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Este es un libro que hechiza. Contiene mantras.

Y neologismos, balbuceos, pseudo-semas. Las distorsiones gramaticales en estos

poemas tienen algo de grimorio y nos recuerdan la razón por las que ambas

palabras comparten su raíz: es que la gramática fue siempre un asunto de las

brujas.

Este primer libro de Beatricia Braque es también un cuaderno de encantamientos.

En él ha registrado sus intuiciones sobre lo mágico, sus experiencias en los ámbitos

sutiles y sus derivas inter-dimensionales. La poeta nos comparte ese conocimiento

y nos invita a extraviarnos en las múltiples caras de las cosas, en sus posibilidades

cuánticas, ubicuas, atemporales. Nos abre a la mirada del todo y la parte, que

existen en simultaneidad.

Heredera de una tradición lírica fascinada por la melancolía, la poeta lleva ésta a

otro nivel, a la remembranza akháshica, a la añoranza por sus vidas pasadas, a la

nostalgia por sus orígenes celestes. Beatricia constela, conjura y documenta la

transición de la humana que ahora es hasta su ser cósmico que será y fue y ya está

siendo.
Como una heroína que siguiera los pasos de una iniciación chamánica, rechaza en

momentos la visión que el universo le concede, y en el tránsito de aceptarla,

reflexiona sobre el estado de la materia que da forma a los hechizos: sobre las

palabras, lo que son, o pueden ser, para finalmente elegir el canto, que se siente

como aquel rumor de antes que aprendiéramos a hablar, tan similar a los idiomas

de quienes a veces nos visitan desde otros sistemas planetarios.

Beatricia nos convida así de su aventura astral y quedamos tránsides también,

testigos del desmembramiento de esta voz hacia un quién sabe qué dulcísimo de

tan ultraterrestre.

Diana Garza Islas

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