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Índice

Prólogo
LUNES
1
2
3
4
5
6
7
MARTES
8
9
10
11
MIÉRCOLES
12
13
14
JUEVES
15
16
17
VIERNES
18
19
20
SÁBADO
21
22
23
24
DOMINGO
25
26
27
28
LUNES
29
30
31
MARTES
32
MIÉRCOLES
33
VIERNES
34
Nota del autor
Agradecimientos
Acerca del autor
Créditos
Planeta de libros
Para mi familia.
Su fe, apoyo y amor son todo para mí.
Prólogo

Todo comenzó con una apuesta. Claro, en ese momento no sabía que
el reto cambiaría mi vida. Pero de eso se trata el cambio, ¿cierto?
Como el amor, nunca se anuncia, solo sucede. En su lugar, se trata
de un momento tras otro en el que decimos «oh, mierda»; o en mi
caso, un momento «OH, MIERDA» en mayúsculas que, para ser
honesto, es lo que nos sucede a noventa y cinco por ciento de
quienes somos gays de clóset.
Fue una semana antes de que volviéramos a clases y todos
estábamos en la fiesta de Año Nuevo de Brittany Daniel. Brittany ha
sido mi compañera de Biología desde el inicio del último año de
preparatoria y, por primera vez, me habían invitado personalmente
a una fiesta y no solo por estar pegado como sanguijuela a mis
mejores amigos, Priyanka Reddy y Donny Duckworth. (Lo sé, el
apellido de Donny es la cruz que debe cargar, pero al menos la gente
conoce su nombre).
Estaba de pie en el rincón junto al librero, tratando de parecer
relajado mientras echaba un vistazo a los lomos para ver si reconocía
los títulos, al tiempo que, en secreto, buscaba en qué cuarto estaban
mis mejores amigos, a quienes había perdido entre la multitud.
Nunca sé qué hacer en las fiestas. En serio, ¿qué hago con mis
manos? ¿Muevo los pies al ritmo de esta canción?
No intentaba escuchar a escondidas, pero Bryson Keller tiene una
voz que llega lejos, que atrae. Es capitán del equipo de futbol y el
chico más popular de la Academia Fairvale, así que no era sorpresa
que presidiera la corte.
—Las relaciones de preparatoria no importan —dijo—. Estamos en
el último año. La mayoría de nosotros terminaremos en distintas
universidades y me parece una pérdida de energía emocional
comprometerse con algo que está destinado a terminar. ¿Para qué
molestarse?
—¡Qué romántico! —comentó Priya arrastrando las palabras.
Sentí curiosidad, entré a la cocina y encontré a mis mejores amigos
con el grupo superpopular de los atletas y los ricos.
Tenía sentido que Priya y Donny estuvieran ahí. Priya es capitana
del equipo de futbol femenino y Donny es uno de los chicos más
ricos de la escuela, lo que significa que no tiene que jugar ningún
deporte para que lo inviten a todos lados. Por mi parte, siempre soy
su «más uno».
Priya tomó la mano de Donny entre las suyas. Sus dedos se
entrelazaron.
—Puedes conocer a alguien en preparatoria.
Mis mejores amigos empezaron a salir desde hace seis meses. Aún
me estoy acostumbrando. Me siento feliz por ellos, en serio. Para
todos, salvo para ellos, era evidente que eran perfectos el uno para el
otro. Siempre tuvieron mi bendición para que llevaran su amistad al
siguiente nivel. Pero a veces acabo sintiéndome como el tercero en
discordia, de pie al borde de la multitud. Literalmente.
Bryson negó con la cabeza. Su cabello castaño claro parecía un
tono más oscuro bajo la luz fluorescente y las sombras bailaban por
su mentón afilado. Sus ojos azul pálido también parecían más
oscuros bajo esa luz.
—Bueno, mi mamá y mi papá fueron la pareja de su preparatoria
—dijo Dustin Smith. Miró a su mejor amigo y continuó—: ¿Sabes,
Bryson? Es divertido que des súper consejos sobre relaciones cuando
tú ni siquiera has salido con alguien.
—¿Tus padres son muy estrictos o qué? —preguntó Donny.
—No —respondió Dustin—. No tendrían problema si saliera con
alguien.
—Sí, es mi decisión no hacerlo —explicó Bryson encogiéndose de
hombros. Bajó la mirada hacia el vaso rojo que tenía en las manos—.
Sencillamente no veo el interés en tener una relación en preparatoria.
—Quizá es porque no encuentra a nadie con quien salir —bromeó
Isaac Lawson, mostrando su blanca y radiante sonrisa.
Isaac también está en el equipo de futbol y es de él de quien he
estado secretamente enamorado desde el inicio del penúltimo año.
Me alejé un poco más del grupo.
—Vamos. No es por ofender, pero probablemente podría salir con
alguien diferente cada semana, si lo quisiera. —Bryson resopló.
Tomó un sorbo de su vaso y Priya puso los ojos en blanco.
—Demuéstralo —dijo Dustin—. Te reto.
—¿Qué? —preguntó Bryson.
Se escucharon «ooohs» de los chicos, y las chicas a su alrededor
rieron. Bryson se movió, incómodo; no le gustaba que lo pusieran en
el centro de atención.
—Pruébanos a todos que puedes salir con alguien diferente cada
semana —insistió Dustin.
—¿En verdad me estás retando?
—Sip —afirmó Dustin—. ¿Tienes miedo?
—Bien. Lo haré. —Bryson alzó el rostro y nuestras miradas se
encontraron. Yo miré hacia otro lado—. Pero si es un juego, una
apuesta o lo que sea, entonces tiene que haber reglas. Kai, ¿tú qué
opinas?
Me llevó un instante responder. No había planeado participar.
—Mmm, tal vez debería durar la semana escolar —respondí
nervioso—. De lunes a viernes.
—Bien —asintió Bryson—. No quiero sacrificar mis fines de
semana por esto.
—Nada físico —sugirió Natalie da Silva—. Este es un juego y se
deben respetar los límites de todos.
Bryson pareció aún más aliviado.
—Y solo del último año. No quiero aprovecharme.
—De acuerdo. Solo los del último año pueden jugar —agregó
Priya—. De lo contrario, sería muy fácil.
—Espera, ¿qué?
—El reto es este, Bryson Keller —dijo Priya con un brillo travieso
en los ojos—. Saldrás con la primera persona que te lo pida cada
lunes, hasta la campanada de fin de clases del viernes. Tienes
prohibido pedirle a alguien que salga contigo. Y si nadie te lo
propone, pierdes.
—Ah, eso me gusta —exclamó Natalie—. Por supuesto que las
chicas podemos pedirles a ellos que salgan con nosotras.
Alzó la palma extendida y Priya chocó la suya con gusto.
—También pierdes si te cansas de salir con alguien —agregó
Dustin—. Te conozco, amigo. No creo que seas bueno para esto.
Le dio unas palmadas en el hombro.
—¿Y qué pasa si pierde? —pregunté.
Bryson me fulminó con la mirada, como si hubiera esperado que
nadie mencionara el castigo. Me encogí de hombros y sonreí. ¿Cuán
a menudo podía ver a Bryson Keller avergonzarse?
Dustin sabía qué era lo que más le dolería.
—Tendrás que usar el autobús el resto del año.
Todos estallaron en carcajadas. Sabíamos cuánto amaba Bryson
Keller su Jeep blanco. Se podría decir que es el coche más limpio de
la escuela. Lo lava al menos una vez a la semana; he visto las
fotografías donde aparece sin camiseta en sus publicaciones de
Instagram.
—Mierda, okey —aceptó Bryson—. Pero esto debe tener fecha
límite. Lo haré tres meses y se acabó. Si pierdo, entonces empezaré a
tomar el autobús después de las vacaciones de primavera. Pero
cuando gane, y ganaré, nunca más volverán a dudar de mí.
—Sí, sí, sí —aceptó Priya—. Serás una leyenda.
—Bryson Keller. El hombre. El mito. La leyenda. Me gusta —dijo
Bryson. Bebió el resto de su cerveza—. Que comience el juego.
—En ese caso —comenzó Natalie—, ¡sal conmigo, Bryson Keller!
—Y lanzó una carcajada.
—Bien, aunque no sea lunes todavía. Cuando empiecen las clases,
Natalie, tú serás mi primera novia. —Sonrió—. Pero esta será la
primera y última vez que incumpla las reglas, se los advierto. —Se
inclinó, galante, frente a ella.
Y así empezó todo.
Dos meses después, la apuesta de Bryson Keller sigue en pie. Y el
tiempo se acaba. Una sola semana escolar es todo lo que uno puede
obtener.
No ha habido excepciones en eso.
Ninguna.
Quiero decir, hasta que llegué yo.
OH, MIERDA.
LUNES
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Se sabe que las mañanas en la casa de los Sheridan son ruidosas y


caóticas; los lunes son particularmente desastrosos. Hoy no es
diferente.
—Yazz, ¡abre la puerta! —grito. He estado parado frente a la
puerta del baño, que comparto con mi hermana menor, los últimos
diez minutos. Voy a llegar tarde.
Amo a mi hermana y, aparte de las mañanas entre semana, en
general nos llevamos bien. No diría que mataría por ella, pero quizá
sí le ayudaría a enterrar un cadáver. Pero ahora, Yasmine Sheridan
es a quien quiero asesinar.
—Juro por Dios, Yasmine, que si no abres esta puerta en los
siguientes dos minutos la voy a tirar a patadas.
—¡Kai! —grita mamá desde la planta baja—. ¡No uses el nombre
del Señor en vano!
Pongo los ojos en blanco. Como si eso fuera ahora lo importante.
Sin embargo, no lo digo porque la verdad es que no tengo tiempo
para discutir sobre religión con mi mamá, eso está reservado para
los domingos en la mañana, cuando me niego a ir a la iglesia.
Golpeo la puerta de nuevo y se abre antes de insistir nuevamente.
Yazz sale del baño lleno de vapor y me lanza una mirada
exasperada.
—Si te levantaras más temprano no tendríamos que hacer esto
siempre. La gestión del tiempo es clave para tener una vida exitosa.
Yazz tiene trece años, pero tiene la personalidad de la mujer
madura que les grita a los niños del barrio que no pisen su pasto.
—En unos meses, cuando vayas a la universidad, no me tendrás
para ayudarte. Así que trabajemos en eso, ¿de acuerdo? —agrega.
Me da una palmada en el hombro como para animarme. Para
cuando pienso en una respuesta adecuada, ya es demasiado tarde.
Ya cerró la puerta de su recámara y yo me quedo parado ahí, como
niño regañado. ¿Quién diría que soy cuatro años mayor?
—El desayuno está listo —grita papá.
—¡Todavía me tengo que bañar! —respondo.
—Vas a llegar tarde, Kai. Donny no tarda en llegar.
—¡Lo sé, mamá! —mascullo y entro al baño. Abro la regadera y el
agua está tibia. Entiendo que es primavera y que esto es California,
pero a mí me gusta el agua como me gusta el café: casi que escalde.
Diez minutos más tarde, salgo como un hombre nuevo. No hay
tiempo para que me rasure y solo puedo esperar que los maestros no
me castiguen por eso. Con una toalla alrededor de la cintura, regreso
corriendo a mi recámara y rápidamente me pongo el uniforme:
pantalones café y una camisa blanca de botones perfectamente
planchada. La Academia Fairvale es flexible en muchas cosas, pero
el código de vestimenta es algo en lo que la escuela no lo es.
Busco mi corbata. Hurgo entre los montones de ropa que yacen
olvidados en el suelo de mi recámara. No soy la persona más pulcra
del mundo; eso me vale los incontables sermones de mamá y papá.
Pero supongo que dentro de la santidad de mi propia habitación
puedo ser yo mismo: eso incluye que en ocasiones olvide poner la
ropa en la canasta de la ropa sucia.
Encuentro la corbata de rayas blancas y carmesí. Es extraño que el
emblema de la escuela consista en dos águilas estilizadas, cuando
nuestra mascota es el puma, pero es la Academia Fairvale, así que no
lo cuestionamos… mucho. Yo venía de una secundaria pública, por
eso me llevó algún tiempo acostumbrarme al uniforme de una
escuela privada. Prefiero mil veces usar jeans y camiseta.
Recojo mi blazer del lugar en el que lo aventé el viernes en la tarde.
Siento vergüenza por las arrugas y trato de alisarlas. Pero
simplemente no hay manera de salvar esta aburrida monstruosidad
azul marino.
Bajo las escaleras de dos en dos. En mi casa hay una política de no
usar zapatos adentro, así que mis pies con calcetines resbalan en el
piso de madera y solo me salvo de caer al sujetarme de la isla de la
cocina.
—Un día vas a romper algo —me advierte mamá.
Está sentada frente a la isla, leyendo el periódico en su iPad. Mamá
está vestida y lista para su jornada. Su cabello rubio artificial está
sujeto en una cola de caballo. En su plato hay un montón de hot
cakes que hizo mi papá y mi estómago gruñe al verlos.
—Deberías comer algo rápido, boytjie —dice papá.
Aún conserva su acento sudafricano, a pesar de haber vivido en
Estados Unidos ya casi dos décadas. Mamá es blanca y papá es de
raza mestiza. Cuando yo era más joven no comprendía las miradas
que les lanzaban, las miradas que me lanzaban, pero ahora lo
entiendo. La gente tiene una idea de lo que debería ser el amor, y
que mis padres se amaran no entra en el panorama perfecto de
nadie. Papá siempre ha dicho que los racistas son personas tristes
que tratan de hacer que el resto del mundo sea igual de triste; que su
odio es algo por lo que deberíamos sentir compasión porque les
impide vivir plenamente.
Mi teléfono vibra. Lo saco del bolsillo y abro el chat de los tres
mosqueteros que tengo con Donny y Priya. Después de terminar el
libro de Dumas el verano pasado, los convencí de que vieran la
película conmigo. Todo esto de «todos para uno y uno para todos»
era tan genial que me pareció hecho específicamente para nosotros.
Veo con rapidez los memes que Donny envió anoche y encuentro
el mensaje que dice que ya está aquí.
—No tengo tiempo —respondo y me dirijo a la alacena en la que
mamá guarda las barras de cereal.
Siempre se asegura de tener algunas a la mano porque casi todas
las mañanas se me hace tarde. Rasgo la envoltura y le doy una gran
mordida.
—De ti sacó que se le peguen las sábanas, querido —le dice mamá
a papá.
—Bueno, yo tengo una excusa: mi cuerpo todavía no se adapta a
este huso horario.
—Ya pasaron veinte años. Creo que esa excusa ya no sirve.
Mamá y papá se conocieron cuando ella hacía trabajo voluntario
en una iglesia en Sudáfrica. Por casualidad, mi papá asistía a la
misma iglesia. Se enamoraron y, el resto, como ellos dicen, es
historia.
—¡Bye! —me despido y me apresuro a salir de la cocina.
Me detengo en la puerta para ponerme los zapatos de la escuela,
tomar mi mochila del perchero, colgármela en bandolera y engullir
el resto de la barra de cereal.
—Que tengas un día excelente —grita papá.
—Te amo —agrega mamá.
—Yo también —respondo con la boca todavía llena.
Salgo de la casa y camino hacia el coche deportivo que ningún
adolescente debería tener. Me subo al asiento trasero. Donny maneja
y Priya está en el asiento del copiloto.
—Donny, cuando vayas a Caltech, por favor inventa una alarma
que sí me despierte —exclamo a modo de saludo.
Tanto Donny como Priya ya fueron aceptados en la universidad de
sus sueños. En pocos meses, Donny se irá a Pasadena y Priya a la
UCLA. Yo todavía estoy esperando noticias de Tisch. Cada vez que
pienso que mi sueño está en la cuerda floja me dan náuseas. En estos
días sabré si pasé el examen.
Es triste pensar que estas rutinas matinales acabarán pronto.
Donny y yo nos conocimos en el primer año de preparatoria, y desde
entonces somos los mejores amigos. Priya nos adoptó varios días
después e insistió en que, sin ella, Donny y yo estaríamos perdidos
como ovejitas. Nunca lo admitimos frente a ella, pero probablemente
tenía razón.
—Hay una manera —dice Priya—. Se llama fuerza de voluntad.
—Suenas igual que Yazz.
—La Fuerza la acompaña —agrega Priya.
—Priya me obligó a ver Star Wars otra vez. —Donny me mira por
el retrovisor—. Debiste venir.
—No, ustedes necesitan pasar solos sus noches —respondo.
—Si pasan cualquier película de Star Wars en un cine, es obvio que
debo ir —explica Priya—. Es una tradición familiar. Mi papá se
aseguró, literalmente, de que fuera la primera película que recordara
haber visto. Si algo tiene mi padre, es dedicación.
—¿Tu mamá sigue insistiendo en que se deshaga de su colección
de figuritas? —pregunto.
Priya resopla.
—Creo que eso solo será posible si él muere. Hay tres cosas que mi
padre ama más que cualquier otra cosa en el mundo: su familia, su
trabajo y su colección de Star Wars.
—Mi papá es igual con el Manchester United —digo—. Este fin de
semana se despertó a las tres de la mañana para ver cómo Chelsea
los hacía papilla.
—Me gustaría que mi papá tuviera un pasatiempo —interviene
Donny—. Así no me molestaría con mis calificaciones todo el
tiempo. Quiere que mejore mis resultados de matemáticas.
—Imposible —digo—. Hasta que apareciste, ni siquiera sabía que
alguien podía tener una calificación tan alta en matemáticas.
Donny ríe.
—La capacidad matemática y los nombres desafortunados son
tradición de los Duckworth. —Cuando se detiene en el semáforo,
gira la cabeza para mirarme—. ¿Hiciste la tarea? —pregunta—. Tuve
problemas con las dos últimas ecuaciones.
—Por favor, Donald, no arruinemos la mañana de Kai
preguntándole sobre matemáticas.
Mi pésimo rendimiento en matemáticas es, desde hace mucho
tiempo, motivo de broma entre mis amigos, así como aquel examen
legendario en el que solo tuve una ecuación correcta, nada más. Si
me preguntan, eso fue un éxito.
Priya tiene permiso de llamarlo Donald; pero nadie,
absolutamente nadie, puede usar su nombre completo: Donald
Duckworth IV. No bromeo, el apellido de la familia se ha heredado
de una generación a otra como una preciada reliquia familiar. Alerta
de spoiler: no lo es.
Priya me mira.
—Por cierto, ¿acabaste el guion? Hoy es la fecha límite, ¿no?
—Todavía me falta terminar algo, lo haré a la hora del almuerzo —
mascullo—. Creo que tengo una cita en el laboratorio de
computación.
Para cada una de las obras que estudiamos, la maestra de Teatro,
la señora Henning, deja que sus alumnos audicionen para escribir
una obra escolar. La fecha límite para la de Romeo y Julieta es hoy, al
final del almuerzo. Todavía me falta el final. Todas mis ideas apestan
y he pasado horas mirando el cursor que parpadea, la página en
blanco que refleja mi mente en blanco. Pero es ahora o nunca. El año
pasado estuve muy cerca de ser seleccionado: mi versión moderna
de Hamlet quedó en segundo lugar. Esta vez quiero que me elijan a
mí. Es uno de mis objetivos para el último año.
—Pues apenas te queda tiempo.
—No tienes que decírmelo, Priya —respondo.
Priya solo deja que sus amigos la llamen por su nombre corto. Dice
que es un premio para todos aquellos que invirtieron tiempo y
esfuerzo en aprender a pronunciar correctamente su nombre
completo. Hay una cosa que Priyanka Reddy no tolera: la pereza.
Donny es solo Donny para todos, es exactamente lo contrario. Quizá
sí están verdaderamente hechos el uno para el otro.
—¿Todavía no está bien? —pregunta Donny.
—Cada palabra es como si me arrancaran un diente. —Cierro los
ojos—. No he estado inspirado. Es difícil volver a narrar Romeo y
Julieta. —«Sobre todo cuando no tengo ninguna experiencia real de
salir con alguien», esto es lo que no agrego—. Pero estoy decidido.
Este año tengo que ganar.
—Lo importante es el potencial. Estoy segura de que Henning
busca eso, no la perfección. Tienes talento, así que no dudo en que lo
harás muy bien.
Priya abre la guantera y saca su bolsa de maquillaje. Aunque sea el
coche de Donny, también es parte de nuestro grupo. El Patomóvil
tiene pedacitos de todos nosotros.
La verdad es que la familia de Donny tiene tanto dinero que ni
siquiera saben qué hacer con él. Cuando utilizan por ahí el término
«dinero de generaciones pasadas», la familia Duckworth está
definitivamente en la lista. Para el cumpleaños de Donny el año
pasado sus padres le compraron este hermoso Mustang rojo, con
rayas deportivas hasta la cajuela. Al principio, Donny estaba
eufórico, pero cuando vio la placa personalizada CUAC IV se negó
categóricamente a manejarlo. Por supuesto, Priya y yo lo
convencimos de lo contrario, porque ¿a quién le importa una
estúpida placa? Y a partir de ese día, los tres mosqueteros contaron
con un corcel para cabalgar.
Después de un trayecto rápido de diez minutos entramos al
estacionamiento de la escuela. Mi casa es la que está más cerca —no
en un fraccionamiento—, por eso a mí me recogen al último.
—¡Ah! Ya salió el último número del Herald —dice Priya mirando
su teléfono.
—Para odiarlo tanto, eres bastante diligente con la lectura de los
editoriales de Shannon.
—Puedo odiar a la persona, pero aprecio su trabajo —exclama
fulminándome con la mirada—. Soy capaz de aceptar las diferencias.
—¿Algo bueno? —pregunta Donny cambiando de tema.
—Hay una entrevista con la última ex de Bryson.
—¿Quién le pidió a Bryson salir la semana pasada? —pregunto.
—Isabella, va conmigo en la clase de Biología —responde Priya.
—¿Cuál?
Hay cuatro alumnas de último año que se llaman Isabella.
Bajamos del Patomóvil y Priya abre su Instagram. Presiona
#SalConmigoBrysonKeller y nos muestra una foto. Es de una chica
morena y Bryson.
—Isabella Mendini. —Priya voltea la pantalla hacia ella y suspira
—. Debería ser ilegal que Bryson tenga esa estructura ósea.
No se equivoca. Por supuesto, mi admiración solo se expresa de
lejos y en secreto. Mi corazón late por otra persona.
Como si mis pensamientos lo hubieran invocado, mi amor no
correspondido aparece caminando tranquilamente. Isaac es alto, de
pelo rubio rizado y ojos azules que me recuerdan el océano. Lleva el
blazer sobre el hombro y un balón de futbol bajo el brazo. ¿Por qué
necesita un balón de futbol para ir a la escuela? Quién sabe, pero es
una imagen común cuando se trata de Isaac.
Nos dirigimos hacia la entrada de la escuela, estudiando el caos
que nos rodea. Desde que empezó la apuesta, los lunes en la mañana
se han convertido en un circo. Una multitud espera en la entrada;
casi todos son espectadores. Bryson ha respetado la regla de que solo
pueden participar las del último año. Parece que todos están
esperando la llegada del hombre del momento.
—Es increíble cómo se ha hecho popular la apuesta —dice Donny.
Cuando empezó, la mayoría de las chicas que invitaban a Bryson a
salir eran porristas o pertenecían al equipo de futbol. Luego fueron
las de la clase de Teatro. Pero ahora la apuesta está ahí, para todos, y
muchas personas que no tienen una verdadera relación con Bryson
ni con esas actividades lo invitan a salir por diversión.
—Escuché a Eric decir que si él pudiera salir con Bryson, lo haría
—dice Priya.
Trato de no reaccionar ante la noticia de que otro chico quiere salir
con Bryson.
—¿Eric? —pregunta Donny—. ¿El gay?
Estoy seguro, casi ochenta y cinco por ciento seguro, de que Donny
no tendría problema con que yo fuera gay. En general es muy
comprensivo. Pero cuando dice cosas como esta, lo dudo.
Priya le da un golpe a Donny en el brazo.
—Eric Ferguson —dice—. Ese es su nombre.
Tengo pensado decirles a Priya y a Donny… después de la
graduación de prepa. No planeo salir del clóset hasta entonces,
porque incluso en una escuela en la que hay alumnos declarados y
orgullosos, y hasta un club activo LGBTQ, «gay» sigue siendo una
etiqueta. No importa que Eric sea campeón estatal de ajedrez o que
incluso sea el hijo de la directora adjunta. Eso es secundario a su
sexualidad. Es el problema de las etiquetas: se te pegan como si
fuera un chicle no deseado. Por eso tengo tanto cuidado de que no
me etiqueten. Sobre todo, no quiero ser Kai Sheridan, el gay.
Donny se encoge de hombros.
—Quiero decir que nunca especificamos que un chico no podía
pedirle a Bryson que saliera con él, ¿o sí? Entonces, cualquiera
podría pedírselo si lo desea.
Toda esta plática sobre homosexualidad pone mis alarmas en
alerta. Trato de no moverme, de fundirme con mi entorno.
—De cualquier forma, eso no importa —continúa Priya—. Estoy
segura de que Eric ya tiene novio. Así que supongo que nunca lo
sabremos. —Mira su reloj—. Tengo que ir a mi casillero antes de la
asamblea.
Cada lunes en la mañana la Academia Fairvale lleva a cabo una
asamblea en el auditorio, y nuestro director da los anuncios de la
semana y hace un resumen del prestigio que los equipos de deportes
le brindan a la escuela. Para mí está bien, porque mi primera clase,
Teatro, es en el mismo edificio, así que no tengo que salir cuando la
asamblea termina. Es muy conveniente.
—No llegues tarde —digo.
—Exacto. No puedo arriesgarme a que me castiguen por llegar
tarde.
Priya pone los ojos en blanco. Cualquier cosa que moleste a los
maestros significa que nosotros tenemos que renunciar al descanso
del almuerzo como castigo; llegar tarde es lo primero en la lista. En
caso de faltas más graves nos sancionan con puntos; si acumulas seis
puntos, te castigan la tarde del viernes. Y si llegas a treinta, tendrás
que pasar un sábado en la escuela con Ferguson, la directora
adjunta.
—Bueno, nos vemos al rato, chicos —digo—. Tengo una cita con la
Gran Bertha.
—No más refresco. Bebes demasiado. Te va a matar.
—Sí, mamá —le digo a Priya.
—Déjalo vivir —agrega Donny.
—Permitir un mal comportamiento es parte del problema. —
Voltea hacia mí—: Te apartaremos un lugar.
Tras decir esto, Priya se marcha.
Donny trota tras ella. Me dan envidia. Cierro los ojos un segundo e
imagino que Isaac camina conmigo hasta mi casillero; que hacemos
las cosas normales y cotidianas que pueden hacer las parejas
heterosexuales.
Abro los ojos con un suspiro. A juzgar por la muchedumbre,
parece que Bryson llegará tarde hoy. Me dirijo a la máquina
expendedora que está apretujada entre dos hileras de casilleros.
Desde que la junta escolar inició el programa para disminuir el
consumo de azúcar, esta máquina es la última en su tipo. Y yo no
puedo sobrevivir sin mi dosis diaria de azúcar.
La máquina expendedora es vieja y necesita que le den
mantenimiento, pero ninguno de los alumnos se atreve a
mencionarlo, por miedo a que la Gran Bertha sea la próxima en
recibir el hachazo. Mientras libro batalla contra ella, Shannon
Flockhart y Natalie da Silva se detienen frente al casillero de Natalie.
—Tiene que ser esta semana. Hoy tengo que ser yo quien le pida a
Bryson Keller que salga conmigo —dice Shannon—. La próxima
semana es la fecha límite.
—¿Y si vuelves a perder tu oportunidad? —pregunta Natalie;
luego mira su reloj—. Quizá alguien ya le pidió salir con él.
—No es posible. Dustin dice que Bryson llegará tarde hoy. Así que
solo tengo que atraparlo antes de la primera hora. Ya tengo todo
planeado. —Shannon suspira. Se acerca a Natalie para murmurarle
algo al oído, pero lo que Shannon no ha entendido es que murmurar
significa, en realidad, bajar la voz—. Y así puedo tener los toques
finales de mi historia. Un recuento de primera mano sobre lo que
significa salir con el chico más popular de la escuela: una mirada
profunda de la cultura en una preparatoria privada y el fenómeno
de el chico. Esto definitivamente me sacará de la lista de espera de
Stanford.
—¿Estás haciendo todo esto solo por una historia? —pregunta
Natalie.
—Tengo la capacidad de concentrarme en más de una sola cosa.
Puedo obtener mi historia, salir de la lista de espera y ganarme el
corazón del hombre de mis sueños. Tengo todo resuelto.
—Sí sabes que se supone que esto es un juego, ¿verdad? Él no está
buscando nada serio con nadie.
Por último, con una patada fuerte, la Gran Bertha libera mi botín.
Voltean a mirarme, sorprendidas. Me sonrojo y me inclino para
recoger el refresco. Deciden que no soy una amenaza y retoman su
conversación. No las estoy escuchando a escondidas, lo juro.
—El amor llega cuando menos lo esperas —dice Shannon.
—Y ¿qué? ¿Bryson y tú son perfectos el uno para el otro?
—Sí —responde Shannon—. Lo supe en el momento en que nos
besamos.
—Como amiga, creo que es mi deber recordarte que eso sucedió
mientras jugábamos botella, así que no creo que cuente.
—No importa. Todo lo que necesito son cinco días para
demostrarle a Bryson Keller que somos almas gemelas.
Sacudo la cabeza y dejo a Shannon con su fantasía. Todos tenemos
derecho a tenerlas. Después de todo, en la mía Isaac y yo rentamos
un departamento en la ciudad de Nueva York y tenemos un
cachorro que se llama Dobby, el perro doméstico; somos muy felices
juntos.
La lata se abre con un satisfactorio clic. Estoy tomando el primer
trago cuando Louise Keaton se tropieza conmigo y hace que la lata
salga volando. El refresco se chorrea por todos lados, principalmente
sobre mí.
—¡Mierda! —exclamo mirando mi uniforme empapado y
manchado.
Louise está distraída. Platica por teléfono.
—¡Qué! ¿Estás viendo el coche de Bryson? ¿Dónde?
Por un momento me pregunto si esto es personal, porque Louise
Keaton es mi exnovia. Ni siquiera estoy seguro de que puedo
llamarla así, ya que nuestra «relación» duró menos de dos semanas.
En el primer año le pedí que saliera conmigo para integrarme. Todo
el mundo salía con alguien y Louise decía que mis pecas le
recordaban a las estrellas. Me gustó su alma poética y por eso me
lancé. Nuestra relación iba bien… hasta que fuimos al cine un
viernes en la noche. Tener que mentirle a Louise cuando estábamos
solos era demasiado. Lo terminé. Ahora, si alguien me pregunta por
qué no tengo novia, miento y digo que mis padres son
extremadamente estrictos.
—¡Muchas gracias, Louise! —grito a su espalda.
Ella ya salió disparada por el pasillo y yo me quedo solo. El frente
de la camisa se pega a mi cuerpo y puedo oler el refresco. Todos
empiezan a mirarme fijamente y me sonrojo por la atención. Sin más
opción, cambio de dirección y me dirijo al primer sanitario. Suena la
campana. Llegaré tarde a la asamblea.
Solo espero que no se den cuenta porque no me puedo permitir
estar castigado durante el almuerzo, hoy no. Necesito terminar mi
guion si quiero tener alguna oportunidad de cumplir la fecha límite.
Me quito el blazer y desanudo la corbata. Trato de limpiar tanto
refresco como es posible de mi camisa blanca. Al final, estoy
empapado y el olor del refresco sigue pegado. Al ver el daño frente
al espejo, sé que no puedo hacer más. Molesto, me dirijo al auditorio.
—Llegas tarde a la asamblea, Kai —dice Ferguson, la directora
adjunta. Está parada frente a la puerta del auditorio. Tiene el mismo
cabello pelirrojo brillante que su hijo. Sus labios carmesí se fruncen
con desaprobación. Me mira de arriba abajo—. ¿Qué diablos te pasó?
—Perdón, señora. Alguien tropezó conmigo y provocó este lío.
—Mmm. Llegas tarde, sucio… —entrecierra los ojos y estudia mi
mandíbula— y sin rasurar. Tengo que reportarte. Ven conmigo.
Musito una queja. Sé que estoy a punto de recibir mi primer lote
de puntos de castigo en mi vida. Mientras sigo a la directora adjunta
Ferguson, no puedo evitar maldecir a Louise Keaton y al mismo
Bryson Keller.
No es así como quería empezar mi lunes en la mañana.
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Con un puñado de sanciones, me dirijo a Teatro. También a esto


llego tarde. La gran puerta de dos hojas de metal se abre con un
rechinido, anunciando mi llegada a la clase. La señora Henning da
vueltas a mi alrededor en una ráfaga de pulseras y pañoletas, y me
perfora con su mirada acusatoria.
—Llegas tarde, Kai. —Puedo sentir el rubor que invade mi rostro.
Más que otra cosa, odio ser el foco de atención—. Ya deberías saber
que el escenario no espera a nadie. Y las disculpas significan muy
poco en el teatro. —La señora Henning sacude la cabeza—. Apúrate
e incorpórate. Estás interrumpiendo la clase.
—Perdón —mascullo.
—Muy bien. —La señora Henning vuelve la atención al resto de la
clase—. Como pueden ver, ya todos tienen pareja. Pero
afortunadamente para ustedes, esta mañana hay otro retrasado.
Encontrarás la tarea en la silla que tienes enfrente. Trabajarán juntos.
Prepárense para presentarla el viernes. Sin excepciones.
Asiento y camino hacia el escenario. Es un trayecto largo. El
auditorio es grande y lo acaban de renovar. Tengo que pasar hileras
e hileras de asientos carmesí.
El resto de la clase ya se sentó en el escenario formando un círculo.
Tienen sus textos de Romeo y Julieta abiertos frente a ellos. Tenemos
un verdadero salón con escritorios y sillas, pero la señora Henning
cree que Shakespeare pertenece al teatro y que se debe interpretar,
no leer. En sus palabras: «Es un pecado hacerlo de otro modo». Así,
cada clase interpretamos un papel por turnos. Ella nos exhorta a que
usemos el espacio a nuestro alrededor para convertirnos en los
personajes.
Encuentro un lugar y me siento con las piernas cruzadas, mi blazer
arruinado a un costado. Saco mi ejemplar deteriorado de Romeo y
Julieta de mi mochila y lo abro en la página en la que nos habíamos
quedado. El beneficio de llegar tarde es que evité que me asignaran
un papel. Esta es mi parte menos favorita de la clase de Teatro.
La única razón por la que tomo esta clase es la señora Henning.
Peleó para que se incluyera el curso de redacción de guiones en el
plan de estudios, y por eso siempre ha sido mi maestra favorita, por
eso y porque sus historias de fama y fortuna son muy divertidas. La
señora Henning ha sido «la protagonista de la televisión diurna».
Interpretó los dos papeles de unas hermanas gemelas idénticas que
eran la heroína y la villana de la telenovela Mi rostro, tu vida. Pasé
toda una tarde en YouTube mirando los videos del programa. Tenía
de todo: gente rica que era horrible, asesinatos y amoríos; incluso
invasiones extraterrestres. Absolutamente adictiva.
Escucho las lecturas y encuentro la escena correcta. Es la parte de
la pelea: Mercurio acaba de morir y después sigue la muerte de
Teobaldo. A Isaac lo eligen para el papel de Romeo y, de nuevo,
maldigo a Louise y a Bryson por hacerme llegar tarde. Casi me
pierdo tener una excusa legítima para mirarlo con atención.
Demasiado pronto llegamos al final del acto y la señora Henning
alza la mano para detenernos.
—Buen trabajo. Creo que será todo por hoy. Vuelvan a formar sus
parejas y pónganse de acuerdo con la tarea.
Observo a Isaac y a su compañero; desearía haber tenido la suerte
de trabajar con él. En la escuela nunca he hablado realmente con
Isaac, aparte de algunos saludos aquí y allá. Pasa lo mismo con el
resto del equipo de futbol. No estamos en los mismos círculos. Los
futbolistas son los reyes de la Academia Fairvale y yo no soy más
que un pobre campesino; nunca he tenido problema con eso. No
necesito popularidad porque el anonimato es lo más seguro para mí.
Puedo existir con mis secretos intactos.
Las puertas se abren y todos volteamos a ver al hombre del
momento, que entra tranquilamente al auditorio. Bryson está
despeinado; su aspecto es natural y tranquilo. Verlo así me molesta
más de lo que debería.
—Perdón por llegar tarde, señora Henning.
Bryson se detiene en la primera fila.
—Bienvenido, señor Keller. Me alegra que haya podido incluirnos
en su apretada agenda. Espero que tenga presente que tenemos una
cita a la hora del almuerzo. Usted también, Kai.
La señora Henning nos mira a Bryson y a mí. Me gustaría ser el
tipo de persona que puede formular un argumento sobre lo injusto
que es que me castiguen dos veces por el mismo delito. En serio,
¿dónde está la justicia en el mundo?
—Kai, por favor explíquele la tarea a Bryson —continúa la señora
Henning.
Nada contento con el giro de los acontecimientos, asiento y me
pongo de pie. Tomo mis cosas, me dirijo a las escaleras y bajo del
escenario. Me acomodo en uno de los asientos plegables y coloco mis
cosas a mi lado. Bryson no deja de revisar su teléfono.
—Toma —digo molesto—. Aquí está. —Le paso una copia de la
tarea—. Tenemos que elegir una escena de una película adaptada de
Shakespeare e interpretarla el viernes.
Bryson acepta el papel y lo toma de mi mano.
—¿Estás bien?
—Perfecto. Muy bien.
Bryson comprende el sarcasmo, porque levanta la mirada. Sus ojos
azules tienen la capacidad de mirar tu interior.
—¿Pasa algo?
—No —miento—. Terminemos esto. Tenemos que ponernos de
acuerdo para reunirnos. Dime cuándo puedes.
Mientras más pronto hagamos planes, más pronto puedo tratar de
convencer a la señora Henning de que me levante el castigo. Tengo
que terminar mi guion. Es mi última oportunidad. Y está fuera de
duda que alarguen el plazo.
—Mañana y el jueves tengo práctica de futbol y el miércoles en la
noche tengo partido.
Antes de que pueda responder, su teléfono suena. Reconozco el
tono de llamada. Es una canción poco conocida de mi grupo indie
favorito: The Graces. Me sorprende que, de todas las personas,
Bryson Keller conozca música que no es tan famosa. Bryson mira la
pantalla y veo quién le llama: «Papá». Desliza el pulgar por la
pantalla bastante resquebrajada e ignora la llamada.
Bryson suspira. Antes de sentarse junto a mí, levanta mi blazer.
Pone el brazo en el reposabrazos y nos tocamos.
—¿Estás libre esta tarde?
Desde nuestros brazos levanto la vista. Nuestras miradas se
encuentran, es absolutamente perturbador. Esto es lo más cerca que
jamás he estado de Bryson Keller. Aparto mi brazo. Bryson frunce el
ceño.
—Mmm, sí. Estoy libre —respondo.
—Entonces veámonos para por lo menos decidir qué película
vamos a interpretar.
—Okey. ¿Dónde?
—Conozco una muy buena cafetería —dice Bryson—. Si quieres
podemos ir allí.
—Claro.
—Entonces veámonos en el estacionamiento después de clases.
—Suena bien.
Me pongo de pie.
—¿Adónde vas? —pregunta.
—A rogar por mi vida.
La señora Henning está sentada en la primera fila, hojeando unas
notas. Conforme me acerco a ella, respiro profundamente para
tranquilizarme. Ella levanta la vista.
—¿Qué se le ofrece, Kai?
—Mmm… de hecho, señora… —tartamudeo—, me preguntaba
si… no, esperaba que… que me quitara el castigo hoy. ¿Puedo
hacerlo mañana?
—¿Y por qué haría eso? —pregunta la señora Henning—. Hoy
llegó tarde, y por eso debe cumplir hoy con el castigo.
—Esperaba trabajar en mi guion durante el almuerzo. Ya casi lo
acabo y solo tengo que trabajarlo un poco más para tenerlo listo
dentro del plazo. Si no lo hago, no podré presentarlo.
—La gestión del tiempo es importante, Kai. Entiendo que hay
imprevistos, pero no puedo darte un trato especial. Cuando me
dirigía a la audición para Elphaba me rompí un dedo del pie. Pero
¿acaso dejé que eso me detuviera? Por supuesto que no. Me aguanté
el dolor, llegué a tiempo y fui sensacional.
Ya no hay nada más que pueda hacer o decir. Lo único que en
verdad quería hacer este año se esfumaba frente a mis ojos. Me
hubiera encantado escribir la obra de teatro en mi último año en la
Academia Fairvale; una pequeña manera de dejar mi huella. Para mí
era importante y ahora ya no hay remedio, todo por culpa de Bryson
Keller y esa estúpida apuesta.
Regreso a mi asiento.
—¿Por qué llegaste tarde? —le pregunto.
Quiero decirle por qué yo llegué tarde. Quiero decirle a Bryson
Keller cómo echó a perder no solo mi día, sino mi año. Estoy enojado
y molesto con él. Quizá no sea justo, pero ahora no me importa.
—Cosas de familia. —La expresión de Bryson es confusa e intensa,
casi calma mi enojo, pero entonces su teléfono vibra al recibir un
mensaje—. Todo el mundo se está preguntando con quién voy a salir
esta semana.
Sonríe y muestra sus dientes perfectamente blancos.
—¿Con quién?
Juro por Dios que si es Louise Keaton me voy a volver loco.
—Todavía con nadie. Son las 9:10 y sigo soltero —dice—. Hace
siglos que esto no pasaba. Lo extrañaba.
Me enfurece que todo esto haya pasado sin ninguna razón en
particular, así como su actitud desenfadada. Me embriaga la furia y
la decepción. Me da una confianza que nunca había sentido antes.
—No, no lo estás —exclamo.
Bryson me mira de nuevo.
—¿Eh? —pregunta. Claramente está confundido—. ¿Qué quieres
decir?
—Que no eres soltero. —Lo hago. Digo las palabras que nunca
pensé decir—: Yo te estoy invitando a salir. Soy el primero, así que
esta semana sales conmigo.
En ese momento suena la campana, pero Bryson y yo nos
quedamos sentados. Nos miramos fijamente. Con cada latido del
corazón, mi confianza y enojo se marchitan y mueren. Muy pronto
me quedo con las consecuencias de lo que acabo de decir, de lo que
acabo de hacer y de todo lo que significa.
Bryson estalla en carcajadas. Es demasiado ruidoso. Está claro que
piensa que es una broma. Y yo sé que sería más seguro para mí
también reír. Estoy en el último año de preparatoria. Durante estos
tres penosos años me las he arreglado para mantener en secreto que
soy gay, y así, de pronto, abro de una patada la puerta del clóset. Al
oírlo reír me doy cuenta de que no quiero que piense que esta es una
broma. Que yo sea gay no es algo que dé risa. Quiero que sepa que
hablo en serio.
Entonces me inclino hacia él hasta que nuestros rostros están a solo
unos centímetros de distancia. Su risa se apaga.
—¿Qué haces?
Se aparta para aumentar la distancia entre nosotros, pero no dejo
que eso me detenga. Quizá mi rostro está ardiendo, pero también
mis entrañas.
Acorto la distancia una vez más.
—No bromeo —digo—. ¡Sal conmigo, Bryson Keller!
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«¿Qué acabo de hacer?».


Es una pregunta que me repito una y otra vez en mi mente. El
terror es cada vez mayor conforme me dirijo a la clase de Inglés. No
puedo llegar tarde también a la segunda clase, así que aunque esto
signifique volver a ver a Bryson, corro. En cualquier otro caso esta
sería la última vez que viera a Bryson en el día, pero no hoy. Hoy
estoy castigado con él a la hora del almuerzo.
«¡Dios mío!».
«¿Por qué hice eso?». Esta es otra pregunta que golpea al ritmo de
mi corazón galopante. ¿En qué momento en esta Tierra de Dios algo
me poseyó para salir del clóset con el chico más popular de la
Academia Fairvale? Nunca he estado muy convencido de todo este
asunto de salir del clóset, quizá porque la única vez que lo hice, mi
mejor amigo de ese entonces me ghosteó. Las pijamadas terminaron,
así como las invitaciones a nadar. Era como si yo ya no existiera. Al
final fuimos a diferentes preparatorias, pero las cicatrices de ese niño
de trece años que fui siguen doliendo aún ahora, como una rodilla
en invierno.
Así, salvo con algunos chicos al azar con quienes he chateado en
línea desde entonces, no he salido del clóset con una sola alma. Ser
un adolescente gay atorado en el clóset es muy solitario y aislante.
«¡Dios mío! ¿Por qué hice eso?».
No soy abiertamente religioso. No es que no crea en un poder
superior ni nada de eso. Me gusta mucho la idea de que alguien
siempre me está cuidando, al menos hasta el momento en el que
hago cosas que harían que Jesús se sonrojara. Pero en este segundo
no hubiera rechazado algún tipo de milagro.
En realidad, cualquier tipo de milagro.
Por primera vez soy abiertamente gay con alguien de la Academia
Fairvale. Tengo ganas de vomitar. No puedo concentrarme en nada
de esto, no cuando los cinco minutos para cambiar de salón se están
acabando. Salgo a toda carrera del bloque A hacia el bloque B.
La Academia Fairvale está dividida en dos edificios principales;
cada bloque consta de tres pisos y nuestras clases, salvo por el
gimnasio, se dividen entre ambos. Aparte de Teatro, el resto de las
asignaturas se lleva a cabo en el bloque B.
Bajo las escaleras de dos en dos y entro al gran patio que divide
ambos edificios. No soy el único alumno que corre para ganarle al
reloj. Me las arreglo para desplomarme en mi asiento justo cuando
suena la campana del segundo periodo.
Hay otros veinte alumnos en la clase, pero solo uno me preocupa.
Saco mi ejemplar de El gran Gatsby de la mochila y lo abro en la
página en la que nos quedamos la última vez. Bryson llega justo
antes que el maestro. No sonríe y tiene el ceño adusto. Me aseguro
de mantener la mirada sobre las palabras que tengo enfrente. Se
sienta cerca de la ventana. Bryson y yo estamos sentados en la
misma fila. Solo hay un escritorio entre nosotros, y sigue vacío.
Parece que Mary Beth Jones está enferma.
La maldigo.
Nuestro maestro de inglés, el señor Weber, tiene el aspecto de que
acaba de salir de la universidad. Este es su primer año oficial
enseñando, por lo que tiende a hacer todo al pie de la letra. Todo es
igual y todo es increíblemente aburrido.
El señor Weber lee el libro antes de hacer una pausa y alzar la
vista.
—Concéntrese por favor, Bryson.
Durante la mayor parte de la clase hago mi mejor esfuerzo por
ignorar a Bryson. Pero luego pierdo la guerra contra mí mismo.
Volteo para mirarlo a hurtadillas y termino viéndolo directamente a
los ojos. Por segunda vez durante esta hora dejo de respirar.
Rápidamente regreso a mi libro mientras lucho contra el calor que
colorea mis mejillas. Cuando me sonrojo, las pecas que salpican mi
rostro son más evidentes. Ambos son mis rasgos más característicos
y también lo que más odio de mi aspecto.
El resto de la clase me obligo a mirar la misma página. Mientras
mis demás compañeros trabajan, revivo el momento en que le pedí a
Bryson Keller que saliera conmigo. Hice lo que Eric Ferguson había
querido hacer. Me pregunto si fui valiente o estúpido. Ahora ya es
muy tarde.
Suena la campana del final de la clase y meto mi ejemplar de El
gran Gatsby en la mochila sin pensarlo mucho. Salir de este salón de
clase significa dejar a Bryson atrás, al menos hasta el almuerzo.
Me uno al enjambre de alumnos que salen al pasillo y espero
perderme en la multitud. Una mano cae sobre mi hombro y de
inmediato sé a quién pertenece.
—Tenemos que hablar —dice Bryson.
Su aliento me acaricia la oreja y lucho por no estremecerme. En el
tumulto de estudiantes, Bryson choca contra mí y siento su calor en
mi espalda.
—Okey —respondo.
Trato de calmar mis nervios. Solo quiere hablar. Bryson tiene fama
de ser justo. A principios de este año la escuela quería que solo los
de último año que eran atletas pudieran salir del plantel para el
almuerzo. No era la primera vez que los maestros demostraban
abiertamente que los atletas eran los verdaderos dioses en esta
escuela. Y como capitán del equipo de futbol varonil, Bryson está en
el pedestal más alto. Pero argumentó que todos los de último año
debían tener permiso, y ganó. Es una de las razones por las que todo
el mundo lo ama.
—Hola, BK. —La voz de Dustin atraviesa el parloteo que nos
rodea. El corpulento chico, que juega como defensa para los Pumas,
se abre camino entre el mar de cuerpos. Su paso arrogante es una
clara señal de que está plenamente consciente de la jerarquía en la
Academia Fairvale, y sabe que se encuentra en lo más alto.
Nunca pensé que alguna vez estaría agradecido por la masa de
testosterona que es Dustin Smith, pero, conforme se acerca, no
puedo evitar sentirme aliviado. Al menos al noventa por ciento, el
otro diez es decepción, pero eso es fácil de ignorar.
Bryson saluda a Dustin en lo que solo se puede describir como un
abrazo de hermanos y yo me quedo ahí parado, torpe, mientras ellos
hablan. A media conversación, Dustin se detiene y voltea a verme.
—¿Qué haces aquí? —Dustin nos mira a mí y a Bryson.
La mentira llega rápido a mi lengua. Cuando vives en el clóset, las
mentiras salen fácilmente.
—Henning nos puso en equipo a Bryson y a mí en Teatro, así que
tenemos que ponernos de acuerdo para ensayar.
No miro a los ojos a Bryson porque si lo hago sé que la mentira no
será creíble.
—Okey. —Dustin debe creer mis palabras, porque le dice a Bryson
—: ¿Shannon sí te encontró finalmente?
Bryson niega con la cabeza.
—Todavía no la veo. —Suspira—. ¿Por qué? ¿Le dijiste que hoy
llegaría tarde?
—Tendrías que hacerlo ya y terminar con todo. Sabes cómo es. Lo
que Shannon quiere, lo obtiene. Entre más la evites, peor será —dice
Dustin—. Entonces, ¿quién es?
Trago saliva y, aunque no quiero hacerlo, volteo a ver a Bryson.
—¿Quién es qué? —pregunta.
Bryson puede no ser un buen mentiroso, pero fingir ignorancia es
algo que le agradezco profundamente.
—Vamos, hombre. ¿Tu novia de esta semana?
Antes de que Bryson pueda responder, alguien dice mi nombre. Al
principio, pienso que imaginé esa gracia salvadora, pero alzo la vista
y veo a Donny que camina hacia mí.
—¿Qué haces, Kai? —pregunta Donny.
—Hola, Quack —saluda Dustin, usando el apodo que los de
último año le dieron a Donny cuando él iba en primero. El apodo se
le quedó al principio, pero ahora solo Dustin lo llama así.
Bryson le da un golpe a Dustin en el pecho. Y agradezco ese
pequeño gesto.
—Ah, bueno, entonces luego nos vemos, Bryson —digo.
Jalo a Donny conmigo y la campana indica el comienzo de la
nueva clase.
Puesto que Matemáticas está al final del pasillo, llegamos antes
que la maestra, la señorita Orton. Donny saca un cuaderno de su
mochila y lo acaricia como si fuera su posesión más preciada. De
todo lo que ambos tenemos en común, el amor por las matemáticas
no es uno de ellos. En la lista de cosas que odio, el tema se ciñe entre
llamadas telefónicas, y Leonardo DiCaprio y su sed por un premio
de la Academia.
Abro mi cuaderno en la tarea de este fin de semana. Ya sé que está
mal. Y sencillamente ya no me importa. Pero Donny ha hecho que su
misión sea asegurarse de que yo no repruebe. Gracias a él puedo
aspirar a pasar con seis.
—¿Y de qué hablaban tú y el rey? —pregunta Donny.
Sonrío por nuestra broma privada.
—Mmm, Henning nos puso en pareja para un proyecto.
Las mejores mentiras son las que se construyen en verdades. De
ninguna manera le diré a Donny por qué Bryson quería hablar en
realidad conmigo.
—Mala suerte —murmura Donny justo cuando la maestra de
Matemáticas entra al salón.
Todos empezamos a resolver la incógnita x, pero a los treinta
minutos me doy por vencido. X está desaparecida, presuntamente
muerta.
Durante el resto de la clase me quedo sentado y miro el reloj. Cada
minuto me acerca no solo a mi castigo sino también al plazo que no
cumpliré. Cuando suena la campana, el intercomunicador que está
sobre el pizarrón cobra vida. La voz de la secretaria escolar retumba.
—Will Bryson Keller y Kai Sheridan: por favor, repórtense en el
auditorio. Gracias.
Como si pudiera olvidarlo. «Will Bryson Keller y Kai Sheridan: por
favor, repórtense en el auditorio. Gracias».
—¿Para qué? —pregunta Donny—. Pensé que tenías que escribir.
Maldigo.
—Ese era el plan, pero pasaron cosas. —Mi enojo de antes no es
nada más que una brasa pequeña y agonizante—. Llegué tarde.
—Demonios, ¡qué mal! —exclama Donny.
No tiene idea. Cada quién toma su camino y, sin más opción, me
dirijo al auditorio.
Camino hacia la hora que pasaré a solas con Bryson Keller.
4

Me paro frente a las puertas del auditorio y respiro profundo para


tranquilizarme y prepararme para lo que me espera dentro. No
funciona. Sujeto con fuerza la correa de mi mochila en bandolera.
Exhalo. Voy por todo. La puerta se abre y veo a la señora Henning
de pie frente al escenario. Tiene unos papeles en las manos.
—Le agradezco que llegue a tiempo esta vez —dice mirando su
reloj. Me dirijo a ella—. Bueno, cuando el señor Keller decida llegar
dígale por favor que lo ayude.
—¿Con qué?
—Necesitamos organizar la utilería para empezar a preparar
Romeo y Julieta —explica la señora Henning—. Por favor, tenga
cuidado. Algunos objetos los hicieron los alumnos, pero otros fueron
donados por mis colegas. Y por eso son sagrados. —Sonríe—. Tenga
cuidado.
Asiento. Tampoco tengo otra opción. Ella también parece darse
cuenta porque frunce los labios. Se aleja por el pasillo, pero se
detiene a medio camino.
—Por favor, quédense todo el tiempo que dure el almuerzo. Si se
van o se ponen a hacer otras cosas, lo sabré.
Ni cómo negarlo. Entre los alumnos, la señora Henning tiene la
mala reputación de poseer la asombrosa capacidad de saber todo lo
que pasa en el auditorio, esté o no presente. Hace algunos meses
alguien dañó una de las sillas porque, por una apuesta, pasó
corriendo sobre los respaldos; tan pronto como cruzó el umbral, la
señora Henning supo quién había sido. Ahora corre el rumor de que
podría ser bruja.
—Sí, profesora.
La veo salir y me dirijo al escenario. Quiero acabar con esto tan
rápido como sea posible.
El almacén de la utilería es pequeño y está ubicado al fondo del
escenario. Sigue siendo un caos desde que presentamos Hamlet.
Entro al espacio abarrotado, me quito el blazer que huele a refresco y
envuelvo mi mochila con él. Cuando me inclino para organizar una
caja de zapatos viejos escucho un débil toque en la puerta.
Bryson está recargado en el marco y me mira como si me viera por
primera vez, a mi verdadero yo. No puedo decidir si eso es bueno o
malo. Me aclaro la garganta, incómodo.
—Ah, llegaste.
Espero poder ignorar la presencia tan incómoda al otro lado del
pequeño lugar y busco el par del zapato que tengo en la mano. Mi
corazón late con fuerza en mi pecho. Estamos solos y todavía
tenemos que hablar. ¿Debería sacar yo primero el tema? ¿Debería
quedarme callado? No sé qué hacer, qué decir, cómo actuar.
—Perdón por llegar tarde —dice Bryson mientras coloca su
mochila junto a la mía. Tiene dos sándwiches en la mano—. Toma.
Miro su mano extendida.
—¿Esto para qué?
—Pensé que quizá tendrías hambre.
Dudo, considero si debo aceptar el sándwich, pero el fuerte
gruñido de mi estómago toma la decisión por mí. Lo tomo
mascullando las gracias.
Me siento con la espalda contra la pared y le doy una mordida al
sándwich, es de pollo con mayonesa. ¿Sabrá que es uno de mis
favoritos o solo es coincidencia? Bryson se sienta frente a mí. Cruza
sus largas piernas y también empieza a comer.
—Entonces, ¿estás pensando en audicionar para la siguiente obra?
—dice señalando la utilería a nuestro alrededor.
—No. Pensé en escribirla —respondo—. No soy actor.
En parte es mentira, si consideramos que actúo todos los días. He
mentido sobre amores que nunca he tenido, besos con chicas que no
existen. He representado mis propias obras de teatro. Pero no digo
nada de eso. Parece que estamos hablando sobre todo menos sobre el
elefante que está en la habitación. Y para mí eso está bien.
—¿Pensaste? ¿En pasado?
—El plazo para entregar el guion es al final del almuerzo. Todavía
tengo que terminarlo, pero estoy aquí.
—¿Qué pasó? —pregunta Bryson—. ¿Por qué llegaste tarde?
—Tú pasaste —digo.
Sin embargo, el enojo de antes ya casi desapareció. Ahora, el
miedo por lo que pueda pasar entre Bryson y yo requiere toda mi
concentración.
—¿Yo? ¿Qué quieres decir? —Me examina con los ojos
entrecerrados.
Sacudo la cabeza.
—Louise Keaton pasó corriendo para pedirte que salieras con ella
y se tropezó conmigo cuando yo estaba tomando refresco. —Hago
un gesto para mostrarle el estado de mi uniforme. Aunque ya está
seco, sigue teniendo la mancha de refresco de cola—. Eso me hizo
llegar tarde a la asamblea. Así que me castigaron por eso y acabé
llegando tarde también a Teatro; y, bueno, aquí estamos.
—Ah —exclama Bryson. Pasa una mano por su cabello en un gesto
nervioso—. Tu mañana suena peor que la mía. Lo siento. Y también
siento que Henning te haya castigado.
Me encojo de hombros.
—Sigue siendo mi maestra favorita. Así que no puedo enojarme
mucho con ella.
—Tampoco te enojes mucho conmigo, ¿okey? —Bryson me ofrece
una sonrisa—. Henning también es mi favorita. ¿Sabes? Pasé toda
una tarde viendo los videos del programa ese en el que sale.
Abro los ojos como platos.
—¿En serio? Yo también lo hice. —Me río—. Fue toda una
experiencia.
—Esa es una manera de describirlo —dice Bryson sacudiendo la
cabeza.
—¿Y tú? —pregunto—. ¿Piensas audicionar para la obra?
—Tal vez, si me lo permite el futbol. Me gusta actuar, es divertido.
—Aspiraciones para Hollywood, ¿eh?
Vivir a corta distancia de la ciudad de Los Ángeles significa que ha
habido una buena cantidad de exalumnos de la Academia Fairvale
que se han mudado ahí con grandes sueños. La señora Henning ha
invitado como conferencistas a quienes han tenido éxito. No puedo
negar que Bryson Keller es lo suficientemente atractivo como para
ser un actor principal.
—La verdad, no. No es mi sueño. —Bryson se pone de pie. Arruga
la envoltura del sándwich y se la mete al bolsillo para tirarla a la
basura más tarde.
Sonrío. De alguna manera, que Bryson Keller no tire la basura en el
suelo tiene sentido.
—Tenemos que acabar esto antes de que Henning nos castigue el
resto de la semana —dice.
Yo también me levanto, aliviado de que ahora haya un poco de
distancia entre nosotros. Me pongo a hurgar entre las bolitas de
unicel de todas formas y tamaños. El silencio entre nosotros se alarga
y trato de ignorar la creciente incomodidad de este momento.
¿Bryson se sentirá igual?
—Entonces, ¿eres gay?
Me paralizo. Sé que puedo mentir, decir que no; puedo cambiar mi
historia. Pero no quiero hacerlo. Kai Sheridan es gay. ¿Para qué
negarlo? Soy quien soy. Francamente estoy cansado de guardar este
secreto. Es como una bomba de tiempo a punto de explotar y, en este
momento, quiero ver cómo se acaba el tiempo. Ver qué sucede.
—Sí.
Dos letras que cambian todo. Ahora ya no hay vuelta atrás.
Curiosamente no siento el pánico absoluto que pensé que sentiría
cada vez que imaginaba esta situación. Quizá estoy insensibilizado y
este soy yo, preparándome para el juicio que sin duda llegará: si mi
ex mejor amigo no pudo aceptarme, ¿por qué lo haría Bryson Keller?
—Genial.
Esa palabra me estremece de alivio. Aun así, busco los indicios que
mi corazón recuerda. Bryson está de pie junto a una percha en la que
cuelgan los disfraces. Ha dejado de hacer lo que hacía y toda su
atención está en mí. Alzo los ojos de la caja en la que estoy hurgando
y nuestras miradas se encuentran.
Estoy esperando que cambie el «gay» por una acusación, por un
insulto. Estoy esperando que deje de verme como Kai y lo haga solo
como gay. Estoy esperando todo esto mientras recuerdo que ser gay
nunca es una elección. Si así lo fuera, ¿por qué tantos de nosotros
elegiríamos que nos evitaran y hablaran a nuestras espaldas? La
respuesta es simple: no es una elección.
Es tan injusto: como supuestamente eres diferente, tienes que
plantarte y decir que eres diferente. ¿Qué hace que todos los demás
sean normales? ¿Quién decidió eso?
Quien sea, que se vaya al carajo.
—Supongo que no has salido del clóset.
Ahora, Bryson está recargado en la percha de los disfraces. Me
mira de tal manera que me hace sentir como si yo fuera lo único que
importa. No es una pregunta, pero de todas formas respondo.
—Sí. De hecho, eres el primero en la Academia Fairvale que lo sabe
—digo desviando la mirada.
—¿En serio? ¡Guau! Me siento extrañamente honrado —exclama
—. ¿Ni siquiera Donny lo sabe? ¿O Priyanka?
—Nop, ni un alma. —Niego con la cabeza, incrédulo. Salir del
clóset no estaba en mi agenda de hoy.
—¿Qué pasa? —pregunta Bryson.
—Nada. Solo que es… raro. —Luego, con mi mejor voz de actor
maduro, agrego—: Abrir el alma debería hacerse con más grandeza,
¿no?
Los labios de Bryson dibujan una sonrisa.
—No sé nada de eso, pero sí sé que eres valiente. —Deja en el
suelo la caja que está cargando y se sacude las manos—. Perdóname
por reírme. —Bryson se muerde el labio—. No me reí porque fueras
gay. Creo que solo me sorprendió que me pidieras salir contigo.
—Estoy seguro de que hay otros que lo han pensado. —Recuerdo
la conversación de Donny y Priya sobre Eric—. Supongo que les
gané.
—¿Por qué lo hiciste?
—¿Me creerías si te digo que en realidad no lo sé? Lo hice sin
pensarlo. Y luego, cuando te reíste, me di cuenta de que no quería
que pensaras que estaba bromeando. Pero creo que, por el momento,
ya gasté toda mi valentía; quizá la valentía de algunas vidas más. —
Volteo hacia él—. Así que no puedes contárselo a nadie.
—No lo haré —promete Bryson. Su mirada me hace sentir que no
lo hará—. Saldrás del clóset cuando estés listo. Esto será nuestro
secreto.
—¿Esto?
De alguna manera suena como si se refiriera a más que solo este
momento.
—Nuestra relación esta semana. —El silencio se alarga entre
nosotros y Bryson se apresura a llenarlo—. Quiero decir, si tú
quieres fingir salir conmigo los siguientes cinco días. —Se rasca la
nuca—. Tú decides. Sin presiones.
—¿En verdad saldrías conmigo los siguientes cinco días? Quiero
decir… suenas tan tranquilo… de que «salgamos» juntos esta
semana… ¿Dos chicos?
—Cuando me lo propusiste, la verdad sí pensé que estabas
bromeando, pero cuando dijiste que no, me asombré un poco. Nunca
un hombre me había invitado a salir. Y supongo que nunca dije que
no se podía.
Bryson se ocupa y empieza a desenredar una guirnalda de luces.
Fueron las estrellas improvisadas que nuestra Ofelia contemplaba
mientras leía la carta de amor de Hamlet.
—Tú estabas ahí cuando me retaron —continúa Bryson—.
Sencillamente, todos asumieron que la apuesta se limitaba a las
chicas. Pero solo era «la primera persona». He estado pensando en la
razón por la que esto no debería estar permitido. Y la razón es un
poco de mierda. Tú me invitaste a salir y yo digo que sí, como
prometí que haría. Ese es el reto. Yo… yo en serio pienso que el amor
es amor. Y si creo eso, entonces tengo que decir que sí… ¿me
entiendes? —Deja de hacer lo que estaba haciendo y me mira—.
Claro, depende de ti. Avísame qué decides.
—¿Y qué pasa si Shannon te pide salir con ella? Parece muy…
decidida.
—¿Tú también lo notaste? —pregunta Bryson; yo asiento—.
Bueno, le responderé que alguien lo hizo antes que ella. —Bryson se
encoge de hombros—. Es lo justo. Así funciona este juego.
Recuerdo que alguna vez Priya dijo que Bryson se había negado a
volver a su puesto en el equipo de futbol después de que se lesionó.
Se rompió un ligamento y su reemplazo había jugado bien, así que
insistió en quedarse en la banca durante algunos partidos hasta que
recuperara su posición de manera justa y limpia en los
entrenamientos. Por esta razón lo eligieron por unanimidad capitán
este año. Es evidente que Bryson cree en la justicia.
—Gracias —digo con sinceridad.
La sola idea de que Bryson salga conmigo los siguientes cinco días
me parece una fantasía apenas lúcida. No tiene sentido que el chico
más popular de la Academia Fairvale acepte salir conmigo; aun
cuando sea una relación fingida. Sencillamente, cosas como esta no
les suceden a chicos como yo.
Trabajamos en silencio. Mi mente zumba mientras organizo la
colección de máscaras hechas a mano que usamos en la escena del
baile de disfraces en nuestra versión de Hamlet. Encuentro la
máscara de bufón que yo hice.
De alguna manera parece adecuado que ahora tenga estas
máscaras en mis manos, al ver cómo acabo de quitarme la mía por
primera vez. He tenido la máscara tan pegada a la cara… ha sido así
desde la primera vez que me di cuenta de que me gustaban los
chicos. Tenía trece años y me enamoré de Colby Matthews, el
presidente de nuestra clase.
Fue tan repentino. Un día me encontré mirándolo. Me gustó la
manera en la que arrugaba la nariz para acomodarse los lentes.
Cuando me sonreía, mi corazón latía con fuerza. Y hablar con él me
convertía en un caos de sudor y rubor. Fue entonces cuando me di
cuenta de que era gay. Recuerdo haberme sentido triste y molesto
con esta evidencia porque fue casi tres años después de que la
sociedad me había enseñado que ser gay no era correcto.
A los diez años escuché a un pastor de nuestra iglesia que
condenaba la homosexualidad. En esa época no me había dado
cuenta de que su sermón me afectaría. Ahora sé que lo que decía el
pastor era pasar una eternidad en el infierno por algo que no podía
controlarse.
Suena la campana y termina nuestro castigo.
—¿Nos vemos en el estacionamiento después de clases? —
pregunta Bryson mientras recoge su mochila.
Mi corazón se detiene un segundo. Esas son las famosas palabras
que son el preludio de una pelea, y por un momento nos imagino a
Bryson y a mí peleando. La única vez que golpeé a alguien fue en el
jardín de niños, cuando el compañero que estaba a mi lado se comió
mi crayola azul. Pero, aparte de eso, mi historial es impecable. Y
esperaba mantenerlo así.
—¿Qué? —Mi voz salió como un chillido y aclaré mi garganta muy
tarde—. ¿Por qué?
Bryson se endereza la corbata y se faja la camisa. Observo cada
movimiento sin parpadear. Se detiene cuando advierte mi pánico.
—Hicimos planes para reunirnos para la tarea, ¿recuerdas?
No recordaba. Con tanto que está pasando entre nosotros, esta
mañana me parece muy lejana.
—Claro —digo. Suspiro de alivio. ¿Por qué fui tan rápido en
pensar que me estaba amenazando?—. Nos vemos a la salida.
Antes de irse, Bryson voltea a verme.
—Hablaba en serio cuando te dije que tu secreto está a salvo
conmigo —añade—. Puedes confiar en mí, Kai. Lo prometo.
Bryson sale del almacén de utilería y me quedo mirando el lugar
donde había estado; mirando el espacio donde estuvo un chico que
está dispuesto a ser mi novio durante una semana escolar.
Si juego este juego… ¿ganaré o perderé?
5

El día termina sin más contratiempos. He pasado las últimas horas


repasando mi conversación con Bryson en la sala de utilería.
—¿Tierra a Kai? Ya nos vamos —dice Donny. Estamos justo afuera
de las puertas que dan al estacionamiento de alumnos. La luz de la
tarde me hace entrecerrar los ojos—. ¿Estás seguro de que no quieres
que te llevemos?
En general, los tres mosqueteros regresan juntos a casa. O, cuando
Priya tiene práctica de futbol, solo Donny y yo. Con frecuencia paso
la tarde en su casa y mamá me recoge después del trabajo.
—Sí, lo mejor es que Bryson y yo nos pongamos de acuerdo en lo
que vamos a interpretar el viernes. Ya sabes cómo soy con estas
cosas.
Priya me da una palmada en el hombro.
—Por eso nunca voy a entender por qué te obstinaste en tomar
Teatro.
—Nunca he escuchado que alguien se muera por sonrojarse; Kai
estará bien.
—Uy, gracias, Donny.
—Tú puedes hacerlo, amigo.
Él también me da una palmada en el brazo.
—Nos vemos —se despide Priya con un gesto de la mano.
—Hasta luego.
Los miro alejarse. Donny y Priya caminan tomados de la mano
hacia el Patomóvil. Los alumnos se pasean, algunos esperan que
empiecen las actividades extracurriculares, otros hablan con amigos.
Veo a Shannon y a Natalie y no puedo evitar preguntarme si
Shannon invitó a Bryson a salir con ella. Pero estoy muy lejos como
para escucharlas.
Busco en el estacionamiento y veo el coche de Bryson. El Jeep
blanco nieve es casi tan popular como él. Se ha convertido en
sinónimo de su dueño. Fue un regalo de sus padres por pasar el
examen de manejo. En esa época era el coche más caro que tuviera
un alumno de Fairvale. Eso fue hasta que llegó Donny con su
Mustang rojo brillante.
No veo a Bryson por ninguna parte. Saco mi teléfono y consulto las
redes sociales. No hay mucho que ver, así que cierro los ojos y trato
de calmar los fuertes latidos de mi corazón.
—¿Qué haces?
Sorprendido, me tropiezo con mi propio pie y Bryson estira el
brazo para detenerme.
—¿Estás bien? —pregunta.
Me suelta tan rápido como me detuvo.
—Sí. —Me hago a un lado para hacer espacio entre nosotros—.
Perdón —murmuro al tiempo que el calor inunda mi rostro.
Bryson me examina. Levanta su corbata blanca y carmesí y la pone
junto a mi rostro.
—Sip, iguales —dice—. Creo que nunca había conocido a alguien
que se sonrojara tanto como tú. Es divertido. —Está bromeando…
creo. Deja caer la corbata—. Perdón por llegar tarde. Tenía que
hablar con Henning de algo. ¿Listo para irnos?
Asiento. Bryson se pone en marcha y yo lo sigo. Nadie se detiene a
mirarnos porque esto es normal. Solo somos dos tipos que están
juntos. El hecho de que Bryson y yo tengamos en realidad una razón
para pasar tiempo juntos esta semana es la fachada perfecta para
nuestra relación.
¿Debería aceptarla?
El Jeep se abre con un bip; Bryson abre la puerta trasera y avienta
su blazer y su mochila al asiento. Se detiene.
—¿Quieres poner aquí tu mochila o prefieres quedarte con ella?
—Mmm, me quedo con ella.
Bryson asiente y cierra la puerta de un golpe. Se sube al asiento del
conductor y enciende el coche. El sonido del motor que cobra vida
me saca de mi estupor. Abro la puerta del copiloto y me subo a la
guarida del león… o más bien, del puma. Su mochila de deportes
está en el asiento trasero. Está abierta y adentro se desparraman
partes del uniforme de futbol blanco-carmesí.
Pongo la mochila en mis pies y coloco mi blazer sucio sobre mi
regazo.
—Cinturón de seguridad, por favor —dice Bryson al tiempo que se
pone el suyo.
En ese momento suena su teléfono. Me sorprende que no esté en
silencio o vibración. Mi propio teléfono está así desde el día en que
mis padres me lo compraron para mi cumpleaños, hace dos años.
Era una actualización muy necesaria para reemplazar al anterior.
—Hola, mamá. —Bryson sonríe y es deslumbrante. De cerca,
puedo ver el hoyuelo que en general está oculto. No lo conocía hasta
ahora. Solo dura un segundo, antes de desaparecer—. ¿Papá te
llamó? —Suspira—. Si quería traerme a la escuela tenía que llegar a
tiempo.
No puedo escuchar la respuesta de su madre.
—Esperé tanto como pude. Incluso llegué tarde. —Bryson da unos
golpecitos con la mano sobre el volante—. ¿Sábado? ¿Por qué me
pasa recados contigo?
Bryson me mira.
—¿Sabes qué? No importa. Hablaremos cuando llegue a casa.
Llegaré para la cena. Tengo que trabajar con un amigo para una
tarea. —La conversación continúa dos minutos más hasta que
Bryson se despide. Coloca su teléfono en el posavasos entre nosotros
—. ¿Listo? —pregunta.
Asiento. Sale del estacionamiento sin ningún esfuerzo. Cuando
toma la calle principal, enciende la radio. Al instante reconozco la
canción: Art of War, de The Graces.
—Ah, me encantan.
Hay pocas cosas en este mundo que me hacen hablar con emoción
con desconocidos. Mi amor por este grupo es una de ellas. The
Graces es una banda de rock indie que cada año se hace más
popular. Algunos fanáticos acérrimos han empezado a cuestionar si
su creciente popularidad los ha convertido en la corriente
dominante. No me interesa particularmente la política del asunto,
aunque he sido su fan desde el inicio.
El líder de The Graces es Ezra Grace. Es abiertamente gay y, más
que eso, es de raza mestiza, como yo. Ver a alguien que tiene un
aspecto como el mío, que ama como yo, que vive su vida en sus
propios términos hace que este grupo sea especial para mí. También
hacen una música genial.
—¿En serio? A mí también —dice Bryson—. Sus canciones son las
que más escucho en cualquiera de mis listas de reproducción.
Parece tan emocionado como yo. Casi como si mi declaración le
diera permiso, sube el volumen. La voz del cantante principal nos
envuelve. Muy pronto ambos tarareamos y cantamos con el coro. La
música me hace olvidar dónde estoy y con quién estoy.
—No puedo esperar a verlos este viernes —digo cuando el piano
deja de tocar—. Ya era hora de que volvieran a L.A.
The Graces es un grupo de la costa Este, Nueva York es su base. Se
han presentado en varios lugares y la última vez que vinieron a L.A.,
mis padres pensaron que yo era muy joven para ir a verlos. Por fin
soy lo suficientemente grande y por fin podré ver a mi ídolo en
persona.
Bryson sonríe.
—He oído que en vivo son impresionantes. —Cuando llegamos a
un semáforo rojo conecta su teléfono y abre su lista de música—.
¿Con quién vas a ir? ¿Con Donny y Priyanka? —pregunta Bryson y
presiona el botón de reproducción.
—No, solo —admito—. Los viernes en la noche son para Donny y
Priya, y no quise molestarlos. Además, la verdad es que no les
gustan mucho The Graces.
—Ah, yo estoy en la misma situación —exclama Bryson—.
Tampoco a ninguno de mis amigos les gustan. Así que compré mi
boleto. —Bryson examina su teléfono y ajusta el volumen—.
Podríamos ir juntos, si quieres. Podría pasar por ti.
—¿En serio? —Sonrío.
Había pensado pedirle prestado el coche a mi mamá, pero eso me
ahorraría manejar de noche, algo que me pone muy nervioso en L.
A. Además, a nadie le gusta ir solo a un concierto.
—Me encantaría.
—Excelente —dice justo antes de que comience a sonar Left Behind.
Cuando el semáforo se pone en verde, Bryson gira a la derecha y
nos dirigimos al corazón de la ciudad. Fairvale, California, apenas
podría llamarse ciudad y el estilo de vida en este lugar le hace honor
a su apodo: Costas adormiladas. El pueblo está anidado cerca de la
playa. Si abres cualquier ventana podrás no solo sentir la brisa del
mar, sino también olerla. Tenemos todas las franquicias que tiene
una ciudad popular e incluso un centro comercial. El tamaño del
pueblo es suficiente como para que todos se conozcan.
—¿Adónde vamos? —pregunto entre dos canciones.
—A Off the Wall.
Off the Wall es un café al que he ido algunas veces. La última fue
cuando Donny me rogó que lo acompañara en una cita doble. En ese
momento Priya salía con su exnovio, así que Donny quiso superar su
enamoramiento. La cita fue un desastre porque Donny no dejó de
hablar de Priya. Y, por supuesto, a mí no me interesaba la chica que
su cita invitó para mí. Fue en ese momento cuando prometí nunca ir
a otra cita heterosexual en mi vida.
Bryson se estaciona y salimos del Jeep. Entramos al café; es
pintoresco y tiene muebles de distintos estilos. Hay cierta calidez en
tanta aleatoriedad, casi como si el lugar te invitara a relajarte y
respirar, al recordarte que no necesitas ser tan serio todo el tiempo.
En las paredes se alinean estantes de libros y una música suave flota
en el ambiente. Pero, sobre todo, está el aroma embriagador de café
recién hecho.
—¿Qué vas a tomar? —pregunta cuando nos acercamos a la caja.
—Mocaccino con mucha crema batida, por favor. —Me mira con el
ceño fruncido y yo me encojo de hombros—. Me gusta lo dulce.
Bryson hace nuestro pedido: un americano para él y un mocaccino
con crema batida extra para mí. Antes de que pueda encontrar mi
cartera, él ya pagó.
—No te preocupes —dice mientras la barista le da el cambio.
Bryson lo pone en el bote de propinas y camina en busca de un
lugar donde sentarnos. Terminamos en un rincón al fondo. Abarco el
lugar con la mirada en busca de rostros familiares; no porque tenga
miedo, sino porque tengo curiosidad. Estar aquí con Bryson para
hacer un proyecto escolar es perfectamente normal, así que no estoy
nervioso de que me vean. No tengo escrito en la frente que soy gay.
Nadie sabe que le pedí a Bryson Keller que saliera conmigo esta
semana.
Y tampoco nadie sabe que él acepto salir conmigo.
Me tropiezo cuando se me ocurre: «¿Esta es una cita?».
Me siento y Bryson saca la tarea de Teatro. Pasa una mano por su
cabello y un mechón en la frente se queda parado, de una manera
que solo puedo describir como adorable. Coloca la hoja de trabajo
sobre la mesa y queda claro como el día que esta no es una cita; y no
es que yo lo pensara… lo juro.
—Tenemos que escoger una escena de una adaptación de
Shakespeare e interpretarla —digo.
—¿Tienes alguna obra favorita de Shakespeare? —pregunta
Bryson.
—En realidad, no —respondo—. ¿Tú?
—Romeo y Julieta. No la obra, la película. La vieja de los noventa.
—Bueno, entonces podríamos elegir una escena de ahí.
—No, no tenemos que hacer la que a mí me guste.
Río.
—No es eso. Es solo que sé que a la señora Henning le encanta
también esa película. Lo mencionó cuando empezamos a leer Romeo
y Julieta.
—Ah, claro. Buen ojo —exclama Bryson—. Sería inteligente
interpretar la película favorita de la maestra. Levanta el pulgar para
decir que está bien. En ese momento el barista nos trae nuestras
bebidas. Le doy un trago largo y saboreo el chocolate dulce. Luego le
doy otro trago, solo por si acaso.
—¿Bryson?
Ambos nos detenemos al escuchar la voz de Isaac. Bryson mira
sobre mi hombro y le sonríe a mi amado. Isaac se acerca hasta
nuestra mesa. Alzo los ojos y encuentro su mirada. Hace un breve
gesto con la cabeza hacia mí, que apenas alcanzo a devolver.
—¿Qué haces aquí? —pregunta.
—Tarea de Teatro —explica Bryson.
—Ah, sí, yo también tengo que empezarla. ¿Vas bien?
—Estoy en eso —dice Bryson—. ¿Viniste solo?
—Natalie está en el coche —dice Isaac. En ese momento gritan su
pedido—. Ese soy yo.
—Nos vemos.
Isaac se aleja y evito verlo marcharse.
—Tienes algo en los labios.
—¡Demonios! ¿Lo tuve todo este tiempo? —pregunto.
Bryson asiente con una sonrisa y me limpio los labios. Confía en
mí para ridiculizarme frente al chico que me gusta.
—Qué extraño, cuando salimos, Natalie dijo que odiaba el café de
este lugar.
Alzo la mirada.
—¿Isaac y Natalie están saliendo?
—Sí —dice Bryson. Mira su teléfono en busca de videos de la
película—. Pero es muy reciente. —Levanta el rostro al sentir el peso
de mi mirada—. Espera, ¿él te gusta? —murmura Bryson.
Nunca me habían hecho esa pregunta. Y me parece extraño que
sea Bryson quien la haga, pero lo extraño no siempre significa malo.
No hago más que asentir.
—Ah, entonces ¿ese es tu tipo? —Bryson frunce el ceño y sus ojos
miran a todos lados menos a mí.
—No creo tener un tipo —digo—. Solo me gustaba él.
—¿En pasado? —Bryson arquea una ceja. Es fastidiosamente
adorable.
—No es que alguna vez fuera a tener una oportunidad con él.
Sé que era imposible que sucediera algo con Isaac, pero que salga
con alguien no deja de doler. La fantasía de nuestro futuro se
disuelve como una fotografía en llamas.
—Ese es el problema cuando te gusta un heterosexual —continúo
—. La historia siempre termina igual.
Tomo otro largo trago de mi bebida. Bryson me mira fijamente.
—¿Qué? —Me limpio los labios—. ¿Otra vez tengo algo en la cara?
—Solo siento curiosidad por algo.
—¿Qué?
—¿Por qué das por sentado que todos los que te gustan son
heterosexuales?
Encojo los hombros.
—Quiero decir… no lo sé con certeza, pero probablemente Isaac lo
sea. Ahora está saliendo con Natalie, así que en verdad no importa.
—Sí… Isaac es hetero, pero hablo en general, ¿por qué estás tan
seguro de que los chicos que te gustan son heteros?
Muerdo el popote mientras lo considero. Nunca lo había pensado.
Es extraño tener esta conversación con Bryson Keller. Espera que
responda y, finalmente, exhalo y lo hago.
—Creo que eso es lo que me ha hecho creer la sociedad. Todos
dicen que la heterosexualidad es lo normal. Mira en nuestra escuela.
La cantidad de chicos que han salido del clóset se cuentan con una
mano. Estoy seguro de que hay otros que no se han declarado, como
yo, y quizá hasta algunos que ni siquiera están seguros de su
sexualidad. —Me muerdo el labio—. Quizá asumir que todos a mi
alrededor son heteros es un mecanismo de defensa.
—Perdón, tal vez no debí preguntar —suspira Bryson—. Es una
mierda.
—Sí, lo es. Pero me alegra haber salido del clóset con alguien como
tú. —Río entre dientes—. Me pudo haber ido muy mal.
Me mira a los ojos.
—No lo diré, pero en el raro caso de que alguien se entere de que
eres gay y te moleste por eso, llámame.
—¿Mi guardaespaldas personal?
—Un amigo —dice Bryson guiñando un ojo. Su teléfono vuelve a
sonar y responde—. ¿Quieres que pase por algo? —Hace una pausa
—. Okey. Perfecto. Llegaré pronto.
Mientras Bryson habla por teléfono, termino mi mocaccino y
estudio al chico que tengo enfrente. Es distinto de lo que pensé, pero
no en mal sentido.
Bryson cuelga el teléfono.
—Perdón.
—No pasa nada. ¿Nos tenemos que ir?
Bryson asiente.
—¿Está bien?
—Claro. Yo tampoco quiero perderme la cena.
Salimos del café y mis pensamientos están ocupados en Bryson. En
el coche, una de las baladas de The Graces suena mientras le doy
instrucciones para llegar a mi casa. Vivo como a quince minutos del
café, pero nos lleva más tiempo por el tráfico de la tarde. Siento muy
extraño que Bryson me lleve a casa… pero también es emocionante.
Nos detenemos afuera de la casa de dos pisos a la que he llamado
hogar desde que tenía tres años. La casa es de ladrillo blanco marfil
con ventanas francesas y una puerta de madera oscura que ayudé a
papá a pintar. Un costado de la casa está cubierto de hiedra y desde
donde estamos estacionados solo podemos ver el balcón de la
recámara de mis padres. Hay un garaje para dos coches y sobre él
cuelga un aro de basquetbol que papá y yo usamos a veces. Antes
vivíamos en un departamento, pero cuando mamá se embarazó de
Yazz mis padres decidieron dar un salto de fe e invertir en una casa
que requería remodelación. Con los años, la casa ha crecido y
cambiado igual que yo. No es tan grande como las de otros chicos de
la escuela, pero es especial porque invertimos tiempo para hacerla
nuestra.
Volteo a ver a Bryson y digo:
—Hagámoslo. Salgamos juntos esta semana.
Bryson abre los ojos como platos y esboza una pequeña sonrisa.
—¿Estás seguro?
Soy un despojo de nervios y estoy absolutamente seguro de que mi
rostro hace juego de nuevo con nuestras corbatas. Pero ya di el
primer paso. Bien puedo seguir caminando. Asiento, más para mí
mismo que para él.
—Siempre y cuando podamos mantenerlo en secreto, ¿por qué no?
Es solo un juego. ¿Por qué ser gay me impediría jugar también?
Bryson sonríe. Aprieta los labios, está nervioso. Es más guapo de
lo que la ley debería permitir.
—Bien, entonces yo, Bryson Keller, juro ser tu novio perfecto los
siguientes cuatro días.
Con una sonrisa equiparable a la suya, salgo del Jeep. Empiezo a
recoger mis cosas.
—Deja tu blazer para que pueda llevarlo a la tintorería.
—No pasa nada.
—Me haría sentir mejor —dice Bryson—. La única razón por la
que tu blazer se ensució es por mi culpa y por esta apuesta. Así que
déjame encargarme, ¿por favor?
Bryson se inclina hacia adelante y pienso que va a tomar mi mano.
Me aparto bruscamente. Bryson se queda quieto. Está inclinado
sobre el asiento del copiloto y su mano queda colgando ahí, cuando
de pronto me doy cuenta de que está esperando que le dé el blazer.
Se lo paso, reprochándome por ser tan torpe.
Bryson dobla mi blazer y lo coloca con cuidado en el asiento del
copiloto. Desbloquea su teléfono y me lo pasa.
—Pon tu número para que pueda enviarte mensajes. Podemos
planear más lo que quieres hacer esta semana.
Aunque cuando le pedí esta mañana que saliera conmigo lo dije en
serio, no pensé que llegaríamos hasta este punto. La pantalla
quebrada de su teléfono me hace repetir dos veces el siete final de mi
número. Satisfecho, se lo regreso.
—Perfecto. —Deja el teléfono en el portavasos—. Te escribo más
tarde.
Lo veo alejarse. Me quedo ahí hasta que las luces traseras de su
coche no están más que en mi memoria. En ese momento,
comprendo todo. Como una ola que se rompe en la playa. Aunque
es una simulación, estoy saliendo con alguien: con un chico.
¡Mierda! Tengo novio.
Y es nada menos que Bryson Keller.
6

Lo primero que me da la bienvenida cuando entro a nuestra casa es


el olor a algo quemado.
—Mamá, ya llegué —grito desde el vestíbulo de la entrada.
—Estoy en la cocina, Kai —responde mi madre.
—¿Por qué? —Me dirijo a lo que sé que será una zona de desastre.
Mi madre no es buena cocinera. Es muy hábil para muchas otras
cosas, como cantar en el coro de la iglesia, asegurarse de que
sobrevivamos a las vacaciones con toda la familia y adivinar quién
es el asesino antes de que termine la película o el libro. Cocinar no es
una de ellas.
—Gracias a Dios nos encontraste, Kai —exclama Yazz—. Traté de
detenerla, pero no me escuchó.
Cada pocas semanas a mamá se le mete en la cabeza que quiere
cocinar para la familia. Y cada pocas semanas sucede esta escena tan
familiar. A decir verdad, culpo a todos los programas de cocina en
los que ella pierde el tiempo. La televisión le ha estado mintiendo a
la gente durante largo rato. Solo porque veas algo, no significa que
en realidad puedas hacerlo. Pienso seriamente que todos los
programas deberían tener el aviso NO INTENTE HACERLO EN CASA, no
solo los de la cadena WWE.
—¿Qué es lo que mamá está quemando? —Hago como que
murmuro a Yazz mientras me recargo contra la gran isla que está al
centro de la cocina. Hay una historieta abierta frente a ella.
Ú
Últimamente ha estado obsesionada, y eso tiene sentido, dado lo
mucho que le gusta dibujar.
—Se supone que es un guisado. Al menos así es como dice en la
receta de Nana —dice Yazz—. Pero la verdad no sé qué es.
Todas las barras de granito están llenas de cacerolas y sartenes.
Mamá está armada con un gran cuchillo, y pedazos de papa yacen
masacradas frente a ella. Su cabello está sujeto con una cinta, y tiene
puesto el delantal que dice MEJOR CHEF DEL MUNDO, que papá, Yazz y
yo le regalamos como broma un día. En retrospectiva, creo que no
entendió el humor del regalo y lo considera más como exhortación.
Nunca más volveremos a cometer el mismo error.
—¿Cuándo terminará esta tortura? —pregunta Yazz mientras
mamá envía otra papa a su muerte prematura.
—¿Papá no ha llegado todavía?
—No —responde Yazz—. Si estuviera aquí, ¿crees que algo de esto
habría pasado?
Señala el caos y sacude la cabeza, exasperada.
—Ustedes dos saben que puedo escucharlos, ¿verdad? —pregunta
mamá.
—Por supuesto —digo.
—De eso se trata —exclama Yazz al mismo tiempo.
Nos miramos y sonreímos.
—Otros hijos tratan de animar a sus padres.
—Mamá, por favor, te he estado animando toda la tarde a que no
lo hagas.
Mamá va al refrigerador y saca unas zanahorias. Regresa a su tabla
de cortar. Observamos cómo las corta pésimamente en cuadritos.
Todos terminan de diferentes tamaños. Yazz recoge algunas de las
víctimas de mamá. Sin más opción, me siento junto a mi hermana.
Tomo un pedazo de zanahoria y me lo meto a la boca. Lo único que
mamá no puede arruinar es una verdura cruda.
—¿Cómo te fue con la tarea con tu amigo? ¿Para qué era? —me
pregunta mamá.
—Teatro —digo con un gemido—. Tengo que actuar.
—Solo da lo mejor de ti, cariño. Quizá no sea mucho, pero es algo.
Mamá y Yazz se miran y estallan en carcajadas.
Sé lo que significa esa mirada. Alguna vez audicioné para el papel
de José en la obra de Navidad de la iglesia y pasé la mayor parte del
tiempo mirando con cara de tonto al público; cuando al fin dije mis
líneas lo hice en un murmullo. Fue un completo desastre. El lado
positivo de eso fue que, desde ese día, en la escuela dominical me
permitieron permanecer en el fondo. Eso me convenía perfecto.
—Ag nee —dice papá a nuestra espalda. A veces usa frases en
afrikáans, como esta versión de un «oh, no»—. Pensé que olía a
quemado.
Pone una mano sobre mi hombro y la otra sobre el de Yazz.
—Sálvanos, por favor —dice Yazz; sus ojos no se apartan de la
página de la historieta. Empuja sus grandes lentes de armazón negro
de vuelta a su lugar.
Papá atraviesa la cocina a grandes zancadas y abraza a mamá por
la espalda. Incluso después de veinte años siguen actuando como
una pareja de jóvenes enamorados. La idea me hace pensar en
Bryson. ¿Las reglas de la apuesta son iguales o diferentes entre dos
hombres? ¿Cómo funcionará exactamente nuestra relación? Cierto,
solo serán cuatro días: una relación más corta que el tiempo de vida
de una mosca. Así que no es como si fuera real ni nada.
Distraído, me meto una zanahoria en la boca y termino
ahogándome. Yazz me golpea la espalda, fuerte.
—Yo me siento igual —dice Yazz—. El espectáculo es bastante
desagradable.
Con un suspiro final, se pone de pie y sale de la cocina. Mamá se
sienta en la silla desocupada. Toma una zanahoria y la mastica.
—Además de Teatro, ¿qué tal estuvo la escuela? —pregunta—.
¿Sucedió algo emocionante?
—No, ¿qué? ¿Por qué preguntas eso?
Me mira con la boca abierta y media zanahoria dentro.
—¿Qué anda mal? ¿Pasó algo?
—No —respondo demasiado rápido y demasiado fuerte.
Soy un asesino que todavía tiene el arma homicida en la mano.
Antes de confesarme con mamá, salgo a toda prisa de la cocina y
subo las escaleras.
—Es obvio que algo pasó —mamá grita a mi espalda.
—Quizá está avergonzado —dice papá.
—Me pregunto si es una chica.
—¿Eso crees? —pregunta papá.
Yo debería decir: «De hecho, tengo novio», pero la idea de salir del
clóset con mis padres me asusta. Ya los he oído hablar de
«homosexualidad» y de que es un «pecado»… pero eso siempre ha
sido sobre otras personas. ¿Sus sentimientos cambiarían si supieran
que su hijo también es gay? La incertidumbre me impide formular
las palabras.
Todos en mi familia hablan de mí como el de desarrollo lento. La
única gracia que me salva ha sido esa breve relación con Louise
Keaton. Mientras mis primos tienen todos novia desde hace años, yo
he fingido no estar interesado. Con frecuencia me pregunto cuánto
tiempo durarán mis excusas. ¿Cuánto falta para que se revele la
verdad obvia? Perdón, mamá, papá, nunca va a funcionar entre
ninguna mujer y yo. De hecho, querida familia, me interesa mucho
salir con alguien… solo que no con chicas.
Denme una manzana de Adán y una barba incipiente y pongamos
la fecha, ¿sí?
Mi recámara está ubicada al final del pasillo en el segundo piso. El
color de la pared cambia cada año nuevo a un tono distinto de azul,
mi color favorito, y ahora está pintada de azul muy claro. Hay dos
libreros muy grandes que ocupan la pared izquierda, y los estantes
desbordan con todos mis libros favoritos, la mayoría de fantasía y
juveniles. También hay algunos de misterio de mamá ahí, porque su
librero está demasiado lleno.
Mi computadora y mi escritorio están frente a la ventana, el cual
está repleto de tareas inconclusas y mi diario de ideas está abierto en
donde lo dejé. Tan solo anoche pasé unos buenos veinte minutos
anotando palabras para ese libro de fantasía que he estado
escribiendo la mayor parte del año. Mi objetivo es terminar este
borrador antes de graduarme e irme a Nueva York a la universidad.
Caigo de cara sobre mi cama. Saco mi teléfono y deslizo hacia
abajo las notificaciones de mis redes sociales en busca de su nombre.
Cuando me doy cuenta de lo que estoy haciendo, me detengo.
¿Cómo llegué al punto de esperar que Bryson Keller me enviara un
mensaje?
En el chat de los tres mosqueteros escribo una nota rápida sobre la
cocina de mi mamá esta noche y luego abro Instagram. Una de las
primeras publicaciones es del Fairvale Academy Herald. Durante los
últimos dos meses, cada lunes, el periódico actualiza la publicación
sobre quién es la afortunada de la semana. Pero ahora, todo lo que
hay es un enorme signo de interrogación.
Veo el nombre de usuario de Shannon: En serio, ¿quién es?
Es el comentario con más likes en la foto.
No puedo evitar preguntarme qué dirían todos si supieran que soy
yo. En un mundo perfecto, nadie se alteraría en lo más mínimo y yo
sería libre de publicar mi «relación» con Bryson, igual que lo
hicieron las chicas antes que yo.
Abro mi lista de reproducción para pensar. Casi al instante, la
última balada de The Graces cobra vida a mi alrededor. La canción
habla de sentirse perdido e inseguro. Mi elección musical siempre ha
sido objeto de broma para mis primos. A ellos les gusta el hip-hop y
el R&B, yo siempre he preferido el rock y la música indie.
Ser de raza mestiza es difícil, es como estar atrapado entre dos
etnias. La gente espera que tenga cierto aspecto o que actúe de cierta
manera o me gusten ciertas cosas. Es como si hubiera una lista de
cosas que tengo que ser, y si no lo soy, entonces no soy lo
suficientemente auténtico. No soy lo suficientemente negro para
algunos ni lo suficientemente blanco para otros.
Conforme suena la música, me pierdo en mis recuerdos del día.
Salir del clóset siempre ha sido algo que me intimidaba y temía, pero
ahora tengo una sensación de alivio. Incluso si Bryson es la única
persona que sabe que soy gay, al menos es una persona que me
conoce, alguien que sabe quién soy en verdad.
Mi hoy está a un mundo de distancia de mi ayer.
Un tiempo después, mamá me llama para la cena. La plática de
antes parece olvidada, pero estoy callado y alerta. Esto sucede
siempre que salen a tema las chicas con las que salgo. Mentir a las
personas que están más cerca de mí es agotador, pero ante cualquier
indicio sobre mi posible sexualidad me convierto en un caballero
que protege su reino: armado y listo para defender mi secreto hasta
el final, o al menos hasta que me haya ido a la universidad.
Incluso ahora, cuando cierro los ojos, puedo recordar
perfectamente la manera en la que Lee Davis empezó a tratarme
después de que le dije que pensaba que era gay. Y todos los gays han
escuchado las historias y han visto las películas. Hace ya tanto
tiempo que nos dicen que no somos normales, que nos castigan y
ridiculizan, que ocultar quiénes somos nos es natural. En ocasiones
escondernos es la diferencia entre la vida y la muerte. Es por esta
razón que el clóset aún existe. Nos mantiene ocultos y, lo más
importante, nos mantiene seguros. Es importante vivir tu verdad,
pero a veces vivir la mentira es lo que te permite mantenerte
caliente, alimentado, cuidado… respirando, que es algo que mucha
gente que observa desde fuera no comprende.
«¡Ah! Los tiempos han cambiado».
«Ya a nadie le importa».
«Ser gay no es un problema».
Pero lo es.
Para mí, ahora, en esta mesa, es lo que me da más miedo que
alguien sepa. Sé que mi familia me ama, pero soy un rompecabezas
incompleto. Si alguna vez vieran el panorama completo, ¿se
sentirían igual?
Mamá extiende su mano hacia mí. Esta es una tradición familiar.
Siempre cenamos en la mesa y siempre damos gracias antes de
cenar. Pongo mi mano sobre la de ella; mamá cierra los ojos y
empieza a rezar.
Dar gracias se ha convertido en algo que me provoca conflicto.
Ahora lo hago más por costumbre que por fe. Sigo tratando de
averiguar dónde y cómo encajo en la religión en la que me criaron.
—Amén —pronunciamos todos antes de empezar a comer.
Hurgo en mi comida, no tengo mucho apetito.
—Ag man, te prometo que yo cociné, Kai —dice papá entre risas—.
Puedes comer tranquilo.
A papá le enseñó a cocinar su mamá desde que era muy joven. Él
es el chef designado en la casa de los Sheridan; y cuando no puede
llevar a cabo su sagrada labor, entonces elegimos a un tercero y
hacemos un pedido para entrega a domicilio.
—Está bueno, papá.
Es cierto. De alguna manera papá se las arregló para rescatar el
guisado, y a nosotros de una muerte segura.
—¿Alguna noticia de Tisch? —me pregunta papá.
La inminente llegada de mi carta se ha vuelto un tema cotidiano.
Pero para mí es como si esperara la carta de mi Hogwarts. La magia
y la aventura me esperan en una ciudad en la que nadie me conoce y
donde puedo ser yo mismo. Es una fantasía poderosa.
—Todavía no —respondo—. Supongo que no tardará.
—Aunque sea negativa, aún puedes lograr tus sueños —dice papá
—. Tienes talento y creemos en ti.
—¡Uy! —exclama Yazz—. ¿Podemos guardar tu Cumbayá para
después de la cena?
—Eres muy joven para ser tan cínica —le dice mamá a Yazz—. La
vida todavía tendría que ser unicornios y arcoíris para ti.
—En este mundo es matar o morir, mamá. ¿No lees las noticias?
—En eso tiene razón, querida —dice papá con una risa forzada.
—¿Por qué tuvimos que criar a niños tan inteligentes? —pregunta
mamá a nadie en particular—. Oh, Kai, el concierto es este viernes,
¿verdad?
—Sí —respondo—. Pero creo que ya no necesito el coche. Van a
pasar por mí.
Mamá y papá se miran. Es mamá quien formula la pregunta a la
que ambos desean tener respuesta.
—¿Con quién?
—Un amigo.
—¿Quién es ese amigo, exactamente? —pregunta papá.
—Tenemos que conocerlo antes para dejarte ir con él —dice mamá
al mismo tiempo.
—En serio, ¿quién es? Si no es Priya ni Donny, entonces, ¿quién?
—pregunta papá.
A veces es claro como el agua que los programas favoritos de mis
padres son los de detectives. Se esperan interrogatorios de tercer
grado. Es casi como si fueran Sherlock y Watson.
—Tengo otros amigos, papá —respondo antes de meter un bocado
del guisado en mi boca—. Y le pediré que entre y los salude.
—Ah, es un él —dice mamá—. Qué decepción. Esperaba que fuera
una cita.
Contengo el aliento. No quiero mostrar ninguna reacción.
—Yo también —interviene papá—. Estaba a punto de darle
algunos consejos para su cita.
Mamá atrapa mi mirada.
—Si tu padre intenta alguna vez aconsejarte cómo comportarte en
una cita, por favor haz lo contrario de todo lo que te diga. Realmente
fue terrible en eso.
—Pero funcionó contigo, ¿no es así? Entonces no debió de estar tan
mal.
—Lo que me atrajo fue lo malo y raro que eras para eso.
—Entonces Kai no tendrá ningún problema —dice Yazz—. Todos
podemos imaginar lo malo y raro que se comportará en una cita.
Me obligo a participar en la risa general. El resto de la cena solo
sigo la inercia. Analizo todo lo que me dicen mis padres en busca de
algún indicio de que sospechan algo.
Después de la cena mascullo una excusa sobre la tarea; me retiro a
mi recámara y cierro la puerta a mi espalda. Estas cuatro paredes
son el único lugar en el mundo en el que permito que mi verdadero
yo se libere.
«¿Estás ahí, Soledad? Soy yo, Kai».
7

Bryson no me manda ningún mensaje.


Estoy recostado en la cama, leyendo las siguientes escenas de
Romeo y Julieta. Tengo la costumbre de adelantarme en la lectura.
Siempre quiero estar preparado para el inevitable hecho de que me
seleccionen para actuar. Sigo siendo torpe cada vez que me dan un
papel, pero estoy seguro de que sería cien veces peor si no me
preparara como lo hago.
Veo un mensaje de un número desconocido y tomo mi teléfono.
Luego llega otro. Deslizo el dedo sobre la pantalla para abrir los
mensajes.
Perdón, quería escribir antes, pero tuve que cocinar.
Ah, soy Bryson.
Otro mensaje: Keller, quiero decir.
Sonrío. Como si alguien en la Academia Fairvale necesitara la
aclaración.
Respondo: Lo sé.
¿Cocinas? Me dejas sorprendido.
Me arriesgo a guardar su número. Empiezo a escribir su nombre,
pero me detengo a la mitad y lo borro. En su lugar, lo guardo como
«Kelly». En serio, la CIA debería reclutar a adolescentes que viven en
el clóset.
Bryson responde: Sí. Soy un hombre de muchos talentos.
Me enderezo y apoyo la cabeza contra la pared.
«Mmm. ¿Quién lo diría?».
Bryson responde dos minutos después. No es que esté pendiente
del reloj ni nada por el estilo.
Bueno, algún día cocinaré para ti.
Se me cae el teléfono.
Ja, ja. Se te cayó el teléfono, ¿verdad?
Otro mensaje sigue de inmediato y hace que mi rostro se encienda
aún más.
Probablemente te sonrojaste. Ja, ja. Es increíble.
Exhalo. Aquí en mi recámara puedo ser cualquiera. Puedo tener la
confianza que jamás pensé tener cuando se trata de Bryson Keller.
¿Por qué te gusta tanto que me sonroje?, pregunto. Agrego un emoji que saca
la lengua y guiña un ojo. Veamos cuánto le gusta a Bryson Keller
que le coquetee. Hay veces en la vida en las que tienes que dar tanto
como recibes.
No sé. Supongo que me gusta la honestidad. Tu boca puede mentir, pero tu rostro no. Es
como una alarma.
No soy muy adepto a los
Bueno, entonces prometo sonrojarme mucho para ti.
emojis, pero a veces alguno es necesario. Que este sea mi segundo en
tan poco tiempo no tiene precedentes. La cara que guiña un ojo se
burla de mí cuando aprieto «enviar». ¿En quién me he convertido?
Observo cómo bailan los puntos suspensivos mientras espero su
respuesta. Pero cuando desaparecen, me preocupa que quizá me
pasé de la raya. Tal vez no debí coquetear con un heterosexual. Me
acuesto de espaldas. Tengo el teléfono frente a mí y veo su
respuesta. Se me vuelve a caer y me golpea en media cara. Solo el
dolor es prueba de que todo esto es real y está sucediendo.
En mi pantalla hay una selfi de Bryson Keller. Su rostro es una
expresión de asombro exagerada. El pie de foto: ¿Estás coqueteando
conmigo?
Leo
Déjame ver si estás sonrojado. Mándame una selfi. Tienes que darme lo que recibes.
su nuevo mensaje y me sorprende encontrar las palabras que acabo
de pensar. Empiezo a escribir una respuesta negativa, pero me
detengo a la mitad. ¿Cuándo tendré otra oportunidad como esta? Sí,
esta relación no es auténtica, pero durante unos días puedo sentirla
como real. Durante estos cinco días tengo la oportunidad de ser
encantador con mi novio.
Un novio que quiere mi selfi.
Mi corazón late con fuerza. Abro la cámara y ajusto la vista frontal.
Al instante, me asalta mi imagen. Mi cabello rizado está parado en
distintas direcciones. Está más largo de lo que acostumbro; en una o
dos semanas tendré que ir a la peluquería con papá. La galaxia de
pecas en mi rostro es más obvia con el enrojecimiento de mi piel.
Quienquiera que haya pensado que la cámara frontal era una
buena idea, seguramente se equivocó. Tan rápido como la abrí, la
cierro. Es mala idea. Existe una razón por la que mi Instagram solo
tiene quince fotos en total, y por qué solo cinco de ellas son mías y
de mi cara.
Tic tac. Sus palabras se burlan. Me exhortan.
Abro la cámara de nuevo y extiendo el brazo. Hay un clic y un
flash al tomar la foto. La examino. Es terrible, un crimen contra la
humanidad. Los siguientes dos minutos intento mejorar el arte de la
selfi hasta que finalmente tengo éxito. La última fotografía que tomo
antes de darme por vencido no es tan mala. Estoy posando con el
brazo detrás de la cabeza y por fortuna mis ojos castaños, casi
negros, no parecen vacíos o muertos. También estoy sonriendo como
loco; muestro unos dientes perfectamente parejos que son el
resultado de años de ortodoncia y un excelente ortodoncista. Y antes
de que lo poco que me queda de confianza se disperse en el viento,
aprieto «enviar».
Agrego el pie de foto: ¿Contento?
Él responde antes de un minuto.
Creo que tendré que esforzarme para hacer de ti un verdadero novio.
Está seguido de una oleada de emojis que lanzan confeti.
Y sé que no debería, pero mi corazón se detiene en la palabra
«novio». En el hecho de que se refiriera a sí mismo como tal. Es
evidencia física de que esto, lo que sea que signifique, está
sucediendo realmente.
Conforme chateamos, empiezo a sentir como si estuviera sentado
junto a mí. Tanto que lo imagino haciendo justo eso. No hay
distancia entre nosotros ahora, no hay teléfonos ni mensajes. Somos
solo él y yo en mi recámara.
El cabello castaño claro de Bryson está húmedo porque acaba de
salir de la regadera. Lleva una camiseta blanca sin mangas que
muestra sus hombros marcados y bronceados, y shorts de
basquetbol que dejan ver el vello ligero en sus piernas. Sus largos
pies también están desnudos. Okey, quizá ya he tenido esta fantasía
una o dos veces antes.
—Pues deberíamos hablar de nuestra relación de cinco días —dice.
—Sí, deberíamos —respondo nervioso.
La tensión anterior regresa de golpe. Siempre es sorprendente que
algo tan invisible pueda ser tan pesado.
—Bueno, lo básico: en general recojo a mis citas en su casa y luego
las regreso después de la escuela… ¿Quieres hacer eso o no?
Lo pienso. Estoy seguro de que ninguna de sus «citas» anteriores
tuvo que insistir en algo tan trivial. Sin embargo, un mal paso y los
rumores sobre mí se propagarían.
—Digo, solo porque dos chicos salen juntos… no significa que son
gays, ¿no? —replico—. Así que estoy seguro de que estará bien. Y si
alguien pregunta, podemos usar la tarea de Teatro como pretexto.
No es exactamente una mentira, tenemos que trabajar en ella.
Además, para mí esta es una oportunidad única. —Río nervioso—.
¿Cuándo podría salir con el chico más popular de la escuela?
—Ja, ja, ja, ¿quién? ¿Yo? No estoy seguro. En fin, solo dime si en
algún momento sientes que es mucho para ti —dice Bryson—.
Ninguna apuesta vale la pena como para que salgas del clóset antes
de que estés listo. Puedes terminar con esto en cualquier momento.
Si sientes que es demasiado. Lo último que deseo es hacerte sentir
incómodo.
Estoy seguro de que casi me desmayo cuando leo esto.
—¿Todas tienen esta opción?
—Sí —responde Bryson—. No quiero obligar a nadie a jugar este
juego si las hace sentir incómodas. Por eso teníamos reglas. Pero,
sobre todo, si en cualquier momento durante los cinco días alguien
quiere terminarlo, se puede.
—¿Ya ha pasado? —pregunto.
—No. Todavía no —responde Bryson—. ¿Sabes? Es extraño que
seas mucho más platicador por mensajes de texto.
—Es porque no puedes verme. En realidad soy una persona
nerviosa. Así que además de todo, también tengo este enorme
secreto que preferiría que nadie supiera hasta que salga de aquí.
—¿Vas a salir del clóset en la universidad? —pregunta.
—Ese es el plan. O más bien diría: el sueño —contesto—. Quiero
decir, sé que la Academia Fairvale es un lugar bastante acogedor y
tolerante en el papel. Tenemos los clubes de derechos, pero he
escuchado las bromas. Las provocaciones que se supone que
debemos aceptar alegremente, aunque duelan. Así que no quiero
exponerme a eso.
«No de nuevo», eso es lo que no digo.
—Entonces, ¿es por esos imbéciles de la escuela?
Quiero aclarar que algunos de esos imbéciles están en el equipo de
futbol y, antes de poder escribirlo, llega otro mensaje.
—Estoy seguro de que «imbéciles» describe a la mayor parte del
equipo de futbol. Una vez hablé de las bromas que hacen y todos se
burlaron de mí diciendo que era gay. Probablemente debería
intentarlo de nuevo. Perdón.
—No te preocupes —digo—. Quiero decir que esos imbéciles son
una de las razones por las que sigo en el clóset, pero creo que la
razón principal son mis padres.
—¿Crees que no te aceptarían? —pregunta—. ¿No crees que ya lo
saben?
Me muevo para acostarme en la cama.
—Quizá en el fondo lo sospechan. Y quizá prefieren ignorar esa
sospecha para no tener que enfrentar que su hijo es gay. Es curioso,
justo hoy me sentí triste por eso. Mamá y papá esperan con
impaciencia noticias de una novia.
—Entonces, quizá será una gran sorpresa para ellos si supieran
que tienes un novio secreto, ¿cierto?
—Ese es el eufemismo del año. ¿Qué dirían tus padres si supieran
que estás saliendo esta semana con un chico?
—Pues mi mamá es genial. Su hermano menor es gay y nadie tiene
problema con eso. Así que creo que ella estaría bien con un hijo gay.
Pero mi papá… bueno… ya no somos tan cercanos, y no lo conozco
mucho ahora como para saber cómo reaccionaría… Una parte de mí
siente que perdió el derecho de opinar sobre el asunto.
Yo sabía que los padres de Bryson estaban divorciados, pero no
conocía los detalles. Antes no había tenido tanta curiosidad, pero
ahora sí. Hablar con Bryson Keller de esta manera lo hace más real.
—Lo siento… no debí preguntar.
—No hay problema —dice Bryson.
—¿Cómo reaccionaría Dustin si supiera que tienes un novio?
¿Aunque sea solo por cinco días?
La verdad es que nunca he escuchado a Dustin ser homofóbico,
pero, bueno, tampoco he hecho ningún esfuerzo por pasar tiempo
con él.
—Dustin es bastante tranquilo. Cuando llegas a conocerlo, es muy
diferente a lo que todo el mundo piensa que es. Él, más que nadie,
siempre ha estado ahí para mí, así que también lo estaría… si fuera
gay.
Miro fijamente esas últimas palabras: «si fuera gay». Esa es la
verdad del asunto. Bryson Keller no es gay. Todo esto es solo parte
de la apuesta.
—Tiene sentido —digo—. Bueno, de cualquier forma, gracias por
ser mi primer novio en la vida.
—Con gusto —responde—. ¿Sabes? La verdad no puedo creer lo
distinto que eres ahora.
—Eso es porque ahora puedo ser quienquiera que desee. Quien
realmente soy. Te prometo tratar de ser así también en persona.
Bueno, solo me quedan cuatro días más.
—¡Sí! Hagamos que valgan la pena. Me muero de ganas de
conocer al verdadero Kai Sheridan.
—No te vayas a enamorar de mí, Bryson Keller. Soy bastante
encantador.
—Ja, ja, ja, ja, ja. Lo tendré en cuenta. —Hace una pausa y sigue
escribiendo—: ¿Esta es tu primera relación… real o fingida?
—Pues salí antes con una chica.
—¡En serio! ¿Con quién? ¿Cuánto tiempo?
—Louise Keaton —respondo—. En primer año y duró menos de
dos semanas.
Bryson envía una serie de emojis muertos de risa.
—Entonces, tienes experiencia con relaciones cortas.
—Algunos me llamarían un maestro de las relaciones cortas.
—Qué chistoso.
—Quienes no parecemos modelos tenemos que desarrollar nuestra
personalidad.
—¿De qué hablas? —pregunta Bryson—. Eres guapo, Kai.
—¿Lo dices como tercero imparcial?
Agrego un emoji con cara burlona.
—Claro. Por eso puedes confiar en mí. Además, soy muy malo
mintiendo. En parte porque soy pésimo, pero también porque odio
las mentiras. Eso puede echar a perder las cosas que alguna vez
fueron perfectas.
—Eso es profundo —digo.
—Soy un hombre profundo. Deberías ver mi biblioteca de filosofía
—agrega con un emoji con cara de nerd.
—Te enseño la mía si me enseñas la tuya…
Sigue una serie de emojis con lágrimas de risa.
—Muy buena, ¡chócalas!
Le envío un emoji sonriente y cambio al chat de mis amigos.
Bryson me va a llevar a la escuela mañana.
Priya: ¿Por qué?
Donny: Lo que ella dijo.
Yo: Tenemos que terminar la tarea y con sus horarios tan apretados esto funciona mejor.
Tiene sentido, escribe Donny. Si te deja plantado, avísame. Pasaré por ti.
Entonces, nos vemos en la escuela, agrega Priya.
Salgo de nuestro chat y regreso al mensaje de Bryson.
—Acepto el aventón a la escuela —digo—. ¿A qué hora?
—¿Te parece a las siete?
—Perfecto.
Ya es más de medianoche cuando ambos nos despedimos.
Cuando pongo a cargar mi teléfono casi sin batería, me doy cuenta
de que no puedo evitar la sonrisa.
Me echo en la cama y no puedo dormir.
Quizá sea porque, por primera vez en mi vida, estoy
completamente despierto.
MARTES
8

Abro los ojos con un gemido. Veo el techo sin mirarlo durante unos
minutos antes de abalanzarme sobre mi teléfono. Navegar en las
redes sociales antes de hacer cualquier otra cosa es parte de mi
rutina matinal.
Lo primero que veo es un mensaje de texto de Bryson… «mi
novio».
Buenos días. Llego a las 7.
Entonces, no todo fue un sueño. Esa conciencia me asusta y me
emociona. Veo la hora y advierto que son poco más de las 6:30. Las
clases comienzan a las ocho en punto; así que me quedan treinta
minutos hasta que Bryson llegue a mi casa. Solo treinta minutos.
Salgo deprisa de la cama, corro por el pasillo hasta el baño y lo
encuentro vacío, esperándome. Hoy soy el vencedor. Mientras estoy
en la regadera, escucho a Yazz que toca la puerta. El sonido me hace
esbozar una sonrisa y, diez minutos después, salgo tranquilamente
del baño, dejando una nube de vapor tras de mí.
Me pongo el uniforme y busco mi blazer; luego recuerdo que
Bryson lo tiene. Todos los alumnos tenemos que llevar el blazer
cuando entramos y salimos de los planteles de la academia. Es parte
del reglamento escolar. Que el mío esté en la tintorería significa un
castigo seguro. Maldigo a Louise Keaton una vez más, pero ahora no
maldigo a Bryson Keller.
Recojo mi mochila y mi teléfono, y bajo las escaleras. Solo tengo
cinco minutos antes de que llegue mi novio. ¿Me cansaré algún día
de hablar de él de esa manera? Quizá no. Hasta el viernes en la
tarde, pienso disfrutarlo. Porque anoche, mientras hablaba con él,
finalmente comprendí por qué la apuesta de Bryson Keller se ha
vuelto tan popular.
—Buenos días —exclamo al entrar corriendo a la cocina. Mamá y
papá están sentados frente a la isla, terminando su desayuno para
irse al trabajo. Papá trabaja en tecnología de la información y mamá
es contadora. Cómo terminaron con dos hijos que sueñan con ser un
escritor y una artista, es un misterio.
—¿Cuál es la prisa? —pregunta mamá mientras le da un sorbo a su
café negro sin azúcar.
Con frecuencia me pregunto quién la lastimó tanto como para
necesitar torturarse con esa bebida tan amarga.
—Voy a llegar tarde.
Papá mira su reloj. Tuve que trabajar de medio tiempo todo un
verano, cortando pastos, para poder comprárselo para su
cumpleaños número cuarenta.
—¡Hayibo! Las clases comienzan a las ocho. ¿Por qué Donny llega
tan temprano?
Miro mi reloj. La pantalla está rayada, pero cumple su tarea. Solo
me quedan tres minutos.
—Es que hoy me lleva alguien más a la escuela.
—¿En serio? —pregunta papá.
—Sí, Sherlock y Watson —respondo—. Ya quedamos que tengo
otros amigos.
—¿Estás seguro de que no estás saliendo con alguien? —pregunta
mamá, poniéndose de pie; recoge los platos y los lleva al fregadero
—. Que pasen por ti para ir a la escuela es una de las partes
divertidas de salir con alguien en preparatoria.
—Parece que tienes mucha experiencia en las citas de preparatoria
—dice papá.
—Claro. —Mamá se quita el cabello despeinado de los hombros—.
Yo era muy popular en preparatoria.
Papá me mira de pies a cabeza.
—Entonces, ¿dices que la torpeza de Kai viene de mí?
—¡Ey! —exclamo al tiempo que muerdo una manzana—. Quiero
que sepan que estoy muy bien, gracias.
—Está bien, querido —dice mamá—. Mucha gente mejora después
de la preparatoria. Mira a tu papá.
Esta vez, tanto papá como yo exclamamos:
—¡Ey!
Mamá ríe. Tiene esa risa particular que hace que cuando ves
películas con ella sea toda una experiencia. Siempre agradezco que
las salas de cine estén oscuras cuando mamá ríe, es suficiente para
querer que me trague la tierra.
Mi teléfono vibra con un mensaje de Bryson. Son las 7:01. Nada me
gusta más que la puntualidad. Priya tiene la pésima costumbre de
dar la hora de una reunión y luego llegar quince minutos tarde. Cree
que lo bueno llega a quien sabe esperar.
—Ya me voy. Adiós.
Le doy otra mordida a la manzana. Salgo antes de que me
interroguen. De camino a la puerta, choco la mano de Yazz en
despedida. Parece estar apenas despierta y seguirá así hasta que se
tome la primera taza de café.
Aunque sabía que estaría ahí, me sorprende ver el Jeep de Bryson
esperando por mí. Respiro para tranquilizarme mientras camino
hacia el asiento de copiloto. Me subo.
—Buenos días —saludo.
Mi confianza de anoche ya no es más que un recuerdo, pues ahora
está realmente aquí y no es solo un producto de mi imaginación.
—Buenos días —responde.
Me mira mientras trato de acomodarme, pero mis manos están
llenas con una manzana, mis libros y mi mochila. Finalmente, se
inclina sobre mí. Bryson toma el cinturón de seguridad y lo jala
sobre mi cuerpo. Tan cerca. Su rostro está a solo unos centímetros
del mío.
Siento el calor inundar mi rostro y sus labios dibujan una leve
sonrisa. Asegura el cinturón de seguridad con un clic y vuelve a su
asiento.
—No había prisa, Kai. Te pudiste tomar tu tiempo.
—No me gusta llegar tarde.
—No me importa esperar —dice Bryson y enciende el motor.
Me mira de nuevo. Estoy en la misma posición en la que me dejó.
Mi cuerpo aún no sigue a mi cerebro.
—Tranquilo. —Me sonríe—. ¿Ya desayunaste?
—Solo esta manzana.
—Okey. Vamos.
Bryson acelera y al fin me permito relajarme. No vamos muy lejos;
pronto entramos al estacionamiento de un café. Es el Glenda; lo
reconozco no solo por el hashtag #SalConmigo BrysonKeller, sino
también por el Instagram de Bryson —no lo estaba acosando, lo juro
—. Esa es mi postura y a ella me aferro.
Bryson sale del coche y yo lo sigo al interior de la cafetería. Saluda
a los conocidos y parece que todos también lo conocen de vista.
—¿Conoces a todos?
Bryson se encoge de hombros.
—Vengo aquí desde que era joven. Esta cafetería era de mis
abuelos, pero mi papá la vendió hace unos años. —El tono de Bryson
no parece alegre al decir esto. Suspira y continúa—: Desayunar aquí
era la rutina de mi familia. Ahora es solo la mía.
Se vuelve a encoger de hombros y camina entre los lugares. Nos
sentamos en un gabinete cerca de la ventana. Ya había pasado frente
a esta cafetería, pero nunca había entrado. Glenda parece salido
directamente de la década de los cincuenta. Los asientos son de vinil
blanco y negro, que combina con el suelo de cuadrículas blanco y
negro. Incluso hay una rocola en un rincón. Aparte de las mesas, hay
una zona con una barra larga donde pueden sentarse quienes vienen
solos. La cocina es abierta y tiene actividad.
Un hombre mayor se acerca a nosotros. Le da una palmada a
Bryson en el hombro y sonríe.
—Tu gol de este fin de semana estuvo excelente.
—Gracias, señor Humphrey —agradece Bryson. Le devuelve la
sonrisa. Al ver el hoyuelo que se dibuja en su rostro, sé que es
genuina—. Me alegra que haya podido ir al partido.
—Estoy seguro de que este año llegaremos a estatales.
—También somos optimistas.
—Sería maravilloso que alcanzaran el campeonato.
—Crucemos los dedos —dice Bryson.
El señor Humphrey se despide y Bryson lo observa alejarse.
—No sabía que el futbol fuera tan importante.
—Somos el orgullo de Fairvale. Sin presiones. —Bryson se estira y
bosteza—. Me tuviste despierto hasta muy tarde anoche.
Me doy cuenta de que yo también bostezo.
—Si uno no quiere, dos no pueden.
—Casi me pierdo mis ejercicios matinales porque me quedé
dormido.
Bryson pasa una mano por su cabello húmedo. Los dos
levantamos la carta.
—Los huevos con tocino son los mejores —dice Bryson.
—¿Eso vas a pedir?
—Sí.
—Perfecto, entonces yo también.
Mi estómago gruñe con anticipación.
La mesera se acerca.
—Buenos días, Alice —saluda Bryson con alegría a la mujer
mayor.
—¿Cómo te va, muchacho? —pregunta Alice y Bryson asiente. A
mí me ofrece una sonrisa amable—. ¿Qué van a querer?
Pedimos el desayuno.
—¿Cómo quieres los huevos? —me pregunta Alice.
—Estrellados, por favor.
—¿Tú también, muchacho? —le pregunta a Bryson.
Él asiente.
—¿Y podrías traerme jugo de naranja, por favor? —Voltea a verme
—. ¿Y para ti?
—Solo agua para mí, gracias.
Alice asiente.
—En un momento.
Bryson saca un pedazo de papel doblado y lo empuja hacia mí.
—¿Qué es esto? ¿Una carta de amor?
—¿Te gustan esas cosas? —pregunta Bryson.
—No —respondo demasiado rápido. Mis mejillas se encienden—.
Sí… No sé… —Me encojo de hombros.
—¿Louise Keaton y tú se escribían cartas de amor?
—No salimos tanto tiempo como para que eso pasara.
Bryson me estudia. Se inclina hacia mí para murmurar:
—¿Por qué saliste con ella? Si no te molesta que pregunte.
—Parecía que todos a mi alrededor tenían novia. Y no quería que
nadie pensara que yo era diferente. Sabía que le gustaba a Louise, así
que me dije: ¿por qué no? Pero después no me sentí cómodo con lo
injusto que era engañarla sabiendo quién era yo. —Miro el papel
entre nosotros—. Pero, bueno, un poco de romance nunca mató a
nadie.
—Lo tendré en cuenta —dice Bryson.
Mi corazón empieza a latir con fuerza, y antes de poder reaccionar,
en lugar de quedarme viéndolo, llega el desayuno.
Mientras comemos, abro el pedazo de papel y encuentro una lista
garabateada con prisa. De entre todas las cosas para las que Bryson
Keller es bueno, escribir no es una de ellas. Su caligrafía es
prácticamente indescifrable. Quizá algún día llegue a ser médico.
—Es una lista de las adaptaciones. Sé que Romeo y Julieta es la
favorita de Henning, pero quise que tuviéramos opciones. ¿Quieres
actuar algo tan romántico?
—Dijiste que también era tu favorita, ¿no? —Levanto la mirada—.
¿Por qué?
Bryson sonríe y sus ojos se iluminan.
—Mi hermana mayor estaba enamorada de Leonardo DiCaprio,
así que la veía como si fuera su religión.
—Ah, yo también tengo una hermana.
—¿Mayor o menor?
—Menor en edad, pero mayor en todo lo demás —digo—. Yo no
he visto la película. Odio un poco a Leonardo DiCaprio.
—¿Por qué?
—¿Debe haber una razón para que alguien no me caiga bien?
—En general, sí.
—Supongo que me molesta que solo haga papeles que están
destinados a nominarlo para el Óscar.
—Pero es bueno tener un objetivo, ¿no?
—Quizá… pero me fastidia. Además, todas sus novias son rubias,
modelos y de 25 años o menos; eso me parece extraño. Quiero decir,
vive la vida, pero ¿en serio? ¿Así es como quieres vivir tu vida? —
Sacudo la cabeza y levanto un dedo—. Además, mi papá es
sudafricano, y déjame decirte que el acento de Leo en Diamante de
sangre era terrible. Sencillamente no entiendo por qué Hollywood no
contrata a actores de la región en lugar de ofrecernos malos acentos.
O, no sé, no trates de hablar con un acento que es ofensivamente
malo, así de sencillo.
—Has pensado esto largo y tendido, ¿no? —dice entre risas.
Hago una seña con los dedos y digo:
—Solo un poquito.
—¿Y qué más odias? Supongo que un buen novio debería por lo
menos saber lo básico.
Parece que el ambiente cambia cuando se refiere a sí mismo de esa
manera. Bryson no se da cuenta, pero he soñado con escuchar esas
palabras de alguien, y ni una sola vez en mi vida pensé que saldrían
de su boca.
—Bueno, las cinco cosas principales que Kai Sheridan odia,
incluido el querido Leo, son… —Levanto un dedo—: llamadas
telefónicas.
—Ahora que te conozco, tiene sentido.
—Matemáticas.
—Bienvenido al club. —Levanta su gran mano—. Vamos, Kai. No
me dejes esperando.
Miro su mano alzada y un segundo después choco la mía contra la
suya.
Él sonríe.
—¿Qué más?
—Mmm… ¿chícharos? —digo—. Son un infierno.
Bryson ríe.
—¿No se supone que deberías superar el odio a los chícharos
cuando cumples… no sé… tres años?
—Supongo que no recibí la notificación.
—¿Y cuál es la última?
Bryson las ha estado contando conforme las formulo y le queda un
dedo levantado.
—Decidir cosas —exclamo—. Probablemente soy la persona más
indecisa que jamás conocerás. Así que paso mucho tiempo solo
fantaseando en lugar de hacerlas en realidad. Siempre me preocupa
lo que pensará la gente.
—Entonces, decidir qué vamos a actuar es una pesadilla para ti,
¿cierto?
—Más o menos —respondo—. Pero está bien que hagamos Romeo
y Julieta. Sabes que soy pésimo actuando, así que cualquier punto
adicional que obtengamos de Henning es bueno.
—Para mí está perfecto.
—Entonces, si lo hacemos, ¿quién es Romeo y quién es Julieta? —
pregunto.
—Tú puedes ser Romeo y yo Julieta. —Hace una pausa, arquea
una ceja y me mira—. O al revés, como prefieras.
El huevo se me atraganta y trato de no reír.
—Muy buena.
Bryson también ríe. Me acerca el vaso de agua. Lo tomo y las
puntas de nuestros dedos se tocan. En mi prisa por quitar la mano,
termino derramando un poco de agua.
—Mierda —exclamo al tiempo que tomo unas servilletas para
limpiar el desastre. Bryson ayuda. Ríe con la mirada y la comisura
derecha de su boca se levanta.
—Entonces, ¿ya quedamos que es la película?
—¿Eso… creo? —termino débilmente.
Bryson se ríe.
—Bueno, en ese caso, deberíamos reunirnos para ver la película y
elegir una escena. Quizá una de los personajes secundarios. No
porque sea Romeo y Julieta tenemos que ser Romeo y Julieta.
—Okey. —Sonrío aliviado—. Me gusta cómo piensas.
—Bien. Hoy tengo entrenamiento de futbol, pero, si no te molesta
esperarme, podemos vernos después y ver la película en mi casa.
—Claro. Solo voy a enviar un mensaje rápido a mis papás. Es mi
turno en la biblioteca esta tarde y por lo general ellos me recogen —
explico.
Abro el chat de la familia: Los engaños de los Sheridan, como
mamá acertadamente lo nombró. Escribo el mensaje donde explico
nuestros planes.
—¿Trabajas en la biblioteca? —pregunta, verdaderamente
sorprendido.
—Sí. —Tomo un trago de agua—. Lo sabrías si te pasaras por ahí.
—Oye, no es que no lea. Solo que prefiero las historietas a los
libros.
—¿En serio? Tú y mi hermana se llevarían bien.
Bryson toma el último trago de su bebida.
—¿Ya acabaste?
Asiento.
—Tenemos que irnos si no queremos llegar tarde.
—Claro. —Vamos a la caja a pagar—. No, yo pago esta vez.
Antes de que pueda protestar, abro mi cartera y pago la cuenta.
—Bien —dice Bryson poco tiempo después. Me examina como si
me viera por primera vez. Finalmente sonríe.
—Pero mañana invito yo.
Y así, sencillamente, desayunar juntos se convierte en algo que
haremos.
Si mi yo de la semana pasada pudiera verme ahora, no creería que
esto está sucediendo.
Demonios, ni siquiera mi yo de ahora puede creerlo.
Salimos del Glenda camino a la escuela… juntos.
9

Bryson entra al estacionamiento de la escuela cinco minutos antes de


que suene la primera campana.
—Gracias por el aventón —digo.
—Con gusto.
Salimos del coche y vemos que Shannon está esperando. Está
mirando su teléfono, pero al vernos se detiene y se alisa el pelo
negro azabache. Es una cabeza más baja que yo, pero sus enormes
ojos azules son penetrantes y extrañamente intimidantes.
—Entonces, ¿quién es? —pregunta Shannon—. ¿Con quién estás
saliendo esta semana?
—Es un secreto —responde Bryson.
Se las arregla para no mirarme y me siento aliviado. Parece que se
está tomando muy en serio su promesa de mantenernos en secreto.
Sé que en un mundo perfecto no tendría que ser así, pero el mundo
en el que vivimos está muy lejos de ser perfecto.
Shannon sigue molestándolo, pero Bryson no cede. Al final se da
por vencida y se marcha echando humo por las orejas; yo camino a
mi salón.
—Kai, espera.
Me detengo y volteo. Bryson me extiende su blazer.
—Toma. Póntelo.
No me da mucha opción, porque ya me lo está poniendo por los
brazos. Así que lo recibo.
—¿Y tú?
—Mañana en la noche tengo partido, así que lo peor que me
pueden hacer es castigarme para el almuerzo.
Bryson sacude la cabeza y suspira.
—Cierto —respondo mientras Bryson toma mis libros y mi
mochila.
Me pongo su blazer. Es algunas tallas más grande y huele a él:
pino. Probablemente alguna colonia de marca; pero al olerla sé que
vale cada centavo.
—Vamos —dice Bryson.
Me examina una última vez y me devuelve mis cosas.
—¿Vamos?
—A Teatro —dice Bryson entre risas.
Luego me deja ahí parado.
Todo lo que puedo hacer es ver cómo se aleja. No es que me queje
del paisaje ni nada. Suena la campana y corro a alcanzarlo. No estoy
de humor para otro castigo de la señora Henning.
Caminamos juntos a Teatro; para cuando llegamos, ya todos están
sentados. Bryson choca las palmas con Isaac y se sienta junto a él.
Voltea para mirarme, esperando, y da unos golpecitos sobre la silla
vacía junto a él. Me siento con la pierna cruzada y saco de mi
mochila el ejemplar de Romeo y Julieta.
La señora Henning entra al auditorio justo cuando suena la
campana de inicio de clase. Hoy va vestida con una chamarra de
pieles sintéticas, pantalones de piel y tacones deslumbrantes. Y la
cereza del pastel: lleva una peluca salida directamente de la
Revolución francesa. Lo único que le falta decir es: «Que coman
pasteles».
Se para en medio del escenario y saca una hoja de papel.
—Buen día a vuestras mercedes, actores dramáticos. Antes de
empezar, por favor firmen y pasen esta hoja. Todos podrán reservar
horas para ensayar para las actuaciones de este viernes. También me
gustaría informarles que decidí extender el plazo para la entrega del
guion. También será para el viernes. Hubo muchos factores que me
llevaron a esta decisión, así que utilicen con sabiduría este tiempo
adicional. Quiero que me sorprendan —dice la señora Henning—.
Ahora, señor Keller, ¿podría traerme una silla, por favor?
Bryson asiente y se levanta. Desaparece detrás del escenario en
busca de una silla para la señora Henning. Atrapo la mirada de la
maestra de Teatro; asiente hacia mí levemente y sus labios dibujan
una sonrisa. ¿Amplió la fecha de entrega por mí? Cualquiera que sea
la razón, me deja sin aliento, incrédulo. Todavía tengo una
oportunidad. Sonrío mientras saco una pluma de mi mochila y
recibo la hoja de inscripción de manos de Jessica Cho, que está junto
a mí. Muchos de los horarios ya están llenos, y dada la apretada
agenda de Bryson, necesito su ayuda para decidir cuándo es el mejor
momento para que ensayemos.
Volteo hacia la persona a mi lado. Isaac está hablando con alguien.
Estiro el brazo y le doy una palmadita. Fija sus ojos azules en mí.

—Mmm, puedes elegir el tuyo primero. Tengo que esperar a Bryson.


—Perfecto. —Acepta la hoja y mira alrededor en busca de una
pluma. Sus ojos aterrizan sobre la que tengo en la mano—. ¿Puedo?
—sonríe levemente.
—Claro.
Nuestros dedos se tocan cuando toma la pluma de mi mano y
siento cómo me sonrojo. Aunque sé que Isaac es hetero, eso no
impide que tenga algunos sentimientos hacia él. Por eso existe el
enamoramiento no recíproco.
—Gracias.
Esta vez, cuando sonríe enseña los dientes. Uno de los dientes
frontales de Isaac se superpone a otro; pero en lugar de mermar su
aspecto, esa singularidad lo hace más apuesto.
—No hay problema.
Lo observo mientras él se inclina sobre la hoja y elige los horarios.
A diferencia de Bryson, Isaac sí tiene buena caligrafía.
Isaac se endereza y se lleva la pluma a los labios. Observo cada
movimiento. Debe sentir el peso de mi mirada, porque levanta el
rostro. Frunce el ceño al hacerlo. Yo desvío la mirada primero.
—Toma, Kai.
Es la primera vez que Isaac dice mi nombre. Y el sonido de él en
sus labios me emociona. Me extiende la pluma y la hoja de
inscripción.
La tomo despacio. Bryson se sienta haciendo más ruido de lo que
es necesario y toma la pluma y el papel de las manos de Isaac. Me
examina como si yo fuera un problema de matemáticas que no
puede resolver.
—¿Qué pasa? —pregunta Isaac.
—Nada —responde Bryson. Pero no suena así, y antes que
cualquiera de los dos pueda preguntar otra cosa, voltea hacia mí—.
¿Cuándo te gustaría ensayar?
Miro por encima de su hombro y encuentro la mirada de Isaac. Se
encoge de hombros y vuelve a sonreír. Siento cómo se ruborizan mis
mejillas. Bryson levanta la hoja de papel y la sacude frente a mí,
logrando romper el contacto visual con Isaac.
—¿Qué tal a la hora del almuerzo? —digo mirándolo.
—¿Mañana?
—Seguro.
Bryson sonríe y garabatea en el horario que elegimos. Mientras lo
hace, no puedo evitar preguntarme qué acaba de pasar. Una parte de
mí, la que vive en la Isla de la Fantasía, solo puede pensar: «¿Bryson
Keller se puso celoso?».
Es un pensamiento absurdo, así que lo ignoro.

Cuando suena la campana para el almuerzo, Donny y yo salimos del


salón de Matemáticas y vamos a la cafetería. Ya está llena de otros
alumnos. Algunos hacen fila para que les sirvan; otros están
sentados en las muchas mesas rectangulares que ocupan el lugar.
Donny y yo nos unimos a la fila. Muy pronto me invade el olor a
sándwiches de queso a la plancha. Aparte de la pizza y los libros, es
lo mejor de lo que la humanidad puede estar orgullosa.
Hago mi pedido y lo pago; volteo y veo que Priya ya está sentada
en nuestra mesa habitual. Priya me ve primero y me hace una seña
emocionada. Como Bryson me trajo a la escuela esta mañana, esta es
la primera vez que la veo hoy.
Atravieso la cafetería y me siento. Donny se desliza en su lugar,
frente a su novia. Tomo un bocado y lo saboreo. En muy pocos
lugares saben ponerle la cantidad correcta de queso al sándwich a la
plancha, y es de sorprender que la cafetería de Fairvale sea la que lo
haga mejor. Bueno, segundo mejor, ni siquiera estos pueden
competir con los de mi papá.
—Ahí estás, Kai —exclama Shannon Flockhart.
Alzo la mirada hacia Priya, pero ella no me está viendo. Mira
fijamente a la chica que está de pie a mi espalda.
Shannon y Priya han sido enemigas mortales desde el año pasado.
Y en esta contienda, yo nunca he sido Suiza. Elegí un bando, y no es
el de Shannon.
Es el enemigo público número uno y ella lo sabe.
—No —dice Priya.
—No vine por ti —reclama Shannon.
—No me importa.
En el carnaval de primavera del año pasado, Shannon se puso un
bindi. Priya trató de explicarle que no era nada más una elección de
moda, que lo que Shannon estaba haciendo era una apropiación
cultural, pero la otra chica no quiso escucharla. En su lugar, se puso
a llorar y acusó a Priya de acoso. Al final la escuela convocó a los
padres de ambas y el asunto se resolvió a puerta cerrada. Por
supuesto, Priya nos contó todo. Incluso nos enseñó la carta de
disculpas que Shannon le escribió. Era difícil ignorar la falta de
sinceridad y su papel de víctima. Desde entonces, es puro
resentimiento.
Y cuando Priyanka Reddy está resentida, se ocupa de ese
sentimiento como si fuera su mascota favorita.
—Yo solo…
—Adiós.
Priyanka exagera la forma en la que mastica una uva, lentamente.
Sus ojos oscuros taladran los de Shannon. Finalmente, la otra chica
da media vuelta y se aleja resoplando.
—¿Qué quería La-Que-No-Debe-Ser-Nombrada?
Me encojo de hombros.
—Creo que quiere saber quién sale con Bryson Keller esta semana.
—¿Y por qué tú lo sabrías? —pregunta Priya.
En lugar de responder, le doy una gran mordida a mi sándwich.
—Esa chica es un fastidio —se burla Priya.
Donny advierte el blazer que está entre nosotros dos.
—¿De quién es este?
Respiro profundo antes de mentirles a mis mejores amigos.
—De Bryson. Lo olvidó en la clase de Teatro. Se lo quiero
devolver, pero se me olvida todo el tiempo.
—Ah, con razón Shannon piensa que son cercanos —dice Donny.
—Ese nombre, Donald. Te he dicho que no lo pronuncies en mi
presencia. Me molesta —bromea Priya.
—Sí, la verdad no somos tan cercanos. Solo estamos trabajando
juntos en el proyecto de Teatro —explico.
Aunque en realidad no lo estoy buscando a él, advierto que Bryson
no está cuando Dustin y el resto del equipo de futbol entran a la
cafetería. Es algo poco habitual que los Pumas estén ahí. En general,
el equipo almuerza fuera de la escuela.
Saco mi teléfono del bolsillo y abro el chat con Kelly.
¿Te castigaron?
—¿Quién es Kelly? —pregunta Donny. Sus ojos están clavados en
la pantalla de mi teléfono.
Lo alejo de él y leo la respuesta.
Sí. Pero está bien. No pasa nada.
Mi mirada se posa en el blazer de Bryson. Sí acabó teniendo
problemas por eso, por mi culpa.
—Kai, ¿quién es Kelly? —pregunta Donny de nuevo.
—Nadie. —Puedo sentir la mirada de mis dos amigos sobre mí—.
En verdad, no es nadie.
Mi teléfono vibra con un mensaje.
¿Estás comiendo afuera?
—Parece que Nadie te manda muchos mensajes —se burla Priya.
—¿Es Kelly Gold? —pregunta Donny.
—No.
—¿Kelly O’Brien?
—Donny, cállate.
Su perorata de Kellys me impide pensar.
¿Dónde estás?, respondo.
—¿Kelly de Palo?
—Donny —mascullo—. Ya déjalo.
Sé que mis palabras son inútiles. Cuando Donny se aferra a algo,
no lo suelta. Es como un cachorro sin entrenar. Es uno de sus
encantos, pero también es muy molesto.
En el patio oeste. ¿Por qué? ¿Quieres visitarme?
Veo mi reloj. La hora del almuerzo ya casi termina.
—Quizá Kelly es diminutivo para Kelsey —reflexiona Donny—.
Quizá es Kelsey Scott.
—Donald, aprende a interpretar las insinuaciones, por Dios —dice
Priya—. Es evidente que Kai no quiere hablar de eso. —Observo a
Priya cuando se levanta de su asiento—. Necesito ir al baño.
—Yo también tengo que irme —digo al tiempo que recojo mis
cosas—. Nos vemos después.
Tiro la basura y me dirijo a la señorita de la caja para hacer un
pedido antes de que cierren la cafetería. Les toma dos minutos servir
mi pedido. Sin tiempo que perder, salgo corriendo a toda velocidad
para llegar antes de que suene la campana.
Establezco un nuevo récord mundial y llego al patio oeste sin
aliento y sonrojado. Veo a Bryson recargado contra la pared. Para la
mayoría de los maestros, el castigo durante el almuerzo significa
enviarnos a este patio y que miremos la pared en silencio. Por eso le
llamamos el Purgatorio. A su alrededor hay otros castigados. Bryson
no me ve al principio. Sus ojos están sobre su teléfono.
Me acerco a él y me aclaro la garganta. Bryson levanta la mirada,
sorprendido. Hace un movimiento para esconder su teléfono, pero
se da cuenta de que soy yo. Sonríe como si le alegrara verme. ¿Se
alegra?
—¿Estás aquí? —Mira su reloj y luego mi pecho jadeante—. No
tenías que venir.
—Sí —resuello.
—¿Por qué?
Le extiendo un sándwich de queso a la plancha caliente y una
botella de jugo de manzana. Mira lo que le estoy ofreciendo y luego
hacia mi rostro, examinándome.
—¿Para mí?
Sonríe y muestra su hoyuelo.
—Sí.
Toma su almuerzo y en ese momento suena la campana.
—Siempre trato de devolver lo que obtengo —explico.
10

La biblioteca es mi lugar favorito en toda la Academia Fairvale. Está


en el bloque A; es lo suficientemente grande como para albergar un
laboratorio de computación muy moderno. Aunque acaba de sonar
la campana de fin de clases, cuando entro la biblioteca ya está a
reventar. A mi derecha, rodeado de una pared de vidrio, está el
laboratorio de computación; directamente frente a mí hay varios
cubículos y nichos con algunas sillas cómodas entre el mobiliario y a
mi izquierda hay hileras e hileras de libreros.
Alguien me empuja en su prisa por entrar a la biblioteca. Antes de
que pueda quejarme, murmura una disculpa. Veo cómo se dirige al
laboratorio de computación. Los lugares son limitados y en general
gana quien llega primero.
—Qué gusto verte, Kai —dice la señorita Tarkovsky, jefa de la
biblioteca. Me adelanto y pongo mis cosas detrás del mostrador.
—Igualmente, señorita Tarkovsky.
—Puedes trabajar en la recepción mientras termino con nuestro
último orador invitado.
Asiento y veo cómo la bibliotecaria se dirige a su oficina. Me
encanta que la biblioteca invite a autores para los eventos. Es
increíble conocer a gente que vive mi sueño.
Me acomodo detrás de la computadora, listo para escanear los
libros que entran y salen. La primera alumna que se acerca a mí no
es otra que Shannon Flockhart.
—¡Dios, Shannon! ¿Me estás acosando?
Shannon ignora mi pregunta.
—Parece que últimamente tú y BK tienen una relación muy
cercana.
—¿BK?
Sé a quién se refiere, pero las siglas como apodo no le quedan al
chico con el que he pasado tiempo conociendo; sin embargo, no
comparto mi idea con ella. Si hay algo por lo que Shannon es
conocida, es por su interés en las primicias.
—Bryson, tonto.
Me da unas palmaditas en el hombro como si fuéramos viejos
amigos. La exagerada camaradería es tan fingida que me pone los
pelos de punta.
—¿Qué quieres, Shannon? —pregunto; lo único que deseo es
terminar con esta farsa.
—Dime con quién está saliendo Bryson. Te puedo pagar —explica
—. Nadie ha actualizado su Instagram con evidencia. Todos
queremos saber.
Suspiro.
—No todo el mundo actualiza su Instagram.
—Todas las que salen con Bryson Keller lo hacen. Ve el hashtag.
Parece que yo no soy como todos.
—La verdad es que no sé quién es.
—Mentiroso —espeta Shannon.
—¿Por qué estás tan segura de que sé algo?
—Porque has pasado la mayor parte de esta semana con él. —
Shannon arquea una ceja perfectamente depilada—. Sabes que tengo
un sexto sentido para estas cosas —dice—. Huelo algo sospechoso.
—Si tienes tanta curiosidad, pregúntale a Bryson. No entiendo qué
tiene que ver todo esto conmigo. —Trato de evitarla y casi suspiro
de alivio cuando otro alumno se para junto a ella. Le sonrío a Eric
Ferguson y luego me dirijo a Shannon—. ¿Me permites? Tengo que
trabajar, por favor.
Shannon se hace a un lado, pero no se marcha. Parece que la
aspirante a reportera que hay en ella se ha despertado.
Eric se acerca para devolver un libro.
—¿Qué tal estuvo? —pregunto mientras escaneo el lomo.
—Buena lectura. Si te gusta la fantasía, deberías leerlo —responde
Eric.
—La verdad, sí me gusta.
Le sonrío a Eric y pongo el libro aparte para leerlo más tarde. A
veces me pregunto cómo sería llevarme con otros adolescentes gays
como Eric. Aún no he sido lo suficientemente valiente como para dar
ese paso. Eric me sonríe en despedida. Tan pronto como se va,
Shannon vuelve al ataque.
—Sé que sabes.
—No sabes nada, Jon Snow —murmuro entre dientes.
—¿Qué?
—Nada.
—No, dijiste algo.
La miro fijamente a la cara.
—Creo que te estás imaginando cosas, Shannon.
—Eres tan molesto como Priya —se queja.
El hecho de que insista en utilizar el nombre corto de Priya, sin
importar todas las veces que le ha pedido que no lo haga, hace que
me enoje más.
—Y orgulloso de serlo —respondo con una sonrisa tan dulce que
podría atraer a las abejas.
Shannon me evalúa.
—Creo que escondes algo. Me tienes intrigada.
Antes de poder responder, Shannon sale de la biblioteca.
Suspiro. Lo último que necesito es que la aspirante a periodista
indague sobre mí. Necesito tener cuidado. Pero he estado mintiendo
durante años, me he vuelto muy bueno.
Por fin puedo trabajar en paz. Mi turno pasa volando; con los cinco
minutos que restan me dirijo hacia los estantes.
Estoy ocupado acomodando los libros en su lugar cuando vibra mi
teléfono en el bolsillo. Donny envió el enlace del avance de una
película que quiere que todos veamos.
Mi teléfono vibra con otro mensaje y abro el texto de Kelly:
¿Dónde estás?
—¡Ah! Ahí estás.
Su voz me sorprende. Volteo y encuentro a Bryson de pie a la
entrada del pasillo. Bryson Keller con su gorra hacia atrás… debería
ser ilegal. Debería estar prohibido que alguien se viera tan bien, en
particular después de pasar una hora y media corriendo en una
cancha de futbol.
—¿Kelly? —pregunta Bryson. Mira su mensaje abierto en mi
teléfono—. ¿Yo soy Kelly?
—Abrevié Keller a Kelly —explico—. Me imaginé que el nombre
de una chica sería más fácil de explicar a los fisgones.
—Muy inteligente —dice Bryson—. Pero también es una mierda
que tengas la necesidad de hacerlo.
Volteo a verlo y me doy cuenta de que estamos muy cerca, quizá
demasiado cerca. Dios, es injusto que alguien sea tan apuesto. Doy
un paso atrás y termino empujando el carrito de los libros por
accidente. Bryson estira el brazo para detenerlo. Trato de sujetarlo,
pero él me lo impide.
—Yo te ayudo —dice—. Yo conduzco y tú acomodas. ¿Okey?
—Me parece bien.
Me atrevo a estudiar a Bryson. Su cabello está húmedo porque
acaba de bañarse y trae ropa de gimnasio, en lugar del uniforme
escolar. Al verlo ahora me doy cuenta de que la fantasía que tuve
sobre él anoche no estaba tan alejada.
—¿Por qué decidiste trabajar en la biblioteca? —pregunta Bryson
mientras empuja el carrito.
—Siempre he amado los libros —explico. Decido contarle a Bryson
otro de mis secretos: mi sueño. Más gente sabe sobre él que los que
saben que soy gay, pero no muchos, no los suficientes como para
contarlos con las dos manos—. Quiero ser escritor. Y no se puede ser
escritor si antes no eres lector. —Detengo el carrito y coloco otro
libro en su lugar. Volteo a verlo—. ¿Tú tienes un sueño? ¿Es el
futbol?
Bryson hace una pausa y me mira antes de responder.
—Antes lo era —admite—. El futbol era algo que me encantaba
hacer con mi papá. Pero ahora juego más por costumbre que por
gusto. —Bryson se encoge de hombros—. Espero encontrar mi sueño
en la universidad. Algo que sea solo para mí.
—¿Ya decidiste dónde vas a estudiar?
—Me aceptaron en la UCLA, pero quieren que juegue futbol y
todavía no estoy seguro de querer hacerlo.
—Ah, a mí también me aceptaron ahí. Aunque no para jugar
futbol. —Bryson se ríe de mi broma patética y lo agradezco. Le hago
una seña para que empuje el carrito y él lo hace—. Estoy esperando
respuesta de la escuela de mis sueños.
—¿Que es…?
—Tisch.
—Cruzaré los dedos por ti. —Sonríe—. Avísame si te aceptaron.
Aunque sea después de esto.
—Qué raro —digo—. Nunca habíamos hablado tanto. Quiero
decir, éramos amigables, pero no éramos amigos. ¿Quién hubiera
dicho que nos llevaríamos tan bien?
—Sí, ¿verdad? Eres un tipo magnífico, Kai. —Sonríe—. Es raro que
todos nos quedemos en nuestros grupos. Porque juego futbol,
significa que todos a mi alrededor también lo hacen.
—Así es la preparatoria —digo.
—Cierto.
Bryson detiene el carrito cuando le digo que lo haga y acomodo los
siguientes libros. Uno de ellos va en el estante superior y tengo que
pararme de puntas.
—¿Me permites? —Bryson extiende la mano y le doy el libro. Con
facilidad, coloca el libro en su lugar. Hace una pausa y murmura—:
¿Para qué sirve tener un novio alto si no lo aprovechas?
Me guiña un ojo y regresa a su puesto frente al carrito. Lo absurdo
de la situación me hace sonreír.
Seguimos trabajando y, con la ayuda de Bryson, los libros están
acomodados en poco tiempo.
—¿Listo para irnos? —pregunta Bryson.
Asiento.
—He estado pensando en nuestra actuación. Por favor, escojamos
algo rápido y fácil.
—¿Te da miedo sonrojarte?
—No, eso es inevitable —digo.
Vamos a buscar mi mochila y su blazer. Lo sigo hasta el Jeep.
Aunque hay otros alumnos alrededor, no siento la ansiedad que
esperaba sentir. Aunque solo sea martes, me sorprende lo cómodo
que empiezo a sentirme cuando estoy con él. Bryson tiene una
manera de hacer que esto suceda.
Enciende el coche y salimos del estacionamiento. Bryson saca sus
lentes de sol del compartimento y se los pone. Al instante, pasa de
ser un estudiante de último año de preparatoria a un modelo de
publicidad con lentes de sol. Voltea hacia mí y es difícil no clavarle
la mirada.
—¿Qué? —pregunta, y por la leve sonrisa que baila en sus labios,
sé que me descubrió admirándolo.
—Nada —miento.
Volteo hacia el frente. Conforme avanzamos, entrecierro los ojos
por el brillo del sol de la tarde. En el siguiente semáforo, Bryson se
inclina hacia mí, abre la guantera y saca un estuche de lentes.
—Toma —dice al tiempo que me lo da. Lo abro y encuentro unos
lentes idénticos a los suyos—. Son los de repuesto.
Me los pongo y volteo a verlo. Bryson me mira fijamente.
—Se te ven bien —asegura.
Me río.
—En serio estás a fondo con esto de ser novio, ¿eh?
—¿Qué quieres decir?
—Ahora hasta tenemos lentes de sol idénticos.
¿Es eso lo que hacen los novios?
Me sorprendo sonriendo y decido no pensar mucho las cosas…
por ahora.
11

Llegamos a casa de Bryson demasiado pronto. Estoy seguro de que


parpadeé y me perdí el viaje. Bryson vive en la misma colonia que
Donny; sé que Shannon también vive cerca. Es una comunidad
enrejada donde viven los superricos. El uno por ciento más alto del
cuerpo estudiantil de la Academia Fairvale se llaman «vecinos» entre
ellos.
La casa de Bryson parece sacada de las páginas de alguna revista
de arquitectura; eso tiene sentido si consideramos que eso es lo que
hace su papá. Lo sé porque mis padres han consultado sus diseños
para usarlos como inspiración en sus propias renovaciones.
La casa tiene dos pisos, como la mía, pero es mucho más grande. A
decir verdad, «mansión» sería una descripción más adecuada. Las
paredes son color arena con acabados blancos. Las ventanas son
grandes y limpias, con persianas blancas. Parece que la casa de
Bryson pertenece a un lugar más interesante que Fairvale,
California… quizá España.
Aun así, la casa palidece en comparación con la casa de Donny
Duckworth, que está unas calles más alejada.
—¿Vas a salir? —pregunta Bryson.
Sus brazos rodean el volante y su cabeza descansa sobre ellos.
Parece que llevamos ahí sentados un rato y que él me ha estado
observando por no sé cuánto tiempo.
Me sonrojo y él sonríe.
—Ah, sí, claro.
Me quito el cinturón de seguridad y bajo del coche.
Bryson me sigue y caminamos hacia la casa. El silencio nos recibe
cuando abre la puerta principal. Entramos y nos detenemos en el
vestíbulo. Durante un momento, parece inseguro, su mirada va de
sus zapatos, a la casa y luego a mí.
—Mi mamá tiene una política de «cero zapatos» en la casa.
Bryson señala las pantuflas para los invitados que están en el
rincón. Sonrío mientras detengo mi zapato derecho con el pie
izquierdo para quitármelo. Hago lo mismo con el otro.
—Mi papá es igual —digo—. Crecimos con zapatos diferentes
adentro y afuera de casa.
Bryson parece aliviado. Me guía al interior de la casa.
—¡Guau! Es magnífica.
La sala de estar también parece sacada de las páginas de una
revista.
—Mi mamá tiene su propia empresa de decoración de interiores —
explica Bryson.
Esto lo sé. Una vez escribieron sobre ella en una de las revistas que
lee mi mamá. Es diseñadora para personas famosas. Luego de ver a
mi alrededor, todo tiene sentido: es obvio que es muy buena en lo
que hace. Es como una vitrina de exposición, pero a la vez hogareño.
No entramos a la sala. En su lugar, Bryson me lleva a la cocina. La
cocina es grande, con alacenas blancas y barras de granito blanco.
Está llena de electrodomésticos de última generación. Sin duda, esta
cocina sería el sueño de cualquier chef. Bryson se dirige al enorme
refrigerador de dos puertas y lo abre.
—¿Quieres tomar algo? Tenemos agua, jugo y refresco.
—¿Jugo de qué?
Estoy parado junto a la isla, recargando la cadera contra el borde
de la barra.
—Mango —responde Bryson.
—Manzana, naranja y uva son los tres únicos sabores de jugo que
merecen existir en el mundo. —Sonrío—. Agua está bien.
Bryson saca dos botellas de agua del refrigerador. Coloca la suya
sobre la barra y me extiende la mía.
—Tus opiniones son de lo más extrañas.
—Gracias —respondo al tiempo que tomo la botella.
Nuestras miradas se encuentran. En ese momento me doy cuenta:
estoy solo con Bryson. Sé que nuestra relación es falsa, pero eso no
impide que mi corazón palpite a toda carrera cuando me mira. Por
hacer algo, abro la botella y bebo el agua demasiado rápido. Me
ahogo y Bryson se acerca para darme unas palmadas en la espalda.
Me quedo paralizado. Estamos solos en casa y casi no hay
distancia entre nuestros cuerpos. Él también debe haberse dado
cuenta, porque rápidamente da un paso hacia atrás.
—Deberíamos ir a mi recámara. —Tarda un segundo en registrar
estas palabras. Abre los ojos como platos y se apresura a agregar—:
A trabajar, quiero decir.
Me parece que Bryson está tan nervioso como yo. Me asombra
darme cuenta de que es la primera vez que lo veo así. Está mirando a
todos lados, excepto a mí. Y no puedo evitar preguntarme por qué…
Bryson es hetero, ¿cierto? No debería ponerlo tan nervioso como él
me pone nervioso a mí.
Bryson ríe y parece recuperar la compostura, vuelve a ser el mismo
Bryson Keller seguro de sí mismo que conozco. Quizá mis dudas
sobre él solo son ilusiones. «Esto es solo un juego», recuerdo.
—Te sigo —digo.
Salimos de la cocina y lo sigo al primer piso, hasta su recámara.
Entramos.
—Mmm, disculpa el caos —dice Bryson.
—¿Qué caos? —pregunto.
Miro alrededor. Casi todo está en su lugar, salvo una sudadera y
un par de calcetines sucios que están en el suelo. Las paredes de la
habitación de Bryson están cubiertas de fotografías. Veo un equipo
de fotografía sobre su escritorio: una cámara, un tripié y unos lentes.
—No sabía que te interesaba la fotografía —digo.
Bryson sonríe.
—¿Todo el propósito de estar en una relación no es conocerse? —
Voltea hacia mí—. Ahora que lo pienso, hay muchas cosas que no
sabemos uno de otro.
Es cierto. Hace años que nos conocemos, pero cuando lo pienso, lo
que en realidad sé de Bryson Keller es muy superficial. Y por
primera vez en mi vida tengo ganas de profundizar, de saber más y
más sobre este chico de sonrisa fácil y mirada conmovedora.
Examino el collage de fotografías que, supongo, Bryson tomó.
Entre ellas hay varios pósteres del Liverpool, un equipo inglés de
futbol que es el mayor rival del Manchester United. No puedo evitar
pensar en lo que mi papá diría si viera esto. Imaginar a papá y a
Bryson discutiendo sobre futbol me hace sonreír; ¿alguna vez
sucederá? Me saco esa idea de la cabeza antes de que se enraíce.
Advierto que algunos de los pósteres se ven muy maltratados.
Como si los hubieran rasgado y reparado a toda prisa. No le
pregunto por ellos. En su lugar, vuelvo a los collages de fotografías.
—Entonces, ¿te gusta la fotografía?
—Sí —responde Bryson—. Es divertido.
—Eres bueno. —Volteo a verlo—. Quizá deberías ser fotógrafo.
—Quizá —dice—. Supongo que necesito encontrar lo que
verdaderamente me gusta.
—Tienes tiempo —continúo—. No te estreses.
—Díselo a mi mamá. —Suspira—. Se muere de pánico porque no
sé lo que quiero hacer cuando entre a la universidad.
—Bueno, conociéndote, probablemente serás excelente en todo.
—Todo menos matemáticas.
—¡Dios! Yo también. —Lo miro—. Prefiero mil veces las palabras a
los números.
—¿Y matemáticas con letras?
—Lo odio, y odio a quien lo inventó. El álgebra es lo peor.
Bryson ríe. Me observa mientras miro con más cuidado su collage
de fotos. En verdad es talentoso.
—¿Cuándo tomaste esta? —pregunto.
Señalo una fotografía en la que Bryson parece uno o dos años más
joven que ahora.
—Esas las tomé en las últimas vacaciones familiares —explica
Bryson.
En la fotografía, una familia feliz de cuatro miembros me sonríe.
Esta es la única foto que Bryson tiene de toda su familia. Todas las
demás son solo de su mamá y su hermana.
Volteo y examino el resto del cuarto. El escritorio de Bryson está
casi tan lleno como el mío, pero en lugar del caos, el suyo está
perfectamente organizado. Tiene un enorme calendario de escritorio
con sus horarios marcados. Mañana tiene partido. Priya también.
Quizá lo sorprenda y asista.
Bryson se mueve hasta quedar a mi lado y levanta su
computadora.
—¿Lo hacemos?
—¿Hacerlo…?
Arqueo la ceja, coqueteando.
Bryson sacude la cabeza y sonríe.
—Ver la película.
—Claro. —Mis ojos se detienen en una caja que está sobre su
escritorio. Es el último iPhone—. ¡Mierda! ¿Tienes uno?
—Mi papá cree que puede comprarme —explica Bryson. Su voz se
vuelve fría cuando habla de su padre—. Está tratando de verme por
primera vez desde hace un año. Por él llegué tarde a la escuela ayer.
Se ofreció a llevarme a desayunar antes de clases. Y yo, como tonto,
le creí. Lo esperé para nada. —Bryson se detiene. Sus ojos se abren
grandes cuando me ve—. En verdad es muy fácil hablar contigo. Ni
siquiera Dustin sabe esto. Todos piensan que tuve cita con el
dentista.
—Bueno, yo siempre estoy dispuesto a escucharte si eso quieres. —
Lo miro a los ojos—. Incluso después de que cortemos.
La última palabra quedó colgando entre nosotros. El fin inevitable
de nuestra relación pasa frente a mis ojos. Tengo que recordar que
todo esto acabará pronto. No puedo confiarme mucho,
acostumbrarme a tener a Bryson Keller en mi vida.
Nos miramos.
—Igualmente —dice Bryson.
Se aclara la garganta y desvía la mirada. Va hacia su cama. No le
lleva mucho tiempo encontrar la película en línea. Toma su laptop y
la coloca sobre el piso. Ambos nos sentamos recargados contra la
cama. La pierna de Bryson roza la mía y trato de ignorar su calidez.
Se pone de pie.
—Ahora vuelvo —dice.
—Okey.
En su ausencia, me repito que esto es para la escuela. No es una
cita. Ver una película con mi novio ha sido una de mis fantasías.
Puede parecer pequeño e inconsecuente, pero es algo que nunca he
tenido la oportunidad de experimentar.
Bryson regresa con los brazos cargados de papas, dulces y
palomitas de maíz recién hechas.
—¡Guau! Eso es mucho.
Bryson sonríe.
—No sabía qué te gusta, así que traje un poco de todo.
—Estoy seguro de que tratas así de bien a todas tus novias.
Coloca la comida sobre el suelo.
—De hecho, casi nunca las veo fuera de la escuela. —Me mira—.
Eres el primero.
—Bueno, es solo para la escuela.
—Claro.
Sé que me llevará innumerables horas descifrar esta palabra.
Toma un puño de palomitas y se las mete en la boca, luego se
sienta con las piernas cruzadas y aprieta la tecla de reproducción. La
película comienza y me preparo para ver una película de Leonardo
DiCaprio en su totalidad. No solo fragmentos. Y por primera vez en
mi vida veo una película con mi novio, aunque solo sea fingido.
—Creo que deberíamos hacer esta escena entre Benvolio y Romeo
—dice Bryson.
Veo la escena y asiento. Es corta, pero tiene el texto suficiente para
que yo pueda manejarlo.
—Buscaré el guion y te lo enviaré esta noche —añade Bryson.
Presiona la tecla de pausa y se dirige a su escritorio—. ¿Cuál es tu
correo electrónico?
—Mi nombre arroba gmail punto com.
Bryson lo escribe y se vuelve a sentar junto a mí. Está más cerca
que antes. Para distraerme, señalo la pantalla y pregunto.
—¿Quién quieres ser?
—¿Benvolio? Tiene más diálogo. Y en esta escena, Romeo guarda
silencio y está avergonzado; eso puede ser mejor para ti.
Asiento.
—Tal vez deberías estudiar dirección cinematográfica.
—Debería contratarte como mi consejero universitario —bromea
Bryson.
Mientras seguimos viendo la película, mi atención está dividida.
Estoy consciente de cada movimiento que Bryson hace a mi lado. Se
pone más cómodo y contengo el aliento porque más parte de su
pierna toca la mía. Sin embargo, Bryson no me mira. Sigue viendo la
película. Mi corazón late con fuerza en mi pecho. Cuando Leonardo
DiCaprio y Claire Danes están en el lago y se van a besar, extiendo el
brazo hacia las palomitas. Bryson hace lo mismo y nuestras manos se
rozan. Por segunda vez, dejo de respirar. Sus labios esbozan una
sonrisa y se mete un puñado de palomitas a la boca.
Lo veo masticar, mis ojos no se apartan de sus labios. Dirijo mi
atención de nuevo a la película. Me obligo a no ver nada más que la
pantalla.
Cuando por fin estoy concentrado en la película, siento de pronto
un peso sobre mi hombro. Asombrado, volteo y veo ahí la cabeza de
Bryson. Tiene los ojos cerrados y ronca un poco. Observo cómo su
pecho sube y baja.
Se acomoda sobre mi hombro, su cabeza encuentra el lugar
perfecto donde descansar. Mientras duerme, Bryson es
completamente ajeno al efecto que provoca en mí.
Veo el resto de la película, tratando de no moverme con Bryson
acurrucado sobre mí. Cuando salen los créditos de la película,
observo su perfil. Alzo la mano, pero me detengo y la dejo ahí
suspendida en el aire.
Quizá en otra vida tendría el valor suficiente para hacerlo. Bryson
parece tan tranquilo, justo lo contrario a la forma en que me siento
en este momento. Apenas es martes. ¿Seré capaz de sobrevivir esto
indemne hasta el viernes? No lo sé, pero tengo que recordar que esto
no es real y que nunca lo será… ¿cierto?
Pero, al verlo dormir, agradezco que me queden tres días más con
él. Bryson abre los ojos. Nos miramos. Mi pánico se multiplica.
Retiro la mano, pero él la atrapa. Nuestros ojos no se han apartado.
En los suyos se arremolinan las preguntas. Estoy a punto de
disculparme cuando su rostro se ilumina con una sonrisa.
—Vámonos.
—¿Irnos?
Bryson se pone de pie y me ayuda a levantarme. Suelta mi mano; y
mentiría si dijera que no me sentí un poco decepcionado.
—Ya casi son las siete —dice Bryson, señalando el reloj que está
sobre su escritorio.
Lo sigo por las escaleras para encontrar una casa oscura y vacía.
—Tu mamá debe trabajar hasta tarde.
—Sí. Lo hace cuando tiene un cliente nuevo. —Bryson se encoge
de hombros—. Ya estoy acostumbrado.
Nos paramos en el vestíbulo para ponernos los zapatos. Me inclino
y Bryson hace lo mismo. Tengo la costumbre de no desanudar las
agujetas. El pie izquierdo entra fácilmente, pero el derecho se resiste.
Doy un traspié y Bryson me detiene. Soy el primero en reaccionar.
Me aclaro la garganta y dejo un espacio entre nosotros.
—Gracias —digo con torpeza.
No hay duda de que mis mejillas están sonrojadas. Bryson sonríe y
abre la puerta. Espera que yo salga de la casa. Cierra con llave y
voltea hacia mí. Bryson observa mi rostro y baja la mirada hasta mi
mano. Es casi como si el tiempo pasara en cámara lenta cuando él
extiende la suya. Dejo de respirar cuando toma mi mano en la suya.
Lo veo de reojo y no puedo evitar preguntarme: «¿Qué es esto?».
—¿Esto es parte de tu apuesta? —pregunto.
Bryson permanece un momento en silencio. Examina nuestras
manos. No estoy seguro de qué está pensando, y antes de que pueda
preguntarlo, asiente.
—Está bien si no quieres…
Bryson empieza a alejar su mano.
—No —digo.
Si sus citas anteriores vivieron esto, entonces yo también quiero.
Bryson sonríe y así caminamos hasta el Jeep. Abre mi puerta y me
ayuda a subir, luego pasa corriendo por enfrente del coche. Bryson
se acomoda en el asiento del conductor y vuelve a tomar mi mano.
Esta vez entrelaza nuestros dedos.
Bryson Keller y yo vamos tomados de la mano el resto del camino
a mi casa.
Y yo doy el primer paso en arenas movedizas.
MIÉRCOLES
12

Cuando Bryson se estaciona frente a mi casa la mañana siguiente, yo


ya lo estoy esperando afuera, preguntándome si la noche anterior
fue solo un sueño. Paso de nuevo la mano por mi cabello, esperando
que siga en su lugar. Hago un esfuerzo por no volver a anudarme la
corbata por tercera vez esta mañana. «Estoy bien, me veo bien».
—¿Kai? —A mi espalda se abre la puerta de la casa y sale Yazz—.
Toma. —Me ofrece dinero—. Dice papá que es para esta noche.
—Gracias.
Mencioné mis planes de quedarme a ver el partido de futbol esta
noche, y papá estaba tan emocionado que me dio dinero como
apoyo. Parece que sigue teniendo la esperanza de que su hijo ame el
futbol tanto como él.
En ese momento Bryson baja la ventana. Se levanta los lentes de
sol y saluda con la mano.
—¿Es… —dice Yazz— … Bryson Keller?
—¿Lo conoces?
—He oído hablar de él —responde Yazz—. Ayuda a entrenar a
nuestro equipo de futbol en la escuela.
Con un gesto exagerado, se quita los lentes, los limpia con su bata
y se los vuelve a poner.
—Ah, sí es él.
—Claro.
—Esto es muy extraño. Demasiado extraño.
—¿Qué tiene de extraño?
Yazz me observa de arriba abajo y luego dirige su atención al Jeep
de Bryson.
—Todo.
Gira sobre los talones y entra a la casa.
Guardo el dinero en mi bolsillo y troto hacia el Jeep.
—Perdón —digo.
—No tienes por qué —responde Bryson mientras subo al coche y
trato de acomodarme.
Bryson mira el reloj que está en el tablero y lanza un silbido
cuando cambia a las 7:00.
—Esto es diferente —dice.
—¿Qué es?
—Que no tenga que esperar a nadie. Estoy tan acostumbrado a
llegar tarde por culpa de las chicas con las que salgo —explica
cuando ya estoy bien sentado.
—Por eso deberías salir con chicos —bromeo—. Dile a tus amigos.
—Uy, la mayor parte de mis amigos son algo odiosos.
—Me alegra que lo digas. —Me abrocho el cinturón de seguridad.
—¿Era tu hermana? —pregunta Bryson.
—Sí, Yasmine —respondo—. Me dijo que eres entrenador en su
escuela.
—Sí, les ayudo cuando puedo.
—Mmm, eres una cebolla, Bryson Keller.
—¿Una cebolla?
—Capas. Tienes capas. —Sacudo la cabeza—. Todos los días
aprendo algo nuevo sobre ti.
—¿Te estás quejando?
—No, me gusta —admito.
—A mí también.
Sé que las palabras de Bryson no deberían afectarme. Este Jeep se
va a convertir pronto en calabaza. Sé que todo está en mi cabeza…
pero mi corazón empieza a sentir que es una historia por completo
distinta.
Bryson maneja hasta el estacionamiento del Glenda. Bajamos del
Jeep y entramos. Le sonrío a Alice y sigo a Bryson hasta el reservado.
Mientras esperamos que nos sirvan, saco el guion de mi mochila.
Fiel a su palabra, Bryson me lo envió por correo electrónico anoche.
—¿Le damos una leída? —pregunto.
—Claro.
Saca el suyo de su mochila. Ya tiene sus líneas subrayadas. Pero
antes de empezar, Alice se acerca.
—Buenos días. —Su sonrisa es cálida—. ¿Qué les sirvo?
—Yo quiero unos hot cakes —digo—. Y una malteada.
Tengo ganas de dulce.
—¿Y tú, Bryson?
—Lo de siempre.
Alice asiente, escribe nuestro pedido y se va.
—¿Desayunas lo mismo todos los días?
Bryson asiente.
—Me gusta que las cosas permanezcan iguales —explica—. El
cambio me asusta.
Mientras esperamos el desayuno, leemos nuestro libreto. A la
mitad, llega la comida, pero terminamos la escena. Bryson se siente
confiado. También es paciente cuando yo me atoro un poco en mi
diálogo. Cuando terminamos, Bryson se levanta.
—Necesito ir al baño ya.
Asiento y vuelvo a poner mi atención en el guion. Estoy leyendo
mis líneas cuando alguien se sienta en el lugar de Bryson. Alzo la
mirada y veo a Shannon. Lanzo un gemido.
—¿Así que ahora ustedes dos desayunan juntos?
Levanto el guion.
—Tenemos que ensayar cuando podamos.
—Interesante.
Shannon me examina. No me gusta su mirada, así que para
distraerla yo le hago una pregunta. Estoy cansado de que Shannon
piense que tiene el control de esta situación. Sí, tengo un secreto que
esconder, pero estoy seguro de que ella también tiene uno.
—¿No estás trabajando demasiado para este artículo?
—¿De qué hablas?
—Sé por qué quieres salir con Bryson.
—Pues me gusta.
El problema con Shannon es que cree que es la persona más
inteligente en la habitación. No puedo negar que es lista, y quizá por
eso está tan desesperada por hacer cualquier cosa para ya no estar en
la lista de espera. Ahora está compitiendo por el título de
valedictorian, por lo que estar en la lista de espera debe parecerle
incomprensible. ¿Será por eso que está obsesionada con obtener esta
historia?
Me encojo de hombros con exageración.
—A mí me parece superinteresante. Si en verdad te gusta Bryson,
¿para qué quieres jugar en la apuesta? Podrías esperar a que acabe
en unas semanas. —Me inclino hacia adelante y le doy un sorbo a mi
malteada sin apartar la mirada de la suya—. Algo no encaja.
—No tengo por qué explicarte nada, pero quería demostrar que yo
puedo ser quien termine con este juego. Que puedo hacerlo real. Sí,
en parte es por la historia, pero también es porque en verdad creo
que seríamos perfectos el uno para el otro. —Shannon sacude la
cabeza—. Quería que él rompiera las reglas por mí. Que me tomara
de la mano por primera vez…
—¿Qué quieres decir con tomar su mano?
Me enderezo.
—¿En dónde has estado viviendo? —pregunta Shannon—. ¿Por lo
menos sabes algo de esta apuesta?
—A diferencia de ti, yo sí estaba ahí cuando empezó —digo—.
Pero eso no es importante. Explícame lo de la tomada de manos.
—Bryson sigue sus reglas: nada físico, ni siquiera tomarse de las
manos con ninguna de sus citas de la apuesta.
Recuerdo el día de ayer en que tomó mi mano. ¿Qué significa eso?
Anuncian un pedido para llevar y Shannon se pone de pie.
—Nos vemos, fracasado.
No le respondo. Estoy perdido en mis pensamientos. ¿Bryson
Keller será gay? Esta vez estoy seguro de que no son fantasías. Tomó
mi mano. Shannon dijo que eso iba en contra de las reglas, reglas
que él jamás había roto. Pero entonces recuerdo su mensaje, dijo que
él no era gay. ¿Creo en lo que dijo o en como se ha comportado?
Mi mente recorre a toda velocidad las posibilidades.
—¿Kai? —Bryson se sienta—. ¿Estás bien?
—Sí. Bien —miento.
Pero las palabras tienen un sabor amargo. Sé que podría obtener
las respuestas a mis interrogantes si tan solo preguntara. Pero ¿soy
lo suficientemente valiente para escucharlas? ¿Siquiera tengo el valor
de preguntar? Es miércoles, y parte de mí se da cuenta de que me he
acostumbrado a alguien que se alejará de mí el viernes.
No quiero que Bryson Keller me rompa el corazón. No quiero ser
el cliché del chico gay que se enamora del heterosexual. Pero me
tomó de la mano. Bryson Keller tomó mi mano, ¿eso qué significa
para mí? ¿Qué dice de él? ¿Y qué dice de nosotros dos?
«Quizá ya es demasiado tarde», murmura una vocecita al fondo de
mi mente. Porque al ver a Bryson, como hago ahora, es difícil negar
que me empieza a gustar tenerlo cerca. Me gusta que sea mi novio.
Y sería un estúpido si no supiera lo peligrosos que son estos
pensamientos.
—En serio, ¿estás seguro de que estás bien? —pregunta. Puedo ver
que está realmente preocupado y eso empeora las cosas—. Algo
pasó. ¿Shannon te dijo algo?
Me sorprende que se dé cuenta de estas cosas. El Bryson Keller que
creemos que conocemos y el que llegas a conocer si te tomas el
tiempo son dos personas diferentes. No es en ningún sentido el
estereotipo del superatleta. Es solo… Bryson.
Bajo la mirada y finjo leer el guion. Mientras lo hago, digo:
—Sí, todo está bien.
No puede ver mi rostro. No puede ver que estoy mintiendo.
—¿Seguro?
—Sí.
Tengo que estarlo.
13

Cuando llegamos a la escuela, Bryson me da mi blazer.


—Lo recogí ayer —dice.
—¿Tan rápido?
—Pagué un poco más para poder dártelo antes. —Bryson pasa una
mano por su cabello—. Ninguno de los dos nos podemos dar el lujo
de que nos castiguen hoy en el almuerzo. Reservamos el teatro para
el ensayo.
—Cierto.
Bryson saca su maleta de gimnasio del asiento trasero y yo me
llevo el blazer a la nariz. Espero que huela a jabón, pero, en su lugar,
tiene el mismo olor de Bryson. Cuando voltea hacia mí, sus labios
dibujan una leve sonrisa, como si ocultara un secreto. ¿Me vio? Miro
su rostro, luego hacia el coche, y veo mi reflejo en la ventana. Me
pongo el blazer y trato de ignorar el rubor de mis mejillas.
Miro mi reloj y me doy cuenta de que todavía faltan diez minutos
para que empiece la primera clase.
—Voy a ver a Donny y a Priya antes de clase —comento.
Necesito darle a mi rostro la oportunidad de que se enfríe.
—Está bien —dice Bryson—. Nos vemos en Teatro.
Tomamos rumbos distintos. Saco el teléfono de mi bolsillo y abro
el chat de los tres mosqueteros.
¿Dónde están?
En la escuela, responde Priya. ¿Y tú?
Yo también. Voy al bloque A.
Alcánzanos en el Purgatorio.
Me lleva cinco minutos llegar a donde están.
—¿Qué pasa? —pregunto al acercarme.
Priya está de pie, con los brazos cruzados y un puchero en la boca;
en tanto que las orejas de Donny están más rojas que nuestras
corbatas: un signo seguro de sus emociones.
—¿Están peleando?
Desde que empezaron a salir juntos he tratado de averiguar cuál es
mi lugar en su relación. Como mejor amigo de ambos, ¿debo
involucrarme? ¿Debo tomar partido o permanecer neutro? Esta no es
su primera pelea y no es la primera vez que me siento así.
—Donald está siendo ridículo —explica Priya.
—¿Qué hizo?
—Déjalo, Kai.
Volteo a ver a Donny y me trago lo que sea que vaya a decir.
Asiento. No estoy seguro de lo que pasó, pero no creo poder ayudar.
Tienen que resolverlo solos. Yo empiezo a tener mis propias
calamidades de relación, como el hecho de que creo que Bryson
Keller me está empezando a gustar en serio. Así empieza el amor:
primero no puedes dejar de pensar en la persona, luego no puedes
esperar a verla y finalmente quieres pasar todo el día con ella.
—Mmm… acabo de recordar que tengo que hacer… algo —digo—.
Luego nos vemos.
Me apresuro a alejarme de ellos y entro al auditorio; Bryson ya está
ahí sentado. Su mochila y su blazer ocupan el asiento junto al suyo.
Al verme, sonríe y me hace una seña con la mano. Bryson quita sus
cosas para que yo ocupe el lugar y siento un brillo cálido en el
pecho.
Mientras espero que llegue la señora Henning, me recargo en el
respaldo de la silla y paso las manos atrás de mí. Alzo la mirada
hacia las luces del escenario.
Bryson también se echa hacia atrás, casi imitando mi postura.
Acomoda las manos para detenerse y su dedo toca uno de los míos.
Inhalo con fuerza. Lo miro por el rabillo del ojo, pero Bryson está
hablando con Isaac. No presta la menor atención y sin duda no está
obsesionado con algo tan trivial como que nuestros dedos se toquen.
¿Qué me pasa? Esto no debería molestarme. Que le ponga tanta
atención a Bryson significa que me está empezando a gustar… en
serio. La señora Henning sube al escenario y me enderezo. Bryson
permanece en su posición. Definitivamente, que nos tocáramos no
fue intencional, pero a mi corazón parece no importarle.
Hoy no tengo asignado un papel para actuar, pero tanto Bryson
como Isaac sí. Trato de escuchar al chico que me ha gustado la
mayor parte del año, pero mi «novio» sigue atrayendo mi atención.
Bryson es por completo el desconsolado Romeo en la celda de fray
Lorenzo. Cuando le suplica a la monja que le dé noticias de Julieta, la
mujer a la que ama, nuestros ojos se encuentran. ¿Es él encarnando
su personaje o es otra cosa? Él sonríe y es deslumbrante.
Suena la campana. Bryson y yo nos dirigimos a la clase de Inglés.
Mientras examino al chico que está junto a mí, sé que necesito que
Bryson crea que todo esto es una farsa. No puedo permitir que me
empiece a gustar. Esto no es parte de las reglas.
Dios, ¿quién diría que una relación falsa podría ser tan
complicada?
Cuando suena la campana para el almuerzo, estoy seguro de que
puedo ensayar con él sin problemas. Ya antes me han gustado en
secreto otros chicos heterosexuales y nunca ha sido gran cosa. Sé que
puedo hacerlo también con Bryson.
Cuando me siento en nuestra mesa habitual me doy cuenta de que
Priya y Donny siguen enojados. Nos sentamos y comemos,
incómodos.
—¡Uy, uy, uy! ¿Quién se murió? —pregunta Bryson al sentarse a
mi lado. Me mira, luego a Donny y después a Priya—. En serio, ¿qué
les pasa? ¿Se pelearon?
—¿Por qué estás aquí? —pregunta Priya.
—Kai y yo reservamos el auditorio para ensayar nuestra escena.
Me mira, luego a Priya, a Donny y otra vez a mí. Frunce el ceño y
me hace la pregunta con la mirada.
Me encojo de hombros. Yo tampoco sé qué está pasando. Me lo
dirán cuando estén listos. Nos sentamos en un pesado silencio
durante un momento hasta que Bryson habla.
—Anda, Kai, vamos. Es obvio que estos dos tienen que arreglar
sus cosas —dice.
Asiento y me pongo de pie. Bryson y yo salimos de la escena. Nos
abrimos camino entre el bullicio de la cafetería de la Academia
Fairvale.
Cuando llegamos al pasillo, Bryson me dice:
—Qué extraño. Estaban tan seguros de que las relaciones de
preparatoria duraban.
—Bueno, todas las parejas se pelean. Lo que importa es lo que pasa
después. Estoy seguro de que al final de clases ya estarán bien. —
Caminamos en silencio durante un rato y después pregunto—:
¿Sigues creyendo que están perdiendo el tiempo? Las relaciones de
preparatoria, quiero decir.
—¿Por qué preguntas?
—Por curiosidad —respondo—. ¿No es esa la razón por la que
aceptaste la apuesta?
—Bueno, en parte. Pero también porque era la distracción perfecta
para salir del caos de mi casa. Cuando empezó la apuesta me
acababan de decir que mi papá piensa volver a casarse. Así que llegó
en el momento justo. Supongo que me alegra que estas últimas
semanas haya tenido algo seguro. Ha sido una suerte de consuelo.
En ocasiones agotador, sí; pero también me gustó mucho que nadie
saliera lastimado, que no haya expectativas… nada. Después de una
semana de escuela puedo seguir adelante. —Nos detenemos frente a
la puerta del auditorio—. Creo que estoy empezando a ver el
atractivo de tener algo real —dice Bryson—. Sobre todo con la
persona correcta.
Juro que me mira al decir esto, pero pasa tan rápido que cuando
abre la puerta del auditorio siento que lo imaginé. Como si hubiera
visto lo que quería ver y nada más.
Bryson Keller, ¿eres gay?
Al verlo caminar hacia el escenario, no puedo evitar preguntarme
exactamente eso. El auditorio está vacío y es curioso que mi semana
con Bryson empezara justo aquí. Aquí fue donde le pedí que saliera
conmigo la primera vez y en el almacén de utilería fue donde salí del
clóset con él.
—¿Kai? —me llama—. Tierra a Kai.
—¿Qué?
—¿Adónde fuiste? —pregunta Bryson—. Parece que estás
pensando algo con mucha profundidad.
—No es nada.
Sacudo la cabeza. No es el momento de evocar. Necesito ensayar lo
más posible. Alcanzo a Bryson en el escenario y volteo a ver el mar
de asientos vacíos. Aunque no hay ni una sola alma, siento que mi
corazón empieza a acelerarse y que las manos comienzan a sudarme.
Tengo náuseas. La idea de actuar en el escenario es suficiente para
revolverme el estómago. Ahora que estoy parado aquí se siente
bastante real.
Bryson se apresura a mi lado.
—No te ves muy bien.
—No me gusta actuar.
—Todo va a estar bien —dice Bryson—. Confía en mí. Ahora, en el
ensayo, y el viernes que nos presentemos. Solo confía en mí y todo
estará bien. —Pone la mano sobre mi hombro para tranquilizarme—.
Siempre puedes confiar en mí.
Bryson toma su posición y sostiene su guion frente a él.
—¿Estás listo?
Asiento, aunque no me sienta para nada preparado.
Repasamos la escena, los dos usamos nuestros guiones. Cuando
terminamos, Bryson ofrece algunas sugerencias. Volvemos a hacerlo
y, cuando me equivoco, Bryson me apoya y me tranquiliza.
En el tercer intento, Bryson ya no recurre al guion. Se mueve con
confianza; conforme dice sus líneas yo me siento cada vez más
relajado en mi papel. No soy ni de lejos tan bueno como él. Pero
cuando su personaje arroja un brazo sobre mis hombros, no
reacciono como lo haría Kai. Acepto que soy Romeo en esta escena y
él es mi mejor amigo.
Pronuncio mi línea final y volteo a ver a Bryson. Estamos en la
posición final, muy cerca. Ambos hacemos una pausa al escuchar
aplausos. Volteamos y vemos a Dustin ahí, de pie.
—Eso fue muy gay.
Ríe. Mi rostro enrojece y me tenso. Bryson debe sentirlo porque
pone un poco de distancia entre nosotros. Odio sentirme
avergonzado en este momento. No solo estoy enojado con Dustin,
sino conmigo mismo también.
Bryson encara a Dustin.
—¿Qué haces aquí? —pregunta.
—El entrenador quiere verte —dice Dustin entre risas—. Muy
buena actuación, hombre.
—¿Puedes dejarlo? —espeta Bryson.
—¿Dejar qué?
—Dejar de ser un imbécil.
Bryson sacude la cabeza. Mi corazón se alegra. Son las palabras
que yo querría decir.
—¡Guau! Era una broma. No seas tan delicado, hombre.
—No soy delicado. Pero odio que digas algo tan estúpido. Eres
mejor que eso, D.
—¿Está bien? —pregunta Dustin—. ¿Pasó algo?
Mira a Bryson y luego a mí.
Me encojo de hombros.
—En fin —continúa Dustin—. El entrenador quiere verte, si tienes
tiempo.
Bryson voltea hacia mí.
—Puedes irte. Ya te sabes casi todo tu texto. Ahora, yo tengo que
memorizar el mío —explico.
Asiente.
—Nos vemos después.
—Okey.
Veo cómo se alejan Bryson y su mejor amigo. Puedo ver que
Bryson habla con Dustin, pero no puedo escuchar la conversación.
Nunca nadie me había defendido. Estar en el clóset ha significado
que siempre he tenido que escuchar e ignorar los comentarios
homofóbicos porque nunca he querido llamar la atención. Le
agradezco a Bryson; más que eso, no quiero dejar de pasar tiempo
con él.
¿Qué pasará la próxima semana, cuando nuestra relación haya
terminado? ¿Volveremos a solo cruzarnos en los pasillos y
sonreírnos y saludarnos de vez en cuando? Es algo que empieza a
preocuparme.
La verdad es que no quiero volver a lo que éramos antes. Esto me
gusta, quiero lo que tenemos ahora. También empiezo a desear que
sea real. Mi corazón desea olvidar que todo es un juego. Esa idea me
aterra y me emociona. Es tan repentino, tan pronto. Nunca he creído
que haya un tiempo definido para que alguien te guste. Cuando
sucede, sucede.
Podría decir que estoy frente al precipicio al que voy a caer por
Bryson Keller, mi novio falso.
14

Donny y yo estamos parados entre un mar de carmesí y blanco.


Hago un esfuerzo por integrarme. Llevo jeans negros y la única
camiseta roja que tengo. Cuando te sonrojas tanto como yo, lo mejor
es evitar ese color. El sol acaba de ponerse detrás del estadio de
futbol. A veces vengo aquí a ver a Priya jugar, pero Donny asiste a
todos los partidos. A mi lado, es una bola de energía. Cada vez que
Priya toca el balón, grita hasta desgañitarse. Su rostro está rojo, no
solo por los gritos, sino también porque tiene el número siete de
Priya pintado en las mejillas. Siento una punzada de celos. Yo
también quiero tener una relación así: abierta y libre.
Parece que cualquier tensión que hubo antes en el día se ha
olvidado. Como estaba seguro de que sucedería. Donny es el novio
incondicional. Sin embargo, es un caos de nervios a mi lado. Se ha
estado mordiendo la uña del pulgar desde que el equipo invitado
igualó el marcador.
—No podemos perder este partido. En verdad necesitamos los
puntos.
Sonrío a mi amigo. Es adorable cómo habla de las actividades de
Priya como si fueran las suyas.
—¿Qué pasa? —pregunta Donny cuando se da cuenta de que lo
observo.
—Es solo que… prácticamente te salen corazones por los ojos.
Donny se ríe.
—¿Es tan obvio?
—Solo para mí, porque soy tu mejor amigo. Y te conozco.
—Lo mismo contigo —dice Donny—, te conozco.
Antes de que pueda preguntarle qué quiere decir, Priya anota un
gol. Donny salta a mis brazos y apenas puedo evitar que nos
caigamos los dos. Cuando nos separamos, estoy riendo. El resto del
partido, Donny y yo nos convertimos en los porristas personales de
Priya. Funciona: ganamos dos a uno.
Después del partido, Donny y yo nos vamos a tomar algo. Mi
garganta lo necesita.
—¿Verdad que estuvo magnífica?
Donny ha estado hablando de Priya sin descanso. Sé que no
debería, pero siento una punzada que me atraviesa el pecho.
Quisiera poder hablar abiertamente de lo que me gusta, no solo con
mis amigos sino con el resto del mundo también. No es justa la
manera en la que los heterosexuales pueden amar, reír y vivir de
forma tan libre; en tanto que nosotros dudamos de todo. Nuestros
actos son siempre cautelosos.
Como si mis pensamientos los hubieran convocado, veo a Eric y a
su novio. Cruzan el estacionamiento hacia su coche. Parecen felices,
ajenos a las pocas personas que se detienen para juzgarlos.
O quizá no son tan ajenos. Se paran y, a propósito, miran a esos
imbéciles. Mi estómago se hunde, espero que no provoquen un
escándalo. Por cada paso que doy hacia mi salida del clóset, esos
momentos me contienen. Es una mezcla de miedo y enojo el hecho
de que al hacerlo tenga que lidiar con cosas como estas. Eric sonríe
con suficiencia y jala a su novio hacia él. Se besan y les dan a los
homófobos algo de qué hablar. El grupo se aleja apresurado y Eric
suelta una carcajada.
Yo también río.
—¿Qué? —pregunta Donny.
Se perdió la audacia y la valentía de esta pareja gay declarada y
orgullosa. Eric se da cuenta de que los observo.
Asiente hacia mí y yo le devuelvo el gesto. Decido que cuando
crezca, quiero ser igual que él.
—Nada. —Nos toca hacer nuestro pedido—. Solo quiero una Coca,
por favor.
Donny compra botana para él y para Priya y le ayudo a llevarla al
Patomóvil. Priya llega poco después. Se bañó y cambió, y su cabello
negro húmedo cae en una trenza sobre su espalda.
—Estuviste magnífica —exclama Donny.
—Gracias. —Sonríe y lo besa en la mejilla—. Me alegra que
hayamos ganado. Estuvo difícil.
Alzo el pulgar en su dirección y Priya ríe.
—¿Entendiste algo del partido, Kai?
—¡Oye! Al menos conozco lo básico.
—Tu papá debe estar muy orgulloso —bromea Priya.
Tomo un sorbo de mi refresco.
—¿Estás seguro de que no quieres que te lleve a tu casa? —me
pregunta Donny.
—Sí. Papá vendrá a buscarme. Está bien, váyanse.
—En serio, no es problema —insiste Donny.
—Lo sé, pero está bien.
—¿Seguro?
—Donald, Kai dice que está bien. Deberías confiar en él —
interviene Priya con un montón de dulces que mastica en la boca.
Rodea el coche hasta el asiento del copiloto y se sube. Donny
también sube al coche. Me despido con la mano y los veo salir del
estacionamiento.
Termino mi refresco, tiro la lata en un bote y regreso a las gradas.
Observo a la multitud en busca de la familia de Bryson, pero no los
veo. Los Pumas están calentando y avanzo hasta un asiento libre.
Casi al instante, mi mirada encuentra a Bryson. Habla animado con
Dustin. Bryson ríe y todo su cuerpo se sacude. Sonrío al verlo.
Bryson hace unos estiramientos. Su camiseta se pega a sus anchos
hombros cuando sostiene un brazo sobre su pecho y luego el otro.
Gira para mirar las gradas. Puedo sentir el momento en el que los
ojos de Bryson me encuentran en el mar de gente. Sus ojos azules se
abren con sorpresa al principio, pero luego su rostro se parte en una
enorme sonrisa. Saluda con la mano; podría estar saludando a
cualquiera a mi alrededor, pero sé que es a mí. Saludo de regreso.
Soy solo otro rostro en la muchedumbre. Bryson agrega un guiño
para enfatizar su gesto.
Lo veo trotar para reunirse con el resto de su equipo y terminar el
calentamiento. Mis ojos examinan al resto del equipo y apenas
parpadeo al ver a Isaac. ¿En qué me he convertido?
Todos toman su posición y el árbitro toca el silbato. Es obvio que
Bryson es la estrella del equipo. Es delantero y parece que siempre
tiene el balón. Evade con facilidad a sus oponentes. Es seguro y
confiado. Y a solo diez minutos de comenzado el partido, Bryson
anota un gol.
Su equipo lo derriba y no puedo evitar sentirme un poco celoso al
verlo. Bryson se aparta de ellos, corre a la esquina y se desliza hacia
mí. Todo el mundo a mi alrededor se entusiasma y yo participo.
Bryson ve cómo le echo porras. Sonríe y, si estuviéramos más cerca,
estoy seguro de que podría ver el hoyuelo de su mejilla.
El público del equipo local ovaciona aún más fuerte. No les presto
atención. Mis ojos están fijos en Bryson. Justo antes del medio
tiempo, derriban a Bryson cerca del área de penalti y le dan un tiro
libre. Tengo el corazón en la garganta al verlo ponerse de pie. Cojea
un poco y sacude el tobillo. Cuando todo parece estar bien, exhalo el
aire que había retenido.
Aprovecho para ir al baño en el medio tiempo. Mientras me
enjuago las manos, recibo un mensaje de Kelly.
No sabía que vendrías. Agrega una serie de emojis que lanzan confeti.
Sonrío mientras escribo mi respuesta.
Quería darte una sorpresa. Supongo que funcionó.
Fui yo quien prometió ser el novio perfecto, escribe Bryson.
Es lo justo.
¿Qué voy a hacer contigo?, pregunta Bryson.
¿Qué quieres decir?
Ah. Tengo que irme. El entrenador llama. Hablamos luego.
No estoy seguro si apretó el emoji por error porque tiene prisa,
pero mi corazón palpita con fuerza en mi pecho cuando veo el emoji
que lanza un beso.
Regreso a mi asiento, pero veo distraído la segunda mitad. Mi
mente está en el mensaje, en el emoji de beso. ¿Qué significa todo
eso?
Saco el teléfono de mi bolsillo y vuelvo a leer nuestra
conversación. Mis ojos se detienen en «¿Qué voy a hacer contigo?».
¿Bryson se sentirá tan confundido como yo? Esto no puede seguir.
Tenemos que hablar.
Pronto.
Suena el silbatazo final y los Pumas ganan cuatro a dos; Bryson
anotó tres de esos goles. No puedo evitar reír cuando Dustin e Isaac
lo levantan en hombros. La multitud ovaciona y me doy cuenta de
que mi voz es la más fuerte.
Mientras bajo las gradas, mi teléfono vibra; otro mensaje de Kelly.
Espérame. Te llevo a casa.
Había pensado llamar a papá para que me recogiera, pero esto es
más fácil.
Okey, respondo.
Me dirijo al estacionamiento de la escuela. No me lleva mucho
tiempo ubicar el Jeep de Bryson, pero no camino hacia él. Con tanta
gente a mi alrededor, es mejor no llamar la atención. No necesito que
me pregunten por qué estoy aquí; sobre todo, por qué estoy aquí con
Bryson. No estoy seguro de tener una excusa lo suficientemente
creíble. En su lugar, me dirijo a las escaleras que llevan al bloque A y
me siento. Aún puedo ver y escuchar a Bryson desde aquí.
Veo cómo se empieza a vaciar el estacionamiento. Muy pronto, los
vehículos que quedan pertenecen a los rezagados o al equipo.
Bryson llega trotando un poco después. Voltea hacia todos lados,
pero no me ve. Veo cómo saca su teléfono del bolsillo.
¿Dónde estás?
En lugar de escribir la respuesta, me pongo de pie. Él me ve y su
ceño fruncido cambia a una sonrisa. Sin embargo, antes de avanzar,
Shannon, Natalie e Isaac se acercan a él. Vuelvo a sentarme. Así es
como he vivido toda mi vida: escondido y en las sombras. Y entre
más tiempo permanezco ahí, más me cansa la situación.
—Vamos a mi casa a celebrar la victoria; ¿quieres venir? —
pregunta Isaac.
Bryson niega con la cabeza.
—Estoy muerto, hombre.
—Deberías. Estuviste imparable esta noche —dice Natalie.
—Por eso mereces celebrar —interviene Shannon.
La veo deslizarse al lado de Bryson.
—Ven con nosotros. Va a ser divertido —agrega.
—La verdad, no estoy de humor —dice Bryson.
De manera muy sutil, se distancia de ella. No puedo evitar sonreír
ante ese gesto.
Dustin llega corriendo hasta ellos.
—Entonces, ¿sí viene?
—No —se queja Shannon—. Dice que está cansado.
—Les dije que últimamente es un aguafiestas —explica Dustin. Le
da unas palmadas a Bryson en la espalda—. Debe ser la edad.
—Tú eres más grande que yo —señala Bryson.
—Bueno, ya tenemos que irnos —dice Isaac.
Toma a Natalie de la mano. Esa imagen debería hacerme sentir un
poco celoso. La semana pasada así hubiera sido.
En poco tiempo suben al coche de Isaac y salen del
estacionamiento. Bryson se despide con un gesto de la mano. Yo me
levanto y camino de nuevo hacia él.
—No me gusta que hayas tenido que esconderte —dice Bryson
cuando me acerco.
La sonrisa de su rostro ha desaparecido. Incluso maldice cuando
abre la puerta del Jeep y se sube.
Subo también. Pero no vamos a ningún lado.
—Lo siento —me dice Bryson.
—¿Por?
—Creo que antes de esta semana no me había dado cuenta de lo
intimidante que puede ser salir del clóset. De lo cuidadoso que
tienes que ser. —Suspira—. Incluso cuando te gusta alguien, no
puedes demostrarlo fácilmente. Todo debe ser sutil. O anunciado.
Como que no hay punto medio. O estás en el clóset o tienes que
«anunciar» que eres gay y sales con alguien. No puedes hacerlo así
nada más. —Bryson prende el Jeep—. Es una mierda.
Le ofrezco una pequeña sonrisa.
—Admiro a la gente como Eric Ferguson, que solo vive su verdad.
—Sí, empiezo a entender lo valiente que es Eric.
Bryson busca en una lista de reproducción de su teléfono y pone
música. Sale del estacionamiento y, muy pronto, nos sumergimos en
una de las baladas de The Graces. Es una canción que habla del
primer chico que te gusta. Parece que la elección es deliberada.
Examino al chico a mi lado.
—¿Sabes? Desde el primer año no había anotado tres goles
seguidos —dice Bryson—. Creo que podrías ser mi amuleto de la
suerte.
—Entonces debería asistir a más partidos tuyos.
—Me encantaría —admite Bryson—. Me gusta la idea de saber que
mi novio está ahí para apoyarme. —Se ríe—. Supongo que empiezo
a obtener beneficios de salir con alguien en preparatoria.
—Sé que no soy tu primera cita que va a tus partidos de futbol.
—No lo eres —dice Bryson—. Pero es la primera vez que me siento
así.
—¿Sentir qué?
Tengo el corazón en la garganta.
Bryson no habla. Mientras lo veo manejar, repaso en mi mente una
y otra vez todas las ocasiones en las que me pregunté si Bryson
Keller era hetero. Quiero preguntárselo. Necesito hacerlo, por mi
propia tranquilidad y por mi corazón, que se romperá la próxima
semana. Cuando nos estacionamos frente a mi casa, por fin reúno el
valor para hablar. Me aclaro la garganta, listo para hacer la pregunta
que debo formular.
—¿Eres…?
En ese momento suena su teléfono. Bryson cambia su atención de
mí al teléfono que está sonando.
—Es mi mamá. Estará fuera de viaje hasta el sábado. Tengo que
contestar.
—Claro.
Bryson responde el teléfono.
—Hola, mamá. ¿Cómo… qué? —Bryson frunce cada vez más el
ceño conforme escucha a su madre—. ¿Qué tipo de accidente?
Dos minutos después, cuelga. Voltea a verme.
—Mi hermana está en el hospital.
—¿Qué pasó? —pregunto.
—Tuvo un accidente de coche cuando regresaba de la universidad.
—¿Está bien?
Le toco el hombro y Bryson inclina la cabeza cuando lo toco.
Asiente.
—Mamá dice que son lesiones menores. Pero tengo que ir.
—¿Quieres que te acompañe?
—No —dice Bryson—. Estaré bien. Pero gracias por proponerlo.
—No hay problema.
Tomo mis cosas y estiro la mano hacia la manija de la puerta.
—Te prometo que hablaremos. —Nuestras miradas se fijan—.
Pronto.
—Okey —respondo bajando del Jeep.
Veo cómo Bryson se aleja. Se detiene frente a la casa del vecino y
se echa en reversa. Baja la ventanilla y yo me inclino hacia el coche.
—Para responder tu pregunta —dice Bryson—. Sí, creo que podría
ser.
Y con eso se aleja dejándome sin aliento y lleno de preguntas.
JUEVES
15

Hoy no veré a Bryson en todo el día. Eso me hace sencillamente girar


sobre mi cama y quedarme ahí. Parpadeo para enfocar al mundo y
tomo mi teléfono. Respondo el mensaje en mi grupo de chat antes de
ver Instagram.
Veo las publicaciones y me detengo en una de Bryson. Es una selfi
de él y su hermana en el cuarto de hospital. En su rostro hay una
leve sonrisa, e incluso sin filtro se ve muy bien.
«De niñera hoy», dice el pie de foto con el emoji de un médico.
Ya tiene más de cincuenta likes, aunque publicó la foto hace apenas
15 minutos. Hago doble clic sobre la foto y sonrío al ver el corazón
rojo.
Mi teléfono vibra con un mensaje de Kelly apenas unos segundos
después.
¿Estás despierto? ¡Yeeei!
Sonrío y respondo: ¿Cómo dormiste?
Mmm, no muy bien, responde. Muy cansado. Me quedé en el hospital hasta tarde. A mi
hermana la dan de alta en unas horas. Conmoción cerebral y traumatismo cervical. Estará
adolorida, pero nada serio.
Deberías descansar un poco.
Ja, ja, ¿necesito un sueño reparador?, agrega con un emoji que guiña un ojo.
¿Es siquiera posible que no te veas bien?
Me estás coqueteando.
Segundos después, sigue otro mensaje.
Tengo que irme. Hablamos después.
Esta vez, el emoji que manda el beso es intencional; estoy seguro.
Recuerdo la noche anterior y la confesión de Bryson. Tenemos que
hablar de eso, pero es el tipo de conversación que debe hacerse en
persona, cara a cara.
Apago el teléfono y salgo de la cama. Voy al baño y comienzo mi
ritual matutino. Me he acostumbrado tanto a estar listo a las siete
por Bryson, que para esa hora ya estoy vestido. Me doy cuenta
demasiado tarde de que hice todo muy rápido.
Con un suspiro, bajo las escaleras y encuentro a papá que prepara
waffles. Mamá está sentada en la isla, como siempre, con el iPad
abierto en las noticias de hoy. Revisa los artículos, pero se detiene al
verme. Finge sorpresa al ver que me siento junto a ella.
—¿En serio eres tú? —pregunta.
—Tiene que ser un espejismo —agrega papá.
—Quizá una alucinación.
Soy el primero en admitir que no he pasado mucho tiempo con mi
familia, como generalmente hago, pero solo han sido tres días. Si
ahora reaccionan así, ¿cómo se las van a arreglar en unos meses,
cuando me vaya a la universidad?
—¿Estamos drogados? —pregunta mamá.
—Muy chistosa —digo.
Papá ríe.
—¿Comes hoy con nosotros?
—Sí.
Tomo la cafetera, me sirvo una taza y le agrego dos cucharadas de
azúcar y un poco de leche.
—¿Cómo estuvo el partido ayer?
—Priya anotó, así que ganamos.
Tomo un sorbo de café. Mientras bebo, me doy cuenta de que
extraño lo que se ha vuelto nuestra rutina. Bryson tenía razón
cuando dijo que los huevos con tocino del Glenda son los mejores.
—Los chicos también ganaron —agrego.
—¿También viste ese partido? —pregunta mamá.
—Sí, quería ver por qué arman tanto escándalo.
—Poco a poco —dice papá—. Todavía puedo hacerte un
aficionado al futbol.
Mamá sacude la cabeza.
—No necesito encontrar a dos personas dormidas en el sofá. ¿Para
qué molestarse en despertar si van a quedarse dormidos viendo el
partido?
Yazz entra a la cocina.
—Ah, sigues aquí. —Me mira de arriba abajo—. Odio admitirlo,
pero extraño nuestras disputas matinales.
—Yo no —dice mamá.
—Estoy seguro de que los vecinos tampoco —agrega papá.
—No somos tan ruidosos —aclaro.
Yazz se sirve un poco de cereal con leche.
—Somos ruidosos porque nos amamos.
—Jislaaik, ustedes dos pelean todo el tiempo, pero son muy
parecidos —dice papá, sentándose en la única silla libre.
Llena su plato con waffles.
—La mayoría de los padres estarían encantados de saber que Yazz
y yo somos tan cercanos.
—Bueno, la mayoría de los padres no te criaron a ti y a Yazz —dice
mamá.
Papá levanta la mano y la choca con la de mamá.
Yazz y yo ponemos los ojos en blanco. A veces la cursilería de
nuestros padres es demasiado para lidiar con ella. Por fortuna,
Donny envía un mensaje diciendo que ya llegó.
—Me voy —anuncio.
Tomo mi mochila y me pongo el blazer. Inhalo y me emociona
descubrir que todavía perdura el olor de Bryson.
—Disfruta tu día.
—Bye —dice Yazz entre dos bocados—. Felicita a Priya de mi parte
por su gol.
Me apresuro para salir de la casa hacia el Patomóvil.
—¿No tienes ensayo esta mañana con Bryson? —pregunta Donny.
—No. Hoy no está.
—Ah, claro. Vi su publicación en el hospital esta mañana —dice
Priya.
—¿Bryson está en el hospital?
—No —respondo—. Su hermana. En serio tienes que abrir una
cuenta en Instagram. Deja de vivir en la Edad Media.
—Donald se niega a sucumbir a la presión de sus compañeros y
entrar a Instagram. Por eso todas mis publicaciones de nosotros dos
viéndonos adorables —dice Priya.
—Mmm. Estoy seguro de que dejas que otras personas llamen
«adorables» a tus fotos —digo.
—Lo llamo como lo veo —responde Priya encogiéndose de
hombros.
—¿Estás diciendo que Priya y yo no somos adorables? —pregunta
Donny mirándome por el espejo retrovisor.
—Me amparo en la quinta enmienda de la Constitución.
—Todavía no es muy tarde para que te vayas caminando a la
escuela —dice Donny.
—Tomaré el autobús.
—Ah, claro. Eso me recuerda… —Priya se voltea sobre su asiento
para poder mirarnos a ambos—. Escuché que quizá Bryson perderá
la apuesta esta semana.
—¿Qué quieres decir?
Me alegra que Donny formule la pregunta que yo quería hacer.
—Bueno, el equipo de futbol decía que su novia no ha publicado
nada en Instagram esta semana. Ni siquiera La-Que-No-Debe-Ser-
Nombrada sabe quién es. Y saben que es su misión cada semana:
saber con quién está saliendo Bryson. —Priya levanta su teléfono—.
Revisé el hashtag y está completamente vacío.
—Quizá quieren mantener su relación en secreto —dice Donny.
—Todo el mundo sabe que esto es un juego. Entonces, ¿por qué lo
harían?
—Quizá la persona vive en la Edad Media como Donny y no tiene
Instagram —agrego.
Mi rostro empieza a sonrojarse. Solo espero que el rubor no sea
una señal reveladora de que sé más de lo que digo.
—Mmm, tal vez —asiente Priya—. Eso tiene sentido.
Donny se estaciona y todos salimos del Patomóvil. Aunque sé que
el Jeep blanco no estará ahí, no puedo evitar buscarlo. Llegar a la
escuela sin Bryson me parece extraño.
—Necesito hablar con mi compañera de laboratorio sobre algo —
dice Priya—. Me voy. Nos vemos después.
—¿Estarás bien solo? —me pregunta Donny.
Asiento.
—Ve a ser el novio diligente que tu corazón anhela ser —bromeo.
Donny hace un saludo militar.
—A la orden, capitán.
Lo veo correr detrás de Priya. La alcanza y la toma de la mano. Esa
imagen me hace recordar cuando Bryson tomó la mía.
En verdad tenemos que hablar.
Un balón de futbol rueda hasta toparse con mi pierna. Alzo la vista
y veo a Isaac que trota hacia mí.
—¿Estás bien? —pregunta Isaac—. Pareces aturdido.
—Sí. Bien —respondo.
Y ni siquiera me sonrojo. Cualquier otro día, si Isaac Lawson me
hubiera hablado, me hubiera quedado sin aliento y tartamudeando.
En su lugar, recojo el balón y se lo paso. Cuando nuestros dedos se
rozan, no siento nada. El lugar que alguna vez Isaac ocupó en mi
corazón tiene ahora a un nuevo inquilino.
Me dirijo hacia el auditorio y tomo mi asiento. Para distraerme en
lo que espero que comience la clase, saco el guion de nuestra
actuación de mañana. Ya casi me lo sé todo de memoria, pero tengo
que saberlo perfectamente para mañana si quiero tener éxito. No
quiero que tengamos una mala calificación por mi culpa.
La campana de inicio suena y la señora Henning sube las escaleras
hacia el escenario. Hoy parece que está a punto de jugar un partido
de polo. Lleva pantalones blancos con botas negras de equitación
que completan su atuendo.
—Buen día a vuestras mercedes, actores dramáticos. Un
recordatorio no solo de su actuación de mañana, sino también de
que mañana en la tarde es la fecha límite para presentar sus guiones.
No daré más plazos. Así que si desean ser considerados para el
puesto de coautor de nuestra siguiente producción, por favor
preséntenlo mañana a la hora del almuerzo, a más tardar.
Terminé mi guion anoche. Por fin escribí la última parte que no
había tenido la oportunidad de escribir el lunes. Y lo odio. No es mi
mejor trabajo y no estoy seguro de cómo arreglarlo. Suspiro.
Necesito inspiración, pero tengo demasiadas cosas en la cabeza
como para encontrarla.
Mientras la señora Henning empieza a asignar los papeles para
esta clase, mi teléfono vibra. Lo saco del bolsillo y veo un mensaje de
Kelly.
Te extraño. ¿Es raro?
Respiro profundo y decido ser honesto.
No, porque yo también te extraño.
16

Después de clases estoy sentado frente a mi escritorio en mi


recámara, mirando fijo el cursor que parpadea. Se burla de mí y de
mi fracaso. Desde hace una hora estoy tratando de arreglar el final.
Suspiro, me levanto y me lanzo bocabajo sobre la cama. Las palabras
sencillamente no llegan. Están secuestradas en algún lugar de mi
mente y ni siquiera sé por dónde empezar a rescatarlas.
Mi teléfono vibra. Lo desconecto y giro sobre mi cuerpo para leer
el mensaje. Es de Kelly.
¿Qué estás haciendo?
Estaba tratando de escribir.
¿Escribir qué?, pregunta.
Mi propuesta para Henning. No quiero que se me pase la nueva fecha.
Quizá necesitas inspiración,
dice Bryson. Envía un emoji que saluda. Un
minuto después, llega una foto. Es una selfi en la que hace una cara
chistosa. Hola, me llamo Musa. Estoy para servirte, dice el pie de foto.
Ja, ja. Debes estar aburrido. ¿Qué estás haciendo?
Estoy increíblemente aburrido. Aquí están las amigas de Crystal, así que no tengo mucho que
hacer.
Me siento. Bryson y yo tenemos que hablar. Ahora estoy solo en
casa. Si esto no es una señal, entonces no sé qué es.
¿Quieres venir?
Por primera vez en mi vida invito a un chico a mi casa. No cuento
la vez que invité a Colby Matthews con el pretexto de querer
mostrarle mi colección de figurines de superhéroes. A Colby
Matthews le gustaban mucho los superhéroes, por eso yo también
me interesé en ellos. Esa visita fue un desastre incómodo y me negué
a que la historia se repitiera. Esta vez no sugeriré que juguemos
ningún tipo de juego que pueda resultar en una ventana rota.
Observo alrededor con los ojos de Bryson. Mi recámara es un caos.
Me apresuro a recoger la ropa sucia y limpia que está desperdigada
en el suelo. Hago mi mejor esfuerzo por organizar mi escritorio, que
siempre está lleno de cuadernos con ideas y relatos a medias que
necesitan ser desarrollados. Las páginas de mi guion se burlan de mí
cuando cierro la computadora.
Cuando estoy en el baño, peinándome de una manera que parezca
natural y casual, y no tan estudiada, Bryson toca el timbre. El
corazón me golpea el pecho y bajo corriendo las escaleras. Al llegar a
la puerta, me detengo y respiro para tranquilizarme. Lo que
empezamos a hablar ayer pasa una y otra vez por mi cabeza.
¿Terminaremos lo que comenzamos? ¿Aclararemos lo que es real y
lo que no lo es entre nosotros?
Abro la puerta para encontrar a un Bryson sonriente. Está vestido
con shorts, una camisa de golf y tenis de diseñador. Observo mi
propio atuendo: llevo una camiseta azul con la palabra UNIFORM en
letras gruesas sobre mi pecho, shorts cafés y calcetines negros. Me
los cambié justo después de invitarlo. Me veo un poco decente, creo.
—Hola, entra —digo—. ¿Cómo está tu hermana?
—Bien. Un poco golpeada y azul. Tiene un brazo enyesado, pero
se recuperará pronto.
—Qué bueno —respondo—. Me da gusto.
Bryson se detiene en la entrada y se quita los zapatos. Sus
calcetines tienen dibujos de Pokémon.
—Bonitos calcetines —comento entre risas.
Volteo y lo dirijo hacia las escaleras.
Bryson se para al pie de la escalera y su atención se dirige al gran
retrato de familia que cuelga en una de las paredes.
—Te pareces a tu papá —dice Bryson.
Me mira y luego vuelve a ver el retrato.
—No todos lo creen —replico—. Recuerdo que cuando tenía como
doce años, papá y yo regresábamos de visitar a nuestra familia en
Sudáfrica cuando un desconocido en el aeropuerto de Los Ángeles
paró a mi papá para preguntarle de quién era el niño. Incluso a esa
edad, recuerdo lo extraño de la situación y el dolor en el rostro de
papá al tener que explicar que yo era su hijo. Es absurdo que la gente
piense que como mi papá tiene piel oscura, sea imposible yo sea su
hijo. —Sacudo la cabeza—. No creerías cuántas personas se
preguntan realmente si soy o no de raza mestiza. Es como si tuvieran
la idea de qué aspecto debo tener y claramente no tengo; así que
para ellos soy menos auténtico.
—Esas son estupideces —exclama Bryson—. La gente en verdad es
imbécil.
—Sí, ha sido difícil tener que lidiar con los racistas.
—Lo siento —se disculpa Bryson.
—No es tu culpa.
Bryson me sigue al segundo piso y entramos a mi recámara.
—Dicen que se puede saber mucho de una persona por su
recámara —dice Bryson. Camina alrededor. En mi cabeza, me doy
unas palmadita en la espalda por haber tratado de limpiar. En las
paredes cuelgan pósteres de mis grupos y músicos favoritos; muchos
de ellos son de The Graces. Bryson se para frente al más grande. Es
una imagen de Ezra Grace—. Es una foto excelente de él.
—Compré el álbum físico solo para tenerlo. —Señalo el CD que
jamás ha sido usado—. Ya tenía el álbum digital, pero quería el
póster.
Bryson se dirige hacia el escritorio y observa la pared sobre él, que
está cubierta de notas para el libro de fantasía en el que estoy
trabajando y de fotografías de mi vida.
—¿Cuándo tomaron esta? —pregunta.
Señala una foto de mí con una peluca larga y un disfraz de pirata.
En la foto, estoy parado entre Priya, que está disfrazada de Rey en
Star Wars, y Donny, que lleva una camiseta blanca que lo anunciaba
como la sección para comentarios: muy aterrador. De hecho, ganó el
segundo lugar por su disfraz.
—El pasado Halloween. Yo era Jack Sparrow antes de que Johnny
Depp se volviera un lío.
—Lindo. —Camina hacia mi librero—. Tienes muchos libros.
—Es la manera de llegarme al corazón —respondo antes de
corregirme—. Quiero decir que mis amigos y mi familia saben lo que
me gusta que me regalen.
—¿Cuándo es tu cumpleaños?
La pregunta me sorprende.
—El 15 de abril. ¿Por qué?
—Muy pronto. Será mejor que vaya a comprar libros.
—¿Tienes pensado seguir saliendo conmigo para esa fecha?
Lo digo como broma, pero Bryson me mira fijo y cuando responde,
lo hace absolutamente serio.
—Sí.
—Deberíamos parar —digo, sintiendo un súbito pánico.
No puedo enamorarme más. Bryson Keller y esta relación de cinco
días son arenas movedizas. Entre más tiempo paso con él, más
profundo me hundo. No estoy seguro si está hablando en serio o si
simplemente está interpretando su papel de novio perfecto; diciendo
las líneas que su personaje requiere.
—¿Parar qué?
—Esto, lo que sea que es —respondo—. Cada vez me parece más
difícil saber qué es. ¿Por qué lo estás haciendo? ¿Por qué dices todas
estas cosas?
—Porque hablo en serio —dice Bryson—. Quizá todavía no me
creas. Demonios, una parte de mí tampoco lo cree, pero he decidido
vivir el momento y confío en mí.
La sinceridad de las palabras de Bryson es difícil de ignorar.
Nos miramos. Es el momento. Esta es la única razón por la que lo
invité.
—Por favor, confía en mí —continúa Bryson—. Necesito que
confíes en mí. Para mí esto también es intimidante y nuevo.
—¿Qué quieres decir? —pregunto.
Necesito que lo diga. ¿Soy injusto? No lo sé.
—Creo que no soy heterosexual. Quiero decir que nunca he tenido
una verdadera razón para cuestionarlo hasta que te conocí. —Frunce
el ceño—. ¿Quizá es algo que debía saber de mí mismo desde el
principio?
Me sorprende la facilidad con la que lo admite.
—¿Cómo haces para sentirte tan cómodo con todo esto?
—Es difícil de explicar, pero hace ya mucho tiempo que me siento
diferente. No sabía qué era hasta esta semana, hasta que llegaste tú.
Como si pasar tiempo contigo y escucharte hablar sobre ser gay
tuviera sentido para mí. Por fin todo encaja. Como un rompecabezas.
Bryson sacude la cabeza. Frota sus manos sobre los shorts, como si
le sudaran. Está parado junto a mi librero y yo al pie de mi cama.
Aunque entre nosotros hay cierta distancia, es lo más cerca que
jamás hemos estado.
Estoy nervioso y solo puedo imaginar cómo estará el corazón de
Bryson.
—No sé si es extraño que no lo supiera —continúa Bryson—.
Consulté en Reddit sobre primeras experiencias con chicos y
encontré una publicación en la que uno hablaba de cómo durante
toda la preparatoria pensó que era heterosexual y cuando entró a la
universidad conoció a otro chico que era gay y se dio cuenta de que
se sentía atraído por él. ¿Es eso lo que me está pasando?
—Para todos es diferente. No hay reglas establecidas —explico.
Sus palabras estallan en mi pecho. Son todo lo que siempre quise
escuchar de su boca… lo que necesitaba escuchar. Acorto la distancia
entre nosotros. Puedo extender el brazo para tocarlo si lo quisiera.
Nuestras miradas se encuentran.
—Supongo que tienes razón. —Se pasa una mano por el cabello—.
La verdad es que no sé si soy gay. Sí, me gustas, pero ¿eso significa
que también soy gay? Tú eres el primer chico que me gusta. El único
hasta ahora. ¿Quizá soy bi? —Alza las manos en señal de pregunta
—. No sé. ¿No debería saberlo? Pero, bueno, siempre he creído que
el amor es el amor.
—No tienes que ser nada. Además, puedes averiguarlo después.
Ni siquiera ha pasado una semana. Créeme, a mí me llevó un par de
años comprender que era gay. Y un poco más de tiempo aceptarlo.
—Puedo… ¿puedo averiguarlo contigo? —pregunta.
Bryson se recarga un segundo en el librero y después se incorpora.
Parece que no está seguro de qué hacer consigo mismo. Mueve los
pies y es obvio que la confianza, que es sinónimo de Bryson Keller,
ha desaparecido.
—Conmigo —digo—. Averigüémoslo juntos.
Entonces, sonríe: en parte de alivio, en parte de alegría.
—Bien. —Bryson exhala con fuerza—. Porque todo esto es bastante
intimidante. Pero tú haces que lo sea un poco menos —concluye
haciendo un gesto con la mano.
—Has sido muy valiente.
—Me daba miedo que salieras corriendo. Es mucha presión que te
diga que por ti estoy empezando a pensar que quizá no soy
heterosexual.
—No saldré corriendo —afirmo.
—Bueno, entonces tenemos que celebrar —dice Bryson.
—¿Qué quieres hacer?
—Tengamos una cita. Es jueves en la tarde. No creo que nos
topemos con nadie conocido. Creo que es el momento perfecto.
Es evidente que lo ha estado pensando.
Esta semana ya he pasado mucho tiempo con Bryson. Hemos
desayunado juntos antes de la escuela y me ha traído a casa. Incluso
vimos una película juntos. Todo eso podría considerarse como citas,
pero parece que Bryson no lo cree así.
—No tenemos que… —empiezo a decir, pero me interrumpe.
—¿Por qué no? —pregunta—. Somos novios. Tener una cita es
algo que deberíamos hacer.
17

Si alguien me hubiera dicho el jueves pasado que la semana


siguiente saldría en una cita con Bryson Keller lo hubiera golpeado
en la cara y lo hubiera tratado de estúpido. Pero aquí estoy.
Aquí estamos.
En los últimos años este paseo se ha convertido en el lugar más
popular de Fairvale, pero, debido al día de la semana, está menos
concurrido que de costumbre. Observo a la gente a nuestro
alrededor y no veo a nadie conocido. Bryson tenía razón: nadie tiene
citas los jueves por la tarde.
Los Duckworth compraron el malecón a los antiguos dueños y lo
remodelaron para hacer lo que es ahora. Es casi la réplica exacta del
muelle de Santa Mónica. Ser el mejor amigo de Donny significó
visitar este lugar muchas veces cuando éramos más jóvenes, y ahora
lo conozco como la palma de mi mano.
La línea de la playa tiene una gran variedad de tiendas que
satisfacen casi cualquier necesidad. Para quienes desean algo dulce
está Dulcilandia. También hay varios puestos más pequeños que
venden algodón de azúcar, palomitas de maíz e incluso manzanas
acarameladas. Estas últimas son las favoritas de la familia Sheridan.
A veces papá las compra y las lleva a casa; ni siquiera tenemos que ir
al malecón.
Siempre que vengo aquí a comer, el emporio Angelo’s Pizza está
en el primer lugar de mi lista. En Angelo’s sirven las mejores pizzas
de masa fina y crujiente en Fairvale. También ayudó que el verano
pasado Isaac empezara a trabajar ahí medio tiempo. En ese entonces
pensé que era el destino; pero ahora que veo a Bryson a mi lado creo
que solo fue un alto en el camino.
Trato de ocultar una sonrisa, pero las palabras que dijo Bryson
pasan una y otra vez por mi mente. Siento que estoy soñando. Quizá
necesito que alguien me pellizque, pero me da miedo. No quiero
irme de este lugar, dejar atrás este sentimiento.
—Deberíamos subirnos a la rueda de la fortuna antes de irnos —
dice Bryson, señalando el juego mecánico a la distancia. Parece estar
vacío.
Niego con la cabeza.
—Paso.
—¿Qué pasa?
—Me dan miedo las alturas —explico—. Me han dicho que la vista
es increíble desde allá arriba y elijo creerle a esa gente.
—Anotado. —Bryson sonríe—. Bueno, hay muchas otras cosas que
podemos hacer.
Nos dirigimos hacia la multitud. Caminamos uno al lado del otro,
lo suficientemente cerca como para tocarnos, pero no lo hacemos.
Ahora todo se siente distinto entre nosotros, como si todo lo que
hacemos o decimos importara más que el día anterior.
Lo que sea que es esto, es algo.
Es real.
Tangible.
Inexplicable.
Y todo esto me está pasando a mí; y está pasando con él.
Nos unimos a la marea de gente y, casi al instante, me asalta la
risa, la alegría y el olor a palomitas de maíz recién hechas. Bryson y
yo hacemos fila en la taquilla y compramos una tira de boletos que
nos permitirán jugar algunos de los juegos.
—¿Qué hacemos primero?
—Intentemos ese —dice Bryson.
Señala un puesto a nuestra derecha. Es grande, verde y tiene forma
de dinosaurio, pero el dinosaurio tiene agujeros de distintos tamaños
por todo el cuerpo. Hay que meter las pelotas por esos hoyos.
Nos abrimos paso hasta ahí y Bryson le da un boleto al empleado
para probar su suerte. Lanza las pelotas, pero falla.
—Fue solo para practicar —dice.
Vuelve a tirar y vuelve a fallar.
Poco después, lo hace de nuevo.
—¿Sigues practicando? —pregunto.
A nuestro alrededor, la gente ríe con disimulo. Aunque no estemos
en la escuela, parece que las miradas lo siguen adonde quiera que
vaya. Es el fardo de tener el aspecto de Bryson Keller. Pero es mucho
más que solo su buena apariencia: Bryson rezuma un carisma que
atrae, así que tu atención se cuelga a él como la ropa en un caluroso
día de verano.
Cuando veo cómo Bryson arroja la última pelota y falla, me doy
cuenta de que lo que sea que suceda en el futuro, nunca me
arrepentiré de pasar este tiempo con él. Pase lo que pase, estoy al
cien.
—¿Por qué eres tan malo en esto? —pregunto mientras nos
alejamos de la escena del crimen donde tuvo una derrota épica.
Bryson se ríe. Es un sonido tan profundo y puro que me gustaría
embotellarlo y conservarlo para siempre.
—Hay una razón por la que juego futbol y no beisbol —dice.
—¿Estás diciendo que si hubieras podido usar los pies hubieras
ganado?
—Sí. —Bryson infla el pecho—. Tengo el conteo más alto de goles
en California. Tres años seguidos.
—¿En serio? —Sonrío. Me inclino más hacia él—. Mi novio es
genial —murmuro.
Bryson también sonríe.
—Tranquilo, Sheridan. Tranquilo.
—Te dije que devuelvo lo bueno que recibo.
—Me da gusto —dice Bryson—. Vamos, busquemos algo en lo que
sí pueda ganar. Tengo que redimirme.
Nos lleva tres intentos y tres fracasos más hasta que encontramos
algo en lo que Bryson es bueno. Me duelen las mejillas de tanto reír y
mi corazón está tan pleno que siento que va a reventar. Estamos
frente al martillo para probar la fuerza. Bryson se prepara, haciendo
un espectáculo. Frota sus manos y finge escupir en ellas antes de
tomar el martillo.
Golpea con toda la fuerza de la que es capaz. Ambos vemos cómo
los puntos aumentan. Cuando establece un nuevo récord, Bryson
deja caer el martillo y empieza a dar de saltos.
—La gente va a creer que te ganaste la lotería.
—En la vida tienes que celebrar todas las victorias: las grandes y
las pequeñas.
—Pero no ganaste nada —señalo.
Todos los otros juegos que jugamos y perdimos ofrecían premios
al final. Este no.
—Mi novio debe pensar que soy genial —dice Bryson—. Eso es
ganar.
El empleado a cargo nos felicita con ambos pulgares hacia arriba.
Es grande y calvo, con tatuajes en ambos brazos. Su aspecto da
miedo, pero la sonrisa en su rostro dice todo lo contrario.
—Ustedes dos hacen una pareja preciosa.
—Gracias —dice Bryson—. Yo también creo que mi novio es el
más guapo.
Me atraganto con mi propia saliva y Bryson acaba dándome unas
palmadas en la espalda.
—¿Estás bien? —pregunta.
¿Cómo podría estarlo con lo que dijo?
—Bien —miento.
—Vamos a tomar algo.
Lo sigo en su camino hacia un puesto y compramos algo para
beber y dos banderillas de salchicha. Caminamos por el malecón, y
nos dejamos llevar por el sonido de las olas al romperse y las
gaviotas sobre nosotros.
—Esto es divertido —digo.
Volteo a verlo y advierto un poco de mostaza en la comisura de
sus labios. Sin pensarlo, extiendo la mano y lo limpio. Nos miramos
y retiro la mano, que se queda suspendida entre nosotros.
Bryson vuelve a sonreír.
—Impresionante.
—¿Qué? —pregunto nervioso.
—Esto. —Bryson voltea a ambos lados—. Estar aquí contigo.
Hablabas en serio cuando dijiste que confiarías en mí.
Asiento.
—Bueno… sí. —Me encojo de hombros, incómodo.
—Gracias.
—¿Por qué?
No lo miro y como el último bocado de mi banderilla.
—Por no salir corriendo.
Suena como si hablara de alguien que no soy yo. Pienso en lo poco
que Bryson me contó sobre su padre. Quiero preguntarle sobre eso,
indagar más sobre Bryson Keller, pero no creo que sea aún el
momento. Por ahora, esto es suficiente. Más tarde exploraré las
capas que conforman al chico que está a mi lado.
Un puesto a mi derecha me llama la atención. La señora vende
baratijas. Busco entre lo que hay y mis ojos aterrizan en una pulsera.
Me atrae como el canto de una sirena.
La compro y regreso al lado de Bryson. Está parado en el muelle
mirando sobre la barandilla hacia el mar. Le extiendo la pulsera.
—¿Qué es esto? —pregunta.
—Para la suerte.
—¿Suerte?
—Bueno, ayer en el partido dijiste que yo era tu amuleto de la
buena suerte, así que considera esto como mi representante cuando
yo no pueda estar presente.
Bryson extiende el brazo y, con dedos temblorosos, anudo la
pulsera alrededor de su muñeca. No es nada lujoso, un simple hilo
azul con un broche de metal para sujetarlo. Pero por la manera en la
que Bryson lo mira, parece que vale mucho más.
Bryson sonríe.
—No dejas de sorprenderme, Kai Sheridan.
—No dejo de decirle a la gente que soy especial —bromeo.
Mira la pulsera en su muñeca y luego a mí.
—Sí, sí lo eres —responde. Y me doy cuenta de que habla en serio.
Caminamos de un puesto a otro y la luz de la tarde se disipa poco
a poco. Estoy comiendo una manzana acaramelada cuando mis ojos
advierten una máquina atrapapeluches donde no hay nadie. Su
música de caricaturas me atrae.
—Es imposible ganar en estas cosas —asegura Bryson.
Se para junto a mí mientras busco mi último boleto. Lo desarrugo
y lo meto en la máquina, que de inmediato me saluda con un alegre
«Hola».
—Observa y aprende —digo.
Hay pocas cosas en este mundo en las que me siento
extremadamente confiado. Ganar en la máquina atrapapeluches es
una de ellas. Durante el primer año de preparatoria, cuando Priya
salía con su exnovio, Donny y yo pasábamos horas interminables
aquí, y este juego se convirtió en mi especialidad. Uso la palanca
para maniobrar la garra hasta que cuelga encima del premio que
quiero: un oso con un balón de futbol.
No hay truco para ganar en este juego. Todo consiste en elegir el
momento oportuno y en haber practicado mucho tiempo. Soy bueno
para juzgar el momento correcto para apretar el botón que libera la
garra. Oprimo el botón con más fuerza de la necesaria y veo cómo la
garra se abre y baja. Bryson observa con el rostro casi presionado
contra el vidrio. La garra de metal sujeta el peluche por la pierna. No
lo agarra perfectamente, pero no se cae cuando la garra sube al oso.
Contenemos la respiración conforme la garra se mueve y suelta al
oso en el hoyo.
Gracias a Dios.
Bryson me mira con los ojos encendidos por la sorpresa.
—Estoy impresionado —dice.
Aplaude y yo hago una reverencia de broma. Luego me inclino
para sacar el oso de peluche.
—Toma. —Se lo doy.
—Tú lo ganaste —dice Bryson—. Es tuyo.
—Pero lo gané para ti —respondo—. Tiene un balón de futbol.
Mira.
Le doy el oso. Él lo acepta y sonríe, mostrando su hoyuelo secreto.
—Gracias. —Bryson mira el premio y luego a mí—. ¿Quieres hacer
algo más?
Observo el malecón detrás de nosotros y la cabina de fotos llama
mi atención. Esa es otra de mis fantasías con mi novio. He visto a
Priya y a Donny hacerlo: fotos de la pareja en una tira. Siempre me
he sentido un poco más que celoso por eso. Claro, nos hemos
tomado fotografías como amigos, pero siempre he soñado con
hacerlo con mi novio.
—¿Qué es? —pregunta Bryson—. Acabas de pensar en algo.
—Nada.
—Dime.
—Es que… Siempre quise tomarme fotos en una cabina de fotos.
—No lo miro al decir las siguientes palabras—: Con mi novio.
—Si quieres podemos hacerlo —dice Bryson—. ¿Estás seguro de
que no hay problema de tener una prueba de esta cita?
—¿Y tú?
Bryson se encoge de hombros.
—Tú me preocupas más.
Pienso en no hacerlo o ignorar que es algo que siempre he querido
hacer. Sería más seguro. Pero ¿en qué momento empezaré a vivir
para mí? ¿Cuándo podré hacer cosas sencillas que me hacen feliz?
A mi alrededor, la gente vive su vida libre y feliz, y heme aquí
atrapado en un clóset oscuro y frío. El constante cuestionamiento es
agotador. Por ahora, decido vivir el momento. Hoy es lo que
importa. Mañana será otro día.
Avanzo frente a él, volteo y lo llamo sobre mi hombro:
—Vamos.
Bryson trota para alcanzarme. Lleva el oso bajo el brazo y
caminamos hacia la cabina de fotos. Está vacío, así que no tenemos
que esperar turno. Entramos y cerramos la cortinilla. El espacio es
pequeño y nos obliga a apretujarnos. Bryson prepara la foto.
—¿Listo? —pregunta.
Asiento. Él presiona el botón y en la pantalla aparece la cuenta
regresiva.
«Tres».
Bryson pasa el brazo sobre mis hombros.
«Dos».
Pone dos dedos sobre mi cabeza.
«Uno».
Sonrío.
La cámara lanza el flash y toma la primera foto. Cambiamos de
posición y adoptamos unas poses ridículas. Cuando queda la última,
Bryson se inclina hacia mí. Siento sus labios en mi rostro justo
cuando estalla el flash.
—Listo —dice.
Abre la cortina y sale, dejándome atrás para disfrutar mi sorpresa
y felicidad. Con una enorme sonrisa en el rostro, salgo y veo que
Bryson tiene la tira de fotos en la mano. Mis ojos examinan la última.
Es una prueba tangible de que le gusto a Bryson Keller. Mis ojos se
abren como platos por la sorpresa y el rubor en mis mejillas es
innegable. Bryson tiene los ojos cerrados mientras me besa.
—Perfecto —exclama.
Miro las fotografías, luego a Bryson; sí, él es perfecto. Meto la tira
en mi bolsillo. Yo las esconderé para que nadie pueda encontrarlas.
Bryson mira los puestos a nuestro alrededor.
—¿Se te antoja un algodón de azúcar antes de irnos?
—Suena bien.
Vamos al puesto y hacemos fila. El malecón está cada vez más
lleno. Calculamos bien la hora de partir.
Cuando estamos frente al puesto de algodón de azúcar veo dos
rostros familiares. Ellos me ven, igual que yo a ellos. Priya y Donny.
—¿Qué haces aquí? —pregunta Priya.
—Yo podría preguntar lo mismo. —Los miro—. Es jueves en la
tarde.
—Es una cita de reconciliación —dice Donny—. Teníamos que
limar asperezas.
—Entonces por fin se contentaron —interviene Bryson. Me mira y
luego mira a mis amigos—. Ustedes hablen. —Señala un espacio
vacío junto a la barandilla del muelle—. Yo hago fila.
Caminamos hacia la barandilla. Observo las olas que se rompen.
Permanecemos un rato en silencio hasta que Donny empieza a
hablar.
—¿Desde cuándo Bryson y tú son tan cercanos? —pregunta.
—No lo somos —miento.
Volteo y me recargo contra la barandilla de metal.
—Kai, sabes que puedes decirnos cualquier cosa, ¿verdad? —dice
Priya.
Me mira a los ojos y advierto que sabe algo.
Mi corazón empieza a latir con fuerza y siento cómo enrojece mi
rostro. El pánico amenaza con superarme porque sé que ella sabe.
Puedo negarlo. Puedo actuar como si no supiera de qué está
hablando, pero igual que aquella vez con Bryson en el cuarto de
utilería, me doy cuenta de que no quiero. Esta semana con Bryson
me ha cambiado. Me ha vuelto ávido por recibir la misma aceptación
con la que cuentan todos los demás. Además, sencillamente ya estoy
cansado de mentirle a la gente a la que amo.
Exhalo.
—¿Hace cuánto lo sabes?
—¿Saber qué? —pregunta Donny. Nos mira al uno y al otro—. Ah,
¿qué Kai es gay?
Priya le golpea el brazo y él se queja del dolor.
—¿Qué? —exclamo—. ¿Tú también sabes que soy gay?
—Somos tus mejores amigos, claro que sabíamos —responde
Donny sobándose el bíceps—. Solo estábamos esperando que tú nos
lo dijeras.
—Sí. Yo hubiera querido tratar esto con un poco más de tacto, pero
ya conoces a Donald. —Priya mira a su novio—. Es como un
cachorro sin entrenar.
—Absolutamente adorable, ¿verdad?
Donny parpadea exageradamente y se gana otro golpe de Priya;
pero ni ella puede ocultar la sonrisa. Donny tiene una manera de
expresarse tan inocente que es adorable.
Frunzo el ceño al recordar la conversación en la cafetería de hace
unos días.
—Si sabían que era gay, ¿por qué querían saber quién era Kelly? —
señalo.
—Eso no significa que pensara que fueras hetero. —Donny sonríe
—. Priya me hizo prometer que actuaríamos como si no supiéramos
hasta que tú estuvieras listo para decirnos.
Priya me mira y luego mira a Bryson. Todos volteamos a verlo
entonces. Debe sentir nuestra mirada sobre él, porque levanta la
vista de su teléfono y nos saluda con la mano. Está sonriendo, pero
con los labios apretados. Es la sonrisa que usa cuando está nervioso.
—Entonces qué, ¿esta es una cita? —bromea Donny.
Cuando no contesto, tanto Priya como Donny voltean a verme.
—No me digas…
Ambos exclaman al mismo tiempo.
—¡Espera! Es cierto…
Se callan y se miran. Luego vuelven su atención hacia mí.
—¿En serio? —preguntan al unísono.
Sonrío.
—¡Hermano!
—Cuéntanos todo.
Y por primera vez en mi vida, lo hago. Hablo abierta y libremente
con mis mejores amigos. Y me siento muy bien.
Siento que es lo correcto.
VIERNES
18

Mi pierna no deja de temblar. Se mueve de arriba abajo y no puedo


hacer nada para evitarlo. Bryson y yo estamos sentados en la última
fila del auditorio. Esperamos que la señora Henning nos llame para
nuestra representación. En este momento, Isaac está en el escenario,
pero estoy demasiado nervioso como para que me importe.
Bryson pone la mano sobre mi rodilla y dejo de moverla.
La aprieta fuerte.
—Todo va a estar bien —dice—. Solo mírame, solo a mí, y confía
en mí.
Exhalo nervioso. Somos los últimos en pasar.
—No creo que nadie vaya a creer nuestra actuación.
—¿Por qué?
—Yo soy Romeo y tú Benvolio. —Volteo a verlo—. No tiene
sentido.
—¿Por qué no? —pregunta Bryson.
Resoplo.
—Porque tú eres el actor protagónico en casi todos los sentidos de
la palabra, y yo solo soy un personaje secundario.
Bryson se inclina hacia mí, acortando la distancia entre nosotros.
Sus siguientes palabras son solo para mí, para mi corazón.
—Nunca más vuelvas a decir eso —murmura—. Tú eres tan
protagónico como cualquiera. Nunca lo olvides, y recuerda que me
gustas tal y como eres.
Antes de que pueda responder o incluso reaccionar, la señora
Henning nos llama.
—Bryson y Kai, es su turno —anuncia.
Hoy está vestida con un conjunto que parece inspirado en la época
Victoriana. Incluso lleva un bastón.
Pero ¿cómo puedo moverme cuando Bryson Keller acaba de decir
que se siente atraído hacia mí? ¿Qué sentido tiene moverme de aquí?
Debería quedarme a vivir aquí en este momento, nunca moverme, ni
un centímetro. Por favor, envíen todo el correo a esta dirección.
Bryson me toma de la mano y me jala para levantarme. La suelta y
avanza hacia el escenario. Yo lo sigo con el estómago hecho un nudo.
Tomamos nuestra posición en el escenario. Parpadeo y toda la
clase vuelve a entrar en foco. Los que ya actuaron ocupan las
primeras filas. La señora Henning está sentada al centro.
—¿Qué eligieron actuar?
—Escogimos una escena de Romeo y Julieta.
—Maravilloso —exclama la señora Henning—. Cuando yo era
joven, Baz Luhrmann, el famoso director de la película de 1996,
pensó en darme un papel. Por supuesto, cuando se filmó uno de mis
personajes de Mi rostro, tu vida acababa de regresar después de que
los extraterrestres la secuestraron, así que emocionalmente no podía
comprometerme con un papel en esa película. Como actores,
sabemos que se trata de vivir el personaje. Me nominaron para un
Emmy esa temporada. —La señora Henning se acomoda la falda
negra y pone las manos sobre su bastón—. Así que esta película
siempre ha tenido un lugar especial en mi corazón. No puedo
esperar a ver su interpretación. ¿Cuáles son sus personajes?
—Yo seré Benvolio —responde Bryson—. Y Kai será Romeo.
—Elecciones muy interesantes —dice la señora Henning—.
Impresiónenme.
No sé qué tan impresionante pueda ser, pero haré mi mejor
esfuerzo. Anoche, Bryson y yo ensayamos por última vez antes de
que me llevara a casa después de nuestra cita. Y luego esta mañana,
en el Glenda, trabajamos de nuevo en la escena. Sé que no podría
estar más listo.
—Podemos hacerlo. —Los labios de Bryson dibujan las palabras.
Asiento.
—Cuando estén listos —anuncia la señora Henning.
Golpea el suelo con su bastón para acallar los murmullos a su
alrededor.
Estoy tan nervioso que no siento nada. Trato con todas mis fuerzas
de ignorar mi corazón desbocado y mi rostro enrojecido. Bryson dice
su primer diálogo y yo respondo como ensayamos. Volteo a ver a
Bryson y advierto que me está mirando a mí. No, es Benvolio que
mira a Romeo.
Todo desaparece. Imagino que estoy actuando y que nadie me ve.
Bryson encarna el personaje de Benvolio. Al principio, soy un
Romeo forzado, pero muy pronto me dejo llevar por la fluida
actuación de Bryson. La escena se desdibuja en mi mente y estoy
seguro de que más tarde no podré recordar nada de ella. Ni de las
palabras que dije mal ni de la manera extraña en la que me moví
sobre el escenario.
Al final, Bryson toma mi mano en la suya y ambos hacemos una
reverencia. Aprieta mi mano una vez y luego la suelta; después
permanecemos erguidos en espera de la crítica.
—Bryson, por favor, le ruego que haga la audición para la
siguiente producción. Su talento debería compartirse con un público
más amplio. Lo que realmente amo de su representación es la
confianza. No tiene miedo de entrar de lleno. Eso es fundamental
para un actor. Muchas veces, en mi programa mis personajes hacían
cosas que yo consideraba absolutamente absurdas, pero si actuamos
esos momentos con confianza, ahí es cuando nacen las verdaderas
actuaciones.
La señora Henning mira sus apuntes un momento y luego vuelve
su atención hacia mí.
—Kai, esta es probablemente su mejor actuación en esta clase.
Bryson y usted trabajan bien juntos. La química entre sus dos
personajes pareció real. Les creí, y eso es lo que quiero ver como
público. —La señora Henning aplaude de esa manera tan especial
suya, en la que solo usa las yemas de los dedos—. Esta actuación fue
muy buena. ¡Bravo!
El resto de la clase aplaude amablemente mientras bajamos del
escenario y regresamos a nuestros asientos.
—Estuviste genial —exclama Bryson.
Sonríe y todo lo que puedo ofrecerle a cambio es un suspiro de
alivio. Ya terminó. Por fin. Mis rodillas están débiles y mi cara
caliente al tacto. El tiempo que queda de clase trato de abanicarme
para que el enrojecimiento desaparezca.
Cuando suena la campana ya me siento como yo mismo. Los dos
nos ponemos de pie, pero en ese momento recuerdo algo.
—Tengo que darle algo a Henning —le digo a Bryson—. Nos
vemos en la clase de Inglés.
Saco mi guion trabajado de Romeo y Julieta: una historia de amor
gay. Anoche, cuando regresé de nuestra cita, me sentía inspirado; así
que me senté a escribir y todo salió a borbotones. Empecé desde el
principio, por eso es apresurado e imperfecto, pero es algo. Confío
en el potencial. Aunque no me seleccionen para esta ronda, estoy
feliz de haberlo intentado, al menos. Esta semana con Bryson me ha
cambiado. Quizá sea un pequeño acto de valentía escribir una
historia como esta, pero la semana pasada ni siquiera se me hubiera
atravesado por la mente.
La señora Henning está hablando con Michael Donnelly, por lo
que espero mi turno.
—¿Qué puedo hacer por usted, Kai? —pregunta al terminar.
Extiendo mi guion.
—Me gustaría participar con esto.
—Me alegra —dice la señora Henning.
—Gracias por ampliar la fecha límite. —Sonrío—. Me resultó difícil
tratar de reinterpretar Romeo y Julieta. No estoy seguro de que
funcione, pero me alegra haber tenido la oportunidad de
presentarlo.
—Esa es la actitud que se necesita cuando se es creativo. Ya sea al
actuar o al escribir, siempre se debe intentar. Habrá muchos «no»,
pero solo se necesita un «sí». —La señora Henning me sonríe—.
Creo en usted, Kai. Al igual que el señor Keller.
—¿Bryson? —pregunto.
—Sí. Fue a verme para pedirme que extendiera el plazo. Su
apasionada solicitud sirvió para convencerme de ampliar la fecha
límite. —La señora Henning lanza una risita—. Es un excelente
amigo.
Permanezco en silencio. Asombrado por que incluso antes de que
Bryson y yo fuéramos lo que somos ahora, hubiera hecho esto por
mí. Bryson Keller es mucho más que un amigo, y no me gustaría que
fuera de otra manera.
—Debería apurarse para su próxima clase, no vaya a llegar tarde
—dice la señora Henning.
—Gracias, profesora.
Corro del auditorio a la clase de Inglés y llego justo cuando suena
la campana. El señor Weber me fulmina con la mirada; inclino la
cabeza a manera de disculpa y tomo mi asiento.
Inglés y Matemáticas pasan sin mayor contratiempo y muy pronto
estoy sentado a la mesa de los tres mosqueteros. Me doy cuenta de
que es la primera vez que mi verdadero yo almuerza con mis
mejores amigos. Me daba miedo salir del clóset con ellos, y me siento
tan aliviado de saber que mi miedo era en vano.
Tuve suerte cuando Priya y Donny se hicieron mis amigos.
—¿Qué? —pregunta Priya cuando se da cuenta de que la miro
fijamente—. ¿Tengo algo en la cara?
—Solo belleza —dice Donny antes de que yo responda.
—Eres ridículo —contesta Priya.
Me río. Todo es absolutamente normal, como debería ser. Salir del
clóset no me hace distinto al Kai que siempre han conocido. Soy el
mismo. Somos los mismos. Lo único diferente es cómo me siento. Es
como si el nudo que he llevado todo este tiempo al fin se deshiciera.
He esperado esto toda mi vida.
Ahora con Donny y Priya, cada aliento, cada sonrisa y cada risa
pertenecen a mi verdadero yo.
Este es Kai Sheridan.
19

Estoy viendo el reloj cuando suena la última campanada del viernes


en la tarde, y con ella acaba mi relación falsa con Bryson Keller.
Oficialmente terminada. Al menos esas eran las reglas, pero espero
que ya no se apliquen. Aun con los recuerdos de ayer frescos en mi
memoria, sigo sintiendo una punzada de ansiedad.
Mi teléfono vibra con un mensaje de Kelly.
¿Estás seguro de regresar a tu casa con Donny?
Sí, pero te veo más tarde.
Claro. Paso por ti a las seis.
Por favor, ignora todas las cosas vergonzosas que dirán mis padres.
Estoy listo. Bryson envía una serie de emojis sonrientes. Nos vemos en la
noche.
Bryson tiene que entrenar al equipo de la escuela de Yazz, así que
estoy parado junto al Patomóvil esperando a Donny y a Priya.
—Perdón —dice Donny mientras se apresuran para llegar—. Tuve
una reunión del club de matemáticas.
—¿Por qué mi novio es tan ridículo? —pregunta Priya.
—Mate es genial. Mate es divertido —canturrea Donny. Lanza los
brazos al aire como si fuera un porrista—. Mate es genial. Mate es
divertido. Mate es para todos.
—Creo que deberíamos irnos caminando —digo.
—De acuerdo —asiente Priya.
Nuestros comentarios solo hacen que Donny cante más fuerte.
Abre el coche y avanza hacia el asiento del conductor.
—Mate es genial. Mate es divertido. ¡Mate es para todos!
Subimos al Patomóvil y Donny sale del estacionamiento.
—¿Vamos a algún lado? —pregunta Priya.
—Podríamos —respondo—. Solo tengo que estar en casa a las
cinco para prepararme para el concierto.
—¿A qué hora sales?
—Bryson dijo que pasaría por mí a las seis.
Casi como si se hubieran puesto de acuerdo, Priya y Donny
exclaman «Ooh, la, la» exactamente al mismo tiempo.
—¿Sabes? Ahora que tienes novio podríamos salir en parejas —
sugiere Priya.
—Entonces, ¿Bryson es oficialmente tu novio? —pregunta Donny.
—Bueno, la apuesta terminó hoy. —Me encojo de hombros—. No
hemos hablado de eso.
—Tienes que definir la relación —dice Priya—. Conociéndote, si
no lo haces te angustiarás.
—Sí, pregúntale qué pasa —agrega Donny—. No tengas miedo.
—Me sorprende mucho que tú, Kai Sheridan, le pidieras a Bryson
que saliera contigo para eso de la apuesta. —Priya ríe—. Cuando lo
pienso, no puedo creer que estuviéramos todos en la fiesta cuando
empezó el reto.
—¿No fuiste tú quien dijo que tenían que preguntarle a Bryson y
que él tenía que aceptar a quien fuera que se lo pidiera? —pregunta
Donny.
—Sí, fui yo —responde Priya. Luego me mira—. Soy como tu hada
madrina personal. ¿Quién es la Cenicienta?
—Es chistoso que la campanada del viernes en la tarde sea mi reloj
que marca medianoche.
—Un momento. ¿Eso me hace a mí un ratón? —pregunta Donny
—. No creo que me guste.
—En algunos aspectos sí pareces un poco un ratón —digo.
—¡Oh! ¡Perdiste! —dice Priya.
—¡Ey! Soy tu novio. Deberías defenderme.
Me río.
—Hiiic, hiiic, ¿adónde vamos? —pregunta Donny.
—Tengo hambre. Vamos a comer —dice Priya.
—A sus órdenes, mi capitana.
—Qué tal…
—Pizza —decimos los tres al mismo tiempo.
Donny se dirige al muelle, donde nos espera el emporio Angelo’s
Pizza. Encontramos estacionamiento y salimos del Patomóvil. En
cuanto entramos a Angelo’s, nos asalta el olor de todas las cosas
buenas y puras de este mundo.
—Dios, qué rico huele —exclamo.
—Si embotellaran este aroma, probablemente me lo pondría.
—No, gracias —dice Priya—. No importa cuánto te ame, no quiero
que mi novio huela a pizza.
En Angelo’s hay algunos gabinetes pegados a la pared y también
hay mesas en el centro. Nos sentamos en uno de los gabinetes vacíos.
Un mesero se acerca a nosotros y nos da las cartas. Son verde,
blanco y rojo, los colores de la bandera italiana. Los mismos colores
pueden verse en todo el local: paredes blancas, asientos rojos,
azulejos verdes.
—¿Desean tomar algo?
—Yo quiero una malteada de plátano —digo.
—Eso es un poco asqueroso —señala Priya—. Pero pídela, Kai. Yo
quiero una Coca, por favor.
—Que sean dos —agrega Donny.
Cuando el mesero regresa con nuestras bebidas estamos en una
discusión acalorada sobre los ingredientes adicionales.
—Siempre es lo mismo —dice Priya—. Te digo que la piña no va
con la pizza. Eso es lo que pienso y no voy a cambiar.
—Pero es muy buena —se queja Donny—. Kai, por favor,
apóyame aunque sea una vez.
—Sabes lo que pienso de esto. —Pero le sonrío a Donny y le digo
al mesero—: Mitad y mitad, por favor. Mitad hawaiana y mitad
margarita.
Priya sofoca un grito y Donny alza la vista, sorprendido.
—¿Qué?
—Traidor —dice Priya.
—Sabes que me amas —respondo con un guiño.
—Es debatible.
Donny alza la palma y las chocamos.
Nuestra pizza llega en poco tiempo. Priya se asegura de
mantenerse alejada de la parte con piña y yo también.
La única razón por la que la pedí fue por Donny. En verdad me
siento muy agradecido con ambos por tratarme igual que antes de
que supieran.
Amo a mis mejores amigos.

Cuando llego a casa, las mejillas me duelen de tanto sonreír.


—Ah, estás en casa —dice mamá mientras se dirige hacia la sala.
Camino detrás de ella y encuentro al resto de la familia frente a la
televisión.
—Sí —respondo—. Pero ¿por qué todos llegaron tan temprano?
—Nos llamaron de la escuela de Yazz.
—¿Otra vez?
Miro a mi hermana. Está echada sobre la alfombra con un
cuaderno de dibujo abierto frente a ella.
—¿Qué hiciste ahora?
Yazz se sienta.
—En verdad no fue mi culpa —dice—. Le dije a Mónica, una y otra
vez, que no me tocara el cabello; pero ella insistía. No necesito
escuchar cuánto se sorprende de que esté tan suave, y se lo dije. —
Yazz sacude la cabeza—. Estoy a punto de hacer un enorme letrero
que diga que nadie puede tocarme el cabello.
—¿La golpeaste?
—No.
—Entonces, ¿por qué los mandaron llamar? —les pregunto a
mamá y papá.
—Porque Mónica empezó a llorar —responde Yazz en su lugar—.
Sé que a veces mis palabras pueden sonar muy duras, pero fui muy
paciente con ella. No quería que pasara nada de esto, pero tuvo la
desfachatez de ponerse a llorar.
—Buen trabajo —digo—. Tienes que terminar con esto desde la
raíz.
—Sí, bien hecho, Yazz —concuerda papá.
—¿Te divertiste, Kai? ¿Qué hiciste? —pregunta mamá.
—Solo salimos —respondo.
—¿Con Bryson? —pregunta Yazz. Ya está echada de nuevo sobre
la alfombra.
—No. Estaba con Priya y con Donny. —La examino—. ¿Por qué lo
preguntas?
—Ah, Bryson publicó una foto en Instagram y los comentarios no
se hicieron esperar. Todos quieren saber quién le regaló la pulsera —
dice Yazz. Voltea a verme—. Es un misterio.
Yazz es inteligente; a veces demasiado inteligente para su propio
bien. Pero es imposible que lo sepa, ¿cierto? Nadie en esta sala sabe
lo que está pasando entre Bryson y yo.
—Bryson es el chico con quien vas a ir al concierto, ¿no? —
pregunta mamá.
Está cambiando canales. Se decide por el canal de comida. Alguien
tendría que cambiarlo antes de que se vuelva a inspirar. Son tiempos
peligrosos.
—Es muy difícil creer que Kai sea amigo de Bryson Keller —dice
Yazz—. El mundo que conocemos está de cabeza.
—¿Es popular? —pregunta papá.
—Mucho —explica Yazz—. Es el chico de la Academia Fairvale.
—Entonces, ¿qué hace con Kai?
—¡Oye! —exclamo—. Yo tengo mis encantos.
—Es cierto, querido, pero también eres increíblemente raro —dice
mamá como si nada.
—Muy raro —agrega papá.
—Es vergonzoso lo raro que es.
—Bueno, ahí va mi autoestima —murmuro—. Muchísimas gracias.
Giro para dejar a mi familia atrás. Ellos ríen a mi espalda.
—Sabes que te amamos, Kai —grita mamá mientras subo las
escaleras hacia mi recámara.
¿De qué foto hablaba Yazz? A puerta cerrada, saco mi teléfono y
abro Instagram. Hay una selfi de Bryson en la que está presumiendo
la pulsera que le regalé. «Llámenme suertudo las 24 horas», dice el
pie de foto. Sonrío ante tanta cursilería.
Abro el chat de Bryson y escribo:
Bonita foto, cursi.
Él responde poco tiempo después:
Señor Cursi para usted, señor.
Río y pongo a cargar mi teléfono. Voy a bañarme. No me toma
mucho tiempo estar listo. Me pongo unos jeans negros, una camiseta
del grupo, mi chamarra de piel y una gorra negra. Muy pronto, ya
son diez para las seis. Bajo las escaleras y veo a mamá que se está
poniendo lápiz labial.
—¿Adónde vas? —pregunto.
—Al ensayo de coro, Kai —responde.
—Ah, claro.
—Este domingo soy la solista. —Me mira con la pregunta en los
ojos—. ¿Te veré ahí?
—No sé —balbuceo.
Mamá suspira.
—¿Cómo acabé con un hijo que odia la iglesia?
Antes de que pueda responder, suena el timbre. Lo uso como
excusa y voy a abrir la puerta. Bryson está ahí. Lleva jeans negros
rasgados en las rodillas, botas y una chamarra de piloto. En su
cabeza también lleva una gorra con la visera hacia atrás. Super-
atractivo sin ningún esfuerzo.
Bryson debe darse cuenta de mi admiración, porque sonríe. Me
sonrojo y me aparto para dejarlo pasar.
—Qué guapo —murmura Bryson cuando atraviesa la puerta.
Se detiene para quitarse los zapatos y lo llevo a que conozca a mis
padres y a Yazz.
—Gusto en conocerlos —les dice Bryson a mis padres.
Saluda a Yazz con un gesto de la mano y una sonrisa que deja ver
su hoyuelo escondido.
—Así que este es Bryson Keller —dice papá.
—¡Guau! ¡Qué guapo! —murmura mamá.
—Saben que podemos oírlos, ¿verdad? —les digo a mis padres,
pero no puedo negar que estoy de acuerdo con mamá, al menos en
silencio.
—Nuestros padres nos pueden avergonzar bastante —explica
Yazz. Se acomoda los lentes—. Perdónalos.
Bryson ríe.
—Tenemos que irnos —digo.
Ya lo vieron, ya lo conocieron. Es hora de escapar antes de que
Sherlock y Watson hagan de las suyas.
—¿Llevas tu teléfono? —pregunta mamá.
—Sí, mamá —respondo.
—¿Y está cargado? —pregunta papá.
—Sí, papá.
Lo saco de mi bolsillo y se los muestro. La batería está al noventa y
ocho por ciento. Ambos asienten.
—No hagas nada tonto —dice mamá.
—O imprudente —agrega papá.
—No. Lo prometo.
—Nada de beber o fumar.
—Pueden confiar en mí —respondo, esforzándome por no
enojarme.
—No es que no confiemos en ti. Son todos los demás. —Mamá nos
sigue hasta la puerta—. Te quiero. Llámame si algo pasa.
—No pasará nada. Pero prometo hacerlo.
—Maneja con cuidado, Bryson —exclama papá.
—Lo haré, señor Sheridan. —Bryson les sonríe a mis padres. Su
hoyuelo en plena exhibición. Está disfrutando esto realmente…
conocer a mi familia—. Me dio mucho gusto conocerlos.
Que mi novio secreto y mis padres se acaben de conocer es
demasiado para mi cabeza.
Kai Sheridan, ¿en qué se ha convertido tu vida?
20

Cuando salimos de Fairvale, Bryson me cuenta sobre el partido en el


que dirigió hoy después de la escuela.
—Entonces, ¿ganaron?
—No, pero mejoramos mucho. Así que estoy contento.
Estiro el brazo para tocar la pulsera en su muñeca.
—Supongo que esto no te dio mucha suerte.
Levanta el brazo.
—Bueno, pues yo me siento suertudo usándola, así que con eso
basta.
Bryson entra a la autopista. Ahora es todo derecho hasta L. A.
—La hiciste muy famosa —digo—. Todo el mundo está hablando
de ella en Instagram.
Bryson sacude la cabeza.
—La gente necesita tener su propia vida. Con quién salgo o quién
me gusta no debería importarles.
—Si tan solo el mundo estuviera de acuerdo contigo.
Bryson me mira y canta una estrofa de una de las baladas de The
Graces. «Son las mentes cerradas que consideran cómo deberían ser
las cosas. Lo que es bueno o malo. Lo que es normal y lo que no lo
es. Pero ¿quién eres tú para decirme cómo vivir? ¿Quién eres tú para
decirme cómo vivir?».
—«Solo queremos ser amados…» —canto.
—«Amados, amados, amados…» —cantamos al unísono.
—¡Guau! Mejor dedícate a ser escritor —dice Bryson.
—Perdón, pero al menos soy entonado. Te diste cuenta de que
desafinaste, ¿verdad?
Bryson se ríe y enciende la radio. Por casualidad, la canción que
estábamos cantando empieza a sonar. Las risas, las bromas y el canto
hacen que el trayecto pase muy rápido. Muy pronto llegamos al
centro de L. A. y nos dirigimos a Echo Park.
—Qué bueno que salimos con tiempo —dice Bryson.
—Me gusta la puntualidad.
—A mí también.
Bryson se pega a la banqueta. Hay mucho tránsito en Sunset
Boulevard.
—Fórmate en la fila, yo voy a buscar dónde estacionarme —dice
Bryson.
El concierto empieza en una hora, pero a juzgar por la cantidad de
gente que ya está haciendo fila fuera del Echo, esperaremos un buen
rato. Me quito el cinturón de seguridad y bajo del coche. Me pongo
la chamarra de piel y me acomodo la gorra. Después, me inclino y
sonrío.
—Te veo en un rato.
Cierro la puerta y lo veo entrar al tránsito.
El aire de la tarde es frío. Mi aliento se escapa en nubes de vapor.
Estudio a la gente a mi alrededor. Como yo, algunos llevan artículos
oficiales de The Graces. Mi gorra la compré en su tienda en línea y
tiene el logotipo oficial de la banda. También llevo una camiseta con
el rostro de Ezra Grace.
Sin nada más que hacer, saco el teléfono de mi bolsillo y respondo
en el chat de los tres mosqueteros.
¿Cómo va la cita?, pregunta Priya.
No creo que sea una cita. Ya habíamos hecho este plan... todo.
Siempre y cuando estés con la persona que te gusta y a quien le gustas, se puede considerar
una cita, dice Donny.
Entonces, con esa lógica Priya y tú han estado saliendo juntos desde el primer año de prepa.
Touché, escribe Priya. Diez puntos para Gry indor.
Sabes que yo soy Hu lepu . Abrazos a los dos.
Donny manda un meme con la profesora McGonagall en el fondo
y el texto en letras grandes y resaltadas: Diez puntos para Hu lepu , ningún
profesor de Hogwarts ha dicho eso nunca.
Priya envía una serie de emojis muertos de risa.
Ustedes, los de Ravenclaw, son los peores.
Sabes que nos amas, escribe Priya.
Tengo que irme. Estoy en la fila.
Diviértete,
dice Donny.
Cierro el chat y paso a Instagram. Recorro mis publicaciones.
Bryson ya subió tres. La primera es de él rodeado del equipo de
futbol al que entrena, la segunda es de él preparándose para el
concierto y la tercera es de él tratando de encontrar estacionamiento.
Todas me gustan. Esta vez, sonrío al poner el corazón rojo sin
dudar de mí. El flash de una cámara hace que levante la mirada. Me
asombro al ver a la persona frente a mí. Reprimo un gemido. Es
Shannon.
Su manera de sonreír me pone en alerta.
—Es interesante encontrarte aquí.
—Podría decir lo mismo. —La veo de arriba abajo—. ¿A ti te gusta
The Graces?
—Por supuesto que no —responde Shannon.
Apenas puede reprimir el tono de burla.
—Entonces, ¿qué haces aquí?
—Investigo para una historia en la que estoy trabajando. Me
imaginé que mataría dos pájaros de un tiro. Sé que este es el grupo
favorito de Bryson. —Observa a la multitud—. ¿Dónde está?
—Estás bastante obsesionada.
—Comprometida —dice Shannon. Se quita el cabello del hombro
—. Sé que no se perdería este concierto por nada del mundo.
—¿Tan siquiera conoces bien a Bryson?
—Pfff. Claro. Todos conocen a Bryson Keller.
Sacudo la cabeza. Algo en mi rostro debe molestarla.
—¿Qué? ¿Tú crees que lo conoces?
—Pues sí. —Me encojo de hombros. Es verdad. Esta semana ha
sido la ventana al verdadero Bryson—. Bryson es mucho más de lo
que la gente cree. Es más que su posición. Más que un atleta. No sé,
quizá si miraras más allá de todo eso podrías llegar a conocerlo bien.
Y quizá entonces tendrías una oportunidad con él.
No es que quiera que eso suceda alguna vez.
—Ay, por favor… —empieza a decir, pero sus palabras se apagan.
Shannon mira sobre mi hombro y abre los ojos como platos—.
Bryson —dice en un murmullo y luego más fuerte—: Bryson.
Asombrado, volteo y me encuentro a Bryson frente a frente. Sus
pálidos ojos azules me hacen estremecer. Coloca una mano firme
sobre mi hombro. Al ver mi expresión, Bryson mira sobre mi
hombro y ve a Shannon. Rápidamente quita la mano.
—Por fin encontré dónde estacionarme.
—¿Vinieron juntos? —pregunta Shannon.
—Sí —responde Bryson—. A los dos nos gusta mucho este grupo.
Así que era lógico que viniéramos juntos.
Shannon me empuja con el codo para adelantarse.
—Pudiste haberme dicho.
—¿Qué haces aquí? ¿Te gusta The Graces?
—Por supuesto —miente.
Lanzo un bufido que hace que Shannon me fulmine con la mirada.
Los tres terminamos haciendo la fila juntos. Con Shannon como
tercera en discordia, no podemos hablar libremente. En su lugar,
pasamos la mayor parte del tiempo mirándonos de reojo.
La fila avanza y pronto ya es nuestro turno. Bryson y yo le damos
nuestro boleto a la empleada; ella nos da los brazaletes y nos deja
entrar. Luego, Shannon le da el suyo.
—Lo siento, tú no puedes entrar —dice la empleada.
—¿Qué quiere decir?
—Este boleto es falso. —La empleada levanta el boleto contra la
luz—. ¿Dónde lo compraste?
—En línea —responde Shannon.
—¿Cuándo?
—Esta semana.
—Te engañaron —dice la empleada y le regresa el boleto a
Shannon—. El siguiente.
—No es justo —se queja Shannon.
Mira a la empleada y luego a nosotros. Pero ni Bryson ni yo
podemos hacer nada. Sin más opción, nos despedimos con un gesto
de la mano y entramos al auditorio.
El Echo es pequeño, así que ya está lleno de gente. Observo a la
multitud. Frente a nosotros hay una pareja gay. Caminan tomados
de la mano, orgullosos. Bryson ve lo mismo que yo. Me mira. Los
fans de The Graces están a favor de la comunidad LGBTQ, y todo a
nuestro alrededor lo hace evidente.
—Estamos en una ciudad donde nadie nos conoce —dice Bryson
—. Podemos ser lo que queramos.
Me toma de la mano. Veo a otras parejas del mismo sexo y sonrío.
Bryson tiene razón. Volteo y le sonrío.
—Vamos.
Nos abrimos paso en busca de un lugar donde pararnos. Nadie
nos mira, nadie dice nada. Todos estamos aquí para divertirnos y ver
a The Graces. Por primera vez en mi vida tomo la mano de otro
chico en público. Así debería ser la vida.
Bryson saca su teléfono y toma una fotografía del escenario. La
sube a Instagram: A rockear.
Cuando The Graces suben al escenario, eso es precisamente lo que
hacemos.

Tres horas después salimos del Echo. Estamos sudando y sonriendo.


Tengo la garganta irritada de cantar a todo pulmón. Ambos
llevamos las chamarras y las gorras en los brazos; la emoción del
concierto nos mantiene calientes.
—Deberíamos ir a tomar algo. Cuando me estacionaba vi un café
que cierra hasta tarde.
Bryson señala en una dirección y nos ponemos en marcha. El café,
Stories, me recuerda mucho al Off the Wall. Es una librería y una
cafetería. Nos arreglamos para pedir algo justo antes de que tomen
la última orden. Pedimos algo frío y yo pago. Bryson ni siquiera se
molesta en discutir, porque él pagará la próxima vez. Y saber que
habrá una próxima vez me llena de alegría. Aunque ya sea viernes
en la noche, no creo que tenga que preocuparme por que esto
termine. Cada momento que paso con Bryson, más seguro estoy.
Dejamos el Stories atrás.
—Hay un parque no lejos de aquí —dice Bryson—. ¿Quieres que
vayamos antes de regresar a casa?
—Okey —respondo.
Nos dirigimos hacia allá. Tomo un sorbo de mi bebida y mi
garganta lo agradece. El líquido fresco hace maravillas en mis
cuerdas vocales lastimadas.
—Creo que voy a perder la voz —señalo.
—Gritaste mucho —dice Bryson—. Me sorprendiste.
Alzo la mano y hago el clásico símbolo rockero.
—Tenía el espíritu del rock.
Bryson choca contra mí a propósito mientras caminamos.
—Eres encantador.
—Para. Me vas a hacer sonrojar.
—Lo sé —dice entre risas.
Caminamos tan cerca uno del otro que nuestros hombros se tocan.
Es todo en lo que pienso en el silencio que sigue. «Está tan cerca de
mí».
Cuando llegamos a Echo Park dejamos de caminar y volteamos a
ver el paisaje. Las luces del centro se reflejan en el lago frente a
nosotros. Este momento es pintoresco, es perfecto. Toda esta noche
lo ha sido. Bryson se aclara la garganta, nervioso. Antes de
concentrar toda su atención en mí, mira alrededor para asegurarse
de que estamos solos.
—Hay algo que quiero hacer —comienza Bryson—. Algo que creo
que necesito para confirmarlo yo mismo. Creo que es la única
manera de estar seguro.
Aunque no parece seguro de sí mismo para nada. Está nervioso y
me encanta. Siento mariposas revolotear en mi estómago.
—¿Qué es?
Sus ojos bajan de los míos hasta mis labios. Los estudia un
momento y vuelve a mirarme a los ojos.
—Quiero besarte —confiesa—. Hace ya tiempo que lo quiero—.
Habla en voz baja, ronca, nada más que un murmullo—. ¿Puedo?
Estamos en una ciudad donde nadie nos conoce, parados al borde
del acantilado, esperando saltar. Mis ojos se mueven hasta sus
labios. Ahora, no hay nada que quiera más en este mundo que un
beso de Bryson Keller.
—Sí.
Una palabra que cambia todo. Acorta la distancia entre nosotros.
Los labios de Bryson se encuentran con los míos. El beso es inseguro
al principio. Es una prueba, una pregunta en busca de respuesta.
Pero muy pronto se intensifica. Su boca se mueve contra la mía.
Bryson se aleja y abre los ojos. Me estudia, luego sonríe. No es una
sonrisa forzada ni nerviosa; es enorme y genuina. Es la sonrisa que
quieres ver después de que alguien te besa.
—Acabo de romper todas mis reglas —suspira.
—Perdón.
Mi voz suena emocionada, ni siquiera un poco arrepentida. Mi
corazón golpea en mi pecho. Apenas puedo mantenerme en pie.
—No. No te disculpes —dice Bryson—. No por este beso, nunca
por este beso.
—¿En serio? —Siento sonrojarme—. Este fue mi primer beso… en
mi vida.
—Bueno, yo sentí que era mi primer beso real también —dice
Bryson—. Siento que al fin todo tiene sentido. Yo. Tú. Nosotros.
Nos miramos y puedo ver que ninguno de los dos observamos
realmente los ojos del otro; estamos mirando los labios del otro.
—¿Deberíamos? —pregunta Bryson.
—Sí —digo de nuevo, gimiendo bajito.
Bryson inclina la cabeza. Esta vez es más lento. Sus labios tocan los
míos de nuevo y siento que es ahí donde pertenecen. No hay duda.
Bryson Keller está seguro. Yo también me siento más valiente.
Extiendo los brazos. Mis dedos recorren su cabello. Bryson me
acerca a él y yo gimo en su boca. Esto es lo que he estado esperando
durante toda mi maldita vida.
Este viernes en la noche solo somos dos chicos que se besan
porque lo desean, porque nos gustamos.
Y no hay nada malo en ello.
Porque el amor es amor es amor.
SÁBADO
21

No duermo nada. Tengo muchas cosas en la cabeza, demasiado en el


corazón. Estoy pensando mucho, sintiendo mucho.
Me pongo bocabajo y hundo la cabeza en la almohada. Sonrío y
estoy seguro de que he estado sonriendo toda la noche. Tomo mi
teléfono que está sobre el buró. Tengo mensajes en el chat de los tres
mosqueteros y, cuando lo abro, encuentro un enlace a un video de
YouTube que Donny pensó que era chistoso. Veo mis notificaciones,
pero no hay ninguna de Kelly todavía. Quizá Bryson está
durmiendo.
Regresamos a casa muy tarde. Ninguno de los dos queríamos que
la noche terminara. Incluso después de que llegamos a mi casa,
pasamos casi una hora sentados ahí, platicando. Tomados de la
mano con el corazón pleno, el vértigo se arremolinaba sobre
nosotros. Decidí entonces que anoche habíamos tenido una cita,
porque fue todo lo que siempre imaginé, y mucho más.
No estoy diciendo que esté enamorado de Bryson. Pero la idea no
me parece por completo imposible. No ha transcurrido una semana
completa, pero no puedo negar que cada día que pasa me gusta más.
Y lo que me vuelve loco es que yo también le gusto.
Su beso es la prueba innegable que necesita mi mente escéptica.
Con sus labios, él aclaró mis dudas e hizo desaparecer mi ansiedad
sobre nosotros.
Anoche lo hizo otra vez, y otra, y otra.
Tocan a la puerta de mi recámara. Me pongo bocarriba y Yazz
asoma la cabeza. Lleva en la cabeza la pañoleta para el cabello que
usa para dormir. En su última visita, las hermanas de papá le
regalaron a Yazz un tratamiento para los rizos. Los dos tenemos el
cabello superrizado. Yo tengo la suerte de llevarlo corto, pero el de
Yazz le llega hasta la espalda.
—Me manda mamá para asegurarme de que sigues vivo —explica
Yazz.
No lo estoy. Me mudé de la tierra de los vivos. Anoche fue
suficiente para matarme; el arma del homicidio: la boca diestra de
Bryson Keller. Sonrío para mí mismo. Estoy seguro de que Yazz
piensa que parezco un tonto, pero no me importa. Estoy demasiado
feliz como para que me importe. Nada puede salir mal hoy, no
cuando me siento tan bien.
—¿Qué te pasa? —pregunta Yazz.
—Nada —miento.
Por una vez no siento mi secreto como una carga.
—¿Vas a ver hoy a Bryson? —pregunta.
—No, ¿por qué?
Hay algo extraño en su pregunta, o más bien en la manera en la
que la formuló. Quizá si no estuviera embriagado de amor por los
besos que nos dimos Bryson y yo anoche, la presionaría para que me
dijera. Al final no lo hago. A veces la ignorancia deliberada es lo
mejor.
—Solo tenía curiosidad.
Cierra la puerta y me deja solo con el recuerdo de anoche. Estoy en
una nube de euforia. Ahora entiendo por qué las estrellas pop dicen
todo el tiempo que el amor es una droga. Quizá sea un cliché, pero
también es cierto.
Me levanto de la cama y voy al baño. Quince minutos más tarde
salgo vestido y listo para empezar el día. Bajo corriendo las escaleras
y me dirijo a la cocina.
Mamá y papá están sentados frente a la isla, ambos con su laptop
enfrente. Parece que hoy es un sábado de trabajo en casa.
—Buenas tardes, dormilón —dice papá.
Exagera. Falta poco más de una hora para mediodía.
—¿Te divertiste anoche? —pregunta mamá.
Mi corazón da un vuelco. Por un segundo pienso que me está
preguntando de Bryson y de mí, pero luego recuerdo el concierto.
Algo que había esperado tanto, pero que el beso de Bryson Keller
eclipsó por completo.
Volteo para esconder mi rubor y me ocupo en servirme un vaso de
jugo de naranja.
—Sí, el concierto estuvo genial.
Pero lo que sucedió después fue mucho mejor, aunque no digo
nada de esto.
—Deberías invitar alguna vez a Bryson —dice mamá—. Apenas
pudimos conocerlo ayer.
—Quieres decir que no pudieron interrogarlo como querían.
Papá lanza una carcajada.
—Me encantaría tener a alguien con quien hablar de futbol. ¿Sabes
cuál es su equipo favorito?
Recuerdo los pósteres en la pared de la recámara de Bryson.
—Liverpool.
Papá niega con la cabeza.
—Entonces, tienes que invitarlo. Necesito hablar seriamente con él.
Imagino a Bryson en mi casa, conociendo a mis padres, esta vez
como mi novio. Lo presento como tal y mamá solo le pregunta si ya
comió. Fiel a su palabra, papá habla con él de futbol y pasamos la
tarde riendo y bromeando. No hay interrogatorios con segundas
intenciones, no hay lágrimas ni decepciones ni plegarias por su hijo
gay. No hay tristeza ni dolor. En su lugar, actuamos como si todo
fuera normal.
Porque lo es.
Que yo tenga novio es normal.
Voy al refrigerador para buscar algo que comer. Ahí está mi
desayuno envuelto y sonrío. Amo a mis padres. Caliento la comida
en el microondas y regreso a mi recámara.
Termino sacando mi teléfono. Completamente por accidente,
acabo revisando el perfil de Bryson. No ha publicado nada desde
ayer. De hecho, es extraño lo callado que ha estado toda la mañana.
Ningún mensaje, nada. Una pequeña parte de mí se preocupa de que
lo de anoche lo haya agobiado.
Mientras veo todas las fotos de Bryson, mi teléfono vibra, no es un
mensaje, sino una llamada. Poca gente se molesta en llamarme, y
todos ellos pertenecen a mi familia.
Pero no es ninguno de ellos. El nombre de Kelly brilla en la
pantalla. De inmediato deslizo el dedo para contestar y me llevo el
teléfono al oído.
—¿Kai? —dice Bryson. Suena extraño—. Perdón por llamarte. Sé
que odias hablar por teléfono.
—Bryson, ¿qué pasa?
—Quería hablar con alguien y pensé en ti.
—¿Por qué? ¿Pasó algo?
Unos segundos de silencio al otro lado de la línea.
—Hoy vi a mi papá —dice Bryson—. Va a tener un bebé. —Una
larga pausa—. Va a tener un hijo con la mujer con la que tenía un
amorío.
—¿Dónde estás? —pregunto.
—En Melody Beach.
Esa sección de la playa era popular antes de la remodelación del
malecón. Ahora está desierta; muy poca gente va ahí porque no se
puede nadar.
—Voy para allá —digo.
Colgamos. Tomo mi cartera y bajo las escaleras.
Papá es el primero al que veo.
—Papá, ¿puedo llevarme el coche?
—¿Para?
—Tengo planes con Bryson hoy.
Mis padres ya lo conocieron. No tengo que esconder nada. No es
raro que dos chicos salgan juntos, entonces, ¿para qué mentir?
—Claro —responde papá—. Ya sabes dónde están las llaves.
—Gracias.
Voy al vestíbulo. Hay una mesa pequeña con un tazón de vidrio
donde ponemos las llaves. Encuentro las del coche de papá.
Me pongo los zapatos y cruzo la puerta. Papá maneja una SUV.
Justo después de que saqué mi licencia, cada vez que he pedido
prestado este vehículo lo regreso con algún rayón o golpe. Hasta
hoy, juro que fue culpa del árbol la primera vez. Y la segunda, el
hidrante saltó frente a mí.
Después de esos accidentes me prohibieron usarlo durante un
tiempo, pero mi argumento era que la única manera para mejorar
era practicar. Así que mis padres me permitieron usar el coche de
mamá. Sin embargo, ahora soy un conductor más confiado, así que
papá no tiene problema con que maneje su coche.
Melody Beach está en las afueras del pueblo y la manera más
rápida de llegar ahí es cruzar por el centro de Fairvale.
Muy pronto el sonido del tránsito cambia por el sonido del océano.
Giro a la derecha y la línea de árboles termina para ofrecerme mi
primer paisaje de un mar brillante. Entro al estacionamiento de
Melody Beach. El Jeep de Bryson es el único coche ahí.
Me estaciono junto al Jeep y bajo. Miro por la ventanilla. El coche
está vacío. Examino a mi alrededor y veo a Bryson sentado en el
centro de la cancha de basquetbol.
Al principio él no me ve. Mi sombra anuncia mi presencia. Bryson
voltea para mirarme. Sonríe, pero no es la sonrisa que he llegado a
conocer, la que he llegado a esperar.
—¿Viniste?
Sus ojos están rojos y sus mejillas también. Es evidente que Bryson
ha estado llorando.
Asiento y me coloco junto a él.
—Claro que vine. Estoy preocupado por ti.
Extiendo el brazo y coloco mi mano en su nuca, acariciando su
cabello. Espero que hable. No hay prisa. Solo quiero que sepa que
estoy aquí para él.
—Eres la primera persona a la que le hablo sobre este asunto,
aparte de Dustin. —Bryson niega con la cabeza—. Mi papá engañó a
mi mamá. Por eso se divorciaron. —Me mira y veo cuánto le duele
todo esto. Me rompe el corazón—. Una vez los caché, ¿sabes? En el
primer año de prepa, cuando seguía casado con mamá. Tenía que
preguntarle algo y fui a su oficina, ahí los vi. Él me vio antes de que
pudiera salir corriendo. Me persiguió y, en lugar de tratar de
explicarse o disculparse, me dijo que no le dijera a mamá. No sabía
qué hacer. Así que me quedé callado, mantuve el secreto aunque
sabía que eso destruiría a mamá. Aunque sabía que eso destrozaría a
mi familia. El secreto casi me mata. Durante todo un año me aseguré
de ocultarlo. Mamá se dio cuenta al inicio del segundo año. Si
hubiera tenido que mantener su secreto más tiempo, no sé qué
hubiera hecho.
—Te entiendo —digo—. Sé lo que significa guardar un secreto que
podría destrozar el mundo que conoces.
No es justo que el padre de Bryson le haya pedido que llevara esa
carga. Él tenía que proteger a Bryson, no al revés.
Extiendo la mano y toco su mejilla. Él se inclina a mi tacto y cierra
los ojos.
—Está embarazada. Él dice que quiere que todos volvamos a ser
de nuevo una familia. Pero siento que ahora nos está reemplazando.
Reemplazándome con su nuevo hijo. —Bryson abre los ojos—. Sé
que es mi papá, pero creo que lo odio. Lo odio por todas las noches
que mi mamá lloró sola en su habitación, cuando pensaba que yo
dormía. Lo odio por destruir una buena familia. Por ser tan egoísta.
Pero también me siento culpable porque en cierto sentido lo amo.
Después de todo, es mi papá. Y lo extraño.
En esta situación no hay correcto ni incorrecto. Y todo lo que
puedo ofrecerle a Bryson es mi hombro. Que pueda ponerse a llorar
sin ser juzgado. Jalo su cabeza hacia mi hombro. No es mucho, pero
quizá, solo quizá, es lo que necesita.
Y entonces, rompe a llorar. Quienquiera que diga que los chicos no
lloran, o no deberían llorar, tendría que caminar por un muelle muy
corto hacia un océano infestado de tiburones. Mientras Bryson llora,
lentamente le acaricio la espalda. Nos quedamos así mientras el sol
cambia y el corazón de Bryson se vacía. Después de un momento se
deja caer encima de mí. Nos acomodamos y ahora estamos
acostados; su cabeza descansa en mi brazo. Cierro los ojos frente al
sol y lo estrecho contra mí.
—Gracias por venir —dice Bryson—. Después de Dustin, tú eras la
única persona a la que quería ver. No estaba seguro de que
respondieras si llamaba. Dustin no respondió.
—Bueno, de ahora en adelante siempre puedes llamarme —
respondo—. Y siempre trataré de responder.
No estoy seguro de cuánto tiempo estuvimos ahí. Solo dos chicos
que intentaban olvidarse del mundo.
22

—Tengo una idea —dice finalmente Bryson.


Se levanta y yo también me incorporo. La brisa del mar revuelve
mi cabello. Sigo a Bryson que camina hacia su Jeep. Se detiene en la
cajuela y la abre. Hay ropa y equipo deportivo desperdigado. Hurga
durante un momento y encuentra lo que buscaba.
Un balón de basquetbol.
—Juguemos.
Al ver el balón bajo el brazo de Bryson me doy cuenta de cuánto
tiempo hace que papá y yo jugamos por última vez. Con todas mis
actividades del último año de preparatoria, el tiempo ha pasado
muy rápido y los dos hemos estado muy ocupados con nuestra vida.
Bryson me avienta el balón y yo lo atrapo. Lo ha usado tanto que
la mayoría de las letras ya desapareció de la superficie de goma.
—¿Esto te hará sentir mejor?
Bryson asiente.
—Sí.
Claro, hacer deporte pone de buen humor a Bryson Keller.
Vamos hacia la cancha de basquetbol y le lanzo el balón. Bryson lo
atrapa y empieza a hacerlo girar sobre un dedo.
—El primero que llegue a diez puntos gana —dice.
—Y el premio del ganador es un deseo —digo—. ¿Trato?
Bryson ríe.
—Okey. Te advierto: dicen que soy pésimo perdedor.
—Yo también —respondo—. Nunca me ha gustado perder. Mis
padres incluso embargaron los juegos de mesa en la casa.
—Qué lindo.
Le lanzo el balón con un rebote y me lo devuelve. Me muevo a su
alrededor, rebotando el balón; estoy tan concentrado que no pienso
demasiado en la presencia de Bryson detrás de mí. Amago por la
derecha, pero giro a la izquierda. Salto y lanzo. El balón gira sobre la
canasta y entra.
—Nada mal, Sheridan —dice Bryson—. Tienes algunas
habilidades.
Las pocas habilidades que tengo no son nada comparadas con las
de Bryson. Muy pronto, vamos tres a uno a su favor. Cuando me las
arreglo para quitarle el balón, no desperdicio el tiempo y lanzo. El
balón rebota en el tablero y contengo la respiración hasta que,
finalmente, pasa por la red.
La adrenalina corre por mis venas. Mientras jugamos, olvidamos
todo. Nos convertimos en solo dos chicos en una cancha, cada uno
tratando de ganarle al otro. Cada uno tratando de ganar.
El sonido del balón que rebota en el asfalto se convierte en un
espejo de mi propio corazón que golpea mi pecho. Me pierdo en el
ritmo y pronto vamos ocho a nueve a mi favor. Saboreo la victoria.
Está tan cerca.
Bryson salta y anota, ahora estamos empatados. Atrapa el balón en
el rebote. Su cabello está húmedo de sudor y su piel, enrojecida por
el esfuerzo. De alguna manera se las arregla para verse bien.
—Estoy impresionado —dice.
—Soy más que una cara bonita —respondo.
Bryson rebota el balón entre sus piernas y sonríe.
—Ese es el Kai Sheridan que he llegado a conocer. —Me rodea
rebotando el balón como para provocarme—. El Kai Sheridan del
que me estoy enamorando.
Cuando levanto la mirada, el balón ya salió de sus manos. Volteo
justo para ver cómo pasa por el aro.
El partido termina.
Perdí.
Volteo a ver a Bryson.
Su sonrisa es enorme y desinhibida. Es la sonrisa del vencedor.
Lanza las manos al aire y empieza a bailar victorioso: mucho
movimiento de cadera y puños al aire.
Al ver a Bryson Keller así, me pregunto si no fui yo quien ganó.
—Eso es hacer trampa —digo, con las manos en mis rodillas.
Siento una punzada en el costado, clara señal de mi pobre condición
física—. Me distrajiste a propósito.
Bryson ríe. Toma la misma postura que yo. Sudorosos y sin
aliento, nos erguimos y nos miramos.
—Fue divertido —dice Bryson. Nos dirigimos al Jeep—. Toma. —
Me pasa una botella de agua.
Está un poco tibia pero refresca. Suspiro con satisfacción.
Bryson bebe de su botella y cuando termina toma ambas botellas
vacías y las lleva al basurero que está al final del estacionamiento. Lo
observo cuando se inclina para quitarse los zapatos. También se
quita los calcetines. Mueve los dedos de los pies, me guiña un ojo y
se dirige a la playa.
Me inclino para quitarme también los zapatos y sigo a Bryson
hasta la arena, en su camino hacia el agua. Nos detenemos al borde y
observamos el movimiento de la marea.
Bryson entra al mar y ríe. El sonido, una alegría pura y
concentrada, me calienta el alma. Se adentra en el agua y lo persigo.
Lo salpico, pero fácilmente la evita. Continúo mi asalto, no quiero
que se me escape. Bryson lanza un grito cuando el agua cae sobre él.
—Okey, okey, okey —dice Bryson entre risas. Alza sus manos
arrugadas—. Me rindo.
Mi pecho se infla agitado y una sonrisa se dibuja en mi rostro;
disfruto este sentimiento. Normalmente me sentiría nervioso sobre
la forma en la que mi camiseta mojada se pega a mi cuerpo, pero con
Bryson no siento vergüenza. Cierro los ojos y alzo el rostro hacia el
sol.
—Gracias por este día.
La voz de Bryson me hace abrir los ojos. Está más cerca de mí que
antes. Está a mi lado. Ambos sonreímos.
—De nada.
Salgo del agua y me siento sobre la arena caliente por el sol de la
tarde. Bryson me alcanza un poco después.
—Entonces, ¿cuándo quieres usar tu deseo? —pregunto.
—Lo acabo de ganar, ¿y ya lo quieres usar? Yo lo considero una
inversión. —Bryson mira a nuestro alrededor—. Además, creo que
en este momento tengo todo lo que quiero.
—Para alguien a quien retaron para tener citas, en realidad eres un
romántico.
Bryson suspira.
—Sé que dije que no salía con nadie porque no quería perder
tiempo y esfuerzo, pero la verdadera razón era mi papá. Tenía
miedo de ser como él. No quería lastimar a alguien a quien
supuestamente amara. ¿Sabes que culpó a mamá por su engaño?
Dijo que no era feliz y que por eso la engañó. —Bryson parpadea
para ahuyentar las lágrimas—. Si era tan infeliz, ¿por qué no
sencillamente se fue? ¿Por qué tenía que lastimarnos a todos con sus
mentiras? Esa es una de las cosas que creo que no podré perdonarle.
—Lo siento —digo.
Es lo único que puedo decir. Me acerco a él hasta que nuestros
hombros se tocan. Permanecemos así sentados en silencio, ambos
perdidos en nuestros propios pensamientos y felices de que el otro
esté ahí.
Finalmente Bryson rompe el silencio.
—¿En qué piensas? —Levanta el dedo y me da unos golpecitos en
la frente—. Tu frente está toda arrugada.
—Solo estoy decidiendo no preocuparme por el mañana cuando
hoy tengo todo frente a mí.
—Demonios, Sheridan. ¿Estás escribiendo un libro?
Río.
—Todo esto es como un sueño para mí, ¿sabes?
Voltea a verme. Mis palabras cuelgan entre nosotros, pesadas
como nubes borrascosas que esperan estallar. Su rostro es serio y sus
ojos nunca se apartan de los míos. Permanece un instante en silencio.
Extiende el brazo y me pellizca.
—¡Auch! —Me sobo con el dorso de la mano—. ¿Eso por qué?
Nuestras miradas se fijan.
—Para recordarte que es real.

Es la tarde. El cielo está manchado de los colores del crepúsculo. A


nuestros pies yacen las cajas de comida. Compramos hamburguesas
para llevar y regresamos a la playa. Tomo una papa frita y la
mastico.
Estar aquí sentado con Bryson, mirando la puesta del sol es una de
las cosas más románticas que he hecho en mi vida. Esta idea me hace
sonreír.
—¿Qué? —pregunta Bryson cuando se da cuenta.
—Nada.
—Dime. —Me pica las costillas con el dedo—. Dime, dime, dime.
—Es solo que… —me encojo de hombros— esto es romántico.
Bryson se echa sobre la arena y pone su cabeza sobre mi regazo.
—Lo es.
Extiendo la mano y dibujo sus rasgos. Esta vez soy lo
suficientemente valiente para hacerlo. Paso el dedo sobre sus cejas
espesas y bajo por su nariz recta. Lo paso sobre sus labios, donde tan
solo anoche estuvieron los míos. Nos miramos y una chispa brilla
entre nosotros.
Bryson toma mi mano y me jala hacia él. Nuestras cabezas se
juntan. Sus labios vuelven a encontrar los míos. Suelto un leve
gemido en su boca y él me besa con más pasión.
Permanecemos conectados hasta que a ambos nos falta el aliento.
Me alejo un poco y permanezco ahí, nuestros rostros a solo unos
centímetros.
—Me da mucho gusto que hayas dicho que sí —admito.
—Y a mí me da mucho gusto que me hubieras pedido salir
conmigo. —Bryson sonríe—. Cuando pienso en cómo eras al inicio
de esta semana, no puedo creerlo.
—¿Por qué?
—Ahora eres tan abierto, tan confiado.
—En realidad, no —respondo—. Solo me siento cómodo contigo. Y
por eso puedo ser más yo mismo que antes.
—Bueno, me alegra conocer este lado tuyo —dice Bryson—. Estoy
al cien, siempre y cuando nunca dejes de sonrojarte. Me daría mucha
tristeza que eso terminara.
—Solo por ti, no lo haré.
Caemos en un silencio cómodo. Bryson cierra los ojos y empieza a
tararear una canción de The Graces. Termino mis papas y escucho
no solo el sonido del océano sino también el pésimo tarareo de mi
novio.
—¿Estamos saliendo? —pregunto.
Bryson deja de canturrear y abre los ojos.
—¿Qué?
—Mmm… No hemos hablado bien de eso —digo.
—No creí que necesitáramos hacerlo —responde Bryson—. Pensé
que había perdido la apuesta cuando te besé.
—Entonces, ¿hoy es nuestro primer día como pareja?
—Sí. —Bryson se incorpora y me mira—. Tú, Kai Sheridan, eres mi
novio de verdad.
Me inclino y lo beso. Bryson se ríe contra mis labios; trato de
atrapar ese sonido en mi boca. Cuando nos separamos, estoy sin
aliento y absolutamente feliz.
—Deberíamos irnos a casa —digo, ahora que el sol se ha puesto
por completo.
Bryson se pone de pie y me ofrece la mano. Dejo que me jale y me
sacudo la arena de la ropa. Recogemos nuestro picnic. Soy el
primero en dirigirme al estacionamiento. Hay un tercer coche ahora
ahí. Alguien sale del automóvil.
Es Dustin.
23

—¿Qué crees que estás haciendo? —pregunta Dustin.


Me observa. No, corrección: me fulmina con la mirada.
—¿Dustin? —pregunta Bryson cuando llega a mi lado—. ¿Qué
haces aquí?
—Tú me llamaste.
—Hace mucho, sí —dice Bryson—. Te mandé un mensaje para
decirte que estaba bien. Kai vino.
—Estaba con Brittany —responde Dustin—. Por eso no escuché tus
llamadas.
—No hay problema, D. Me imaginé que estabas ocupado.
Bryson sonríe. Camina hacia los botes de basura y tira las cajas de
hamburguesas. En ese momento suena su teléfono.
—Hola, mamá. ¿Estás en casa…? Ah, ¿mañana? Sí, vi a papá.
Bryson se aleja de nosotros y sigue la conversación con su madre.
—¿Por qué estás aquí? —me pregunta Dustin.
Su voz es grave y peligrosa. Doy un paso atrás para poner un poco
de distancia entre nosotros.
—¿Qué quieres decir? Bryson me llamó.
Empiezo a dirigirme a mi coche, pero Dustin me toma por el
brazo. Me jala para detenerme. Su apretón es fuerte, muy fuerte.
—¡Ey!
Trato de liberarme, pero él se niega a soltarme. Nuestras miradas
se encuentran y ahí veo más que enojo… incluso quizá odio.
—No deberías hacer esto —dice Dustin—. No está bien.
Dustin aprieta con más fuerza, si eso es posible.
—Suéltame.
—¿Qué sucede? —pregunta Bryson.
Llega corriendo hasta nosotros y sujeta el brazo de Dustin para
obligarlo a que me suelte.
—¿Te pones de su lado? —espeta Dustin.
—¿Sobre qué? —pregunta Bryson—. Ni siquiera sé qué está
pasando. ¿Por qué estás tan enojado?
Dustin pone la pantalla de su teléfono frente a nosotros. Echo un
vistazo sobre el hombro de Bryson. Me lleva un momento
comprender lo que estoy viendo. Como si mi cerebro se negara a
someterme a lo que sabe que no puedo controlar. Poco a poco, todo
se enfoca: es una fotografía de Bryson y de mí de hace un rato, en
donde nos estamos besando.
Miro a Dustin con los ojos abiertos como platos.
—¿Tú tomaste la foto? —pregunta Bryson.
—Más te vale alejarte de él —me dice Dustin. Su voz es grave y su
mirada fría—. Si no lo haces, voy a publicar esto.
—¿Y ahora nos amenazas? ¿Qué demonios, Dustin? —exclama
Bryson.
—¿Estás loco? Esto no está bien. Yo voy a arreglarlo. —Dustin
vuelve a mirarme—. Tienes que dejar de hacer esto.
—¿Dejar de hacer qué? —pregunta Bryson—. ¿Qué debe dejar de
hacer Kai?
—Volverte gay. —Dustin mira a su mejor amigo—. Este no eres tú.
Eres un hermano para mí, BK. Sabemos todo el uno del otro. Yo
estuve ahí cuando tu papá se fue de la casa. Tú estabas conmigo
cuando mi mamá se enfermó. Te conozco, Bryson. Y el Bryson Keller
que conozco no es gay. —Dustin nos mira a ambos—. No eres un
p…
Mi puño se mueve sin pensarlo. Nunca he estado en una pelea,
pero tampoco antes me había sentido tan furioso. Y sin duda me
hace sentir muy bien poder evitar que Dustin use esa palabra.
Lo golpeo en la mandíbula y él se tambalea hacia atrás. Dustin se
dobla sobre sí mismo. Levanta la mirada y enseña los dientes.
—Ser gay no es una enfermedad, ¡imbécil! —espeto—. No se pega.
No es contagioso.
El labio de Dustin está hinchado, pero no me importa. Escupe
sangre, se abalanza sobre mí y me derriba. Golpeo el asfalto con
fuerza y veo estrellas. Bryson reacciona rápido. Agarra a Dustin y lo
jala para quitármelo de encima. Dustin le da un codazo a Bryson en
la boca y se vuelve a abalanzar sobre mí.
Giro para cubrirme la cara. Dustin es más grande que yo; años de
deportes le han dado unos músculos que yo no tengo. Sin embargo,
no me quedo ahí sin hacer nada. Me defiendo, pateo, golpeo, hago lo
que puedo. No hace mucha diferencia, Dustin tiene la ventaja.
Bryson me salva. Agarra a su mejor amigo y ambos ruedan sobre
el asfalto. Bryson sujeta a Dustin contra el suelo. No quiere pelear,
solo quiere detenerlo.
Me incorporo y reprimo un gemido. Me niego a darle a Dustin la
satisfacción de escuchar cuánto dolor siento, cuánto dolor ha
causado. Siempre he llorado de rabia. Las lágrimas permanecen en
mis ojos sin derramarse, no por el dolor, sino por la rabia que me
quema como mil soles.
Exhalo y me pongo de pie.
—¿Qué carajos te pasa? —pregunta Bryson a Dustin.
—Él me golpeó primero, ¿y tú te enojas conmigo?
Quizá lanzar el primer golpe no fue la jugada más inteligente, pero
en ese momento me pareció que era lo único que podía hacer. No
quiero nunca escuchar esa palabra. Ni siquiera hay una razón por la
que tenga que pronunciarse; sin embargo, la gente como Dustin
Smith piensa que puede andar por ahí esgrimiendo la palabra como
el cuchillo que es.
—Tú no eres gay —afirma Dustin.
—¿Cómo sabes qué soy? —pregunta Bryson, el dolor hace que se
le quiebre la voz—: Yo todavía estoy tratando de averiguarlo.
—Lo sabría. Eres mi mejor amigo.
Bryson sacude la cabeza.
—Mi mejor amigo no actuaría como un perfecto imbécil
homofóbico. —Se pone de pie—. ¿Estás bien? —Camina hacia mí y
me examina—. Tal vez te salga un moretón.
—Estoy bien —respondo.
Veo cómo Dustin se pone de pie. Nos mira fijamente y cuando sus
ojos se posan sobre mí es como si mirara un montón fresco de caca
de perro.
—Más te vale que te alejes de él —me amenaza Dustin.
—Más te vale borrar esa foto —dice Bryson—. De lo contrario…
—Qué, ¿también vas a golpearme?
—Si haces algo para merecerlo, lo haré.
—Esto es una mierda —dice Dustin subiéndose a su coche.
Sus llantas rechinan sobre el asfalto cuando sale del
estacionamiento.
Incluso antes de que se vaya, ambos nos ponemos de pie y
miramos el lugar donde Dustin estuvo. Bryson suspira.
—Lo siento.
Volteo a verlo.
—No, yo lo siento.
—Hablaré con él —dice Bryson.
—Deberías irte —digo. No imaginé nada de esto para nuestro
primer día como pareja—. Necesitamos que borre esa fotografía.
Bryson asiente.
—Pero ¿estás bien? —Se inclina para examinar mi labio—.
Necesitas curarte esto.
—Yo me encargo.
Bryson toma mi mano entre las suyas y mira mi puño. Está
morado por el golpe. Lo lleva a sus labios y lo besa.
—Lo siento.
—Ya lo dijiste —suspiro—. Esto no es tu culpa. Es culpa de Dustin.
Bryson asiente.
—Deberías irte a casa. —Me acompaña a mi coche y me ayuda a
subir—. Voy ahora a casa de Dustin.
—Buena suerte —digo.
Bryson se despide con un gesto de la mano y va a su Jeep. Toca el
claxon en despedida y lo veo salir del estacionamiento. Bajo la visera
solar y me veo en el espejo. Mi labio está reventado y ya apareció un
moretón debajo del ojo. Es obvio que estuve en una pelea. Me quejo.
Sin duda, papá y mamá no estarán contentos con esto.
Suspiro y enciendo el coche. Algunas cosas son sencillamente
inevitables. No es como si no pudiera ir a casa solo para evitar el
exhaustivo interrogatorio que sé que me espera. En el camino, el
encuentro con Dustin hace eco en mi memoria. Por un lado me
preocupa la fotografía, pero lo peor es que me enoja que una foto así
pueda ser usada para lastimarnos. Cualquier día puedo abrir mi
Instagram y ver fotografías de parejas que se besan; sin embargo,
como se trata de dos chicos, es algo de qué preocuparse.
Odio lo injusto de esto.
Quince minutos después me estaciono frente a nuestro garaje, más
enfurecido de lo que jamás he estado. Me detengo un instante frente
a la puerta para calmarme antes de entrar. Luego me quito los
zapatos y pongo las llaves del coche de papá en su lugar. Voy a la
cocina por una botella de agua y ahí está mamá en el refrigerador.
Sus ojos se abren como platos al verme.
—¿Qué te pasó? —pregunta. Observa mi rostro y luego mis manos
—. ¿Estuviste en una pelea?
—No es nada —miento.
—Kai Sheridan, más te vale decirme exactamente qué pasó. —
Mamá extiende el brazo para tocar mi mejilla. El dolor me hace dar
un paso atrás—. Desde que empezaste a salir con ese chico Bryson
has cambiado —dice mamá. Su voz es muy alta—. ¿Por qué de
pronto tratas de ser tan popular?
«No trato», quiero decir. «Solo trato de ser yo mismo. Esto no es
culpa de Bryson. Esto no es mi culpa. Es la sociedad y su
homofobia».
No digo nada de esto. En su lugar, invento una excusa.
—Estoy cansado, mamá. Solo quiero bañarme y dormir. Luego
hablamos. —La miro a los ojos—. Por favor.
Asiente y dice:
—Okey, confío en ti. Luego hablamos.
Voy al refrigerador y saco una botella de agua. Mientras subo
hacia mi recámara, pienso que quizá debería decirle a mamá lo que
pasó. Quizá debería salir del clóset con ella. La idea es fugaz. No
quiero abrirme con mis padres por obligación. Lo quiero hacer en el
momento oportuno para mí, a mi ritmo.
Quiero decirles que soy gay cuando esté listo.
Y esta noche no lo estoy.
24

Me quedo debajo de la regadera hasta que el agua se enfría.


Salgo, envuelvo una toalla alrededor de mi cintura y me paro
frente al espejo del baño. Está empañado y lo limpio. Mi reflejo
amoratado me mira. Duele más de lo que parece y en parte lo
agradezco. Al menos no tendré que andar por ahí con marcas en el
cuerpo, solo en el rostro.
Suspiro. Estoy emocionalmente exhausto como para lidiar con
esto… sea lo que sea esto. No quiero nada más que meterme a la
cama y soñar con Bryson. Pero en la vida sencillamente no siempre
tenemos lo que queremos.
Me seco, me pongo unos pants y una camiseta: mi pijama
acostumbrada. Echo la toalla a la ropa sucia y voy a mi recámara.
Me sorprende ver ahí a mamá.
—¿Qué haces aquí?
Al principio no advierto lo que tiene en la mano. Ella voltea y
entonces veo la tira de fotografías que había escondido en mi
escritorio. La furia estalla en mi pecho porque mamá invadió mi
privacidad y esculcó mis cosas, pero muy pronto me la trago por
miedo. Es el tipo de miedo que se filtra hasta la médula y envuelve
el corazón.
—¿Qué es esto? —pregunta mamá.
Su voz parece hueca. Es como si tratara de darle sentido a algo que
no puede comprender.
—Déjame explicarte —digo. Mi voz es un susurro. Mis ojos no se
apartan de las fotos que tiene en la mano. Desde que nos las
tomamos el jueves, he memorizado cada detalle—. Por favor.
Mamá arruga la tira de fotos en su mano. Intento avanzar para
impedírselo, pero reprimo el deseo. Las fotografías no pueden ser lo
más importante ahora.
Abro la boca para empezar mi monólogo, el que he elaborado con
cuidado durante años, pero termino espetando.
—Soy gay, mamá.
No es para nada lo que había imaginado. No estoy listo todavía.
Pero quizá salir del clóset es una de las cosas para las que nunca
estás verdaderamente preparado porque nunca puedes saber en
verdad cómo va a reaccionar la gente.
Mamá se tambalea hacia atrás como si la hubiera empujado. Me
mira con lágrimas en los ojos. Es casi como si mirara a un
desconocido. En ese momento me quiebro. Las lágrimas se derraman
de mis ojos. Este es el momento que he temido toda mi vida. Es
ahora cuando todo cambia.
—Imposible —dice.
Esa palabra me destruye más de lo que lo harían mil palabras. Mis
rodillas se debilitan y pierdo el equilibrio. Si no fuera por la pared a
mi espalda, estoy seguro de que caería al piso como una marioneta a
la que le cortan los hilos.
Mamá me observa como si fuera un acertijo que tiene que resolver.
Toca la cruz dorada que cuelga en su pecho. Esto no puedo verlo. No
puedo verla rezar por mí porque estoy mal, porque estoy pecando.
No quiero ver nada de eso. No puedo. Tomo mi teléfono que está
sobre el buró y volteo. Papá está en la entrada de mi recámara.
Extiende el brazo cuando trato de salir. Pone su mano en mi hombro.
Es todo lo que puede ofrecerme.
Y no es suficiente.
Necesito palabras y actos que me demuestren que me siguen
amando, que me aceptan; saber que nada ha cambiado. Sigo siendo
el hijo que ellos criaron y amaron los últimos diecisiete años. Soy la
misma persona con la que han reído, a quien han abrazado y besado,
a quien han cuidado cuando estaba enfermo.
Sigo siendo el mismo hijo que hasta hace una hora era su orgullo.
Lo único que ahora es diferente es que saben que me gustan los
chicos. Es una pequeña parte de mí; sin embargo, es todo lo que
ahora pueden ver. Todo en lo que pueden concentrarse.
Me deja ir y llego a trompicones hasta las escaleras, aturdido.
Detrás de mí, escucho a mamá llorar. Me enjugo las lágrimas de las
mejillas y bajo las escaleras corriendo. Salgo de la casa y me sumerjo
en la noche fría.
Cuando estoy de pie frente al garaje comprendo todo; me golpea
como un tsunami de emociones. Por completo inevitable.
No puedo retractarme.
Me desmorono y todo sale: toda mi tristeza, toda mi furia, todo mi
miedo.
Lloro.
Solo.

Tiempo después, cuando al fin recupero un poco la compostura,


saco mi teléfono y envío un mensaje al chat de los tres mosqueteros.
No hay respuesta, así que marco el teléfono de Donny. Suena y
suena. Lo intento con Priya y obtengo la misma respuesta.
Por supuesto que están ocupados. Es sábado en la noche. Las
noches de los demás no son un desastre personal. Reviso mi teléfono
de nuevo y veo que hay mensajes de Yazz y una llamada perdida de
papá. Mi teléfono suena y veo la foto de papá en la identificación de
la persona que llama. Es una foto familiar en la que todos estamos
felices. La imagen hace que mis ojos se vuelvan a llenar de lágrimas.
Mi casa no es el lugar donde quiero estar ahora.
Empiezo a caminar. No estoy seguro de hacia adónde voy.
Finalmente, me siento en la banqueta. Nadie me ve. Estoy
completamente solo.
Mi teléfono vibra con un mensaje de Bryson.
Siento mucho lo que pasó hoy. Me preocupas. ¿Estás bien?
A través de mi visión nublada, escribo: ¿Puedes venir por mí?
Su respuesta es inmediata. Mi teléfono se enciende con una
llamada.
—¿Kai? ¿Qué pasa?
—Te necesito —respondo.
Mi voz suena tan hueca y vacía como me siento.
—¿Dónde estás?
—En la calle Oak. Es la calle siguiente desde mi casa.
—Voy para allá.
Bryson no tarda en llegar. Ni siquiera se molesta en apagar el Jeep
cuando baja.
—Kai, ¿qué está pasando?
Las lágrimas brotan de mis ojos de nuevo y es difícil retenerlas.
Bryson observa el estado en el que estoy: mi ropa y mis mejillas
surcadas por las lágrimas. Por su expresión, ya sabe de qué se trata.
Lo sabe o al menos tiene una muy buena idea de por qué estoy aquí
solo en la calle.
Sin embargo, no dice nada. En su lugar, se acerca a mí. Me
envuelve en un abrazo. Me da unas palmadas en la espalda para
calmarme. Aunque mis ojos están cerrados, las lágrimas siguen
brotando. Lloro en los brazos de Bryson y eso es suficiente.
Mientras mi mundo se derrumba a mi alrededor.
Esto, ahora, es suficiente.
DOMINGO
25

La mañana llega sin pedir permiso. El mundo sigue girando. El sol


seguirá saliendo, pase lo que pase, y comenzará un nuevo día.
Siempre.
Me incorporo y parpadeo para enfocar el mundo. Poco a poco
reconozco la recámara de Bryson. La luz de la mañana entra por la
ventana sobre su escritorio. Alcanzo mi teléfono y veo varios
mensajes de Yazz, Priya y Donny.
Abro primero el chat de Yazz.
Kai, ¿estás bien?
¿Dónde estás?
¿Kai?
Dime.
Y luego una serie de signos de interrogación. Demasiados como
para contarlos.
Estoy bien, Yazz, escribo. Solo necesitaba espacio. Si alguien pregunta, di que estoy bien.
Yazz responde un minuto después.
Regresa a casa cuando estés listo. Te quiero.
Yo también te quiero.
El grupo de chat de los tres mosqueteros está lleno de lo mismo.
Estoy bien, escribo. Estoy en casa de Bryson.
Yazz nos contó lo que pasó. ¿Estás bien?, responde Priya.
Estoy en eso. Es mentira. Sencillamente estoy ignorando el vacío que
siento. Cada vez que cierro los ojos veo la expresión de mamá.
Perdón por no contestarte, escribe Donny. Aquí estamos si nos necesitas.
Gracias. Luego les hablo.
No tengo energía para más que eso. Apago el teléfono y lo pongo
sobre el buró. La puerta de la recámara de Bryson se abre y él entra.
Su cabello está húmedo y no tiene camisa. Lleva una toalla sobre los
hombros.
—¿Estás despierto? —Bryson se sienta al borde de la cama, está
serio—. ¿Qué pasó, Kai?
Hemos pospuesto la conversación todo lo posible. Anoche lo único
que hice fue llorar. No pude contarle nada. Bryson me consoló y me
trajo aquí. Sé que ahora tengo que explicarle lo que pasó. Lo sé, pero
no me atrevo.
—Está bien —dice Bryson—. No tienes que decírmelo ahora.
Cuando estés listo está bien.
Sonríe levemente, pero es genuino. Bryson se pone de pie y
extiende la toalla.
—Y si nunca quieres hablar de esto, también está bien. Solo quiero
que sepas que estoy aquí para ti. Para lo que sea.
La sinceridad de sus palabras es un puñetazo al corazón. Bajo de la
cama y me acerco a él. Lo abrazo. Mi mejilla descansa sobre la piel
suave de su pecho. Escucho el latido de su corazón. Un eco del mío.
Bryson también me abraza. Cálido y firme. Nos quedamos así en
silencio durante un tiempo. Después saco todo: le cuento lo que pasó
anoche. Al final estoy llorando, pero está bien. Me abraza con más
fuerza, si eso es posible.
Bryson me aleja un poco para poder ver mi rostro.
—Primero, creo que necesitas un baño largo y agradable; luego
voy a ver esos moretones. Sé un poco cómo tratarlos, por los
deportes que hago. Después de eso veremos todo lo demás. —Se
inclina hasta que nuestras frentes se tocan—. Juntos.
Y entonces trato de retener las lágrimas por una razón
completamente distinta.

Diez minutos después salgo del baño. Bryson está sentado en la


cama y me espera.
Cuando me acerco, levanta un tubo de ungüento.
—Esto es lo mejor —dice—. Después de los partidos, a veces acabo
con algunos moretones.
—¿Y quién dijo que el futbol era un juego de caballeros? —
bromeo.
—Nadie —responde Bryson—. Ese es el criquet.
—Ah.
Bryson ríe y me siento junto a él. No deja de reír mientras toca con
el dedo el primer moretón, el que está bajo mi ojo. Me tranquiliza
que no esté negro, pero no deja de ser doloroso.
Hago una mueca de dolor.
Bryson ya no ríe; en su lugar, se inclina hacia adelante y sopla
sobre él.
Me estremezco. No sé cómo o por qué, pero sí se siente mejor.
Luego usa el ungüento en mi labio. De pronto me doy cuenta de lo
íntimo que es esto. Nosotros, solos en su recámara. Su dedo se
detiene cerca de mi labio, como si me estuviera pidiendo permiso.
Me adelanto un poco para dárselo.
El ungüento pica, pero el tacto es suave. Bryson se inclina hacia
adelante y, al principio, creo que va a soplar otra vez sobre el
moretón, pero luego siento sus labios sobre los míos.
Después se aparta igual de rápido.
—Listo.
—Eres un provocador.
—¿Soy qué?
Bryson me empuja hacia la cama. Tiene cuidado de no lastimarme.
Rápidamente, sujeta mis manos sobre mi cabeza. Acerca su rostro al
mío y permanece así, encima de mí. Me esfuerzo por alcanzarlo,
pero Bryson levanta la cabeza y agranda la distancia entre nosotros.
—Esto es provocar.
Ambos sonreímos; estamos tan concentrados en lo que estamos
haciendo que no escuchamos que alguien entra a la recámara.
—Oye, Bry… —Se interrumpe la voz de una mujer al vernos.
Bryson y yo volteamos y vemos a quien supongo es la hermana de
Bryson.
—¿Qué está pasando aquí? —Sus ojos están muy abiertos, nos
observa, y de pronto en su rostro se dibuja una gran sonrisa—.
Cuéntenmelo todo.
Bryson y yo tratamos de separarnos lo más rápido posible, lo que
solo provoca que él se caiga de la cama. Me pongo de pie y Bryson se
levanta rápido. Muy tarde me doy cuenta de que sigue sin camisa.
Crystal se sienta, cruza las piernas y nos analiza. La sonrisa no se
ha borrado de su rostro.
—Mmm, Crystal, él es Kai. Kai, ella es Crystal.
A diferencia de Bryson, Crystal tiene el cabello pelirrojo brillante y
ojos verdes.
—Encantada —dice Crystal. Tiene el brazo enyesado, pero agita
los dedos a modo de saludo—. Estoy encantada de conocerte.
—Mmm… —La miro, luego volteo a ver a Bryson y a ella de
nuevo—. Gusto en conocerte también.
—¿Qué quieres? —pregunta Bryson.
Nunca lo había visto tan avergonzado. Estoy seguro de que está
igual de sonrojado que yo.
—Eso no importa —responde Crystal. Acomoda su brazo
lesionado—. Lo que importa es esto que tengo enfrente. Uno… —
Levanta un dedo de la otra mano—, tenemos a dos chicos, uno sin
camisa y el otro muy nervioso. Dos, apenas hace unos minutos
ambos estaban echados en una cama. —Levanta el tercer y último
dedo—. Y tres, mi hermanito está increíblemente avergonzado en
este momento, así que algo debe estar pasando.
Por su expresión, es obvio que Crystal lo está disfrutando;
demasiado, si me preguntan. Bryson debe estar de acuerdo, porque
exhala, me lanza una mirada y sonríe levemente. Es la sonrisa que
me dice que estamos en peligro.
Me toma de la mano y entrelaza nuestros dedos. Al principio estoy
demasiado sorprendido como para reaccionar, pero luego trato de
zafarme. Bryson no me deja, no suelta mi mano. Levanta nuestros
brazos para que Crystal vea.
—Kai es mi novio —dice de manera tan informal que me quedo
sin aliento.
Espero el pleito que va a seguir, pero Crystal se ríe. Trata de
aplaudir, pero el yeso se lo impide.
—Estoy impresionada. —Descruza la pierna y se pone de pie—.
Está guapo —dice mirándome. La alegría en su voz desaparece—.
Kai, ¿tus padres te hicieron esto?
Me rompe el corazón que haga esa pregunta.
Gay o hetero, todos hemos escuchado los horrores que padecen
algunos chicos cuando salen del clóset. Para muchos, no todo es
amor y aceptación. En ocasiones es una verdadera pesadilla. Por eso
existe el clóset. Y por eso seguirá existiendo.
—No —respondo—. Me peleé.
—¿En serio?
—Sí. —Bryson pasa la mano por su cabello—. Yo estaba ahí. No le
digas a mamá.
—Quizá tengas que hacerlo tú. Mamá llamó para decir que ya va a
llegar. Su vuelo se adelantó, así que llegará a casa para el almuerzo.
Eso venía a decirte. —Crystal suspira—. Llegué con nada, pero me
voy con mucho.
Sonríe y se va.
Y eso es todo.
Bryson le acaba de anunciar nuestra relación a su hermana y todo
termina, no con una explosión, sino con un chisporroteo.
Al final recuerdo respirar.
—¿Qué acaba de pasar? —pregunto.
Estamos de pie, tomados de la mano y mirando el lugar en el que
estuvo Crystal hace un minuto.
—Creo que ahora es oficial, oficial —responde Bryson. Me mira—.
¿Estás bien?
—Estoy bien. —Volteo a verlo—. Pero ¿tú estás bien? ¿No es muy
rápido? Quiero decir, acabas de salir del clóset con tu hermana.
Bryson sonríe. Esa sonrisa con los labios apretados que significa
que está nervioso.
—Es una locura lo seguro que me siento de ti.
Me sonrojo.
—Sin presiones.
Bryson lanza una carcajada.
—Y para no presionarte más, creo que es tiempo de que conozcas a
mi mamá.
De pronto ya no me siento bien.
26

Estamos todos sentados en la sala. Bryson y yo en un sofá de dos


plazas. No se ha apartado de mi lado en toda la mañana. Su
presencia es tranquilizadora, sobre todo si consideramos que estoy a
punto de conocer a su madre; estoy a punto de conocer a la madre
de mi novio.
No se me escapa lo increíble de esta idea. Veo a Bryson de reojo.
Incluso su perfil parece esculpido por los dioses. Estamos sentados
tan cerca que nuestros muslos se tocan. Ambos guardamos silencio,
yo de nervios y él… no sé. ¿Le preocupa que su mamá sepa lo
nuestro? Esa idea me recuerda a mi propia madre y el caos que me
espera en casa.
Suspiro. Quisiera que este día durara para siempre y no tener que
volver a casa.
—No hay presiones —me dice Bryson y me sonríe—. Puedes estar
tranquilo.
—¿Se lo vas a decir? —pregunto.
Bryson se encoge de hombros.
—No sé. —Se muerde el labio y pasa una mano por su cabello—.
Esto de salir del clóset es algo muy extraño.
—Ni me digas —resoplo.
Crystal está echada sobre el sofá grande de piel. Está viendo un
reality show. La puerta de entrada se abre y la madre de Bryson entra
después de unos cuantos latidos de pánico en mi pecho.
Es el retrato de la elegancia. Lleva una blusa informal y jeans
deslavados; su cabello pelirrojo está recogido en un chongo
improvisado. Es exactamente la versión adulta de Crystal. La madre
de Bryson sonríe. Me quedo sin aliento porque es una sonrisa que
reconozco; su hijo tiene exactamente la misma. Es el tipo de sonrisa
que puede hacer que tu corazón se desboque o que sencillamente
deje de latir.
—Hola, todos.
—Mamá, él es Kai —dice Bryson.
—Gusto en conocerla, señora.
—Por favor, llámame Hannah. Mucho gusto, Kai —responde
Hannah.
—¿Cómo estuvo tu viaje, mamá? —pregunta Crystal.
—Bien, hasta que me enteré de que mi hermosa hija se había
lastimado. —Atraviesa la sala hacia Crystal—. ¿Estás bien?
Crystal levanta el pulgar de la mano enyesada.
—Solo es una fractura.
—Pero me obligó a que faltara a la escuela para cuidarla —agrega
Bryson.
—Somos familia, eso es lo que hacemos —expresa Crystal.
—Debes tener hambre —le dice Bryson a su mamá—. Voy a
preparar algo. Vamos, Kai.
Bryson sale de la habitación y lo sigo a la cocina. Aunque ya he
estado antes ahí, la opulencia me asombra de nuevo.
—Siéntate —dice Bryson.
Le da un golpecito a un banco y luego enciende el horno para
precalentarlo. Después va al enorme refrigerador de dos puertas y lo
abre. Hurga en el interior un momento y finalmente saca un montón
de ingredientes, los pone sobre la barra y regresa por más. Yo lo veo
trabajar. Enjuaga las verduras y empieza a cortarlas.
—¿Qué estás preparando? —pregunto. Me balanceo de un lado a
otro.
—Un suflé de papa con tocino como plato principal, un poco de
verduras y algo dulce para ti.
Le da una palmadita a la wafflera.
—¿Para mí?
—Sí. Dijiste que te gusta lo dulce.
—¿Te acuerdas? —pregunto.
—Claro —responde Bryson—. Siempre te pongo atención.
Siento que mi rostro empieza a sonrojarse y, para distraerlo, digo:
—¿Te puedo ayudar con algo?
—Qué lindo. —Lanza una carcajada—. Solo siéntate ahí y disfruta
el espectáculo.
Y eso hago. Nunca pensé que cocinar podría ser sexy, pero al ver
trabajar a Bryson me hace cambiar de opinión. A juzgar por la
felicidad que irradia, es obvio que le gusta cocinar.
—Quizá esto pueda ser tu nuevo sueño.
—No has probado mi comida. ¿Cómo sabes que es buena?
Me encojo de hombros.
—Te ves muy feliz; imagino que si esto te hace tan feliz, entonces
debería ser tu nuevo sueño.
—Lo tomaré en cuenta.
Bryson y yo seguimos hablando mientras cocina. Es natural y fácil,
cuando mi vida parece ser todo lo contrario.
Los huevos se rompen, el tocino crepita y el tiempo pasa. Muy
pronto, la cocina se llena de un aroma que hace que mi estómago
gruña. Bryson debió escucharlo, porque sonríe.
—Ven, prueba esto —dice—. Son huevos revueltos con pimiento
verde y champiñones.
Sopla la cuchara y la levanta entre nosotros. Me inclino hacia
adelante y pruebo. El sabor estalla en mi boca.
Cuando la madre de Bryson entra en la cocina estamos en esta
posición. Apenas nos mira, como si fuera la cosa más natural del
mundo.
—Es muy buen cocinero, ¿verdad? —dice.
Sale con la botella de agua que vino a buscar.
Me aparto, asombrado.
—Creo que lo sabe —murmuro.
Bryson observa mi boca. Extiende el brazo y limpia un pedacito de
huevo. Siento su pulgar que baila sobre mi labio superior y me
quedo paralizado. Más tarde recordaré este momento y lo volveré a
vivir con detalle, pero ahora solamente estoy bloqueado.
Hannah vuelve a entrar a la cocina. Como la respiración contenida,
todo se detiene. La madre de Bryson nos mira, toma una manzana
del frutero y vuelve a salir.
—Sin duda lo sabe —asegura Bryson.
Suspira, pero no con miedo ni tristeza. Es un simple «ni hablar». Se
inclina, me da un besito en la boca y empieza a revolver la mezcla de
nuevo.
No puedo evitar sentir envidia y pensar en lo diferentes que son
nuestras situaciones. La familia de Bryson ni siquiera parpadea ante
lo nuestro. Comparado con el desastre de anoche, me siento muy
extraño. Suspiro. ¿Por qué mis padres no pueden ser tan relajados?
—No tienes permiso de pensar nada malo hoy —dice Bryson. Me
da un empujoncito con la cadera—. Trata de olvidarlo por un rato.
Exhalo y saco los malos pensamientos. Bryson tiene razón. Hoy
solo quiero estar tranquilo y disfrutar. Solo quiero gozar un día antes
de enfrentar la tormenta.
Regreso a mi banco y veo cómo Bryson hace la mezcla para los
waffles. Cuando termina, lo ayudo a poner la mesa. Llevamos el
suflé recién horneado, los huevos revueltos y los waffles con crema
batida, lo único que se compró en una tienda. Muy pronto, todos
estamos sentados y listos para comer.
—Se ve muy bueno —digo.
—Si hubiera tenido más tiempo, quizá hubiera planeado el menú.
Me lanza una sonrisa con labios apretados. ¿Está nervioso de que
pruebe su comida?
—Las habilidades de mi hermano pueden pagar las deudas —
opina Crystal mientras se sirve—. Es muy bueno.
—Gracias por la comida, hijo —dice la madre de Bryson y empieza
a comer.
Doy el primer bocado y lo saboreo.
—¿Qué tal está? —me pregunta Bryson.
—Muy bueno.
—¿En serio? Me alegra que te guste.
La sonrisa de Bryson se ensancha. Ahora veo el hoyuelo que se ha
convertido en una de las cosas que más me gustan de él. Yo también
le sonrío.
—Es tan adorable que podría morir —bromea Crystal.
Había dejado de comer y nos miraba.
—Crystal, compórtate —dice Hannah.
Corta un bocado y se lo lleva a la boca.
—Sí, Crystal, compórtate —repite Bryson.
La madre de Bryson dirige su atención hacia mí.
—¿Qué hacen tus padres, Kai?
—Mamá tiene una empresa de contabilidad y mi papá trabaja en
tecnología de la información.
La conversación sigue a partir de ahí y cada vez me siento más
relajado y abierto. Comemos, hablamos y yo olvido. Se siente bien…
se siente normal.
—Papá me llamó esta mañana —dice Crystal.
Todo el mundo se tensa.
—Crystal.
—Está bien, mamá. Kai sabe.
Bryson me sonríe.
—Me parecía ridículo que mi madrastra fuera dos años mayor que
yo. Pero ahora está embarazada. Tendré veinticuatro años más que
el bebé. —Crystal sacude la cabeza—. ¿Eso tiene sentido?
—Supongo que por eso está tratando de comprarnos.
—Yo ya le eché un ojo a una bolsa Louis Vuitton —dice Crystal—.
Si quiere comprar mi amor, es bienvenido, muchas gracias.
—Crystal, por favor.
—Estoy bromeando, mamá —explica Crystal. Pero niega con la
cabeza hacia mí mientras lo dice.
Hannah suspira, pero sus labios también dibujan una sonrisa.
—Ah, ¿le avisaste a tus profesores sobre el accidente? —pregunta
Hannah.
—Sí. Estoy segura de que el profesor Bartley estuvo más que
encantado al saber que no estaría ahí para hacerle preguntas.
—Crystal estudia en la UCLA —murmura Bryson a mi oído—. Y el
profesor Bartley es su archinémesis.
—Me es imposible explicar cuánto odio a ese hombre —dice
Crystal—. Tan solo pensar en él me da dolor de cabeza.
—¿Qué estudias?
—Psicología.
—Por ahora —agrega Bryson. Voltea a verme—. Ha cambiado de
carrera varias veces.
Crystal nos mira y su expresión es absolutamente seria.
—Bryson, acabo de conocer a Kai. No hagas que tenga una mala
idea de mí. Esas impresiones son importantes. ¿Cómo podría verlo a
la cara en el Día de Acción de Gracias o en Navidad?
Sus palabras me hacen sonrojar.
—Oh-Dios-mío —exclama Crystal—. Esto sí es lo más encantador.
Bryson sonríe.
—¿Verdad que sí?
—Kai, por favor, disculpa a mis hijos.
—No somos tan malos, mamá —dice Bryson.
—Somos prácticamente unos angelitos —agrega Crystal.
—Lo que sea que les ayude a dormir tranquilos —apunta la madre
de Bryson y pone sus cubiertos sobre el plato.
Al final del almuerzo, Bryson dice:
—Como yo cociné, Crystal tiene que lavar los platos. —Bryson
sonríe de tal manera que me da a entender que realmente está
disfrutando este momento—. Es lo justo.
—Tengo literalmente un yeso en el brazo. ¿Quieres que los limpie
con la lengua? —le pregunta Crystal a su hermano.
—Yo los lavo —intervengo.
—Okey, yo te ayudo —dice Crystal. Se levanta y mira a su
hermano—. Prepárate para que las orejas te zumben porque vamos a
hablar mucho de ti. —Luego me mira—: Vamos, Kai.
Me pongo de pie y sigo a Crystal a la cocina.
27

—Entonces, ¿dónde se conocieron?


Crystal echa con torpeza los restos de comida en la basura. Yo le
ofrecí hacerlo, pero se las está arreglando.
—Quiero decir, sé que van a la misma escuela, pero ¿cómo
empezaron a salir? —continúa.
—Yo le pedí que saliéramos juntos.
Es tan extraño hablar de esto abiertamente, sobre todo con la
hermana de Bryson. Es raro, pero no incómodo porque me doy
cuenta de que sí tiene curiosidad sin intenciones o motivos ocultos ni
juicios.
—¿Y dijo que sí?
—Bueno, es parte de su apuesta. —Mientras hablamos, lavo un
plato—. Sí sabes lo de la apuesta de Bryson Keller, ¿verdad?
Crystal lanza un gemido y pone los ojos en blanco.
—Dustin me lo contó cuando pasó. Incluso hice clic en el hashtag
unas veces. —Sacude la cabeza—. Es bueno saber que la Academia
Fairvale no cambia. Y no me sorprende en lo más mínimo que
Bryson sea el centro de algo tan absurdo.
—Yo no me quejo de la apuesta —admito.
Nunca lo haría. Fue gracias a eso que todo empezó con Bryson. Yo
no estaría aquí sin ella.
Crystal se estremece.
—Me pones la piel de gallina. —Crystal me mira—. Te traen
cacheteando la banqueta. —Me pasa un plato, lo lavo y lo pongo en
el escurridor—. ¿Ustedes, chicos, siguen diciendo «cachetear la
banqueta»? Todo cambia tan rápido estos días que es difícil estar
actualizado.
—No eres tan vieja. ¿Por qué actúas como si lo fueras?
Crystal y yo volteamos y vemos a Bryson de pie en la puerta de la
cocina.
—Es de mala educación escuchar a escondidas —dice Crystal—.
Entonces, ¿ya acabó la apuesta? —Mira a Bryson y luego a mí—.
¿Perdió?
—Sí —afirmamos ambos al mismo tiempo.
Crystal se lleva la mano al pecho.
—Oh, el drama… el escándalo… el romance.
Se lleva el dorso de la mano a la frente y finge desmayarse.
—Eres insufrible —le dice Bryson. Luego me mira—. Si ya
terminaste, me gustaría llevarme a mi novio.
El calor se extiende desde mi cuello hacia la cara.
—¿Adónde vamos?
—Ninguna comida está completa sin postre —dice Bryson.
—Tráiganme algo rico —grita Crystal cuando salimos de la cocina.
—No, cómpratelo tú.
—¡Grosero! —responde Crystal—. Más te vale dormir con un ojo
abierto esta noche.
Me río. La relación entre Bryson y Crystal es sorprendente. No sé
por qué, pero lo es. Quizá es que nunca pensé que Bryson Keller
fuera tan cercano a su hermana. Sencillamente no parecía del tipo.
No sé qué me hizo juzgarlo así, pero me alegra haber podido
presenciar esto. Me alegra haber tenido esta ventana a la vida de
Bryson.
—¿Por qué sonríes? —pregunta Bryson de camino al Jeep.
—Solo pensaba.
—¿En qué?
—En ti.
Bryson se detiene y yo también.
—¿Qué pasa? —pregunto.
—No puedes decir cosas así —responde Bryson. El miedo se
empieza a apoderar de mí, quizá hice algo malo—. Vas a hacer que
me enamore de ti más de lo que ya estoy.
Lanzo un suspiro de alivio y sonrío.
Subimos al Jeep. Pasamos a cargar gasolina y después Bryson se
dirige a una famosa heladería del pueblo. Como es domingo en la
tarde, Swirl It Up está lleno de familias. Siento una punzada en el
pecho al ver a todas esas familias felices. Antes, con frecuencia venía
aquí con la mía, los domingos después de la iglesia.
—¿Qué vas a pedir?
La pregunta de Bryson me saca de mi pasado y me hace aterrizar
en el presente. La chica que está en la caja levanta la vista y sus ojos
se fijan en Bryson. No aparta la mirada. La entiendo, porque a veces
yo también me sorprendo mirando fijamente a Bryson Keller.
—Voy a querer el mora-mora deliciosa, tres bolas —digo.
—Y yo el megachoco —dice Bryson.
Su hoyuelo es evidente. Es evidente que le gusta la idea de
comerse tres bolas grandes de chocolate.
Esperamos nuestro pedido y luego regresamos al Jeep. Bryson
maneja hacia Melody Beach.
—Odio que Dustin haya arruinado este lugar —comenta Bryson.
—Lo bueno supera a lo malo —respondo y abro la puerta—.
Vamos.
Caminamos hacia la playa y nos sentamos uno al lado del otro.
Comemos el helado en silencio; ambos estamos satisfechos con solo
estar juntos.
—¿Sabes? No tengo ninguna foto de mi novio —dice Bryson
después de un momento.
—No dejas de decir eso —respondo—. Novio.
—¿Por qué? —pregunta Bryson— ¿No te gusta?
—No —digo—. Me gusta mucho, muchísimo.
—Qué bueno. —Bryson sonríe y se acerca a mí—. Novio… novio…
novio.
Hace énfasis en cada palabra con un beso en mi mejilla. Pero, en el
último, giro la cabeza para encontrar sus labios.
—A mí también me gusta mucho, mucho, mucho mi novio —digo.
—A él también le gustas mucho, mucho, mucho.
Nos besamos.
Cuando nos alejamos, ambos estamos sin aliento.
Bryson saca su teléfono.
—Lo decía en serio. Quiero tener fotos tuyas.
Bryson abre la cámara y se recarga sobre mí para la pose.
Tomamos algunas selfis sonriendo y haciendo caras chistosas. Luego
se inclina y me besa en la mejilla. Toma una foto en esta posición. Es
casi la imagen exacta de la que nos tomamos antes, en la cabina de
fotos. La que mi mamá destruyó.
—Esta no la pueden destruir —asegura Bryson examinándola.
Como si me hubiera leído la mente. Lo miro y me pregunto cómo
es posible que tuviera tanta suerte. De qué manera se alinearon las
estrellas de manera tan perfecta y me llevaron hasta este momento.
Pero no me lo pregunto demasiado. Sencillamente lo acepto.
—Mándamelas.
—Así lo haré.
Durante un momento, Bryson recorre las fotografías que tomó de
nosotros. Luego vuelve a abrir la cámara. Toma mi mano y

É
entrelazamos los dedos. Él las alza hacia el cielo con la puesta de sol
como fondo. Toma la foto. Observo cómo la ajusta para fondo de
pantalla.
—Eres lo máximo —digo.
Bryson sonríe.
—Soy romántico. Es diferente.
—Ajá.
Nos quedamos sentados mirando cómo se pone el sol en nuestro
pedacito de mundo. Tanto Bryson como yo sabemos qué va a
suceder después. Esto solo ha sido una breve prórroga. Ha sido
perfecto, por supuesto, pero la perfección tiene la mala costumbre de
no durar mucho. La mayoría de las veces es solo una ilusión, no la
realidad.
—Creo que ya deberíamos irnos —dice Bryson.
Su voz es suave y tranquilizadora.
—Lo sé.
Suspiro. Temo lo que me espera al llegar a casa.
Bryson se pone de pie y se sacude la arena de los shorts. Me ofrece
la mano y me ayuda a levantarme. Pero no la suelta; en su lugar, se
inclina hasta que nuestras frentes se tocan.
—¿Quieres que te acompañe? —pregunta—. Puedo hacerlo.
—Creo que debo hacerlo solo —respondo.
Si corriera algún peligro físico le hubiera dicho que sí. Sé que lo
que me espera en casa no son golpes ni abuso físico; es decepción,
palabras dictadas por la religión y teñidas de prejuicio.
Bryson me lleva al Jeep y emprendemos el camino. Llegamos muy
rápido a mi casa. Me quedo sentado, sin moverme, con la vista fija
en la casa. El coche de mamá y el de papá están frente al garaje; eso
significa que todos están ahí. Es domingo en la tarde, claro que ahí
están. Me pregunto si fueron a la iglesia como normalmente hacen.
¿Habrán ido y rezado para que se me quitara lo gay?
Bryson toma mi mano, la lleva a sus labios y la besa.
—Me gustaría poder hacer más —dice.
No puede. Es ahora o nunca. Toco la manija de la puerta.
—Háblame si me necesitas —agrega Bryson cuando abro la puerta.
—Lo haré.
Salgo del Jeep y pongo los pies en la realidad.
—Gracias por hoy —digo—. Y por anoche.
—Cuando quieras —responde Bryson.
Me doy cuenta de que habla en serio. Estará ahí si le llamo, cuando
le llame. No tengo a un príncipe azul en caballo blanco; en su lugar,
tengo un príncipe azul en Jeep blanco.
Me detengo frente a la puerta de entrada y volteo a verlo. Bryson
sigue ahí. De alguna manera esto me hace sentir un poco más
tranquilo; saber que cuento con él, que no estoy completamente solo.
Me despido con un gesto de la mano y él hace lo mismo. Luego
volteo hacia la puerta que nunca había temido cruzar como hoy.
Cierro y abro los ojos.
Entro y cierro la puerta a mi espalda.
28

—Ya llegué —anuncio sin dirigirme a nadie en particular.


Supongo que es lo correcto. A pesar de todo, son mis padres y
espero que siempre me vayan a amar. Que siempre les importará mi
seguridad.
Me detengo para quitarme los zapatos. Yazz baja corriendo las
escaleras y se abalanza sobre mí. Apenas puedo evitar que ambos
caigamos.
—Si vuelves a preocuparme así de nuevo, yo misma te mato —
dice Yazz. Se aleja para mirarme—. Soy demasiado joven como para
tener canas. Piensa en mi belleza.
Sonrío.
—Gracias, Yazz. —Ella asiente y me suelta—. ¿Dónde están todos?
—murmullo.
Yazz se encoge de hombros.
—Nunca nuestra casa había sido tan silenciosa.
—Lo siento.
—No es tu culpa.
Tiene razón, pero así lo siento. Subo a mi recámara y cierro la
puerta tras de mí. Pongo una lista de reproducción y aprieto el botón
de aleatorio. La música resuena a mi alrededor y me siento en la
cama. No era esto lo que yo quería. No quiero que mi familia esté así
solo porque soy gay.
No estoy seguro de cuánto tiempo me quedé ahí sentado mirando
al vacío; pero al final me levanto y me cambio de ropa. Mi teléfono
se enciende con un mensaje. Abro el chat de los tres mosqueteros.
¿Cómo va todo?, pregunta Donny.
¿Estás bien?, agrega Priya.
Sí. Pero el silencio es alarmante.
Podríamos ir, así como si nada, propone Priya.
Sí. Algo así como: «Ah, hola, venimos de visita. Qué bueno verlos». Absolutamente normal,
agrega Donny.
No sé si eso sería mejor o peor,
respondo.
Mi teléfono vibra con una llamada. «Kelly» aparece en la pantalla.
Deslizo el dedo para responder.
—Hola.
—Kai, ¿estás bien?
—No —respondo—. No lo estoy.
—¿Quieres que vaya?
—No, está bien. Estoy bien. En mi recámara.
—¿Qué dijeron tus padres?
—Nada. No los he visto.
Bryson se queda callado.
—¿Estás seguro de que no quieres que vaya?
—Esto es suficiente —le digo—. ¿Podemos quedarnos así un
tiempo?
Así nos quedamos, sin hablar, solo escuchando que el otro existe.
Dejo pasar tres canciones y rompo el silencio.
—Te llamo si pasa algo —digo.
—Okey. Nos vemos mañana.
—Bye.
Colgamos. Alguien llama a mi puerta y Yazz asoma la cabeza.
—Ya está lista la cena.
—No tengo hambre.
—Aunque fuera cierto, tienes que hacerlo —dice Yazz—. Nunca te
acobardes frente al enemigo.
—¿Enemigo? Son nuestros padres, Yazz.
—En este momento son el enemigo. —Yazz me toma de la mano y
me jala de la cama—. Puedes hacerlo. Decir lo que tienes que decir.
No es sano guardarse las cosas.
—¿Estás segura de que tienes trece años?
—La madurez no tiene nada que ver con la edad. —Me saca de la
recámara y me dirige al baño—. Lávate la cara.
Yazz me espera mientras sigo sus instrucciones. Me miro en el
espejo; mi rostro está pálido y hace que los moretones se vean más, y
mi mirada parece perdida. Respiro para calmarme, pero no sirve de
nada. Al final me doy por vencido y salgo del baño.
Yazz abre el camino y bajamos las escaleras. Cuando llegamos a la
mesa del comedor, mamá y papá ya están sentados. Papá me mira,
nuestros ojos se encuentran pero yo desvío la mirada. Mamá mira
fijamente su plato. Juguetea con la cruz de oro que cuelga sobre su
pecho.
Estoy a punto de dar media vuelta y correr a mi habitación, pero
Yazz toma mi mano en la suya y me obliga a sentarme. Ella toma el
asiento al lado de mamá y yo el que habitualmente es de Yazz.
—Demos gracias —comienza Yazz. Extiende la mano y yo la
estrecho. Yazz mira a nuestros padres—: ¿Y bien?
Mamá toma la mano de Yazz y la de papá. Él extiende la otra
mano hacia mí y la tomo. Me la aprieta dos veces. Levanto la vista,
pero sus ojos ya están cerrados. Estoy seguro de que lo imaginé, pero
entonces papá abre los ojos y asiente levemente.
Yazz empieza a rezar.
—Padre nuestro, estamos reunidos para compartir los alimentos.
Gracias por darnos esta comida y por permitirnos estar juntos en
familia. Bendícenos, Señor, y bendice las manos que prepararon esta
cena…
La oración empieza igual que todas las que decimos antes de
comer, pero luego Yazz la cambia para dar otro mensaje.
—Y, Dios Padre, ayuda a esta familia. Estamos en una encrucijada
y te pido que nos guíes para que tomemos el camino correcto, Padre
de los cielos. Creaste a Kai a tu imagen y semejanza, y solo tú puedes
juzgarlo, Dios. Te pido que nos recuerdes a todos este hecho. Padre
celestial, te pido que nos enseñes a todos que el amor es amor y que
una familia no puede llamarse así cuando existe odio y rechazo —
continúa Yazz—. Y, Padre, ayuda a Kai para que diga lo que necesita
decir. Y ayuda a mis padres para que lo escuchen mientras hace esto
tan valiente y que da tanto miedo. Te pido todo esto en nombre del
todopoderoso Jesús. Amén.
Yazz abre los ojos y mira alrededor.
—Comamos.
Con la mirada empañada, observo a mi hermana. No estoy solo en
esta casa. Uno a uno, todos empezamos a comer. El sonido de los
cubiertos es todo lo que se escucha. Yazz me mira y luego a mis
padres. Suspira.
—Kai, ¿nos querías decir algo?
Niego con la cabeza. Papá deja de comer y me mira.
—Di lo que necesites decir, hijo.
Lo miro y él asiente. Agradezco su esfuerzo. Me aclaro la garganta.
Es el momento. Mi voz es solo un murmullo.
—Mamá, papá, temía este momento desde que tenía diez años. Así
de chico era cuando empecé a pensar que era diferente de los otros
niños. No porque sintiera algo distinto, sino porque todos a mi
alrededor insistían que sería diferente si era gay. Que era un pecador
por ser quien era.
Mi voz se hace ahora más fuerte. Casi sueno como yo mismo, salvo
por las lágrimas que trato de retener.
—Pero sabía que no podía cambiar ser gay. Era como el color de
mi piel. Algo que formaba parte de mí y me hacía quien era. Soy el
mismo Kai que conocen y que aman. Papá, soy el hijo con quien
juegas basquetbol y a quien llevas al peluquero para que se corte el
cabello. Mamá, veo contigo esas comedias románticas y te ayudo a
resolver los crucigramas del periódico. Siempre seré el Kai Sheridan
con quien vivieron todos esos recuerdos.
»Sigo siendo yo. Nada ha cambiado. Eso lo sé con certeza. Sí, soy
gay, pero sigo siendo yo. Sé lo que dice la Biblia, mamá; pero te pido
que confíes en mí. Te pido que tengas fe en tu hijo. No soy diferente
solo porque la sociedad quiere que lo sea. Soy el mismo. Por favor,
mamá, papá, ámenme como siempre lo han hecho. ¿Por favor?
Mi voz se quiebra en las últimas palabras. Levanto la mirada; tanto
mamá como papá están reteniendo las lágrimas.
Soy optimista. Por un instante veo la luz al final de este túnel
oscuro y solitario. Pero entonces, mamá se pone de pie. Sin palabras,
sale del comedor.
Papá toma mi mano. Me mira.
—Te amo, Kai —dice. Se levanta y sigue a mamá—. Voy a hablar
con ella.
Yazz y yo nos quedamos sentados, mirándonos. Se acomoda los
lentes.
—Lo hiciste bien, Kai. Ahora les toca a ellos.
Trago el nudo que tengo en la garganta. Levanto mi plato para
llevarlo a la cocina, pero Yazz me detiene.
—Vete. Yo hago esto.
Asiento y salgo del comedor. Mientras subo las escaleras, hago un
esfuerzo por aguantar el llanto.
Entro a mi habitación y me echo sobre la cama bocabajo.
Lloro hasta quedarme dormido.
LUNES
29

Giro sobre la cama y hago una mueca de dolor. Mi cuerpo está


adolorido, pero mucho mejor desde que Bryson puso el ungüento en
mis heridas. Apenas abro los ojos, le mando un mensaje a Bryson.
El hecho de que Bryson esté tan preocupado por mí no hace más
que aumentar los sentimientos que empiezo a tener por él. Lo que
comenzó como una simple atracción está creciendo y cambiando en
algo más. Me asusta y me emociona al mismo tiempo.
El chat de los tres mosqueteros se enciende.
¿Vas a ir a la escuela con Bryson o quieres que pase por ti?, pregunta Donny.
Bryson.
Okey. Nos vemos en el estacionamiento.
Atravieso mi recámara y abro la puerta. Asomo la cabeza, no hay
nadie en el segundo piso. Abajo, escucho el ruido que hacen mamá y
papá, pero no están hablando. Parece que la casa sigue bajo el
hechizo del silencio.
Me apresuro al baño y me meto a la regadera; luego me lavo los
dientes y me rasuro. De regreso a mi cuarto, empiezo a vestirme. Me
sobra tiempo, si tomo en cuenta cuánto estoy evitando ir a la cocina.
Finalmente dan las siete. Tomo mis cosas y me dirijo directo a la
puerta.
—Ya me voy —grito, de nuevo sin dirigirme a nadie en particular.
Abro la puerta y Bryson está ahí parado con el dedo levantado y
listo para tocar el timbre.
—¿Qué haces? —le pregunto mientras cierro la puerta a mi
espalda.
—Estaba preocupado —dice Bryson. Me toma de los hombros—.
¿Estás bien? ¿Qué pasó?
La puerta se abre de par en par y Yazz sale. Está vestida para la
escuela. Va a la misma secundaria pública a la que yo fui, así que no
usa uniforme. Debo estar soñando porque Yazz nunca ha estado lista
para ir a la escuela tan temprano.
—Hola —saluda Yazz—. ¿Podrían llevarme a la escuela?
—¿Qué estás haciendo? —pregunto—. Mamá es la que te lleva.
Yazz mira a Bryson, luego a mí y después a sus manos sobre mis
hombros.
—Estoy protestando —responde.
—¿Qué?
—No me gusta la mierda de esta casa y me niego a ser parte de
ella.
—Esa boquita… —digo.
Pero en realidad no pretendo regañarla porque mi corazón se
derrite.
Bryson levanta la mano y Yazz choca su palma.
—Eres oficialmente mi heroína, Yasmine —dice.
—Llámame Yazz, y ¿supongo que es un sí para llevarme?
—Es un sí a lo que tú quieras —responde Bryson.
Me deja ahí parado y sigue a mi hermana. El repentino giro de las
cosas me hace parpadear.
—¿Qué haces, Kai? —grita Yazz.
—Sí, Kai, ¿qué haces? —repite Bryson.
Bryson ayuda a Yazz a que suba al asiento trasero del Jeep y luego
me mira. Arquea una ceja como si preguntara: «¿Y bien?».
—¿Le dijiste a mamá que te vamos a llevar a la escuela? —
pregunto al subirme al Jeep.
—Dejé un recado furioso —responde.
Bryson y yo nos miramos. Él no puede evitar sonreír, yo tampoco.
—Vamos a desayunar —dice Bryson, con lo que se gana las porras
de Yazz.
Nos dirigimos al Glenda y dejamos que Yazz pida lo que quiera.
Después del desayuno, dejamos a Yazz en la escuela y nos
apresuramos a llegar a la Academia Fairvale. El desvío imprevisto
nos hace llegar más tarde que de costumbre, pero ni él ni yo nos
quejamos. No hemos dejado de sonreír.
—Tu hermana es impresionante —señala Bryson.
Toma mi mano y ahí planta un tierno beso.
—Siempre he dicho que podría gobernar al mundo si quisiera.
Con los diez minutos que nos quedan antes de empezar el día,
entramos al estacionamiento. Bryson estaciona el Jeep y baja. Veo a
Shannon, alejada de la multitud, en las escaleras principales. Está
mirando al coche, a nosotros. Es sorprendente que no esté esperando
a Bryson. Por todo lo que hizo la semana pasada, pensé que sería la
primera en pedirle que saliera con ella. Antes de poder hacerme más
preguntas, Priya y Donny llegan apresurados a donde estoy.
—¿Estás seguro de que estás bien? —pregunta Priya.
—Dios. Tu cara.
—Está mucho mejor que antes —le digo a Donny.
—Hola, Bryson —saluda Priya.
Bryson saluda con la mano.
—Hola, Priyanka, Donny.
—Puedes llamarme Priya.
—Qué, ¿en serio? —Bryson sonríe—. Bueno, los dejo hablar. Luego
nos vemos, Priya, Donny —dice—. Nos vemos en Teatro, Kai.
Bryson no llega muy lejos: pronto está rodeado de chicas. Vemos a
Louise Keaton que se pone frente a él. Su expresión es determinación
pura.
—¡Sal conmigo, Bryson Keller! —exclama.
Bryson la mira y luego a mí.
—Perdón, pero ya estoy saliendo con alguien.
—¡Qué! ¿Quién? —pregunta Louise.
Examina a las chicas que están detrás de ella, en busca de algún
indicio de satisfacción vanidosa. Al ver los rostros consternados,
voltea a ver a Bryson.
—Yo fui la primera —dice Louise—. Así que quienquiera que te
haya pedido salir, lo hizo antes de que llegaras a la escuela. Eso no
es justo.
Bryson se encoge de hombros.
—La verdad es que nadie me lo ha pedido hoy.
—Entonces, ¿de qué hablas? —Louise se dirige a nosotros—: Kai,
¿sabes de qué está hablando?
Parece que la oportunidad de salir con Bryson Keller es suficiente
para que mi exnovia olvide que prometió no volver a hablarme
nunca.
—Mmm, no.
Quizá algún día, pronto, seré capaz de responderle honestamente;
por ahora miento.
—Entonces, ¿qué pasa? —le pregunta a Bryson.
—Que toda esta apuesta ya terminó —dice Bryson—. Dile a tanta
gente como puedas. Perdí. Después de las vacaciones de primavera
voy a tomar el autobús.
Le lanza una mirada triste a su Jeep, pero sonríe al verme.
—¡Terminó! ¿Qué quieres decir con que terminó? —pregunta
Louise.
Su rostro es una máscara de terror; como si no pudiera creer lo que
está pasando.
Todo esto me está dando dolor de cabeza. Volteo a ver a mis
amigos.
—Vamos a entrar.
De camino hacia el edificio escolar, Priya se detiene de pronto.
—Esa perra.
Donny y yo nos paramos y volteamos a ver a Priya; sus ojos están
sobre su teléfono. Nos ponemos cada uno a un lado de ella. Priya
tiene en la mano la última publicación del Fairvale Academy Herald.
El titular dice:

CASO DE CLÓSET: LO QUE SIGNIFICA SER


UN ADOLESCENTE GAY EN NUESTROS DÍAS.

«No sabes nada», me dijo una vez. Y en mi investigación me di


cuenta de que sus palabras eran verdad. No sé nada, nada de él ni
de la situación que enfrenta. Para la mayoría de nosotros, salir del
clóset es una noción abstracta, pero para algunos es un momento
de vida o muerte. Lo que los de ne. Y en preparatoria, donde las
etiquetas son moneda corriente y todos queremos poner a los
demás en una caja, los adolescentes gays se ven obligados a
conformarse con lo que la sociedad considera la norma.

Recorro rápidamente el resto del artículo, pero mis ojos se detienen


en algunos párrafos al final.

Eric Ferguson, fundador del club LGBTQ de la Academia Fairvale,


habló así cuando le pregunté lo que signi ca ser gay hoy, a esta
edad: «Me molesta que aún tengamos la necesidad de salir del
clóset; no, me enfurece. Las personas heterosexuales no tienen
este miedo. Son libres de amar y ser quienes son. Nosotros, en
cambio, nos vemos obligados a permanecer en las sombras, y
cuando salimos a la luz, nos evitan por hacerlo. Sí, hemos
avanzado mucho, pero todavía falta bastante hasta que realmente
nos traten como a iguales».
No había pensado en esto. Pero las palabras de Eric están
respaldadas por el hecho de que el personaje de este artículo ha
tenido que esconderse y mantenerse en las sombras, y solo puede
ser él mismo cuando está en una ciudad diferente, lejos de la
preparatoria.

Siguen dos fotografías. La primera es mía, haciendo fila en el


concierto de The Graces. Al fondo hay un grupo de hombres que se
muestran cariñosos. No parecen ser desconocidos, parece que son un
grupo del que yo formo parte. Debieron tomarla mientras esperaba a
Bryson. Una imagen vale más que mil palabras, y esta cuenta su
propia historia.

Para quienes están en el clóset, todo es cuestión de esconderse, de


mantener la fachada de que son normales… Pero ¿qué signi ca
normal? ¿Quién lo decidió? Y ¿por qué existen adolescentes gays
que siguen siendo forzados a guardar secretos y llevar una doble
vida?

En la segunda foto estoy yo, besando a alguien que claramente es un


chico. Es la foto que tomó Dustin, pero retocaron la imagen de
Bryson y la hicieron borrosa. Yo soy el único espectáculo a los ojos
del mundo.

Cualquier relación que se dé tiene que suceder a la luz del día,


como dice Eric Ferguson, o debe mantenerse en las sombras;
reuniones en lugares apartados. Es injusto; y antes de escribir este
artículo no me había dado cuenta de que fuera tan malo. Ahora
puedo ver que aún nos falta mucho por hacer.
«No lo sé, quizá si vieras más allá sabrías quién soy realmente»,
me dijo en lo que parecía una súplica desesperada. Era una verdad
tan estridente que no podía ignorarla. Entonces, quiero que sepas
que te vemos, Kai Sheridan. Te apoyamos. Vive tu verdad.

Las palabras empiezan a desvanecerse. Mi rostro está encendido. El


sonido de la sangre borbotea en mis oídos. Todo el mundo en el
estacionamiento voltea a verme. Después comienzan los murmullos.
Estoy insensible.
No siento nada.
No escucho nada.
Donny me sostiene de pie. Estoy seguro de que sin su ayuda me
hubiera desplomado.
El secreto que me he esforzado tanto en proteger está a la vista de
todos.
Se supone que salir del clóset debería ser una elección.
No debería ser así.
Nunca así.
30

Mi estupor no dura mucho tiempo. Muy pronto me invade una rabia


pura, concentrada. Nunca había tenido sentimientos tan fuertes
como para decir que odio a alguien, pero estoy absolutamente
seguro de que lo que siento por Dustin y Shannon en este momento
es odio, del que llega hasta la médula.
Si estuvieran atrapados en un edificio en llamas, dudaría en
salvarlos.
Pero al final lo haría, porque no soy un maldito monstruo. Con
este artículo, es evidente que tanto Shannon como Dustin lo son.
Incendiaron mi casa mientras yo estaba encerrado en el clóset.
—Kai, ¿estás bien? —pregunta Priya.
No puedo hablar.
—¿Adónde va Bryson? —pregunta Donny—. Parece que va a
matar a alguien.
Volteo a ver a Bryson; entra hecho una furia en el edificio de la
escuela. Suena la campana de inicio de clases.
—Deberíamos irnos de aquí —sugiere Priya.
—Sí, vámonos —dice Donny. Saca las llaves de su coche.
—No.
Empiezo a caminar hacia la asamblea. No voy a correr, aunque eso
sea lo que quiero hacer. No he hecho nada malo. No dejaré que
Shannon y Dustin ganen. Voy hacia el auditorio. Hago mi mejor
esfuerzo para ignorar las miradas inquisitivas y los murmullos
agitados.
Pasan los quince minutos de anuncios, pero yo me concentro en
cada palabra que dice el director. Ignoro a todos a mi alrededor, que
no dejan de murmurar sobre el artículo… sobre mí. Donny y Priya
no se separan de mi lado. Son mi escudo. Les agradezco con una leve
sonrisa. Es todo lo que puedo permitirme ahora: una muestra de mi
aprecio.
Suena la campana y todos salen del auditorio. Permanezco con la
cabeza agachada y espero que empiece la clase de Teatro. Siento el
peso de las miradas. Hace que se me pongan los pelos de punta. Me
sonrojo. No porque me sienta avergonzado por ser gay, sino porque
odio la atención. Odio que la persona que soy y a quien amo sea
ahora el último chisme de la Academia Fairvale. No debería
publicarse en la primera plana del periódico. Que yo sea gay no es
noticia. ¿En qué diablos pensaba Shannon?
Me levanto y voy a sentarme lejos de todos los demás. Saco el
guion de mi mochila y miro fijamente una página al azar hasta que
la señora Henning llega justo antes de que suene la campana.
—Buen día a vuestras mercedes, actores dramáticos. —Observa a
la clase y se detiene en el centro del escenario—. ¿Dónde están sus
guiones? ¿Por qué están tan distraídos hoy? —La señora Henning
aplaude—. Por favor, todos, trabajen conmigo. —Suspira y abre su
guion—. ¿Asignamos los papeles de hoy?
«Yo no, yo no, yo no…», es mi mantra. Quizá incluso una plegaria.
Cada papel que asigna y no lleva mi nombre es una bendición.
Puedo respirar.
—Ahora, ¿para el papel de Julieta?
La señora Henning levanta la vista de su guion en busca de un
voluntario entre el mar de alumnos.
—¿Sí, Isaac? —pregunta al ver la mano levantada—. ¿Te gustaría
leer?
—No —responde Isaac—. Pero creo que Kai quiere. Me parece que
sería perfecto para el papel.
Me sorprendo al escuchar mi nombre. Y me duele más porque es él
quien lo dice. Ahí empiezan las risitas.
—¿Qué es tan divertido? —pregunta la señora Henning—. Los
papeles femeninos con frecuencia los actúan hombres. Kai, ¿te
gustaría?
Que no entienda nada solo empeora las cosas. Su pregunta es otro
golpe a mi corazón. No puedo pensar. No puedo hablar. No puedo
respirar.
Todos me miran, todos me juzgan. Quiero que me trague la tierra.
No quiero nada más que salir corriendo de aquí y nunca volver.
Trago saliva y me inclino hacia adelante. ¿Lo hago? ¿Les doy a todos
la satisfacción de actuar a la Julieta que ellos quieren? ¿O debería
ignorarlos?
—Yo lo haré.
Igual que el lunes pasado, Bryson entra tarde a la clase. Su voz es
alta y clara. Todo el mundo lo observa conforme avanza hacia el
escenario. Yo no. No puedo.
—Llega tarde, señor Keller —dice la señora Henning—. Nos
vemos a la hora del almuerzo.
—Sí, profesora —responde Bryson—. Pero por favor déjeme leer el
personaje.
—Como quiera.
Bryson se sienta. Quiero preguntarle qué pasó, adónde fue, pero
no estoy en posición para hacerlo. En su lugar, centro mi atención en
la página que tengo frente a mí. La miro fijamente hasta que suena la
campana.
No espero a nadie. Ni siquiera a Bryson. Salgo de escena y cruzo la
puerta incluso antes de que la campana deje de sonar. Camino-corro
hacia mi siguiente clase con la cabeza gacha. Es mi única
concentración. Muy tarde me doy cuenta del infierno que ahora me
espera.
En la Academia Fairvale se sigue un horario quincenal. Así, cada
dos semanas se sigue el mismo programa. La semana pasada no tuve
deportes en la segunda y tercera horas, pero ahora sí.
Hace ya un buen momento que terminó el tiempo asignado para
cambiarnos, estoy de pie mirando las puertas del gimnasio. Estoy
tratando de convencerme de que debo entrar, cuando alguien se
acerca y se para a mi lado. Confundido, volteo y veo a Bryson. Jadea
porque corrió hasta aquí, detrás de mí. Somos los únicos en el
pasillo.
—No tienes que hacer esto —dice Bryson—. Te llevo a casa.
—Vete a clase —le pido. Bryson no tiene deportes conmigo—. No
quiero ser la razón por la que tú también tengas que salir del clóset.
Me niego a permitir que te hagan lo mismo.
Antes de que nos vean juntos, entro al gimnasio y camino hacia los
casilleros. Puedo escuchar que los chicos ya están ahí. El miedo me
congela la sangre. La puerta se abre de par en par y todos voltean a
verme.
—Creo que te equivocaste de vestidor —dice uno de los chicos—.
El vestidor de mujeres es la siguiente puerta.
Hago una mueca de dolor. Las palabras son como piedras.
Cualquiera que piense que la homofobia no existe hoy, en esta
época, nunca ha sido un chico gay en un vestidor de hombres.
Debería decir algo. Defenderme. Hacer un chiste, una broma o algo.
Pero no lo hago. No puedo.
La puerta se abre detrás de mí. Por un momento deseo que sea
Bryson. Que no me haya escuchado y esté aquí para defenderme,
para salvarme de nuevo. Sé que es injusto esperar eso de él, pero a
mi corazón no le importa.
—Te lo advertí.
Volteo para ver el rostro de Dustin Smith. Tiene el labio hinchado,
pero camina con un aire engreído… incluso alegre. La rabia me
invade por completo. Me enfrento a él y lo agarro por la camisa.
Dustin es todo lo que había pensado de él… No, de hecho, es peor.
—Te dije que usaría la foto. La iba a borrar, pero ayer te vi en su
casa. No escuchas. Imaginé que Shannon sabría qué hacer con ella.
No me había dado cuenta de que estaba trabajando en un artículo
todo este tiempo. Supongo que todo funcionó, ¿o no? —dice Dustin.
—¿Cómo pudiste?
Mi voz es grave, pero, de alguna manera, todos en el vestidor
dejan de hacer lo que están haciendo y me miran.
Dustin esboza una sonrisa socarrona.
—Escucha, Kai, me siento halagado y todo, pero la verdad, no me
gustan los hombres.
Los chicos a mi espalda lanzan risitas. Todo esto los divierte. Es
como si no se dieran cuenta de que han cambiado mi vida para
siempre.
Retrocedo, asombrado. Dustin no lamenta nada de esto.
Confundido, vuelvo mis pasos y salgo del gimnasio.
—Kai, ¿estás bien?
Las lágrimas nublan mi vista, pero aunque no puedo verlo
claramente, sé que es Bryson. No se ha ido. Me esperaba.
—No me gusta verte así. Déjame ayudarte. Por favor.
La sinceridad de su súplica es como una marea que echa por tierra
mi determinación. Casi me doy por vencido… casi. Lo observo. El
uniforme de Bryson está desarreglado y sus puños amoratados. ¿Él
es el culpable de que el labio de Dustin esté hinchado?
—Quiero estar solo —digo. Doy media vuelta para alejarme.
Bryson me llama, pero lo ignoro.
Necesito pensar.
Necesito sentir.
Necesito tocar fondo.
Y necesito hacer todo esto solo. Tengo que hacerlo solo.
31

Camino sin dirección precisa, solo me impulsa la voluntad de dejar


este lugar y nunca volver. Mis pies me llevan y los sigo sin discutir.
Los alumnos que están en los pasillos callan y miran, pero no me
importa. Me he blindado contra el dolor.
Mi casa está a diez minutos de la escuela en coche, pero hoy
camino. Cuando llego a nuestra calle, me duelen los pies y estoy
seguro de que mis calcetines están húmedos. De nuevo, no me
importa. Me siento demasiado vacío como para que me importe.
Estoy tan perdido en mis pensamientos que apenas me doy cuenta
de lo que sucede a mi alrededor. No advierto que el coche de papá
está frente al garaje; y solo hasta que llego a la puerta recuerdo que
hoy trabaja desde casa.
—Kai, ¿qué pasa?
Sin dudarlo, papá atraviesa la habitación y me abraza.
En ese momento estallo en lágrimas. Me aprieta contra su pecho y
me sostiene mientras yo saco todo lo que estoy sintiendo.
Papá nunca ha dudado en mostrarme su afecto. No cree que no se
debe abrazar, besar o amar a los chicos. Así, papá está ahí,
abrazándome fuerte mientras lloro.
Entre un sollozo y otro, le cuento todo. Descargo todo lo que pasó
en la escuela. E incluso cuando ya no tengo palabras y todo lo que
me queda son lágrimas y mocos, sigue abrazándome.
—Todo va a estar bien, Kai —dice papá. Son sus palabras lo que
ahora necesito—. Lo siento y te amo. Siempre te amaré. —Me aparta
dejando una distancia de sus brazos—. ¿Quieres que te haga algo de
comer?
Lo sigo a la cocina y me siento. Lo observo trabajar en silencio y
luego se aclara la garganta.
—Quiero disculparme —comienza—. Mamá y yo nos
equivocamos el sábado—. Papá está rayando queso sobre un plato,
pero se detiene y me mira—. Lamento lo mucho que te lastimamos.
Sé que no puedo cambiarlo, pero igual quiero que lo sepas.
La sinceridad de papá es como un bálsamo sobre mis emociones a
flor de piel. Por tercera vez el día de hoy, me siento a punto de
llorar.
—No elegí ser así —digo.
—Lo sé, hijo, lo sé. —Rodea la isla y se acerca para abrazarme otra
vez—. Debió ser muy difícil para ti cargar solo con todo esto.
Asiento.
—Quería ser yo quien te lo dijera cuando estuviera listo.
—Lamento que sucediera así. Pero no lamento saberlo. —Papá se
inclina para verme de frente—. Quiero decirte que te amo y que te
acepto.
—Tengo miedo, papá —confieso—. Ahora que la gente lo sabe,
todo ha cambiado. Ya no solo soy Kai Sheridan. Soy Kai Sheridan…
el gay.
Papá suspira.
—Va a ser difícil, pero quiero que, de ahora en adelante, vivas tu
vida. Mereces ser feliz. Mereces amar y que te amen.
—¿Y mamá? —pregunto—. ¿Alguna vez aceptará esto? ¿Me
aceptará a mí?
—Por supuesto —responde papá, parece tan seguro que tengo
ganas de creerle con cada parte de mi ser—. Sé que puede ser injusto
para ti, pero dale tiempo. Ella te ama y nada, nunca, cambiará eso.
Nada podría cambiarlo. —Papá suspira—. Creo que fue la sorpresa
la que nos hizo actuar de manera tan tonta. Pero eso no es tu culpa.
Quiero que seas feliz.
Yo también lo quiero. Quiero ser feliz. Quiero vivir… es todo lo
que siempre he querido.
Papá regresa al queso. Termina de rayarlo, va por pan y empieza a
hacer un sándwich de queso a la parrilla. Observo cómo le pone
mantequilla en ambos lados y lo coloca en la sartén caliente. Crepita.
Papá me está preparando mi comida favorita.
Sonrío. Aunque las cosas sean incómodas entre nosotros, puedo
ver que lo arreglaremos. Nunca nada permanece igual.
Empiezo a comer y papá sale de la cocina. Regresa con su laptop y
se sienta junto a mí. No hablamos. No lo necesitamos. Solo tenerlo
junto a mí me ayuda. Papá coloca una hoja de papel doblada frente a
mí. La abro y leo:

Queridos mamá y papá:

Nunca me había sentido tan decepcionada de ser su hija. Espero que sepan que la
manera en la que trataron a Kai fue completamente inaceptable y que los dos deberían
estar avergonzados. Entiendo que somos religiosos y sé que nuestra fe es importante,
pero ¿es más importante que la felicidad y la seguridad de su hijo? Nadie les está
pidiendo que no crean en Dios. Pueden hacerlo y seguir amando y apoyando a su hijo.
No son incompatibles. Por favor, piensen en lo que han hecho y cómo arreglarlo. Hasta
que lo hagan yo, Yasmine Sheridan, no volveré a dirigirles la palabra.
Me duele en el alma tener que escribir esta carta, pero era necesario. Espero ver
pronto mejorías en su comportamiento. Por favor, no me decepcionen otra vez. Aunque
esté enojada con ustedes, los sigo amando.
Yazz

Las lágrimas me atragantan, pero también estoy sonriendo. Mi


hermana es increíble.
—Es cierto cuando dicen que los niños no nacen ni con odio ni con
prejuicio —dice papá—. Somos nosotros quienes les enseñamos esas
cosas. Nunca dejaré de ofrecerles disculpas, tanto a ti como a Yazz,
Kai.
Papá me palmea el hombro. Volteo a verlo y me doy cuenta de que
también trata de contener las lágrimas. Extiendo los brazos y lo
abrazo. Él también me abraza.
—Toma.
Le devuelvo la carta.
—Tú deberías quedártela —dice papá.
Asiento.

Estoy en la cocina lavando mis platos cuando escucho el rechinido


de llantas. La puerta principal se abre de golpe y mamá entra
corriendo a la cocina.
—Recibí tu mensaje. ¿Qué pasa? —le pregunta a papá.
No los miro, concentro mi atención en los platos. Papá le cuenta a
mamá lo que pasó con el Fairvale Academy Herald.
—¿Qué? —grita.
Mamá da media vuelta y se sale corriendo de la cocina.
—¡Querida! —la llama papá. La detiene frente a la entrada—. ¿Qué
haces?
—Voy a vérmelas con esos cabrones.
Escuchar a mi mamá decir malas palabras hace que el plato se me
caiga de las manos. Se hace añicos, pero no hago nada para
recogerlo. En su lugar, volteo a ver a mi madre.
Mamá nunca dice groserías.
En ese momento me doy cuenta de que quizá no me entiende por
completo, y que, sin embargo, me ama. Soy su hijo. No compensa la
terrible actitud que tuvo cuando supo que era gay, pero siento que
mi corazón sana un poco. Las acciones hablan más fuerte que las
palabras, y en este momento mamá me está demostrando que
siempre me querrá.
Mamá deja a papá parado en la entrada y, un momento después, él
también sale corriendo de la casa.
Llego corriendo a la entrada y veo que papá la persigue. Cuando
por fin logra hacer que detenga el coche, ella ya está frente a la casa
de los vecinos. Creo que papá está tratando de convencerla de que
regrese a casa para hablar. En su lugar, se sube al coche.
Veo a mis padres dirigirse a la Academia Fairvale, saliendo a librar
una batalla por mí.
MARTES
32

Apenas pude dormir. Mi mente recorre a toda velocidad todo lo que


ha pasado. Tomo mi teléfono; está muerto. No me preocupé por
cargarlo. No me he preocupado por mucho más que quedarme ahí
postrado mirando el techo.
Ya va a ser mediodía y sigo en la cama. Debajo de las cobijas, el
mundo exterior deja de existir. Estoy contento con fingir. O al menos
lo estaría si no me muriera de hambre.
Anoche escuché a mamá decir que hoy trabajaría desde casa. Esa
es otra de las razones por las que no quiero salir de mi cuarto. Sigue
habiendo cierta incomodidad entre nosotros. Suspiro. Tengo
curiosidad de saber qué pasó ayer, pero cuando cierro los ojos aún
puedo sentir el dolor en carne propia. Aún no se ha hecho costra.
Alguien toca a mi puerta y me quedo paralizado. Incluso hasta
retengo el aliento.
—Kai, ¿puedo entrar? —pregunta mamá.
Su voz es suave e insegura. Espero que la perilla de la puerta gire,
pero no sucede. Se queda parada y espera.
—Mmm… claro.
Me incorporo y paso una mano por mis rizos aplastados.
Mamá entra a mi recámara como si fuera la primera vez que lo
hiciera. Mira alrededor hasta posar los ojos sobre mí.
Exhala.
—Tenemos que hablar.
Asiento. Ella atraviesa la recámara y se sienta junto a mi escritorio.
Sus manos descansan sobre sus rodillas y las aprieta con fuerza.
Parece nerviosa. Yo también lo estoy. La última vez que hablamos en
esta habitación no nos fue muy bien. Retengo el aliento y espero que
empiece.
—Lo siento —dice. Me mira directo a los ojos cuando habla—.
Metí la pata y te lastimé, y lo siento muchísimo. —Mamá sacude la
cabeza—. Fui egoísta. Solo pensé en mis sentimientos y no en los
tuyos. No puedo imaginar por lo que has pasado. Cuando pienso en
esos idiotas de tu escuela me pongo furiosa, pero luego recuerdo que
yo fui una de ellos.
Las lágrimas brotan de sus ojos y trata, sin éxito, de retenerlas.
—Te lastimé, lo sé. Pedirte disculpas no me parece suficiente, pero
es todo lo que puedo hacer. Te fallé, Kai. Pero te prometo intentarlo,
seguir esforzándome para que no vuelva a suceder de nuevo.
—Siento haberte decepcionado —digo.
Las lágrimas corren a chorros por mis mejillas.
—No lo hiciste, Kai. Eres perfecto así como eres. —Mamá hunde
su rostro entre sus manos—. Mi hijo es perfecto tal como es.
Parece como si le hablara a otra persona.
Me levanto y reduzco la distancia entre nosotros. Dudo un instante
antes de abrazarla. Al instante, mamá me rodea con sus brazos. Se
aferra a mí. Permanecemos así hasta que los dos dejamos de llorar.
Mamá se aleja un poco y toma mi rostro entre sus manos; con los
pulgares me enjuga las lágrimas que ya se están secando.
—Eres perfecto, Kai Sheridan —afirma—. Y te amo muchísimo.
—Yo también te amo.
—Deberías irte a bañar —opina mamá mirando su reloj—. Luego
baja a desayunar. O a almorzar. Tu papá cocinó, yo solo estoy a
cargo de recalentar.
—Gracias a Dios —exclamo.
Ambos reímos.
—Eres insoportable —dice mamá.
Se pone de pie y sale de mi recámara. Cierro los ojos y pienso en lo
que acaba de pasar. Pedazo por pedazo, siento cómo mi corazón
vuelve a tomar forma.
Cuando abro los ojos, advierto que mamá dejó dos cosas sobre mi
escritorio. La primera es la tira de fotografías de Bryson y de mí. Está
arrugada, pero intacta; muy parecida a como estoy yo. La levanto y
observo esos recuerdos felices capturados a la perfección. Lo
extraño.
La segunda es un gran sobre de Tisch. Lo abro con el corazón en la
garganta. Leo solo las primeras líneas:
Estimado Sr. Sheridan:
Felicitaciones por…
Lanzo un grito emocionado y escucho a mamá reír detrás de mi
puerta.
Me apresuro a cargar el teléfono. Cuando por fin se enciende,
ignoro todos los mensajes y notificaciones. Abro la cámara, tomo
una foto de la carta de aceptación y la mando al chat de nuestro
grupo.
¡Dios mío!, escribe Priya. ¡Es increíble! ¡Me da mucho gusto por ti!
Donny envía un GIF de festejo.
Abro un mensaje nuevo para Kelly y me detengo. Presiono el
botón de editar y cambio el nombre a Bryson. Quiero compartir esta
noticia con él, pero no sé cómo. Miro la tira de fotos. Nos vemos tan
felices y optimistas.
Deberíamos hablar.
Lo borro.
¿Nos podemos ver?
Observo esas palabras durante un momento y luego también las
borro.
Te extraño más de lo que creía posible.
Resoplo. De ninguna manera tengo la confianza para mandarle
esto. Molesto conmigo mismo, arrojo el teléfono a la cama y bajo
para celebrar la buena noticia.

Más tarde estamos cenando. Papá no estaba de ánimo para cocinar,


así que pedimos comida. Estamos celebrando que me hayan
aceptado… los dos. Después de lo que pasó el sábado en la noche
pensé que una cena como esta sería imposible; sin embargo, aquí
estamos sentados todos el martes por la noche. Se siente casi normal.
—¿Cómo te fue en la escuela, Yazz? —pregunta papá.
Yazz suspira profundo antes de empezar a hacer una lista de todo
lo que la molestó hoy en la escuela.
—Pero ¿hubo algo que te gustara? —pregunto.
Papá y mamá ríen. Yazz me fulmina con la mirada.
—Voy a dejar pasar eso porque sé que no la estás pasando bien.
—Te lo agradezco.
—Oh, Kai, cuando vuelvas a la escuela tienes que ir a ver a la
señorita Coleman —dice mamá—. Pero no hay prisa. Regresa
cuando te sientas listo.
Suspiro.
—No. Iré mañana.
—¿Tan pronto? —pregunta papá.
La preocupación se dibuja en su rostro.
—No quiero que piensen que ganaron, que me hicieron huir. No
les daré el gusto.
Suena el timbre de la puerta. Todos hacemos una pausa y nos
miramos.
—Yo voy —ofrezco.
Cuando abro la puerta, mi corazón se hincha al ver a Bryson.
—¿Quién es, mi amor? —grita mamá.
Durante un segundo pienso en mentir. Pero ya estoy harto de las
mentiras, harto de esconderme.
—Es Bryson.
Salgo de la casa y entrecierro la puerta a mi espalda. Siento el aire
frío de la noche. Es extraño que me sienta nervioso de ver a Bryson.
No sé por qué está aquí, pero me alegro de que así sea; estoy
contento de verlo, aunque sea poco tiempo.
—¿Qué haces aquí? —pregunto.
—Me mandaste un mensaje y luego no me respondiste. También
ignoraste mis llamadas, así que tenía que venir.
—¿Qué mensaje…? —empiezo la pregunta, pero me detengo.
El horror se dibuja en mi rostro. Siento cómo la sangre se aglomera
en mis mejillas.
—Este —dice Bryson mostrándome su teléfono.
Te extraño más de lo que creía posible.
Mis palabras. Mi confesión. ¡Dios mío! Lo envié.
Bryson se quita la capucha y ahora puedo ver su rostro. Está
amoratado. Sin pensarlo, me acerco a él y extiendo la mano.
—¿Qué demonios te pasó?
Estoy enojado y preocupado.
—Dustin y yo teníamos que hablar.
—No debiste hacerlo —digo—. No quiero que te metas en
problemas por mi culpa.
—Una suspensión de tres días no es tan malo —responde Bryson
—. Valió la pena. —Suena como si aún no lo creyera—. Siento
mucho que te haya hecho esto.
Parpadea para evitar las lágrimas. La traición es una herida fresca.
Está tan lastimado como yo. Y yo no puedo hacer nada para
ayudarlo porque ahora ni siquiera puedo ayudarme a mí mismo.
Me doy cuenta de que tengo su rostro entre mis manos. Trato de
alejarme, pero Bryson sujeta mi mano y me jala hacia él en un solo
movimiento.
—Te extrañé —dice abrazándome—. Estaba preocupado por ti.
—Lo siento —respondo.
Mis brazos rodean sus costados. Quiero abrazarlo con fuerza, pero
creo que necesitamos darnos tiempo. Necesito lidiar con el caos que
es mi vida antes de arrastrarlo a ella.
Doy un paso atrás y Bryson, a regañadientes, me suelta. Me
observa y debe ver en mi rostro lo que le voy a decir, como si lo
tuviera ahí escrito.
—¿Necesitas tiempo?
—Necesito lidiar con todo —explico—. Lo siento.
—No te preocupes. No me gusta, pero lo entiendo. —Sonríe. Una
sonrisa leve y tímida. Voltea, se dirige a su Jeep y se detiene antes de
subir—. Llámame si me necesitas. A cualquier hora, en cualquier
lugar. —Se sube y baja la ventanilla—. Te estaré esperando, Kai
Sheridan.
Observo cómo Bryson se aleja.
Me siento feliz y triste. No deseo nada más que echar a correr tras
él cuando las luces traseras desaparecen, pero sé que no debo
hacerlo. No ahora. No volveré a sacar a nadie más del clóset contra
su voluntad. Quizá cuando todo haya terminado podremos volver a
donde estábamos.
Suspiro y entro a la casa.
Empiezo a prepararme mental y emocionalmente.
Mañana parto a la guerra.
MIÉRCOLES
33

Mamá me lleva a la escuela. Me siento extraño de no estar en el Jeep


de Bryson. Me he acostumbrado mucho a nuestra rutina. Las clases
ya empezaron, pero parece que mamá no tiene prisa. Incluso nos
paramos a comprar un café para llevar antes de la escuela.
—Háblame si pasa algo —dice mamá. Se queda esperando frente
al edificio.
—Estaré bien.
—Aun si estás bien.
Asiento y salgo del coche.
—Te amo, Kai.
—Yo también te amo.
Como llego tarde, los pasillos están vacíos. La señorita Coleman es
la orientadora escolar; he estado algunas veces en su oficina, pero
juro por Dios que nunca por un problema. Toco a la puerta.
—Adelante —anuncia la señorita Coleman.
Entro a la oficina y la encuentro sentada detrás de su enorme
escritorio. Me sonríe con calidez y señala la silla vacía que está frente
a ella.
—Toma asiento, Kai.
Lo hago.
La señorita Coleman me da unos panfletos. Leo el primero: ESTÁ
BIEN SER GAY. Luego otro: MI SEXUALIDAD Y YO. Y el último, quizá mi
favorito: GAY TAMBIÉN SIGNIFICA FELIZ.
Los volteo para ver en el reverso quién los escribió y trato de
ocultar mi sorpresa cuando leo «Denise Coleman».
—Mmm… gracias —digo incómodo.
—Está bien —dice—. Si tienes preguntas o necesitas cualquier otra
cosa, mi puerta siempre está abierta.
La señorita Coleman abre el cajón de su escritorio y saca un
puñado de condones que pone frente a mí. Abro los ojos como platos
por el horror.
—Siempre practica sexo seguro —añade—. Gay o hetero, recuerda
que nunca debe haber amor sin guante.
Quiero esconderme de la vergüenza. Quiero evaporarme y volver
a nacer como lluvia que caerá dentro de dos semanas. Quiero que
esta tortura se acabe.
—Asegúrate de compartirlos con tu novio, si tienes uno —agrega.
Me sorprendería que mi rostro se pusiera más escarlata de lo que
está ahora—. ¿Hay algo más que quisieras hablar conmigo?
Niego con la cabeza.
—Bueno, como les dije a tus padres ayer, la Academia Fairvale no
tolera esas tonterías —asegura—. Trataremos este asunto con
severidad y estamos examinando al Fairvale Academy Herald.
Interrogamos a la editora y llamamos a sus padres, pero se niega a
revelar si alguien la ayudó con el artículo. Dice que tiene que
proteger a su fuente. —La señorita Coleman chasca la lengua—. No
puedo creer que estas cosas sigan pasando.
Y esa es la cuestión. Muchas personas creen que estas cosas ya no
suceden… pero sí. Aún existe gente que debe luchar solo para
existir, para amar. Así como aún existe gente que hará hasta lo
imposible para que ese simple derecho humano sea inalcanzable.
—Dustin Smith le envió una de las fotos. No sé de la otra, pero
creo que esa fue ella —digo. No me siento mal por «echar de cabeza»
a Dustin. Después de todo, se lo merece.
—Mmm. Ya está suspendido por pelearse. —La señorita Coleman
hace una nota—. Pero hablaré con la directora adjunta Ferguson.
Hablaremos con él y con sus padres cuando regrese. —Levanta la
mirada—. Te tendré informado.
Me marcho, sintiéndome igual que cuando entré a su oficina, por
no decir más avergonzado ahora que tengo el bolsillo lleno de
condones. Faltan diez minutos para el almuerzo, así que decido
perder el tiempo hasta que suene la campana. Hasta ahora no me he
topado con nadie, pero sé lo que me espera en la cafetería.
Saco mi teléfono y abro el chat de los tres mosqueteros.
Estoy en la escuela. Alcáncenme en la Gran Bertha.
Me dirijo a la máquina expendedora. Pateo a la Gran Bertha y me
inclino para recoger el refresco. Mientras espero la hora del
almuerzo, una alumna de primer año pasa corriendo. Casi choca
conmigo y apenas tengo tiempo de evitar la misma situación de la
semana anterior. Me da risa.
Suena la campana. Donny y Priya llegan cinco minutos después.
Priya corre y me abraza. Yo río. Donny no duda en reunirse con
nosotros.
—Estoy orgullosa de ti porque estás aquí —dice Priya.
—No tenía mucha opción. Tengo que graduarme.
—Pudiste tomarte el resto de la semana —opina Donny—. Nadie
te lo hubiera reprochado.
—Estoy cansado de huir. —Termino mi refresco—. Este soy yo.
Estoy afuera, así que lo mejor será que lo enfrente.
—Bueno, pues nos tienes a nosotros —agrega Donny.
—Todos para uno y uno para todos —canturrea Priya.
Sonrío. Empezamos a caminar hacia la cafetería cuando vemos a
Shannon. Ella nos ve exactamente al mismo tiempo, pero continúa
como si solo fuera a pasar caminando frente a nosotros. Me saca de
mis casillas.
—¿No vas a ofrecer disculpas? —pregunto.
Todos los estudiantes que están en el pasillo se detienen y nos
miran.
—¿Disculpas por qué? —pregunta Shannon. Cruza los brazos—.
Hice mi trabajo: relaté una historia; eso es todo. Creo que te ayudé.
—El Herald no es prensa sensacionalista —interviene Priya—.
Pensé que querías ser una verdadera periodista.
—Fue la historia más leída de este año. A eso le llamo éxito.
—¿Y eso te enorgullece? —pregunta Priya.
Shannon la fulmina con la mirada.
—¿Por qué me estás hablando? Esto no tiene nada que ver contigo.
—Ese es tu problema, Shannon. Nunca lamentas cuando lastimas a
alguien —digo—. Siempre tienes excusas, siempre tienes razones. Y
siempre son más importantes que el daño que provocas. Por eso eres
una mala persona.
Shannon pone los ojos en blanco.
—Ahórrate el sermón, Kai. Nada de lo que digas me hará sentir
mal. Hice lo que haría cualquier reportero.
—En serio me muero por golpearte la tráquea —dice Priya—. Justo
en la yugular.
—No vale la pena —comento. Luego la miro—. ¿En serio crees que
una historia como esta te sacará de la lista de espera?
—Cállate —espeta Shannon. Luego mira a su alrededor.
—Espera… ¿estás en la lista de espera? —pregunta Donny—. Me
dijiste que te habían aceptado en Stanford cuando me aceptaron a
mí.
—¡Ups! —Me llevo la mano a la boca, fingiendo una disculpa.
Donny pasa el brazo sobre mis hombros.
—Deberías saber que mis padres adoran a Kai. Cuando les dije qué
había pasado, estaban muy enojados. Papá me propuso hablar con el
presidente de la junta escolar personalmente. Juegan golf todos los
domingos en la tarde. —Donny me mira y sonríe—. Vamos a comer.
Tengo hambre.
Los tres nos marchamos y dejamos ahí a Shannon, boquiabierta.
Cuando estamos ya lejos como para que nos escuche, murmuro al
oído de Donny:
—¿Tu papá en serio dijo eso?
—Sí —responde Donny—. Le va a llamar hoy a tus papás para
hacer algo. Estoy seguro de que Shannon escribió su último artículo
en la Academia Fairvale. Estoy superseguro de que puede olvidarse
del título de valedictorian.
—Me gustaría que algo peor le pasara a esa individua —dice Priya.
—¿Individua? —pregunta Donny.
—Estoy tratando de usar groserías alternativas cuando se trata de
ella. Las normales ya no me hacen sentir bien.
Me río. Entramos a la cafetería y es como si todos, al mismo
tiempo, nos observaran… me observaran. Puedo sentir el rubor en
mis mejillas. Nunca había escuchado tanto silencio en la cafetería.
Dura unos segundos y luego empiezan los murmullos. No puedo
hacer esto. Estoy a punto de dar media vuelta, pero Priya enlaza su
brazo son el mío.
—Puedes hacerlo, Kai —me dice.
—Estamos aquí, contigo —agrega Donny.
Todos nos miran, pero a Priya y a Donny los tiene sin cuidado. Eso
me tranquiliza y muy pronto hago lo mismo que ellos. Nos sentamos
en nuestra mesa habitual y almorzamos de manera perfectamente
normal. La gente que me importa más me aceptó como soy: al cien
por ciento. Y eso me brinda poder. Es mi escudo, mi armadura.
—¿Sabes? El lunes tu mamá arrasó con todo —dice Priya—. No me
sorprende que se lleve tan bien con mi mamá.
—¿Fue vergonzoso?
—Un padre de familia que defiende a su hijo nunca es vergonzoso
—contesta Priya.
—Absolutamente vergonzoso —añade Donny.
—Cállate, Donald.
Pero no hay malicia en las palabras de Priya. Donny solo sonríe y
hunde una papa en la cátsup.
Me río.
Gracias a Priya y a Donny sobrevivo mi primer almuerzo de
regreso a la escuela. La gente sigue hablando de mí, pero elijo
ignorarla. Paso el día como si llevara anteojeras puestas. Cuando
suena la campana de final de clases me dirijo al estacionamiento
para esperar a mis amigos.
Estoy parado junto al Patomóvil cuando Eric se acerca a mí.
—Hola —saluda con una sonrisa.
—¿Qué pasa?
—Solo quería saber cómo estás —Eric sacude la cabeza—. No sabía
que usarían mis palabras para eso. Perdón.
—No es culpa tuya.
—Que Shannon se vaya al carajo. Quería decirte que mi mamá está
muy enojada. Dice que castigará a todos los que tuvieron algo que
ver con esto.
—¿En serio?
—Claro. Revelar la homosexualidad de alguien no es noticia, es
una violación. Y es algo que jamás debería pasar en la Academia
Fairvale. Esto le ha dado una nueva misión al club LGBTQ. —Eric
balancea el peso de su cuerpo de un pie a otro—. Sabes que siempre
eres bienvenido a nuestras reuniones, si quieres. Hacemos mucho
más que luchar por nuestros derechos y hablar de cosas serias;
también salimos y nos divertimos. A veces es agradable pasar
tiempo con gente que te entiende.
—Lo voy a pensar —digo—. Gracias.
—No hay problema. Avísame si alguna vez necesitas algo.
—Ooh, la, la —canturrea Isaac cuando pasa a nuestro lado—. Qué
romántico.
—Ya madura, Isaac —dice Eric poniendo los ojos en blanco.
Se despide de mí con un gesto de la mano y observo cómo se aleja;
después volteo a ver a Isaac.
—Qué tonto eres —digo.
—¿Qué?
—¿Tu comentario te hizo sentir mejor? ¿Te crees genial?
—¿De qué hablas? —pregunta Isaac—. Solo era una broma.
—Se supone que las bromas son chistosas, imbécil. —Cruzo los
brazos y lo veo con desprecio—. Esa no lo fue.
Isaac sacude la cabeza.
—Perdedor.
Lo veo alejarse. Esta será mi nueva normalidad ahora que estoy
fuera del clóset. Siempre habrá alguien como Isaac, esperando la
oportunidad de decir o hacer algo homofóbico. No es correcto y no
es justo. Pero así es la vida.
Seré feliz a pesar del odio y de los homófobos imbéciles. Y si me
derrumbo o me tropiezo, sé que habrá personas que me levantarán,
que me apoyarán.
Mi salida del clóset quizá fue menos que perfecta, pero aun así sé
que soy de los afortunados.
Sobreviviré a esto.
VIERNES
34

Sobreviví otro día más en la escuela. El jueves pasó tan rápido que
fue casi como si me lo hubiera saltado. Hoy, hasta ahora ha sido
fácil. Pero estoy exhausto. Creo que podría dormir durante una
semana. En su lugar, subo el volumen de la música y saco mi tarea.
Reviso mi teléfono para ver si hay mensajes. Bryson no me ha
escrito desde que hablamos afuera de mi casa. Me entristece, aunque
sé que fui yo quien le pidió tiempo. Escribo una respuesta rápida en
el chat del grupo y dejo el teléfono. En ese momento tocan a mi
puerta y Yazz asoma la cabeza.
—¿Estás ocupado?
—¿Por qué?
—Tengo algo para ti
—¿Para mí? —Giro sobre la silla de mi escritorio para verla. Ella
levanta un cuaderno de dibujo—. ¿Qué es eso?
—Me imaginé que lo necesitarías.
Abro el cuaderno y me encuentro con el primer cuaderno de
historietas de Yazz. Es sobre un superhéroe gay. Uno que se parece
muchísimo a mí.
—¿Cuándo empezaste a hacerlo? —pregunto.
No hay manera en la que Yazz lo haya terminado si empezó el
sábado en la noche.
—La semana pasada —dice Yazz—. Cuando entendí qué era lo
que pasaba entre Bryson y tú.
—¿Qué? ¿Cómo?
—La verdad, hacía tiempo que lo sospechaba —dice Yazz. Se
empuja el armazón negro de sus lentes sobre la nariz—. Pero lo
confirmé cuando vi un mensaje en tu teléfono. Kelly es Keller,
¿cierto?
—¿Cómo sabes?
—Soy inteligente —responde—. Además, te conozco, Kai. Tu
sonrisa cuando leías esos mensajes te echó de cabeza. Creo que
nunca te había visto tan feliz… tan libre.
—¿Así que lo sabías desde antes? —pregunto—. ¿Y guardaste el
secreto?
—Por supuesto. —Yazz se encoge de hombros—. Sabía que
saldrías del clóset cuando estuvieras listo. Pero me alegraba que
tuvieras a alguien como Bryson de tu lado cuando lo hicieras.
Hojeo el cuaderno de historietas; no solo me asombra el talento de
mi hermana menor sino también su consideración. Sin duda, este es
el mejor regalo que me hayan hecho jamás.
—Te quiero, Yazz.
—Sí, sí, sí —responde—. No nos dejemos llevar. —Me mira—.
¿Bryson sigue siendo tu novio?
—Claro.
—Entonces empieza a actuar como si lo fuera —suspira—. Sabes
que la historia que más odio es cuando el personaje principal
renuncia a la persona a la que ama con la excusa de que quiere
protegerlo. —Me mira fijamente—. Eso es lo que estás haciendo
ahora. Tratas de proteger a Bryson, pero no te das cuenta de que, al
contrario, lo estás lastimando.
—Es más complicado —trato de objetar.
—¿En serio? ¿Ya no te gusta?
—No es eso. Claro que me gusta. —Me muerdo el labio—. Mucho.
—Entonces, ¿por qué no lo ves?
—Porque quiero proteger… —Las palabras se apagan en mis
labios—. Ah.
—Exacto. —Yazz sacude la cabeza en frustración—. A veces me
preocupas. Esta vez, el consejo es gratis, pero la próxima te costará.
Yazz se levanta y se dirige a la puerta.
Saco el teléfono de mi bolsillo y abro Instagram. Hago clic en el
perfil de Bryson. Publicó algo nuevo y contengo el aliento. Es una
fotografía de nosotros, la que tomamos en la playa el domingo
pasado. Tiene la cabeza inclinada junto a la mía y yo sonrío de una
forma que no había visto antes. Me veo feliz; los dos lo estamos. Pero
más que la imagen, el pie de foto atrapa mi atención y hace que mi
corazón lata con fuerza.
«Fue real entonces. Y es real ahora. Estoy usando mi deseo. Deseo
que estuvieras aquí. Te extraño».
Ya tiene como doscientos diecinueve likes y la misma cantidad de
comentarios. El número crece frente a mis ojos. Examino la imagen
de nuevo. No cabe duda de que es la foto de una pareja. Este es
Bryson Keller saliendo del clóset… por mí. Abro los comentarios y
deslizo el dedo por la pantalla.
¡DIOS MÍO! ¿ESTO ES REAL?
¿BRYSON KELLER ESTÁ SALIENDO CON KAI?
¡¡¡SON HERMOSOS!!!
¿La apuesta ya terminó?
¡Buena pareja!
¿En serio? No puedo creerlo.
Me siento y miro sin ver. Mi hermana tiene razón. He sido un
idiota. Alejé a Bryson para protegerlo, pero no le he preguntado
cómo se siente por todo esto. Ahora tengo enfrente la respuesta a la
pregunta que no formulé. Esta foto me recuerda que no solo se trata
de mí. En esta relación somos dos.
Me levanto, tomo mi cartera y mi teléfono, y salgo corriendo de mi
cuarto.
Mi teléfono vibra por un mensaje. Es el chat de los tres
mosqueteros.
Romeo, Romeo, ¿dónde estás, que no te veo?
Salgo de la casa y me encuentro a Donny y a Priya junto al
Patomóvil.
—Su carruaje lo espera —dice Priya, señalando el coche con
movimientos exagerados.
—¿Qué hacen aquí?
—¿Qué quieres decir? —pregunta Donny—. Es obvio que vinimos
a ayudar a que nuestro mejor amigo tenga a su hombre.
Los miro, confundido.
—Yazz nos mandó un mensaje diciendo que te iba a patear el
trasero para que reaccionaras —explica Priya—. Así que vinimos a
hacer nuestra parte.
Volteo hacia la casa, donde está mi hermana genio. Increíble.
—Además, vimos la publicación de Bryson. Parece que, después
de todo, el rey tiene su lado romántico —agrega Donny.
—No puedo creer que Bryson saliera del clóset. Es increíble —dice
Priya—. Vámonos. Estamos perdiendo tiempo.
Donny asiente y se sube al asiento del conductor. Priya abre la
puerta del lado del copiloto y entra. Yo los alcanzo en el asiento
trasero.
Priya juega con la radio y sintoniza una canción de amor.
Satisfecha con su elección, sube el volumen.
—¿Adónde?
—Melody Beach —respondo.
Donny mete la velocidad y nos vamos. De camino a la playa,
espero que Bryson siga ahí. Publicó la foto hace quince minutos. Si
no está, lo llamaré. Lo veré hoy. Arreglaré lo que arruiné.
Llegamos quince minutos más tarde y me parece que fue más
tiempo que eso.
Priya gira la cabeza y me mira con una gran sonrisa.
—Tú puedes hacerlo, Kai —dice.
—Estaremos esperando las últimas noticias en el chat —agrega
Donny.
Asiento.
—Les diré todo. —Salgo del coche—. Gracias por hacer esto.
Priya baja la ventana.
—Y dile a Bryson que mañana salimos en cita doble. Todavía
tenemos que juzgarlo.
Donny saca la cabeza por el quemacocos.
—También tenemos que preguntarle cuáles son sus intenciones
con nuestro dulce niño.
—Por favor, no me avergüences —me quejo—. Ya he tenido
suficiente esta semana.
—Jamás haríamos algo así —responde Donny.
—Nunca —agrega Priya.
Me río y me alejo. Me siento aliviado cuando veo el Jeep de Bryson
en el estacionamiento.
Me acerco, pero está vacío. Tampoco está en la cancha de
basquetbol.
Lo veo a la distancia. Bryson está a la orilla del mar, de espaldas a
mí, mirando la puesta de sol.
No se ha dado cuenta de mi presencia. Cuando me acerco,
extiendo la mano para tocar la suya; tiene el puño cerrado a un
costado. Bryson se sorprende cuando lo toco y voltea a verme. Mira
de mi rostro hasta la mano que sostiene la suya. Es la primera vez
que yo me acerco a él.
—¿Estoy soñando? —pregunta Bryson.
El aire marino lo despeinó. Tiene una barba incipiente que indica
que no le importó rasurarse. Quiero pasar mi dedo por su mentón.
En su lugar, me acerco más a él y lo pellizco.
—Para probar que es real.
Hace una mueca.
—¿Qué haces aquí?
—Vine a verte.
—¿Por qué?
—Porque tengo que decirte que fui un idiota.
—¿Qué quieres decir?
Sus ojos azules se oscurecen por la confusión.
—Lamento haberte pedido tiempo. Lo hice solo porque no quería
que salieras lastimado por mi culpa.
—Deberías dejar que yo decida eso —dice Bryson con una sonrisa
que marca su hoyuelo—. Ya lo hice.
—Lo sé —respondo—. Lo vi.
No puedo evitar sonreír también y preguntar:
—¿Estás seguro?
Bryson toma mi barbilla con suavidad.
—Sí. —Acerca su frente a la mía—. Esto fue lo que escogí. Sé lo
que quiero y es estar contigo —dice—. No me importa lo que digan
los demás. Me gustas, Kai Sheridan. Me gustas mucho.
Después de esta semana creí que ya no podía llorar más; sin
embargo, aquí estoy llorando otra vez. Es completamente
vergonzoso. Bryson ríe y le doy una palmada en el pecho.
—Cállate —digo—. Eso fue tierno.
—Lo sé. —Bryson guiña un ojo. Levanta las manos para enjugar
mis lágrimas con los pulgares—. Tienes suerte de tener un novio tan
tierno.
—La tengo.
Después, Bryson se acerca y nos besamos. Justo como quería
hacerlo antes, recorro su mentón con el dedo. Bryson muerde mi
labio inferior y lanzo un gemido. Nuestras bocas se buscan y eso es
lo único que importa.
No sé cuánto tiempo durará esto, pero elijo concentrarme en este
momento.
Elijo ser feliz.
Porque puedo serlo.
Porque me lo merezco.
«Gay» significa «feliz» también, ¿saben?
Nota del autor

Contar esta historia fue tanto lo más aterrador como lo más


emocionante que he hecho en mi vida. Nunca había escrito un relato
tan personal, tan relacionado con mi propia experiencia e historia.
Hay muchos elementos de mí en este libro. Algunos grandes, como
la ansiedad de Kai y su manera de sonrojarse, mis pensamientos y
sentimientos cuando salí del clóset en un ambiente familiar religioso
y que sea de raza mestiza. Otros son pequeños, como la lista de cosas
que Kai odia, su gusto musical que lo aleja de sus primos, los
castigos durante el almuerzo y la regla del blazer, incluso los
mensajes de texto en los que coqueteas con alguien con quien
probablemente no deberías hacerlo (oh, esa es una historia para otra
ocasión).
Cuando me senté a escribir este libro buscaba contar una historia
#ownvoices para los lectores LGBTQ+ que existen y tienen fuerza en la
narrativa LGBTQ+. Quería que fuera un relato que hablara de los
problemas y adversidades que muchos adolescentes gays siguen
enfrentando hoy en día. Pero, más que eso, quería decirle al lector
que, a pesar de esos problemas y adversidades, hay esperanza, que
valemos y nos merecemos ser felices.
Sé que no soy el primero en contar una historia como esta, pero
siempre he creído que puede existir más de una narración de cierto
tipo. Necesitamos más representaciones a nuestro alrededor. No
deberíamos conformarnos con una sola cosa, porque no somos una
sola cosa. Nuestra raza, cultura, geografía, sexualidad y experiencias
nos hacen diferentes. Esto conforma nuestras historias, nuestras
vidas. Se convierten en temas que exploramos en los relatos que
contamos. Espero que después de leer este libro puedas ver mi
corazón y mis pensamientos; que puedas entender mi inspiración un
poco mejor. Y si los adolescentes —o cualquier lector— se ven
reflejados en esta historia, en estos personajes, entonces consideraré
que hice mi trabajo.
Es deliberado que la orientadora escolar que aparece en este libro
sea inútil en su trabajo. Si sientes que esto también es verdad en tu
caso y buscas algo más útil, te exhorto a que leas Coming out of the
Closet: Some Resources to Aid the Process (https://
www.huffpost.com/entry/coming-out-resources_n_4085658). James
Nichols y el resto del equipo de Queer Voices de HuffPost escribieron
este maravilloso artículo y compilaron varios recursos, no solo para
la juventud LGBTQ+, sino también para padres de familia y aliados.
Recuerda que salir del clóset es algo que solo te concierne a ti. Tú
decides cuándo quieres hacerlo.
Salir del clóset es una decisión importante, incluso una experiencia
transformadora; por eso quería que este libro fuera más que solo una
historia de amor con final feliz. Quería que fuera una narrativa sobre
qué significa salir del clóset. Creo firmemente que siempre son
necesarias las historias de este tipo porque siempre habrá un
adolescente que enfrenta la abrumadora tarea de salir. Me gustaría
que ese adolescente leyera este libro y se sienta visto, comprendido.
Durante mucho tiempo los gays han sido desterrados como
personajes secundarios o simplemente considerados como el mejor
amigo que da la nota cómica. Y cuando recuerdo las comedias
románticas con las que crecí a finales de los noventa, la mayoría de
los personajes eran blancos y heterosexuales. Esas películas hacían
pensar que solo la gente físicamente similar o que amaba de esa
manera merecía tener una historia de amor. Por eso quise que este
libro mostrara que un personaje principal que es gay y de raza
mestiza puede tener una historia de amor que se pueda describir
como épica.
Me gustaría terminar esta nota agradeciendo a quienes me han
inspirado para escribir ¡Sal conmigo, Bryson Keller! Estos autores,
cineasta y otros creadores elaboran diferentes narraciones sobre
adolescentes, con ideas brillantes que inspiran a la nueva generación
de escritores para que cuenten historias que tengan una auténtica
representación. Dichos relatos están entretejidos en el tapiz de esta
novela. Tengo una gran deuda con todos ellos, incluidas la serie
noruega Skam (en particular la temporada 3); A todos los chicos de los
que me enamoré, de Jenny Han; Simon vs. the Homo Sapiens Agenda, de
Becky Albertalli (así como su adaptación en cine, Yo soy Simón); el
manga Seven Days: Monday-Sunday, del autor Venio Tachibana y el
ilustrador Rihito Takarai; y la comedia romántica de los noventa Ella
es así. ¡Sal conmigo, Bryson Keller! es mi perspectiva para #ownvoices
sobre estos trabajos previos.
La representación importa, y agradezco desde el fondo de mi
corazón a todos aquellos que me inspiraron.
Espero que este libro pueda inspirar a otro escritor para que cuente
su historia, que escriba su respuesta. Debemos avanzar, exigiendo
que nuestros relatos se cuenten con autenticidad y cuidado. Los
lectores del mundo lo merecen. Los niños que están creciendo
merecen considerarse héroes, ya sea matando dragones, salvando al
mundo o simplemente enamorándose.
Merecemos ser amados, apoyados y aceptados.
Merecemos ser felices. Siempre.
Agradecimientos

Escribir un libro debería considerarse un deporte en equipo. Como


tal, tengo que agradecer a muchas personas. Disculpen si esta
sección se alarga, pero tener la oportunidad de escribir esto me
parece irreal. Siempre me ha gustado leer los agradecimientos y no
puedo creer que estoy aquí, escribiendo los míos. Se los advierto:
repetiré la palabra «gracias» millones de veces, y ni así será
suficiente. Y lo haré con sinceridad, en cada ocasión.
Antes que nada, gracias, mamá y papá, ¡los mejores padres del
mundo! Gracias por creer en mí y por animarme a perseguir mis
sueños sin importar lo que digan los demás. Su apoyo y amor
constante han hecho posible este libro. Realmente me gané la lotería
con mis padres.
A Shane, el mejor hermano mayor del mundo, gracias por siempre
estar a mi lado. Estoy seguro de que también me ayudarías a
enterrar un cadáver. A Charné, la mejor cuñada del mundo (en serio,
prácticamente ya eres mi hermana), gracias por la motivación y por
estar siempre dispuesta a leer todo lo que escribo. Gracias también
por ayudarme con el fancast de mis libros. A mis sobrinas y sobrino,
que están demasiado jóvenes como para leer esto: solo sepan que
también les agradezco. Los quiero más de lo que puedo expresar con
palabras.
Gracias al resto de mi familia, a quienes siguen aquí y a quienes ya
no están. Han sido testigos de cómo he perseguido este sueño
durante años. Gracias por sus palabras y su apoyo. Me tomó algunos
años llegar hasta aquí, pero gracias por siempre creer que lo
alcanzaría.
A mi mejor amiga, Naadira: cuando alguien dice «hasta la muerte»
pienso en ti. Hace ya casi una década que somos amigos y he amado
cada momento. Gracias por las risas y los recuerdos. Sé que si no
estuvieras en mi vida le faltaría luz y yo estaría incompleto. Eres mi
primera fan, siempre dispuesta a leer mis libros; gracias, gracias,
gracias. Larga vida a «Kevra».
A Saira: sabes que no puedo llamarte mi mejor amiga porque tu
hermana me golpearía, pero quiero que sepas que he disfrutado
contigo cada momento. Tu inteligencia y honestidad son
verdaderamente importantes en mi vida. Y al resto de la familia
Moodley: gracias por ser una segunda familia para mí. Cuando digo
que soy parte del mobiliario, saben a qué me refiero.
A los «rechazados de la cuarta fila» o como quiera que nos
llamemos ahora: gracias por ser raros y maravillosos conmigo.
Temara Prem, Allan Convery y Darren Jaynarayan, la escuela de
cine y mi vida serían mucho menos significativas sin ustedes. No
puedo creer que nuestro chat de grupo esté activo desde 2013. Creo
que fue cuando nos conocimos (¿Es correcto? Ya saben que soy
pésimo para las matemáticas). Un agradecimiento especial a Allan
por las pláticas profundas y por ser mi hermano en la miseria y la
esperanza. ¡Por nosotros, que nos estamos haciendo adultos y
seguimos tratando de averiguar cosas! ¡Lo logramos, amigos!
A Christopher Schelling: gracias por darle la oportunidad a un
escritor de veintiún años con un sueño. Me enseñaste mucho sobre la
escritura y la industria. Siempre estaré agradecido.
A Beth Phelan: gracias por crear #DVpit. Sin este programa
espectacular no estaría viviendo ahora mi sueño.
A mis amigos escritores. He llegado a conocer verdaderamente a
tantos de ustedes y agradezco a cada uno. Los Lucky 13 —Julie C.
Dao, Jessica Rubinkowski, Heather Kaczynski, Mara Fitzgerald,
Rebecca Caprara, Austin Gilkeson, Jordan Villegas— estaría perdido
sin nuestros hilos de correos electrónicos. Estuvieron ahí para mí en
las buenas y en las malas, y en todo momento. Su fe y apoyo me
hacen seguir adelante, no puedo agradecerles lo suficiente. Un
agradecimiento especial para Jessica, por sus pláticas motivacionales
y por empujarme a escribir este libro.
A June Tan, Deeba Zargarpur, Emily A. Duncan, Rory Power,
Christine Lynn Herman, Rosiee Thor, Emma Theriault y Alexa
Donne: gracias por el apoyo y las pláticas. Ustedes hacen que ser
escritor sea mucho menos solitario. Un reconocimiento especial para
Alexa Donne, por ser maravillosa y estar siempre dispuesta a hablar.
Tus consejos y comentarios han sido invaluables. Tengo suerte de
poderte llamar amiga.
A Gwen Cole: gracias por ser la mejor crítica. Tu apoyo,
conocimiento y entusiasmo son verdaderamente invaluables para
mí. ¡Soy un gran fan tuyo y de tus historias!
A mis mentores de Author Mentor Match, Alexandria Strutz,
Daniel Voralia, Debra Spiegel y Joanne Weaver: gracias por su apoyo
y confianza. Alex, gracias por las pláticas y por comprender mi amor
no solo por BTS, sino también por SHINee. Los CD que me enviaste
están entre mis pertenencias más preciadas, al igual que las tarjetas
postales. Sin embargo, la próxima vez tendré el flamante carisma de
Minho. ¡Gracias, amiga!
Y a Daniel, quien finge acentos terribles pero tiene un
extraordinario acento británico: gracias por las pláticas y, más que
pocas veces, por entenderme. No puedo agradecerte lo suficiente por
ser el primer lector de este libro y por ofrecerme tus comentarios
brutalmente honestos sobre aquellos primeros capítulos. Fueron el
empujón que necesitaba para recuperar la confianza y te lo
agradeceré siempre.
Al resto de la familia de Author Mentor Match. Gracias por el
apoyo. Significa todo para mí.
A mi editora, maravilloso ser humano, Chelsea Eberly: tu
conocimiento de este mundo y estos personajes ha sido realmente
invaluable. Gracias, esta historia es mucho más sólida. Me animaste
a ir cada vez más lejos con el borrador y te agradezco que lo hayas
hecho. Desde el momento en que recibí tu primera carta supe que
habías entendido a Kai, a Bryson y al resto de los personajes. Que
creías en esta historia con todo tu corazón. Gracias por hacer que
esta primera experiencia sea algo que pueda recordar con mucho
cariño. Gracias por hacerme la oferta y volver realidad mis sueños.
Gracias por amar este libro tanto como yo lo amo.
A Polo Orozco, gracias por tus increíbles comentarios y por
ayudarnos a este libro y a mí a llegar a la meta.
A todos los que participan en los libros infantiles de Random
House: gracias por el apoyo y el trabajo que han consagrado a este
libro. Regina Flath, la diseñadora de mi libro, creaste la portada y
solapa más maravillosas del mundo. En serio siento escalofríos
cuando la veo. Howard Huang y los modelos de la portada, gracias
por las fotografías y por participar en la creación de algo
verdaderamente espectacular.
A Robert Guinsler, agente extraordinario y posiblemente un
superhéroe: no creo que un párrafo sea suficiente para decirte cuánto
te agradezco. Gracias por decirme que te enviara este libro.
Despertar y ver tu correo electrónico al día siguiente fue como un
sueño, y fue el inicio de esta aventura mágica. Comprendiste este
libro y, lo que es más importante, me comprendiste a mí. Cuando
dijiste que para Navidad ya tendría un trato pensé que mentías.
Gracias por darme el mejor regalo de Navidad que un escritor pueda
soñar. Sigo asombrado de lo lejos que hemos llegado, y sé que nada
de esto hubiera sido posible sin ti. ¡Gracias, gracias, gracias! ¡Arriba
y adelante!
A todos los demás en Sterling Lord Literistic, Inc.: Gracias desde el
fondo de mi corazón. Agradezco todo lo que hacen por mí y por este
libro tras bambalinas. Danielle Bukowski y el resto del equipo de
derechos extranjeros, gracias por hacer que el más imposible de los
sueños se hiciera realidad.
Por último, a ti, querido lector: gracias por elegir este libro y darle
una oportunidad. Espero que te haya gustado y que ames a Kai y a
Bryson tanto como yo.
¡Miles de gracias y más!
Acerca del autor

KEVIN VAN WHYE nació y creció en Sudáfrica, donde


comenzó su amor por contar historias desde muy
joven. Kevin vive en Johannesburgo y cuando no está
leyendo, escribe historias en las que los personajes
de las comedias románticas reciben el final feliz que
merecen.
¡Sal conmigo, Bryson Keller! es su primera novela.
Título original: Date me, Bryson Keller!

© 2020, Kevin van Whye

Traducción: Yara Trevethan Gaxiola

Diseño de portada: Emily Smyth


Adaptación de portada: Planeta Arte & Diseño

Derechos reservados

© 2022, Editorial Planeta Mexicana, S.A. de C.V.


Bajo el sello editorial CROSSBOOKS M.R.
Avenida Presidente Masarik núm. 111,
Piso 2, Polanco V Sección, Miguel Hidalgo
C.P. 11560, Ciudad de México
www.planetadelibros.com.mx

Primera edición impresa en México: mayo de 2022


ISBN: 978-607-07-8606-8

Primera edición en formato epub: mayo de 2022


ISBN: 978-607-07-8736-2

Este libro es una obra de ficción. Todos los nombres, personajes, compañías,
lugares y acontecimientos son producto de la imaginación del autor o son
utilizados ficticiamente. Cualquier semejanza con situaciones actuales, lugares
o personas -vivas o muertas- es mera coincidencia.

No se permite la reproducción total o parcial de este libro ni su incorporación a


un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier
medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros
métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.

La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito


contra la propiedad intelectual (Arts. 229 y siguientes de la Ley Federal de
Derechos de Autor y Arts. 424 y siguientes del Código Penal).

Si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra diríjase al


CeMPro (Centro Mexicano de Protección y Fomento de los Derechos de Autor,
http://www.cempro.org.mx).

Libro convertido a epub por Grafia Editores, SA de CV


Contenemos multitudes
Henstra, Sarah
9786070769597
432 Páginas

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Jonathan Hopkirk, fan número uno de la poesía de


Walt Whitman, y Adam "Kurl" Kurlansky, el
conflictuado jugador estrella del equipo de futbol
americano del colegio, son asignados en la clase de
Literatura como compañeros para semanalmente
escribirse una carta y así practicar sus habilidades
retóricas… una tarea que aceptan con resignación,
pues no esperan obtener mucho de esa actividad. Sin
embargo, con cada carta que escriben, comienzan a
desarrollar una amistad tan profunda que al final se
convierte en amor. Pero las cosas no son tan simples,
Jonathan y Kurl tendrán que enfrentarse a la
homofobia, al bullying y a los oscuros secretos
familiares que los rodean, para defender su relación y
protegerse entre ellos. Una hermosa novela que
celebra el amor y la vida con personajes
conmovedores y un lenguaje asombroso.

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Baby y Solo
Posthuma, Lisabeth
9786070780592
448 Páginas

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Joel, a sus diecisiete años, comienza su trabajo en el


videocentro ROYO. Es exactamente lo que le recetó el
terapeuta: un nuevo comienzo. Después de pasar
varios años entre doctores y hospitales psiquiátricos
a causa de «el incidente», finalmente está listo para
ser un chico normal. Ahora, con un nuevo nombre
inspira do en su personaje favorito de La guerra de
las galaxias, Solo está decidido a iniciar un nuevo
capítulo con toda la actitud. Sin embargo, el miedo a
que descubran «lo que estaba mal con él» lo lleva a
mantener a raya a sus compañeros que intentan
conocerlo mejor. Hasta que se encuentra con Nicole,
más conocida como Baby, por la protagonista de
Baile caliente, su sarcástica compañera, con quien
inicia una amistad como en las películas. Cuando el
pasado de Joel lo alcanza, se siente obligado a elegir
entre conservar su hoja en blanco y contar toda la
verdad. De cualquier manera, teme que la opción que
elija termine la única amistad real que ha tenido.
Ambientada en la década de 1990 y llena de
referencias a la cultura pop, esta historia presenta
temas desafiantes y necesarios en la actualidad con
una mezcla perfecta de ingenio, sinceridad y ternura.

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La noche en que todo cambió
(Edición mexicana)
Preston, Natasha
9786070755484
344 Páginas

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Un fin de semana de juerga en una cabaña remota es
justamente lo que Mackenzie necesita para olvidarse
de sus preocupaciones. Pero tras una noche loca con
sus amigos, despierta en un escenario sangriento. Y
sólo uno de ellos puede ser el asesino. «¿Cómo
puede algo tan divertido volverse tan perverso en
sólo un instante». GOODREADS «Me atrapó desde el
principio y en cada capítulo me sentía más
intrigada». AUDIBLE «Si buscas una historia que te
absorba y te mantenga atada a sus páginas... ¡este
es tu libro!». MY TRENDING STORIES

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