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CAPITULO I

Oh! Y así la paz en mi alma va muriendo por el recuerdo de tal horrible sueño,
Dios!... Antes de que sea demasiado tarde, y mi tiempo aquí haya tocado la dulce
línea que separa nuestra vida de la muerte, dejare en papel el escrito de tantas cosas
que vi en mis sueños, historias y locuras que atormentan la tranquilidad que llevo.
Llevo varias noches soñando una secuencia de visiones, en una especie de letargo
inédito, sabiendo que estoy soñando, consciente de mis acciones, mis recuerdos,
pero llevado por el viento de ese paisaje en el que me encuentro al cerrar los ojos,
como si supiera o como si viviera allí.
Una noche como cualquier otra, al acostarme…
Me encontraba acostado en un campo, verde y casi eterno, un ambiente idílico,
fantasioso, flores de todos colores y aromas, esos que nadie ha visto o han sentido
su olor. El litoral, delineado frágilmente por los tonos rosados y azules de reyes que
teñían el cielo, como, un anochecer delicado. Habían cantos de aves, que en banda,
se paseaban por la infinitud del aquel cielo hermoso.
Y allí estaba, mientras contemplaba tal increíble; en el sentido literal de imposible
de creer, tal magnífico paisaje, que se habrán de imaginar el repentino susto que me
trajo una voz, que me dio a reaccionar y parar la admiración que sentía en ese
instante.

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