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Más allá

de la simple
receta
Más allá de la simple receta
ISBN:978-9942-40-599-9

Productores ejecutivos y promotores:


Franklin Tello Núñez
Mercedes Tello Zúñiga

Una producción de Rafael Barriga

Dirección de arte:
Belén Mena

Ilustraciones:
Kiko Rodríguez

Gestión comercial:
Andrés Larriva

Corrección de estilo:
María Eugenia Delgado

Fotografías:
Biblioteca Ecuatoriana Aurelio Espinosa Pólit
Museo Nacional de Historia de la Medicina Eduardo Estrella
Colección Patricio Páez Gracia
Colección Mercedes Tello
Academia Ecuatoriana de Medicina
Fondo de Fotografía Patrimonial del Instituto Nacional de Patrimonio
Colección Franklin Tello Núñez
Ministerio de Cultura y Patrimonio
Colección Anne León
Colección Melva Jijón
Familia Bastidas

Portada:
Recipientes de fármacos almacenados en el Hospital San Juan de Dios,
entre 1910 y 1960, y accesorios médicos, actualmente exhibidos en el
Museo Nacional de Historia de la Medicina Eduardo Estrella.
Fotografías: Archivo del Museo.

Gracias a:
Antonio Crespo Burgos
Andrés Núñez Nikitin
Jean Raad Antón
Anne León
Analía Beler
Eduardo Villacís
José Rubio, INPC
Comunidad de Camarones, Esmeraldas

Agradecimiento especial:
A Carl Morgan, por su importante aporte a la recuperación de la memoria
fotográfica histórica de la familia (colección Mercedes Tello Zúñiga).

Edición y dirección:
Rafael Barriga

Imprenta Mariscal

Más allá de la simple receta


© 1973 – primera edición
© 1997 – segunda edición
© 2021 – esta edición

© Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra


sin la autorización escrita de sus productores ejecutivos. ---- 5
Prólogo, por familia Tello 8 ¡Fuego! 162
Presentación, por Jean Raad 12 Política y medicina 163
Introducción: Franklin Tello Mercado Primum non nocere 167
fue lo que quiso ser, por Rafael Barriga 37 Para causar espanto 177
La profesión más bella 179
Más allá de la simple receta 73
Colaboraciones 205
Así son los chilenos 74
Obstetricia 82 Doctor, quiero morir, por Plutarco Naranjo 206
Ironías del destino 86 El caso de Fernán Sánchez, por Cesar Hermida Piedra 208
Hospital 87 Reumatismo en las Galápagos, por Miguel Salvador 212
Tifoidea 90 Parecen mentiras, pero son verdades, por Jorge Alberto Higgins 214
Charlas sobre política 93 «Comisión sanitaria partió al Oriente a combatir
Gajes del oficio 94 una epidemia de cuchipe», por Benjamín Wandemberg 217
Nada… 95 La emergencia, por Eduardo Villacis Meythaler 222
Lección de ética profesional 96 El gran susto, por Marcelo Touma 223
Confesión 99 Fe y solidaridad, por Rafael Arcos 225

Contenidos Cara o cruz


Inyecciones controladas
100
102
A propósito de la «Campaña de detección de la hipertensión arterial»,
por Elisa Calero 226
Te ofrezco la vida… 103 Junta médica (o el exceso de opiniones), por Renato León 227
Un cliente excepcional 125 El verdadero arte de la medicina, por Beatriz León 228
La lección de un ingeniero 126 Encuentros y desencuentros en la medicina, por Michelle Grunauer 235
Un verdadero maestro 129 El miedo, palpable en sus voces, por Andrés Andino 243
Hospicio 130 Año rural, año de oro, por David Brown 246
Herencia o coincidencia 131 La mejor forma de conversar con él, por Camila Vaca Tello 249
Rinoplastia paleolítica 132
Para todos los gustos 134 La descendencia actual de Franklin Tello Mercado 273
Se apagó un faro 136
Primera transfusión sanguínea 137
Incertidumbre 144
La marcha de los leprosos 145
Médico y «chalán» 148
El manicomio de San Lázaro 151
La piridoxina 155
Mea culpa 157
Glotonería 160
Más allá de la simple receta es un libro que Como un homenaje póstumo, algunos desta-
empezó a escribirse hace muchos años, cuan- cados personajes de opinión de aquel enton-
do el doctor Franklin Tello Mercado, nuestro ces, expresaron su sentir respecto a Franklin
abuelo, decidió plasmar, desde un punto de Tello Mercado. El doctor Miguel Albornoz se
vista muy personal, sus fascinantes experien- refirió a él como «el médico, el amigo, el hom-
cias de vida forjadas en torno a su profesión bre de respeto y guía, que prodigó remedios
de médico, la que estuvo marcada, especial- y recetas, consejos, reflexiones y sanación a
mente, por su vocación de servicio y por el sus pacientes con sus anécdotas de inagota-
valor humanista con el que asumió su profe- ble repertorio y entretenida gracia. Su vasta
sión y su vida en un momento de profundos cultura, su humanismo, su temple de carácter
cambios históricos y sociales suscitados en el no pudieron dejar de emplearse en la conduc-

Prólogo Ecuador del siglo XX. ción de su diaria vida». El doctor José Gómez
de la Torre, mencionó su ejemplo de vida: «a
Las anécdotas de este libro representan un los niños, adolescentes y hombres maduros
importante documento, no solo para los invo- para que aprendan a demostrar tenacidad por
lucrados en el mundo de la medicina (quienes practicar el bien y saber ser útiles a la socie-
probablemente se identificarán con sus histo- dad y a la patria». El doctor Blasco Peñaherre-
rias) sino también para el público en general, ra Padilla expresó que lo vio siempre «como
porque muestran situaciones cargadas de pro- un hombre preocupado por las cosas cotidia-
fundas reflexiones y moralejas que van mucho nas, como a un auténtico gran señor, que ha
más allá del ambiente de un consultorio o de merecido ese título en la más alta jerarquía e
un hospital. Con un estilo sencillo, como lo era impone al ausentarse en forma definitiva la
él, nos adentra en sus vivencias que son intere- misma respetuosa atención que merecieron
santes, significativas y universales. Anécdotas cuando estuvieron presentes». Cesar Espín-
que expresan su manera de pensar y asumir dola Pino mencionó que «deja el recuerdo
la vida con generosidad, entusiasmo y pasión de una vida ejemplar que supo cumplir con
pero, sobre todo, con el corazón abierto. Fue su deber enalteciendo los valores de la éti-
un hombre que supo tocar positivamente las ca como esposo, padre, abuelo y meritísimo
vidas de quienes se acercaron a él. ciudadano, la patria no olvidará su obra ni su
nombre. Ha muerto en paz con su conciencia,

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y esa paz velará su tumba». Alejandro Carrión En nombre de tus amados hijos, Coco y Car-
lo nombró como el «profesor, maestro y guía men, de tus nietos y bisnietos, tenemos la
en su homérica batalla de introducir al país gran alegría de presentar la tercera edición
los medicamentos genéricos para bajar el de tu obra en homenaje a ti, «frondoso gua-
precio de los fármacos y hacerlos asequibles yacán» como te habría definido un día tu
a personas de escasos recursos». amigo el escritor Nelson Estupiñán Bass. Aquí
se encuentran tu memoria y tu legado con la
Como no expresar las palabras del querido intención de que tu luz perdure en el tiempo
Coco Tello, su hijo, para quien la imagen de y de que tu vida, dedicada al servicio, siga con
su padre estuvo coronada por una profunda y
permanente lealtad para sí mismo y para los
su ejemplo transmitiéndose a nuestros hijos
y a todas las generaciones venideras. Presentación
demás: «mencionando al filósofo quien dijo Una de tus principales virtudes fue el amor,
que el hombre tiene tres anhelos de reputa- ese con el que asumiste todas tus acciones.
ción: el de la probidad, el del honor y el del
talento, creo que mi padre tuvo el mérito de A ti gran padre, gran abuelo, gran hombre.
tenerlos todos».
Familia Tello

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Más allá
de la simple
receta
Anecdotario médico
Franklin Tello Mercado
Reedición del original publicado en 1973

A la memoria del doctor José Vicente Trujillo, cuyo noble


y generoso espíritu hizo posible mi carrera de médico.

Ilustración: Con honda gratitud.


Jeringa, 1940.
F.T.M.
Así son los
atemorizado. El ministro le explicó el motivo está vencido». Y yo no había hecho tan largo me miraban con una mezcla de curiosidad y
de su presencia allí y terminó pidiéndole que viaje para darme por vencido tan prematura- sorpresa. Se restableció la sesión.

chilenos me facilitara el ingreso en la Escuela de Medi-


cina. Casi no lo dejó terminar.
mente. Averigüé al primer transeúnte dónde
quedaba la Escuela de Medicina y qué debía —Ahí tienen ustedes, compañeros —dijo In-
hacer para llegar allá. fante, con quien tuve después una estrecha y
Llegué a Santiago bien avanzado el curso es- —Señor ministro —le dijo—, lo siento por usted, cordial amistad.
colar y bastante adentrado el invierno. Era que haya venido apadrinando este caso y a pe- —Tome el tranvía número 6, «La Palma», que
el mes de junio y hacía mucho frío. Yo iba a dirme un imposible. Por el tiempo que usted tie- pasará por aquí en breves instantes y dígale Y parado todavía sobre la mesa, lanzó una tre-
Chile a estudiar medicina en goce de una mo- ne de vivir entre nosotros, ya debería saber lo al conductor que le haga bajar en la avenida menda filípica en contra de las autoridades
destísima beca otorgada por el municipio de severos que somos en todas nuestras institucio- Independencia, frente a la escuela. universitarias. (Hacía poco tiempo que los estu-
mi ciudad, gracias a las gestiones e influen- nes, muy especialmente en el aspecto educati- diantes de medicina habían tomado por asalto
cias de mi noble y bondadoso amigo, el doctor vo. Los cursos llevan ya tres meses de iniciados; Así ocurrió. Llegué en el preciso momento la dirección de la escuela y encontrado allí gran
José Vicente Trujillo. La municipalidad puso a esta altura no cabe otorgar matrícula. Esto es que en el hall principal había una asamblea cantidad de esquelas y tarjetas de recomenda-
un cablegrama a nuestro representante di- lo mismo que un tren que parte. Llegada la hora, numerosa de estudiantes. Era un debate can- ción enviadas por altos personajes a favor de
plomático en ese país, diciéndole que me ayu- arranca la locomotora y se va el tren. El viajero dente entre izquierdistas y derechistas. El jóvenes de alta posición. De esto hizo tema para
dara en todo lo que le fuera posible. que llega a la estación con tres horas de retraso, presidente, parado sobre una mesa, arengaba otro feroz discurso. Concluyó designando una
no puede tomar ese tren. No quedan entonces a sus compañeros como un torrente. La aren- comisión, presidida por él mismo, que toma-
Más tardé en llegar a Santiago que en poner- sino dos alternativas: esperar en la estación la ga era en un florido lenguaje chileno. Jamás ría a su cargo mi caso hasta lograr que se me
me en camino de la legación (entonces no partida de un nuevo tren o regresar a su casa. había visto ni oído nada semejante. El orador, otorgara matrícula). Pocos días después, era yo
tenía rango de embajada). Me recibió el mi- Para usted, la estación es Santiago; su casa está lo supe luego, era Luis Infante Varas, socialis- alumno del primer año de medicina.
nistro con cierta frialdad y me preguntó qué en Ecuador. Yo, le repito, lo siento por usted, se- ta valiente y batallador, a pesar de pertenecer
podía hacer por mí. «Ayudarme a ingresar ñor ministro, pero este joven debió informarse a una familia de la alta sociedad santiaguina. No había ido preparado para el invierno. No
en la universidad», le respondí. Me pidió que bien en su país antes de venir para acá. Cuando hubo amainado la tormenta y la se- sabía siquiera cómo eran los fríos del invier-
volviese al día siguiente, porque ese día tenía sión daba a su término, pedí la palabra. no a considerables latitudes. Una tarde, a las
muchos compromisos. Regresé. Llamó enton- Quise balbucear algo, pero no tuve tiempo. El 5:30, después de salir de la segunda clase ves-
ces por teléfono al rector de la universidad ministro se puso de pie, dio excusas al rector —Está terminada la sesión —repuso Infante. pertina (las clases eran de hora y media cada
para preguntarle si podía recibirlo y como la y salimos. Ya en la acera, el diplomático me una: dos por la mañana, de 8:00 a 9:30 y de
respuesta fue afirmativa, partimos en el acto. expresó su disgusto por el bochorno que aca- Entonces yo grité. Di a conocer mi condición de 10:00 a 11:30; dos por la tarde, de 2:00 a 3:30
Era entonces rector de la Universidad de Chile baba de pasar por culpa mía, se despidió, su- ecuatoriano llegado a Chile con el anhelo de es- y de 4:00 a 5:30, los condiscípulos, «compa-
el doctor Gregorio Amunátegui Solar, cirujano bió a su automóvil y partió. tudiar, de hacer una carrera profesional. Relaté ñeros», como se llaman unos a otros, me de-
de la más alta, rancia y acaudalada sociedad lo que acababa de ocurrirme con el rector, e in- tuvieron en la acera, frente a la escuela, y co-
santiaguina. Elegantísimo, buenmocísimo, Me quedé frío. Con más frío en el alma que en vocando los principios de solidaridad humana y menzaron a preguntarme acerca de mi viaje
usaba una barba larga y blanquísima y tam- el cuerpo, a pesar del intenso frío de aquella los lazos de afecto entre Ecuador y Chile, que a y mi llegada a Santiago. Las preguntas abun-
bién «botainas» blanquísimas. Yo, mucha- mañana. Por un instante me creí perdido, mí me habían inculcado en mi hogar y en la es- daban y yo tiritaba de frío. De repente uno de
cho humilde y pobre, que nunca antes había pero reaccioné rápidamente. Recordé los ver- cuela, pedí a los estudiantes chilenos su ayuda ellos pidió que no siguieran molestándome,
pisado una universidad, me sentía tímido y sos de Olmedo: «Quien no espera vencer, ya para lograr mi ingreso a la universidad. Todos me tomó del brazo y me sacó del grupo.

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Me llevó hasta la esquina próxima y allí me dijo: —Aquí nomás, a pocas cuadras —le respondí. quinientos. Cada estudiante necesitaba tener hasta con cierto cariño aquella carne putre-
—Vamos para allá —dijo mi amigo. aprobado un mínimo de disecciones (siempre facta. Al fin, a las cansadas, logré que un ayu-
—Oiga, compañero, quiero pedirle un favor. un número crecido) a fin de ser declarado apto dante, que tenía cara de general, se acercara
—No sé qué favor pueda yo hacerle a usted— le No acabábamos de entrar al taller cuando mi pe- para presentarse a fines de año a rendir exa- al cadáver a tomarme la preparación. Con ale-
respondí. queño compañero se transformó en un coloso. men de Anatomía. Los trabajos de disección gría me disponía a mostrarle todos y cada uno
—El favor que quiero pedirle es que use usted Le insultó despiadadamente, en términos tales (llamados «preparaciones») se los rendía ante de los músculos de aquella región. El olor que
mi abrigo. Va usted a morirse de frío. Yo soy que yo mismo me sentí ruborizado. ¡Jamás an- los ayudantes de cátedra, alumnos de cursos despedida el cadáver era casi irrespirable.
roto chileno acostumbrado a soportar nues- tes había escuchado interjecciones tan canden- superiores que habían logrado los más altos Pero eso no tenía importancia. Lo que impor-
tros inviernos. Usted no. tes ni de tanto volumen! Terminó amenazán- puntajes en los trabajos y pruebas de anfitea- taba era lograr su aprobación. Tomé con toda
dolo con traer a la gallada (jóvenes estudiantes tro. Cada profesor tenía una verdadera corte la mano el primer músculo, mientras decía
De inmediato se quitó el abrigo y me lo brin- valientes y agresivos) y saquearle la sastrería si de ayudantes, que asistían ceremoniosamente «el sartorio…», y traté de levantarlo. Lo que
dó. Me negué a aceptarlo. Entonces recibí la al tercer día no me entregaba el sobretodo. ¡Al a las clases y tomaban asiento en sendos tabu- levanté fue un pedazo de sartorio macerado,
primera galantería chilena: tercer día lucía yo un flamante abrigo color azul retes a uno y otro costado del profesor, con cir- podrido, pestilente.
marino con cuello de terciopelo negro! cunspección casi religiosa. Cada ayudante, con
—No sea usted bruto, acépteme el abrigo. ínfulas de tirano, tenía un horario para «tomar —¡Basta! —dijo el ayudante con cara de gene-
Comencé mis trabajos de disección con mu- preparaciones». Frecuentemente había que ral, y se retiró. ¡Había perdido todo el trabajo!
Y entre que sí y entre que no, casi a la fuer- cho retraso. El Instituto de Anatomía disponía tener suerte para lograr que el señor Radrigán,
za, logró ponérmelo. El compañero chileno de una estupenda sala de clase, el anfiteatro por ejemplo, le tomara a uno y le aprobara la Cuando escaseaban los cadáveres, los estu-
era una persona de estatura pequeña, segu- y dos grandes salas de disección con más de preparación, ya que en cuanto se lo veía en- diantes se ponían preocupados y hasta de mal
ramente pobre. El abrigo, de un color verde veinte mesas de mármol negro cada una, para trar a la sala de disección, lo rodeaban veinte humor; por el contrario, había euforia colecti-
oscuro, casi no me cerraba; me llegaba por primero y segundo cursos. Los cadáveres que o más estudiantes que clamaban para que se va cuando llegaba el material en abundancia.
abajo hasta mitad de los muslos, y las man- llegaban al Instituto de Anatomía eran casi los tomara en cuenta. No había tiempo que En cierta ocasión, llegaron los familiares de
gas, raídas, apenas me propasaban los codos. siempre (y supongo que seguirán siéndolo) de perder. El ayudante hacía unas cuantas pre- un muerto acompañados por el jefe de traba-
Pero como yo sentía congelarme, y como mi personas ancianas, caquécticas, emaciadas. guntas, muchas veces capciosas, y a la menor jos prácticos, a rescatar un cadáver de entre
compañero acababa de quitárselo, estaba ca- Gente muy pobre que durante su vida sufrió falla rechazaba la preparación. (Era esta una los que habían llegado a la sala de disección.
lientito. En ese instante yo sentí calor en el hambre y desnudez, que su última jornada de las tantas maneras de eliminar alumnos en Lo identificaron y salieron a traer el ataúd.
cuerpo y sentí calor en el alma. ¡Era mi primer fue de semanas y meses en el lecho de una el pase de primero a segundo año). Con gran velocidad, uno de los alumnos deca-
contacto con el alma chilena! Le expliqué en- sala general de hospitales de beneficencia, pitó el cadáver, escondió la cabeza y lo cambió
tonces que hacía dos semanas que un sastre y que, después de muertos, más desnudos y Cierta vez había preparado con toda prolijidad de sitio. Cuando volvieron, no fue posible re-
condenado me tenía padeciendo; que había más fríos, y cuando nadie había reclamado los músculos del muslo. Iba transcurrida más conocerlo. Hubo algazara y bronca discusión.
ofrecido entregarme el abrigo en cuarenta y por ellos, iban a parar sus despojos sobre la de una semana sin lograr que ninguno de es- Al fin, ante la idea de llevarse otro cadáver, re-
ocho horas; que me exigió le adelantase el va- piedra helada de una mesa de disección. tos benditos ayudantes me examinase. Como solvieron irse con el ataúd vacío. Los mucha-
lor de la tela; y que, a pesar de ir todos los días los cadáveres no se formolizaban, yo veía con chos celebraron el triunfo.
a reclamarle la obra, no lograba nada. En aquellos tiempos no había en aquel país más horror que los músculos iban cambiando de
que una sola Escuela de Medicina, y los alum- color hasta ponerse verdes. Cada día llevaba Las salas de disección tenían a un costado,
—¿Y dónde es la sastrería de ese tal por cuál? nos matriculados en primer año pasaban de en un frasco un poco de agua salada para regar en toda su extensión, varios centenares de

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cajetines incrustados en la pared, semejan- que llevan en sí un médico en potencia. Des- el arcano de la muerte. Cuántos anhelos, Le dije entonces que lo que yo necesitaba era
tes a las casillas de correos, pero mucho más pués de esto queda tan templado el espíritu, cuántas ilusiones, cuántas esperanzas rotas el valor de la pensión mensual, pues me ha-
grandes. Tenían puerta de hierro y estaban que nada le sorprenderá ni le asustará ni le y acabadas en un segundo por el golpe mor- llaba atrasado por más de un mes y que la
numerados. Se los adquiría por sorteo. Al que repugnará a través de todas las vicisitudes de tal de un carro loco. Seguramente, aquella señorita Cristobalina (una encantadora vieji-
le tocaba un número alto, tenía que subir en la vida profesional. chica tuvo un novio que la amó con ternura ta, solterona, oriunda de La Calera) me había
una de las escaleras corredizas para guardar y que cifró en ella ensueños de dicha y de hecho por varias veces delicadísimos reque-
allí, bajo candado, sus instrumentos de disec- Los estudiantes de anatomía eran divididos ventura. Absorto en estas y en otras tiernas rimientos.
ción, el delantal y la pieza anatómica que es- en grupos de veinticinco; cada grupo designa- meditaciones había transcurrido un largo
taba preparando (mano, codo, rodilla, pie, ca- ba a un jefe, el «jefe de reparto», quien lleva- rato. Los compañeros de grupo habían lle- —¿Cuánto le cobran a usted por mes? —me
beza, corazón, etc.). No tengo para qué decir ba un registro de los pedidos que le formula- gado. Había que iniciar el reparto. Como preguntó.
que, como los cadáveres no se formolizaban, ban sus compañeros para cuando, por turno, despertando de un sueño, volví en mí. Por —Ciento veinte pesos —le respondí. (Era una
su descomposición era rápida, y la pestilencia les tocara cadáver. Cuando yo era apenas un un instante pensé en delegar a alguno de de las pensiones más humildes en que había
consiguiente era espantosa. Los delantales novato, le tocó cadáver a mi grupo. El jefe de mis condiscípulos aquella penosa labor, vivido. El cochayuyo con luche era el plato
sucios, manchados de sangre y otros detritos reparto, compañero mío de pensión, se halla- pero tuve recelo de que todos ellos se bur- fuerte de casi todos los días).
y pestilentes, teníamos que ponérnoslos so- ba enfermo en cama. Como un acto de espe- laran de mí y, sacando fuerzas de flaqueza, —Ah, entonces le cobran lo mismo que a noso-
bre la ropa de diario, la que, naturalmente, se cial deferencia me dio la lista de pedidos y me puse junto al cadáver la lista de pedidos... ¡y tros. —Sacó la cartera y contó el dinero. Solo
impregnaba de aquellos repugnantes olores. pidió que efectuara el reparto. Naturalmente, comencé el descuartizamiento! tenía setenta pesos—. Tómelos, compañero
En Chile los estudiantes de anatomía no usan acepté complacido y concurrí muy temprano —me dijo—. Voy a girar un cheque y después
guantes (o por lo menos no se los usaba en mi al anfiteatro. Allí, sobre una de las mesas, es- El correo tardaba mucho en llegar desde Es- de poco rato le completaré la mesada.
época) para sus trabajos de disección; todo taba nuestro cadáver. Era el de una muchacha meraldas hasta Santiago. No era infrecuente
se lo hace a mano desnuda. De allí que a los de más o menos veinte años, que había sido que recibiera cartas de mi buena madre des- Después de un momento lo vi salir de casa.
estudiantes de los primeros años de medicina arrollada por un vehículo fantasma y que, lle- pués de dos meses de escritas. El municipio Iba llevando bajo el brazo un paquete grande
se los reconocía fácilmente en un tranvía o en vada a la morgue y transcurrido el tiempo que pagaba las pensiones con retraso y yo pasaba envuelto en periódicos viejos. Sospeché de lo
un bus por su olor tan poco envidiable. señala la ley, no lo habían reclamado. No era, no pocas dificultades económicas. Cierta oca- que se trataba y lo seguí a prudente distancia.
pues, el cadáver común y corriente de tantos sión había transcurrido más de un mes sin No me había equivocado: entró en la primera
El impacto material y psicológico que experi- enfermos caquécticos, que llegaban al anfi- pagar a la dueña de casa el arriendo del cuar- contaduría (casa de empeño, que abundaban
menta el joven bachiller que entra a estudiar teatro como escorias humanas. Era el de una to y la pensión de alimentos. En forma delica- en el barrio); yo regresé corriendo a la pen-
medicina es tremendo. Frecuentemente los muchacha muy bella, en toda la plenitud de da ella me había preguntado dos o tres veces sión. Momentos después mi amigo entraba a
vi vomitar sobre los cadáveres. Otros, a ratos, sus formas turgentes y perfectas. si no había llegado correo de Ecuador o «si mi mi cuarto.
salían al patio para respirar aire puro. Pero mamacita no me había escrito». Angustiado,
este duro y macabro estreno tiene una im- Me quedé sorprendido contemplando aquel me acerqué a uno de los compañeros de la —Aquí tiene el resto, compañero, páguele a la
portancia decisiva en la formación de la per- cadáver. Tenía entonces yo veinte años y era pensión y le pregunté si tenía dinero. vieja y tenga usted esto para que no esté pela-
sonalidad del estudiante de medicina y, más un romántico apasionado. (¡Quién no lo ha do.— Y me añadió un billete de veinte pesos...
tarde, en la trayectoria profesional del médi- sido a los veinte años!). Cruzado de brazos —Depende de la cantidad —me respondió—, que lo recibí sin poder decir una palabra: sen-
co. Como el choque emocional y material es frente a aquel cuerpo inerte, sin quererlo, me mil pesos no tengo, pero unos pocos pesos, tía un enorme nudo en la garganta.
tremendo, lo soportan únicamente aquellos puse a meditar en el problema de la vida y en creo que sí.

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Mis años de vida en Chile no fueron un sen- pleuresías. Me puse mal. Cuando los compa- medicina. Pero yo me obstinaba en seguir es- hecho saber nada— y pedirle que procurara
dero de rosas: pobreza, privaciones, enfer- ñeros se iban a clase, me quedaba solo. Una tudiando en Chile y en coronar allá mi carrera. enviarme recursos para mi viaje de regreso.
medad. Pero, justamente, todo esto me sirvió mañana llegó a mi cuarto de enfermo, acom- —¿Y cuánto tiempo tardará todo esto? —volvió
para conocer íntimamente la nobleza y gene- pañada de su esposo, la señora en cuya casa Buscando descanso y mejor clima había ido a preguntar.
rosidad del alma chilena. Tierra de hombres tomaba yo la pensión de mesa. Iban a pro- nuevamente a Quilpué, una pequeña y agra- —De tres a cuatro meses —le respondí.
enteros, duros, francos y valientes. Los chi- ponerme que me trasladase a su casa para dable población cercana a Valparaíso. Allá —Oiga, Tello —me dijo entonces—, mañana a
lenos de todos los niveles sociales tienen, sin atenderme allá en mejor forma. Me excusé iban a visitarme los sábados por la tarde algu- primera hora regreso a Santiago; haré cual-
embargo, un natural sentido del humor y un cortésmente, dándoles unas tantas razones. nos compañeros, llevándome de regalo dulces quier cosa, pero antes de fin de semana es-
espíritu abierto para servir y dar sin regateos. La enfermedad iba de mal en peor. Unos tan- y frutas. Regresaban el domingo por la tarde, taré nuevamente aquí con el valor del pasaje
Sus mujeres, bellas, elegantes y graciosas, po- tos días más tarde regresaron. Ahora no iban después de pasar conmigo los fines de sema- de Valparaíso a Guayaquil. Cuando esté usted
seen una refinada feminidad y tienen afán de a proponerme, sino a llevarme. Tenían una na dándome su generosa y grata compañía. en su tierra, cuando pueda y como pueda, me
educarse y ascender a planos superiores. ambulancia a la puerta y no hubo forma de mandará a pagar; y si se muere... bueno, haré
resistirme. Acostado sobre el colchón, me in- Uno de ellos, Oyama Valenzuela, el más cor- de cuenta que fui al Club Hípico —él era en-
No se equivocó quien dijo que la mujer chi- trodujeron en el carro y me llevaron a su casa. dial de todos, se quedó cierta vez para acom- tonces un gran aficionado a las carreras de
lena tiene la sal del salitre y los hombres la Como esta era muy pequeña, habían transfor- pañarme la noche del domingo. Ya acostados caballos—, aposté fuerte y perdí todo.
reciedumbre del cobre, ambos sacados de las mado la salita en dormitorio para allí recibir- en nuestras respectivas camas, comenzó a
entrañas del suelo de esta gran nación. Va- me y cuidarme. La señora Adelaida Garcés de hablarme acerca de lo ilógico y absurdo que Toda mi vida he recordado y seguiré recor-
rias pleuresías de etiología bacilar, en forma Garay hizo conmigo el papel de una verdadera yo continuase obcecado en permanecer en dando, con honda gratitud, aquel gesto del
sucesiva, me obligaron a buscar lugares de madre. Y como noble mujer chilena, por todas Chile queriendo hacer una carrera profesio- hoy ilustre clínico, doctor Oyama Valenzue-
clima más benigno. Puente Alto, Melocotón, sus atenciones se negó a recibir ninguna paga. nal que jamás llegaría a culminar allá. Hom- la Vásquez, natural de Yumbel. Todavía hoy,
Quilpué, el valle del Elqui, me fueron lugares Derramé lágrimas cuando murió después de bre de gran talento y corazón generoso, Va- después de más de cuarenta y cinco años, me
familiares en mi peregrinaje por recobrar la una intervención quirúrgica. lenzuela era un estupendo argumentador. Yo emociono al evocarlo.
salud. En Paihuano (valle del Elqui) me alojé había resuelto, o morir en Chile o graduarme
en casa de la familia Peralta, donde se hos- El cuartito daba a la calle y mi cama quedaba de médico en Chile. Oyama lo sabía. Por eso No llegó a hacerse realidad el ofrecimien-
pedaba la célebre poetisa Gabriela Mistral, junto a la ventana. Una casta y dulce mucha- había ido bien preparado y resuelto a vencer to. A la siguiente mañana, muy temprano y
que había ido a pasar allí una corta tempora- chita, que me había dado su cariño, iba siem- mi resistencia. Discutimos hasta más de la antes de que pasara el tren para Santiago,
da de vacaciones. Algún día escribiré las im- pre por las mañanas, golpeaba delicadamen- medianoche. Por fin, recurrió a razones sen- convinimos valernos del servicio «diferido»
presiones que me causó este extraordinario te el vidrio de la ventana, me alentaba con su timentales: invocó a mi madre y demás seres del cable internacional (las llamadas «car-
personaje. Ahora solamente quiero decir que sonrisa, dejaba una florecilla en el alféizar y queridos para arrancarme la decisión de re- tas nocturnas») para avisarle a mi madre mi
hubiese preferido no conocerla. A la Mistral, me mandaba un beso con la punta del dedo. gresar al Ecuador. No pude más, y me rendí. Le grave estado de salud y la necesidad urgente
en mi opinión, había que leerla, embriagarse ofrecí regresar a mi patria. de regresar a Quito. Antes de una semana,
en sus versos y en su prosa, pero no tratarla Mi salud iba cada día peor. Era opinión de los Valenzuela volvió a Quilpué llevándome la
personalmente. facultativos que yo debía regresar al Ecuador. —Pero ¿cuándo? —me preguntó con alegría. respuesta cablegráfica: en el Banco Italiano
Alguno llegó a decirme que buscara otra profe- —Eso ya es cuestión de tiempo —le contesté—. de Santiago estaban situados los fondos para
Vivía en una casa y tomaba alimentación sión («sembrar papas», por ejemplo) y que ol- Tendré que escribir a mi madre avisándole mi mi regreso al Ecuador.
en otra cuando me sobrevino una de las vidara que alguna vez había sido estudiante de larga y grave enfermedad —yo jamás le había

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No llegó a plasmarse en realidad aquella noble
oferta. Pero el gesto espontáneo y generoso Obstetricia conocía todavía el resucitador, tan indispen-
sable y útil hoy en día en toda maternidad.
se acentúa más y más hasta sentirse uno in-
capaz de proseguir el Schultz. Pero el hombre
quedaba en pie y perdura para mí a través de Para estos casos, y después de absorber con es animal de costumbres y con la práctica lle-
El estudio y la práctica de la obstetricia son
la vida. ¡Así son los chilenos! Y dejo constancia una sonda las mucosidades de la tráquea, se ga a vencer grandes obstáculos. Cada vez que
verdaderamente apasionantes. Esta materia
de que solo he querido narrar algunas anéc- usaba la respiración artificial por el método nacía un niño asfíctico y que después de lar-
se la estudiaba el último año de medicina. Por
dotas de entre las muchas que podría referir de Schultz. Este método consiste en tomar al go esfuerzo, de pequeños chirlazos en la piel,
varios decenios el profesor de esta materia fue
para poner de relieve los sentimientos de so- niño con una y otra mano de ambos omópla- de sumergirlo alternativamente en agua fría
el doctor Isidro Ayora, creador de una verdade-
lidaridad humana, la generosidad y la nobleza tos y el operador, de pie, con las piernas un y en agua caliente no se lograba hacerlo llo-
ra Escuela de Obstetricia de muy justo nombre.
de aquella gente, bravía por ancestro, de la que tanto entreabiertas, debe imprimirle movi- rar y se lo daba por «forzosamente muerto»,
Había estudiado unos tantos años en Berlín, y
dijo don Alonso de Ercilla a mediados del siglo mientos rítmicos elevándole sobre la cabeza ese cadáver se lo retenía por uno o dos días,
de allá trajo un gran bagaje de conocimiento,
XVI, en La araucana: «La gente que produce y echándolo hacia atrás, para enseguida darle hasta que hubiera otro más fresco para ejer-
una férrea disciplina y una asombrosa capaci-
(Chile) es tan granada, tan gallarda, altiva y un impulso en sentido contrario y hacerlo re- citarse en los momentos desocupados, en dar
dad de trabajo. Cuando yo hacía los cursos me-
belicosa, que no fue por rey jamás vencida, ni gresar casi a ras del suelo. En el primer tiempo respiración artificial. Cuando hice mi práctica
dios, el doctor Ayora era jefe supremo de la re-
a extranjero dominio sometida». El culto más el niño dobla los miembros inferiores sobre el de internado en la antigua maternidad de la
pública. Después, una Asamblea Constituyente
grande de esta gente libérrima, es el culto a la tórax y lo comprime (espiración), y en el se- calle Montúfar —el internado era de un mes
integrada por los personajes más ilustres de
patria. Ninguna palabra del lenguaje humano gundo tiempo los miembros descomprimen el forzoso sin derecho a salidas— me entró el
aquella época lo designó presidente constitu-
emociona tanto a un chileno como la palabra tórax y este se expande (inspiración). Hay que capricho de tener el récord de resistencia en
cional. En pleno ejercicio del poder, sin faltar
CHILE. Allá no existe regionalismo. Allá no hay hacer estos movimientos a un ritmo de más Schultz. Ejercitaba todo cuanto me era posi-
un solo día, llegaba tres veces por semana, a
fechas que recuerden la independencia de o menos veinte por minuto. En la práctica, la ble y, aunque con dolor de mi región lumbar,
las siete de la mañana, acompañado por sus
cada provincia, ni tienen estas escudos ni ban- respiración de Schultz no resulta tan sencilla, veía complacido que aumentaba el tiempo de
edecanes a dictar sus conferencias.
deras locales que hagan casi olvidar los em- sobre todo al comienzo. El niño cuando nace, resistencia. Un día cinco minutos, otro día
blemas nacionales y las fechas máximas de las Yo no tuve la suerte de ser alumno del doctor es poco menos que una masa gelatinosa recu- seis, más tarde llegué a ocho. Cuando logré
gestas libertadoras. No hay sino una fecha na- Ayora. Cuando mi curso llegó al séptimo año, bierta de una substancia semiaceitosa que lo resistir diez minutos, me sentí muy feliz.
cional: el 18 de septiembre; un solo escudo, una ya él se había separado de la cátedra. Lo re- hace escurridizo. Se escapa fácilmente de las
sola bandera, una sola canción nacional («...o emplazó el doctor Ángel Augusto Terán, uno manos. Hay, pues, que aprender a asirlo con- Una de tantas mañanas, el profesor doctor
la tumba serás de los libres, o el asilo contra la de sus alumnos predilectos. El doctor Terán venientemente, tanto más debido a los movi- Terán efectuó una cesárea. Todo estuvo bien,
opresión...»). Desde Arica hasta Punta Arenas era un hombre de talla bastante pequeña, mientos bruscos de ascenso y descenso. Esto pero el niño nació asfíctico. Me lo pasó a mí y
(la ciudad más austral del mundo), Chile es una pero se crecía en la cátedra y se crecía más se aprende con relativa facilidad, lo mismo el yo pensé lucirme con mi ya bastante buena ex-
unidad geográfica, étnica, sociológica, política aún en la sala de operaciones. Cumplidor, se- ritmo de los movimientos. Lo trascendental, periencia. Pero cuando no pude más, se lo di a
y patriótica. Pude ver más de una vez a algunos rio (no sonreía nunca), había aprendido de pero a la vez lo duro de la maniobra, es el tiem- uno de mis condiscípulos a que prosiguiese la
chilenos llorar de emoción mientras cantaban su gran maestro muchas de sus cualidades po que debe durar ella. El doctor Terán nos maniobra; este se lo dio a otro; y así... hasta que
su himno y miraban ascender el emblema sa- y las ponía en práctica frente a nosotros. Sus repetía a diario: «el éxito de la respiración de todos convinimos que el niño estaba muerto.
grado de la patria. Por eso Chile es y será siem- alumnos lo apreciábamos y respetábamos. Schultz estriba en no cansarse». Esto era muy Concluida la intervención quirúrgica, la ma-
pre nación grande y respetada. Y porque sus fácil decirlo, pero en la práctica... Después de dre fue trasladada de la mesa de operaciones
hijos todos, con esfuerzo, dignidad y altivez No había entonces los aparatos modernos de dos o tres minutos de tan duro ejercicio aco- a la sala de operadas y horas después vino la
forjan su propio destino. los que dispone ahora esa especialidad. No se mete un fuerte dolor de la región lumbar que empleada de limpieza a efectuar el aseo de la

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sala de operaciones. Concluida su labor, salió Quedamente lo llevé y lo coloqué a los pies Por allí pasaron muchísimas generaciones de enfermera que abriese la puerta y, dirigiéndo-
la sirvienta llevando bajo el brazo un atado de sobre la cama de su madre. Ella comenzaba a estudiantes; allí supo imprimir el doctor Isi- me a las curiosas, les hablé en tono serio. Les
sábanas ensangrentadas y en la otra mano un despertar de la anestesia. dro Ayora el sello de su gran personalidad y dije que podían entrar todas las que quisieran
balde con los materiales de aseo, la placenta y, de su férreo carácter. A los internos de turno con una condición: que dejaran afuera toda
encima de todo, el cadáver del niño. Como el La práctica de la obstetricia es verdadera- no les cogía de sorpresa verlo llegar a las dos, idea de malicia o picardía y que, con el alma
que yo tenía para mis prácticas era ya de dos mente apasionante. Ver nacer un niño de las tres o cuatro de la madrugada a recorrer los blanca, como correspondía a jóvenes que bien
días, estaba rígido y no se prestaba bien para entrañas humanas; ayudarlo a venir al mun- servicios, pues lo hacía con gran frecuencia. Y pronto serían educadoras, se acercaran a ver
el efecto, alcancé a la muchacha en el corredor do; admirar los esfuerzos supremos de la cuando él se separó de la cátedra, los que le el acto más noble y hermoso que puede rea-
y le hice el cambio. Volví a la sala de partos y madre para que nazca su hijo, y luego verla sucedieron prosiguieron su escuela y su ejem- lizar una mujer: traer un hijo al mundo; de la
como la piel estaba seca lo puse bajo un cho- agotada, exhausta, pero supremamente feliz. plo. Recuerdo, entre tantas otras cosas, que misma manera como nuestras madres nos
rro de agua para que tomara la consistencia Feliz porque nació y porque lo oye llorar. El había dejado un modelo de historia clínica, trajeron a nosotros con sublime dolor. No se
semejante a la que tiene el momento de nacer. llanto es la primera manifestación de la vida traída por él de Berlín, que para llenarla había quedó ni una sola afuera. La sala de partos se
Saqué un relojito de bolsillo, lo puse sobre la del ser humano que nace. En la escala animal, que emplear algunas horas. Pero había que te- convirtió en un templo. El parto fue normal. Y
mesa de trabajo y comencé la práctica. Cinco el hombre es el único que llora al nacer. Pare- nerlas al día, cualquiera que fuera el número yo, que para entonces ya tenía alguna práctica
minutos. Seis minutos. Ocho minutos. Al llegar cería que adivinase que arriba a un «mundo de mujeres que diariamente diesen a luz. en la enseñanza, fui explicándoles paso a paso
a los nueve minutos me di cuenta que no podía terrible de duelos y quebrantos». La madre y de manera pausada las etapas de todo aquel
seguir adelante, ¡tal era el dolor de la espalda! lo ha esperado con amor durante meses. Le Una mañana, estando yo de turno, llegaron a fenómeno. A ratos alzaba la vista y miraba las
Pero yo había llegado el día anterior a diez mi- ha preparado su ajuar con ternura única. Me visitar la maternidad las alumnas del último facies de aquellas muchachas. ¡Qué serias! ¡Qué
nutos. Y sacando fuerzas de flaqueza, con el sentía yo conmovido al ver llegar a la mater- curso del Normal Manuela Cañizares. Iban absortas! ¡Qué solemnes! Cuando concluyó el
anhelo de superarme, casi sin aliento, comple- nidad a mujeres pobrísimas, cubiertas por acompañadas de una profesora. Era mi deber proceso, invité a una de ellas a que se lavara y
té los once. Y aspiraba llegar a los doce. Miraba harapos, que llevaban envueltas en un perió- atenderlas. Procuré, de manera amable, ha- desinfectara las manos para que me ayudara
el reloj y parecía que las agujas no avanzaban. dico viejo las humildes piececitas de vestir cerlas recorrer todo el establecimiento, mos- a bañar y vestir al niño. Allí concluyó todo. Por
Faltaban apenas pocos segundos, ¡cuando de con que cubrirían a su hijito. Se cuenta que trándoles y explicándoles todo cuanto me pa- lo menos así lo creí yo. Pero no había sido así.
repente oigo que el niño se suelta a llorar! ¡Ha- el doctor Julio Arellano —eminente y huma- recía de utilidad para ellas. Ya para entonces Años más tarde cuando yo, cumpliendo labo-
bía vuelto a la vida y yo casi muero de susto! nitario tocólogo, al que la posteridad no le ha era yo profesor del colegio Mejía y gustaba de res de funcionario público, recorría los confi-
Había ocurrido lo que menos esperaba. Tem- hecho justicia— solía quitarse la camisa para dar explicaciones. Cuando casi habíamos ter- nes de la patria para observar la marcha y las
blaba de emoción y de miedo. Apenas podía envolver a los hijos de madres paupérrimas. minado el recorrido, llegó corriendo donde mí necesidades de los planteles educativos, tuve
sostener al niño entre mis manos. Seguía llo- una enfermera a decirme que «el guagua esta- el inmenso placer de encontrar en rincones
rando. A duras penas alcancé a dar unos pasos Llegó a gustarme tanto la obstetricia que pen- ba coronando». Les expliqué lo que significa- apartados, en escuelitas humildes, a maestras
para mirarme en un espejo grande que había sé dedicarme a esta especialidad. Desafortu- ba aquello, pedí que me perdonaran y regresé que habían sido mis alumnas aquella mañana.
en la pared sobre los lavabos. Más que pálido, nadamente mis afecciones pleuropulmonares corriendo a la sala de partos. Me lavé lo más Ellas se encargaban de recordármelo. Alguna,
estaba blanco, con la faz desencajada y con el me obligaron, con gran pena, a regresar de rápidamente que pude, me calcé los guantes exagerando la cortesía para con el funciona-
pelo hirsuto. Vuelto en mí, serenado a medias, Chile al Ecuador y radicarme en Quito, frus- y entré en labor. La puerta había quedado en- rio, me dijo: «fue la lección más importante e
me preocupé de mi héroe. Lo vestí con ternu- trando estos deseos. La vieja maternidad de la treabierta y escuché ruidos de voz cuchichea- inolvidable de todos mis años normalistas».
ra. Al hacerlo, sentí que unas gotas de lágrimas calle Pereira, como todos los establecimientos da. Volví la mirada y pude ver a algunas de las Otra me aseguró que ya había tenido ocasión
salían a mis ojos y caían sobre el rostro del de la Asistencia Social, era una casa pobrísi- chicas estudiantes que se apretujaban con el de atender el parto de una mujer humilde que
niño. ¡Era su primer bautismo de dolor! ma. Pero había orden, aseo, disciplina. propósito de mirar hacia adentro. Ordené a la se hallaba abandonada.

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Ilustración:
Pinzas de sujeción ósea, 1960.

Franklin Tello, centro, preside la fotografía oficial de


entrega de reconocimientos al cuerpo de enfermeras
en la maternidad de Quito. A la izquierda, damas de la
Asociación de Voluntarias del Norte.
Foto, c. 1956-58, colección Mercedes Tello.

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Página izquierda: Durante la guerra de
Esmeraldas, médicos y trabajadores de la
salud concurrieron, liderados por la Cruz Roja,
a atender a los heridos de guerra. Varios, como
José Félix Caicedo, perdieron la vida.
Foto, 1914, cortesía de la Biblioteca Ecuatoriana
Aurelio Espinosa Pólit.

Esta página: Foto de 1923, firmada por Manuel


Jesús Serrano, en Cuenca. Cortesía del Instituto
Nacional de Patrimonio Cultural.

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Grupo de cirujanos en Quito, c. 1920. El doctor Isidro Ayora posa en la Clínica Quirúrgica, más
Foto cortesía de la Biblioteca Ecuatoriana Aurelio Espinosa Pólit. tarde, Clínica Ayora c. 1922, en Quito. Ayora fue uno de los más
connotados médicos ecuatorianos de todos los tiempos.
Fue alcalde de Quito y presidente de la república.
Foto cortesía del Ministerio de Cultura y Patrimonio.

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La doctora Matilde Hidalgo Navarro, lidera las pruebas de un Jóvenes estudiantes de medicina realizan prácticas químicas
respirador. Hidalgo fue además de médica, poeta y activista de en la Universidad Central del Ecuador. La Facultad de Ciencias
género. En 1924, fue la primera mujer ecuatoriana Médicas de la UCE se fundó en 1693 y es el referente histórico
en sufragar en una elección nacional. de la educación médica ecuatoriana.
Foto, c. 1921, cortesía del Ministerio de Cultura y Patrimonio. Foto, c. 1938, cortesía del Ministerio de Cultura y Patrimonio.

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Hospital San Vicente de Paúl, en Cuenca. Personal médico responsable de la farmacia
Jóvenes soldados, posiblemente heridos en los del Hospital San Vicente de Paúl.
enfrentamientos de guerra contra las fuerzas armadas Foto de 1941, de Manuel Jesús Serrano,
peruanas, son atendidos por un médico. cortesía del Instituto Nacional de Patrimonio.
Foto de 1941, de Manuel Jesús Serrano, cortesía del
Instituto Nacional de Patrimonio.

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Médico, enfermera y paciente, en Cuenca. Voluntarios de la Cruz Roja, retratados en una pausa
Foto de 1941, de Manuel Jesús Serrano, cortesía del de sus actividades de asistencia humanitaria, tras el
Instituto Nacional de Patrimonio. terremoto del 5 de agosto de 1949 en Ambato.
Foto cortesía de la Biblioteca Ecuatoriana Aurelio
Espinosa Pólit.

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Pediatra y enfermera examinan a un infante en el Centro
de Salud número 1 de Quito, en 1951.
Foto cortesía del Museo Nacional de Historia de la
Medicina Eduardo Estrella.

Página derecha:
El doctor Plutarco Naranjo realiza pruebas de equipamiento
con animales, en los laboratorios Life, en Quito, en 1952.
Foto, cortesía de la Academia Ecuatoriana de Medicina.

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Imagen del ingreso de madres e infantes a un El Hospital San Juan de Dios fue fundado en 1565
centro de salud en Quito para la obtención de y cerrado en 1974. Ciento sesenta y nueve promociones
la vacuna antituberculosis, en 1951. de médicos practicaron su profesión allí. La foto, c. 1977,
Foto cortesía del Museo Nacional de Historia capturada por el médico –y en aquel momento ministro
de la Medicina Eduardo Estrella. de Salud Pública– Asdrúbal de la Torre Morán, muestra al
edificio del hospital en abandono. Hoy es ocupado por el
Museo de la Ciudad.
Foto cortesía del Museo Nacional de Historia de la
Medicina Eduardo Estrella.

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El doctor Franklin Tello Mercado, segundo desde
la derecha, preside la inauguración del Hospital
de Esmeraldas, que lleva su nombre. Hoy, aquellas
instalaciones son oficinas administrativas del
Ministerio de Salud Pública.
Foto, 1978, cortesía de Patricio Páez Gracia.

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Primum non nocere
Y como si no hubiera dicho nada, prosiguió Controlando alguna emoción, el doctor Mos- Santiago. Este joven, en una desdichada aven-
paseándose solemnemente y a grandes tran- quera me dijo: «Haga lo que le parezca mejor. tura amorosa, contrajo blenorragia. Como
cos entre las dos hileras de camas, con las Yo confío plenamente en usted». Decidimos sufría dolores espantosos durante la micción,
manos cogidas por detrás. ¡Qué problema que, a la mañana siguiente, muy temprano, lle- El gran profesor de clínica médica, doctor En- fue donde un especialista joven a consultar-
tan difícil acababa de crearme el doctor Arí- varía yo al enfermo a Guayaquil. Como enton- rique Gallegos Anda, maestro en la más com- le el caso y a suplicarle que le aliviara de esa
zaga Luque! Yo tenía resuelto convencer al ces no había servicio aéreo, había que viajar pleta aceptación del vocablo, frecuentemente tortura. El médico le dijo, al punto que esto
presidente de la república, aun por su propio por tierra. Le rogué que pusiera a mis órdenes entraba a dictar clases diciendo en forma apa- se debía, con toda seguridad, a una estrechez
interés, que me dejara sacar al enfermo de la un buen automóvil particular, para ir hasta Ca- rentemente distraída: «Primum non nocere, uretral y procedió de inmediato a pasarle una
cárcel. Pero si le contaba lo que Arízaga aca- jabamba, lugar donde debería esperarnos un decía Hipócrates». Y esto volvía a repetirlo sonda para dilatar la uretra, en medio de los
baba de decirme, con toda seguridad negaría autocarril convenientemente equipado para con tanta frecuencia que uno de nosotros le gritos del estudiante. Cuando llegó a la casa,
tal permiso. De otro lado, si lograba su liber- proseguir sin demora viaje al puerto. A la ma- preguntó cierta vez el significado de aquella apenas podía caminar. Esa noche tuvo esca-
tad, Arízaga y sus compañeros pensarían que ñana siguiente, muy temprano, partíamos de frase latina. El doctor Gallegos, respondió: lofríos y le sobrevino fiebre alta. A la mañana
yo había actuado conforme a sus instruccio- la capital, después de haber vencido alguna re- siguiente, orinaba sangre. Al día subsiguien-
nes y, bajo este supuesto, habría traiciona- sistencia opuesta por Cervantes. A pesar de la —Casi había perdido las esperanzas de que me te, comenzó a sentir agudos piquetazos en
do la confianza que en mí había depositado gravedad y de lo largo y pesado del viaje, este hicieran esta pregunta. Primum non nocere el epidídimo y a poco comenzó a hinchárse-
el presidente. Fueron horas de angustiosa se realizó sin contratiempos. De cuando en quiere decir: «Lo primero es no causar daño». le uno de los testículos. Tenía hasta aquí una
indecisión que las recordaré siempre. Al fin cuando le hacía tomar medicamentos y, cuan- uretritis blenorrágica complicada con cistitis
tomé una inalterable y firme resolución: ate- do lo juzgaba del caso, le aplicaba inyecciones Y él, que de suyo era tan sencillo y modesto, y orquiepidedimitis. Pero el daño no paró allí.
nerme exclusivamente a los dictados de mi y controlaba la tensión arterial. en este momento se creció para darnos a sus Se le infectó la próstata y le sobrevino prosta-
conciencia y de mi ética profesional, miran- alumnos una lección de ética médica acerca titis. El diplococo de Neisser pasó al torrente
do única y exclusivamente la salud y la vida Llegamos a Guayaquil al anochecer. Nos diri- de la obligación fundamental y primerísima sanguíneo y le produjo una septicemia gono-
de mi amigo y comprovinciano. gimos a una clínica: allí lo interné bajo espe- de no hacer daño al paciente. Esto parece un cócica. Poco después, los microbios se habían
ciales recomendaciones de orden médico. Lo contrasentido, pero en el plano de la realidad localizado en algunas articulaciones impor-
Volví otra vez al gabinete presidencial y en acompañé dos días en los cuales pude obser- cobra valor inconmensurable. Porque —hay tantes (rodillas, codos, hombros) y el pobre
forma patética le expuse al presidente la gra- var una mejoría apreciable. Entonces regresé que decirlo con franqueza— en muchas oca- estudiante tenía, como si fuera poco todo lo
vedad del caso, para terminar, de manera en- a Quito, no sin antes haber dejado al enfermo siones el médico, ya sea por descuido, ya sea anterior, poliartritis gonocócica. Como aún
fática, pidiéndole me permitiera trasladarlo al cuidado de un médico de toda mi confianza. por equivocación, por una maniobra torpe, estábamos a decenios de distancia de la era
cuanto antes a Guayaquil, con todos los cui- por ligereza y falta de discernimiento, por ig- de los antibióticos, el lector podrá imaginar el
dados del caso, ya que el corazón, a cerca de El comandante Roberto Luis Cervantes mu- norancia, etc., etc., ocasiona al enfermo tan calvario de este pobre muchacho y lo mucho
tres mil metros de altura en que se encuen- rió hace poco tiempo. Jamás, en las veces que grave daño, que a veces supera en magnitud a que tardó en restablecerse, amén de la pérdi-
tra Quito, declinaría rápidamente. Le recor- volvimos a vernos, hablamos de este asunto. la dolencia por la que va a consultarlo. da de un año de sus estudios.
dé el aforismo médico que él nos había en-
señado: «la neumonía se halla en el pulmón, Siempre recuerdo horrorizado, algo que pude Una distinguida y respetable dama quiteña fue
pero su peligro está en el corazón». ver muy de cerca, en un condiscípulo de curso sometida a una intervención quirúrgica. Du-
y compañero de pensión, cuando yo era estu- rante la operación uno de los médicos de la clí-
diante de los primeros años de medicina en nica le puso una inyección de cloruro de calcio

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de manera tan desafortunada y falta de todo estos dos. No quiero que se piense que hago la primera». A esta enfermedad, en su período diez horas diarias los dos voluminosos tomos
cuidado, que el líquido, terriblemente cáusti- daño a mis colegas. Tampoco deseo que algu- crónico, se le llamaba gota militar, ya que era de la Terapéutica de Manquat durante el quinto
co, en vez de ser aplicado en la vena, lo inyectó na sociedad de pontífices me excomulgue por cosa sabida que los soldados, casi de por vida, año de medicina y de haber ejercitado la me-
totalmente fuera de ella. Como la enferma se haber puesto el dedo en la llaga. amanecían con una gota de pus en el extremo moria en grado superlativo, se sentara frente
hallaba bajo anestesia profunda no pudo que- de la uretra. Y se cuenta que así como Goethe, al enfermo, después de examinarlo y establecer
jarse. (Yo recibí muchas inyecciones de cloruro Hay en cirugía una expresión muy socorrida: al morir, exclamó: «Luz, más luz», el célebre un diagnóstico, sacara las hojas de receta y co-
de calcio, cuando era estudiante universitario, «laparatomía exploradora». No es infrecuen- mariscal Von Moltke dijo al morir: «Adiós gono- menzara a prescribir una fórmula magistral —el
por razones terapéuticas; la sensación de calor te que el cirujano, cuando tiene dudas acerca rrea». (Se despedía de una antiquísima dolencia «principio activo», el «coadyuvante», el «co-
y de angustia que me causaba era tremenda y de un proceso patológico abdominal, recurra adquirida cuando era brigadier). rrectivo», el «vehículo» y el «edulcorante»— y
si, por desgracia, se regaba una gota fuera de a una laparatomía exploradora, que consiste a graduar por gramos, por centigramos, a veces
la vena, sentía tal dolor de quemadura como si en abrir el vientre, observar lo que allí acon- Los médicos sabíamos que, en los períodos por miligramos los fármacos ya apuntados en la
me aplicaran una brasa en la piel. Por ventura tece y volver a cerrarlo. No siempre con este del Congreso, ciertos especialistas se pasaban receta, graduando estos de acuerdo con la sen-
esta substancia ya no se usa en medicina y de procedimiento se consigue dilucidar un pro- mañanas y tardes enteras en sus consultorios sibilidad o resistencia de cada enfermo; aquello,
ella no queda sino un amargo recuerdo). blema clínico y muchas veces lo que se ha lo- haciendo lavados uretrales de permanganato repito, ya se acabó.
grado es agravar la situación. de potasio a 1 x 4000 a muchísimos diputados
No tengo que ponderar los dolores de la po- que enfilaban para ese tratamiento, que les Apenas quedan en el mundo unos pocos médicos
bre señora después de que despertó de la Visitando en Buenos Aires un célebre instituto hacían dos veces al día. Un comprovinciano «anticuados» que formulan recetas. Muchos de
anestesia, los mismos que se prolongaron por de cirugía leí a la entrada de un quirófano esta mío me contaba, con cierta pena, que «la mi- los jóvenes actuales —y también muchos viejos
muchos días. Antes de una semana fue apare- leyenda: «Cirujano, antes de acometer una tad de sus dietas de legislador se quedaba en «modernizados» que regresan de una gira por
ciendo en el brazo, hinchado y tumefacto, una operación respóndase usted mismo estas dos el consultorio del doctor P.». En la actualidad, los Estados Unidos— recetan como el sastre que
gran placa de gangrena. Los tejidos muer- preguntas: 1. ¿Cree usted que esta operación es podría decirse que la uretritis blenorrágica ha vende ropa hecha, productos farmacéuticos pa-
tos se desprendieron algún tiempo después lo que más conviene a su enfermo? 2. ¿Si usted pasado a la historia. tentados, al calor o bajo la impresión de la «lec-
y asomó una úlcera gigantesca en la cual se fuera ese enfermo se la dejaría hacer?». Esti- ción de terapéutica» dada por el visitador médico
veían templados, como cuerdas de guitarra, mo que esta leyenda debiera grabarse a la en- Hace varios años, cierto médico publicaba en (que nunca es tal médico y que frecuentemente
nervios, venas y arterias. trada de todas las salas de cirugía del mundo. un periódico local un aviso que decía curar la no es ni bachiller). Esta «lección de terapéutica»
blenorragia en veinticuatro horas. Un colega es la repetición memorizada de una parte de la
También conocí muy de cerca este caso, por En el transcurso de las últimas décadas, la prác- más listo que él, colocó al lado otro anuncio «literatura médica» que la casa productora ad-
ser esta respetable señora vecina de la casa tica de la medicina ha experimentado cambios en que ofrecía curar la misma enfermedad en junta al medicamento. El visitador repite la lec-
en que yo vivía. Preparaba entonces mi doc- fundamentales en casi todos sus aspectos. Pero doce horas… Y a lo mejor decían la verdad. ción a propósito de cuatro o más de sus fármacos
torado en medicina y pasaba todos los días voy a referirme aquí a uno de suma importan- a los que anda haciendo propaganda «ética», y
a hacerle curaciones. Se trataba de una per- cia: el de la terapéutica. Sería absurdo negar Así como esta dolencia, la sífilis, la tifoidea, la deja sobre el escritorio del médico unas tantas
sona gorda y de edad avanzada. La curación los grandes progresos logrados desde que Do- tuberculosis y muchas otras enfermedades se muestras de cada uno de ellos, con la petición
duró cerca de un año. magk descubrió la primera sulfa o desde que baten en retirada. amable de que los recete a sus enfermos.
Fleming descubrió la penicilina. Cuando yo era
Podría narrar muchos otros casos de horri- estudiante se repetía como axioma aquello de Pero volvamos al comienzo. Aquello de que el Es frecuente que tras de este visitador entre un
bles daños causados al enfermo. Basta con que... «todas las blenorragias se curan, menos médico después de haber estudiado ocho o segundo, de otro laboratorio, pero con finalidad

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idéntica al anterior: la exposición memorizada Social y Salud Pública en los años 1963-1964 y Asistencia Social, por ser un organismo esta- No podré olvidar el dolor que me causaba,
acerca de cada medicamento y un conjunto entablé una campaña para el abaratamiento tal no está subordinada al concesionario mo- casi a diario, la llegada a mi despacho, en la
de prospectos («literatura médica») con una de las medicinas en el Ecuador, pude, valién- nopolista), eran una tercera, una cuarta, una Asistencia Social, de pobres y humildes mu-
cantidad de muestras que deja también so- dome de nuestras representaciones diplomá- sexta y a veces una octava parte de los precios jeres que llevaban en brazos a un hijito suyo,
bre el escritorio, con la insinuación amable de ticas y consulares, conocer el valor de venta al que esos mismos medicamentos tenían para muchas veces enfermo de gravedad, y que su-
que le «ayude» en su negocio. No es raro que público de muchísimos medicamentos en la la venta al público en boticas y droguerías. plicaban auxilio, pues portaban en las manos
en una misma tarde hayan visitado al médico, mayor parte de los países de América. Cierto que la Asistencia Social está exonerada una receta fechada varios días atrás y que,
sucesivamente, tres y cuatro visitadores. El es- del pago de derechos de importación de todo por su elevadísimo precio, les era del todo im-
critorio y las mesas auxiliares quedan llenos En su esencia, el problema es el siguiente: las cuanto importa para sus hospitales; cierto es posible su adquisición. Hasta que llegó un día
de «muestras gratis» y de folletos, prospec- casas productoras de medicinas de Nortea- también que estos impuestos en nuestro país en que una de estas desdichadas madres, llo-
tos y otras propagandas impresas en papel y mérica y de Europa tienen, cada una, en nues- son bastante subidos; pero por las informa- rando desesperadamente, entró al despacho
cartulina finísimos, de los que por lo general tro país, un concesionario o agente exclusivo ciones oficiales que obtuve del Ministerio de de la Dirección de Asistencia Social llevando
el médico no alcanza a leer sino una mínima a quien envían sus productos. En consecuen- Finanzas, el promedio de ellos (hay unos que abrazado contra su pecho a su niño que aca-
parte. La invasión de visitadores médicos a los cia, ningún otro comerciante puede impor- pagan más y otros que pagan menos) era, en baba de morir. ¡Tenía ella también una receta,
consultorios ha motivado que en algunos paí- tarlos. Este concesionario único impone los 1964, del orden del 42 %. De este modo, cual- prescrita una semana antes, pero su tremen-
ses estos tengan que pagar, lo mismo que si precios de venta conforme a su mejor y más quier producto que a la Asistencia Social le da pobreza no le había permitido comprar el
fuera una consulta, antes de entrar al despa- regalada conveniencia. Sobre este precio se- cuesta, digamos, diez sucres (sin pago de costoso medicamento!
cho profesional. Por descontado, que el costo ñalado por él, otorga un 25 % de descuento a derechos de importación), al monopolista le
del moderno automóvil que usa el visitador, su las farmacias y droguerías. De este modo, un sale costando catorce sucres con veinte cen- Espero que ahora el lector encuentre justi-
elegante atuendo, la finísima maleta de mano medicamento al que se le ha señalado, diga- tavos. Si se calculara una utilidad del 20 % so- ficado el haber dicho que luchaba con rabia
en que porta las medicinas, el lujoso material mos, cien sucres, se lo vende al boticario en bre este valor, ello representaría dos sucres queriendo bajar el valor de los remedios. Una
de propaganda, todas las «muestras gratis» — setenta y cinco. Pero como este tiene una se- con ochenta y cuatro centavos; y si se calcu- terrible campaña de prensa —con algunos pe-
en empaques lujosísimos también— que dejan rie de gastos (arrendamiento de local, pago de lara otro 20 % por concepto de transporte y riodistas mercenarios— se desencadenó con-
en millares de consultorios y hasta uno que empleados, luz, agua, teléfono, etc.), la verda- distribución dentro del país, todo ello no ha- tra mí. La junta militar de gobierno vio casi
otro regalito que se le hace al médico..., todo, dera utilidad del boticario fluctúa entre un 10 ría subir el valor de tal medicamento a veinte con indiferencia esta pelea, a pesar de haber
absolutamente todo, se carga, de manera pro- a 15 %, lo cual no es una ganancia exagerada. sucres. Pero en la realidad de los hechos, esa sido este asunto una de las condiciones que
lija, al valor de los medicamentos que el públi- Ahora habría que saber cuánto le costó a ese medicina le cuesta al consumidor ¡cien, cien- yo puse para aceptar el ministerio y que se la
co tiene que adquirir en las farmacias. concesionario exclusivo o monopolista aque- to veinte, ciento cincuenta sucres! A esto fue aprobó con entusiasmo.
lla medicina que vendió al dueño de la botica lo que yo llamé «el comercio del dolor» cuan-
Pero esto no es sino un aspecto, el menos grave o farmacéutico en setenta y cinco sucres. Allí do mantuve, rabioso, una cruenta lucha por Como sabía que pronto llegaría el día en que
de este tremendo problema del alto precio de radica la esencia de este problema. abaratar los medicamentos desde el Ministe- tuviera que separarme del cargo y como, de
las medicinas. Dejo sentada esta verdad incon- rio de Previsión Social y Salud Pública. Y fue otro lado, tenía muchísimos otros problemas
trovertible: el valor de venta al público de los Durante los años en que desempeñé las fun- a esto también —más ciertas implicaciones de importancia que atender, hice incluir en
medicamentos es, en el Ecuador, el más alto de ciones de director de Asistencia Social, pude de orden médico—, que un ilustrado y galano la Ley de control de precios de las medicinas,
todo el continente. Lo afirmo así porque cuan- comprobar que los precios de los medica- escritor calificó no hace mucho tiempo de «la dictada durante mi ministerio, la creación de
do ejercí las funciones de ministro de Previsión mentos importados por esa institución (la industria de la dolencia». un organismo (Denamed) para que continuara

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luchando con el noble propósito de impedir elevadísimo precio de sus productos. Le ponía La morfina adquirida en forma legal es bara- logrado fabricar un cloranfenicol (nombre
esta monstruosa especulación. Si Denamed el ejemplo del suero fisiológico. Un litro de este ta. Se la vendo a usted a cinco sucres el gra- genérico) al que lo ha registrado comercial-
ha cumplido o no con el objetivo que inspiró dichoso suero —que el pobre enfermo ve colga- mo, vale decir a cinco centavos el centigramo. mente con el nombre de Cloromicetina, y que,
su creación puede decirlo el pueblo ecuato- do de un soporte y que durante horas entra gota Una ampolla de morfina tiene un centigramo según parece, tiene virtudes especiales como
riano. Por mi parte, diré que su labor consti- a gota en sus venas considerándolo algo mila- de este alcaloide disuelto en un centímetro cú- antibiótico; así como también el ácido acetil-
tuye uno de mis mayores desencantos. groso, como un elíxir de vida— no es otra cosa bico de agua destilada. Un centímetro cúbico salicílico (nombre genérico), descubierto por
que un litro de agua destilada dos veces a la que de agua destilada prácticamente no tiene va- Bayer y al que han bautizado con el nombre de
En las medicinas, como en los vestidos, exis- se le añade ocho gramos de sal de cocina, refi- lor; una pequeña ampolleta de vidrio cuesta Bayaspirina (nombre comercial), que posee
te la moda. Hay productos farmacéuticos que nada; un frasco especial debidamente gradua- pocos centavos. El verdadero costo radica en propiedades analgésicas y antirreumáticas
llegan al clímax —como hoy los hotpants— do; un tapón de caucho y un anillo de aluminio la manipulación y esterilización; pero esto, que no han sido igualadas.
para luego decaer y después entrar en desuso. para mantener la botella herméticamente ce- hecho en grandes series, tampoco aumenta
Muchísimos medicamentos que llenaron toda rrada. Después, la esterilización al vapor. considerablemente el valor. Entonces, díga- En los grandes y célebres laboratorios del
una época entraron luego en el olvido y hoy me usted, ¿por qué esto que le cuesta treinta universo (pude verlo con mis propios ojos
nadie los recuerda. Son pocos, poquísimos, —¿Cómo es posible, señor gerente —le decía o cuarenta centavos lo vende en cinco sucres? en Bayer —en Leverküssen— y en Specia —en
como la aspirina, por ejemplo, los que sopor- yo—, que por esta botella de agua con sal haya Y si al centigramo de morfina (cinco centavos) París—) hay equipos de sabios investigado-
tan, airosos, la acción del tiempo. Sobre las de pagarse veintisiete sucres? le añade usted dos centigramos de sulfato de res, sostenidos por las mismas instituciones,
mesas y los escaparates de los consultorios esparteína (substancia que no es cara) y —ói- que se pasan años estudiando la química, la
médicos hay gran cantidad de medicamen- Al punto me respondió: gamelo bien— dos décimas de miligramo de farmacología, la farmacodinamia, etc., has-
tos viejos y olvidados. Lo mismo ocurre en las bromohidrato de escopolamina, entonces esta ta llegar a descubrir un medicamento. A es-
farmacias. Allí, comercialmente, se los llama —Si nosotros vendiésemos nuestros sueros mezcla, que se llama Eucor, la vende usted a tos investigadores no se les da pauta alguna;
huesos. Y el valor de estos huesos se echa a a cinco sucres, haríamos una gran utilidad, siete sucres. ¿Por qué? ¿Por qué? Ahora no se todo lo hacen conforme a su libre criterio.
pérdidas y ganancias del negocio, o lo paga el pero ¿quién los compraría? ¿No es verdad que me podrá argumentar aquello de nivelar los Naturalmente, todo esto cuesta mucho di-
público en la compra de otras medicinas. el público diría: «Como serán de malos para precios con el producto extranjero para que el nero; pero después de entrada la substancia
que cuesten tan baratos?». Entonces noso- público piense que son idénticamente buenos, en el comercio universal —con la propaganda
Si bien es verdad que la ciencia farmacológi- tros tenemos que ponerles el mismo precio ya que no hay ampolla de morfina extranjera maestra que saben hacer ciertos países como
ca ha progresado fantásticamente en los úl- de los extranjeros para que se crea que son —el señor gerente no me respondió una palabra. los Estados Unidos— en pocos años quedan
timos decenios, tampoco se debe negar que, (como en efecto son) igualmente buenos. resarcidos tan ingentes gastos. Y tanto es así
en mucho, esto se ha convertido en un nego- —Voy a contrarreplicarle algo —le dije— que lo En el mundo entero no hay más de una do- que en Bélgica, por ejemplo, existen leyes que
cio también fantástico. Hay que recordar que dejará mudo. En el Ecuador no hay más que cena de grandes y prestigiosísimos labora- obligan de modo severo a rebajar los precios
las substancias químicas con que elaboran una morfina: la que importa lícitamente la torios (Merck, Bayer, Schering, en Alemania, después de cuatro años de descubierto un
los fármacos, se las emplea por gramos, cen- Asistencia Social, bajo controles internaciona- por ejemplo) que elaboran materias primas fármaco, ya que ese lapso ha sido suficiente
tigramos, miligramos y, no pocas veces, por les. La otra, la de contrabando, la de mercado y productos farmacéuticos de la más alta ca- para compensar los costos de investigación.
décimas de miligramos. negro, la que usan los drogadictos, es carísi- lidad, en cantidades industriales, y de allí se
ma y no ofrece ninguna garantía. Yo, director abastece la casi totalidad de los demás, para No se olvide tampoco que no es infrecuente
Alguna vez le reclamaba yo al gerente de un de Asistencia Social, soy el único que vende a elaborar sus productos comerciales. No abun- el caso del sir Alexander Fleming, descubri-
próspero laboratorio farmacéutico por el usted esta substancia para sus laboratorios. dan los casos, como el de Parke Davis, que ha dor de la penicilina, que no quiso patentar su

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descubrimiento y que lo legó en bien de la hu- menudo las provocan, y el treinta por ciento Un viejo amigo mío, contemporáneo de tiem- Poco tiempo después falleció cuando dictaba
manidad (y yo diría, en beneficio económico de las dolencias son causadas en Francia por pos universitarios, hombre de gran cultura y una conferencia.
también de todos los laboratorios del mundo el abuso de medicamentos, afirmó en un con- espíritu refinado, me llamó como profesional
que hoy la preparan). greso médico reunido en esta ciudad, el Pre- no hace muchos años. Me hizo una larguísi- Cierto que los antibióticos hacen milagros;
mio Nobel Andrea Lioff. ma historia de su enfermedad y luego sacó un pero muy cierto es también que con mucha
El gran problema de las medicinas no sola- voluminoso archivo en donde tenía coleccio- frecuencia se los usa sin razón y de manera
mente se relaciona con los precios, sino —lo Considero que esto no debe continuar. Ni la nadas, cronológicamente y por autores, to- exagerada. Se llega a poner Benzetacil de
que también es gravísimo—, con el uso y abu- prohibición exagerada que existe en los Es- das las recetas que le habían dado en los tres 2 400 000 unidades (inyección dolorosísima)
so de ellas. Con excepción de la morfina y sus tados Unidos, en donde hasta para comprar últimos años. El médico joven que lo había para la gripe. Tiempo, dinero y dolor perdi-
derivados, y de unos pocos sucedáneos de los algunos sencillos medicamentos se requiere asistido antes que yo le había prescrito siete dos, pues los virus de la gripe (que pasan de
opiáceos, hay en nuestro país una libertad ab- de receta médica, ni la total libertad que hay medicamentos, que él tomaba religiosamente un centenar de variedades) no son atacados
soluta para adquirir toda clase de medicamen- entre nosotros para adquirir en las farmacias bajo rígido horario. Después que me mostró, por ningún antibiótico hasta hoy conocido.
tos. Muchísima gente se ha acostumbrado, se —con las pequeñas excepciones ya anotadas— en forma detenida, todas y cada una de las re- Amén de los estados anémicos que algunos
ha viciado a ingerir determinada substancia todo cuanto se desee. cetas, yo le dije: de ellos causan (cloranfenicol, por ejemplo)
sin ningún límite ni control, ignorando acaso, cuando se los usa con exageración, los anti-
que toda medicina, en menor o mayor canti- Fui amigo de un caballero inteligente y culto —Amigo mío: no sé qué admirar más en usted, bióticos, en general, han desencadenado una
dad y en mayor o menor grado, es tóxica. En- que padecía de insomnio. Por su cuenta había si la resistencia de su organismo para haber nueva era de procesos alérgicos, muchas ve-
tre amigas y comadres y también entre com- empezado a tomar Seconal para dormir. De una soportado tanta medicina, o su gran capaci- ces graves y hasta mortales. Por ello convie-
padres hay una costumbre de recomendarse cápsula había pasado a dos; había subido a tres, dad económica para haber podido comprar ne usar estas preciosas substancias con tino
unos a otros, toda clase de remedios con la a cuatro, a cinco, a seis cada noche. Me contaba, tanto remedio a los precios vigentes. y con prudencia, en los casos perfectamente
más grande inconsciencia. Los médicos asis- angustiado, que muchas veces había tratado de bien indicados, a fin de evitar, además, los fe-
timos frecuentemente casos de intoxicaciones rebajar esta última dosis pero que no solo no Después de examinarlo y de haber estudiado nómenos de resistencia que llegan a adquirir
más o menos graves causados por substancias lograba dormir, sino que temblaba en su cama los abundantes exámenes de laboratorio que los gérmenes, lo que hace ineficaz e inútil su
medicinales que habían sido recomendadas como si tuviera un escalofrío palúdico. Durante también poseía, me negué categóricamente a administración.
por una amiguita. Y todo el mundo sabe que si el día permanecía poco menos que dopado. prescribirle nada. Le dije que lo hacía en ra-
quiere suicidarse le basta con tomar una vein- zón de nuestra buena amistad y por ética pro- Prudencia y tino también me permito acon-
tena de cápsulas de un determinado hipnótico, Pero el uso y abuso de medicamentos por pro- fesional, pues estimaba que él estaba intoxi- sejar a los médicos jóvenes en el uso de los
que adquiere fácilmente en las boticas. pia cuenta es apenas parte de este grave pro- cado de remedios. nuevos medicamentos que diariamente y en
blema; la otra parte, que también es de gran grandes cantidades se lanzan a los mercados
Ya escrito lo que antecede, he leído en la pren- importancia, es el uso y abuso en las pres- —Deje de seguir tomándolos. Tenga una ali- del mundo. No se debe olvidar que en esto hay
sa diaria local, perdida en un rincón de sus cripciones facultativas. Muchísimos médicos mentación sencilla y frugal. Ingiera jugos mucho de aspecto comercial. Y ni se debe de-
páginas menos importantes, esta noticia ca- jóvenes, y también no muy jóvenes, no se con- de fruta y líquidos en abundancia. Lleve una sechar todo lo que dicen los prospectos que,
blegráfica que no me resisto a copiar: tentan hoy con recetar uno o dos medicamen- vida moderada, sin excesos de ninguna índo- bella y lujosamente impresos, acompañan a
tos; prescriben cuatro, seis, y a veces más, al le y despreocúpese cuanto más pueda de su cada producto, y las exposiciones nemotécni-
París, 1972. (Reuter-Latin).- Las medicinas, lejos mismo tiempo. Es la «polifarmacia» que los «enfermedad». cas de los visitadores médicos, ni tampoco se
de curar indefectiblemente las enfermedades, a viejos maestros nos enseñaron a evitar. debe tomar al pie de la letra cuanta maravilla

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Para causar
se nos dice respecto a un fármaco y, sumi- infancia a ver y a tratar a ese médico, lo mi- hacia abajo. El enfermo lo mira hacia arriba,
samente, casi inconscientemente, recetarlo ran con respeto y confianza, como si fuera un se entrega al facultativo: ha bajado la guardia.
como la última panacea. Pienso que la Talido-
mida no es la única substancia nociva salida
miembro de la familia. Lo tratan con cariño. Y
el médico tiene así terreno preparado y abo- espanto Por eso el médico está obligado no solo a no
abusar jamás de esta condición de privilegio
de los laboratorios en los últimos tiempos. nado para ejercer su profesión en forma gra- que su profesión le depara, sino, como ya he
Muchas otras talidomidas deben andar rega- ta, tranquila, sin recelo ni desconfianza. La profesión de médico depara a veces el co- dicho, debe aspirar a merecer respeto y con-
das por el mundo y que, si no determinan evi- nocimiento de hechos insólitos. El ser huma- fianza, y en último término, lograr amistad. Si
dentes casos teratológicos en los organismos Va desapareciendo también, lamentablemen- no está amasado de luz y sombra, de amor ello no lo consigue, será preferible retirarse
en gestación, causan alteraciones más o me- te, aquella otra institución llamada «el médi- y de odio, de generosidad y de egoísmo, de discretamente. No en vano dice la sabiduría
nos graves, sin que se haya establecido has- co de cabecera». Este toma a su cargo el en- sublimidad y de miseria. El médico debe an- popular: «Al médico, como al confesor».
ta hoy, de un modo preciso, la relación entre fermo, se apropia de él, se responsabiliza por darse con mucha cautela, para penetrar en el
causa y efecto. él. Promueve juntas médicas cuando lo juzga alma de sus pacientes. Ser médico no consis- Conocí a una señora del alto mundo diplo-
necesario, preside estas, recapitula y cum- te en presentarse bien vestido, en llegar con mático. Su esposo era jefe de misión. Había
Poco a poco la práctica de la medicina va des- ple los acuerdos tomados en ellas, consulta a puntualidad, efectuar un buen examen, sen- asistido a ambos en el campo de la profesión
humanizándose. Contagiados del pragmatis- especialistas, pide exámenes de laboratorio. tar un buen diagnóstico y prescribir el medi- y llegué a hacer amistad con ellos. Aunque lle-
mo norteamericano (y algo también de su uti- Este médico de cabecera, al que su condición camento conveniente. Claro que todo esto es vaban muchos años casados, no tenían hijos.
litarismo), esta noble profesión de ser médico de tal le da jerarquía, que preside, que discier- indispensable. Pero el médico debe aspirar a Ella era una mujer delicada y culta, de tempe-
va perdiendo muchos de aquellos atributos ne, que tamiza, que pone en orden las cosas, llegar a grados superiores. ramento retraído, casi tímido. Hablaba poco y
que le daban encanto. que cumple, que se responsabiliza, que se an- en sus escasas expresiones y en sus actitudes,
gustia y que no pocas veces, cuando fracasa En la vida ordinaria, en el trato común y co- se transparentaba que no era del todo feliz.
Aquella institución llamada «el médico de la todo esfuerzo por salvar al enfermo, es quien rriente de los humanos, cualquiera que sea
familia», va extinguiéndose. Este facultativo cierra sus párpados y hasta derrama lágri- el nivel social —más ficticio cuanto más re- Un día cualquiera se presentó en mi consul-
era no solo el profesional que cuidaba la sa- mas, este médico se va acabando. Ahora en finado— parecería que el hombre se pone en torio. Estaba nerviosa. Me preguntó si podía
lud de todos, sino también el amigo íntimo, muchísimos casos el enfermo no pertenece guardia frente a su interlocutor. Su reserva, hablar con libertad, sin temor de ser oída
el consejero, el asesor, el confidente. Cuán- a nadie. La especialidad, la superespecialidad sus modales, su discreción, sus actitudes to- por alguien más. Le contesté afirmativamen-
tos graves problemas de hogar, cuántos ma- va invadiendo apresuradamente los campos das, revelan esta guardia. Es por ello que el te. Quiso entonces seguir hablando, pero no
trimonios a punto de liquidarse no fueron de la medicina. Cada uno mira el problema hombre sensato evita en cualquier circuns- pudo. Se echó a llorar en forma nerviosa y las-
resueltos satisfactoriamente por el médico desde su ángulo, olvidando, quizás, que el or- tancia propasarse de ingerir licor, ante la idea timera. (Recuerdo el detalle de cómo, al cerrar
de la familia. Él conoce, desde su infancia, ganismo humano es un todo integral en don- de perder la guardia y efectuar actos que lo las manos, se clavaba las uñas en la palma, al
la fisiopatología de cada una de las personas de se correlacionan, a veces íntimamente, las abochornarán después. punto de lastimarse). No le dije nada; dejé que
que forman el núcleo familiar; conoce su or- funciones en apariencia más diversas. De allí descargara su alta tensión para que, luego, un
ganismo, sabe de sus antecedentes mórbidos, la necesidad indispensable de que el cirujano, Con el médico no ocurre cosa igual. Es llama- tanto desahogada, dijera lo que quería. Así fue.
de la tolerancia o intolerancia a tales o cuales el ginecólogo, el psiquiatra, el endocrinólogo, do en momentos difíciles y penetra en las in- Comenzó refiriéndome que se había casado
medicamentos, de sus gustos y hasta de sus el cardiólogo y hasta el otorrinolaringólogo, terioridades del hogar, se acerca al lecho del enamorada, sin otro motivo que el amor. Su
caprichos. Qué importante es conocer todo sea ante todo médico clínico o, por lo menos, paciente. Le encuentra en ropa íntima. Él está primer espantoso desengaño ocurrió la no-
aquello. Acostumbrados los niños desde su sepa más de algo de medicina clínica. acostado; el médico, de pie, lo mira de arriba che de bodas. Pensó entonces en suicidarse o

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