Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
LA LEY DE LA PUREZA
Y estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, y no se avergonzaban
Gen. 2:25, LBLA
Después de que Dios creó a Adán y a Eva en el Jardín del Edén, no los vistió. Su
intención no fue el prepararles coberturas artificiales. La voluntad perfecta de Dios era
que permanecieran desnudos. Antes de que se empiece a poner nervioso, quiero decirle
que no soy nudista, y no apoyo ni apruebo tal practica. Sin embargo, esta verdad
importante ayudará a las parejas grandemente si es que entienden su verdadero
significado para el matrimonio hoy en día.
En el principio del tiempo, la intención de Dios era que el matrimonio fuera un lugar
de “desnudez” total “físicamente, mentalmente, emocionalmente, y espiritualmente”.
Ésta fue la condición de la cual disfrutaban Adán y Eva en Génesis 2:25. Estaban
completamente expuestos ante Dios y el uno ante el otro. En aquella condición se
compartían completamente en una atmósfera de intimidad siendo totalmente abiertos.
Ese es el cuadro de Dios de una relación matrimonial perfecta.
Aunque no fuimos creados para “exponernos” completamente a la mayoría de la
gente que conocemos a través de la vida, un cónyuge es la excepción. De hecho,
agregándose a la relación con Dios, no hay ninguna otra relación que conlleve el
potencial de tanta “desnudez” como el matrimonio.
En el matrimonio iniciamos instintivamente a desear el compartirnos el uno con el
otro. Sin embargo, para que esto suceda, debe de haber una atmósfera preparada y
protegida que supla un ambiente en el cual podamos “desnudarnos” regularmente.
Dios diseñó la desnudez del matrimonio para que incluyera toda área en nuestras
vidas: cuerpo, alma y espíritu. Cuando podemos “desvestirnos” delante de nuestro
cónyuge en toda área de nuestras vidas, sin vergüenza, ni temor, estamos en un lugar
saludable para que se desarrolle una relación fuerte e íntima. Si no podemos
exponernos completamente ante nuestro cónyuge, quiere decir que estamos
escondiendo algo. Aquella cosa escondida tiene que ser expuesta, y la razón es simple:
Dios nos creó con una necesidad de “desnudez.”
Quizás nunca se había dado cuenta de que tiene esa necesidad de desnudez ante su
cónyuge, pero así es. Esto no es simplemente exponerse físicamente, sino exponer todo
acerca de usted mismo, mas esto no se puede hacer en cualquier lugar o con cualquier
persona.
La desnudez saludable debe de suceder en un lugar especial con la persona apropiada.
Aunque los familiares y las amistades especiales pueden albergar la necesidad de
exposición hasta cierto punto, el matrimonio es el lugar singular creado por Dios para
que podamos satisfacer la necesidad de desnudez total.
Quizás hasta este punto diga, “¡Bueno, yo estoy casado y ciertamente no puedo
exponerle toda área de mi ser a mi cónyuge!”
En este momento quizás no pueda cumplir su deseo interno de ser completamente
abierto y vulnerable en el matrimonio, mas aún así permanece la verdad, que Dios creó
en la humanidad la necesidad de exponerse completamente. El hecho de que su
situación no lo haga factible, no desecha la necesidad, ni cambia el hecho de que Dios
haya creado el matrimonio para que fuera el lugar donde sea suplida tal necesidad.
Por otra parte, necesitamos ver algunos de los problemas que surgen al hacer que el
plan de Dios funcione.
Para empezar, tenemos que reconocer qué fue lo que al principio causó que Adán y
Eva se hicieran personas “sin desnudez”, por decirlo de alguna manera. Antes de que la
primer pareja pecara, podían exponerse a Dios y el uno al otro, sin temor y sin
vergüenza.
Sin embargo, cuando Eva comió la fruta y se la dio a Adán, y él comió,
inmediatamente algo cambió en su relación. De acuerdo a la Biblia, perdieron su
inocencia instantáneamente. Su desnudez sin impedimentos se perdió ante el temor y la
vergüenza.
A medida que el sabor de la fruta fresca estaba aún en sus labios, Adán y Eva
buscaron hojas para cubrirse sus órganos genitales. Antes de que comieran del fruto del
árbol del conocimiento del bien y el mal, sus órganos genitales, estaban descubiertos sin
vergüenza alguna.
Esto significa tres cosas:
1. Sus diferencias podían ser expresadas abiertamente. (Los genitales eran la diferencia
física más obvia.)
2. Podían tener intimidad sin impedimentos. (No había ropa que remover para el sexo.)
3. Sus áreas más sensibles podían ser expuestas sin temor. (Los órganos genitales son el
área más sensible del cuerpo.)
En contraste, las hojas de higuera con las que Adán y Eva se vistieron después que el
pecado entró en su relación con Dios, representan tres verdades:
1. Nuestras diferencias no pueden ser expresadas con seguridad donde el pecado está
presente.
2. El pecado daña, y a menudo destruye la atmósfera necesaria para engendrar la
intimidad.
3. Las áreas sensibles de nuestras vidas y los asuntos delicados en nuestras relaciones no
pueden ser expuestos con seguridad cuando el pecado está presente.
El pecado es el obstáculo más grande para ser abiertos
2. Para que la relación pueda proveer un clima propicio y por consiguiente una exposición total, la
pureza debe de ser mantenida por ambos miembros de la pareja
Génesis 2:25 dice que tanto el hombre como la mujer estaban desnudos. Por lo tanto,
la pureza no es exclusivamente para las mujeres y para los niños, sino también es para
los hombres. Ambos miembros de la pareja matrimonial deben de ser cuidadosos en
cuanto a lo que permiten entrar a sus vidas. El matrimonio es una unión tan cercana
entre un hombre y una mujer que cada cosa pensada, hecha, o dicha por cualquiera de
los dos afecta a la otra persona y al espíritu de la relación; no existe tal cosa como el
“pecado privado.”
Le he dado consejería a muchas parejas en las que uno de ellos insistía en que el
pecado de él o de ella, no estaba afectando al otro. ¿Acaso no sería absurdo decir que
uno se puede revolcar en el “lodo” para luego darle un abrazo a su cónyuge, y no
ensuciarle todo? Es igualmente absurdo pensar que puede albergar el “lodo” del pecado
en su vida sin que afecte a su cónyuge.
Por causa de esta verdad espiritual bastante práctica, un cónyuge tiene el derecho de
preocuparse acerca de toda área en la vida de su pareja; toda cosa hecha por esa persona
afectará directamente a la otra.
Cuando un ladrón quiere entrar a su casa, no necesita que usted deje todas las puertas
y las ventanas abiertas, él solamente necesita una manera de entrar. Si tan sólo puede
obtener un punto de entrada, entonces puede saquear su casa entera; lo mismo se aplica
al pecado.
El diablo no necesita que una persona peque en muchas áreas para poder destruir esa
vida o ese matrimonio, él solamente necesita un buen punto de entrada que le brinde
una “fortaleza” desde la cual pueda traer destrucción. Yo he visto gente devastada y
matrimonios destruidos porque alguien permitió pecado en solamente un área.
Ya sea su vida sexual, sus finanzas, las palabras de su boca, adicciones, o alguna otra
cosa, tiene que entender que desde ese punto de entrada el pecado ultimadamente va a
traer destrucción; quizás no suceda de un día para otro, pero es inevitable.
Considere esta ilustración de la naturaleza destructiva del pecado.
Cuando usted compra un automóvil nuevo, en la guantera encontrará el manual del
propietario de parte de la fábrica para informarle cómo es que la nueva maquinaria
debe de ser operada. Confiamos en que el fabricante provee esta información porque él
entiende cada detalle del vehículo.
Si en el manual existe alguna advertencia de no hacer cierta cosa o de cuidar el auto
de cierta manera de lo contrario podría haber daño, entonces sabemos que tiene sí que
ser cierto. Sabemos que las advertencias no llevan motivaciones personales. El
fabricante no nos dice qué hagamos o qué dejemos de hacer porque no quiere que nos
divirtamos. El fabricante nos dice estas cosas para que 1) podamos sacarle el mayor
provecho al automóvil, y 2) evitar el que dañemos nuestro vehículo.
Esta es una ilustración excelente de Dios y el matrimonio. Dios es el ‘Diseñador’ y el
‘Fabricante’ del matrimonio; su “manual de instrucciones” es la Biblia, en la cual Él nos
ha dicho qué cosas hagamos y qué cosas dejemos de hacer.
Algunas personas aparentemente piensan que Dios no sabe de lo que está hablando;
otros piensan que es un ogro que trata de impedir que nos divirtamos. La verdad es que
Dios es un creador amoroso que nos está comunicando a través de su palabra que
podemos disfrutar de la vida con plenitud sin hacernos daño a nosotros mismos y a los
demás.
El pecado está en contra del diseño de Dios, aunque puede que produzca un placer
provisional sin que haya destrucción inmediata, participar en pecado inicia un proceso
destructivo. Por ejemplo.
La mejor manera de prevenir que ocurra el resultado final del pecado, es deteniéndolo
desde el principio. El inicio del pecado es el mismo que el de Adán y Eva. Inicia cuando
el diablo se presenta asimismo como lo que no es: inocente e inofensivo.
Así como Satanás se disfrazó en el jardín para seducir a Eva, lo sigue haciendo hoy;
así como le mintió, diciéndole que el pecado iba a realzar su vida, lo mismo nos dice
hoy.
No obstante, recuerde que antes de que Adán y Eva pecaran, ellos tenían un
matrimonio perfecto, eran “una sola carne” en su desnudez, juntos sin ninguna
vergüenza en un paraíso de amor. También recuerde que después de haber pecado eran
dos personas solitarias escondiéndose de Dios y escondiéndose el uno del otro. ¡Qué
cuadro tan semejante al mundo de hoy!
En la primera epístola de Pedro, él advierte a sus lectores a que sean cuidadosos de la
presencia de Satanás en sus vidas. Pedro escribe:
Esto no quiere decir que los cristianos deban de estar en un estado paranoico, o
extremadamente “pendientes del diablo.” Lo que sí quiere decir es que deben de estar
alertas y ser cautelosos del verdadero enemigo que odia ver matrimonios saludables.
, La necesidad de conocer y entender que el poder de Satanás no es tan poderoso
como el poder de Dios, es aún más importante que ser cautelosos de las maquinaciones
de Satanás. Cuando un matrimonio está edificado sobre la palabra de Dios en una
atmósfera de pureza, el diablo no puede dañarlo. Pero cuando un cónyuge es seducido
por las mentiras de Satanás al permitirle al pecado y a la desobediencia a Dios entrar en
su vida, esa persona se encuentra entonces en el “territorio” de Satanás ¡Y el diablo vive
en un muy mal vecindario!
Recuerdo muchas de mis actitudes acerca del pecado cuando mi esposa y yo nos
acabábamos de casar. Aunque me consideraba a mí mismo como una “buena persona,”
yo realmente creía que algunos pecados no eran tan malos y que podían aún hasta
mejorar nuestro matrimonio. Tenía una imagen de Karen y yo teniendo un matrimonio
en el que asistíamos a la iglesia y éramos socialmente respetables, pero también en el
cual nos podíamos “divertir un poco.”
No pasó mucho tiempo sin que me diera cuenta que la “diversión” del pecado
conlleva un contragolpe severo. De hecho, muchos de los problemas que tuvimos al
principio de nuestro matrimonio pueden ser trazados a las raíces del pecado que había
permitido en mi vida. El pecado en vez de dar placer, nos dañó seriamente, y pronto
hubiera destruido nuestra relación.
La única respuesta fue ahuyentarlo de nuestras vidas y cuando lo hicimos,
encontramos el estilo de vida más agradable del mundo, uno de pureza y obediencia a
Dios. Viví más de veinte años de mi vida seriamente en pecado o chapoteando en él.
Desde entonces, he vivido más de veinte años de mi vida para el Señor. Aunque aún
estoy lejos de ser perfecto, he encontrado un a verdad que simplemente no creía en
aquellos primeros veinte años: ¡La pureza es “un reventón”!
Si es que usted tiene le misma actitud y creencia que yo tuve al principio, estas son
algunas pautas generales concernientes al pecado en el matrimonio, y algunos pasos
para establecer o restaurar la atmósfera de pureza en su relación.
La palabra de Dios nos dice que cambiemos el mal por bien y aún que amemos a
nuestros enemigos (Lucas 6:27-36). La revancha y el desquite nunca resolverán ningún
problema en el matrimonio. Esas actitudes y comportamientos sirven solamente para
perpetuar un problema y hasta pueden empeorarlo.
Tome la determinación en su mente de que no va a pecar como respuesta a algo que
su cónyuge haya hecho o dicho. De esta forma, su comportamiento podrá ser usado
por Dios para ayudar a su cónyuge a que lo respete y a que confíe en usted. El poder
del amor y la justicia es mayor al poder del mal.
Aquella persona que cree esta verdad y la pone en practica será bendecida; aquella
persona que no cree o actúa sobre esta verdad será lastimada y abatida en un
intercambio de por vida de mal por mal. Considere y aplique a su vida las palabras de 1
Pedro 3:1-2, NVI:
Así mismo, esposas, sométanse a sus esposos, de modo que si algunos de ellos no
creen a la palabra, puedan ser ganados más por el comportamiento de ustedes que por
sus palabras. Al observar su conducta íntegra y respetuosa.
La expresión sincera y del corazón: “Lo siento, estaba mal ¿Me perdonas?” Puede
sanar a un matrimonio más rápido que casi cualquier otra cosa. Sin embargo, la persona
que se niega a pedir perdón sufrirá en su matrimonio (en ocasiones ambas partes de la
pareja matrimonial no admiten sus fallas. ¡Entonces sí se pone grave el problema!).
Si confesamos nuestros pecados, Dios que es fiel y justo, nos los perdonará y nos
limpiará de toda maldad.
1 Juan 1:9, NVI
En otras palabras, si admitimos nuestras fallas a Dios, Él nos perdonará. Jesús murió
en la cruz para pagar por nuestros pecados. por lo tanto, cuando hemos pecado en
contra de Dios, no tenemos que pagar por ello, o “hacer penitencia”; sin embargo, sí
debemos de confesar honestamente el pecado para que Él nos pueda perdonar.
El mismo ciclo de pureza empieza en el matrimonio cuando un cónyuge admite que
él o ella estaba mal. Aunque su cónyuge no sea recíproco o responda positivamente,
usted debe de admitir sus errores para poder estar bien con Dios. La humildad y la
honestidad son dos virtudes en el matrimonio, inversiones que pagan altos beneficios.
Por otra parte, el orgullo y el engañarse a uno mismo conduce a una atmósfera donde
el exponerse el uno al otro es demasiado riesgoso. La epístola de Santiago ofrece dos
escrituras relacionadas a este asunto y es importante que las recordemos:
4. Perdone
Por que si perdona a otros sus ofensas, también los perdonará a ustedes su Padre celestial.
Pero si no perdonan a otros sus ofensas, tampoco su Padre les perdonará a ustedes las suyas.
El perdonar a los demás es algo que Dios toma muy en serio. Repetidamente a través
del Nuevo Testamento somos instruidos y advertidos acerca del perdón. No solamente
nos dijo Dios que no seríamos perdonados si no perdonamos a los demás, sino que
también nos dijo que la falta de perdón envenena nuestro corazón (Hebreos 12:15).
Si alguna vez ha estado alrededor de gente que no perdona, seguramente les habrá
escuchado hablar palabras venenosas acerca de personas hacia las cuales tiene
resentimientos. La falta de perdón se muestra en nuestro rostro, en nuestras palabras, y
en nuestras acciones.
El veneno de no perdonar daña aún más al vaso en el que es almacenado que a aquel
sobre el que es escupido. En otras palabras, el que resulta más dañado cuando no
perdona a los demás es usted mismo, aunque no le falte perdón para su cónyuge, los
sentimientos de resentimiento y amargura hacia otros en su vida afectan su matrimonio
negativamente.
De hecho, muchas veces es el cónyuge que se convierte en nuestro “costal de boxeo,”
la salida para el enojo y la frustración engendrada hacia los demás. Si a usted le falta
perdonar cosas concernientes a su pasado (padres, trabajo, amistades, relaciones
cercanas previas, o cualquier otra cosa) esto afectará negativamente todo en su vida,
especialmente el matrimonio, a no ser que lidie con su pasado con rectitud.
La falta de perdón es como una rata muerta en el desván: hace que toda la casa apeste
Sin embargo, somos bendecidos y renovados cuando perdonamos a otros y nos
deshacemos de pensamientos y sentimientos que no son saludables.
A continuación, cinco pasos hacia el perdón:
• Desate a la persona culpable del juicio personal. No continúe repasando la ofensa en
su mente, deje que sea Dios el juez.
• Bendiga y ore por esa persona. Jesús nos dijo que bendijéramos a aquellos que nos
maldicen y que oráramos por aquellos que nos maltratan (Lucas 6:28). Esta es
una de las maneras más poderosas de cambiar sentimientos negativos. El
resentimiento profundo y las heridas se convierten en amor y compasión a
medida que las palabras de amor y bendición empiezan a ser habladas por
aquellos que nos han hecho mal, aunque aún no se hayan disculpado.
• No saque a luz la herida en el futuro. Cuando Dios nos perdona, aleja nuestro
pecado tan lejos como del oriente hasta el occidente (Sal. 103: 12). En otras
palabras Dios no simplemente perdona, Él olvida. Aunque no podamos borrar
de nuestra memoria las experiencias, podemos tomar la decisión de no hacer
relucir ofensas del pasado. Esta decisión por sí misma puede mejorar
grandemente un matrimonio.
• Repita este proceso todas las veces que sea necesario. Continúe pasando por estos pasos
hasta que sienta que el perdón ha sido genuinamente desatado.
Hay muchas veces en el matrimonio cuando es necesario que las parejas se sienten y
hablen el uno con el otro acerca de algo que les molesta o les ha ofendido. Esto no es
recuperar viejas heridas, es resolver los problemas a medida que se presentan para que
la pareja pueda vivir en pureza. El ignorar un pecado significativo en un cónyuge es
peligroso tanto para uno mismo como para el cónyuge que está pecando.
El permitir que las heridas y frustraciones se acumulen es igualmente peligroso
porque un día esas cosas seguramente explotarán y saldrán a luz. Para que la pureza
exista, la pareja debe de comprometerse a hablar verdades amorosamente acerca de
aquellas cosas que afectan al matrimonio y son de interés para la otra persona. Esto no
quiere decir que ambos van a estar siempre de acuerdo, pero deben de permitir la
expresión libre de los sentimientos de su cónyuge sin sentirse rechazados y sin sentirse
atacados.
Al principio de mi matrimonio, mi esposa y yo esperábamos a confrontarnos el uno al
otro cuando estábamos ya enojados pero para entonces nuestras palabras eran hirientes.
Desde entonces hemos aprendido a resolver los problemas diariamente: no atacamos
los problemas de uno y del otro y tampoco los ignoramos, pero sí compartimos
amorosamente lo que creemos que es de importancia tanto para nosotros como para
nuestra relación; después hablamos y oramos acerca del asunto hasta que se resuelva.
Esta actitud hacia la comunicación y el compartir es una de las razones principales
por las cuales Karen y yo tenemos tantos sentimientos y experiencias positivas el uno
hacia el otro. La habilidad de hablar acerca de las áreas sensibles de nuestras vidas ha
mejorado grandemente nuestras vidas. Podemos relacionarnos el uno con el otro como
mejores amigos, confesarnos nuestros pecados, o revelarnos sentimientos profundos
sin ser acusados y sin desconfianza. Algunos quizás digan que esto es peligroso, mas yo
digo que es el diseño de Dios.
Sin embargo, algunas escrituras en Efesios deben de ser recordadas cuando dos
cónyuges se confrontan. Y estas son:
Más bien el vivir la verdad con amor, creceremos en todo hasta ser como aquel que
es la cabeza, es decir, Cristo.
Por tanto, dejando la mentira, hable cada uno a su prójimo con la verdad porque
todos somos miembros de un mismo cuerpo.
Si se enojan no pequen, no dejen que el sol se ponga estando aún enojados, ni den
cabida al diablo.
Efesios 4:15, 25-27, NVI
Puede ser que haya algunas cosas en la vida de su cónyuge que usted simplemente no
pueda cambiar, solamente Dios puede. Una vez que haya hablado la verdad en amor,
algunas veces su cónyuge entenderá y cambiará inmediatamente; pero algunas veces no.
En vez de tratar de imponer sus sentimientos a través de manipulación, intimidación, o
dominación, ore por su cónyuge.
Lo más que va a poder lograr sólo será que el comportamiento externo de su cónyuge
se conforme a sus deseos, pero al hacer esto, dañará su relación. Si usted ora por su
cónyuge Dios puede cambiar los corazones de ambos, entonces solamente se habrá
ganado a la otra persona completamente sin que haya dañado la relación en el proceso.
Después de haber dado consejería a cientos de parejas, le puedo decir con certeza que
no existe el compañero(a) perfecto. Sin embargo, a medida que nos hablamos la verdad
el uno al otro y oramos el uno por el otro, Dios puede edificar el matrimonio perfecto
sobre los cimientos de nuestra fe en Él. Considere una vez más el consejo en Santiago
5:16, NVI:
Por eso, confíense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean
sanados. La oración del justo es poderos y eficaz.