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Empoderamiento (empowerment)
Es un proceso educativo diseñado para ayudar a los pacientes a desarrollar los conocimientos,
habilidades, actitudes y grado de autoconsciencia necesaria para asumir efectivamente la
responsabilidad de sus decisiones relacionadas con la salud, siendo un elemento clave de la
educación para la salud.
Para tener la capacidad de ejercer un mayor control sobre su salud, la población necesita
disponer de la información, el conocimiento y la comprensión de dicha información. Esto le da
confianza y la voluntad de afirmar el control.
En la actualidad, se considera que las ECNT son causadas en gran medida por factores de
riesgo asociados al comportamiento, que dependen en gran parte de variables económicas
como el trabajo, el acceso a los alimentos, la vivienda y la educación.
Existen factores de riesgo como el aumento en el consumo de tabaco, los deficientes hábitos
alimenticios, la falta de actividad física, el consumo alto de alcohol, la disminución en el número
de horas de sueño, la falta de compromiso con los tratamientos médicos o el inapropiado uso
de tratamientos mágicos, el uso incorrecto de medicamentos, son algunos ejemplos.
ESTILOS DE VIDA
Las ECNT influyen en las actividades cotidianas, el funcionamiento del sistema familiar y
económico, los hábitos alimenticios, los espacios de ocio y recreación y el trabajo.
La presencia de una ECNT, además, incrementa la asistencia a los servicios médicos y los
encuentros con los especialistas, lo que implica realizar ajustes tanto en el tiempo como en el
dinero y poner en marcha nuevas rutinas que permitan cumplir con los requerimientos del
equipo de salud.
AUTOESTIMA
La cronicidad de estas enfermedades provoca cambios en la percepción de la autoestima,
disminución de la satisfacción marital, cambios de estado de ánimo e irritabilidad. Así como
problemas ocupacionales y económicos, que repercuten en la dinámica familiar, y exigen
ajustes en los roles y expectativas hacia el futuro.
REACCIONES EMOCIONALES
Existe evidencia de la presencia de estados emocionales en las ECNT, como la depresión y la
ansiedad.
Durante las fases de recaída o crisis es común encontrar síntomas de depresión, ansiedad y
angustia que se generan por las situaciones de hospitalización, la percepción de deterioro de la
salud, la aparición de nuevos síntomas asociados a la enfermedad o la presencia de algunos
que ya se habían mantenido bajo control. Se crea entonces incertidumbre en el paciente,
debido al curso impredecible de la enfermedad, la continua amenaza a la vida y la pérdida de
la esperanza de una cura real.
Por otra parte, la depresión se encuentra relacionada con factores que predicen la
supervivencia. Así, la presencia de dicha enfermedad disminuye la motivación, la
concentración y la energía requerida para llevar a cabo, de forma consistente, las tareas de
autocuidado, tales como la toma de medicación, el automonitoreo y la actividad física; y esto
a su vez aumenta el riesgo de presentar condiciones físicas negativas y discapacidad.
Otros de los procesos que se relacionan con la presencia de depresión en pacientes con ECNT
son el ajuste y el compromiso con el tratamiento, que es el grado en el que los pacientes
asumen cambios en relación con el estilo de vida recomendados por los profesionales de la
salud.
Otros factores que favorecen el compromiso con el tratamiento son los estilos de afrontamiento
activo, la capacidad de integrar emociones, la existencia de una relación empática entre el
profesional tratante y el paciente, de una escucha por parte del médico tratante y de espacios
de confianza en donde el paciente pueda expresar de forma libre sus inquietudes y problemas.
Este último factor facilita la participación del paciente en la toma de decisiones y la explicación
de las dudas que surgen durante la prescripción.
En relación con los cambios en el estilo de vida de los pacientes, el modelo transteórico, plantea
que cambios en la actividad física, la alimentación sana, la pérdida de peso y el seguimiento de
las recomendaciones hacen parte del proceso y se presentan por etapas:
motivación (los pacientes tienen que estar motivados para tomar acción).
una acción (los pacientes necesitan orientación y apoyo cuando están implicados en un
comportamiento activo de cambio dentro de un proceso).
un mantenimiento (los pacientes necesitan apoyo para prevenir las recaídas y modificar sus
trayectorias de autogestión).
Es de esperar que se sienta abrumado por cuánto hay por aprender y qué cambios en el estilo
de vida necesita hacer (Por ej. en su alimentación, dejar de fumar y hacer ejercicio).
Sea compasivo consigo mismo: con el tiempo, se adaptará a vivir con su enfermedad. Se sentirá
como usted mismo otra vez a medida que aprenda cómo ajustar su enfermedad dentro de su
vida.
Una enfermedad crónica, puede que te afecte física, emocional, social e incluso
económicamente. La forma en la que a una persona le afecta una enfermedad crónica
depende de la enfermedad particular que tiene y cómo repercute sobre su cuerpo, la
gravedad de la enfermedad y el tipo de tratamientos que requiere. Aceptar y adaptarse a la
realidad de padecer una enfermedad crónica requiere tiempo, pero las personas que están
dispuestas a aprender cosas sobre su enfermedad, a buscar y aceptar el apoyo de los demás y
a participar activamente en el cuidado de su salud generalmente superan con éxito el proceso
de afrontamiento
El proceso de afrontamiento
La mayoría de las personas atraviesan varias fases en el proceso de asumir que padecen una
enfermedad crónica y de aprender a vivir con ella.
Por ejemplo, una persona con diabetes puede experimentar un abanico de emociones cuando
le diagnostican la enfermedad. Tal vez crea que no va a ser capaz de pincharse para
determinar su nivel de glucosa en sangre o de inyectarse insulina para controlar su enfermedad.
Pero, después de trabajar con el personal médico y de entender mejor su enfermedad, se
familiarizará con todo el proceso. Con el tiempo, controlar la diabetes se convertirá en algo
secundario en su vida. Los pasos implicados en el tratamiento de la enfermedad se convertirán
en una forma más de cuidar de su cuerpo y mantenerse sano, como lavarse los dientes después
de las comidas o ducharse.
Hablemos de autocuidado
El autocuidado es considerado por la OMS como “la capacidad de las personas, las familias y
las comunidades para promover la salud, prevenir enfermedades, mantener la salud y hacer
frente a las enfermedades y discapacidades con o sin el apoyo de un proveedor de atención
médica”.
Cuando hablamos de autocuidado tenemos que basarnos en estas tres áreas: el autocuidado
físico, el autocuidado social y el autocuidado emocional. Y estas tres esferas necesitan de
nuestra atención. Así, el autocuidado consistiría en la actitud mediante la cual seríamos
responsables de nosotros mismos, de cubrir nuestras propias necesidades para lograr
desarrollarnos personalmente.
Parte de estas, como las más fisiológicas (comer sano, dormir, la higiene) podemos llegar a
entenderlas con cierta rigidez, interpretándolas como normas. Sin embargo esto puede ser
contraproducente y generarnos un malestar que no ayuda para nada a nuestro bienestar
emocional. Es por ello que se entiende que la flexibilidad es la base de la salud mental, siendo
uno de los ejes sobre los que se sostiene.
Preguntas muy comunes de los pacientes: “¿cómo aprendemos a cuidarnos?, ¿quién nos
enseña?, ¿cómo entender lo que nos está sucediendo?, salimos de consulta con tan solo un
informe debajo del brazo sin saber qué va a pasar ni qué hemos de hacer, con dolor, miedo y
mucha incertidumbre…”. Esto y la necesidad de acompañamiento a cuidadores y familiares
desde una posición de empatía por parte de los profesionales.
La realidad pasa por una alarmante falta de profesionales en todos los ámbitos lo que repercute
directamente en una falta de atención adecuada a las necesidades de este colectivo. Demora
en citas, falta de recursos, escasez de plazas, elevada demanda, duración exprés de las
consultas, equipos multidisciplinares que no acaban de poder conformarse… y el panorama no
es halagüeño.
Estas carencias impiden que se pueda establecer un vínculo adecuado de cara a una relación
terapéutica, clave en la adherencia al tratamiento y en la adquisición de recursos personales
para afrontar la enfermedad.
Cambiando hábitos
Cuando el dolor y la falta de motivación son los grandes protagonistas de la vida de un
paciente, resulta enormemente complicado iniciar esa fase de cambio, de autocuidado para
mejorar el bienestar.
Los seres humanos vivimos entre hábitos de conducta. Se trata de comportamientos aprendidos
que son resultado de acciones que repetimos frecuentemente de forma automática y habitual.
Es una estrategia que nuestro cerebro utiliza para ahorrar esfuerzo, tiempo y energía y si bien
automatizamos conductas como caminar, comer, etc. También lo hacemos con aquellas que
no son positivas ni beneficiosas con nuestra salud, física y mental.
Ese duelo se entiende como la pérdida significativa de funciones, de beneficios, cambio de rol,
privilegios que el paciente tenía previamente y que la mayoría de las veces no eran valorados
como se debía. Surge una nueva identidad con la que la persona debe conectar: debe
aprender a vivir de otra manera pero es un proceso complejo ya que la autoestima tan
deteriorada junto al dolor, tan incapacitante hacen que las emociones negativas inunden su día
a día.
Es fundamental permitirse vivir y expresar todo lo que se está sintiendo. Miedo, incertidumbre, ira,
negación… son igualmente válidas y son necesarias experimentarlas para poder reconstruirse. El
hecho de evitarlas, reprimirlas y censurarlas se transforma en un incremento del dolor asociado a
una mayor culpabilidad y obviamente en algún momento acabarán exteriorizándose de
manera nada adaptativa y con consecuencias peores como ansiedad y diversas
manifestaciones psicosomáticas.
Para poder sanar esa autoestima es necesario hablarse con amabilidad, tratarse como
trataríamos a alguien que queremos. Pero también rodearse de personas sanas
emocionalmente que ayuden, acompañen, comprendan, no enjuicien. Y en este punto el
paciente también tiene una responsabilidad individual.
Responsabilidad personal
Con la llegada de un diagnóstico cambia la manera de relacionarse el entorno y de socializar.
Es frecuente sentir que existe falta de comprensión, que no se recibe lo que se necesita.
Pensamientos similares a “pasan de mí, se han cansado, no me entienden...” pueden ser
frecuentes. Y en este punto es necesario que la persona afectada aprenda a expresar cómo se
siente y qué necesita realmente, sin dar por hecho de que los demás lo saben, lo entienden.
La percepción de la realidad va a variar y con ella el cómo se gestionan las necesidades, algo
que difiere entre cada uno y que es una experiencia completamente individual. Y cada una de
ellas es lícita y válida. Sin embargo, lo que un paciente puede sentir, lo que necesita compartir,
lo que requiere de los otros en ese punto vital es algo específico que hay que verbalizar de
manera clara.
Para ello resulta necesario realizar un ejercicio de aprendizaje interior, observando el momento
en el que cada uno se encuentra y qué es aquello que realmente necesita. Entender que hay
que aprender a pedir ayuda sin sentir culpa, sin sentir que se “molesta” al otro, sin frustrarse.
Superar ese diálogo realizado desde una posición de queja continua que se convierte en la
protagonista del dolor. Transformarlo en una conversación que aporte y aprender a reformular
en positivo.
Esta responsabilidad también va acompañada de, como hemos comentado, un cambio de rol.
Personas que habían ejercido un papel de cuidadores, que han centrado sus vidas en el servicio
a los demás, adaptándose a sus propias necesidades de pronto ven cómo cambian de lado,
cómo esos papeles se invierten y no saben cómo ubicarse. El establecer límites entre lo que
hace daño, lo que no se necesita, lo que no aporta o no hace bien no resulta nada sencillo y
son precisamente estas personas las que encuentran más dificultades.
La flexibilidad será la clave que llevará a aceptar que habrá días más complejos que otros que
el autocuidado será inviable en determinadas épocas y esto no generará malestar, aceptando
que la vida es cambio.
Adherencia al tratamiento
Adherencia es la habilidad de un individuo para adquirir y mantener un comportamiento
referente a un plan de cuidados acordado con el equipo de salud.
Aspectos básicos, que se deben considerar al abordar cualquier intervención dirigida a mejorar
la adherencia:
Individualizar la intervención, adaptándola a las circunstancias y dificultades concretas
del paciente en cada caso.
Fortalecer la relación con el paciente, favoreciendo la confianza para que exprese
abiertamente sus dudas, preocupaciones o dificultades para adherir a las
recomendaciones de tratamiento que se le proponen, y poder asumirlas como suyas.
Trabajar en forma interdisciplinaria, ya que tanto la prevención como la detección y
abordaje de la falta de adherencia a los tratamientos no son competencia exclusiva
del médico
Mantenga una actitud empática. La escucha activa ayuda a conformar y consolidar el
vínculo, fundamental para el seguimiento longitudinal de pacientes crónicos.
Ofrezca educación para el automanejo. Es difícil que una persona pueda hacer lo que
no comprende, por lo cual la educación es un componente clave.
Explore la dolencia (percepción subjetiva de enfermedad).
Explore la adherencia: Muchas personas que necesitan tomar medicación a diario
suelen olvidarse.
Realizar preguntas motivacionales (¿Cómo le va a usted con eso? - ¿Qué aspecto de la
enfermedad/tratamiento es el que más le preocupa? - ¿Qué es lo que más le cuesta? -
¿Qué es lo que más le molesta? - ¿Qué es lo que primero desea cambiar?)
Explore además:
➢ Creencias familiares acerca de la enfermedad.
➢ Recursos familiares y extrafamiliares.
➢ Soluciones intentadas
Arribe a un campo común entre paciente, familia y equipo de salud en la definición de
los problemas y el orden de prioridad para abordarlos.
Elabore un plan y acuerde una meta mínima. Por ej., Todos los lunes y los jueves, al
regresar del trabajo, bajaré 4 paradas antes del colectivo para comenzar con
caminatas (tener en cuenta que también se adhiere al tratamiento no farmacológico).
Simplificar esquemas de tratamiento farmacológico, recordatorios a pacientes, etc.
Agende una visita de seguimiento para evaluar el grado de adherencia y continuar con
el plan acordado.
Los objetivos de los cuidados preventivos son diferentes acciones que se llevan a cabo en
adultos sanos, con el propósito de evaluar los factores de riesgo para enfermar según edad y
sexo. Se deben realizar a lo largo del ciclo vital con el propósito de reducir la morbimortalidad
asociada a aquellas enfermedades o condiciones prevenibles o controlables. Su objetivo es
evitar la ocurrencia de la enfermedad.
1. NEGACIÓN
Las personas no estamos preparados para enfrentarnos a la pérdida de la salud, de manera que
negamos la enfermedad, esa será nuestra primera reacción de defensa ante la noticia de que
padecemos tal enfermedad crónica. La negación nos permite amortiguar el dolor ante una
noticia inesperada e impresionante; y es una forma de defendernos mentalmente ante esa
mala noticia.
Esa negación nos originará pensamientos como que el médico recibió un informe erróneo del
laboratorio, podemos negar la gravedad de la enfermedad porque no vamos a permitir que eso
nos inquiete.
Esta negación puede tomar, peligrosamente, una forma de desafío. Afirmaciones como, “¡Voy a
comer, a hacer ejercicio y a tomar o no mis medicamentos como me plazca! “
Aparecen nuestros miedos y temores porque tienes un diagnóstico, pero muy poca información
sobre la enfermedad. Tu círculo familiar y de amigos probablemente saben muy poco o nada
sobre la enfermedad y de cómo nos afecta.
En esta fase, a menudo te sientes muy solo. La mejor cosa que puedes hacer para ayudarte a
pasar esta etapa es aprender todo lo que podamos sobre la enfermedad y de cómo mejorar
nuestra calidad de vida, estúdiala cuidadosamente.
Deberemos de tener especial cuidado con la información que nos ofrece Internet, debemos de
acudir a páginas que estén avaladas o certificadas por su calidad y siempre la confirmaremos
con los profesionales sanitarios o con otros pacientes que han superado la enfermedad.
2. IRA O ENFADO
En esta etapa reconocemos que la negación no puede continuar, porque la enfermedad es
totalmente evidente. Aparecen sentimientos como la ira y todos los sentimientos asociados a la
misma y esto provoca que no nos dejemos cuidar.
Aparecerán múltiples preguntas como: “¿Por qué a mí?”, “¡No es justo!”, “¿Cómo me puede
estar pasando esto a mí?”. Y diferentes muestras enfadado con Dios por permitir que esto nos
suceda. Nos enfadaremos con los médicos y/o con el resto de los profesionales sanitarios por no
realizar el diagnostico más precoz y por no ayudarnos más de lo que lo están haciendo.
También nos enfadaremos con nuestra familia, amigos y compañeros de trabajo por no
comprender y entender por todo lo que estamos pasando.
Tenemos que saber que concentrándonos en nuestro enfado solamente aumentará nuestro
estrés (y así nuestro dolor) y facilitará de que nos aislemos y nos alejemos aún más de las
personas a las que más necesitamos a nuestro lado. La manera más productiva de manejar el
enfado, es canalizarlo y concentrar nuestra mente en buscar el plan de tratamiento más
adecuado para mejorar nuestra salud y calidad de vida.
3. NEGOCIACIÓN
En esta etapa alcanzaremos el último intento de llegar a un compromiso con la propia realidad
de la enfermedad crónica. Y empezaremos a pensar: “Si como demasiado sólo los fines de
semana, no será tan malo”, “Si practico más la caridad, no sufriré otro ataque cardiaco”
Intentaremos llegar a acuerdos con nosotros mismos y con los demás para mejorar nuestra salud
y calidad de vida. Lo más importante en esta fase es comprender que la enfermedad crónica
no es un castigo por algo que hiciste mal. Es una de las muchas enfermedades que simplemente
forman parte de la vida.
4. DEPRESIÓN
El problema de salud que causa la enfermedad realmente nos impacta a diferentes niveles
como el físico, el psíquico y el social.
Aparecen sentimientos de no servimos para nada porque no podemos hacer muchas de las
cosas que hacíamos anteriormente. Tendremos mucho miedo a las vivencias e incapacidad
que pueda generar la enfermedad crónica y de todo lo que nos va a traer la enfermedad a
nuestras vidas.
En esta fase lloraremos, sentiremos pena por nosotros mismos y generalmente renunciaremos a
hacer muchas cosas porque no encontramos alegría en nada. La pena nos puede conducir a la
depresión y a la desesperación.
Nos damos cuenta de que nuestra forma de vida ha cambiado o está cambiando de una
manera drástica. Quizás ya no somos capaces de hacer todas las cosas con la que siempre
hemos disfrutado. Nuestro futuro que antes nos parecía tan esperanzador ahora parece una
gran espacio blanco con un gigantesco punto de interrogación en el medio.
Es perfectamente normal sentirnos deprimido por estos cambios y nos preguntaremos cómo
seremos capaces de vivir el resto de tu vida con esa enfermedad.
La primer cosa que tenemos que recordar es que tendremos algunos buenos días y algunos
malos días. Cuanto más aprendamos sobre cómo manejar nuestra enfermedad, que
actividades desencadenan una crisis y que tipo de tratamiento nos ayuda más, podremos
aumentar el número de días en el que nos encontraremos mejor.
Nuestra vida quizás no es tan buena como la que habíamos esperado, pero sí puede ser mejor a
la que nos encontramos tras la enfermedad. Cuando todo está dicho y hecho, efectivamente
puede que sea mejor de la que habías imaginado.
5. ACEPTACIÓN
Habiendo pasado por las cuatro etapas anteriores, ahora la enfermedad se acepta como parte
más de nuestra vida, una realidad con la que debemos de vivir porque no existe otra vía de
escape. Con los primeros rayos de luz irán apareciendo los colores del arco iris emocional y el
descubrimiento de capacidades que se encontraban latentes.
Debemos de gastar nuestro tiempo y energía limitada en lo que lo más importante para
nosotros. Así veremos que nuestra vida nos dará más satisfacciones y estará más llena de
propósitos que lo que jamás nos habíamos imaginado.
No hay límites de tiempo estipulados para superar todas las etapas de afrontar la enfermedad
desde que llegó a nuestras vidas. Este tiempo es diferente en cada persona, en ese recorrido las
emociones que nos provoca la enfermedad estarán a flor de piel en cada una de las fases del
proceso de afrontar la enfermedad.
Tenemos que saber que aunque el tratamiento nos vaya bien, es normal estar triste o
preocupado de vez en cuando, cuando los síntomas se incrementan o se nos presente una
crisis. Pero si reconocemos esas emociones y las aceptamos como tal cuando se manifiestan, sin
duda estamos encaminados al objetivo personal de afrontar la enfermedad, que es el primer
paso para lograr recuperar gran parte de la calidad de vida perdida.
En los momentos que nos sentimos que no podemos sobrellevar etapas de tristezas o
frustraciones, tenemos que pensar en todas las personas que padecen nuestra enfermedad, con
las cuales estamos en contacto y pedirles ayuda para superarlos, que sin duda llegarán las
repuestas que estamos esperando y el aliento para salir adelante. Tender nuestra mano a
quienes necesitan ayuda nos hace descubrir que aliviamos la sensación de pérdida que
sentimos, y nos ayuda con nuestros propios problemas, encontrándolos más fáciles de afrontar.
Esta idea de capacidad de superación, de encajar de forma adecuada un diagnóstico o una
falta de posibilidad de curación, es algo que nos humaniza y nos hace más humanos.
1. Estadios del cambio: correspondientes a una división temporal del proceso en etapas,
de acuerdo a un criterio basado en la motivación o disposición del sujeto a modificar su
conducta, que comprende el período que va desde el momento en que la persona
tiene una leve percepción del problema hasta en que éste ya no existe;
2. Procesos de cambio: referidos a las actividades iniciadas o experimentadas por la
persona en proceso de cambio, que modifican el afecto, la conducta, las cogniciones
o las relaciones interpersonales;
3. Niveles de cambio: que consisten en los problemas de la persona susceptibles de ser
tratados, organizados jerárquicamente en cinco niveles interrelacionados.
Por esta razón es necesario reevaluar todos los criterios para determinar al estadio que ha
retrocedido. Según Prochaska y DiClemente las personas al recaer regresan al estadio de
contemplación, y desde ahí reinician sus intentos por modificar su comportamiento, por lo cual
es clave la acción del terapeuta, para ayudarlas nuevamente a pasar a los estadios siguientes.
Él está siempre cargado emocionalmente, es una relación intensa por parte de ambos. El
paciente en este encuentro deposita una serie de "productos" (dolores, sufrimientos) cargados
de afectividad (miedos, angustias y un grado de incapacitación) y espera del profesional el
reconocimiento de "su" enfermedad y de "él mismo" como persona enferma.
Es importante conocer las posibles reacciones del paciente ante su enfermedad y también
cómo puede reaccionar el profesional:
Reacciones de huida o negación: el paciente grave puede hacer una negación total
de su padecimiento, e intentar normalizar su vida. El enfermo crónico puede también
hacer una negación de su diagnóstico, aunque el cuadro no reviste el dramatismo
anterior. En la medida en que el proceso crónico es más asintomático, favorece en
mayor medida una huida de este tipo. El profesional puede detectarla por las consultas
típicamente en "rachas", con largos periodos en los que el paciente "desaparece".
Reacciones de agresión o rechazo activo: el enfermo crónico raramente expresa su
agresividad. Fuera de la consulta, en cambio, puede ser más franco ("¿qué se habrán
creído?, decirme que tengo que comer sin sal!”; "es un médico muy malo porque solo
sabe tratar el azúcar con insulina"). Un patrón de conducta relativamente frecuente es
el "pasivo-agresivo". La agresividad se vehiculiza a través de una resistencia pasiva, casi
inaparente, a las indicaciones del profesional de la salud (pérdida de recetas, olvidar las
citas, otras).
Reacciones de racionalización: el paciente apoya su conducta en argumentos o
razones. Los pacientes crónicos pueden reinterpretar su enfermedad para justificar su
conducta. Ej.: creen que si se inyectan insulina cada vez serán más diabéticos.
Estas reacciones del paciente ante su enfermedad hacen que el paciente desarrolle una
actitud disfuncional. Las de mayor interés son:
Paciente desconfiado: está tenso, ansioso e inseguro. Sospecha de todo y a todo busca
significados. Puede mostrarse pasivo, reservado, contestando con monosílabos. Ej.: "¿No
sería mejor eliminar todas las harinas?”
Paciente agresivo: se muestra cortante, maleducado, reivindicativo. Es una actitud que
genera irritación y enfado. El paciente parece que intenta provocar una espiral de
mutuas agresiones, y, por desgracia, muchas veces lo consigue. Ej.: "¿Qué le trae a la
consulta?", "Usted tiene que saberlo, para eso es el medico”.
Paciente manipulador: exige actuaciones precisas seduciendo al profesional mediante
halagos y utilizando una educación exquisita. Intenta conseguir un determinado
fármaco, la baja laboral, etc.
Paciente regresivo: es un paciente que se pone totalmente en nuestras manos y se des -
responsabiliza de su proceso curativo.
Hay un modelo de paciente que los profesionales de la salud consideramos “buen paciente”.
Debe ser obediente, agradecido, confiado.
En la mayoría de los casos los pacientes no reúnen estas características y el profesional puede
experimentar las siguientes reacciones frente a las enfermedades de sus pacientes:
Utilización del miedo: se pueden utilizar frases intimidatorias. Hay que acompañarlo de
refuerzos positivos para evitar que sea tomado como un castigo, o puede pensar que la
enfermedad no tiene solución. Ej.: “su hígado está destrozado, como siga bebiendo no
respondo de usted”. “Si no se toma estas pastillas cualquier día de estos tendrá que ir a
urgencias, y vaya a saber si con las piernas por delante”
Antagonización o impugnación de la conducta del paciente: actuar impugnando una
conducta errónea puede estimular un mejor cumplimiento de una terapéutica si
tenemos en cuenta que:
➢ Sea realizada con empatía.
➢ Dar oportunidad al paciente para justificar su conducta.
➢ No humillar al paciente.
➢ Respetar las opciones del paciente cuando respondan a una opción ideológica
o religiosa.
Ej.: "Se lo he dicho muchas veces, su problema principal es el tabaco; mientras no deje
de fumar no hay jarabe que valga". "No creo que haya seguido la dieta, de ser así
habría perdido más de dos kilos".
Confrontación y análisis de las emociones del paciente: el profesional de la salud da la
oportunidad al paciente para que verbalice emociones o creencias relativas a su
padecimiento. Hay que tener en cuenta unas condiciones:
➢ No aturdir al paciente con preguntas, darle tiempo suficiente.
➢ Crear un clima de confianza.
➢ Trabajar las emociones del paciente hacia actitudes o conductas positivas.
No emitir juicios de valor, ya que los sentimientos de un individuo no deben ser
enjuiciados por el profesional de la salud.
La depresión afecta su capacidad de realizar las actividades de la vida diaria y de disfrutar del
trabajo, el tiempo libre, la familia y los amigos. Los efectos de la depresión sobre la salud van
más allá del estado de ánimo. La depresión es una enfermedad grave con muchos síntomas,
incluso físicos.
Sin embargo, hay algunos factores de riesgo directamente relacionados con otras
enfermedades. Por ejemplo, algunas afecciones como el mal de Parkinson y los derrames
cerebrales causan cambios en el cerebro. En algunos casos, estos cambios pueden tener una
función directa en la depresión. La ansiedad y el estrés relacionados con la enfermedad
pueden desencadenar síntomas de depresión.
Las investigaciones indican que las personas con depresión y otras enfermedades tienden a
tener síntomas más graves de ambas enfermedades. Tal vez tengan más dificultad para
adaptarse a sus enfermedades concurrentes y mayores costos médicos que aquellas sin
depresión.
LAS PERSONAS CON DEPRESIÓN TIENEN MÁS RIESGO DE OTROS PROBLEMAS MÉDICOS
Por ejemplo, las personas con depresión tienen un mayor riesgo de padecer enfermedades
cardiovasculares, diabetes, derrames cerebrales y la enfermedad de Alzheimer. Las
investigaciones también indican que las personas con depresión tienen un mayor riesgo de
osteoporosis comparadas con otras. Las razones todavía no están claras. Un factor con algunas
de estas enfermedades es que muchas personas con depresión quizás tengan menos acceso a
una buena atención médica. Tal vez tengan más dificultad para cuidar de su salud, por
ejemplo, al buscar atención médica, tomar medicamentos recetados, alimentarse bien y hacer
ejercicio.
Los científicos han encontrado que las personas con depresión tienen cambios en la manera
cómo funcionan varios sistemas del cuerpo, los cuales pueden afectar la salud física:
Signos de mayor inflamación
Cambios en el control de los latidos del corazón y la circulación de la sangre
Anomalías en las hormonas del estrés
Cambios metabólicos típicos de las personas con riesgo de diabetes
Escucha activa
“Para saber hablar es preciso saber escuchar” -Plutarco. Para una mejor escucha activa:
Pero se debe tener cuidado, no subestimar sobre todo a la ambivalencia. Otro error es prescribir
un plan inaceptable para el paciente (por ejemplo decirle ahora que ya realizaras el cambio,
tenés que hacer esto!!!!, en este tono). También tener cuidado con proporcionar al paciente
muy poca orientación.
Cada vez que la motivación caiga, utilizaremos la estrategia del primer estadio.
Respuestas que bloquean la comunicación y el cambio: Algo más que ayuda a lograr el cambio
Proporcionar feedback:
Ordenar, dirigir,
Preocupar, amenazar, Objetivo: aumentar la motivación.
Aconsejar, sugerir soluciones, realizar sugerencias, Como hacerlo:
Discutir, convencer, ➢ mostrar y comentar el
Moralizar, predicar, decir al paciente lo que resultado de pruebas,
debería hacer, ➢ elaborar y mostrar las hojas de
Estar en desacuerdo, juzgar, acusar, culpabilizar, balance,
Avergonzar, ridiculizar, etiquetar, ➢ devolver al paciente sus
Interpretar, analizar, propias afirmaciones,
Reafirmar, consolar, simpatizar, La clave: permitir que el paciente se
Cuestionar o poner a prueba, forme sus propias conclusiones y
Distraerse, hacer una broma o cambiar de tema. dejar clara la libertad de elegir.
Pero evitando las etiquetas.