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Unidad 72021
Unidad 72021
UNIDAD VII
presentara como mediadora entre Dios y el hombre. Solo se aceptaba una religión natural,
que va deslizándose hacia un deísmo. Desde estos principios, el paso hacia el ateísmo estaba
muy cerca.1
Ciertamente que poco a poco, estos principios se fueron aplicando en los diversos
campos de la cultura y de la sociedad impregnando, al menos al comienzo las mentalidades
de diversas elites.
Estos postulados aplicados a la moral, resultaba que los principios éticos no se
fundaban sobre una ley natural, presentada como manifestación de la ley divina eterna, sino
como una exigencia de la razón y de la voluntad humana.
En pedagogía, estos principios fueron deslizándose hacia un naturalismo, es decir que el
educando (niño o joven) debe libremente llegar a la verdad, sin recibirla pasivamente de sus
educadores, seguir sus instintos y alcanzar por si mismo el conocimiento y la ciencia.
1
D´Holbach, hizo abierta confesión de su ateísmo, con gran arraigo en una sociedad que lo tomó como ídolo.
2
Cf. Manejamos la edición dirigida por C. Pujol, ed. de Barcelona, Planeta, 1989.
Unidad VII – Iglesia, Ilustración y Revolución Francesa - 3
Introducción:
Siguiendo las reflexiones de Joseph Lortz5, dejemos asentado que la Revolución Francesa
(en adelante RF) no surgió como un movimiento hostil a la Iglesia. Ya veremos como el
clero se unió al tercer estado y muchos de ellos fueron sus diputados; incluso fueron capaces
de renunciar a sus tradicionales privilegios sociales y económicos; intentaron incluso aceptar
una constitución civil. El terror y su avance, comenzó después, en noviembre de 1791,
cuando se dictó una ley contra el clero opositor, en donde los sacerdotes que se negaban a
jurar la constitución perdían sus pensiones y derechos civiles y podían ser encarcelados.
Emigraron entre 30 y 40 mil sacerdotes. Al año siguiente (septiembre de 1792), serán 3
obispos y más de 300 sacerdotes quienes fueron asesinados.
3
Cf. www.wdl/es/item/14776.
4
Cf. G. ZAGHENI, La edad moderna, III, Madrid, 1997, 333-347.
5
Cf. Lortz, J., La historia de la Iglesia…, II, 348-358.
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campesinos se arman para defenderse, sin saber muy bien de quién, y asaltan castillos para
quemar los archivos y destruir los títulos y derechos feudales.
El 4 de agosto la Asamblea aprueba por aclamación la nueva estructura del Estado:
igualdad ante los impuestos, supresión de los derechos feudales; todo el sistema político y
social sobre el que se había basado el antiguo régimen, deja de existir.
El 26 del mismo mes se proclaman los derechos humanos donde se incluyen la libertad de
culto y de religión. El catolicismo deja entonces de ser la religión oficial del Estado
Pío VI
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Estas críticas tenían un fundamento de verdad. Y se debía a que la Constitución era un resultado de
compromiso de numerosas corrientes irreconciliables entre sí. Estaba presente el mito de la Iglesia antigua junto
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nacional dependiente del Estado. No obstante esta dependencia resultaba intolerable, tanto a
la luz de los acontecimientos anteriores como por la dirección que fue imprimiendo la misma
Asamblea, pues en la declaración de los derechos humanos se había proclamado ya
implícitamente, la igualdad de derechos de todas las creencias. Entre la negativa a declarar
la religión católica como religión del Estado y la injerencia del Estado en los asuntos internos
de la Iglesia católica se produjo un fuerte choque.
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Es así como en octubre de 1793 se llega a sustituir el calendario gregoriano por el calendario de la revolución,
con el fin de combatir la religión, suprimiéndose los días domingos y toda fiesta religiosa.
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En efecto el cónclave para elegir su sucesor fue celebrado en Venecia, donde fue elegido el cardenal
Chiaramonti, es decir Pío VII.
11
Mazzini, G., Sulla Rivoluzione francese del 178. Cit. por Martina III, 17
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el poder dentro de los límites impuestos por el cristianismo, para cristianizarlo, puesto que se
había paganizado”.12
Sin embargo, al hacer un estudio de amplia duración, sabemos que el trinomio
libertad, igualdad y fraternidad tan esgrimido se convirtió con los hechos, en lemas
propositivos sin mucha aplicación a lo largo del tiempo. El logro fundamental de la
proclamación de la libertad igualitaria de todos los hombres y de su igualdad ante la ley, fue
gravemente violado, conduciendo muchas veces a resultados opuestos. La fraternidad avanzó
escasamente ya que generó en el fondo un individualismo autónomo, en donde el hombre se
convertía en la única medida y el único señor de todas las cosas.
En los artículos de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano podemos
distinguir los contenidos profundos que representaron el cambio, aunque muchos de ellos
continuaron siendo vulnerados, en la misma Francia y en el mundo entero. Son los que
siguen:
I. Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en cuanto a sus derechos. Las distinciones civiles
sólo podrán fundarse en la utilidad pública.
II. La finalidad de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e
imprescriptibles del hombre. Esos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a
la opresión.
III. La fuente de toda soberanía reside esencialmente en la Nación; ningún individuo ni ninguna
corporación pueden ser revestidos de autoridad alguna que no emane directamente de ella.
IV. La libertad consiste en poder hacer todo aquello que no cause perjuicio a los demás. El ejercicio de
los derechos naturales de cada hombre, no tiene otros límites que los que garantizan a los demás
miembros de la sociedad el disfrute de los mismos derechos. Estos límites sólo pueden ser
determinados por la ley.
V. La ley sólo puede prohibir las acciones que son perjudiciales a la sociedad. Lo que no está
prohibido por la ley no puede ser impedido. Nadie puede verse obligado a aquello que la ley no
ordena.
VI. La ley es expresión de la voluntad de la comunidad. Todos los ciudadanos tienen derecho a
colaborar en su formación, sea personalmente, sea por medio de sus representantes. Debe ser igual
para todos, sea para proteger o para castigar. Siendo todos los ciudadanos iguales ante ella, todos son
igualmente elegibles para todos los honores, colocaciones y empleos, conforme a sus distintas
capacidades, sin ninguna otra distinción que la creada por sus virtudes y conocimientos.
VII. Ningún hombre puede ser acusado, arrestado y mantenido en confinamiento, excepto en los casos
determinados por la ley, y de acuerdo con las formas por ésta prescritas. Todo aquél que promueva,
solicite, ejecute o haga que sean ejecutadas órdenes arbitrarias, debe ser castigado, y todo ciudadano
requerido o aprendido por virtud de la ley debe obedecer inmediatamente, y se hace culpable si ofrece
resistencia.
VIII. La ley no debe imponer otras penas que aquéllas que son estricta y evidentemente necesarias; y
nadie puede ser castigado sino en virtud de una ley promulgada con anterioridad a la ofensa y
legalmente aplicada.
IX. Todo hombre es considerado inocente hasta que ha sido declarado convicto. Si se estima que su
arresto es indispensable, cualquier rigor mayor del indispensable para asegurar su persona ha de ser
severamente reprimido por la ley.
X. Ningún hombre debe ser molestado por razón de sus opiniones, ni aun por sus ideas religiosas,
siempre que al manifestarlas no se causen trastornos del orden público establecido por la ley.
12
Discorso per i morti della Rivoluzione di Vienna (1849), cit. por Martina, ibid.
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XI. Puesto que la libre comunicación de los pensamientos y opiniones es uno de los más valiosos
derechos del hombre, todo ciudadano puede hablar, escribir y publicar libremente, excepto cuando
tenga que responder del abuso de esta libertad en los casos determinados por la ley.
XII. Siendo necesaria una fuerza pública para garantizar los derechos del hombre y del ciudadano, se
constituirá esta fuerza en beneficio de la comunidad, y no para el provecho particular de las personas a
las que ha sido confiada.
XIII. Siendo necesaria, para sostener la fuerza pública y subvenir a los gastos de administración, una
contribución común, ésta debe ser distribuida equitativamente entre los ciudadanos, de acuerdo con
sus facultades.
XIV. Todo ciudadano tiene derecho, ya por sí mismo o por su representante, a constatar la necesidad
de la contribución pública, a consentirla libremente, a comprobar su adjudicación y a determinar su
cuantía, su modo de amillaramiento, su recaudación y su duración.
XV. La sociedad tiene derecho a pedir a todos sus agentes cuentas de su administración.
XVI. Una sociedad en la que la garantía de los derechos no está asegurada, ni la separación de poderes
definida, no tiene Constitución.
XVII. Siendo inviolable y sagrado el derecho de propiedad, nadie podrá ser privado de él, excepto
cuando la necesidad pública, legalmente comprobada, lo exige de manera evidente, y a la condición de
una indemnización previa y justa.
6. NAPOLEÓN Y LA IGLESIA:
6.3. La ruptura:
Los triunfos y conquistas imperiales crecían por esos años y la mitad de Europa estaba
ya bajo el yugo napoleónico. El papa se negaba a entrar en el juego de los intereses del
emperador como si fuera un peón más del juego de las políticas abusivas del emperador. El
colmo llegó cuando ocurrió la injerencia del emperador en los asuntos eclesiásticos dentro de
la península itálica.
Los hechos se desencadenaron a partir de 1807 y, con el pretexto de que Pio VII se
rehusaba a asociarse al bloqueo contra Inglaterra, varias provincias y puertos de los Estados
Pontificios fueron ocupados por las tropas francesas.
La presión imperial crecía y el 10 de junio de 1809, Napoleón privó al papa de su
poder temporal, concediéndole a cambio una renta anual de dos millones de francos. Tres
años pasó Pío VII cautivo a Savona impedido de ejercer el gobierno de la Iglesia y
presionándolo a fin de que renunciara al poder temporal y pudiera vivir en París.
Los conflictos crecieron cuando sucedió la disolución del matrimonio civil del
hermano de Napoleón, Jerónimo Bonaparte.
Mas adelante, arbitrariamente, Napoleón dejaba a su primera esposa Josefina, de la
que no había tenido hijos, alegando defecto de forma, por no haber asistido el párroco a su
matrimonio ni haber habido testigos (Pío VII había delegado expresamente al cardenal Fesch,
tío de Napoleón). Se unía después a María Teresa, hija del emperador de Austria y convocaba
un concilio nacional en París (9 junio 1811), al que asisten seis cardenales y 89 obispos, entre
los cuales nueve elegidos por Napoleón, y 42 italianos. A todos les pidió que dieran la
institución canónica a los obispos que él había nombrado y a los que el papa no quería
confirmar. Los obispos respondieron que cuanto ellos hagan era inválido si el papa no estaba
de acuerdo.
En junio de 1812, Napoleón ordenó confinar al papa, ordenó su traslado al palacio de
Fontainbleau. Tenía la esperanza que el pontífice firmara su renuncia al dominio temporal de
sus estados y tras una serie de entrevistas entre ambos, el emperador consiguió que el papa
firmase un documento que accedía a la petición imperial, sin embargo a las pocas semanas,
Pio VII escribía a Napoleón retirando su consentimiento y denunciando el acuerdo secreto,
que el emperador se había apresurado a publicar como si fuera un nuevo concordato.