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UNIVERSIDAD FEDERICO

HENRÍQUEZ & CARVAJAL “UFHEC”


CAMPUS BANI, PROVINCIA
PERAVIA

NOMBRE:
CRISMEL LUCIANO MORA

MATRICULA:

BA-19-30366

CARRERA:

LICENCIATURA EN DERECHO.

MATERIA:

TEORIA GENERAL DEL DERECHO.

SECCIÓN:

BA02

Dia: SÁBADOS Hora: 12:30- 03:30 P.m.

DOCENTE:

JOSE RAFAEL TAMAREZ BAUTISTA.

TEMA:

ENSAYO DEL LIBRO, EL ENEMIGO DEL DERECHO PENAL.


INTRODUCCIÓN
En el presente tenemos como objetivo fundamental analizar y abordar uno de los
libros más destacados del derecho, en especial del derecho penal, libro que ha sido
una fuente fundamental de referencia en materia penal, como material didáctico y
orientador en la materia. Este es: “El Enemigo En El Derecho Penal”, autoría de
Eugenio Raúl Zaffaroni.
Este libro ha tenido una gran trascendencia e nivel teórico y práctico en el ámbito
social, político y judicial, muy especialmente en ámbito del derecho penal, donde
más trascendencia e influencia ha tenido este. Se ha convertido en una fuente
riquísima de conocimiento y enseñanza en lo relativo al funcionamiento del
sistema judicial y las influencias al que este es susceptible.
Este a su vez se ha convertido en objeto de consulta y estudio de muchos estudiosos
del ámbito social y judicial debido a su gran repercusión en estos ámbitos de la
vida, pues en gran parte de su intríngulis este es el contenido fundamental del libro,
no obstante a eso, el libro tiene un enfoque directo hacia el ámbito judicial y
político.
En este libro el autor aborda los principales puntos y cuestiones que influyen en el
derecho y los que debilitan y aquejan al mismo. Es autor establece la función y la
orientación que tiene y que se le ha dado hoy día al derecho penal y la que
realmente se le debe dar para que este sea eficaz y su aplicación se vea puesta en
marcha en el marco de lo correcto y la legalidad.
Cabe destacar, que también en este libro el autor aborda factores fundamentales
que nos ayudan a comprender las funciones del derecho penal y la razón de ser de
este, como lo son sus orígenes y las causas que dan nacimiento a este como ciencia
de la sociedad, además acontecimiento que marcaron un antes y un después para
el derecho en general.
Bien como nos lo indica el titulo del libro: “El Enemigo en el Derecho Penal” el
autor hace énfasis en la realidad del derecho penal y en la determinación de un
sujeto que este le denomina “El Enemigo En El Derecho Penal” que hace
concepción es un adversario directo, pues es la quien actúa en dirección contraria
y opuesto a este.
Según el autor el gran enemigo en el derecho penal el estado de policía, donde este
hace un ejercicio inadecuado y errado de sus funciones, actuando de manera
arbitraria y autoritaria lo que consecuentemente se convierte una contrariedad con
las funciones del ejercicio del derecho penal.
Según establece el autor el derecho penal es el actor que pone freno al ejercicio
arbitrario y subjetivo del poder estatal a través del estado de policía como una capa
protección de las acciones que este que lleva a cabo para mantener el poder sobre
la sociedad. Estos son partes de los tópicos tratados en el presente.
DESARROLLO
Este ensayo aborda la dialéctica entre el estado del derecho y el de policía,
traducida en el campo penal en la más amplia o restringida admisión del trato
punitivo a seres humanos privados de la condición de personas. Este trato
diferenciado provoca una contradicción entre la doctrina penal (y alguna filosofía
política), por una parte, la teoría política del estado constitucional de derecho y por
la otra, debido a que la última no lo admite ni siquiera en una situación bélica clara,
pues implicaría abandonar el principio del estado de derecho y pasar al de policía,
que se deslizaría muy rápido hacia el estado absoluto.
La actual situación del planeta devela sin piedad esta contradicción, provocando
un grave desconcierto en la doctrina, pues de un golpe desnuda el fenómeno de
todos los ropajes con que se lo ocultó hasta el presente y pone de manifiesto como
nunca antes que la secular tradición legitimante del ejercicio estructuralmente
discriminatorio del poder punitivo operó como fisura absolutista en el estado
constitucional de derecho, introduciendo en su marco un elemento disolvente que,
en algún trágico momento del pasado se daría en llamar entre nosotros doctrina de
la seguridad nacional, de triste memoria. Es menester advertir que en el siguiente
desarrollo en ocasiones se sintetizan o amplían y también se redunda- en conceptos
y textos publicados en trabajos parciales, a medida que se avanzaba en la
investigación.
Desde las primeras líneas del ensayo, Zaffaroni nos advierte que es imposible la
incorporación del concepto de "enemigo" en el Derecho Penal, salvo que se
pretenda el aniquilamiento del Estado de Derecho y su reemplazo por la versión
absolutista y totalitaria del mismo. "La admisión jurídica del concepto de enemigo
en el derecho (que no sea estrictamente de guerra) -dice el autor- siempre ha sido,
lógica e históricamente el germen o primer síntoma de la destrucción autoritaria
del estado de derecho".
De todas las teorizaciones del enemigo que merecen la atención de la pluma
zaffaroniana, hay dos de obligada mención: la individualización óntica del
enemigo en Garófalo y la individualización política del mismo en Schmitt. Pero
lejos de horrorizarnos frente a estas elucubraciones científicas, dice Zaffaroni que
debemos auscultar el propio devenir de la ciencia tradicional del derecho penal,
donde desde Von Liszt y Stoos se viene receptando las llamadas medidas de
seguridad, que ocultan con una nomenclación preventivista su real esencia
punitiva.

En el libro, Zaffaroni dice que "la peligrosidad y su ente portador peligroso o


enemigo óntica mente reconocible, proveniente de la mejor tradición positivista y
más precisamente garofaliana, debido a su seguridad individualizadora, tarde o
temprano termina en la supresión física de los enemigos. El desarrollo coherente
del peligrosísimo, antes o después, acaba en el campo de concentración".
En cambio, en la concepción del enemigo como alguien a quien el soberano así lo
señala, se encuentra en estado puro el absolutismo estatal y el Leviatán hobbesiano.
Su mentor más descarnado fue Carl Schmitt, a quien Zaffaroni define como el
"más penetrante teórico reaccionario del siglo pasado".

Pero, como remarca Zaffaroni, no debemos sobreactuar nuestra indignación hacia


estas teorizaciones tan antiliberales, cuando desde su carta de ciudadanía como
ciencia, el Derecho Penal se ha encargado de crear un sistema binario de penas y
medidas de seguridad, donde el enemigo y la negación de la calidad de persona
son una constante del sistema penal moderno. Zaffaroni dice, no con poca
preocupación, que "el derecho penal no hace otra cosa que admitir que hay
personas a las cuales se les aplican encierros de contención según la magnitud de
su peligrosidad. Tal conclusión fue admitida expresamente por casi todos los
autores tradicionales, sin que, en su momento, un derecho penal preocupado
centralmente por la teoría del delito y que descuidaba sus consecuencias punitivas,
o sea, que hipertrofiaba la teoría del delito y atrofiaba la teoría de la pena, se haya
detenido en ello ni haya elevado crítica alguna a este respecto".
Ya sobre el final del libro se menciona el más conocido el rival de "derecho penal
del enemigo": la versión del Profesor de Bonn Günther Jakobs, donde se pretende
la coexistencia de un compartimento cerrado de "derecho penal del enemigo"
paralelamente al "derecho penal del ciudadano" que seguiría delimitado por los
principios liberales.

Zaffaroni no es un contradictor más de Jakobs, de hecho reconoce que esta


propuesta autoproclamada "reductora" tiene en principio la gran ventaja de la
sinceridad absoluta y el acierto semántico de la nomenclatura, lo que obliga a poner
sobre el tapete de discusión con toda su crudeza lo que el derecho penal tradicional
venía escondiendo detrás de irrisorias teorizaciones y poco inocentes eufemismos:
que hay seres humanos que deben ser sometidos a tratamientos diferenciados a
causa de su "peligrosidad". De hecho, la única crítica que Zaffaroni le hace a
Jakobs es la misma que le hizo Schmitt a Hobbes: la de no ser consecuente con su
propia teoría. "Schmitt tenía razón -dice Zaffaroni- el concepto jurídico de
enemigo sólo es admisible en un estado absoluto". La advertencia de Raúl
Zaffaroni es que, si introducimos el concepto de enemigo, sentamos las bases para
la destrucción del Estado de Derecho, abdicamos de tener la guía meridiana del
ideal del Estado de Derecho abstracto.

La obra de Zaffaroni sigue los postulados de numerosos trabajos difundidos en


congresos, libros colectivos y conferencias solemnes de diversos académicos
preocupados por este actual estado de situación del ámbito punitivo. El profesor
español Francisco Muñoz Conde ha editado en Argentina recientemente un
pequeño opúsculo que redunda en la temática, y señala -como la obra reseñada-
que frente a una situación internacional donde se detienen ilegalmente a personas
por simples sospechas de planes terroristas y se los someten a torturas indignas, no
es una cuestión menor analizar y discutir las teorizaciones que legitiman aquellos
extremos.
Es de especial interés la mención en la obra del momento histórico que vive
América Latina, el llamado "autoritarismo cool" que no es más que retazos de
discursos reciclados de la doctrina de la seguridad nacional (ahora ciudadana), que
carece de respaldo académico y se enorgullece de ello. Dice el autor que la
irracionalidad de los discursos actuales de seguridad ciudadana "es de tal magnitud
que su legitimación no puede provenir ni siquiera de groserías míticas, sino que se
reduce a puro mensaje publicitario con predominio de imágenes ... su técnica
responde a una investigación de mercado, que vende el poder punitivo como una
mercancía. En la medida en que se verifica que la promoción emocional de
impulsos vindicativos tiene éxito comercial, se la perfecciona".

Jakobs sostiene que, aunque políticamente puede ser correcto querer ver en todo
ser humano a una persona partícipe de la comunidad jurídica y provista de todos
los derechos humanos-, el enemigo no lo es. Y es que desde el mundo real se
imponen límites a la juridicidad porque el Estado de Derecho se enfrenta a
determinados individuos que lo combaten permanentemente constituyéndose es
una fuente de peligro para su conservación y en consecuencia el sistema los
despersonaliza y les trata como enemigos. Esta es la razón por la que en una
sociedad que realmente acontezca sea no un modelo ideal sino real- el precepto de
tratar a todo ser humano como persona tiene un componente cognitivo y necesita
ser adicionado en el sentido de que todo ser humano debe ser tratado como persona
en la medida que cumpla con sus deberes y sea presumible su fidelidad al
ordenamiento jurídico -que no resulte un individuo peligroso.
El concepto de persona, igual que el ordenamiento jurídico, es una institución
normativa que tiene un componente cognitivo y cuando no se cumple el individuo
es tratado consecuentemente como no persona o enemigo. Se trata sí, de una
despersonalización que no es absoluta sino sólo parcial, pues el enemigo mantiene
su personalidad innata porque de lo que trata es sólo de su neutralización y no de
su destrucción arbitraria, de tal manera que no queda excluido necesariamente de
todos sus derechos y por ejemplo mantiene incólume su derecho de propiedad.
Para Jakobs el tratamiento como persona no lo adquiere el ser humano por su mera
condición, sino que es una calidad que otorga el Estado y que puede perderse o
renunciarse. No se trata por lo tanto de un concepto puramente teórico o normativo
sino que tiene un componente material o real: solo son personas quienes se
comportan como tales al menos de modo general, quienes demuestren una
capacidad cognitiva y un comportamiento acorde dentro del espacio de libertad
que brinda el propio Estado, quienes actúan amparados por un conjunto de
derechos pero al mismo tiempo son signatarios de unos deberes que asumen y de
quienes en consecuencia se puede esperar un comportamiento personal.
CONCLUCION.
Como podemos apreciar en la parte del desarrollo de nuestro ensayo, el abordaje
de nuestro tema central tratado, El Enemigo En El Derecho Penal, como le
denominó el autor del texto sustento de nuestro ensayo. En este apartado tenemos
la gracia y la oportunidad de destacar puntos importantes de lo abordado en el
desarrollo de nuestro ensayo y emitir de manera objetiva nuestras consideraciones
al respecto del contenido previamente abordado.
Cabe destacar, que desde mi perspectiva el autor eligió un tema trascendental a
tratar y que a su vez tiene gran validez en la actualidad, pues es una cuestión, que
a pesar del tiempo en que se abordó este tema, aún sigue vigente en la realidad
social de muchos países en la actualidad.
Cuestiones como el trato diferenciado hacia las personas o trato especial por
razones meramente arbitrarias y subjetivas de la autoridad que el momento hace
“justicia”, sí, justicia entre comillas, pues donde hay arbitrariedad evidentemente
no puede existir justicia, pues esta es y debe ser siempre apegada para que pueda
existir como tal. En fin, es una cuestión que en la actualidad se puede apreciar,
como a personas se le vulneran todos sus derechos por el aberrante hecho de no
ser un agraciado de la arbitrariedad de quienes ejercen el poder.
Podemos apreciar como el estado de derecho pasa a ser algo insignificante y pasa
a ser opacado en lo absoluto por lo que el autor le denomina El Estado De Policía,
que no es más que la forma de control social que establece el poder para ejercer
influencia en todos los ámbitos de la vida cotidiana posible.
El estado derecho no tiene cabida una posible existencia de manera eficaz, o al
menos medianamente eficaz, donde este se ve opacado por una decisión
meramente arbitraria del poder, donde este pone por encima otro elemento erróneo,
desde el punto de vista de lo justo, claro, porque evidentemente el poder no lo ve
así, pues su preferido es este elemento, denominado “El Enemigo En El Derecho
Penal”.
El estado de derecho no puede coexistir con un estado de policía, sobre todo
cuando este es manejado por un grupito que tiene sus preferencias para aplicar y
hacer cumplir la ley, es decir, a la hora de hacer justicia no es posible hacerse a
plenitud, pues hay algunos que a su parecer no la meren y sin embargo sí hay otros
que la sobre merecen, claro, en su psique.
De esta manera podemos asegurar que para que pueda existir un real y efectivo
debe ser abolido el estado de policía e introducirse un mecanismo que permita al
individuo reconocerles los derechos y potestades que este posee y que le indique y
oriente cual es la vía idónea para ejercer esos derechos y potestades que este posee
por el privilegio de ser un ser humano, este elemento es precisamente la contraparte
del estado de policía y que le puede poner un stop a mismo, este es exclusivamente
“El Derecho Penal”, vital para mantener un Estado de Derecho.
Con lo que hemos analizado y expuesto tanto en la parte de nuestro desarrollo
como en la parte de nuestra conclusión de nuestro ensayo queda más que claro y
demostrado que el real enemigo del derecho penal es el estado de policía, pues
este, evidentemente es el factor principal que en este caso específico muestra
contradicción ante el derecho penal y posibles acciones que pueden verse como
con superioridad ante las funciones reales del derecho penal.
El estado de policía, no sólo se puede visualizar como un adversario directo del
del derecho penal, es más que eso, este constituye en sí, un obstáculo para el
ejercicio efectivo del derecho penal lo que consecuentemente se convierte en un
posible instrumento de eliminación absoluta del derecho penal como materia
indispensable para el justo ejercicio de la justicia.
Esto nos induce a pensar que si de alguna manera el estado de policía continua
teniendo preponderancia en la sociedad e incidencia en el ámbito jurídico,
evidentemente el ejercicio del derecho penal será extinguido por este, pues este
asumirán el control absoluto de la sociedad y el sistema de justicia y
consecuentemente se convertirá en el sistema social y jurídico preponderante, no
obstante, de manera errónea y arbitraria, en violación a la ley misma.
En otro orden, tenemos un factor sumamente interesante que va de la mano con lo
analizado previamente, y es, el ejercicio del poder punitivo. El autor nos plantea la
vitalidad de este en el sistema de justicia y por ende las repercusiones que este
puede tener derivadas de su ejercicio, sea un ejercicio correcto o incorrecto, de
igual forma las repercusiones son y serán reales.
Este punto es de gran relevancia y crucial al momento de hacer justicia y ejercer
esta. El poder punitivo es un factor indispensable en el sistema de justicia, pues es
quien hace justicia y por ende quien determina lo que está en lo correcto y dentro
del marco de lo licito y de igual forma lo que no es correcto y que por ende no
constituye un elemento licito, es decir, determina la legalidad de los hechos y
acciones consumadas por los individuos en su respectiva sociedad.
Como bien podemos apreciar la relevancia y significado del poder punitivo,
podemos apreciar como este es el encargado directo de la aplicación de la norma,
sin este es imposible que la norma pueda ser aplicada por ende la correcta o
incorrecta aplicación de la norma depende de manera directa de este, sin más
limitaciones que las que las mismas normas establecen.
Ahí reside la importancia del poder punitivo, por lo que podemos concluir
estableciendo que, si este no ejerce sus funciones apegado a las leyes, a lo justo y
lo correcto evidentemente el sistema de justicia no puede tener un funcionamiento
eficaz. De este depende la justicia y si este ejerce sus funciones de manera
arbitraria, sin seguir los mínimos parámetros de objetividad y legalidad, pues este
automáticamente pasa un sistema de justicia disfuncional y por ende ineficiente e
incapaz para hacer justicia.

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