la información sobre el año, el autor y el número de páginas. En lo que sigue, vamos a
explicar cómo citar el discurso ajeno en un texto acadèmico, considerando el sistema de citación autor
fecha, ya que es el más utilizado en la actualidad.
Existen diferentes modos de aludir dentro del cuerpo del texto a las investigaciones previas vinculadas con
la temática de un trabajo. Habitualmente, se distinguen las siguientes modalidades: ∙ Referencias
parcialmente integradas;
∙ Referencias semiintegradas;

∙ Citas destacadas;

∙ Citas integradas.

Las referencias parcialmente integradas, también llamadas “citas de apoyo”, son aquellas en las que la
fuente citada aparece identificada a través de individuaciones bibliográficas puestas entre paréntesis
(sistema autor-fecha), como se ve en el ejemplo que sigue:

Si bien es cierto que la presencia de las marcas personales del locutor-autor de un trabajo científico debe
vincularse con las distintas tradiciones culturales y con los distintos campos disciplinares (Hyland, 1999,
2000; Breivega, Dahl & Flottum, 2002; Bolívar, 2004, Harwood, 2005; Kaiser, 2005), una primera
observación evidente a la luz del corpus analizado es que…

Como señala Bolívar (2005: 85), este tipo de referencias permite “mostrar a los lectores que quien escribe
conoce bien la materia y/o que ha escrito también sobre el problema”.
Las referencias semintegradas, también llamadas citas de parafraseo, son aquellas en las que se
mencionan ideas, nociones o investigaciones de otros autores, acompañadas del nombre del autor citado
57
y de la fecha del trabajo (opcionalmente, puede indicarse también el número de página) entre paréntesis,
como se observa en el ejemplo:

Este tipo de infinitivos ha recibido muy escasa atención en las gramáticas y solo se los menciona en notas
aisladas. Así, Lenz (1920), por ejemplo, nota que estos infinitivos son determinados infinitivos que se
transforman en sustantivos completos; Gili y Gaya (1948) sugiere que solo los infinitivos que llegan a
convertirse en permanentes aceptan el plural y Lamìquiz (1974) señala la existencia de una clase de
infinitivos que han llegado a lexicalizarse como sustantivos de lengua, no de discurso (es decir, no por simple
interpretación contextual).

Tanto en el caso de las referencias parcialmente integradas como en el de las semintegradas, las
referencias aparecen en el cuerpo del texto, sin cita textual del discurso original.
En las citas destacadas y en las citas integradas se introducen, en cambio, fragmentos de los textos de
otros investigadores. Las primeras son citas textuales extensas, a menudo de tres o cuatro líneas, por lo
que suelen aparecer en otro cuerpo, en párrafo sangrado y aparte y sin comillas, como ocurre, por
ejemplo, en el siguiente fragmento:
Como partícula escalar, even se interpreta como un conector concesivo. Así, por ejemplo, Kôning (1988: 154)
considera que
este tipo de conector (...) provee más evidencia para suponer que las condicionales (concesivas) son una fuente
importante para el desarrollo de las construcciones concesivas. Este supuesto se sostiene también en el hecho de que
los conectores concesivos coocurren con el modo subjuntivo en muchas lenguas (e.g. francés), aunque esa coocurrencia
está totalmente inmotivada por lo factual de la construcción.
Recuérdese que para indicar que se ha omitido un fragmento del original, se utilizan puntos suspensivos
entre corchetes o paréntesis.
Las citas integradas, por su parte, son también textuales (menos de tres líneas) pero, a diferencia de las
destacadas, quedan incorporadas entre comillas como parte del discurso del autor del texto. Ejemplo:
Como señala Bolívar (2005: 85), este tipo de referencias permite “mostrar a los lectores que quien escribe conoce
bien la materia…”.

Tal como puede constatarse en los ejemplos que anteceden, tanto en el caso de las citas destacadas
como en el de las integradas, deben explicitarse la o las páginas donde se encuentra el fragmento citado.
Téngase en cuenta, asimismo, que según el sistema autor-fecha, si en el texto citante no se explicita el
nombre del autor citado, entre paréntesis y luego de la cita, deben incluirse el apellido del o de los autores,
el año de edición y la o las páginas en que se encuentra el segmento referido. Si, en cambio, el nombre el
autor de la cita aparece en el texto, solo deben consignarse entre paréntesis, luego de la mención del
autor o luego de la cita, el año de edición y las páginas. Según el sistema de citación que se utilice, se
escribirá coma y la abreviatura p. o pp. (sistema APA), solo coma (sistema Chicago) o dos puntos
seguidos de un espacio en blanco (sistema Harvard) entre el año de edición y la indicación de la o las
páginas. Ejemplos:

Desde la perspectiva polifónica de la enunciación, el ethos del locutor se relaciona con “la apariencia que le
confieren la cadencia, una entonación calurosa o severa, la elección de las palabras o de los argumentos”
(Ducrot, 1984, p.201)

Desde la perspectiva polifónica de la enunciación, el ethos del locutor se relaciona con “la apariencia que le
confieren la cadencia, una entonación calurosa o severa, la elección de las palabras o de los argumentos”
(Ducrot, 1984, 201)

Desde la perspectiva polifónica de la enunciación, el ethos del locutor se relaciona con “la apariencia que le
confieren la cadencia, una entonación calurosa o severa, la elección de las palabras o de los argumentos”
(Ducrot, 1984: 201)

Debe hacerse notar, finalmente, que si bien en todos los casos, los distintos tipos de referencias y de citas
son fundamentales “en la expresión del saber en el discurso académico pues sirven de evidencia de que
quien escribe conoce el estado de su disciplina y ‘sabe’ de qué está hablando” (Bolívar, 2005: 75), la
naturaleza del verbo o de la expresión adverbial o prepositiva con los que se introducen las referencias
semintegradas y las citas en estilo directo (destacadas e integradas) permite además dar cuenta de una
cierta actitud del autor frente a las investigaciones evocadas y los discursos citados.
En ocasiones, la actitud manifiesta será de acuerdo o aceptación, como en los siguientes fragmentos en
los que, junto a los verbos de decir “afirma” y “reconoce”, aparece el adverbio de modo “como”, que
normalmente indica conformidad con el punto de vista introducido.
58
Se trata, como afirma Amossy (2005: 64), “del hecho de que el sujeto está necesaria y constantemente
atravesado por el discurso del otro y no existe independientemente de él”.

Dicha conformidad puede verse reforzada por la presencia del adverbio “bien” (por ejemplo, cuando el
discurso ajeno es incorporado mediante “como bien dice X”) o, como en el ejemplo que sigue, por la
ocurrencia del antecedente “tal”:
Debido a que el conjunto de rocas volcanoclásticas se encuentran interestratificadas, tal como lo reconocen
Mazzoni et al. (1981), en ocasiones es casi imposible su diferenciación en las subfacies propuestas, de modo
que se utiliza el término facies volcanoclástica en forma indiferenciada.

En otros casos, el autor del texto científico puede indicar reserva o cierta exterioridad frente al decir ajeno.
Es lo que se observa en el siguiente ejemplo, en el que el punto de vista presente en la referencia
semintegrada (o cita de parafraseo), introducida mediante la preposición “para”, no es luego el adoptado
por el autor en su propio discurso.
Para Pitágoras, el ojo emitía un haz de rayos que, viajando por el espacio, llegaba a chocar con los objetos;
el choque entre el rayo y la realidad producía la sensación de la visión.

Finalmente, en otros casos, la actitud será de total discordancia o discrepancia con el discurso ajeno. Es lo
que ocurre, por ejemplo, en este último fragmento, en el que las comillas que circunscriben los segmentos
“[forma] poco gramaticalizada” y “menos [gramaticalizada]” señalan que el autor cuestiona fuertemente
esos discursos:
Los autores clasifican la forma entre los conectores consecutivos y la consideran “poco gramatizalizada”,
aunque no determinan claramente en comparación con qué otras formas está “menos gramaticalizada”, o en
cuanto a qué atributos. [...] Al no existir cuantificación ni comparación precisa de entonces con una forma en
especial con la que se detecte en el corpus que hay variación [...], no se puede evaluar ni la frecuencia de
cada uno de estos usos de entonces, ni se pueden diferenciar los atributos más salientes.

→ Resolver Actividad número 3 del cuadernillo de actividades

Para desarrollar las características de la escritura académica y la objetividad que caracteriza a los textos
de este tipo, retomamos nuevamente el texto de Adriana Falchini (2014).
Características de la escritura académica

El estilo que se espera de un texto académico es el que facilite la concreción del objetivo básico de
comunicación que este tipo de textos supone: exponer información de carácter científico–técnico. Por eso,
la expresión debe tender a la precisión y a la claridad. Un texto académico no puede dar lugar a equívocos
y debe evitar toda ambigüedad. Obsérvese el enunciado de un texto de matemática tomado del libro
Matemática para el ingreso (2009):

Decimos que un conjunto está bien determinado si podemos decidir sin ambigüedad si un elemento pertenece o no a él.
Una manera de hacerlo consiste en nombrar cada uno de los elementos que pertenecen a él y decimos que el conjunto está
determinado por extensión. Otra manera es nombrar una propiedad común a los elementos, que sólo ellos tengan. En este
caso, decimos que el conjunto está determinado por comprensión. (Fernández de Carreras, 2009)

En este párrafo podemos reconocer características propias del discurso académico, se trata de algunas
estrategias que se utilizan para asegurar la precisión y claridad:
• la utilización de vocabulario específico de la disciplina (en este caso,
Matemática); • la selección de expresiones que desarrollan una idea por vez;
• la omisión de aclaraciones o detalles accesorios que no sean imprescindibles para la comprensión del
tema;
• la reiteración de algunos vocablos para asegurar la coherencia y evitar
ambigüedades; • el uso de conectores organizadores de la información;
• la presentación detallada de la información y el empleo de marcas para destacar ciertas palabras sobre
otras;
• el uso de un nosotros inclusivo institucionalizado;
• explicitación del propósito de la comunicación; y
• una argumentación discursiva rigurosa.

→ Resolver Actividad número 4 del cuadernillo de actividades


59
La objetividad de los textos académicos

Se dice, habitualmente, que la objetividad es otra característica indispensable en un escrito académico.


Este tipo de texto objetivo proporciona información que no depende de los sentimientos y emociones del
investigador, del profesor o del alumno, sino que deriva de los datos, de la relación entre la información.
En síntesis, el texto académico presenta razonamientos. La ausencia de huellas personales del escritor en
los hechos que se exponen resulta, pues, imprescindible para convencer al lector del carácter no
controvertido de lo que se expresa.

Otro cambio bien definido se produce al calentar un líquido hasta su punto de ebullición, que es la temperatura a la
que hierve a una determinada presión (ésta es una definición aproximada que en el cursado universitario la modificarás de
acuerdo a la rigurosidad del caso). A una presión de 760 mmHg, el agua no hierve hasta que su temperatura ha alcanzado
los 100 ºC. Una vez alcanzado este punto, empiezan a formarse burbujas de vapor en todo su volumen. Como en el caso
de la congelación y de la fusión, la temperatura del agua en ebullición permanece constante hasta que todo el líquido
se ha vaporizado: una marmita con agua hirviendo permanece a 100 ºC hasta que toda el agua ha desaparecido. (Alsina y
otros, 2009)

Los efluentes del reactor pasaron por un condensador inmerso en un baño de agua donde se retuvieron los líquidos, y
los gases fueron vertidos a la atmósfera. (Bertero, 2011)

En este caso, el párrafo presenta definiciones, aclaraciones, datos numéricos, comparaciones y ejemplos
que le permiten al lector reconocer que la información está fundamentada y es producto de experiencias
científicas. La presencia del expositor prácticamente se debilita para dar lugar a un discurso carente de
toda alusión personal y en el que prevalece la comunicación objetiva de los fenómenos científicos. Típico
de la prosa académica es el uso de ciertos recursos para despersonalizar, tales como:
• construcciones impersonales (‘Otro cambio bien definido se produce al calentar un líquido…”, “...se
retuvieron los líquidos”);
• construcciones en las que el sujeto gramatical hace referencia al tema u objeto que se está analizando.
(“la temperatura del agua en ebullición permanece constante hasta que todo el líquido se ha vaporizado”);
• uso de la voz pasiva (“los gases fueron vertidos”).

→ Resolver la actividad número 5 del cuadernillo de actividades

La meta de los científicos es lograr que sus afirmaciones sean consideradas hechos científicos y no
opiniones personales y, por eso, debilitan los recursos de la comunicación interpersonal. Por tal motivo, las
exposiciones se presentan como neutras, sin servir a intereses personales, con abundante detalle de
procedimientos, sostenida por una red de autoridades, construcción detallada de los acontecimientos que
aumenta la impresión de testimonio. Todo lo dicho no significa que la subjetividad del autor desaparezca.
Los textos académicos tienen huellas visibles de las operaciones que el autor ha realizado para lograr el
objetivo de la comunicación. Los autores toman decisiones acerca de la distribución, organización y
modalización de la información; también, planifican el recorrido que pretende que haga el lector. No es
frecuente, ni aun en los textos científicos más especializados, que el investigador que escribe desaparezca
por completo: su tono impersonal no ocultará su existencia y habrá en el texto valoraciones, recursos
expositivos y/o argumentativos, entre otras señales de la intención de comunicar y persuadir a los lectores.
En la comunicación académica, la identificación de las fuentes es otra manera de legitimar lo que se
explica. El expositor no presenta todas las fuentes de la misma manera; a veces explica de qué modo ha
obtenido la información; otras, evalúa lo que dice otro e, incluso, a veces discute con él.

Los textos académicos tienen una determinada organización de la información

En cuanto a su estructura, en general se espera que el artículo científico esté organizado de tal manera
que ponga de manifiesto el procedimiento por el cual se accedió al conocimiento expresado en las
conclusiones. Que el autor señale por qué y para qué se realizó el estudio en cuestión, cómo se desarrolló
la investigación y cuál es el aporte concreto que permite ofrecer, además de indicar cómo se relaciona con
otros estudios hechos en el mismo campo. La estructura de la investigación científica está presente de
manera más o menos explícita según los géneros discursivos en todos los escritos académicos:

• Título
• Pertenencia institucional
• Resumen
60
• Introducción
• Desarrollo
• Conclusiones
• Bibliografía
• Anexos

Hay una tarea común de los integrantes de la comunidad académica (estudiantes, profesores e
investigadores): investigar. Por lo tanto, con variadas modalizaciones, esta estructura está presente de
manera más o menos explícita. Por supuesto, hay variantes en los modos de presentación del material y
en las finalidades comunicativas.

Un texto perteneciente al campo académico debe ser encabezado por una introducción breve que incluirá la explicitación
del interés despertado por el fenómeno que se observa y se describe, los límites de la descripción y la enumeración de las
fuentes informativas e instrumentos que se ha dispuesto, lo mismo que el plan de observación que se ha seguido. El
cuerpo de éste deberá exponer objetiva, clara y ordenadamente todo el conjunto de fenómenos observados indicando los
elementos que intervienen en ellos y las circunstancias en que aparecen. Al mismo tiempo, en las ciencias de campo se
indicarán en cada caso las características y el valor atribuidos a las fuentes informativas, generalmente personales y orales,
cuidando ofrecer las razones pertinentes.
De este modo el lector podrá informarse exactamente, a través de nuestros ojos, acerca del carácter y proceso real de los
fenómenos descriptos [...]
En una última acción el escrito deberá brindar, con una cierta prudencia, las conclusiones que se desprenden de los
materiales informativos ofrecidos y señalará con claridad los principales fenómenos o aspectos de ellos que deban ser más
ampliamente investigados y los métodos que se consideren más idóneos para realizar tales estudios posteriores. Es preciso
observar la mayor objetividad, y por lo tanto, se pondrá mucho cuidado en evitar las apreciaciones subjetivas. (Botta,
2004:21–22)

Un autor planifica, en el marco de un tipo de discurso, las distintas fases o etapas de un texto y piensa
cómo elaborará el razonamiento en torno a un tópico. Para esto hay secuencias que son esquemas que
hemos ido incorporando en distintas instancias. El lingüista suizo Adam reconoce unas formas de
secuencias prototípicas en la actividad del lenguaje: narrativa, descriptiva, explicativa, argumentativa y
dialogal. Estas secuencias conforman distintos modos de organización del discurso. Explicaremos
brevemente cada una:
• Secuencia narrativa: existe una sucesión de acontecimientos en un tiempo que transcurre, que avanza.
La acción está situada en un tiempo que transcurre (temporalidad) y la unidad temática se garantiza por, al
menos, un sujeto–actor. A partir de una situación inicial se llega a una situación final a través del proceso
de transformación (unidad de acción). Entre los acontecimientos se produce una relación causal.
• Secuencia descriptiva: se representa lingüísticamente el mundo real o imaginado. Se expresa la manera
de percibir el mundo a través de los sentidos y a través de nuestra mente que asocia, imagina o interpreta.
Se aplica tanto a estados como a procesos y se realiza según una perspectiva o punto de vista. •
Secuencia explicativa: se parte de un esquema inicial (presentación de un objeto complejo que se
presenta como problemático) a partir del cual se desarrollan diferentes movimientos explicativos (fases) a
través de distintos procedimientos específicos: definición, clasificación, reformulación, ejemplificación,
analogía, citación. El razonamiento presentado deriva en un cierre que adopta diferentes modalidades
según la intencionalidad del expositor: respuesta, conclusión, evaluación, entre otras. La relación entre la
información que prevalece es la de causa–consecuencia en función de constatar un hecho en su
desarrollo.
• Secuencia argumentativa: se presenta un objeto como controvertido o dudoso, que admite diferentes
formas de tratarlo. Se elabora una tesis supuesta sobre un tema y se organiza, a partir de ella, un proceso
de inferencia y de conclusión. Las fases son premisas, argumentos, contraargumentos y conclusión.
Pueden aparecer segmentos descriptivos, narrativos, explicativos que funcionan como argumentos
reforzadores de la intencionalidad del argumentador. Los argumentos que se buscan para apoyar las
premisas pueden basarse en ejemplos, analogías, criterios de autoridad, causas, consecuencias, entre
otros.

Un texto científico o académico suele tener, en primer lugar, carácter expositivo: tiene la finalidad de
exponer, mostrar, enseñar al lector cierta información, datos o situaciones que no se conocen o se
conocen parcialmente. Pero, en algunos casos, estos textos son también argumentativos porque intentan
convencer al lector de las teorías y puntos de vista que el autor defiende. Podemos decir, entonces, que
un texto tiene dos funciones: informar y convencer. Pero, recordemos lo dicho, sin mostrar sus
sentimientos personales ni con la intención de mover al lector a realizar ciertas acciones ni con el fin de
61
provocar sólo una emoción estética (aunque a veces también ocurre). Por lo tanto, se utilizan con mayor
frecuencia las secuencias textuales expositivas/explicativas y las expositivas/argumentativas. La
descripción y la narración también aparecen pero como estrategias de los autores para explicar o
argumentar mejor.

Una explicación supone un agente poseedor de un saber y un interlocutor o un público que esté en
condiciones de interpretarlo a partir de su conocimiento previo pero que necesita aclaraciones y
orientación interpretativa para elaborar un nuevo razonamiento acerca del tema en cuestión. La
preocupación de los autores es no dar lugar a equívocos, huir de ambigüedades y realizar auténticas
explicaciones y comprensiones de los hechos estudiados.

Una tesis que no se apoye en argumentos racionales no constituye una argumentación académica. Es decir, una opinión
subjetiva no constituye un argumento adecuado en un texto académico. Solamente los datos objetivos o las afirmaciones
demostrables científicamente constituyen argumentos válidos en un texto científico. (Montolío, 2000:61)

La estructura básica de una argumentación contempla:


• Introducción: es la parte inicial del discurso y tiene como finalidad fundamental conseguir una
disposición favorable del auditorio hacia el argumentador y su tesis. En ella se puede presentar el tema
objeto de controversia o la tesis que se defenderá.
• Exposición de los hechos: es la presentación de los hechos para que el receptor conozca la posición
que se defiende. La misma manera de presentar los hechos puede tener una carga argumentativa: la
selección de la información, la ordenación de los datos, la utilización de ejemplos, entre otros. •
Exposición de los argumentos: es el centro del discurso con finalidad persuasiva. Es aquí donde se
presenta el conjunto de argumentos que conducirán a la aceptación de la tesis defendida. Pueden
aparecer diferentes maneras de exponer los argumentos: incluir la tesis del contrario para refutarla, hacer
concesiones para luego demostrar que no son suficientes para invalidar la tesis que se defiende. •
Conclusión: se recuerda lo más importante de todo lo expuesto y se insiste en la posición adoptada. Se
recapitula y, a veces, se resume la exposición argumentativa.
ACTIVIDADES PARA TRABAJAR CON TEXTOS ACADÉMICOS
Actividad número 1

Leer el texto “DESINFECCION DE AGUA POR MEDIO DE LUZ ULTRAVIOLETA” y

resolver: a. ¿Cuál es el propósito del texto?

b. ¿Qué características presenta el enunciador o los enunciadores del texto?


¿Despliega una perspectiva objetiva o subjetiva en relación a lo tratado? ¿Utiliza un
registro formal o informal? ¿Usa términos técnicos, es decir, propios de una disciplina
científica? ¿Define esos conceptos? ¿Qué partes del texto te permiten justificar esas
respuestas?

c. Teniendo en cuenta la respuesta anterior, ¿qué imagen del enunciatario construye el enunciador? ¿A
quiénes está dirigido el texto? ¿Qué conocimientos presupone el enunciador que posee el enunciatario?
¿Qué partes del texto permiten justificar estas respuestas?

d. En base a este análisis, explicá si se trata de un texto de divulgación científica o de un


artículo científico.

Actividad número 2
Leer el texto “La energía de la biomasa: producción de bio-oils”. Luego, señalar los
paratextos que presenta y explicar, para cada uno, cuál es su funcionalidad. Así, por
ejemplo, el título del texto tiene como finalidad la presentación del tema que se desarrolla
en el escrito.

62
Actividad número 3
Indicar en cada caso si se trata de una cita destacada, de una cita integrada, de una referencia
parcialmente integrada o de una referencia semintegrada:

a. Benveniste se propone “precisar la situación del aoristo con relación al doble sistema de formas y de
funciones que constituye el verbo” (1966: 243) y, para hacerlo, postula la existencia de dos planos
diferentes de enunciación, el discurso y la historia.
b. Así, por ejemplo, las lecturas feministas que ponen el acento, entre otras cosas, en la construcción
masculina de la figura de la dama, objeto de devoción, o en el personaje de Laureola enfocan en lo
chocante, para nuestra mentalidad, de la ideología patriarcal que sostiene el texto (Howe, 1987;
Lacarra, 1988; Gilkinson, 1994-1995).
c. La noción de “competencia comunicativa”, concepto clave de la etnografía de la comunicación,
consiste en
aquello que un hablante necesita saber para comunicarse de manera eficaz en contextos
culturalmente significante. Como el término chomskiano sobre el que se modela, la competencia
comunicativa se refiere a la habilidad para actuar. Se hace un esfuerzo para distinguir entro lo que un
hablante saber -sus capacidades inherentes- y la manera como se comporta en situaciones
particulares. (Gumperz y Hymes, 1972: 8)

d. En todos los casos, dicho “cambio de perspectiva enunciativa da lugar a una toma de distancia más o
menos fuerte por parte del locutor con respecto a su primera formulación” (Rossari, 1990: 348). d.
Seguiremos el marco teórico del funcionalismo tipológico y, específicamente, los plantes de T. Givón
(1984: 87-116 y 2001: 105-141), quien considera que describir la oración simple es prácticamente lo
mismo que describir los distintos tipos de verbos que hay en una lengua.

Actividad número 4

Leer el texto “Los cielos velazqueños” y reconocer las siguientes estrategias que permiten asegurar la
precisión y claridad de las ideas en el texto:
• la utilización de vocabulario específico de la disciplina;
• la reiteración de algunos vocablos para asegurar la coherencia y evitar
ambigüedades; • el uso de conectores organizadores de la información;
• la presentación detallada de la información y el empleo de marcas para destacar ciertas palabras sobre
otras;
• el uso de la persona gramatical (nosotros inclusivo o 3era persona);
• explicitación del propósito de la comunicación; y
• una argumentación discursiva rigurosa.
• Incorporación de citas (referencias a otros autores).

Actividad número 5

Leer el texto “La energía de la biomasa: producción de bio-oils” (qr más arriba) y reconocer las diferentes
marcas gramaticales que permiten construir la objetividad en los textos. En este sentido, deben identificar
casos de:
∙ Construcciones impersonales

∙ Construcciones en las que el sujeto gramatical hace referencia al tema u objeto que se está
analizando
∙ La voz pasiva

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