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Era un frío día de invierno, ya se acercaba la primavera, pero el frío no frenaba,

Adaia caminaba sola por la calle, con un miedo terrible a que algo pudiera
sucederle, ella era judía y esto en esta Alemania nazi era muy complicad, todo lo
que había construido podía acabar de un momento a otro, lo que ella no esperaba
es que ese día le pasaría algo que le iba a cambiar la vida, ese día se cruzó cara a
cara con un militar alemán, lo primero que ella pensó es que su vida había llegado
a su fin, que esto era el final de todo lo que había construido pero se sorprendió
cuando vio que el militar simplemente la miraba indiscretamente, mirándolo se dio
cuenta de lo preciosos ojos verdes que tenía, pero volvió a la realidad, volvió a
estar aterrada normalmente esos chicos mataban a cualquier judía que se les
cruzara pero esta vez era diferente, en cuánto vio que este chico se acercaba para
hablarle echo a correr sin mirar atrás, él en cambio se quedó pensando quien podría
ser esa chica que le había robado el corazón en cuestión de un segundo, que le
había hecho quedarse parado y a la cuál no había podido dejar de contemplar,
luego recapacitó y se dio cuenta de que ese amor que él se estaba imaginando era
solo eso, imaginación, ¿cómo iba el a enamorarse de una judía? era una completa
locura, y lo más importante, ¿por qué no se parecía a un monstruo? ¿por qué no se
parecían a esas cucarachas a las que Hitler decía que se parecían?

Con el pasar de los días, él no podía parar de pensar en ella, en porque no habría
esperado para hablar con él, mientras pensaba y pensaba apareció Adam, un chico
muy apuesto que trabajaba de general, por lo que era el superior de Adolf, que así
se llamaba este chico. Él le dio a Adolf la peor noticia que le podían haber dado, lo
iban a mandar al campo de concentración de Auschwitz a vigilar a toda esa gente
que no era digna de vivir en Alemania.

Pero claro, él no pensó que sería tan malo, era para lo que los habían estado
preparando toda la vida, para matar a esa gente, pero al pensar en que una de esas
personas o animales como ellos los llamaban podía ser aquella chica morena que
vio en aquel callejón se le erizaba la piel, a ella no podía pasarle nada, a ella no.

Pasaron los meses y allí la cosa cada vez iba a peor, las imágenes de judíos
torturados pasaban todas las noches por su cabeza y solamente pensaba en que en
otro lugar del mundo, esa chica podría estar pasando por lo mismo, solamente de
pensarlo las lágrimas aparecían en sus ojos, ¿ cómo podía ser si lo solo la había
visto una vez? los meses seguían pasando y él se iba olvidando un poco de ella
hasta que pasó lo peor que le podía haber pasado, por la puerta del campo de
concentración llegaban más y más judíos, los veía pasar hasta que la vio, vio a
aquella chica que se encontró ese día en aquel callejón, no se lo podía creer, al
verla su piel se volvió pálida como la nieve, "no, esta chica no" era lo único que
repetía su cabeza una y otra vez "¿por qué ella? pensaba.

Cuando ella lo vio se acordó inmediatamente de él al ver esos ojos verde que le
llamaron la atención ese mismo día, y entonces recordó lo que pasó ese día, y
pensó que ahora él se vengaría de ella por correr ese día y acabaría lo que ya
empezó, pero no era sí en absoluto, el solo pensaba en cómo sacarla de ahí, de ese
infierno en el que había estado meses, no podía dejar que le pasará lo mismo que a
toda esa gente que había pasado por allí, y sobre todo no podía dejar que entrara en
esa habitación, en esa habitación en la que prometían la libertad pero que en
realidad solo era el camino hasta la más dolorosa muerte, la cámara de gas.

Un día cuándo ya era de noche él se atrevió a ir a hablar con ella, antes de eso ellos
solo habían cruzado miradas, la suya embelesada y la de ella asustada, cuándo el
llamo a la puerta vio a toda esa gente, cenando un simple trozo de pan duro, se
hundió completamente, ¿cómo podía ser que siendo personas igual que él fueran
tan diferentes para los demás en realidad? cuándo le dijo a la muchacha que saliera
fuera ella rompió a llorar suplicándole que no le hiciera nada, él le prometió que no
le haría daño pero que debía salir con él fuera, ella acepto y los dos salieron, él se
escondió en un lugar en el que nadie podía verlos y empezó a mirarla, la misma
mirada de aquel día y ella observó sus ojos verdes, eran los ojos más bonitos que
había visto nunca, después de ese rato mirándose mutuamente él le preguntó que
cuál era su nombre, ella en voz muy baja le contesto que su nombre era Adaia,
después de esto él se presentó como Adolf, Adolf empezó a decirle que desde el
primer momento en que la vio sus ojos quedaron prendados de ella y que ahora no
podía dejar de pensarla, ella con un poco de menos miedo le preguntó que si eso
era realmente cierto, ya que ella tampoco podía dejar de pensar en sus ojos verdes,
Adolf se sorprendió con esta aclaración no se esperaba nada de esto, pero segundos
después toda la ilusión se fue, ella le dijo que no podían seguir conociéndose, lo
suyo era completamente imposible, "tú eres nazi y yo judía, y eso nadie lo va a
poder cambiar" dijo después.

Ella se levantó para marcharse, pero él se lo impidió, no podía dejarla ir, no quería
hacerlo, ella tampoco quería marcharse en realidad por lo que después de suplicarle
que se quedara, ella aceptó, se quedaron toda la noche hablando, contando historias
de su vida, ella se dio cuenta de que ese chico no era como los demás y él se dio
cuenta de lo dura que es la vida de un judío por culpa de gente como él. Al día
siguiente los dos pensaban en como volverse a ver, los dos se enamoraron
indistintamente del otro, querían estar juntos siempre, los días próximos se
siguieron viendo a escondidas, hasta que pasó algo que cambiaría todo por
completo. Ese día Hitler iba a visitar los campos de concentración entre ellos el de
Auschwitz donde estaban Adaia y Adolf, cuándo Hitler entró por la puerta todos se
quedaron pálidos, todos menos Adolf, al que parecía darle igual, Adaia no entendía
nada, ¿cómo iba a estar tan tranquilo delante de una persona que ha matado a tanta
gente? hasta que pasó algo que no se podía ni imaginar, Hitler se acercó a Adolf y
le dijo "¿cómo estas hijo? " Adaia no se lo podía creer, ¿cómo iba a ser posible?
Adolf, el chico con el que había estado viéndose todo este tiempo, era el
mismísimo hijo de Hitler, esto no le podía estar pasando, y sin darse cuenta una
lágrima brotó de sus ojos, ¿por qué no le había dicho nada? ¿por qué nunca
mencionó en ninguna de esas historias que contó que él era su padre? su cabeza no
paraba de realizarse preguntas, al poco rato, después de que Hitler viera que todo
estaba funcionando correctamente, se marchó despidiéndose de su hijo, esa noche
Adaia decidió ir con él para que le aclarara el porqué de este ocultamiento, pero él
no supo que decir ni que hacer, hasta que decidió que lo mejor era la sinceridad y
respondió " ¿qué hubiera pasado si te lo hubiera contado? todo habría cambiado,
no quería perderte, si mi padre se enterara me mataría" ella comprendió entonces el
miedo que le tenía a su padre y decidió perdonarlo, después de esto y viendo que lo
que él sentía por ella era tan grande cómo lo que ella sentía por él decidió lanzarse,
ambos se fundieron en un enorme beso, lo que ellos no sabían es que sería el
primero y último, durante toda la noche habían planeado como escapar de allí, él
necesitaba sacarla de allí ya, al día siguiente realizaron el plan de huida, todo salió
a la perfección pero con lo que no contaban era con que fuera habría alguien
esperándoles, casualmente Hitler se encontraba allí, Adolf no sabía que decir pero
a Hitler no le pasó lo mismo, Hitler mandó a matar a aquella muchacha o cómo el
la llamaba, Animal, pero Adolf se interpuso en su camino y le dijo que no podía
hacerlo, saco fuerzas y le dijo que si moría morirían juntos, Hitler no podía creer lo
que estaba escuchando, su propio hijo diciendo esto, enamorado de lo que él más
odiaba, de esa asquerosa chica judía, esto no podía quedar así, y después de
pensarlo decidió que debía solo matar a esa chica, le dijo a todo el mundo que le
había lavado la cabeza a su hijo, que era una judía bruja, todo el mundo quedó
sorprendido y todos querían que muriera, todos menos él chico del que se enamoró
desde el momento en que lo vio, no podía haber sido otro. La mandaron a la
cámara de gas, pero antes de que pasara, él se puso delante, y dijo “si la matáis a
ella tendréis que matarme a mí también. Hitler se negó y dijo que aquella niña iba a
morir, y sin pensárselo dos veces, antes de que cerraran la cámara de gas, el entró,
se lanzó a la muerte por ella, por su amada, prefirió morir junto a ella que pasar
una vida sin ella al lado y así fue los dos murieron sabiendo que tenían al lado al
amor de su vida.

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