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SIMÓN BOLIVAR: Déjame ir José, estás cansado, ya hiciste lo que tenías que hacer. Yo sécómo continuar.

SAN MARTÍN: Si. Parto ya para Mendoza; he dejado un pliego donde renuncio al protectorado de Lima y
a la reelección; allá tienen gran ilusión por ti. (Se dan las manos)

Buena suerte Simón. Hay algo allá, algo que no los deja, algo que los hace débiles. (San Martin se retira y
Bolívar sigue su rumbo hasta que es interceptado por una patriota)

PATRIOTA MUJER 1: Eso es lo que él piensa, pero no es así. Llevamos penas, pero también convicciones.

PATRIOTA MUJER 2: Mira a ese soldado Simón. Luchará contigo en Ayacucho en la última batalla.

PATRIOTA MUJER 3: Ese soldado que no aparece en los libros tiene ansias de libertad.

SOLDADO: Cuando esta batalla acabe y la independencia sea nuestra, le pediré a ñañita que se case
conmigo. (Ingresa ñañita y le da un abrazo)

PATRIOTA MUJER 1: Pero no resistió a los disparos. Muchacho sin nombre de la fila número 1. Una
ráfaga de las fuerzas realistas le paso por encima

SOLDADO: Ñañita el campo de batalla no es lugar para ti

ÑAÑITA: No, no es lugar para nadie.

PATRIOTA MUJER 2: No te imagines Simón que no tenemos convicciones, que no sabemos luchar que
agachamos siempre la cabeza.

ÑAÑITA: No, no te vayas, por favor no me dejes

(OJOS AZULES)

SOLDADO:

Ojos azules, no llores, no llores ni te enamores

Ojos azules, no llores, no llores ni te enamo…

(Muere el soldado)

PATRIOTA MUJER 1: Al fin de la batalla, y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre y le dijo:

SIMON BOLIVAR: No mueras…

ÑAÑITA: Te amo tanto

PATRIOTA MUJER 2: Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.


PATRIOTA MUJER 3: Se le acercaron dos y repitiéronle:

MUJER 1: ¡No nos dejes!

MUJER 2: ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!

ÑAÑITA: ¡Vuelve a la vida!

PATRIOTA MUJER 3: Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

PATRIOTA MUJER 1: Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil, clamando

SAN MARTIN: ¡Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!

PATRIOTA MUJER 2: Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

PATRIOTA 3: Le rodearon millones de individuos, con un ruego común:

HOMBRE 1: «¡Quédate hermano!»

MUJER 1: «¡Quédate hermano!»

ÑAÑITA: Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo

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