Está en la página 1de 7

ISFD y T Nro 83

FILOSOFÍA
Profesora: Andrasi Zulma Mariel
Mail: marielandrasi@gmail.com
Apunte de Clase 3
Sócrates en el Eutifròn y Menòn
Retomemos la pregunta socrática ¿QUÈ ES X? La prioridad del ¿qué es? va junto con
la necesidad de despejar ambigüedades del lenguaje, esto es, aclarar qué significan las
palabras que estamos usando y, naturalmente, aquello a lo que las palabras refieren.
Se trata de saber si las palabras representan lo que están nombrando o simplemente
son formas vacías. A esto se lo llama definición esencial o definición nominal.
Este asunto se ve claramente en el Eutifròn, que es un diálogo temprano (Platón) y
donde aparece un vocabulario muy preciso. Sócrates se encuentra con Eutifròn, un
entendido en asuntos religiosos, cerca del pórtico del Rey que era un recinto próximo al
ágora donde el arconte recibía las denuncias e informaba oficialmente a los acusados
(como si fuera Tribunales). Eutifròn se sorprende de verlo allí y Sócrates le dice que va
a responder a una acusación que le han hecho por impiedad. Acusan a Sócrates de
impiedad, es decir, de corromper a los jóvenes e introducir nuevos dioses. Eutifròn en
cambio, va para iniciar una demanda judicial por impiedad contra su propio padre. Eso
suena raro y, en Grecia clásica, se diría que suena casi contradictorio. Eutifròn va a
acusar de impiedad a su padre cuando precisamente, la piedad consiste en buena parte
en el respeto hacia el padre. Sócrates aprovecha para decirle que, si va a hacer una
denuncia de impiedad, es porque previamente tiene que saber qué es la piedad. Y que
le vendría muy bien -agrega Sócrates- que le enseñara qué es la piedad, ya que el
mismo tiene que defenderse de una acusación de impiedad.
El caso que Platón presenta en este diálogo es difícil de discernir desde el punto de
vista ético. Es un caso donde surge claramente un dilema moral. ¿Por qué está
acusando Eutifròn a su padre? Y Eutifròn lo acusa porque el padre ha dejado morir a un
jornalero, a un trabajador. Pero ocurre que este jornalero había asesinado a un esclavo
del padre de Eutifròn. Entonces el padre de Eutifròn, que es un ciudadano honesto, lo
hace atar de pies y manos y lo mete en un foso. Mientras tanto, envía a una persona a
Atenas para que el exegeta (el que interpreta las leyes religiosas), le explique cómo
proceder con este jornalero. Pero ocurre que mientras este hombre marcha a Atenas, el
jornalero queda descuidado. El padre de Eutifròn no le da de comer, ni beber y el
jornalero muere. En cierto sentido, el padre de Eutifròn actúo bien ya que el jornalero
había cometido un asesinato, pero no es inocente, porque las medidas que tomó
ocasionaron la muerte al jornalero. Con lo cual queda planteado el dilema moral.
Volvamos al encuentro de Sócrates y Eutifròn. ¿Qué es lo pío y qué es lo impío? Pero
además le está indicando qué es lo que él espera como respuesta. Cuando pregunta
¿qué es lo pío? Quiere que le diga algo que sea idéntico a si mismo en toda acción a la
que pueda dar nombre de pía. Y lo impío, a su vez, que es lo contrario pero semejante
a si mismo, tiene que poseer un carácter o una forma (idea) única conforme a su piedad.
En los primeros diálogos Sócrates no elige a sus interlocutores azarosamente. Y le
pregunta a Eutifròn qué es la piedad porque es un experto en cuestiones religiosas.
Eutifròn está proponiendo algún tipo de definición. No dice que únicamente es pío el
acto que él está realizando, sino que el acto que él está realizando es pío porque lo pío
consiste en enjuiciar al que comete una injusticia. Y esta es la definición que está dando:
la piedad consiste en dar el merecido castigo a quien ha cometido una falta en contra
de sus deberes. Pero sigue habiendo una falta en su definición. ¿Cuál es la falla que
Sócrates encuentra en esta respuesta? La primera falla de Eutifròn es responder con un
acto particular: estoy acusando a mi padre y eso es ser piadoso. Sócrates le dice que
no, que ése es un hecho particular y él quiere una definición. Eutifròn le da una
definición, pero esa definición ahora tiene otra falla. Lo que le pasa a esa definición es
que no cumple con el requisito que está exigiendo Sócrates, esto es, que se trate de
algo único para todos los casos posibles de ser pío.
El texto clave es el parlamento de Sócrates: enséñame entonces cuál es esa forma
misma a fin de que, dirigiendo la mirada y usándola como modelo (paràdeigma), pueda
afirmar que tus actos son píos y distinguirlos de los que no son píos. Platón no es
inocente en este pasaje, más adelante veremos cómo concibe la idea Platón y por qué
necesita que sean un modelo universal. Entonces, lo que se está buscando es un patrón
objetivo de valores.
Una de las características que ya conocemos, es que los diálogos tempranos son
aporèticos, esto es que terminan sin una respuesta al problema que se había planteado.
El procedimiento que utiliza Sócrates es refutativo. Refutación en griego es èlenchos, y
por eso se habla de procedimiento elènchtico aun cuando Sócrates jamás diga tener un
método. La fórmula lógica de la refutación es la del Modus Tollens: A entonces B.
No B, entonces no A.
En el Menòn aparece cuál es el valor del èlenchos. Lo que se sostiene es que para
aprender es necesario reconocer primero que no se sabe. El èlenchos, entonces, no
incrementa el conocimiento, pero engendra el deseo de conocer. El objetivo del
èlenchos no es pasar de una opinión falsa a una verdadera. El objetivo es eliminar todas
las falsas creencias y esto se entiende como un proceso de purificación.

Platón (427-347)

Aristocles, apodado y conocido como Platón (por sus hombros anchos) nació en Atenas
en el seno de una familia aristocrática. Después de dedicarse a la poesía, se consagró
a los estudios filosóficos, siguiendo las enseñanzas de Crátilo, seguidor de Heráclito. A
los veinte años entró en contacto con Sócrates, que determinaría su pensamiento y al
cual elige interlocutor en sus diálogos poniendo en boca de él sus propias doctrinas, a
modo de homenaje. Hacia el 385 a.C estableció su Academia, así llamada y ubicada en
un gimnasio consagrado al héroe Academo1.
Las obras de Platón que nos llegan completas y se pueden dividir en cuatro etapas de
su pensamiento. En primer lugar, los diálogos de juventud que se dice reproducen la
filosofía de Sócrates, entre ellos: Apología (defensa y retrato de Sócrates), Laques (el

1Academo, héroe ateniense, que descubrió a Cástor y Pólux, cuando invadieron el Ática para libertar a su
hermana Elena, el sitio en que estaba oculta. En recompensa, los dos hermanos exceptuaron de la
conquista la tierra perteneciente a Academo, a orillas del Cefiso, a 6 estadios de Atenas. Con el tiempo se
convirtió èsta en un jardín de olivos y de plátanos que tomó el nombre de Academia, derivado del de su
poseedor. Diccionario Enciclopédico Hispanoamericano (2007). Vol.1, pàgs.196-197
valor), Iòn (la poesía como don divino), Protágoras (la virtud ¿si es enseñable?, Eutifròn
(la piedad), Critón (problemas cívicos) y Càrmides (la templanza).
En la segunda etapa, conocida como de transición encontramos a: Gorgias (retórica y
política), Crátilo (significación de las palabras), Hipias mayor y Menor (sobre la belleza
el primero y sobre la verdad el segundo), Eutidemo (la erística sofista), Menòn (¿es
enseñable la virtud), Meneceno (parodia sobre las oraciones fúnebres).
En la tercera etapa, la de madurez, encontramos a: Fedón (sobre la inmortalidad del
alma), Banquete (sobre el amor), Fedro (el amor, la belleza y el destino del alma) y
República (política, metafísica, gnoseología, ética, pedagogía, entre otros temas, siendo
una de las obras más importantes de él).
Por último, la cuarta etapa, conocida por sus diálogos críticos y de vejez: Parménides
(crítica a la teoría de las ideas), Teeteto (sobre el conocimiento), Sofista (lenguaje
retórica y conocimientos), Político (política y filosofía. Filebo, (placer y el bien), Timeo
(cosmogonía), Critias (Mito de la Atlántida), Leyes (la ciudad ideal, revisión pesimista de
la República) y Carta VII (en esta carta Platón presenta su conocida y breve
autobiografía).
El conocimiento verdadero
Como su maestro, Platón está persuadido de que el verdadero saber no puede referirse
a lo que cambia sino a lo permanente. Así considera que el verdadero conocimiento
(episteme), habrá de referirse, no a lo sensible y cambiante, sino al conocimiento de los
conceptos inmutables y eternos a los que llamó IDEAS. Estas ideas constituyen el
fundamento último de toda realidad, Platón las concibió como lo real, lo efectivamente
existente.
Sólo ellas pueden construir la verdadera ciencia. El conocimiento vacilante y
contradictorio es mera opinión (doxa).

IDEAS COSAS SENSIBLES


ÙNICAS MÙLTIPLES
INMUTABLES MUTABLES
IDÈNTICAS ASÌ MISMAS CONTRADICTORIAS
INTEMPORALES TEMPORALES
NECESARIAS Y UNIVERSALES CONTINGENTES Y PARTICULARES
PARTICIPADAS PARTICIPANTES
MODELOS COPIAS, IMITACIONES
INDEPENDIENTES DEPENDIENTES
REALIDADES FENÒMENOS
PERFECTAS IMPERFECTAS

Lo permanente e inmutable se encuentra en el mundo de las ideas, el mundo inteligible,


del cual el mundo sensible no es más que copia o imitación. Las cosas sensibles
“participan” de las ideas (problema de lo Uno y lo múltiple), pero no es más que un
aproximarse en mayor o menor medida, pero no alcanzar dichas ideas. El alma de la
persona ha conocido las ideas antes de nacer y luego al venir a este mundo las ha
olvidado, han quedado latentes. El alma inmortal de la persona ha contemplado la
verdad única y eterna (en esto es semejante a los dioses) y al nacer es prisionera de un
cuerpo que nace y muere. Se halla sujeta a los deseos de ese cuerpo pues ha olvidado
su origen divino. Aprender no es sino recordar lo permanente, pasar de lo sensible a lo
inteligible. El alma debe apartarse de lo cambiante, múltiple y diverso y dirigir la mirada
hacia si misma donde ha quedado la huella de la verdad de las ideas. “La filosofía es el
diálogo del alma consigo misma”. Así pues, con Platón la auténtica realidad no es de
este mundo, y la pregunta por una explicación última de la realidad es contestada
despreciando el testimonio de los sentidos y afirmando la existencia de una realidad que
es metafísica, es decir, va más allá de la realidad natural.
Teoría de la reminiscencia (anàmnesis)
La anamnesis podemos encontrarla en varios textos de Platón, negar que conforma
parte de las creencias de este filósofo es negarle la importancia que el mismo le da.
Tal como nos señala Droz (1993), cuatro textos evocan la anàmnesis. En primer lugar,
el célebre pasaje del Menòn (80d-86c). Sócrates, invocando la inmortalidad y la
transmigración de las almas (influencia pitagórica), afirma la convicción de que buscar
y aprender no son sino recordar, es decir, encontrar en uno mismo, en su propio interior,
un saber ya presente. En el Fedón (72 c-73b), la reminiscencia es parte integrante de
una delicada argumentación dialéctica y sirve de segunda prueba de la inmortalidad del
alma: si la ciencia existe es reminiscencia y entonces el alma preexiste necesariamente
al cuerpo. En el Fedro (249b-250b), en el pasaje inmediatamente al tronco alado, enlaza
la reminiscencia con una existencia preempìrica del alma en contacto con las Esencias
absolutas y las realidades en sí. Por último, en el Teeteto (148 e-151d) que, sin
nombrarlo de manera explícita, evoca la reminiscencia mediante la alusión bien
conocida a la labor de alumbramiento del alma, que acaba de dar a luz la verdad de la
que está en cinta.
En el Menòn, texto que ya conocemos, la reminiscencia es introducida casi
fortuitamente, como una especie de paréntesis, en respuesta a la pregunta sofística de
Menòn-. ¿Cómo podemos buscar lo que no conocemos? Negándose a entrar en una
vana charla, Sócrates se contenta con invocar a la autoridad de personas hábiles en
cosas divinas, como sacerdotes o poetas. Su mensaje sería el siguiente: el alma es
inmortal y renace varias veces. Por tanto, antes de toda existencia encarnada ha
contemplado todas las cosas y poseído conocimiento. De todos modos, el encuentro
con el conocimiento no puede darse sin esfuerzo y tenacidad. Pero todos pueden
acceder al mismo, incluso un esclavo analfabeto, si es dirigido por un buen guía y es
tenaz en su voluntad. Vale decir, que el sujeto que conoce no es pasivo sino
eminentemente activo (esclavo), piensa y encadena conocimientos, como la naturaleza
está encadenada.
República, Lvi y Lvii
La República es una de las obras más extensas de Platón y encarna su proyecto político
cuya columna vertebral es el tema de la justicia. Para poder tener un Estado bueno,
debe ser justo. Y en esta obra, concibe que Un Estado bueno sería posible en el caso
en que filosofía y gobierno coincidiesen. Si bien no vamos a adentrarnos en el tema, la
obra que está compuesta por diez libros abarca distintos ámbitos de reflexión.
El Lvi nos presenta lo que se conoce como la alegoría de la línea. Por alegoría no vamos
a entender mito, sino, imagen, Platón nos invita a realizar un experimento mental para
poder plasmar sus ideas.
El Lvi tiene un acento fuertemente gnoseológico o epistemológico, ya que en la línea
dividida a Platón le interesa mostrar los distintos modos de saber que van a tener su
correlato en los distintos modos de ser.
En el Lvii el acento está puesto en lo pedagógico político. Es decir, Platón insiste
fuertemente en que la educación tiene que lograr un giro total del alma, es una
conversión total del alma (Alegoría de la caverna). Insiste fuertemente en el papel de la
educación. Una naturaleza puede ser excelente, pero si no está acompañada por la
educación adecuada se echa a perder. Mientras que una naturaleza un poco menos
dotada con una adecuada educación puede lograr mejorarse. Entonces, lo que le
interesa es ver cuál es la educación adecuada para la naturaleza filosófica. Propone
entonces que esas naturalezas filosóficas sean educadas desde muy temprana edad, a
través de la música y de la gimnasia, que son disciplinas por las que debía pasar todo
niño y todo joven en Grecia. Desde los tres a los seis años prescribe una formación
física, moral o intelectual, de los siete a los dieciséis años los alumnos reciben una
educación física e intelectual: música para el alma y gimnasia para el cuerpo. De los
diecisiete años a los 20 los jóvenes deben adiestrarse en los ejercicios militares, a los
que deben someterse tanto hombres como mujeres. Después de los veinte años
recibirán educación sólo los más dotados, los cuales formarán la base de los
gobernantes. Durante diez años el magistrado estudiará matemática, geometría,
astronomía y música. A esta educación científica se le sumará cinco años más de
enseñanza en la dialéctica que desenvuelve la facultad superior de las personas, la
razón. Se enseña a elevarse al mundo de las ideas, o sea al de las verdades eternas.
El màthema supremo al que hay que llegar, el objeto supremo de conocimiento es la
idea de Bien. Sólo si se alcanza a conocer la idea de Bien entonces, se puede reconocer
las cosas justas y todas las demás se vuelven útiles y valiosas. En el Estado proyectado
por Platón, la formación moral no se completa sino quince años después de la
participación en la vida activa de la ciudad. El arte en esta sociedad no tiene lugar, ya
que los poetas para Platón ejercen una influencia negativa y quieren que sean
desterrados de su República. La poesía según Platón se aleja de la verdad porque no
se dirige a la parte racional del alma sino a su parte ciega y apasionada. Los poetas
representan fantasmas y sombras de lo verdadero y no sirven para mejorar y crear
nuevas leyes.
Bibliografía
Carpio, R., (2015). Principios de Filosofía, Buenos Aires: Paidós. Cap.V
Droz, G. (1993). Los mitos platónicos, Barcelona: Editorial Labor. Págs. 64-69
Platón, (2012). República. Buenos Aires: Editorial Eudeba. Lvi y Lvii

También podría gustarte