Cuenta la historia que cuando ocurrió el gran terremoto que
sacudió a Cusco el 31 de marzo de 1650 un grupo de fieles sacó en procesión al Santo Cristo para aplacar la ira divina. El sismo se detuvo y la imagen fue colocada en la puerta de la Catedral mirando a la ciudad con la creencia de aplacar las constantes réplicas que afectaban a la Ciudad Imperial. Por este terremoto el Cristo de la Buena Muerte fue bautizado como el Señor de los Temblores.
Pero los milagros del Señor de los Temblores continuaron, en
1720 la ciudad del Cusco fue asolada por una peste que solo se detuvo cuando la imagen del Santo Cristo salió en procesión. Con estas milagrosas señales el pueblo decidió proclamarlo “Patrón Jurado de Cusco”, desplazando al Patrón de Santiago que había sido nominado como tal por los españoles en 1646.
La imagen del Señor de los Temblores sale de la Catedral, visita el
templo de Santa Teresa, donde cambia su sudario para luego dirigirse al templo de la Merced, donde le espera la Virgen de la Soledad. En todo su recorrido recibe un multitudinario homenaje de sus devotos y antes de ingresar nuevamente a su templo, bendice a sus fieles.