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DESARROLLO

SOCIAL Y CIENTÍFICO

Unidad 1


La educación y el desarrollo social
y científico

1.1 La sociedad basada en el conocimiento
El concepto de sociedad basada en conocimiento alude a aquel tipo de sociedad que sustenta su
desarrollo económico en el uso de conocimiento y de tecnologías de la información, en contraposición
a las sociedades que recurren a la explotación de sus recursos naturales, a la fuerza humana de trabajo
(mano de obra) o al ofrecimiento de ciertos servicios (por ejemplo, el turismo) para lograr este objetivo.
Para definir si una sociedad puede considerarse basada en conocimiento, el Banco Mundial (BM, 2003)
emplea una metodología que considera cuatro factores: 1) el régimen económico del país, 2) su sistema
educativo, 3) la infraestructura de telecomunicaciones y 4) su grado de innovación.

Por su parte, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE, 1996) define una
sociedad basada en conocimiento en función de los siguientes factores:

1. Distribución de conocimiento: se refiere a la manera en que el conocimiento es


diseminado formal o informalmente mediante un conjunto de redes.

2. Empleo: alude a la demanda de personal altamente calificado.

3. Producción científica: se refiere a la existencia de instituciones de educación


superior y laboratorios de investigación cuyas líneas de trabajo se enfoquen a una
economía basada en conocimiento.

4. Indicadores de conocimiento: alude al desarrollo de sistemas de indicadores


específicamente diseñados para medir las tendencias de una economía basada en
conocimiento.




¿En qué era vivimos? En muchos cursos de historia universal se acostumbraba enseñar que la historia
de la humanidad se dividía en cuatro grandes eras: la antigua, la media, la moderna y la contemporánea,
en la cual nos encontramos. Desde luego, los referentes cambian dependiendo de la historia de cada
país. En México, por ejemplo, los periodos o épocas a que se hace referencia en los libros de Historia
son: la época precolombina, el periodo de la Conquista de México, la época colonial, el periodo de la
guerra de in- dependencia, los años de la Reforma, el periodo de la revolución mexicana y la época
actual posrevolucionaria.

Muchas veces se habla de que esta es una “época de cambios” y, haciendo un juego de palabras,
hay quienes mencionan que se trata en realidad de un “cambio de época”. Esto ha hecho que se hable
en los años recientes de una Era de la información o de una Era del conocimiento. La idea de “bautizar”
a esta época con un nombre propio inició varios años antes del cambio de siglo. Aunque ya existían
antecedentes del término, se le atribuye a Jean-François Lyotard (1979) el uso del adjetivo posmoderna
para hablar de esta época caracterizada por el desencanto y la renuncia a las utopías, la defensa del
medio ambiente, la sobrevaloración de la forma sobre el fondo en los medios masivos de comunicación
y en la política, la sobresaturación de información, la pérdida de la privacidad, el deseo por vivir el
presente, sin apego al pasado y sin visión del futuro, la búsqueda del placer inmediato, el relativismo
y la desaparición de idealismos, entre muchos otros rasgos.

No es posible saber cómo describirán los historiadores esta época en el futuro; tal vez como la Era
posmoderna (siguiendo a Lyotard), la Era de la información, la Era del conocimiento o, quizá, de una
manera menos grata para la presente generación, la Era del consumismo o la Era de la aniquilación
de los ecosistemas.












1.2 Educación y desarrollo económico



En años recientes se ha observado una tendencia de ciertos países a perfilarse hacia sociedades
basadas en conocimiento, como una lógica evolución de lo que en su momento los caracterizó como
sociedades agrícolas, industriales (manufactura) y posindustriales servicios). Son varios los factores que
han motivado lo anterior: la tendencia de los mercados a la globalización, el desarrollo de tecnologías
de información, la idea de una sociedad mediática que ha permitido que los productos del conocimiento
puedan distribuirse más ágilmente, y el desarrollo de redes que permiten la conectividad de las personas
en lo que se ha dado a llamar la “aldea global” (McLuhan, 1962 y 1964). Ante estas tendencias, algunos
países han ajustado sus estrategias para posicionarse como líderes entre las naciones (asumiendo que
ese “liderazgo” se los da su desarrollo económico), mientras que otros han quedado a la zaga en esta
tarea.

Las evidentes asimetrías que se observan en el mundo actual permiten distinguir a los países
desarrollados, que procuran a toda costa mantener la ventaja competitiva que les da el tener sociedades
basadas en conocimiento, de los países en desarrollo, que se cuestionan qué tanto deben enfocar sus
esfuerzos para convertirse en sociedades de este tipo.

Según Reich (1992), las instituciones educativas son un reflejo de las tendencias eco- nómicas que se
aprecian en los países. Este autor afirma que las escuelas de la década de 1950 eran un reflejo de la
economía de ese entonces: un currículum con una clara división de contenidos en cursos bien definidos,
enseñados en ciertas unidades de tiempo, arregla- dos secuencialmente en grados y controlados por
tests estandarizados. De ese tiempo a la fecha, el mundo ha sido testigo de cambios sustanciales en la
economía de los países, así como en la forma en que las instituciones educativas se han tratado de
adaptar a ellos.

En su libro The work of nations, Reich plantea la transformación de la economía tradicional a una global,
donde los trabajos pueden ser clasificados en tres grandes categorías: 1) los vinculados a la producción,
2) los vinculados a los servicios y 3) los vinculados a “análisis simbólicos”. Para los trabajadores, esta
última categoría implica una diferencia considerable en sus ingresos respecto a las dos previas. Desde
luego, el éxito en este último tipo de trabajos requiere el desarrollo, según Reich, de cuatro
competencias fundamentales: 1) abstracción, esto es, la capacidad de descubrir patrones y significados;
2) sistemas de pensamiento, es decir, la capacidad de ver la realidad como un sistema complejo de
relaciones causa-efecto; 3) experimentación, o la capacidad de explorar distintas opciones y probar las
ideas y 4) colaboración, esto es, la capacidad de trabajar en equipo para resolver problemas.

El caso de México, al igual que el de muchos países en desarrollo, permite ilustrar la forma en que
educación y desarrollo económico están estrechamente vinculados. Considérese la situación de México
de los años 1960 a la fecha. Durante las décadas de 1960 y 1970, el país experimentó un crecimiento
acelerado de su población, con lo cual las políticas públicas en materia de educación se enfocaran a
asegurar la cobertura de la educación primaria (grados 1 a 6), en cumplimiento con el artículo 3°
constitucional vigente en ese entonces. Siguiendo el modelo económico de la Era Industrial, la
educación se industrializó con la metáfora subyacente de ver a las escuelas como “sitios de trabajo”
(Marshall, 1988). En un país con alto grado de analfabetismo y pro- medio de escolaridad muy bajo, los
planes de estudio daban primordial importancia al desarrollo de las habilidades básicas de lectoescritura
y de cálculo aritmético. A la educación superior llegaba un porcentaje muy bajo de la población y, en
términos de política pública, no existía una concepción clara del tipo de formación de profesionistas que
requeriría el país en los años venideros.

El paradigma de desarrollo económico en las décadas de 1970 y 1980 se basó en la explotación de


recursos naturales, el petróleo ocupó un lugar preponderante como motor casi exclusivo de promoción
de la economía nacional. Paradójicamente, durante esas décadas, el país sufrió continuas crisis
económicas (devaluaciones de la moneda, alta inflación, desempleo), lo que conllevó a un cambio
radical de su modelo económico en los términos fijados por los países y entidades financieras a las
cuales se les debía dinero. El problema de cobertura en educación básica estaba casi solucionado para
el nivel de primaria. Ante la abundancia de profesores que egresaban de las Escuelas Normales, se
tomó en ese entonces la decisión de profesionalizar su formación, antesala de una supuesta búsqueda
de mayor calidad del servicio educativo.

En la década de 1990, México comenzó su incursión en los mercados globales. En 1994, inició el
Tratado de Libre Comercio (TLC) de América del Norte, y México fue invitado a pertenecer a la OCDE.
En esos años, se abrió el país a nuevas inversiones tanto nacionales como extranjeras, y se promovió
la exportación de productos hacia Estados Unidos de América y Canadá. Aunque el paradigma de la
explotación de re- cursos naturales no desapareció, se vio sustituido por el paradigma de la explotación
de “mano de obra barata”, mediante la apertura de múltiples maquiladoras en el norte del país. Esto
generó asimetrías importantes en el desarrollo económico y social de los estados del norte y del sur del
país. La política educativa en este periodo puso acento en tres aspectos: la búsqueda de una mayor
equidad en la distribución de recursos educativos entre los estados, la descentralización de la gestión
educativa para dar mayor autonomía a los estados de la República y una mayor participación del país
en estudios de evaluación educativa. En esas fechas surgió el Centro Nacional de Evaluación para la
Educación Superior (Ceneval) y México aceptó participar en la prueba internacional Trends in
International Mathematics and Science Study (TIMSS), aplicada por la Inter- national Association for the
Evaluation of Educational Achievement (IEA).

La primera década del siglo XXI trajo consigo un cambio político trascendente en el país, con la
llegada de un partido de oposición que sustituía en el poder a otro partido que durante décadas gobernó
México. La postura política de esta década fue la propuesta de reformas estructurales que encontraron
poco eco en el congreso del país. Si bien existió mayor estabilidad en términos de indicadores
macroeconómicos, en el terreno microeconómico las familias no encontraron soluciones a sus
problemas inmediatos; la pobreza y el desempleo fueron en aumento, y México fue perdiendo
competitividad en el concierto mundial. En el terreno educativo, el artículo 3° constitucional se reformó
para comprometer al Estado a ofrecer educación básica gratuita a la población, y se incluyó dentro de
esta denominación a la instrucción preescolar, la primaria (grados 1 a 6) y la secundaria (grados 7 a 9).

Esto ocasionó que el problema de cobertura volviera a ser una prioridad del gobierno mexicano. En
búsqueda de una mayor calidad, se promovió el desarrollo de los profesores mediante el programa de
carrera magisterial y la evaluación educativa como una práctica frecuente. La prueba del Programme
for International Student Assessment (PISA) de la OCDE se aplicó en México por primera vez en el año
2000. Los primeros resultados no fueron nada alentadores para el país, reconociendo que los
estudiantes mexicanos adolescentes habían desarrollado escasas habilidades numéricas y de
comprensión de textos que imposibilitaban un buen desempeño en un mundo laboral cada vez más
exigente y competitivo (ver OCDE, 2012 a y b, para resultados más recientes de México en la prueba
PISA).

En materia económica, los mexicanos pronto se han dado cuenta de que sus dos paradigmas de
desarrollo económico —el de la explotación de recursos naturales y el de la explotación de “mano de
obra barata”— no estaban cumpliendo con las expectativas que en su momento generaron. Los
recursos petroleros se fueron agotando y otros países emergentes (China, por ejemplo) ofrecieron más
mano de obra y más barata que México. Aunque en fechas recientes se habla de una reforma
energética que promete un significativo desarrollo económico para el país, el tiempo dirá si es una
realidad u otro espejismo de los muchos que han vivido los mexicanos. En materia educativa, las
políticas públicas del país han girado alrededor de tres factores clave: cobertura, equidad y calidad.

La atención en ellos se debe, en buena medida, a los resultados deficientes que distintos indicadores
arrojan sobre estos tres temas. En la definición de un modelo educativo acorde a los tiempos actuales,
poca atención se ha puesto para satisfacer las necesidades de formación que requerirán los ciudadanos
del país en los años venideros. México ha perdido posiciones de competitividad, no sólo por sus
políticas fiscales, los complejos trámites burocráticos, sus bajos incentivos a la inversión o los caros
insumos energéticos, sino también por la falta de capital humano preparado que desempeñe mejor
aquellas funciones que exigen las organizaciones que quieren invertir en el país. Ante este escenario,
México debe reflexionar sobre el tipo de educación al que aspira.

¿Se debe orientar la educación hacia la formación de mexicanos que puedan convertir al país en una
sociedad basada en conocimiento? Este capítulo parte de la premisa de que así debe ser.
El caso de México, si bien único, puede encontrar muchos paralelismos en otros países de América
Latina y de aquellos en vías de desarrollo. Las aspiraciones de cada nación son diferentes. Entre el
futuro probable que anticipan las tendencias en educación observadas en el mundo, y el futuro deseable
que se anhela construir para cada país, los educadores tienen un reto fundamental en la redefinición
de su sistema educativo.

1.3Educación para una visión de futuro

Valenzuela (2016) plantea competencias que surgen a partir de la síntesis de


diversas propuestas sobre cómo la educación contribuye a la formación de personas
capaces de enfrentar los problemas cada vez más complejos del mundo en que
vivimos.

Las demandas del ciudadano presente y futuro requieren de conocimiento e


innovación basada en el desarrollo sostenible para preservar nuestro planeta.
El papel de la ciencia básica, la tecnología y las áreas sociales y administrativas está
ligado a la educación de sus profesionistas, y por ello es necesario tener competencias
transversales, independientemente del área de conocimiento, para crear un futuro
asequible para las nuevas generaciones.
Veamos las 12 competencias transversales:

Referencias:

• Jamrisco, M. (2016). These are the world’s more innovative economies.


En: http:// www.bloomberg.com/news/articles/2016-01-19/these-are-
the-world-s-most- innovative-economies
Consultado el 18 de marzo
de 2016. 


• Lyotard, J. F. (1979). La condition postmoderne: Rapport sur le savoir


(La condición postmoderna: Informe sobre el saber). París, Francia:
Minuit. 


• Marshall, H. H. (1988). Work or learning: Implications of classroom


metaphors. Educational Researcher, 17, 9-16. 


• McLuhan, M. (1962). The Gutenberg galaxy: The making of typographic


man. Toronto, Canadá: University of Toronto Press. 


• McLuhan,M.(1964).Understandingmedia: The extensions of man.


NuevaYork, NY, EUA: McGraw–Hill. 


• OCDE. (2012 a). pisa 2012 Results in focus: What 15-year-olds know
and what they can do with what they know. París, Francia: OCDE.
Recuperado de http:// www.oecd.org/pisa/keyfindings/pisa-2012-
results-overview.pdf 


• OCDE. (2012 b). Programa para la evaluaci.n internacional de alumnos


(pisa), pisa 2012 – Resultados: México. París, Francia: OCDE.
Recuperado de http://www. oecd.org/pisa/keyfindings/pisa-2012-
results-mexico-ESP.pdf 


• Valenzuela, R. (2016). Competencias Transversales para una sociedad


basada en conocimiento. México, Cengage Learning. 


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