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Sal Conmigo Bryson Keller - Kevin Van Whye
Sal Conmigo Bryson Keller - Kevin Van Whye
Prólogo
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DOMINGO
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LUNES
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MIÉRCOLES
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VIERNES
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Nota del autor
Agradecimientos
Acerca del autor
Créditos
Planeta de libros
Para mi familia.
Su fe, apoyo y amor son todo para mí.
Prólogo
Todo comenzó con una apuesta. Claro, en ese momento no sabía que
el reto cambiaría mi vida. Pero de eso se trata el cambio, ¿cierto?
Como el amor, nunca se anuncia, solo sucede. En su lugar, se trata
de un momento tras otro en el que decimos «oh, mierda»; o en mi
caso, un momento «OH, MIERDA» en mayúsculas que, para ser
honesto, es lo que nos sucede a noventa y cinco por ciento de
quienes somos gays de clóset.
Fue una semana antes de que volviéramos a clases y todos
estábamos en la fiesta de Año Nuevo de Brittany Daniel. Brittany ha
sido mi compañera de Biología desde el inicio del último año de
preparatoria y, por primera vez, me habían invitado personalmente
a una fiesta y no solo por estar pegado como sanguijuela a mis
mejores amigos, Priyanka Reddy y Donny Duckworth. (Lo sé, el
apellido de Donny es la cruz que debe cargar, pero al menos la gente
conoce su nombre).
Estaba de pie en el rincón junto al librero, tratando de parecer
relajado mientras echaba un vistazo a los lomos para ver si reconocía
los títulos, al tiempo que, en secreto, buscaba en qué cuarto estaban
mis mejores amigos, a quienes había perdido entre la multitud.
Nunca sé qué hacer en las fiestas. En serio, ¿qué hago con mis
manos? ¿Muevo los pies al ritmo de esta canción?
No intentaba escuchar a escondidas, pero Bryson Keller tiene una
voz que llega lejos, que atrae. Es capitán del equipo de futbol y el
chico más popular de la Academia Fairvale, así que no era sorpresa
que presidiera la corte.
—Las relaciones de preparatoria no importan —dijo—. Estamos en
el último año. La mayoría de nosotros terminaremos en distintas
universidades y me parece una pérdida de energía emocional
comprometerse con algo que está destinado a terminar. ¿Para qué
molestarse?
—¡Qué romántico! —comentó Priya arrastrando las palabras.
Sentí curiosidad, entré a la cocina y encontré a mis mejores amigos
con el grupo superpopular de los atletas y los ricos.
Tenía sentido que Priya y Donny estuvieran ahí. Priya es capitana
del equipo de futbol femenino y Donny es uno de los chicos más
ricos de la escuela, lo que significa que no tiene que jugar ningún
deporte para que lo inviten a todos lados. Por mi parte, siempre soy
su «más uno».
Priya tomó la mano de Donny entre las suyas. Sus dedos se
entrelazaron.
—Puedes conocer a alguien en preparatoria.
Mis mejores amigos empezaron a salir desde hace seis meses. Aún
me estoy acostumbrando. Me siento feliz por ellos, en serio. Para
todos, salvo para ellos, era evidente que eran perfectos el uno para el
otro. Siempre tuvieron mi bendición para que llevaran su amistad al
siguiente nivel. Pero a veces acabo sintiéndome como el tercero en
discordia, de pie al borde de la multitud. Literalmente.
Bryson negó con la cabeza. Su cabello castaño claro parecía un
tono más oscuro bajo la luz fluorescente y las sombras bailaban por
su mentón afilado. Sus ojos azul pálido también parecían más
oscuros bajo esa luz.
—Bueno, mi mamá y mi papá fueron la pareja de su preparatoria
—dijo Dustin Smith. Miró a su mejor amigo y continuó—: ¿Sabes,
Bryson? Es divertido que des súper consejos sobre relaciones cuando
tú ni siquiera has salido con alguien.
—¿Tus padres son muy estrictos o qué? —preguntó Donny.
—No —respondió Dustin—. No tendrían problema si saliera con
alguien.
—Sí, es mi decisión no hacerlo —explicó Bryson encogiéndose de
hombros. Bajó la mirada hacia el vaso rojo que tenía en las manos—.
Sencillamente no veo el interés en tener una relación en preparatoria.
—Quizá es porque no encuentra a nadie con quien salir —bromeó
Isaac Lawson, mostrando su blanca y radiante sonrisa.
Isaac también está en el equipo de futbol y es de él de quien he
estado secretamente enamorado desde el inicio del penúltimo año.
Me alejé un poco más del grupo.
—Vamos. No es por ofender, pero probablemente podría salir con
alguien diferente cada semana, si lo quisiera. —Bryson resopló.
Tomó un sorbo de su vaso y Priya puso los ojos en blanco.
—Demuéstralo —dijo Dustin—. Te reto.
—¿Qué? —preguntó Bryson.
Se escucharon «ooohs» de los chicos, y las chicas a su alrededor
rieron. Bryson se movió, incómodo; no le gustaba que lo pusieran en
el centro de atención.
—Pruébanos a todos que puedes salir con alguien diferente cada
semana —insistió Dustin.
—¿En verdad me estás retando?
—Sip —afirmó Dustin—. ¿Tienes miedo?
—Bien. Lo haré. —Bryson alzó el rostro y nuestras miradas se
encontraron. Yo miré hacia otro lado—. Pero si es un juego, una
apuesta o lo que sea, entonces tiene que haber reglas. Kai, ¿tú qué
opinas?
Me llevó un instante responder. No había planeado participar.
—Mmm, tal vez debería durar la semana escolar —respondí
nervioso—. De lunes a viernes.
—Bien —asintió Bryson—. No quiero sacrificar mis fines de
semana por esto.
—Nada físico —sugirió Natalie da Silva—. Este es un juego y se
deben respetar los límites de todos.
Bryson pareció aún más aliviado.
—Y solo del último año. No quiero aprovecharme.
—De acuerdo. Solo los del último año pueden jugar —agregó
Priya—. De lo contrario, sería muy fácil.
—Espera, ¿qué?
—El reto es este, Bryson Keller —dijo Priya con un brillo travieso
en los ojos—. Saldrás con la primera persona que te lo pida cada
lunes, hasta la campanada de fin de clases del viernes. Tienes
prohibido pedirle a alguien que salga contigo. Y si nadie te lo
propone, pierdes.
—Ah, eso me gusta —exclamó Natalie—. Por supuesto que las
chicas podemos pedirles a ellos que salgan con nosotras.
Alzó la palma extendida y Priya chocó la suya con gusto.
—También pierdes si te cansas de salir con alguien —agregó
Dustin—. Te conozco, amigo. No creo que seas bueno para esto.
Le dio unas palmadas en el hombro.
—¿Y qué pasa si pierde? —pregunté.
Bryson me fulminó con la mirada, como si hubiera esperado que
nadie mencionara el castigo. Me encogí de hombros y sonreí. ¿Cuán
a menudo podía ver a Bryson Keller avergonzarse?
Dustin sabía qué era lo que más le dolería.
—Tendrás que usar el autobús el resto del año.
Todos estallaron en carcajadas. Sabíamos cuánto amaba Bryson
Keller su Jeep blanco. Se podría decir que es el coche más limpio de
la escuela. Lo lava al menos una vez a la semana; he visto las
fotografías donde aparece sin camiseta en sus publicaciones de
Instagram.
—Mierda, okey —aceptó Bryson—. Pero esto debe tener fecha
límite. Lo haré tres meses y se acabó. Si pierdo, entonces empezaré a
tomar el autobús después de las vacaciones de primavera. Pero
cuando gane, y ganaré, nunca más volverán a dudar de mí.
—Sí, sí, sí —aceptó Priya—. Serás una leyenda.
—Bryson Keller. El hombre. El mito. La leyenda. Me gusta —dijo
Bryson. Bebió el resto de su cerveza—. Que comience el juego.
—En ese caso —comenzó Natalie—, ¡sal conmigo, Bryson Keller!
—Y lanzó una carcajada.
—Bien, aunque no sea lunes todavía. Cuando empiecen las clases,
Natalie, tú serás mi primera novia. —Sonrió—. Pero esta será la
primera y última vez que incumpla las reglas, se los advierto. —Se
inclinó, galante, frente a ella.
Y así empezó todo.
Dos meses después, la apuesta de Bryson Keller sigue en pie. Y el
tiempo se acaba. Una sola semana escolar es todo lo que uno puede
obtener.
No ha habido excepciones en eso.
Ninguna.
Quiero decir, hasta que llegué yo.
OH, MIERDA.
LUNES
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Abro los ojos con un gemido. Veo el techo sin mirarlo durante unos
minutos antes de abalanzarme sobre mi teléfono. Navegar en las
redes sociales antes de hacer cualquier otra cosa es parte de mi
rutina matinal.
Lo primero que veo es un mensaje de texto de Bryson… «mi
novio».
Buenos días. Llego a las 7.
Entonces, no todo fue un sueño. Esa conciencia me asusta y me
emociona. Veo la hora y advierto que son poco más de las 6:30. Las
clases comienzan a las ocho en punto; así que me quedan treinta
minutos hasta que Bryson llegue a mi casa. Solo treinta minutos.
Salgo deprisa de la cama, corro por el pasillo hasta el baño y lo
encuentro vacío, esperándome. Hoy soy el vencedor. Mientras estoy
en la regadera, escucho a Yazz que toca la puerta. El sonido me hace
esbozar una sonrisa y, diez minutos después, salgo tranquilamente
del baño, dejando una nube de vapor tras de mí.
Me pongo el uniforme y busco mi blazer; luego recuerdo que
Bryson lo tiene. Todos los alumnos tenemos que llevar el blazer
cuando entramos y salimos de los planteles de la academia. Es parte
del reglamento escolar. Que el mío esté en la tintorería significa un
castigo seguro. Maldigo a Louise Keaton una vez más, pero ahora no
maldigo a Bryson Keller.
Recojo mi mochila y mi teléfono, y bajo las escaleras. Solo tengo
cinco minutos antes de que llegue mi novio. ¿Me cansaré algún día
de hablar de él de esa manera? Quizá no. Hasta el viernes en la
tarde, pienso disfrutarlo. Porque anoche, mientras hablaba con él,
finalmente comprendí por qué la apuesta de Bryson Keller se ha
vuelto tan popular.
—Buenos días —exclamo al entrar corriendo a la cocina. Mamá y
papá están sentados frente a la isla, terminando su desayuno para
irse al trabajo. Papá trabaja en tecnología de la información y mamá
es contadora. Cómo terminaron con dos hijos que sueñan con ser un
escritor y una artista, es un misterio.
—¿Cuál es la prisa? —pregunta mamá mientras le da un sorbo a su
café negro sin azúcar.
Con frecuencia me pregunto quién la lastimó tanto como para
necesitar torturarse con esa bebida tan amarga.
—Voy a llegar tarde.
Papá mira su reloj. Tuve que trabajar de medio tiempo todo un
verano, cortando pastos, para poder comprárselo para su
cumpleaños número cuarenta.
—¡Hayibo! Las clases comienzan a las ocho. ¿Por qué Donny llega
tan temprano?
Miro mi reloj. La pantalla está rayada, pero cumple su tarea. Solo
me quedan tres minutos.
—Es que hoy me lleva alguien más a la escuela.
—¿En serio? —pregunta papá.
—Sí, Sherlock y Watson —respondo—. Ya quedamos que tengo
otros amigos.
—¿Estás seguro de que no estás saliendo con alguien? —pregunta
mamá, poniéndose de pie; recoge los platos y los lleva al fregadero
—. Que pasen por ti para ir a la escuela es una de las partes
divertidas de salir con alguien en preparatoria.
—Parece que tienes mucha experiencia en las citas de preparatoria
—dice papá.
—Claro. —Mamá se quita el cabello despeinado de los hombros—.
Yo era muy popular en preparatoria.
Papá me mira de pies a cabeza.
—Entonces, ¿dices que la torpeza de Kai viene de mí?
—¡Ey! —exclamo al tiempo que muerdo una manzana—. Quiero
que sepan que estoy muy bien, gracias.
—Está bien, querido —dice mamá—. Mucha gente mejora después
de la preparatoria. Mira a tu papá.
Esta vez, tanto papá como yo exclamamos:
—¡Ey!
Mamá ríe. Tiene esa risa particular que hace que cuando ves
películas con ella sea toda una experiencia. Siempre agradezco que
las salas de cine estén oscuras cuando mamá ríe, es suficiente para
querer que me trague la tierra.
Mi teléfono vibra con un mensaje de Bryson. Son las 7:01. Nada me
gusta más que la puntualidad. Priya tiene la pésima costumbre de
dar la hora de una reunión y luego llegar quince minutos tarde. Cree
que lo bueno llega a quien sabe esperar.
—Ya me voy. Adiós.
Le doy otra mordida a la manzana. Salgo antes de que me
interroguen. De camino a la puerta, choco la mano de Yazz en
despedida. Parece estar apenas despierta y seguirá así hasta que se
tome la primera taza de café.
Aunque sabía que estaría ahí, me sorprende ver el Jeep de Bryson
esperando por mí. Respiro para tranquilizarme mientras camino
hacia el asiento de copiloto. Me subo.
—Buenos días —saludo.
Mi confianza de anoche ya no es más que un recuerdo, pues ahora
está realmente aquí y no es solo un producto de mi imaginación.
—Buenos días —responde.
Me mira mientras trato de acomodarme, pero mis manos están
llenas con una manzana, mis libros y mi mochila. Finalmente, se
inclina sobre mí. Bryson toma el cinturón de seguridad y lo jala
sobre mi cuerpo. Tan cerca. Su rostro está a solo unos centímetros
del mío.
Siento el calor inundar mi rostro y sus labios dibujan una leve
sonrisa. Asegura el cinturón de seguridad con un clic y vuelve a su
asiento.
—No había prisa, Kai. Te pudiste tomar tu tiempo.
—No me gusta llegar tarde.
—No me importa esperar —dice Bryson y enciende el motor.
Me mira de nuevo. Estoy en la misma posición en la que me dejó.
Mi cuerpo aún no sigue a mi cerebro.
—Tranquilo. —Me sonríe—. ¿Ya desayunaste?
—Solo esta manzana.
—Okey. Vamos.
Bryson acelera y al fin me permito relajarme. No vamos muy lejos;
pronto entramos al estacionamiento de un café. Es el Glenda; lo
reconozco no solo por el hashtag #SalConmigo BrysonKeller, sino
también por el Instagram de Bryson —no lo estaba acosando, lo juro
—. Esa es mi postura y a ella me aferro.
Bryson sale del coche y yo lo sigo al interior de la cafetería. Saluda
a los conocidos y parece que todos también lo conocen de vista.
—¿Conoces a todos?
Bryson se encoge de hombros.
—Vengo aquí desde que era joven. Esta cafetería era de mis
abuelos, pero mi papá la vendió hace unos años. —El tono de Bryson
no parece alegre al decir esto. Suspira y continúa—: Desayunar aquí
era la rutina de mi familia. Ahora es solo la mía.
Se vuelve a encoger de hombros y camina entre los lugares. Nos
sentamos en un gabinete cerca de la ventana. Ya había pasado frente
a esta cafetería, pero nunca había entrado. Glenda parece salido
directamente de la década de los cincuenta. Los asientos son de vinil
blanco y negro, que combina con el suelo de cuadrículas blanco y
negro. Incluso hay una rocola en un rincón. Aparte de las mesas, hay
una zona con una barra larga donde pueden sentarse quienes vienen
solos. La cocina es abierta y tiene actividad.
Un hombre mayor se acerca a nosotros. Le da una palmada a
Bryson en el hombro y sonríe.
—Tu gol de este fin de semana estuvo excelente.
—Gracias, señor Humphrey —agradece Bryson. Le devuelve la
sonrisa. Al ver el hoyuelo que se dibuja en su rostro, sé que es
genuina—. Me alegra que haya podido ir al partido.
—Estoy seguro de que este año llegaremos a estatales.
—También somos optimistas.
—Sería maravilloso que alcanzaran el campeonato.
—Crucemos los dedos —dice Bryson.
El señor Humphrey se despide y Bryson lo observa alejarse.
—No sabía que el futbol fuera tan importante.
—Somos el orgullo de Fairvale. Sin presiones. —Bryson se estira y
bosteza—. Me tuviste despierto hasta muy tarde anoche.
Me doy cuenta de que yo también bostezo.
—Si uno no quiere, dos no pueden.
—Casi me pierdo mis ejercicios matinales porque me quedé
dormido.
Bryson pasa una mano por su cabello húmedo. Los dos
levantamos la carta.
—Los huevos con tocino son los mejores —dice Bryson.
—¿Eso vas a pedir?
—Sí.
—Perfecto, entonces yo también.
Mi estómago gruñe con anticipación.
La mesera se acerca.
—Buenos días, Alice —saluda Bryson con alegría a la mujer
mayor.
—¿Cómo te va, muchacho? —pregunta Alice y Bryson asiente. A
mí me ofrece una sonrisa amable—. ¿Qué van a querer?
Pedimos el desayuno.
—¿Cómo quieres los huevos? —me pregunta Alice.
—Estrellados, por favor.
—¿Tú también, muchacho? —le pregunta a Bryson.
Él asiente.
—¿Y podrías traerme jugo de naranja, por favor? —Voltea a verme
—. ¿Y para ti?
—Solo agua para mí, gracias.
Alice asiente.
—En un momento.
Bryson saca un pedazo de papel doblado y lo empuja hacia mí.
—¿Qué es esto? ¿Una carta de amor?
—¿Te gustan esas cosas? —pregunta Bryson.
—No —respondo demasiado rápido. Mis mejillas se encienden—.
Sí… No sé… —Me encojo de hombros.
—¿Louise Keaton y tú se escribían cartas de amor?
—No salimos tanto tiempo como para que eso pasara.
Bryson me estudia. Se inclina hacia mí para murmurar:
—¿Por qué saliste con ella? Si no te molesta que pregunte.
—Parecía que todos a mi alrededor tenían novia. Y no quería que
nadie pensara que yo era diferente. Sabía que le gustaba a Louise, así
que me dije: ¿por qué no? Pero después no me sentí cómodo con lo
injusto que era engañarla sabiendo quién era yo. —Miro el papel
entre nosotros—. Pero, bueno, un poco de romance nunca mató a
nadie.
—Lo tendré en cuenta —dice Bryson.
Mi corazón empieza a latir con fuerza, y antes de poder reaccionar,
en lugar de quedarme viéndolo, llega el desayuno.
Mientras comemos, abro el pedazo de papel y encuentro una lista
garabateada con prisa. De entre todas las cosas para las que Bryson
Keller es bueno, escribir no es una de ellas. Su caligrafía es
prácticamente indescifrable. Quizá algún día llegue a ser médico.
—Es una lista de las adaptaciones. Sé que Romeo y Julieta es la
favorita de Henning, pero quise que tuviéramos opciones. ¿Quieres
actuar algo tan romántico?
—Dijiste que también era tu favorita, ¿no? —Levanto la mirada—.
¿Por qué?
Bryson sonríe y sus ojos se iluminan.
—Mi hermana mayor estaba enamorada de Leonardo DiCaprio,
así que la veía como si fuera su religión.
—Ah, yo también tengo una hermana.
—¿Mayor o menor?
—Menor en edad, pero mayor en todo lo demás —digo—. Yo no
he visto la película. Odio un poco a Leonardo DiCaprio.
—¿Por qué?
—¿Debe haber una razón para que alguien no me caiga bien?
—En general, sí.
—Supongo que me molesta que solo haga papeles que están
destinados a nominarlo para el Óscar.
—Pero es bueno tener un objetivo, ¿no?
—Quizá… pero me fastidia. Además, todas sus novias son rubias,
modelos y de 25 años o menos; eso me parece extraño. Quiero decir,
vive la vida, pero ¿en serio? ¿Así es como quieres vivir tu vida? —
Sacudo la cabeza y levanto un dedo—. Además, mi papá es
sudafricano, y déjame decirte que el acento de Leo en Diamante de
sangre era terrible. Sencillamente no entiendo por qué Hollywood no
contrata a actores de la región en lugar de ofrecernos malos acentos.
O, no sé, no trates de hablar con un acento que es ofensivamente
malo, así de sencillo.
—Has pensado esto largo y tendido, ¿no? —dice entre risas.
Hago una seña con los dedos y digo:
—Solo un poquito.
—¿Y qué más odias? Supongo que un buen novio debería por lo
menos saber lo básico.
Parece que el ambiente cambia cuando se refiere a sí mismo de esa
manera. Bryson no se da cuenta, pero he soñado con escuchar esas
palabras de alguien, y ni una sola vez en mi vida pensé que saldrían
de su boca.
—Bueno, las cinco cosas principales que Kai Sheridan odia,
incluido el querido Leo, son… —Levanto un dedo—: llamadas
telefónicas.
—Ahora que te conozco, tiene sentido.
—Matemáticas.
—Bienvenido al club. —Levanta su gran mano—. Vamos, Kai. No
me dejes esperando.
Miro su mano alzada y un segundo después choco la mía contra la
suya.
Él sonríe.
—¿Qué más?
—Mmm… ¿chícharos? —digo—. Son un infierno.
Bryson ríe.
—¿No se supone que deberías superar el odio a los chícharos
cuando cumples… no sé… tres años?
—Supongo que no recibí la notificación.
—¿Y cuál es la última?
Bryson las ha estado contando conforme las formulo y le queda un
dedo levantado.
—Decidir cosas —exclamo—. Probablemente soy la persona más
indecisa que jamás conocerás. Así que paso mucho tiempo solo
fantaseando en lugar de hacerlas en realidad. Siempre me preocupa
lo que pensará la gente.
—Entonces, decidir qué vamos a actuar es una pesadilla para ti,
¿cierto?
—Más o menos —respondo—. Pero está bien que hagamos Romeo
y Julieta. Sabes que soy pésimo actuando, así que cualquier punto
adicional que obtengamos de Henning es bueno.
—Para mí está perfecto.
—Entonces, si lo hacemos, ¿quién es Romeo y quién es Julieta? —
pregunto.
—Tú puedes ser Romeo y yo Julieta. —Hace una pausa, arquea
una ceja y me mira—. O al revés, como prefieras.
El huevo se me atraganta y trato de no reír.
—Muy buena.
Bryson también ríe. Me acerca el vaso de agua. Lo tomo y las
puntas de nuestros dedos se tocan. En mi prisa por quitar la mano,
termino derramando un poco de agua.
—Mierda —exclamo al tiempo que tomo unas servilletas para
limpiar el desastre. Bryson ayuda. Ríe con la mirada y la comisura
derecha de su boca se levanta.
—Entonces, ¿ya quedamos que es la película?
—¿Eso… creo? —termino débilmente.
Bryson se ríe.
—Bueno, en ese caso, deberíamos reunirnos para ver la película y
elegir una escena. Quizá una de los personajes secundarios. No
porque sea Romeo y Julieta tenemos que ser Romeo y Julieta.
—Okey. —Sonrío aliviado—. Me gusta cómo piensas.
—Bien. Hoy tengo entrenamiento de futbol, pero, si no te molesta
esperarme, podemos vernos después y ver la película en mi casa.
—Claro. Solo voy a enviar un mensaje rápido a mis papás. Es mi
turno en la biblioteca esta tarde y por lo general ellos me recogen —
explico.
Abro el chat de la familia: Los engaños de los Sheridan, como
mamá acertadamente lo nombró. Escribo el mensaje donde explico
nuestros planes.
—¿Trabajas en la biblioteca? —pregunta, verdaderamente
sorprendido.
—Sí. —Tomo un trago de agua—. Lo sabrías si te pasaras por ahí.
—Oye, no es que no lea. Solo que prefiero las historietas a los
libros.
—¿En serio? Tú y mi hermana se llevarían bien.
Bryson toma el último trago de su bebida.
—¿Ya acabaste?
Asiento.
—Tenemos que irnos si no queremos llegar tarde.
—Claro. —Vamos a la caja a pagar—. No, yo pago esta vez.
Antes de que pueda protestar, abro mi cartera y pago la cuenta.
—Bien —dice Bryson poco tiempo después. Me examina como si
me viera por primera vez. Finalmente sonríe.
—Pero mañana invito yo.
Y así, sencillamente, desayunar juntos se convierte en algo que
haremos.
Si mi yo de la semana pasada pudiera verme ahora, no creería que
esto está sucediendo.
Demonios, ni siquiera mi yo de ahora puede creerlo.
Salimos del Glenda camino a la escuela… juntos.
9
É
entrelazamos los dedos. Él las alza hacia el cielo con la puesta de sol
como fondo. Toma la foto. Observo cómo la ajusta para fondo de
pantalla.
—Eres lo máximo —digo.
Bryson sonríe.
—Soy romántico. Es diferente.
—Ajá.
Nos quedamos sentados mirando cómo se pone el sol en nuestro
pedacito de mundo. Tanto Bryson como yo sabemos qué va a
suceder después. Esto solo ha sido una breve prórroga. Ha sido
perfecto, por supuesto, pero la perfección tiene la mala costumbre de
no durar mucho. La mayoría de las veces es solo una ilusión, no la
realidad.
—Creo que ya deberíamos irnos —dice Bryson.
Su voz es suave y tranquilizadora.
—Lo sé.
Suspiro. Temo lo que me espera al llegar a casa.
Bryson se pone de pie y se sacude la arena de los shorts. Me ofrece
la mano y me ayuda a levantarme. Pero no la suelta; en su lugar, se
inclina hasta que nuestras frentes se tocan.
—¿Quieres que te acompañe? —pregunta—. Puedo hacerlo.
—Creo que debo hacerlo solo —respondo.
Si corriera algún peligro físico le hubiera dicho que sí. Sé que lo
que me espera en casa no son golpes ni abuso físico; es decepción,
palabras dictadas por la religión y teñidas de prejuicio.
Bryson me lleva al Jeep y emprendemos el camino. Llegamos muy
rápido a mi casa. Me quedo sentado, sin moverme, con la vista fija
en la casa. El coche de mamá y el de papá están frente al garaje; eso
significa que todos están ahí. Es domingo en la tarde, claro que ahí
están. Me pregunto si fueron a la iglesia como normalmente hacen.
¿Habrán ido y rezado para que se me quitara lo gay?
Bryson toma mi mano, la lleva a sus labios y la besa.
—Me gustaría poder hacer más —dice.
No puede. Es ahora o nunca. Toco la manija de la puerta.
—Háblame si me necesitas —agrega Bryson cuando abro la puerta.
—Lo haré.
Salgo del Jeep y pongo los pies en la realidad.
—Gracias por hoy —digo—. Y por anoche.
—Cuando quieras —responde Bryson.
Me doy cuenta de que habla en serio. Estará ahí si le llamo, cuando
le llame. No tengo a un príncipe azul en caballo blanco; en su lugar,
tengo un príncipe azul en Jeep blanco.
Me detengo frente a la puerta de entrada y volteo a verlo. Bryson
sigue ahí. De alguna manera esto me hace sentir un poco más
tranquilo; saber que cuento con él, que no estoy completamente solo.
Me despido con un gesto de la mano y él hace lo mismo. Luego
volteo hacia la puerta que nunca había temido cruzar como hoy.
Cierro y abro los ojos.
Entro y cierro la puerta a mi espalda.
28
Nunca me había sentido tan decepcionada de ser su hija. Espero que sepan que la
manera en la que trataron a Kai fue completamente inaceptable y que los dos deberían
estar avergonzados. Entiendo que somos religiosos y sé que nuestra fe es importante,
pero ¿es más importante que la felicidad y la seguridad de su hijo? Nadie les está
pidiendo que no crean en Dios. Pueden hacerlo y seguir amando y apoyando a su hijo.
No son incompatibles. Por favor, piensen en lo que han hecho y cómo arreglarlo. Hasta
que lo hagan yo, Yasmine Sheridan, no volveré a dirigirles la palabra.
Me duele en el alma tener que escribir esta carta, pero era necesario. Espero ver
pronto mejorías en su comportamiento. Por favor, no me decepcionen otra vez. Aunque
esté enojada con ustedes, los sigo amando.
Yazz
Sobreviví otro día más en la escuela. El jueves pasó tan rápido que
fue casi como si me lo hubiera saltado. Hoy, hasta ahora ha sido
fácil. Pero estoy exhausto. Creo que podría dormir durante una
semana. En su lugar, subo el volumen de la música y saco mi tarea.
Reviso mi teléfono para ver si hay mensajes. Bryson no me ha
escrito desde que hablamos afuera de mi casa. Me entristece, aunque
sé que fui yo quien le pidió tiempo. Escribo una respuesta rápida en
el chat del grupo y dejo el teléfono. En ese momento tocan a mi
puerta y Yazz asoma la cabeza.
—¿Estás ocupado?
—¿Por qué?
—Tengo algo para ti
—¿Para mí? —Giro sobre la silla de mi escritorio para verla. Ella
levanta un cuaderno de dibujo—. ¿Qué es eso?
—Me imaginé que lo necesitarías.
Abro el cuaderno y me encuentro con el primer cuaderno de
historietas de Yazz. Es sobre un superhéroe gay. Uno que se parece
muchísimo a mí.
—¿Cuándo empezaste a hacerlo? —pregunto.
No hay manera en la que Yazz lo haya terminado si empezó el
sábado en la noche.
—La semana pasada —dice Yazz—. Cuando entendí qué era lo
que pasaba entre Bryson y tú.
—¿Qué? ¿Cómo?
—La verdad, hacía tiempo que lo sospechaba —dice Yazz. Se
empuja el armazón negro de sus lentes sobre la nariz—. Pero lo
confirmé cuando vi un mensaje en tu teléfono. Kelly es Keller,
¿cierto?
—¿Cómo sabes?
—Soy inteligente —responde—. Además, te conozco, Kai. Tu
sonrisa cuando leías esos mensajes te echó de cabeza. Creo que
nunca te había visto tan feliz… tan libre.
—¿Así que lo sabías desde antes? —pregunto—. ¿Y guardaste el
secreto?
—Por supuesto. —Yazz se encoge de hombros—. Sabía que
saldrías del clóset cuando estuvieras listo. Pero me alegraba que
tuvieras a alguien como Bryson de tu lado cuando lo hicieras.
Hojeo el cuaderno de historietas; no solo me asombra el talento de
mi hermana menor sino también su consideración. Sin duda, este es
el mejor regalo que me hayan hecho jamás.
—Te quiero, Yazz.
—Sí, sí, sí —responde—. No nos dejemos llevar. —Me mira—.
¿Bryson sigue siendo tu novio?
—Claro.
—Entonces empieza a actuar como si lo fuera —suspira—. Sabes
que la historia que más odio es cuando el personaje principal
renuncia a la persona a la que ama con la excusa de que quiere
protegerlo. —Me mira fijamente—. Eso es lo que estás haciendo
ahora. Tratas de proteger a Bryson, pero no te das cuenta de que, al
contrario, lo estás lastimando.
—Es más complicado —trato de objetar.
—¿En serio? ¿Ya no te gusta?
—No es eso. Claro que me gusta. —Me muerdo el labio—. Mucho.
—Entonces, ¿por qué no lo ves?
—Porque quiero proteger… —Las palabras se apagan en mis
labios—. Ah.
—Exacto. —Yazz sacude la cabeza en frustración—. A veces me
preocupas. Esta vez, el consejo es gratis, pero la próxima te costará.
Yazz se levanta y se dirige a la puerta.
Saco el teléfono de mi bolsillo y abro Instagram. Hago clic en el
perfil de Bryson. Publicó algo nuevo y contengo el aliento. Es una
fotografía de nosotros, la que tomamos en la playa el domingo
pasado. Tiene la cabeza inclinada junto a la mía y yo sonrío de una
forma que no había visto antes. Me veo feliz; los dos lo estamos. Pero
más que la imagen, el pie de foto atrapa mi atención y hace que mi
corazón lata con fuerza.
«Fue real entonces. Y es real ahora. Estoy usando mi deseo. Deseo
que estuvieras aquí. Te extraño».
Ya tiene como doscientos diecinueve likes y la misma cantidad de
comentarios. El número crece frente a mis ojos. Examino la imagen
de nuevo. No cabe duda de que es la foto de una pareja. Este es
Bryson Keller saliendo del clóset… por mí. Abro los comentarios y
deslizo el dedo por la pantalla.
¡DIOS MÍO! ¿ESTO ES REAL?
¿BRYSON KELLER ESTÁ SALIENDO CON KAI?
¡¡¡SON HERMOSOS!!!
¿La apuesta ya terminó?
¡Buena pareja!
¿En serio? No puedo creerlo.
Me siento y miro sin ver. Mi hermana tiene razón. He sido un
idiota. Alejé a Bryson para protegerlo, pero no le he preguntado
cómo se siente por todo esto. Ahora tengo enfrente la respuesta a la
pregunta que no formulé. Esta foto me recuerda que no solo se trata
de mí. En esta relación somos dos.
Me levanto, tomo mi cartera y mi teléfono, y salgo corriendo de mi
cuarto.
Mi teléfono vibra por un mensaje. Es el chat de los tres
mosqueteros.
Romeo, Romeo, ¿dónde estás, que no te veo?
Salgo de la casa y me encuentro a Donny y a Priya junto al
Patomóvil.
—Su carruaje lo espera —dice Priya, señalando el coche con
movimientos exagerados.
—¿Qué hacen aquí?
—¿Qué quieres decir? —pregunta Donny—. Es obvio que vinimos
a ayudar a que nuestro mejor amigo tenga a su hombre.
Los miro, confundido.
—Yazz nos mandó un mensaje diciendo que te iba a patear el
trasero para que reaccionaras —explica Priya—. Así que vinimos a
hacer nuestra parte.
Volteo hacia la casa, donde está mi hermana genio. Increíble.
—Además, vimos la publicación de Bryson. Parece que, después
de todo, el rey tiene su lado romántico —agrega Donny.
—No puedo creer que Bryson saliera del clóset. Es increíble —dice
Priya—. Vámonos. Estamos perdiendo tiempo.
Donny asiente y se sube al asiento del conductor. Priya abre la
puerta del lado del copiloto y entra. Yo los alcanzo en el asiento
trasero.
Priya juega con la radio y sintoniza una canción de amor.
Satisfecha con su elección, sube el volumen.
—¿Adónde?
—Melody Beach —respondo.
Donny mete la velocidad y nos vamos. De camino a la playa,
espero que Bryson siga ahí. Publicó la foto hace quince minutos. Si
no está, lo llamaré. Lo veré hoy. Arreglaré lo que arruiné.
Llegamos quince minutos más tarde y me parece que fue más
tiempo que eso.
Priya gira la cabeza y me mira con una gran sonrisa.
—Tú puedes hacerlo, Kai —dice.
—Estaremos esperando las últimas noticias en el chat —agrega
Donny.
Asiento.
—Les diré todo. —Salgo del coche—. Gracias por hacer esto.
Priya baja la ventana.
—Y dile a Bryson que mañana salimos en cita doble. Todavía
tenemos que juzgarlo.
Donny saca la cabeza por el quemacocos.
—También tenemos que preguntarle cuáles son sus intenciones
con nuestro dulce niño.
—Por favor, no me avergüences —me quejo—. Ya he tenido
suficiente esta semana.
—Jamás haríamos algo así —responde Donny.
—Nunca —agrega Priya.
Me río y me alejo. Me siento aliviado cuando veo el Jeep de Bryson
en el estacionamiento.
Me acerco, pero está vacío. Tampoco está en la cancha de
basquetbol.
Lo veo a la distancia. Bryson está a la orilla del mar, de espaldas a
mí, mirando la puesta de sol.
No se ha dado cuenta de mi presencia. Cuando me acerco,
extiendo la mano para tocar la suya; tiene el puño cerrado a un
costado. Bryson se sorprende cuando lo toco y voltea a verme. Mira
de mi rostro hasta la mano que sostiene la suya. Es la primera vez
que yo me acerco a él.
—¿Estoy soñando? —pregunta Bryson.
El aire marino lo despeinó. Tiene una barba incipiente que indica
que no le importó rasurarse. Quiero pasar mi dedo por su mentón.
En su lugar, me acerco más a él y lo pellizco.
—Para probar que es real.
Hace una mueca.
—¿Qué haces aquí?
—Vine a verte.
—¿Por qué?
—Porque tengo que decirte que fui un idiota.
—¿Qué quieres decir?
Sus ojos azules se oscurecen por la confusión.
—Lamento haberte pedido tiempo. Lo hice solo porque no quería
que salieras lastimado por mi culpa.
—Deberías dejar que yo decida eso —dice Bryson con una sonrisa
que marca su hoyuelo—. Ya lo hice.
—Lo sé —respondo—. Lo vi.
No puedo evitar sonreír también y preguntar:
—¿Estás seguro?
Bryson toma mi barbilla con suavidad.
—Sí. —Acerca su frente a la mía—. Esto fue lo que escogí. Sé lo
que quiero y es estar contigo —dice—. No me importa lo que digan
los demás. Me gustas, Kai Sheridan. Me gustas mucho.
Después de esta semana creí que ya no podía llorar más; sin
embargo, aquí estoy llorando otra vez. Es completamente
vergonzoso. Bryson ríe y le doy una palmada en el pecho.
—Cállate —digo—. Eso fue tierno.
—Lo sé. —Bryson guiña un ojo. Levanta las manos para enjugar
mis lágrimas con los pulgares—. Tienes suerte de tener un novio tan
tierno.
—La tengo.
Después, Bryson se acerca y nos besamos. Justo como quería
hacerlo antes, recorro su mentón con el dedo. Bryson muerde mi
labio inferior y lanzo un gemido. Nuestras bocas se buscan y eso es
lo único que importa.
No sé cuánto tiempo durará esto, pero elijo concentrarme en este
momento.
Elijo ser feliz.
Porque puedo serlo.
Porque me lo merezco.
«Gay» significa «feliz» también, ¿saben?
Nota del autor
Derechos reservados
Este libro es una obra de ficción. Todos los nombres, personajes, compañías,
lugares y acontecimientos son producto de la imaginación del autor o son
utilizados ficticiamente. Cualquier semejanza con situaciones actuales, lugares
o personas -vivas o muertas- es mera coincidencia.