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Dejame que te acaricie

con este texto

que se deja acariciar.

Que son suaves las palabras

cuando la culpa se libera

por las buenas intenciones

que proponen amistad sin transacción.

Palabras que hacen cosquillas

por adentro hasta las sonrisas

sin que sepamos por qué.

Son aquellas que se olvidan

del sentido de la seriedad

en tanto virtud basada en la creencia

en lo unívoco.

Pero las peras del olmo son tan dulces

como las del peral

aunque no se coman a pedido.

Y bailando en las agujas de los relojes

un monito con fez colorado

dibuja con los ojos

garabatos espiralados.

Hacen sus gracias los colores dulces

y las músicas que tocan de oído

improvisaciones espontáneas de la risa,

mientras el humor se hace el valiente

aunque los golpes furibundos

marquen tarjeta con el drama y la tragedia

de la leve y frágil existencia.

Dejame que te acaricie sin otro ánimo

que el de compartir un texto


que se deja acariciar

y no le cede a la tristeza

ni al enojo

el privilegio de la alegría

que no tiene motivo ni lo quiere tener.

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