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Entre los varios proyectos que el actual gobierno había propuesto en su programa, uno de
los más importantes fue la reforma tributaria. Esta medida planteaba, a grandes rasgos, un
alza de impuestos del 3,2% a los “súper ricos”; pese a los efectos positivos que proyectaba,
la reforma fue rechazada por la Cámara de Diputados.
En este ensayo se argumentará, desde una perspectiva ética y práctica, por qué esta alza de
impuestos al sector más rico de la población debería realizarse.
Chile tiene una de las tasas de impuesto a las familias ricas más bajas del continente,
incluso comparándola con países desarrollados como las potencias europeas y Estados
Unidos. En nuestro país los pobres y la clase media pagan porcentualmente impuestos muy
similares a los ultra ricos.
Para financiar estas ayudas sociales y elevar el estándar de los servicios públicos es
necesario que el Estado consiga los recursos suficientes para lograr estos cambios y la
manera más ética y práctica de conseguirlo es a través de aquellas personas que más capital
generan y ya no sufren las necesidades que gran parte de la población todavía tiene
problemas cubriendo.
Aumentar los impuestos a los ricos no sería tampoco una medida radical, ya que la gran
mayoría de naciones tienen distintas cargas tributarias dependiendo de la cantidad de
ingresos registrados. Lo que es radical es que en Chile los impuestos sean los mismos para
todos.