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de la realidad, sino de la construcción subjetiva del entendimiento y de la

imaginación humana. Por ello, en la tradición gnóstico-cabalista predomina


lo subjetivo y lo inmanentista sobre lo objetivo y lo trascendente.
La tradición judeo-católica
Hechas estas aclaraciones preliminares, vamos a entrar en nuestro tema y a
exponer las dos tradiciones orales de la humanidad, la buena y la mala, la
judeo-católica y la gnóstico-cabalista.
En el albor de la humanidad el primer hombre recibe la revelación de los
misterios de Dios. La teología tradicional de Santo Tomás de Aquino ha
considerado al primer hombre en un estado de perfección elevadísima de
suerte que pudiera ser principio de los demás no sólo por la generación
corporal6, sino también por la instrucción y el gobierno7. Por eso dice San
Agustín: “Quizá en un principio Dios hablaba con los primeros hombres del
mismo modo que habla con los ángeles, ilustrando sus inteligencias con la
verdad inmutable, aunque sin concederles tanta participación de la esencia
divina como son capaces de recibir los ángeles”8

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De acuerdo a esta teología se hace muy difícil sino imposible la hipótesis evolucionista,
según la cual el hombre provendría por transformación de especies animales inferiores. El
evolucionismo, aunque no es una hipótesis imposible, no está demostrado por los hechos y
más bien estos hechos lo repudian. En efecto, la biología, especialmente en su rama la
genética, demuestra la imposibilidad de que una especie provenga de otra especie distinta.
Y la paleontología es, hasta ahora, una construcción arbitraria que no se funda en hechos
debidamente comprobados. Un caso típico lo ofrece el profesor Hurzeler, quien en una
entrevista afirma: “Mi descubrimiento del oreopiteco difiere los orígenes del hombre en 60
millones de años”. Y allí aparecen fotografiados el oreopiteco (12.000.000 años), el
australopiteco (menos de un millón de años), el pitecantropo (menos de 300.000 años), el
hombre de Neanderthal (menos de 80.000 años) y el hombre de Cro-Magnon (menos de
30.000 años). Pero el artículo termina con esta confesión: “Con seguridad, no faltan autores
que en paleontología aceptan las macromutaciones; es la manera más fácil de resolver el
problema (de la evolución de las especies). Pero hasta el presente se carece en absoluto de
pruebas” (Realités, mars 1964). Ver para esta cuestión mi libro Teilhard de Chardin o la
religión de la evolución”, Ed. Theoria, Buenos Aires, 1965.
7
I, 94, 3.
8
I, 94, 1.
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