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La reinvención ideológica de América Latina: 

una necesidad
Emmanuel Rincón

Durante el último siglo hemos vivido engañados. Nos han hecho


creer que la humanidad se ha partido en una lucha entre izquierda
y derecha, cuando lo cierto es que, con la salvedad de Estados
Unidos, el mundo ha sido dominado por la izquierda internacional
y sus metanarrativas de forma casi absoluta.
El socialismo ha vencido y sigue venciendo en distintas latitudes
porque su discurso ha calado hondo y han logrado manejar a su
antojo la narrativa mundial con su papel de víctimas en una lucha
heroica contra el “malévolo capitalismo”, y nada de esto ha sido
casualidad, detrás de esto ha habido escuelas de pensamiento,
medios de comunicación, universidades, celebridades, intromisión
en todos los recintos culturales de la vida y muchos grupos de
interés.

La izquierda de hoy dista mucho de aquella izquierda que se


opuso a los poderes monárquicos extremos de la Francia de
finales del siglo XVIII, de hecho, si yo hubiese nacido en aquella
época, yo hubiese sido de izquierda, pues esa izquierda era la que
se oponía al absolutismo de los monarcas y las aristocracias, a las
tiranías, y a las nulas condiciones de apalancamiento social que
eran secuestradas por lo que aquel entonces se denominaba, la
derecha conservadora.
Hoy los papeles se han invertido por completo, hoy es la izquierda
la que quiere dominar por completo todos y cada uno de los
aspectos de la vida de los individuos, su colectivismo y dominio
absoluto de todos los medios de producción, no difiere en lo
absoluto de las monarquías de siglos atrás, cuando todo el poder
estaba en manos de un pequeño grupo de aristócratas, y el resto
de seres humanos debía arrodillarse ante ellos sin la posibilidad
de progresar. Es hoy la derecha liberal la que propone Estados
más limitados, con poderes más restringidos, con una
democratización de los medios de producción a través del
florecimiento de la empresa privada y las posibilidades de
desarrollo y progreso para todos los individuos; sin embargo, la
doctrina socialista ha continuado imponiéndose, y cómo hemos
advertido, nada ha sido casualidad.

A lo largo de la historia estos laboratorios de pensamiento han


logrado incluso tergiversar los totalitarismos colectivistas para
pasarlos a la derecha de la ecuación ideológica, fomentando aún
más su discurso de víctimas. Así convirtieron al nacionalsocialismo
de Hitler y al fascismo de Mussolini en movimientos de “derecha”,
cuando ambos eran socialistas extremos; el propio Hitler en su
libro Mein Kampf estableció que su movimiento iba dirigido a
captar las juventudes de extrema izquierda, de hecho, para Hitler,
él era el auténtico socialista, y Marx no era más que un
instrumento del capitalismo judío internacional; y que decir de
Mussolini, que militó durante 15 años en el Partido Socialista
italiano, antes de ser expulsado por llamar a participar en la
guerra que fue cuando formó las milicias fascistas, con las que
más adelante se enfrentaría a sus antiguos compañeros de
partido.
No obstante, hoy para el mundo Hitler y Mussolini son la más fiel
representación de la “derecha”, de hecho, los socialistas del
mundo así tildan a todo el que apoye el libre mercado y la
democratización del capital, de fascistas y nazis, y esa es
precisamente la mayor victoria metanarrativa de la izquierda
mundial.

En el mundo lo que ha imperado en el último siglo han sido luchas


entre distintas izquierdas, no son enemigos ideológicos, son
perros luchando por un mismo pedazo de carne, pasó en la lucha
entre los nazis y socialdemócratas alemanes, entre los fascistas y
socialistas italianos, entre estalinistas y trotskistas, y sin ir muy
lejos, ocurre hoy con el chavismo y la oposición socialista
venezolana, conformada por un grupo de cuatro partidos
“socialdemócratas y socialcristianos”.

El socialismo a nivel mundial ha ido adoptando diferentes


máscaras y facetas para continuar expiando sus pecados y
gobernando a sus anchas, por eso surgen tantos partidos y
definiciones de “socialismo”, pero todas tienen el mismo fin:
monopolizar los medios de producción, adueñarse de las naciones
y convertir a los seres humanos en un colectivo que trabaja para
los burócratas del Estado. Y es que, el socialismo no solo ha
arrodillado y quebrado a los ciudadanos en donde quiera que se
haya implantado, es que también han sido los productores de las
mayores desgracias mundiales ocurridos durante el último siglo:
la hambruna que mató a 40 millones de chinos, el holodomor que
mató a diez millones de ucranianos y rusos, la Segunda Guerra
Mundial originada por el pacto entre nazis y bolcheviques para
repartirse Europa, la catástrofe nuclear de Chernóbil, y hoy, el
virus del PCCh (Partido Comunista Chino) exportado desde China
que afecta la salud, la paz y la economía mundial.

Lamentablemente América Latina no está exento de este cáncer


ideológico, de hecho, es uno de los portadores más extremos de
esta peligrosa enfermedad que ha destruido a países que llegaron
a ser infinitamente prósperos como Venezuela y Argentina, y ha
sumido a las peores catástrofes a una isla que llegó a ser la más
desarrollada del Caribe, como lo fue Cuba.

Sucede que, aunque el socialismo fecundado en Europa llegó un


poco tarde a América Latina, en esta región con altas tasas de
pobreza y falta de educación ha sido sencillo implementar el
sistema social colectivista a través de discursos populistas para el
chantajismo electoral, perpetrando así un clientelismo donde el
votante es comprado con dádivas estatales, mientras continua
empobreciéndose y necesitando cada vez más del Estado; es por
esto que lo que predomina en la región son los partidos socialistas
con sus distintas máscaras y grados de extremismo. El resultado
en el continente es la multiplicación de la pobreza, el
subdesarrollo, la proliferación de las injusticias, complejos de
inferioridad y totalitarismos.

La realidad que pocos se atreven a reconocer, es que con


excepción de los Estados Unidos, el mundo ha estado dominado el
último siglo por distintos matices de la izquierda internacional, y
para avanzar es menester reconocerlo: hemos sido derrotados,
toca repensar el mundo y América Latina, y de eso es lo que trata
este libro, de repensar el continente y el mundo. 

¿Por qué Hitler se consideraba 


el auténtico socialista y 
hoy lo tildan de extrema derecha?

Emmanuel Rincón

Existen dos argumentos principales que arguye la izquierda


internacional y sus medios para declarar al fascismo y al nazismo
como movimientos de “ultraderecha”, el primero de ellos es que
Hitler y Mussolini lucharon contra los comunistas y socialistas, lo
cual es completamente cierto, pero esto no se debe a que unos
fueran de derecha y otros de izquierda, sino precisamente a
visiones encontradas de socialismo, por una parte los
bolcheviques a través del Comintern querían internacionalizar su
movimiento, y Hitler y Mussolini creían en un socialismo
nacionalista y autárquico por motivos raciales; además de esto, y
aunque pueda sonar descabellado, Hitler consideraba que él
representaba el auténtico socialismo, y que los marxistas eran
representantes del más vil capitalismo internacional dominado
por los judíos; es decir, para Hitler, el marxismo era capitalista, y
ni qué decir de la socialdemocracia.
A lo largo de ese ensayo llamado Mein Kampf, que
posteriormente daría vida al movimiento nazi, el padre del
nacionalsocialismo alemán, Adolf Hitler, en numerosas ocasiones
refiere que Karl Marx era una simple herramienta del judaísmo
internacional capitalista, por lo que él consideraba que su
movimiento debía atraer a todos los simpatizantes de la extrema
izquierda, los cuáles eran su público objetivo:

“La fuente en la cual nuestro naciente movimiento deberá


reclutar a sus adeptos será, pues, en primer término, la masa
obrera. La misión de nuestro movimiento en este orden consistirá
en arrancar al obrero alemán de la utopía del internacionalismo,
libertarle de su miseria social y redimirle del triste medio cultural
en que vive, para convertirle en un valioso factor de unidad,
animado de sentimientos nacionales y de una voluntad
igualmente nacional en el conjunto de nuestro pueblo”.

“El hecho de que en la actualidad millones de hombres sientan


íntimamente el deseo de un cambio radical de las condiciones
existentes, prueba la profunda decepción que domina en ellos.
Testigos de ese hondo descontento son sin duda los indiferentes
en los torneos electorales y también los muchos que se inclinan a
militar en las fanáticas filas de la extrema izquierda. Y es
precisamente a éstos a quienes tiene, sobre todo, que dirigirse
nuestro joven movimiento”.
Y el segundo argumento utilizado es que los nazis “defendían la
propiedad privada”, lo cual es completamente falso. Tal y como
ocurrió con la Italia fascista, Hitler permitió la subsistencia de la
“empresa privada” con la condición sine qua non de que la misma
se abocara a producir por y para el Estado. En ese sentido existía
en la Alemania nazi un Betriebsführer, quien fungía como líder o
dueño de la fábrica o comercio, junto a los Gefolgschaft, que
representaban la masa obrera; pero estos debían subordinarse
bajo el principio del Führerprinzip, según el cual las empresas
debían funcionar bajo principios jerárquicos igual a la rama militar
en orden ascendente, brindando obediencia absoluta, donde, por
supuesto, Hitler era la cabeza. Para este fin el Führer designaba un
Gauleiter, el cual era una especie de líder zonal al cual los
Betriebsführer debían obedecer; era el Gauleiter bajo la
supervisión de Hitler quién determinaba qué iban a producir las
empresa, cuánto, cómo, de qué forma se distribuiría, cuál era el
salario que ganarían los trabajadores, cuál era el horario de
trabajo, incluso determinaban los precios que se cobrarían y la
estructuración entera de todas las compañías.

El empresario o patrono solo era una representación nominal del


propietario, pero era el Estado nazi quien disponía de la posesión
de los medios de producción, pues este ejercía los poderes
sustantivos de propiedad, a los cuales además le sustraía las
ganancias vía impuesto. El economista Ludwig von Mises los
clasificaba de la siguiente manera: “La posición de los supuestos
propietarios privados, se reducía esencialmente a la de
pensionistas del gobierno”.
En el año 1935 se desarrolló un debate sobre economía en el
ambito del partido nazi, por un lado se encontraba Hjalmar
Schacht junto a Friedrich Goerdeler, quién se encargaba del
control de precios y le advertían a Hitler que debían abandonar el
proteccionismo, reducir la intervención económica, abandonar el
proyecto autárquico y, por supuesto, abogar medidas de libre
mercado; su contrincante era Hermann Goring, quien era
partidario de continuar por la senda actual, al final, Hitler escuchó
a Goring, por lo que Schacht renunció, y el partido nazi continuó
promoviendo un estatismo controlador ferrero hasta sus últimos
días.

Básicamente Hitler aplicó una especie de keynesianismo militar,


con el que la inversión pública y el gasto se dispararon gracias a
los bonos Mefo, la cual era una empresa fantasma que fungía
como intermediaria entre las empresas de armamento y el Estado
nazi, junto a las provisiones que brindaban los botines de guerra;
el sobreendudamiento y la impresión monetaria descontrolada
para financiar obras generó una burbuja de prosperidad
momentánea en la que se construyeron autopistas, ferrocarriles,
presas hidroeléctricas, se fabricó el Volkswagen (el auto del
pueblo), se financió el “Estado de Bienestar nazi” y, por supuesto,
se consolidó la industria armamentista.

En estas dos falacias, en las que Hitler combatió al comunismo por


ser de derecha, y que apoyó a la empresa privada, se construye el
mito del nacionalsocialismo como un referente de “ultraderecha”,
pero no se queda allí, afortunadamente para los que queremos
evaluar objetivamente la historia, Adolf Hitler escribió un libro
que inmortalizó su pensamiento, y esto no puede ser alterado, en
él, uno de los más grandes asesinos de la historia dejó frases
como:“Lo colectivo prima sobre lo individual”.
“La posteridad olvida a los hombres que laboraron únicamente en
provecho propio y glorifica a los héroes que renunciaron a la
felicidad personal.”
“Si uno se preguntase, cuáles son en realidad las fuerzas que
crean o que, por lo menos, sostienen un Estado, se podría,
resumiendo, formular el siguiente concepto: espíritu y voluntad
de sacrificio del individuo en pro de la colectividad. Que estas
virtudes nada tienen de común con la economía, fluye de la
sencilla consideración de que el hombre jamás va hasta el
sacrificio por esta última, es decir, que no se muere por negocios,
pero sí por ideales”.

En ese sentido queda totalmente claro que Hitler no creía en el


individuo, y que consideraba que lo colectivo debía estar siempre
por encima de lo individual, un principio básico del más puro
marxismo, solo que tal como hemos venido aclarando, el padre
del nazismo consideraba que el marxismo, junto a la
socialdemocracia obedecía descabelladamente a los intereses del
capitalismo internacional, tal como afirma en “Mein Kampf”
durante lo que él da a conocer como Las causas del desastre:

“La internacionalización de la economía alemana había sido


iniciada ya antes de la guerra mediante el sistema de las
sociedades por acciones. Menos mal que una parte de la industria
alemana trató a todo trance de librarse de correr igual suerte;
pero al fin tuvo que ceder también ante el ataque concentrado del
capitalismo avariento que contaba con la ayuda de su más fiel
asociado: el movimiento marxista.

La persistente guerra que se hacía a la industria siderúrgica de


Alemania marcó el comienzo real de la internacionalización de la
economía alemana tan anhelada por el marxismo que pudo
colmarse con el triunfo marxista en la revolución de noviembre de
1918. Justamente ahora que escribo estas páginas, es también
cosa lograda el ataque general dirigido contra la empresa de los
Ferrocarriles del Reich que pasa a manos de la finanza
internacional. Con esto ha alcanzado la socialdemocracia
«internacional» otro de sus importantes objetivos”.

Hitler estaba plenamente convencido de que él era el auténtico


revolucionario de izquierda que defendía la soberanía nacional
alemana, y que tanto socialdemócratas como marxistas formaban
parte de ese eje dominado por los judíos que simplemente
buscaban crear un falso conflicto para apoderarse del mundo y su
preciada Alemania:

“El mismo problema, pero esta vez en proporciones mucho


mayores, se le había vuelto a presentar al Estado y a la nación.
Millones de personas emigraban del campo a las grandes ciudades
para ganarse el sustento diario como obreros de fábrica en las
industrias de reciente creación. Mientras la burguesía no se
preocupa de problema tan trascendental y ve con indiferencia el
curso de las cosas, el judío se percata de las ilimitadas
perspectivas que allí se le brindan para el futuro y, organizando
por un lado, con absoluta consecuencia, los métodos capitalistas
de la explotación humana, se aproxima, por el otro, a las víctimas
de sus manejos para luego convertirse en el líder de la «lucha
contra sí mismo»; es decir, «contra sí mismo» sólo en un sentido
figurado, porque el «gran maestro de la mentira», sabe
presentarse siempre como un inocente atribuyendo la culpa a
otros. Y como por último tienen el descaro de guiar él mismo a las
masas, éstas no se dan cuenta de que podría tratarse del más
infame de los fraudes de todos los tiempos.

Veamos cómo procede el judío en este caso: Se acerca al obrero y


para granjearse la confianza de éste, finge conmiseración hacia él
y hasta parece indignarse por su suerte de miseria y pobreza.
Luego se esfuerza por estudiar todas las penurias reales o
imaginarias de la vida del obrero y tiende a despertar en él el
ansia hacia el mejoramiento de sus condiciones. El sentimiento de
justicia social que en alguna forma existe latente en todo ario,
sabe el judío aleccionarlo, de modo infinitamente hábil, hacia el
odio contra los mejor situados, dándole así un sello ideológico
absolutamente definido hacia la lucha contra los males sociales.
Así funda el judío la doctrina marxista. Presentando esta doctrina
como íntimamente ligada a una serie de justas exigencias sociales,
favorece la propagación de éstas y provoca, por el contrario, la
resistencia de los bien intencionados contra la realización de
exigencias proclamadas en una forma y con características tales,
que ya desde un principio aparecen injustas y hasta imposibles de
ser cumplidas.
De acuerdo con los fines que persigue la lucha judía y que no se
concretan solamente a la conquista económica del mundo, sino
que buscan también la supeditación política de éste, el judío
divide la organización de doctrina marxista en dos partes, que,
separadas aparentemente, son en el fondo un todo indivisible: el
movimiento político y el movimiento sindicalista.

Políticamente el judío acaba por sustituir la idea de la democracia


por la de la dictadura del proletariado. El ejemplo más terrible en
ese orden, lo ofrece Rusia, donde el judío, con un salvajismo
realmente fanático, hizo perecer de hambre o bajo torturas
feroces a treinta millones de personas, con el solo fin de asegurar
de este modo a una caterva de judíos, literatos y bandidos de
bolsa, la hegemonía sobre todo un pueblo”.

Es evidente que Hitler consideraba que el nacionalsocialismo era


el auténtico socialismo, a partir de esta lucha contra el marxismo
internacionalista se vende esta premisa de lucha entre polos
ideológicos opuestos, entonces empieza a construirse la
metanarrativa de que el nazismo, junto a su compañero de
batallas, el fascismo, fueron movimientos de ultraderecha; en ese
sentido, el filósofo alemán Peter Sloterdijk declaró:

“Que el fascismo de izquierda le haya gustado presentarse como


comunismo, era una trampa para moralistas. Mao Tse Sung nunca
fue otra cosa que un nacionalista chino de la izquierda fascista,
que en sus inicios hablaba con la jerigonza de la Internacional
Comunista de Moscú. Comparado con la placentera exterminación
promovida por Mao, Hitler parece un cartero raquítico. Sin
embargo, la comparación entre monstruos no es agradable a
nadie. El engaño ideológico más masivo del siglo XX fue
precisamente, que después de 1945 la izquierda fascista acusó a
los derechistas de fascismo, para quedar finalmente como sus
opositores. En realidad se trató de una autoamnistía. Cuanto más
se expusieran como imperdonables los horrores de la “derecha”,
más desaparecía la izquierda del campo visual”.

El filósofo, jurista y economista austriaco, Friedrich Hayek, en su


obra más celebre Camino de servidumbre, también aclara sobre
los principios ideológicos fundacionales del nacionalsocialismo:

“En Alemania, la conexión entre socialismo y nacionalismo fue


estrecha desde un principio. Es significativo que los más
importantes antecesores del nacionalsocialismo —Fitche,
Rodbertus y Lassalle— fueron al mismo tiempo padres
reconocidos del socialismo. Mientras el socialismo teórico, en su
forma marxista dirigía el movimiento obrero alemán, el elemento
autoritario y nacionalista retrocedía temporalmente a segundo
plano”.

Sobre este asunto no queda lugar a dudas, y tal como afirmó


Hitler, ellos debían dirigirse a captar a los jóvenes de la extrema
izquierda, no en vano toda la propaganda nazi desde el punto de
vista del discurso, los colores y el arte, era idéntica a la
propaganda bolchevique. Sobre este asunto también se explaya
Hayek:
“No menos significativa es la historia intelectual de muchos de los
dirigentes nazis y fascistas. Todo el que ha observado el desarrollo
de estos movimientos en Italia o Alemania se ha extrañado ante el
número de dirigentes, de Mussolini para abajo (y sin excluir a
Laval y a Quisling), que empezaron como socialistas y acabaron
como fascistas o nazis Y lo que es cierto de los dirigentes es
todavía más verdad le las filas del movimiento. La relativa
facilidad con que un joven comunista puede convertirse en un
nazi, o viceversa, se conocía muy bien en Alemania, y mejor que
nadie lo sabían los propagandistas de ambos partidos. Muchos
profesores de universidad británicos han visto en la década de
1930 retornar del continente a estudiantes ingleses y americanos
que no sabían si eran comunistas o nazis, pero estaban seguros de
odiar la civilización liberal occidental.

Es verdad, naturalmente, que en Alemania antes de 1933, y en


Italia antes de 1922, los comunistas y los nazis o fascistas
chocaban más frecuentemente entre sí que con otros partidos.
Competían los dos por el favor del mismo tipo de mentalidad y
reservaban el uno para el otro el odio del herético. Pero su
actuación demostró cuán estrechamente se emparentaban. Para
ambos, el enemigo real, el hombre con quien nada tenían en
común y a quien no había esperanza de convencer, era el liberal
del viejo tipo. Mientras para el nazi el comunista, y para el
comunista el nazi, y para ambos el socialista, eran reclutas en
potencia, hechos de la buena madera aunque obedeciesen a
falsos profetas, ambos sabían que no cabía compromiso entre
ellos y quienes realmente creen en la libertad individual”.
El 19 de septiembre del 2019, el Parlamento Europeo aprobó una
resolución denominada Importancia de la memoria histórica
europea para el futuro de Europa, en esta determina que:La
Segunda Guerra Mundial, la guerra más devastadora de la historia
de Europa, fue el resultado directo del infame Tratado de no
agresión nazi-soviético del 23 de agosto de 1939, también
conocido como Pacto Mólotov-Ribbentrop, y sus protocolos
secretos, que permitieron a dos regímenes totalitarios, que
compartían el objetivo de conquistar el mundo, repartirse Europa
en dos zonas de influencia.
Los regímenes nazi y comunista cometieron asesinatos en masa,
genocidios y deportaciones y fueron los causantes de una pérdida
de vidas humanas y libertad en el siglo XX a una escala hasta
entonces nunca vista en la historia de la humanidad; recuerda,
asimismo, los atroces crímenes del Holocausto, perpetrado por el
régimen nazi; condena en los términos más enérgicos los actos de
agresión, los crímenes contra la humanidad y las violaciones
masivas de los derechos humanos perpetrados por los regímenes
comunista, nazi y otros regímenes totalitarios.

No obstante, muy probablemente a más de 70 años de aquella


devastadora guerra, seguramente usted o una gran parte de la
población mundial recuerda a Hitler como el propio anticristo,
pero, por otro lado, tiene una opinión bastante neutra, o en
algunas casos favorables hacia el régimen de Stalin o el de Mao,
cuando los dos últimos asesinaron a muchas más personas, ¿no se
ha preguntado por qué?
Pues la respuesta es muy sencilla, al nazismo y al fascismo los
transformó la izquierda marxista internacionalista en fenómenos
de ultraderecha, al servicio del capitalismo mundial, gracias a sus
desencuentros, a partir de allí su mala prensa incrementa,
mientras que los crímenes de Stalin han pasado en la historia por
debajo de la mesa. Sin embargo, es sumamente importante que
las nuevas generaciones comprendan realmente la historia para
poder concretar definiciones ideológicas, Mao y Stalin fueron
igual o más perversos y asesinos que el propio Hitler, y lo más
importante de todo, es que todos fueron socialistas, siempre fue
una batalla de izquierdas.

Eso es prácticamente lo mismo que ha sucedido en América Latina


durante las últimas décadas.

Este escrito forma parte del último libro de Emmanuel Rincón «La
reinvención ideológica de América Latina», el cual puede ser
adquirido en Amazon.

La reinvención ideológica 
de América Latina:
La cura contra el socialismo y la pobreza

Vanessa Vallejo
Quienes creemos que la libertad es fundamental para la
prosperidad y la felicidad, pasamos mucho tiempo intentando
idear estrategias que nos permitan librarnos del socialismo que
solo lleva miseria y esclavitud ahí donde logra hacerse con el
poder. En el podcast de hoy conversamos sobre los errores que
desde la derecha estamos cometiendo y sobre las estrategias que
podríamos llevar a cabo para intentar librarnos de la izquierda y
conseguir en América Latina gobiernos realmente liberales.

Nuestro invitado de hoy es Emmanuel Rincón, editor y columnista


en el PanAm Post, quien acaba de publicar su más reciente libro:
La reinvención ideológica de América Latina.

Rincón señala que es fundamental empezar por entender que en


Latinoamérica históricamente el poder ha estado en manos de
distintos matices de izquierda, y lo que muchas veces se ha
tildado de derecha en realidad no es más que una
socialdemocracia estatista. Por lo que nos hace una invitación a
desenmascarar a esas falsas derechas, a esos falsos liberales, y
entender que el fracaso no viene de políticas capitalistas sino de
políticas izquierdistas que equivocadamente han sido señaladas
de liberales.

Un ejemplo de esto es la muy extendida idea de que el nazismo y


el fascismo son ideologías de derecha. Rincón nos recuerda hoy el
origen de estos dos movimientos y lo importante que es dejar
claro que eran izquierda.
Rincón también señala que es fundamental cambiar el lenguaje
que usamos los liberales. Necesitamos que la gente comprenda
nuestro mensaje y para eso debemos usar menos tecnicismos y un
lenguaje fácil de entender para más gente, para un público que la
mayoría de las veces no tiene idea de economía.

Hoy conversamos con el autor de diversas estrategias y de los


cambios que deberíamos hacer los liberales para tener mayor
acogida y lograr desenmascarar a la izquierda que, a pesar de
tener en su historial millones de muertos, aún sigue cautivando
votantes.

Quienes creemos que la libertad es fundamental para la


prosperidad y la felicidad, pasamos mucho tiempo intentando
idear estrategias que nos permitan librarnos del socialismo que
solo lleva miseria y esclavitud ahí donde logra hacerse con el
poder. En el podcast de hoy conversamos sobre los errores que
desde la derecha estamos cometiendo y sobre las estrategias que
podríamos llevar a cabo para intentar librarnos de la izquierda y
conseguir en América Latina gobiernos realmente liberales.

Nuestro invitado de hoy es Emmanuel Rincón, editor y columnista


en el PanAm Post, quien acaba de publicar su más reciente libro:
La reinvención ideológica de América Latina.

Rincón señala que es fundamental empezar por entender que en


Latinoamérica históricamente el poder ha estado en manos de
distintos matices de izquierda, y lo que muchas veces se ha
tildado de derecha en realidad no es más que una
socialdemocracia estatista. Por lo que nos hace una invitación a
desenmascarar a esas falsas derechas, a esos falsos liberales, y
entender que el fracaso no viene de políticas capitalistas sino de
políticas izquierdistas que equivocadamente han sido señaladas
de liberales.

Un ejemplo de esto es la muy extendida idea de que el nazismo y


el fascismo son ideologías de derecha. Rincón nos recuerda hoy el
origen de estos dos movimientos y lo importante que es dejar
claro que eran izquierda.

Rincón también señala que es fundamental cambiar el lenguaje


que usamos los liberales. Necesitamos que la gente comprenda
nuestro mensaje y para eso debemos usar menos tecnicismos y un
lenguaje fácil de entender para más gente, para un público que la
mayoría de las veces no tiene idea de economía.

Hoy conversamos con el autor de diversas estrategias y de los


cambios que deberíamos hacer los liberales para tener mayor
acogida y lograr desenmascarar a la izquierda que, a pesar de
tener en su historial millones de muertos, aún sigue cautivando
votantes.
La historia jamás contada 
sobre la izquierda

Durante el último siglo la izquierda a nivel mundial ha secuestrado


el monopolio de la verdad y el sufrimiento, han pa sado de tiranos
a víctimas, son ellos quienes manejan la metanarrativa de la
humanidad en la que el planeta se divide entre opresores
(empresarios) y oprimidos (clase obrera), esto, sin duda alguna se
debe a Karl Marx, quien logró potenciar esta falacia en la que la
pobreza de unos, se debía a la riqueza de otros y convirtió la
teoría económica en un asunto de redistribución de parcelas,
lucha de clases; en vez de potenciar el aspecto más noble de la
economía y la riqueza: que siempre puede crecer, que siempre
puede multiplicarse, que siempre admite más producción y todos
pueden llegar a construir su propia prosperidad.

La izquierda no solo ha sido sumamente astuta en adherirse el


monopolio de la victimización y convertirse en los profetas
salvadores de una clase social que ellos mismos utilizan para
aplastar la disidencia, sino que han logrado transformar a
movimientos de izquierda, socialistas, colectivistas y estatistas,
como el nazismo y el fascismo, en "movimientos de derecha",
para endosar sus crímenes y aberraciones al "enemigo", y
continuar extendiendo el monopolio de la "verdad", en la que
ellos siempre han sido víctimas de esa "derecha" diabólica y
asesina.
En los últimos cien años, lejos de haber presenciado una batalla
entre vertientes ideológicas, lo que ha ocurrido ha sido una
continua batalla entre diferentes bastiones de la izquierda
mundial (esto por supuesto, con contadas excepciones). De hecho,
hasta el ingreso de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mun-
dial, todo inició y se propagó debido a conspiraciones entre la
izquierda (la toma de Polonia de mutuo acuerdo entre nazis y
bolcheviques, gracias al pacto Mólotov-Ribbentrop), y la posterior
batalla que se dio debido al expansionismo que pretendía
implementar Hitler. Fuera de ello, el mundo durante el último
siglo ha sido dominado casi en exclusiva por movimientos de
izquierda, desde la China comunista, a la extinta Unión Soviética,
hoy Rusia, el cual es el país más imperialista del último siglo.

La izquierda gobernó en Asia, África y Europa del Este durante


décadas de forma autoritaria, asesinaron por hambrunas,
represión y guerras armadas a millones de seres humanos, y
conspiraron para financiar y continuar expandiendo su hegemonía
ideológica en el resto del mundo, hasta llegar a América Latina.
Estas luchas entre las diferentes izquierdas han cercenado el
panorama político e ideológico a nivel mundial, mostrando
siempre a la población solo un espectro de la lucha por las ideas, y
obligándolos a elegir entre una izquierda extrema y una izquierda
"moderada", sacando de toda ecuación a los actores políticos que
re presentan una verdadera doctrina liberal o de derecha. 

Cuba es otro gran ejemplo de este asunto, en la actualidad


muchos toman a la revolución de Fidel como una "insurrección
contra la derecha", cuando lo cierto es que Fulgencio Batista, el
dictador derrocado por Castro y el Che Guevara, surge en un
principio de la "Coalición Socialista Democrática", la cual contaba
en su grupo de apoyo al partido comunista cubano.

Curiosamente si usted en la actualidad intenta buscar información


sobre tal coalición socialista, en español no en contrará nada en
internet, la única información disponible está en inglés, pues
como siempre, la izquierda ha sido sumamente astuta en
reescribir la historia a su favor; así como han intentado eliminar
los rastros socialistas del nazismo, así como intentaron borrar del
mapa de la historia a Giovanni Gentile, el filósofo de izquierda
detrás de la ideología del fascismo, igual intentaron borrar el pa-
sado de Fulgencio Batista, quien en ese entonces, fue apoyado en
sus aspiraciones presidenciales por el partido comunista cubano, e
incluso llegó a nombrar a Juan Marinello Vidaurreta, líder del par-
tido comunista, como ministro sin cartera de su gobierno; esta
información está recogida en el libro de escuchas "The theory and
practice of communism in 1971 Part 1-A, Hearings before the co -
mitte on internal security house of representatives first
sesión" pág. 5.437, texto que se encuentra en la librería de la CIA,
y también se puede ver en la publicación del diario español El
País, del 29 de marzo del 1977 cuando se reporta la muerte del
comunista. Si en la actualidad usted busca la historia de
Marinello, Wikipedia le dirá que fue un líder comunista que fue
apresado por Fulgencio Batista en numerosas ocasiones, por más
que intente, no encontrará en la enciclopedia virtual, ni tampoco
en idioma español, información sobre los nexos entre Batista y
Marinello, ni mucho menos que formó parte del gabinete de
ministros del primero.
Sin embargo, tal como ha ocurrido en numerosas ocasiones a lo
largo de la historia, políticos formados en la izquierda o con
vínculos a los partidos socialistas y comunistas, tras asumir el
poder tuercen sus políticas económicas con el fin de preservar el
poder, pues evidentemente, el socialismo es una doctrina
económica que en la práctica es insostenible, por lo que modifican
parte de sus principios, instaurando capitalismos de Estados
y ensanchando las nóminas públicas para mantener un control
férreo de la población, tal como hizo la Alemania de Hitler, la
Italia de Mussolini, la propia China comunista de Deng Xiaoping, la
Cuba de Fulgencio Batista, y ahora lo intenta hacer la Venezuela
de Nicolás Maduro.

La realpolitik internacional de los Estados Unidos ha ocasionado


en muchas ocasiones más daño que beneficios, con excepción a la
alianza con la Rusia comunista de Stalin para derrotar a Hitler (un
gran acierto), los norteamericanos en diversas oportunidades han
accedido a apoyar a socialistas "más moderados", para derrocar a
socialistas más extremistas, lo cual ha tergiversado y contaminado
la lucha por la libertad; ese fue el caso de Batista, quien recibió el
apoyo de los Estados Unidos y contó con un representante
diplomático de Washington corrupto para afianzarse en el poder,
lo cual desencadenó numerosos malestares sociales en Cuba,
razón por la cual, el mismo Fidel Castro recibiría apoyo esta-
dounidense años después para derrocar al dictador que antes
ellos habían apoyado, lo que consolidaría la más grande piedra en
el zapato de Washington durante los próximos 60 años, y que
hoy continúa en pie.
De hecho, en abril de 1959 Fidel viajó a Washington DC, concedió
un par de entrevistas, almorzó con el Secretario de Estado
Christian A. Herter, tuvo una reunión con el entonces
vicepresidente Richard Nixon, y brindó un discurso en el Central
Park de New York ante unas 30.000 personas según reportó el
New York Times; todo eso ocurrió antes de que el tirano de La
Habana comenzara a expropiar grandes haciendas en nombre de
la "revolución".

Esta dinámica perversa en la que los ciudadanos de países


latinoamericanos se ven obligados a escoger entre un socialista
carnívoro y uno vegetariano se ha hecho recurrente y casi
ineludible, fomentando luchas entre diversas izquierdas que en
conjunto se brindan todo el spotlight político, marginando a cual-
quier movimiento que se extienda desde el centro a la derecha a
un rol de observador pasivo.

En Venezuela, Hugo Chávez intentó en el año 1992 derrocar por


un Golpe de Estado a Carlos Andrés Pérez, presidente electo por el
partido Acción Democrática, inscrito en la Internacional Socialista.
Dicho golpe de Chávez, estaba sustentado en el discurso de la
lucha de clases revolucionario de la izquierda. Años después
Chávez llegaría al poder a través de elecciones y tras aliarse con
Cuba instauró un modelo socialista autoritario en el país. Al morir
debido a un cáncer, asume el poder Nicolás Maduro.
En la actualidad, el chavismo lleva más de dos décadas en el
poder, y hoy (año 2019) quien disputa el poder al chavismo, es
Juan Guaidó, quien proviene del partido Voluntad Popular,
también inscrito en la Internacional Socialista. Antes de Guaidó,
fue Henrique Capriles, adorador del socialista brasileño Lula da
Silva (quién además fue uno de los mayores socios de Hugo
Chávez), quién ejerció como candidato presidencial contra Nicolás
Maduro; a estos últimos, las bases del chavismo, y los propios
jerarcas del chavismo, les han llamado en numerosas ocasiones: 

fascistas, escuálidos, agentes de la ultraderecha, miembros de la


derecha diabólica, y otros términos peyorativos para intentar
plasmar que se trata de una batalla de la derecha contra la
izquierda, cuando todos, insisto, todos los actores políticos
relevantes de oposición venezolana durante el chavismo se
definen ideológicamente como socialistas, a excepción de uno:
María Corina Machado, a quién tanto esa oposición de izquierda y
el propio régimen han marginado de la lucha política; la
"oposición" excluyéndola de la toma de decisiones para combatir
al régimen, y el oficialismo optando por silenciarle y quitarle todo
tipo de spotlight. Los mandamás del chavismo casi ni la
mencionan, pues esto lo que haría sería brindarle foco, que es
precisamente lo que ambas facciones de izquierda evitan.

En ese sentido, los venezolanos durante las últimas décadas han


sido obligados a elegir entre extrema izquierda e izquierda,
anulando por completo el resto del panorama político, y
lamentablemente en ese sentido la realpolitik de Estados Unidos
ha fallado, pues ahora se vuelve a repetir el mismo ciclo en el que
apoyan a un socialista "moderado" como Juan Guaidó, para
derrocar a un socialista radical como Nicolás Maduro, haciendo
gala del pragmatismo, repitiendo los mismos errores del pasado.

Esta lucha política limitada y dirigida a centralizar el conflicto en


opuestos de izquierda, parte no solo desde los espacios políticos,
sino también desde los espacios culturales, donde han logrado
posicionarse pensadores, maestros, y artistas que son
abiertamente socialistas y pregonan desde sus posiciones
privilegiadas con un discurso de oprimido. Basta con intentar
ubicar en la actualidad artistas, músicos de impacto masivo
identificados con la derecha o con las doctrinas liberales, y usted
se podrá percatar que difícilmente encontrará a alguien relevante,
pero si gira a la izquierda, encontrará a cientos de artistas
latinoamerica nos y de otras partes que abiertamente en sus
canciones, obras o declaraciones, hacen o hicieron apologia al
discurso de izquierda: 

Calle 13, Alí Primera, Los prisioneros, Silvio Rodríguez, Café


Tacvba, Gondwana, Facundo Cabral, Bersuit Ver garabat, Mark
Ruffalo, Gabriel García Marquez, Mario Benedetti, Sean Penn,
Oliver Stone, Pablo Neruda, Rage Against The Machíne (estos
últimos, norteamericanos, que aparecen en sus videos y pre-
sentaciones con franelas del Che Guevara, Fidel Castro y
compañía), son apenas unos pocos ejemplos de la hegemonía
cultural que sostiene la izquierda sobre la derecha, nada más en el
continente americano, y que se extiende a otras fronteras con
pensadores, artistas e intelectuales muy influyentes y destacados
delpasado o la actualidad, como es el caso de Albert Camus, Pablo
Picasso, Roger Waters (exfundador de Pink Floyd), Jean Paul
Sartre, Jack London, José Saramago, entre otros. 

Muchos de ellos incluso recibieron Premios Nobel, siendo


reconocidos a nivel mundial, al igual que economistas de
tendencia progresista y de izquierda, como es el caso de Thomas
Piketty, y Paul Krugman, Nobel de economía del 2008, quien se
opone abierta mente al liberalismo económico, y recientemente
incluso se atrevió a decir que el problema en Venezuela no era el
socialismo, afirmando que Chávez había redirigido dinero del
petróleo para "favorecer" a las clases laborales, pero que al morir,
Maduro no supo cuándo parar, y el derrumbe de los precios del
petróleo llevó al sustituto de Chávez a imprimir billetes para
soportar el gasto público y conducir a la economía a la
hiperinflación.

En definitiva, para el premio Nobel de Economía, no fue el


socialismo lo que arruinó Venezuela, sino la caída del precio del
petróleo y una mala decisión de Maduro. Así Krugman omite
todos los desaciertos, expropiaciones, subsidios, controles de
precio, nacionalizaciones, control de divisas, proteccionismo, des-
pilfarro, corrupción y demás medidas absurdas realizadas durante
21 años, en nombre del socialismo.

Este tipo de hegemonía cultural y patrones metanarrativos se


multiplican en las cátedras universitarias. Yo por ejemplo, estudié
Derecho en la Universidad Católica del Táchira, recuerdo que
durante mis años universitarios el pensador económico en el que
más profundizaba el pensum académico era Keynes, por supuesto,
también estudiamos a Marx, Engels, Hegel, Webber y Smith, pero
la teoría económica universitaria terminaba en Keynes. No me
fueron presentadas las teorías económicas de pensadores como
Ludwing von Mises, Friedrich Hayek, Milton Friedman, Carl
Menger, Walter Eucken; continuando así con la propagación de
una mirada monotemática del mundo, en la cual debemos
debatirnos entre izquierdas estatistas, y se omite de forma
sistémica las doctrinas liberales y capitalistas. 

A estas alturas realmente desconozco si era que en aquel


momento la catedra no lo contemplaba, o si conté con la mala
suerte de tener una mayoría de profesores inclinados voluntaria-
mente a la izquierda, lo cierto es que vine a saber que existía
Hayek años después, y Keynes durante aquellos años fue siempre
un superhéroe.

Además de contar con la hegemonía cultural y la intromisión en


los pensum académicos, la izquierda también cuenta con la venia
de los medios de comunicación. Las mayores agencias de cable en
español, que a su vez son usadas para reproducir noticias en
América Latina son abiertamente de izquierda, EFE, AFP y Reuters
son ejemplo de esto, a lo que hoy podemos sumar varios de los
diarios y estaciones de radio más importantes del mundo, como el
New York Times, Deustche Welle, El País de España, la BBC, entre
otros que contienen una línea editorial progresista.
(¿?) No se trata de conspiraciones, de agendas ocultas o pactos
satánicos(¿?); se trata de organización, análisis, inversión y es-
tudios consensuados de la naturaleza humana para favorecer una
matriz de pensamiento. Todos estos condiciona mientos y
realidades que han emergido en los últimos cien años de batalla
ideológica, donde ha existido una predominio claro de la izquierda
a nivel mundial, con excepción claro está, de los Estados Unidos
de Norteamérica, debe llamarnos a la reflexión para reorganizar
ideas y volver a dar la lucha en todos los campos culturales,
sociales y políticos, basándonos en una interpretación realista del
mundo actual, donde sinceramente todos los ideales liberales,
todos los ideales capitalistas, han sido vencidos por la
manipulación y victimización de los socialistas, quienes han
logrado dominar la metanarrativa del último siglo para poner
todas las piezas del tablero ideológico a su favor, empezando por
haber convertido a los empresarios, a esas personas que deben
lidiar con planificar inversiones, vender un producto, generar
empleos, pagar impuestos y también nómina, en básicamente
criminales que se aprovechan del ser humano, y al Estado en
un pather familias que lo da todo sin esperar nada a cambio (salvo
obediencia); así justifican las expropiaciones, el robo a los
ciudadanos y la acumulación de riquezas del ala gobernante,
transformando la envidia en "justicia social".

Debemos aceptarlo con absoluta humildad: hemos sido vencidos,


ese es el primer paso para convocar y planificar estrategias que
nos permitan repensar el mundo y derrotar las ideas esclavistas
del socialismo en América Latina y el resto de latitudes.
El origen de la ideología del mal

Antes de que el comunismo fuera ideado e impulsado por el


sociólogo del Reino de Prusia, Karl Marx, el filósofo griego, Platón,
en su obra "La República", hizo la primera descripción en uno de
sus diálogos de lo que se conocería como protocomunismo. Este
comunismo platónico supone la limitación de la familia con la
educación colectiva de los niños, y la entrega de toda propiedad
privada a la ciudad.

Muchos años y pensadores después, la Iglesia Cristiana dejó


entrever mensajes que pudieran leerse como "colectivistas", pero
no como "comunistas", pues debe tomarse en cuenta el tamaño y
la organización de las sociedades en aquel entonces; a partir de
ello se fueron desarrollando doctrinas de pensamiento de pro-
minentes individuos, que nunca llegaron a alcanzar una potencia
como el argumento general desarrollado por Marx, pero que pudo
influir sus teorías, tales como el filósofo suizo Jean Jacques Rous-
seau o el líder de la Revolución francesa Maximilien Robespierre.

En esa misma Europa tan revoltosa por aquellos años, la señora


Henrietta Pressburg daría a luz a su tercer hijo un 5 de mayo de
1818, a quién llamaría Carl, pero un error en el registro lo
asentaría como Karl, y así pasaría a adoptar el nombre por el que
años después se haría mundialmente conocido: Karl Marx. El
pensador tras la ideología del desastre había nacido en el Reino
de Prusia (actual Alemania), fue este quien teorizó sobre la
"necesidad" de sustituir al sistema capitalista con la "democracia
obrera", lo que abriría paso al socialismo, el cual a su vez, tras
desarrollarse debería culminar en una sociedad sin Estado y sin
clases, a la cual denominó "comunismo"; algo totalmente absurdo
y descabellado, tomando en cuenta que un Estado jamás
propiciaría su propia desintegración, perdiendo así todos los
privilegios de la clase gobernante.

A raíz de las ideas de Marx, creció el discurso de un hombrecito de


estatura baja y perspicaz llamado Vladimír Ilich, mejor conocido
como "Lenin", quien durante años conspiró para derrocar a la di-
nastía rusa de los Romanov, y a través del partido bolchevique
tomó el control de Rusia luego de que se ordenase la ejecución del
Zar Nicolás II, en compañía de su esposa la Zarina Alejandra Fiódo-
rovna, su hijo Alexis, sus hijas Olga, Tatiana, María y Anastasia, y
algunos de sus empleados.

Tras la ejecución sangrienta y a quemarropa ocurrida en el sótano


de la casa donde se encontraban "resguardados", Lenin volvió a
Rusia de inmediato después de su largo exilio y estableció las
bases del socialismo, que sería continuado por Stalin, y traería la
muerte por hambruna de unos 8 millones de habitantes en sus
primeros años. Las razones de esta catástrofe económica son
notorias, nada más el número de muertes por hambre es indicio
suficiente para catalogar de auténtico fracaso el impulso del
marxismo, sin embargo, a pesar de ello, hasta el día de hoy siguen
existiendo movimientos políticos, grupos sociales y gobiernos,
intentando aplicar un modelo de Estado con suficiente evidencia
de ser una guillotina.
Animado por las teorías del sociólogo prusiano, Lenin siguió
también muy de cerca la economía de guerra alemana durante la
Primera Guerra Mundial, admirado por el control de cadenas de
suministro por parte de los comités de empresarios industriales y
el racionamiento de materias primas a precios fijos.

El fin de lo que ellos mismos denominarían en su


momento "comunismo de guerra", era la movilización,
producción, acumulación y expansión de la Unión Soviética, la
cual llegó a conformarse en su momento de mayor auge por
Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Estonia, Georgia, Kazajistán,
Kirguistán, Letonia, Lituania, Moldavia, Rusia, Tayikistán,
Turkmenistán, Ucrania y Uzbekistán, ocupando 1/6 partes del
planeta tierra.

Para garantizar el expansionismo y las prácticas socialistas al pie


de la letra, se conformó una policía secreta con labores de
vigilancia sobre la ciudadanía, quienes debían cumplir a cabalidad
los ordenamientos del partido bolchevique impulsadospor el
miedo.

En Rusia, la renta per cápita en 1916, mientras se desarrollaba la


Primera Guerra Mundial y con el zarismo aún en el poder, se
encontraba en los 1.235 dólares internacionales, valor que llegó a
disminuir hasta los 526 dólares internacionales para 1921 ante el
fracaso del mandato de Lenin. Esto se traducía en un colapso del
58 % de la economía rusa en cuestión de 5 años, no en
vano, hombres, mujeres y niños morían de hambre por montones.
Durante este lamentable episodio, la producción agraria se
contrajo en un 40 %, y la industrial en un 69 %, esta fue la antesala
del famoso Holodomor ocurrido en Ucrania.

Años después, con Lenin muerto y Stalin en el poder, se decidió


forzar la colectivización del agro soviético, lo que no era otra cosa
que una burda expropiación de tierras (algo similar a lo ocurrido
recientemente en Venezuela); esto con el propósito de alimentar
el ejército y los trabajadores industriales, mientras se le prohibía a
los trabajadores del agro, consumir los alimentos que ellos
mismos producían, bajo pena de fusilamiento.

El Estado soviético comenzó entonces a requisar y a fijar precios


bajos a las cose chas (algo que también ocurrió en Venezuela a
partir del gobierno de Chávez), estas políticas condicionaron una
disminución todavía peor en el ya empobrecido agro ruso a
comienzo de los años 30, lo que siguió generando hambrunas y re-
presión. En definitiva, era una política de Estado, Stalin había
decidido matar de hambre a millones de ucranianos, con el fin de
poder abastecer de alimentos a la fuerza laboral industrializada
rusa, tras el descalabro de la economía.

A pesar de estos absurdos, el régimen soviético logró mantenerse


en pie e incluso resistir a la Segunda Guerra Mundial, todo esto
gracias a su férreo control policial, la represión, el miedo, a la
utiliza ción de diversas tácticas políticas por parte de Stalin y sus
predecesores, como formar y manejar sus propias "oposiciones
políticas", y al incremento constante de sus fuerzas militares
motivado a "enemigos externos".

Cuando Gorbachov asume la secretaría general del Comité Central


Partido Comunista de la Unión Soviética en 1985, el consumo per
cápita de la URSS era aproximadamente 72 % inferior al de los
estadounidenses, lo que deja constancia de la enorme distorsión y
diferencias entre la calidad de vida de los soviéticos y su modelo
socialista, y los estadounidenses con el modelo capitalista.

Aun así, en el siglo pasado, el marxismo con sus diferentes aristas,


pero mayoritariamente el marxismo-leninismo fue aplicado en
diferentes países del mundo, como es el caso de China, Vietnam,
Corea del Norte, Mongolia, Yugoslavia, Alba nia, Etiopia,
Camboya, Alemania Orien tal, Hungría, Chile, Checoslovaquia, Bul
garia, Rumania, Yemen del Sur, Laos, Ye men, Somalia,
Mozambique, Congo-Brazzaville, Guinea-Bisáu, Birmania, Nicara-
gua, Granada, Afganistán, Polonia y Cuba; en todos estos Estados
ha sido necesaria la imposición de fuertes regímenes policiales
completamente represivos para el sostenimiento de sus políticas,
las cuales además, en ningún caso han generado beneficios
económicos o en la calidad de vida de sus ciudadanos, por el
contrario han quebrado el aparato productor de las naciones, han
masacrado, torturado y asesinado ciudadanos para imponer sus
políticas sociales, han producido migraciones y deserciones
multitudinarias hacia países con modelos de economía de libre
mercado, han exterminado sus propios pueblos provocando
genocidios (caso Camboya), y han terminado por optar en
abandonar las políticas socialistas para alcanzar el desarrollo de
sus sociedades (caso China, Chile, Vietnam) que se han convertido
en eco nomías capitalistas; se han disuelto (caso Yugoslavia,
Alemania Oriental); o han continuado bajo la dinámica de los
abusos, la tiranía y el empobrecimiento hasta hoy (caso Corea del
Norte, Cuba, y actualmente Venezuela).

La criatura de Marx casi nunca llegó a desarrollarse por completo,


pues en sus nociones el comunismo era la etapa siguiente al
socialismo, que al menos en la teoría debía carecer de un Estado. 
Contrario a lo que muchos piensan el comunismo y socialismo no
se excluyen, sencillamente, el socialismo es un interín hasta
alcanzar esa "sociedad utópica comunista" que tan solo se dio a
medias durante un par de años en la época comunista de guerra
bajo Lenin, y en el "Gran salto adelante" en China a fines de la
década de los 50. 
Por eso, hablar hoy día de comunismo en Cuba resulta incorrecto,
lo que predomina en Estados autoritarios como el cubano o
venezolano, es precisamente el socialismo, solo que la izquierda
mundial ha intentando atribuir a todo lo pestilente y nocivo para
su ideología al "comunismo" para intentar sanear la imagen del
"socialismo", cuando lo cierto es que, son el mismo monstruo,
solo que al último no le ha crecido la última pata (la destrucción
del Estado) porque nunca convendrá a sus jerarcas.

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