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Encorvar la postura: Adoptar una postura encorvada se vincula con bajos niveles
de energía, tristeza y tendencia depresiva. El encogimiento corporal da imagen de
baja autoestima y falta de confianza.
Dar la mano sin firmeza: Un apretón de manos sin energía -o sin contactar
completamente ambas palmas-, puede interpretarse como falta de autoridad o una
personalidad débil. Por el contrario, un exceso de fuerza puede entenderse como
agresividad.
Contraer los brazos: Cruzar o contraer los brazos no siempre es una postura de
cierre, depende del contexto y del resto del lenguaje corporal, pero puede
apreciarse como una barrera, bloqueo o falta de transparencia.
Mirar hacia abajo: Bajar la mirada mientras hablamos resta fuerza a nuestra
argumentación y nos hace parecer débiles, inseguros o incómodos, a no ser que lo
hagamos como un gesto reflexivo.
Echarse hacia atrás: Inclinar hacia atrás el cuerpo o separarnos excesivamente
de nuestro interlocutor expresa desagrado, falta de interés o desconfianza.
Invadir el espacio íntimo: Ocupar el espacio íntimo de otra persona, o tocar sus
objetos personales o de trabajo, te presenta como alguien irrespetuoso y que no
tiene claros los límites. (La distancia íntima depende de la cultura y la personalidad,
aunque generalmente la referencia es unos 45 centímetros).
Mirar el reloj: Consultar el reloj cuando alguien nos habla o mirar más allá de
nuestro interlocutor puede comunicar desinterés y arrogancia.
Fruncir el ceño: Juntar y bajar las cejas sobre la nariz es una expresión típica de
ira, que puede interpretarse como infelicidad o desacuerdo. Muchas veces lo
hacemos de forma inconsciente, cuando nos interesamos por algo o enfocamos la
mirada.