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En los Estudios de Género, el género se conforma “como categoría que en lo social, corresponde al
sexo anatómico y fisiológico de las ciencias biológicas. El género es el sexo socialmente
construido” (p. 149).
Para demostrar que los análisis de género se intersectan con las categorías de sexo/sexualidad,
raza, etnia, clase y cultura se produce la idea de “los sistemas de género/sexo” que se definen
como “conjuntos de prácticas, símbolos, representaciones, normas y valores sociales que las
sociedades elaboran a partir de la diferencia sexual anátomo-fisiológica y que dan sentido a la
satisfacción de los impulsos sexuales, a la reproducción de las especies humana y en general al
relacionamiento entre las personas. En términos durkheimianos, son las tramas de relaciones
sociales que determinan las relaciones de los seres humanos en tanto personas sexuadas” (págs.
149 y 150). “Los sistemas de sexo/género son por lo tanto, el objeto de estudio más amplio para
comprender y explicar el par subordinación femenina-dominación masculina” (p. 150).
De Barbieri destaca tres de las perspectivas en las teorías sobre el tratamiento del género. La
primera es la denominada “relaciones sociales del sexo” que privilegia la división social del trabajo
como núcleo motor de la desigualdad (p. 151). Una segunda perspectiva considera los sistemas de
género como sistemas de poder (p. 152). La tercera línea tiene que ver con el control de la
reproducción: “El problema entonces en sociedades de dominación masculina es cómo, por qué,
en qué condiciones, en qué momentos, desde cuándo los varones se apropian de la capacidad
reproductiva, de la sexualidad y de la fuerza de trabajo de las mujeres” (p. 154). Se intenta
visualizar las determinaciones biológicas marcadas por la diferencia sexual en todo tipo de
sociedades, pero junto con otros entramados teóricos que permiten entender el estado de
subordinación.
Los vacíos principales entonces han sido la elección de los objetos de estudio, el privilegiar el
estudio de las mujeres, sin atender la perspectiva masculina y de los varones, la carencia de crítica
con relación a las grandes teorías construidas en occidente y los privilegios de análisis centrados
en las estructuras y no tanto en los movimientos y acciones. El punto vital del uso de la categoría
de género como categoría crítica de análisis es haber podido complejizar y presentar un conjunto
de relaciones teóricas y distintas opciones teórico-metodológicas.
Los movimientos feministas surgidos desde finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX
intervinieron directamente en la configuración de lo político y la política. Los movimientos sociales
y los movimientos de mujeres surgidos desde la década de los años sesenta, se dirigieron a la
sociedad (1983: 13). Desde estas incursiones tanto del feminismo como de los movimientos
sociales se sostuvo “que a pesar de la aparente neutralidad del Estado y de lo político, tanto en su
configuración como en su hacer éstos son expresión del dominio masculino. Desde las definiciones
de ciudadanía hasta las prácticas concretas y más nimias, tales como los horarios en los que se
ejerce la política formal, están determinados por la desigual relación entre los géneros. La
subordinación de las mujeres a los varones permanece anclada en instituciones normadas por el
estado. Para su superación se requiere llevar el problema en todas sus dimensiones al ámbito
público, espacio donde se ventilan y discuten las cuestiones fundamentales de la sociedad, en el
que se perfilan las soluciones y se diseñan los caminos para lograrlas. Esto significa que el Estado,
la política y lo político pueden ser analizados como espacios de expresión del conflicto entre
géneros” (págs. 13-14).