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“Que se vengan los chicos… y sus Letrados".

El Niño y el Abogado del Niño en los procesos judiciales

Por Ivanna Chamale de Reina

“Es la figura del Abogado del Niño concebida por ley con la exigencia de su especialización en niñez y adolescencia
la que se impone, y posibilita que la estructura de esa defensa de los intereses del niño, niña y/o adolescente (NNA)
sea construida en base a una escucha atenta y comprometida de su verdadera opinión, sin espacio para probables
interpretaciones o conjeturas acerca de sus necesidades, deseos, inquietudes (sus intereses personales e individuales)
en el caso en particular. Esto es el ejercicio de un real patrocinio, presentando en el proceso y ante el tribunal la
postura de su defendido.Como premisa, y en cuanto a las características que debe reunir este Abogado del Niño, su
especialización en materia de niñez y adolescencia debe ser la sobresaliente, conforme las expresas previsiones del art.
27, inc. C, de la Ley 26.061. Personalmente, considero que una formación en tal sentido requiere sea diseñada desde
una perspectiva multidisciplinaria –en atención a las especiales condiciones de la persona de su representado-,
direccionada a crear un vínculo `cliente-profesional´ de peculiaridad tal que permita al NNA manifestarse en un
ámbito de contención y confianza.”

“La regulación analizada brevemente en este acápite sin duda representa para nuestro sistema positivo local un
significativo avance. Sin embargo, no debe escapar a un concienzudo examen de la situación el hecho de que la
ansiada adecuación normativa a los institutos, principios y funciones redefinidos por el Código Civil y Comercial de la
Nación, requieren además de una armonización con los ordenamientos procesales vigentes en cada provincia. Por lo
que una pronta reforma a nuestro Código Procesal Civil y Comercial (de Salta) se impone, en pos de garantizar la
plena y efectiva vigencia de los nuevos derechos y sus instituciones, primordialmente, en materia de la niñez y la
adolescencia.”

“El punto álgido en la cuestión lo constituye la determinación del ejercicio del mentado derecho en aquellos casos en
los que los niños no han alcanzado la edad o el grado de madurez suficiente y se verifica el conflicto de intereses con
sus representantes legales, y al que alude la norma. Concretamente, en estos supuestos la pregunta es cómo se resuelve
la situación y quién debería de representar en sus intereses al NNA.Más allá de considerar la solvencia de las distintas
posturas y las propuestas de solución que para tal entuerto han formulado los autores (caso, por ejemplo, de la
designación de un tutor ad litem), desde este humilde lugar entiendo como necesaria y ajustada a derecho la
intervención de un Abogado.”

“El nuevo régimen de capacidad contemplado en el CCC ha dejado de lado el tradicional binomio capacidad-
incapacidad, para centrarse en el principio de la autonomía progresiva de los niños, niñas y adolescentes en el ejercicio
de sus derechos (arts. 5 y 12 de la CDN). Puntualmente, la primera parte del artículo 26 del mencionado código
unificado, reza: `La persona menor de edad ejerce sus derechos a través de sus representantes legales. No obstante, la
que cuenta con edad y grado de madurez suficiente puede ejercer por sí los actos que le son permitidos por el
ordenamiento jurídica.´´”

“En consecuencia, esta regla de inversa proporcionalidad –a mayor autonomía menor representación en el ejercicio de
los derechos- conlleva a un replanteo en el escenario de los procesos, sean judiciales o de cualquier otra índole, en los
que se incluyan a los niños, niñas y/o adolescentes y que tengan directa relación con su persona o sus bienes.”

“El derecho de defensa aparece entonces inescindible al debido proceso legal, al acceso a la justicia y a la tutela
judicial efectiva. Ciertamente que su materialización se patentiza con la figura del defensor, del Abogado, que es
quien puede llevar adelante la preparación de una adecuada defensa técnica.Para el caso de los NNA, la posibilidad de
contar con su propio Abogado (el Abogado del Niño) cobra singular relevancia y, decididamente, corona la mentada
garantía, toda vez que se trata de un profesional cuya especial formación lo ha capacitado para interpretar adecuada y
verdaderamente sus manifestaciones. Debe colegirse entonces, que esta priorización hace al Interés Superior del Niño,
en su concepción de principio rector y fundante de cualquier decisión jurisdiccional o de cualquier otra índole, que
involucre a los NNA (art. 3° CDN), y que la garantía de la efectiva tutela de sus derechos debe contemplar la
posibilidad de una idónea defensa técnica profesional.”

“Quizás pueda asombrar que recomiende razonar con los niños y sin embargo no puedo dejar de pensar que es la
verdadera
manera en que hay que comportarse con ellos. Entienden las razones
desde que saben hablar y, si no me equivoco, gustan de ser tratados como
criaturas razonables desde mucho antes de lo que suele imaginarse”
John Locke[1]
I.- Introducción.

El reconocimiento delos niños,niñas y adolescentes como titulares de derechos por su condición de personas –y pesea
encontrarse en desarrollo-, con una dignidad propia y la posibilidad de asumir su defensa en los asuntos que le
conciernen, resulta de fundamental importancia en el nuevo diseño de los procesos judiciales en los que
aquéllosdebenparticipar.
Sin embargo, sabido es que la revalorización de estacalidad desujetos de pleno derecho ha requerido de una larga
evolución a través de los tiempos, no sólo en el ámbito de lo jurídico sino, primordialmente, en el de lo social.
Así, puede afirmarse que es con la expansión de la doctrina de los Derechos Humanos y la Convención sobre los
Derechos de los Niños (en adelante CDN) que éstos han logrado la consideración desu persona, en toda su acepción y
sin limitaciones, teniendo en cuenta su edad y grado de madurez.
Y si bien, históricamente la niñez ha inquietado y ocupado –sólo en cierta medidaal comienzo de este proceso- a la
comunidad política-social, primero por el resguardo de su persona y sus bienes y, luego, por la situación de desamparo
en la que muchas veces se encontraba, tales implicancias lo eran desde laóptica del niño como objeto del Derecho; lo
que, dicho en un lenguaje común, simple, sería “alguien sin voz ni voto”.
Por ello es que las medidas, tanto legislativas como ejecutivas que se adoptaronen ese contexto,estuvieron dispuestas
simplemente para ordenar la materia atingente a la minoridad al igual que las políticas públicas que se proyectaban al
respecto; maguer su interés en la efectiva protección, sus diseños partían de labase de la incapacidad de hechopero
planteada en términos absolutos,inamovible, en una faz “estática”, sin espacio para una participacióno intervención
progresiva de los sujetos que se encontraban comprendidos en dicha categoría.
Así, el interés público en la infancia se concretaba en el reconocimiento jurídico de ese estado civil de minoridad,
sometido a la patria potestad de los padres o a una potestad supletoria ejercida por un tutor a falta de éstos o,
finalmente, y ante el desamparo total, a la intervención tuitiva del Estado (Patronato de Menores).
Afortunadamente, esta realidad fue trocando, y superada con el paso de las distintas épocas se advierte su evolución.
Al respecto,con claridad meridiana describe Gónzalez del Solar[2], que “El advenimiento de la era industrial llevó a
que la problemática creciera, en calidad y cantidad, afectando al todo social. El interés público se extendió, y la
potestad del Estado alcanzó una dimensión omnipresente en la sociedad. En este escenario, agravado por las grandes
guerras del siglo XX, se empezó a hablar del ‘interés prevalente del menor’ en formulación cuya significación era
verdaderamente incierta, pero que en todo caso quería decir que el menor de edad debía ser preferido en cualquier
situación adversa, lo que hicieron suyas las Declaraciones de Derechos del Niño de 1924 y 1959”.
La doctrina es conteste en señalar a la Convención sobre los Derechos del Niño –adoptada en la Asamblea General de
las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989-, como el instrumento clave en el proceso de internacionalización de
los Derechos Humanos, con la participación activa de los distintos organismos internacionales,para el reconocimiento
de sus derechos, deberes y garantías a través de una serie de declaraciones, tratados, entre otros.
Huelga decir que la mentada Convención viene a significar una suerte de “corolario” de un largo proceso,acuyo andar
se han sucedido varios acontecimientos e intervenido diversos factores que coadyuvaron en su diseño, dando como
resultado una serie de instrumentos legales que merecen especial mención; a saber, la Declaración de los Derechos del
Niño o Declaración de Ginebra, aprobada por la Liga de las Naciones en 1924; la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, en 1948 (art. 25.2 que reconoce a la maternidad y a la infancia “derecho a cuidados y asistencia
especiales”); la Declaración de los Derechos del Niño, aprobada por Resolución de la Asamblea General de ONU en
1959; el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, en 1966, así como también el Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Finalmente, cabe recordar también en este iter,puntualmente, en el año
1947,la creación del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), que, si bien en sus comienzos fue
destinado a tareas de auxilio de los niños de la posguerra, posteriormente su misión se expandió a los países en vías de
desarrollo. Para el caso de Argentina, debe mencionarse al Acuerdo Básico de Cooperación firmado por nuestro
Gobierno y UNICEF el 19/11/1957, que constituyó la base de la relación entre ambos, y del cual es emergente el
actual “Plan de Acción del Programa de País” para el período 2016-2020[3].
Igualmente, cabe destacar que, en nuestro país,a partir de la reforma constitucional del año 1994, la Convención sobre
los Derechos del Niñofue incorporada al ordenamiento positivo con jerarquía supralegal (art. 75, inc.22 de la
Constitución Nacional) y conformando el denominado bloque de constitucionalidad. Su ratificación y aprobación por
la Ley 23.849, significó para el Estado argentino la asunción del compromiso de movilizar todos los recursos
necesarios para el desarrollo de políticas sociales y la adopción de todas las medidas legislativas, administrativas y
judiciales que se requieran para garantizar la efectividad de los derechos allí enunciados.
Luego, con la sanción de la ley 26.061 de Protección Integral de los Derechos de las Niños, Niñas y Adolescentes
(Adía, Bol. 29/2005, p.I) la mentada CDN quedó reglamentadae importó un gran avance para la efectivización de los
derechos allí previstos, asegurando su adecuado ejercicio a través del sostenimiento del denominado paradigma de la
protección integral.
Sin duda, esta normativa determinó una nueva concepción del niño, niña y/o adolescente y que su implicancia
atraviesa el universo de sus relaciones, tanto en el seno de la familia como en el de la sociedad y el Estado;además,
está cimentada en el reconocimiento explícito de aquéllos como verdaderos sujetos de derecho, superando así el
parámetro anterior que los consideraba sólo en función de su incapacidad jurídica.
El Código Civil y Comercial de la Nación (en adelante CCC), aprobado por Ley 26.994, patentiza la llamada
constitucionalización del derecho privado y con ella, se viene a incorporar los nuevos paradigmas en la materia,
conforme los cuales se reafirma la titularidad de los niños y los adolescentes de un conjunto de derechos que les
corresponden no sólo por su condición de seres humanos, sino también por ser personas en desarrollo.
Se sostuvocon autoridad, que “el CCiv. y Com.importa la concreción expresa de los mandatos de la Convención sobre
los Derechos del Niño, documento internacional que cambió el curso de la historia, al menos en su visión teórica sobre
la niñez y la adolescencia. En consecuencia, la normativa local respeta la visión del niño como sujeto de derechos
humanos; recepta el principio del interés superior del niño, de autonomía progresiva, el derecho a ser oído y a que su
opinión sea tenida en cuenta, el derecho a la coparentalidad, a la protección de la identidad, a los alimentos como
derecho humano, etcétera”[4].
Así las cosas, se considera que el nuevo régimen de capacidad contemplado en el CCC ha dejado de lado el tradicional
binomio capacidad-incapacidad, para centrarse en el principio de la autonomía progresiva de los niños, niñas y
adolescentes en el ejercicio de sus derechos (arts. 5 y 12 de la CDN). Puntualmente, la primera parte del artículo 26
del mencionado código unificado, reza: “La persona menor de edad ejerce sus derechos a través de sus representantes
legales. No obstante, la que cuenta con edad y grado de madurez suficiente puede ejercer por sí los actos que le son
permitidos por el ordenamiento jurídico”.
En consecuencia, esta regla de inversa proporcionalidad –a mayor autonomía menor representación en el ejercicio de
los derechos- conlleva a un replanteo en el escenario de los procesos, sean judiciales o de cualquier otra índole, en los
que se incluyan a los niños, niñas y/o adolescentes y que tengan directa relación con su persona o sus bienes.

II.- El proceso judicial y el Niño.

En atención a las previsiones legales antes reseñadas, cabe preguntarse ahora por el modo en que deben de articularse
las intervenciones de los niños o adolescentes en los procesos en los cuales éstos se encuentran involucrados. Pues,
“ser parte procesal es una de las diversas formas que puede implicar la presencia del niño en un proceso, pero no la
única, pues su peculiar condición impone al sistema jurídico habilitar y, en algunos casos promover, otras posibles
formas de intervención[5]”.
Va de suyo que las condiciones en las que interviene un menor de edad en un litigio judicial no pueden considerarse
en paridad con las de un adulto, razón por la que debe reconocerse y respetarse las diferencias de trato yla adopción de
ciertas medidas específicas con el propósito de quegocen efectivamente de sus derechos y garantías[6].
En lo que hace a la temática propuesta para este acápite, cabe recordar que la capacidad procesal –en el caso,
circunscripta a la persona física- es la aptitud que ésta posee de participar personalmente en un proceso judicial o
litigio, accionando en defensa de sus derechos o intereses legítimos, o bien de ejercer, también por sí mimo, su defensa
cuando es demandado, resistiendo la acción interpuesta en su contra. Igualmente, sabido es que para contar con dicha
capacidad procesal de actuar o de ejercicio, se requiere reunir los requisitos que la ley establece y que están
relacionados con la edad y el estado mental de la persona porque, de lo contrario, el sujeto procesal sólo puede
accionar mediante un representante.
En ese orden de ideas, y siguiendo las pautas de ejercicio de los derechos por parte de los menores de edad previstos
por el nuevo régimen del Código (art. 26 CCC),se tiene que éstos pueden actuar en forma directa si cuentan con edad
y grado de madurez suficiente para hacerlo o, si no pueden comprender el contenido y sentido de los actos, es la forma
indirecta, a través de la representación legal, la que procede.
No obstante, en virtud de los principios protectorios trazados por la CDN y que han sido reafirmados en nuestro
sistema jurídico por Ley 26.061, aunque la intervención que compete al niño sea indirecta, en la gran mayoría de los
casos se prevé un espacio de actuación directa ejercitadaa través del “derecho a ser oído”. Establece el artículo 27 de
la mencionada norma, que “Los Organismos del Estado deberán garantizar a las niñas, niños y adolescentes en
cualquier procedimiento judicial o administrativo que los afecte, además de aquellos derechos contemplados en la
Constitución Nacional, la Convención sobre los Derechos del Niño, en los tratados internacionales ratificados por la
Nación Argentina y en las leyesque en su consecuencia se dicten, los siguientes derechos y garantías: (a) a ser oído
ante la autoridad competente cada vez que así lo solicite la niña, niño o adolescente; (b) a que su opinión sea tomada
primordialmente en cuenta al momento de arribar a una decisión que lo afecte; (c) a ser asistido por un letrado
preferentemente especializado en niñez y adolescencia desde el inicio del procedimiento judicial o administrativo que
lo incluya –en caso de carecer de recursos económicos el Estado deberá asignarle de oficio un letrado que lo
patrocine-; (d) a participar activamente en todo procedimiento; (e) a recurrir ante el superior frente a cualquier
decisión que lo afecte”.
Este derecho a ser oído consagrado en el artículo 12 de la CDN, comprende en el ámbito jurisdiccional no sólo la
posibilidad de brindar el efectivo acceso a la justicia de las personas menores de edad, lo cual constituye además de
una garantía procesal, un principio rector en toda cuestión que los involucre o afecte, sino también la de adoptar todas
las medidas que resulten necesarias y adecuadas para encauzar sus manifestaciones.
Es decir, independientemente de que se considere vinculante o no la opinión dada por el niño, niña y/o adolescente (en
adelante NNA) en el proceso como, asimismo, si tal escucha debe considerarse una facultad o una obligación del
Juzgador u Autoridad administrativa interviniente –lo que excedería con creces los límites de la presente exposición-,
la exigencia aquí es que se les dé el lugar correspondiente para que aquéllos se expresen libremente,jugando aquí un
papel preponderante el postulado de la autonomía progresiva al momento de su valoración, pues los textos
constitucionales,los convencionales ylegales nada determinan respecto de la edad con la que deben contar los NNA
para emitir su opinión y para que ésta sea escuchada.
Lógico es pensar entonces, en que las competencias personales del niño, niña o adolescente, su edad y grado de
madurez son las que deberán ser tenidas en cuenta especialmente por el Juez en cada caso concreto para decidir sobre
el valor que le otorgue a la mentada opinión; ello, sin pasar por alto que en tal ponderación debe primar el Superior
Interés del Niño (art. 3 CDN). Además, tanto en los supuestos en que tenga esa manifestación del niño como
determinante, como en el que se aparte de ella, ladecisión jurisdiccional tomada al respecto deberá ser razonablemente
fundada (art. 3° CCC).

III.- El Abogado del Niño.

Una situación particular se registra para los casos en que el niño, niña o adolescente deba intervenir directamente
como parte en un proceso, pues allí entran en escena el Ministerio Público –puntualmente, cuando su actuación está
prevista por la ley en forma principal (art. 103, inc. “b”)- y la figura del asistente letrado, designado como el Abogado
del Niño.
Planteada así la cuestión, y despejando cualquier polémica al respecto,aparece claro que no existe superposición de
funciones entre uno y otro operador jurídico, siendo la propia normativa en vigencia la que los presenta como figuras
diferentes, a las cuales puede identificarse perfectamente –al menos desde una óptica personal- en el cumplimento de
sus roles.
Y en esta oportunidad, la atención se va a centrar en el derecho a una asistencia técnica jurídica especializada del
NNA,la que le posibilite ejercitar su defensa en el proceso en el cual su interés se encuentra involucrado. Se trata
entonces de una implicancia más compleja del derecho a participar y sobre el cual se viene haciendo referencia ab
initio.
En efecto, el propio derecho a ser oído coronado por el artículo 12 de la CDN requiere de una interpretación armónica
y concordante con otras de las disposiciones contenidas en dicho instrumento legal; y ellos son los artículos 37, inciso
d) y 40, inciso 2, b), ii), en los que se hace expresa referencia a una doble asistencia:jurídica y adecuada que le permita
al NNA preparar y presentar su defensa en el proceso.
A ello debe adunarse el cumplimiento de las previsiones establecidas por la mencionada ley 26.061, que, en una
suerte de ampliación de tales garantías convencionales, posiciona al mentado derecho a la asistencia técnica para
cualquier procedimiento judicial o administrativo que incluya y afecte a los niños, niñas y adolescentes desde su
inicio, señalando como su característica preferente una especialización en asuntos de niñez y adolescencia. En ese
sentido, enseñaKielmanovich[7],que la sanción de esta norma “ha venido a incorporar, aclarar o ampliar una serie de
fundamentales derechos y garantías procesales en favor de las niñas, niños y adolescentes para todos los
procedimientos judiciales y administrativos que los afecten, que importan la conformación de un nuevo proceso, en lo
que aquí nos interesa, civil, y un nuevo y más ambicioso concepto de la garantía constitucional del debido proceso
legal de impredecible virtualidad”.
Maguer la incumbencia y contundencia que presenta dicho plexo normativo, la implementación del derecho en
cuestión no ha resultado tarea fácil–aún al día de hoy-, dando lugar a diversas discusiones y debates doctrinarios, pues
su análisis ofrece múltiples perspectivas de abordaje, lo que una vez másaclaro,también superaría los márgenes
previstos para este trabajo.
Cabe mencionar, sin embargo, que antes de la sanción del Código Civil y Comercial de la Nación, la polémica se
planteó acerca de las implicancias que tales consagraciones legales tenían en el marco del proceso y, principalmente,
en qué casos el niño o adolescente podría intervenir de modo autónomo, con la asistencia de un letrado.
El artículo 26, en su primer párrafo, in fine, circunscribe en términos muy generales, la participación de la persona
menor de edad, de ese modo asistido,para las “situaciones de conflicto de intereses con sus representantes legales”;
con lo cual y, en cierta medida, la discusión quedaría zanjada.
Ahora bien, en cuanto a si existe o no una edad mínima para el ejercicio de esta garantía en juicio, teniendo en cuenta
que con la vigencia del nuevo régimen unificado el mencionado binomio capacidad-incapacidadha sido reemplazado
por el paradigma de la autonomía progresiva, resulta evidente que la ponderación de tal circunstancia corresponderá al
Juez quien realizará, en el caso concreto, una evaluación particularizada o singular con el necesario apoyo
multidisciplinarioprevisto en el artículo 706, inc. b del CCC.
Pero, sin duda, el punto álgido en la cuestión lo constituye la determinación del ejercicio del mentado derecho en
aquellos casos en los que los niños no han alcanzado la edad o el grado de madurez suficiente y se verifica el conflicto
de intereses con sus representantes legales, y al que alude la norma. Concretamente, en estos supuestos la pregunta es
cómo se resuelve la situación y quién debería de representar en sus intereses al NNA.
Más allá de considerar la solvencia de las distintas posturas y las propuestas de solución que para tal
entuerto han formulado los autores (caso, por ejemplo, de la designación de un tutor ad litem), desde este humilde
lugar entiendo como necesaria y ajustada a derecho la intervención de un Abogado.
En efecto, es la figura del Abogado del Niño concebida por ley con la exigencia de su especialización en niñez y
adolescencia la que se impone, y posibilita que la estructura de esa defensa de los intereses del niño, niña y/o
adolescente (NNA) sea construida en baseauna escucha atenta y comprometida de su verdadera opinión, sin espacio
para probables interpretaciones o conjeturas acerca de sus necesidades, deseos, inquietudes (sus intereses personales e
individuales)en el caso en particular. Esto es el ejercicio de un real patrocinio, presentando en el proceso y ante el
tribunal la postura de su defendido.
Como premisa, y en cuanto a las características que debe reunir este Abogado del Niño, su especialización en materia
de niñez y adolescencia debe ser la sobresaliente, conforme las expresas previsiones del art. 27, inc. C, de la Ley
26.061. Personalmente, considero que una formación en tal sentido requiere sea diseñada desde una perspectiva
multidisciplinaria –en atención a las especiales condiciones de la persona de su representado-, direccionada a crear un
vínculo “cliente-profesional” de peculiaridad tal que permita al NNA manifestarse en un ámbito de contención y
confianza.
Se requiere entonces que el patrocinio letrado de la persona menor de edad garantice efectivamente, no sólo el acceso
a la justicia sin dificultad sino, fundamentalmente, su derecho a ser oído –comprensivo de la facultad de peticionaro
no-, exponiendo sus puntos de vista respecto del conflicto que lo involucra.
Resulta de trascendente gravitación la participación de los NNA en los procesos que pudieren afectarlos y ello radica,
talcomo lo señala Guillermo Enderle[8], “en la necesidad de asegurar una justicia de protección y acompañamiento
adecuada a los tiempos del niño, que ofrezca todos los medios a su alcance para ampararlos.[…] A partir del
reconocimiento del carácter de sujeto de derecho del menor… conlleva a la necesidad de ser oído cuando el menor
pueda verse afectado por el resultado de una decisión que lo involucra, garantizándose de tal modo el debido proceso,
pues aunque el niño no revista el carácter de parte en sentido técnico, se encuentra plenamente legitimado a participar
en él” (subrayado propio).

IV.- El Abogado del Niño en Salta.

Con especial beneplácito recibió nuestro ordenamiento jurídico local la sanción de la Ley 7970[9] sobre Protección
Integral de los Derechos de las niñas, niños y adolescentes, en los albores de este año.
Dicha norma tuvo iniciativa legislativa a través deun proyecto enviado por el Poder Ejecutivo Provincial, con la
finalidad de que se implementen en el ámbito de la provincia los procedimientos del Sistema de Protección Integral de
los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes previstos en la Ley Nacional N° 26.061 y en el Código Civil y
Comercial de la Nación, en miras a garantizar el ejercicio y disfrute pleno, efectivo y permanente de sus derechos,
reconocidos en los tratados internacionales en los que la Nación es parte[10].
En cuanto a los antecedentes normativos de nuestra provincia, es dableresaltarque si bien en el año 1999 se sancionó
para este ámbito la Ley de Protección de la Niñez y Adolescencia N° 7039, la necesidad de una actualización y
adecuación del sistema a los parámetros establecidos por la mencionada Ley 26.061, primero y, luego, por el vigente
CCC (Ley 26.994), se hacía patente a estas alturas y fue así como lo entendieron nuestros legisladores salteños[11].
En un análisis somero de su contenido, puede advertirse el diseño de la implementación del mentado Sistema Integral,
tanto en el orden administrativo como en el judicial; así dentro del procedimiento administrativo-con tintes de previo y
preventivo,tendiente a la “desjudicialización” de la problemática-se prevé el trabajo coordinado de tres áreas, a saber:
(i) una Secretaría de Estado (actualmente, la Secretaría de la Niñez y Familia); (ii) la Dirección General de la Niñez y
Familia, y (iii) las Delegaciones Regionales, cada una de ellas dotadas de competencias específicas y que actuarán
colaborativamente para el cumplimiento de las políticas públicas tendientes a garantizar los derechos de las Niñas,
Niños y Adolescentes en Salta, ya sea a través de las medidas de protección o con la adopción de las llamadas medidas
excepcionales dispuestas por la Ley 26.061.
En el orden judicial, dicho Sistema de Protección está a cargo de los Jueces con competencia en la materia, auxiliados
por el personal técnico y profesional del Poder Judicial de Salta.Va de suyo, que la participación y distribución de
competencias entre ambos poderes (administrador y judicial) se rige por las previsiones establecidas en la normativa
nacional (Ley 26.061).
Entre las cuestiones novedosas que trata esta Ley 7970, merece mención la creación del Consejo Provincial de Niñez,
Adolescencia y Familia (arts. 27 y 28), quien ejerce una función consultiva y de formulación de propuestas de
políticas públicas en la materia, y que está integrado por miembros representantes de los tres poderes del Estado, como
así también de los Municipios que por medio de convenios participen del Sistema.
Igualmente, en su artículo 33 se prevé para el ámbito local la creación del Registro de Organizaciones de la Sociedad
Civil (Organizaciones no Gubernamentales, art. 4 Ley 26.061), fijándose los requisitos que deben cumplirse para su
inscripción y un sistema de sanciones para los casos de incumplimiento.
Se crean, en la órbita del Ministerio Público de Salta, los cargos de Tutor Público Oficial (art. 39) y de Abogado del
Niño (art. 40), para brindar protección a los derechos de los niños, niñas y adolescentes, consignándose que los
supuestos y modalidades de intervención quedan reservados a la reglamentación que dicte dicha institución;
puntualmente, la Asesoría General de Incapaces.
Con relación a la figura del Abogado del Niño, es destacable la creación de un Registro Provincial de Abogados del
Niño, cuya organización compete al Colegio de Abogados y Procuradores de Salta.
Finalmente, resulta oportuno enfatizar también que el Ministerio Público de Salta, en virtud de las atribuciones
conferidas por la mentada norma, ha dictado las Resoluciones Ns° 15.247 (del 11/04/2017) y 15.668 (del
31/07/2017)mediante las cuales ha incorporado a su escalafón de funcionarios, tres cargos de Abogado del Niño y
uno de Tutor Público Oficial, respectivamente. En dichos instrumentos (más precisamente en sus Anexos) se
establecieron los requisitos e incompatibilidades para el ejercicio de los cargos, sus funciones, deberes y atribuciones.
En relación al ejercicio de la función de Abogado del Niño, la mencionada Resolución N° 15.247 del Ministerio
Público establece que corresponde su intervención en los supuestos previstos por la normativa de fondo y para el caso
de que sus representados no cuenten con recursos propios ni de sus representantes legales, para contratar un abogado
particularde la matrícula; éstoslógicamente serán aquellos que se encuentren inscriptos en el mencionado Registro
Provincial de Abogados del Niño.
La regulación analizada brevemente en este acápite sin duda representa para nuestro sistema positivo local un
significativo avance. Sin embargo, no debe escapar a un concienzudo examen de la situación el hecho de que la
ansiada adecuación normativa a los institutos, principios y funciones redefinidos por el Código Civil y Comercial de la
Nación, requieren además deuna armonización con los ordenamientos procesales vigentes en cada provincia. Por lo
que una pronta reforma a nuestro Código Procesal Civil y Comercial (de Salta) se impone, en pos de garantizar la
plena y efectiva vigencia de los nuevos derechos y sus instituciones, primordialmente, en materia de la niñez y la
adolescencia.

V.- Conclusión.

El camino hacia la revalorización del Niño, Niña y Adolescente como sujeto de derecho ha sido largo y hasta bastante
lento en determinadas etapas de la Historia.
Como se dijo, la reafirmación del paradigma de la protección integralimplica la tutela efectiva de sus derechos en
todos los ámbitos, del cual no escapa el de los procesos que los incluyen, sea en forma directa o indirecta.
El derecho a la jurisdicción, entendido como el que tiene todo justiciable -habitante de un lugar determinado-, de
ocurrir ante el órgano judicial en procura de justicia, constituye un derecho humano fundamental, inviolable y libre de
restricciones; le pertenece a todos los seres humanos por igual y sin discriminación en razón de condición alguna.
Comulga en su esencia con el tradicional derecho a ser oído, por lo que ambos encuentran su espacio para el
despliegue de potencialidad en el proceso judicial, donde el Juez está llamado a garantizar la Justicia en su
integralidad.
Resulta evidente entonces que el niño, niña o adolescente no son ajenos a esta realidad jurídica y que la garantía
constitucional de “la defensa en juicio de la persona y de los derechos” (art. 18 CN) les corresponde sin
condicionamiento en razón de su minoridad de edad.
El derecho de defensa aparece entonces inescindible al debido proceso legal, al acceso a la justicia ya la tutela judicial
efectiva. Ciertamente que su materialización se patentiza con la figura del defensor, del Abogado, que es quien puede
llevar adelante la preparación de una adecuada defensa técnica.
Para el caso de los NNA, la posibilidad de contar con su propio Abogado (el Abogado del Niño) cobra singular
relevancia y,decididamente, coronala mentada garantía, toda vez que se trata de un profesional cuya especial
formación lo ha capacitado para interpretar adecuada y verdaderamente sus manifestaciones. Debe colegirse entonces,
que esta priorización hace al Interés Superior del Niño, en su concepción de principio rector y fundante de cualquier
decisión jurisdiccional o de cualquier otra índole, que involucre a los NNA (art. 3° CDN), y que la garantía de la
efectiva tutela de sus derechos debe contemplar la posibilidad de una idónea defensa técnica profesional.
En definitiva, tal como lo enfatiza Patricia Bermejo[12], “Es el deseo de todos lograr una respuesta a la necesidad
social de una justicia rápida y eficiente, virtudes que todos ansiamos que no queden atrapados en el cielo de los
conceptos, sino que se liberen en el mundo jurídico con la ayuda del legislador que crea la norma y de los jueces y
abogados, responsables de su crecimiento y desarrollo”.-
(*) Abogada, Egresada de la Universidad Católica de Salta (año 1.993); Mediadora (con Certificación del Ministerio
de Justicia de la Nación); Profesora en Ciencias Jurídicas (Universidad Nacional de Salta); Cursado y aprobado los
Módulos de la Maestría en Magistratura de la UBA en convenio con la Universidad Católica de Salta (Tesis en diseño,
con proyecto aprobado); Curso y Capacitaciones de PosGrado (en distintas ramas del derecho: Derecho
Constitucional; Psiquiatría Forense; con especialidad en el Derecho de Familia, entre otros); Antecedentes Docentes:
Docente de la Universidad Católica de Salta, en las asignaturas: Práctica Forense I (Modo Presencial) de la Carrera de
Derecho; y Derecho Procesal Civil, Comercial y Laboral de la Carrera de Licenciatura en Criminalística, ambas de la
Facultad de Ciencias Jurídicas de U.C.S.; Docente de la Escuela de la Magistratura del Poder Judicial de Salta;
ejercicio de la docencia en el nivel secundario durante diecisiete (17) años en la asignatura Formación Ética y
Ciudadana; Instructora en Curso de Formación de Fiscales Electorales. Dictado de Cursos y Capacitaciones en el
ámbito de la Escuela de la Magistratura del Poder Judicial de Salta, y distintas instancias de Capacitación Docente;
desempeño de Tutoría, en el marco del Régimen Gral. de Pasantías para Estudiantes Universitarios (aprobado por
Acordada N°9338 de la Corte de Justicia de Salta) y Tutoría de Pasantes con título de grado, en el Curso de Formación
Inicial de la Escuela de la Magistratura de Salta. Antecedentes Laborales: Ejercicio de la profesión liberal durante diez
(10) años, con asesoramiento legal a empresas comerciales del medio; Asesoramiento Legal en el ámbito legislativo
Municipal (Concejo Deliberante de la Ciudad de Salta). Asesoría Dpto. Legal del Ministerio de Educación de Salta,
Dirección General de Educación Polimodal. Funcionaria del Poder Judicial de Salta (con ingreso en el año 2.003),
actualmente en el cargo de Secretaria de la Sala Primera de la Cámara de Apelaciones Civil y Comercial; reciente
desempeño como Juez Subrogante de Cámara de Apelaciones Civil y Comercial (por Concurso del Consejo de la
Magistratura de Salta, designación por Dcto. Pcial. de Salta N°3757/15).- .

[1] LOCKE, John, Algunos pensamientos sobre educación; cit. por SAVATER, Fernando, “El valor de educar”, Ed.
Ariel S.A.,Barcelona, 1997, reimp.Cía.Editora Espasa Calpe Argentina S.A., Bs.As., 1997, pág.198.
[2] González del Solar, José H.; “El Interés Superior ante el Niño en situación de conflicto”; en Tagle de Ferreyra,
“Interés Superior del Niño. Visión jurisprudencial y aportes doctrinarios”, ed. Nuevo Enfoque Jurídico, Córdoba,
2009, pág.458.
[3] Ver Programa de Cooperación de UNICEF en la República Argentina “Plan de Acción del Programa País 2016-
2020, firmado en Buenos Aires, el 15 de abril 2016. En el marco de dicho Programa se presentó el Plan de Trabajo
2016-2017 (mayo 2016), en el que se hizo referencia -en su “Introducción”- a que: “… el objetivo general del plan de
trabajo 2016-2017 es apoyar los esfuerzos de Argentina para acelerar la realización universal de los derechos de los
niños promoviendo la inclusión social, especialmente de los niños y familias más vulnerables: niños y adolescentes en
situación de pobreza, como aquellos que viven en áreas periurbanas y remotas, niños indígenas y niños con
discapacidades”.
[4]Kemelmajer de Carlucci, Aída; Molina De Juan, Mariel, “La participación del niño y el adolescente en el proceso
judicial”, Revista Código Civil y Comercial, Año 1, Número 5, Noviembre 2015, ed. Thomson Reuters La Ley,
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, pág. 3/4.
[5]Kemelmajer de Carlucci, Aída; Molina De Juan, Mariel; op.cit., pág. 6
[6] Cfr. CIDH, Opinión Consultiva OC-17/2002, párrs. 96 y 98.
[7]Kielmanovich, Jorge L.; “Reflexiones procesales sobre la Ley 26.061 de Protección Integral de los Derechos de las
Niñas, Niños y Adolescentes”, Revista La Ley, año 2005 –F- 987 (www.afamse.org.ar).
[8]Enderle, Guillermo Jorge; “El derecho a ser oído. Eficacia del debate procesal”, en “Debido proceso. Realidad y
debido proceso. El debido proceso y la prueba”; Arazi, Roland, 1ª ed. Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2003, pág. 170.
[9] Ley Provincial N° 7970 (Expte.N° 90-25.228/2016), sancionada el 06/12/2016, promulgada el 26/12/2016 y
publicada en Boletín Oficial N° 19.942, del 16 de Enero de 2017 (www.diputadosalta.gov.ar).
[10] Nota de elevación del Proyecto de ley elaborado por el Poder Ejecutivo Provincial (08/08/2016, Expte. 90-
25228).
[11] Debate parlamentario Cámara de Diputados (sesión del 6 de diciembre de 2016).
[12] BERMEJO, Patricia; “La audiencia preliminar en el proceso civil”, Revista del Colegio de Abogados de La Plata
(Director Roberto O. Berizonce), Julio-Diciembre 1994 – Año XXXIV – N° 55, pág. 300.

Citar: elDial.com - DC2408

Publicado el 09/10/2017

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