La muneca
(Continuacién)
Superado el miedo, tuve que tomar una decisi6n,
Asi, en la noche, mientras dormia mi hijo Pepito,
retiré la mufeca de su lado y la solté sobre un
sillén. Al caer, nuevamente escuché que la mu-
fieca entre llantos decia “mami...” Y otra vez el
sobresalto me llev6 a recordar lo ocurrido.
Cogi de un brazo a la mufeca y la saqué de la
habitacion dispuesta a guardarla
‘Por qué no le dejas la mufecs? dijo mi
mamé
—Tiene otros juguetes, que juegue con ellos -res-
pondi y sali de la habitacién.
A la manana siguiente, via mi hijo jugando ale-
gremente con la mufeca. La empleada la encon-
tro y se la habia devuelto. Se la ibaa quitar, pero
la muchacha dijo:
—Déjesela, seftora, al bebé le gusta jugar con ella
-Fsa mufeca no me gusta -respondi en forma
tajante y enseguida volvi a esconder la mueca.
Un dia la empleada la encontr6 y se la aleanz6 a
mi hijo. Yo ya casi me habia olvidado de la mufie-
ca, pero esa noche cuando me acerqué a arropar
a mi bebé, descubri que la tenia bien abrazada.
Al ver la cara de la mufteca, observé en ella una
de amenaza y de odio. Su mirada dulce
recido.
{No serfa una sugestion mia? La volvi a mirar y
tuve la misma impresiOn. Por no despertar a mi
hijo no se la quité y porque atin persistian dudas
en mi, me retiré del cuarto. A los pocos minutos,
senti que el bebé lloraba y, ante mi asombro, Titi
estaba ahora sentada sobre el sill6n.
La empleada estaba fuera y no habia nadie mai
en casa, asustada me pregunté; ¢como es que la
mufieca estaba en el mueble? Tal vez la he movi-
do y no lo recuerdo, pensé, y me llevé a Pepito
fuera del cuarto. Mi hijo lloraba reclamandola
Cuando luego de largos minutos se durmi6, lo
acosté cuidadosamente, levanté la sibana para
cubrirlo; entonces, sin poder dar crédito a mis
ojos, vi que la mufeca estaba echada en la cuna.
Las piernas se me aflojaron y senti mi coraz6n latir
violentamente. Afortunadamente, mi mamé lego
a casa en ese momento y le conté, temblando,
Io sucedido,
—De repente, tii la pusiste. Uno a veces hace las
cosas inconscientemente dijo muy segura.
Ya no quise pensar mds en ello y decidi no dar-
le a mi hijo a Titi, sin embargo, él continué ju-
gando con ella, Cuando la reclamaba, alguien
siempre se la daba. Y asi pasaron los dias y me
fui olvidando de los sucesos extrafios que habia
presenciado.
Hasta que una noche después de acostar a mi
pequefio como siempre, descubri a la mufeca
completamente desarticulada. Fl juguete estaba
a los pies de la cuna y lo primero que hice fue
pensar en la tristeza y el Ilanto que esta situaci6n
provocaria en mi hijo, pero casi inmediatamente
me asalt6 una idea: si a mi bebé se le hubie:
desarmado, seguro que hubiera llorado a gritos,
squé ocurrid, entonces?
Minutos después, y después de espantar los m
los pensamientos de mi mente, cogi a la mufteca
y traté de arreglarla, Lo primero que busqué
fue un punzén, luego le atravesé el cuello,
Jos hombros, los brazos y las piernas. Des-
pués con un cordén fijé la cabeza y los
miembros al tronco de la mufteca.