Está en la página 1de 2

Conceptos AUTOCOMPASIÓN Y RUMIACIÓN

La autocompasión es la postura adoptada con nosotros mismos de tipo benévolo y comprensiva,


especialmente a partir de situaciones dolorosas o de fracaso. La rumiación mental hace referencia al
dar vueltas una y otra vez a cualquier situación que nos preocupe, generándonos un bucle de
refuerzo, ya que aunque tendamos a pensar que cuanto más reflexionemos un problema más
tranquilos nos quedaremos, en realidad ocurre lo contrario en el sentido de que nunca nos
quedaremos tranquilos. Es un ciclo bastante similar al de obsesión-compulsión: tenemos un
pensamiento intrusivo y la compulsión realizada para aliviarla que acaba reforzando su aparición.

Todos tenemos ideas de autocompasión y rumiaciones que nos sirven para adaptarnos, en ocasiones,
al entorno. La aparición de estas dos variables no tiene por qué ser negativa en sí, pero si ambos
estados mentales traspasan un límite se consideraría patológico.

La autocompasión tendría el límite en dos puntos, uno donde si es demasiada puede llevar a la
autocomplacencia (y por ende a cierta vagancia) mientras que muy poca provocaría un
autocastigodemasiado elevado como para reforzarnos de manera eficiente ante cualquier reto. En el
caso de la rumiación obviamente, si es en exceso, generará un bloqueo emocional evidente y se
perderá demasiado tiempo revisando detalles nimios que nos distraerán de nuestra consecución de
objetivos.

El estrés actual y la preocupación constante


Solemos observar en consulta, principalmente, a víctimas de una sociedad especialmente
hipercompetitiva donde el valor del dinero o el poder prima por encima de todo, y se tiende a juzgar a
las personas en función del estatus laboral y socioeconómico.

Como animales intrínsecamente sociales, somos especialmente eficientes en compararnos y en


establecer jerarquías, con lo que la hiperconexión imperante tenderá a agravar este problema
sabiendo, asimismo, que la mayoría de las empresas que controlan las redes sociales tienen especial
interés en hacernos sentir mal o insatisfechos con nuestra vida para que la rueda del consumismo
siga girando sin parar. Un ejemplo concreto lo observamos en una conocida web americana donde
introduces los síntomas físicos que tienes para que esta te realice un diagnóstico en principio fiable y
científico. Está probado que el sesgo de esa web será siempre hacia darte un diagnóstico lo más
terrible posible para poder vender un servicio o tratamiento médico posteriormente.

Hay personas con factores predisponentes, especialmente vulnerables a este tipo de prácticas como
mínimo dudosamente éticas, ya sea por factores genéticos (antecedentes familiares de trastorno
obsesivo-compulsivo o depresión), eventos vitales negativos con la desesperación e indefensión
asociada… El hecho de tener un dispositivo con información cuasi ilimitada a nuestro alcance no
favorece a estos perfiles, con lo que tenemos que tener especial cuidado en cuidar y explicar ya desde
que somos niños que mucha información que verán ahí es dudosa por no decir directamente falsa.

Consecuencias
La falta de autocompasión correlacionaría positivamente con la aparición de trastornos
depresivos y la rumiación hacia lo obsesivo-compulsivo. Eso sí, hay que tener cuidado con ambas
etiquetas, ya que una cosa es el uso coloquial que se le puede dar y otra sería un trastorno clínico, que
podría requerir incluso de medicación.

Es importante intentar buscar soluciones cuando ambos problemas ocurren en un ámbito subclínico
(molestan pero no dominan nuestro día a día), teniendo en cuenta los factores de riesgo mencionados
anteriormente y sin tener ninguna vergüenza o reparo en pedir ayuda cuando la necesitemos. La
rumiación excesiva también está asociada a la aparición de sintomatología depresiva, especialmente
si sopesamos y damos vueltas a situaciones desagradables que ya han pasado (qué podríamos haber
hecho) en vez de centrarnos en planificar como abordamos problemas futuros. Como ya hemos
comentado alguna vez las emociones no son perniciosas en sí mismas, pero si estas dominan nuestro
día a día acabarán generando sesgos nocivos que nos impedirán ver la realidad de forma racional.

Posibles soluciones
En algunos casos lo ideal sería pedir ayuda profesional competente, pero decir también que en ambos
conceptos entra en juego la denominada metacognición o “pensar sobre cómo pensamos”, en el
sentido de que por solamente una semana algo más dispersos no tendríamos que ponernos en modo
catastrófico.

Lo importante es ver patrones (no es patológico estar con alto nivel de estrés en épocas de exámenes,
por ejemplo), y si estos se producen de manera repetida o grave y, sobre todo, ante circunstancias
que no tendrían que provocar tanto malestar, pues ahí tendríamos una pista para solicitar ayuda
externa.

Habría que estar muy atentos a los factores de riesgo o predisponentes, que es lo que nos permitirá
predecir inconvenientes mayores. Por ejemplo, como ocurre en el conocido síndrome del impostor, las
mujeres jóvenes suelen tener más predisposición a entrar en procesos patológicos de rumiación y
baja autocompasión, seguramente por la mayor presión social y estética a las que se ven sometidas.
Esto es todavía más relevante en etapas de neurodesarrollo especialmente sensibles como es la
adolescencia, donde existe una especial sensibilidad hacia el yo social y el juicio y las opiniones que el
entorno haga de ellos; con lo que habría que tener especial cuidado y educar la importancia de la
autorregulación emocional (por ellos y su entorno) para así evitar problemas mayores en el futuro

También podría gustarte