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Jack se lamenta por el occiso y se pregunta qué habría echo la víctima para
que su asesina cometiera el crimen. Pero entiende el motivo del asesinato cuando
termina de leer el suceso que, según testimonio de la criminal, el novio le era infiel
con la madre de ella desde hacía mucho tiempo. Y no tuvo otro remedio que
liquidarlo para resarcir su orgullo y su dignidad como mujer, destrozándole sus
partes íntimas. Jack, cierra el periódico y mientras observa que su esposa ahora
arregla a su hija Diana para llevarla al colegio, le comenta sobre el suceso. Lisa, sin
embargo, por lo dócil de su carácter y lo consumado de su obsesión a la
puntualidad, no le presta mucha atención a su esposo. Pero Jack insiste en
comentarle sobre cómo el mundo ha cambiado últimamente y lo que es peor aún,
como se ha perdido con el auge de la llamada globalización. Pero Lisa solo está
pendiente de la hora y no quiere saber sobre los delirios infructuosos de la
naturaleza humana. Así que, mientras ordena las cosas escolares en el bolso, Lisa
olvida y deja el teléfono sobre la mesa de comedor (dispositivo que últimamente no
lo suelta por nada del mundo) y se dirige al cuarto a despertar a la niña para
vestirla.
Jack se siente por un momento ionizado ante aquel artefacto y como una
segregación vegetal e involuntaria se da cuenta que el teléfono está desbloqueado.
Por un momento piensa en no agarrarlo, sería desconfiar en su esposa en pretender
revisar los chats para ver si encuentra algo indebido. Pero decide echarle una
ojeada y mientras revisa cada una de las conversaciones se topa con una que le
profundiza el color de la cara y le altera la expresión facial, más por la
estupefacción que por la primera impresión. No solo está conmocionado que su
esposa le está engañando con otro hombre, sino que es con Raúl, su hermano
menor.
- Puedes calmarte, Jack que me lastima- Exclama Lisa sintiendo que todo
su brazo se está quebrantando por el giro inconsciente que éste le hace,
ciego por la ira- déjame explicarte.
- Si, solo necesito una sola explicación- dice certeramente Jack ahora
tomándola por el cabello para acercarla más al teléfono- necesito que me
expliques desde cuando te acuesta con Raúl, ¡desde cuando maldita sea!
Jack en sus treinta años de edad no había sentido la bofetada más grande de
la mentira. La mira fijamente con esos ojos marrones claros y pequeños y observa
la mentira más absurda y patética rebullir en los ojos azules pardos de Lisa. Y sin
apartar su mirada le dice:
- ¿Dime desde cuando te acuesta con Raúl, desde cuando me ves la cara de
estúpido?, ¿desde cuándo disfruta “esos orgasmos” de las cuales no
tienes conmigo?, ¿Desde cuándo disfruta de su grande y moreno cuerpo
esculpido por exóticos tatuajes? ¡Responde maldita sea! ¡Ahora entiendo
esas largas horas que pasabas con Ben, la esposa de Raúl! ¡Ahora
entiendo tus prácticas en el gimnasio de Raúl! ¡Ahora lo entiendo todo!
- No te importó el grave daño que nos iba a causar a Diana y a mí- dice
Jack impacientemente- No te importó nada, absolutamente nada.
¡Mírame! - Grita señalándose el vestuario de lana gris- ¡Mírame! Ve todo
lo que he hecho por ti. ¿Acaso no aprecias todo el sacrificio que hago para
verlas feliz? Para que no le faltes nada. ¿Acaso no aprecias las noches
entera que paso encerrado en mi oficina para ganar un caso en el jurado
y obtener el dinero suficiente para que seas feliz? ¡Acaso mi nombre que
lo conoce el mundo entero se merece un escándalo como el tuyo! ¡Jack! -
se señala con su mano izquierda haciendo una especie de emulación
artística- el infamado por su esposa y su hermano que se revolcaban las
veces que quisieran en su propia cama, mientras él se mata trabajando
para que tuviera al alcance de sus manos la satisfacción de cualquier
capricho de su esposa.
Al decir esto, siente como se relaja un poco sus nervios que mantenía
presionado toda su medula espinal y mirando a Lisa con una decepción extenuante
mueve la cabeza no aceptando todavía lo que leyó en el teléfono. Nunca se imaginó
que su esposa iba a estar al alcance de los atributos exóticos de su hermano,
conocido más bien por su promiscuidad que por su apellido, unos de los más
importante de la ciudad. Nunca percibió por lo menos un ínfimo detalle sobre la
supuesta relación. Por lo menos la intuición de las largas horas fuera de la casa. O
las largas horas en el gimnasio.
- Quiero que recojas tus cosas y te vayas- dice Jack midiendo cada una de
sus palabras como en un órgano y observando los labios gruesos y
temblorosos de Lisa, labios que disfrutaba cada vez que hacían el amor,
sobre todo el sexo oral lo que el más deleitaba de ella- Te vas sin
reclamar ni aspirar nada. Usted se va como vino a mi vida.
Lisa por un impulso colérico sin importar que Jack la tiene sostenida
violentamente por el cuello le dice:
- Eres un puto cabrón. Siempre lo has sido. Te faltan bolas para llegar a ser
como tu hermano.
Jack Pierde los estribos y cada uno de sus dedos grandes y largos comienza a
apretar el delgado cuello de Lisa y ésta trata de respirar y de pedir auxilio. Es la
primera vez en diez años de matrimonio que Jack se comporta agresivo. Siente que
la mano de Jack está a punto estrangular su cuello y sus ojos empiezan a
blanquearse. Sus manos empiezan a desesperarse girándolo rápidamente a todos
lados. Pero Jack ciego de ira no se percate de lo que hace. Lisa comienza a
tambalearse con más fuerzas y en un intervalo de segundo sus piernas se dejan
llevar por el peso de su cuerpo. Pero Jack continuó apretando mientras decía
“¡Puta, puta, puta! Hasta que entró en razón y soltó el cuerpo desfallecido de Lisa
gracias al llanto suplicante de Diana quien desde hace rato escucha la discusión de
sus padres.
Capítulo II
Raúl acompañado de dos grandes y hermosos San Bernardo pasa
por el jardincito que está justo en la entrada de la planta baja del
apartamento y, se encuentra con un silencio petrificado de un viento
espeso y lento que, por la hora, es inusual al sentido común. Son las
7.30 de la mañana. Esa siempre ha sido la hora rutinaria de Raúl visitar
a su hermano para conversar un poco de cada tema. Y de vez en cuando
mirar de soslayo el divino rostro de Lisa “Una mirada perfilada como la
diosa Atenea” como siempre lo pensaría “pero maléfica y perversa
como la de Karol G”. A Raúl le atormentaba el atlético cuerpo de Lisa,
sus glúteos, redondos y duros, y sus muslos maduros y macizos que se
apreciaban robarle la mirada cada vez que la veía en vestido sentarse en
el mueble y la manera inquisitiva de cruzar las piernas enseñando por
un momento la tanga blanca. Era un tormento contrariado para su
fortuna. Es la esposa de su hermano mayor, su carnal. Sus senos
grandes y redondos como dos perfectos y rosados melones, dos
provisiones suficientes como para comenzar cualquier ataque, era lo
que realmente aumentaba el ritmo cardiaco de Raúl y aumentaba su
testosterona y por tanto el deseo incontenible de poseerla.
- ¡Lisa, Lisa!
Comienza a tambalearla con más fuerza y mirando hacia los lados
y observando que todo está en silencio y ordenado grita