Está en la página 1de 3

Canto, música y ritual en la concepción

cosmogónica del chamanismo

POR: Ronny Velazquez – Fundación de Etnomusicología y Folklore de la Universidad


Central de Venezuela.

En las culturas aborígenes, el canto chamánico y la ejecución de instrumentos musicales son


de orden prioritario para la comunicación con los espíritus auxiliares o dañinos. También son
necesarios en los viajes estáticos para alcanzar los más sorprendentes y representativos
niveles de exaltación poética y metafórica.

En este sentido, es el espacio, en el cual se difunden los sonidos, el concepto que adquiere
una isotopía jerárquica preponderante ya que ese espacio, como hemos dicho, es el mismo
que ocupan los espíritus, los dioses, los semidioses y los héroes culturales.

El chamán asciende en la realización de diversos ritos y ceremonias. Tiene la convicción de


que en esa elevación de su espíritu, en conjunción con la elevación de los sonidos, encontrará
el espíritu poderoso que se trasmutará con su música y con su bebida, sea chicha o cualquier
otro estimulante. Sabe que ese espíritu lo guiará en la búsqueda y obtención del logro que
persigue o en el encuentro con el espíritu del bien o ante el enfrentamiento con el espíritu del
mal.
Ésta es la imagen que de una u otra manera establece una considerable relación entre la
elevación y las caídas en abismos insondables o en la gravitación del cuerpo o en la
potencialidad para realizar los viajes catabáticos a través de las diferentes capas de la tierra.

Ese vuelo mágico del chamán, aunado a los sonidos del canto y a la ejecución de algunos
instrumentos, es, por sus propias características, una “metáfora axiomática”. Es evidente
desde el punto de vista chamánico, pero indescriptible desde la lógica racionalizada. Sólo la
explicación chamánica es la única capaz de describirlo y la investigación sobre terreno, la
única experiencia capaz de percibirlo e, inclusive, sentirlo.

La acción chamánica no sólo se lanza hacia lo conocido, sino también hacia lo desconocido.
Por tanto, reafirmamos: nada lo explica, no es un axioma ni una ley desde el punto de vista de
las ciencias, es más bien un comprensión del mundo en el cual las estructuras están ausentes
y nada obedece a una lógica, sino más bien a las ilogicidades, y no obstante funciona. Es,
desde su punto de vista, la concreción de un mito y la realización de múltiples metáforas. Su
propia descripción lo explica todo desde una concepción emic.

El vuelo mágico y la elevación de los sonidos del canto o de los instrumentos musicales
representan la trascendencia que sobrepasa las limitaciones del hombre; por este
convencimiento, el vuelo mágico, la música y el éxtasis chamánico son absolutamente
indispensables en todo acercamiento a la concepción cosmogónica del cuerpo en las culturas
aborígenes.

Los chamanes explican que tanto los espíritus auxiliares como los adversos, así como los
dioses y semidioses, gustan de escuchar el canto y los sonidos de los instrumentos musicales.
También aman las bebidas embriagantes e inclusive, estando ebrios, se enamoran de los seres
humanos. Esta coyuntura es favorable para la práctica chamánica que desee establecer los
mejores contactos con los espíritus.

Para la concepción chamánica, la primera necesidad es dominar el sonido; una vez logrado
este principio, se llega al vuelo, o a los viajes y se dominan los elementos principales como el
fuego, el aire y el agua. Cada uno de estos elementos, como bien los definía Paracelso, tienen
la condición virtual de sus oposiciones: el fuego calienta, asa y quema. Es decir, el fuego da
vida pero también destruye. El elemento agua es vida, quita la sed, pero también ahoga. El
elemento aire es vida, pero también es destrucción si se sobrepasa de poderes.

Frente a esos tres elementos de potencialidad creativa y destructora a la vez, el canto


chamánico y la ejecución de los instrumentos musicales adecuados son los mediadores para
convertir todas sus acciones en positividad. De esta manera, el canto chamánico se acerca a
los espíritus de la vida, convence a los espíritus de la destrucción y apacigua y reorienta a los
espíritus eternos para que realicen acciones creativas.

Con todo, el elemento aire es el que hasta ahora ostenta la jerarquía primordial y de poder
virtual y, por tanto, el sonido es el elemento físico de significación preponderante en toda
comunciación chamánica.

Los sonajeros o maracas, idiófonos de sacudimiento, son asociados al cosmos. El chamán que
posee una maraca y sabe ejecutarla y conoce sus senderos, es poseedor del mundo. Lo mismo
ocurre con el kultrún mapuche. Para un machi, poseer un kultrún en su mano izquierda y
ejecutarlo es poder dominar el mundo; en -se timbal semiesférico está la representación del
mundo y su sonido es la voz del machi que se eleva para tramontar todas las sendas y llegar a
Wenu Mapu, la tierra eterna de lo infinito.

La misma concepción mapuche y un instrumento similar es aún empleado por los chamanes
altaicos de Siberia, donde posiblemente se encuentran los rasgos más antiguos de nuestras
prácticas chamánicas, y también en aborígenes norteamericanos y canadienses de esta
centuria.

Las flautas, los silbatos y las cañas sonoras como ya hemos explicado, están asociados a la
procreación, al nacimiento y a los viajes del espíritu a través del cuerpo del ser humano y a
través de las capas de la tierra. Con sus sonidos se percibe el mágico nacimiento del mundo y
de la vida.

El arco musical monocorde, universalmente conocido, que utiliza la boca como caja de
resonancia, es otro instrumento de comunicación con los espíritus. Los espíritus buenos y
adversos no se resisten ante tales sonidos y acuden de manera inmediata. El arco musical está
asociado al Arco Iris tanto en las culturas aborígenes mesoamericanas, como entre los shuaras
de la selva ecuatorial. Esta asociación con el Arco Iris representa los caminos que ostentan
los poderes del bien y del mal, necesarios en toda relación chamánica. Este arco también
extiende su asociación a la serpiente cascabel, que representa la virtud y la prudencia y es
aliada del chamán en las curas sobre mordeduras de serpientes venenosas.

El turu-turu es un mirlitón de los mískitos de Honduras que está compuesto por una pequeña
caña y una membrana de ala de murciélago (sakanki watla). Este instrumento, introducido en
la boca del chamán especialista, sirve para comunicarse con los espíritus de los muertos que
están ya lejanos. La caña, en este caso, representa el espíritu de los perros primigenios y el ala
de murciélago sirve para ayudar al chamán a viajar por el mundo de las tinieblas.

También, entre los piaroas de Venezuela, existe otro instrumento de utilización chamánica
para comunicarse con los espíritus de los muertos. Se llama wora; está conformado de una
olla de barro que posee tres agujeros que cumplen función acústica. En ella se soplan dos
cañas. Su sonido lúgubre produce el traslado del chamán al interior de las rocas, lugares
donde moran sus antepasados.

También existen muchísmas otras flautas y silbatos, así como ocarinas elaboradas de cañas,
huesos, cráneos de jaguares, venados, monos, etc., y también instrumentos que se ejecutan
por frotación, como los elaborados con caparazones de tortuga, que también usaban los
mayas (el ayotl); también se usan trompetas de cuerno de ganado para adquirir su fuerza y
flautas y ocarinas de barro, etc. Todos ellos son instrumentos auxiliares dentro de la práctica
chamánica, terapéutica, ritual o festiva.

También podría gustarte