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Nuevas Miradas sobre Género y Etnicidad (10°ed.

)
Lección 1.1
Lección 1.1 ¿Encubrimiento o Descubrimiento?
En esta primera lección, examinaremos desde una visión crítica, las interpretaciones oficiales que rodean el
descubrimiento de América, analizando los mitos y el encubrimiento de la verdad que, a menudo presenta
la historia, sobre este hecho fundamental, para comprender el presente de nuestro continente.

Te invitamos, entonces, a revisar la videoclase del Profesor Claudio Millacura.

El descubrimiento de América en 1492, fue uno de los hechos más importantes de la historia Europea y
condicionó la evolución política, social y económica de los siglos venideros.
La historia oficial la hemos aprendido a través de la escuela y sus textos obligatorios de estudio.
Pero, en esta oportunidad, es necesario que conozcamos una nueva versión de este evento histórico que
sitúa a Europa como el centro de la acción y, a América y sus habitantes, como su periferia.
En esta primera lección, reflexionaremos sobre la imagen que tenemos actualmente de esta Europa
moderna y de su proceso de descubrimiento y conquista de América. Y buscaremos analizar cómo estas
imágenes han ido construyendo mitos y encubriendo verdades, que conforman nuestra historia y
nuestra propia identidad.
Con la ayuda de autores como Dusell, O´Gorman o Aura Cumes entonces es que los invito a conocer
nuestra versión de este proceso de descubrimiento o encubrimiento.
De acuerdo a la historia que nos han enseñado, existiría una supuesta continuidad Grecia Roma - Europa
pero esto es un invento ideológico de fines del siglo XVIII y que consagra el modelo ario y racista.
En realidad, durante gran parte de la historia europea, la verdadera Europa se ubicaba al norte de la magna
Grecia e Italia y esta era ocupada por los bárbaros; mientras que lo civilizado era patrimonio
por excelencia de Asia y Egipto.
En la versión que conocemos, Europa aparece como el centro de una historia mundial, que comienza en el
año 1492 y que sitúa a España como la primera nación moderna.
De acuerdo a esta visión eurocéntrica, la "razón moderna" justificaría la violenta conquista de América;
porque supone la supremacía de un pensamiento ilustrado, por sobre un pensamiento bárbaro, propio de
las colonias y sus habitantes.
Al respecto, la historia nos enseña que las ideas acerca de la superioridad europea, surgen recién en los
siglos XVIII y XIX.
Antes de ello, si a excepción de la América conquistada y colonizada, Europa no tenía la fuerza para
transformarse en dominador.
Es entonces, el dominio de América y la conquista de sus territorios y sus habitantes, lo que le permite a
Europa obtener ventajas comparativas, frente a otras regiones del mundo, La historia oficial nos habla
del impacto que produce el descubrimiento de América en Europa, pero oculta los antecedentes que nos
muestran que tanto Colón, como los europeos se resistían a la idea de aceptar la irrupción de un nuevo
mundo.
La causa de esta resistencia se debe a que ponía en cuestionamiento todo un sistema de pensamiento.
Por ello, la insistencia de Colón en afirmar que había llegado a las Indias Orientales, no lo debemos
entender como un error; sino como el inicio de un proceso de transformación de un ser a otro.
en las indias orientales a la america que conocemos. La aparición de América en la cartografía mental de
Europa fue un proceso complejo, que remeció la concepción misma del ser humano en el siglo XVI.
Hasta ese entonces, el género humano era entendido como algo constante en el espacio y en el tiempo.
Las diferencias culturales se explicaban a través de los ritmos de desarrollo histórico.
Las diferencias culturales entre indios y europeos no es el resultado de distintas disposiciones psicológicas
o modelos de sociedad; síno el lugar que sus culturas habían alcanzado en una escala
temporal histórica.
De acuerdo a estas teorías, los indios americanos debido a su educación escasa y bárbara, estaban
incapacitados temporalmente para crear sociedades civiles.
Por lo tanto, la Corona Española tenía el deber cristiano de cuidar estos pueblos que todavía se
encontraban en una condición de ignorancia infantil.
Sin embargo, las crónicas de la época muestran que, a medida que avanzaba en América, el
expansionismo europeo, también lo hacía la práctica de la esclavitud como forma de dominación.
aceptada.
Estos esclavos indígenas eran utilizados como guías, cargadores, constructores, y, muchas veces, como
leales aliados en su lucha en contra de pueblos históricamente rivales de los esclavos indígenas.
Ello dió origen a un largo debate acerca de la condición del indio americano, entre aquellos que lo
consideraban esclavo y quienes abogaban por que fueran tratados con hombres libres, súbditos de la
Corona.
Si bien ya, en 1501, los reyes católicos dieron instrucciones en la que se insistía que los indios no fueran
tratados como esclavos, debieron transcurrir varios decenios para que el cambio de relaciones entre
indígenas y europeos, fuese respetado y se reconociera la igualdad jurídica entre colonos y nativos
americanos, dada su condición de cristianos.
En suma, la invención y conquista de América, fue uno de los más intensos procesos de confrontación
entre identidades e historias que nos habla, en definitiva, de la incapacidad del hombre en aceptar a un
otro distinto, cuya existencia equivalía a romper con la concepción unitaria de un mundo construido sobre
el dogma de la unidad fundamental del género humano.

Durante el descubrimiento y conquista de América, los lugares, creencias y costumbres de esta tierra
y sus habitantes fueron renombrados y silenciada las lenguas y sus hablantes.
En la lección anterior dimos cuenta de este encubrimiento y revisamos críticamente, las teorías que sitúan
lo europeo como aquello que ha alcanzado la máxima evolución en la historia de la humanidad.
En oposición al atraso de los habitantes de las colonias; afirmando la inferioridad de lo indígena, frente
a la supremacía cultural europea Esta segunda lección recoge la noción de encubrimiento de América y
busca
reflexionar y cuestionarse acerca de cómo este nuevo conocimiento que emerge desde Latinoamérica
incluye lo femenino y sus luchas.
Como afirmamos en la lección anterior, la esclavitud de los indios americanos fue prohibida en las colonias
durante el siglo XVI.
No obstante, el trabajo asalariado que la historia reconoce como forma principal del capitalismo, estuvo
reservado solamente para hombres blancos.
Diversos autores señalan que el trabajo libre asalariado no podría haberse desarrollado ni sostenido en el
tiempo sin las colonias. Es decir, sin esclavos africanos y servidumbre indígena, no habría capitalismo.
La historia que conocemos reconoce esta connotación racial del trabajo asalariado, dejando en claro que la
idea de raza reordenó el conjunto de normas y reglas de la sociedad colonial y permitió la clasificación
social
de los habitantes de América, de acuerdo con su relación con el cristianismo, la pureza de sangre y la
lengua materna.
Es decir, qué tan americanos o qué tan europeos somos?
Sin embargo, esta misma historia no profundiza mayormente en la connotación de género, de su definición
del trabajo asalariado, que encubre que, para expandir el trabajo asalariado que realizan los hombres
libres, fue necesario primero someter a las mujeres, tanto en la metrópolis, como en las colonias.
Así, laos reinos de Europa del siglo XV, protestantes o católicos, sometieron a las mujeres, a través de la
caza de brujas.
Mientras que, en las colonias, el sometimiento de las mujeres se materializó, a través de las violaciones
masivas de indígenas, como instrumento de guerra, de conquista y asentamiento colonial.
Para entender cabalmente estos fenómenos, resulta necesario sacudirnos de los parámetros
europeizantes,
que inundan nuestra condición americana.
Y qué duda cabe, el feminismo y sus categorías, esa es una de ellas.
En general, las teorías feministas predominantes, originadas en Europa y Estados Unidos, consideran las
prácticas culturales de las mujeres indígenas como algo arcaico e inmadura para desarrollar una acción
política.
Por tanto, necesitan ser orientadas, según los postulados del feminismo occidental. las feministas
latinoamericanas que aparecen hoy en los debates de la región y en la Academia, deben cuestionar estos
femeninos blancos y desestabilizar los discursos acerca de lo femenino en América.
Como plantea la antropóloga, Aura Cumes, es necesario una reflexión mayor que permita a las mujeres
indígenas tejer los hilos de su propia historia y superar las formas fraccionadas de leer la realidad.
Indagando en el antiguo texto maya Popol vuh, Aura Cumes reconoce un dominio masculino sobre lo
femenino en la sociedad maya; pero descubre elementos en su cultura y cosmovisión, que denotan
horizontalidad, dualidad, complementariedad y equilibrio entre hombres y mujeres y que incluye la
diversidad sexual.
Por el contrario, en el patriarcado colonial, no es posible la paridad entre hombres y mujeres; supone una
división radicalmente jerarquizada entre sexos, subordinando lo femenino respecto de lo masculino,
mediante tres mecanismos: la violencia, la ley y la religión.
Es posible concluir entonces, que, en los procesos de colonización, las mujeres de esta parte del mundo
colonizado, no solo fueron discriminados por su raza; sino que, al mismo tiempo, fueron reinventadas
como mujeres, de acuerdo a códigos y principios discriminatorios de género occidentales.
Comprender esto es clave para entender la América Latina de hoy: los femicidios, el tráfico de mujeres
pobres, el turismo sexual o la feminización de la industria y la pobreza, como consecuencia de las políticas
neoliberales, son ejemplos contemporáneos de la persistencia de esta lógica que ha buscado encubrir,
Ocultar y silenciar a América y sus habitantes y, en particular, a sus mujeres.
SEMANA – 02
Desde sus orígenes hasta hoy, las distintas culturas han reflexionado sobre el significado de ser hombre y ser mujer y han
definido algún tipo de orden basado en las diferencias sexuales.
Todas las sociedades establecen diferencias entre lo que se considera masculino o femenino. Sin embargo, la posición que
mujeres y hombres ocupan, sus actividades, sus limitaciones y sus posibilidades, varían significativamente en cada grupo
humano.
Vale decir, aquello que se estima propio de los hombres o propio de las mujeres, está determinado culturalmente y no por la
biología.
Concordamos con la afirmación de la antropóloga Margaret Mead, quien plantea que los hombres y las mujeres se han
diferenciado socialmente en la división del trabajo, las vestimentas, las costumbres, las funciones religiosas, y sociales.
Sin embargo, estas diferencias no siempre se han establecido en términos de dominación o sumisión; como suele ocurrir en
nuestra cultura, en la actualidad.
En el módulo anterior, vimos cómo se produjo el encubrimiento de las culturas existentes en América, previo a 1492, al
establecerse la cultura europea como el parámetro de lo verdadero, lo evolucionado o lo normal.
De manera similar, Occidente ha promovido un ordenamiento que silencia a las mujeres e impone la masculinidad hegemónica
como norma y modelo.
Frente a esta invisibilización de las mujeres y sus aportes, diversas pensadores y activistas comenzaron a preguntarse por esta
ausencia de los relatos históricos y el modo estereotipado en que aparecen las mujeres en las grandes teorías; exaltando, más
bien, su rol materno, su supuesta debilidad física y su carácter emocional.
A partir de este cuestionamiento surgieron, a mediados del siglo XX, principalmente en Estados unidos y en Europa, los estudios
de la mujer.
Estos tuvieron por objetivo dar cuenta de la denominada invisibilidad analítica y,por primera vez, reconocen a la mujer como
sujeto de estudio y participante activa de la sociedad.
Los estudios de la mujer logran poner de manifiesto dos prejuicios que se encuentran a la base del trato discriminatorio hacia las
mujeres
Por una parte, tenemos el androcentrismo, qué significa una observación o explicación de la realidad, bajo modelos masculinos.
Es decir, un tipo de conocimiento sexista.
Y por otra parte, tenemos el etnocentrismo; vale decir, la tendencia a evaluar otras culturas, desde la perspectiva de nuestra
propia cultura.
Posteriormente, comienzan a surgir voces críticas hacia los estudios de la mujer; pues asumían la existencia de un tipo universal
de sujeto que, nuevamente, respondía al modelo hegemónico de la mujer blanca, occidental, anglo-parlante, profesional.
Pasando por alto, así, la particularidad y la pluralidad de la experiencia de otras sujetas.
Este proceso de reflexión dará lugar a la adopción, en la década de 1980, del concepto de Género.
Este reconoce que, aquello que entendemos por ser hombre o ser mujer, tiene relación con un aprendizaje socio-cultural; más
que con las características biológicas de macho y hembra humanos.
De esta manera, propone una distinción entre sexo y género.
El sexo corresponde a los rasgos fisiológicos de ser macho o hembra, con los que nacemos, mientras que el género tiene que ver
con los atributos socioculturales que asociamos con las categorías de hombre y de mujer, en un contexto y en una cultura
determinados.
El incluir la mirada de género en las disciplinas sociales, ha permitido visibilizar algunos hecho que antes fueron velados.
Por una parte, tenemos que la experiencia y los problemas que enfrentan las mujeres de distintas edades, posiciones sociales,
etnias, nacionalidades, son variables y múltiples.
No existe una esencia biológica universal; por ende, es necesario hablar de "las mujeres", para dar cabida a la multiplicidad.
En segundo término, el género se construye siempre en referencia a una relación entre hombres y mujeres, como fuente
o, bien, de desigualdad, de complementariedad o igualdad.
Por lo tanto, debemos observar estas relaciones y no detenernos en un sujeto aislado.
En último término, hombres y mujeres ocupan posiciones sociales diversas, de acuerdo a distintos factores; por lo que es
necesario analizar cada situación en relación a su contexto particular.
Así, por ejemplo, una mujer urbana, trabajadora, de clase media y casada puede estar, al mismo tiempo, en una relación de
subordinación respecto a su esposo, a su jefa; pero, de superioridad frente a un empleado o, a sus hijos e hijas.
De esta manera, el concepto de Género, a pesar de que he sido criticado desde algunas corrientes feministas, provocó una
transformación fundamental en el modo de pensar el problema de la subordinación de las mujeres; ya que nos permite estudiar
cómo se han instalado determinadas ideas, sobre la manera de ser o la posición que ocupan hombres y mujeres en nuestra
sociedad.
Con todo lo anterior, hoy entendemos que esta subordinación no es inmutable, ni fruto de un orden natural o divino; pertenece
al ámbito cultural. Es el resultado un sistema de relaciones sociales, que otorga posiciones diferentes a hombres y mujeres. Y
estas posiciones, a su vez, se relacionan con otras categorías: como la de raza, étnia, clase social, edad, ubicación geográfica.
Así, al plantear y estudiar las identidades y relaciones de género, como productos de una construcción histórica y cultural,
se abre la posibilidad de su transformación; siendo éste su mayor potencial.

Género y en esta ocasión, vamos a ver cómo se desarrolla el feminismo como movimiento social y político, tanto en Europa,
como en América.
El género al permitirnos observar y cuestionar el fenómeno de la opresión universal de las mujeres, ha dado sustento a distintas
propuestas feministas, que persiguen el objetivo político de transformar la posición de subordinación de las mujeres.
El feminismo no es una postura política única; a lo largo de la historia, bajo el rótulo de feminismo, han convergido distintos
colectivos y movimientos de mujeres ; múltiples e, incluso, divergentes.
Cada uno de ellos propone diferentes demandas, corrientes de acción y propuestas de participación o nociones de democracia.
Por esta razón, más que hablar de un feminismo, debemos pensar en feminismos, como un plural.
En esta lección, intentaremos presentar un esquema que sitúa histórica, geográfica y políticamente, los feminismos más
emblemáticos.
Uno de los primeros movimientos organizados, fue el feminismo humanista.
Este surge en Europa hacia fines del siglo XVIII, ligado a mujeres de clase alta o intelectuales de la época, que abogan por una
mayor intervención de las mujeres en la política formal.
Este feminismo al entrecruzarse con las grandes corrientes teóricas, da origen a dos posturas.
Por una parte, tenemos el feminismo liberal, que reivindica los derechos civiles de las mujeres; promoviendo la obtención de la
autonomía femenina, por medio del acceso igualitario al trabajo remunerado, el ingreso a la educación y la participación política
y en cargos públicos.
Por otra parte, el feminismo socialista, además de estos derechos civiles, promueve una transformación de las relaciones, al
interior de los hogares; ya que allí se estructuran y reproducen las desigualdades entre hombres y mujeres.
Tanto el feminismo liberal como el feminismo socialista confluyen en, lo que hoy se denominan, feminismos de estado; sus ideas
se encuentran detrás de la mayoría de las políticas propuestas por los organismos y agencias internacionales, e impulsada por
los distintos Estados, a través de leyes y políticas públicas para promover la equidad en los niveles de acceso, participación y
bienestar entre hombres y mujeres.
Dsde la década de 1970 surge, en Europa una vertiente crítica al feminismo de estado.
Se le reprocha el que solo identifica la lógica masculina de inserción para las mujeres, en el ámbito público y político, excluyendo
la particularidad del cuerpo de las mujeres, lo que traería consecuencias nocivas para las organizaciones sociales.
Esto son los llamados feminismos culturales; sus dos corrientes principales son, por una parte, el feminismo de la diferencia, que
plantea la necesidad de reivindicar los valores y relaciones de cooperación y solidaridad como pilares para alcanzar justicia,
bienestar, desarrollo y plenitud de todos y todas.
Para ello, rescata la figura de la madre como representación de una forma de vinculación entre las personas, centrada en el
cuidado y en el amor Este feminismo de corriente psicoanalítica, responde a un cuestionamiento profundo de lo masculino y
fálico, como nudo central de la estructuración de la sociedad.
El ecofeminismo, por su parte, complementa esta propuesta desde una crítica radical a las políticas neoliberales que han
promovido la destrucción del medio ambiente y la explotación indiscriminada de los seres humanos; en particular de las
mujeres.
Propone, en cambio, el retorno a las comunidades y sistemas económicos de pequeña escala, donde se privilegie las relaciones
más justas, cara a cara y autosustentables.
Los feminismos lésbicos, transexuales y transgénero emergen dentro de este panorama, pero con un foco de interés diferente.
Sus postulados se condensan en la crítica a la hetero- normatividad; vale decir, abogan por la libertad de opciones sexuales, la
abolición de las lógicas dicotómicas y excluyentes de lo femenino y masculino, y su consecuente moralidad política y social.
No podemos dejar de mencionar aquí, el movimiento Queer, los que si bien se distancian de feminismo propiamente tal, debido
a que alude a una clasificación dicotómica y un sujeto político ideal y exclusivo; es decir, las mujeres, comparten con la
propuesta anterior, una mirada crítica sistema patriarcal.
Lo queer sitúa como agente y sujeto de acción, a la multitud; en contraposición con las categorías fijas, como heterosexual,
homosexual, hombre o mujer.
El auge de este movimiento se produce en los años 90 y 2000, principalmente en Estados unidos y Europa.
Desde los países clasificados como periféricos, tercermundista o subdesarrollados, se han generado también, líneas críticas de
pensamiento feminista. Bajo el rótulo de feminismos no occidentales, podríamos agrupar las propuestas islámicas, africanas,
indias y, en el contexto americano, negras e indígenas.
Todas ellas cuestionan de manera radical, el feminismo de estado y los ideales feministas, basadas en criterios blancos,
hegemónicos y primer-mundistas, cuyas luchas se han enfocado en la educación, la inserción económica y el acceso político.
No se trata de desconocer la discriminación económica, la marginación social, la exclusión de la educación formal y de los
sistemas de salud y políticos; sino de, entender que el modelo sexistas se entrecruza y ancla con otras discriminaciones
igualmente o más descarnadas, de origen racista y colonial.
Dentro de las propuestas no occidentales, destacan los feminismos post-coloniales asiáticos, que promueven la solidaridad
mundial entre los distintos grupos oprimidos, poniendo énfasis en la importancia de considerar variables, como la raza, la clase,
el sexo y la sexualidad, al analizar procesos de represión y discriminación.
En el continente americano, nuevas propuestas de feminismo han generado alternativas políticas, para luchar contra la miseria y
exclusión de las mujeres indígenas; impulsando la autorganización y el rescate de las tradiciones, historia y valores de sus
comunidades.
Lejos de tener un afán folclórico, se plantea como un camino de lucha, la búsqueda del buen vivir como sistema de organización
basado en el respeto de las personas, las comunidades y la naturaleza.

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