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Retención y consolidación del nuevo creyente, ¿idea humana o mandato

divino?

“Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la


tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas
las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta
el fin del mundo. Amén” (Mateo 28:18-20, RVR 1960).

INTRODUCCIÓN
“Y después de anunciar el evangelio a aquella ciudad y de hacer muchos discípulos,
volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, confirmando los ánimos de los discípulos,
exhortándoles a que permaneciera en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través
de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Hechos 14:21-22, RVR
1960).

Siendo seguidores de Cristo y discipuladores, tenemos una gran tarea en el proceso


del evangelismo, a la cual no se le ha dado el nivel de importancia que merece,
como son la retención y consolidación del nuevo miembro. 

Según las cifras dadas por el Centro de Archivos y Registros Oficiales de la


Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, en 2019 se bautizaron
1.188.038 personas, de las que 229.434 decidieron desertar, reflejando un 19.31%
de bajas de creyentes bautizados en comparación con la cantidad de bautismos. En
2020, de acuerdo con estadísticas, la cifra de bautismos fue de 707.221, como a su
vez la de deserciones fue llegando al total de 168.286, que representan el 24%.
Además de esto, Díaz (2019) citó un estudio realizado por el doctor Aimo Helminen
(2005), que dio resultados donde queda evidenciado que la Iglesia ha tenido un
declive gradual desde los años 1980; a su vez, Díaz (2019) utilizó una cita de una
investigación realizada por el pastor César Medina  (Medina, 2014), la cual arrojó
algunas posibles razones por las cuales esta disminución ha estado ocurriendo;
entre ellas se encuentran: el desánimo, los problemas personales, la falta de afecto
de los demás miembros y la poca intervención misionera. Por otro lado, la
publicación reveló que algunos factores que contribuyeron a la permanencia son la
adoración, la predicación, la Escuela Sabática, la participación en la obra de
evangelización, el compañerismo con los hermanos y otros aspectos.

Estas cifras revelan aspectos curiosos de los cuales podemos deducir, por ejemplo,
que en comparación con 2019, en 2020 se presentó un crecimiento porcentual de
deserción de miembros de la iglesia; para ser más exactos, hubo un aumento de 4
puntos porcentuales en cotejo con 2019. Es entendible el incremento debido a las
dificultades que se presentaron alrededor de todo el mundo, pero cabe recalcar
que no se tenía provisión de alguna estrategia para mitigar este efecto; esto nos
lleva a reflexionar sobre posibles estrategias que deben desarrollarse e
implementarse para la retención del nuevo creyente. El presente material busca
resaltar la importancia de la consolidación y retención a través de la inspiración, y a
su vez, dar recomendaciones y herramientas que consoliden las creencias tanto de
los hermanos antiguos como de los recién bautizados, llevando a cada uno a
entender su papel en el desarrollo del evangelio y el trascendental aporte que
puede realizar a la obra redentora.

Como se mencionó anteriormente, era natural llegar a pensar que en plena


pandemia a nivel mundial por COVID -19 durante 2020, los registros de bajas en la
feligresía aumentaran de manera exponencial, pues se tendrían muchas pérdidas
de hermanos y hermanas, quizá por las muertes que se iban a presentar; sin
embargo, los índices no solo se incrementaron en los fallecidos; las deserciones en
este caso crecieron tanto que dejan a la vista los pocos planes de acción que
tenemos para atender a nuestros miembros y así ayudar en el proceso de
retención. Ahora bien, la sierva del Señor, Elena G. de White (1994), dice:
“Nuestros esfuerzos no han de cesar porque las reuniones públicas hayan sido
suspendidas por un tiempo. Durante todo el tiempo que haya interesados,
debemos dar a éstos la oportunidad de aprender la verdad. Y los nuevos conversos
necesitarán ser instruidos por fieles maestros de la Palabra de Dios, para que
aumenten en conocimiento y en amor a la verdad, y crezcan hasta la plena estatura
de hombres y mujeres en Cristo Jesús. Deben estar ahora rodeados por las
influencias más favorables al crecimiento espiritual” (—The Review and Herald, 14
de febrero de 1907. Ev 248.2).  
En el reporte de 2015, del Centro de Archivos y Registros Oficiales de la Asociación
General de los Adventistas del Séptimo Día, que lleva como título: Retención y
Recuperación: Una prioridad para la Iglesia Mundial, se llegó a dar un valor
porcentual a las razones por las cuales los miembros desertaban, llegando a las
siguientes razones:

•28% Ningún problema, solo me alejé. 

•25% La falta de compasión por los que sufren. 

• 19% Fracaso moral de mi parte. 

• 18% Yo no encajo.

• 14% Demasiada atención a las cuestiones de menor importancia.

• 13% Conflicto en la congregación.

• 12% Fracasos morales de los miembros. 

• 11% Fracasos morales de los líderes.

• 11% La presión de los familiares o amigos. 

• 10% Cuestiones de carreras, étnicos o tribales. Razones más importantes


por las que decidió dejar de asistir. 

• 8% Pocos miembros de mi grupo de edad. 

• 7% Actitudes legalistas. 

• 6% Pastor era dictatorial. 

• 6% Iglesia no hizo mucho para ayudar a los pobres. 

• 5% Yo no creía en algunas doctrinas. 

• 5% Demandas poco realistas a los miembros. 

• 4% Bajos estándares. 

• 3% La adoración no era muy espiritual. 

• 3% Demasiadas solicitudes de dinero. 

• 2% La Iglesia votó retirarme de la feligresía. 


• 1% Adopción de otras doctrinas (Office of Archives, Statistics and
Research. [ASTR], 2015, p. 34, 35).

Es aquí donde el mensaje que Jesús nos deja por medio de la parábola de la oveja
perdida debe tener un mayor significado para nosotros, pues quienes se han
perdido lejos del Señor siguen necesitando ser alcanzados; ellos continúan siendo
importantes para Dios dentro de su plan de salvación.  “Se acercaban a Jesús todos
los publicanos y pecadores para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban,
diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come. Entonces él les refirió esta
parábola, diciendo: ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una
de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta
encontrarla? Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso; y al llegar a
casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he
encontrado mi oveja que se había perdido. Os digo que así habrá más gozo en el
cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no
necesitan de arrepentimiento” (Lucas 15:1-7, RVR1960).

Si damos inicio viendo con detenimiento el texto del evangelio de Mateo, en el cual
se narra el momento cuando Jesús nos da la orden sobre la Gran Comisión, no sería
correcto resaltar solamente la tarea de bautizar si no se les da el protagonismo a
las expresiones “haced discípulos” y “enseñándoles que guarden todas las cosas
que os he mandado”, pues claramente se ve que después del bautismo la labor
continúa. Si no, llegaremos a perder el sentido de la misión dejada por nuestro
Salvador. White (1994) comenta lo siguiente: “No es solamente por la predicación
cómo ha de hacérselo. Se necesita mucho menos predicación. Más tiempo debe
dedicarse a educar pacientemente a los demás, dando a los oyentes la oportunidad
de expresarse. Es instrucción lo que muchos necesitan, línea sobre línea, precepto
sobre precepto, aquí un poco y allá otro poco” (Ev 248.5).

A su vez, White (1994) menciona la tarea que tenemos como líderes de iglesia:
“Hay que preocuparse cuidadosamente de la educación de los recién convertidos.
No hay que dejarlos abandonados a sí mismos porque pueden ser descarriados por
enseñanzas falsas, y porque pueden ir por sendas erradas. Estén constantemente
en guardia los centinelas, para que las almas no sean engañadas por suaves
palabras, por discursos hermosos y por sofisterías. Enseñad fielmente todo lo que
Cristo ha ordenado. Cada persona que recibe a Cristo debe ser enseñada a obrar
como una parte en la gran obra que debe realizarse en nuestro mundo” (Ev 269.4).

 
La importancia de la retención y consolidación en la Biblia 
Martínez (2002), en su tesis doctoral afirma que “A lo largo de la historia de la
humanidad, el propósito divino de mantener una relación permanente con el ser
humano se manifiesta ampliamente. El pacto establecido entre Dios y Abraham es
una evidencia de ello. El autor del Pentateuco hace mención sobre esto en el
primer libro de la Biblia, ´Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia
después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu
descendencia después de ti´” (Génesis 17:7, RVR1960).

Así como en el Antiguo Testamento se hace referencia al pacto con los patriarcas,
en donde se consolidaba una sola nación, en el Nuevo Testamento, Jesús durante
el desarrollo de su ministerio mantuvo la idea de retener y consolidar al pueblo de
Dios, iniciando con los doce apóstoles.

Asimismo, la pluma inspirada en el Nuevo Testamento, por medio del evangelio


según Mateo, menciona la más sagrada tarea, la cual es la Gran Comisión: “Por
tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del
Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19, RVR1960). ¡Qué gran tarea y
orden nos ha dejado nuestro Maestro y Líder, Cristo Jesús! 

Para comenzar, el versículo clave empieza con un verbo en imperativo que, según
la RAE, tiene una aplicación clara: Imperativo se refiere a: Deber o exigencia
inexcusables (Real Academia Española, s.m., definición 2). “Por tanto, id”; en
especial, la acción de mandar: “id”, que resalta el precepto señalado directamente
por Jesús para iniciar la obra evangelizadora, dándonos a entender que esta tarea
es para todos los que lo seguimos, sin excusa alguna. Continuamos el orden del
texto, mas no de importancia, ya que resaltaremos este segundo mandato, que es
el de “haced discípulos”, en donde discípulo hace referencia a:  Persona que sigue
la opinión de una escuela, aun cuando viva en tiempos muy posteriores a los
maestros que la establecieron (Real Academia Española, s.m.f., definición 2); sobre
esta base podemos llegar a concluir que la palabra “discípulo” nos habla de alguien
que, aunque su maestro no esté junto al él, vivirá siempre honrando y dando a
conocer lo que aprendió. 
Como lo menciona el libro de Hechos: “Así que, los que recibieron su palabra
fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y
perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el
partimiento del pan y en las oraciones” (Hechos 2:41-42, RVR 1960). 

Cuando se habla de perseverar se refiere a la acción de “mantenerse constante en


la prosecución de lo comenzado, en una actitud o en una opinión” (Real Academia
Española, s.intr., definición 1), lo cual nos indica que la constancia ha de ser un pilar
en la consecución del objetivo divino; no basta con conocer y llevar personas a los
pies de Cristo, es indispensable que como iglesia nos consolidemos y
permanezcamos unidos hasta que Cristo venga. El deber para con nuestros
hermanos menores debe cumplirse, debemos ser nosotros ese bastón, ese apoyo y
brazo amigo para quienes están por rendirse en la fe, pues estos miembros no
representan solo un número en nuestras estadísticas, son unas almas que Dios nos
ha encomendado las que se están perdiendo

Londoño, Rodríguez y Valbuena (2009) citan a Cress (2003), que menciona: “Hacer
discípulos es el verbo principal del versículo. Los otros verbos—ir, bautizar; enseñar
—son subordinados”. Texto tras texto resalta que el hecho de bautizar no es el fin
de la comisión; por el contrario, es solo el inicio, y como se diría a los infantes, son
sus primeros pasos; de nuestro trabajo dependerá, en gran manera el buen
resultado en la tarea de consolidar a la iglesia de Cristo.

Siguiendo en el mismo pasaje de Mateo se podría resaltar cuando dice


“enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”, donde
claramente el Maestro enfatiza a los apóstoles que en la tarea de formar al
discípulo se debe instruir a los nuevos creyentes en todo lo que se nos ha enseñado
y que por medio de esto ayudaremos a los demás a encontrar a Cristo. La Sagrada
Escritura menciona: “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo
padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas” (1 Pedro
2:21, RVR1960). 

 
La importancia de la retención y consolidación en el espíritu de profecía 
La sierva del Señor es quizá la persona con mayores declaraciones sobre la obra
redentora; por ende, es sumamente necesario realizar un rastreo de sus textos más
significativos, que den respuesta a la problemática que estamos presentando como
a su vez, poder buscar consejos y herramientas para ayudar a nuestros nuevos
conversos.
 
La pluma inspirada por medio del espíritu de profecía, a saber, White (1977), nos
menciona que “Los dirigentes de la causa de Dios, como sabios generales, han de
trazar planes para avanzar a lo largo de toda la línea. En sus planes han de dar un
estudio especial a la obra que pueden hacer los laicos en favor de sus amigos y
vecinos. La obra de Dios en esta tierra nunca puede ser terminada hasta que los
hombres y mujeres que constituyen la feligresía de nuestra iglesia se alisten para
trabajar y unan sus esfuerzos con los de los ministros y oficiales de la iglesia”
(Testimonies for the Church 9: 116, 117. MB 116.1). 
Este ha de ser un claro llamado a levantarnos con la firme convicción de que
somos requeridos en esta batalla, Jehová nos ha dotado con sabiduría y habilidades
que debemos dejar a su disposición; él nos ha traído hasta sus pies con el propósito
de llevar el estandarte del mensaje de salvación, de ser ese lugar en el mundo en el
cual aquellos que no poseen esperanzas puedan encontrar paz, pues hacemos
parte de su plan de amor y se requiere que tomemos el papel que nos
corresponde.
 
También White (1955) menciona en El Deseado de todas las gentes que, “En el
mandato dirigido a sus discípulos, Cristo no sólo esbozó su obra, sino que les dio su
mensaje. Enseñad al pueblo, dijo, ´que guarden todas las cosas que os he mandado
´. Los discípulos habían de enseñar lo que Cristo había enseñado. Ello incluye lo
que él había dicho, no solamente en persona, sino por todos los profetas y
maestros del Antiguo Testamento. Excluye la enseñanza humana. No hay lugar
para la tradición, para las teorías y conclusiones humanas ni para la legislación
eclesiástica. Ninguna ley ordenada por la autoridad eclesiástica está incluida en el
mandato. Ninguna de estas cosas han de enseñar los siervos de Cristo. ´La ley y los
profetas´, con el relato de sus propias palabras y acciones, son el tesoro confiado a
los discípulos para ser dado al mundo. El nombre de Cristo es su consigna, su señal
de distinción, su vínculo de unión, la autoridad de su conducta y la fuente de su
éxito. Nada que no lleve su inscripción ha de ser reconocido en su reino” (DTG
766.1). 
 
La enseñanza bíblica es de suma importancia, pues es la Palabra divina la que nos
sirve de guía y lumbrera para así cumplir la voluntad de Dios; es por medio de ella
como Jehová nos llena de sabiduría; el Espíritu Santo desciende sobre nuestras
mentes capacitándonos para poder enseñar e instruir al nuevo converso, a fin de
que cada uno desarrolle la tarea dejada por nuestro Salvador. Son las enseñanzas
de Cristo las que nos ayudan a vivir en comunión con el Padre de manera sincera,
sin tradicionalismos ni frivolidades.
Nuestro compromiso con Dios no debe limitarse únicamente al mejoramiento
personal, se requiere que nos levantemos del lugar en donde estamos e ir en busca
de quienes necesitan capacitación y apoyo en el cumplimiento de su rol dentro de
la iglesia de Cristo. La sierva de Jehová (White, 1994) continúa diciendo: “Haced la
obra de evangelista: regad y cultivad la semilla sembrada. Cuando se ha levantado
una nueva iglesia, ésta no debe dejarse sin ayuda. El pastor debe desarrollar los
talentos de la iglesia, para que las reuniones puedan continuar realizándose con
provecho. A Timoteo se le ordenó ir de una iglesia a otra como alguien que debía
hacer esta clase de obra y consolidar a las iglesias en la santísima fe. Él había de
hacer obra de evangelista, y ésta es una tarea aún más importante que la de los
pastores. Había de predicar la Palabra, pero no debía radicarse en una sola iglesia”
(—The Review and Herald, 28 de septiembre de 1897. Ev 248). 
Es maravilloso cómo Dios por medio del Espíritu Santo da la porción de inspiración
para cada necesidad del nuevo creyente, sobre todo para poder vencer las trampas
del maligno. White (1994) afirma lo siguiente: “Es un procedimiento pobre el dejar
a unos pocos conversos aquí y allá sin alimento y sin cuidado, como presa para los
lobos rapaces, o para que sean el blanco sobre el cual el enemigo abra fuego. Se
me ha mostrado que ha habido mucho de esta clase de obra hecha entre nuestros
hermanos. Campos promisorios han sido arruinados para futuros esfuerzos, al
iniciar la campaña evangélica en forma prematura, sin contar el costo, y al dejar la
obra a medio terminar. Debido a que han dado un ciclo de conferencias, detienen
la obra, se apresuran a un campo nuevo para hacer la obra a medias allá, y estas
pobres almas que tienen un ligero conocimiento de la verdad son dejadas sin que
se tomen las medidas apropiadas para confirmarlas y establecerlas en la fe,
educándose como soldados bien adiestrados que sepan hacer frente a los ataques
del enemigo y vencerlo” (Carta 60, 1886. Ev 250.2). 
Ha de ser un llamado a cuidar de quien hemos traído a los pies de Cristo, tenemos
un papel de ángeles para quienes recién conocen el evangelio o no poseen las
herramientas necesarias para lograr defenderse de las tentaciones que nos
acechan; nuestra constancia en la obra iniciada permitirá que el poder del Espíritu
Santo se manifieste por medio de nosotros en la vida del nuevo miembro; no
invitamos a un amigo a una expedición sin decirle lo que le espera o cómo debe ir
preparado para las dificultades que se pueden encontrar en el camino. El andar
cristiano es similar, lleno de altibajos, incitaciones al mal y tropiezos, sin embargo,
cuando perseveramos obtendremos la corona de salvación.

Debemos siempre tener en cuenta que la iglesia no solo es un lugar para


congregarnos a orar y cantar, también es una comunidad en donde nosotros como
líderes tenemos que ayudar a crecer y encaminar por la senda de la verdad a
quienes lo requieran; sin embargo, esto no se logra meramente con preceptos
teóricos, se debe realizar un esfuerzo extra para llevar a la práctica nuestros
valores y principios de vida. White (1977) dice: “Cada iglesia debe ser escuela
práctica de obreros cristianos. Sus miembros deberían aprender a dar estudios
bíblicos, a dirigir y enseñar clases en las escuelas sabáticas, a auxiliar al pobre y
cuidar al enfermo, y trabajar en pro de los inconversos. Debería haber escuelas de
higiene, clases culinarias y para varios ramos de la obra caritativa cristiana. Debería
haber no sólo enseñanza teórica, sino también trabajo práctico bajo la dirección de
instructores experimentados. Abran los maestros el camino trabajando entre el
pueblo, y otros, al unirse con ellos, aprenderán de su ejemplo. Un ejemplo vale más
que muchos preceptos” (-- El ministerio de curación, 107, 108. MB 110.5).
Como ya vimos anteriormente, en primer lugar, es preciso comprender la
problemática que nos aqueja y el papel que cumplimos nosotros al ser miembros
activos de una iglesia cuya misión es “glorificar a Dios y bajo la unción del Espíritu
Santo, guiar a cada creyente a una experiencia de relación personal y
transformadora con Cristo que lo capacite como discípulo, para compartir el
evangelio con toda persona” (Misión, IASD). 

 En segundo lugar, encontramos la preparación del discipulador; hemos recibido el


llamado de Dios a discipular, para esto es necesario tener un entrenamiento
espiritual a fin de cumplir los planes de Cristo para su iglesia. Es preciso
comprender que por medio de nuestra relación con Jesús y por el estudio continuo
de la Palabra es como alcanzamos a cabalidad los designios que Jehová tiene
preparados para sus hijos. En nosotros ha de estar el deseo de proveernos del
Espíritu Santo para ministrar y ser un apoyo en el caminar de la vida cristiana de
nuestros hermanos menores.

Posteriormente, se requiere comprender que el nuevo converso atraviesa por una


serie de crisis al inicio de su vida cristiana; debido a las diversas modificaciones que
este ha ido implementando, su proceder se transforma y con él su entorno. Si el
miembro no encuentra el apoyo necesario al implementar los diferentes tipos de
cambios es muy probable que en sus propias fuerzas sienta que no puede lograrlo,
y es allí donde entramos nosotros a cumplir con el mandato de Cristo para que
nuestro hermano menor no caiga en las manos de Satanás.

Para llevar a cabo este proceso es necesario tener estrategias que se implementen
y entender ciertos procesos personales que nos servirán de apoyo durante esta
tarea de retención y consolidación del nuevo creyente. A lo largo de estos
seminarios podremos profundizarlos a medida que avancemos; a su vez, veremos
sus causas y posibles soluciones.
 
CONCLUSIÓN
En la actualidad, la Iglesia Adventista del Séptimo Día afronta una gran dificultad en
lo que a la retención y consolidación de nuevos conversos se refiere. Al ser esto
contrario al mandato divino, pues a pesar de que es un tema que ya ha sido tratado
con anterioridad, sigue siendo una problemática constante dentro de nuestra
comunidad cristiana.

Desde el inicio, Dios en su infinito amor y en todo el relato de la humanidad quiso


que tuviéramos una relación cercana con él; estableció pactos con su pueblo a lo
largo de la historia para que permaneciéramos como uno solo; nos dejó promesas,
su palabra misma impartida a través de la Biblia y la dirección del Espíritu Santo, a
fin de estrechar cada vez más la comunión entre el cielo y los seres humanos.

La labor de acompañar y ayudar en sus inicios a los creyentes debe ser un


compromiso que todos los miembros de la congregación debemos asumir como
parte de nuestra misión, ya que de esto depende que quienes llegan nuevos a los
pies de Cristo posean las herramientas necesarias para afrontar las dificultades
durante el desarrollo de su vida espiritual, lo cual conlleva traumas y fracasos en su
experiencia cristiana y, al no poder lograr los ideales cristianos por sus propias
fuerzas se les dificulta permanecer en la fe. 

Por medio del fortalecimiento constante de la relación con el Padre es como


empezamos nuestra formación para ser discipuladores; comprendiendo la situación
por la que atraviesa nuestro prójimo es la forma para saber qué tipo de ayuda
podremos brindarle; nuestras acciones son las que determinarán el éxito de la
labor que nos ha sido encomendada. 
Referencias y citas. 
-ASTR. Office of Archives, Statistics and Research. (2021). ANNUAL STATISTICAL
REPORT. Volume 3. Seventh-day Adventist® Church.

-ASTR. Office of Archives, Statistics and Research. (2015). Retención y


Recuperación: Una prioridad para la Iglesia Mundial. Seventh-day Adventist®
Church, recuperado el 1 de septiembre de 2021, de
https://www.adventistarchives.org/2015ac-retention-reclamation-report-
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-Díaz Vásquez, M. G. (2019). Propiedades psicométricas de la escala permanencia


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https://digitalcommons.andrews.edu/dmin/526

-Londoño Lerma, E. F., Valbuena Salazar, J. E., Rodríguez Parra, A., Barrero, W., &
Cardona, G. (2009). Manual de retención y consolidación de nuevos creyentes
(Disertación doctoral).

-Martínez, Feliberto Páez. (2002). La Retención de Miembros en la Iglesia


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-White, Ellen G. (1955). El Deseado de todas las gentes. Pacific Press Publishing
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-White, Ellen G. (1977). El ministerio de la bondad. Pacific Press Publishing
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-White, Ellen G. (1994). El evangelismo. Asociación Publicadora Interamericana.

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