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CAPÍTULO X

LA LLAMADA ACUMULACIÓN ORIGINARIA*

1. El secreto de la acumulación originaria.

Hemos visto cómo se convierte el dinero en capital, cómo sale


de éste la plusvalía y de la plusvalía más capital. Sin embargo, la
acumulación de capital presupone la plusvalía; la plusvalía, la
producción capitalista, y ésta, la existencia en manos de los productores
de mercancías de grandes masas de capital y fuerza de trabajo. Todo
este proceso parece moverse dentro de un círculo vicioso, del que sólo
podemos salir dando por supuesto una acumulación «originaria»
anterior a la acumulación capitalista («previous accumulation», la
denomina Adam Smith), una acumulación que no es fruto del régimen
capitalista de producción, sino punto de partida de él.
Esta acumulación originaria viene a desempeñar en la Economía
política más o menos el mismo papel que desempeña en la teología el
pecado original. Adán mordió la manzana y con ello el pecado se
extendió a toda la humanidad. Los orígenes de la primitiva
acumulación pretenden explicarse relatándolos como una anécdota del
pasado. En tiempos muy remotos —se nos dice—, había, de una parte,
una élite trabajadora, inteligente y sobre todo ahorrativa, y de la otra,
un tropel de descamisados, haraganes, que derrochaban cuanto tenían y
aún más. Es cierto que la leyenda del pecado original teológico nos dice
cómo el hombre fue condenado a ganar el pan con el sudor de su rostro;
pero la historia del pecado original económico nos revela por qué hay
gente que no necesita sudar para comer. No importa. Así se explica que
mientras los primeros acumulaban riqueza, los segundos acabaron por
no tener ya nada que vender más que su pelleja. De este pecado original
arranca la pobreza de la gran masa que todavía hoy, a pesar de lo
mucho que trabaja, no tiene nada que vender más que a sí misma y la
riqueza de los pocos, riqueza que no cesa de crecer, aunque ya haga
muchísimo tiempo que sus propietarios han dejado de trabajar. Estas
niñerías insustanciales son las que al señor Thiers, por ejemplo, sirven
todavía, con el empaque y la seriedad de un hombre de Estado a

Carlos Marx. El Capital, Tomo I.


Capítulo X
La Llamada Acumulación Originaria
los franceses, en otro tiempo tan ingeniosos, en defensa de la propriété [propiedad]. Pero tan pronto
como se plantea el problema de la propiedad, se convierte en un deber sacrosanto abrazar el punto de
vista de la cartilla infantil, como el único que cuadra a todas las edades y a todos los grados de
desarrollo. Sabido es que en la historia real desempeñan un gran papel la conquista, el esclavizamiento,
el robo y el asesinato, la violencia, en una palabra. Pero en la dulce Economía política ha reinado
siempre el idilio. Las únicas fuentes de riqueza han sido desde el primer momento el derecho y el
«trabajo», exceptuando siempre, naturalmente, «el año en curso». En la realidad, los métodos de la
acumulación originaria fueron cualquier cosa menos idílicos.

Ni el dinero ni la mercancía son de por sí capital, como no lo


son tampoco los medios de producción ni los artículos de consumo.
Hay que convertirlos en capital. Y para ello han de concurrir una serie
de circunstancias concretas, que pueden resumirse así: han de
enfrentarse y entrar en contacto dos clases muy diversas de poseedores
de mercancías; de una parte, los propietarios de dinero, medios de
producción y artículos de consumo deseosos de explotar la suma de
valor de su propiedad mediante la compra de fuerza ajena de trabajo; de
otra parte, los obreros libres, vendedores de su propia fuerza de trabajo
y, por tanto, de su trabajo. Obreros libres en el doble sentido de que no
figuran directamente entre los medios de producción, como los
esclavos, los siervos, etc., ni cuentan tampoco con medios de
producción de su propiedad como el labrador que trabaja su propia
tierra, etc.; libres y desheredados. Con esta polarización del mercado de
mercancías se dan las condiciones fundamentales de la producción
capitalista. Las relaciones capitalistas presuponen el divorcio entre los
obreros y la propiedad de las condiciones de realización del trabajo.
Cuando ya se mueve por sus propios pies, la producción capitalista no
sólo mantiene este divorcio, sino que lo reproduce en una escala cada
vez mayor. Por tanto, el proceso que engendra el capitalismo sólo
puede ser uno: el proceso de disociación entre el obrero y la propiedad
de las condiciones de su trabajo, proceso que, de una parte, convierte en
capital los medios sociales de vida y de producción, mientras que, de
otra parte, convierte a los productores directos en obreros asalariados.
La llamada acumulación originaria no es, pues, más que el proceso
histórico de disociación entre el productor y los medios de producción.
Se la llama
«originaria» porque forma la prehistoria del capital y del modo
capitalista de producción.

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Carlos Marx
La estructura económica de la sociedad capitalista brotó de la
estructura económica de la sociedad feudal. Al disolverse ésta, salieron
a la superficie los elementos necesarios para la formación de aquélla.
El productor directo, el obrero, no pudo disponer de su persona
hasta que no dejó de vivir encadenado a la gleba y de ser siervo
dependiente de otra persona. Además, para poder convertirse en
vendedor libre de fuerza de trabajo, que acude con su mercancía
adondequiera que encuentre mercado, hubo de sacudir también el yugo
de los gremios, sustraerse a las ordenanzas sobre aprendices y oficiales
y a todos los estatutos que embarazaban el trabajo. Por eso, en uno de
sus aspectos, el movimiento histórico que convierte a los productores
en obreros asalariados representa la liberación de la servidumbre y la
coacción gremial, y este aspecto es el único que existe para nuestros
historiadores burgueses. Pero, si enfocamos el otro aspecto, vemos que
estos trabajadores recién emancipados sólo pueden convertirse en
vendedores de sí mismos, una vez que se vean despojados de todos sus
medios de producción y de todas las garantías de vida que las viejas
instituciones feudales les aseguraban. Y esta expropiación queda
inscrita en los anales de la historia con trazos indelebles de sangre y
fuego.
A su vez, los capitalistas industriales, estos potentados de hoy,
tuvieron que desalojar, para llegar a este puesto, no sólo a los maestros
de los gremios artesanos, sino también a los señores feudales, en cuyas
manos se concentraban las fuentes de la riqueza. Desde este punto de
vista, su ascensión es el fruto de una lucha victoriosa contra el poder
feudal y sus indignantes privilegios, contra los gremios y las trabas que
estos ponían al libre desarrollo de la producción y a la libre explotación
del hombre por el hombre. Pero los caballeros de la industria sólo
consiguieron desplazar por completo a los caballeros de la espada
explotando sucesos en que no tenían la menor parte de culpa. Subieron
y triunfaron por procedimientos no menos viles que los que en su
tiempo empleó el liberto romano para convertirse en señor de su
patrono.
El proceso de donde salieron el obrero asalariado y el
capitalista, tuvo como punto de partida la esclavización del obrero.
Este desarrollo consistía en el cambio de la forma de esclavización: la
explotación feudal se convirtió en explotación capitalista. Para
comprender la marcha de este proceso, no hace 243
Capítulo X
falta remontarse mLuayLaltarámsa. dAauAnqcuuemluolsacpiróimn
eOrroisgiinndairciaios de producción capitalista se presentan ya,
esporádicamente, en algunas ciudades del Mediterráneo durante los
siglos XIV y XV, la era capitalista sólo data, en realidad, del siglo XVI.
Allí donde surge el capitalismo hace ya mucho tiempo que se ha
abolido la servidumbre y que el punto de esplendor de la Edad Media,
la existencia de ciudades soberanas, ha declinado y palidecido.
En la historia de la acumulación originaria hacen época todas
las transformaciones que sirven de punto de apoyo a la naciente clase
capitalista, y sobre todo los momentos en que grandes masas de
hombres son despojadas repentina y violentamente de sus medios de
subsistencia y lanzadas al mercado de trabajo como proletarios libres y
desheredados. Sirve de base a todo este proceso la expropiación que
priva de su tierra al productor rural, al campesino. Su historia presenta
una modalidad diversa en cada país, y en cada uno de ellos recorre las
diferentes fases en distinta gradación y en épocas históricas diversas.
Reviste su forma clásica sólo en Inglaterra, país que aquí tomamos, por
tanto, como modelo.1 2
2. Como fue expropiada del suelo la población rural.

En Inglaterra, la servidumbre había desaparecido ya, de hecho,


en los últimos años del siglo XIV. En esta época, y más todavía en el
transcurso del siglo XV, la inmensa mayoría de la población3 se
1
En Italia, donde primero se desarrolla la producción capitalista, es también donde antes se
descomponen las relaciones de servidumbre. El siervo italiano se emancipa antes de haber
podido adquirir por prescripción ningún derecho sobre el suelo. Por eso, su emancipación le
convierte directamente en proletario libre y desheredado, que además se encuentra ya con el
nuevo señor hecho y derecho en la mayoría de las ciudades, procedentes del tiempo de los
romanos. Al producirse, desde fines del siglo XV2, la revolución del mercado mundial que
arranca la supremacía comercial al Norte de Italia, se produjo un movimiento en sentido inverso.
Los obreros de las ciudades se vieron empujados en masa hacia el campo, donde imprimieron a
la pequeña agricultura allí dominante, explotada según los métodos de la horticultura, un impulso
jamás conocido.
2
Aquí se entiende por revolución en el mercado mundial la brusca decadencia desde fines del siglo
XV del papel comercial de Génova, Venecia y otras ciudades del Norte de Italia debida a los
grandes descubrimientos geográficos de la época: el descubrimiento de Cuba, Haití, las islas
Bahamas, el continente norteamericano, la vía marítima de la India pasando por el extremo
meridional de Africa y, finalmente, el continente sudamericano-104.
3
«Los pequeños propietarios que trabajaban la tierra de su propiedad con su propio esfuerzo y que
gozaban de un humilde bienestar... formaban por aquel entonces una parte mucho más
importante de la nación que hoy... Nada menos que 160.000 propietarios, cifra que, con sus
familias, debía constituir más de 1/7 de la población total, vivían del cultivo de sus pequeñas
parcelas freehold» (freehold quiere decir propiedad plenamente libre). «La renta media de estos
pequeños propietarios... se calcula en unas 60 ó 70 libras esterlinas. Se calculaba que el número
de personas que trabajaban tierras de su propiedad era mayor que el de los que llevaban en
arriendo tierras de otros». [Macaulay. History of England («Historia de Inglaterra»), 10th ed.
London, 1854, v. I, pp. 333, 334]. Todavía en el último tercio del siglo XVII vivían de la
agricultura los 4/5 de la masa del pueblo inglés (ob. cit., p. 413). Cito a Macaulay porque, como
244
Carlos Marx
falsificador sistemático de la
componía de campesinos libres, dueños de la tierra que trabajaban,

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Capítulo X

cualquiera que fuese la etiqueta feudal bajo la que ocultasen su


propiedad. En las grandes fincas señoriales, el bailiff [gerente de finca],
antes siervo, había sido desplazado por el arrendatario libre. Los
jornaleros agrícolas eran, en parte, campesinos que aprovechaban su
tiempo libre para trabajar a sueldo de los grandes terratenientes y, en
parte, una clase especial relativa y absolutamente poco numerosa de
verdaderos asalariados. Más también éstos eran, de hecho, a la par que
jornaleros, labradores independientes, puesto que, además del salario,
se les daba casa y labranza con una cabida de 4 y más acres. Además,
tenían derecho a compartir con los verdaderos labradores el
aprovechamiento de los terrenos comunales en los que pastaban sus
ganados y que, al mismo tiempo, les suministraban la madera, la leña,
la turba, etc.4 La producción feudal se caracteriza, en todos los países
de Europa, por la división del suelo entre el mayor número posible de
tributarios. El poder del señor feudal, como el de todo soberano, no
descansaba solamente en la longitud de su rollo de rentas, sino en el
número de sus súbditos, que, a su vez, dependía de la cifra de
campesinos independientes5 6. Por eso, aunque después de la conquista
normanda® el suelo inglés se dividió en unas pocas baronías
gigantescas, entre las que había algunas que abarcaban por sí solas
hasta 900 lorazgos anglosajones antiguos, estaba salpicado de pequeñas
explotaciones campesinas, interrumpidas sólo de vez en cuando por
grandes fincas señoriales. Estas condiciones, combinadas con el
esplendor de las ciudades característico del siglo XV, permitían que se
desarrollase aquella riqueza nacional que el canciller Fortescue describe
con tanta elocuencia en su Laudibus Legum Angliae («La superioridad
de las leyes inglesas»), pero cerraban el paso a la riqueza capitalista.
El preludio de la transformación que había de echar los
cimientos para el régimen de producción capitalista, coincide con el
último tercio del siglo XV y los primeros decenios del XVI. El
licénciamiento de las huestes feudales —que, como dice
acertadamente Sir James Steuart,

historia que es, procura «castrar» en lo posible esta clase de hechos.


4
No debe olvidarse jamás que el mismo siervo no sólo era propietario, aunque sujeto a tributo, de la
parcela de tierra asignada a su casa, sino además copropietario de los terrenos comunales. «Allí»
(en Silesia), «el campesino vive sujeto a servidumbre». No obstante, estos siervos poseen tierras
comunes. «Hasta hoy, no ha sido posible convencer a los silesianos de la conveniencia de dividir
los terrenos comunales; en cambio, en las Nuevas Marcas no hay apenas un solo pueblo en que
no se haya efectuado con el mayor de los éxitos esta división» [Mirabeau. De la Monarchie
Prussienne («De la monarquía prusiana»), Londres, 1788, t. II, pp. 125 y 126].
El Japón, con su organización puramente feudal de la propiedad inmueble y su régimen
desarrollado de pequeña agricultura, nos brinda una imagen mucho más fiel de la Edad Media
europea que todos nuestros libros de historia, dictados en su mayoría por prejuicios burgueses.
Es demasiado cómodo ser «liberal» a costa de la Edad Media.
6
Trátase de la conquista de Inglaterra por el duque de Normandia, Guillermo el Conquistador, en 1066,

246
Carlos Marx
componía de campesinos libres, dueños de la tierra que trabajaban,
lo cual contribuyó a la afirmación del feudalismo en Inglaterra-105.

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Capítulo X
«llenaban
mercado
inútilmLedeanttrabajo
Lelaemanad
unatoamasa
dAasde
cupproletarios
maurltaesciólibres
cnasyOas
desheredados.
rigyinapraitaEl
io
poder real, producto también del desarrollo burgués, en su deseo de
conquistar la soberanía absoluta aceleró violentamente la disolución de
estas huestes feudales, pero no fue ésa, ni mucho menos, la única causa
que la produjo. Los grandes señores feudales, levantándose tenazmente
contra la monarquía y el parlamento, crearon un proletariado
incomparablemente mayor, al arrojar violentamente a los campesinos
de las tierras que cultivaban y sobre las que tenían los mismos títulos
jurídicos feudales que ellos, y al usurparles sus bienes comunales. El
florecimiento de las manufacturas laneras de Frondes y la consiguiente
alza de los precios de la lana, fue lo que sirvió de acicate directo para
esto en Inglaterra. La antigua aristocracia había sido devorada por las
guerras feudales, la nueva era ya una hija de sus tiempos, de unos
tiempos en los que el dinero es la potencia de las potencias. Por eso
enarboló como bandera la transformación de las tierras de labor en
terrenos de pastos para ovejas. En su Description of England. Prefixed
to Holinshed's Chronicles («Descripción de Inglaterra. Antepuesta a las
Crónicas Holinshed»), Harrison describe cómo la expropiación de los
pequeños agricultores arruina al país. «What care our great
incroachers!» («¡Qué se les da de esto a nuestros grandes
usurpadores!») Las casas de los campesinos y los cottages (chozas) de
los obreros fueron violentamente arrasados o entregados a la ruina.
«Consultando los viejos inventarios de las fincas señoriales» —
dice Harrison—, «vemos que han desaparecido innumerables casas y
pequeñas haciendas de campesinos; que el campo sostiene a mucha
menos gente; que muchas ciudades se han arruinado, aunque hayan
florecido algo otras nuevas... También podríamos decir algo de las
ciudades y los pueblos destruidos para convertirlos en pastos para
ovejas y en los que sólo quedan en pie las casas de los señores».
Aunque exageradas siempre, las lamentaciones de estas viejas
crónicas describen con toda exactitud la impresión que producía en los
hombres de la época la revolución que se estaba operando en las
condiciones de producción. Comparando las obras de Tomás Moro con
las del canciller Fortescue es como mejor se ve el abismo que separa al
siglo XV del XVI. Como observa acertadamente Thornton, la clase
obrera inglesa se precipitó directamente, sin transición, de la edad de
oro a la edad de hierro.
La legislación se echó a temblar ante la transformación que se
estaba operando. No había llegado todavía a ese apogeo de la
civilización

7
J. Steuart. An Inquiry into the Principles of Political Oeconomy («Investigación de los principios de
la Economía política»), Vol. I, Dublin, 1770, p. 52.-106.
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Carlos Marx
en que la «Wealth of the Nation» [«la riqueza nacional»], es decir, la
creación de capital y la despiadada explotación y depauperación de la
masa del pueblo, se considera como la última Thule8 de toda sabiduría
política. En su historia de Enrique VII, dice Bacon:
«Por aquella época» (1489), «fueron haciéndose más frecuentes
las quejas contra la transformación de las tierras de labranza en terrenos
de pastos (pastos de ganado lanar, etc.), fáciles de atender con unos
cuantos pastores; los arrendamientos temporales de por vida y por
años» (de los que vivían una gran parte de los yeomen9) «fueron
convertidos en fincas dominicales. Esto trajo la decadencia del pueblo
y, con ella, la decadencia de ciudades, iglesias, diezmos... En aquella
época, la sabiduría del rey y del parlamento para curar el mal fue
verdaderamente maravillosa... Dictaron medidas contra esta
usurpación, que estaba despoblando los terrenos comunales
(depopulating inclosures), y contra el régimen despoblador de los
pastos (depopulating pasturage), que seguía las huellas de aquélla».
Un decreto de Enrique VII, dictado en 1489, c. 19, prohibió la
destrucción de todas las casas de labradores que tuviesen asignados
más de 20 acres de tierra. Enrique VIII (el acto del año 25 de su
reinado) confirma la misma ley. En este decreto se dice, entre otras
cosas, que «se acumulan en pocas manos muchas tierras arrendadas y
grandes rebaños de ganado, principalmente de ovejas, lo que hace que
las rentas de la tierra suban mucho y la labranza (tillage) decaiga
extraordinariamente, que sean derruidas iglesias y casas, quedando
asombrosas masas de pueblo incapacitadas para ganarse su vida y
mantener a sus familias».
En vista de esto, la ley ordena que se restauren las granjas
arruinadas, establece la proporción que debe guardarse entre las tierras
de labranza y los terrenos de pastos, etc. Una ley de 1533 se queja de
que haya propietarios que poseen hasta 24.000 cabezas de ganado lanar
y limita el número de éstas a 2.00010. Ni las quejas del pueblo, ni la
legislación prohibitiva, que comienza con Enrique VII y dura ciento
cincuenta años, consiguieron absolutamente nada contra el movimiento
de expropiación de los pequeños arrendatarios y campesinos. Bacon
nos revela, sin saberlo, el secreto de este fracaso.
«El decreto de Enrique VII» —dice en sus Essays, civil and

8
Literalmente significa: la Tule extrema; frase, empleada en el sentido de «último extremo». (Tule es
un país insular situado, según opinión de los antiguos, en el extremo septentrional de Europa.)
(N. de la Edit.).
9
Pequeños campesinos libres en la Inglaterra feudal. (N. de la Edit.).
10
Tomás Moro habla en su Utopía, de un país singular en que «las ovejas devoran a los hombres».

247
Capítulo X
«llenaban
Utopía, trad, de Robinson ed. Arber, London, 1869, p. 41.
inútilmLeantLelaemnadtoadAascupmaurltaesciócnasOasrigyinapraitaio

248
Capítulo X
moral («Ensayos Ayculomumlaocraiól.n), «encerraba un
sentido profundo
Ldae Llloamcaivdial y maravilloso,
Osreicpuesto
gti.na2rque
9i—acreaba explotaciones
agrícolas y casas de labranza de una determinada dimensión normal, es
decir, les garantizaba una proporción de tierra que les permitía traer al
mundo súbditos suficientemente ricos y sin posición servil, poniendo el
arado en manos de propietarios y no de gentes a sueldo» («to keep the
plough in the hand of the owners and not hirelings»).11
Precisamente lo contrario de lo que exigía, para instalarse, el
sistema capitalista: la sujeción servil de la masa del pueblo, la
transformación de éste en un tropel de gentes a sueldo y de sus medios
de trabajo en capital. Durante este período de transición, la legislación
procuró también mantener el límite de 4 acres de tierra para los
cottages del jornalero del campo, prohibiéndole meter en su casa gentes
a sueldo. Todavía en 1627, reinando Carlos I, fue condenado un Roger
Crocker de Fontmill por haber construido en el manor (finca) de
Fontmill un cottage sin asignarle como anejo permanente 4 acres de
tierra: en 1638, reinando aún Carlos I, se nombró una comisión real
encargada de imponer la ejecución de las antiguas leyes,
principalmente la que exigía los 4 acres de tierra como mínimo; todavía
Cromwell prohíbe la construcción de casas en 4 millas a la redonda de
Londres sin dotarlas de 4 acres de tierra. Más tarde, en la primera mitad
del siglo XVIII, se formulan todavía quejas cuando el cottage de un
jornalero del campo no tiene asignados, por lo menos, de 1 a 2 acres.
Hoy día, el bracero del campo se da por satisfecho con tal de tener una
casa con huerto o de poder arrendar dos varas de tierra a regular
distancia.
«Terratenientes y arrendatarios» —dice el Dr. Hunter— «se dan
la mano en este punto. Pocos acres de tierra bastarían para que el

11
Bacon explica la relación que existe entre una clase campesina libre y acomodada y una buena
infantería. «Para mantener el poder y las costumbres del Reino era de una importancia asombrosa
que los arriendos guardasen las proporciones debidas para poner a los hombres sanos y capaces a
salvo de la miseria y fijar una gran parte de las tierras del Reino en posesión de la yeomanry, es
decir, de gentes de posición intermedia entre la de los nobles y los caseros (cottagers) y mozos
de labranza... Pues los más competentes en materia guerrera opinan unánimemente... que la
fuerza primordial de un ejército reside en la infantería o pueblo de a pie. Y para disponer de una
buena infantería, hay que contar con gente que no se haya criado en la servidumbre ni en la
miseria, sino en la libertad y con cierta holgura. Por eso, cuando en un Estado tienen importancia
primordia l la aristocracia y los señores distinguidos, siendo los campesinos y labradores simples
gentes de trabajo o mozos de labranza, incluso caseros, es decir, mendigos alojados, ese Estado
podrá tener una buena caballería, pero jamás tendrá una infantería resistente... Así lo vemos en
Francia y en Italia y en algunas otras comarcas extranjeras, donde en realidad no hay más que
nobles y campesinos míseros... hasta tal punto, que se ven obligados a emplear como batallones
de infantería bandas de suizos a sueldo y otros elementos por el estilo, y así se explica que estas
naciones tengan mucho pueblo y pocos soldados». [The Reign of Henry VII, etc. Verbatim
Reprint from Rennet's England («El reinado de Enrique VII, etc. Reproducido literalmente de
248
Carlos Marx
jornalero del campo disfrutase de demasiada independencia»12.
Inglaterra de Kennet»), ed. 1719, London, 1870, p. 308].

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Capítulo X
moral («Ensayos Ayculomumlaocraiól.n), «encerraba un
Ldae Llloamcaivdial13 Osreicgti.na2r9i—a
La Reforma , con su séquito de colosales depredaciones de los
bienes de la Iglesia, vino a dar, en el siglo XVI, un nuevo y

12
Dr. Hunter, Public Health, Seventh Report, 1864, («La salud pública. Informe 7, 1864»). London, p.
134. «La cantidad de tierra que se asignaba» (en las antiguas leyes) «se consideraría hoy
excesiva para los obreros y más bien apropiada para convertirlos en pequeños colonos (farmers)»
[George Roberts. The Social History of the People of the Southern Counties of England in Past
Centuries («Historia social de la población de los condados meridionales de Inglaterra en los
siglos pasados»), London, 1856, pp. 184,185].
13
La Reforma, amplio movimiento social contra la Iglesia católica, se extendió en el siglo XVI a
Alemania, Suiza, Inglaterra, Francia, etc. La consecuencia religiosa de la Reforma en los países
en que ésta triunfó consistió en la formación de varias iglesias llamadas protestantes (en Inglaterra,
Escocia, los Países Bajos, una parte de Alemania y los países escandinavos).-109.
250
Capítulo X
La Llamada Acumulación Originaria espantoso
impulso al proceso violento de expropiación de la masa del pueblo. Al
producirse la Reforma, la Iglesia católica era propietaria feudal de una
gran parte del suelo inglés. La persecución contra los conventos, etc.,
transformó a sus moradores en proletariado. Muchos de los bienes de la
Iglesia fueron regalados a unos cuantos rapaces protegidos del rey o
vendidos por un precio irrisorio a especuladores rurales y a personas
residentes en la ciudad, quienes, reuniendo sus explotaciones, arrojaron
de ellas en masa a los antiguos arrendatarios, que las venían cultivando
de padres a hijos. El derecho de los labradores empobrecidos a percibir
una parte de los diezmos de la Iglesia, derecho garantizado por la ley,
había sido ya tácitamente confiscado14. Pauper ubique jacet15, exclama
la reina Isabel, después de recorrer Inglaterra. Por fin, en el año 43 de
su reinado, el Gobierno no tuvo más remedio que dar estado oficial al
pauperismo, creando el impuesto de pobreza.
«Los autores de esta ley no se atrevieron a proclamar sus
razones y, rompiendo con la tradición de siempre, la promulgaron sin
ningún preámbulo» (exposición de motivos).16
Por la ley promulgada al año 16 del reinado de Carlos I, 4, este
impuesto fue declarado perpetuo, y sólo a partir de 1834 cobró una
forma nueva y más rigurosa17. Pero estas consecuencias inmediatas de
la Reforma no fueron las más persistentes. El patrimonio eclesiástico
era el baluarte religioso detrás del cual se atrincheraba el régimen
antiguo de propiedad territorial. Al derrumbarse aquél, éste tampoco
podía mantenerse en pie.18
Todavía en los últimos decenios del siglo XVII, la yeomanry,

14
«El derecho de los pobres a participar de los diezmos eclesiásticos se halla reconocido en la letra
de todas las leyes» [Tuckett. A History of the Past and Present State of Labouring Population
(«Historia de la situación de la población trabajadora en el pasado y en el presente»), v. II, pp. 804,
80S].
15
«Pauper ubique jacet» (los pobres son desheredados en todas partes), palabras de Los Fastos de
Ovidio, libro primero, verso 218.-109.
16
William Cobbett. A History of the Protestant Reformation («Historia de la Reforma protestante»),
§. 471.
17
El «espíritu» protestante se revela, entre otras cosas, en lo siguiente. En el Sur de Inglaterra se
juntaron a cuchichear diversos terratenientes y colonos ricos y decidieron presentar a la reina
diez preguntas acerca de la exacta interpretación de la ley de los pobres, preguntas que hicieron
dictaminar por un jurista famoso de la época, Sergeant Snigge (nombrado más tarde juez, bajo
Jacobo I). «Pregunta novena: Algunos colonos ricos de la parroquia han cavilado un ingenioso
plan cuya ejecución podría evitar todas las complicaciones a que pueda dar lugar la aplicación de
la ley. Se trata de construir en la parroquia una cárcel, negando el derecho al socorro a todos los
pobres que no accedan a recluirse en ella. Al mismo tiempo, se notificará a los vecinos que si
quieren alquilar pobres de esta parroquia envíen en un determinado día su oferta, bajo sobre
cerrado, indicando el precio último a que los tomarían. Los autores de este plan dan por supuesto
que en los condados vecinos hay personas que no quieren trabajar y que no disponen de

250
Carlos Marx
clase de campesinos independientes, era más numerosa que la clase de
los arrendatarios. La yeomanry había sido el puntal más firme de
Cromwell, y el propio Macaulay confiesa que estos labradores ofrecían
un contraste muy ventajoso con aquellos hidalgüelos borrachos y sus
lacayos, los curas rurales, cuya misión consistía en casar las «mozas
predilectas». Todavía no se había despojado a los jornaleros del campo
de su derecho de copropiedad sobre los bienes comunales. Alrededor de
1750,

fortuna ni de crédito para arrendar una finca o comprar un barco, para poder, por tanto, vivir sin
trabajar («so as to live without labour»). Estas personas podrían sentirse tentadas a hacer a la
parroquia ofertas ventajosísimas. Si alguno que otro pobre se enfermase o muriese bajo la tutela
de quien le contratase, la culpa sería de éste, pues la parroquia habría cumplido ya con su deber
para con el pobre en cuestión. Tememos, sin embargo, que la vigente ley no permita ninguna
medida de precaución (prudential measure) de esta clase; pero hacemos constar que los demás
freeholders (campesinos libres) de este condado y de los inmediatos se unirán a nosotros para
impulsar a sus diputados en la Cámara de los Comunes a que propongan una ley que autorice la
reclusión y los trabajos forzados de los pobres, de modo que nadie que se niegue a ser recluido
tenga derecho a solicitar socorro. Confiamos en que esto hará que las personas que se encuentren
en mala situación se abstenga de reclamar ayuda» («will prevent persons in distress from
wanting relief») [R. Blakey. The History of Political Literature from the Earliest Times
(«Historia de la literatura política desde los tiempos más antiguos»), London, 1855, v. II, pp. 84
and 85]. En Escocia, la servidumbre fue abolida varios siglos más tarde que en Inglaterra.
Todavía en 1698, declaraba en el parlamento escocés Fletcher, de Saltoun: «Se calcula que el
número de mendigos que circulan por Escocia no baja de 200.000. El único remedio que yo,
republicano por principio, puedo proponer es restaurar el antiguo régimen de la servidumbre de
la gleba y convertir en esclavos a cuantos sean incapaces de ganarse el pan». Así lo refiere
también Edén, en The State of the Poor («La situación de los pobres»), v. I, ch. I, pp. 60, 61. «La
libertad de los campesinos engendra el pauperismo. Las manufacturas y el comercio son los
verdaderos progenitores de los pobres de nuestra nación». Edén, como aquel escocés
«republicano por principio», sólo se olvida de una cosa: de que no es precisamente la abolición
de la servidumbre de la gleba, sino la abolición de la propiedad del campesino sobre la tierra que
trabaja la que le convierte en proletario o depauperado. A las leyes de los pobres de Inglaterra
corresponde en Francia, donde la expropiación se llevó a cabo de otro modo, la Ordenanza de
Moulins (1566) y el Edicto de 1656.
18
El señor Rogers, aunque profesor, por aquel entonces, de Economía política en la Universidad de
Oxford, la cuna de la ortodoxia protestante, subraya en su prólogo a la History of Agriculture
(«Historia de la agricultura») la pauperización de la masa del pueblo originada por la Reforma.

251
Capítulo X
La Llamada Acumulación Originaria desapareció la
yeomanry19 y en los últimos decenios del siglo XVIII se borraron hasta
los últimos vestigios de propiedad comunal de los agricultores. Aquí,
prescindimos de los factores puramente económicos que intervinieron
en la revolución de la agricultura y nos limitamos a indagar los factores
de violencia que la impulsaron.
Bajo la restauración de los Estuardos20, los terratenientes
impusieron legalmente una usurpación que en todo el continente se
había llevado también a cabo sin necesidad de los trámites de la ley.
Esta usurpación consistió en abolir el régimen feudal del suelo, es
decir, en transferir sus deberes tributarios al Estado, «indemnizando» a
éste por medio de impuestos sobre los campesinos y el resto de las
masas del pueblo, reivindicando la moderna propiedad privada sobre
fincas en las que sólo asistían a los terratenientes títulos feudales y,
finalmente, dictando aquellas leyes de residencia {laws of settlement)
que, mutatis mutandis, [con cambios correspondientes] ejercieron
sobre los labradores ingleses la misma influencia que el edicto del
tártaro Boris Godunov sobre los campesinos rusos21.
La «glorious Revolution» (Revolución gloriosa)22 entregó e]
poder, al ocuparlo Guillermo III de Orang23, a los terratenientes y

19
A letter to Sir T. C. Bunbury, Brt.: On the High Price of Provisions. By a Suffolk Gentleman
(«Una carta a Sir T. C. Bunbury. Acerca de los altos precios de los víveres»), Ipswich, 1795, p.
4. Hasta el más fanático defensor del régimen de arrendamientos, el autor de la Inquiry into the
Connection between the Present Price of Provisions and the Size of Farms etc. («Investigación
de la conexión entre el presente precio de los víveres y las dimensiones de las granjas»),
London, 1773, p. 139. dice: «Lo que más vivamente lamento es la desaparición de nuestra
yeomanry, aquella pléyade de hombres que eran los que en realidad mantenían en alto la
independencia de esta nación, y deploro que sus tierras están ahora en manos de lores
monopolizadores, arrendadas a pequeños colonos, en condiciones tales que viven poco mejor
que vasallos, teniendo que someterse a una intimación en todas las coyunturas críticas».
20
La restauración de los Estuardos es el período del segundo reinado de la dinastía de los Estuardos
en Inglaterra (1660-1689), derrocados por la revolución burguesa inglesa del siglo XVII.-111.
21
Por lo visto, se trata del decreto sobre los campesinos fugitivos promulgado en 1597, durante el
reinado de Fiador Ivánovich, cuando el auténtico gobernante de Rusia era Boris Godunov. De
acuerdo con ese decreto, los campesinos que habían huido del yugo insoportable de los
terratenientes se perseguían durante cinco años para ser devueltos por la fuerza a sus amos-111.
22
Se dio el nombre de «Revolución gloriosa» en la historiografía burguesa inglesa al golpe de
Estado de 1688, con el que se derrocó la dinastía de los Estuardos y se instauró (1689) la
monarquía constitucional de Guillermo de Orange, régimen de compromiso entre la aristocracia
propietaria de tierras y la gran burguesía-111.
1695 son una prueba pública de la afección del rey y de la influencia de la lady... Los preciosos
servicios de Lady Orkney han consistido, al parecer, en... foeda labiorum ministeria [sucios
servicios del amor]». [Tomado de la Sloane Manuscript Collection, que se conserva en el Museo
Británico, núm. 4.224. El manuscrito lleva por título: The Character and Behaviour of King
William, Sunderland etc. as represented in Original Letters to the Duke of Shrewsbury from
Somers, Halifax, Oxford, Secretary Vernon etc. («El carácter y la conducta del rey Guillermo,
Sunderland, etc. representado en las cartas originales enviadas al duque de Shrewsbury por
Somers, Halifax, Oxford, secretario Vernon, etc.»). Es un manuscrito en el que abundan datos
curiosos.]
Carlos Marx
capitalistas-acaparadores. Estos elementos consagraron la nueva era,
entregándose en una escala gigantesca al saqueo de los terrenos de
dominio público, que hasta entonces sólo se había practicado en
proporciones muy modestas. Estos terrenos fueron regalados, vendidos
a precios irrisorios o simplemente anexionados a otros de propiedad
privada, sin encubrir la usurpación bajo forma alguna 24. Y todo esto se
llevó a cabo sin molestarse en cubrir ni la más mínima apariencia legal.
Estos bienes del dominio público, apropiados de modo tan fraudulento,
en unión de los bienes de que se despojó a la Iglesia —los que no le
habían sido usurpados ya por la revolución republicana—, son la base
de esos dominios principescos que hoy posee la oligarquía inglesa 25.
Los capitalistas burgueses favorecieron esta operación, entre otras
cosas, para convertir el suelo en un artículo puramente comercial,
extender la zona de las grandes explotaciones agrícolas, hacer que
aumentase la afluencia a la ciudad de proletarios libres y desheredados
del campo, etc. Además, la nueva aristocracia de la tierra era la aliada
natural de la nueva bancocracia, de la alta finanza, que acababa de dejar
el cascarón, y de los grandes manufactureros, atrincherados por aquel
entonces detrás del proteccionismo aduanero. La burguesía inglesa obró
en defensa de sus intereses con el mismo acierto con que la de Suecia,
siguiendo el camino contrario y haciéndose fuerte en su baluarte
económico, el campesinado, apoyó a los reyes desde 1604 y más tarde
bajo Carlos X y Carlos XI y les ayudó a rescatar por la fuerza los
bienes de la Corona de manos de la oligarquía.
Los bienes comunales —completamente distintos de los bienes
de dominio público, a que acabamos de referirnos— eran una
institución de viejo origen germánico, que se mantenía en vigor bajo el
manto del feudalismo. Hemos visto que la usurpación violenta de estos
bienes, acompañada casi siempre por la transformación de las tierras de
labor en pastos, comienza a fines del siglo XV y prosigue a lo largo del
siglo XVI. Sin embargo, en aquellos tiempos este proceso revestía la
forma de una serie de actos individuales de violencia, contra los que la
legislación luchó infructuosamente durante ISO años. El progreso
aportado por el siglo XVIII consiste en que ahora la propia ley se
convierte en vehículo de esta depredación de los bienes del pueblo,
aunque los grandes arrendatarios sigan empleando también, de paso,
sus pequeños métodos personales e independientes26. La forma
parlamentaria que reviste este
24
«La enajenación ilegal de los bienes de la corona, vendiéndolos o regalándolos, forma un capítulo
escandaloso en la historia de Inglaterra... una estafa gigantesca contra la nación (gigantic fraud
on the nation)» (F. W. Newman. Lectures on Political Economy. London, 1851, pp. 129,130). [El que
quiera saber cómo hicieron su fortuna los terratenientes ingleses de hoy día, podrá informarse
detalladamente consultando Evans. N. H. Our old Nobility. By Noblesse Oblige («Nuestra vieja
nobleza, pero la nobleza obliga»), London, 1879.- F. E.]
25
Léase, por ejemplo, el panfleto de E. Burke, sobre la casa ducal de Bedford, cuyo vástago es Lord
John Russel, «the tomtit of liberalism» («el chochin del liberalismo»).

253
Capítulo X
«Los arrendatarios
despojo de Lloaalos
es la prohíben s cottagers (caseros) mantener a ninguna otra criatura viviente, so
26

LBlailmlsadfoar AIcnucmlousularceisónofOCriogminmaorinas (leyes

254
Carlos Marx

cercado de terrenos comunales); dicho en otros términos, decretos por


medio de los cuales los terratenientes se regalan a sí mismos en
propiedad privada las tierras del pueblo, decretos de expropiación del
pueblo. Sir F. M. Edén se contradice a sí mismo en el astuto alegato
curialesco en que procura explicar la propiedad comunal como
propiedad privada de los grandes terratenientes que recogen la herencia
de los señores feudales, al reclamar una «ley general del Parlamento
sobre el derecho a cercar los terrenos comunales», reconociendo con
ello, que la transformación de estos bienes en propiedad privada no
puede prosperar sin un golpe de Estado parlamentario, a la par que pide
a la legislación una «indemnización, para los pobres expropiados27.
Al paso que los yeomen independientes eran sustituidos por los
tenants-at-will —pequeños colonos con contrato por un año, es decir,
una chusma servil sometida al capricho de los terratenientes—, el
despojo de los bienes del dominio público, y sobre todo la depredación
sistemática de los terrenos comunales, ayudaron a incrementar esas
grandes posesiones que se conocían en el siglo XVIII con los nombres
de haciendas capitales28 o haciendas de comerciantes29, y que dejaron a
la población campesina «disponible» como proletariado al servicio de
la industria.
Sin embargo, el siglo XVIII todavía no alcanza a comprender,
en la medida en que había de comprenderlo el XIX, la identidad entre la
riqueza nacional y la pobreza del pueblo. Por eso en los libros de
Economía de esta época se produce una violentísima polémica en torno
a la «inclosure of commons»). Entresaco unos cuantos pasajes de los
materiales copiosísimos que tengo a la vista, para poner de relieve de
un modo más vivo la situación.
«En muchas parroquias de Hertfordshire» —escribe una pluma
indignada— «24 haciendas, cada una de las cuales contaba, por término
medio, de SO a ISO acres de extensión, se han fundido para formar
sólo

pretexto de que, si criasen ganado o aves, robarían alimento del granero para cebarlas. Además,
dicen: mantened a los cottagers en la pobreza, y serán más trabajadores. Pero la verdadera
realidad es que de este modo los arrendatarios usurpan el derecho íntegro sobre los terrenos
comunales» [A Political Inquiry into to the Consequences of Enclosing Waste Lands
(«Investigación política sobre las consecuencias del cercado de los baldíos»), London, 1785, p.
75].
27
Edén. The State of the Poor, Preface («La situación de los pobres») (p. XVII, XIX).
28
Capital-farms [«Two Letters on the Flour Trade and the Dearness of Corn». By a Person in
Business». («Dos cartas sobre el comercio en harina y los altos precios de los cereales». Por un
hombre de negocios), London, 1767, pp. 19, 20].
29
Merchant-farms [An Enquiry into the Causes of the Present High Price of Provisions

255
Capítulo X
despojo es la de Lloas
(«Investigación sobre las causas de los presentes altos precios de los víveres»), London, 1767, p.
LBla ilm
111, lsadEsta
note]. foaobra
r Aexcelente,
Icnucmpublicada
lousulacomorceianónima,
sónofOteníaCripor
ogm inm
autor al a oriNathaniel
Rev. nas (leyesForster.

256
Carlos Marx
3»30. «En Northamptonshire y Lincolnshire se ha impuesto la norma de
cercar los terrenos comunales, y la mayoría de los lorazgos creados de
este modo se han convertido en pastizales; a consecuencia de ello, hay
muchos lorazgos que antes labraban 1.S00 acres y que hoy no labran ni
SO... Las ruinas de las viejas casas, cuadras y graneros», son los únicos
vestigios de los antiguos moradores. «En algunos sitios, cien casas y
familias han quedado reducidas... a 8 ó 10... En la mayoría de las
parroquias, donde sólo se han comenzado a cercar los terrenos
comunales desde hace quince o veinte años, los propietarios de tierra
son en la actualidad poquísimos, en comparación con las cifras
existentes cuando el suelo se cultivaba en régimen abierto. Es bastante
frecuente encontrarse con lorazgos enteros recientemente cercados que
antes se distribuían entre 20 ó 30 colonos y otros tantos pequeños
labradores y tributarios, que hoy están usurpados por 4 ó 5 ganaderos
ricos. Todos aquellos labradores fueron desalojados de sus tierras, en
unión de sus familias y de muchas otras a las que daban trabajo y
sustento»31.
Los terrenos anexionados por el terrateniente colindante, bajo
pretexto de cercarlos, no eran siempre tierras yermas, sino también, con
frecuencia, tierras cultivadas mediante un tributo al municipio, o
comunalmente.
«Me refiero aquí al cercado de terrenos abiertos y de tierras ya
cultivadas. Hasta los autores que defienden las inclosures reconocen
que estos cercados refuerzan el monopolio de las grandes granjas,
hacen subir el precio de las subsistencias y fomentan la despoblación...
También al cercar los terrenos yermos, como ahora se hace, se despoja
a los pobres de una parte de sus medios de sustento, incrementando
haciendas que son ya de suyo harto grandes»32. «Si la tierra» —dice el
Dr. Price— «cae en poder de un puñado de grandes colonos, los
pequeños arrendatarios (en otro sitio los llama «una muchedumbre de
pequeños propietarios y colonos que se mantienen a sí mismos y a sus
familias con el producto de la tierra trabajada por ellos, con las ovejas,
las aves, los cerdos, etc., que mandan a pastar a los terrenas comunales,
no necesitando apenas, por tanto, comprar víveres para su consumo»)
«se verán convertidos en hombres obligados a trabajar para otros si
quieren comer y tendrán que ir al mercado para proveerse de cuanto
necesiten...
30
Thomas Wright. A short address to the Public on the Monopoly of large farms. («Breve alocución
al público sobre el monopolio de las grandes granjas»), 1779, pp. 2, 3.
31
Rev. Addington. Inquiry into the Reasons for and against Inclosing Open Fields («Investigación
de las razones en pro y en contra del cercado de terrenos»), London, 1779 pp. 37-43 pass.
32
Dr. R. Price. Observations on Reversionary Payments («Observaciones sobre los pagos
reversibles»), 6 ed. By W. Morgan, London, 1803, v. II, p. 155. Léase a Forster, Addington,
Kent, Price y James Anderson y compárese luego con la pobre charlatanería de sicofante de Mac
255
Capítulo X
TalCulloch,
vez en
Economía trabaL
su catálogo
sepolítica»), jeatitulado
London,
LmláThe
a mLiterature of Political Economy («La literatura sobre
1845. s ,
apdoarqAuceumlaulaccoiaócnciOónrigsienraáriatambién mayor...

256
Carlos Marx

Crecerán las ciudades y manufacturas, pues se verá empujada a ellas


más gente en busca de trabajo. He aquí el camino hacia el que
lógicamente se orienta la concentración de la propiedad territorial y por
el que, desde hace muchos años, se viene marchando ya efectivamente
en este reino»33.
Y resume los efectos generales de las inclosures en estos
términos:
«En general, la situación de las clases humildes del pueblo ha
empeorado en casi todos los sentidos; los pequeños propietarios de
tierras y colonos se han visto reducidos al nivel de jornaleros y
asalariados, a la par que se les hace cada vez más difícil ganarse la vida
en esta situación34 35».
En efecto, la usurpación de las tierras comunales y la revolución
agrícola que la acompañaba empeoraron hasta tal punto la situación de
los obreros agrícolas que, según el propio Edén, entre 1765 y 1780, su
salario comenzó a descender por debajo del nivel mínimo, haciéndose
necesario completarlo con el socorro oficial de pobreza. Su jornal, dice
Edén, «alcanzaba a duras penas a cubrir sus necesidades más
perentorias».
Oigamos ahora un instante a un defensor de las inclosures y
adversario del Dr. Price.
«No es lógico inferir que exista despoblación porque ya no se vea
33
Dr. R. Price. Observations, etc., v. II, p. 147.
34
Dr. R. Price. Observations, etc., p. 159. Esto hace recordar lo ocurrido en la antigua Roma: «Los
ricos se habían adueñado de la mayor parte de los terrenos comunes. Confiándose a las
circunstancias, en la seguridad de que estas tierras no habían ya de arrebatarles, compraron a los
pobres las parcelas situadas en las inmediaciones de sus propiedades, unas veces contando con su
voluntad y otras veces arrebatándoselas por la fuerza, de modo que pasaron a cultivar extensísimas
fincas y no campos divididos. Para labrarlos y desarrollar en ellos la ganadería, tenían que acudir
a los servicios de los esclavos, pues los hombres libres eran arrebatados del trabajo para dedicarlos
a la guerra. Además, la posesión de esclavos les producía grandes ganancias, pues éstos, libres
del servicio militar, podían procrear y multiplicarse a sus anchas. De este modo, los poderosos
fueron apoderándose de toda la riqueza y todo el país era un hervidero de esclavos. En cambio los
itálicos diezmados por la pobreza, los tributos y el servicio militar eran cada vez menos. Además,
en las épocas de paz, se veían condenados a una total pasividad, pues, las tierras estaban en
manos de los ricos y éstos empleaban en la agricultura a esclavos y no a hombres libres»
(Apiano. Las guerras civiles en Roma, 1, 7). Este pasaje se refiere a la época anterior a la Ley
Licinia35. El servicio militar que tanto aceleró la ruina de la plebe romana, fue también el medio
principal de que se valió Carlomagno para fomentar, como plantas en estufa, la transformación
de los campesinos alemanes libres en siervos y vasallos.
35
Alusión a la ley agraria de los tribunos de la plebe de Roma Licinio y Sextio adoptada en el año 367
a. de n. e., que prohibía a los ciudadanos romanos poseer más de 500 yugadas (alrededor de 125
hectáreas) de tierra pertenecientes al Estado.-115.

255
Capítulo X
aTal
la gente trabaLjesu
vez sederrochar a Ltrabajo
mláasmen
, campo abierto... Si al convertir a los
pequeños
apdoarqAulabradores
ceumlaulacen
coiapersonas
ócnciOónobligadas
rigsienraáariatrabajar para otros, se
moviliza más trabajo, es ésta una ventaja que la también mayor...
nación» (entre la que
no figuran, naturalmente, los que sufren la transformación apuntada),
«tiene que ver con buenos ojos... El producto será mayor si su trabajo
combinado se emplea en una sola hacienda, así se creará un sobrante
para las manufacturas haciendo de este modo que las manufacturas, una
de las minas de oro de nuestra nación aumenten en proporción a la
cantidad de trigo producido»36.
Sir F. M. Edén, matizado además de tory y de «filántropo», nos
ofrece, por cierto, un ejemplo de la impasibilidad estoica con que los
economistas contemplan las violaciones más descaradas del
«sacrosanto derecho de propiedad» y la violencia más brutal contra la
persona, cuando esto es necesario para echar los cimientos del régimen
capitalista de producción. Toda la serie de despojos brutales, horrores y
vejaciones que lleva aparejados la expropiación violenta del pueblo
desde el último tercio del siglo XV hasta fines del siglo XVIII, sólo le
inspira a nuestro autor esta «confortable» reflexión final: «Era
necesario restablecer la proporción debida (due) entre la tierra de labor
y la destinada al ganado. Todavía durante todo el siglo XIV y la mayor
parte del XV, por cada acre dedicado a ganadería había dos, tres y hasta
cuatro dedicados a labranza. A mediados del siglo XVI, la proporción
era ya de dos acres de ganadería por dos de labranza y más tarde de dos
a uno, hasta que por último se consiguió establecer la proporción
debida de tres acres de pastizales por cada acre de labranza».
En el siglo XIX se pierde, como es lógico, hasta el recuerdo de
la conexión existente entre el agricultor y los bienes comunales. Para no
hablar de los tiempos posteriores, bastará decir que la población rural
no obtuvo ni un céntimo de indemnizaciones por los 3.511.770 acres de
tierras comunales que entre los años de 1801 y 1831 le fueron
arrebatados y ofrecidos como regalo a los terratenientes por el
parlamento de terratenientes.
Finalmente, el último gran proceso de expropiación de los
agricultores es el llamado Clearing of Estates («limpieza de fincas»,
que en realidad consistía en barrer de ellas a los hombres).

36
[J. Arbuthnot.] An Inquiry into the Connection between the Present Price of Provisions etc.
(«Investigación de la conexión entre el presente precio de los víveres y las dimensiones de las
granjas»), pp. 124, 129. En términos parecidos, aunque con tendencia opuesta dice otro autor: «Los
obreros son arrojados de sus cottages y se ven obligados a buscar trabajo en la ciudad, pero, gracias
a esto, se obtiene un remanente mayor y se incrementa el capital» [(R. B. Seeley.) The Perils of
the Nation («Los peligros de la nación»), 2 ed. London. 1843, p. XIV].

256
Carlos Marx

257
Capítulo X
L a L l a ma d aA
Escocia comienza d es p u é s d e l a
c u m Todos
ul ac los
ió métodos
n O r iingleses
gi n a rque
ia hemos venido estudiando
culminan
ú lt im ena esta
in «limpieza».
te n to n aComo
d e veíamos
l p retendiente
al describir en. la sección
39 40 40

anterior la situación moderna, ahora que ya no había labradores


independientes que barrer, las «limpias» llegan a barrer los mismos
cottages, no dejando a los braceros del campo sitio siquiera para
alojarse en las tierras que trabajan. Sin embargo, para saber lo que
significa esto del «clearing of estates» en el sentido estricto de la
palabra, tenemos que trasladarnos a la tierra de promisión de la
literatura novelesca moderna: las montañas de Escocia. Es aquí donde
este proceso a que nos referimos se distingue por su carácter
sistemático, por la magnitud de la escala en que se opera de golpe (en
Irlanda hubo terratenientes que consiguieron barrer varias aldeas a la
vez; en la alta Escocia se trata de extensiones de la magnitud de los
ducados alemanes), y finalmente, por la forma especial de la propiedad
inmueble usurpada.
Los celtas de alta Escocia estaban divididos en clanes, y cada
clan era propietario de los terrenos por él colonizados. El representante
del clan, su jefe o «caudillo», no era más que un simple propietario
titular de estos terrenos, del mismo modo que la reina de Inglaterra lo
era del suelo de toda la nación. Cuando el Gobierno inglés hubo
conseguido sofocar las guerras internas de estos «caudillos» y sus
constantes irrupciones en las llanuras de la baja Escocia, los jefes de
los clanes no abandonaron, ni mucho menos, su antiguo oficio de
bandoleros; se limitaron a cambiarlo de forma. Por sí y ante sí,
transformaron su derecho titular de propiedad en un derecho de
propiedad privada, y como las gentes de los clanes opusieran
resistencia, decidieron desalojarlas por la fuerza de sus posesiones.
«Con el mismo derecho» —dice el profesor Newman—
«podría un rey de Inglaterra atreverse a arrojar a sus súbditos al mar»37.
En las obras de Sir James Steuart38 y James Anderson39
podemos seguir las primeras fases de esta revolución que en

37
«A king of England might as well claim to drive all his subjects into the sea». [F. W. Newman.
Lectures on Political Economy («Conferencias sobre Economía política»), London, 1851, p. 132].
montaña de Escocia mantiene a diez veces más personas que un terreno del mismo valor en las
provincias más ricas». (James Steuart. An Inquiry into the Principles of Political Oeconomy
(«Investigación de los principios de Economía política»), London, 1767, v. I, ch. XVI, p. 104].
39
James Anderson. Observations on the means of exciting a spirit of National Industry etc.
(«Observaciones acerca de los medios de fomentar el espíritu de industria nacional»),
Edinburgh, 1777.
Capítulo X
L a L l a ma d aA
Escocia comienza d es p u é s d e l a
En
c uelmsiglo
ul XVIII,
ac ió a nlosOgaeles 41
r i gi lanzados
n a r ia de sus tierras
39 40se
40 les prohibía
ú lt im a in te n to n
al mismo tiempo emigrar del país,a d epara
l p así
retendiente
empujarlos por. la fuerza a
Glasgow y a otros centros fabriles de la región42. Como ejemplo del
método de expropiación predominante en el siglo XIX43, bastará citar
las
«limpias» llevadas a cabo por la duquesa de Sutherland. Esta señora,
muy instruida en las cuestiones de Economía política decidió, apenas
hubo ceñido la corona de duquesa, aplicar a sus posesiones un
tratamiento radical económico, convirtiendo todo su condado —cuyos
habitantes, mermados por una serie de procesos anteriores semejantes a
éste, habían ido quedando ya reducidos a 15.000— en pastos para
ovejas. Desde 1814 hasta 1820 se desplegó una campaña sistemática de
expulsión y exterminio para quitar de en medio a estos 15.000
habitantes, que formarían, aproximadamente, unas 3.000 familias.
Todas sus aldeas fueron destruidas y arrasadas, sus campos
convertidos todos en terreno

39
Bajo el régimen de los clanes de Escocia se denominaban taskmen los decanos subordinados
directamente al jefe del clan, al laird («gran hombre»). El laird dejaba al cuidado de los taskmen
el tak («la tierra»), que era propiedad de todo el clan, y como reconocimiento del poder del laird
se le pagaba a éste cierto tributo. Los taksmen, a su vez, distribuían las tierras entre sus vasallos.
Con la desintegración del sistema de los clanes, el laird se convierte en landlord (terrateniente),
y los taksmen se transforman, en realidad, en farmers capitalistas. Al mismo tiempo, el anterior
tributo cede lugar a la renta del suelo. -117.
40
Trátase de la insurrección de los partidarios de los Estuardos en 1745-1746, que exigían el trono
británico para Carlos Eduardo, el llamado «joven pretendiente». La insurrección reflejaba, a la
vez, la protesta de las masas populares de Escocia y de Inglaterra contra la explotación
terrateniente y la expulsión masiva de los campesinos de sus tierras. Después del aplastamiento de
la insurrección por las tropas regulares de Inglaterra, comenzó a desintegrarse intensamente el
sistema de clanes en la parte montañosa de Escocia, y la expulsión de los campesinos de sus
tierras adquirió un carácter todavía más enérgico. -118.
41
Los gaeles constituyen la población aborigen de las comarcas montañosas del Norte y del Oeste de
Escocia, son descendientes de los antiguos celtas. -118.
42
En 1860, se exportó al Canadá, con falsas promesas, a los campesinos violentamente expropiados
de sus tierras. Algunos huyeron a la montaña y a las islas más próximas. Perseguidos por la policía,
le hicieron frente y lograron escapar.
43
«En la montaña» —dice en 1814 Buchanan, el comentador de A. Smith—, «se echa por tierra
diariamente el antiguo régimen de propiedad... El terrateniente, sin preocuparse para nada de los
que llevan la tierra en arriendo hereditaria» (otra categoría mal aplicada), «la ofrece al mejor postor
y si éste quiere mejorarla (improve), introduce inmediatamente un nuevo sistema de cultivo. La
tierra, antes sembrada de pequeños labradores, estaba poblada en proporción a lo que producía;
bajo el nuevo sistema de cultivos mejorados y mayores rentas, se procura obtener la mayor
cantidad posible de fruto con el menor coste, para lo cual se eliminan los brazos inútiles... Los
expulsados del campo natal buscan su sustento en las ciudades fabriles etc.» (David Buchanan.
Observations on etc. A. Smith's Wealth of Nations («Observaciones sobre Riqueza de las
Naciones de A. Smith»), Edinburgh, 1814, v. IV, p. 144]. «Los aristócratas escoceses han
expropiado a multitud de familias, como se arrancan las malas hierbas, han tratado a aldeas
enteras y a su población como los indios tratan, en su venganza, a las guaridas de las bestias
salvajes. Se vende a un hombre por una piel de oveja, por una pierna de cordero o por menos aún...
Cuando la invasión de las provincias del Norte de China, se propuso en el Consejo de los
Mongoles exterminar a los habitantes y convertir sus tierras en pastos. Estas orientaciones son las
que hoy siguen en su propio país y contra sus propios paisanos, muchos terratenientes de alta
260
Carlos Marx
Escocia» (George Ensor.
An Inquiry conserning the Population of Nations («Investigación acerca de la población de las
naciones»), London, 1818, pp. 215, 216].
Capítulo X
L a L l a ma d aA
Escocia
de comienza
pastos. d británicas,
Las tropas es p u é enviadas
s d e l apor el Gobierno para ejecutar
las
c u órdenes
m ul acde ióla nduquesa,
O r i gi hicieron
n a r iafuego contra39 40los habitantes,
ú lt im adeinsuste tierras.
expulsados n to nUna
a d anciana
e l p retendiente
pereció abrasada
40
. entre las
llamas de su choza, por negarse a abandonarla. Así consiguió la señora
duquesa apropiarse de 794.000 acres de tierra, pertenecientes al clan
desde tiempos inmemoriales.
A los naturales del país desahuciados les asignó en la orilla del
mar unos 6.000 acres, a razón de dos por familia. Hasta la fecha, esos
6.000 acres habían permanecido yermos, sin producir ninguna renta a
sus propietarios. Llevada de su altruismo, la duquesa se dignó arrendar
estos eriales por una renta media de 2 chelines y 6 peniques cada acre a
aquellos mismos miembros del clan que habían vertido su sangre por su
familia desde hacía siglos. Todos los terrenos robados al clan fueron
divididos en 29 grandes granjas destinadas a la cría de lanares, atendida
cada una de ella por una sola familia; los pastores eran, en su mayoría,
braceros de arrendatarios ingleses. En 1825, los 15.000 gaeles habían
sido sustituidos ya por 131.000 ovejas. Los aborígenes arrojados a la
orilla del mar procuraban, entretanto, mantenerse de la pesca; se
convirtieron en anfibios y vivían, según dice un escritor inglés de la
época, mitad en tierra y mitad en el mar, sin vivir entre todo ello más
que a medias44.
Pero los bravos gaeles habían de pagar todavía más cara aquella
idolatría romántica de montañeses por los «caudillos» de los clanes. El
olor del pescado les dio en la nariz a los señores. Estos, barruntando
algo de provecho en aquellas playas, las arrendaron a las grandes
pescaderías 45
de Londres, y los gaeles fueron arrojados de sus casas por
segunda vez 46 47.

44
Cuando la actual duquesa de Sutherland recibió en Londres, con gran pompa, a Mrs. Beecher-Stowe,
la autora de Uncle Tom's Cabin («La cabaña del tío Tom»), para hacer gala de sus simpatías
hacia los esclavos negros de la República Norteamericana, cosa que, al igual que sus hermanas
de aristocracia, se abstuvo prudentemente de hacer durante la guerra civil 46 en que todos los corazones
ingleses «nobles» latían por los esclavistas, expuse yo en la New-York Tribune la situación de los
esclavos de Sutherland47 (algunos pasajes de este artículo fueron recogidos por Carey, en su obra
The Slave Trade («El comercio de esclavos»), Philadelphia, 1853, pp. 202, 203). Mi artículo fue
reproducido por un periódico escocés, y provocó una enérgica polémica entre este periódico y
los sicofantes de los Sutherland.
45
La guerra civil de Norteamérica (1861-1865) se libró entre los Estados industriales del Norte y los
sublevados Estados esclavistas del Sur. La clase obrera se Inglaterra se opuso a la política de la
burguesía nacional, que apoyaba a los plantadores esclavistas, e impidió con su acción la
intervención de Inglaterra en esa contienda. -119.
46
Marx se refiere al artículo: Las elecciones. Complicaciones financieras. La duquesa de Sutherland
y la esclavitud, publicado en el periódico New York Daily Tribune del 9 de febrero de 1853.
47
Datos interesantes sobre este asunto del pescado se encuentran en David Urquhart. Véase
Portfolio, New Series («Carpeta, nueva serie»). Nassau W. Senior, en su obra postuma citada
más arriba, llama al «procedimiento seguido en Sutherlandshire una de las «limpias» (clearings)
más beneficiosas de que guarda recuerdo el hombre» [Journals, Conversations and Essays
relating to
262
261
Capítulo X
L a L l am a d a A cu m ul a c i ó n
Finalmente , u n a pa r te d e lo s p a s t o s
caza. Como
O r esig sabido,
i na en ri aInglaterra no existen verdaderos bosques. La
caza quefucorre
e c por
o nv los eparques
rtida endecotos
los de
aristócratas es, en realidad,
ganado doméstico, gordo como los aidermen [concejales] de Londres.
Por eso, Escocia es, para los ingleses, el último asilo de la «noble
pasión» de la caza.
«En la montaña» —dice Somers en 1848— «se han extendido
considerablemente los cotos de caza48. A un lado de Gaick tenemos el
nuevo coto de caza de Glenfeshie y al otro lado el nuevo coto de caza
de Ardverikie. En la misma dirección, tenemos el Black Mount, un
erial inmenso, recién crecido. De Este a Oeste, desde las inmediaciones
de Aberdeen hasta las rocas de Oban, se extiende ahora una línea
ininterrumpida de cotos de caza, mientras que en otras regiones de la
alta Escocia se alzan los cotos de caza nuevos de Loch Archaig,
Glengarry, Glenmoriston, etc. Al convertirse sus tierras en terrenos de
pastos para ovejas..., los gaeles se vieron empujados a las comarcas
estériles. Ahora la caza comienza a sustituir a las ovejas, empujando a
aquéllos a una miseria todavía más espantosa... Los montes de caza no

Ireland («Revistas, conversaciones y ensayos acerca de Irlanda»), London, 1868].


48
Los deer forests [cotos de caza, literalmente, «bosques de ciervos»] de Escocia no tienen ni un
solo árbol. Se retiran las ovejas, se da suelta a los ciervos por las montañas peladas, y a este coto
se le da el nombre de deer forest. De modo que aquí ¡ni siquiera se plantan árboles!
262
Carlos Marx
pueden convivir con la gente. Uno de los dos tiene que batirse en
retirada y abandonar el campo. Si en los próximos veinticinco años los
cotos de caza siguen creciendo en las mismas proporciones que en el
último cuarto de siglo, no quedará ni un solo gael en su tierra natal.
Este movimiento que se ha desarrollado entre los propietarios de las
comarcas monstruosas se debe, en parte, a la moda, a la manía
aristocrática, a la afición a la caza, etc., pero hay también muchos que
explotan esto con la mira puesta exclusivamente en la ganancia, pues
es indudable que, muchas veces, un pedazo de montaña convertido en
coto de caza es bastante más rentable que empleado como terreno de
pastos... El aficionado que busca un coto de caza no pone a su deseo
más límite que la anchura de su bolsa... Sobre la montaña escocesa han
llovido penalidades no menos crueles que las impuestas a Inglaterra
por la política de los reyes normandos. A la caza se la deja correr en
libertad, sin tasarle el terreno: en cambio, a las personas se las acosa y
se las mete en fajas de tierras cada vez más estrechas... Al pueblo le
fueron arrebatadas unas libertades tras otras... Y la opresión crece
diariamente. Los propietarios siguen la norma de diezmar y exterminar
a la gente como un principio fijo, como una necesidad agrícola, lo
mismo que se talan los árboles y la maleza en las espesuras de América
y Australia, y esta operación sigue su marcha tranquila y comercial»50
51

50
Robert Somers. Letters from the Highlands; or, the Famine of 1817 («Cartas de alta Escocia; o el
hambre de 1847»), London, 1848, pp. 12-28 passim. Estas cartas se publicaron primeramente en
el Times. Los economistas ingleses, naturalmente, explican la epidemia de hambre desatada
entre los gaeles en 1847 por su... superpoblación. Desde luego, no puede negarse que los
hombres
«pesaban» sobre sus víveres. El Clearing of Estates o «asentamientos de campesinos», como lo
llaman en Alemania, se hizo sentir de un modo especial, en este país, después de la guerra de los
Treinta años51, y todavía en 1790 provocó en el electorado de Sajonia insurrecciones
campesinas. Este método imperaba principalmente en el Este de
Alemania. En la mayoría de las provincias de Prusia, fue Federico II el primero que garantizó a
los campesinos el derecho de propiedad. Después de la conquista de Silesia, obligó a los
terratenientes a restaurar las chozas, los graneros, etc., y a dotar a las posesiones campesinas de
ganado y aperos de labranza. Necesitaba soldados para su ejército y contribuyentes para su
erario. Por lo demás, si queremos saber cuán agradable era la vida que llevaba el campesino
bajo el caos financiero de Federico II y su mezcolanza gubernativa de despotismo, burocracia y
feudalismo, no tenemos más que fijarnos en el pasaje siguiente de su admirador Mirabeau: «El
lino representa, pues, una de las mayores riquezas del campesino del Norte de Alemania. Sin
embargo, para desdicha del género humano, en vez de ser un camino de bienestar, no es más que
un alivio contra la miseria. Los impuestos directos, las prestaciones personales y toda clase de
contribuciones arruinan al campesino alemán, que, por si esto fuera poco, tiene que pagar
además impuestos indirectos por todo lo que compra... Y, para que su ruina sea completa, no
puede vender sus productos donde y como quiera, ni es libre tampoco para comprar donde 263
Capítulo X
La Llamada Acumulación Originaria

le vendan más barato. Todas estas causas contribuyen a arruinarle insensiblemente, y a no ser por
los hilados no podría pagar los impuestos directos a su vencimiento; los hilados le brindan una
fuente auxiliar de ingresos, permitiéndole emplear útilmente a su mujer y a sus hijos, a sus
criadas y criados y a él mismo. Pero, a pesar de esta fuente auxiliar de ingresos, ¡qué penosa
vida la suya! Durante el verano trabaja como un forzado, labrando la tierra y recogiendo la
cosecha; se acuesta a las nueve y se levanta a las dos, para poder dar cima a su trabajo; en
invierno parece que debiera reponer sus fuerzas con un descanso mayor, pero si vende la
cosecha para pagar los impuestos, le faltará el pan y la simiente. Para tapar este agujero no tiene
más que un camino: hilar... e hilar sin sosiego ni descanso. He aquí, cómo en invierno el
campesino tiene que acostarse a las doce o la una y levantarse a las cinco o las seis, o acostarse a
las nueve para levantarse a las dos, y así toda su vida, fuera de los domingos... Este exceso de
vela y trabajo agota al campesino, y así se explica que en el campo hombres y mujeres
envejezcan mucho antes que en la ciudad» [Mirabeau. De la Monarchie Prusienne («De la
monarquía prusiana»), t. III, p. 212 ss.]
Adición a la 2a ed. En Abril de 1866, a los dieciocho años de publicarse la obra antes citada de
Robert Somers, el profesor Leone Levi dio en la Society of Arts52 una conferencia sobre la
transformación de los terrenos de pastos en cotos de caza, en la que describe los progresos de la
devastación en las montañas de Escocia. En esta conferencia se dice, entre otras cosas: «La
despoblación y la transformación de las tierras de labor en simples terrenos de pastos brindaban
el más cómodo de los medios para percibir ingresos sin hacer desembolsos... Convertir los terrenos
de pastos en deer forests, se hizo práctica habitual en la montaña. Las ovejas tienen que ceder el
puesto a los animales de caza, como antes los hombres habían tenido que dejar el sitio a las
ovejas... Se puede ir andando desde las posesiones del conde Dalhousie, en Forfarshire, hasta John
o'Groats sin dejar de pisar en monte. En muchos» (de estos montes) «se han aclimatado el zorro,
el gato salvaje, la marta, la garduña, la comadreja y la liebre de los Alpes, en cambio, el conejo,
la ardilla y la rata han penetrado en ellos hace muy poco. Extensiones inmensas de tierra, que en
la estadística de Escocia figuran como pastos de excepcional fertilidad y amplitud, vegetan hoy
privados de todo cultivo y de toda mejora, dedicados pura y exclusivamente a satisfacer el capricho
de la caza de unas cuantas personas durante unos pocos días en todo el año».
El Economist^3 londinense del 2 de junio de 1866 dice: «Un periódico escocés publicaba la semana
pasada, entre otras novedades, la siguiente: «Uno de los mejores pastos de Sutherlandshire, por
el que hace poco, al caducar el contrato de arriendo vigente, se ofrecieron 1.200 libras esterlinas
de renta anual, ¡va a transformarse en deer forestl» Vuelven a manifestarse los institutos
feudales... como en aquellos tiempos en que los conquistadores normandos... arrasaron 36 aldeas
para levantar sobre sus ruinas el New Forest [«Nuevo bosque»]... Dos millones de acres, entre
los cuales se contaban algunas de las comarcas más feraces de Escocia, han sido íntegramente
devastadas. La hierba natural de Glen Tilt tenía fama de ser una de las más nutritivas del
condado de Perth; el deer forest de Ben Aulder había sido el mejor terreno de pastos del vasto
distrito de Badenoch; una parte del Black Mount forest (Bosque de la Montaña Negra] era el
pasto más excelente de Escocia para ovejas de hocico negro. Nos formaremos una idea de las
proporciones que han tomado los terrenos devastados para entregarlos al capricho de la caza,
señalando que estos terrenos ocupan una extensión mayor que todo el condado de Perth. Para
calcular la pérdida de fuentes de producción que esta devastación brutal supone para el país,
diremos que el suelo ocupado hoy por el forest de Ben Aulder podría alimentar a 15.000 ovejas,
y que este terreno sólo representa 1/30 de toda la extensión cubierta en Escocia por los cotos de caza.
Todos estos vedados de caza son absolutamente improductivos... lo mismo hubiera
La depredación de los bienes de la Iglesia, la enajenación
fraudulenta de las tierras del dominio público, el saqueo de los terrenos
comunales, la metamorfosis, llevada a cabo por la usurpación y el
terrorismo más inhumano de la propiedad feudal y del patrimonio del
clan en la moderna propiedad privada: he ahí otros tantos métodos
idílicos de acumulación originaria. Con estos métodos se abrió paso a
264
Carlos Marx
la agricultura capitalista, se incorporó el capital a la tierra y se crearon
los

265
Capítulo X
La Llamada Acumulación Originaria
contingentes de proletarios libres y privados de medios de vida que
necesitaba la industria de las ciudades.

3 . Legislación sangrienta contra los expropiados, a partir de fines del


siglo XV. Leyes reduciendo el salario.

Los contingentes expulsados de sus tierras al disolverse las


huestes feudales y ser expropiados a empellones y por la fuerza
formaban un proletariado libre y privado de medios de existencia, que
no podía ser absorbido por las manufacturas con la misma rapidez con
que aparecía en el mundo. Por otra parte, estos seres que de repente se
veían lanzados fuera de su órbita acostumbrada de vida, no podían
adaptarse con la misma celeridad a la disciplina de su nuevo estado. Y
así, una masa de ellos fue convirtiéndose en mendigos, salteadores y
vagabundos; algunos por inclinación, pero los más, obligados por las
circunstancias. De aquí que a fines del siglo XV y durante todo el siglo
XVI se dictase en toda Europa Occidental una legislación sangrienta
persiguiendo el vagabundaje. De este modo, los padres de la clase
obrera moderna empezaron viéndose castigados por algo de que ellos
mismos eran víctimas, por verse reducidos a vagabundos y mendigos.
La legislación los trataba como a delincuentes «voluntarios», como si
dependiese de su buena

dado hundirlos en las profundidades del Mar del Norte. La fuerte mano de la ley debiera dar al
traste con estos páramos o desiertos improvisados».
51
La guerra de los Treinta años (1618-1648) fue una contienda europea provocada por la lucha
entre protestantes y católicos. Alemania fue el teatro principal de las operaciones. Saqueada y
devastada, fue también objeto de pretensiones anexionistas de los participantes de la guerra. -
120.
52
La Sociedad de las Artes («Society of Arts»), sociedad filantrópica ilustrativa burguesa, fue
fundada en 1754, en Londres. El mencionado informe fue leído por John Chalmers Morton, hijo
de John Morton. -121.
53
The Economist («El Economista»), revista semanal inglesa sobre problemas de economía y
política, órgano de la gran burguesía industrial, se publica en Londres desde 1843.-121.

266
Capítulo X
La Llamada Acumulación Originaria voluntad el
continuar trabajando en las viejas condiciones, ya abolidas.
En Inglaterra, esta legislación comenzó bajo el reinado de
Enrique VII.
Enrique VIII, 1530: Los mendigos viejos e incapacitados para el
trabajo deberán proveerse de licencia para mendigar. Para los
vagabundos capaces de trabajar, por el contrario, azotes y reclusión. Se
les atará a la parte trasera de un carro y se les azotará hasta que la
sangre mane de su cuerpo, devolviéndolos luego, bajo juramento, a su
pueblo natal o al sitio en que hayan residido durante los últimos tres
años, para que «se pongan a trabajar» (to put himself to labour). ¡Qué
ironía tan cruel! El acto del año 27 del reinado de Enrique VIII reitera
el estatuto anterior, pero con nuevas adiciones, que lo hacen todavía
más riguroso. En caso de reincidencia de vagabundaje, deberá azotarse
de nuevo al culpable y cortarle media oreja; a la tercera vez que se le
coja, se le ahorcará como criminal peligroso y enemigo de la sociedad.
Eduardo VI: Un estatuto dictado en el primer año de su reinado,
en 1547, ordena que si alguien se niega a trabajar se le asigne como
esclavo a la persona que le denuncie como holgazán. El dueño deberá
alimentar a su esclavo con pan y agua, bodrio y los desperdicios de
carne que crea conveniente. Tiene derecho a obligarle a que realice
cualquier trabajo, por muy repelente que sea, azotándole y
encadenándole, si fuera necesario. Si el esclavo desaparece durante dos
semanas, se le condenará a esclavitud de por vida, marcándole a fuego
con una S [S-Slave, esclavo, en inglés] en la frente o en un carrillo; si
huye por tercera vez, se le ahorcará como reo de alta traición. Su dueño
puede venderlo, legarlo a sus herederos o cederlo como esclavo,
exactamente igual que el ganado o cualquier objeto mueble. Los
esclavos que se confabulen contra sus dueños serán también ahorcados.
Los jueces de paz seguirán las huellas a los picaros, tan pronto se les
informe. Si se averigua que un vagabundo lleva tres días seguidos
haraganeando, se le expedirá a su pueblo natal con una V marcada a
fuego en el pecho, y le sacarán con cadenas a la calle a trabajar en la
construcción de carreteras o empleándole en otros servicios. El
vagabundo que indique un falso pueblo de nacimiento será castigado a
quedarse en él toda la vida como esclavo, sea de los vecinos o de la
corporación, y se le marcará a fuego con una S. Todo el mundo tiene
derecho a quitarle al vagabundo sus hijos y tenerlos bajo su custodia
como aprendices:

266
Carlos Marx
los hijos hasta los veinticuatro años, las hijas hasta los veinte. Si se
escapan, serán entregados como esclavos, hasta dicha edad, a sus
maestros, quienes podrán azotarlos, cargarlos de cadenas, etc., a su
libre albedrío. El maestro puede poner a su esclavo un anillo de hierro
en el cuello, el brazo o la pierna, para identificarlo mejor y tenerlo más
a mano54. En la última parte de este estatuto se establece que ciertos
pobres podrán ser obligados a trabajar para el lugar o el individuo que
les dé de comer y-beber y les busque trabajo. Esta clase de esclavos
parroquiales subsiste en Inglaterra hasta bien entrado el siglo XIX, bajo
el nombre de roundsmen (rondadores).
Isabel, 1572: Los mendigos sin licencia y mayores de catorce
años serán azotados sin misericordia y marcados con hierro candente en
la oreja izquierda, caso de que nadie quiera tomarlos durante dos años a
su servicio. En caso de reincidencia, siempre que sean mayores de
dieciocho años y nadie quiera tomarlos por dos años a su servicio,
serán ahorcados. Al incidir por tercera vez, se les ahorcará
irremisiblemente como reos de alta traición. Otros estatutos semejantes:
el del año 18 del reinado de Isabel, c. 13, y la ley de 159755.
Jacobo I: Todo el que no tenga empleo fijo y se dedique a
54
El autor del Essay on Trade etc. («Ensayo sobre el comercio, etc.»), (1770), escribe: «Bajo el reinado
de Eduardo VI, los ingleses parecen haberse preocupado seriamente de fomentar las
manufacturas y dar trabajo a los pobres. Así lo indica un notable estatuto, en el que se ordena
que todos los vagabundos sean marcados con hierro candente», etc. (o.c., p. 5).
55
Dice Tomás Moro, en su Utopía: «Y así ocurre que un glotón, ansioso e insaciable, verdadera
peste de la comarca, puede juntar miles de acres de tierra y cercarlos con una empalizada o un
vallado, o mortificar de tal modo, a fuerza de violencias e injusticias, a sus poseedores, que éstos
se vean obligados a vendérselo todo. De un modo o de otro, doble o quiebre, no tienen más
remedio que abandonar el campo, ¡pobres almas cándidas y míseras! Hombres, mujeres,
maridos, esposas, huérfanos, viudas, madres llorosas con sus niños de pecho en brazos, pues la
agricultura reclama muchas manos de obra. Allá van, digo, arrastrándose lejos de los lugares
familiares y acostumbrados, sin encontrar reposo en parte alguna; la venta de todo su ajuar,
aunque su valor no sea grande, algo habría dado en otras circunstancias; pero, lanzados de pronto
al arroyo, ¿qué han de hacer sino malbaratarlo todo? Y después que han vagado hasta comer el
último céntimo, ¿qué remedio sino robar para luego ser colgados, ¡vive Dios!, con todas las de la
ley, o echarse a pedir limosna? Mas también en este caso van a dar con sus huesos a la cárcel,
como vagabundos, por andar por esos mundos de Dios rondando sin trabajar, ellos, a quienes
nadie da trabajo, por mucho que se esfuercen en buscarlo». «Bajo el reinado de Enrique VIII
fueron ahorcados 72.000 ladrones grandes y pequeños» [Holinshed. Description of England
(«Descripción de Inglaterra»), v. 1, p. 1861, pobres fugitivos de éstos, de quienes Tomás Moro
dice que se veían obligados a robar para comer. En tiempos de Isabel, «los vagabundos eran
ahorcados en fila; apenas pasaba un año sin que muriesen en la horca en uno u otro lugar 300 ó
400» [Strype. Annals of the Reformation and Establishment of Religion, and other Various
Occurences in the Church of England during Queen Elisabeth's Happy Reign («Anales de la
Reforma y de la instauración de la religión, así como de otros acontecimientos en la Iglesia de
Inglaterra durante el feliz reinado de Isabel»), 2 ed., 1725,
v. II]. Según el mismo Strype, en Somersetshire fueron ejecutadas, en un solo año, 40 personas,
35 marcadas con hierro candente, 37 apaleadas y 183 «facinerosos incorregibles» puestos en
libertad. Sin embargo, añade el autor, «con ser grande, esta cifra de personas acusadas no incluye
1/5 de los delitos castigables, gracias a la negligencia de los jueces de paz y a la necia
misericordia del pueblo». Y agrega: «Los demás condados de Inglaterra no salían mejor parados
que Somersetshire; muchos, todavía peor».
267
Capítulo X
mendigar es
L a L l am a d a A c u m ul ac i ón O
decl a ra d o v ag a b u n d o. L o s ju ec e s d e pa r ig in a ria
z de las Petty Sessions56 quedan autorizados a mandar a azotarlos en
público y a recluirlos en la cárcel, a la primera vez que se les
sorprenda, por seis meses, a la segunda, por dos años. Durante su
permanencia en la cárcel, podrán ser azotados tantas veces y en tanta
cantidad como los jueces de paz crean conveniente... Los vagabundos
peligrosos e incorregibles deberán ser marcados a fuego con una R en el
hombro izquierdo y sujetos a trabajos forzados; y si se les sorprende
nuevamente mendigando, serán ahorcados sin misericordia. Estos
preceptos, que conservan su fuerza legal hasta los primeros años del
siglo XVIII, sólo fueron derogados por el reglamento del año 12 del
reinado de Ana, c. 23.
Leyes parecidas a éstas se dictaron también en Francia, en cuya
capital se había establecido, a mediados del siglo XVII, un verdadero
reino de vagabundos (royaume des truands). Todavía en los primeros
años del reinado de Luis XVI (Ordenanza del 13 de julio de 1777),
disponía la ley que se mandase a galeras a todas las personas de
dieciséis a sesenta años que, gozando de salud, careciesen de medios de
vida y no ejerciesen ninguna profesión. Normas semejantes se
contenían en el estatuto dado por Carlos V, en octubre de 1537, para
los Países Bajos, en el primer edicto de los Estados y ciudades de
Holanda (19 de marzo de 1614), en el bando de las Provincias Unidas
(25 de junio de 1649), etc.
Véase, pues, cómo después de ser violentamente expropiados y
expulsados de sus tierras y convertidos en vagabundos, se encajaba a
los antiguos campesinos, mediante leyes grotescamente terroristas a
fuerza de palos, de marcas a fuego y de tormentos, en la disciplina que
exigía el sistema del trabajo asalariado.
No basta con que las condiciones de trabajo cristalicen en uno
de los polos como capital y en el polo contrario como hombres que no
tienen nada que vender más que su fuerza de trabajo. Ni basta tampoco
con obligar a éstos a venderse voluntariamente. En el transcurso de la
producción capitalista, se va formando una clase obrera que, a fuerza
de educación, de tradición, de costumbre, se somete a las exigencias de
este régimen de producción como a las más lógicas leyes naturales. La
organización del proceso capitalista de producción ya desarrollado
vence todas las resistencias; la creación constante de una
superpoblación relativa mantiene la ley de la oferta y la demanda de
trabajo y, por ello, el salario a tono con las necesidades de crecimiento
del capital, y la presión sorda de las condiciones económicas sella el
poder de mando del
268
56
Petty Sessions (pequeñas sesiones), reuniones de los tribunales de paz de Inglaterra, encargados de
examinar los asuntos de pequeña importancia, observándose un proceso simplificado.-125.

Carlos Marx

269
Carlos Marx
capitalista sobre el obrero. Todavía se emplea, de vez en cuando, la
violencia directa, extraeconómica; pero sólo en casos excepcionales.
Dentro de la marcha natural de las cosas, ya puede dejarse al obrero a
merced de las «leyes naturales de la producción», es decir, puesto en
dependencia del capital, dependencia que las propias condiciones de
producción engendran, garantizan y perpetúan. Durante la génesis
histórica de la producción capitalista, no ocurre aún así. La burguesía,
que va ascendiendo, necesita y emplea todavía el poder del Estado para
«regular» los salarios, es decir, para sujetarlos dentro de los límites que
benefician a la extracción de plusvalía, y para alargar la jornada de
trabajo y mantener al mismo obrero en el grado normal de
dependencia. Es éste un factor esencial de la llamada acumulación
originaria.
La clase de los obreros asalariados, que surgió en la segunda
mitad del siglo XIV, sólo representaba por aquel entonces y durante el
siglo siguiente una parte muy pequeña de la población y tenía bien
cubierta la espalda por la economía de los campesinos independientes,
de una parte, y, de otra, por la organización gremial de las ciudades.
Tanto en la ciudad como en el campo, había una cierta afinidad social
entre patronos y obreros. La supeditación del trabajo al capital era sólo
formal; es decir, el modo de producción no presentaba aún un carácter
específicamente capitalista. El elemento variable del capital
predominaba considerablemente sobre el constante. Por eso, la
demanda de trabajo asalariado crecía rápidamente con cada
acumulación de capital mientras la oferta sólo le seguía lentamente. Por
aquel entonces, todavía se invertía en el fondo de consumo del obrero
una gran parte del producto nacional, que

269
Capítulo X
La Llamada Acumulación Originaria más tarde había
de convertirse en fondo de acumulación de capital.
En Inglaterra, la legislación sobre el trabajo asalariado,
encaminada desde el primer momento a la explotación del obrero y
enemiga de él desde el primer instante hasta el último 57 58 59, comienza
con el Statute of Labourers [Estatuto de obreros] de Eduardo III, en
1349. A él corresponde, en Francia la Ordenanza de 1350, dictada en
nombre del rey Juan. La legislación inglesa y francesa siguen rumbos
paralelos y tienen idéntico contenido. En la parte en que los estatutos
obreros procuran imponer la prolongación de la jornada de trabajo no
hemos de volver sobre ellos, pues este punto ha sido tratado ya (parte 5
del capítulo 8).
El Statute of Labourers se dictó ante las apremiantes quejas de
la Cámara de los Comunes.
«Antes» —dice candorosamente un tory— «los pobres exigían
unos jornales tan altos, que ponían en trance de ruina la industria y la
riqueza. Hoy, sus salarios son tan bajos, que ponen también en trance
de ruina la industria y la riqueza, pero de otro modo y tal vez más
amenazadoramente que antes»60.
En este estatuto se establece una tarifa legal de salarios para el
campo y la ciudad, por piezas y por días. Los obreros del campo
deberán contratarse por años, los de la ciudad «en el mercado libre». Se
prohíbe, bajo penas de cárcel, abonar jornales superiores a los
señalados por el estatuto, pero el delito de percibir tales salarios
ilegales se castiga con mayor dureza que el delito de abonarlos.
Siguiendo esta norma, en las see. 18 y 19 del Estatuto de aprendices
dictado por la reina Isabel se castiga con diez días de cárcel al que
abone jornales excesivos; en cambio, al que los cobre se le castiga con
veintiuno. Un estatuto de 1360 aumenta las

57
«Siempre que la ley intenta zanjar las diferencias existentes entre los patronos (masters) y sus
obreros, lo hace siguiendo los consejos de los patronos», dice A. Smith58. «El espíritu de las
leyes es la propiedad», escribe Linguet59.
58
A. Smith. An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations («Investigación acerca
de la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones»). Vol. I, Edinburgh, 1814, p. 237.-
126.
59
[Linguet, N.] Théorie des loix civiles, ou Principes fondamentaux de la société («Teoría de las
leyes civiles, o Principios fundamentales de la sociedad»). T. I. Londres, 1767, p. 236.-126.
60
J. B. Byles. Sophisms of Free Trade. By a Barrister («Sofismas sobre el librecambismo». Por un
abogado), London, 1850, p. 206. Y añade, maliciosamente: «Nosotros hemos estado siempre
dispuestos, cuanto de ayudar al patrono se tr at a ba. ¿No se podrá ahora hacer algo por el
2 70
Carlos Marx
penas y autoriza incluso al patrono para imponer, mediante castigos
corporales, el trabajo por el salario tarifado. Todas las combinaciones,
contratos, juramentos, etc., con que se obligan entre sí los albañiles y
los carpinteros son declarados nulos. Desde el siglo XIV hasta 1825, el
año de la abolición de las leyes anticoalicionistas61, las coaliciones
obreras son consideradas como un grave crimen. Cuál era el espíritu
que inspiraba el estatuto obrero de 1349 y sus hermanos menores se ve
claramente con sólo advertir que en él se fijaba por imperio del Estado
un salario máximo; lo que no se prescribía ni por asomo era un salario
mínimo.
Durante el siglo XVI, empeoró considerablemente, como se
sabe, la situación de los obreros. El salario en dinero subió, pero no
proporcionalmente a la depreciación del dinero y a la correspondiente
subida de los precios de las mercancías. En realidad, pues, los jornales
bajaron. A pesar de ello, seguían en vigor las leyes encaminadas a
hacerlos bajar, con la conminación de cortar la oreja y marcar con el
hierro candente a aquellos «que nadie quisiera tomar a su servicio». El
Estatuto de aprendices del año 5 del reinado de Isabel, c. 3, autorizaba
a los jueces de paz a fijar determinados salarios y modificarlos, según
las épocas del año y los precios de las mercancías. Jacobo I hizo
extensiva esta norma a los tejedores, los hilanderos y toda suerte de
categorías obreras62, y Jorge II extendió las leyes contra las coaliciones
obreras a todas las manufacturas.

61
Las leyes anticoalicionistas, que prohibían la creación y la actividad de cualquier organización
obrera, fueron promulgadas por el parlamento inglés en los años 1799 y 1800. En 1824, el
parlamento las derogó, confirmando la derogación una vez más en 1825. Sin embargo, incluso
después de eso se limitó mucho la actividad de las uniones obreras. Hasta la simple propaganda
en favor de la adhesión de los obreros a las uniones y de la participación en las huelgas se
consideraba «coerción» y «violencia» y se punía como delito de derecho común. -127.
les prohíbe abonar más de lo que la autoridad del país señala en una tasa. Y, sin embargo, las
condiciones del servicio son, después de la guerra, mejores todavía de lo que habían de ser cien
años más tarde; en 1652, los criados, en Silesia, comían aún carne dos veces por semana,
mientras que ya dentro de nuestro siglo había distritos silesianos en que sólo se comía carne tres
veces al año. Los jornales después de la guerra eran también más elevados que habían de serlo
en los siglos siguientes» [G. Freytag. Neue Bilder aus dem Leben des deutschen Volkes
(«Nuevos cuadros de la vida del pueblo alemán»), Leipzig, 1862, S. 35, 36].
Capítulo X
La Llamada Acumulación Originaria
Dentro del período propiamente manufacturero, el régimen
capitalista de producción sentíase ya lo suficientemente fuerte para que
la reglamentación legal de los salarios fuese tan impracticable como
superflua, pero se conservaban, por si acaso, las armas del antiguo
arsenal. Todavía el reglamento publicado el año 8 del reinado de Jorge
II prohíbe que los oficiales de sastre de Londres y sus alrededores
cobren más de 2 chelines y 7 peniques y medio de jornal, salvo en casos
de duelo público; el reglamento del año 13 del reinado de Jorge III, c.
68, encomienda a los jueces de paz la reglamentación del salario de los
tejedores en seda; todavía en 1796, fueron necesarios dos fallos de los
tribunales superiores para decidir si las órdenes de los jueces de paz
sobre salarios regían también para los obreros no agrícolas; en 1799,
una ley del parlamento confirma que el salario de los obreros mineros
de Escocia se halla reglamentado por un estatuto de la reina Isabel y
dos leyes escocesas de 1661 y 1671. Un episodio inaudito, producido en
la Cámara de los Comunes de Inglaterra, vino a demostrar hasta qué
punto habían cambiado las cosas. Aquí, donde durante más de 400 años
se habían estado fabricando leyes sobre la tasa máxima que en modo
alguno podía rebasar el salario pagado a un obrero, se levantó en 1796
un diputado, Whitbread, para proponer un salario mínimo para los
jornaleros del campo. Pitt se opuso a la propuesta, aunque
reconociendo que «la situación de los pobres era cruel». Por fin, en
1813 fueron derogadas las leyes sobre reglamentación de salarios. Estas
leyes eran una ridicula anomalía, desde el momento en que el
capitalista regía la fábrica con sus leyes privadas, haciéndose necesario
completar el salario del bracero del campo con el tributo de pobreza
para llegar al mínimo indispensable. Las normas de los Estatutos
obreros sobre los contratos entre el patrono y sus jornaleros, sobre los
plazos de aviso, etc., las que sólo permiten demandar por lo civil contra
el patrono que falta a sus deberes contractuales, permitiendo, en
cambio, procesar por lo criminal al obrero que no cumple los suyos,
siguen en pleno vigor hasta la fecha.
Las crueles leyes contra las coaliciones hubieron de derogarse
en 1825, ante la actitud amenazadora del proletariado. No obstante,
sólo fueron derogadas parcialmente. Hasta 1859 no desaparecieron
algunos hermosos vestigios de los antiguos estatutos. Finalmente, la ley
votada por el parlamento el 29 de junio de 1871 prometió borrar las
últimas huellas de esta legislación de clase, mediante el reconocimiento
legal de las tradeuniones. Pero otra ley parlamentaria de la misma fecha
(An act to amend the criminal law relating to violence, threats and
molestation) («Acto para enmendar la criminal ley acerca de la
violencia, las amenazas y las vejaciones») restablece, en realidad, el
antiguo estado de derecho bajo una forma nueva. Mediante este
escamoteo parlamentario, los recursos de que pueden valerse los
272
Carlos Marx
obreros en caso de
lockout (huelga delos
huelga o
fabricantes coaligados, para cerrar sus fábricas),

273
Capítulo X

se sustraen al derecho común y se someten a una legislación penal de


excepción, que los propios fabricantes son los encargados de
interpretar, en su función de jueces de paz. Dos años antes, la misma
Cámara de los Comunes y el mismo señor Gladstone, con su proverbial
honradez, habían presentado un proyecto de ley aboliendo todas las
leyes penales de excepción contra la clase obrera. Pero no se le dejó
pasar de la segunda lectura, y se fue dando largas al asunto, hasta que,
por fin, el «gran partido liberal», fortalecido por la alianza con los
tories63, tuvo la valentía necesaria para votar contra el mismo
proletariado que le había encaramado en el poder. No contento con esta
traición, el «gran partido liberal» permitió que los jueces ingleses, que
tanto se desviven en el servicio a las clases gobernantes, desenterrasen
las leyes ya prescritas sobre las «conspiraciones»64 y las aplicasen a las
coaliciones obreras. Como se ve, el parlamento inglés renunció a las
leyes contra las huelgas y las tradeuniones de mala gana y presionado
por las masas, después de haber desempeñado él durante cinco siglos,
con el egoísmo más desvergonzado, el papel de una tradeunion
permanente de los capitalistas contra los obreros.
En los mismos comienzos de la tormenta revolucionaria, la
burguesía francesa se atrevió a arrebatar de nuevo a los obreros el
derecho de asociación que acababan de conquistar. Por decreto del 14
de junio de 1791, declaró todas las coaliciones obreras como un
«atentado contra la libertad y la Declaración de los Derechos del
Hombre», sancionable con una multa de 500 libras y privación de la
ciudadanía activa durante un año65. Esta ley, que, poniendo a
contribución el poder policiaco del Estado, procura encauzar dentro de
los límites que al capital le plazcan la lucha de concurrencia entablada
entre el capital y el trabajo, sobrevivió a todas las revoluciones y
cambios de dinastía. Ni el mismo régimen del terror66 se atrevió a
tocarla. No se la borró del Código penal hasta hace muy poco. Nada
más elocuente que el pretexto que se dio, al
63
El partido de los tories, partido político inglés fundado a fines del año 70 y comienzos de los 80
del siglo XVII, expresaba los intereses de la aristocracia terrateniente y el alto clero. A mediados
del siglo XIX, sobre la base del partido de los tories, fue fundado el Partido Conservador, que, a veces,
también se llama «tory». -129.
64
Las leyes contra las «conspiraciones» rigieron en Inglaterra ya en la Edad Media. En virtud de las
mismas se perseguían las organizaciones y la lucha de clase de los obreros, tanto antes de su
adopción (véase la nota 79), como después de su abolición. -129.
65
El artículo I de esta ley dice así: «Como una de las bases de la Constitución francesa es la
abolición de toda clase de asociaciones de ciudadanos del mismo estado y profesión, se prohíbe
restaurarlas con cualquier pretexto o bajo cualquier forma». El artículo IV declara que si
«ciudadanos de la misma profesión, industria u oficio se confabulan y se ponen de acuerdo para
rehusar conjuntamente el ejercicio de su industria o trabajo o no prestarse a ejercerlo más que por
un determinado precio, estos acuerdos y confabulaciones... serán considerados como contrarios a
la Constitución y como atentatorios a la libertad y a los Derechos del Hombre, etc.»; es decir,
como delitos contra el Estado, lo mismo que en los antiguos Estatutos obreros [Revolutions de
París («Revoluciones de París»), Paris, 1791, t. III, p. 523].
274
Carlos Marx
lockout (huelga de los fabricantes coaligados, para cerrar sus fábricas),
Tratase del Gobierno de la dictadura jacobina de Francia entre junio de 1793 y junio de 1794.-130.
66

275
Capítulo X
votar la ley para juLsatiLfilcaamr
aedstae AgcoulpmeudlaecEiósntaOdorigbuinragruiéas. «Aunque es de
desear —dice el ponente de la ley, Le Chapelier— que los salarios
suban por encima de su nivel actual, para que quienes los perciben
puedan sustraerse a esa dependencia absoluta que supone la carencia de
los medios de vida más elementales, y que es casi la esclavitud», a los
obreros se les niega el derecho a ponerse de acuerdo sobre sus
intereses, a actuar conjuntamente y, por tanto, a vencer esa
«dependencia absoluta, que es casi la esclavitud», porque con ello
herirían «la libertad de sus cidevant maítres [anteriores dueños] y
actuales patronos» (¡la libertad de mantener a los obreros en la
esclavitud!), y porque el coaligarse contra el despotismo de los antiguos
maestros de las corporaciones equivaldría
—¡adivínese!— a restaurar las corporaciones abolidas por la
Constitución francesa67.

4. Génesis del arrendatario capitalista.


Después de exponer el proceso de violenta creación de los
proletarios libres y desheredados, el régimen sanguinario con que se les
convirtió en obreros asalariados, las sucias altas medidas estatales que,
aumentando el grado de explotación del trabajo elevaban, con medios
policíacos, la acumulación del capital, cumple preguntar: ¿Cómo
surgieron los primeros capitalistas? Pues la expropiación de la
población campesina sólo crea directamente grandes propietarios de
tierra. En cuanto a la génesis del arrendatario, puede, digámoslo así,
tocarse con la mano, pues constituye un proceso lento, que se arrastra a
lo largo de muchos siglos. Los propios siervos, y con ellos los pequeños
propietarios libres no tenían todos, ni mucho menos, la misma situación
patrimonial, siendo por tanto emancipados en condicionas económicas
muy distintas.
En Inglaterra, la primera forma bajo la que se presenta el
arrendatario es la del bailiff también siervo. Su posición se parece
mucho a la del villicus [capataz de esclavos] de la antigua Roma,
aunque con un radio de acción más reducido. Durante la segunda mitad
del siglo XIV es sustituido por un colono o arrendatario, al que el señor
de la tierra provee de simiente, ganado y aperos de labranza. Su
situación no difiere gran cosa de la del simple campesino. La única
diferencia es que explota más trabajo asalariado. Pronto se convierte en
métayer [aparcero], en semiarrendatario. Este pone una parte del capital
agrícola y el propietario la otra. Los frutos se reparten según la
proporción fijada en el contrato. En Inglaterra, esta forma no tarda en
desaparecer, para ceder el puesto a la del verdadero arrendatario, que
explota su propio capital empleando obreros asalariados y abonando al
terrateniente como renta, en dinero o
276
Carlos Marx
lockout (huelga de los fabricantes coaligados, para cerrar sus fábricas),
67
Buchez et Roux. Histoire Parlementaire («Historia parlamentaria») t. X, pp. 193-195, passim.

277
Carlos Marx
en especie, una parte del plusproducto.
Durante el siglo XV, mientras el campesino independiente y el
obrero agrícola, que, además de trabajar a jornal para otro, cultiva su
propia tierra, se enriquecen con su trabajo, las condiciones de vida del
arrendatario y su campo de producción no salen de la mediocridad. La
revolución agrícola del último tercio del siglo XV, que dura casi todo el
siglo XVI (aunque exceptuando los últimos decenios), enriquece al
arrendatario con la misma celeridad con que empobrece a la población
rural68. La usurpación de los pastos comunales, etc., le permite
aumentar considerablemente casi sin gastos su contingente de ganado,
al paso que éste le suministra abono más abundante para cultivar la
tierra.
En el siglo XVI viene a añadirse a éstos un factor decisivo. Los
contratos de arrendamiento eran entonces contratos a largo plazo,
abundando los de noventa y nueve años. La constante depreciación de
los metales preciosos, y por tanto del dinero, fue para los arrendatarios
una lluvia de oro. Hizo —aun prescindiendo de todas las circunstancias
ya expuestas— que descendiesen los salarios. Una parte de éstos pasó a
incrementar las ganancias del arrendatario. El alza incesante de los
precios del trigo, de la lana, de la carne, en una palabra, de todos los
productos agrícolas, vino a hinchar, sin intervención suya, el capital en
dinero del arrendatario, mientras que la renta de la tierra, que él tenía
que abonar, se contraía en su antiguo valor en dinero69. De este modo,
se enriquecía a un tiempo mismo a costa de los jornaleros y del
propietario
68
«Arrendatarios» —dice Harrison, en su Description of England («Descripción de Inglaterra»)—,
«a quienes antes resultaba gravoso pagar 4 libras esterlinas de renta, pagan hoy 40, 50 y hasta 100
libras, y aún creen que han hecho un mal negocio si al expirar su contrato de arriendo no han
puesto
aparte seis o siete años de renta».
69
Sobre los efectos que tuvo la depreciación del dinero en el siglo XVI para las diversas clases de la
sociedad versa A Compendious or Briefe Examination of Certayne Ordinary Complaints, of Divers
of our Countrymen in these our Dayes. By W. S., Gentleman («Compendio o breve examen de
ciertas quejas corrientes de diversos compatriotas nuestros en los días de hoy»), London, 1581.
La forma dialogada de esta obra hizo que durante mucho tiempo se le atribuyese a Shakespeare,
bajo cuyo nombre se reeditó todavía en 1751. Su autor es William Stafford. En uno de los
pasajes de la obra, el caballero (knight) razona así: Caballero: «Vos, mi vecino, el labriego, y vos,
señor tendero, y vos, maestro calderero, y como vos los demás artesanos, todos os defendéis a
maravilla. Porque a medida que todas las cosas encarecen, subís los precios de vuestras
mercancías y actividades, cuando las revendáis. Pero nosotros no tenemos nada que vender para
poder subir su precio y compensar así la carestía de las cosas que nos vemos obligados a
comprar». En otro pasaje, el Caballero pregunta al Doctor: «Os ruego me digáis qué grupos de
gente son esos a que os referís. Y, ante todo, ¿cuáles, en vuestra opinión, no experimentarán con
esto ninguna pérdida?» —Doctor.
«Me refiero a todos los que viven de comprar y vender, pues si compran caro, venden caro
también». —Caballero: «¿Cuál es el segundo grupo que, según vos, sale ganancioso?» —
Doctor.
«Muy sencillo, el de todos aquellos que llevan en arriendo tierras o granjas para su cultivo pagando

275
Capítulo X
de la tierra.
la renta antigua,
Lnleapues
Nada Latie ,mpsiaupagan
deas,según
Adcula norma
e meuxantigua,
ltaracvenden
ñióonsegún
qOurlaeinueva;
,gainaes decir,
firnieque
as
pagan por su tierra muy poco y venden caro lo que sacan de ella...» —Caballero: «¿Y cuál es, a
vuestro juicio, el grupo que sale perdiendo más de lo que éstos ganan?» —Doctor. «El de todos los
nobles, caballeros (noblemen, gentlemen) y demás personas que viven de una renta fija o de un
estipendio, que no trabajan (cultivan) ellos mismos sus tierras o no se dedican a comprar y
vender».

276
Carlos Marx
en especie, una parte del plusproducto.
Inglaterra contase con una clase de «arrendatarios capitalistas» ricos,
para lo que se acostumbraba en aquellos tiempos70.

5. La influencia inversa de la revolución agrícola sobre la industria.


Formación del mercado interior para el capital industrial.

La expropiación y el desahucio de la población campesina,


realizados por ráfagas y constantemente renovados, hacía afluir a la
industria de las ciudades, como hemos visto, masas cada vez más
numerosas de proletarios desligados en absoluto del régimen gremial,
sabia circunstancia que hace creer al viejo A. Anderson 71 (autor que no
debe confundirse con James Anderson), en su Historia del Comercio,
en una intervención directa de la providencia. Hemos de detenernos
unos instantes a analizar este

La Llamada Acumulación Originaria elemento de la


acumulación originaria. Al enrarecimiento de la población rural
independiente que trabaja sus propias tierras no sólo corresponde una
condensación del proletariado industrial, como al enrarecimiento de la
materia del universo en unos sitios, corresponde, según Geoffroy Saint-
70
En Francia, el régisseur, el encargado de administrar y cobrar los tributos adeudados al señor feudal
durante la temprana Edad Media, se convierte pronto en un homme d’affaires (hombre de negocios)
que, a fuerza de chantajes, estafas y otros recursos por el estilo, va trepando hasta escalar el
rango de capitalista. A veces, estos régisseurs eran también aristócratas. Un ejemplo: «Entrega
esta cuenta el señor Jacques de Thoraisse, noble preboste de Besan^on, al señor que en Dijon
lleva las cuentas del señor Duque y Conde de Borgoña sobre las rentas adeudadas a dicho señorío
desde el 25 día de diciembre de 1359 hasta el 28 de diciembre de 1360» [Alexis Monteil. Traite
des Matériaux Manuscrits, etc. («Tratado de materiales manuscritos»), v. I, pp. 234, 235]. Aquí
vemos ya como en todas las esferas de la vida social es el intermediario quien se embolsa la
mayor parte del botín. En la esfera económica, por ejemplo, son los financieros, los bolsistas, los
comerciantes, los tenderos, los que se quedan con la mejor parte; en el derecho civil se queda con
la cosecha de ambas partes el abogado; en la política, el diputado es más que sus electores, el
ministro más que el soberano, en el mundo de la religión, Dios es relegado a segundo plano por
los «intermediarios» y éstos, a su vez, por los curas, mediadores imprescindibles entre el «buen
pastor» y sus ovejas. En Francia, lo mismo que en Inglaterra, los grandes dominios feudales
estaban divididos en un sinnúmero de pequeñas explotaciones, pero en condiciones
incomparablemente más perjudiciales para la población campesina. En el transcurso del siglo XIV
surgieron las granjas, fermes o terriers. Su número iba incesantemente en aumento, y llegó a rebasar
el de 100.000. Abonaban al señor una renta, en dinero o en especie, que oscilaba entre la 12 o la 5
parte de los frutos. Los terriers eran feudos, subfeudos (fiefs, arriére-fiefs), etc., según el valor y
extensión de los dominios algunos de los cuales sólo medían unas cuantas arpents. Todos los
propietarios de estos terriers poseían, en mayor o menor grado, jurisdicción propia sobre sus
moradores; había cuatro grados de jurisdicción. Fácil es imaginarse cuánta sería la opresión del
pueblo campesino bajo este sinnúmero de pequeños tiranos. Monteil dice que por aquel entonces
funcionaban en Francia 160.000 tribunales de justicia, donde hoy bastan 4.000 (incluyendo los
jueces de paz)-
71
A. Anderson. An Historical and Chronological Deduction of the Origin of Commerce, from the
Earliest Accounts to the present Time («Ensayo histórico y cronológico del comercio desde los

277
Capítulo X
de la tierra.
primeros datos hasta el presente»). La primera edición salió en Londres en 1764.-133.
NadaLatieLnlea,mpaudeas,Adcue meuxltaracñióonqOurei,gainafirnieas

278
Carlos Marx
Hilaire72, su condensación en otros.
A pesar de haber disminuido el número de brazos que la
cultivaban, la tierra seguía dando el mismo producto o aún más, pues la
revolución operada en el régimen de la propiedad inmueble lleva
aparejados métodos perfeccionados de cultivo, mayor cooperación,
concentración de los medios de producción, etc., y los jornaleros del
campo no sólo son explotados más intensamente 73 74, sino que, además,
va reduciéndose en proporciones cada vez mayores el campo de
producción en que trabajan para ellos mismos. Con la parte de la
población rural que queda disponible quedan también disponibles, por
tanto, sus antiguos medios de subsistencia, que ahora se convierten en
elemento material del capital variable. Ahora, el campesino lanzado al
arroyo, si quiere vivir, tiene que comprar el valor de sus medios de vida
a su nuevo señor, el capitalista industrial, en forma de salario. Y lo que
ocurre con los medios de vida, ocurre también con las primeras
materias agrícolas, de producción local, suministradas a la industria.
Estas se convierten en elemento del capital constante.
Supongamos, por ejemplo, que una parte de los campesinos de
Westfalia, que en tiempos de Federico II hilaban todos lino, fue
expropiada violentamente y arrojada de sus tierras, mientras los
restantes se convertían en jornaleros de los grandes arrendatarios.
Simultáneamente, surgen grandes fábricas de hilados de lino y de
tejidos, en las que entran a trabajar por un jornal los brazas que han
quedado
«disponibles». El lino sigue siendo el mismo de antes. No ha cambiado
en él ni una sola fibra, y sin embargo, en su cuerpo se alberga ahora una
alma social nueva, pues este lino forma ahora parte del capital
constante del dueño de la manufactura. Antes, se distribuía entre un
sinnúmero de pequeños productores, que lo cultivaban por sí mismos y
lo hilaban en pequeñas cantidades, con sus familias; ahora, se concentra
en manos de un solo capitalista, que hace que otros hilen y tejan para él.
Antes, el trabajo suplementario que se rendía en el taller de hilado se
traducía en un ingreso suplementario para innumerables familias
campesinas, o también, bajo Federico II, en impuestos pour le roi de
Prusse78. Ahora, se traduce en ganancia para un puñado de capitalistas.
Los husos y los telares, que antes se distribuían por toda la comarca, se
aglomeran ahora, con los obreros y la materia prima, en unos cuantos
cuarteles del trabajo. Y de medios de vida independiente para
hilanderos y tejedores, los husos, los telares y la materia prima se
convierten en medios para

72
En sus Notions de Philosophi Naturelle («Nocoones de filosofía natural»), Paris, 1838.
73
Punto este en el que insiste Sir James Steuart74.

277
Capítulo X
someterlos al mando de otro 75 76
y para arrancarles trabajo no retribuido.
J. Steuart. An Inquiry into the Principles of Political Oeconomy («Investigación de los principios de
74

la Economía política»). Vol. I, Dublin, 1770, First book, Ch. XVI.-134.

278
Carlos Marx
Hilaire72, su condensación en otros.
Ni en las grandes manufacturas ni en las grandes granjas hay algún
signo exterior que indique que en ellas se reúnen muchos pequeños
hogares de producción y que deben su origen a la expropiación de
muchos pequeños productores independientes. Sin embargo, el ojo
imparcial no se deja engañar tan fácilmente. En tiempo de Mirabeau, el
terrible revolucionario, las grandes manufacturas se llamaban todavía
manufactures réunies, talleres reunidos, como decimos de las tierras
cuando se juntan.
«Sólo se ven» —dice Mirabeau— «esas grandes manufacturas,
en las que trabajan cientos de hombres bajo las órdenes de un director y
que se denominan generalmente manufacturas reunidas (manufactures
réunies). En cambio, aquellas en las que trabajan diseminados, cada
cual por su cuenta, gran número de obreros, pasan casi inadvertidas. Se
las relega a último término. Y esto es un error muy grande, pues son
éstas las que forman la parte realmente más importante de la riqueza
nacional... La fábrica reunida (fabrique réunié) enriquecerá
fabulosamente a uno o dos empresarios pero los obreros que en ella
trabajan no son más que jornaleros mejor o peor pagados, que en nada
participan del bienestar del fabricante. En cambio, en las fábricas
separadas (fabriques séparées) nadie se enriquece, pero gozan de
bienestar multitud de obreros... El número de los obreros activos y
económicos crecerá, porque éstos ven en la vida ordenada y en el
trabajo un medio de mejorar notablemente su situación, en vez de
obtener una pequeña mejora de jornal, que
La Llamada Acumulación Originaria jamás decidirá
del porvenir y que, a lo sumo, permite al obrero vivir un poco mejor,
pero siempre al día. Las manufacturas separadas e individuales,
combinadas casi siempre con un poco de labranza, son las únicas
libres»77.
La expropiación y el desahucio de una parte de la población
rural, no sólo deja a los obreros, sus medios de vida y sus materiales de
trabajo disponibles para que el capital industrial los utilice, sino que
además crea el mercado interior.
En efecto, el movimiento que convierte a los pequeños labradores
75
Literalmente, «para el rey de Prusia», en el sentido figurado, «cobrados por nada». (N. de la Edit.).
76
«Os concederé» —dice el capitalista— «el honor de servirme, a condición de que me indemnicéis,
entregándome lo poco que os queda, el sacrificio que hago al mandar sobre vosotros» [J. J.
Rousseau. Discours sur lÉconomie Politique («Discursos sobre la Economía política»)].
77
Mirabeau. De la Monarchie Prusienne («De la monarquía prusiana») v. III, pp. 20109, pássim. El
que Mirabeau considere también a los talleres diseminados como más rentables y productivos
que los «reunidos», no viendo en estos más que plantas de estufa sostenidas artificialmente con
la ayuda del Estado, se debe a la situación en que entonces se encontraba una gran parte de las

279
Capítulo X
someterlos al mando de otro75 76 y para arrancarles trabajo no retribuido.
manufacturas del continente.

280
Carlos Marx
en obreros asalariados y a sus medios de vida y de trabajo en elementos
materiales del capital, crea para éste, paralelamente, su mercado
interior. Antes, la familia campesina producía y elaboraba los medios
de vida y las materias primas, que luego eran consumidas, en su mayor
parte, por ella misma. Pues bien, estas materias primas y estos medios
de vida se convierten ahora en mercancías, vendidas por los grandes
arrendatarios, que encuentran su mercado en las manufacturas. El hilo,
el lienzo, los artículos bastos de lana, objetos todos de cuya materia
prima disponía cualquier familia campesina y que ella hilaba y tejía
para su uso, se convierten ahora en artículos manufacturados, que
tienen su mercado precisamente en los distritos rurales. La numerosa
clientela diseminada y controlada hasta aquí por una muchedumbre de
pequeños productores que trabajaban por cuenta propia se concentra
ahora en un gran mercado atendido por el capital industrial78. De este
modo, a la par con la expropiación de los antiguos labradores
independientes y su divorcio de los medios de producción, avanza la
destrucción de las industrias rurales secundarias, el proceso de
diferenciación de la industria y la agricultura. Sólo la destrucción de la
industria doméstica rural puede dar al mercado interior de un país las
proporciones y la firmeza que necesita el régimen capitalista de
producción.
Sin embargo, el período propiamente manufacturero no aporta,
en realidad, transformación radical alguna. Recuérdese que la
manufactura sólo invade la producción nacional de un modo
fragmentario y siempre sobre el vasto panorama del artesanado urbano
y de la industria secundaria doméstico-rural. Aunque elimine a ésta
bajo ciertas formas, en determinadas ramas industriales y en algunos
puntos, vuelve a ponerla en pie en otros en que ya estaba destruida,
pues necesita de ella para transformar la materia prima hasta cierto
grado de elaboración. La manufactura hace brotar, por tanto, una nueva
clase de pequeños campesinos, que sólo se dedican a la agricultura
como empleo secundario, explotando como oficio preferente un trabajo
industrial para vender su producto a la manufactura, ya sea
directamente o por mediación de un comerciante. He aquí una de las
causas, aunque no la fundamental, de un fenómeno que al principio
desorienta a quien estudia la historia de Inglaterra. Desde el último
tercio del siglo XV, se escuchan en ella quejas constantes,
interrumpidas sólo a intervalos, sobre los progresos del capitalismo en
la agricultura y la destrucción progresiva de
78
«Veinte libras de lana convertidas insensiblemente en vestidos para el uso de un año de una familia
obrera, elaboradas por ella misma en el tiempo que otros trabajos le dejan libre, no son para
causar asombro. Pero llevad la lana al mercado, enviadla a la fábrica, luego al corredor, en
seguida al comerciante, y tendréis grandes operaciones comerciales y un capital nominal
invertido en una cuantía que representa veinte veces su valor... Así se explota a la clase
trabajadora, para mantener en pie una población fabril depauperada, una clase parasitaria de

279
Capítulo X
tenderos y un sistema ficticio de comercio, de dinero y de finanzas» (David Urquhart. Familiar
Words («Palabras amistosas»), p. 120].

280
Carlos Marx
la clase campesina.
en obreros asalariadosPor otramedios
y a sus parte, de
esta clase
vida y decampesina reaparece
trabajo en elementos
constantemente, aunque en número más reducido y en situación cada
vez peor79. La razón principal de esto está en que en Inglaterra tan
pronto predomina la producción de trigo como la ganadería, según los
períodos, y con el tipo de producción oscila el volumen de la
producción campesina. Sólo la gran industria aporta, con la maquinaria,
la base constante de la agricultura capitalista, expropia radicalmente a
la inmensa mayoría de la población del campo y remata el divorcio
entre la agricultura y la industria doméstico-rural, cuyas raíces —la
industria de hilados y tejidos— arranca80. Sólo ella conquista, por tanto,
para el capital industrial el mercado interior íntegro81.

79
Con la única excepción de la época de Cromwell. Mientras duró la república, la masa del pueblo
inglés salió, en todas sus capas, de la degradación en que se había hundido bajo los Tudor.
amistosas»), p. 122]. Pero he aquí que viene Carey y acusa a Inglaterra, seguramente con razón,
de querer convertir a todos los demás países en simples pueblos de agricultores, reservándose ella
el papel de fabricante. Y afirma que de este modo se arruinó Turquía, pues «a los poseedores y
cultivadores de la tierra no les consentía jamás» (Inglaterra) «fortalecerse mediante la alianza
natural entre el arado y el telar, entre el martillo y la grada» [The Slave Trade («El comercio de
esclavos»), p. 125]. Según él, el propio Urquhart fue uno de los principales responsables de la ruina
de Turquía, donde, en interés de Inglaterra, propagó el librecambio. Lo mejor del caso es que Carey
—que, dicho sea de paso, es un gran lacayo de los rusos—, pretende impedir por medio del
proteccionismo ese proceso de diferenciación que el proteccionismo no hace más que acelerar.
81
Los economistas filantrópicos ingleses, como Mill, Rogers, Goldwin, Smith, Fawcett, etc., y los
fabricantes liberales, como John Bright y compañía, preguntan a los aristócratas rurales ingleses,
como Dios preguntaba a Caín por su hermano Abel: ¿Qué se ha hecho de nuestros miles de
propietarios libres (freeholders)? Pero, ¿de dónde habéis salido vosotros? De la aniquilación de
esos freeholders. ¿Por qué no preguntáis qué se ha hecho de los tejedores, los hilanderos y los
artesanos independientes?

281
Capítulo X
La Llamada Acumulación Originaria
6. Génesis del capitalista industrial.

La génesis del capitalista industrial 81 82 no se desarrolla de un


modo tan lento y paulatino como la del arrendatario. Es indudable que
ciertos pequeños maestros artesanos, y todavía más ciertos pequeños
artesanos independientes, e incluso obreros asalariados, se convirtieron
en pequeños capitalistas, y luego, mediante la explotación del trabajo
asalariado en una escala cada vez mayor y la acumulación consiguiente,
en capitalistas sans phrase [sin reservas]. En el período de infancia de
producción capitalista, ocurría no pocas veces lo que en los años de
infancia de las ciudades medievales, en que el problema de saber cuál
de los siervos huidos llegaría a ser el amo y cuál el criado se dirimía las
más de las veces por el orden de fechas en que se escapaban. Sin
embargo, la lentitud de este método no respondía en modo alguno a las
exigencias comerciales del nuevo mercado mundial, creado por los
grandes descubrimientos de fines del siglo XV. La Edad Media había
legado dos formas distintas de capital, que alcanzaron su sazón en las
más diversas formaciones socioeconómicas y que antes de llegar la era
del modo de producción capitalista eran consideradas capital quand
méme [por antonomasia]: capital usurario y capital comercial.
«En la actualidad, toda la riqueza de la sociedad se concentra
primeramente en manos del capitalista... Este paga la renta al
terrateniente, el salario al obrero, los impuestos y el diezmo al
recaudador de contribuciones, quedándose para sí con una parte grande,
que en realidad es la parte mayor y que además tiende a crecer
diariamente, del producto anual del trabajo. Ahora el capitalista puede
ser considerado como el que se apropia de primera mano toda la
riqueza social, aunque ninguna ley le ha transferido este derecho de
apropiación... Este cambio de propiedad debe su origen al cobro de
intereses por el capital... y es harto curioso que los legisladores de toda
Europa hayan querido evitar esto con leyes contra la usura... El poder
del capitalista sobre la riqueza toda del país es una completa revolución
en el derecho de propiedad y ¿qué ley o qué serie de leyes la
originó?»83
El autor debería saber que las revoluciones no se hacen con leyes.
El régimen feudal, en el campo, y, en la ciudad, el régimen
gremial impedían al capital-dinero, formado en la usura y en el
comercio,

82
La palabra «industrial» se emplea aquí por oposición a «agrícola». En el sentido de una categoría
económica, el arrendatario es tan capitalista industrial como el fabricante.
83
The Natural and Artificial Right of Property Contrasted («El derecho natural y el artificial de
281
Capítulo X
propiedad contrastados»), London, 1832, pp. 98, 99. El autor de esta obra anónima es Th.
Hodgskin.

282
Capítulo X
La Llamada
convertirse en capital Acumulación
industrial 84 Originaria
. Estas barreras desaparecieron con el
licénciamiento de las huestes feudales y con la expropiación y
desahucio parciales de la población campesina. Las nuevas
manufacturas habían sido construidas en los puertos marítimos de
exportación o en lugares del campo alejados del control de las ciudades
antiguas y de su régimen gremial. De aquí la lucha rabiosa entablada en
Inglaterra entre los corporate towns [ciudades con régimen corporativo
gremial] y los nuevos viveros industriales.
El descubrimiento de los yacimientos de oro y plata de
América, el exterminio, la esclavización y el sepultamiento en las
minas de la población aborigen, el comienzo de la conquista y el saqueo
de las Indias Orientales, la conversión del continente africano en
cazadero de esclavos negros: tales son los hechos que señalan los
albores de la era de producción capitalista. Estos procesos idílicos
representan otros tantos factores fundamentales en el movimiento de la
acumulación originaria. Tras ellos, pisando

84
Todavía en 1794, los pequeños fabricantes de paños de Leeds enviaron una diputación al parlamento
solicitando una ley que prohibiese a todos los comerciantes convertirse en fabricantes (Dr. Aikin.
Description, etc.).

283
Carlos Marx
La Llamada Acumulación Originaria sus huellas,
viene la guerra comercial de las naciones europeas, con el planeta
entero por escenario. Rompe el fuego con el alzamiento de los Países
Bajos, que se sacuden el yugo de la dominación española 85, cobra
proporciones gigantescas en Inglaterra con la guerra antijacobina86,
sigue ventilándose en China en las guerras del opio87, etc.
Las diversas etapas de la acumulación originaria tienen su
centro, en un orden cronológico más o menos preciso, en España,
Portugal, Holanda, Francia e Inglaterra. Es aquí, en Inglaterra, donde a
fines del siglo XVII se resumen y sintetizan sistemáticamente en el
sistema colonial, el sistema de la deuda pública, el moderno sistema
tributario y el sistema proteccionista. En parte, estos métodos se basan,
como ocurre con el sistema colonial, en la más burda de las violencias.
Pero todos ellos se valen del poder del Estado, de la fuerza concentrada
y organizada de la sociedad, para acelerar a pasos agigantados el
proceso de transformación del modo feudal de producción en el modo
capitalista y acortar las transiciones. La violencia es la comadrona de
toda sociedad vieja que lleva en sus entrañas otra nueva. Es ella misma
una potencia económica.
Del sistema colonial cristiano dice un hombre, que hace del
cristianismo su profesión, W. Howitt:
«Los actos de barbarie y de desalmada crueldad cometidos por
las razas que se llaman cristianas en todas las partes del mundo y contra
todos los pueblos del orbe que pudieron subyugar, no encuentran
precedente en ninguna época de la historia universal ni en ninguna raza,
por salvaje e inculta, por despiadada y cínica que ella sea»88.

85
Los Países Bajos (el territorio de las actuales Bélgica y Holanda) se separaron de España después
de la revolución burguesa de 1566-1609; en la revolución se conjugaban la lucha de la burguesía
y las masas populares contra el feudalismo con la guerra de liberación nacional contra la dominación
española. En 1609, tras varias derrotas, España se vio forzada a reconocer la independencia de la
república burguesa de Holanda. El territorio de la actual Bélgica permaneció en manos de
España hasta 1714.-139.
86
Tratase de las guerras de Inglaterra contra Francia en el período de la revolución burguesa francesa
de fines del siglo XVIII. Durante estas contiendas, el Gobierno inglés estableció en su país un
brutal régimen de terror contra las masas trabajadoras. En particular, en dicho período fueron
aplastadas varias sublevaciones populares y se adoptaron leyes que prohibían las uniones
obreras.
- 139.
87
Las guerras del opio eran guerras de conquista contra China que sostuvo Inglaterra sola en los
años de 1839 a 1842 y en compañía de Francia en los años de 1856-1858 y 1860. Sirvieron de
pretexto para la primera guerra las medidas de las autoridades chinas para combatir el comercio
de contrabando de opio organizado por los ingleses. -139.
88
William Howitt. Colonization and Christianity. A Popular History of the Treatment of the Natiles
by the Europeans in all their Colonies («Colonización y cristiandad. Historia popular de cómo
los europeos tratan a los nativos en todas sus colonias»), London, 1838, p. 9. Acerca del trato

283
dado a
Capítulo X

284
Carlos Marx
La historia del régimen colonial holandés —y téngase en cuenta
que Holanda era la nación capitalista modelo del siglo XVII— «hace
desfilar ante nosotros un cuadro insuperable de traiciones, cohechos,
asesinatos e infamias»89. Nada más elocuente que el sistema de robo de
hombres aplicado en la isla de Célebes, para obtener esclavos con
destino a Java. Los ladrones de hombres eran amaestrados
convenientemente. Los agentes principales de este trato eran el ladrón,
el intérprete y el vendedor; los príncipes nativos, los vendedores
principales. Los muchachos robados eran escondidos en las prisiones
secretas de Célebes, hasta que estuviesen ya maduros para ser
embarcados con un cargamento de esclavos. En un informe oficial
leemos:
«Esta ciudad de Makassar, por ejemplo, está llena de prisiones
secretas, a cual más espantosa, abarrotadas de infelices, víctimas de la
codicia y la tiranía, cargados de cadenas, arrancados violentamente a
sus familias».
Para apoderarse de Malaca, los holandeses sobornaron al
gobernador portugués. Este les abrió las puertas de la ciudad en 1641.
Los invasores corrieron en seguida a su palacio y le asesinaron, para de
este modo poder «renunciar» al pago de la suma convenida por el
servicio, que eran 21.875 libras esterlinas. A todas partes les seguía la
devastación y la despoblación. Banjuwangi, provincia de Java, que en
1750 contaba con más de 80.000 habitantes, quedó reducida en 1811 a
8.000. He aquí cómo se las gasta el doux commerce [comercio inocente].
Como es sabido, la Compañía inglesa de las Indias Orientales90
obtuvo, además del poder político en estas Indias,

los esclavos, puede verse una buena compilación en Charles Comte. Traite de Legislation
(«Tratado de legislación»), 3 éd., Bruxelles, 1837. Conviene estudiar en detalle estos asuntos,
para ver en qué es capaz de convertirse el burgués y en qué convierte a sus obreros allí donde le
dejan moldear el mundo libremente a su imagen y semejanza.
89
Thomas Stamford Raffles, late Lieut. Governor of Java. The History of Java («Historia de Java»),
London, 1817 [v. II, pp. CXC-CXCI, apéndice].
comercio con la India, le pertenecían igualmente las principales funciones de gobierno en ese
último país. La insurrección de liberación nacional de 1857-1859 en la India obligó a Gran
Bretaña a cambiar las formas de dominación colonial y a liquidar la Compañía de las Indias

285
Orientales. - 140.
Capítulo X

286
Carlos Marx
el monopolio del comercio de té y del comercio chino en general, así
como el del transporte de mercancías de Europa a China y viceversa.
Pero del monopolio de la navegación costera de la India y entre las
islas, y del comercio interior de la India, se apropiaron los altos
funcionarios de la Compañía. Los monopolios de la sal, del opio, del
bétel y otras mercancías eran filones inagotables de riqueza. Los
mismos funcionarios fijaban los precios a su antojo y esquilmaban
como les daba la gana al infeliz indio. El gobernador general de las
Indias llevaba participación en este comercio privado. Sus favoritos
obtenían contratos en condiciones que les permitían, mejor que los
alquimistas, hacer oro de la nada. En un solo día brotaban como los
hongos grandes fortunas, y la acumulación originaria avanzaba viento
en popa sin desembolsar ni un chelín. En las actas judiciales del Warren
Hastings abundan ejemplos de esto. He aquí uno. Un tal Sullivan
obtiene un contrato de opio cuando se dispone a trasladarse —en
función de servicio— a una región de la India muy alejada de los
distritos opieros. Sullivan vende su contrato por
40.000 libras esterlinas a un tal Binn que lo revende el mismo día por
60.000, y el último comprador y ejecutor del contrato declara que
obtuvo todavía una ganancia fabulosa. Según una lista sometida al
parlamento, la Compañía y sus funcionarios se hicieron regalar por los
indios, desde 17S7 hasta 1766, ¡6 millones de libras esterlinas! Entre
1769 y 1770, los ingleses fabricaron allí una epidemia de hambre,
acaparando todo el arroz y negándose a venderlo si no les pagaban
precios fabulosos91.
En las plantaciones destinadas exclusivamente al comercio de
exportación, como en las Indias Occidentales, y en los países ricos y
densamente poblados, entregados al pillaje y a la matanza, como
México y las Indias Orientales, era, naturalmente, donde el trato dado a
los indígenas revestía las formas más crueles. Pero tampoco en las
verdaderas colonias se desmentía el carácter cristiano de la
acumulación originaria. Aquellos hombres, virtuosos intachables del
protestantismo, los puritanos de la Nueva Inglaterra, otorgaron en 1703,
por acuerdo de su Assembly [Asamblea Legislativa], un premio de 40
libras esterlinas por cada escalpo de indio y por cada piel roja apresado;
en 1720, el premio era de 100 libras por escalpo; en 1744, después de
declarar en rebeldía a una tribu de Massachusetts-Bay, los premios eran
los siguientes: por los escalpas de varón, desde doce años para arriba,
100 libras esterlinas de nuevo cuño; por cada hombre apresado, IOS
libras; por cada mujer y cada niño, SS libras; ¡por cada escalpo de mujer
o niño, SO libras! Algunos decenios más tarde, el sistema colonial
inglés había de vengarse en los descendientes rebeldes de los devotos
píligrim fathers

287
Capítulo X
91
En el año 1866 murieron de hambre en una sola provincia, en Orissa, más de un millón de indios.
Y todavía se procuraba enriquecer al erario con los precios a que se les vendían víveres a los
hambrientos.

288
Capítulo X
[padres peregrinosL]a,
sueldo
LulaemdecaInglaterra.
d aerAoncu El mparlamento británico
ulaahcaió Oardeclaró que la caza de
qhombres y aelyescalpar t om«recursos
eran wnke
que Dios dyiglaoinaturaleza
snabarijao habían
la
puesto en sus manos».
Bajo el sistema colonial, prosperaban como planta de estufa el
comercio y la navegación. Las «Sociedades Monopolios» (Lutero) eran
poderosas palancas de concentración de capitales. Las colonias
brindaban a las nuevas manufacturas, que brotaban por todas partes,
mercado para sus productos y una acumulación de capital intensificada
gracias al régimen de monopolio. El botín conquistado fuera de Europa
mediante el saqueo descarado, la esclavización y la matanza refluían a
la metrópoli para convertirse aquí en capital. Holanda, primer país en
que se desarrolló plenamente el sistema colonial, había llegado ya en
1648 al apogeo de su grandeza mercantil. Se hallaba «en posesión casi
exclusiva del comercio de las Indias Orientales y del tráfico entre el
Suroeste y el Nordeste de Europa. Sus pesquerías, su marina y sus
manufacturas sobrepujaban a las de todos los demás países. Los
capitales de esta república superaban tal vez a los del resto de Europa
junto»92.
Gülich, autor de estas líneas, se olvida de añadir que la masa del
pueblo holandés se hallaba ya en 1648 más agotada por el trabajo, más
empobrecida y más brutalmente oprimida que la del resto de Europa
junto.
Hoy, la supremacía industrial lleva consigo la supremacía
comercial. En el verdadero período manufacturero sucedía lo contrario:
era la supremacía comercial la que daba el predominio en el campo de
la industria. De aquí el papel predominante que en aquellos tiempos
desempeñaba el sistema colonial. Era el «dios extranjero» que venía a
entronizarse en el altar junto a los viejos ídolos de Europa y que un
buen día los echaría a todos a rodar de un empellón. Este dios
proclamaba la acumulación de plusvalía como el fin último y único de
la humanidad.
El sistema del crédito público, es decir, de la deuda del Estado,
cuyos orígenes descubríamos ya en Genova y en Venecia en la Edad
Media, se adueñó de toda Europa durante el período manufacturero. El
sistema colonial, con su comercio marítimo y sus guerras comerciales,
le sirvió de acicate. Por eso fue Holanda el primer país en que arraigó.
La deuda pública, o sea, la enajenación del Estado —absoluto,
constitucional o republicano—. imprime su sello a la era capitalista. La
92
Marx cita el trabajo de Gülich Geschichtliche Dartsellung des Handels, der Gewerbe und des
Ackerbaus der bedeutendsten handeltreibenden Staaten unsrer Zeit («Descripción histórica del
286
Carlos Marx
comercio, la industria y la agricultura de los principales Estados comerciales de nuestra época»).
Bd. I, Jena, 1830, S. 371.-142.

287
Capítulo X
única
[padres parte de Lla]a,llamada riqueza nacional que entra real y
peregrinos
verdaderamente
Lulaemcaadya93erenAon
posesión
cutmomcolectiva
ul ahcaióde los pueblos
rdigoismodernos
nabarijao es... la
qdeuda pública . Por eso wnkeOaconsecuente
es aperfectamente esa la
teoría
moderna, según la cual un pueblo es tanto más rico cuanto más se carga
de deudas. El crédito público se convierte en credo del capitalista. Y al
surgir las deudas del Estado, el pecado contra el Espíritu Santo, para el
que no hay remisión, cede el puesto al perjurio contra la deuda pública.
La deuda pública se convierte en una de las palancas más
potentes de la acumulación originaria. Es como una varita mágica que
infunde virtud procreadora al dinero improductivo y lo convierte en
capital sin exponerlo a los riesgos ni al esfuerzo que siempre lleva
consigo la inversión industrial e incluso la usuraria. En realidad, los
acreedores del Estado no entregan nada, pues la suma prestada se
convierte en títulos de la deuda pública, fácilmente negociables, que
siguen desempeñando en sus manos el mismísimo papel del dinero.
Pero aún prescindiendo de la clase de rentistas ociosos que así se crea y
de la riqueza improvisada que va a parar al regazo de los financieros
que actúan de mediadores entre el Gobierno y el país —así como de la
riqueza regalada a los arrendadores de impuestos, comerciantes y
fabricantes particulares, a cuyos bolsillos afluye una buena parte de los
empréstitos del Estado, como un capital llovido del cielo—, la deuda
pública ha venido a dar impulso a las sociedades anónimas, al tráfico de
efectos negociables de todo género, al agio; en una palabra, a la lotería
de la bolsa y a la moderna bancocracia.
Desde el momento mismo de nacer, los grandes bancos,
adornados con títulos nacionales, no fueron nunca más que sociedades
de especuladores privados que cooperaban con los gobiernos y que,
gracias a los privilegios que éstos les otorgaban, estaban en condiciones
de adelantarles dinero. Por eso, la acumulación de la deuda pública no
tiene barómetro más infalible que el alza progresiva de las acciones de
estos bancos, cuyo pleno desarrollo data de la fundación del Banco de
Inglaterra (en 1694). Este último comenzó prestando su dinero al
Gobierno a un 8 por 100 de interés; al mismo tiempo, quedaba
autorizado por el parlamento para acuñar dinero del mismo capital,
volviendo a prestarlo al público en forma de billetes de banco. Con
estos billetes podía descontar letras, abrir créditos sobre mercancías y
comprar metales preciosos. No transcurrió mucho tiempo antes de que
este mismo dinero fiduciario fabricado por él le sirviese de moneda
para saldar los empréstitos hechos al Estado y para pagar los intereses
de la deuda pública por cuenta de éste. No contento con dar con una
mano para
93
William Cobbett observa que en Inglaterra todos los establecimientos públicos se denominan
«reales». En justa compensación, tenemos la deuda «nacional» (national debt).
288
Capítulo X
recibir con la otraLma áLsladme alodaquAecudmabuala,
se
csieembolsaba,
ógnuíOa rsiacreedor
g inndaoperpetuo de la nación hasta el último céntimo
ri,aa pesar
entregado. Pocoi ae poco, fue de lo que
convirtiéndose en depositario insustituible
de los tesoros metálicos del país y en centro de gravitación de todo el
crédito comercial. Por los años en que Inglaterra dejaba de quemar
brujas, comenzaba a colgar falsificadores de billetes de banco. Las
obras de aquellos años, por ejemplo, las de Bolingbroke94 muestran qué
impresión producía a las gentes de la época la súbita aparición de este
monstruo de bancócratas, financieros, rentistas, corredores, agentes y
lobos de bolsa.
Con la deuda pública surgió un sistema internacional de crédito,
detrás del que se esconde con frecuencia, en tal o cual pueblo, una de
las fuentes de la acumulación originaria. Así, por ejemplo, las infamias
del sistema de rapiña seguido en Venecia constituyen una de esas bases
ocultas de la riqueza capitalista de Holanda, a quien la Venecia
decadente prestaba grandes sumas de dinero. Otro tanto acontece entre
Holanda e Inglaterra. Ya a

94
«Si los tártaros invadiesen hoy Europa, resultaría difícil hacerles comprender lo que es entre nosotros
un financiero» [Montesquieu. Esprit des loix («Espíritu de las leyes»), t. IV, p. 33, éd. Londres.
1769].

288
CCaarploíts
La Llamada Acumulación Originaria
comienzos del siglo XVIII,ullas
Momanufacturas
aXrx holandesas se habían
quedado muy atrás y Holanda había perdido la supremacía
comercial e industrial. Por eso, desde 1701 hasta 1776, uno de sus
negocios principales consiste en prestar capitales gigantescos,
sobre todo a su poderoso competidor: a Inglaterra. Es lo mismo
que hoy ocurre entre Inglaterra y los Estados Unidos. Muchos de
los capitales que hoy comparecen en Norteamérica sin cédula de
origen son sangre infantil recién capitalizada en Inglaterra.
Como la deuda pública tiene que ser respaldada por los ingresos
del Estado, que han de cubrir los intereses y demás pagos anuales, el
sistema de los empréstitos públicos tenía que ser forzosamente el
complemento del moderno sistema tributario. Los empréstitos permiten
a los gobiernos hacer frente a gastos extraordinarios sin que el
contribuyente se dé cuenta de momento, pero provocan, a la larga, un
recargo en los tributos. A su vez, el recargo de impuestos que trae
consigo la acumulación de las deudas contraídas sucesivamente obliga
al Gobierno a emitir nuevos empréstitos, en cuanto se presentan nuevos
gastos extraordinarios. El sistema fiscal moderno, que gira todo él en
torno a los impuestos sobre los artículos de primera necesidad (y por
tanto a su encarecimiento) lleva en sí mismo, como se ve, el resorte
propulsor de su progresión automática. El excesivo gravamen
impositivo no es un episodio pasajero, sino más bien un principio. Por
eso en Holanda, primer país en que se puso en práctica este sistema, el
gran patriota De Witt lo ensalza en sus Máximas95 como el mejor
sistema imaginable para hacer al obrero sumiso, frugal, aplicado y...
agobiado de trabajo. Pero, aquí no nos interesan tanto los efectos
aniquiladores de este sistema en cuanto a la situación de los obreros
asalariados como la expropiación violenta que supone para el
campesino, el artesano, en una palabra, para todos los sectores de la
pequeña clase media. Acerca de esto no hay discrepancia, ni siquiera
entre los economistas burgueses. Y a reforzar la eficacia expropiadora
de este mecanismo, por si aún fuese poca, contribuye el sistema
proteccionista, que es una de las piezas que lo integran.

95
Por lo visto, Marx se refiere aquí a la edición inglesa del libro Aanwysing der heilsame politike
Gronden en Maximen van de Republike van Holland en West- Friesland («Indicación de los más
importantes principios y máximas de la República de Holanda y de Frisia Occidental»), atribuido
a Jan de Witt y publicado por vez primera en Leyden en 1622. Como se ha establecido, a excepción
de dos capítulos escritos por Jan de Witt, el autor del libro era Pieter von der Hore (Pieter de la
Court), economista y empresario holandés. -
1 44 .
28 9
La parte tan considerable que toca a la deuda pública y al
sistema fiscal correspondiente en la capitalización de la riqueza y en la
expropiación de las masas, ha hecho que multitud de autores, como
Cobbett, Doubleday y otros, busquen aquí, sin razón, la causa principal
de la miseria de los pueblos modernos.
El sistema proteccionista fue un medio artificial para fabricar
fabricantes, expropiar a los obreros independientes, capitalizar los
medios de producción y de vida de la nación y abreviar violentamente
el tránsito del modo antiguo al modo moderno de producción. Los
Estados europeos se disputaron la patente de este invento y, una vez
puestos al servicio de los acumuladores de plusvalía, abrumaron a su
propio pueblo y a los extraños, para conseguir aquella finalidad, con la
carga indirecta de los aranceles protectores, con el fardo directo de las
primas de exportación, etc. En los países secundarios dependientes
vecinos se exterminó violentamente toda la industria, como hizo por
ejemplo Inglaterra con las manufacturas laneras en Irlanda. En el
continente europeo, vino a simplificar notablemente este proceso el
precedente de Colbert. Aquí, una parte del capital originario de los
industriales sale directamente del erario público.
«¿Para qué» —exclama Mirabeau— «ir a buscar tan lejos la
causa del esplendor manufacturero de Sajonia antes de la guerra de los
Siete años?96 ¡180 millones de deuda pública!»97.
El sistema colonial, la deuda pública, la montaña de impuestos,
el proteccionismo, las guerras comerciales, etc., todos estos vastagos
del verdadero período manufacturero se desarrollaron en proporciones
gigantescas durante los años de infancia de la gran industria... El
nacimiento de esta industria es festejado con la gran cruzada heródica
del rapto de niños. Las fábricas reclutan su personal, como la Marina
real, por medio de la prensa. Sir F. M. Edén, al que tanto enorgullecen
las atrocidades de la campaña librada desde el último tercio del siglo
XV hasta su época, fines del siglo XVIII, para expropiar de sus tierras a
la

96
La guerra de los Siete años (1756-1763) estalló en Europa debido a las veleidades expansionistas de
las potencias absolutistas feudales y la rivalidad colonial de Francia e Inglaterra. Como resultado
de la conflagración, Francia tuvo que ceder a Inglaterra sus mayores colonias (el Canadá, las
posesiones en las Indias Orientales, etc.); Prusia, Austria y Sajonia conservaron sus fronteras
anteriores a la guerra. - 145.

290
97
Mirabeau. De la Monarchie Prusienne («De la monarquía prusiana»), t. VI, p. 101.

CCaarploíts
La Llamada Acumulación Originaria
ulMo aXrx

291
Capítulo X
población del campo, que tanto se complace en ensalzar este
proceso histórico como un proceso «necesario» para abrir paso a
la agricultura capitalista e «instaurar la proporción justa entre la
tierra de labor y la destinada al ganado», no acredita la misma
perspicacia económica cuando se trata de reconocer la
necesidad del robo de niños y de la esclavitud infantil para abrir
paso a la transformación de la manufactura en industria fabril e
instaurar la proporción justa entre el capital y la fuerza de
trabajo.
«Merece tal vez la pena» —dice este autor— «que el público se
pare a pensar si una manufactura cualquiera que, para poder trabajar
prósperamente, necesita saquear cotteges y asilos buscando los niños
pobres para luego, haciendo desfilar a un tropel tras otro, martirizarlos
y robarles el descanso durante la mayor parte de la noche; una
manufactura que, además, mezcla y revuelve a montones de personas de
ambos sexos, de diversas edades e inclinaciones, en tal mezcolanza que
el contagio del ejemplo tiene forzosamente que conducir a la
depravación y al libertinaje; si esta manufactura, decimos, puede
enriquecer en algo la suma del bienestar nacional e individual».98 «En
Derbyshire, Nottinghamshire y sobre todo en Lancashire» —dice
Fielden— «la maquinaria recién inventada fue empleada en grandes
fábricas, construidas junto a ríos capaces de mover la rueda hidráulica.
En estos centros, lejos de las ciudades, se necesitaron de pronto miles
de brazos. Lancashire, sobre todo, que hasta entonces había sido
relativamente poco poblado e improductivo, atrajo hacia sí una enorme
población. Se requisaban principalmente las manos de dedos finos y
ligeros. Inmediatamente se impuso la costumbre de traer aprendices (!)
de los diferentes asilos parroquiales de Londres, Birmingham y otros
sitios. Así fueron expedidos al Norte miles y miles de criaturitas
impotentes, desde los siete hasta los trece o los catorce años. Los
patronos» (es decir, los ladrones de niños) «solían vestir y dar de comer
a sus víctimas, alojándolos en las «casas de aprendices» cerca de la
fábrica. Se nombraban vigilantes encargados de fiscalizar el trabajo de
los muchachos. Estos capataces de esclavos estaban interesados en que
los aprendices se matasen trabajando, pues su sueldo era proporcional a
la cantidad de producto que a los niños se les arrancaba. El efecto
lógico de esto era una crueldad espantosa... En muchos distritos
fabriles, sobre todo en Lancashire, estas criaturas inocentes y
desgraciadas,

292
CCaarploíts
La Llamada Acumulación Originaria
98 ulM
Edén. The State of the Poor («La situación de o aX
los rx t. II, cap. I p. 421.
pobres»),

293
Capítulo X
La Llamada Acumulación Originaria
consignadas al fabricante, eran sometidas a las más horribles torturas.
Se las mataba trabajando.... se las azotaba, se las cargaba de cadenas y
se las atormentaba con los más escogidos refinamientos de crueldad; en
muchas fábricas, andaban muertos de hambre y se les hacía trabajar a
latigazos... En algunos casos, se les impulsaba hasta al suicidio...
Aquellos hermosos y románticos valles de Derbyshire,
Nottinghamshire y Lancashire, ocultos a las miradas de la publicidad,
se convirtieron en páramos infernales de tortura, y no pocas veces de
matanza... Las ganancias de los fabricantes eran enormes. Pero, ello no
hacía más que afilar sus dientes de ogro. Se implantó la práctica del
trabajo nocturno, es decir, que después de tullir trabajando durante todo
el día a un grupo de obreros, se aprovechaba la noche para baldar a
otro; el grupo de día caía rendido sobre las camas calientes todavía de
los cuerpos del grupo de noche, y viceversa. En Lancashire, hay un
dicho popular, según el cual las camas no se enfrían nunca»99.
Con los progresos de la producción capitalista durante el
período manufacturero, la opinión pública de Europa perdió los últimos
vestigios de pudor y de conciencia que aún le quedaban. Los diversos
países se jactaban cínicamente de todas las infamias que podían servir
de medios de acumulación de capital. Basta leer, por ejemplo, los
ingenuos Anales del Comercio, del filisteo A.

John Fielden. The Curse of the Factory System («La maldición del sistema fabril»), pp. 5, 6.
Sobre las infamias cometidas en sus orígenes por el sistema fabril, v. Doctor Aikin.
Description of the Country from 30 to 40 miles round Manchester («Descripción del campo a
30-40 millas en torno de Manchester»), p. 219, y Gisborne. Inquiry into the Duties of Men
(«Investigación de los deberes de los hombres»), 1795, v. II. Como la máquina de vapor retiró
a las fábricas de la orilla de los ríos, trayéndolas del campo al centro de la ciudad, el
elaborador de plusvalía, siempre dispuesto a «sacrificarse», no necesitaba ya que le expidiesen
los esclavos a la fuerza de las casas de labor, pues tenía el material infantil más a mano.
Cuando Sir. R. Peel (padre del
«ministro de la plausibilidad») presentó en 1815 su ley de protección de la infancia, F. Horner
(lumen [prohombre] del Bullion- Comité e íntimo amigo de Ricardo) declaró, en la Cámara de
los Comunes: «Es público y notorio que, al subastarse los efectos de un industrial quebrado, se
sacó a pública subasta y se adjudicó una banda, si se le permite esta expresión, de niños fabriles,
como parte integrante de su propiedad. Hace dos años (en 1813) se planteó ante el King's
Bench («Tribunal Superior de Justicia») un caso repugnante de éstos. Se trataba de un cierto
número de muchachos que una parroquia de Londres había cedido a un fabricante, el cual, a su
vez, los traspasó a otro. Por fin, algunas personas caritativas los encontraron, en completa
inanición (absolute famine)». Pero, a conocimiento suyo, como vocal de la Comisión
parlamentaria de investigación, había llegado otro caso más repugnante todavía. «Hace no
muchos años, una parroquia de Londres y un fabricante de Lancashire habían hecho un
contrato, en que se estipulaba que el segundo aceptaría, por cada veinte niños sanos, uno
idiota».

292
Carlos Marx
Anderson100. En ellos se proclama a los cuatro vientos, como un triunfo
de la sabiduría política de Inglaterra, que, en la paz de Utrecht, este país
arrancó a los españoles, por el tratado de asiento101, el privilegio de
poder explotar también entre Africa y la América española la trata de
negros, que hasta entonces sólo podía explotar entre Africa y las Indias
Occidentales inglesas. Inglaterra obtuvo el privilegio de suministrar a la
América española, hasta 1743, 4.800 negros al año. Este comercio
servía, a la vez, de pabellón oficial para cubrir el contrabando británico.
Liverpool se engrandeció gracias al comercio de esclavos. Este
comercio era su método de acumulación originaria. Y hasta hoy, la
«respetable sociedad» de Liverpool sigue siendo el Píndaro de la trata
de esclavos que —véase la citada obra del Dr. Aikin, publicada en 1795
—, «exalta hasta la pasión el espíritu comercial y emprendedor,
produce famosos navegantes y arroja enormes beneficios». En 1730,
Liverpool dedicaba 15 barcos al comercio de esclavos; en 1751 eran ya
53; en 1760, 74; en
1770, 96, y en 1792,132.
A la par que implantaba en Inglaterra la esclavitud infantil, la
industria algodonera servía de acicate para convertir la economía
esclavista más o menos patriarcal de los Estados Unidos en un sistema
comercial de explotación. En general, la esclavitud encubierta de los
obreros asalariados en Europa exigía, como pedestal, la esclavitud sans
phrase [sin reservas] en el Nuevo Mundo102.
Tantae molis erat103 el dar suelta a las «leyes naturales y
eternas» del modo de producción capitalista, el consumar el proceso
de divorcio entre los obreros y las condiciones de trabajo, el
transformar, en uno de los polos, los medios sociales de

100

1032

A. Anderson. An Historical and Chronological Deduction of the Origin of Commerce, from


the Earliest Accounts to the present Time («Ensayo histórico y cronológico del comercio desde
los primeros datos hasta el presente»). La primera edición salió en Londres en 1764.-147.
Alusión al Tratado de Utrecht, concluido por Francia y España, de una parte y, de otra, por los
miembros de la coalición antifrancesa (Inglaterra, Holanda, Portugal, Prusia y los Habsburgos
de Austria) en 1713, con el que se puso fin a la guerra de sucesión de España (comenzada en
1701). Según el tratado, pasaron a pertenecer a Inglaterra varias colonias francesas y españolas
en las Indias Occidentales y Norteamérica, así como Gibraltar. -147.
En 1790, en las Indias Occidentales inglesas había 10 esclavos por cada hombre libre; en las
Indias francesas, 14; en las holandesas, 23 [Henry Brougham. An Inquiry into the Colonial
Policy of the European Powers («Investigación de la política colonial de las potencias
europeas»), Edinburgh, 1803, v. IL, p. 74].
«Tantae molis erat» (costó tantos trabajos), expresión del poema de Virgilio, Eneida, libro
primero, verso 33.-147.
293
Capítulo X
producción y de viLdaa LenlacmaapditaalA, ycuemn uellapcoiólon
cOornitgrianriaorilaa masa del pueblo en obreros asalariados, en
«pobres trabajadores» libres, este producto artificial de la historia
moderna104. Si el dinero, según Augier 105, «nace con manchas naturales
de sangre en un carrillo», el capital viene al mundo chorreando sangre y
lodo por todos los poros, desde los pies hasta la cabeza106.
7. Tendencia histórica de la acumulación capitalista.

¿A qué se reduce la acumulación originaria del capital, es decir,


su génesis histórica? En tanto que no es la transformación directa del
esclavo y del siervo de la gleba en obrero asalariado, o sea, un simple
cambio de forma, la acumulación originaria significa solamente la
expropiación del productor directo, o lo que

104

La expresión «labouring poor» [pobre que trabaja] aparece en las leyes inglesas desde el
mismo instante en que adquiere notoriedad la clase de los obreros asalariados. Los «labouring
poor» se distinguen, de una parte de los «idle poor» [pobre ocioso], de los mendigos, etc., y,
de otra parte de los obreros que todavía no han sido completamente desplumados, ya que se
hallan en propiedad de sus medios de trabajo. De la ley, la expresión de «labouring poor» pasó
a la Economía política, desde Culpeper, J. Child, etc., hasta A. Smith y Edén. Júzguese, pues,
de la bonne foi [buena fe] del «execrable political cantmonger» [execrable fariseo político]
Edmund Burke, cuando dice que el término de «labouring poor» no es más que «execrable
political cant» [execrable hipocresía política]. Este sicofante, que, a sueldo de la oligarquía
inglesa, se hizo pasar por romántico frente a la revolución francesa exactamente lo mismo que
antes, al estallar los disturbios de Norteamérica, se había hecho pasar a sueldo de las colonias
norteamericanas por liberal frente a la oligarquía inglesa, no era más que un burgués ordinario.
«Las leyes del comercio son leyes de la naturaleza y por consiguiente leyes de Dios» [E.
Burke. Thoughts and Details on Scarcity («Reflexiones y detalles de la escasez»), ed.
London, 1800, pp. 31, 32].
¡Nada tiene, pues, de extraño que él, fiel a las leyes de Dios y de la naturaleza, se vendiese
siempre al mejor postor! En las obras del rev. Tucker —Tucker era cura y tory, pero fuera de
esto, una persona decente y un buen economista— encontramos una magnífica caracterización
105
de este Edmundo Burke, durante su época liberal. Dada la infame versatilidad que hoy impera
106
y que profesa el más devoto de los cultos a «las leyes del comercio», no hay más remedio que
sacar a la vergüenza pública a todos los Burkes, los cuales sólo se distinguen de sus imitadores
por una cosa: el talento.
Marie Augier. Du Credit Public («Del crédito público»).
«El capital» (dice el Quarterly Reviewer) «huye de los tumultos y las riñas y es tímido por
naturaleza. Esto es verdad, pero no toda la verdad. El capital tiene horror a la ausencia de
ganancias o a la ganancia demasiado pequeña, como la naturaleza al vacío. Conforme aumenta
la ganancia, el capital se envalentona. Asegúresele un 10 por 100 y acudirá a donde sea; un 20
por 100, y se sentirá ya animado; con un 50 por 100, positivamente temerario; al 100 por 100,
es capaz de saltar por encima de todas las leyes humanas; el 300 por 100, y no hay crimen a
que no se arriesgue, aunque arrostre el patíbulo. Si el tumulto y las riñas suponen ganancia, allí
estará el capital encizañándolas. Prueba: el contrabando y el comercio de esclavos». (T. J.
294
D
Carlos Marx
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.

295
Capítulo X
La Llamada Acumulación Originaria es lo mismo, la
destrucción de la propiedad privada basada en el trabajo propio.
La propiedad privada, por oposición a la social, colectiva, sólo
existe allí, donde los medios de trabajo y las condiciones externas de
éste pertenecen a particulares. Pero el carácter de la propiedad privada
es muy distinto, según que estos particulares sean los trabajadores o los
que no trabajan. Las infinitas modalidades que a primera vista presenta
la propiedad privada no hacen más que reflejar los estados intermedios
situados entre esos dos extremos.
La propiedad privada del trabajador sobre sus medios de
producción es la base de la pequeña producción y ésta es una condición
necesaria para el desarrollo de la producción social y de la libre
individualidad del propio trabajador. Cierto es que este modo de
producción existe también bajo la esclavitud, bajo la servidumbre de la
gleba y en otras relaciones de dependencia. Pero sólo florece, sólo
despliega todas sus energías, sólo conquista la forma clásica adecuada
allí donde el trabajador es propietario privado y libre de las
condiciones de trabajo manejadas por él mismo, el campesino dueño de
la tierra que trabaja, el artesano dueño del instrumento que maneja
como virtuoso.
Este modo de producción supone el fraccionamiento de la tierra
y de los demás medios de producción. Excluye la concentración de
éstos y excluye también la cooperación, la división del trabajo dentro
de los mismos procesos de producción, el dominio y la regulación
social de la naturaleza, el libre desarrollo de las fuerzas productivas de
la sociedad. Sólo es compatible con unos límites estrechos y primitivos
de la producción y de la sociedad. Querer eternizarlo, equivaldría,
como acertadamente dice Pecqueur, a «decretar la mediocridad
general»107. Pero, al llegar a un cierto grado de progreso, él mismo crea
los medios materiales para su destrucción. A partir de este momento,
en el seno de la sociedad se agitan fuerzas y pasiones que se sienten
aherrojadas por él. Hácese necesario destruirlo, y es destruido. Su
destrucción, la transformación de los medios de producción
individuales y desperdigados en medios socialmente concentrados de
producción, y por tanto de la propiedad

107
C. Pecqueur. Théorie nouvelle d'économie socials et politiques, ou Études sur ¡'organisation des
sociedades»), Paris, 1842, p. 435.-149.
295
sociétés («Nueva teoría de la economía social y política, o Estudios sobre la organización de
las

Capítulo X

296
Carlos Marx

expropiación de la gran masa del pueblo, privándola de la tierra y de


los medios de vida e instrumentos de trabajo, esta horrible y penosa
expropiación de la masa del pueblo forma la prehistoria del capital.
Abarca toda una serie de métodos violentos, entre los cuales sólo
hemos pasado revista aquí a los que han hecho época como métodos de
acumulación originaria del capital. La expropiación de los productores
directos se lleva a cabo con el más despiadado vandalismo y bajo el
acicate de las pasiones más infames, ruines, mezquinas y odiosas. La
propiedad privada fruto del propio esfuerzo y basada, por decirlo así, en
la compenetración del obrero individual e independiente con sus
condiciones de trabajo, es desplazada por la propiedad privada
capitalista, que se basa en la explotación de la fuerza de trabajo ajena,
aunque formalmente libre108.
Una vez que este proceso de transformación ha corroído
suficientemente, en profundidad y extensión, la sociedad antigua, una
vez que los productores se han convertido en proletarios y sus
condiciones de trabajo en capital, una vez que el modo capitalista de
producción se mueve ya por sus propios medios, el rumbo ulterior de la
socialización del trabajo y de la transformación de la tierra y demás
medios de producción en medios de producción explotados
socialmente, es decir, sociales, y por tanto, la marcha ulterior de la
expropiación de los propietarios privados, cobra una forma nueva.
Ahora ya no es el trabajador que gobierna su economía el que debe ser
expropiado, sino el capitalista que explota a numerosos obreros.
Esta expropiación se lleva a cabo por el juego de leyes
inmanentes de la propia producción capitalista, por la centralización de
los capitales. Un capitalista devora a muchos otros. Paralelamente a
esta centralización o expropiación de una multitud de capitalistas por
unos pocos, se desarrolla cada vez en mayor escala la forma
cooperativa del proceso del trabajo, se desarrolla la aplicación
tecnológica consciente de la ciencia, la metódica explotación de la
tierra, la transformación de los medios de trabajo en medios de trabajo
que sólo pueden ser utilizados en común, y la economía de todos los
medios de producción, por ser

«Hemos entrado en un régimen social totalmente nuevo... tendemos a separar todo tipo de
propiedad de todo tipo de trabajo» [Sismondi. Nouveaux Principes de l'Économie Politique
(«Nuevos principios de la Economía política,), t. II, Paris, 1827, p. 434].

utilizados como medios de producción del trabajo combinado, del


trabajo social, el enlazamiento de todos los pueblos por la red del
sociedades»), Paris, 1842, p. 435.-149.
297
Capítulo X
minúscula de
L a Lmundial
mercado lam ad a A como
c u mconsecuencia
u lac ió n deO resto,
i g i na ri a
mu c ho s en py,r op
internacional i e da d g ig an t e s c ael dcarácter
e

298
Carlos Marx
del régimen capitalista. A la par con la disminución constante del
número de magnates del capital, que usurpan y monopolizan todas las
ventajas de este proceso de transformación, aumenta la masa de la
miseria, de la opresión, de la esclavitud, de la degradación y de la
explotación; pero aumenta también la indignación de la clase obrera,
que constantemente crece en número, se instruye, unifica y organiza por
el propio mecanismo del proceso capitalista de producción. El
monopolio del capital se convierte en traba del modo de producción
que ha florecido junto con él y bajo su amparo. La centralización de los
medios de producción y la socialización del trabajo llegan a tal punto
que se hacen incompatibles con su envoltura capitalista. Esta se rompe.
Le llega la hora a la propiedad privada capitalista. Los expropiadores
son expropiados.
El modo capitalista de apropiación que brota del modo
capitalista de producción, y, por tanto, la propiedad privada capitalista,
es la primera negación de la propiedad privada individual basada en el
trabajo propio. Pero la producción capitalista engendra, con la fuerza
inexorable de un proceso de la naturaleza, su propia negación. Es la
negación de la negación. Esta no restaura la propiedad privada, sino la
propiedad individual, basada en los progresos de la era capitalista: en la
cooperación y en la posesión colectiva de la tierra y de los medios de
producción creados por el propio trabajo.
La transformación de la propiedad privada dispersa, basada en
el trabajo personal del individuo, en propiedad privada capitalista es,
naturalmente, un proceso muchísimo más lento, más difícil y más
penoso de lo que será la transformación de la propiedad privada
capitalista, que de hecho se basa ya en un proceso social de producción,
en propiedad social. Allí, se trataba de la expropiación de la masa del
pueblo por unos cuantos usurpadores; aquí, de la expropiación de unos
cuantos usurpadores por la masa del pueblo109.

«El progreso de la industria, del que la burguesía, incapaz de oponérsele, es agente involuntario,
sustituye el aislamiento de los obreros, resultante de la competencia, por su unión revolucionaria
mediante la asociación. Así, el desarrollo de la gran industria socava bajo los pies de la burguesía
las bases sobre que ésta produce y se apropia lo producido. La burguesía produce, ante todo, sus

297
Capítulo X
minúscula de
propios sepultureros. Su hundimiento y la victoria del proletariado son
L a L lam ad a A c u m u lac ió n O r i g i na ri a
mu c ho s en p r op i e da d g ig an t e s c a d e

298
Carlos Marx

igualmente inevitables... De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, sólo el
proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria. Las demás clases van degenerando y
desaparecen con el desarrollo de la gran industria; el proletariado, en cambio, es su producto
más peculiar. Los estamentos medios —el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el
artesano, el campesino—, todos ellos luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su
existencia como tales estamentos medios. No son, pues, revolucionarios, sino conservadores.
Más todavía, son reaccionarios, ya que pretenden volver atrás la rueda de la Historia» (C.
Marx y F. Engels. Manifiesto del Partido Comunista. Londres, 1848, págs. 9,11) [véase la
presente edición, 1.1, págs. 122,120].
23
De la moral privada de este héroe burgués da fe, entre otras cosas, lo siguiente:

299
Capítulo X
La Llamada Acumulación Originaria

«Las grandes asignaciones de tierras hechas en Irlanda a favor de Lady Orkney en


252
38
Steuart dice: «La renta de estas comarcas» (aplica equivocadamente la
categoría económica de «renta» al tributo abonado por los taksmen39 al jefe del
clan) «es insignificante, comparada con su extensión, pero, respecto al número de
personas que sostiene una hacienda, puede tal vez asegurarse que un pedazo de
tierra en la 259
62
De una cláusula del estatuto del segundo año del reinado de Jacobo I, c. 6, se infiere que ciertos

300
Carlos Marx

fabricantes de paños se arrogaban el derecho a imponer oficialmente la tarifa de jornales en sus propios
talleres, como jueces de paz. En Alemania, abundaban los estatutos encaminados a mantener bajos
los jornales, sobre todo después de la guerra de los Treinta años. «En las comarcas deshabitadas, los
terratenientes padecían mucho de la penuria de criados y obreros. A todos los vecinos del pueblo les
estaba prohibido alquilar habitaciones a hombros y mujeres solteros, y todos estos huéspedes debían
ser puestos en conocimiento de la autoridad y encarcelados, caso de que no accedieran a entrar a
servir de criados, aun cuando viviesen de otra ocupación, trabajando para los campesinos por un
jornal o tratando incluso con dinero y en granos» [Kaiserliche Privilegien und Sanctionen für
Schlesien («Privilegios y sanciones imperiales para Silesia», I, 125]. «Durante todo un siglo
escuchamos en los decretos de los regentes amargas quejas acerca de esa chusma maligna y
altanera que no quiere

301
Capítulo X
La Llamada Acumulación Originaria

someterse a las duras condiciones del trabajo ni conformarse con el salario legal; a los terratenientes
se 271
80
Tuckett sabe que la gran industria lanera brota de la verdadera manufactura y de la destrucción de
la manufactura rural o casera, con la introducción de la maquinaria [Tuckett. A. History etc.
(«Historia, etc.»), v. I., p. 144]. «El arado y el yugo fueron invención de los dioses y ocupación
de héroes: ¿acaso la lanzadera, el huso y el telar tienen un origen menos noble? Si separáis la
rueca y el arado, el huso y el yugo, obtenéis fábricas y asilos, créditos y pánicos, dos naciones
enemigas, la agrícola y la comercial» (David Urquhart. Familiar Words («Palabras
90
La Compañía de las Indias Orientales era una compañía inglesa de comercio (16001858),

302
Carlos Marx

instrumento de la política saqueadora colonial de Gran Bretaña en la India, China y otros países
de Asia. Durante mucho tiempo poseía el monopolio del

303
Capítulo X
La Llamada Acumulación Originaria
CAPÍTULO XI

EL IMPERIALISMO, FASE SUPERIOR DEL CAPITALISMO

I. RASGOS ECONÓMICOS FUNDAMENTALES DEL IMPERIALISMO

La fase monopolista del capitalismo -el imperialismo- tiene por


origen el régimen de producción capitalista. El imperialismo no
constituye un sistema económico-social nuevo, sino la fase más alta -la
última- del capitalismo.
Es a Lenin a quien corresponde el mayor mérito en el análisis
del imperialismo. Basándose en las obras de Marx y Engels, amplió la
doctrina económica marxista aplicada a las nuevas condiciones
reinantes a comienzos del siglo XX. En sus trabajos El imperialismo,
fase superior del capitalismo, El imperialismo y la escisión del
socialismo, La consigna de los Estados Unidos de Europa, El
programa militar de la revolución proletaria, El socialismo y la guerra
y algunos otros, correspondientes al período de la primera guerra
mundial, Lenin sintetizó y sometió a un análisis marxista una inmensa
cantidad de hechos y datos que caracterizaban la nueva fase, la fase
superior, del desarrollo del capitalismo, reveló la esencia económica
del imperialismo, mostró los efectos de la ley económica fundamental
del capitalismo en las circunstancias del imperialismo, definió el lugar
histórico del aquél, sometió a una crítica contundente las “teorías”
burguesas y oportunistas sobre el imperialismo, amplió la teoría de la
revolución socialista y colocó los cimientos de la teoría de la crisis
general del capitalismo.
El fenómeno económico fundamental del paso del capitalismo
pre monopolista al imperialismo es la sustitución de la competencia
libre por el dominio de los monopolios, por cuya razón podemos
definir el imperialismo como la fase monopolista del capitalismo. Pero
tal definición resultaría incompleta, aunque subraya lo esencial del
concepto del imperialismo.
La definición leninista completa de la esencia económica del
imperialismo contiene cinco rasgos principales:

* Spiridonova, Atlas y Otros. Curso Superior de Economía Política, volumen I.

304
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo
“1) Concentración de la producción y del capital, hasta un
grado tan alto, que ha creado los monopolios, los cuales desempeñan el
papel decisivo en la vida económica; 2) fusión del capital bancario con
el industrial y creación, a base de ello, del <<capital financiero>>, de la
oligarquía financiera; 3) exportación de capital -a diferencia de la
exportación de mercancías-, que adquiere trascendental significación;
4) constitución de asociaciones monopolistas internacionales de los
capitalistas, que se reparten el mundo, y S) consumación del reparto
territorial del mundo por las mayores potencias capitalistas.”1
El paso al imperialismo se verificó en el último tercio del siglo
XIX y representó la culminación del desarrollo precedente del
capitalismo.
Una serie de grandes descubrimientos científicos y de adelantos
técnicos en la siderurgia, en la fabricación de maquinaria, en las
industrias químicas y electrotécnicas marcaron la segunda mitad del
siglo XIX. Comenzó la producción industrial de energía eléctrica y se
alcanzaron progresos considerables en los transportes y las
comunicaciones.
Todo ello dio lugar a un rápido incremento de la producción
industrial, cuyo volumen se triplicó durante el último tercio del siglo
XIX, al aumento de la composición orgánica del capital en las ramas
industriales básicas y a modificaciones en la estructura de estas ramas.
Si anteriormente el papel decisivo en la producción capitalista
lo desempeñaban las ramas de la industria ligera, ahora pasa a primer
plano la industria pesada: surgen poderosas empresas dotadas de una
técnica de tipo superior, con una alta composición orgánica del capital.
El vigoroso desarrollo de las fueras productivas durante este
período acentúa la concentración de la producción y del capital.
Contribuyó extraordinariamente a acelerar estos procesos la crisis
económica de superproducción de 1873, a partir de la cual inicióse la
formación de monopolios capitalistas y la transformación del
capitalismo de libre competencia en imperialismo. A comienzos del
siglo XX, el imperialismo se había constituido ya definitivamente.

1
V.I. Lenin, Obras, tomo 22, pág. 2S3.
302
Spiridonova, Atlas y Otros

Examinemos, ante todo, la esencia económica de la nueva fase


del capitalismo.
1. LA CONCENTRACIÓN DE LA PRODUCCIÓN Y LOS
MONOPOLIOS.
Lenin formuló los rasgos económicos del imperialismo en sus
relaciones de interdependencia, concediendo el lugar más destacado al
primer rasgo económico del imperialismo: la concentración de la
producción y el dominio de los monopolios. Esto constituye la esencia
económica del imperialismo y determina toda la vida económica y
política de la sociedad burguesa durante este período.
Surgen los monopolios como resultado natural de la
concentración de la producción y del capital, que se desarrolla
aceleradamente sobre la base de la libre competencia. Fue Marx quien
descubrió la ley de la concentración y centralización del capital,
demostrando cómo la libre competencia de la época del capitalismo
industrial conducía al desplazamiento de las pequeñas empresas por las
grandes, fenómeno que originaba la concentración de la producción en
empresas cada vez mayores.
Los índices fundamentales de la concentración de la producción
pueden considerarse los siguientes:
1. Número de grandes empresas dentro del total de empresas
del país. 2
2. Número de obreros ocupados en las grandes empresas en
proporción al número total de obreros ocupados en la
industria de un país.
3. Parte que corresponde a las grandes empresas en el total de
la producción industrial.
4. Parte del potencial de producción concentrada en las
grandes empresas respecto al potencial total del país.
La concentración de la producción está íntimamente
vinculada a la concentración y centralización del capital.
Concentración -o acumulación- del capital significa aumento de
la magnitud de un capital individual mediante la

303
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo incorporación a
él de una parte de la plusvalía obtenida en una empresa dada.
Centralización del capital significa aumento del mismo
mediante la incorporación de muchos capitales pequeños en uno solo,
más grande.
Observación separadamente, la concentración y la
centralización del capital parecen procesos opuestos, ya que la primera
va acompañada del fraccionamiento del capital y de la mutua
separación de muchos capitales individuales (a causa de la partición de
bienes en las familias capitalistas), mientras que la segunda constituye
su atracción recíproca. En realidad, la concentración y la centralización
del capital no representan fenómenos separados de la economía
capitalista, sino un proceso dialéctico único. Sin la concentración del
capital no es posible su centralización, y, a la vez, la centralización del
capital se convierte en poderoso elemento de la acumulación, puesto
que, por constituir un proceso incomparablemente más rápido, va
acompañada de un aumento acelerado de la masa y de la cuota de
plusvalía.
En su obra El imperialismo, fase superior del capitalismo, V. I.
Lenin no examina separadamente la concentración y la centralización
del capital. Por concentración entiende él la reunión del capital y de los
activos en manos de grandes compañías, proceso que se verifica tanto a
consecuencia de la acumulación del capital como en virtud de la
centralización del mismo.
Los principales caminos que sigue la centralización del capital
son la competencia, el crédito y la fundación de sociedades anónimas.
Bajo el imperialismo desempeñan un importante papel en la
centralización acelerada del capital las crisis y las guerras, así como el
desarrollo del capitalismo monopolista de Estado.
Al verificarse el paso al imperialismo, el proceso de
concentración de la producción y del capital se acentúa, alcanzando tal
grado de desarrollo hacia comienzos del siglo XX, que engendra los
monopolios.
Lenin aduce los ejemplos de Alemania y de los Estados Unidos
para mostrar el alto nivel de concentración de la producción en este
período.

304
Spiridonova, Atlas y Otros

En Alemania, las grandes empresas industriales, comerciales y


de transportes, con más de 50 obreros (el 0.9% de todas las empresas)
agrupaban el 39.4% de los obreros ocupados y más de las tres cuartas
partes de la energía eléctrica y de vapor.
De 1904 a 1909, en los Estados Unidos, el número de grandes
empresas con una producción superior al millón de dólares llegó casi a
duplicarse, pasando de 1,900 a 3,060. Su proporción respecto a la
totalidad de las empresas creció de 0.9% a 1.1%; el número de obreros
ocupados en ellas pasó desde el 25.6% hasta el 30.5% del total de
obreros. Estas empresas daban el 38% (1904) y el 43.8% (1909) de
toda la producción industrial.
En 1955, las grandes empresas estadounidenses con más de
1,000 obreros cada una constituían el 0.8% de todos los
establecimientos industriales, ocupaban el 33.6% del total de obreros y
proporcionaban el 39.6% de la producción industrial neta. A fines de
1958, los monopolios gigantes, con activos de más de 100 millones de
dólares cada uno, representaban el 0.08% de todas las asociaciones
monopolistas del país; en sus manos se concentraba el 59.1% de los
activos y el 64% del valor del mecanismo productivo.
En la República Federal de Alemania, el 51.4% de los obreros
ocupados en 1959 trabajaban en grandes empresas que constituían
menos del 3% de los establecimientos industriales del país.
En Inglaterra, la proporción del personal de las grandes
empresas respecto al total de los establecimientos industriales pasó del
3.1% en 1935 al 5.2% en 1961, y de las de los obreros ocupados en
dichas empresas creció, respectivamente, del 25.4 al 50% del total.
Analizando el proceso de concentración de la producción,
Lenin prestó especial interés a la llamada “combinación”, forma
peculiar de la concentración.
La combinación representa la unión en la misma empresa de
diversas ramas industriales que se complementan mutuamente, y a
veces la unión de todo el proceso de producción en su conjunto, desde
la obtención de las materias primas hasta la terminación del producto.
En tales empresas, la producción de un

305
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo taller sirve de
materia prima o de materia semifabricada para otro taller.
La combinación disminuye los gastos de producción y de venta
de las mercancías, abre el camino a los adelantos técnicos, permite
aprovechar los residuos, etc., todo lo cual contribuye a elevar la cuota
de ganancia en las empresas combinadas y fortalece las posiciones de
éstas en la competencia.
Un modelo de combinación gigantesca es el complejo industrial
Hary, que forma parte del trust del acero de Norteamérica y que
comprende todo el ciclo siderúrgico en su conjunto, inclusive minas de
hierro y de carbón, enormes altos hornos, talleres de fundición, trenes
de laminación, instalaciones de coque, etc.
Ya antes de la primera guerra mundial, el mayor complejo
industrial de Alemania eran las factorías Krupp; junto a las empresas
siderúrgicas, poseía fábricas de maquinaria y de armamento.
El notable incremento experimentado por la química durante la
primera guerra mundial y en los años subsiguientes suscita la tendencia
a combinar la siderurgia con la química. Al mismo tiempo, se crean
factorías químicas propiamente dichas, que alcanzan proporciones
gigantescas y abarcan numerosas ramas de la química. De ejemplo
pueden servir empresas fundadas en los años veinte de nuestro siglo: la
I. G. Farbenindustrie en Alemania, el trust Du Pont de Nemours en los
Estados Unidos de América, el trust Químico Inglés y otros. Adquieren
gran difusión las factorías energometalúrgicas y energoquímicas, y se
constituyen empresas combinadas en una serie de ramas de la industria
ligera.
Como caso destacable entre estas últimas cabe citar el
consorcio Unilever, que actualmente se ha convertido en un
importantísimo monopolio internacional: domina la producción
mundial y el comercio de jabón, margarina, glicerina, aceite de coco,
numerosos cosméticos, vitaminas, etc., y es una compañía de tipo
multilateral, que posee plantaciones propias de cocoteros en los
trópicos, buques de carga, el puerto de Sunlight, que es el mayor de los
puertos privados del mundo, una flota de remolcadores y de balleneros,
plantaciones de té, granjas lecheras, pesquerías y tiendas de
comestibles.

306
Spiridonova, Atlas y Otros

¿Por qué la concentración de la producción, al llegar a un alto


grado de desarrollo, crea el monopolio? ¿Por qué el dominio de los
monopolios sustituye a la libre competencia a fines del siglo XIX y
comienzos del XX en los principales países capitalistas?
En su libro El imperialismo, fase superior del capitalismo,
Lenin descubre la razón de que la competencia se convierta en
monopolio y demuestra lo objetivo de su nacimiento. “La
concentración, al llegar a un cierto grado de desarrollo, conduce por sí
misma, pudiéramos decir, hasta las propias puertas del monopolio.
Unas cuantas decenas de empresas gigantescas pueden ponerse de
acuerdo fácilmente entre sí, y por otra parte las dificultades de la
competencia, la tendencia al monopolio, es engendrada precisamente
por el gran volumen de las empresas.”3
Por consiguiente, si antes había cientos e incluso miles de
pequeñas empresas en tal o cual rama, la concentración de la
producción hace que ahora queden, en algunas ramas, un pequeño
número de grandes empresas que detentan la aplastante masa de la
producción. Ello facilita la posibilidad de una componenda entre ellas,
la fundación de las alianzas monopolistas de los capitalistas. La
necesidad de los monopolios la deduce Lenin de las “dificultades de la
competencia” entre las empresas gigantes, competencia que puede
resultar muy larga, agotadora y cara, mientras que la fusión en
monopolio hace posible ganancias elevadísimas: ganancias
monopolistas.
Al principio, la monopolización abarca la industria pesada más
concentrada; posteriormente el proceso penetra en la industria ligera,
se extiende a los transportes, al comercio, a los bancos, a las
compañías de seguros y a la agricultura. Actualmente, en los países
capitalistas, los monopolios predominan tanto en la esfera de la
producción material como en la esfera no material, es decir, en toda la
economía de esos países.
El ex dirigente de la Unión Soviética, Nikita Jrushov afirmó
que: “... Casi una tercera parte de la producción capitalista
mundial se
halla en manos de tan sólo 200 grandes monopolios. Al modo de pulpos
gigantescos, los monopolios han prendido en sus

307
Capítulo XI

3
V. I. Lenin, Obras, tomo 22, pág. 18S.

308
Spiridonova, Atlas y Otros
El Imperialismo, fase superior del capitalismo tentáculos
países y continentes enteros, chupando la savia vital a los pueblos.”
En las principales ramas de la industria de los Estados Unidos
de América, cinco o seis de las más grandes asociaciones monopolistas
llevan el timón.
En la siderurgia norteamericana, los mayores monopolios son
la United States Steel Corporation, que ocupa 260,000 obreros, y la
Bethlehem Steel Corporation, con un total de 150,100 obreros.
El 96% de la producción de automóviles se halla concentrado
en manos de los “tres grandes”: la General Motors (599,200 obreros),
la Ford (178,100 obreros) y la Chrysler (143,900 obreros).
En la industria petrolera de los Estados Unidos imperan seis
corporaciones, la mayor de las cuales es la Standard Oil Company
(Nueva York), que empela en sus empresas a 155,500 obreros.
El control de la industria química pertenece a Du Pont de
Nemours (89,400 obreros).
Puede considerarse que el mayor monopolio de Inglaterra es el
trust denominado Imperial Chemical Industries, que ocupa a 114,000
personas y cuyos activos se elevan a la enorme suma de 437,900,000
libras esterlinas. Esta empresa tiene monopolizada en grado casi
completo la producción de cerca de 4,000 artículos: explosivos,
productos químicos, plásticos, abonos, colorantes sintéticos, etc. Cerca
del 90% de la fundición de acero en Inglaterra pertenece a nueve
importantísimas compañías asociadas en un pujante monopolio: la
Federación Británica del Hierro y del Acero.
El consorcio Unilever predomina en la industria británica del
jabón y de la margarina. La mayor parte de sus ganancias a lo largo de
varios decenios ha sido el fruto de la explotación de los pueblos de las
colonias y países dependientes. Este monopolio tiene en todo el mundo
unas 600 compañías subsidiarias, y sus activos se elevan a 246,100.000
libras esterlinas.

309
Capítulo XI
En la fabricación de maquinaria, la compañía más poderosa es
la Vickers, con activos equivalentes a 96,900.00 libras. La Imperial
Chemical Industries y la Vickers desempeñan un relevante papel en la
producción de armamentos de Inglaterra.
Durante la posguerra, en la República Federal de Alemania ha
sido totalmente restablecida la potencia del capital monopolista. En las
empresas del consorcio Siemens, de la industria electrotécnica, tenían
ocupación el Io de enero de 1961 alrededor de 209,000 obreros.
En la fabricación de maquinaria se ha restablecido la casa
Krupp (111,000 obreros), que es también un importantísimo consorcio
de la industria de los armamentos.
El primer puesto en la siderurgia pertenece a la compañía
Mannesman, con 82,500 trabajadores. Cuatro firmas sucesoras del trust
químico I. G. Farbenindustrie explotan en sus empresas más obreros
que explotaba todo el trust antes de la guerra.
¿Qué representan, pues, los monopolios?
Los monopolios reúnen bajo su dominio una buena parte de la
producción y de la venta de una o de varias ramas de la industria; cada
monopolio pertenece a un gran capitalista o a una asociación de
capitalistas, y permite limitar la producción y establecer precios altos,
precios de monopolio.
Las alianzas monopolistas actúan en diversas formas. Las más
simples (rings, corners o convenciones) representan acuerdos
temporales sobre los precios o sobre la distribución de ganancias
comunes (pools) y son poco sólidas y de muy poca duración.
Las formas principales de las alianzas monopolistas son los
carteles, los sindicatos, los trusts y los consorcios.
El cartel es una asociación capitalista basada en un acuerdo
sobre distribución de mercados, precios únicos, reparto de materias
primas, condiciones de contratación de mano de obra, unidad de
cálculo de ganancias, limitación de la producción y establecimiento de
una cuota, para cada uno de los integrantes del cartel, en la producción
y la venta. Los llamados acuerdos sobre patentes constituyen una
importante variedad de los carteles. Habitualmente, los convenios de
cartel se conciertan con

El Imperialismo, fase superior del capitalismo arreglo a una o

310
Spiridonova, Atlas y Otros
a dos condiciones; por eso se les distingue como carteles de
establecimientos de precios únicos, etc. La infracción de las cláusulas
del convenio acarrea una multa cuyo importe ingresa en la caja común.
Es peculiaridad característica de todos los carteles, sea cual
fuere su perfil, la conservación de la autonomía productiva, comercial
y jurídica de todos sus componentes.
La fluctuante correlación de fuerzas entre los capitalistas que
componen el cartel, ocasionada por su desigual desarrollo, hace poco
sólidas estas alianzas. Por regla general, duran de cinco a diez años, y a
veces se desintegran antes de lo que estipula el convenio.
Su mayor desarrollo ha correspondido a Alemania. Fueron fruto
de la contracción existente entre la gran industria, en rápido
incremento, dotada de material moderno y fundada en cuantiosos
capitales, particularmente en la contribución obtenida después de la
guerra franco- prusiana, de una parte, y la gran limitación del mercado,
de otra. El camino prusiano de evolución del capitalismo en la
agricultura limitó el mercado interno, y el monopolio colonial de
Inglaterra, de Francia y de otros países dificultó la lucha de los
capitalistas alemanes por conquistarlos mercados exteriores, todo lo
cual les incitó a organizarse en carteles, cuyo número creció
rápidamente en Alemania: de 70 que existían en 1887, pasaron a ser
300 en 1900 y más de 2,000 (2,200 exactamente) en víspera de la
segunda guerra mundial.
El grado inmediatamente superior en las alianzas monopolistas
lo representa el sindicato, muy similar al cartel.
El sindicato constituye una alianza de capitalistas en la que la
venta de la producción de todos sus participantes, así como la compra
de materia prima, se verifica a través de oficinas comunes, lo que
permite vender más caro y comprar más barato. Por consiguiente, los
participantes en los sindicatos, a diferencia de los carteles, pierden su
autonomía comercial.
También esta forma de monopolio es, al igual que el cartel,
característica de Alemania, pero en la Rusia zarista llegó a alcanzar
gran difusión. Los sindicatos Prodúgol, Prodámet y Prodvagón, los
sindicatos de los fabricantes textiles, azucareros, etc., llegaron a
desempeñar un importante papel. En las asociaciones monopolista de
Rusia solía dominar el capital extranjero.
Una forma superior del monopolio con respecto al sindicato es
el trust.

311
Capítulo XI
El trust es una alianza de capitalistas cuyos componentes
pierden por completo su independencia productiva, comercial y
jurídica, convirtiéndose en socios poseedores de acciones según el
valor de sus empresas.
El trust es encabezado, bien por una compañía especialmente
constituida (la llamada holding company), o por una de las mayores
empresas que forman parte de él. La dirección regula la producción,
determina las condiciones de venta y los precios, decide la distribución
de beneficios, etc.
Esta forma de monopolio existe en todos los países, pero ha
alcanzado su mayor extensión en los Estados Unidos de América, país
al que se ha dado el nombre de “patria de los trusts”, a causa de su
desarrollo peculiar. El impetuoso auge industrial norteamericano en
vísperas del siglo XX, la concentración de la industria en pocas manos
y la producción masiva en empresas equipadas con los adelantos
modernos prepararon el camino para la fundación de los monopolios.
Al mismo tiempo, la existencia de grandes extensiones de tierras libres
hasta fines del siglo XIX atraía la mano de obra hacia la agricultura, lo
que contribuyó al alza de los salarios de los obreros industriales. Los
salarios altos y los abundantes ingresos de los granjeros garantizaban la
extensión del mercado interior. En tales condiciones, la forma más
eficaz de monopolio resultó ser el trust. El trust facilita el incremento
de la producción, el perfeccionamiento de la técnica y el desarrollo de
la especialización y de la cooperación. Estas posibilidades sólo podían
ser utilizadas con un amplio mercado interior.
En 1879 se fundó la Estándar Oil, primer trust petrolero del
mundo. También fueron creados como trusts los monopolios
siderúrgicos estadounidenses United States Steel Corporation,
Bethlehem Steel Corporation y el trust de la industria química Du Pont
de Nemours.
Dentro de las alianzas monopolistas, los consorcios forman un
grupo especial.

312
Spiridonova, Atlas y Otros
El Imperialismo, fase superior del capitalismo

El consorcio constituye un complejo de empresas heterogéneas


-de monopolios enteros a veces-, tanto en la esfera de la producción
como en la del comercio, los bancos, las compañías de seguros y de
transportes que se encuentran bajo el control de un grupo financiero.
Por consiguiente, las empresas integrantes de un consorcio conservan
su independencia productora, comercial y jurídica, pero se hallan
ligadas entre sí por una interdependencia financiera.
El consorcio, forma superior de asociación monopolista, crea
las premisas para establecer el dominio de los más grandes capitalistas
e la vida económica y política de un país.
Por primera vez, esta forma de agrupación monopolista
apareció en el Japón. Durante el período comprendido entre las dos
guerras mundiales, y especialmente después de la segunda, se observa
un rápido incremento de los consorcios en la mayoría de los países
capitalistas. Es un fenómeno suscitado por la creciente concentración
de capitales y también por el deseo de los capitalistas de prevenirse
contra la ruina invirtiendo recursos en diversas ramas de la economía.
Sea cual fuere la forma que adopte una asociación monopolista,
su propósito es siempre uno: obtener ganancias de monopolio. En ello
encuentra su expresión la ley económica fundamental del capitalismo
en su fase imperialista.
Cuando Lenin definió el imperialismo como una fase especial
de la evolución del capitalismo se basó, ante todo, en sus rasgos
económicos. La sustitución de la libre competencia por el dominio de
los monopolios expresa cambios esenciales, cualitativos, en la base, en
las relaciones de producción del capitalismo llegado a su fase superior.
El tipo de relaciones de producción sigue siendo el mismo, el
capitalista privado, y, por tanto, las leyes económicas específicas del
capitalismo se mantienen en vigor, funcionando en todas las etapas de
este régimen social. Sin embargo, los cambios verificados en las
relaciones de producción bajo el imperialismo hacen que se observen
peculiaridades en las leyes económicas del capitalismo y,
particularmente, en la acción de su ley económica fundamental.

La ley económica fundamental del capitalismo -la de la


plusvalía- se mantiene en vigor bajo el imperialismo, pero la 312

313
Spiridonova, Atlas y Otros

forma de su manifestación cambia, y la ley se desarrolla. Si en la época


del capitalismo industrial la ley fundamental del capitalismo se
manifestaba en la ley de la ganancia media, el dominio de los
monopolios bajo el imperialismo crea la base económica para obtener
altas ganancias monopolistas.
La ganancia monopolista -ganancia de la época del
imperialismo- se diferencia desde el punto de vista cuantitativo y
cualitativo de la ganancia media del período del capitalismo industrial.
Cuantitativamente es bastante más alta que el beneficio medio y que la
plusvalía excedente obtenida por determinados capitalistas. La
diferencia cuantitativa de la ganancia monopolista consiste en que
expresa las relaciones de producción de la época del capitalismo
monopolista. Esta alta ganancia corresponde, ante todo, a un sistema de
explotación por la burguesía de la clase obrera y de los pequeños
productores, tanto de su país como de otros, y en primer término de las
colonias y países dependientes; expresa también la lucha de los
monopolistas contra la burguesía media de su país y la burguesía de las
colonias y de los países dependientes por una mayor participación en
las ganancias.
Por consiguiente, la alta ganancia monopolista expresa la
explotación capitalista en las circunstancias creadas por el dominio de
los monopolios.
¿Cuál es la fuente de la ganancia monopolista y cuál es el modo
de extraerla? La base y el origen de la ganancia monopolista, como la
de toda ganancia capitalista, residen en la plusvalía, creada por el
trabajo excedente del obrero tanto en las empresas monopolizadas
como en las no monopolizadas. Los monopolistas consiguen acentuar
la explotación de la clase obrera y aumentar con ello la masa y la cuota
de plusvalía mediante una intensificación del trabajo nunca vista,
basada en la nueva técnica y en los métodos más refinados de
organización del trabajo y de retribución del mismo. La declaración de
la Conferencia de Representantes de los Partidos Obreros, celebrada en
Moscú en noviembre de 1960, dedicó especial atención a estos
procesos, indicando: “Con nuevas formas, y ante todo mediante la
intensificación del trabajo, el capital monopolista ha reforzado
inconmensurablemente la explotación de la clase obrera. La

313
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo automatización
y la <<racionalización>> bajo el capitalismo acarrean a los
trabajadores nuevas calamidades.”4
En las empresas de los monopolios químicos de Inglaterra se
han creado secciones especiales de “métodos de trabajo”, de “estudio
de los movimientos del obrero” y de “cálculo del tiempo” con toda una
plantilla de capataces y cronometradores que se dedican al estudio
sistemático de los métodos de trabajo, de los movimientos del
trabajador y del tiempo empleado para producir una pieza; todo ello
para lograr la mayor intensidad de las faenas.
Otra de las fuentes que reportan a los monopolistas un aumento
de sus ingresos es la redistribución de la plusvalía producida en escala
nacional, a favor de los magnates del capital y en detrimento de los
capitalistas de las ramas y empresas no monopolizadas, el nivel de
cuyas ganancias desciende. Esta redistribución se lleva a cabo
mediante los precios de monopolio y también merced a la ayuda del
presupuesto nacional. Sin lugar a dudas, la mayor parte de las
ganancias obtenidas por los monopolistas se compone de la plusvalía
creada por los obreros en las empresas de los monopolios, y la parte
menor proviene de la redistribución de la plusvalía entre los propios
capitalistas.
La explotación del obrero en el trabajo se complementa por su
explotación en la esfera de la circulación: los monopolistas se apropian
no sólo la plusvalía, sino parte del valor de la fuerza de trabajo.
En la órbita de la producción, el obrero trata con el capitalista
dos veces: al vender su fuerza de trabajo como mercancía y al adquirir,
como comprador, los medios de vida necesarios en el mercado
comercial. En el primer caso, la existencia de un paro masivo, el
aumento de los impuestos directos y la conjuración de los capitalistas
para imponer sus condiciones a la compra de mano de obra permiten
rebajar el salario nominal del obrero; en el segundo, tiene lugar una
disminución del salario real en virtud del aumento de los precios
monopolistas para los artículos de consumo, de los impuestos
indirectos y de la inflación.
Una importante fuente de ganancia de tipo monopolista es
también el trabajo excedente y parte del trabajo necesario de los

Moscú, 1960, págs. 10-11.


314
Spiridonova, Atlas y Otros
Documentos de la Conferencia de Representantes de los Partidos de Obreros, Gospolitizdat,

315
Spiridonova, Atlas y Otros
pequeños productores -campesinos y artesanos- del país, ganancia que
se obtiene poniendo en juego el mecanismo del intercambio no
equivalencia! con ayuda de los precios de monopolio, del crédito
hipotecario y de los impuestos.
Vemos, pues, que las fuentes de las altas ganancias de los
monopolios son: la plusvalía y parte del valor de la fuerza de trabajo
aplicada por los obreros en las empresas del monopolio; parte de la
plusvalía y del trabajo necesario de los obreros de las empresas no
monopolizadas; el trabajo excedente y parte del trabajo necesario de
los campesinos y artesanos del propio país, y, por último, parte del
valor creado por el trabajo de los obreros y campesinos de las colonias
y países dependientes.5
Uno de los medios fundamentales de obtención de ganancias
extraordinarias son los precios de monopolio. También desempeña un
importante papel en este sentido la utilización del mecanismo del
Estado burgués para enriquecer a los monopolistas, particularmente al
militarizar la economía o al ponerla en pie de guerra durante los
períodos de contiendas imperialistas.
¿En qué consiste la peculiaridad de la formación de los precios
bajo el imperialismo?
Para la época del capitalismo industrial era característico el
precio de producción, compuesto del precio de coste más la ganancia
media; para el imperialismo, lo característico es el precio de monopolio
que contiene el precio de coste más un alto beneficio monopolista. El
precio de monopolio sobrepasa el precio de producción y el valor de
las mercancías. La ganancia monopolista, como parte del precio de
monopolio, se realiza a través de éste. Por consiguiente, el precio de
monopolio constituye un importantísimo medio de asegurar una
ganancia extraordinaria, monopolista.
El monopolio, que abarca una parte considerable de la
producción de una mercancía determinada, consigue establecer
elevadísimos precios monopolistas limitando artificialmente la
fabricación de dicho artículo, o manteniéndolo en los depósitos e
incluso, en algunos casos, destruyendo parte de la mercancía. Al
El Imperialismo, fase superior del capitalismo mismo tiempo,
los monopolios imponen a los pequeños productores de materias
primas o comestibles precios extraordinariamente reducidos, por
debajo del

De las fuentes de superganancia colonial y de su obtención hablaremos en el apartado “El


sistema colonial del imperialismo”. 315
Capítulo XI

316
Spiridonova, Atlas y Otros
valor y del precio de la producción, e incluso, a veces, del coste de
producción de las mercancías que los pequeños productores venden.
Son asimismo compañeros inseparables del imperialismo el
proteccionismo aduanero y el dumping. De una parte, los monopolios
consiguen que se establezcan altos aranceles para preservar el mercado
interior de la competencia extranjera; y, de otra, para apoderarse de
mercados exteriores, venden en ellos mercancías a precios irrisorios.
Es otro rasgo característico del imperialismo la agudización de
la competencia tanto en el interior de una misma rama como entre las
diversas ramas. Los elevados beneficios monopolistas en cualquier
rama atraen necesariamente a ella nuevos capitales, por más que se
oponga el monopolio dominante en la rama en cuestión. Sin embargo,
bajo el imperialismo, la transferencia de capitales halla serias
dificultades a causa del predominio de los monopolios, lo que da lugar
a una gran desigualdad en la obtención de ganancias. Junto a los
precios elevadísimos imperantes en las ramas de producción
monopolizadas, es frecuente que las mercancías producidas en las
ramas no monopolizadas se vendan por debajo de los precios de
producción. El papel de estos precios en la balanza general es bastante
considerable.
Según hemos expuesto, el sistema de precios de la época del
imperialismo abarca: altos precios monopolistas y bajos precios
monopolistas, precios proteccionistas y de dumping y precios de
producción, también llamados precios “libres”, para las mercancías de
las ramas no monopolizadas.
¿Es que los conceptos de la ley del valor son rebatidos por la
aparición del precio de monopolio?
Marx decía que el precio de monopolio no puede destruir unos
límites que han sido establecidos por el valor de las mercancías: el
conjunto del valor y de la plusvalía producida en la economía
capitalista mundial permanece inalterable, aunque cambie
substancialmente la distribución del valor. En efecto, los términos
fundamentales de la ley del valor -igualdad de la suma de los precios
de las mercancías y de la suma de sus valores- siguen en vigor en toda
la escala de la economía capitalista mundial. Lo que ganan los grandes
monopolios lo pierden los trabajadores, la clase obrera y los pequeños
productores de las metrópolis, de las colonias y los países
dependientes, y también aquella parte de la burguesía que no forma
parte de los monopolios.
La reafirmación del abrumador yugo de los monopolios sobre
De las fuentes de superganancia colonial y de su obtención hablaremos en el apartado “El
sistema colonial del imperialismo”. 317
Capítulo XI
la sociedad entera provoca una exacerbación extrema de las
contradicciones del capitalismo, unificando a los trabajadores de los

316
Spiridonova, Atlas y Otros
países capitalistas y a los pueblos de las colonias y los países
dependientes en la lucha conjunta contra el imperialismo.
La dominación de los monopolios bajo el imperialismo y su
papel preponderante en la vida económica de un país no significan en
modo alguno que toda la economía se encuentre en sus manos. Según
hemos observado, el imperialismo no constituye una nueva sociedad
económica, sino, simplemente, una supraestructura del capitalismo, la
fase suprema de su desarrollo.
Junto a los monopolios se mantienen en todos los países
capitalistas formas económicas no sólo premonopolistas, sino incluso
precapitalistas. La mayor parte de la población de los países
capitalistas está constituida por campesinos, y subsisten los artesanos.
A causa de las diferencias de la concentración de la producción y del
capital, el proceso de constitución de monopolios transcurre de manera
en extremo desigual. Al lado de la gran industria pesada, muy
mediatizada por los monopolios, existen en las ramas del segundo
sector, y también en la agricultura, numerosas empresas pertenecientes
a capitalistas aislados, a “empresarios libres” que mantienen entre sí
una encarnizada competencia.
Es decir, que bajo el imperialismo subsiste la libre
competencia, propia de la época precedente.
Todo ello pone de relieve la completa inconsistencia de la
teoría del “imperialismo puro”, sostenida por Bujarin. V. I. Lenin
señalaba que nunca existió, ni existe en ninguna parte, ni puede existir
un “imperialismo puro” sin su base fundamental, que es el capitalismo.
Es un rasgo característico del imperialismo la coexistencia de los
monopolios con el intercambio, el mercado y la competencia. La
dominación y el enriquecimiento de los monopolios tienen como
garantía, precisamente, la existencia de
El Imperialismo, fase superior del capitalismo empresarios
libres y de pequeña producción que constituyen para los monopolios un
material de explotación. También la competencia garantía la
dominación de los monopolios. Los monopolistas realizan a través de
la competencia sus ventajas en el terreno de la explotación de la mano
de obra, del establecimiento de precios de monopolio y de la
apropiación de la mayor parte de la plusvalía creada en la sociedad.
Marx consignó ya en Miseria de la filosofía que los monopolios
pueden sostenerse tan sólo gracias a que mantienen una lucha de
competencia permanente.
Así, pues, los monopolios de la época imperialista no acaban
317
Capítulo XI
con la competencia, y en este período subsisten las formas esenciales
de la

esta rama. Con ello se puso fin a 3la18dominación tradicional de un


solo
Spiridonova, Atlas y Otros
competencia de la época del capitalismo industrial, la competencia
entre ramas diversas y en el interior de cada rama, pero el contenido de
las mismas cambia de manera radical.
La competencia dentro de cada rama, en la época del
imperialismo, se manifiesta, ante todo, como una lucha dentro de los
monopolios, entre sus componentes, por obtener una mayor parte en la
producción, la venta y las ganancias, como una pugna por las partes
que permiten monopolizar el progreso técnico y convertir las plusvalía
excedente en un fenómeno más o menos constante, por apoderarse de
los puestos directivos y del control de los monopolios.
Bajo el imperialismo, en cada rama de la producción social
existen, a la vez que los monopolios, capitales no monopolizados y, por
consiguiente, existe la competencia de los monopolios con las
empresas no monopolizadas, con las que los ingleses llaman outsiders.
Las cuantiosas ganancias de los monopolios sirven de señuelo que
atrae a esa rama nuevos capitales, muy importantes a veces, a los
cuales no siempre les conviene incorporarse al monopolio ya existente,
pues como “libres” pueden disfrutar de ciertas ventajas frente a los
insiders, o capitalistas participantes en el monopolio. Como no están
obligados a atenerse a una cuota de producción, pueden arrebatar el
mercado al monopolio produciendo artículos de mejor calidad o
reduciendo algo los precios.
La competencia de los capitalistas libres merma las ganancias
de los monopolios, suscitando en ellos el afán de ahogar a sus
competidores sea como sea. En la mayoría de los casos, los
“libres” perecen, incapaces de resistir los ataques de las organizaciones
monopolistas, pero a veces logran subsistir. Esto acontece cuando los
capitales libres son suficientemente grandes o cuando en la rama en
cuestión hay varios outsiders que pueden unificarse y fundar otro
monopolio con vistas a la competencia.
Surge la tercera forma de la competencia en el interior de la
misma rama: la competencia entre los monopolios, bastante difundida
actualmente, ya que en ninguna rama de la economía de los países
capitalistas existe un solo monopolio que impere totalmente. Son
rarísimos los casos de plena monopolización de una rama por una
compañía. Es notorio que, antes de la segunda guerra mundial, en la
industria del aluminio de los Estados Unidos ejercía un control
absoluto la Aluminium Company of America (ALCOA). El aumento
colosal de la demanda de aluminio provocado por la militarización de
la economía durante la época de la posguerra y el incremento de los
beneficios de la Aluminium Company dieron lugar a una gran
319
Capítulo XI
afluencia de capitales a

esta rama. Con ello se puso fin a 3la18dominación tradicional de un


solo
Spiridonova, Atlas y Otros
monopolio en la industria del aluminio de los Estados Unidos.
Surgieron nuevas empresas competidoras. En 1952 sólo quedaba en
poder de la ALCOA el 51,5 por 100 de la potencia de fundición de
dicho metal; el resto se hallaba ya en manos de nuevas compañías: el
28,4 por 100 lo poseía la Reynolds Metals, y el 21,1 por 100 era
propiedad de la Kaiser Aluminium and Chemical Corporation.
Habitualmente, tres o cuatro grandes monopolios comparten el
dominio de una u otra rama de la economía nacional. En la industria
del automóvil de los Estados Unidos, por ejemplo, la competencia
principal está entablada entre tres grandes asociaciones monopolistas:
la General Motors, la Ford y la Chrysler. La relación de fuerzas entre
ellas fluctúa según los resultados de la competencia. De ello pueden
darnos idea los datos que transcribimos a continuación:
COMPETENCIA EN LA INDUSTRIA AUTOMOVILÍSTICA
DE LOS
ESTADOS UNIDOS
Porcentaje de la producción de
Compañía automóviles
1946 1956
General Motors...................... 37,8 52,8

321
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo
Ford.................................. 22,0 28,8
Chrysler............................. 25,7 15,0
14,5 3,4
Empresas no monopolizadas.
Total....................... 100 100

La competencia entre diversas ramas de la economía


imperialista se entabla ante todo como una pugna entre los monopolios
y los outsiders productores, de una parte, y los monopolios
consumidores. Es la denominada competencia vertical: los capitalistas
de las industrias de extracción y de transformación sostienen una lucha
entre sí. Los monopolios consumidores limitan la tendencia de los
monopolios productores a subir los precios y para ello se valen de la
organización combinada de su propia producción de materias primas y
de mercancías semifabricadas, del empleo de sucedáneos y de la
reducción temporal de la demanda. A su vez, los monopolios
productores fundan empresas de transformación de las materias primas.
En la época imperialista adquiere gran extensión la
competencia entre ramas vecinas de la industria: la competencia
horizontal. El aumento de la anarquía de la producción y la
agudización del problema del mercado incita a los monopolios a
diversificar los productos elaborados, a irrumpir en otras ramas de la
industria.
Este proceso se acelera singularmente después de la segunda
guerra mundial. Tiene lugar un entrelazamiento de las industrias del
automóvil y de aviación, del automóvil y de la maquinaria agrícola, de
la de aviación y de la electricidad, de la industria química y de la
siderurgia, de la industria textil y de la refinación del petróleo, etc.
Por ejemplo, la diversificación de la Imperial Chemical
Industries se expresa en la penetración de este trust británico en la
producción de metales no férricos (níquel, aluminio, cobre), necesarios
en primer término para las industrias electrotécnicas y aeronáuticas, así
como para la producción de municiones. La Imperial Chemical
Industries tiene relaciones con los monopolios de la siderurgia
(producción de aceros de alta calidad), suministra cemento a la
construcción y penetra, especialmente durante los últimos años, en la
industria textil. Junto con la compañía 320
Spiridonova, Atlas y Otros
Curtolds, controla la firma filial British Nylon Spinners, que
monopoliza la producción de nylon. Valiéndose de un invento, produce
otro tipo de fibra sintética, el tyrelene, y en colaboración con el
consorcio Unilever fabrica el ardil y otros productos.
La penetración de la Imperial Chemical Industries en la
industria atómica se expresa en el suministro de materiales y de
maquinaria para las factorías y centrales eléctricas movidas por energía
nuclear, así como de muchos productos químicos necesarios para
obtener uranio metálico, torio y otros materiales. En los últimos años
se ha desarrollado mucho la producción de isótopos radiactivos,
empleados en la medicina, en la industria y en la agricultura.
Al mismo tiempo, los monopolios de otras ramas, llevados del
afán de aumentar sus ganancias, tienden a participar en la fabricación
de productos químicos, objeto de la mayor demanda. El consorcio
Vickers, por ejemplo, ha iniciado la producción de materias
explosivas.
Se observa una mutua penetración de las industrias petrolera y
química. El incremento de la producción de combustible sintético
extraído de la hulla por los trusts químicos inquieta a las compañías
petroleras. Por otra parte, un serio competidor de los monopolios
químicos empieza a surgir en las empresas del petróleo, que emplean
los productos secundarios de la nafta para fabricar productos químicos.
Una de las formas de la competencia entre diversas ramas de la
economía bajo el imperialismo es la que se entabla entre los
monopolios que producen artículos intercambiables, es decir, la
llamada competencia de los sustitutivos: por ejemplo, el cobre y el
aluminio, los metales férricos y el plástico, el caucho natural y el
sintético, el petróleo mineral y el artificial. Compiten entre sí
monopolios de diversos tipos de transporte: compañías aéreas,
automovilísticas, ferroviarias y navieras. En la esfera de lo no material,
se desenvuelve una intensa lucha entre los monopolistas de la radio, la
televisión, el cine, el teatro, los periódicos, etc.
Por último, uno de los más importantes aspectos de la
competencia entre diversas ramas es la lucha de los monopolios del
segundo sector por la venta de las mercancías, por apoderarse de la
mayor parte del presupuesto del consumidor. Con motivo de la
creciente depauperización de los trabajadores bajo el
El Imperialismo, fase superior del capitalismo imperialismo y
de la construcción relativa del mercado interior, esta pugna adquiere un

321
Capítulo XI
carácter muy enconado. Su arma principal, la publicidad, cara y
onerosa,

322
Spiridonova, Atlas y Otros
tiene por complemento la venta a plazos, funesta para el consumidor.
Cambian, asimismo, los métodos de competencia. Junto a los
procedimientos puramente económicos de lucha contra el rival
(privación de materia prima, de transporte o de crédito, conquista de
los mercados o de la mano de obra, juego de precios, etc.), los
monopolios recurren a la propagación de falsos rumores acerca de los
competidores, al soborno e incluso a la violencia directa, al empleo de
la dinamita contra los rivales. Para combatirlos, los grandes
monopolios se valen en gran escala de la máquina estatal. A causa de
todo ello, la competencia bajo el imperialismo se convierte en un arma
que los monopolistas utilizan para aplastar a todo aquel que no se
somete a su yugo y a su arbitrariedad.
Con el dominio de los monopolios en esta fase superior, se
agudizan extraordinariamente todas las contradicciones del
capitalismo.
Se ahonda la contradicción principal de este régimen. Durante
la época imperialista tiene lugar un gigantesco desarrollo de la
socialización del trabajo: se socializa el proceso de aplicación de los
inventos y adelantos técnicos y se verifica un cálculo aproximado de
las fuentes de materias primas y de la capacidad de los mercados.
Según dice Lenin, el capitalismo, en su fase superior, “conduce a la
más multilateral socialización de la producción, arrastrando, por así
decirlo, a los capitalistas, contrariamente a su voluntad y a su
conciencia, a un nuevo orden social, a un orden transitorio entre la
plena libertad de competencia y la plena socialización”.6 No obstante,
estas nuevas fuerzas productivas siguen cubiertas por la vieja envoltura
de la propiedad privada, y el número de magnates del capital, que
monopolizan todas las riquezas de la sociedad, disminuye más y más.
Crece la anarquía de la producción. La desigualdad del proceso
de monopolización acentúa la desproporción existente dentro de la
producción social, aproxima las crisis económicas de superproducción
y les da un carácter todavía más destructivo.
En la misma dirección actúa también el empeoramiento de la situación
de las masas laboriosas, ahogadas por los monopolios.
Los grandes monopolios llevan su ofensiva no sólo contra los
intereses de la clase obrera: se acelera el empobrecimiento de las
amplias masas de campesinos y artesanos, empeora la situación de la
mayoría de los empleados e intelectuales y aumentan las dificultades
que sufre la

323
Capítulo XI
6
V. I. Lenin, Obras, tomo 22, pág. 193.

324
Spiridonova, Atlas y Otros
burguesía pequeña y media. A consecuencia de todo ello, en la etapa
contemporánea se agrava la contradicción entre un puñado de
monopolistas y todos los sectores del pueblo. Existe, pues, la
posibilidad real de que se unan las fuerzas antimonopolistas sin
excepción.
Las estrechas relaciones de los monopolios con los bancos
contribuyen de manera considerable a asegurarles su dominación en la
vida política y económica de los países.
2. EL CAPITAL FINANCIERO Y LA OLIGARQUÍA
FINANCIERA.
El proceso de concentración del capital y de la producción en la
industria lleva aparejada inevitablemente la concentración de la banca.
Las grandes empresas industriales solicitan créditos de tal magnitud
que sólo pueden ser otorgados por bancos muy poderosos. Por otra
parte, con el aumento de la producción crecen los recursos de las
empresas capitalistas, que sólo pueden ser depositados en bancos de
primer orden, ya que los capitalistas tienden a garantizar a su dinero la
mayor seguridad y el mejor empleo.
Es en curso de la lucha de competencia, una parte de los bancos
se arruina o es absorbida por las entidades bancarias más fuertes, y
otras, aunque conservan su autonomía formal, se transforman
virtualmente en simples sucursales de los bancos de primera magnitud.
Disminuye el número de bancos, pero, a la vez, aumenta su volumen y
se incrementan sus operaciones. Entre miles de bancos independientes
destaca un pequeño grupo formado por los más potentes. Se crean
asociaciones bancarias monopolistas, basadas en el mutuo acuerdo: los
consorcios o sindicatos bancarios, que conciertan la realización de
importantes operaciones financieras y la colaboración entre ellos.
Como consecuencia de la fusión de los bancos y del sometimiento de
los unos a los otros por diferentes medios de control financiero, se
constituyen los trusts bancarios.

325
Capítulo XI
En caEdal Ipmapíesrciaalpisimtaoli,sftaasesosubpreesraioler
que concentran
duenl craeen
pdisus arcas la masa fundamental de imposiciones y
utacliidsomogrupo de bancos
que realizan la mayoría de las operaciones financieras. Antes de la
primera guerra mundial, nueve grandes bancos berlineses disponían de
cerca del 83 por 100 de todo el capital bancario de Alemania. Poco
antes de la segunda guerra mundial eran ya sólo cuatro los bancos que
predominaban en el país. En Inglaterra destaca un grupo de once
bancos. Llevan entre ellos la voz cantante los llamados “cinco grandes”
londinenses, que controlan el 80 por 100 de los depósitos bancarios. En
los Estados Unidos ocupan la posición predominante veinte bancos,
entre los cuales los “seis grandes” de Wall Street tienen bajo su control
buena parte de las operaciones financieras del país.
La concentración de la banca y la fundación de monopolios
constituidos por bancos traen consigo una modificación de su papel en
la economía de los países capitalistas. A lo largo del desarrollo del
capitalismo, la misión primaria y fundamental de los bancos fue la de
intermediarios para los pagos entre capitalistas. Además, recogían el
dinero ocioso de manos de sus poseedores y lo ponían a disposición de
los comerciantes e industriales. Al convertirse los bancos en grandes
monopolios, que concentran sumas fabulosas de dinero, establecen
relaciones totalmente distintas con la industria, asumiendo un nuevo
papel en la vida económica de la sociedad capitalista. Los grandes
bancos, al disponer de enormes capitales, pasaron de las operaciones a
corto plazo, como el descuento de letras y los préstamos mercantiles, a
los créditos a largo plazo. Ello trae como consecuencia que el banco, al
otorgar un préstamo considerable a largo plazo, se ligue más
estrechamente a la empresa industrial, se inmiscuya en los asuntos de
ésta e influya en su situación a fin de asegurarse el reintegro del
préstamo concedido más los intereses correspondientes. La insolvencia
de una empresa industrial implica fuertes riesgos para el banco, y a
veces la quiebra del mismo. Los bancos, manejando todas las
operaciones de las empresas industriales que se sirven de ellos, pueden
conocer perfectamente la situación de dichas empresas; ampliando o
disminuyendo el crédito, el banco puede influir en la marcha de una
empresa industrial.
Las empresas y los bancos modernos están organizados
principalmente como sociedades anónimas, las cuales se constituyen
muy a menudo con intervención de los bancos. El banco toma a su
cargo la venta de las acciones, con derecho de fundador, o se queda con
un determinado paquete de acciones y obligaciones a cambio del
empréstito concedido y, de tal modo, se convierte en accionista de la
nueva empresa.

324
Spiridonova, Atlas y Otros
Con su dinero disponible, los bancos adquieren acciones de las
compañías industriales, lo cual les facilita el acceso a los consejos de
administración y a los organismos directivos de las sociedades
anónimas. Y, a la inversa, los magnates de los monopolios industriales
adquieren acciones de los bancos, y pasan a formar parte de los
consejos de administración y de los organismos directores de aquéllos.
El entrelazamiento del capital bancario con el industrial se
manifiesta, igualmente, en la unificación de la gerencia de los bancos y
de los monopolios industriales. Unas mismas personas encabezan
grandes monopolios que abarcan bancos, industrias, comercio y otros
sectores de la economía capitalista. Los banqueros se infiltran hasta
ocupar puestos de directores de corporaciones industriales, y
representantes de éstas son a menudo directores de los consejos de
administración de los más importantes bancos.
Verificase la fusión, el entrelazamiento del capital monopolista
bancario con el capital monopolista industrial. Como resultado de ello
se crea una nueva forma de capital, el capital financiero, representado
por los recursos unidos de los monopolios bancarios e industriales.
Refiriéndose a la naturaleza del capital financiero, Lenin hacía hincapié
en los principales elementos siguientes:
“Concentración de la producción; monopolios derivados de
ella; fusión o entrelazamiento de los bancos con la industria: he ahí la
historia del surgimiento del capital financiero y el contenido de este
concepto”.7
El capital financiero pasa a ser la forma predominante en la
época del capitalismo monopolista.
El capital financiero puede formarse, bien mediante el
sometimiento del capital industrial al bancario, bien mediante la
penetración del primero en el segundo. En los Estados Unidos, el
ejemplo más ilustrativo de penetración del capital industrial en el
bancario es el de los Rockefeller. A comienzos de la década del sesenta
del siglo XIX, John Rockefeller fundó una pequeña compañía
petrolera; posteriormente, en 1882, se apoderó del paquete de control
de varias empresas del mismo ramo y fundó el trust conocido con el
nombre de Standard Oil, y después sometió a su dominio uno de los
mayores bancos norteamericanos: el Chase National Bank.
Como ejemplo de sometimiento del capital industrial al
bancario citaremos el caso del grupo financiero de Mellon. La base de
este capital

325
Capítulo XI
caEdatomo
l Ip22,
mappág.
íes214.
rciaalpisimtaoli,sftaasesosubpreesraioler
7
V. I. Lenin,
EnObras,
duenl craepdiutacliidsomogrupo de bancos

326
Capítulo XI
fue el MelloEnl INmapteiroinaalilsmBoa, veinte había
sometidofayasea snumerosos bancos y desde el puesto número veintiuno
n k a nudpeTriroursdt.el Ecanpiltoaslisamñoos
que ocupaba en la escala bancaria de los Estados Unidos se elevó hasta
el decimoprimero. En las ramas industriales, la dominación del grupo
Mellon abarca el aluminio y el petróleo.
Los multimillonarios poseedores de monopolios industriales y
bancarios constituyen la oligarquía financiera: dominio de unos
cuantos magnates que disponen de la economía y determinan la política
de los países capitalista. La preponderancia de la oligarquía financiera
se extiende al terreno de la política y somete a su control el mecanismo
estatal, sea cual fuere el régimen imperante, convirtiéndolo en una
dictadura de la oligarquía financiera. La política interior y exterior de
los países burgueses viene determinada por los intereses particulares de
los grandes monopolios.
“En la actualidad -escribía el periodista americano Landberg en
su libro Sesenta familias de América- gobierna y dirige a los Estados
Unidos una jerarquía de sesenta familias ricas, las cuales constituyen el
centro neurálgico de la oligarquía industrial que impera sobre los
Estados Unidos y que opera con una forma de gobierno democrático de
jure, a espaldas del cual, desde la época de la guerra civil, se ha ido
formando poco a poco un gobierno de facto absolutista y plutocrático.
Este gobierno de facto es el gobierno virtual de los Estados Unidos, un
gobierno no oficial, invisible y oculto en las tinieblas. Es el gobierno
del dinero en la democracia del dólar”.
En la obra de someter a su control los organismos
gubernamentales, representan un papel especialísimo las asociaciones
monopolistas: la Asociación Nacional de la Industria de los Estados
Unidos, la Cámara de Comercio, la Asociación Americana de
Compañías Ferroviarias, y otras. La más influyente es la Asociación
Nacional de la Industria, fundada en 1895, cuyo estatuto estipula la
realización -por intermedio del gobierno- de un programa de agresión
exterior, de expansión del comercio y del crédito exteriores de los
Estados Unidos, de defensa de los intereses de los monopolios en su
lucha contra el movimiento obrero y de propaganda acorde con los
intereses de los monopolios. Figuran al frente de la Asociación un
presidente, un grupo de vicepresidentes y un consejo de directores.
Pero el papel principal pertenece al Comité Consultivo Especial,
integrado por representantes de las doce corporaciones más fuertes. En
sus reuniones privadas, este Comité confecciona directrices para el
gobierno en lo concerniente a la política interior y exterior de los
Estados Unidos. Como ejemplo ilustrativo citaremos la carta
confidencial del magnate Nelson Rockefeller, dirigida en enero de 1956
326
Spiridonova, Atlas y Otros

al presidente Eisenhower.

327
Capítulo XI
En ella
fue el Mello Enl INmael
se enunciaba pteprograma
iroinaalilsm oa,
deBpolítica exterior a aplicar
veinte por el
había
gobiernofaestadounidense, programa que reflejaba las intenciones
n kseasnudpeTriroursdt.el Ecanpiltoaslisamñoos
agresivas de los monopolios americanos.
En el actual mundo capitalista, es en los Estados Unidos donde
la omnipotencia y el yugo de la oligarquía financiera han adquirido
mayor envergadura. La oligarquía financiera representa el 1 por 100 de
la población del país y posee el 60 por 100 de todas sus riquezas. La
prensa americana da al grupo de magnates del capital el nombre de
“club de los multimillonarios”, integrado por sesenta y seis
corporaciones, entre las que destacan los ocho grupos monopolistas
más importantes de los Estados Unidos.
Hasta estos últimos tiempos, el grupo Morgan ha venido
detentando el primer puesto dentro de la oligarquía financiera
norteamericana. El núcleo de dicho grupo radica en la empresa
bancaria John Pierpont Morgan and Company. Dentro de la industria,
el grupo Morgan controla las mayores compañías de una serie de
importantísimas ramas: en la fundición de acero, la United States Steel
Corporation; en la electrotécnica, la General Electric; en la radio, la
Radio Corporation; en el cobre, la Kennecot Copper y la Dodge, y en
el petróleo, la Continental Oil y cientos de empresas más pequeñas.
El grupo Rockefeller domina la industria petrolera no sólo en
los Estados Unidos, sino en todo el mundo capitalista. Su centro radica
en la familia de John Rockefeller. Actualmente, la

328
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo administración
real del grupo se halla concentrada en manos de seis hombres, cinco de
los cuales son hermanaos, pertenecientes a la tercera generación de los
Rockefeller, y el sexto su tío, Winthrop Aldrich. Los Rockefeller
controlan uno de los bancos más poderosos de Wall Street -el Chase
Manhattan- y una serie de gigantescos monopolios petroleros: la
Estándar Oil of New Jersey, la Estándar Oil of California, la Standard
Oil of Indiana y muchas otras.
El grupo Du Pont abarca importantísimos trusts de las
industrias químicas, de guerra, automovilística y del caucho: en la
industria química, el potentísimo consorcio Du Pont de Neumors; en la
del automóvil, el mayor trust de los Estados Unidos y del mundo
capitalista, la General Motors; en la del caucho, la United States
Rubber, y en la de guerra, la empresa Du Pont de Nemours,
estrechamente vinculada a la producción de bombas atómicas y de
hidrógeno.
El grupo Mellon controla el importantísimo trust del aluminio
ALCOA; en la industria petrolera, la Half Oil, que ocupa el séptimo
lugar en el mundo capitalista; dirige también varias compañías de las
industrias siderúrgica, hullera y del cobre. El grupo está encabezado
por el Mellon National Bank and Trust Company.
El grupo constituido en torno al First National City Bank
neoyorquino controla el gran trust del cobre Anaconda; el monopolio
Boeing Airplane, en la industria aeronáutica; una serie de grandes
empresas de transportes y una tupida red de bancos en el extranjero.
Los grupos de Cleveland y de Chicago han sometido a su
control numerosas empresas industriales, bancarias y de transportes en
el Medio Oeste de los Estados Unidos.
En los últimos tiempos, el grupo Gianini se ha incorporado a las
principales asociaciones financieras. Se apoya en el Bank of America y
controla empresas industriales, financieras y de servicios públicos de
California.
Las formas de la dominación económica de la oligarquía
financiera son variadas. Lenin señalaba que uno de los instrumentos
principales para garantizar el imperio de un grupo insignificante de
oligarcas sobre una masa de capitales ajenos era el llamado “sistema de
participación”, basado en el manejo de las acciones para la gradual
supeditación de unas compañías a otras. Hay una sociedad anónima
matriz (“madre”), cuyo paquete de control se encuentra en manos de un
328
Spiridonova, Atlas y Otros
magnate financiero o de un grupo de magnates. A su vez, esta empresa

329
Capítulo XI
puede poseer los paquetes de control de otras sociedades anónimas
filiales (“jijas”), y así sucesivamente. De tal modo, se establece una
dependencia financiera gradual que permite a un puñado de magnates
del capital, situados en la cima de esta pirámide, disponer de recursos
colosales, muy superiores a los suyos propios. El grupo Rockefeller
controla activos que superan en 17 veces los bienes de la familia.
Pero el “sistema de participación” no sólo contribuye a la
extensión gigantesca del poder de los monopolistas; permite, además,
perpetrar impunemente toda clase de maniobras turbias, pues los
administradores de la sociedad “madre” no responden formal y
legalmente de la sociedad “hija”, la cual se considera “independiente”.
En las publicaciones americanas se encuentra a menudo el término
“ordeño” de la compañía filial. Este “ordeño” se lleva a cabo por los
procedimientos más variados: se obliga a la compañía filial a para altos
dividendos en detrimento suyo, se le imponen transacciones
desventajosas, tanto con la compañía principal como con otras filiales,
se la obliga a incluir en su alto personal a representantes de la
compañía “madre” con emolumentos extraordinarios, etc. Huelga decir
que este “ordeño” de la compañía filial incrementa las ganancias de los
magnates financieros encumbrados en la cima de la pirámide.
Habitualmente, el “sistema de participación” aplica en gran
escala la diferenciación de las acciones en ordinarias y preferentes, en
acciones con voto y sin voto, lo cual posibilita más aún la dominación
de los magnates financieros sobre una enorme cantidad de empresas
industriales, comerciales, del transporte y bancarias. La Compañía de
Gas y Electricidad de los Estados Unidos, por ejemplo, emitió acciones
preferentes de un dólar con derecho a un voto y acciones ordinarias de
SO dólares, también con un voto. Detentando las acciones preferentes,
el grupo de capitalistas consiguió, con un solo millón de dólares,
someter a su dominación una compañía con un capital superior a los
mil millones. En el trust de la General Electric, controlado por el grupo
Morgan, el banco de este nombre sólo posee el 1,03 por 100 de las
acciones ordinarias. En una corporación de la envergadura de la United
States Steel, el grupo Morgan dispone solamente del 0,04 por 100 del
capital, pero, no obstante, la controla totalmente. A su

330
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo
vez, la United States Steel Corporation tiene en la actualidad 12
compañías
grandes filiales y controla 11 firmas siderúrgicas formalmente
autónomas.
La forma económica del domino del capital financiero es el
sistema de posesión de la minoría de las acciones, sistema consistente
en que los accionistas más poderosos recaban de los más modestos el
derecho a representarlos en las votaciones, y así se apoderan del
control de las sociedades anónimas.
Valiéndose del sistema multirepresentativo, los principales
grupos financieros pueden lograr en numerosos casos el control de las
compañías incluso sin invertir en ellas capital alguno.
Existe también el sistema de comités representativos, que
llevan a las votaciones la representación de la mayoría de los
accionistas de una sociedad y que, por este procedimiento, imperan en
ella. El economista americano Víctor Perlo, en su libro El imperio de
los magnates financieros, indica que funcionan en los Estados Unidos
ocho grandes bancos que dirigen las propiedades por el sistema
representativo.
Antes de la segunda guerra mundial, y sobre todo después de
ella, adquirieron difusión los trusts de inversiones que adquieren
acciones de diversas compañías y venden las suyas propias a
accionistas modestos, abonándoles el dividendo medio repartido por
muchas compañías. La mayor empresa de este género existente en los
Estados Unidos de América, el Massachusetts Investors Trust, junto
con otros cinco trusts de inversiones, que forman un solo grupo, posee
abundantes paquetes de acciones de muchas grandes corporaciones
industriales.
El capital financiero conoce también el sistema de posesión
predominante de las acciones. Es el que aplican las familias Ford y
Mellon en los Estados Unidos y la familia Krupp en Alemania, las
cuales mantienen en su poder el grueso de las acciones de las
compañías controladas por ellas.
Las formas de dominación de la oligarquía financiera no se
limitan al sistema de participación o de manejo de capitales ajenos. “El
capital financiero -señalaba Lenin-, concentrado en pocas manos y
dotado de un monopolio virtual, percibe ganancias enormes, y siempre
crecientes, por derechos de fundación, por emisión de valores, por
empréstitos de la deuda pública, etc., consolidando el dominio de
oligarquía financiera e imponiendo a toda la población un tributo para
330
Spiridonova, Atlas y Otros
los monopolios”. 8

Un importante manantial de beneficios para la oligarquía


financiera es el presupuesto público, con cargo al cual se otorgan
enormes préstamos y subsidios a los grandes monopolistas y se abona a
los monopolios el importe de ventajosos pedidos del Estado. En torno a
las finanzas estatales se traba una empeñada lucha entre los tiburones
de las finanzas.
Como fuente adicional de enriquecimiento de la oligarquía
financiera tienen particular importancia los empréstitos de la deuda
pública y la especulación bursátil con los títulos del Estado. El pago de
los intereses de la deuda pública figura entre los gastos que no pueden
ser limitados ni por el poder ejecutivo ni por el legislativo. En tales
condiciones, es para los monopolistas un negocio lucrativo y seguro
colocar su dinero disponible en obligaciones del Estado, cuyos
intereses se abonan con las contribuciones e impuestos recaudados en
la población. El economista americano anteriormente aludido indica
que los intereses de la deuda pública -más de 7,000 millones de dólares
anuales -equivale a una sexta parte de todas las ganancias de las
corporaciones.
Pero no sólo los enormes intereses de los empréstitos se vierten
en las arcas de los magnates del capital; los más grandes bancos
perciben además importantes sumas en concepto de “comisiones”.
La creación del capital financiero representa un nuevo
desarrollo del capitalismo monopolista. Es propio del capitalismo
establecer una separación entre la propiedad del capital y su aplicación
a la producción, entre el capital-dinero y el capital productivo. Bajo el
imperialismo, el dominio del capital financiero ahonda y amplía la
separación entre el capital-dinero y el capital productivo. La
socialización de la producción, junto con el monstruoso yugo del
capital y la ilimitada prepotencia de un puñado de magnates de las
finanzas, que se apoderan del fruto del gigantesco progreso de las
fuerzas productivas, constituye una de las peculiaridades esenciales del
imperialismo.

3. LA EXPORTACIÓN DE CAPITAL.
Lo característico del viejo capitalismo, en el que predomina la
libre competencia, era la exportación de mercancías. Lo característico
del capitalismo nuevo, en el que predominan los monopolios, es la

331 V. I. Lenin, Obras, tomo 22, pág.


331
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo
exportación del capital.
La exportación del capital constituye uno de los pialares
económicos del imperialismo, un instrumento para el reparto del
mundo entre las alianzas monopolistas, el medio principal de la
expansión imperialista y de la transformación del capitalismo en “un
sistema universal de opresión colonial y de estrangulamiento
financiero de la inmensa mayoría de la población de la tierra por un
puñado de países adelantados.”9
Fue Marx quien mostró la lógica de la exportación de capitales,
señalándola como una consecuencia de las condiciones internas del
desarrollo del régimen de producción capitalista. Analizando, en el
tercer tomo de El Capital, la cuestión del llamado “excedente de
capital” que se forma en el proceso de concentración del capital por
efecto de la tendencia a la disminución de la cuota de ganancia, Marx
subrayó que si el capital se enviaba al extranjero no era porque no
pudiese, de manera absoluta, encontrar aplicación en el interior del
país, sino porque en el extranjero podía ser utilizado con una cuota de
ganancia mayor.
El paso al imperialismo crea nuevas causas para la formación
de un excedente de capital, que convierte la exportación de capitales en
una necesidad objetiva para los capitalistas.
En la época del predominio de los monopolios se acentúa la
desigualdad del desarrollo de las empresas, de los sectores de la
industria y de los países. Se eleva verticalmente la diferencia entre la
composición orgánica del capital y las cuotas de ganancia en los países
desarrollados del mundo capitalista y los atrasos. El rápido incremento
del sistema de créditos contribuye al aumento del “excedente del
capital” en los países más ricos, donde su acumulación alcanza un alto
nivel. En la misma dirección actúa el
impetuoso auge de las sociedades anónimas: mediante la emisión y
venta de las acciones, el dinero ocioso se convierte en capital, ansioso
de aplicación lucrativa.
El dominio de los monopolios es la causa principal de la
creación de un “capital excedente” bajo el imperialismo. De una parte,
el yugo de los monopolios acrecienta el empobrecimiento de los
trabajadores y provoca la contracción relativa del mercado interior, lo
que dificulta el empleo de nuevos capitales. De otra, al implantar su
dominación en algunas ramas, los monopolios obstaculizan la
penetración en ellas de
332
Spiridonova, Atlas y Otros

9
Ibidem, Pág. 179.

10
V. I. Lenin, Obras, tomo 22, pág. 229.
333
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo
capitales “ajenos”
exportación (nuevos), temerosos de que se agudice la
del capital.
competencia y desciendan sus ganancias.
A causa de todos estos fenómenos, se forma en la época
imperialista una masa enorme de “capital excedente”. Sin embargo,
Lenin subraya, como lo hizo Marx en su tiempo, la relatividad de este
exceso de capital bajo el imperialismo. En cualquier país capitalista
existen enormes necesidades de recursos para mejorar las condiciones
de vida de los trabajadores, ponen fin al atraso de la agricultura y
fomentan la ciencia y la cultura. Pero el capitalismo no sería
capitalismo si emplease estos recursos para tales fines. “Mientras el
capitalismo sea capitalismo -indica Lenin-, el exceso de capital no se
destinará a elevar el nivel de vida de las masas de un país dado ya que
esto acarrearía una disminución del lucro de los capitalistas, sino a
incrementar las ganancias mediante la exportación de capital al
extranjero, a los países atrasados. En estos países, la ganancia suele ser
grande, pues hay pocos capitales, el precio de la tierra es relativamente
módico, los salarios bajos y las materias primas baratas.”10
Por consiguiente, la necesidad de exportar capitales obedece a
que en unos pocos países el capitalismo está “demasiado maduro” y al
capital le falta espacio para su aplicación “lucrativa”.
Después de la segunda guerra mundial se formó en Estados
Unidos de América un “capital excedente” de gran volumen, como
resultado de las ingentes ganancias obtenidas con los pedidos militares,
mediante la más intensa explotación de la clase obrera, el saqueo de los
países dependientes y subdesarrollados y otros procedimientos. Los
monopolistas americanos, en su carrera en pos de las ganancias,
incrementaron aceleradamente la exportación de capital. Datos
oficiales estadounidenses dicen que las inversiones norteamericanas en
el extranjero se elevaban en 1946 a 18,700 millones de dólares,
mientras que en 1958 habían alcanzado ya la cifra de 59,150 millones.
Los datos a que nos referimos se basan en el valor nominal de las
inversiones. La prensa de los círculos de negocios de los Estados
Unidos afirma que su valor real es mucho mayor.
En su obra El imperialismo, fase superior del capitalismo,
Lenin no sólo examinó las circunstancias y los hechos que hacen de la
exportación de capitales una necesidad objetiva para el imperialismo,
sino que demostró que a partir de la transición del capitalismo a su fase
monopolista se incrementaron inconmensurablemente las posibilidades
de exportar capital. Estas posibilidades radican en que, a principios del

334
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo
siglo XX, la mayoría de los países atrasados se había incorporado al
tráfico mercantil mundial, estaban ya construidas o en construcción las
principales líneas férreas y carreteras, y se había desarrollado el
transporte marítimo hasta tal punto que garantizaba las premisas
elementales para el incremento de la producción. Todo ello brindaba a
los “capitales excedentes” un acceso a las fuentes de materias primas
de los países subdesarrollados, y la exportación de capitales pasó a ser
un rasgo específico del imperialismo.
La exportación de capitales se ha convertido en un pilar de la
vida económica del mundo capitalista contemporáneo. Sin embargo, lo
dicho no significa que la exportación de mercancías carezca de
importancia bajo el imperialismo. Por el contrario, éste fortalece todos
los factores que hacen necesario el mercado exterior bajo el
capitalismo, a saber: un amplio desarrollo de la producción y de la
circulación mercantil, que rebasan los límites de un Estado, la anarquía
de la producción y la desigualdad de su desarrollo.
Durante la época imperialista, la lucha por los mercados ha
adquirido singular encono. De 1900 a 1955, la exportación de
mercancías en el mundo capitalista casi se ha triplicado. La
exportación de capitales y de mercancías se entrelazan íntimamente
bajo el imperialismo, pero es la exportación de capitales la que
desempeña el papel determinante. La exportación de capitales a los
países atrasados contribuye al aumento de la exportación de
mercancías a esos mismos países. La concesión de un empréstito a un
país estipula habitualmente que una parte de dicho empréstito se
invierta en adquirir mercancías en el país acreedor. Ya en sus tiempos
señaló Lenin que la compra de armamento solía ser condición habitual
para conceder un empréstito. En nuestros días, esto es sobremanera
frecuente. El plan Marshall fue ampliamente utilizado para militarizar a
los países de Europa occidental.
La exportación de capital reviste dos formas esenciales: la de
capital de préstamo (empréstitos privados y gubernamentales, créditos,
etc.) y de capital productivo o inversiones directas: creación de
empresas industriales y comerciales, construcción de ferrocarriles,
canales, etc.
La exportación de capitales es una de las principales fuentes de
ganancias para los monopolios de las potencias imperialistas. A medida
que crece la exportación de capitales aumentan los beneficios
procedentes de las inversiones extranjeras en forma de dividendos,
intereses y cuotas de amortización de empréstitos. La suma total de
capitales invertidos en el extranjero por todos los países en 1914
334
Spiridonova, Atlas y Otros

equivalía aproximadamente de 33 a 38,000 millones de dólares, y en

335
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo
1938
siglo ascendía ya a 55-60
XX, la mayoría milpaíses
de los millones. Si calculamos
atrasados se había los intereses de
incorporado al
estas sumas al modesto tipo de un 5%, los países exportadores
obtuvieron una ganancia de 1,500 a 2,000 millones de dólares en 1914,
y en vísperas de la segunda guerra mundial, de tres mil a cuatro mil
millones.
Crecieron más aún los beneficios obtenidos por los capitales
exportados después de la segunda guerra mundial, particularmente los
de los monopolios de los Estados Unidos. A juicio del economista
americano Perlo, las ganancias totales del capital monopolista
norteamericano en sus inversiones extranjeras alcanzan actualmente a
unos 11,000 millones de dólares anuales. Los monopolios exportadores
de capital se enriquecen con mayor rapidez, puesto que las ganancias
procedentes de las inversiones extranjeras crecen con ritmo más
acelerado que las que se obtienen en el interior del país. Si las
ganancias del capital dentro de los Estados Unidos oscilaban en 1953-
1955 entre el 10 y el 12 por 100, y en Inglaterra entre el 8 y el 9 por
100, en las minas de oro de Ghana y en las de uranio del Congo
alcanzaron al 100 por 100, y las de la compañía cuprífera Rocana, en
Rhodesia, al 1,400 por 100.
Por regla general, los beneficiarios de ganancias tan enormes
son los más grandes monopolios. Lo confirma de manera convincente
el ejemplo de los Estados Unidos de América, que son los mayores
exportadores del mundo capitalista. La exportación de capital de
Norteamérica está concentrada en manos de los monopolios más
poderosos. De un total aproximado de 660,000 corporaciones
existentes en aquel país, sólo unas 2,500, o sea menos de 5%,
participan en la exportación de capitales. Según estadísticas oficiales,
62 corporaciones gigantes, que constituyen únicamente el 0,01% del
total, poseen el 71% de las inversiones. De donde se desprende con
toda evidencia que el grado de concentración de las exportaciones de
capital supera al grado de concentración del capital y de la producción
en el interior del país. Los más grandes monopolios recogen el mayor
fruto de la exportación del capital. Ellos son los beneficiarios de las
máximas ganancias monopolistas y los animadores de la expansión
económica de los Estados Unidos.
Lenin hizo, en su libro El imperialismo, fase superior del
capitalismo, un análisis de las consecuencias de la exportación del
capital tanto en los países exportadores como en los países a donde se
exporta.
La exportación de capitales incrementa la riqueza de los
monopolios de los países exportadores y consolida sus posiciones en
336
Spiridonova, Atlas y Otros
los

335
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo
mercados. Al mismo tiempo, puede conducir, en última instancia, a un
cierto estancamiento del desarrollo industrial en los mismos países. La
exportación de capital, como factor amortiguante del desarrollo de las
fuerzas productivas de un país exportador de capital, se manifiesta en
el hecho de que la burguesía, interesada en lograr ganancias mayores,
envía al extranjero la mayor parte del capital acumulado, invirtiendo la
parte menor en la economía de su país. Se forman Estados rentistas,
que viven a expensas de los intereses del capital exportado. Tales
países se rezagan de los otros Estados capitalistas y son desplazados de
los mercados. El actual retraso de Francia e Inglaterra respecto de los
Estados Unidos se debe, en cierta medida, a la exportación de capitales.
La Gran Bretaña, que a fines del siglo XIX y comienzos del XX era el
país técnicamente más adelantado, se fue quedando a la zaga de los
Estados Unidos de América porque durante este período la inmensa
mayoría de los nuevos capitales era invertida en las colonias. Francia
exportaba capital, principalmente en forma de préstamos, a diversos
países de Europa, entre ellos a Rusia. Con tal motivo

336
Spiridonova, Atlas y Otros

Lenin dio el nombre de usurario al imperialismo francés, a diferencia


del inglés, cuya característica era la de ser un imperialismo colonial.
Al analizar la exportación de capital, vuelve a reafirmarse el
carácter contradictorio de la dinámica del capital en general. La
exportación de capitales ejerce una doble influencia también en
aquellos países a donde se exporta. De una parte, contribuye a acelerar
la evolución del capitalismo en los países económicamente
subdesarrollados. Amplíanse las relaciones mercantiles y aumenta el
empleo de trabajo asalariado. Por consiguiente, la exportación de
capitales contribuye objetivamente al nacimiento y al desarrollo de un
capitalismo nuevo, nacional, en las colonias y países dependientes,
capitalismo que entra en competencia con los viejos países capitalistas,
agudizando y complicando la lucha por los mercados. El incremento de
la industria en las colonias y países dependientes trae consigo la
aparición de un proletariado nacional, de una intelectualidad nativa,
suscitando el despertar de la conciencia de los pueblos oprimidos y
fortaleciendo el movimiento nacional de liberación. Por otra parte, la
exportación de capital sirve de instrumento de esclavización de los
países atrasados, provoca el desarrollo unilateral de la economía de
éstos y los transforma en apéndices de las grandes potencias
imperialistas, dedicados al suministro de artículos agrícolas y materias
primas.
La exportación de las colosales ganancias obtenidas por
empresas imperialistas, reduce considerablemente los recursos de los
países débiles para fomentar su economía nacional. Las ganancias de
24 compañías extranjeras en Malaya durante el año de 1960
sobrepasaron con mucho todas las asignaciones para el desarrollo de la
industria previstas en el segundo plan quinquenal de la Federación
Malaya (1961- 1965).
Después de la primera guerra mundial, y especialmente después
de la segunda, el capital extranjero es exportado aceleradamente no
sólo a los países subdesarrollados, sino a naciones donde el capitalismo
ha adquirido un desarrollo mediano e incluso alto. En estos países, los
capitales extranjeros se colocan preferentemente en las industrias de la
transformación y en las empresas de servicios públicos: centrales
eléctricas, transportes, etc. El objetivo que persiguen los monopolios al
exportar capital a otros países es el de apoderarse de su mercado
interior. Como la 337
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo agudización de
la competencia lleva aparejado el proteccionismo aduanero y otras
restricciones del comercio exterior, los monopolios capitalistas,
deseosos de conquistar los mercados de otros países, montan en ellos
sociedades filiales, con lo cual eluden las barreras arancelarias. A
veces, estas sociedades trabajan con productos semifabricados que el
monopolio elabora en el país de donde se exporta el capital. Las
compañías petroleras americanas refinan de un tercio a la mitad del
petróleo que se consume en Inglaterra, Francia e Italia por intervalo de
sus filiales en estos países. Los datos de la dirección de las inversiones
de los Estados Unidos de América a comienzos de 1959 muestran un
considerable incremento de la exportación de capital a Inglaterra y a
otros países de Europa occidental.
Todos los países imperialistas exportan capital. La lucha por la
esfera de inversiones de capitales constituye uno de los objetivos
fundamentales de la rivalidad entre ellos.
Antes de la primera guerra mundial los principales países
exportadores de capital eran Inglaterra, Francia y Alemania. Sus
inversiones en el extranjero se acercaban a los 200.000 millones de
francos. Hasta entonces, los Estados Unidos de América no
desempeñaban un papel de importancia como exportadores de capital,
pues sólo tenían invertidos 10,000 millones de francos. Después de la
primera guerra, Inglaterra y Francia disminuyeron sus exportaciones de
capital, y Alemania, vencida en la contienda, casi las interrumpió. En
cambio, los Estados Unidos de América avanzaron con celeridad, y en
1929 sus exportaciones de capital al extranjero casi equivalían a las de
Inglaterra. De resultas de la segunda conflagración, los Estados Unidos
pasaron a ocupar el primer puesto: en 1955, sus inversiones en el
extranjero eran superiores a las de todos los demás países tomados en
conjunto. Aparecieron algunos exportadores nuevos: Canadá,
Argentina, Suecia. Y en los últimos años se les han incorporado
Alemania occidental y Japón. La deuda de Inglaterra a la India, a
Egipto, al Brasil y a otros países, derivada de la segunda guerra
mundial, asestó un duro golpe a su prestigio como acreedor
internacional.
A partir de la segunda guerra mundial, las condiciones de
exportación de capitales empeoraron para los Estados imperialistas. Se
redujo la esfera de inversión. Del sistema mundial capitalista se
desprendieron Polonia, Bulgaria, Checoslovaquia y algunas otras
naciones de Europa, así como China y varios países de Asia. En todos
ellos cesó por completo la

338
Spiridonova, Atlas y Otros
dominación de los capitalistas extranjeros. En varios países, hasta
entonces coloniales y dependientes, que han obtenido su independencia
política (la India, Birmania, la República Árabe Unida, Indonesia, etc.)
el dominio imperialista tropieza con algunas dificultades. Estos últimos
Estados no han conseguido, por el momento, emanciparse totalmente
de la tutela imperialista, y en ellos se observan dos tendencias
contrapuestas en lo concerniente a la importación de capital extranjero.
La primera consiste en atraerlo para hacer frente a la escasez de
capitales propios, de material y de experiencia para cumplir las tareas
que dichos países se han fijado; la segunda tiende a restringir las
actividades del capital extranjero y a nacionalizar determinadas
empresas imperialistas.
Es característica, a este respecto, la disposición del gobierno de
Indonesia, de enero de 1956. Estipulase en ella que los capitales
extranjeros pueden ser invertidos en todas las ramas de la industria,
con excepción de:
1. Los servicios públicos: ferrocarriles, medios de comunicación,
transporte marítimo nacional y líneas aéreas. Las instalaciones de
2. riegos. Las industrias de defensa.
3. Las empresas productoras de energía atómica o las que la utilicen.
4 Las industrias artesanos.
5. Las inversiones extranjeras no pueden rebasar el 49 por 100
del capital de ninguna empresa, y el control de las mismas ha de
estar en manos de la nación.
Hay países en que se nacionalizan las riquezas naturales y
algunas inversiones extranjeras.
Los países capitalistas van perdiendo su antiguo monopolio del
suministro de maquinaria y de concesión de créditos a los países
subdesarrollados.
El auge del movimiento de liberación nacional en las colonias y
países subdesarrollados hace que los imperialistas teman por sus
inversiones. Teniendo en cuenta el cambio que se ha operado en las
condiciones para la exportación de capitales después de la segunda
guerra mundial, los monopolistas pretenden hacer recaer sobre el
Estado los peligros que encierra la

339
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo exportación del
capital: le prestan su dinero disponible y obtienen del gobierno un
interés fijo a cuenta de los ingresos del presupuesto nacional; el Estado
exporta el capital en nombre propio, y todo el riesgo de una posible
pérdida de los capitales invertidos pende sobre el presupuesto de la
nación.
La exportación estatal de capitales en forma de créditos y
subsidios persigue la ampliación de los mercados de venta en otros
países, el aumento de la esfera de inversión de capitales privados, la
conquista de nuevas fuentes de materia prima, el aplazamiento de las
crisis económicas, la defensa del sistema capitalista y del régimen
colonial, la creación de bloques militares agresivos, la concertación de
pactos dirigidos contra los países del socialismo y la división de la
clase obrera. Todos estos propósitos van enmascarados tras una
sedicente “ayuda”.
El capital monopolista americano aprovecha en gran escala los
créditos y subsidios del Estado a otros países. El gobierno de los
Estados Unidos de América asigna anualmente miles de millones de
dólares para financiar la expansión económica exterior de los
monopolios norteamericanos, reduciendo las ya de por sí exiguas
asignaciones presupuestarias para construcción de viviendas,
instrucción pública y sanidad. Los gastos del presupuesto federal
destinados a empréstitos y subsidios a países extranjeros durante los
primeros onces años de posguerra se elevaron a más de 54,000
millones de dólares, mientras que durante el mismo período sólo se
destinaron 4,700 millones de dólares a instrucción pública y sanidad.
La “ayuda” más cuantiosa de los Estados Unidos al exterior en forma
de créditos corresponde a los primeros años de posguerra (1945-1948).
Posteriormente, los créditos cedieron el paso a los “donativos” o
subsidios “no reembolsables”, condicionados a exigencias políticas,
económicas y militares de largo alcance. Los subsidios en cuestión
resultan harto caros a los países que los reciben. Son utilizados para
justificar una intromisión directa en sus asuntos internos. Casi todos los
recursos obtenidos han de ser destinados a pagar mercancías y
servicios suministrados por Norteamérica. Los países agraciados con
los “donativos” han de garantizar la libertad de acción del capital
privado extranjero; además, se les obliga a incorporarse a los bloques
imperialistas y se les imponen cuantiosos gastos de tipo bélico.
Una expresión acabada de la expansión económica de los
monopolios americanos fue el Plan Marshall. En el aspecto económico,
el plan otorgaba a los países de Europa occidental 340
créditos y subsidios en dólares a cambio de la renuncia parcial a la
independencia económica y del establecimiento de un control de los
Spiridonova, Atlas y Otros
monopolios estadounidenses sobre la política económica de los países
en cuestión. En el aspecto militar, el plan estipulaba la concesión de
créditos y subsidios en dólares a aquellos países para convertirlos en
baluartes estratégicos y en bases industriales y militares de los Estados
Unidos de América. En el aspecto político, el plan concedía
empréstitos y subsidios a cambio de una seria merma de la soberanía y
de la independencia nacionales, a cambio de la supeditación al capital
monopolista norteamericano. Italia obtuvo un empréstito de los
Estados Unidos de América tan sólo después de haber sido
reorganizado el gobierno al gusto de Norteamérica. Y Francia lo
consiguió cuando hubo desplazado a los comunistas del gobierno.
La aprobación, en 1951, de la ley de defensa conjunta dio a los
empréstitos y subsidios norteamericanos un carácter
desembozadamente militar. Durante los años de 1954 a 1956, la
“ayuda” militar de los Estados Unidos a los demás países fue diez
veces superior a la del período 1948-1950, mientras que la “ayuda”
económica y técnica se redujo en tres veces durante los mismos
períodos. En los países imperialistas, y particularmente en
Norteamérica, se habla mucho de la necesidad de ayudar a los países
débiles y se hacen públicos los programas más variados de “ayuda”
económica y técnica. En los años de 1950 a 1959, las inversiones
privadas directas de los Estados Unidos en los países subdesarrollados
experimentaron un alza de 4,500 millones de dólares, y los ingresos
que los monopolios estadounidenses obtuvieron en dicho países
ascendieron a 12,800 millones. Las naciones atrasadas reciben los
subsidios y los empréstitos tan sólo si aceptan los compromisos que les
imponen los monopolios. En 1956, el Banco Internacional de
Reconstrucción y Desarrollo, bajo control norteamericano, se negó a
financiar la construcción de la presa de Asuán, en Egipto, pretextando
la “insegura situación financiera” del país y las relaciones comerciales
con los países del campo socialista.
La expansión económica del imperialismo americano choca con
los intereses de otras potencias imperialistas, lo que acentúa las
contradicciones entre ellos. Las principales contradicciones de hoy día
entre los imperialistas son las que existen entre los monopolios
norteamericanos y británicos. Los monopolios ingleses tratan de
mantener a toda costa sus tambaleantes posiciones, mientras que el
imperialismo yanqui, enriquecido durante la 341
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo segunda guerra
mundial, pretende desplazar a sus rivales ingleses de las esferas de
inversiones de capitales que aquéllos ocupan. Valiéndose del
debilitamiento económico, financiero, militar y político de la Gran
Bretaña, los Estados Unidos han reforzado su penetración en mercados
tradicionalmente ingleses: el Oriente Cercano y Medio, las colonias
británicas y los países asiáticos y africanos.
Uno de los nudos de contradicciones entre los Estados Unidos
de América e Inglaterra se encuentra en la extensa zona del Cercano y
Medio Oriente. Hasta el estallido de la última guerra, eran los
monopolios ingleses los dueños de las posiciones clave. Después del
conflicto bélico, el imperialismo norteamericano recrudeció la lucha
por conquistar el dominio de esta región y desencadenó la “guerra del
petróleo” contra los monopolios británicos, perdiendo Inglaterra
muchas posiciones y aumentando la influencia americana.
Por lo que concierne a Asia, los Estados Unidos de América
han incrementado la exportación de capitales a Malaya, a Indonesia, a
Pakistán, a Nueva Zelanda, a Australia, a Ceilán y al Japón.
Norteamérica, deseosa de debilitar a Inglaterra, recurre a la “ayuda”
financiera a estos países, enredando su economía en una “cadena de
oro”. El total de inversiones extranjeras en el Pakistán arroja la suma
de 750 millones de rupias, cuya mayor parte pertenece a los países de
la zona de la libra esterlina. En 1953, el Pakistán recibió de los Estados
Unidos de América 150,300,000 rupias, y de Inglaterra, 97.700.000.
Además, los Estados Unidos prestaron al Pakistán en 1955 una
“ayuda” militar cifrada en más de 70 millones de rupias. El mismo año
se firmó un acuerdo garantizando las inversiones privadas de capital
americano en el Pakistán. Las compañías Ford, Chrysler y General
Motors, cubriéndose con la etiqueta de sociedades mixtas pakistano-
americanas, montan filiales y secciones en todas las grandes ciudades
pakistaníes. Los monopolios ingleses constituyen también sociedades
mixtas. En la compañía Pakistán Petroleum ejerce la dirección la
compañía británica Burma Oil. Inglaterra sigue detentando el control
de la agricultura, la industria y el comercio exterior del Pakistán, pero
la amenaza a sus posiciones crece sin cesar.
Entre los principales objetivos de la expansión del capital
financiero de los Estados Unidos ocupa un puesto principalísimo el
más “americanizado” de los dominios británicos: el Canadá.
La parte correspondiente al capital norteamericano en el total
de las inversiones extranjeras en el Canadá se ha elevado desde el
60,2%
342
Spiridonova, Atlas y Otros
en 1939 hasta el 77,2% en 1954, mientras que la del capital inglés
descendió desde el 35,8 hasta el 17,2%. Bajo el control de los
monopolios de los Estados Unidos de América se encuentra el 43% de
la industria de la transformación y el 55% de la industria minera
canadiense. Los yacimientos petrolíferos del país han caído en poder
de Rockefeller, y los de mineral de uranio en manos de Morgan. El
capital monopolista británico procura conservar sus posiciones,
fuertemente cuarteadas, en la economía canadiense. Últimamente,
Inglaterra ha incrementado de manera considerable sus inversiones en
el Canadá. Pero, como indican los periódicos de este país, “los
capitales ingleses han acudido demasiado tarde para ocupar el puesto
predominante...”
También las posiciones africanas de los monopolios ingleses
sufren la ofensiva del dólar americano. Las inversiones privadas de los
Estados Unidos de América en Africa se han triplicado en los últimos
cinco años. Los monopolistas yanquis han elegido como centro de su
expansión la Rhodesia del Norte y la Rhodesia del Sur, ricas en
yacimientos de cobre, de uranio, de carbón, de hierro y de oro. El
capital norteamericano penetra, asimismo, en la República de África
del Sur, en cuyas industrias auríferas han invertido cuantiosos recursos
la banca Morgan.
Los Estados Unidos de América tratan de aprovechar el
quebranto de las posiciones de Inglaterra y de Francia en esta región
para apoderarse de sus inextinguibles riquezas. Una misión especial de
la Cámara de Representantes inspeccionó la economía de África y
llegó a la conclusión de que los Estados Unidos de América “no
pueden permitirse pasar de largo ante su potencial económico”. Un
conocido periodista norteamericano, J. Gunther, ha escrito en un libro
titulado En África: “Se ha perdido la mayor parte de Asia. Queda
África. Pero África está abierta de par en par y casi totalmente
indefensa: es la mayor presa del globo terráqueo...”
Contrariamente a los pronósticos y a las esperanzas de los
imperialistas, la ola del movimiento de liberación nacional que pasó
por Asia llegó a África. Los Estados independientes africanos como el
Sudán, Marruecos, Túnez, la República Árabe Unida, Ghana, Etiopía,
Libia, Liberia y otros reúnen ya más de una tercera parte de toda la
población de África.

343
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo
A la vista del creciente movimiento nacional e liberación, los
Estados Unidos de América recurren a la táctica de “flirtear” con los
países africanos; valiéndose de la difícil situación económica de éstos,
Norteamérica intenta imponerles su “ayuda” económica. Sin embargo,
los pueblos de Africa comprenden perfectamente lo que se oculta tras
semejantes “ayuda” y se manifiestan con igual energía contra el
dominio anglo-francés y contra su sustitución por el americano.
Últimamente, los antagonismos entre los países imperialistas se
agudizan a causa de que Alemania occidental y el Japón comienzan a
operar en el mercado mundial de capitales como rivales serios. El
capital financiero germano-occidental se abre camino en medio de
enconada competencia con los monopolios ingleses, americanos y
franceses.
Refiriéndose a la exportación de capitales como uno de los
rasgos fundamentales del imperialismo, Lenin señaló que unos cuantos
países imperialistas, los más ricos, se repartían el mundo en el sentido
figurado de la palabra. Pero el capital financiero - indicaba Lenin- ha
conducido el reparto virtual del mundo.

4. EL REPARTO ECONÓMICO DEL MUNDO ENTRE LAS


ALIANZAS DE CAPITALISTAS. LOS MONOPOLIOS
INTERNACIONALES
La intensa penetración de los monopolios en la vida económica
del país bajo el imperialismo les garantiza su pleno dominio en el
mercado nacional. Pero el volumen de la producción de las
asociaciones monopolistas rebasa paulatinamente los límites del
mercado interno.
Entáblase una lucha de los monopolios de diversos países por
los mercados del interior. Al llegar a un determinado nivel de
concentración de la producción y del capital, la fabricación de ciertos
artículos en escala mundial queda en manos de unas cuantas alianzas
monopolistas. La competencia entre ellas adquiere formas
particularmente agudas y destructivas. En tales condiciones surge la
tendencia al reparto económico del mundo, a la conclusión de acuerdos
internacionales que consoliden su predominio monopolista.
Lenin consideraba la formación de monopolios internacionales
como un grado nuevo, más alto, de concentración de la producción y
del capital, y les dijo el nombre de supermonopolios. Las primeras

344
Spiridonova, Atlas y Otros
asociaciones monopolistas internacionales comienzan a formarse en
los años del sesenta al ochenta del siglo XIX, en las ramas industriales
muy

345
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo
concentradas. Lenin estudió las mayores alianzas monopolistas de
diversos países a principios del siglo XX. En la industria
electrotécnica, a causa del rápido progreso de la técnica y del
gigantesco aumento de la concentración del capital, surgieron las más
grandes alianzas monopolistas: la Sociedad Federal de Electricidad
(Alemania) y la Compañía General de Electricidad (Estados Unidos).
En 1907 ambas concertaron un acurdo sobre el reparto del mercado
mundial, correspondiendo a la compañía norteamericana los Estados
Unidos de América y el Canadá, mientras que la alemana quedaba
asentada en los mercados de Alemania, Austria, Rusia, Holanda,
Dinamarca, Suiza, Turquía y los países balcánicos.
La enconada competencia de los dos gigantes del petróleo, la
Standard Oil, de Rockefeller, y el consorcio anglo-holandés Royas
Dutch-Shell, dio como resultado el reparto del mercado mundial del
petróleo entre ambos monopolios.
Lenin señaló, asimismo, entre los primeros monopolios de tipo
internacional, las alianzas del transporte marítimo, el cartel ferroviario,
el sindicato del cinc y la asociación de fabricantes de explosivos. Hacia
el comienzo de la primera guerra mundial, el número de carteles
internacionales se elevaba a 114 contra 40 que existían en 1897.
Después de la primera guerra mundial, ya en el período de la
crisis general del capitalismo, se observa un reparto económico del
mundo más intenso todavía entre las alianzas monopolistas de diversos
países. Es entonces cuando se constituyen los mayores monopolios
internacionales en las principales ramas de la industria, acentuándose
su papel reaccionario y agresivo en la economía y en la política de los
países capitalistas.
Entre las alianzas internacionales más fuertes y reaccionarias,
con múltiples ramificaciones y vínculos, ocupan uno de los primeros
puestos los carteles internacionales de la industria química. Durante la
década del veinte del siglo XX sobresalen en escala mundial unos
cuantos monopolios: Du Pont de Nemours en los Estados Unidos,
Imperial Chemical Industries en Inglaterra y Farbenindustrie en
Alemania. Estos consorcios gigantescos conciertan varios acuerdos que
les garantizan el dominio de la producción y la venta de diversos
productos químicos en el mundo entero.
En 1926, las alianzas monopolistas de la industria metalúrgica
de Alemania, Francia, el Sarre, Bélgica y Luxemburgo acordaron
fundar el cartel internacional del acero, que determinaba el volumen
de la
346
Spiridonova, Atlas y Otros
fundición de acero y la cuota correspondiente a cada país. En esta
alianza, el papel preponderante correspondía a los industriales
alemanes, que producían el 43.5% de todo el acero del cartel.
Posteriormente fueron incorporados a éste algunos otros países de
Europa; en 1935 se le adhirió Inglaterra. La competencia de este grupo
con la industria del acero de los Estados Unidos terminó en 1938 al
concluirse un acuerdo entre el cartel del acero y la asociación
exportadora de los monopolios siderúrgicos norteamericanos,
formándose, así, un cartel internacional que controla el mercado
mundial del acero.
Entre la primera y la segunda guerras mundiales se constituyen
poderosas asociaciones internacionales monopolistas que abarcaron a
casi todos los metales no férricos, a la producción de tuberías, de
alambre y de artículos de la industria ligera.
Los monopolios internacionales controlan en grado creciente la
producción agrícola: el trigo, el maíz, la carne, la mantequilla, el café,
el cacao, etc. Se intensifica más aún, en este período, la actividad de
los monopolios internacionales anteriormente fundados: el cartel del
raíl, las asociaciones de las industrias petroleras y electrotécnica, etc. A
comienzos de la segunda guerra mundial (1939) existían cerca de 350
monopolios de tipo internacional.
¿Qué importancia tienen estas asociaciones monopolistas de
diversos países? ¿Cuál es su papel en la economía y en la política del
imperialismo?
El principal objetivo de los carteles internacionales es el de
asegurar a sus integrantes ganancias monopolistas explotando a la
población de todo el mundo capitalista, y ante todo a la de las colonias
y países dependientes. La consecución de este propósito se lleva a cabo
fijando altos precios en acuerdos internacionales, regulando la
producción y la venta de tal o cual mercancía mediante el
establecimiento de las cuotas correspondientes para cada integrante de
la asociación, repartiéndose los mercados internacionales y
concertando acuerdos de intercambio y utilización conjunta de las
patentes.
Acerca de la influencia de los carteles sobre los precios nos da
una idea del acuerdo concertado poco antes de la segunda guerra
mundial entre la General Electric americana y la sociedad anónima
alemana Friederich Krupp sobre utilización conjunta de las patentes de
producción de carburo de volframio. En virtud del acuerdo, el precio
de dicho producto se elevó en los Estados Unidos de América de SO a

347
Capítulo XI
453 dólares El
la Imperialismo,
libra (siendofase
el superior
costo dedel producción
capitalismo 8 dólares por
libra). El

348
Spiridonova, Atlas y Otros
convenio en cuestión redujo ex profeso el empleo del carburo de
volframio -valioso material para los instrumentos cortantes de
elaboración de metales- en los Estados Unidos de América. Y sólo en
1942, después de intervenir los tribunales, el precio de este artículo fue
establecido entre 27 y 45 dólares la libra.
Un acuerdo internacional de los monopolios químicos de
Alemania, Inglaterra y los Estados Unidos de América subió el precio
del metilo-metacrilato (plástico que se emplea en la prótesis dental)
hasta 45 dólares la libra, mientras que este producto se vendía a 85
céntimos la libra para su empleo en la industria aeronáutica.
A causa del alto precio impuesto por el cartel internacional del
petróleo existente en la actualidad, el petróleo del próximo Oriente,
cuyo costo de producción es tan sólo de 500 francos de tonelada, se
vende en Francia a 5,000.
El acuerdo del consorcio Imperial Chemical Industries con la I.
G. Farbeindustrie sobre reparto del mercado de colorantes en Europa,
concertado en 1932, permitió duplicar los precios en Inglaterra con
relación al nivel de anteguerra, mientras que el índice general de los
precios de estos productos al por mayor sólo se elevó en el 2%. Este
acuerdo, además de garantizar enormes beneficios a sus firmantes,
constituyó una de las causas del brusco descenso de la producción y la
exportación de la industria textil inglesa, consumidora de colorantes.
La creación de los monopolios internacionales trajo como
consecuencia un alza de los precios de los medicamentos, de las
lámparas eléctricas de diversos tipos, etc.
Para mantener los precios altos, se recurre a limitar la
producción. El cartel internacional del acero imponía multas a aquellos
de sus miembros que rebasaban su cuota de producción y, por el
contrario, abonaba gratificaciones a las firmas que no utilizaban
totalmente sus cuotas.
Cuando, en 1930, el trust inglés de la química realizó amplias
investigaciones científicas de los pigmentos de titanio y decidió
fomentar su producción, hubo de enfrentarse con la resistencia del más
viejo productor, la National Lead Company americana. Esta firma, en
su pugna con el rival inglés, logró que se constituyese una compañía
mixta, la Brithish Titan Products, en la que participaba la National
Lead Company, con el 49% de las acciones en conjunto con tres firmas
inglesas a las cuales pertenecía el 51%. El acuerdo estipulaba el
reparto

349
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo
de los mercados y la limitación de la producción. Posteriormente se
constituyó un cartel internacional de pigmentos de titanio, que dificultó
el rápido desarrollo de la producción de este valioso artículo, cuyas
aplicaciones abaracan las industrias del esmalte y de los colorantes, la
del caucho, la de los plásticos, la de la piel y otras. Integraban el cartel
todas las grandes empresas químicas del mundo: la Imperial Chemical
Industries inglesa, la I. G. Farbenindustrie alemana, la Du Pont de
Nemours estadounidense, el consorcio italiano Montecatini y el
japonés Kokusán Koguio Kabushiki, y otros. Gracias al reparto de los
mercados entre los monopolios asignados a cada compañía, y mediante
los acuerdos sobre patentes y sobre limitación de la producción, los
monopolios consiguieron elevar los precios del titanio hasta una altura
astronómica. El cartel trata de comprar todas las patentes que guardan
relación con esta rama, ofreciendo grandes compensaciones a aquellas
firmas que podían competir con él en la producción de titanio.
Resultados idénticos tuvo la creación, en 1924, de la asociación
internacional de productores de álcali, de la que formaban parte la
Imperial Chemical Industries, la I. G. Farbenindustrie, las compañías
americanas Alcassa y Caltex y la firma belga Solvay. El acuerdo
estipulaba un reparto de mercados: la Imperial Chemical, la
Farbenindustrie y la Solvay reunciaron a exportar a los Estados Unidos
de América; la Farbenindustrie se hizo cargo de los mercados de
Alemania y de los países escandinavos, y la Imperial Chemical, de los
del Imperio Británico, excepto el Canadá. La distribución de los
mercados trajo consigo un descenso de la producción y el
establecimiento de precios monopolistas para los álcalis, lo que, a su
vez, frenó durante largo tiempo el incremento de varias ramas de la
industria: la farmacéutica, la del caucho sintético, la del vidrio, la
electrolítica, etc.
El rápido descenso de los precios de la industria de nitratos en
1929-1930 indujo a los monopolios ingleses a concertar, en julio de
1930, un acuerdo con los productores chilenos y europeos.
Establecióse un reparto de los mercados mundiales, la disminución de
la producción y la estabilización de los precios. Como resultado de este
acuerdo, Inglaterra redujo su producción de abonos nitrogenados en el
50% tan sólo en el curso de un año.
A causa del reparto de los mercados mundiales, el consumidor
se ve obligado, en algunos casos, a conformarse con mercancías de
calidad inferior. Por ejemplo, desde 1926 hasta 1932, según un
convenio concertado entre la Nobel Industries y la firma Du Pont de
Nemours, el mercado europeo de pólvora sin humo le fue asignado a
Nobel, aunque
348
Spiridonova, Atlas y Otros
el producto de Du Pont era más barato y de mejor calidad.
Otra forma de monopolio internacional, bastante difundida, son
los acuerdos sobre patentes. Los monopolios tratan de apoderarse del
control absoluto de las patentes de una determinada rama de la
industria, ya que su posesión les permite batir a los rivales y contribuye
a un enriquecimiento rápido. Y como, en escala mundial, algunos
monopolios pueden poseer patentes que se complementan
recíprocamente, surge la tendencia a unificarlas y a concertar acuerdos
internacionales en este plano.
El capitalismo propugna la nueva técnica tan sólo cuando ésta
promete incrementar las ganancias. Una ilustración evidente la
tenemos en la política monopolista de patentes. El intercambio de éstas
y de información técnica contribuye a perfeccionar la producción y a
disminuir sus gastos, incrementando, por consiguiente, las ganancias
de los monopolios. Pero es frecuente que una gran firma, deseosa de
utilizar al máximo la costosa maquinaria de que dispone, quiera
conservar los procedimientos de producción de un artículo que, aunque
más atrasados, están ya en funcionamiento. La aparición, en la misma
rama, de una empresa rival con métodos más adelantados y maquinaria
más moderna puede poner en peligro las cuantiosas ganancias de
monopolio. Para evitarlo, la gran empresa interesada trata de
asegurarse el control absoluto de todas las patentes de su rama, tras de
lo cual muchas de estas patentes pasan a dormir el sueño de los justos.
El cartel europeo del nitrógeno, salvaguardando sus intereses, negó
durante varios años a las empresas americanas la licencia para
construir una fábrica de amoníaco.
Las asociaciones monopolistas de un país no pueden mantener
las patentes inactivas durante mucho tiempo, ya que esto las debilitaría
ante los monopolios de otros países. Pero los acuerdos internacionales
sobre patentes, concertados por los monopolistas, pueden dificultar
seriamente el progreso técnico y científico.
Interesados en conservar sus cuantiosos beneficios, los
monopolios encargan a hombres de ciencia que averigüen el modo de
empeorar la calidad de la producción. En el Congreso de las Trades-
Union Británicas celebrado en Blackpool en 1944 se dieron a conocer
hechos demostrativos de que los carteles internacionales de la industria
química estimulaban el empeoramiento de los plásticos mediante la
mezcla de sustancias tóxicas, arsénico y plomo, para impedir que estos
materiales poco costosos fuesen empleados por los odontólogos y los
cirujanos.

349
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo
Caracterizando el imperialismo, V. I. Lenin demostró que la
dominación de los monopolios engendra fatalmente la tendencia al
estancamiento y la putrefacción y que, en determinadas condiciones,
esta tendencia termina por imponerse.
Todos estos datos, relativos a las actividades de los monopolios
internacionales, abonan sin lugar a dudas la afirmación de Lenin. Los
carteles internacionales, llevados de sus fines egoístas, suelen ejercer
una influencia retardataria en el desarrollo de las fuerzas productivas:
reducen la producción, limitan el comercio internacional, obstaculizan
el fomento de la ciencia y la aplicación de la técnica moderna en la
industria, empeoran deliberadamente la calidad de la producción y
apoyan a las empresas atrasadas.
Son las alianzas monopolistas internacionales las fuerzas
siniestras que impulsan a los gobiernos de los países capitalistas a
preparar y desencadenar sangrientas guerras imperialistas y coloniales.
Ya durante la primera guerra mundial, Lenin subrayó que los
imperialistas se enriquecían con la matanza, señalando que el capital,
entrelazado internacionalmente, hacía magníficos negocios con el
armamento y con las guerras.
Mientras los lacayos de los monopolistas hablaban de
“patriotismo” y de “defensa de la patria”, sus amos se lucraban con los
padecimientos de los pueblos, e incluso con la muerte de los soldados
de su propio país. Durante la primera conflagración mundial, en virtud
de un acurdo monopolista internacional, el consorcio alemán Krupp
percibía del trust británico Vickers determinada suma por cada
proyectil lanzado contra los soldados alemanes. En la guerra contra
Turquía, los soldados ingleses morían bajo la metralla de los cañones
ingleses vendidos a los turcos por el mismo trust Vickers.
Las asociaciones internacionales de los grandes monopolios de
Inglaterra, Francia y los Estados Unidos de América desempeñaron un
papel principalísimo en el restablecimiento del potencial bélico-
industrial de Alemania y en la subida de los nazis al poder después de
la primera guerra mundial. Por consiguiente, la invasión de Francia por
las hordas hitlerianas y los bárbaros bombardeos de las ciudades
inglesas fueron preparados con intervención directa de los monopolios
franceses e ingleses. Muchos monopolios de Inglaterra, de Francia y de
los Estados Unidos de América continuaron manteniendo relaciones
con los consorcios alemanes durante la segunda guerra mundial. Lo
único que cambió ligeramente fue la forma de estas relaciones: los
vínculos con los representantes de las firmas de las potencias del Eje
se mantenían a
350
Spiridonova, Atlas y Otros
través de países neutrales.
En esta contienda se descubrió que los carteles internacionales
trataban de restringir la producción de importantes materiales
estratégicos en los Estados Unidos de América e Inglaterra, y hubo
casos en que se transmitió a las firmas alemanas información técnica
sobre nuevos descubrimientos en la industria de guerra. En 1942, el
Ministerio de Justicia de los Estados Unidos de América comprobó la
existencia de 162 acuerdos entre corporaciones americanas de las
industrias química y del petróleo con el consorcio alemán I. G.
Farbenindustrie, a los que estaban adheridas también firmas inglesas,
francesas y japonesas. Los acuerdos en cuestión

351
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo
estipulaban una limitación de la producción de caucho sintético,
alcohol, titanio y otros artículos en los Estados Unidos de
América.
En la posguerra, los círculos gobernantes de Inglaterra y de los
Estados Unidos de América se han dedicado a restaurar los
monopolios bélico-industriales de Alemania occidental, a la que se
esfuerzan por arrastrar a las alianzas y bloques agresivos.
Los monopolistas angloamericanos de la industria química han
pugnado tesoneramente por restablecer la I. G. Farbenindustrie como
foco de agresión en Europa, como alidada en el saqueo de los pueblos
europeos. Las actividades posbélicas de los monopolios angloyanquis
han traído como resultado que actualmente las sociedades “sucesoras”
de la I. G. Farbenindustrie en Alemania occidental sobrepasen, tanto
en número de obreros como en volumen de producción, el nivel
alcanzado por este consorcio antes de la guerra.
Está restableciéndose el poder decisivo de las viejas
asociaciones monopolistas en otras ramas de la industria pesada, que
constituyen la base económica de la remilitarización de Alemania
occidental: la siderúrgica, la hullera, la producción de energía, la
fabricación de maquinaria, etc.
La alianza militar de los imperialistas angloamericanos y
franceses con sus socios de Alemania occidental toma cuerpo en los
tratados de París, que convierten a Alemania occidental en integrante
de la Unión Europea Occidental y del pacto del Atlántico del Norte.
Existe actualmente una alianza internacional secreta de los
monopolios de las industrias bélicas, en la que participan los mayores
monopolios productores de armas en todas las grandes potencias
imperialistas. En dicha alianza ocupa el puesto rector la corporación
americana de Rockefeller. La alianza secreta de los monopolios bélicos
opera con arreglo a un completo sistema de acuerdos entre las
organizaciones monopolistas y los Departamentos de Guerra de los
gobiernos burgueses. Los acuerdos en cuestión abarcan tanto la
confección de un programa general de armamento como el reparto de
la producción, de los pedidos y de las materias primas entre distintos
países y trusts, la fijación de los precios, etc.

352
Spiridonova, Atlas y Otros

Después de la segunda guerra mundial resucitaron muchos de


los monopolios que se habían desmoronado. La Asociación
Electrotécnica Internacional -sucesora del cartel electrotécnico de
anteguerra- consta de 17 firmas inglesas y 23 sociedades de otros
países de Europa occidental. Las empresas electrotécnicas británicas
están ligadas por acuerdos de cartel con los monopolios americanos
productores de maquinaria eléctrica. El cartel internacional del acero,
restaurado en 1953, controla la mayor parte de la exportación de acero
de Europa occidental. Entre los grandes monopolios internacionales de
posguerra figura el cartel de lámparas eléctricas y el de la seda
artificial.
Han sido restablecidos también, y en algunos casos creados,
carteles internaciones en el terreno de las materias primas. En su
mayoría se trata de acuerdos intergubernamentales, cosa que refleja la
acentuación de las tendencias monopolistas-estatales en la economía
del capitalismo moderno. Cartel del tipo indicado son el acuerdo
internacional de trigo, el del azúcar, el del estaño, la Unión Europea del
Carbón y del Acero y otros similares.
Lo peculiar de los monopolios internacionales fundados en el
período de posguerra es el aumento de la fuerza y la influencia del
imperialismo americano dentro de ellos. La creación de la Unión
Europea del Carbón y del Acero, resultado del Plan Schuman,
contribuye a realizar los planes económicos, políticos y estratégicos de
los Estados Unidos en Europa. Se trata de una asociación monopolista
internacional de las industrias siderúrgica y hullera de seis países
europeos: Francia, Italia, la República Federal Alemana, Bélgica,
Holanda y Luxemburgo, y su particular rasgo distintivo es que no ha
sido concertada entre capitalistas privados, sino directamente por los
gobiernos de dichos países.
Su principal objetivo es el de reforzar la subordinación
económica y política de Europa occidental al imperialismo
norteamericano. Concediendo el papel rector en la Unión Europea del
Carbón y del Acero a los monopolistas de Alemania occidental, los
Estados Unidos de América tendían a acelerar el renacimiento de las
fuerzas armadas alemanas como núcleo principal del ejército europeo
de la OTAN y utilizar esta asociación para incrementar la competencia
con los monopolios siderúrgicos de Inglaterra.
En los últimos años, las tentativas de robustecer el bloque
militar imperialista de las potencias occidentales han tenido su

353
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo expresión en la
creación de la llamada Pequeña Europa o Comunidad Económica
Europea, cuya base económica es el Mercado Común. El pacto de
fundación de la Comunidad Económica Europea, o Mercado Común,
se concluyó en Roma el 25 de marzo de 1957, firmándolo seis países
europeos: la República Federal Alemana, Francia, Italia, Bélgica,
Holanda y Luxemburgo.
Esta conjura de las potencias occidentales va dirigida contra las
fuerzas de la paz y de la democracia, contra los intereses vitales del
movimiento obrero y de la lucha de liberación nacional en las colonias
y países dependientes, sin que por ello quedasen en el olvido los
intereses de algunas esferas imperialistas que tienden a extender su
influencia a costa de sus rivales.
La Comunidad Económica Europea estipula la liquidación
paulatina de las tarifas aduaneras y de las restricciones cuantitativas en
el comercio entre los firmantes del Tratado, así como el
establecimiento de tarifas aduaneras únicas, y elevadas, para los
restantes países. Según las condiciones del pacto, se implantaba la
libertad de circulación de capitales y de desplazamiento de la mano de
obra dentro del Mercado Común de los seis países. Se preveía,
asimismo, la explotación conjunta de las posesiones coloniales
francesas, belgas y holandesas.
La prensa burguesa, echando las campanas al vuelo con motivo
de la creación del Mercado Común, afirmaba que le pacto de
referencia conduciría al florecimiento de la economía, a la solución del
problema del paro, a la rebaja de los precios de los artículos de
consumo y a la elevación del nivel de vida de los países participantes
en él.
En la práctica, el proyecto del Mercado Común significaba
conceder libertad al capital alemán, como más fuerte, para irrumpir en
la economía de los demás países, arruinar las pequeñas empresas a
causa de la competencia de los monopolios, rebajar los salarios e
incrementar la desocupación.
El Mercado Común representa una amenaza de sometimiento
de Francia y de otros países de Europa occidental a la hegemonía
económica de los monopolistas alemanes. Todo ello no puede por
menos de suscitar profundas contradicciones entre los imperialistas
signatarios del acuerdo, una lucha intestina por la dominación en el
mercado europeo. La fundación de la

354
Spiridonova, Atlas y Otros

Comunidad Económica Europea ha agudizado las contradicciones


entre sus integrantes e Inglaterra. Inglaterra rehusó incorporarse al
Mercado Común para no quebrantar el sistema de preferencias
aduaneras de los países de la Comunidad Británica, sistema que hasta
hoy día reviste sumo interés para la Gran Bretaña, pues es sabido que
cerca del 45 por
100 del comercio exterior inglés corresponde a los países de la
Comunidad Británica.
Como contrapeso al Mercado Común, Inglaterra logró, en la
conferencia celebrada en Estocolmo en junio de 1959, que se aprobase
el plan de creación de la Unión Europea de Libre Comercio, a la que se
incorporaron siete países: Inglaterra, Suecia, Dinamarca, Noruega,
Austria, Suiza y Portugal.
En esta batalla de las dos agrupaciones rivales, Inglaterra fue
virtualmente vencida y obligada a plantear el problema de su
incorporación a la Comunidad Económica Europea.
Es asimismo inevitable la agudización de las contradicciones
americano-germanas. Está claro que el imperialismo alemán
occidental, cada día más vigoroso, no se resignará largo tiempo a
ocupar un puesto secundario en los asuntos europeos y tratará de
emanciparse de la “tutela” del capital americano, obteniendo su
libertad de acción.
Un análisis del pacto creando el Mercado Común evidencia que
las componendas internacionales de los monopolistas son incapaces de
resolver las contradicciones del imperialismo. Con la concertación del
acuerdo, lo único que cambian son los métodos de lucha, que se
desplazan al interior de la alianza formada. Cualquier pacto o cualquier
reparto del mundo se lleva a cabo “según el capital” y “según la
fuerza” de que se dispone. Y el cambio de la correlación de fuerzas
entre los firmantes del acuerdo, en virtud del desarrollo desigual del
capitalismo, acarrea indefectiblemente una agravación del antagonismo
entre ellos, haciendo inconsistentes las alianzas internacionales de los
monopolistas, quebrantándolas y suscitando agudos conflictos y
guerras de las potencias imperialistas entre sí.
Uno de los ejemplos más instructivos en este sentido es la
enconada y larga lucha por el petróleo entre los imperialistas de
diversos países. En los últimos años, la pugna de los monopolios por
los yacimientos petrolíferos se ha encarnizado visiblemente, lo cual se
explica, en parte, por el hecho de que el petróleo comienza 355
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo a ocupar un
puesto cada vez más prominente en los recursos de combustible y de
energía de los distintos países.
Las contradicciones entre los monopolios del petróleo de los
Estados Unidos de América y de Inglaterra, países integrantes del
cartel internacional del petróleo, se han hecho más profundas,
alcanzando particular encono en el Cercano y Medio Oriente. Allí
están concentrados riquísimos yacimientos de petróleo -el 59% de las
reservas de todo el mundo capitalista- y, además, el petróleo d esta
zona resulta mucho más barato que el que se extrae en otros países. Un
solo pozo del Irán, de la Arabia Saudi o del Kuwait proporciona tanta
nafta como 400 ó 500 pozos en los Estados Unidos. La inversión del
capital por cada tonelada de petróleo extraído desde 1949 hasta 1958
en los Estados Unidos equivalía a 12.3 dólares, y en el Medio Oriente,
a 1.18 dólares. Según datos de origen americano, la cuota de ganancia
en la industria petrolífera arroja las siguientes cifras: en los Estados
Unidos de América, el 20%; en Venezuela, el 35, y en los países del
Oriente árabe, el 100%.
Gracias al cambio de la correlación de fuerzas entre Inglaterra y
los Estados Unidos de América después de la guerra, pudieron los
monopolistas norteamericanos desplazar al capital inglés en esta
región.
De 1937 a 1955, la extracción de petróleo por Inglaterra en el
Cercano y Medio Oriente descendió del 76.8% al 31%, mientras que la
de los Estados Unidos de América subió del 13,1 al 57,1%. Los
monopolistas norteamericanos dominan absolutamente la industria
petrolífera de la Arabia Saudi, de Bahrein y de la zona neutral y
controlan la mitad de la extracción en el Kuwait y cerca del 24% en el
Irak y en Katara.
Ha pasado también a poder de los imperialistas
norteamericanos buena parte de las riquezas petrolíferas del Irán,
controladas anteriormente en su totalidad por el capital inglés.
Inglaterra, aunque sus posiciones hayan sido muy quebrantadas,
sigue resistiendo obstinadamente. En el nuevo consorcio internacional
creado para controlar el petróleo iraní a raíz del derrocamiento del
gobierno de Mussadeq, la participación del capital británico y anglo-
holandés asciende al 54%, la del americano al 40%, y la del francés al
6%. Por otra parte, Inglaterra, en virtud de un acuerdo oneroso para el
Irán, debe

356
Spiridonova, Atlas y Otros
percibir, en concepto de compensación 25 millones de libras esterlinas
y otros 214 millones que han de abonarle sus socios por los activos de
la Compañía Petrolífera Anglo-Iranesa que les han sido transferidos.
A lo largo de los últimos años viene observándose que, además
de los monopolios ingleses, norteamericanos, franceses y holandeses,
se incorporan a la lucha en que se disputan los recursos petrolíferos del
Oriente Arabe, los monopolios de Alemania occidental, de Italia y del
Japón, los cuales despliegan singular actividad.
También en otras zonas del mundo, ricas en yacimientos
petrolíferos, han cambiado la correlación de fuerzas entre los
monopolios ingleses y norteamericanos. En 1938, la Gran Bretaña
poseía el control del 55% de toda la extracción de nafta del mundo
capitalista. Para 1951, su participación había disminuido hasta el 30%,
mientras que la de los Estados Unidos de América creció en los
mismos años desde el 35 hasta el 55%.
A partir del momento en que fueron descubiertos importantes
yacimientos de petróleo en la región del Sahara, países como Argelia,
Túnez, Libia y Marruecos han venido también a transformarse en
campo de una encarnizada competencia que libran entre sí los
monopolios petrolíferos de los Estados Unidos de América, Inglaterra
y Francia.
Si examinamos las alianzas monopolistas internacionales
actualmente en funcionamiento, nos convenceremos una vez más de
cuán acertada era la tesis leninista en la que se afirmaba la
imposibilidad de que las mencionadas asociaciones pudieran servir de
instrumento para resolver pacíficamente las contradicciones y los
conflictos de todo orden que surgen entre los grupos imperialistas.
Los monopolios internacionales son incapaces de eliminar la
competencia, como también lo son las asociaciones de capitalistas en el
interior de cada país. Lenin subrayaba que “precisamente la unión de
dos
<<principios» contrapuestos entre sí -la competencia y el monopolio-
es lo sustancial en el imperialismo, y precisamente esta unión es la que
prepara su bancarrota, es decir, la revolución socialista”.11
5. CULMINACIÓN DEL REPARTO TERRITORIAL DEL
MUNDO ENTRE LAS PRINCIPIALES POTENCIAS
CAPITALISTAS Y LUCHA POR UN NUEVO REPARTO. EL
SISTEMA COLONIAL DEL IMPERIALISMO.

357
Capítulo XI
11
V. I. Lenin, Obras, tomo 24, pág. 427.

358
Capítulo XI
E l I mp e r ia l is m o , fa s e s up e r io r
El rep a rt o e c o n ó m i c o d e l m u n d o
guarda destrecha
e l c a relación
p it a l icon
sm eloreparto territorial del mismo entre las
p opotencias
principales r l a s acapitalistas.
l i a nz asLa monopolistas
inversión por los monopolios de
capital en otros países - construcción de fábricas y ferrocarriles,
extracción de materias primas y conquista de mercados- genera en ellos
el ansia de convertirlos en colonias, lo que ofrece plena garantía para
los capitales invertidos y asegura el éxito en la lucha contra los rivales.
El siglo XIX es el de las más grandes conquistas coloniales de
la historia. El afán de ganar colonias se acentúa particularmente entre
los capitalistas en el último cuarto del siglo XIX. En esa época se da
cima al reparto violento de las tierras de Africa, de Asia y de Polinesia.
Se extiende en enorme proporción el Imperio Británico. Entre 1870 y
1902, Inglaterra se apodera de un territorio de 4.474.000 millas
cuadradas y una población de 88 millones de personas en África y
Asia.
Francia ocupa Madagascar, Tonkin, Túnez y el Senegal. A fines
del siglo XIX, su imperio colonial abarcaba 3.700.000 millas cuadradas
con una población de 37 millones de habitantes. La superficie de las
colonias belgas, la mayor de las cuales era el Congo, alcanzaba a
900.000 millas cuadradas y tenía una población de 30 millones.
Los últimos en emprender anexiones territoriales fueron los
países del joven capitalismo: Alemania y los Estados Unidos de
América. En la década del ochenta del siglo XIX, Alemania ocupó
colonias en el Africa occidental y sudoriental y en las islas del Océano
Pacífico. En los últimos quince años del mismo siglo se apoderó de
territorios equivalentes a un millón de millas cuadradas en los que
habitaban 14,700,000 personas.
Durante el siglo XIX, los ímpetus colonizadores de los Estados
Unidos de América se circunscribían al continente americano.
Mediante guerras de agresión, se apoderó de cerca de la mitad del
territorio de México. Con vistas a someter los países de Iberoamérica,
los Estados Unidos de América sostuvieron más de cien guerras de
conquista.
A fines de siglo, sintiéndose ya suficientemente fuertes, los
Estados Unidos de América iniciaron anexiones coloniales en otras
partes del mundo. Aprovechándose de la indignación de Filipinas y de
Cuba contra la dominación española, y con el pretexto de “ayudar” a
los pueblos de estos países, Norteamérica arrebató a España el
archipiélago filipino, trató de imponer a Cuba un protectorado y ocupó
las islas de Guam, Puerto Rico y Hawai, así como el istmo de Panamá.
358
Spiridonova, Atlas y Otros

A poco que se estudie la historia de la política colonizadora de

359
Capítulo XI
E l I mp e r ia l is m o , fa s e s up e r io r
los Estados
El repUnidos
a rt o deeAmérica
c o n ó quedará
m i c oal ddescubierto
e l m u el n dmito
o de su
anticolonialismo,
d e l c a pcreado
it a l ipor
sm la ohistoriografía burguesa. La ampliación
p o restadounidense
del territorio l a s a l i a fue nz fruto
as monopolistas
de incesantes guerras sangrientas
contra la población autóctona -los indios-, sometida al aniquilamiento
físico. Como resultado de la colonización del territorio norteamericano,
en 1900 no quedaban más de 235,000 indios de un millón que había
originariamente.
No menos despiadada fue la actuación del cuerpo
expedicionario americano en la conquista de Filipinas, cuyo pueblo
resistió heroicamente el empuje de los colonizadores durante dos años.
No era fortuita el ansia de los Estados Unidos de América por ocupar
las islas Filipinas. Su posesión abría al capital americano el camino
hacia las riquezas de China y de los países del Asia sudoriental.
A comienzos del siglo XX, la división del mundo estaba
consumada, lo cual agravó la lucha por las colonias. Bajo los efectos
de la ley del desigual desarrollo económico y político del capitalismo,
se entabló una pugna por dividir un mundo ya dividido, y esta pugna
condujo a las guerras imperialistas.
Después de la segunda guerra mundial el principal aspirante a
repartir el mundo es el imperialismo norteamericano. So pretexto de
“ayudar” a otros países capitalistas, los Estados Unidos de América los
sometieron económica, política y militarmente. A ello tendía el “Plan
Marshall” y a ello tienden el “sistema de seguridad conjunta”, la
Comunidad Defensiva Europea, el Mercado Común, el Euratom, la
doctrina Dulles- Eisenhower, etc.
Los Estados Unidos de América actúan hoy como gendarme
colonial del mundo entero. Valiéndose de todos los medios -desde la
penetración económica hasta la organización de revueltas, complots y
asesinatos- tratan de arrojar de los países recién liberados, para
reemplazarlas, a las viejas potencias coloniales.
En la época del imperialismo termina de formarse el sistema
capitalista en el mundo entero, un sistema de explotación, de
sojuzgamiento y de vasallaje de la inmensa mayoría de la población del
globo por el capital financiero de unos cuantos países imperialistas.
La tendencia al acercamiento económico de algunos países,
deseosos de superar su aislamiento, se convierte bajo el capitalismo en
esclavización y saqueo de los países atrasados por el capital
monopolista. Al pasar al imperialismo, el mundo capitalista se escindió
en dos partes: un reducido grupo de potencias imperialistas, cuyo
capital
360
Capítulo XI
E l I m p er i al is m o ,
financiero ex pl o t a a l a m a y o
de
f a colonias
se s u p yernaciones
i or d edependientes
l ca p it alicuyos
sm o pueblos sufren el yugo
r í a d e l ya combaten
imperialista p o bl acontra
c ió él.
n d e la t ierra, y un grupo
El sistema colonial del imperialismo representa una parte de la
economía capitalista mundial, que abarca colonias y países
dependientes supeditados económica y políticamente a las potencias
imperialistas. Su constitución terminó a comienzos del siglo XX, al
consumarse el reparto territorial del mundo. En el período de su
“florecimiento”, el sistema colonial del imperialismo ocupaba el 66,7%
del territorio del globo y el S6,l% de su población.
Ya en las sociedades precapitalistas hallamos precedentes de
anexiones coloniales. Grecia y Roma poseían colonias extensísimas
que les servían de mercados y de fuentes de materias primas. En la
época de la acumulación originaria del capital, el pillaje colonial era
uno de los principales métodos de enriquecimiento de los capitalistas y
de formación de grandes capitales. La conquista de los mercados
coloniales y la creación de una base de materias en las colonias
desempeñaron un destacado papel en el rápido incremento de la
industria, primeramente en Inglaterra y luego en otros países
capitalistas durante el período del capitalismo premonopolista.
Bajo el imperialismo, el papel y el significado de las colonias se
diferencian esencialmente no sólo de los sistemas económico-sociales
precedentes, sino incluso del período del capitalismo premonopolista.
La acción de la ley económica fundamental del capitalismo durante la
época imperialista convierte la explotación de las colonias en una de
las fuentes principales de ganancias monopolista. Los profundos
cambios cualitativos operados en la economía de los países capitalistas
en tiempos del imperialismo y la agudización de todas las
contradicciones del capitalismo en este período asignan un nuevo papel
a las colonias como esfera de inversión de capitales, mercados, fuentes
de materias primas y plazas estratégicas militares de las más grandes
potencias capitalistas.
Ante todo, la exportación de capitales de los países
imperialistas va a los territorios coloniales y dependientes, que
representan el terreno más favorable y seguro. La dominación
económica y política de la oligarquía financiera de las metrópolis sobre
las colonias garantiza la inmunidad de los capitales invertidos y la
posibilidad de eliminar la competencia extranjera. Las inversiones en
las colonias proporcionan muy altos beneficios a causa del bajo precio
de la tierra, las materias primas y la mano de obra. Todo ello origina la
implantación del dominio del capital extranjero en las ramas decisivas
360
Spiridonova, Atlas y Otros

de la economía de los países

361
Capítulo XI
E l I m p er i al is m o ,
coloniales
financiero yexdependientes.
pl o t a a l a m a y o
f a se s u p er i or d e l ca p it ali sm o
r í a dMediante
e l a p ola bl a c ió n de
exportación d ecapitales,
la t ierra, y un grupo
los Estados Unidos de
América se aseguran el predominio en la economía nacional de una
serie de países de la América Central y del Sur.
En manos de los monopolios americanos se encuentran las
enormes riquezas petrolíferas de Venezuela, en cuya rama hay
invertidos 1,500 millones de dólares. Los consorcios americanos
United States Steel Corporation y Bethlehem Steel Corporation se han
apoderado de las reservas venezolanas de mineral de hierro. Los
monopolios norteamericanos tienen invertidos cuantiosos capitales en
las industrias mineras de Chile, Perú, Colombia y otros países
iberoamericanos.
A lo largo de varios decenios, las naciones del Asia sudoriental
fueron una esfera casi monopolista de inversión de capital inglés, el
cual controlaba las ramas fundamentales de la economía de la India, de
Ceilán, de Malaya, etc. Después de la segunda guerra mundial
acrecentóse la exportación de capital

362
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo americano a
Asia, dando lugar a una brusca agudización de las contradicciones
angloamericanas.
Empeñados en su lucha por el petróleo del Cercano Oriente, los
monopolios americanos, anglo-holandeses y franceses incrementan sus
exportaciones de capital a esta zona. Durante los últimos tiempos, las
inversiones anuales en cada uno de estos países alcanzan un promedio
de 200 millones de dólares.
Inglaterra, valiéndose de la exportación de capitales, continúa
explotando a los países de la libra esterlina. La exportación de capital
privado inglés a dichos países para inversiones a largo plazo ascendió
en 1959 a la suma de 160 millones de libras.
Después de la segunda guerra mundial, y a causa de haber sido
liberados del yugo colonial la mayoría de los países asiáticos, adquirió
mayores proporciones la afluencia de capitales en África. Las
inversiones extranjeras en este continente durante los años de
posguerra se elevan a cerca de 10.000 millones de dólares, más de la
mitad de los cuales corresponden a Inglaterra. El imperialismo
americano va convirtiéndose en un rival serio de Inglaterra y Francia en
lo que respecta a las exportaciones de capital a África. Más de 200
compañías estadounidenses operan actualmente en los países africanos.
El total de inversiones privadas y estatales norteamericanas en Áfricas
no llegaba a 100 millones de dólares antes de la segunda guerra, y en
1960 ascendía ya a más de 2.000 millones, o sea que creció en veinte
veces respecto al nivel de anteguerra. En 1959, las inversiones privadas
de los Estados Unidos de América en el Congo superaban a todas las
inversiones de capital belga en aquel país. Así se explica que sea
precisamente el imperialismo americano el que está a la cabeza de los
colonizadores que combaten al pueblo.
¿Qué dirección siguen las inversiones norteamericanas en
África?
El principal sector económico en el que se invierte capital
estadounidense es la industria petrolera. En 1958 se habían colocado en
ella 276 millones de dólares (más de una tercera parte de las
inversiones norteamericanas en aquel país). El segundo sector donde se
sitúan las inversiones de capital norteamericano es la industria minera,
a la que correspondía, en el mismo año de 1958, cerca del 30% de las
inversiones. A partir de la década del

362
Spiridonova, Atlas y Otros
SO comienza a acelerarse la exportación de capitales de Alemania
occidental. Entre 1952 y 1959, de un total de inversiones directas de la
República Federal Alemana en el extranjero equivalente a 2.252
millones de marcos, 147., 700,000 se destinaron a Africa, 23,500,000 a
los países de Asia y 638,900,000 a Iberoamérica.
Los datos expuestos muestran que el hecho de que una serie de
antiguas colonias haya logrado la independencia política como
resultado del derrumbamiento del sistema colonialista no elimina
inmediatamente su explotación por las potencias imperialistas, las
cuales emplean, a este efecto, la exportación de capitales. Los
neocolonialistas aspiran a conservar y multiplicar su presa apoyándose
en una supuesta ayuda a los países subdesarrollados.
Una de las formas contemporáneas de explotación de estas
naciones es el colonialismo colectivo, basado en diversos tipos de
“fondos” internacionales administrados por el Banco Internacional de
Reconstrucción y Desarrollo, que funciona bajo la égida de los Estados
Unidos y en el que también desempeñan un papel relevante los
imperialistas de la Alemania de Bonn. Los empréstitos otorgados por
estas entidades a los países que han emprendido el desarrollo de su
economía nacional alcanzaron, a mediados de 1961, cerca de 5,000
millones de dólares.
El ejemplo del Pakistán demuestra lo que vale esta “ayuda” a
los países subdesarrollados. En la Conferencia de divisas, celebrada en
Washington a fines de septiembre de 1960, el ministro de Finanzas del
Pakistán se quejó de que la suma total de los intereses abonados por
empréstitos extranjeros en los últimos cinco años rebasaba el total de
todos los empréstitos recibidos por el país.
Uno de los objetivos de la creación del Mercado Común fue el
de facilitar el acceso de los capitales de Alemania occidental a las
colonias y países de Africa que dependían de Francia y de Bélgica. Los
gobiernos de los países del Mercado Común constituyeron un fondo de
inversiones para los territorios ultramarinos. En 1961, los haberes del
fondo ascendían a 581 millones de dólares, 200 millones de los cuales
correspondían a la Alemania Federal. La mayor preocupación de los
países inversores es la de crear “condiciones de rentabilidad” para las
inversiones privadas. No se toman en consideración los intereses de los
países subdesarrollados. De 200 proyectos de planes de desarrollo
económico nacional presentados al Mercado Común para el
financiamiento de las naciones jóvenes, la mitad fue rechazada por no
corresponder al interés de los monopolios organizadores del fondo.

363
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo
La utilización de las inversiones de capital en los países
subdesarrollados se orienta según la ley económica fundamental del
capitalismo: el interés de los imperialistas por obtener ganancias de
monopolio. Es este propósito el que determina no sólo la elección de la
rama donde ha de invertirse el capital, sino todo el desarrollo de la
economía de las colonias y países dependientes.
La división internacional del trabajo en las circunstancias
creadas por el imperialismo adquiere formas monstruosas. Los países
industrialmente adelantados convierten a la mayoría de las naciones
coloniales y dependientes en apéndices agrarios y productores de
materias primas, valiéndose para ello de la exportación de capital.
Las inversiones en las colonias y países dependientes se sitúan,
en primer término, en aquellas ramas de la economía que sirven para
abastecer de materias primas y de alimentos a las metrópolis: la
minería, las plantaciones de artículos agrícolas exportables y algunas
ramas de la industria de la transformación que efectúan la elaboración
primaria de las materias primas (fábricas de manteca y de azúcar,
refinerías de algodón, fábricas de tabaco, etc.).
Para exportar las materias primas y los comestibles se
construyen ferrocarriles, carreteras, puertos y aeródromos,
consumiendo en ello buena parte de los capitales exportados de las
metrópolis. También se invierten cuantiosos recursos en la órbita de la
circulación -comercio y bancos- y en compañías de seguros.
En su afán de mantener aherrojada la economía de los países
subdesarrollados, las potencias imperialistas impiden que se desarrolle
en ellos la industria pesada: siderurgia, fabricación de maquinaria,
refinería de petróleo, etc. Los países atrasados son incapaces de
emprender de por sí un gran fomento industrial, que requeriría
capitales enormes, porque una buena parte de la plusvalía creada en
ellos es usurpada por los países exportadores de capital. El capital
extranjero, valiéndose de sus privilegios,
ahora toda tentativa de crear una industria nacional y priva a los países
subdesarrollados de crédito y de maquinaria industrial. En la
conferencia de la Sociedad de Desarrollo Industrial celebrada en Chile
en julio de 1956 se hizo constar que la dominación del capital
extranjero en la economía del país ponía en peligro de crisis la
industria nacional. El presidente de la sociedad, Domingo Arteaga,
señaló en su informe que las dificultades de la industria nacional tenían
su origen en la prohibición de importar maquinaria y equipo necesario
para renovar los medios de
364
Spiridonova, Atlas y Otros
producción en una serie de ramas de la industria, en la limitación de los
créditos y en la competencia de las empresas extranjeras, que gozaban
de grandes privilegios.
La “ayuda” americana a Corea del Sur está ahogando su
economía nacional: disminuye la producción de tejidos y la extracción
de hulla, pero al mismo tiempo aumenta la importación de dichos
artículos, a precios más altos, de los Estados Unidos.
El ejemplo de África testimonia cómo las potencias
imperialistas retrasan el desarrollo de las fuerzas productivas. Este
enorme continente, cuya población rebasa el 11% de la de todo el
mundo capitalista, sólo proporciona poco más del uno por ciento de la
producción industrial de todos los países capitalistas.
A la vez que frenan el progreso de la gran industria en los
países subdesarrollados, los monopolistas quebrantan en ellos la
industria pequeña y artesano. La agricultura, ocupación de la mayoría
de los habitantes de estos países, languidece sin cesar. Se incrementa
únicamente la producción de artículos agrícolas, exportables, mientras
que la producción de comestibles per capita disminuye en la mayoría
de los países, y en algunos de ellos existe verdadera escasez.
Desde 1950 hasta 1956 el coste de la vida en Uruguay subió en
el 80%; el área sembrada de trigo disminuyó, tan sólo en 1956, el 17%;
el ganado vacuno se redujo de 23,400,000 cabezas en 1951 a
22,900,000 en 1956, y el ganado lanar, de 8,100,000 cabezas a
7,300,000, respectivamente. En Corea del Sur, la cosecha anual de
arroz ha decrecido durante los últimos cinco años en tres millones de
sacos en comparación con el nivel de anteguerra. A lo largo de siglos y
siglos no se ha verificado en Africa el menor cambio en los métodos de
cultivo de la tierra. El apero fundamental de que se valen los
campesinos es el arado de reja de madera. En los mejores

365
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo años, los
labriegos del África septentrional han cosechado de cinco a siete
quintales de cereales por hectárea.
Pese a que muchos países subdesarrollados poseen todas las
premisas necesarias para un desarrollo multilateral, su economía se ha
especializado en un solo sentido, convirtiéndolos en países
monocultores, que producen uno o dos tipos de artículos destinados a
la exportación.
Venezuela, por ejemplo, se ha “especializado” en la extracción
de petróleo; Chile, en el cobre y el salitre; Bolivia, en el estaño y el
volframio; Brasil, El Salvador y Guatemala, en la producción de café;
Honduras y Ecuador, en la de bananas y café; el Senegal y Gambia, en
la de cacahuates; Malaya, en la de caucho y estaño; Tailandia, en la de
arroz; el Pakistán, en la de yute y algodón; Nigeria, en la de estaño y
dátiles, y Uganda, en la de algodón y café.
Tan estricta especialización de la economía de las naciones
subdesarrolladas las coloca a merced de las fluctuaciones ocasionales
de los precios de sus productos en los mercados mundiales, haciendo
inestable su situación económica y empeorando las condiciones de vida
de sus pueblos, ya de por sí deplorables. Tenemos un ejemplo
convincente en Venezuela. Los monopolistas americanos, a la vez
explotan los recursos petrolíferos del país, destruyen deliberadamente
otras ramas de la economía, tratando, con ello, de asegurar mercado
para sus productos. La agricultura venezolana, que a comienzos del
siglo estaba lo bastante avanzada para garantizar a la población los
alimentos indispensables, se cuenta ahora en plena decadencia.
Numerosas ramas de la industria de la transformación están
desequilibradas. El resultado de todo ello es que mientras la población
no ha hecho más que duplicarse en los últimos cuarenta años, las
importaciones de Venezuela procedentes de los Estados Unidos se han
incrementado en veintinueve veces.
En la propaganda burguesa se hace resaltar con especial ahinco
la “misión civilizadora” de los imperialistas en las colonias. El ministro
de Colonias belga, en un libro titulado La política colonial de Bélgica,
asegura que “colonizar” significa “llevar la civilización a pueblos
atrasados, que estuvieron siglos y siglos viviendo en la barbarie”. Los
colonizadores y sus acólitos, los economistas burgueses, proclaman la
“responsabilidad” de los países imperialistas por el desarrollo de las
colonias, las cuales

366
Spiridonova, Atlas y Otros

“necesitan dirección” y “todavía no están maduras” para


la independencia.
Durante los últimos años, los círculos gobernantes de los
Estados Unidos de América se declaran a sí mismos “tutores de las
colonias”. Una comisión de la Cámara de Representantes que, a fines
de 1955, inspeccionó los países de África, señalaba en su informe “la
responsabilidad de los Estados Unidos por el desarrollo de África” y la
necesidad de explicar a los pueblos africanos que el imperialismo
yanqui se preocupa del bienestar de aquéllos. También en su informe
sobre la política de los Estados Unidos de América en África,
confeccionado por la Universidad del Noroeste para el Senado
norteamericano en 1959, se hablaba de que los Estados Unidos no
intervenían para nada en la explotación de los pueblos de África y se
propugnaba “la defensa” de los países africanos frente a la “amenaza
del comunismo”.
De la “ayuda” de los Estados Unidos de América a África nos
da idea el hecho siguiente: los monopolios americanos obtuvieron allí,
desde 1946 hasta 1959, ganancias equivalentes a cerca de 1,500
millones de dólares. Con tales recursos, los africanos hubieran podido
construir 150 grandes centrales eléctricas de 100,000 kilovatios cada
una. Todo lo que el gobierno de Eisenhower pensaba invertir en el
programa de desarrollo de los países africanos era tres veces y media
menos que las ganancias obtenidas en 1959, en África, por una sola
compañía americana: la Anglo-Amercian Oil.
En un memorándum hecho público por un grupo de
personalidades políticas norteamericanas sobre la política de los
Estados Unidos en el Cercano y Medio Oriente, memorándum que fue
enviado al Presidente de Norteamérica en 1954, se decía que, gracias a
los subsidios financieros, a la dirección técnica y a las inversiones
privadas de Occidente, se habían logrado “grandes éxitos” en el
progreso de la economía de los países árabes.
Sin embargo, en el mismo memorándum, los políticos yanquis
se ven obligados a confesar que la “ayuda” de Occidente, lejos de
mejorar la situación de los habitantes de aquellos países, la había hecho
más insoportable aún. Por sus riquezas naturales -abundancia de tierras
fértiles y de minerales- el Cercano Oriente ocupa uno de los primeros
puestos en el mundo. Pero decenios de dominio imperialista lo han
convertido en una zona de hambre y miseria, de analfabetismo general
y de alta mortalidad.
En el ejemplo de la India tenemos un testimonio contundente de
367
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo
la funesta influencia de los colonizadores en la economía de los países
conquistados. Un país de cultura milenaria y de incontables recursos
naturales, un país, que, en tiempos, no iba a la zaga de Europa en lo
tocante a industria y comercio, se ha quedado atrás, en el sentido
económico, a causa de su esclavización por Inglaterra a lo largo de más
de doscientos años.
Comentando la triste situación de los labriegos indios en la
época de la dominación inglesa, el escritor progresista hindú Kushar
Goshal, en un libro titulado El pueblo en las colonias, dice que, con el
régimen colonial, los campesinos “vivían en horribles condiciones de
alojamiento, se vestían de harapos, sufrían hambre crónica y, en
número de cinco a seis millones, morían anualmente, víctimas de
epidemias cuya propagación hubiera sido fácil de evitar en otras
condiciones”.
En los países atrasados, el capitalismo se desarrolla con una
influencia considerable de los monopolios extranjeros que exportan allí
sus capitales, y en virtud de esta circunstancia tiene una serie de rasgos
específicos.
Los monopolios extranjeros frenan el desarrollo del capital
indígena y tienden a consolidar el atraso y la debilidad de los países en
cuestión a fin de invalidarlos para una resistencia seria a los
conquistadores extranjeros, haciendo más fácil y más lucrativo su
saqueo. El capital nacional de los países subdesarrollados y
dependientes no siempre puede resistir la competencia de un adversario
tan poderoso como los monopolios extranjeros. La burguesía nacional,
débil económica y políticamente, no suele tener fuerza suficiente para
contrarrestar la expansión imperialista. Su sector más reaccionario
busca frecuentemente la componenda con el capital extranjero,
otorgándole importantes privilegios en todas las ramas de la economía
nacional.
No otra cosa que traición a los intereses del país fue la
dominación en China de la camarilla mercenaria de Chang Kai- shek.
Un puñado de grandes burgueses, militares y terratenientes,
apoderándose del gobierno, supeditó el desarrollo económico de la
nación a los intereses del imperialismo norteamericano. Así surgió el
capital comprador-burocrático en China, una forma peculiar de capital
estatal-monopolista, subordinado a los monopolios extranjeros. El
imperialismo, para someter a cruel explotación a los pueblos de los
países subdesarrollados, es capaz de confabularse con los elementos
más tenebrosos y reaccionarios de los mismos.
368
Los países subdesarrollados constituyen una importante fuente

Spiridonova, Atlas y Otros

369
Spiridonova, Atlas y Otros

de materias primas para las potencias imperialistas. El incremento de


la producción industrial bajo el imperialismo, el rápido desarrollo de la
industria pesada y la carrera de armamentos originan un brusco
aumento de la demanda de materias primas. Surge la necesidad, cada
día más apremiante, de nuevos tipos de primeras materias y de
combustible. Si anteriormente, en la primera mitad del siglo XIX, el
tipo esencial de materia prima colonial era el algodón -ya que por
aquella época era la industria textil la que experimentaba un rápido
auge-, a fines del siglo pasado y comienzos del presente, con motivo
del paso al imperialismo, aumenta de manera colosal la demanda de
materias primas para la industria pesada. La siderurgia requiere mineral
de hierro y carbón, y la industria automovilística, caucho. Inventados el
automóvil, el avión, el tractor, el motor de combustión interna,
apareció la necesidad de productos derivados del petróleo. El consumo
mundial de caucho, por ejemplo, subió de 10S.000 toneladas en 1913 a
700.000 toneladas en 1926, lo que equivale a un incremento de casi
siete veces en trece años.
La parte preponderante de algunos tipos de materias primas tan
importantes como el petróleo, el caucho, los metales raros y no
férricos, el mineral de uranio, el cacao, el café, el algodón y el té,
proceden de los países subdesarrollados.
Para garantizar su éxito en la competencia y para mantener e
incrementar sus superganancias, los imperialistas necesitan el
monopolio de las fuentes de materias primas, monopolio que sólo
puede ser asegurado poseyendo colonias. De ahí que, con el desarrollo
del capitalismo, se incrementará la lucha de las potencias imperialistas
por conquistar territorios coloniales. Lenin hacía resaltar que al capital
financiero le interesan no sólo las fuentes de materias primas
descubiertas ya, sino las que lo son en potencia. Por tal razón, “el
capital financiero procura conquistar la mayor cantidad posible de
territorio, sea cual fuere, donde fuere y como fuere, con vistas a
posibles fuentes de materias primas, por miedo a retrasarse en la lucha
loca por los

369
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo últimos trozos
del mundo no repartido aún y por la redistribución de los pedazos ya
repartidos”.12
Después de la segunda guerra mundial, la mayor parte de los
recursos de materias primas de los países subdesarrollados es
propiedad (o está explotada en concesión) de las tres principales
potencias capitalistas: los Estados Unidos de América, Inglaterra y
Francia. Los monopolios ingleses y norteamericanos controlan el 95%
de las reserva de petróleo del mundo capitalista. La participación de los
capitales de los Estados Unidos de América, Inglaterra y Francia en el
control de las reservas del mundo capitalista equivale: en el mineral de
hierro, al 90.7%: en el volframio, al 90,2; en el plomo, al 93,4; en el
cinc, al 88,9; en el vanadio y el molibdeno, al 100, y en el cobre y las
bauxitas, a más del 80%.
A partir de la segunda guerra mundial ha crecido la importancia
de África como proveedora de materia prima mineral y agrícola. Los
imperialistas extraen de África el 98.4% de la producción de diamantes
de todo el mundo capitalista, el 71 por 100 de la de cobalto, el 65% de
la de oro, el 42% de la de fosforitas y el 38% de la de cromo.
Como proveedor de materias primas, el Congo reporta a los
imperialistas beneficios ingentes. En 1959, el mundo capitalista recibió
de allí el 75% de los diamantes industriales, el 53% del cobalto, el 9%
del cobre y del estaño y el 5 por 100 del cinc. El Congo proporciona a
los países capitalistas el 90% del radio y es el principal proveedor de
germanio. En 1955 le correspondía casi la mitad de la extracción de
uranio del mundo capitalista. Según un contrato americano-belga,
firmado en 1955 por un plazo de diez años, se concedió a los Estados
Unidos de América el derecho a adquirir durante los dos primeros años
el 90% del mineral de uranio extraído en el Congo y el 75% en los
años de 1958 a 1960.
En su calidad de proveedor de uranio para las armas nucleares,
de cobalto para los cohetes, de germanio para las máquinas
electrónicas y de otros minerales importantes, el Congo representa para
los imperialistas un importantísimo manantial de materia prima
estratégica. El grupo Rockefeller está particularmente interesado por
las riquezas naturales de la provincia de Katanga (uranio y cobre), y
ello explica la tentativa de los colonizadores de separarla
“voluntariamente” de su país.

12
V. I. Lenin, Obras, tomo 22, pág. 249.
370
Spiridonova, Atlas y Otros

Para los monopolios estadounidenses, el Congo es fuente de


ganancias enormes. La compañía belga Unión Minera, controlada por
el capital americano, y en la que hay invertidos 26.000 millones de
dólares, obtuvo en 1956, en sus concesiones de Katanga, una ganancia
neta de 36,000 millones de dólares. Bélgica retiraba anualmente del
Congo más de 1,000 millones de dólares de ganancia.
Ya en el período premonopolista del capitalismo, las colonias
desempeñaban un importante papel como mercado para los artículos
industriales de los países capitalistas desarrollados. Pero en el período
del imperialismo, la significación de las colonias y de los países
dependientes como mercado de las potencias imperialistas aumenta de
manera notable a causa de la agravación del problema de los mercados
en la época del imperialismo. La posibilidad de vender su producción
en los mercados coloniales, libres de competencia extranjera, adquiere
una trascendencia singular para los monopolios.
Los imperialistas, empeñados en mantener las colonias como
apéndices de la economía de sus propios países, exportan a ellas,
principalmente, artículos de consumo, y sólo en cantidad muy exigua -
únicamente la necesaria para ampliar la extracción y la elaboración
primaria de las materias coloniales- maquinaria industrial.
En 1953, Inglaterra exportó a las colonias artículos textiles por
valor de 200 millones de libras esterlinas, mientras que la exportación
de maquinaria textil sólo llegó a 15 millones.
Una vez establecida su dominación en los mercados coloniales,
los monopolistas pueden elevar los precios artificialmente e incluso
vender en las colonias los géneros peores, que no encuentran
comprador en otros mercados.
La base del comercio de los monopolios de los países
capitalistas desarrollados con las colonias y naciones dependientes
reside en el cambio no equivalencia!. Refiriéndose a las relaciones
comerciales internaciones entre los países capitalistas de alto desarrollo
y los países atrasados, Marx decía en El Capital:
“El país favorecido obtiene en el intercambio una cantidad
mayor de trabajo que la que entrega, aunque la diferencia, el superávit,
se lo embolse una determinada clase, como ocurre con el intercambio
entre

371
Capítulo XI
El Imperialismo, 1fase superior del capitalismo
capital y trabajo en general”.3
La aplicación de precios de monopolio en la época del
imperialismo acentúa más aún la no equivalencia de este intercambio.
Los monopolios fijan precios muy bajos a las materias primas y a los
productos alimenticios que adquieren en los países subdesarrollados, y
precios muy altos a sus propias mercancías. La “tijera” de precios de
los artículos importados de los países débiles y los de los exportados a
ellos va abriéndose más y más. Según cálculos de expertos de la
Organización de las Naciones Unidas, en vísperas de la segunda guerra
mundial los países atrasados podían comprar, con la recaudación de
una misma cantidad de materias primas exportadas, el 40% menos que
a fines del siglo XIX.
Después de la guerra, la diferencia entre los precios de los
artículos importados y exportados por las colonias y países
dependientes continúa aumentando. En la actualidad, Malaya e
Indonesia perciben por cada tonelada de caucho 2,5 veces menos arroz
y 2 veces menos tejidos norteamericanos que antes de la guerra.
Características análogas se observan en el comercio de los
Estados Unidos de América con Iberoamérica. De 1954 a 1956, los
precios de los artículos exportados de Norteamérica a Colombia
aumentaron en 10,3 puntos y los importados de Colombia cayeron en
51,9 puntos. Brasil da por 1.000 millones de dólares el mismo café que
antes daba por 2.000 millones.
Sigue prevaleciendo en gran escala el intercambio no
equivalencia! entre los monopolios ingleses y las colonias. La gran
empresa colonial United Africa Company -filial del consorcio
Unilever- vende sus artículos en las colonias africanas con un
suplemento del 100 al 500 por ciento sobre los precios mundiales y
compra la producción local a precios bajísimos, precios monopolistas,
que oscilan entre el 30 y el 40 por 100 de los precios mundiales. En
conjunto, las pérdidas de los países subdesarrollados a causa de la
creciente diferencia de precios alcanzan al 40 ó al 45 por 100 del valor
de su comercio exterior.
Cálculos efectuados por el economista soviético Santalov
muestran que 70 países económicamente débiles perdieron, a causa de
la venta de sus artículos a precios promedio superior a los 12,000
millones de dólares entre 1948 y 1952, es decir, un promedio superior a
los 12,000 millones de dólares anuales. El profesor sueco Murdahl
considera que con esta suma bastaría para cubrir las necesidades

372
13
C. Marx, El Capital, ed. cit., tomo III, pág. 238.

Spiridonova, Atlas y Otros

373
Spiridonova, Atlas y Otros
mínimas de inversiones de capital en los países atrasados.
El cambio oneroso produce ganancias colosales a los
monopolistas coloniales. De 1945 a 1952, los monopolios ingleses que
operan en el África occidental y en Uganda “ganaron” 133 millones de
libras esterlinas por la reventa en el mercado mundial de cacao, aceite
de palma y otros productos agrícolas adquiridos a precios ínfimos en
aquellos países; la reventa de estaño y caucho de Malaya proporcionó a
los monopolios ingleses más de 1,000 millones de dólares entre 1946 y
1951.
El comercio exterior de los imperialistas con los países
proveedores de materias primas constituye un auténtico pillaje. Los
monopolios venden a los jóvenes Estados nacionales muchas más
mercancías de las que les compran. En 1959, Alemania occidental
exportó al Pakistán mercancías por un valor de 176 millones de marcos
e importó por 24 millones; la exportación y la importación con el Brasil
fueron de 542 y 296 millones, respetivamente; con Venezuela, 472 y
100; con el Irán, SOS y 118, y la exportación de la República Federal
Alemana y la India superó, por término medio, en diez veces el valor
de las exportaciones de la India a Alemania occidental, en virtud de lo
cual la India quedó debiendo a Bonn 2.500 millones de marcos.
El aumento de las deudas de los países subdesarrollados les
obliga a solicitar créditos en condiciones desventajosas. Los
monopolios se aprovechan de estas circunstancias para dictar una
orientación política a los países interesados, encauzando el desarrollo
de su economía en la dirección conveniente para el imperialismo.
Durante la época imperialista, las colonias y los países
dependientes adquieren enorme importancia militar y estratégica.
Terminando ya el reparto territorial del mundo, y empeñada la
lucha por su redistribución, los imperialistas tratan

373
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo de ocupar
territorios, independientemente de su importancia económica, para
utilizarlos como bases militares en el futuro.
Las colonias suministran a las metrópolis los tipos más
importantes de materias primas estratégicas y son, a la vez, fuentes de
“carne de cañón”. Es, asimismo, trascendental el valor militar y
financiero de las colonias. En ellas es colocada una parte considerable
de los empréstitos de guerra. Las reservas de divisas de las colonias
son utilizadas en tiempo de guerra para aliviar la situación financiera
de las metrópolis.
En la lucha entablada durante la posguerra por la dominación
del mundo, el imperialismo norteamericano trata de desplazar de sus
posesiones a las viejas potencias colonialistas y de someter a su control
los países subdesarrollados y formalmente independientes a fin de
valerse de los como plazas de armas estratégicas contra los países
pacíficos. Se concede especial atención al continente africano. Los
generales americanos sueñan con transformar África en una gigantesca
base de proyectiles dirigidos, en un baluarte de la guerra atómica. Los
Estados Unidos de América disponen de varias bases militares en
África del Norte, donde construyen aeródromos y reacondicionan los
puertos: África es utilizada también como fuente de valiosas materias
primas estratégicas para los Estados Unidos de América y otros países
de la OTAN.
La ley económica fundamental del capitalismo en la época del
imperialismo considera la explotación de los pueblos de las colonias
como uno de los medios más poderosos para garantizar la aplicación de
altos precios de monopolio y obtener beneficios gigantescos. Es
enorme el tributo que pagan las colonias y los países subdesarrollados
a las potencias imperialistas. Tan sólo en 1959, los Estados Unidos de
América consiguieron, con la explotación de los pueblos de
Iberoamérica, una ganancia de 925 millones de dólares, mientras que la
exportación de capital americano nuevo a largo plazo a estos países fue
igual a 750 millones.
La cuota media de ganancia de los monopolios americanos en
África es superior a la de cualquier otra parte del mundo. Los
monopolios yanquis meten en sus arcas anualmente, como término
medio, cerca de 400 millones de dólares procedentes de África. En
1959, el monopolio belga en el Congo -la Unión Minera-, controlado
por los americanos, extrajo de cada obrero africano un

374
Spiridonova, Atlas y Otros
provecho equivalente a 2,363 dólares, lo que sobrepasa en ocho veces
el salario de un minero congoleño. La cuota de ganancia de las
inversiones directas de los Estados Unidos en las colonias
pertenecientes a los países de Europa occidental desde 1947 hasta 1954
fue igual al 33% anual, mientras que las inversiones de capital en la
propia Norteamérica sólo produjeron del 11,4 al 13,6 por 100. Por
consiguiente, el capital americano invertido en dichas colonias se
amortizó totalmente en tres años.
¿Cuál es la fuente de la superganancia colonial?
Uno de los más abundantes manantiales que enriquecen a los
monopolios en las colonias y en los países dependientes es la
despiadada explotación de los obreros.
La región de Katanga, en el Congo, posee tales riquezas
naturales que los científicos le han dado el nombre de “milagro
geológico”. Los ingresos obtenidos por Bélgica en 1955 exportando del
Congo materias primas estratégicas alcanzaron a más de la mitad de
todas las ganancias de los capitalistas belgas en el interior del país.
Nada tiene, pues, de extraño que los colonizadores cometan cualquier
vileza con tal de mantener allí sus posiciones, que tan pingües
ganancias les proporcionan.
La cuota de plusvalía, que refleja el grado de explotación de los
obreros por los capitalistas, es sumamente alta en las colonias y países
dependientes. Los monopolios se esfuerzan por elevarla más aún
prolongando hasta lo imposible la jornada de trabajo, intensificando
éste y reduciendo los salarios hasta un nivel de miseria, muy lejano del
valor de la fuerza de trabajo.
En el Camerún, la jornada de los africanos ocupados en las
plantaciones llega hasta veinte horas diarias. Un obrero de las minas de
cobre de Chile gana cinco veces menos que el mismo trabajador en los
Estados Unidos de América; el salario de los africanos en Rhodesia del
Norte es veintinueve veces inferior al de los europeos que ejecutan el
mismo trabajo, y el de los obreros de las plantaciones es todavía
menor. Pero incluso de esta mísera retribución el obrero se ve obligado
a pagar una cuota al contratista y los réditos a los usureros que le hacen
préstamos. Por tanto, la explotación del obrero colonial en la esfera de
la producción se complementa a través del comercio y de un sistema de
crédito que refuerza su explotación como consumidor.
Es peculiaridad de las relaciones sociales en las colonias el

375
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo
entrelazamiento de la explotación capitalista con la feudal, de la
coacción económica con la violencia directa y con el pillaje más
descarado.
Los obreros de las colonias ocupados en las plantaciones -
empresas agrícolas capitalistas que producen determinado tipo de
artículos alimenticios o de materia prima destinados a la exportación-
son, en esencia, semiesclavos.
Hay bastantes países subdesarrollados donde aún impera el
sistema de contratación de obreros por largo tiempo. La infracción del
contrato por los trabajadores acarrea crueles castigos. En plantaciones
y minas se ha venido aplicando de manera descarada el trabajo
forzado. En las colonias inglesas de África, la ley permitía aplicarlo
noventa días al año, y en las posesiones portuguesas, hasta trescientos
días. Miles y miles de africanos han sido violentamente trasladados
desde sus aldeas a campos de concentración situados en las
inmediaciones de las empresas industriales. Poco antes de alcanzar su
independencia la Guinea francesa, hubo en ella casos en que se
movilizó forzosamente a los habitantes de las aldeas para llevaros a
trabajar sin retribución alguna.
Los monopolios están interesados en enriquecerse con la
explotación de la mano de obra de las colonias, muy barata, reduciendo
hasta el mínimo indispensable los desembolsos destinados a capital
constante. Dondequiera que es posible, se empela en las colonias el
trabajo manual. Es muy frecuente que en las plantaciones trabajen
familias completas, siendo la retribución de las mujeres y de los niños
muy inferior a la de los adultos aunque realicen la misma labro; y muy
a menudo no cobran absolutamente nada, pues se considera que lo que
hacen es prestar ayuda al cabeza de familia.
Entre las fuentes de obtención de superganancias por los
monopolios en las colonias, debemos citar la apropiación del producto
excedente -y en buena parte del producto necesario- de los pequeños
productores, artesanos y campesinos.
El grueso de las fincas rurales en las colonias y en los países
dependientes pertenece a los monopolios extranjeros o a los
terratenientes y usureros nativos. Los campesinos poseen únicamente
una parte mísera de las tierras de peor calidad. En los países del
Cercano y Medio Oriente, el 9O-9S por 100 de la población rural
dispone sólo del 20 al 30 por 100 de la tierra cultivable. El resto
pertenece a los grandes latifundistas. En varios países de Iberoamérica,
los campesinos
376
Spiridonova, Atlas y Otros
sin tierra constituyen del 70 al 100 de la población rural. Los nativos
de la Unión Sudafricana, que son cerca del 80 por 100 de los habitantes
de aquella República, han sido segregados a las “aldeas indígenas”,
situadas en zonas poco fértiles y difíciles de poblar. Las aldeas en
cuestión ocupan únicamente el 8 por 100 de todo el terreno laborable.
Desprovistos de tierras propias, los campesinos las arriendan a los
terratenientes o a las compañías extranjeras en condiciones leoninas.
En las naciones subdesarrolladas se aplica en gran escala el
subarriendo y también la aparcería y la prestación personal. El labriego
se ve obligado a entregar al latifundista del 50 al 80 por 100 de la
cosecha. La esclavitud impuesta por el terrateniente es agravada por la
que imponen los usureros. En Iberoamérica está muy difundido el
llamado peonaje, una especie de servidumbre hereditaria determinada
por deudas. A causa de la imposibilidad de un desarrollo normal de la
industria en las colonias, los campesinos que se quedan sin tierra no
pueden obtener trabajo y termina por convertirse en mendigos muy a
menudo.
También los pequeños propietarios del campo padecen el yugo
de los usureros y de los intermediarios, así como el de las altas
contribuciones recaudadas por la administración local en beneficio de
los imperialistas extranjeros.
Por consiguiente, el producto excedente -y hasta una parte del
producto necesario- de los campesinos se les extrae en forma de renta,
de intereses usurarios, de ganancia comercial y de impuestos. La
alianza de los monopolistas extranjeros con los grandes capitalistas y
señores feudales indígenas se basa en la explotación de los pueblos de
las colonias.
El robo de las riquezas naturales de los países subdesarrollados
y su cruel explotación por los monopolios provocan el hambre y una
miseria aterradora. La escasa alimentación y el trabajo agotador, el
hacinamiento en míseras viviendas y la falta de asistencia médica traen
consigo graves enfermedades y epidemias, determinando una alta
mortalidad. En Nigeria hay un médico por cada 133,000 habitantes. El
promedio de vida de la población colonial va descendiendo a causa de

377
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo enfermedades
de tipo social como la tuberculosis y otras. En las colonias africanas, el
promedio de vida es de treinta y tres años. La mortalidad infantil en las
posesiones africanas de Inglaterra se eleva al 600 ó al 700 por mil,
mientras que en Inglaterra sólo mueren de 59 a 69 niños por cada mil.
De cada cuatro niños nacidos en África, uno muere antes de cumplir el
año.
Los imperialistas frenan artificialmente el avance político y
cultural de las colonias. Los pueblos coloniales padecen un
analfabetismo casi total. Los analfabetos constituyen en África del 80
al 85 por 100 de la población, y en ciertos territorios llegan al 90%.
Antes de independizarse la India, el 88% de la población no sabía leer,
y en Indochina e Indonesia este porcentaje alcanza al 95%. De 25
millones de niños de edad escolar que había en África en 1959, no
podían estudiar 17 millones. En la colonia portuguesa de Angola, en
1960 solamente el 2% de los niños africanos iban a la escuela.
La población de las colonias ha estado siempre privada de todo
derecho político, y en muchas colonias no existía siquiera
administración local.
La política de discriminación racial arrebata a los pueblos
coloniales los más elementales derechos humanos: los nativos no
pueden ejercer trabajos calificados, ni percibir por la misma labor el
mismo salario que los “blancos”, ni participar en huelgas ni afiliarse a
los sindicatos, y en muchos casos carecen hasta del derecho a
desplazarse por el país.
Es natural que el reforzamiento de la explotación y el aumento
de la miseria indignen a las masas trabajadoras de las colonias y países
dependientes. Los pueblos de las colonias han comprendido que sólo
mediante una lucha tenaz contra el imperialismo podrán sacudirse el
yugo colonial.
II. LUGAR HISTÓRICO DEL IMPERIALISMO

Un detenido estudio de los nuevos fenómenos económicos y


políticos de la vida de la sociedad burguesa a comienzos del siglo XX
llevó a Lenin a la conclusión de que el imperialismo no constituía un
régimen social distinto del capitalismo. Lejos de ello, es una
continuación y un desarrollo del sistema de producción capitalista. Las
relaciones económicas propias de este sistema subsisten bajo el
imperialismo: propiedad privada capitalista de los medios de
producción, explotación del trabajo asalariado por

378
Spiridonova, Atlas y Otros
el capital, predominio de la forma mercantil de la producción,
espontaneidad del desarrollo económico, etc. En virtud de ello,
continúan en vigor todas las leyes económicas del capitalismo. Pero,
sin embargo, su acción trae consecuencias mucho más destructivas y
adquiere peculiaridades características, ya que se verifica un cambio
esencial en el propio sistema de las relaciones de producción
capitalistas: la libre competencia va siendo reemplazada por la
dominación omnímoda de los monopolios.
La aparición, en el sistema capitalista, de rasgos
cualitativamente nuevos, originados por el incremento de las fuerzas
productivas y por la ulterior socialización de la producción, hace que el
imperialismo asuma el carácter de una etapa específica, peculiar del
desarrollo de la sociedad capitalista, en la que “algunas propiedades
fundamentales del capitalismo han comenzado a convertirse en su
antítesis, y en toda la línea se han formado y manifestado los rasgos de
la época de transición del capitalismo a un régimen económico-social
más alto”.14
Ante todo, lo peculiar y distintivo del imperialismo en relación
con el capitalismo premonopolista se expresa en sus signos
económicos, aunque no se limite a ellos, pues también ofrece una
definición exacta del lugar histórico del imperialismo, es decir, de su
posición respecto al período capitalista en general y a la revolución
social del proletariado.
En líneas generales, el lugar histórico del capitalismo, como
sistema social-económico único, había sido ya definido por Carlos
Marx en El Capital. Marx hizo un profundo y detenido análisis de las
relaciones de producción de la sociedad burguesa y demostró
científicamente su limitación histórica, así como la inevitabilidad del
derrocamiento revolucionario del capitalismo y de su sustitución por un
régimen social más elevado.
Lenin desarrolló y puntualizó este vaticinio científico de Marx
sobre la tendencia esencial de la evolución del capitalismo,
adaptándolo a las nuevas circunstancias históricas. Con el análisis del
imperialismo en general y de su lugar histórico en particular, Lenin
reveló las nuevas condiciones económicas y políticas de la lucha de la
clase obrera por el socialismo, determinando la estrategia y la táctica
en la revolución venidera.
La definición que Lenin hizo del lugar histórico del
imperialismo descubre una triple peculiaridad del capitalismo
contemporáneo, consistente en que el imperialismo es: en primer

379
Capítulo XI
término, E l I m p e r ia l is m o , f a se s up er io r d e l
capitalismo
monopolista; e n s e g u n d o , c a p i ta lis m o p a ra s i
14 c a pit al i sm o
ta r io o e n p utrefacción, y en
V. I. Lenin, Obras, tomo 22, pág. 2S2.

380
Spiridonova, Atlas y Otros

tercero, capitalismo moribundo.


En esta definición, el lugar histórico del imperialismo ha sido
expuesto con exhaustiva plenitud. Respecto del capitalismo en general,
el imperialismo se nos presenta como capitalismo monopolista,
parasitario y putrefacto, es decir, como una parte inalienable de un
sistema capitalista único, como la fase superior y postrera de su
desarrollo. Y respecto del socialismo, el imperialismo aparece como
capitalismo moribundo, como el umbral de la revolución proletaria.
1. EL IMPERIALISMO, CAPITALISMO MONOPOLISTA.
El rasgo más distintivo, la esencia misma del imperialismo, se
encierra en la transformación de la libre competencia en su antítesis, el
monopolio, y en la implantación del dominio de los monopolios en
toda la vida económica y política de la sociedad burguesa. En algunos
signos económicos del imperialismo es donde Lenin descubre,
precisamente, las diversas formas de manifestación de su esencia: el
imperio omnímodo de los monopolios.
El lugar histórico del imperialismo en la evolución gradual de
la sociedad humana se manifiesta ya en su definición como capitalismo
monopolista. El dominio omnímodo de los monopolios agrava
extraordinariamente las contradicciones internas y externas del
régimen de producción capitalista, y la agudización de las mismas
constituye, a su vez, el resorte interno que convierte al imperialismo en
una época transitoria de la plena libertad de competencia a la
socialización completa, es decir, al socialismo.
La dominación de los monopolios agudiza hasta el extremo la
contradicción fundamental del capitalismo: la contradicción entre el
carácter social de la producción y la forma capitalista privada de la
apropiación.
Al crearse los monopolios se aceleró extraordinariamente la
concentración y la centralización de la industria y del capital.
Unos cuantos monopolios reúnen una multitud de trabajadores,
agrupan enormes empresas y controlan a la masa fundamental de
obreros instruidos y de elementos científicos y técnicos. Actualmente,
en los Estados Unidos de América, la producción de las principales
ramas de la industria, en un volumen que va desde el 60 hasta el 100
por 100, es controlada por un número insignificante de monopolios. El
alto grado de concentración de la industria y el control de los

381
Capítulo XI
E l I m p e r ia l is m o , f a se s up er io r d e l
monopolista; e n s e g u n d o , c a p i ta lis m o p a ra s i
monopolios
c a pit al son también
i sm o
ta r io o e n p utrefacción, y en

382
Spiridonova, Atlas y Otros
corrientes en muchos otros países capitalistas.
Sobre la base de una producción concentrada, se verifica
también un rápido proceso de concentración y de centralización del
crédito capitalista. Los grandes monopolios bancarios disponen de la
aplastante mayoría del capital-dinero de la sociedad.
Por consiguiente, el capitalismo, al llegar a su fase imperialista,
conduce a la mayor y más multilateral socialización de la producción,
aunque dicho proceso socializador transcurre de manera contradictoria,
ya que los medios de producción -y, por tanto, los frutos del trabajo
social- siguen siendo de propiedad capitalista privada. Esta
contradicción va acentuándose a medida que la producción se hace más
social y, por el contrario, la apropiación se concentra más y más en
manos de un puñado cada vez menos numeroso de magnates del
capital, adquiriendo un carácter más particular todavía.
La creciente discordancia entre la índole de la producción y la
forma de la propiedad, entre las fuerzas productivas de la sociedad y
las relaciones de producción capitalistas, halla su expresión en la
agudización de las numerosas contradicciones del capitalismo y en la
aparición de nuevos antagonismos, propios de la época imperialista.
Manifiéstase con creciente virulencia la contradicción entre el trabajo y
el capital, ya que la explotación de la clase obrera y de los otros
sectores de trabajadores adquiere mayores proporciones, condenando a
millones de seres al paro crónico y a un empobrecimiento cada vez
mayor. Se acentúa el antagonismo entre la producción y el consumo,
por cuanto el incremento de las fuerzas productivas bajo el
imperialismo se combina con el monstruoso yugo de los monopolios
sobre el grueso de la población. Se agrava la contradicción entre la
organización despótica del proceso del trabajo en las empresas y la
anarquía imperante en toda la producción social, puesto que los
monopolios, lejos de eliminar la competencia y el caos propios de la
economía capitalista en su conjunto, los acentúan.
El proceso de socialización de la producción y el yugo de los
monopolios se refuerzan de manera insólita al establecerse el
capitalismo monopolista de Estado.
El capitalismo monopolista de Estado representa la unificación
de las fuerzas de los monopolios y del Estado en un solo mecanismo
destinado a enriquecer a los monopolistas, a reprimir el movimiento
obrero y las y las luchas de liberación nacional, a defender el régimen
capitalista y a desencadenar guerras de agresión. Como resultado de la
fusión de estas dos fuerzas se alcanza la máxima socialización de la

383
Capítulo XI
E l Im p e r ia l is m o , f a s e
producción m a te ri a l a q u e p u e d e
s u p e r i o r d el ca p i ta l is m o
l l e g El
a rcapitalismo
s e b a jomonopolista
e l c a p de
i ta lismo.
Estado no constituye una nueva
fase del régimen capitalista de producción; no es una fase diferente del
imperialismo. Tanto por su contenido clasista como por el sistema de
propiedad predominante, no es sino una forma determinada de la
existencia y la evolución del capitalismo monopolista, una etapa en que
el Estado interviene activamente en el proceso de la producción, de la
circulación y de la distribución capitalistas para preservar los intereses
de los monopolios.
Las causas económicas objetivas del surgimiento del
capitalismo monopolista de Estado fueron la concentración de la
producción y la centralización del capital sobre la base del imperio de
los monopolios, la extrema agudización de todas las contradicciones
del imperialismo en su fase imperialista. Las guerras mundiales y las
crisis económicas, el militarismo y las conmociones políticas han
acelerado la transformación del capitalismo monopolista en
capitalismo monopolista de Estado.
El contenido económico del capitalismo monopolista de Estado
se manifiesta, principalmente, en tres fenómenos que a menudo se
entrelazan:
1. En interés del capital monopolista, el Estado burgués somete a su
control ciertas empresas, bancos o incluso ramas industriales
completas; a este sistema pertenecen las sociedades anónimas
mixtas con participación conjunta de capital del Estado y de
empresas particulares.
2. El Estado burgués, para salvaguardar los mismos intereses, aplica
determinados métodos de regulación y control de la economía.
3. Los pedidos del Estado aseguran a los monopolios un vasto y
lucrativo mercado.
En las actuales condiciones de decadencia progresiva y de
desintegración del sistema mundial del capitalismo, las empresas
estatales-monopolistas van militarizándose más y más, pues los
monopolios consideran la monopolización uno de los principales
instrumentos de influencia del Estado sobre la economía y una de las
mejores armas para defender el régimen capitalista.
Uno de los procedimientos más eficaces de los monopolios para
controlar el mecanismo gubernamental es el entrelazamiento con los
382
Spiridonova, Atlas y Otros

órganos legislativos y ejecutivos de los países burgueses. Este

383
Capítulo XI
E l Im p e r ia l is m o , f a s e
entrelazamiento
producción m a se te lleva
ri aa lcabo
a qtanto
u e incorporando
p u e d e a la dirección de los
monopolios
s u p e r i oa rantiguos
d el cafuncionarios
p i ta l is my miembros
o del Gobierno como
l l e g a r sene los
colocando b a puestos
jo e l cclave
a p idelta Estado
lismo. a testaferros de los
monopolios o incluso a directivos de aquéllos. De los altos cargos del
Gobierno de los Estados Unidos cerca del 40% están ocupados por
capitalistas propiamente dichos. El Presidente Kennedy y su hermano
Robert - secretario de Justicia- eran grandes monopolistas, cuya fortuna
personal se evaluaba entre los 300 y los 400 millones de dólares, al
igual que los Presidentes Busch y otros. También mantienen vínculos
muy estrechos con la oligarquía financiera los elementos gobernantes
de Alemania occidental. El canciller federal Konrad Adenauer fue
director del mayor de los bancos alemanes: el Deutsche Bank,k.
asimismo, uno de los mayores accionistas de las compañías de
construcciones aeronáuticas Fokke-Wulf, Junkers y Messerschmitt, así
como de la compañía automovilística Deimler- Benz A. G., y miembro
de los consejos de dirección de los consorcios Deutsche Lufthansa,
Ruhrgas A.
G. y otros.
Es de todo punto evidente que las actividades de los
representantes del capital financiero en el mecanismo gubernamental
tienden a defender los intereses económicos y políticos de los
monopolios. Los procedimientos a que se recurre para acrecentar las
ganancias monopolistas mediante la ingerencia de los órganos estatales
en la vida económica son muy

384
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo variados, y el
grado de predominio de uno de otro procedimiento es distinto en
diferentes países y en diversas épocas.
Entre los métodos de saqueo de la hacienda pública por los
monopolios está muy difundido el sistema de pedidos del Estado,
principalmente el de encargos de armamentos y de pertrechos para las
fuerzas armadas. En tales casos, los precios los establecen los
monopolios mismos, ya que los contratos no se adjudican por
concurso, sino mediante transacciones confidenciales entre los grandes
monopolios y los organismos gubernamentales “competentes”, en los
cuales gozan de influencia decisiva los agentes de los monopolios En
una de sus alocuciones de año nuevo, el ex presidente de los Estados
Unidos Dwight Eisenhower confesó que “los modernos tipos de
armamentos resultan extraordinariamente caros”. “Algunos tipos de
bombarderos -declaró- los pagamos a peso de oro”.
Otra forma de enriquecimiento de la oligarquía financiera a
costa del Estado es la llamada “iniciativa estatal”, es decir, la
construcción de empresas por el gobierno, a cargo del erario público,
principalmente con fines militares, o la nacionalización burguesa,
consistente en convertir ciertas empresas e incluso rama enteras de la
industria y del transporte, y también bancos, en propiedad del Estado
mediante una generosa indemnización a sus poseedores. Por regla
general, las empresas estatales se fundan en aquellas ramas donde hay
gran riesgo y se requieren cuantiosas inversiones a realizar de una vez.
Son objeto frecuente de nacionalización las empresas poco rentables o
técnicamente atrasadas. En este caso, los recursos del Estado se
destinan a “elevar y consolidar los ingresos de los millonarios de una
rama de la industria que se halla al borde de la bancarrota”.15
La formación de un sector nacionalizado en la economía de
varios países capitalistas de Europa durante la posguerra reportó al
capital monopolista privado grandes beneficios. La nacionalización
parcial se verificó mediante una compensación plena a los propietarios
de las empresas no rentables. En Inglaterra, a raíz de la nacionalización
llevada a cabo por el gobierno laborista de Attlee, los antiguos dueños
percibieron una indemnización que se aproximaba a 2,500 millones de
libras esterlinas. Después de nacionalizadas las empresas, sus antiguos
propietarios permanecieron al frente de ellas como directores y

15
V. I. Lenin, Obras, tomo 22, pág. 20S.
384
Spiridonova, Atlas y Otros
gerentes, recibiendo del Estado gigantescos sueldos y primas. En
Austria, la compensación por las empresas nacionalizadas superó en
3,6 veces su antiguo capital en acciones.
Con la compra y el reequipamiento por el Estado de las ramas
auxiliares más atrasadas de la economía, a los monopolios privados se
les ofreció también la posibilidad de adquirir la producción y los
servicios de aquellas ramas a precios muy bajos, a veces inferiores a su
costo. En Francia, los monopolios disfrutan de tarifas privilegiadas
para el transporte de sus mercancías por los ferrocarriles
nacionalizados y también de precios de privilegio por la energía que les
suministran las centrales eléctricas nacionalizadas.
Según vemos, las grandes compensaciones y los subsidios
indirectos concedidos mediante la rebaja de los precios son medios
fundamentales con cuyo concurso el capital privado monopolista
aumenta su rentabilidad y su capacidad de competencia a través de la
nacionalización burguesa.
No obstante, los monopolios capitalistas, aunque se benefician
extraordinariamente con esa forma peculiar de capitalismo monopolista
de Estado que es la “iniciativa estatal”, se muestran muy cautelosos en
lo que concierne a la ampliación de las funciones económicas de los
gobiernos. Temen una nacionalización amplia por cuanto ésta podría
constituir una prueba concluyente de la total inutilidad de la propia
clase burguesa en la vida económica y política de la sociedad. De ahí
que tiendan a convertir de nuevo en entidades privadas la mayor parte
posible de las empresas construidas a cargo del erario público y
también las nacionalizadas, para lo cual aprovechan cualquier ocasión
propicia.
La idea de volver a transformar las empresas estatales en
privadas, es decir, de su transferencia -frecuentemente por un precio
irrisorio- a capitales particulares es propagada por los monopolios con
la consigna demagógica de combatir la excesiva concentración de la
propiedad y de “democratizar” el capital. Mediante la
desnacionalización de las empresas estatales, los monopolios pretenden
también suprimir las conquistas sociales de los trabajadores, que suelen
ser mayores en el sector público que en el particular, y de este modo
desplegar una nueva ofensiva contra la clase obrera.
Durante los últimos años, la transferencia de propiedades
públicas a monopolios privados se ha generalizado en todos los países
capitalistas desarrollados. En el período que media entre 1951 y 1959,
el gobierno conservador de Inglaterra desnacionalizó la siderurgia y el
385
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo
transporte automóvil. Ya antes, el gobierno laborista había devuelto al
capital privado las fábricas nacionales de armamentos. En Alemania
occidental, el gobierno de Adenauer, pretextando la necesidad de
“diseminar la propiedad”, malvendió a los monopolistas más de 30
empresas.
El proceso de devolución de las empresas estatales al capital
privado va desarrollándose ampliamente en los Estados Unidos de
América. Según es notorio, durante la segunda guerra mundial se
efectuaron grandes construcciones industriales por el Estado. Ello
respondía a los intereses de los monopolios, ya que éstos, recelosos de
arriesgar sus propios capitales, preferían lucrarse ejecutando los
pedidos estatales relacionados con la edificación y el equipamiento de
estas empresas, pues además, obtuvieron el derecho a explotarlas
durante todo el período de la guerra.
Terminando ésta, la situación cambió, y los monopolios
exigieron que se les transfiriesen, en propiedad plena, las empresas
públicas. Los representantes del capital financiero en el mecanismo
gubernamental garantizaron la ejecución de aquella demanda: en 1955,
el Congreso aprobó la transferencia de 24 fábricas nacionales de
caucho sintético, por valor de más de 700 millones de dólares, a los
más grandes monopolios del caucho y del petróleo, cobrándoles por
ellas tan sólo la cantidad de 310 millones.
En el enriquecimiento de la oligarquía financiera representan un
papel esencial el control del Estado y la regulación por éste de la
actividad económica en determinadas esferas. Esta forma de
capitalismo monopolista de Estado se ha difundido particularmente en
los Estados Unidos de Améric. Los principales monopolios, situando
sus representantes e los numerosos “comités” y “consejos”
gubernamentales, “regulan” la vida económica del país en interés de su
propio enriquecimiento. Esta regulación se lleva a cabo por los
monopolios mediante el empleo de las palancas económicas estatales
que tienen a su disposición: el subsidio directo, el crédito, el tipo de
descuento, los aranceles, la circulación, el tipo de cambio, es decir,
toda la política presupuestaria y tributaria.
El capitalismo monopolista de Estado va penetrando más y más
en la órbita de la producción agrícola y de la circulación. Entre las
medidas para regular la agricultura figuran: la limitación del área de
cultivo, el mantenimiento de los precios agrícolas a un alto nivel, la
concesión de préstamos, la compra de los excedentes y la exportación
masiva de productos agrícolas al extranjero. Naturalmente, todas las

386
Spiridonova, Atlas y Otros
ventajas derivadas de semejante regulación de la producción, la renta y
el crédito benefician a los monopolios y a los grandes propietarios de
terrenos. En cambio, el campesino humilde y mediano se ve condenado
a un proceso torturador de ruina y de expropiación.
Ültimamente se observa un importante incremento del
capitalismo monopolista de Estado en la espera de la exportación de
capitales. La ayuda de los gobiernos es aprovechada para crear
condiciones de mayor garantía y rentabilidad de las inversiones
privadas monopolistas en el extranjero. Esta ayuda se expresa en el
aumento de las inversiones públicas, que asumen un carácter militar-
policíaco; en las garantías gubernamentales a los propietarios privados
de los capitales invertidos contra cualquier perjuicio derivado de una
posible expropiación, de una guerra y de una modificación del tipo de
cambio, así como de la implantación de un tipo especial de
tributaciones.
De lo dicho se desprende que el capitalismo monopolista de
Estado se manifiesta en múltiples formas. Pero, no obstante la variedad
de éstas, el propósito es el mismo: consolidar el poderío de los
monopolios, aumentar sus ganancias con la explotación de la clase
obrera y de otros sectores trabajadores, redistribuir una parte de la
plusvalía a favor de los monopolios más potentes, a costa de las
empresas capitalista autónomas y estatales, y elevar al grado de
expoliación de los pueblos de los países económicamente atrasados.
El capitalismo monopolista de Estado es profundamente
contradictorio en sus propios cimientos. Fruto de las agudísimas
contradicciones del capitalismo en su fase imperialista, no resuelve
dichas contradicciones, sino que, por el contrario, contribuye a
ampliarlas. Ante todo, esto se refiere a la contradicción fundamental
del capitalismo. De una parte, el sistema de medidas fiscales en la
espera de la economía ha hecho que la socialización de la producción
dé un gran paso adelante. De otra parte, la unión de las fuerzas del
capital y del Estado en un solo mecanismo ha consolidado la propiedad
privada monopolista y reforzado el yudo de los monopolios, ha
acentuado la competencia, dándole nuevas formas, y ha agravado el
caos general y la inconsistencia del sistema capitalista.
En las condiciones creadas por el capitalismo monopolista de
Estado, la oligarquía financiera se aprovecha de la máquina
gubernamental para contribuir activamente a la concentración y
centralización del capital. El Estado, por medio de medidas especiales,
obliga a los empresarios independientes a someterse a las asociaciones
monopolistas, y en tiempo de guerra lleva a cabo la concentración
387
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo
forzosa de la producción.
La creación de la propiedad monopolista de Estado y de una
dirección centralizada para sectores enteros de la economía representa
un nuevo avance en la socialización de la producción, llevándola hasta
el límite posible bajo el capitalismo. Con ello culmina el proceso
histórico de la creación de las premisas materiales indispensables para
sustituir revolucionariamente el capitalismo por una forma de sociedad
superior.
Una vez analizado el lugar histórico del imperialismo, V. I.
Lenin estableció que el paso del capitalismo premonopolista al
imperialismo y de la monopolización a la estatización había
aproximado extraordinariamente la humanidad al socialismo. Según su
definición, el capitalismo monopolista de Estado representa “una
completísima preparación material del socialismo, es el umbral de
éste, es aquel peldaño de la escalera de la historia que no conoce ya
ningún otro peldaño intermedio entre él y el peldaño llamado
socialismo”.16
Sin embargo, la ingerencia del Estado en la vida económica no
trae como consecuencia única la creación de las premisas materiales
para el paso al socialismo, sino que, simultáneamente, produce una
mayor agravación de los antagonismos sociales en el régimen burgués.
Al imponerse el capitalismo monopolista de Estado, los
supermonopolios encuentran oportunidad de emplear nuevos recursos
para oprimir y esclavizar a la clase obrera: aprovechan, en su interés
egoísta, numerosos procedimientos para influir en la situación
económica de los trabajadores como, por ejemplo, el sistema de
impuestos, la inflación, la política de precios, el sistema de seguros
sociales, la legislación laboral, etc.
Los monopolios se valen del sistema tributario como un
instrumento adicional para explotar a los trabajadores. Todas las
medidas económicas de los Estados burgueses se financian con cargo
al presupuesto, cuyo capítulo de ingresos lo componen en su gran
mayoría los impuestos, y el mayor contribuyente son las masas
trabajadoras.
Los datos referentes al aumento de los impuestos en los Estados
Unidos de América y en otros países capitalistas dan fe de la pesada
carga que representan en este sentido el incremento del capitalismo
monopolista de Estado y la militarización de la economía. En seis años
de la administración del Presidente Truman se recaudaron en concepto

388
Spiridonova, Atlas y Otros

16
V. I. Lenin, Obras, tomo 2S, pág. 333.

389
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo
de impuestos
forzosa 277,000 millones de dólares, mientras que los 31
de la producción.
presidentes que le precedieron sólo recaudaron, en 156 años, 256,000
millones. El gobierno siguiente, el de Eisenhower, recaudó en ocho
años, entre 1953 y 1960, impuestos por valor de más de 5,550,000
millones de dólares.
Junto con la clase obrera, las amplias masas del campesinado,
los empleados y los intelectuales, la pequeña e incluso una parte de la
media burguesía urbana soportan todo el peso del creciente yugo de los
monopolios, agravado por diversas medidas de tipo estatal en el terreno
de la producción, de la circulación y de la distribución.
Por lo expuesto vemos que el capitalismo monopolista de
Estado agudiza intensamente todo el complejo de antagonismos
sociales en la actual sociedad burguesa. No sólo no modifica la
situación de las clases fundamentales dentro del sistema de la
producción social, sino que ahonda el abismo existente entre el trabajo
y el capital, entre la mayoría de la nación y los monopolios.
El contradictorio desarrollo del capitalismo monopolista de
Estado da como resultado final que, en lugar de fortalecer la sociedad
burguesa y prolongar su existencia, sus podridos baluartes se
resquebrajan más y más. Después de preparar las premisas materiales
para el socialismo y de reforzar el frente de trabajadores con el
movimiento democrático general de las masas contra la tiránica
omnipotencia de la oligarquía financiera y monopolista, el capitalismo
monopolista de Estado aproxima la hora de la muerte del régimen
capitalista.
2. EL IMPERIALISMO, CAPITALISMO PARASITARIO O EN
PUTREFACCIÓN.
En la fase monopolista de su desarrollo, el capitalismo actúa
como la fuerza más reaccionaria frente a los avances de la sociedad
humana. El imperialismo es un capitalismo en tal estado que, después
de cumplida su misión progresiva, ha entrado en una decadencia
general y se desarrolla en línea descendente.
La decadencia y el carácter regresivo del imperialismo se
manifiestan en la tendencia al aumento de la inestabilidad y la
putrefacción de la economía capitalista, tendencia implícita en la
propia esencia del capitalismo caduco, en el propio monopolio.
Estos procesos se expresan en los Estados Unidos de América
con más fuerza que en ningún otro país, y no es de extrañar: como la
390
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo
evolución económica de Norteamérica fue, durante largo tiempo, más
rápida que la de las restantes potencias y los Estados Unidos de
América se convirtieron en el país más desarrollado del mundo
capitalista, el conflicto entre las fuerzas productivas -sumamente
avanzadas- aparece con mucho más relieve precisamente en el
imperialismo norteamericano.
La putrefacción del imperialismo se revela en las formas más
distintas. El amortiguamiento artificial del progreso de las fuerzas
productivas tiene como primera expresión el freno del progreso técnico
por los monopolios. Estos, valiéndose de su situación dominante,
pueden obtener superganancias por medios distintos a los empleados
por los capitalistas individuales de la época premonopolista. En
tiempos de la libre competencia, cada capitalista, lanzado tras la
superganancia, tendía a limitar los gastos de producción mejorando el
equipo y perfeccionando los procesos tecnológicos, lo cual contribuía
al avance espontáneo de la técnica de la producción social. En la época
del imperialismo, este motivo impulsor del progreso técnico queda
eliminado en cierto modo, puesto que los monopolios perciben
enormes superganancias principalmente mediante la implantación de
precios de monopolio y no mediante la rebaja de los costos de
producción a base de perfeccionamiento técnicos. Es más, los
monopolios combaten a menudo la nueva técnica, pues temen a
aquellos descubrimientos e invenciones que pudieran quebrantar sus
posiciones monopolistas o depreciar los enormes capitales invertidos
anteriormente en industrias más viejas, pero ya en funcionamiento.
Para impedir la aparición de competidores con material más adelantado
y con mejores métodos de producción, los monopolios procuran
adquirir el pleno control de todas las nuevas patentes de su rama, y en
muchos casos impiden durante largo tiempo su aplicación.
A cada paso se encuentran ejemplos de cómo los monopolios
dificultan el progreso técnico. La importancia corporación
norteamericana General Motors utiliza tan sólo el uno por ciento de las
patentes de que dispone.
Es en el terreno de la física nuclear donde se revela con mayor
evidencia la incapacidad del capitalismo contemporáneo para utilizar
los novísimos adelantos científicos en interés del género humano. La
aplicación de la energía nuclear en gran escala y con fines pacíficos
encuentra enormes obstáculos en los monopolios capitalistas que
dominan la industria energética y del combustible y también en
aquellos monopolios que están interesados en la “guerra fría” y en la
carrera de armamentos. A causa de los esfuerzos de estos elementos
reaccionarios,
390
Spiridonova, Atlas y Otros
el mayor de los descubrimientos científicos de la humanidad ha sido
puesto al servicio del militarismo y dirigido contra la propia
humanidad.
Sin embargo, del hecho evidente de que los monopolios frenan
el progreso técnico no debemos deducir que con el imperialismo cesa
el desarrollo de las fuerzas productivas. La “teoría” del estancamiento
de las fuerzas productivas en el capitalismo contemporáneo, es decir, la
idea de la total interrupción de su desarrollo, es contraria a las
afirmaciones del materialismo histórico. Lenin señaló reiteradas veces
que la tendencia a la putrefacción no descarta un rápido desarrollo de
la técnica en ciertos sectores de la industria y en algunos países, por
cuanto los monopolios son incapaces de eliminar la competencia.
No obstante, al admitir la posibilidad de un progreso técnico
bajo el imperialismo, conviene hacer constar dos peculiaridades:
1. Este proceso se verifica de manera muy desigual en los diversos
sectores; la técnica progresa, principalmente, en la industria de
guerra.
2. La producción capitalista desarrolla la técnica solamente de un
modo que acentúa la explotación e incrementa el

391
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo
paro, con lo cual agudiza las contradicciones de clase y otros
antagonismos propios del régimen capitalista.
El empleo de la nueva técnica por el capitalismo provoca
antagonismos particularmente enconados en la época actual, en que la
automatización de la industria se convierte en la tendencia fundamental
del progreso técnico junto a la energía atómica y a la electrónica. La
automatización que el capitalismo aplica en mayor o menor escala
durante la última fase de su desarrollo se transforma en un medio de
depauperación masiva de los trabajadores: lleva aparejada una enorme
desocupación crónica, y es de notar que a los obreros y empleados
mayores de cuarenta años, al ser despedidos de una empresa, les resulta
ya difícil, si no imposible, encontrar trabajo en otro sitio. Por tanto, la
automatización capitalista libera a los obreros y empleados no tanto de
un trabajo agotador cuanto de todo trabajo. Un país como los Estados
Unidos de América, que es la potencia capitalista más desarrollada de
nuestro tiempo, es, a la vez, donde el paro obrero tiene un carácter más
crónico. En 1956, según la estadística oficial, había en Norteamérica
2,800,000 desocupados completos. La “racionalización” del trabajo
emprendida por los monopolios después de la crisis de 1957-1958 hizo
que el número de parados se elevase hasta 3,800,000 en 1959, hasta
3,900,000 en 1960 y hasta 4,800,000 en 1961. La automatización
capitalista no ha hecho más que empezar, y millones de obreros han
sido ya excluidos del proceso de producción.
La utilización de la nueva técnica para enriquecer a la
burguesía monopolista profundiza también otras contradicciones
existentes en el proceso de la reproducción capitalista. En virtud de la
acentuada vigencia de la ley general de la acumulación capitalista, con
el crecimiento simultáneo de las posibilidades de producción, aumenta
la discordancia entre el volumen de aquélla y el de la demanda
solvente. La creciente masa de producción debe ser absorbida por una
masa decreciente de obreros ocupados y de otros sectores laboriosos de
la población. De ahí que las dificultades de realización de las
mercancías, siempre existentes en la sociedad capitalista, hayan
asumido en la actualidad tan graves proporciones. Los intentos de los
monopolios de solucionar el conflicto entre la producción y el
consumo a cuenta del mercado exterior están condenados al fracaso, ya
que la competencia en los mercados exteriores ha crecido notablemente
al restringirse la esfera de la explotación imperialista. En la práctica, la
militarización de la economía, a la que recurren los 392
Spiridonova, Atlas y Otros
países imperialistas, no constituye un medio para resolver las
contradicciones del proceso de reproducción, sino que contribuye a
profundizarlas.
Pese a todas las medidas estatales y monopolistas, los Estados
Unidos de América -el país de economía más deformada por la
militarización- ha sufrido ya, en dieciséis años de posguerra, cuatro
crisis de superproducción: la de 1948-1949, la de 1953-1954, la de
1957- 1958 y la de 1960-1961 y la 1975 que fue más aguda, a tal
grado, que hizo indispensable una nueva forma de acumulación de
capital basada en la ampliación de mercados libres de obstáculos a la
circulación de mercancías y capitales. Es de notar que los períodos que
medían entre las crisis son cada vez menos duraderos y estables, que el
porcentaje de obreros sin trabajo y el insuficiente empleo de los medios
de producción después de cada crisis aumentan sistemáticamente, y
que otros índices fundamentales señalan un mayor trastorno de la
economía norteamericana.
Junto a las frecuentes crisis industriales, los Estados Unidos de
América han presentado una gran crisis de divisas y una prolongada y
profunda crisis agraria. El gobierno trata, sin éxito alguno, de suavizar
los golpes de la crisis en el campo mediantes diversos programas de
conservación de tierras labrantías y de compra de los “excedentes”
agrícolas a los granjeros. Según un informe del Ministerio de
Agricultura norteamericano, durante el período que va de 1956 a 1960
fueron puestas en barbecho once millones y medio de hectáreas de
trigo, maíz y otros cultivos. Las reservas de la Corporación de Crédito
Comercial, encargada de comprar a los granjeros los “excedentes” de
su producción, van aumentando de año en año, y su valor alcanzó a
9,200,000 dólares en 1960. La sola custodia de tan enormes reservas
cuesta diariamente millón y medio de dólares. La acumulación de
cuantiosas reservas alimenticias en los depósitos del Estado mientras
que -como dijo el propio Presidente Kennedy-17 millones de
americanos se acuestan con hambre, representa un acta de acusación
contra el régimen capitalista y un hecho increíble desde el punto de
vista de la razón humana.
La inactividad parcial de los medios de producción y el
amortiguamiento del ritmo del desarrollo económico son
consecuencias de las contradicciones internas de la economía
capitalista y signos de su inestabilidad y putrefacción. Según datos
facilitados por la Comisión económica unida del Congreso de los
Estados Unidos de América, durante los últimos sesenta años el
producto nacional bruto aumentó anualmente el 3,2%, mientras que de
1953 al 1960 sólo aumentó el 2,3%.
393
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo
Calculado este incremento por habitante, la cifra era menos aún: 0,6%
al año. En comparación con el acelerado ritmo de desarrollo de la
floreciente economía de los países del socialismo histórico, el
capitalismo avanzó a paso de tortuga.
Los hechos aducidos demuestran que el desarrollo antagónico
de las fuerzas productivas bajo la influencia de un progreso técnico-
científico puesto plenamente al servicio de los intereses de los
monopolios, provoca un aumento de todas las contradicciones de la
reproducción capitalista. La nueva técnica no haya lugar en el estrecho
marco de las relaciones de producción del capitalismo. Al ser aplicada
contribuye al sucesivo incremento de las fuerzas productivas, pero trae
consigo consecuencias económicas y sociales que quebrantan las
relaciones de propiedad capitalistas.
La decadencia del capitalismo monopolista está íntimamente
vinculada al gigantesco crecimiento del parasitismo. En el
imperialismo, el papel principal lo desempeña el capital financiero;
aumenta con celeridad la emisión de valores, pero al acumularse en un
país acciones y obligaciones se acrecienta extraordinariamente el
número de capitalistas-rentistas que viven en la holganza, de los
ingresos procedentes de sus valores. Los rentistas norteamericanos
obtuvieron en 1913 ingresos equivalentes a 1,800 millones de dólares;
en 1938 habían ascendido ya a 6,1000,000, y en 1960, la suma de
dividendos e intereses abonados alcanzó ya a 40,800 millones de
dólares.
Todavía mayor es el aumento del parasitismo en el régimen
capitalista a base de la exportación de capitales, la cual, unida al
dominio monopolista de las colonias y de las esferas de influencia,
pone un sello parasitario a países enteros. Ya no son personas o grupos,
sino países los que ocupan una posición de rentistas, percibiendo
sistemáticamente enormes intereses y dividendos por los capitales
invertidos en el extranjero. Lenin dio a la exportación de capital el
nombre de “parasitismo elevado al cuadrado”. La inversión de
capitales en el extranjero lleva aparejado un aumento colosal de los
ingresos parasitarios de la burguesía monopolista, obtenidos mediante
la explotación de los pueblos de los países económicamente atrasados,
provoca un amortiguamiento del desarrollo industrial en los países
exportadores de capital y crea las premisas económicas para el
florecimiento del oportunismo en el movimiento obrero.
La exportación de capital y los intereses que ello proporciona
crecen sin cesar. El papel de máximo explotador internacional
corresponde actualmente a los Estados Unidos de América, cuyas
394
Spiridonova, Atlas y Otros
inversiones de capitales en el extranjero rebasan la suma de las
inversiones de los restantes países capitalistas tomados en conjunto. En
algunos casos, el tributo que los países deudores se ven obligados a
pagar por las inversiones extranjeras llega a superar la suma de las
propias inversiones. Entre 1946 y 1959, por cada dólar invertido en
todos los países subdesarrollados, los Estados Unidos extrajeron una
ganancia de dos dólares y medio.
La constante afluencia de beneficios fabulosos procedentes de
los empréstitos y de las inversiones directas, unida a las enormes
ganancias que proporciona el intercambio no equivalencia!, convierte a
los países exportadores de capitales en parásitos que viven sobre el
cuerpo de una masa de millones de seres de las naciones
económicamente atrasadas, y constituye un testimonio evidente de la
degeneración parasitaria del capitalismo en la época del imperialismo.
“El Estado rentista -dijo Lenin- es el Estado del capitalismo parasitario,
en putrefacción... ” .17
Por otra parte, el parasitismo del capitalismo monopolista se
expresa en la estructura de la ocupación: disminuye relativamente el
número de personas ocupadas en la producción material y aumenta el
de las que no producen nuevos valores.
El aumento de los gastos improductivos se explica, en parte,
por la elevación de la productividad del trabajo, basada en el progreso
de la técnica de la producción social, pero principalmente se debe a
que, en la época del imperialismo, se abulta inmoderadamente la esfera
de la circulación -el comercio y los bancos-, se crea un frondosísimo
mecanismo estatal de violencia y de gobierno, y crece el número de las
personas ocupadas en el servicio privado de las clases parasitarias. En
1910, en los Estados Unidos, las ramas improductivas ocupaban el
25% de la población activa, mientras que en 1960 ocupaban ya el 50%.
Solamente los empleados en los organismos de la administración
federal, estatal y municipal han pasado de 3,700,000 en 1937 a
8,500,000 en 1960.
En las actuales circunstancias, la expresión más acabada de la
caducidad del capitalismo nos la ofrece el incremento de la
militarización de la economía de las potencias imperialistas, que
provoca un despilfarro desorbitado de fuerzas productivas.

17
V. I. Lenin, Obras, tomo 22, pág. 26S.

395
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo
La militarización de la economía determina que los adelantos
la ciencia
de de la técnica no sean utilizados para crear valores materiales
o para mejorar las condiciones de vida y de trabajo del hombre, sino
para fabricar medios de destrucción y de aniquilamiento en masa.
Lenin demostró que el crecimiento del militarismo era
originado por la propia esencia del imperialismo, por la dominación de
los monopolios, señalando que el imperialismo, “debido a sus
principales propiedades económicas, se distingue por su ínfimo
pacifismo y por su poco amor a la libertad, así como por el máximo y
omnímodo desarrollo del militarismo”.18 La oligarquía financiera,
siempre temerosa de la revolución socialista, se vale de la
militarización para prolongar artificialmente su dominio, para aplastar
los movimientos económicos y políticos de las masas oprimidas y
explotadas.
Por otra parte, en la época del capitalismo monopolista se
agudiza la lucha entre los grupos financieros y los Estados
imperialistas por los mercados, las fuentes de materias primas y las
esferas de inversión de capitales, lo que conduce a conflictos y choques
armados. Lenin decía: “El imperialismo es una lucha encarnizada de
las grandes potencias por el reparto y la redistribución del mundo; ha
de conducir por ello, inevitablemente, a una militarización más
acentuada...”19
En la actualidad, la creciente militarización de los países
imperialistas va dirigida principalmente contra el campo del socialismo
y contra el movimiento nacional de liberación. Los desmanes del
militarismo obedecen no sólo a motivos políticos, sino también
económicos. La carrera de armamentos constituye uno de los mejores
medios de enriquecimiento de los monopolios;
de ahí que éstos vean en ella la panacea contra todos los males: las
crisis, la desocupación, etc.
Al igual que el capitalismo monopolista de Estado, la
militarización está llena de contradicciones internas: absorbe masas
ingentes de valores materiales, distrae buena parte del mecanismo
productivo de la industria capitalista en la fabricación de armamento,
provoca el descenso del peso específico de los sectores industriales
ocupados en fabricar artículos de consumo y medios de producción: y
como resultado de todo ello, acentúa la desigualdad del desarrollo de
los diversos sectores de la economía capitalista, y las fuerzas
productivas adquieren un carácter unilateral.

396
Spiridonova, Atlas y Otros
18
V. I. Lenin, Obras, tomo 28, pág. 219.
19
Ibidem, tomo 23, pág. 87.

397
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo
La manutención
militarizaciónyde
el la
entretenimiento de grandes
economía determina ejércitos
que los llevan
adelantos
implícitos
de un consumo ingente de trabajo humano. Cerca de 20
millones de hombres se hallan directamente encuadrados en las fuerzas
armadas de todos los países, y aproximadamente el 20% de la mano de
obra se dedica directa o indirectamente a abastecerlos y servirlos,
produciendo objetos innecesarios para el pueblo.
La preparación de nuevas guerras de rapiña absorbe buena parte
de los presupuestos de las naciones imperialistas, acarrea un enorme
crecimiento de los impuestos y contribuye al desarrollo de las diversas
formas de estancamiento del sistema monetario y de crédito: inflación
crónica, depreciación de las divisas, presupuestos deficitarios, aumento
de la deuda pública, etc.
Una prueba de la escala de la militarización de la economía en
los países capitalistas son los presupuestos militares. En 1900, los
gastos militares directos de los Estados Unidos de América
equivalieron a 191 millones de dólares; en 1937-1938, a 1,030
millones, y en 1961-62, a 51,000 millones de dólares, o sea dos
terceras partes del capítulo de gastos del presupuesto.
El rápido aumento de las asignaciones militares en tiempo de
paz no constituye peculiaridad exclusiva del imperialismo
norteamericano. La organización, bajo la égida de los Estados Unidos -
que cumplen la función de gendarme del mundo-, de alianzas y
bloques político- militares de diversos tipos obliga a muchos países
capitalistas a realizar cuantiosos dispendios improductivos. Los gastos
militares directos de los países

398
Spiridonova, Atlas y Otros
El Imperialismo, fase superior del capitalismo integrantes de
la OTAN, que es la mayor de las agrupaciones militares, durante el
período de 1949 a 1961 ascendieron a la astronómica cifra de 700,000
millones de dólares, suma de gastos improductivos que sobrepasa en
cuatro veces la renta nacional anual de todos los países europeos que
integran el bloque noratlántico.
El enorme aumento de la fabricación de armamentos, que
envejecen rápidamente y que en lo sucesivo no vuelven a intervenir en
la producción de bienes materiales, representa un gasto neto de la
sociedad capitalista. Ello equivale a que la nación, como dijo Marx,
“tire al agua una parte de su capital”.
Todavía mayores son los recursos que devoran las guerras
imperialistas: es destruido un sinfín de valores materiales
anteriormente acumulados y se causa gran perjuicio a la economía y a
la cultura de muchos países. Las guerras requieren enormes
desembolsos. Los gastos en las guerras y en su preparación durante la
primera mitad del siglo XX, desde 1900 hasta 1953, alcanzaron una
cifra verdaderamente astronómica: más de cuatro trillones de dólares.
Según datos recopilados por el pacifista americano Davies, los recursos
dilapidados durante la segunda guerra mundial hubieran bastado para
que todas las familias del globo terrestre se construyeran una casa de
cinco habitaciones y para edificar en cada ciudad de más de 5,000
habitantes una clínica, asegurando su entretenimiento en el transcurso
de diez años.
El capitalismo, generador de guerras, provoca el aniquilamiento
masivo de la principal fuerza productiva de la sociedad: el propio
hombre. En la primera conflagración mundial fueron muertos diez
millones y heridos más de veinte millones de hombres. La segunda
guerra mundial, a la que fueron arrastrados 56 países, se llevó casi 50
millones de vidas humanas, no contando las decenas de millones de
heridos e inválidos.
Las guerras imperialistas y la militarización constituyen un
factor que frena el avance de las fuerzas productivas y que incluso las
destruye. Al reconocer que no hay otro camino para desarrollar su
economía que la carrera armamentista, el imperialismo certifica la toral
bancarrota de su sistema social. Sin embargo, cuanto más dinero se
destina a la producción de guerra, tanto menos consistente es la
economía del capitalismo y tanto más agudas sus contradicciones. La
principal contradicción del 398

399
Spiridonova, Atlas y Otros

capitalismo contemporáneo se manifiesta en el hecho de que el trabajo


del hombre es utilizado más y más para crear medios de destrucción.
Un régimen social que engendra tales contradicciones se desacredita y
se mata a sí mismo. La conversión del militarismo en un elemento
orgánico de la economía y de la política es una prueba patente de que la
existencia del capitalismo ha entrado en conflicto insoluble con los
intereses vitales y con la seguridad de todo el género humano.
No sólo en la esfera económica se da a conocer la putrefacción
del capitalismo monopolistas; manifiéstase también en el terreno de la
supraestructura ideológica y política.
En un análisis de las tendencias fundamentales dentro del
movimiento obrero, Lenin dedicó especial atención a aquella forma de
corrupción y parasitismo que se expresa en el soborno por la burguesía
de una capa privilegiada de la clase obrera. Tal soborno es posible
económicamente gracias a las altas ganancias de los monopolistas. La
burguesía destina una parte ínfima de sus colosales ingresos a comprar
a los obreros más calificados, aislándoles de los sufrimientos y del
ambiente revolucionario de la masa proletaria y creando en el seno de
los trabajadores la denominada “aristocracia obrera”.
Con la ayuda activa de la burguesía, la aristocracia obrera se
apodera de los puestos dirigentes en una serie de sindicatos y
constituye la élite traidora de los partidos socialdemócratas. En
connivencia con ciertos sectores de la pequeña burguesía y de la
intelectualidad pequeñoburguesa, la aristocracia obrera representa la
base social del oportunismo, o conformismo, dentro del movimiento
obrero. Estos trabajadores aburguesados son, como dijo Lenin,
auténticos agentes de la burguesía en el movimiento obrero, lacayos
obreros de la clase capitalista.
Aunque la aristocracia obrera, la burocracia sindical y política,
sobornada por la burguesía, representa solamente una minoría
insignificante de la población, disfruta, no obstante, de cierta influencia
entre las masas, y por ello constituye un serio peligro para el
movimiento obrero. Los oportunistas, al escindir las filas de los
trabajadores, frenan el desarrollo de la lucha de clases, impiden que los
obreros unifiquen sus esfuerzos y, con ello, debilitan el empuje de los
trabajadores que tienden a derrocar el capitalismo. Precisamente a la
actividad escisionista de los sindicatos reaccionarios y de los
socialdemócratas de derecha se

399
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo debe que en
numerosos países la burguesía siga manteniéndose en el poder.
Lenin puso en claro que el oportunismo dentro del movimiento
obrero no es un fenómeno fortuito y que su nacimiento guarda estrecha
relación con la propia esencia del imperialismo, con la dominación de
los monopolios. Sin embargo, reconocer la lógica objetiva de la
existencia del oportunismo no implica la necesidad de renunciar a
combatirlo. Liberar a los trabajadores de la influencia de los
oportunistas y establecer la unidad del movimiento obrero y sindical
fue siempre una tarea del proletariado revolucionario, y sigue siéndolo.
Al cumplimiento de esta misión contribuye una serie de
circunstancias determinadas por las leyes del desarrollo del
imperialismo. Actualmente, bajo la influencia del progreso técnico, la
composición del proletariado industrial se ha modificado un tanto. La
aplicación del sistema de cadena, de operaciones consecutivas y de
máquinas semiautomáticas ha hecho que el proletariado fabril sea más
homogéneo en lo tocante a calificación. En buena parte se compone
ahora de obreros instruidos en una sola operación sencilla, bien en la
cadena, bien en la línea de producción escalonada. Ha disminuido con
ello el número de obreros calificados y el de peones. El lugar que antes
ocupara un sector bastante amplio de obreros calificados ha sido
ocupado por un sector nuevo, relativamente poco numeroso, de
mecánicos y reparadores y también por obreros técnicos altamente
calificados que dirigen las líneas de producción escalonadas o las
grandes máquinas complejas.
Junto con el descenso del peso de la mano de obra calificada de
las diversas categorías de operarios. La situación del grueso de los
llamados “obreros instruidos” -integrantes del sistema de cadena u
operadores de máquinas automáticas- va aproximándose más y más al
nivel de vida de los obreros no calificados. La desaparición de las
diferencias en lo tocante a especialidad, retribución del trabajo y grado
de ocupación ha ocasionado una tendencia a la restricción de la base
social del oportunismo entre el proletario industrial.
La caída del sistema colonial del imperialismo tiene crecientes
repercusiones en el movimiento obrero. Las posibilidades de obtener
superganancias coloniales en los jóvenes países soberanos irán
reduciéndose a medida que crezca la industria nacional y se acentúe la
competencia del capital

400
Spiridonova, Atlas y Otros

indígena, así como también en virtud de las limitaciones impuestas en


aquellos países a las propiedades extranjeras, de la nacionalización de
las mismas, de la eliminación del carácter monocultor de la economía y
del aumento de las relaciones de todo género con todos los países. Por
consiguiente, también irá reduciéndose más y más una de las
principales fuentes de soborno de la aristocracia obrera en los países
imperialistas.
Por último, otro de los factores que tienden a reducir el sector
de la aristocracia obrera es la insistente lucha económica del
proletariado. El hecho de que ciertas categorías de obreros disfruten
altos salarios no constituye hoy día una prueba indiscutible de que
hayan sido sobornados por la burguesía. Muy a menudo, los que
perciben mejores salarios son los obreros más firmes, más organizados
y más revolucionarios, que arrancan concesiones a la burguesía a
través de tenaces combates de clase. Es evidente que estos grupos de
trabajadores no pueden ser catalogados entre la aristocracia obrera.
La reducción de la base social del oportunismo en el seno del
proletariado industrial incita a la burguesía imperialista a acudir en
demanda de ayuda a la burocracia obrera, bastante numerosa en los
sindicatos, las cooperativas, en los ayuntamientos, etc., y también a
cierto sector de proletarios “de cuello duro”, es decir, a los empleados,
cuyo número va acrecentándose en la sociedad capitalista. La
burocracia obrera y la parte privilegiada de los empleados van
reemplazando a la aristocracia obrera en su cometido de soporte social
de la burguesía monopolista.
Pese a los reiterados esfuerzos de los imperialistas por ahondar
la división en las filas de la clase obrera, los efectos de la ideología
oportunista sobre la conciencia de las masas trabajadoras disminuyen
constantemente, tanto a causa de las leyes objetivas del desarrollo de la
historia como de la actividad de los partidos comunistas, encaminada a
lograr la unidad de los movimientos obrero y sindical.
El triunfo de las ideas del marxismo revolucionario sobre el
oportunismo de nuestra época se debe, en gran parte, al curso y a los
resultados de la competición de los dos sistemas sociales opuestos: el
socialismo y el capitalismo. Los grandiosos éxitos de la Unión
Soviética en el terreno económico, científico y técnico y en el
incremento del bienestar del pueblo, así como los excelentes

401
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo resultados
obtenidos por otros países socialistas, demuestran de manera
convincente la enorme fuerza vital de la doctrina marxista-leninista.
Lenin hacía notar que la supraestructura política del capitalismo
monopolista era el viraje de la democracia hacia la reacción política:
“A la libre competencia le corresponde la democracia. Al monopolio le
corresponde la reacción política”.20
El principal elemento de la superestructura política del
imperialismo lo constituye el Estado burgués contemporáneo. Los
representantes de la oligarquía financiera se valen de todo su poderío
para conquistar los órganos legislativos y ejecutivos del Estado, por
cuanto el sometimiento y la utilización del Poder público por los
monopolios garantizan la suerte del capitalismo. Los monopolios, en su
afán de conservar artificialmente el caduco sistema de producción
capitalista, acentúan de modo extraordinario las funciones punitivas del
Estado: ponen en juego todo el aparato de violencia contra el
movimiento obrero, para sofocar el movimiento nacional de liberación
y llevar a cabo su política de expansión en el exterior.
La tendencia de los monopolios a un despotismo ilimitado, a la
más tenebrosa reacción en todos los sectores de la vida económica,
política e ideológica, halla su expresión más plena en el fascismo. “El
fascismo en el Poder es la dictadura terrorista abierta de los elementos
más reaccionarios, más chovinistas y más imperialistas del capital
financiero”.21
En la segunda guerra mundial, los principales focos del
fascismo y de la agresión, situados en Alemania, en Italia y en el
Japón, fueron destruidos. Pero actualmente se observa en el mundo
capitalista una resurrección de las fuerzas y de las tendencias fascistas.
Resulta evidente que, en las circunstancias actuales, la
aspiración de la burguesía monopolista a implantar regímenes
reaccionarios no puede encarnar en la descarada restauración del
fascismo, ya que el nacional-socialismo alemán, el fascismo italiano y
otros regímenes análogos se desacreditaron totalmente y su recuerdo
está muy reciente en la memoria de los pueblos. Por esta razón, el
capital financiero pretende encuadrar la

20
V. I. Lenin, Obras, tomo 23, pág. 31.
21
Programa del Partido Comunista de la Unió n S oviética,
40 2
Spiridonova, Atlas y Otros

dictadura reaccionaria dentro de un marco “legal”, manteniendo las


apariencias de un régimen democrático y parlamentario, aunque
destruyendo su esencia.
En primer término, la oligarquía financiera dirige sus tiros
contra las instituciones representativas electivas, y trata de privar al
Parlamento de su principal derecho, que es el de legislar.
Simultáneamente, los partidos gobernantes despliegan una
ofensiva en toda regla contra el sufragio universal, procurando
establecer sistemas antipopulares a fin de impedir la representación
proporcional, que permite a los trabajadores tener en el Parlamento una
representación adecuada. Valiéndose de sistemas electorales
“corregidos” y de reformas constitucionales artificiosas, la reacción
desplaza a los elementos izquierdistas de los Parlamentos y de otros
órganos electivos.
Aunque conservando las apariencias de democracia y
parlamentarismo, la burguesía monopolista hace cada vez más difícil
que la clase obrera y las masas populares utilicen la democracia para
garantizar la lucha activa por sus intereses. Este menguado
parlamentarismo se nos muestra en toda su desnudez en la República
Federal Alemana, donde, desde finales de la década de los años
cincuenta del siglo XX, se recrudeció la ola de terror policíaco y de
persecuciones judiciales de los ciudadanos y organizaciones
progresistas.
Terminada la segunda guerra mundial, la ofensiva reaccionaria
alcanzó proporciones insólitas en los Estados Unidos de América. Esto
halló su expresión en una serie de leyes antiobreras aprobadas por el
Congreso norteamericano, en la política de agresión y de ataques
contra los obreros e intelectuales de tendencia progresiva, en la
prepotencia de los militaristas y de los consorcios de las industrias
bélicas, en la prolongada usurpación del poder político directamente
por los propietarios más acaudalados, en el desenfreno del
oscurantismo racista y en la proliferación de las organizaciones
ultrarreaccionarias, fascistas y semifascistas.
El reforzamiento de las tendencias fascistas dentro de los
Estados Unidos de América está orgánicamente vinculado a su política
exterior agresiva. El curso de los acontecimientos internacionales en
los últimos años ha aportado multitud de pruebas de que “el
imperialismo americano es el

403
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo principal
baluarte de la reacción mundial y el gendarme internacional, enemigo
de los pueblos del mundo entero”.22
Si la burguesía gobernante de cualquier país se siente incapaz
de hacer frente a las fuerzas de la democracia y del progreso, cada vez
más vigorosas, busca y encuentra apoyo en los imperialistas de los
Estados Unidos de América. Precisamente ellos constituyen la
principal fuerza de choque del neocolonialismo contemporáneo, son los
organizadores de los levantamientos reaccionarios y de las acciones
colectivas de las potencias imperialistas en los países poco
desarrollados. Los más notables acontecimientos políticos de 1961 -la
intervención armada contra Cuba, la tentativa de sublevación fascista
en Argelia, el movimiento de las fueras reaccionarias en Laos, etc.-
guardan relación directa con las actividades subversivas de la
Dirección Central de Espionaje de los Estados Unidos de América, tras
la cual se mueven los grandes monopolios estadounidenses.
El afán que muestran los círculos monopolistas por suprimir las
libertades democrático-burguesas en los países imperialistas y por
implantar dictaduras militares en las naciones que acaban de obtener su
independencia, representa una prueba irrefutable de que la burguesía
no está ya en condiciones de seguir detentando el Poder con los
antiguos métodos “democráticos” parlamentarios ni de enfrentarse con
el creciente movimiento nacional de liberación. Ello pone al desnudo la
profundidad de la crisis en que se debate la actual sociedad capitalista.
Sin embargo, la negación de la democracia por el imperialismo
choca con la resistencia, cada día más tenaz de los trabajadores y de los
más amplios sectores sociales. La dialéctica del desarrollo de la
sociedad es tal, que el imperialismo, provocando, de una parte, un
viraje hacia la reacción política en toda la línea, fortalece, de otra parte,
las ansias democráticas de las masas populares. “El imperialismo -
escribía Lenin- no detiene el desarrollo del capitalismo ni el
incremento de las tendencias democráticas en la masa de la población,
sino que agudiza el antagonismo entre estos afanes democráticos y las
tendencias antidemocráticas de los trusts.”23

22
Documentos programáticos de la lucha por la paz, la democracia y el socialismo, página 43.
Gospolitizdat, Moscú, 1961.
23
V. I. Lenin, Obras, tomo 23, págs. 38-39.
404
Spiridonova, Atlas y Otros

Por tal razón, el establecimiento de la dictadura fascista no es


algo fatalmente inevitable. La unión de las fuerzas democráticas, y en
primer término la unidad de acción de los trabajadores, son el
instrumento más seguro de la lucha contra el fascismo. La acción
decidida, organizada y masiva de las fuerzas progresistas
mancomunadas puede atajar el camino a la amenaza fascista. Cuando,
siguiendo el camino de Alemania, los fascistas franceses realizaron, en
1934, una tentativa desesperada de tomar el Poder, recibieron una
respuesta contundente de las fuerzas unificadas de sindicatos obreros y
otras organizaciones progresistas, viéndose obligados a retroceder. En
los últimos años, gracias a la unidad de acción de las masas laboriosas
y de todos los sectores democráticos, fue aplastado un conato de
levantamiento reaccionario en Indonesia, y los trabajadores de Francia,
aglutinados, dieron al traste con el intento de imponer al país un
régimen fascista, emprendido por los militaristas y ultrareaccionarios.
III. EL IMPERIALISMO, CAPITALISMO MORIBUNDO.

La anterior característica del imperialismo como capitalismo


monopolista, parasitario o en putrefacción, y el análisis de su esencia
económica y política nos llevan a la conclusión de que el imperialismo
es el capitalismo moribundo. Pero esto no significa que el capitalismo,
por mucho que haya madurado para ello, puede morir
automáticamente, sin una intervención de las masas humanas, que
puede “transformarse”, en una sociedad justa por vía evolutiva. La
burguesía nunca renunciará voluntariamente a su dominación. De ahí
que, al definir al imperialismo como capitalismo agonizante, Lenin lo
caracterizase también como umbral o vísperas de la revolución social.
Quiere decirse que el capitalismo monopolista representa una época en
que se han formado todas las premisas objetivas y subjetivas para la
revolución proletaria, y el derrocamiento de la burguesía ha pasado a
ser un problema práctico inmediato.
El extraordinario grado de desarrollo del capitalismo mundial
en general; la sustitución del al competencia libre por el capitalismo
monopolista de Estado; la preparación, por los bancos y por las
alianzas capitalistas, del aparato de regulación social del proceso de
producción y de la distribución de los productos; la mayor carestía de
la vida derivada del incremento de los monopolios capitalistas, el yugo
de los sindicatos monopolistas sobre la clase obrera, la esclavización
de la misma por el Estado imperialista, la gigantesca dificultad de la
lucha económica y política del proletariado y los horrores, las
calamidades y la ruina que engendra la guerra imperialista, todo ello ha
hecho inevitable la bancarrota del capitalismo y el paso a un tipo
superior de

405
Capítulo XI
El Imperialismo, fase superior del capitalismo
economía social.
La necesidad de la transición del capitalismo a una nueva forma
de sociedad superior tiene su origen, por consiguiente, en la creación
de las premisas materiales, encarnadas en la socialización de la
producción y del aparato regulador de la misma y de la distribución.
También está vinculada a la extrema agudización de todas las
contradicciones sociales suscitadas por el predominio omnímodo de
los monopolios.
La inevitabilidad de la caída del capitalismo monopolista
constituye una ley histórica objetiva. Las causas económicas que la
determinan residen en la abierta discordancia de las relaciones de
producción con el carácter de las fuerzas productivas, el violento
conflicto entre ellas.
Son expresión concreta de este conflicto todas las formas de
putrefacción del capitalismo contemporáneo, las cuales demuestran
que el capitalismo, en su fase imperialista, ha caducado
económicamente, que su supresión ha pasado a ser una necesidad vital
no sólo para el ulterior avance de las fuerzas productivas de la
sociedad, sino incluso para salvar las fuerzas productivas ya creadas.
Pese a esta necesidad económica, el capitalismo continúa existiendo en
numerosos países, y la exigencia de la ley de la concordancia entre las
relaciones de producción y el carácter de las fuerzas productivas sigue
sin cumplirse en dichos países por la resistencia que oponen las fuerzas
reaccionarias de la sociedad capitalista.
El conflicto entre las fuerzas productivas y la estrechez de las
relaciones de producción capitalistas se revela en las contradicciones
fundamentales del imperialismo: las contradicciones entre el trabajo y
el capital, entre un puñado de naciones “civilizadas” dominantes y
cientos de millones de trabajadores de las colonias y de los países
dependientes, y entre las propias potencias imperialista, que pugnan
por una redistribución del mundo.
La dominación del capital financiero y el acentuado
entrelazamiento de los monopolios con el Poder público agravan hasta
el extremo el antagonismo entre las clases fundamentales de la
sociedad capitalista: el proletariado y la burguesía. Los monopolios,
provocando un extraordinario aumento de la carestía de la vida, de los
impuestos y del paro, y elevando la explotación de la clase obrera
mediante la “racionalización” capitalista del trabajo y la colosal
intensificación del mismo, plantean prácticamente ante los obreros la
tarea de emancipares, de una vez y para siempre, de todas las formas
406
de sojuzgamiento y de

Spiridonova, Atlas y Otros

407
Capítulo XI
explotación del hombre por el hombre.
En las circunstancias de hoy día, la lucha de clases es cada vez
más activa y tenaz. Esta lucha, con sus múltiples y variadas formas,
representa la esencia, la base del desarrollo social del mundo
capitalista. Los economistas burgueses y los líderes reformistas de la
socialdemocracia pretenden refutar, declarar anticuado el materialismo
histórico cuando afirma la inevitable agudización de las
contradicciones y de la lucha de clases a medida que el capitalismo
progresa. Afirman, sin base alguna, que la sociedad capitalista se ha
modificado radicalmente y que la lucha de clases ha sido reemplazada
por “la paz y la armonía de clases”, por “la colaboración entre las
clases”.
Pero como la práctica es el criterio de verdad, de rebatir estos
infundios de los defensores de la burguesía se ha encargado la propia
realidad. La forma suprema de la lucha de clases en escala
internacional tiene lugar tanto en la esfera de la economía, de la ciencia
y de la técnica como en la de la política y la ideología. Lo peculiar de
esta lucha es que se lleva a cabo por medios pacíficos, sin empleo de
las armas. Otra expresión del crecimiento de la lucha de clases en la
palestra internacional es el movimiento nacional de liberación, enorme
por sus proporciones, ya que, bajo el dominio de los monopolios,
cualquier movimiento emancipador de los pueblos oprimidos está
objetivamente dirigido contra el imperialismo.
Los oportunistas de nuestros días aseguran, por otra parte, que,
si bien en los países atrasados se observan todavía brotes de la lucha de
clases, hace tiempo que dejó de existir en los países capitalistas
adelantados; traen a colación el ejemplo de los Estados Unidos de
América, donde, según ellos, los obreros no intervienen en la “guerra
de clases”.
También estas argucias han sido desmentidas por la realidad.
Pese a la rígida legislación antiobrera en vigor, el

406
Spiridonova, Atlas y Otros
El Imperialismo, fase superior del capitalismo gobierno
americano no consigue evitar la propagación del movimiento
huelguístico y de otras formas de lucha de clases. Por el contrario, la
fuerza y las proporciones de la lucha huelguística del proletariado son
ahora mucho más imponentes que antes de la segunda guerra mundial.
En el primer decenio de posguerra, desde 1946 hasta 1955, el número
de huelgas en Norteamérica casi duplicó el del decenio de preguerra -
de 1931 a 1940-, y el número de huelguistas fue superior en 2,8 veces,
llegando casi a triplicarse la pérdida de días-hombre a causa de las
huelgas.
Durante el quinquenio siguiente, de 1956 a 1960, un poderoso
auge de la lucha huelguística recorrió todo el mundo capitalista,
abarcando, además de los Estados Unidos, a Inglaterra, Francia, el
Japón, la República Federal Alemana, los países de América Latina,
etc. El número total de huelguistas en el mundo capitalista durante
1956 se elevó a 13,900,000; en 1958 ascendió ya a 22,400,000; en
1959, a 40,700,000, y en 1960, a 53,600,000. Por consiguiente, en el
año últimamente citado tomaron parte en las huelgas casi cuatro veces
más trabajadores que en 1956.
Las huelgas de la posguerra se distinguen por su amplitud, su
organización, su firmeza y su tesón. Muchos países capitalistas jamás
conocieron paros tan importantes como los que tuvieron lugar en los
últimos años. Y lo importante no es sólo el aumento cuantitativo de las
huelgas, sino el cambio del propio carácter de las reivindicaciones
presentadas por los trabajadores. En la actual etapa del movimiento de
los obreros, éstos ligan cada vez más estrechamente la lucha por sus
intereses inmediatos - aumento de sueldo, disminución de la jornada,
etc.- con la lucha por el cese de la carrera de armamentos, por el
desarme general, por la intensificación del comercio, por la
consolidación de la democracia y contra el creciente peligro del
fascismo, por la paz y la amistad entre los pueblos. Quiere decirse que
la lucha económica de los trabajadores va ahora más estrechamente
vinculada a la lucha política. Si en 1958, en las huelgas políticas que
tuvieron lugar en el mundo capitalista, participó aproximadamente el
43% de todos los huelguistas de dicho año, en 1959 la proporción
había subido ya el 56% y en 1960 al 77 por 100.

Es un rasgo característico de las luchas de clases de los últimos


años la creciente participación de las masas populares y la vigorosa
unidad de la clase obrera con los restantes 408

407
Spiridonova, Atlas y Otros
destacamentos de trabajadores. El ansia de unidad de acción que se
observa, entre diversos grupos sociales no es casual, ya que, junto con
la clase obrera, sufren el pesado yugo de los monopolios millones de
campesinos, de artesanos, de empelados y de intelectuales. Como
resultado de todo ello, además de la contradicción fundamental de la
sociedad burguesa -entre el trabajo y el capital- se agrava más y más el
antagonismo entre un puñado de monopolios y todos los sectores del
pueblo.
El segundo grupo importantísimo de contradicciones del
período de la dominación del capital financiero lo componen los
antagonismos entre las potencias imperialistas y los pueblos de las
colonias y países dependientes.
La inclusión violenta de los países económicamente atrasados
en el sistema capitalista mundial a causa del reparto económico y
territorial del mundo entre las “grandes” potencias ha convertido a
aquellos países en objeto de una explotación implacable.
La política rapaz de las alianzas monopolistas y el
entrelazamiento del yugo imperialista con los vestigios feudales frenan
el desarrollo de las fuerzas productivas en las colonias y en los países
dependientes, condenándolos a un prolongado estancamiento.
Por otra parte, el dominio del imperialismo en las colonias
genera la tendencia opuesta: la de liberar las fuerzas productivas de la
explotación colonial que las retrotrae. También da vida a nuevas
fuerzas sociales como el proletariado y la burguesía nacional, llamados
a realizar esta tendencia progresiva. La exportación de capitales, base
económica de la expansión colonial, acelera el desarrollo del sistema
de producción capitalista en los países económicamente atrasados.
Constitúyense en las colonias el proletariado y la burguesía nacionales;
crece la conciencia nacional y de clase; se agita la ola del movimiento
revolucionario. La lucha de liberación de los pueblos oprimidos
debilita las posiciones del capitalismo mundial, convirtiendo los países
coloniales de reserva del imperialismo en aliados de la revolución
social.
En las circunstancias de hoy día, las contradicciones entre las
metrópolis y las colonias han asumido un carácter cualitativamente
nuevo, que se expresa en el hundimiento del
El Imperialismo, fase superior del capitalismo sistema
colonial del imperialismo, cuya caída es tan rápida que, virtualmente,
el sistema político del colonialismo casi ha dejado de existir. En
dieciséis años después de culminada la segunda guerra mundial, sobre
409
Capítulo XI
las ruinas de los

410
Spiridonova, Atlas y Otros
imperios coloniales surgieron más de 40 nuevos Estados soberanos.
Los años sesenta de nuestro siglo pasarán a la historia como los años
del derrumbamiento total del sistema colonial del imperialismo.
La aparición en la palestra de un nutrido grupo de países que
han conseguido su libertad nacional ha suscitado nuevas
contradicciones: las contradicciones entre dichos países y las potencias
imperialistas. La política exterior de neutralidad y de no participación
de los nuevos países independientes en bloques militares, su afán de
conseguir cuanto antes la independencia económica -mediante la
nacionalización de las propiedades extranjeras, la adopción de diversas
medidas restrictivas respecto de las inversiones de capital extranjero, la
reforma agraria, la industrialización, el incremento del sector público
dentro de la economía y la ampliación de los vínculos económicos,
políticos y culturales con países anti-imperialistas- todo ello va
objetivamente dirigido contra el capitalismo en su fase superior y mina
el poderío de éste.
Las potencias imperialistas, en sus intentos de resolver estas
contradicciones e imponer a los países recién liberados el viejo orden
colonial, apelan a todos los medios, incluso a las armas. Pero, sin
embargo, los colonizadores son incapaces de volver atrás la rueda de la
historia: todas sus tentativas de perpetuar la dependencia colonial
dentro de la nueva correlación de fuerzas del mundo, en una época en
que la liberación de los pueblos se está convirtiendo en la fuerza
predominante del progreso social y actúa como garantía de la
independencia de los países y pueblos económicamente débiles, están
condenadas al fracaso.
Finalmente, el tercer grupo de contradicciones que convierten
el imperialismo en capitalismo moribundo es el de las contradicciones
entre diversos grupos financieros y las potencias imperialistas que
actúan a sus espaldas.
Decía Lenin que en las relaciones entre los capitales
monopolista de diversos países “existen dos tendencias: una que hace
inevitable la unión de todos los imperialistas; otra que enfrenta a los
imperialistas entre sí...”24
La comunidad de intereses de los países imperialistas tiene su
origen en el afán del capital monopolista por conservar y fortalecer el
sistema capitalista mundial en su conjunto. Pero los intereses de la
burguesía monopolista de los diversos países chocan y divergen
cuando están en disputa las ventajas de explotar a los pueblos del
mundo

411
Capítulo XI
24
V. I. Lenin, Obras, tomo 27, pág. 333.

412
Spiridonova, Atlas y Otros
capitalista, el dominio del mercado capitalista mundial.
La colisión de los intereses de las potencias imperialistas en la
etapa actual es muy variada y aguda. Jamás en la historia del
imperialismo necesitaron las alianzas monopolistas el mercado exterior
y las esferas de influencia de capital tan imperiosamente como en la
actualidad. Esto se explica porque, en primer lugar, se ha reducido
bastante la esfera de la explotación capitalista al constituirse el sistema
mundial del socialismo y acrecentarse su poderío; en segundo lugar,
porque el derrumbamiento del sistema colonial y la destrucción -que
comienza- de la estructura colonial de la economía de los países
liberados limitan la posibilidad para la explotación por los monopolios
de los antiguos mercados coloniales, las fuentes de materias primas y
las esferas de inversiones; y en tercer lugar, porque el progreso técnico
y la carrera de armamentos han provocado en los países capitalistas
una agravación de las contradicciones entre la capacidad de producción
y el poder adquisitivo de los trabajadores, planteando ante los
monopolios la necesidad de resolver las dificultades a costa de sus
rivales. El encono del antagonismo entre las potencias imperialistas ha
crecido también a causa de la mayor desigualdad que se observa en el
desarrollo del capitalismo después de la segunda guerra mundial.
En la actualidad, las principales contradicciones
interimperialistas siguen siendo los numerosos conflictos económicos y
políticos existentes entre los Estados Unidos de América e Inglaterra.
Los monopolios americanos mantienen una ofensiva cerrada contra las
posiciones económicas y estratégicas fundamentales de la Gran
Bretaña, tratando de situarse en las vías de comunicación del imperio,
de suprimir el sistema de preferencias aduaneras y de asolar la zona de
la libra esterlina. El capital estadounidense ha desplazado
considerablemente a los
El Imperialismo, fase superior del capitalismo monopolios
británicos en el Cercano y Medio Oriente, en África, en varios países
del Imperio británico e incluso en el propio mercado interior de
Inglaterra. El imperialismo inglés ofrece obstinada resistencia a la
expansión norteamericana y pone en práctica múltiples medios para
consolidar sus posiciones en los viejos mercados y arrebatar a los
Estados Unidos las nuevas fuentes de materias primas.
Existen, asimismo, profundas contradicciones entre Francia y
los Estados Unidos de América. Aprovechándose de la denominada
“ayuda” y de los créditos, los monopolios americanos atacan las
posiciones del imperialismo francés en numerosos puntos. Expresiones
concretas de esta ofensiva son la casi total eliminación de la influencia

413
Capítulo XI
francesa en el Vietnam del Sur, la acentuada penetración americana en
Túnez, Argelia y Marruecos, el desdén por los intereses de Francia en
el Cercano, Medio y Extremo Oriente, etc. A su vez, los monopolistas
franceses están forzando en los últimos años su penetración en “esferas
de influencia” norteamericanas como son los países de Iberoamérica, y
pretenden resucitar la antigua grandeza de Francia para oponerla a las
potencias anglosajonas.
El rápido restablecimiento de los rivales alemán y japonés
constituye también un factor que agrava las contradicciones
imperialistas. El alto ritmo de producción industrial logrado durante los
años sesenta del siglo XX en estos países ha dado pie a un incremento
de la exportación de mercancías y de capitales germano-occidentales y
japoneses a mercados tradicionalmente norteamericanos o británicos.
La República Federal Alemana ha desplazado ya a Inglaterra, en
muchos capítulos importantísimos, del segundo al tercer lugar en el
mundo capitalista. Las múltiples contradicciones entre los
imperialismos alemán e inglés forman el nudo principal de
antagonismos interimperialistas en Europa occidental.
Han alcanzado gran profundidad las contradicciones entre los
países integrantes de diversos bloques y agrupaciones político-
militares. En el seno de la OTAN, instrumento principal de la política
agresiva norteamericana, no cesan las discordias y los conflictos entre
sus miembros.
Contradicciones no menos profundas encierran en su seno las
agrupaciones económicas internacionales de los países de Europa
occidental: el Mercado Común, constituido por seis países bajo la
égida de la República Federal Alemana, y la Asociación Europea de
Libre Comercio, fundada por Inglaterra para contrarrestar el Mercado
Común. La índole imperialista de las tales agrupaciones -verdaderos
monopolios internacionales- hace inevitable tanto la lucha encarnizada
en el seno de las mismas como la discriminación contra los restantes
países capitalistas que no forman parte de ellas. Por eso, las
organizaciones internacionales estatal-monopolistas, fundadas con
vistas a la
<<unificación» o el alivio del problema del mercado, representan, en la
práctica, nuevas formas de redistribución del mercado capitalista
mundial y se convierten en focos de agudas fricciones y de conflictos.
Por tanto, la agravación de las contradicciones fundamentales
del capitalismo monopolista convierte al imperialismo en capitalismo
moribundo. La política de los círculos gobernantes de las potencias
imperialistas, orientadas por los intereses egoístas de la oligarquía
financiera, choca cada vez más con los intereses vitales de las amplias
414
Spiridonova, Atlas y Otros
masas populares en los propios países imperialistas, encona el conflicto
entre las colonias y las metrópolis, entre los jóvenes Estados nacionales
y las viejas potencias colonialistas y contribuye al aumento de los
antagonismos dentro del campo imperialista. Con ello, la burguesía
monopolista crea condiciones que la debilitan y la aíslan, es decir,
contribuye a formar una amplia base social para incrementar el
movimiento antiimperialista y para consolidar aquellas fuerzas que
socavan los cimientos del imperialismo hasta provocar su caída.
2
Lenin consideraba grandes empresas las que ocupaban de SO obreros en adelante.

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