La expansión industrial permitió que más personas tuvieran acceso a bienes a precios más bajos. El crecimiento de las ciudades trajo consigo el surgimiento de metrópolis con iluminación eléctrica y sistemas de transporte público. Los burgueses continuaron con sus intereses en la manufactura y la banca, algunos incursionaron en la prensa, las ciencias y la política. El campesinado se liberó de la servidumbre pero muchos perdieron sus tierras y tuvieron que emigrar a las ciudades, donde se unieron a la clase obrera. Las clases medias crecieron con la demanda de empleados técnicos y ejecutivos. La nobleza se adaptó a los cambios y mantuvo su nivel de vida involucrándose en finanzas, industria y ocupando puestos claves en el gobierno. Inventions como el teléfono y el automóvil se volvieron imprescindibles. Progresos en educación y sanidad mejoraron la calidad de vida. Cambios en el ámbito político Aunque las monarquías aún tenían poder, este se vio limitado por leyes, constituciones y parlamentos. Hubo un aumento del movimiento por el sufragio femenino. Surgieron movimientos de masas que buscaban la ampliación del sufragio, la democracia y los derechos sociales. Auge del nacionalismo: Durante el siglo XIX, el nacionalismo se volvió una de las ideologías más importantes. Posteriormente, apareció un nacionalismo basado en rasgos biológicos o culturales desde el nacimiento, con hostilidad hacia minorías étnicas y religiosas. Surgió un primer nacionalismo inclusivo basado en la defensa del territorio y ciertos deberes. El nacionalismo se convirtió en un elemento central en la vida política y se promovió el patriotismo a través de símbolos, mitos y ritos. La industrialización y la crisis del Antiguo Régimen promovieron nuevos sentidos de identidad y pertenencia. Malestar en la cultura: Las ideologías experimentaron una crisis y transformaciones. Algunos criticaron la sociedad burguesa por reemplazar los ideales por el lucro. Se cuestionó la hegemonía del positivismo y se destacó la importancia del instinto y las emociones. El liberalismo, las luchas sociales y las innovaciones fueron vistos por algunos intelectuales como señales de decadencia. Surgieron diferentes soluciones: reforma moral gradual o una guerra "purificadora" para dar paso a algo nuevo.